Enfoque Fenomenológico
Enfoque Fenomenológico
Enfoque Fenomenológico
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De hecho, hay dos clases de fenómenos para Husserl: los sensibles y los propiamente
fenomenológicos. Los fenómenos que estudia la fenomenología son las vivencias de las
esencias de las cosas presentes en la conciencia: intuición del “eides” de la cosa. Pero se
limita a describir la presencia de la cosa, narrar la cosa misma en cuanto se da en la
conciencia, sin pretender explicarla o buscar sus causas.
En primer lugar, se intuye de modo infalible lo que hay en la conciencia; se ve la
significación de “manzana”, por ejemplo, en la conciencia. Y es infalible que cuando en
la conciencia hay esa significación, la hay en efecto. En segundo lugar, lo que hay en la
conciencia, el fenómeno, debe ser despejado de todo lo que no sea ello mismo mediante
tres reducciones: (1) la histórica: si el fenómeno estudiado es un perro, por ejemplo,
prescindir de toda opinión o doctrina distinta del fenómeno; (2) la reducción eidética,
mediante la que se prescinde de forma metódica de la realidad exterior del objeto y el
individuo se queda sólo con el dato de conciencia.
No se trata de negar el mundo exterior —idealismo— o de afirmarlo —realismo—. No
se debe juzgar, sino estar en condiciones de contemplar la esencia de la cosa en la
conciencia.
Así, la fenomenología es ciencia de la conciencia pura, de las vivencias, descripción de
esencias y ciencia de la contemplación de esencias (ideación).
Por la reducción eidética se separa la esencia del objeto exterior; la entidad en la
conciencia, con independencia de la real.
Por último se tiene la reducción trascendental (3), se prescinde de las mismas esencias
y queda la conciencia pura, sin las esencias vividas en ella.
Más allá de la conciencia (que se da a sí misma en la intuición) no es posible ir; no
cabe ya otra reducción. Éste es el ser único, indubitable y verdadero; todo lo demás se
construye a partir de la indubitabilidad.
La fenomenología, que parecía partir de un empirismo total, acaba, pues, en la forma
más acusada de idealismo.
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DEL MÉTODO FENOMENOLÓGICO A LA
PSICOTERAPIA FENOMENOLÓGICA
A partir de la fenomenología de Husserl se produce un cambio metodológico en la
aplicación de las ciencias y la psicoterapia. El ser humano asistido en la psicoterapia ya
no puede ser etiquetado, pues cada uno es único y está determinado por las experiencias
que ha vivido; por lo tanto, no puede entrar dentro de un diagnóstico reduccionista o
clasificatorio.
A partir de esta postura, sus seguidores dejan de poner el acento en el estudio del
comportamiento como realidad objetiva y con enfoque en el determinismo y en los
mecanismos teóricamente inconscientes.
La perspectiva fenomenológica permitió construir un modelo psicoterapéutico basado
de manera principal en la interrelación, con un interés particular en la experiencia
subjetiva (intersubjetiva) de la realidad: el análisis de la experiencia de la conciencia.
Debido a la intencionalidad es imposible “la percepción objetiva de la realidad”; toda
percepción está influenciada por la subjetividad: la reducción completa es imposible.
La metodología fenomenológica continúa siendo válida no para aislar al terapeuta del
mundo por juzgar, sino para abrirle a él, reconociendo cómo le impacta a la vez que él lo
impacta; recordando que no son dos realidades, sino dos aspectos de una misma realidad
co-construida de forma intersubjetiva.
El método fenomenológico resulta útil para evitar las interpretaciones apresuradas en la
psicoterapia. Este método no sólo puede serle útil al terapeuta, sino que sus clientes
podrían aprender (o aprehender) a utilizarlo en su propia manera de examinar y
reflexionar sobre sus experiencias y objetividad.
El énfasis en la experiencia y, por lo tanto en la conciencia, plantea una idea más
humana de la psicología, alejada del modelo mecanicista: la importancia de validar la
posibilidad de múltiples perspectivas ante un mismo hecho y, por lo tanto, poner en duda
la existencia de una verdad “objetiva” y percibir la conciencia como un movimiento
intencional.
Quizá lo más importante es que la perspectiva fenomenológica permite construir un
modelo psicoterapéutico basado en particular en la interrelación.
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PSICOTERAPIA EXISTENCIAL
Historia y evolución
El término existencialismo con frecuencia se asocia con los filósofos franceses como Jean
Paul Sartre (1905-1980) y Gabriel Marcel (1889-1973), los cuales desarrollaron esta
filosofía en el decenio de 1940. Sin embargo, la filosofía existencial parte de dos grandes
filósofos del siglo XIX: Sören Kierkegaard y Friedrich Niestzche, quienes al investigar el
significado de la existencia humana, le dieron importancia a los sentimientos humanos,
libre albedrío, capacidad de elección, individualidad y responsabilidad. Por lo tanto,
reaccionaron ante el encasillamiento y deshumanización de la civilización moderna, la
visión del racionalismo, el cual pretendía ver al hombre como objeto o sujeto,
defendiendo la postura de entender al ser humano como un ser existencial a quien le
ocurren las cosas.
Cabe agregar que el pensamiento existencialista no niega lo racional, sostiene que la
claridad racional es deseable, pero sostiene que los temas más importantes de la vida no
son accesibles a la razón o la ciencia (Corsini Wedding, 2010).
El surgimiento de la psicoterapia existencial se da de manera espontánea en diversas
partes de Europa y en el seno de diferentes escuelas. Surge en primer lugar con un
movimiento fenomenológico encabezado por Eugene Minkowski en París, y Viktor Emil
von Gebsattel y Erwin Straus en Alemania; este último emigra a Estados Unidos y ahí
también se ve su ascendencia. Este primer movimiento fue influenciado por Martin
Heidegger, quien parte de la idea de que al hombre no se le puede comprender de manera
mecanisista, biológica o psicológica; esto es, es la potencialidad de su “dasein”, el modo
de existir propio del ser humano.
Después surge el movimiento propiamente existencial, representado por Ludwing
Binswagner, Alfred Storch, Medrad Boss, Gustav Bally y Roland Kuhn en Suiza; Arthur
Hendrick Van Dan Berg y Frederick Jacobus Buytendijk en Holanda, entre otros, no
discutían las técnicas específicas utilizadas en sus terapias sino que albergaban dudas con
respecto a las teorías que explicaban el funcionamiento del hombre; querían comprender
cualquier situación crítica del ser humano no como una desviación de los esquemas
conceptuales manejados por el terapeuta que está observando, sino por las desviaciones
existenciales (observadas en el historial vital del paciente en particular) que rompen con
su condición humana. Sostienen que para comprender y tratar a la persona es necesario
tener en cuenta el hecho de que existe, que es; así, es necesario abordar cada caso de
manera dinámica y particular, permitiendo que salga a la luz la existencia del sujeto.
Rollo May (1997) sostiene que captar el ser de otra persona pertenece a un plano
diferente al de los conocimientos anecdóticos que se puedan tener sobre ésta. En el
encuentro es necesario conocer las fuerzas y mecanismos que actúan en la conducta del
paciente; su lenguaje verbal y corporal, y las acciones simbólicas que manifiesta;
familiarizarse con los esquemas de las relaciones interpersonales, e informarse de las
condiciones sociales.
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Todo esto da sentido a la forma y significación de la realidad de la persona que se
trata.
Por todo lo anterior, se concluye que las psicoterapias con enfoque existencial han
recibido influencias tanto del existencialismo como de la fenomenología. Este tipo de
orientaciones se definen dentro del marco de las psicoterapia de relación interpersonal y
de análisis psicológico, cuyo objetivo es facilitar el autoconocimiento y la autonomía
suficientes para asumir la propia existencia (Carvalho, 2006). Las psicoterapias
existenciales se han conformado con un cuerpo de técnicas cuya finalidad principal es
ayudar al crecimiento personal y facilitar el encuentro del individuo con la autenticidad de
su existencia para que pueda asumir su propio proyecto de vida y no como técnicas para
el tratamiento de las enfermedades mentales. Este tipo de intervenciones favorecen la
autoconciencia, la autocomprensión y la autodeterminación.
Ahora bien, del encuentro entre fenomenología, existencialismo, psicología y
psicopatología surge este movimiento con la aportación de nuevas ideas, reflexiones,
investigaciones e intervenciones de base fenomenológica-existencial, con una pluralidad
de métodos y teorías que se pueden clasificar en dos grupos diferentes: la psicoterapia
experiencial y la psicoterapia existencial. La primera recibe la influencia de Kierkergaard,
Martin Buber y William James; su objeto de estudio es la vivencia; se dimensiona en el
presente; el objetivo de esta orientación es el crecimiento del sujeto; su método es la
heurística, y la dimensión psicológica en la que se enfoca son las emociones. En esta
orientación, la finalidad de la intervención es guiar al individuo hacia el
autodescubrimiento, a la construcción de una experiencia más auténtica y significativa
para su existencia.
En el segundo grupo se encuentra la psicoterapia existencial, que recibe influencia de
Husserl, Hiedegger y Sartre; su objeto de estudio es la existencia; se dimensiona en la
historia vital del sujeto; su objetivo es el logro de la autonomía; utiliza la hermenéutica, y
la dimensión psicológica en la que se enfoca son los constructos personales. Enfatiza las
dimensiones históricas y responsabilidad de los proyectos individuales en la construcción
del mundo del sujeto.
