Unidad 6 Esi
Unidad 6 Esi
Unidad 6 Esi
*Concepto de ESI
*¿Cómo trabajamos la ESI?
*La ESI en la escuela
Mientras que los aspectos biológicos de la sexualidad están básicamente definidos por los
componentes genéticos, la estructura de los órganos genitales y la capacidad de la procreación, las
posibilidades de encuentro entre dos personas, ya sea para brindarse placer o para asumir en
forma libre, consiente y responsable la creación de un nuevo ser, trae aparejada una serie de
circunstancias y factores complejos que son propios de la privilegiada condición que tenemos los
seres humanos.
Según la Organización Mundial de la Salud, la sexualidad “es un aspecto central del ser
humano, presente a lo largo de toda su vida. Abarca al sexo, las identidades y los papeles de
género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual” (OMS, 2006).
Vemos entonces que la sexualidad humana posee varios componentes: biológicos,
psicológicos, sociales y también culturales. De esta manera, podemos decir que la sexualidad
trasciende totalmente la función biológica y cobra un sentido distinto donde se expresan
integralmente las características propias de cada persona. Es uno de los ámbitos en los que la
comunicación con otros y la expresión de afectos pueden alcanzar el máximo grado de
profundidad e importancia.
Por eso, lo primero a tener en cuenta es que hablar de sexualidad no es sólo hablar de
relaciones sexuales. Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, decía que “en la sexualidad de las
personas está incluido el amor en un sentido amplio, tal como lo hablan los poetas”. La sexualidad
humana tiene aspectos que la distinguen de otras especies: el erotismo, la búsqueda de placer, la
necesidad de privacidad, el carácter personal del deseo que se expresa de distintas maneras y a
través de diferentes búsquedas. Hablar de sexualidad implica hablar de afectos, sensaciones,
emociones, sentimientos, significados, etc.
Todas y todos somos seres sexuados y sexuales ya que la sexualidad es una parte importante
de nuestra vida y nuestra persona. Existen muchas maneras de sentir, vivir y ejercer la sexualidad,
las que además van cambiando a lo largo de la vida, entre las diferentes personas y culturas. No
hay una forma única que pueda considerarse “mejor” o “peor” que las demás.
La educación sexual también transcurre a través de las palabras con las que en familia se
habla de algunos temas: de dónde (y por qué) vienen los niños, cómo ha sido el comienzo de una
historia de amor, cuánto alguien sufre cuando es rechazado. Cuando hablamos en familia de estos
temas, estamos haciendo educación sexual. Pero cuando no hablamos también estamos
emitiendo mensajes sobre la sexualidad. A través de gestos, miradas, sonrisas, rubores e incluso
evitando o censurando el hablar del tema, estamos comunicando mensajes que pueden ser
determinantes en la educación sexual que reciben nuestros hijos e hijas.
La educación sexual debe contribuir a la comprensión de nuestros sentimientos. No sólo los
sentimientos amorosos sino los de amistad, de compañerismo, de solidaridad, e incluso aquellos
más negativos de incomodidad, vergüenza, repulsión o rechazo. Debe ayudarnos a sentirnos
cómodos en nuestra relación con las demás personas y también con nosotros mismos, nuestro
cuerpo y nuestros sentimientos. La educación sexual ayuda a desarrollar la capacidad de
reconocer lo que sentimos, cuándo estamos cómodos y cuándo no. Por eso, es parte de los
elementos protectores ante situaciones de abuso sexual, coerción o violencia.
Cuando se habla del derecho a la Educación, también se incluye la Educación Sexual Integral
que forma parte de este derecho, así como otras materias como Matemáticas, Lenguaje, Ciencias
Sociales, etc. En el caso puntual de la Educación Sexual Integral, la misma constituye un Derecho
Humano en sí mismo, porque nos asegura que podamos acceder a otros derechos humanos en
igualdad: es indispensable para acceder a la salud, al derecho a la información, al cuidado del
propio cuerpo y a tomar decisiones informadas y libres sobre nuestros derechos sexuales y
reproductivos.
La ESI es planteada como un programa para abordar temas centrales vinculados con la salud
sexual y afectiva de los niños, niñas y adolescentes.
