TEMA 49 - La Novela en El Siglo de Oro

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TEMA 49: LA NOVELA EN EL SIGLO DE ORO.

EL
LAZARILLO DE TORMES; LA NOVELA PICARESCA

Si en algo coinciden los diferentes tipos de ficciones que inauguran la prosa


novelesca entre finales del S.XV y comienzos del XVI es su carácter idealista
(y no realista). Aunque se podría utilizar el término general ‘novelas’ y así
hablar de novelas idealistas o de imaginación, es preferible, según Riley,
utilizar el término inglés romance para contraponerlo al de la ‘novela’ con el
sentido de novela moderna realista. Los términos romance y ‘novela’ se
emplean para distinguir dos clases diferentes pero relacionadas dentro de la
familia de la narrativa de ficción en prosa. El romance es una historia de amor
o de aventuras, que no tiene ningún inconveniente en saltarse el principio de
lo verosímil, por ello, se nutre de un espacio y un tiempo que no están sujetos
a las normas empíricas. La psicología de los personajes es simple. Tienden a
influir directa y fuertemente en el lector y en su estado emocional,
convirtiéndose en arquetipos psicológicos y a prestarse a alegorías y
simbolismos. El desarrollo y el desenlace de la acción están fuertemente
gobernados por las peripecias de la fortuna y por los encuentros fortuitos,
representando a la divina Providencia, quien interviene y dirige todos los
acontecimientos humanos.

La imaginación de los españoles de aquel siglo no solo se deleitó con lo


enteramente inverosímil de las aventuras caballerescas. Se dio un tipo de
romance que buscaba la evasión y la admiración del lector, procurándose
mantener al menos en el filo de lo creíble, rasgo que le valió la plena
aprobación de los erasmistas. Por lo que el romance se convierte en una
muestra perfecta de ese hibridismo estructural que caracterizó a la novela
idealista de la primera mitad de siglo. En esa búsqueda del ser amado se
darán encuentros con otros personajes ajenos a la acción principal, lo que le
permite al autor insertar nuevas historias intercaladas según el modelo de la
novella italiana, procedimiento que fue clave en este proceso de éxito del
género. El tema hegemónico al que los demás se subordinan, es el amor. Al
igual que en las églogas, ese amor se vive en contacto directo con la
Naturaleza bajo un fundamento platónico. Pocas veces sucede que un tipo de
novelas solo se explique desde los tratados teóricos. Así la filosofía,
neoplatónica que se hace patente en estas novelas ofrece la novedad de
conocer a las mujeres un papel mucho más importante dentro del ‘amor
humano’ ideal que se encontraba ya entre los griegos.

Los libros de caballerías son obras fundamentalmente de acción, pero aun


así se articulan en torno a dos ejes: el de las aventuras heroicas y fantásticas,
que se articulan en un mundo irreal, y el del tema amoroso. Los antecedentes
de estos libros de caballerías los encontramos en dos obras medievales: La
gran conquista de Ultramar y el Libro del caballero Zifar. No obstante, se
hace necesario distinguir entre ‘materia caballeresca’ y los ‘libros de
caballerías’ (obras españolas originales de los siglos XVI y XVII). Sin duda
alguna, este tipo de libros promovió el desarrollo de la imprenta, pero no se
quedó solo en eso, pues en el resto de Europa el auge de los libros de
caballerías se produce en todo momento gracias al empuje del éxito que
tuvieron en España. La constitución de la novela de caballerías como
subgénero literario se produce con el Amadís de Gaula. La prueba de que
fue un libro muy conocido por todos los autores españoles es que hay varias
menciones a ese libro en la literatura española del S.XIV, lo cierto es que el
éxito se debe a un misterioso Rodríguez de Montalvo, que editó por primera
vez al Amadís en 1508. Aunque es verdad que se le anticipó bastantes años un
texto catalán que posteriormente influiría mucho en la obra de cervantes:
Tirant lo Blanc (Joanot Martorell) es un libro que no es una mera lista de
episodios aventureros, sino que tiene una trama en la que las hazañas del
héroe están justificadas porque deben ir probando de forma creciente su fama
como caballero. Se trata de un relato bien construido dentro de sus muchas
digresiones, y con una espléndida prosa. Gaula (reino ficticio de Bretaña)
entraba dentro de las geografías exóticas o totalmente fantásticas, con
paisajes descritos que son pura invención del autor, junto a personajes que se
mueven en medio de sucesos fantásticos y mágicos y avatares muy hábilmente
entretejidos para mantener la amenidad. Así El Amadís, puede leerse también
como un manual sobre la virtud caballeresca, sobre todo en su última parte,
ya que contiene muchos planteamientos moralizantes.

