Dossier Nutricion Salud Bienestar Salud Digestiva
Dossier Nutricion Salud Bienestar Salud Digestiva
Dossier Nutricion Salud Bienestar Salud Digestiva
I. INTRODUCCIÓN................................................................................................. 2
II. DESENREDANDO EL APARATO DIGESTIVO............................................... 3
III. ¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE MANTENER EL APARATO
DIGESTIVO SALUDABLE?................................................................................ 7
IV. LO QUE PASA EN NUESTRO INTERIOR: MICROBIOTA INTESTINAL... 12
V. RECOMENDACIONES PARA UNA MEJOR SALUD DIGESTIVA................ 14
I. INTRODUCCIÓN
A nivel celular la glucosa se transforma en ATP (adenosín trifosfato, por sus siglas en inglés).
Esta es la forma de energía que utiliza nuestro organismo para realizar sus innumerables fun-
ciones del día a día. Por tanto, sin esta molécula, la vida tal y como la conocemos no sería la
misma.
Sin embargo, para obtener esta energía, primero deben consumirse fuentes energéticas en
forma de hidratos de carbono, proteínas y grasas, así como muchos otros micronutrientes (vi-
taminas, minerales y oligoelementos). Y aquí es donde entra en juego un factor fundamental,
ya que esos nutrientes deben entrar en el torrente sanguíneo para llegar a las células del orga-
nismo. Y para ello es necesario la acción del aparato digestivo en toda su extensión: desde su
inicio, en la boca, hasta su desembocadura en el ano.
Por tanto, sin este aparato -cuyos órganos y tejidos funcionan como un todo, respetando una
secuencia de procesos-, literalmente no podríamos vivir, ya que los nutrientes no llegarían a
nuestras células. Y es por esto que en muchas civilizaciones y prácticas médicas (antiguas y
actuales) el sistema gastrointestinal cumple una función importantísima en relación al origen
y la curación de diversas dolencias.
Por ejemplo, los antiguos médicos y filósofos griegos y romanos, con su teoría de los cuatro
humores, relacionaban la flema, la sangre, la bilis negra y la bilis amarilla con el estilo de vida
del individuo; y, asimismo, señalaban que este estilo influía en el aparato digestivo, aumentando
o reduciendo la predisposición a sufrir ciertas enfermedades.
Por su parte, en la Medicina Tradicional China (MTC) observar la lengua es una parte del diag-
nóstico muy importante, ya que ayuda a que los profesionales médicos determinen el estado de
salud de la persona, ateniendo al bienestar de sus órganos y a la cantidad de sangre que circula
por el organismo, entre muchos otros parámetros.
Y, ya dentro de la Medicina alopática actual, para algunos profesionales observar cómo son
las heces de una persona (color, olor, consistencia, frecuencia...) dice mucho de su estado de
salud. Y es que esas heces ofrecen mucha información al ser el producto final de desecho tras
la digestión de los alimentos.
Así pues, este Dossier parte de la premisa de que el aparato digestivo (o, más bien, de que los
problemas que se dan dentro de ese sistema) puede ser el responsable de diversos problemas
de salud.
Ya sea porque el estilo de vida afecta a las funciones digestivas o porque algún trastorno gás-
trico puede generar una reacción en cadena que altere otras partes del cuerpo, el sistema gas-
trointestinal es uno de los pilares de la salud plena. Por tanto, si funciona bien, todo lo demás
fluye en el buen sentido; pero si algo falla en el sistema digestivo, lo más probable es que el resto
del organismo siga por ese camino desfavorable.
En las próximas páginas realizaremos un viaje por el sistema gastrointestinal para entender
bien qué lo compone y qué funciones desempeña, pasando por su relación con distintas dolen-
cias y terminando con algunas recomendaciones para mejorar tu salud digestiva.
Así que prepárate una buena taza de manzanilla y ¡acompáñame en esta aventura por el aparato
digestivo!