En Nivel Inicial:
– Las distintas formas de organización familiar.
– Conocerse y valorarse a uno mismo y a los/as demás.
– Reconocer y expresar los sentimientos y afectos.
– Cuerpo e higiene.
– Derecho a la información sobre el propio cuerpo.
– Desarrollo y valoración del concepto de intimidad.
– Desarrollo de la autoestima en relación con la toma de decisiones y la
construcción de la identidad
En Primaria:
– La valoración de las personas independientemente de su apariencia,
identidad y orientación sexual.
– El reconocimiento de las diferencias entre mujeres y varones.
– El reconocimiento y el respeto de las emociones y sentimientos vinculados a la
sexualidad y sus cambios: miedo, vergüenza, pudor, placer.
– Promoción de vínculos saludables.
– La reflexión acerca de los modelos corporales presentes en los medios de comunicación y
publicidad.
En Educación Media:
– Atención a las inquietudes e intereses propios de adolescentes incentivando su
participación.
– Recibir información sobre los marcos normativo y jurídico que garantizan sus derechos en
general y en particular sus derechos sexuales y reproductivos.
– Conocer adónde recurrir para proteger sus derechos y poder obtener los recursos
necesarios para su sexualidad con responsabilidad, prevenir infecciones de transmisión sexual
VIH/Sida y decidir cuál es el mejor método anticonceptivo.
– Fortalecer los procesos de construcción de autonomía, respeto por la diversidad de
identidades sin prejuicios ni discriminación por orientación sexual, identidad de género, apariencia
física, diferencias étnicas, culturales, etcétera.
– Enfoque crítico hacia los mensajes de los medios de comunicación, los ideales de belleza
que imponen, y los estereotipos de género que reproducen.
CONTENIDOS DE LA ESI
La ESI está atravesada por cinco ejes para asegurar un abordaje integral de todas las
dimensiones humanas. Si bien aquí se trata cada eje por separado con fines pedagógicos, en la
práctica educativa estas visiones se encuentran interrelacionadas. Estos ejes son:
Muchas veces pensamos que todas las personas nos ubicamos en una categoría: varón o
mujer, que por definición se las presenta como excluyentes una de la otra y esto se daría de un
modo “natural”. Otra característica de estas categorías es que hay un valor social desigual para
unos y para otras, esto es, en muchas ocasiones se valora más lo masculino que lo femenino. Esta
valoración desigual la vemos por ejemplo cuando nos referimos a un conjunto de personas donde
no todas son varones y por norma usamos el masculino y no cuestionamos la norma, es decir lo
vemos como algo “natural” o “normal”, o hasta no hace mucho tiempo se esperaba que el hijo
varón estudiara y que la hija mujer se ocupara más de cuestiones domésticas. El movimiento de
mujeres primero, y los estudios de género después, cuestionan este particular modo de entender
la diferencia sexual y la construcción social del género.
El género está vinculado con la construcción social de la masculinidad y la femineidad, esto
significa que las personas a partir de la diferencia sexual vamos aprendiendo a ser varones y
mujeres. El sexo/género está presente desde siempre, pensemos por ejemplo cuando nos
encontramos con una mujer embarazada, una de las primeras cosas que le preguntamos es “¿es
nene o nena?” y en función de la respuesta siguen otra serie de conjeturas y opiniones. Este
ejemplo nos sirve para pensar cómo vamos construyéndonos de un modo cotidiano, casi sin
darnos cuenta. Encontramos que, si sos nena usas ropa de un color distinto de la ropa de los
varones, o si sos varón podés jugar con la pelota, pero, si querés jugar con una muñeca, es muy
probable que recibas algún llamado de atención. Este llamado de atención aparece porque se
ponen en juego los estereotipos de género. ¿A qué nos referimos con los estereotipos de género?,
a esas representaciones simplificadas, incompletas y generalizadas que se realizan teniendo como
base al sexo biológico. Estos estereotipos funcionan a partir de asociar una pauta cultural (un rol
esperado, una norma, un mandato, etc.) con un hecho biológico. Por ejemplo: que las mujeres
sean biológicamente quienes puedan llevar adelante el embarazo no determina que
“naturalmente” tengan que ser quienes cocinen o planchen, estas dos últimas acciones son
características culturales que en nuestra sociedad suelen estar asociadas a las mujeres y no a los
varones.
