Resumen - Laura Náter - Mabel Rodríguez Centeno (2008) "Artificios Nominales de La Nación Sin Estado (O El Caso de Puerto Rico) "

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Laura Nter Mabel Rodrguez Centeno (2008) ARTIFICIOS NOMINALES DE LA NACIN SIN ESTADO (O EL CASO DE PUERTO RICO) Algunos

s detalles
En el caso de Puerto Rico, una cosa es el descubrimiento y otra muy distinta la colonizacin, porque cuando Coln se hizo a la vela, dej la isla en el olvido. Entonces (1493) hubo que esperar hasta 1505 para que el rey celebrara un asiento con Vicente Yez Pinzn con el fin de poblarla isla, pero ese primer poblamiento se limit a ganados. Lo importante de estas capitulaciones es que en ellas se design oficialmente a la isla con el ttulo de San Juan Bautista. La colonizacin efectiva se dio por iniciativa de Juan Ponce de Len, que fund el primer poblado espaol, nombrndolo Caparra. Muy pronto se comienza a contemplar su mudanza hacia la isleta junto al puerto. Ese proceso culmin en 1519, con el visto bueno de la Corona. De esta manera, el Puerto Rico de la isleta se convierte en asentamiento primordial y en ciudad capital de la isla de San Juan Bautista. Con el pasar del tiempo, las denominaciones de la ciudad y la isla se confundieron en una sola: San Juan Bautista de Puerto Rico, hasta que la capital qued como San Juan y el partido ms grande, y luego la totalidad del territorio, quedaron denominados como Puerto Rico.

Estableciendo el asunto del artificio


En el marco del relato oficial de la historia de Puerto Rico, el mito fundacional de la puertorriqueidad est situado en el momento del encuentro entre espaoles y tainos, aderezado con la incursin del elemento africano. Consumada la concepcin, la puertorriqueidad atraviesa por tres siglos formativos (del XVI al XVIII). Tras ese largo perodo de formacin, casi siempre deliberadamente invisible, la puertorriqueidad emerge triunfante y consolidada a principios del siglo XIX, y ste se consagra como el gran perodo de florecimiento de la nacin puertorriquea. Con la llegada de los espaoles comienza la historia nacional, surge la puertorriqueidad segn el mito fundacional de la fusin de razas y llega la civilizacin. Los civilizados le dieron vida y nombre a un nuevo pueblo. En consecuencia, pueden historiarse los orgenes, los rumbos y las ambigedades en el trayecto de ese nombre. Pero slo para fijar una memoria nominal, un rito de nacimiento y nunca para cuestionar o plantear como problemticas las indecisiones, contradicciones y sustituciones que lo rodean.

Los primeros contenidos


El autonomismo fue la opcin poltica preferida de las elites criollas de la segunda mitad del siglo XIX. Su programa se articul sobre la base de un sentimiento nacionalista que pona nfasis en las particularidades locales, pero se defina dentro del marco del Estado espaol. En consecuencia, este nacionalismo puertorriqueo no aspiraba a la constitucin de un estado independiente, puesto que se defina como parte de la nacin espaola. Su aspiracin era obtener el autogobierno sin soberana propia, toda vez que sta se delegaba en la patria espaola. La nacionalidad se presenta como equivalente a la identidad e un pueblo que es ms que una regin natural, pero que no por eso deja de ser parte del conjunto espaol. Los autonomistas proclamaron con insistencia unas particularidades que hacan a los puertorriqueos distintos a otros espaoles, y para fundamentar estos argumentos recurrieron con frecuencia a la historia. Desde esa tribuna, presentaron las diferencias como el producto de la trayectoria histrica peculiar del pueblo insular. Cules eran esos elementos constitutivos segn ellos? En primer lugar, y sobre cualquier otro, como elemento humano est el espaol, que se presenta como elemento civilizatorio y portador de la cultura. Al mismo tiempo, lo espaol es el vnculo con el aparato estatal depositario de la soberana. Los otros elementos el taino y el africano representan lo brbaro, las razas exticas, que figuran como auxiliares de los primeros. La historia provey a los liberales criollos de una base sobre la cual sustentar su nacionalismo, resaltando las diferencias que lo caracterizaban, pero ubicndose al mismo tiempo en el marco de la tradicin y la nacin espaola.