Lo primero es conocer las diversas estructuras que conforman el aparato digestivo, así como
sus funciones y procesos fisiológicos. Solo así podremos entender lo importante que es tener
un sistema gastrointestinal sano.
Y para ello iniciaremos un viaje por el aparato digestivo, empezando en la boca y terminando
en el ano, encargado de expulsar los materiales de desecho cuando ya se ha utilizado todo lo
que importa a nivel fisiológico.
Las encías, la superficie dorsal de la lengua y el paladar duro están recubiertos por una mucosa
masticatoria que es capaz de soportar las fuerzas de fricción, presión y deslizamiento que se
originan por la masticación. También está la mucosa de revestimiento, presente en la cara in-
terior de las mejillas, los labios, el paladar blando y el suelo de la boca, que cumple una función
protectora. Y, por último, las superficies que contienen papilas gustativas (superficie dorsal
de la lengua, paladar blando y faringe) tienen una mucosa especializada y específica para el
sentido del gusto.
En los tejidos que hay fuera de la cavidad bucal están las glándulas salivales mayores, que son
las parótidas, submaxilares y sublinguales. Estas glándulas proporcionan saliva para humede-
cer la boca y formar el bolo alimenticio (el resultado de la trituración del alimento durante la
masticación). Y en la saliva destacan algunas enzimas digestivas, como la amilasa salival, encar-
gada de descomponer los hidratos de carbono, la lactoferrina, las lisozimas y ciertas sustancias
antimicrobianas como la IgA.
Una vez entra el alimento a la boca, y durante su mezcla con la saliva, la función masticatoria
propiamente dicha entra en acción. Aquí los dientes cumplen un papel muy importante con los
incisivos y su afilada capacidad de cortar los alimentos, los caninos para perforar y desgarrar,
los premolares para rasgar y aplastar y, finalmente, los molares para triturar y moler la comida
en partículas muy finas.
Durante este proceso el paladar y la lengua ayudan a formar el bolo alimenticio, funcionando
como un recipiente compactador. Así, con los músculos de la lengua el alimento se mueve de un
lado a otro de la boca hasta que está listo para ser deglutido y, con la ayuda de unos movimien-
tos musculares, es impulsado hacia el esófago, pasando por la orofaringe.
➢➢ Esófago
El paso del bolo alimenticio por el esófago es rápido, a través
de unos esfínteres (anillos musculares) denominados farin-
goesofágico y gastroesofágicos (interno y externo). Estos es-
fínteres “se abren” para permitir el paso de la comida, de modo
que cuando atraviesa uno de esos esfínteres, estos se relajan
durante unos breves segundos para después volver a tonifi-
carse, impidiendo así que el bolo alimenticio retorne por el ca-
mino que ya ha realizado.
➢➢ Estómago
Se trata de la región más dilatada del tubo digestivo y puede exten-
derse hasta contener un máximo de 1.500 cc de alimento y jugos
gástricos. Se encarga básicamente de dos funciones. La primera,
producir el quimo, un líquido viscoso que es absorbido en gran parte
en el intestino, a través de jugos gástricos que contienen agua, ácido
clorhídrico, proteínas, enzimas digestivas y moco. Y, la segunda, ac-
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tuar como una máquina de contracción que mezcla y licúa la comida a través de sus potentes
fibras musculares.
Este vaciado hace referencia al vaciamiento del estómago. Es decir, todo lo que se va digiriendo
tiene que dejar el estómago, yendo al duodeno. Sin embargo, si este vaciado no se produce de
forma correcta, pueden darse problemas digestivos (indigestión, dispepsia, gases, reflujo…). Y
lo cierto es que este proceso puede verse mitigado por diversos factores como una abundancia
de grasas, proteínas o hidratos de carbono en el quimo, acidez excesiva o una mayor cantidad
de elementos no digeridos.
Al llegar el quimo al duodeno se mezcla con la bilis (proveniente del hígado y la vesícula biliar)
y unos jugos pancreáticos (sustancias alcalinizantes) que degradan aún más los nutrientes.