Los pastores encarnan a la perfección el interés por ahondar en la intimidad


amorosa y analizar pormenorizadamente las pasiones. Este marco produce
una sensación de atemporalidad, una ausencia de tiempo cronológico: el
tempo del romance pastoril está muy cercano al del mito. La impresión de que
el tiempo está detenido en las novelas pastoriles se une al hecho de que sus
personajes no evolucionan psicológicamente. La Naturaleza es el único
escenario que condiciona enteramente la caracterización de los personajes y
el ritmo de la acción. Los pastores son esencialmente sensibles y delicados
gracias a sus estados contemplativos, que les mueven a filosofar y a crear
poesía. Será muy habitual en este género que aparezcan ninfas y diosas por
lugares de la geografía española. En los primeros años del S.XVI, el italiano
Sannazaro publicó la novela pastoril más famosa, La Arcadia, que amplia y fija
el género definitivamente en todos sus rasgos esenciales. Otro gran best-seller
de la literatura española del S.XVI fue Los Siete Libros de la Diana cuyo
autor, un portugués llamado Jorge de Montemayor, publicó en Lisboa en 1559,
tuvo numerosas imitaciones y traducciones, además, llegó a impulsar más de
20 ediciones en castellano. La Diana desarrollaba, en prosa y en verso lo
planteado en las églogas garcilasianas. La narración de todas esas historias se
hace entrecortadamente, a través de sus distintos protagonistas, como si se
tratara de piezas de un mosaico cuya colocación va tanteándose
pacientemente ante el lector, que solo al final puede contemplar los encajes
perfectos. Era muy del gusto renacentista la estructura armónica por la
distribución equilibrada y simétrica de sus partes, y del estatismo en el
desarrollo lineal del argumento. La música y todo lo auditivo tendrá un
protagonismo especial; los pastores pasan el día acompañando sus canciones
o su soledad con instrumentos, ya que son conscientes del poder de su voz. El
lirismo es la primera nota distintiva del estilo de esta obra, convirtiéndola en
la única modalidad lírica entre los tipos de novelas idealistas que existieron en
su siglo. Jorge de Montemayor era un excelente poeta de cancionero con una
amplia y variada obra. Y resulta muy interesante considerar que fuera
portugués, como también lo era Bernardim Ribeiro, autor de Menina e Moça
(1554), que se tiene como uno de los fundamentales precedentes del género.