Otros problemas
Si bien se observa la articulacin de una propuesta de identidad sistemtica en la segunda mitad del siglo XIX, sta no dej de ser una propuesta de elites. En el caso de Puerto Rico, la ausencia de un gobierno propio incapacitaba a los sectores dominantes para divulgar, transmitir e imponer su versin identitaria ms all de las minoras alfabetizadas con acceso a la prensa u otras publicaciones. La inestabilidad en la poltica espaola y los grupos de presin en pugna en la metrpoli, impedan un consenso respecto de las provincias. En ese contexto no haba espacio siquiera para especular sobre asuntos de identidad. El nico estatuto de cambio lleg demasiado tarde. En noviembre de 1897, las autoridades monrquicas concedieron una Carta Autonmica. A mediados de febrero de 1898 tom posesin el nuevo gabinete ejecutivo, coincidiendo en esos mismos das con el estallido de la guerra hispano-cubanonorteamericana. El 12 de agosto, Espaa y Estados Unidos firmaron el armisticio que puso fin a la guerra y dispuso la cesin de Puerto Rico a la potencia norteamericana.

El limbo tras el cambio de soberana


En 1898, los Estados Unidos asumieron el mando de la isla. De primera intencin hubo manifestaciones de esperanza y entusiasmo entre los puertorriqueos, que vean en la nueva metrpoli un smbolo de democracia y de la ms avanzada civilizacin. Ante las expectativas del panorama indito, las elites criollas pusieron en pausa sus artificios de identidad. Pero pasaron los aos y las ilusiones de libertad y democracia no llegaban, dando paso al desencanto. Entonces los locales retomaron la bandera de la identidad como arma de lucha y resistencia, especialmente frente a los proyectos de americanizacin del gobierno colonial. Parte de la decepcin de las elites locales de esos aos corresponda a la percepcin de estar atrapados en un marco poltico infantilizante, al que como en el siglo anterior trataron de acomodarse, slo para confirmar la impotencia de hacerlo. La frustracin lleg a su clmax en la dcada de 1930. Entonces se asiste a un rescate de la hispanidad, convertida en consulado espiritual y, con ello, las disquisiciones sobre el nombre y su historicidad afloran como en ningn otro momento.

Afrontando el meollo del problema o universitarios al rescate


Emilio S. Belaval es una de tantas voces en que hace eco la Universidad, asumiendo como responsabilidad el planteamiento, cuestionamiento y delineamiento sobre lo puertorriqueo en los aos treinta del siglo XX. El esfuerzo de Belaval se sum al de Antonio S. Pedreira, Samuel R. Quiones, Vicente Geigel Polanco y A. Collado Martelli, quienes se embarcaron en la publicacin de ndice, una revista mensual sobre temas culturales. Sin pretender quedarse dentro del mbito universitario, aunque sin ilusiones de responder estrictamente al consumo domstico, se propusieron orientar, valorar y registrar los captulos de la actividad cultural de ayer y hoy. Tan pronto como en el segundo nmero de la publicacin, los editores citaron una encuesta. Inquietos por la anarqua que impera cuando se habla de nuestro carcter colectivo lanzan al ruedo las siguientes preguntas: somos o no somos? Qu somos y cmo somos? Las respuestas dieron muestra del sentir de la poca. Algunos intelectuales opinaron que la personalidad colectiva del pueblo puertorriqueo no estaba definida, pero todos pensaron que exista o haba existido una manera de ser inconfundiblemente puertorriquea. Mientras tanto, a la pregunta sobre los rasgos definitorios del carcter colectivo, todos aludieron de mltiples maneras a la inmadurez poltica. Lo que llama poderosamente la atencin de la encuesta es la preocupacin por aquel presente frente a los hilos del relato histrico nacional. Urga entonces trabajar sobre el relato mismo, refrendando la hispanidad que acompaaba las reflexiones decimonnicas sobre lo espaol puertorriqueo, para reivindicarlas a la luz de la traumtica ruptura histrica que supuso la llegada de los norteamericanos y la imposicin del nuevo rgimen poltico. El tono despreciativo que marc la empresa civilizadora norteamericana se tradujo automticamente en reafirmacin de la hispanidad como acicate primordial de la puertorriqueidad.

