Que Es El Derecho A La Ciudad
Que Es El Derecho A La Ciudad
Que Es El Derecho A La Ciudad
1. Introducción
Por primera vez en la historia, más de la mitad de la humanidad vive en zonas urbanas. Se
estima que para el año 2050 esta proporción alcanzará casi el 70%, haciendo de la
urbanización una de las tendencias más transformadoras del siglo XXI. [1]
Actualmente, las 600 mayores urbes del mundo concentran un quinto de la población mundial y
producen el 60% de su PBI. Desde esta perspectiva, las ciudades son un eje central para hacer
frente a los desafíos globales. Sin embargo, también son las responsables de la generación del
70% de los gases de efecto invernadero de origen humano, y del consumo del más del 60% de
la energía mundial. El 75% de las ciudades ha incrementado su inequidad.[2]
De esta manera, si bien el desarrollo histórico ha demostrado que la urbanización y el
crecimiento avanzan de la mano, y que estos procesos son esenciales para la transformación
económica y la generación de riqueza, lo cierto es que en varios aspectos, el urbanismo ha
fracasado. Aunque la urbanización tenga el potencial de hacer a las ciudades más prósperas y
a los países más desarrollados, muchas ciudades están pobremente preparadas para enfrentar
los desafíos asociados a la urbanización.
La desigualdad se erige hoy como uno de los problemas emergentes más complejos, en un
contexto en el la brecha entre ricos y pobres se encuentra en sus niveles más altos de los
últimos treinta años. Si bien la proporción de población que habita en asentamientos informales
en los países en vías de desarrollo ha decrecido en las últimas décadas (de 46,2% en 1990 a
29,7% en 2014), el crecimiento poblacional de dichos espacios urbanos ha aumentado
significativamente (de 689 millones en 1990 a 880 millones en 2014).
Frente a la explosión poblacional, los modelos de urbanización vigentes han estado marcados
por el crecimiento no planificado, la privatización de los bienes públicos y la falta de regulación
de instituciones, lo que los ha vuelto cada vez menos sostenibles, desde lo ambiental, social y
económico.
En este sentido, los patrones perseguidos han intensificado las consecuencias negativas del
cambio climático y han avanzado en una degradación ambiental insoslayable. Han sido,
paralelamente, grandes generadores de inequidad, exclusión y privación, no sólo económica
sino también espacial. Han establecido ciudades segmentadas, caracterizadas en su mayoría
por la proliferación tanto de barrios cerrados como de asentamientos informales, y con amplias
dificultades para avanzar en la integración social, especialmente de migrantes y refugiados.
Han avanzado en la mercantilización de cada vez más aspectos de la vida, en la concentración
de la tierra y la propiedad, y en la profundización de la naturaleza exclusivista del desarrollo
urbano. Y han fracasado en términos económicos, en hacer frente al desempleo, la
precarización laboral, el trabajo informal y el acceso igualitario a los servicios públicos,
especialmente entre los sectores populares.
Como respuesta a esta realidad, que implica la violación de derechos humanos de miles de
millones de personas y un grave deterioro de los principios arquitectónicos del sistema
democrático, organizaciones sociales y asambleas a nivel mundial comenzaron a construir un
paradigma distinto.
En la búsqueda de alternativas a las políticas urbanas vigentes, responsables de la crisis
social, económica y ambiental actual, y con la intención de establecer un nuevo modelo de
urbanización asentado en principios alternativos, se inició una construcción mancomunada y
colectiva, que tuvo como resultado un nuevo paradigma urbano, en permanente discusión: el
Derecho a la Ciudad.
Para comprender los orígenes, los principios y derechos que este nuevo paradigma impulsa,
resulta necesario destacar que nace de una análisis y crítica a las políticas urbanas
implementadas desde la modernidad[3].
Este nuevo paradigma en las últimas décadas ha empezado, no sólo a ser plasmado en
proyectos de instrumentos normativos elaborados desde las organizaciones y movimientos
sociales[4], sino también a ser reconocido en instrumentos internacionales del soft law y en
normas locales y nacionales. Estos primeros reconocimientos en textos con fuerza legal fueron
rescatando algunos principios y dimensiones del paradigma del Derecho a la Ciudad[5].
La positivización del paradigma en estos casos se hizo en algunas ocasiones de forma
fragmentada y en otras, de manera más integral. La intensidad en la determinación de
alternativas de cambio estuvo (y está) dada por el nivel de cuestionamiento a las ciudades
actuales y la deliberación y la fortaleza de las organizaciones sociales de diversa índole que
van surgiendo con la vocación de (re)pensar y producir ciudades distintas.