De todas las variedades del romance, solo una tuvo el sello completamente
hispánico, la novela morisca, por estar ligada a una de las luchas étnicas que
más han marcado la historia de nuestro país: las guerras entre musulmanes y
cristianos. Se trató, por tanto, de una novela de trasfondo político, frente a
tantas ficciones coetáneas sin relación directa con la realidad histórica. Esta
difícil situación de convivencia entre musulmanes y cristianos ya había
provocado desde finales de la Edad Media la formación de un género literario
popular: los romances moriscos. Pero mientras en el S.XV los romances
fronterizos trataron la situación tan común de que un moro cayera en manos
cristianas; la novela morisca se basó en escenarios y acontecimientos
históricos más concretos de Al-Ándalus, como las pugnas de linajes autóctonos
y la tan famosa rebelión de las Alpujarras. El morisco al tiempo que se
margina de la sociedad española, se va convirtiendo en un personaje
ensalzado por la literatura de ficción, como en la más pura estirpe de las
novelas románticas. En cualquier caso, parece que las obras de este reducido
grupo, de corta extensión (por lo general), y sin demasiados adornos en el
estilo, llegaron a muchos lectores y tuvieron una repercusión social que les
faltó a otras obras de ficción de la misma época. La Historia de Ozmín y
Daraja, que está intercalada en la primera parte de El Guzmán de Alfarache,
es leída por un clérigo al resto de caminantes que lo acompañan; lo mismo
ocurre con la Historia del Cautivo incluida en la primera parte del Quijote.
Ambos casos son una prueba excelente de la gran interrelación genérica que
se dio en la narrativa del S.XVI, como había probado ya El Abencerraje al ser
editado junto a La Diana. La Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa
(1543), ambientada en las primeras décadas del S.XV, aunque la novela se
supone escrita hacia este año, solo apareció publicada en una de las primeras
ediciones de La Diana (Valladolid, 1561), por lo que hay quien incluso propone
esta autoría a Montemayor. Esta obra, está escrita en forma de diálogo y en 1ª
persona, convirtiéndose así en una narración autobiográfica.

Lo que se conoce como novela bizantina tiene al ‘viaje’ y ‘los cambios de la


Fortuna’ como elementos protagonistas, ligados siempre a una reflexión
filosófica que propician, lo que le otorga la una profundidad a la que tenía el
‘roman’ en el verso medieval. Por ello, el viaje tiene como finalidad la
superación de una serie de pruebas impuestas por la fortuna. Los modelos
originarios eran las expediciones griegas, que se difundieron por toda Europa
creando una de las estructuras narrativas más sólidas y de más intensa
influencia en distintos tipos de obras literarias. El primer ejemplo cercano a
este tipo de ficción en la literatura española lo encontramos en el Libro de
Apolonio. En este tipo de obras una de las características fundamentales es la
cristianización de los elementos paganos, un contenido moralizador y la
supresión de todos aquellos elementos antiguos; Shakespeare, Montaigne,
Lope de Vega o Cervantes son algunos de los escritores que, con elogios y
referencias a la obra de Heliodoro, nos muestran el prestigio que el escritor
griego y su obra llegaron a tener en esta época. El romance bizantino
presenta una verosimilitud de la acción, descripción de espacios reales,
verdad psicológica de los personajes y, en especial, un contenido con visión
moralizadora, exaltación del amor casto y exposición de máximas y sentencias.

Las obras más destacadas de este subgénero son: Historia de los amores e
Clareo y Florisea (1552) de Alonso Núñez de Reinoso, El peregrino en su
patria (1604) de Lope de Vega, Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617)
de Miguel de Cervantes.

La novela picaresca.
La intensa estela que dejó La Celestina dio lugar a una serie de ficciones
directamente inspiradas en escenas de la vida popular del S.XVI con la
finalidad de divertir y sin el propósito moral que declaraba la obra de Rojas;
tales obras resultaron fundamentales en el camino que lleva a la creación de
la novela picaresca. Todas ellas presentan una serie rasgos comunes que
potencian el protagonismo de personajes de las capas bajas de la
sociedad y la experimentación lingüística atendiendo a sus diferentes
tipologías, buscando sobre todo la sátira y la parodia. Uno de los detalles más
innovadores de la ambientación costumbrista de este tipo de obras es el gusto
por transcribir las hablas populares, de modo que gracias a ellas conocemos
la gran variedad de registros vulgares que se dio en el S.XVI, algo que se
convertirá en indispensable recurso de comicidad en la comedia lopesca y en
los entremeses barrocos.