La perspectiva de género constituye un modo de mirar la realidad y las relaciones entre los
varones y las mujeres. Estas relaciones, como todas las relaciones sociales, están mediadas por
cuestiones de poder y muchas veces la distribución de ese poder deja en desventaja a las mujeres,
y cuando esto sucede suelen aparecer situaciones de vulneración de derechos como la violencia
de género u otro tipo de desigualdades sociales. Por ejemplo, las mujeres que trabajan afuera de
su casa tienen, además, la responsabilidad del trabajo doméstico lo cual se denomina “doble
jornada de trabajo”. Algo que no suele pasar con los varones, dado que ellos suelen tener la
responsabilidad de traer el dinero al hogar y de vez en cuando “ayudan” con las tareas del hogar.
El concepto de igualdad de género es una invitación a mirar nuestras relaciones y acciones,
reconociendo que históricamente las mujeres fueron discriminadas y/o no reconocidas en pie de
igualdad en relación a los varones, y que nuestras acciones en la escuela deben apuntar a tratar de
disminuir esas desigualdades. El trabajo con la perspectiva de género en la escuela implica revisar,
reflexionar y cuestionar muchas de las ideas y concepciones que tenemos sobre cómo nos
relacionamos varones y mujeres, sobre lo que esperamos de unos y de otras, sobre las
expectativas distintas que tenemos según sea una alumna o un alumno, etc. Implica, por ejemplo,
dejar de lado expresiones del tipo “Ana, tenés una letra horrible, parecés un varón” o “¡Pedro,
cómo puede ser qué no te guste jugar al fútbol!”
Para la ESI los irrenunciables del eje “Reconocer la perspectiva de género” son:
• Considerar al género como una categoría relacional que abarca a las mujeres y a los
varones.
• Reconocer la diferencia sexual entre unas y otros.
• Analizar las desigualdades entre hombres y mujeres.
• Problematizar las concepciones rígidas sobre lo considerado exclusivamente
masculino o exclusivamente femenino identificando prejuicios y estereotipos de género y las
consecuencias negativas que provocan a mujeres y varones.
• Incorporar el concepto de igualdad de género para abordar las desigualdades y hacer
realidad la igualdad de todas las personas independientemente de su género.
2. Respetar la diversidad
La concepción con la que se trabaja en este eje asume que las personas somos todas
distintas y esa particularidad se expresa también en el modo en que cada ser humano piensa,
siente, cree, actúa y vive su sexualidad, convirtiéndolo en un ser único. Esto enriquece la
experiencia social en la medida que nos pone en contacto con la diferencia, con experiencias y
trayectos personales distintos a los propios. El abordaje de este eje implica reconocer y valorar
positivamente las múltiples diferencias que tenemos los seres humanos, por ejemplo: origen
étnico, nacionalidad, creencias religiosas, políticas, edad, condición social, orientación sexual e
identidad de género, entre otras.
El respeto por la diversidad implica asumir una actitud que supere la idea de “tolerancia”:
“soporto al otro/a y sus elecciones porque no me queda alternativa”, es decir, significa asumir que
todas las personas somos distintas e iguales en derechos. Nuestra identidad de género y nuestra
orientación sexual forman parte de la diversidad sexual de nuestras sociedades, sin desconocer
que hay determinadas identidades, relaciones y orientaciones que se han construido como
“normales” y legítimas (por ejemplo, la orientación heterosexual), mientras otras han sido
consideradas erróneamente como “patológicas” y problemáticas (por ejemplo, la orientación
homosexual o las identidades trans).
Abordar la diversidad sexual genera múltiples sensaciones y reacciones en algunos/as
docentes. El respeto a la diversidad en la escuela implica estar atentos/as a cuestiones tan
concretas y profundas como por ejemplo respetar el nombre con que se presentan las personas
(más allá del sexo asignado al nacer) o no presuponer que todas las personas con las que
interactuamos son o deberían ser heterosexuales dado que la heterosexualidad, si bien es
mayoritaria, no es la única manera de vivir la sexualidad. Nuestra tarea es garantizar el derecho a
la educación a todos y todas.