La gran diversidad de principios, valores y derechos impulsados bajo el marco del paradigma
del ?Derecho a la Ciudad? suele ser englobado en tres ejes o dimensiones que se han ido
consolidando desde las organizaciones sociales y asambleas que vienen pensando
alternativas, realizando acciones cotidianas concretas de cambio y organizándose para intentar
evitar las consecuencias negativas de los actuales modelos de urbanización.
3.1. PRIMERA DIMENSIÓN: Ejercicio pleno de los derechos humanos resaltando su
carácter colectivo, sosteniendo su función social, ambiental y ecológica; e impulsando
nuevos derechos urbanos que surgen de la relación de las personas con su territorio, el
espacio y su hábitat.
La invención de los derechos humanos por el pensamiento de la modernidad es uno de los
grandes logros de la humanidad. El ?Derecho a la Ciudad? rescata esta construcción jurídico-
institucional y parte de esa base. De esta forma, reafirma que cada uno de los derechos
humanos y fundamentales reconocidos a nivel internacional y nacional deben garantizarse,
respetarse y promoverse en las áreas urbanas. Es decir, incluye todos los derechos conocidos
como civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales reconocidos en los
tratados y convenios internacionales de derechos humanos y sostiene su integralidad,
indivisibilidad, inalienabilidad, progresividad, universalidad, interdependencia y aplicación
interrelacionada.
Pero a la vez, advierte que los derechos humanos fueron pensados en un contexto político,
social y económico caracterizado por el nacimiento de los Estados-Nacionales y del sistema
capitalista. De allí el sesgo individualista de estos derechos en su origen, estrechamente
construidos alrededor de la propiedad privada de los medios de producción, reproducción y de
la tierra, y enfatizando los derechos civiles y políticos frente al Estado. La concepción de la
libertad dibujada en la metáfora de la esfera privada y descripta filosóficamente por las
mónadas de Leibniz llevaron a que el hombre corte sus lazos con los otros y con la Naturaleza.
Por este motivo, frente a la arraigada concepción de los derechos como derechos individuales,
el ?Derecho a la Ciudad? enfatiza el carácter colectivo de los mismos.
Por otra parte, considera esencial que el ejercicio y el contenido de los derechos
deben contemplar la función social, ambiental y ecológica de éstos, particularmente del
derecho de propiedad. No debe soslayarse que el ejercicio y el contenido de los derechos -
especialmente en las áreas urbanas, donde la aglomeración de las personas es más intensa-,
deben: estar comprometidos con la posibilidad que todos los otros integrantes de la comunidad
puedan también disfrutar simultáneamente y en condiciones de igualdad de cada uno de los
derechos humanos; y ser compatibles con los derechos colectivos. La función social del
derecho de propiedad autoriza su regulación y la restricción del poder absoluto con el que fue
pensado en su origen priorizando el interés social, cultural y ambiental.
De esta forma, la propiedad debe a su vez supeditarse a la normativa urbanística. Las
restricciones urbanas a la capacidad constructiva, al uso, al parcelamiento y lotificacion, a la
altura y al tipo de vivienda, no violan el derecho de propiedad y deben considerarse como
parte del derecho a un ambiente urbano sano y equilibrado.
En relación a la función ambiental y ecológica, el ejercicio de los derechos y de la propiedad no
debe dañar el ambiente urbano, ni la sustentabilidad de los ecosistemas: no se ampara el
ejercicio abusivo de los derechos individuales cuando afecta el ambiente, la Naturaleza o los
derechos colectivos. No existe derecho adquirido a dañar el ambiente.
El ejercicio de los derechos debe ser un camino y no un obstáculo hacia el bien común. En la
formulación e implementación de las políticas urbanas debe prevalecer el interés social y
cultural colectivo sobre el derecho individual de propiedad y sobre los intereses
especulativos.