Por tanto, el duodeno también cumple diversas funciones digestivas, además de servir de paso
entre el estómago y el intestino delgado, lo que hace que marque el límite entre el aparato di-
gestivo superior e inferior.
Pero además de sus funciones digestivas, el intestino delgado desempeña actividades inmuni-
tarias y secretoras. Para su función inmunitaria intervienen unos nódulos linfoides (conocidos
como “placas de Peyer”) que están en constante comunicación con los linfocitos B, las células
presentadoras de antígenos, los fagocitos y las células productoras de IgA, entre otros agentes
que forman parte del sistema inmunitario. Y respecto a su función de secreción, se libera un
líquido acuoso y mucoso ligeramente alcalino que favorece el avance del quimo hacia el colon.
➢➢ Intestino grueso
Por su parte, el intestino grueso está compuesto por el
ciego, el colon (con sus partes ascendente, transversa,
descendente y sigmoide), el recto y el ano y mide 1,5 m de
largo.
Respecto a las heces, estas se componen de agua en un 75%, siendo el resto bacterias muertas,
bagazo (lo restante de la trituración de componentes alimentarios), grasas, sustancias inorgá-
nicas, proteínas no digeridas, células muertas y pigmento biliar. Y tal y como veremos después,
sus características pueden variar dependiendo de la dieta y de la composición de la microbiota
intestinal.
Y en el páncreas endocrino se crean distintas hormonas, siendo las más importantes la insulina
y el glucagón, que actúan directamente sobre los valores de la glucemia. Y luego está la soma-
tostatina, la gastrina y el polipéptido pancreático, que aumentan o reducen la actividad del
estómago, según sea necesario.
monales y neuronales necesarias. Y, por último, se trata de uno de los grandes filtros del or-
ganismo, siendo capaz de metabolizar toxinas y medicamentos, además de tener funciones
inmunitarias, energéticas, hematológicas, etc.
En cuanto a la bilis, acabamos de ver que este líquido se produce en el hígado a partir de agua,
sales biliares, bilirrubina y grasas, entre otras sustancias. Y cuando llega al intestino se encarga
de absorber la grasa que hay en el quimo, eliminando aproximadamente un 80% de colesterol
y otros productos de deshecho con las heces.
Pues bien, relacionado con la bilis está el último órgano de esta lista: la vesícula biliar. Y es
que esta pequeña estructura en forma de pera que localizamos debajo del hígado tiene la fun-
ción de almacenar y concentrar la bilis, liberándola cuando es necesario (por ejemplo, tras una
comida copiosa en grasas).
Por regla general se tiende a descuidar la salud digestiva, siendo habitual que la gente se centre
en otros órganos. Sin embargo, esto no debería ser así. Con lo visto hasta ahora habrás empe-
zado a darte cuenta de lo clave que es el sistema gastrointestinal para el mantenimiento de la
salud. Y lo cierto es que los profesionales de la salud y múltiples investigaciones han confir-
mado esa importancia.
Como ya vimos antes, en el intestino (delgado y grueso) se absorbe gran parte de -sino todos-
los nutrientes que nos llegan a través de la dieta. Por tanto, si el intestino está en mal estado, es
lógico pensar que no podremos aprovechar esos nutrientes en su totalidad, lo que aumentará
el riesgo de sufrir carencias nutricionales y otras complicaciones de salud graves.
Pues bien, un intestino que presente gran cantidad de mucosidad, procesos inflamatorios agu-
dos y crónicos, mucosas permeables o un exceso de microorganismos patógenos, entre otros
procesos perjudiciales, no pueden absorber correctamente los nutrientes. Y, si esto ocurre, pue-
den aparecer patologías locales que repercutan aún más en la salud global.
Por el contrario, si tenemos una salud digestiva adecuada, podremos gestionar mejor distintos
procesos inflamatorios (locales y generales), regular ciertos parámetros metabólicos (glucemia,
triglicéridos, colesterol, etc.), promover una mejor salud mental y mejorar los procesos inmu-
nológicos, entre muchos otros factores.