Llevar adelante la educación sexual desde una mirada integral, supone hacer de las escuelas
espacios inclusivos y respetuosos en los cuales todas las personas tengan la libertad de poder
expresar su orientación sexual y su identidad de género sin temor a ser discriminadas o
estigmatizadas. Se trata entonces de estar atentos en el aula, en los patios y en toda la escuela,
para trabajar contra la discriminación teniendo presente que en diversos momentos pueden
aparecer manifestaciones de homofobia, lesbofobia (rechazos, miedos, prejuicios hacia varones
homosexuales y mujeres lesbianas) o transfobia (rechazo
dirigido hacia las personas que tienen una identidad de género distinta a la del sexo asignado
al nacer).
En la Argentina, en los últimos años se promulgaron leyes que permiten que en nuestro país
las personas del mismo sexo que lo deseen puedan casarse (Ley Nº 26.618) y que reconocen los
derechos y necesidades de las personas que viven su género de un modo que no coincide con el
sexo que les fue asignado al nacer (Ley Nº 26.743). Estas normativas son nuevas herramientas que
tenemos los/as docentes para que desde las escuelas sigamos trabajando en la búsqueda de
igualdad y respeto para todas las personas.
Para la ESI los irrenunciables del eje “Respetar la diversidad” son:
3. Valorar la afectividad
Vinculado con la especificidad humana, no podemos dejar fuera los aspectos relacionados
con los sentimientos, los valores y las emociones en el marco de los vínculos y las relaciones
sociales.
Incorporar esta dimensión nos aleja de perspectivas reduccionistas donde las personas se
definen por un único y exclusivo rasgo generalmente asociado a la razón como oposición a la
dimensión afectiva y nos permite tener una visión integral de los seres humanos. También significa
valorar el lugar que ocupan las emociones y sentimientos en el aprendizaje y contribuir al
desarrollo de capacidades afectivas como la empatía, la solidaridad, el respeto.
Tener presente el aspecto afectivo no implica anular o invisibilizar las tensiones o los
conflictos que están presentes en todos los vínculos, por el contrario, nos permite dar cuenta de
esas tensiones y abordarlas de la mejor manera posible para que por ejemplo no se resuelvan
desde la violencia. Trabajar activamente lo que sentimos cuando estamos junto a otras personas
nos da la posibilidad de entender mejor lo que nos pasa
y lo que les pasa a las/as demás, de comprender y de ponernos en el lugar del/la otro/a.
Desde esta perspectiva se busca reflexionar sobre las maneras que tenemos de manifestar el
afecto haciendo especial hincapié en que esas formas no vulneren los derechos de nadie, por
ejemplo, cuando un/a integrante de una pareja expresa que no desea tener una relación sexual,
esa decisión debe ser respetada por la otra persona. O también suele ser común pensar que los
celos son una demostración positiva del amor, cuando en realidad, constituyen una forma
coercitiva de expresar el afecto.
La escuela puede contribuir a fortalecer las capacidades emocionales de los chicos y chicas,
brindando herramientas para que cada uno y cada una pueda identificar y decir lo que le sucede y
lo que siente. Para ello, es importante generar espacios de confianza y diálogo donde los chicos y
chicas puedan compartir emociones y sentimientos, reflexionar sobre ellos/as mismos/as
construyendo relaciones y vínculos más igualitarios.
Este eje evidencia que los niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho con plena
capacidad para participar, ser escuchados/as y no discriminados/as por ningún motivo y considera
a los/as adultos/as y al Estado como garante de sus derechos.