En resumen, el concepto de psicoterapia que propone el enfoque existencial no es la
suma de técnicas destinadas a “curar” enfermedades mentales, sino un intervención
psicológica que contribuya al crecimiento y transformación del cliente como persona;
más en específico, promueve el encuentro de la persona con la autenticidad de su
existencia, para que asuma el proyecto de su vida con mayor libertad en el mundo.
Debido a la pluralidad de conceptos y propuestas de intervención, se hace difícil
clasificar las distintas modalidades de la psicoterapia existencial. Mike Cooper (2003), en
su libro Psicoterapias existenciales, clasifica en seis modalidades a la psicoterapia
existencial, dando una descripción detallada de cada una en cuanto a su fundamentación
teórica, principales representantes, objetivos y técnicas, brindando una idea muy
completa de los principales enfoques hacia el interior de esta psicoterapia. A continuación
se mencionan las modalidades y sus representantes:
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• Análisis existencial: Ludwin Binswanger, Medard Boss, Gion Condrau.
• Logoterapia: Victor Frankl, J. P. Farby, Andrew Tengan, Paul Wong.
• Psicoterapia existencial-numanista Norteamericana: Rollo May, James Bugental,
Irwin Yalom, Kirk Schneider.
• Psicoterapia existencial británica: Ronald David Laing, Ernesto Spinelli, Emmy Van
Deurzen-Smith y Hans Cohn.
• Psicoterapia existencial breve: Freddie Strasser y Allison Strasser.
• Psicoterapia existencial sartreana: Manuel Villegas, Tereza Erthal, Walter B. Cannon.
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PRESUPUESTOS TEÓRICOS
Dasein: se refiere al modo de existir propio del ser humano; que está presente. Es capaz
de saber que está ahí y adoptar una actitud en relación con este hecho (May, Angel, &
Ellenberg, 1977).
La existencia: es temporal, no se trata de un proceso físico sino un hecho histórico. Esta
postura rechaza el concepto de causalidad, determinismo, dualismo de mente y cuerpo,
y separación de la persona de su medio; considera la existencia como un proceso de
relación con alguien o con algo en donde están presentes todas las potencialidades del
hombre pasadas, presentes y futuras (May, 1973).
Neurosis existencial: es la que experimenta el individuo cuando no acierta a darle un
significado a su vida; por lo tanto, vive una existencia inauténtica que no lo conduce al
desarrollo personal, resultando miedo a la libertad, esto es, la persona reduce o elimina
su capacidad de elección y libertad particular; el problema, entonces, consiste en hallar
sentido a la vida asimilando una existencia auténtica, a través de la libertad de elección
y la responsabilidad personal.
Libertad: se refiere al hecho de que el ser humano es responsable de sí mismo y de su
actuación en el mundo, de su propio proyecto de vida, sus decisiones y acciones. Los
individuos difieren de manera enorme en el grado de responsabilidad que están
dispuestos a aceptar en sus vidas; por tanto, la libertad de elegir no asegura que las
elecciones sean las más acertadas, pues la persona puede escoger o ignorar sus
potencialidades. Sin embargo, para los existencialistas siempre existirá la posibilidad de
cambiar y trascender (De Castro & García, 2008).
Responsabilidad: la libertad implica tener compromiso con la propia existencia. El
individuo elige cómo vivir su existencia y se convierte en garante de su proyecto de
vida; cuando elude su responsabilidad, al negar su libertad, aparece la culpa.
Ansiedad: implica un conflicto interior que amenaza la propia existencia. Se atribuye al
choque fundamental entre ser y la amenaza de no ser. La terapia reduce la ansiedad a
niveles tolerables, pero no los elimina. Los existencialistas sostienen que una cantidad
de ansiedad es necesaria para que la personalidad funcione de manera normal; el
proceso terapéutico guía a la persona a aprender a utilizar su ansiedad de manera
constructiva.
Culpa existencial: es la ansiedad que surge cuando el individuo se enfrenta con la
perspectiva de realizar sus propias potencialidades, y la culpa surge ante el no ejercicio
de libertad de elección, al cerrarse a las propias potencialidades y renunciar a
realizarlas.
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PSICOTERAPIA CENTRADA EN EL PACIENTE
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HISTORIA Y EVOLUCIÓN
Carl Ransom Rogers, autor de este enfoque, nació en 1902, en el seno de una familia de
ascendencia inglesa, con fuertes lazos entre sí, en los cuales se mezclaba disciplina
estricta y rigidez con creencias protestantes, ternura y calidez parental. Muere a los 85
años de un ataque cardiaco en 1987.
Al igual que la psicoterapia existencial, esta orientación surge como una reacción
contra los valores de la sociedad estadounidense de ese tiempo.
En 1940 presenta en la Universidad de Minnesota su teoría de la terapia no-directiva,
que más tarde tomaría el nombre de terapia centrada en el cliente; después formulada
como tal en la publicación de su significativo libro Terapia centrada en el cliente,
publicado en 1951. En los años cuarenta, en plena época de rebeldía ante los
acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, en donde los paradigmas
psicoterapéuticos imperantes eran el psicoanálisis y el conductismo, ambos dominados
por el positivismo, Rogers se rebela ante estos acercamientos, sin descuidar su carácter
científico, y se enfoca en probar su postulado del respeto a la autonomía y capacidad del
consultante, como requisito para que se dé la curación (Rogers, 1997).
A Rogers se le considera como una de las figuras centrales del desarrollo moderno de
la psicoterapia. Utilizando el método fenomenológico, buscó darle calidad científica a sus
hallazgos, los cuales podían ser observados a través de innumerables entrevistas filmadas
que sometió a análisis sistemáticos; de esta forma inició la investigación científica sobre el
proceso terapéutico.
A lo largo de su obra se reflejan varios periodos de evolución de su teoría, plasmados
en sus investigaciones y producciones escritas, y relacionados, por un lado, con su
experiencia en la terapia y, por el otro, con los cambios sociales que impactaban tanto a
él como a sus “clientes”.
Estos cambios sociales inspiran interés en la vivencia interna del cliente, poniendo todo
el peso del proceso terapéutico en su capacidad para direccionar su curación, de tal
manera que la acción del terapeuta es meramente empática, tratando de comprender a la
persona, tal como se ve a sí mismo. Ante esta aceptación incondicional, el individuo
explora lo que ha estado negando a su conciencia.
En esta época define su teoría sobre el funcionamiento óptimo de la personalidad,
donde afirma que el ser humano es capaz de crecer por sí solo y que todo organismo
posee una tendencia inherente a desarrollar sus propias potencialidades. Confía de modo
pleno en la capacidad autorreguladora con la cual el individuo reorganiza por sí mismo su
personalidad, pasando de un estado de desequilibrio a uno de armonía.
Asume que la persona es capaz de confiar en la sabiduría natural de su organismo, ya
que por un lado desarrolla sus potencialidades de manera que favorezcan su
conservación y enriquecimiento y, por el otro, está plenamente abierta a las
consecuencias de sus acciones para corregirlas o darles un rumbo más saludable.
Esta tendencia inherente a desarrollar las propias potencialidades la llama “tendencia
actualizante”, motivación básica gracias a la cual el individuo es capaz de dirigir su propio
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proceso terapéutico. De ahí que lo que tiene que hacer el terapeuta es proporcionarle las
condiciones psicológicas que faciliten el camino hacia el propio autoconocimiento.
De 1960 a 1980 se considera el periodo más expansivo de su trabajo profesional, el
cual se centra en las relaciones interpersonales, dándose cuenta de la posibilidad de
conseguir cambios notables en las actitudes de la conducta. En sus intervenciones e
investigaciones va cambiando el interés —que tuvo durante treinta años en su práctica
con asesoramiento psicológico y psicoterapia individual— de la vivencia interna del
cliente, al vínculo que se establece en la relación terapeuta-cliente. Así, poco a poco, va
centrando su interés en las relaciones interpersonales y su práctica se desplaza hacia los
grupos de encuentro, que representan para él una fuente importante de aprendizaje de las
relaciones interpersonales.
Durante ese tiempo también inicia su interés por las instituciones educativas. Su
premisa básica sostiene que el aprendizaje sólo puede influir de manera significativa en la
conducta si es descubierto por el propio escolar, quien le da un particular significado de
acuerdo con su experiencia. Por lo tanto, el objetivo de la educación sería enseñar al otro
a aprender. De ahí nace su postura de enseñanza centrada en el educando, la cual se basa
en proveer los recursos necesarios para que el alumno aprenda a sentir, buscar y crear.
En sus últimos diez años, su trabajo refleja una búsqueda espiritual con tendencia
hacia lo transpersonal, pues advierte que la sociedad está enfrentando cambios singulares
de paradigmas en todas las áreas de forma simultánea. Afirma que la visión del mundo
mediante la perspectiva científica lineal de causa-efecto está cambiando; para él, los
viejos modelos se desvanecen, provocando incertidumbre en la población. Considera que
la visión simplista de la ciencia se está convirtiendo en una ciencia de la complejidad,
siendo parte de un todo mayor.
Se interesa en temas como democracia, derechos humanos y diversidad, buscando
unificar su obra para que pueda ser útil en diversos países y niveles sociales. Su trabajo
se proyecta hacia una filosofía de vida, considerando a la persona con potencialidades
ilimitadas, en constante transformación, como un ser trascendente que necesita vivir en
una comunidad basada en la confianza y el respeto, auténtico, para ser capaz de trasmitir
estas mismas cualidades a los demás, procurando ser y que los demás sean (Rogers,
1987).
La terapia centrada en la persona ha trascendido fronteras. Se ha difundido en Europa,
Asia, Australia, México y Sudamérica, a través de universidades, centros de formación y
asociaciones que divulgan la teoría y práctica de este enfoque en diferentes aplicaciones.
