TEMA 49 - La Novela en El Siglo de Oro
TEMA 49 - La Novela en El Siglo de Oro
TEMA 49 - La Novela en El Siglo de Oro
EL
LAZARILLO DE TORMES; LA NOVELA PICARESCA
De todas las variedades del romance, solo una tuvo el sello completamente
hispánico, la novela morisca, por estar ligada a una de las luchas étnicas que
más han marcado la historia de nuestro país: las guerras entre musulmanes y
cristianos. Se trató, por tanto, de una novela de trasfondo político, frente a
tantas ficciones coetáneas sin relación directa con la realidad histórica. Esta
difícil situación de convivencia entre musulmanes y cristianos ya había
provocado desde finales de la Edad Media la formación de un género literario
popular: los romances moriscos. Pero mientras en el S.XV los romances
fronterizos trataron la situación tan común de que un moro cayera en manos
cristianas; la novela morisca se basó en escenarios y acontecimientos
históricos más concretos de Al-Ándalus, como las pugnas de linajes autóctonos
y la tan famosa rebelión de las Alpujarras. El morisco al tiempo que se
margina de la sociedad española, se va convirtiendo en un personaje
ensalzado por la literatura de ficción, como en la más pura estirpe de las
novelas románticas. En cualquier caso, parece que las obras de este reducido
grupo, de corta extensión (por lo general), y sin demasiados adornos en el
estilo, llegaron a muchos lectores y tuvieron una repercusión social que les
faltó a otras obras de ficción de la misma época. La Historia de Ozmín y
Daraja, que está intercalada en la primera parte de El Guzmán de Alfarache,
es leída por un clérigo al resto de caminantes que lo acompañan; lo mismo
ocurre con la Historia del Cautivo incluida en la primera parte del Quijote.
Ambos casos son una prueba excelente de la gran interrelación genérica que
se dio en la narrativa del S.XVI, como había probado ya El Abencerraje al ser
editado junto a La Diana. La Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa
(1543), ambientada en las primeras décadas del S.XV, aunque la novela se
supone escrita hacia este año, solo apareció publicada en una de las primeras
ediciones de La Diana (Valladolid, 1561), por lo que hay quien incluso propone
esta autoría a Montemayor. Esta obra, está escrita en forma de diálogo y en 1ª
persona, convirtiéndose así en una narración autobiográfica.
Las obras más destacadas de este subgénero son: Historia de los amores e
Clareo y Florisea (1552) de Alonso Núñez de Reinoso, El peregrino en su
patria (1604) de Lope de Vega, Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617)
de Miguel de Cervantes.
La novela picaresca.
La intensa estela que dejó La Celestina dio lugar a una serie de ficciones
directamente inspiradas en escenas de la vida popular del S.XVI con la
finalidad de divertir y sin el propósito moral que declaraba la obra de Rojas;
tales obras resultaron fundamentales en el camino que lleva a la creación de
la novela picaresca. Todas ellas presentan una serie rasgos comunes que
potencian el protagonismo de personajes de las capas bajas de la
sociedad y la experimentación lingüística atendiendo a sus diferentes
tipologías, buscando sobre todo la sátira y la parodia. Uno de los detalles más
innovadores de la ambientación costumbrista de este tipo de obras es el gusto
por transcribir las hablas populares, de modo que gracias a ellas conocemos
la gran variedad de registros vulgares que se dio en el S.XVI, algo que se
convertirá en indispensable recurso de comicidad en la comedia lopesca y en
los entremeses barrocos.
♣
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades fue un
curioso título que apareció de forma anónima en 1554 en cuatro ciudades
distintas (Burgos, Alcalá, Medina del Campo y Amberes). La sorpresa del
lector empezaba ya con la portada de este librillo en octavo y de corta
extensión, que parecía remendar y contrariar, al mismo tiempo, a los que
estaban de moda: los libros de caballería. En cualquier caso, la aparición en
un mismo año de cuatro ediciones _una de ellas aumentada_ revelan el gran
éxito del libro, lo que queda confirmado con la publicación de una segunda
parte en Amberes al año siguiente. La cronología interna de la narración
arroja alguna luz sobre la fecha de composición; así, el narrador nos cuenta
que cuando Lázaro tiene ocho años su padre muere; en otro momento, el
relato se detiene “el mesmo año que nuestro victorioso Emperador en esta
insigne ciudad de Toledo se celebraron y tuvo en ella Cortes y se hicieron
grandes regocijos”: Las Cortes de Toledo se celebraron en 1525, pero también
hubo Cortes en 1538-1539: son pues dos hipótesis contrarias que ponen en
duda la fecha original de composición de la obra. Francisco Rico (1987), en su
edición de la obra es partidario de la fecha de 1538, apoyándose en que viene
abalada por la tradición. Se refiere concretamente a que la Segunda parte del
Lazarillo (1555) da comienzo a la continuación a las aventuras de Lázaro
contando como el pregonero “se fue a embarcar a la guerra de Argel” (1541).