Severamente ofendidos: Porto Rico o Puerto Rico


Tras la ocupacin y el traspaso de soberana, los documentos oficiales norteamericanos nombran la isla como Porto Rico hasta 1930. Muchos puertorriqueos asumieron la alteracin como un cambio de nombre que les resultaba ofensivo y que faltaba el respeto a una centenaria tradicin. An as, hubo que esperar treinta y dos aos para que el Senado de los Estados Unidos aprobara una resolucin conjunta que restituyera a la isla el Puerto Rico.

Una derivada espinosa: el gentilicio


Probablemente la parte ms espinosa del debate sobrevino por el lado del gentilicio. Es decir, portorriqueos o puertorriqueos. Varios autores isleos usaban el portorriqueo desde mucho antes de la llegada de los norteamericanos. Se argumentaron razones filolgicas e histricas para defender el puerotrriqueo.

El ELA (Estado Libre Asociado) o un pacto con claridades nominales o sombras polticas
Esas mismas certezas en cuanto a Puerto Rico y lo puertorriqueo como algo distinto a la soberana poltica pero igual al orgullo nacional, quedaron recogidas en la creacin del Estado Libre Asociado (en 1952). Una vez zanjado el asunto nominal, la asignatura pendiente se concentra en el artificio, en la divulgacin (e imposicin) de la propuesta de identidad colectiva. En ese sentido, el Estado Libre Asociado tambin hizo la diferencia, al crear espacios autonmicos y herramientas legales y estatales al gobierno puertorriqueo, para transmitir y arraigar su versin de lo puertorriqueo. Los recursos estatales terminaron de articular la definicin basada en la fusin de razas y permitieron agilizar, estimular y profundizar las producciones histricas, literarias, musicales, artsticas y artesanales en que reafirman las certezas contemporneas sobre la puertorriqueidad.

Coda sobre lo nominal y sobre el Estado del artificio en la Nacin sin Estado

Hoy por hoy es evidente que el triunfo de la propuesta de identidad que oficializ el Estado Libre Asociado. Se trata de una propuesta disociada de las divergencias poltico-ideolgicas sobre el destino final de la soberana insular. Sin embargo, esa identidad consumada contiene en s misma graves perturbaciones. Una de las vividas con mayor dramatismo es el dilema sobre el lugar exacto del desembarco de Cristbal Coln en 1493. Lo que no perturba, en lo que no hay dilema ni trauma ni disyuntiva, es en lo nominal: Puerto Rico. A su vez, Boricua es sinnimo de puertorriqueo. Se trata de una forma coloquial de gnero neutro que se ha estado generalizando en las ltimas dcadas. Aunque ya se manejaba la esencia del boricuismo, la boricuada no fue parte importante de la propuesta nacional sobre la identidad. Ms bien, el auge boricuista reciente escapa a lo oficial, se configura y reconfigura de mltiples maneras, atendiendo siempre la fibra ms ntima del orgullo nacional insular. [Laura Nter Mabel Rodrguez Centeno, Artificios nominales de la Nacin sin estado (o el caso de Puerto Rico), en Jos Carlos Chiaramonte Carlos Marichal Aimer Granados, Crear la Nacin. Los nombres de los pases de Amrica Latina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2008, pp. 347-365.]

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