Cuando aparece el tema de las nuevas concepciones sobre la infancia y la adolescencia suele
pensarse erróneamente que como se habla de igualdad de derechos “ahora no hay diferencias
entre adultos y niños, niñas y adolescentes”. Sin embargo, la perspectiva de derecho sostiene que
los/as adultos, por el hecho de serlo, tenemos la responsabilidad y el deber de proteger y
garantizar los derechos de los más chicos. Esta mirada no elimina la asimetría necesaria en los
vínculos entre adultos y niños, niñas y adolescentes, sino que promueve otra manera de que estos
se vinculen y por lo tanto supone que los/as adultos/as construyan nuevos modos de ejercer la
autoridad. En la puesta en práctica de esta autoridad tiene que estar representada la voz de los
niños, niñas y adolescentes y para ello es necesario darles lugar en la construcción de las normas,
favorecer el diálogo y la escucha, establecer sanciones que no vulneren sus derechos.
La ESI reconoce a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho, esto implica que
tienen derecho, por ejemplo, a recibir información científicamente validada, a vivir sin violencia y
sin discriminación de género y por orientación sexual, derecho a decir “no” frente a situaciones de
presión de pares o de adultos, etc.
Además, considerarlos/as sujetos de derecho desde la escuela nos obliga a crear espacios
participativos y respetuosos de la integridad de cada uno/a y de la diversidad de creencias y
situaciones, promoviendo distintas formas de participación ciudadana de los niños, niñas y
adolescentes. Recordemos que en 2013 fue aprobada la ley N° 26.877, que promueve la
participación en centros de estudiantes y la garantía de que las autoridades de las escuelas
reconozcan a dicho centros como espacios democráticos de representación estudiantil. De este
modo, se procura propiciar el enfoque de los derechos humanos como orientación para la
convivencia social.
Para la ESI los irrenunciables del eje “Ejercer nuestros derechos” son:
• Considerar que la ESI no es un hecho aislado, sino que se inscribe en un marco de
políticas públicas relacionadas con la inclusión, la igualdad y el ejercicio de los derechos.
• Propiciar el enfoque de derechos vinculados con las infancias y las adolescencias.
• Rescatar el papel fundamental de los/as docentes y de todo el personal de la escuela
como garantes de los derechos de los niños, niñas y adolescentes.
• Generar las condiciones institucionales para el efectivo cumplimiento de los derechos
tanto de niños, niñas y adolescentes como también de los/as docentes y de toda persona adulta
de la comunidad educativa.
• Promover aprendizajes vinculados con la defensa y el ejercicio de los derechos.
Las concepciones sobre qué es y cómo vivimos el cuerpo y cuidamos nuestra salud no están
aisladas del desarrollo general de las sociedades, sino que se encuentran íntimamente ligadas al
momento político, económico, social en el cual se inscriben. Esto significa que el cuerpo no está
vinculado sólo con la dimensión biológica, sino que también está constituido por los significados y
valoraciones que se le otorgan en cada sociedad y en cada momento histórico.
Si entendemos al cuerpo como una dimensión importante de nuestra identidad (personal y
colectiva), debemos considerar la influencia del contexto histórico, la cultura, la condición social, la
forma de cuidarlo y de valorarlo, las concepciones sobre el sexo y el género que prevalecen en la
sociedad de la que formamos parte. Por ejemplo, podemos pensar que los cuerpos de los varones
y los de las mujeres son distintos en función de las configuraciones de las identidades de género,
es decir, de lo que socialmente se espera de unos y de otras, basado en la diferencia sexual de las
personas.
Asimismo, muchas veces se entiende la salud como ausencia de enfermedad, priorizando
solamente los aspectos físicos. Pero la salud también incluye aspectos psicológicos, sociales y
culturales. En este sentido, la salud no es solamente una cuestión individual, sino también un
proceso social, grupal y comunitario que incluye las condiciones de vida y de trabajo, la educación,
las redes sociales y el acceso a todos aquellos recursos que hacen posible la vida humana.
Desde la ESI nos proponemos trabajar sobre esta concepción más amplia de salud,
promoviendo en chicos y chicas el cuidado integral de la misma, tanto desde el punto de vista
físico como psíquico y social. Se trata de que, al crecer, los chicos y las chicas aprendan nuevas
actividades para cuidarse (como, por ejemplo: seleccionar, dentro de los alimentos de su dieta,
aquellos que son más nutritivos; incorporar hábitos de higiene personal; conocer el
funcionamiento de las partes íntimas del cuerpo; realizar actividad física) y también para cuidar a
otros y a otras.