Se puede decir, pues, que los coetáneos entendieron que la acción del
Lazarillo original terminaba hacia 1540 y, por tanto, las Cortes a las que se
refiere el final de la obra son las de 1538.
Entre las continuaciones hay que destacar la Segunda parte del Lazarillo de
Tormes, sacada de las crónicas antiguas de Toledo, publicada en París en
1629 por Juan de Luna. La obra se configura como una autobiografía de
Lázaro contada de forma lineal en un ambiente básicamente urbano, lo que
caracteriza a esta continuación es su tono satírico. Señala, a su vez, las lacras
más patentes de la sociedad española y se ensaña duramente con el clero y las
mujeres.
La autoría del texto sigue siendo uno de los aspectos más discutidos entre los
especialistas, sin que haya deducciones concluyentes, pese a alguna reticente
insistencia (más propia de la imaginación que de la realidad empírica) en
atribuírselo a Alfonso de Valdés. Lo verdaderamente interesante de la obra
sigue siendo su publicación anónima, y no solo por lo que pudiera tener de
escudo ante la Inquisición, como es más que evidente, sino por ser un
inteligente recurso que creaba en el lector de que el verdadero autor de la
obra era el propio Lázaro de Tormes. Pues solo de esta forma se hacía creíble
la forma epistolar elegida por el autor para hacer que su personaje contara su
vida a un ignoto “vuestra merced”, a quien se dirige desde las primeras líneas
como si de una carta de relación verídica se tratase. Aun así la obra ha sido
atribuida a diferentes autores de la época que posiblemente debido a la
filiación de sus textos guardan alguna semejanza con El lazarillo: Diego
Hurtado de Mendoza (el más probable), fray Juan de Ortega o Juan de Valdés,
entre otros. En todo caso, lo seguro es que fue escrito por un humanista
de la España del Renacimiento, pero que no ha podido ser demostrada de
manera fehaciente ninguna autoría concreta. Indudablemente el autor era un
hombre culto, no solo por lo bien que escribe, sino también por las constantes
referencias clásicas que hay a lo largo de toda la obra.
El Guzmán de Alfarache.
Mateo Alemán estudió arte, filosofía y medicina en Sevilla, se dedica al
comercio y ejerce el oficio de contador. Escribió varias obras: Vida y milagros
de san Antonio de Padua, Ortografía castellana (México, 1609), Los sucesos
de fray García Guerra, arzobispo de Méjico, además de la traducción en verso
de dos obras de Horacio.
Su obra más importante fue, sin duda, El Guzmán de Alfarache (1ª parte,
Madrid, 1599; y la 2ª parte, Lisboa, 1604: titulada Segunda parte de la vida
de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana) constituye la expresión
de una amarga visión del mundo que contrasta con la actitud más bien irónica
de la novela que inició el género picaresco. Las dos partes en que se divide la
obra están organizadas a su vez en tres libros cada una, la obra muestra la
gran capacidad de Mateo Alemán en el arte de la argumentación y la retórica;
su prosa es comparable a la de Cervantes en calidad. Antes de que Alemán
publicara la segunda parte de su novela, apareció una versión apócrifa escrita
por Juan José Martí.
El relato tiene forma autobiográfica: es el mismo Guzmán, el que hallándose
condenado de por vida a galeras y arrepentido, narra su vida de pícaro y
delincuente. Una de las características más importantes de la obra es que su
autor intercala digresiones e incluye varias novelitas cortas dentro de su
novela, la más famosa es la Historia de Ozmín y Daraja. El Guzmán, siguiendo
al menos la estela del Lazarillo, es la biografía de un pícaro, comparte con la
obra anónima algunos rasgos: narración en 1ª persona, el esquema de mozo
de muchos amos y el propósito de justificación del estado final del
protagonista echando una mirada retrospectiva a su vida. La gran diferencia,
es que Mateo Alemán rompe con esta tendencia del anonimato y dota a su
obra de un sentido moralizante a lo largo de toda la obra. El pícaro llama a su
relato “confesión general” lo que sin duda nos lleva a pensar que la obra está
relacionada con el modelo confesional de los agustinos: se representa un
viaje vital y moral.
El autor del Guzmán es heredero de toda una tradición de literatura moral y
didáctica, que asume, renueva y noveliza. Para evitar que la moralización se
convierta en letra muerta (como ocurre con El Criticón), Alemán la incorpora
a los avatares del pícaro, es decir, la actualiza. De modo que observamos en
toda la obra la presencia de la literatura miscelánea, o lo que es lo mismo, las
colecciones de apotegmas, repertorios de lugares comunes, silvas,
cuentecillos tradicionales, refranes, emblemas… hay que entender que la obra
fue escrita en un contexto pleno de una ideología reformadora que pretendía
reivindicar también la figura del homo eoconomicus y generar confianza en el
trato mercantil.