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SUPUESTOS TEÓRICOS
Las 19 proposiciones teóricas que hace Rogers en relación con la teoría de la
personalidad se pueden resumir en los siguientes cuatro aspectos fundamentales
(Sommers-Flanagan & Sommers-Flanagan, 2004):
Teoría del sí mismo. Percibe al hombre como un ser racional, con una capacidad de
autoconocimiento que lo hace ser único y diferente de los demás. Le da un carácter
relacional: por un lado es único, autónomo, auténtico y responsable y, por el otro, está
en interacción con los demás, puesto que nace, vive y muere en estas condiciones
Diferencia entre organismo y sí mismo. El organismo es el lugar donde acontece toda
experiencia psicológica y el sí mismo se conforma por un conjunto de percepciones
que se refieren al propio individuo y forman parte de su identidad. Los componentes
del sí mismo pueden ser conscientes e inconscientes.
Fenomenología y evaluación de la experiencia. Rogers le da un carácter
fenomenológico a su terapia; para él, en la evaluación de la vivencia o del medio,
premia la experiencia directa que obtiene la persona tanto de su pensamiento como de
sus sentimientos y emociones. Señala que el verdadero aprendizaje se logra a través de
la propia experiencia, por eso la terapia está diseñada para ayudar al cliente a lograr
una mayor apertura a sus propias experiencias, pues él sabe qué le afecta, hacia dónde
dirigirse y cuáles son sus problemas fundamentales.
Tendencia a la actualización. Se refiere a la capacidad natural de la persona para el
autodesarrollo, que lo llevará al cambio de autoconcepto, actitudes y conductas;
incremento de sus potencialidades, y autorrealización si las condiciones se prestan a
ello. Afirmaba que esta motivación innata lleva al cliente al crecimiento de sus
potencialidades hasta el mayor límite posible. El objetivo de la psicoterapia es liberarlo
de los obstáculos que lo frenan e impulsarlo a ir hacia adelante.
Sistema valorativo. Este sistema va de la mano con la tendencia a la actualización. El
niño va desarrollando de forma permanente un proceso de autoevaluación que tiene
como criterio la necesidad de actualización. Este sistema se desarrolla en la interacción
del niño con sus cuidadores, en donde se viven experiencias valoradas por los adultos
como positivas o negativas. El niño en crecimiento desarrolla una necesidad de
aprobación positiva, ser valorado y amado: de ahí que aprenda a aproximarse a las
experiencias que percibe como positivas y evitará las que aprecia como negativas. Con
el tiempo se internalizan estas condiciones de valor, resultando en aspectos de la
personalidad que son aceptados y forman parte del sí mismo, y otros que son
rechazados o no asimilados en la estructura del sí mismo.
A causa de todo ello se presenta una discordancia entre lo que la persona es y lo que cree
ser. Así, entre más valores del individuo se reemplacen por los valores introyectados
de los demás, se sentirá como si en realidad no supiera quién es y lo que quiere,
sembrándose la semilla para procesos psicopatológicos que puede llegar a presentar.
Teoría de la psicopatología. Considera que la discordancia o disfuncionalidad de la
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persona se da por una falla para poder aprender a través de la retroalimentación debido
falsas creencias, percepciones o comportamientos inadecuados, los cuales generan
confusión interior que con el tiempo provocan rigidez perceptiva y evitan que pueda
hacer uso de su capacidad para aprender y cambiar.
La psicopatología sucede, entonces, cuando la persona se apega al sistema valorativo
introyectado de los padres, en vez de modificar su autoconcepto, basándose en su
experiencia diaria. De ahí que el trabajo del terapeuta sea ayudar al individuo a ser más
abierta a su vida emocional y al aprendizaje de experiencias nuevas, que lo llevará a la
reintegración de la personalidad, aumentando la congruencia entre el sí mismo (quién
soy) y el organismo (lo que experimento).
Teoría de la psicoterapia. Partiendo de los supuestos anteriores, en donde la
psicopatología proviene de las experiencias cargadas de valoración negativa de
personas importantes en la vida del individuo, entonces un ambiente libre de prejuicios
podría facilitar la salud emocional, pues la tendencia innata a la actualización y
búsqueda de la valoración positiva ayudarían a que el individuo utilizara de manera
adecuada sus capacidades de aprendizaje y cambio. Ese ambiente es el que la
psicoterapia necesita facilitar para tener éxito. El terapeuta lleva el peso de la terapia y
debe contar con tres actitudes básicas para que se dé el cambio terapéutico:
1. Comprensión empática: es la capacidad del terapeuta para captar con precisión lo
que el cliente siente, renunciando a sus propios valores y percepciones, adoptando
por completo el punto de vista de su cliente. Supone ser un escucha sensible y activo
para facilitar la concienciación y favorecer el acompañamiento terapéutico que
promueva la exploración de experiencias y clarificación de los sentimientos más
profundos del individuo.
2. Aceptación incondicional: la comprensión empática lleva a la aceptación de la
persona tal y como es, con independencia de lo que sea. Se crea así un clima en
donde el sujeto, por primera vez, está en una relación donde no es juzgado y obtiene
una aceptación incondicional positiva; el terapeuta está facilitando el cambio.
3. Congruencia: se define como autenticidad y transparencia en la relación
terapéutica, la cual se caracteriza por ser real, abierta y honesta. Esta actitud implica
que el terapeuta necesita reconocer y expresar tanto los sentimientos positivos como
negativos en el contexto de la relación terapéutica.
Al adoptar una postura sólo fenomenológica, el terapeuta es visto en una relación de
ayuda en donde necesita tratar al cliente como la persona que vive, siente y comunica su
propia vivencia, quien tiene la capacidad de realizar los cambios necesarios siempre y
cuando se sienta respaldado por una postura de aceptación y respeto.
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PSICOTERAPIA GESTALT
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HISTORIA Y EVOLUCIÓN
Nace como un conjunto de técnicas psicoterapéuticas que, junto a la base conceptual que
la sustenta, dio forma al modelo de psicoterapia Gestalt, que consiste en un modelo
psicológico del funcionamiento del ser humano; esto es, cómo se desarrolla, adapta y
relaciona el individuo con su ambiente, convirtiéndose en una filosofía de vida que
conlleva al “desarrollo personal” (Yontef, 1995). Desarrolla una visión holística del ser
humano en donde se toman en cuenta las dimensiones sensoriales, afectivas,
intelectuales, sociales y espirituales.
Su creador, Frederick Solomon Perls, nace en Berlín, Alemania, en 1893 y muere en
Chicago, Estados Unidos, en 1970, a los 77 años. Proviene de una familia judía y es el
menor de tres hermanos; la relación con sus padres fue muy conflictiva.
Se casa con Laura Posner, formada en el campo de la psicología, con la cual tiene dos
hijos. Se gradúa de neuropsiquiatra y, después, en psicoanálisis, el cual practicó durante
15 años. Entre 1941 y 1942 escribe el libro Yo, hambre y agresión, que marca su
separación del psicoanálisis y el inicio de la psicoterapia Gestalt.
En 1946 emigra a Estados Unidos, estableciéndose en Nueva York, donde se gesta la
psicoterapia Gestalt. En 1950 aparece el libro colectivo Gestalt Therapy, que escribió
junto con Paul Goodman y Ralph Hefferline, marcando el inicio oficial de la psicoterapia
Gestalt.
En 1952 funda el primer Instituto Gestalt en Nueva York y en 1954 el Instituto Gestalt
de Cleveland. Deja la administración de los institutos en manos de su esposa Laura y él
se dedica a llevar su método a lo largo de la Unión Americana y otras partes del mundo.
Ahora bien, el término alemán gestalt significa figura, configuración, forma o totalidad,
palabra utilizada por la psicología de la Gestalt para explicar que los fenómenos deben
estudiarse en su conjunto, pues el campo perceptivo se organiza en conjuntos
estructurados significativos para quien los percibe y no pueden reducirse a la suma de los
estímulos percibidos (Castanedo, 1988; Ginger & Ginger, 2005).
Partiendo de lo anterior, la psicoterapia Gestalt recibe influencias de otras disciplinas
que, con sus aportes teóricos, contribuyeron a darle forma a la base conceptual que la
sustenta. En sus inicios recibió influencia de la psicología de la Gestalt, a través del
contacto con Wertheimer, Köhler y Koffka, fundadores de esta disciplina, quienes
estudiaron las configuraciones y patrones naturales que aparecen en la experiencia
directa, enfocándose en la percepción, aprendizaje, conducta social y pensamiento.
Como resultado de sus estudios surgen las leyes de la percepción (proximidad,
continuidad de la buena forma, pregnancia y semejanza) que enuncian los principios de
cada acto perceptivo, demostrando cómo el cerebro crea la mejor organización posible de
los elementos que percibe. Perls retoma estas leyes y las adapta a la percepción de las
emociones y sensaciones corporales.
El concepto de figura-fondo, entendiéndose como figura aquella que llama la atención
de acuerdo con la necesidad dominante y que emerge de un fondo indiferenciado que es,
a su vez, dinámico, lo retoma la psicoterapia Gestalt al explicar la manera en que las
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personas organizan su experiencia con base en necesidades bien definidas que sirven
de referencia para organizar las emociones y, como consecuencia, los pensamientos, y
acción o acciones consecuentes.