Por todo ello es necesario cuidar de nuestra salud digestiva. Proporcionándole el apoyo nece-
sario para su correcto funcionamiento y que, de este modo, pueda ofrecernos salud.
Para muchas personas ir al baño es una rutina satisfactoria y hasta agradable del día a día, pero
para otras puede ser una experiencia difícil de afrontar. Ya sea por problemas de estreñimiento
o diarrea, son muchos los que experimentan deposiciones incómodas la mayor parte de su vida
y, para esas personas, resulta bastante obvio que sufren movimientos intestinales anormales.
Sin embargo, para otras personas no es tan fácil darse cuenta de ese problema.
Puede que no sea un tema bonito de tratar, pero esta parte del proceso digestivo esconde al-
gunos datos muy importantes que todos deberíamos conocer. Además, todo el mundo puede
aprender a diferenciar entre una deposición normal y una anómala; incluso si no se tiene ex-
periencia médica.
Por ejemplo, si hay coloración rojiza (y no se han consumido alimentos de este color), puede
deberse a la presencia de sangre en el sistema digestivo inferior (hematoquecia). En cambio,
la coloración negra podría indicar sangrado en el sistema digestivo superior (melena), a no ser
que se hayan tomado alimentos ricos en hierro, regaliz o medicamentos con bismuto (elemento
químico presente en algunos fármacos para tratar úlceras, ardor o pesadez de estómago).
Por su parte, las heces pálidas, blancas o de color arcilla pueden indicar que falta bilis, lo que a
su vez puede significar que se han obstruido los conductos hepáticos y biliares (acolia). Y las de
color amarillo, aspecto grasiento y flotantes pueden ser señal de que hay demasiada concentra-
ción grasa, que es propio de un trastorno de mala absorción intestinal (esteatorrea).
Respecto a la consistencia, unas heces demasiado firmes pueden deberse a problemas de estre-
ñimiento. Clínicamente, el estreñimiento se refiere al hecho de tener menos de tres deposicio-
nes a la semana, aunque dependerá de cada persona, ya que algunas van al baño varias veces
al día mientras que otras van pocas veces por semana, pudiendo ser ambos casos normales.
Ahora bien, aparte de la frecuencia el estreñimiento se caracteriza por tener heces secas y
duras, difíciles de expulsar, lo que puede hacer que las deposiciones sean dolorosas o se tenga
la sensación de no haber vaciado completamente los intestinos. Y, si no se trata adecuadamente,
puede conllevar otros problemas médicos como hemorroides, fisuras anales, impactación fecal
o incontinencia urinaria de esfuerzo, entre otras.
Por su parte, en el caso de que las heces sean demasiado blandas, esto puede deberse a una
falta de fibra en la dieta. Y la pérdida total de consistencia, que da lugar a un aspecto acuoso o
diarrea podría indicar una infección gastrointestinal.
Por último, en cuanto a la forma, unas heces pequeñas, redondas y duras (denominadas “capri-
nas”) son signo de estreñimiento crónico, por lo que se recomienda una mayor ingesta de agua y
fibra. Por su parte, las heces estrechas y delgadas, como con forma de lápiz, pueden representar
algo mucho más grave: un estrechamiento del colon o una obstrucción debida a un cáncer en
esa zona.
Ahora que ya conoces sus características, presta atención a tus deposiciones y no te avergüen-
ces a la hora de preguntar o consultar con un médico si notas algo raro o fuera de lo normal al
ir al baño.
➢➢ Indigestión
Esta condición tan común suele ir acompañada de dolor de estómago, saciedad, hinchazón,
acidez, náuseas o vómitos. Por lo general, se produce por la ingesta de alimentos que contienen
demasiadas especias, grasas o aceites. Además, acostarse poco después de comer retrasa la
bajada de los alimentos por el tubo digestivo, lo que puede empeorar la indigestión.
También puede deberse a ciertos factores externos como el estrés y la ansiedad, así como al
hecho de comer en exceso o demasiado rápido, fumar y el consumo frecuente de bebidas con
cafeína.