Por último, los derechos humanos originarios fueron actualizados por el contexto de las
revoluciones industriales (derechos sociales y económicos) al contemplar la relación de la
persona con su trabajo y su empleador. Los DESC nacieron en la época de las ciudades
industriales, sin relación con el espacio, el suelo y con los medios de reproducción. El
?Derecho a la Ciudad? pretende además contemplar la relación de las personas con su
territorio, con el espacio y con su hábitat. Para de esta forma abandonar el enfoque
naturalista de los derechos ambientales que frecuentemente lleva a pensar al ambiente como
un espacio abstracto. Impulsa así el reconocimiento de nuevos derechos urbanos que nacen de
esta relación. Por ejemplo:
El derecho a espacios verdes,
el derecho a la movilidad,
el derecho al libre y gratuito tránsito en vías y bienes públicos sin impedimentos
materiales ni económicos,
el derecho a vías y espacios públicos (eje del urbanismo igualitario e integrador),
el derecho a la planificación urbana y a que se cumplan las previsiones y contenidos de
dicha planificación u ordenamiento territorial y ecológico,
el derecho a capturar la plusvalía,
el derecho a la integración socio-urbanística de los asentamientos informales,
el derecho al lugar (el derecho a vivir y permanecer donde se encuentran sus relaciones
económicas y sociales),
derecho a la regulación del desarrollo urbano,
el derecho a políticas que integren y consoliden la ciudad,
el derecho a un hábitat culturalmente diversificado y a la diversidad social en el espacio,
el derecho a la identidad colectiva y barrial,
el derecho a la centralidad (todas las áreas de los centros metropolitanos deben poseer
lugares con valor de centralidad y poder acceder con igual facilidad a los centros
urbanos o metropolitanos),
el derecho a la protección del entorno residencial frente a la pérdida sustancial de la
calidad de vida,
el derecho a la vista y al paisaje,
el derecho para presentar denuncias o demandas judiciales cuestionando cualquier acto
o hecho que no respete las normas urbanísticas,
el derecho de cualquier persona a ser consultado obligatoriamente para la aprobación
de permisos de obra o habilitación de actividades que impacten sobre su vivienda, etc.
3.3.5. Propender hacia una nueva cultura urbana y promoción de ciudades diversas
§ La ciudad debe ser una gran espacio colectivo que reconozca y estimule la diversidad
social y cultural que respete, proteja y garantice la diversidad y la diferencia en el género, el
origen étnico, la religión, los medios de vida, las costumbres, la memoria colectiva, la práctica
cultura y económica, las identidades y las expresiones socio-culturales de sus habitantes. Debe
contar con espacios públicos propicios para realizar en igualdad de condiciones actividades
lúdicas y culturales que creen posibilidades de encuentro y de comprensión mutua.
§ Se deben promover ciudades con barrios multifuncionales y de mixtura social, y los usos
mixtos del suelo, para evitar los problemas de zonificaciones uniformes sin mezcla de
actividades o usos distintos.
§ Se debe garantizar el equilibrio entre el desarrollo urbano y la protección del
patrimonio natural, inmaterial, histórico, arquitectónico, cultural y artístico, preservando la
memoria y la identidad urbana, cultural y barrial.
§ Descolonizar nuestra cultura del mercantilismo, del consumismo, del egoísmo, del
individualismo y de la competencia. El enaltecimiento del individuo ha debilitado los lazos
comunitarios y la conciencia de un destino común (Contradicción Capital-Comunidad).
§ Cambiar la cultura patriarcal, vertical, racista e individual hacia una sociedad basada en la
solidaridad, lo comunitario, el bien común, la complementariedad.
§ Impulsar cambios en las relaciones de las personas para que no haya discriminación ni
dominación de unos sobre otros.
Dimensión jurídica. El énfasis del carácter colectivo de los derechos dado por el Derecho a la
Ciudad plantea que la integración socio-urbanística sea considerada como un derecho colectivo
de cada uno de los habitantes de los asentamientos informales y que a cualquier habitante se
le otorgue legitimación procesal para peticionar judicialmente el respeto y cumplimiento de
éstos estándares.
Por otra parte, respecto a la relación jurídica entre los habitantes de los
asentamientos informales y la vivienda o el suelo, no necesariamente la regularización debe
consistir en la entrega de los títulos de propiedad dominial. Existen situaciones particulares que
impulsan a repensar otras formas de regularizar la posesión o la tenencia. Por ejemplo, en
condiciones donde el suelo es de propiedad estatal, o la ciudad ha realizado una fuerte
inversión para adquirir suelo privado, o el asentamiento se encuentra ubicado en tierras
valiosas y existe una fuerte presión del mercado para hacerse de dicho suelo debe pensarse en
formas de regularización que no impliquen la pérdida absoluta de potestad por parte de la
ciudad sobre dichas tierras.