De la filosofía recibe influencias de la fenomenología y el existencialismo. De la
fenomenología retoma el método de estudio, el cual le permite explorar lo fenómenos
propiamente humanos y psicológicos desde la vivencia del paciente. Yontef (1995) lo
menciona al puntualizar que desde este marco filosófico en la terapia se presta especial
interés a la experiencia actual del paciente, terapeuta y proceso, dándole particular
importancia a lo que ocurre en la relación dialogal entre ellos.
Al inicio del capítulo se explicó la fenomenología de Husserl. Ésta ayuda al terapeuta a
descubrir cómo significa el paciente su ambiente y cómo influyen sus emociones,
pensamientos y conductas para organizar su experiencia. Sin embargo, al aplicar el
método fenomenológico a la psicoterapia Gestalt, se hace necesario puntualizar las
modificaciones que los gestaltistas han hecho en la práctica (Spinelli, 1989), pues para
Husserl el objetivo es la búsqueda del conocimiento y para la Gestalt la aplicación del
conocimiento en el proceso terapéutico es para el desarrollo personal de los individuos,
grupos e instituciones.
Ya se dijo que en la fenomenología existen tres reglas que operan durante el proceso
fenomenológico. Se revisarán las modificaciones antes mencionadas. Aunque la primera
(epojé) es la más importante para esta orientación, las otras dos (descripción y
horizontalidad) también tienen una importancia singular.
El terapeuta utiliza la epojé cuando pone en paréntesis la búsqueda de la verdad o
falsedad, y la interpretación. En este sentido, lo que busca el terapeuta no es la verdad
del hecho sino comprender la verdad del paciente, cómo la vive y siente; es descubrir los
significados del paciente, localizando el impacto que tiene en su vida, ayudarlo a
comprenderlos y vivenciarlos, ampliando su darse cuenta y logrando que adquiera
conductas más saludables.
En la segunda regla, la descripción, el terapeuta pone atención a cómo se expresa el
paciente a través de su narrativa, entonación, lenguaje corporal y reacciones
emocionales; después, sugiere experimentos y la exploración de ciertos temas que lo
lleven a vivenciar nuevas formas de pensamientos, emociones y conductas que amplíen
su “darse cuenta”, cambien sus significados y den como resultado un mayor autosoporte,
una autorregulación más saludable.
La regla de la horizontalidad afirma que es importante evitar las jerarquías; esto es, no
suponer que un elemento es más importante que el otro. Ello permite al terapeuta ser
flexible desde el punto de vista teórico, pues está más apegado a la experiencia inmediata
del paciente, ratificando la validez de ésta a medida que se atiende la descripción de
forma completa, tal y como se narra. Sin embargo, el terapeuta se da cuenta que la teoría
aparece como un “hilo conductor” que permite formular “hipótesis de trabajo” (Woldt
Toman, 2007, p. 65) que, al utilizarlas con cautela, le permiten darle un giro más
adecuado a la terapia.
A continuación se ilustran algunos ejemplos de cómo se utiliza el método
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fenomenológico en la psicoterapia Gestalt en la contrastación y clarificación de las
diferencias entre las descripciones fenomenológicas del paciente y las realizadas por el
terapeuta; en la búsqueda de lo que es obvio en la situación, más que en la interpretación.
Otro ejemplo sería la exploración vivencial de la experiencia inmediata del paciente, para
guiar hacia un mayor “darse cuenta” por parte de éste, entre otras.
La influencia de existencialismo se puede observar en el énfasis que se da al momento
presente en la vivencia de la existencia humana. En el proceso psicoterapéutico esto
también es vital. La historia de vida del paciente se construye con base en recuerdos y/o
hechos futuros, cargados de pensamientos y emociones que se experimentan en el aquí y
ahora que, al ser vivenciados, el paciente logra cambios en su manera de significar su
vida con pensamientos, emociones y acciones que le brinden mayor autosoporte.
Perls retomó el concepto de yo-tú de Martín Buber en la relación terapéutica,
estableciendo un relación de igual a igual, diferente a la que se venía dando con el
psicoanálisis. En la psicoterapia Gestalt, el terapeuta tiene una actitud de atención y
apertura incondicional; se establece una relación subjetiva entre dos personas que
interactúan compartiendo significados; el terapeuta significa a partir de los significados del
paciente; así se establece una relación dialogal en el presente.
Ginger y Ginger (2005) realizan una detallada explicación de las influencias de otras
corrientes sobre la psicoterapia Gestalt; por cuestiones de espacio, aquí sólo se menciona
que retomó elementos del pensamiento psicoanalítico de Freud y Reich; del psicodrama
de Moreno; de la teoría de la indiferencia creativa de Friendländer; de la teoría
organísmica de Kurt Goldstein; del teatro de Reinhardt; de las filosofías orientales
(taoísmo y zen); de Jung; del concepto de polaridades opuestas y complementarias; del
aquí y ahora, o el momento presente, y el principio del vacío.
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PRINCIPALES EXPONENTES
La psicoterapia Gestalt continúa evolucionando e integrando nuevas aportaciones teóricas
que los discípulos de Perls han seguido construyendo. Las tres primeras generaciones
tuvieron la oportunidad de recibir la formación directade Perls y están representados por:
Primera generación: Laura Perls, Isadore From, Paul Goodman, Elliot Shapiro, Paul
Weiss, Sylvester Eastman, que formaron el famoso grupo de los seis.
Segunda generación: Sonia y Edwin Nevis, Miriam y Erving Polster, Eliane Kepner,
Cynthia Harris, Richard Wallen, Joseph Zinker.
Tercera generación: Dick Price, Janet Rainwater, Gary Yontef, Claudio Naranjo, Bob
Hall, Jerry Kogan, Jack Downing, Robert Resnick, Walter Kempler, Jim Simkin,
Irma Shepherd, Robert Martin, John Enright.
Los terapeutas gestaltistas que forman parte de la generación actual de la psicoterapia
Gestalt están aportando mucho a la construcción de la teoría y a la formación de
terapeutas en sus centros de trabajo. Algunos con programas académicos formales, otros
con programas de entrenamiento. Muchos de ellos han publicado en alguna de las áreas
de la psicoterapia. En México, algunos son Celedonio Castanedo (1988 y 2000);
Fernando García Licea (2005, 2009) y Héctor Salama (2003, 2004, 2006).
A finales del siglo XX, el crecimiento de esta terapia sigue en aumento. Existen cerca
de 200 centros alrededor del mundo dedicados a la formación de psicoterapeutas. El
campo de acción se ha diversificado, ya no sólo se aplica a la terapia individual y/o
grupal, sino también a niños y adolescentes, pareja, familias, organizaciones y en la
educación.
143
SUPUESTOS TEÓRICOS
Concepción gestáltica de la realidad. La realidad ya está dada y las personas también
la crean de acuerdo con sus necesidades. La tensión entre ambas es la de una paradoja
cuya solución se encuentra cuando se capta la experiencia como un proceso unificado.
Ambas realidades, la ya dada y la ya creada, existen como gestalts, en momentos
diferentes y cada una contribuye con su parte en beneficio de la otra y del conjunto de
la vida (Latner, 1994).
La teoría paradójica del cambio. Es uno de los principios orientadores de esta
psicoterapia, hace referencia a que cuando una persona trata de ser alguien que no es,
más permanece en el estado en el que se encuentra (Beisser, 1970). A esto se le llama
paradoja. El cambio se produce cuando el individuo abandona lo que quisiera ser.
Consiste, pues, en no desear cambiar; el cambio se produce cuando el paciente acepta
su estado actual sin intentar modificarlo.
El aquí y ahora. El encuentro sucede en el presente, que abarca al pasado y tiene
influencia sobre el futuro. La tarea del terapeuta es guiar lo que sucede en el momento,
evitando hablar “acerca de”. Los recuerdos, aunque están en el pasado, se manifiestan
en el presente; el paciente aprende a darse cuenta de los que está experimentando, eso
moviliza su energía y se convierte en una experiencia más directa de sus sentimientos.
El darse cuenta. Permite a las personas comprenderse a sí mismas, reconocer sus
necesidades y conocer la forma en que organizan su vivencia. Involucra un proceso de
alerta sensorial, motora, emocional y cognitiva de lo que sucede en el campo
organismo/ambiente.
El darse cuenta crea nuevas gestalts significativas relacionadas con la necesidad del
momento. El terapeuta lo utiliza para clarificar el cómo de la experiencia del paciente.
Uno de los objetivos de esta orientación es desarrollar el darse cuenta en el proceso
terapéutico.
El contacto. El proceso de contacto que conduce a la asimilación (recepción y
elaboración de elementos ajenos) y crecimiento es la formación de una figura que
sobresale de un fondo indiferenciado.
Polaridades. Para Perls son los opuestos irreconciliables; para Zinker (1979), un
conglomerado de fuerzas polares que se intersectan entre sí, pero no de forma
necesaria en el centro. El objetivo de la terapia Gestalt es la integración armónica de
las polaridades, guiando al individuo a la aceptación de sus polaridades negadas para,
de la integración, lograr una creación nueva que brinde nuevos recursos al paciente.
El ciclo del contacto (ciclo de satisfacción de las necesidades, ciclo de regulación
organísmica). Las fases del desarrollo del self constituyen el “ciclo del contacto”. Se le
analiza, según los autores, en varios tiempos: precontacto, toma de contacto, contacto
pleno y postcontacto (Goodman); sensación, toma de conciencia, energetización,
acción, contacto, satisfacción, retirada (Katzeff, 1878); precontacto, movimiento,
contacto retirada, asimilación (Ginger Ginger, 2005); retirada o retraimiento,
conciencia, movilización de energía, acción, contacto, y retirada o retraimiento (Zinker,
144
1979).