Desde la ESI, este eje busca el reconocimiento del cuerpo sexuado y sus distintos cambios
como parte fundante de la identidad de las personas. En este sentido, adquiere particular
relevancia el fortalecimiento de la autoestima y la autonomía, con la finalidad de adoptar
decisiones sobre la salud en general, y la salud sexual y reproductiva en particular, que permitan
vivir una sexualidad sin ningún tipo de coacción, violencia, discriminación, enfermedad o dolencia.
Para ello es necesario que cuando en la escuela se trabaje el eje “cuidado del cuerpo y la
salud”, se incorporen otras dimensiones además de la biológica, como por ejemplo la historia
personal, los discursos científicos, los derechos humanos, las ofertas de la sociedad de consumo
sobre todo a partir de los medios masivos de comunicación, la re-presentación de los cuerpos a
través de las distintas manifestaciones artísticas. También es importante propiciar la reflexión
crítica sobre los modelos y los mensajes de belleza que circulan en nuestra sociedad y que pueden
influir negativamente en uno/a mismo/a y en los vínculos interpersonales promoviendo la
desnaturalización de los prejuicios y los estereotipos vinculados con el cuerpo y la salud. De esta
forma, valoramos positivamente nuestro cuerpo reconociendo que la sexualidad y el cuerpo
también se vinculan con el disfrute y el placer.
Para la ESI los irrenunciables del eje “Eje Cuidar el cuerpo y la salud” son:
Las personas con discapacidad intelectual, históricamente han sido centro de prejuicios,
estigma y también se les ha negado la posibilidad de concebirse como personas sexuadas. Para
transformar estas visiones es necesario promover saberes y oportunidades concretas que
permitan el desarrollo personal. Implementar la Educación Sexual Integral contribuye a desarrollar
la autonomía para que niños, niñas y adolescentes con discapacidad intelectual puedan generar
herramientas que les permita por ejemplo, distinguir las muestras de atención y de cariños
apropiados e inapropiados, conocer su propio cuerpo, utilizar un lenguaje adecuado para
comunicar el abuso sexual y cualquier otra forma de vulneración de derechos, adecuar las
manifestaciones afectivas al contexto y a la persona a la que se dirigen, proteger su intimidad,
identificar malos tratos y violencias. Asimismo, para que niñas, niños y adolescentes con
discapacidad intelectual puedan utilizar y ampliar esos saberes es imprescindible sumar a la
reflexión las vivencias y los apoyos de sus entornos familiares, escolares y sociales.
Las personas con discapacidad tienen la misma dignidad, autonomía y capacidad jurídica
para decidir sobre su cuerpo que el resto. La Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad fue incorporada al orden jurídico argentino en 2008. Es una herramienta para
garantizar que las personas con discapacidad tengan acceso a los mismos derechos y
oportunidades que las demás, incluidos los derechos sexuales y reproductivos. Todas las personas
con discapacidad, sin excepción, tienen derecho a: ® Recibir Educación Sexual Integral. ® Disfrutar
de una vida sexual segura y placentera. ® Elegir si quieren o no tener pareja y con quién quieren
estar. ® Decidir si utilizar un método anticonceptivo y elegir cuál. ® Decidir si quieren o no quieren
tener hijos/as, el número de hijos/as que quieren tener y el tiempo que debe transcurrir entre un
nacimiento y otro. ® No ser discriminadas y no sufrir ninguna forma de violencia. ®Acceder a la
interrupción voluntaria del embarazo durante las primeras 14 semanas de gestación. ® No ser
sometidas a esterilización o abortos sin su consentimiento.
Muchas veces se pone en duda la capacidad de las personas con discapacidad intelectual
para tomar decisiones sobre su cuerpo y se vulneran sus derechos. Se debe partir siempre de la
regla general que cada persona es titular de derechos y es quien deben tomar sus decisiones. Las
mujeres e integrantes del colectivo LGBTI+ están expuestas a múltiples formas de discriminación,
por ello es fundamental incorporar el principio de equidad en el abordaje de sus derechos. Hay
personas con discapacidad que para tomar decisiones libres e informadas requieren de apoyos y
adaptaciones.