Pero también existen otras causas, como es la hernia de hiato: afección en la que la parte supe-
rior del estómago empuja hacia arriba el orificio del diafragma (músculo que separa el tórax
del abdomen).
➢➢ Reflujo gastroesofágico
Se trata de otra condición asociada al sistema gastrointestinal. Si este reflujo ácido es ocasional,
suele deberse a malos hábitos como comer demasiados alimentos pesados o acostarse justo
después de comer. Pero, si el reflujo es repetitivo, puede ser sinónimo de enfermedad por re-
flujo gastroesofágico (ERGE): condición en la que el ácido del estómago sube constantemente
por el esófago, lo que provoca una sensación de ardor o acidez.
Si la ERGE no se trata a tiempo pueden surgir otros problemas como esofagitis, estrechamiento
del esófago o esófago de Barrett, que a su vez pueden conllevar afecciones respiratorias como
tos crónica o incluso aumentar el riesgo de cáncer.
➢➢ Gastritis
La gastritis, que es una inflamación aguda o crónica de la mucosa que recubre las paredes del
estómago, provoca síntomas parecidos al reflujo. Pero en este caso se trata de un cuadro clínico
que puede deberse a un consumo excesivo de AINEs, a una infección por Helicobacter pylori, al
abuso del alcohol, tabaco, cafeína y picantes o a un estrés excesivo.
De persistir esta afección, la acidez y el continuado daño que provoca en la mucosa podrían de-
rivar en úlceras pépticas en el interior del estómago o en el duodeno, que pueden complicarse
si no se tratan a tiempo.
Por regla general este síndrome no termina en complicaciones graves, pero las personas que
sí las sufren ven muy deteriorada su calidad de vida, sobre todo si no se sigue un tratamiento
adecuado.
Y respecto a sus causas, algunas teorías apuntan a un componente psicológico importante como
principal factor desencadenante de la afección.
➢➢ Diverticulosis
Dentro de las patologías intestinales, la diverticulosis surge cuando se forman divertículos en
puntos débiles del colon. Se trata de pequeñas bolsas, sacos o pliegues de la membrana, tam-
bién denominadas invaginaciones, que suelen aparecer en el intestino grueso, aunque también
pueden formarse a lo largo de todo el sistema gastrointestinal.
Ahora bien, cuando esos divertículos se infectan, inflaman o sangran, producen síntomas como
diarrea, dolor abdominal o fiebre. Y entonces esta condición pasa a denominarse diverticulitis
o enfermedad diverticular.
La colitis ulcerosa se caracteriza principalmente por dolor abdominal y diarrea con moco y
sangre, debido al desarrollo de úlceras en el intestino grueso y el recto. Pero con el tiempo estos
síntomas pueden provocar otros como pérdida de peso, hemorragias, fiebre, anemia...
Por su parte, la enfermedad de Crohn es crónica y puede afectar a todo el tracto gastrointesti-
nal, provocando dolor abdominal, diarrea, pérdida de peso, fiebre, hemorragia rectal, etc. Si no
se trata adecuadamente, pueden desarrollarse úlceras capaces de perforar los intestinos y dar
paso a mayores complicaciones.
Por último, respecto a las patologías que afectan a los órganos abdominales accesorios del apa-
rato digestivo (páncreas, hígado y vesícula biliar), me gustaría destacar:
➢➢ Pancreatitis
Se trata de una inflamación del páncreas, pudiendo ser tanto aguda como crónica, debido a
enzimas digestivas que, al acumularse, terminan digiriendo el propio tejido pancreático.
Si esta afección es de tipo agudo, más grave, conlleva dolor abdominal, náuseas y vómitos, fie-
bre, etc., y puede originarse por la presencia de un cálculo biliar que obstruya el conducto que
comparten vesícula biliar y páncreas. Y, en el caso de la pancreatitis crónica, el abuso de alcohol,
ciertos fármacos, inmunopatías o la fibrosis quística se encuentran entre las posibles causas.