Desde la perspectiva de Edwin Nevis (1992), del Instituto de Cleveland, el ciclo de la
experiencia o ciclo de autorregulación organísmica ilustra el modelo de encuentro
terapéutico; para este autor, el terapeuta tiene dos funciones: lograr un encuentro
auténtico e identificar la manera de contactar del paciente desde este ciclo,
identificando los bloqueos o interrupciones de la energía que constituyen el material
de trabajo terapéutico.
El ciclo de satisfacción de las necesidades puede ser interrumpido o perturbado por
varias resistencias o “pérdidas de la función del yo”, como confluencia, introyección,
proyección, retroflexión, deflexión (o evitación), proflexión y egotismo. Las
resistencias no son resistencias al tratamiento, sino mecanismos de defensa que
permiten una adaptación provisional que sólo se hace patológica si se vuelve rígida
con respuestas estereotipadas, anacrónicas o exageradas. Así, la confluencia del bebé
con la madre, la introyección de consignas de seguridad o la deflexión de un coraje
hacia el patrón, pueden ser mecanismos sanos. Las resistencias nos regulan del
exterior y las defensas del interior (García-Licea, 2005).
Las introyecciones (introyectos). Cada quien tiene que elaborar su filosofía personal,
con agilidad y fluidez (lo que según Perls caracteriza la “buena salud”). Se trata de
encontrar un ajuste creativo personal al conjunto de la situación (específica para cada
quien) en cada instante. Ni ajuste pasivo, adaptación o sometimiento a la presión del
medio, ni creatividad sin metas, indiferente a las realidades del entorno. Salirse del
todo o nada, pero manteniéndose en el campo (Ginger & Ginger, 2005).
Introyectos son todos los sistemas de aprendizaje de manejo de vida relacionados con
el “deber ser” y representan las directrices determinadas por los padres generaciones
atrás. Los patrones generacionales se heredan de manera psicológica y se actúan en
automático porque se aprendieron en la infancia, cuando no había opción; el adulto
se ve obligado a seguirlos. Estos introyectos forman una base de datos muy grande
dentro del cerebro y contienen información de tres tipos: biológico, emocional y
conductual. La velocidad de respuesta del introyecto es más rápida que la propia
conciencia; en consecuencia, muchas veces, las personas responden en automático al
“deber ser”, es decir, responde más rápido la madre “introyectada” que la persona a
quien se cuestiona (García-Licea, 2005).
Gestalts inacabadas. Comprenden el aprendizaje de los introyectos, pero en la
interacción directa con los padres. Se refieren a los mensajes, sueños, valores y metas
de los padres que los hijos nunca vieron concretadas. El adulto vive de acuerdo con lo
que le dijeron sus padres y no sabe cómo superar el éxito. Por lo regular, las relaciones
que establecen los hijos fracasan, al igual que las de los padres, al repetir lo vivido con
ellos (García-Licea, 2005).
Asuntos inconclusos. Son circunstancias, casi siempre vividas entre padres e hijos, que
estos últimos no asimilaron y que les provocaron dolor, miedo, desesperación, ira, etc.
Un niño no puede comprender eventos en donde no hubo información. La ausencia de
ésta, en cualquier acontecimiento que le genere agresión, es traducida por él como
145
rechazo y/o falta de cariño, y su registro se reconoce como un asunto inconcluso
(García-Licea, 2005). Amor negativo significa renunciar a sí mismo para que el otro
me quiera. Para los niños y, después, para los adultos, implica vivir sin entender; a
cambio de no perder amor y aprobación, y ser aceptados, la persona va en contra de sí
misma. Lo paradójico de este asunto se descubre al constatar (mediante terapia) que
toda información faltante está en la mente.
146
TÉCNICA
Zinker, Sonia y Edwin Nevis, Joseph Melnick y Norman Schub entre otros, formados en
el Instituto de Cleveland, utilizan seis componentes metodológicos en su trabajo: el ciclo
de la experiencia, el aquí y ahora, la teoría paradójica del cambio, el experimento, el
encuentro auténtico y el diagnóstico orientado al proceso.
El diagnóstico es para reunir información en cada momento; la formación y
destrucción de gestalt en el ciclo de la experiencia; cómo organiza o interrumpe su ciclo.
Implica que conoce los bloqueos del paciente y sabe cómo guiarlo para desbloquear la
energía emocional involucrada.
El experimento se utiliza para que el paciente aprenda algo y avance en su proceso.
Zinker (1979) explica cuáles son los objetivos del experimento. Entre los más
sobresalientes están ampliar el repertorio de comportamientos, completar situaciones
inconclusas, integrar polaridades, resolver introyecciones, superar los bloqueos de ciclo
de la experiencia y promover experiencias que ayuden a la persona a sentirse más fuerte,
a ser más responsable y que adquiera más autoapoyo. El experimento no es una técnica,
sino que forma parte de ésta; permite adecuar la técnica a la necesidad del paciente.
Yontef (1995) da más importancia a la relación dialogal. Para él, la terapia gestalt está
guiada por tres principios: es fenomenológica, su único objetivo es el darse cuenta; se
basa en una relación yo-tú; se fundamenta en el holismo y la teoría del campo. El
terapeuta tiene una presencia activa, que busca incrementar la conciencia del paciente
desde el no darse cuenta al darse cuenta del mismo.
El encuentro terapéutico se construye en cada momento en el proceso de contactar
con el paciente e implica conexión, separación, movimiento y darse cuenta. Esto lo lleva
poco a poco a reconocerse a sí mismo y al otro, diferenciándose de tal manera que pueda
apreciar las discrepancias. Se fortalecen límites y fronteras del yo en relación con el
ambiente; la terapia lleva al paciente a tener cada vez límites más permeables que le
permitan transacciones sanas consigo mismo y con el ambiente.
Gary Yontef (1995) señala: “En la Terapia Gestáltica, la relación se forma en torno a la
tarea del Darse Cuenta, necesario para la autorregulación del organismo” (pp. 206). Así,
tanto las habilidades técnicas como la capacidad para establecer la relación y contactar
con el paciente son importantes. En la relación dialogal, el terapeuta permite verse
afectado por el paciente; consiente que el paciente se vea afectado por él; se compromete
en el diálogo en una relación de igual a igual, evitando tomar el control, y por último guía
el encuentro hacia la vivencia, relacionándose con el paciente en el presente. Su trabajo
se centra más en la experiencia que en el concepto.
Castanedo (1988) apunta seis aspectos básicos para realizar el proceso terapéutico,
enfocados en:
1) El tema. Identificar las figuras para guiar al paciente hacia la atención de éstos.
2) La experiencia inmediata. Desde la perspectiva del campo buscar la convergencia
entre su experiencia intuitiva y su marco conceptual, para atender fluctuaciones que
147
se dan en cada momento en la fenomenología del paciente y trabajar con ellas.
3) La relación de la persona con la totalidad. Ver al sujeto en el binomio
organismo/ambiente, guiando el darse cuenta hacia la organización de la experiencia
en relación con este binomio.
4) El rol activo del terapeuta que se enfoca en el qué y el cómo es espontáneo, busca
incrementar darse cuenta del paciente por medio de técnicas de experimentación,
llevando a la persona al autodescubrimiento y posterior autoapoyo.
5) Técnicas diseñadas para dar soporte al campo y distintos experimentos llevados a
cabo a lo largo del proceso terapéutico.
6) La observación que realiza el terapeuta sobre cómo el paciente organiza su
experiencia o interrumpe su contacto.
Por ejemplo, se escoge la técnica que puede llevar al paciente a darse cuenta de sus
bloqueos y/o de sus partes negadas, lo importante al elegir la técnica es el soporte que el
terapeuta presta para lograr el objetivo planteado. Los procesos del campo cambian en
una progresión secuencial. García-Licea (2005, 2009) construye un modelo de
psicoterapia tomando como base los principios de la psicoterapia Gestalt e integra
postulados de la neurociencia afectiva y neurociencia social, y la psicología transpersonal
(psicología evolutiva y la estratificación de la conciencia, las transiciones en la evolución
de la conciencia, entre otros), para explicar el funcionamiento del ser humano.
Agregando a los postulados de la psicoterapia Gestalt, el modelo de los introyectos
(García-Licea, 2005) le da un giro al concepto de introyección como mecanismo de
defensa utilizado en la psicoterapia Gestalt hacia sistemas de aprendizaje de manejo de
vida relacionados con el “deber ser”. Esta base de datos se puede ubicar dentro del
cerebro, en el sistema límbico, y en particular en las células piramidales A3 del
hipocampo, donde se recibe la respuesta emocional (Mandell, 1980).
Siguiendo el planteamiento de Wilber y aunado a los 30 años de experiencia en la
práctica de la psicoterapia, se señala que el nivel de conciencia de las personas está
determinado en gran medida por su sistema de creencias (patrones introyectados de los
padres “introyecto paterno” e “introyecto materno”), el cual les da una visión y
significado de la vida que está ligado con un determinado nivel de conciencia de
evolución del yo.
Lo que se busca con la psicoterapia es iniciar un proceso de evolución desde el nivel
de conciencia manejado por el paciente. Al prestar atención a la experiencia del sujeto, a
su discurso y lenguaje corporal, el terapeuta puede identificar el nivel de conciencia que
maneja, sistema de creencias, visión de la vida, situaciones conflictivas, en sí; esto es,
cómo organiza su experiencia.
Plantea un modelo de terapia basado en cuatro niveles de intervención; por cuestión de
espacio, aquí sólo se tratará el primer nivel: ¿quién soy yo, quién eres tú? Retomando el
binomio organismo/ambiente se busca que el individuo pueda diferenciarse de los demás,
fortaleciendo sus límites y fronteras, retomando la responsabilidad de lo que eso implica.