Esto para evitar la descapitalización de la Ciudad y como medio para continuar conservando
poder de decisión sobre estos sectores de la ciudad. En esta dirección, deben explorarse
alternativas como el derecho real de superficie o el usufructo o contratos como el alquiler social
y el comodato.
Las políticas de integración socio-urbanística deben estar acompañadas de medidas de
regulación del mercado de suelo e inmobiliario, de ordenamiento territorial y de planificación
urbana que no sólo contemplen el estado actual de los asentamientos informales en una
ciudad, sino que también, establezcan regulaciones que, con el fin de promover la igualdad e
integración urbana, detengan la proliferación de nuevos asentamientos informales o el
crecimiento de su población. Las políticas de integración socio-urbanísticas deben tener una
visión global e integral y no concentrarse en la integración de un asentamiento en particular.
Deben estar concebidas para que en forma progresiva integren cada uno de los actuales
asentamientos informales en las ciudades e impidan la conformación de nuevos.
Dimensión de igualdad urbana: Los procesos de integración socio-urbanística deben
contemplar que se cumpla con el principio de urbanismo igualitario de igual distribución de las
cargas y beneficios que genera la Ciudad. De esta forma, deben prevenir que toda la inversión
pública y esfuerzo colectivo no sean apropiados o capitalizados por los sectores pudientes de
la sociedad ni tampoco por algunas familias de los asentamientos informales por sobre
otras. En este camino, debe establecer mecanismos de captación de la plusvalía, que eviten
procesos de gentrificación y de desintegración urbana.
La finalización del proceso de integración socio-urbanística no llega con la regularización de la
posesión o la tenencia. Al contrario, continúa para proteger la integración social y urbana
lograda. Aquí nuevamente adquiere principal relevancia contemplar que en determinados
casos, dados por la dinámica del mercado inmobiliario, no deba otorgarse en propiedad
dominial los suelos de los asentamientos informales. Permitir la incorporación absoluta de los
terrenos al mercado inmobiliario, es decir, su mercantilización e ingreso al comercio, puede
autorizar procesos de expulsión lenta de las familias por adquisición, bajo presión económica,
de las viviendas por parte de desarrolladores inmobiliarios. También puede permitir que en el
transcurso de los años, el terreno público donde se encuentra el asentamiento informal
destinado a un fin social termine siendo objeto de emprendimientos suntuosos. Ambos casos,
terminarían desvirtuando la finalidad primordial de lograr una ciudad integrada.
También debe recuperarse la plusvalía que surja de la integración socio-urbanística de los
asentamientos informales. La permanencia del control del suelo es un mecanismo para
controlar que la venta de las viviendas por parte de los futuros adjudicatarios deba realizarse a
un mismo sector social y que la plusvalía generada en dicho inmueble sea retenida por la
ciudad.
¿Quiénes son los sujetos de derecho en los procesos de integración socio-urbanística?
Responder al quiénes implica pensar en los sujetos de derecho afectados en este proceso, sin
importar su estatus de ?inquilinos? o ?propietarios?, el tiempo de vivencia dentro del
asentamiento informal u otro tipo de status. Debe brindarse una solución habitacional definitiva
para todos los habitantes actuales del asentamiento informal. Esto implica otorgar una solución
habitacional a todas las familias, tanto a ?propietarios? como a ?inquilinos? y a cada una de las
familias que se encuentren en estado de hacinamiento. Un proceso de integración socio-
urbanística no puede contemplar únicamente la solución habitacional de un grupo de familias,
al contrario, debe brindar soluciones habitacionales definitivas a cada una de ellas no
considerando como la única forma de lograrlo, la entrega en propiedad dominial de una
vivienda.
Debe promoverse que como resultado del proceso de integración socio-urbanística, en el caso
de que el suelo sea estatal, desaparezca la distinción entre inquilinos y propietarios; o,
transicionalmente, no sobrevivan los alquileres privados. Esto en un contexto donde el Derecho
a la Ciudad promueve la desinquilinización de las ciudades.
Conclusión
A modo de resumen, podemos pensar una definición integral y ejecutiva del ?Derecho a la
Ciudad? entendido como un paradigma urbano en permanente construcción colectiva que
propone:
A) Un ejercicio pleno de los derechos humanos que destaque su dimensión colectiva y su
función social y ambiental, e impulse la consolidación de nuevos derechos urbanos que surjan
de la relación de las personas con su territorio, el espacio y su hábitat.