Unánimemente la crítica ha resaltado la belleza estilística excepcional de
Mateo Alemán al escribir su obra, su seguridad a la hora de presentar las
situaciones y perfilar los caracteres humanos es asombrosa: los recursos
expresivos están potenciados al máximo y con ellos nos anuncia ya un cambio
lingüístico.
Dentro del género de la picaresca hay que mencionar también a Luis Vélez de
Guevara fue un personaje que estuvo siempre acuciado por las necesidades
económicas, se convirtió en el prototipo de escritor pedigüeño. Fue poeta,
dramaturgo de renombre y novelista. Su obra más conocida es El diablo
cojuelo, una obra en la que encontramos rasgos costumbristas, realismo y
sátira; se adscribe por lo general a la picaresca, aunque se aparta de algunos
de los rasgos del género, como por ejemplo: está narrada en 3ª persona. Otra
de las obras más destacadas del género en el Barroco fue La pícara Justina
(1605), se trata de una obra que carece de unidad y coherencia novelesca y la
autobiografía (que tanto en el Lazarillo como en el Guzmán tiene un sentido
estructural) es aquí una fórmula vacía, un mero instrumento para intercalar
chistes, cuentos y burlas. Cada capítulo es introducido por un resumen en
verso usando los metros más diversos y artificiosos del Barroco y finaliza con
un “aprovechamiento” a modo de moraleja que indica la lección que se puede
extraer de su lectura, como los exempla medievales. Aunque sí es admirable,
el uso del lenguaje con el que expresa la degradación y el encanallamiento, ya
que lo dota de colorido y de una invectiva que recuerda a Quevedo.
Finalmente, hay que señalar la obra con la que probablemente se ponga fin a
un género tan prolijo en la literatura española: Vida y hechos de Estebanillo
González (Amberes, 1646) que pese a ser un libro biográfico, algunos
episodios parecen haber sido retocados y amplificados, especialmente los de
los primeros capítulos, los más novelescos de la obra, en los que el autor (al
igual que el Lazarillo, no tiene una autoría concreta) cuenta la infancia del
protagonista. No obstante, el libro acaba siendo una verdadera memoria,
exacta en muchos hechos, tanto que es posible fechar la mayoría de los
sucesos.
Sin duda el autor más destacado entre los autores de relatos en este siglo lo
ocupa María de Zayas, entre las distintas novelas de la autora hay
semejanzas argumentales, debidas a que todas tratan fundamentalmente las
aventuras y hechos amorosos. Las mujeres de las novelas de María de Zayas
se lanzan a vivir su amor de manera impetuosa, vencidas plenamente por el
mismo, en cuerpo y espíritu. Todo lo abandonan por su amor.
Extremadamente crítica con las convenciones morales de su época, sobre todo
en lo que atañía a las mujeres, lo que provocó que sus novelas cortas fueran
prohibidas por la Inquisición en el S.XVIII.
Un problema muy importante que se ha planteado la crítica es el del realismo
y el costumbrismo de las novelas de la autora barroca, pero aparecen muchas
escenas truculentas e inverosímiles que hacen pensar en la intervención
fantaseadora de la autora, aunque no debemos olvidar el talento descriptivo
que se aprecia en toda su obra, lo que la conecta con la realidad y la
cotidianidad.
Destaca su obra Desengaños amorosos fechada en 1647.
Un rápido repaso genérico nos lleva a ver cómo Rinconete y Cortadillo funde originalmente la
jácara con la picaresca, género que también está presente en La ilustre fregona al lado de la
tradición más idealista, así como en la espléndida biología que forman El casamiento engañoso
y El coloquio de los perros, solo que junto a la facecia y el diálogo lucianesco. La española
inglesa, por su parte, lleva la novela bizantina al Atlántico, mientras que El amante liberal
mantiene el género griego en su ámbito natural del Mediterráneo, aunque unido a la tradición
morisca y de relato de cautiverio. La fuerza de la sangre, Las dos doncellas y La señora
Cornelia se mueven en latitudes cercanas a la novela italiana, aunque fundidas en los tres casos
por elementos procedentes de la comedia, próximos a la farsa en el primer caso y bastante más
serios en el último. La fórmula italiana también se halla presente en El celoso extremeño,
aunque la peculiaridad de esta novela la haga casi inclasificable entre las normas narrativas de
su época. El novedoso Licenciado Vidriera sintetiza con radical novedad la narración satírico-
filosófica, el folklore y la novela de trasformaciones. Finalmente, La Gitanilla integra
coherentemente elementos cortesanos, caballerescos y pastoriles. Si a todo ello unimos las
novelas intercaladas en la primera parte del Quijote, comprobaremos que apenas puede
detectarse la falta de género novelesco en la época.