La terapia lo lleva a través del proceso de proyección-polaridad que le permita diferenciar
148
lo que es de él de lo que es del ambiente; que pueda completar sus emociones; integrar
sus polaridades; resolver los asuntos inconclusos y las gestalt inacabadas, y aprenda
formas más saludables y responsables de enfrentar la vida desde sus necesidades reales y
no a partir de su sistema de creencias. Al ir resolviendo, el paciente cambia la visión y
significado de su vida; su darse cuenta se incrementa, sus emociones se organizan y su
nivel de conciencia se desarrolla (García-Licea, 2009).
El objetivo principal, con independencia del nivel de intervención, es avanzar hacia un
mayor grado de conciencia, logrando una organización emocional cada vez mayor. La
función del terapeuta es ir aplicando los niveles de la psicoterapia de acuerdo con las
problemáticas y nivel de conciencia de las personas, para lograr lo anterior. En cada nivel
de intervención se cuenta con procesos específicos que ha sido diseñado para lograr que
la persona se diferencie en el nivel resolviendo sus carencias.
García-Licea (2009), en su libro Procesos básicos en psicoterapia Gestalt, explica la
serie de procesos que son de ayuda para que el terapeuta trabaje con este primer nivel.
Algunos de ellos son recuperación de la proyección sencilla, recuperación de la
proyección compleja, proceso de figura-fondo, proceso de enfermedad-síntoma-
conducta, proceso de duelo, proceso de sueños, etc., el terapeuta irá guiando el proceso
de la terapia.
149
PSICOTERAPIA GESTALT INFANTIL
“La Psicoterapia Gestalt tiene amplia trayectoria en el ámbito de los adultos. Las
aplicaciones en la infancia y la adolescencia derivan de los gestaltistas de la tercera y
cuarta generación. Su iniciadora y principal exponente es Violeta Oaklander (1992), quien
retomó los supuestos de la Gestalt y creó un modelo de terapia dirigido al desarrollo
saludable del niño, al funcionamiento armónico de sus sentidos, cuerpo, emociones e
inteligencia” (Fernández, 2008, p. 24).
Después de ella hay otros terapeutas que utilizan la psicoterapia Gestalt con niños y
adolescentes, y publican al respecto en distintos países, en particular en Estados Unidos,
España y México; como ejemplo están McConville (1995), McConville y Wheeler (2001,
2002), Mortola (2010), Lambert (2003), Bloom (2006), Reynolds (2007), Cornejo
(1996), Vazquez (2000), Fernández (2005, 2008) y Amescua (2008).
Para Oaklander, es de suma importancia la relación que establece el terapeuta con el
niño, que es, según el estilo de Martin Buber, de igual a igual, en el aquí y ahora, abierta
a lo que el encuentro pueda ofrecer. Lo relevante es ayudar al niño a establecer contacto
consigo mismo y con su ambiente; se preocupa por el proceso de autorregulación del
niño (Oaklander, 1992, 2009; Mortola, 2010).
Así, desde esta perspectiva, la salud se logra a través del desarrollo holístico constante
y armónico de los sentidos, cuerpo, emociones e intelecto. La terapia ayuda al niño a
confiar en él y en su fuerza interior, que lo lleva a la autorrealización y a adquirir un
sentido de ser en el mundo para continuar desarrollándose de forma productiva
(Fernández, 2005).
150
TÉCNICA
Esta orientación terapéutica aborda a los niños y adolescentes desde una postura del
desarrollo, como lo menciona Mortola (2010, p. 4), al describir el proceso de Violeta
Oaklander: “Es un modelo de práctica adecuada desde el punto de vista del desarrollo
(construir a partir de las fortalezas de la niñez) antes de ayudar al niño a pasar a la
siguiente capacidad de desarrollo”.
Se pone interés en las destrezas más tempranas del desarrollo, para ir de forma
paulatina aumentando a actividades más desafiantes, alejadas de las posibilidades reales
del niño. En cada sesión de trabajo terapéutico se busca entrar en contacto con el
pequeño a través de diversas actividades que lo lleven a descubrir algo de sí mismo o su
entorno. Para lograr esto, Oaklander (2009) maneja el siguiente proceso:
151
− Elecciones: el niño necesita aprender que puede elegir y explorar opciones hasta
encontrar la adecuada, experimentando nuevas conductas y formas de obtener
conocimientos. En la terapia se promueve la experimentación de nuevos métodos y
comportamientos, para proporcionarle fortaleza interior.
− Dominio: la capacidad de dominio se refiere al sentido de control interno
manifestado en la habilidad para comprender el ambiente y responder a él de manera
efectiva. Se brindan actividades en donde pueda vivir y demostrar mando; se
respetan las opciones que escoge, sus pensamientos, opiniones, ideas y sugerencias;
todo dentro de las fronteras y límites de la terapia (Bloom, 2006).
− Reconocer proyecciones: a través de las diferentes técnicas utilizadas en la terapia
se lleva al niño a que reconozca, por ejemplo, en un dibujo o en una escena de arena,
partes de sí mismo representadas en sus producciones para, poco a poco, ir
fortaleciendo la conciencia de sí mismo y sus límites.
− Fronteras y límites: se refiere a los límites y reglas que se manejan dentro del
encuadre de la terapia. Por lo tanto, los límites y fronteras en cada sesión son claros
tanto para los niños como para los padres. Esto permite que las sesiones de terapia
fluyan y el niño se sienta más seguro del terreno dentro del cual se puede mover.
− Poder y control: los niños que asisten a terapia pueden estar manifestando una falta
de control en sus vidas que se hace manifiesto en la terapia a través de resistencias,
luchas de poder, aislamiento, supresión de la emoción, etc. Conforme avanza la
terapia, el niño, al sentirse más seguro de sí mismo, empieza a manifestar control en
el juego o las actividades que se realizan; el terapeuta lo permite, dentro de los límites
de la terapia, pues es un buen signo de que el niño ha avanzado, toma decisiones, se
siente más seguro y establece un contacto más sano.
− Trabajo con la energía agresiva: este tipo de energía es la que se requiere para
satisfacer las necesidades de cualquier tipo, emprender acciones o expresar
emociones. En la terapia se brindan experiencias que ayuden a expresar sus
emociones bloqueadas de manera adecuada y en un ambiente seguro; para esto, el
trabajo con la energía agresiva requiere que las actividades se llevan a cabo dentro
del proceso de juego, tomando en cuenta lo siguiente: se realizan en contacto con el
terapeuta, el niño debe sentir que está en un espacio seguro con límites claros, el
juego se exagera y debe existir un espíritu de diversión.
− Expresión emocional: es una parte importante del proceso de la terapia y debe
iniciarse cuando el niño ha logrado utilizar de manera eficiente sus funciones de
contacto y posee un sí mismo fuerte. Se utilizan técnicas proyectivas creativas y
expresivas que sirven para ayudar al pequeño a desenterrar sus emociones, para que
aprenda a expresarlas de manera favorable (Bloom, 2006).
− Trabajo en autocuidado: es importante en la terapia enseñar al niño a aceptar tanto
las partes buenas como las rechazadas de su personalidad, para lograr que estas
últimas se integren y aumente su autoestima. Para ello, se le enseña al niño a aceptar
las partes de su personalidad que odia o a que trate de hallar sentimientos de
integración y valía personal. También se le enseña a aceptar reconocimiento y a
152
tratarse bien a sí mismo.
− Cierre de la terapia: la terapia termina cuando el niño ha logrado un periodo de
homeostasis y satisfacción reflejado en las relaciones que establece con los demás y
en su sentir personal. En palabras de la propia Violeta: “A menudo me preguntan
cómo sé cuándo concluir la terapia. Si el niño está actuando bien en su vida y nuestro
trabajo ha tomado un aire de estar de más, es tiempo de terminar (…) Si el niño (…)
está muy ocupado con sus amigos y actividades (…) es probable que sea el momento
de parar” (Oaklander, 2009).
El rol del terapeuta es activo, pues la interacción con el niño es muy importante. En cada
sesión evalúa las necesidades y planea las actividades que sean más adecuadas para
trabajar con el problema del niño. El terapeuta cuenta con un plan y metas a lograr; sin
embargo, no se apega a ellas sino a lo que surja de la interacción con el niño en la
terapia.
Los padres son parte del proceso de la terapia. Se tienen entrevistas con ellos cada
cuatro o seis semanas. El objetivo es educarlos sobre el proceso terapéutico, para que
comprendan lo que se está haciendo y cooperen con los cambios del niño.
Asimismo, Fernández (2005), adecuando la metodología a las necesidades del contexto
del país y a la formación de nuevos psicoterapeutas, realiza una propuesta de la
aplicación de la psicoterapia Gestalt basada en una perspectiva holística con cuatro áreas
de intervención relacionadas con el desarrollo psicológico del sí mismo del niño, el cual
avanza estrato estrato, nivel por nivel, estadio por estadio, necesitando metabolizar las
experiencias de cada uno para seguir en evolución.
A medida que las estructuras básicas aparecen y se desarrollan de modo cronológico
de manera sucesiva, el sí mismo puede identificarse con ellas convirtiéndose en un sí
mismo físico, emocional, mental y social, lo que permitirá al niño ir adquiriendo de forma
paulatina autonomía en cuanto a su cuerpo, emociones, intelecto y relaciones con los
demás.