B) La democratización de las ciudades garantizando la participación en la toma de decisiones
relativas a la planificación y al gobierno. La democratización (distribución igualitaria) de los
recursos y bienes comunes que ofrece la ciudad, de las de cargas y beneficios que genera, de
la posesión del suelo y del uso de los espacios urbanos.
C) Entender las ciudad como un Bien Común:
· Garantizando la función social, ambiental y ecológica de la propiedad y de la ciudad,
con prevalencia de lo público sobre lo privado y de lo colectivo sobre lo individual.
· Ambiental, económica y socialmente sustentable, que garantice un equilibrio entre el
campo, la ciudad y el gran Buenos Aires.
· Planificadas hacia la integración socio-urbana y la igualdad urbana con el objetivo de
alcanzar ciudades: integradas, conectadas, incluyentes y equitativas.
· Evitando su descapitalización, la concentración de la tierra urbana en pocas manos y los
procesos de gentrificación.
· Promoviendo una economía urbana caracterizada por la desmercantilización de las
ciudades y el fortalecimiento de una economía social, solidaria y de pequeña escala.
· Orientada a una cultura urbana colaborativa, horizontal, solidaria y descolonizada que
genere ciudades diversas y mixtas.
[1] Habitat III Zero Draft Outcome Document (May 2016). Disponible en:
http://www.worldurbancampaign.org/sites/default/files/Habitat%20III%20Zero%20Draft%20outco
me%20document%20%28May%202016%29_0.pdf
[2] Informe Mundial de Ciudades 2016 de Un-Habitat.
[3] El Derecho a la Ciudad, es un concepto inicialmente elaborado en los años 60 por Henri
Lefebvre (1968, El Derecho a la Ciudad), quien a partir del impacto negativo sufrido por las
ciudades en países de economía capitalistas, construye su propuesta política
para desmercantilizar a las ciudades y reivindicar la idea de que la gente se volviera dueña.
Lefevre aboga por ?rescatar al hombre como elemento principal, protagonista de la ciudad que
él mismo ha construido?. El concepto fue retomado por David Harvey, quien durante el Foro
Urbano Mundial en Belém sostuvo que el Derecho a la Ciudad ?no es simplemente el derecho
a lo que ya está en la ciudad, sino el derecho a transformar la ciudad en algo radicalmente
distinto?.
[4] El caso más paradigmático es la Carta Mundial de Derecho a la Ciudad. Foro Social de las
Américas ? Quito ? Julio 2004. Foro Mundial Urbano - Barcelona ? Quito ? Octubre 2004.
[5] En América Latina este derecho está reconocido en el Estatuto de la Ciudad de Brasil
(2001), en la Constitución de Ecuador (2008). En argentina en la Ley de Acceso Justo al
Hábitat (ley N° 14.449 de la Provincia de Buenos Aires) y en el Plan Urbano Ambiental de la
Ciudad de Buenos Aires (Ley N° 2.930). En 2009, el gobierno de la Ciudad de México firmó la
Carta de la Ciudad de México por El Derecho a la Ciudad. Esta fue la culminación de una
proceso de incidencia de tres años dirigido por el Movimiento Urbano Popular con el apoyo de
la Coalición Internacional para el Hábitat-América Latina (HIC-AL), la Comisión de Derechos
Humanos de la Ciudad de México y la Coalición de Organizaciones de la Sociedad Civil por los
derechos Económicos, Sociales y Culturales.
[6] Posición concordante con el Policy Paper 1 de Habitat III ?Derecho a la Ciudad y Ciudades
para Todos, 29 Febrero 2016, disponible en:
https://www.habitat3.org/bitcache/c6ab256c94e1212a2f9f629a655ba5cf5e6a4312?vid=572970
&disposition=inline&op=view
[7] http://www.boaventuradesousasantos.pt/documentos/la_democracia_en_america_latina.pdf
http://ilusionismosocial.org/pluginfile.php/427/mod_resource/content/5/DEMOCRATIZARLADE
MOCRACIA.pdf
[8] El art. 21 inciso 3 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
establece: ?Tanto la usura como cualquier otra forma de explotación del hombre por el
hombre, deben ser prohibidas por la ley.?
[9] Ortiz Flores Enrique (2007): Integración de un sistema de instrumentos de apoyo a la
producción social de vivienda. HIC AL, México, pág. 31.
[10] Informe Mundial de Ciudades 2016 de Un-Habitat