Por su parte, y también bastante común, la esteatosis hepática (o hígado graso) es una afección
asociada al síndrome metabólico que se caracteriza por la acumulación de grasa en los hepa-
tocitos. Su origen puede ser de tipo dietético o alcohólico crónico.
Asimismo, ambas afecciones hepáticas repercuten en la producción de bilis, lo que puede afec-
tar a la vesícula biliar. Y a este respecto la patología variará si esos cálculos biliares obstaculizan
los conductos biliares (colelitiasis), si la vesícula está infectada e inflamada (colecistitis) o si
los conductos biliares están infectados (colangitis).
Ciertamente, ha habido avances a este respecto desde los primeros trabajos de Anton van Leeu-
wenhoek (1683) y de Louis Pasteur (1861), donde se empezó a describir la existencia de ciertos
microorganismos, además de descubrir su importancia biológica.
Sin embargo, no fue hasta 2001 que el Premio Nobel de Medicina, Joshua Lederberg, confirmara
la relación beneficiosa que hay entre el organismo y diversos microorganismos simbióticos,
acuñando por primera vez el término “microbioma”. Desde entonces, la investigación en el
campo de la microbiota intestinal ha ido en aumento, principalmente debido a su alta vincula-
ción con el bienestar de los seres humanos.
Pero, ¿qué es la microbiota intestinal? Antes llamada “flora bacteriana”, puede considerarse
como toda esa composición microbiana que vive en nuestros intestinos y que, dependiendo de
su estado, puede beneficiarnos o no.
Asimismo, si consideramos que ese mismo hombre de referencia posee unos 30 billones de cé-
lulas (la gran mayoría glóbulos rojos), podríamos concluir que el ratio entre bacterias y células
humanas es dominada por las primeras. Sin duda alguna, esto ya llama la atención sobre el rol
que pueden tener las bacterias en nuestro organismo.
Es más, debido a su complejidad y al gran número de procesos fisiológicos en los que interviene,
esta microbiota ha pasado a considerarse un órgano más del cuerpo humano. Y si la obser-
vamos desde un punto de vista genético, también podría considerarse un “segundo genoma
humano” debido al enorme número de microorganismos que contiene.
Ahora bien, a pesar de que la microbiota intestinal puede permanecer relativamente estable a lo
largo de los años, también puede diferenciarse de un individuo a otro, o incluso dentro de una
misma persona, debido a diversos factores: cambios en el tipo de dieta, infecciones o patologías,
farmacoterapia, medio ambiente, medidas de higiene, estrés, genética y edad, entre otros. Sin
embargo, algunos estudios han demostrado que el patrón dietético de los individuos es el factor
que más puede modificar la diversidad bacteriana del intestino.
Este comportamiento adoptado por la microbiota intestinal obtiene un mayor interés cuando
se analizan sus relaciones con el estado de salud o con el posible desarrollo de enfermedades.
Y es que esta microbiota interviene en la integridad de la mucosa intestinal, la regulación de la
respuesta inmunológica, la acción antiinflamatoria, la modulación de las funciones metabólicas,
la síntesis de vitaminas, la protección antineoplásica, la comunicación con el sistema nervioso
y muchas, muchas otras funciones.
También puede darse una sintomatología generalizada con dolencias musculares y articulares,
problemas dermatológicos, alergias, cefaleas, fatiga, cambios de humor, etc.
Además, esta disbiosis puede conducir a la alteración del revestimiento mucoso del intestino
(el delgado, específicamente), que funciona como mecanismo de defensa contra microorganis-
mos y otros patógenos. Me estoy refiriendo al síndrome del intestino permeable; y aunque
todavía hay muchos profesionales de la salud que no lo reconocen como una afección diagnos-
ticable, cada día hay más pruebas de su relación con múltiples trastornos digestivos y de otros
sistemas.
En una persona sana el epitelio intestinal posee una mucosa protectora que se extiende por
una superficie de entre 400 y 600 m2 y representa una de las principales barreras del cuerpo
humano. Este epitelio está formado por enterocitos, o células intestinales, que, recubiertas de
moco, dan cobijo a la microbiota intestinal.