Cuando el sí mismo fracasa en asimilar ciertas experiencias significativas del
pasadotiene una indigestión (Wilber, 1999), la cual se convierte en problemática
emocional manifestante en desajustes que pueden aparecer en alguna de las cuatro áreas
siguientes: físico-sensorial, provocando ansiedad, tensión corporal, sintomatología
psicosomática, autoconcepto pobre y baja autoestima; emocional, con dificultades en el
manejo de las emociones, impulsividad, depresión y agresividad, entre otras; mental,
teniendo problemas de atención y concentración, y retraso escolar ocasionado por
bloqueo emocional; social, con complicaciones para socializar con los demás.
Este desajuste se puede manifestar como asuntos inconclusos o habilidades
cristalizadas, que son la base del patrón conductual-emocional introyectado que
determina el proceso de crecimiento del niño y que, en el presente, le impide funcionar
como un ser completo (García, 2005).
Cada pequeño presenta un perfil característico que, comparado con la normalidad,
deja ver lo que no ha logrado, lo que está detenido y las habilidades no desarrolladas. El
153
trabajo terapéutico se enfoca en dos aspectos: resolver las emociones en conflicto que
ocasionaron el déficit en las transiciones, y desarrollar las habilidades que se quedaron
inconclusas o detenidas a consecuencia de la conflictiva emocional que manifiesta el
niño.
La Gestalt está basada en la teoría de la causalidad y se enfoca en las situaciones que
suceden entre el organismo y su entorno. Los problemas se presentan cuando se rompe
el equilibrio de la satisfacción adecuada de las necesidades. Al romperse este equilibrio, el
individuo deja de tener contacto auténtico con el medio o consigo mismo (Shub, 1992).
Conocer las raíces de este desequilibrio, cuándo empezó y cómo se dio, permite, por un
lado, hacer conscientes a los padres de las situaciones que lo provocaron, adecuar las
tareas parentales a la edad actual del niño y resolver las problemáticas emocionales
consecuentes; por otro lado, rastrear las habilidades del niño, dónde se detuvo su
autonomía y en qué áreas. Así, la terapia se va encaminando a resolver la conflictiva
(figuras que sobresalen en el presente) y las habilidades detenidas por asuntos
inconclusos y conflictos reales (el fondo) que quedaron cristalizadas a consecuencia de
esto.
La metodología, involucra un proceso de detección de conflictos e identificación de
habilidades a desarrollar en los cuatro aspectos: sensaciones, emociones, inteligencia y
socialización, lo que permite diseñar un plan terapéutico acorde con las necesidades del
niño.
El proceso se desarrolla en cuatro fases con características distintivas: función del
terapeuta, trabajo terapéutico, herramientas utilizadas y objetivos a lograr.
En cada fase, la función del terapeuta cambia en relación con el abordaje del niño:
manera de tratarlo, exploración de la problemática, guía hacia el darse cuenta, manejo del
afecto y límites. Cambia también lo que se trabajará con el niño: cómo explorar la
problemática para obtener un perfil del niño y su familia; manera de abordar su
problemática, habilidades por desarrollar; cómo se resuelven los conflictos, modo de
guiar al niño hacia la toma de responsabilidad.
La metodología también es diferente en cada fase. Dependiendo de lo que se pretende
lograr se escoge el tipo de herramienta a utilizar. En cada fase se logra un resultado que
preparará al niño para la siguiente fase o para ser dado de alta de la terapia (Fernández,
2005).
A continuación se explica cada una de las fases y se ejemplifican con un mismo caso,
para facilitar la comprensión del proceso terapéutico.
Fase de diagnóstico
La primera fase incluye el diagnóstico, por medio del cual se detecta la problemática que
se abordará mediante un plan desde las cuatro áreas antes mencionadas para resolver los
conflictos y carencias del niño en tales áreas.
El proceso diagnóstico involucra entrevistas tanto con el niño como con sus padres, es
de tipo fenomenológico y permite hacer mejores conjeturas acerca del perfil del niño y su
familia, determinando qué conflictos están presentes, cómo los experimenta, cómo
154
reacciona y piensa acerca de ellos, y qué carencias provocan el atraso o cristalización de
habilidades.
Con el diagnóstico se puede conocer la capacidad de darse cuenta de los padres y se
infieren las actitudes, pensamientos, formas de experimentar y sentir de los progenitores
que están contribuyendo a la conflictiva del niño y a la detección de habilidades
sensoriales, emocionales, intelectuales y sociales. Se comprende al niño y su contexto. A
partir de esto se planea el proceso terapéutico.
“René es un niño de siete años traído a terapia debido a su conducta agresiva en casa y salón de clases. La
madre refiere no poder con él y que a veces no sabe si tendrá algo mal, pue hace una cara de enojo que
parece se le metió el diablo. Entre otras cosas, el diagnóstico deja ver que René es un niño buscando
separarse de la madre y lograr su autonomía. Ante el control de la madre, la única forma que ha encontrado
de apartarse es entablando una lucha y enojándose; así, aun y cuando necesita del soporte y afecto de la
madre, lo rechaza por su deseo de autoafirmarse. Parte de su patrón introyectado indica que se siente
incapaz, con pocos recursos para manejarse en el contexto social; cree que hay algo malo en él y en sus
emociones; esto lo hace ser dependiente y controlador con la madre. Su poca tolerancia y enojo son las
formas que utiliza para ir creciendo y lograr cierta autonomía. Tiene la necesidad de acercarse a la figura del
padre; sin embargo, se manifiesta con temor a ser rechazado y no aceptado por su comportamiento. Entre
otras cosas, ha aprendido a deflectar a través de su cara de enojo los sentimientos de cercanía, afecto y
contacto físico, y a establecer un juego de control con la madre, en donde ninguno de los dos suelta, incluso
cuando ambos desean tener su espacio”.
Fase inicial
La fase inicial es esencial para establecer el contacto con el niño e ir construyendo la
alianza terapéutica. Para lograr esto es importante dar información al niño sobre su
situación ante la terapia, pues por lo general llega con poca o ninguna comprensión de lo
que se trata; importante que en las primeras sesiones asimile el estilo de trabajo.
En esta fase se desarrollan habilidades de darse cuenta y contacto que permitirán el
libre fluir del proceso terapéutico. Al iniciarse el proceso de autodescubrimiento y
validación de sus emociones, el niño manifiesta su conflictiva a través de su patrón
introyectado, visible en su manera de hacer contacto, expresar sus emociones y jugar. El
objetivo es iniciar el proceso de autodescubrimiento, al nivel de darse cuenta de los
sentimientos y conductas (adecuadas e inadecuadas) suyas y de los demás, y que pueda
describirlos. Se trabaja con la conciencia corporal e imagen social de su cuerpo; se le
enseña a utilizar sus cinco sentidos para que pueda escuchar y describir su vivencia
interna y externa, tener mayor conciencia y movilidad corporal; moverse, tocar y sentir
con más profundidad y de manera más completa; también se actúa con su autoconcepto
y autoestima para que aprenda a diferenciarse de los demás; se validan sus emociones y
se trabaja con su conciencia y expresión emocional para que aprenda a identificar,
diferenciar y aceptar sus emociones, relacionándolas con las situaciones y personas que
las provocan, y a expresarlas sin temor a ser juzgado, a fin de que poco a poco se ponga
en contacto con sus emociones bloqueadas o inconclusas.
Algunos ejemplos de las técnicas que pueden utilizarse aquí para trabajar con la
conciencia sensorial son la feria de los sentidos, el pizarrón mágico, qué veo, qué siento;
155
con la imagen social del cuerpo, la olitas, distancia íntima, buena y mala guía; con las
emociones, el mapa de mi cuerpo (Sufi), el sobre de mis emociones, la sábana de las
emociones, dibujo de mis emociones, exagerando la emoción.
Cabe agregar que lo importante en esta fase es que el niño fortalezca su seguridad
interior para continuar con su proceso, por eso el trabajo terapéutico se encamina a
proporcionar el espacio protegido en donde el niño pueda vivenciar lo que no se le
permite en el exterior, para que dejen de actuar sus resistencias y se atreva a explorarlas,
vivenciarlas y dejarlas. Así, la terapia inicia un nivel más profundo donde el niño puede
de manera real ponerse en contacto con sus emociones ocultas.
“Al recibir a René en nuestra primera sesión, se muestra receloso a entrar en contacto
conmigo; pasa al consultorio y me observa con cara de pocos amigos. Le pido que se
siente y empiezo a establecer el contacto con él, le muestro colores y hojas, y le digo que
realice un dibujo. Hace el dibujo de un vaquero que es robot e inicia una historia en
donde el vaquero hace lo que quiere y nadie puede controlarlo. En cada momento está
verificando cuál es mi reacción ante su historia, inclusive prueba con su cara de enojo. Al
conversar con él me doy cuenta de su temor a no ser aceptado y su necesidad de algo
externo que controle sus emociones. Al finalizar la sesión le pido que me ayude con los
colores y se niega, a lo que yo no respondo con desaprobación.
En sesiones posteriores ensaya varios comportamientos de lucha, utilizando su misma
cara de enojo, para esperar la reacción de enojo o reproche por parte mía ante dicha
situación. Seguimos trabajando y no respondo al juego. Esto hace que confíe en mí y
deje su conducta defensiva, entonces realizo la actividad de “el Sufi”, un extraterrestre
que viene a aprender cómo sienten las emociones los niños en la Tierra. En una silueta de
su cuerpo se trabajó con la conciencia emocional, ayudándolo a identificar y diferenciar
en dónde sentía las emociones en su cuerpo a la vez que las relacionara con las personas
o situaciones que se lo provocaban. De las emociones que trabajamos en esa ocasión, las
que llaman más la atención son amor y enojo; el amor lo dibujó en el dedo pulgar del pie,
argumentando que ahí era el único lugar en donde lo sentía y las situaciones que le
provocaban este sentimiento eran cuando le compraban cosas; en ocasiones lo sentía con
su papá, pero muy pocas veces. A la pregunta de si lo sentía con su mamá, respondió de
inmediato que no, que su mamá lo regañaba mucho. En cuanto al enojo, dibujó todo su
cuerpo de rojo. Explicó que sentía el enojo en todo su cuerpo y que percibía como si se
le fuera poniendo caliente, caliente, y luego ya no podía controlarse y se le salía, y no
podía hacer nada por evitarlo. Al final del ejercicio descubrió que estaba enojado con
todos, en especial con su mamá, y me solicitó que lo ayudara a controlar su enojo.
Es evidente que René no sabe cómo lograr la autorregulación. Ha entrado en una
situación de lucha con la madre y utiliza su falta de control y, sobre todo, su cara de
enojo para controlarla y obtener su atención; también sale a la luz la rivalidad que
presenta con su hermana menor, quien obtiene atención y favores de la madre. Hasta
este punto puede diferenciar sus emociones, se da cuenta de qué situaciones se las
provocan; ahora tiene una mejor relación con los amigos, ya no pelea tanto; sin embargo,
sigue compitiendo por la atención de la maestra. En casa, la madre tiene mejor relación
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con él y han disminuido las caras de enojo”.
Fase intermedia
Al llegar a esta fase se ha logrado una organización sensorial, emocional, mental y social
suficiente que le permite al niño darse cuenta de lo que siente en su cuerpo; de
reconocer, aceptar y hablar de sus sentimientos ocultos; de relacionarlos con las
situaciones y personas que se los provocan; de utilizar su lenguaje para describir lo que
siente y expresar sus emociones; de utilizar sus pensamientos e ideas de manera
reflexiva, haciendo propias las proyecciones, aceptando en parte lo que provoca y, con
más conciencia de su lugar en el mundo, ya ha probado nuevas formas más saludables de
satisfacer sus necesidades y ahora está listo para trabajar con sus conflictos. De modo
paulatino ha ido adquiriendo fortaleza interior; su juego y conductas repetitivas han
dejado de lado formas nuevas de expresar su problemática más profunda; lo más
importante es que ahora puede jugar, simbolizar y hablar de su experiencia, lo que
permite abordar las emociones inconclusas.
Es aquí donde los juegos y procesos se encaminan a trabajar con la emociones en
conflicto (ira, rabia, vergüenza, etc.), con las introyecciones negativas, integración de sus
polaridades y partes rechazadas de sí mismo. Aquí se utilizan diferentes técnicas en las
que el niño pueda hablar de lo que ahora surge con más intensidad. Van encaminadas a
ayudar al pequeño a dramatizar sus temores o partes rechazadas e integrarlas; recuperar
partes negadas o darse cuenta de cómo su comportamiento y emociones los está
proyectando en otros; hablar de su sentir y percatarse de lo que provoca, para que pueda
utilizar una conducta más saludable o resolver por medio de la técnica del diálogo (silla
vacía) las emociones en conflicto relacionadas con lo que está viviendo.
Se utilizan diferentes procesos, como dramatización de temores con integración de
polaridades (cuando la agresión está proyectada en el temor); recuperación de
proyecciones (negativas y positivas): “el trébol”, para trabajar con autoconcepto e
introyecciones negativas, recuperación de proyección con texturas; uso del diálogo
(trabajo con emociones en conflicto), la cueva del enojo; la familia de animales, el
secreto del volcán, fantasía del capullo y trabajo con los sueños, con las polaridades,
entre otros.
El terapeuta se da cuenta cuando esta fase está finalizando, porque el motivo de
consulta ha desaparecido. El niño expresa sus emociones “negativas y positivas” y acepta
las emociones de los demás; cuenta con mayores habilidades emocionales, manifestadas
en una conducta más integrada y adaptada al medio; su capacidad de darse cuenta le
permite ser consciente de las situaciones que provoca en el ambiente, expresar ideas y
pensamientos propios, tomar decisiones acordes con sus necesidades, deseos, gustos y
preferencias, y de aceptar (con mayor responsabilidad y menor problema) las
obligaciones que le corresponden. Ahora el niño está viviendo más en sintonía con su
etapa de desarrollo, afrontando los retos que se le presentan con más recursos
emocionales.
157
“Continuando con el ejemplo de René, aun y cuando se abordaron otros aspectos, era necesario ayudarlo a
que identificara para qué utilizaba su cara de enojo y qué sentimientos estaban ocultos detrás de ella. Para
esto trabajamos con el proceso “el secreto del volcán”, en donde el niño puede descubrir los verdaderos
sentimientos ocultos tras el enojo, rabia, rechazo, soledad, que encubren las verdaderas necesidades, que por
lo general son de amor, compañía, comprensión, aceptación, autonomía.
Al momento de pedirle que identificara a las personas que lo hacían sentir como el
volcán, que podrían provocarle una explosión de enojo o coraje intenso, con rapidez
identificó a su mamá y a su hermana, algunos amigos y su papá. Al pedirle que
identificara por dónde salían los sentimientos en su cuerpo, la cara fue su primer
respuesta, después su boca, porque dice cosas malas, y sus manos y pies, porque pega o
patea. Hablamos de cómo salía, en qué situaciones y qué sentía. Al momento de
explicarle que el secreto del volcán se refería a las emociones que están ocultas detrás de
los sentimientos de enojo o rabia, hablamos de ejemplos y de por qué se ocultan esas
emociones; al preguntarle cuál era su secreto, identificó que detrás de su enojo sentía
miedo de que su mamá lo dejara de querer, que quisiera más a su hermana o lo fuera a
regalar porque algo andaba mal con él; identificó también temor al rechazo, y el deseo de
acercarse a su papá, jugar y platicar con él.
Con este ejercicio pudimos penetrar en los verdaderos sentimientos de René. Con los
recursos que poseía de su trabajo anterior, pudo darse cuenta que quería hacer cosas
solo, pero tenía miedo de que su mamá lo dejara de querer. Reconoció también cómo
provocaba que su mamá se alejara y no le diera lo que él necesitaba en realidad.
Hablamos de las nuevas formas que debía utilizar para tener la atención y afecto de su
madre, así como qué provocaba el rechazo de su papá y las cosas que podía hacer para
acercarse y decirle lo que sentía y necesitaba de él. Esto último fue muy importante, pues
coincidió con ausencias del padre por cuestiones laborales que le provocaron ansiedad y
miedo”.
Fase final
Entrar a la fase final de la terapia es ir concluyendo de forma progresiva el proceso
terapéutico con el niño. De la fase anterior, el niño denota un sí mismo fuerte, con
fronteras bien delimitadas; su comportamiento es más completo; se acepta, negocia y
establece buenos contactos con su entorno y las personas que lo habitan.
Es la fase de interiorización del avance terapéutico en la que el niño incrementa su
atracción hacia apoyos externos a la terapia; es consciente de sus avances y capacidad
para actuar de manera autónoma, dejando abierta la posibilidad de regreso cuando así se
requiera. Se emplean las últimas sesiones para poder recapitular sobre esto y trabajar en
la despedida del niño de su proceso y del terapeuta.
Se aplican diversas actividades y procesos encaminados a hacer consciente al niño de
su avance en la terapia, y a elaborar la separación de la terapia y del terapeuta; se guía el
darse cuenta y pensamiento reflexivo hacia el aprendizaje, logros y formas de enfrentar
situaciones venideras en las diferentes áreas de su vida. Como ejemplo de algunos
procesos está el árbol de mis logros, la carta de despedida, collage de las cosas que más
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disfruto en la vida, entre otros.
“Para ese entonces René ya tenía una buena relación con su mamá y en el colegio sublimó su energía
agresiva en los deportes y en un liderazgo que le ganó amistades y reconocimiento por parte de los demás.
La relación con el padre fue mejorando; siendo el único hijo, esto facilitó que se hicieran más frecuentes las
actividades en conjunto y así aprendiera su rol masculino; la ayuda del padre se notó en su conducta, que
ahora era más responsable, con capacidad para tolerar las derrotas y negociar con los demás.
Aceptaba las muestras de afecto y contacto físico por parte mía, inclusive lo pedía de
forma directa o él mismo me abrazaba; ahora disfrutaba las sesiones y tenía más fuentes
externas en donde obtenía satisfacciones y logros, y recibía reconocimiento. La terapia
pasaba ahora a un segundo plano y era tiempo de terminar.
Se realizaron varias sesiones, en las cuales se fue elaborando la separación y se
recordó el aprendizaje que había tenido. Al hablar del área emocional, volvimos a hacer
el “Sufi”. Al terminar el ejercicio le dije que quería que comparáramos el dibujo que me
hizo al inicio de la terapia con éste. El ejercicio fue muy revelador para él, al darse cuenta
del cambio que había tenido en la distribución de las emociones en su cuerpo. Nos
reímos al recordar en dónde estaba situado el amor y el enojo. El amor ahora estaba en
su pecho, brazos y manos. El enojo lo ubicó en su cabeza/pensamientos manos y pies.
Aprovechamos para hablar de las formas que puede utilizar para expresar sus
emociones a los demás de manera más directa, de las cosas que necesitaba hacer para
sentirse bien, etc. En la sesión de término hicimos cartas de despedida y se le dejó abierta
la posibilidad de volver si en alguna ocasión necesitaba habar conmigo”.
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