Estos enterocitos están conectados por uniones intercelulares generadas por proteínas que
permiten el paso selectivo y específico de sustancias, como nutrientes y agua, desde la luz in-
testinal al torrente sanguíneo y viceversa.
Sin embargo, en una persona afectada por el síndrome del intestino irritable estas uniones se
alteran, aumentando el espacio entre ellas, lo que deja paso libre a sustancias indeseables: to-
xinas, bacterias, virus, metales, aditivos alimentarios, etc. Como consecuencia, todas estas sus-
tancias pueden pasar al torrente sanguíneo, lo que a su vez puede generar diferentes síntomas
dependiendo del órgano y sistema al que lleguen.
La complejidad de este síndrome radica en su inespecificidad clínica, lo que hace que su diag-
nóstico y tratamiento sean igualmente difíciles.
Es impresionante la relación que pueden tener los intestinos con el resto de tu cuerpo, ¿verdad?
Una vez sabemos lo que está pasando con nuestro aparato digestivo, la terapéutica de dicha
dolencia debe basarse principalmente en el factor que lo ha originado, así como en la restitu-
ción y mantenimiento de un correcto funcionamiento gastrointestinal. Esto es, en normalizar
su motilidad, permeabilidad y equilibrio, además de conseguir el balance de la composición
microbiana beneficiosa.
Respecto al primer punto, lo mejor es consultar con un profesional de la salud. Este indicará
las pruebas que deben realizarse y que, acompañadas de la anamnesis, permitirán dar con el
origen del trastorno.
Y con el objetivo de conseguir una correcta recuperación, mantener unos hábitos dietéticos
adecuados es fundamental.
Estos son algunos puntos clave para conseguir una alimentación más nutritiva para el aparato
digestivo:
✓✓ Mantén una dieta que siga las bases de la pirámide de alimentación Mediterránea. Es
decir, hay que dar prioridad al consumo de alimentos ricos en fibra dietética (frutas, ver-
duras, cereales completos, legumbres...). De este modo, no solo obtendrás grandes can-
tidades de vitaminas, minerales y oligoelementos, sino que también estarás nutriendo
a tu microbiota intestinal. Además, elegir alimentos de temporada te dará un buen plus.
✓✓ Fomenta el consumo de proteínas de alto valor biológico (huevos, pescado, carnes blan-
cas...), limitando la ingesta de carnes rojas. Asimismo, apuesta por las proteínas de origen
vegetal para obtener más fibra y un efecto prebiótico.
✓✓ Mantén a raya los productos proinflamatorios: carnes procesadas, embutidos, comidas ya
preparadas y congeladas para microondas, azúcar y otros edulcorantes, bollería indus-
trial, grasas untables, snacks salados y demás productos ultraprocesados.
✓✓ Hidrata bien el cuerpo con agua, evitando el consumo de alcohol, café, refrescos y bebidas
irritantes para la mucosa digestiva. Al mismo tiempo, consume con frecuencia infusiones
relajantes a base de manzanilla, tilo, menta poleo, etc.
✓✓ Apoya tu nutrición con suplementos promotores de una buena salud digestiva. Los ácidos
grasos Omega-3, los simbióticos (pre y probióticos), la coenzima Q10 y los multivitamí-
nicos, entre otros, pueden ayudarte a mejorar tu estado de salud.
✓✓ Asimismo, el estilo de vida debe acoplarse a la alimentación. En otras palabras, cuida tu
higiene del sueño, gestiona adecuadamente los episodios de mayor intensidad emocio-
nal y otras posibles patologías que ya hayan sido diagnosticadas, evita el tabaco, sigue
rutinas de actividad física y no abuses de los medicamentos.
En definitiva, para tratar estos trastornos se necesita un enfoque más holístico e integrado. Esto
permitirá no solo encontrar la solución al trastorno digestivo en sí, sino también comprender
todos los factores que intervienen en su desarrollo.
¡Un saludo!
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