La palabra pícaro, cuya etimología aun no ha sido resulta, se recoge por


primera vez en los años previos a la publicación del Lazarillo; es probable que
tanto ‘pícaro’ como su sinónimo ‘picaño’ sean voces de carácter jergal y
derivadas del verbo ‘picar’, por referirse a los variados menesteres
desempeñados por los pícaros o pinches de cocina o por los picadores de
toros. En sus primeros tiempos el matiz peyorativo de la palabra alude
particularmente a la situación social de una persona. Con estos orígenes el
pícaro se echa al mundo y se entrega al vagabundaje, poniendo de relieve ante
los lectores las clases sociales y los diferentes tipos que se va encontrando en
su camino, va conociendo y aprendiendo de una realidad hostil que se esconde
tras los ropajes y las apariencias. Con el transcurso de los años, crece el
pícaro y su experiencia, y con ella su resentimiento y desconfianza, reflejada
en su actitud permanentemente defensiva.

Frente a los sueños imperialistas de Carlos V, conectados con las novelas


caballerescas y pastoriles, este género nos informa de que hay en la realidad
una problemática social de mendicidad, falsa honra, pobreza…aunque una de
las causas fundamentales que provocaron el surgimiento de la picaresca fue la
falsa honra o las apariencias, que dan muestra de una sociedad podrida por
unos valores que tienen que ver con la limpieza de sangre y el poder que
representa de cara al resto de la sociedad. Encontramos precedentes de los
pícaros en obras no picarescas, pero de ambiente apicarado, como El libro de
buen amor, además, en esta misma obra aparece por primera vez el personaje
de la trotaconventos, una alcahueta medio bruja, que es el precedente de
Celestina. Pero el precedente más inmediato de este género es La lozana
andaluza, donde el protagonista es el ambiente del bajo fondo de Roma, de su
autor Francisco Delicado tenemos escasos datos. La obra aparece,
anónimamente, publicada por primera vez en Venecia (1528), fue tachada de
inmoral ya que habla de las distintas clases de prostitutas y utiliza un lenguaje
grosero, vulgar y con expresiones de mal gusto para la época. La obra de
Delicado pretende ser retratista, con palabras sencillas del mundo romano.
Habla de la calle, lo que no tiene otro precedente que los criados de La
Celestina. En sus diálogos encontramos alusiones al doble sentido, chistes,
mezcla cómica de idiomas… el personaje de La lozana se comporta como los
héroes sentimentales, moriscos o caballerescos, desde sus comienzos es una
ramera y siempre mantendrá esa inclinación por los hombres. Por lo tanto, la
obra de Francisco Delicado se encuentra muy lejos de la renovación que
supuso El Lazarillo, que da un paso gigantesco, desarrollado posteriormente
por Cervantes en su obra.


La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades fue un
curioso título que apareció de forma anónima en 1554 en cuatro ciudades
distintas (Burgos, Alcalá, Medina del Campo y Amberes). La sorpresa del
lector empezaba ya con la portada de este librillo en octavo y de corta
extensión, que parecía remendar y contrariar, al mismo tiempo, a los que
estaban de moda: los libros de caballería. En cualquier caso, la aparición en
un mismo año de cuatro ediciones _una de ellas aumentada_ revelan el gran
éxito del libro, lo que queda confirmado con la publicación de una segunda
parte en Amberes al año siguiente. La cronología interna de la narración
arroja alguna luz sobre la fecha de composición; así, el narrador nos cuenta
que cuando Lázaro tiene ocho años su padre muere; en otro momento, el
relato se detiene “el mesmo año que nuestro victorioso Emperador en esta
insigne ciudad de Toledo se celebraron y tuvo en ella Cortes y se hicieron
grandes regocijos”: Las Cortes de Toledo se celebraron en 1525, pero también
hubo Cortes en 1538-1539: son pues dos hipótesis contrarias que ponen en
duda la fecha original de composición de la obra. Francisco Rico (1987), en su
edición de la obra es partidario de la fecha de 1538, apoyándose en que viene
abalada por la tradición. Se refiere concretamente a que la Segunda parte del
Lazarillo (1555) da comienzo a la continuación a las aventuras de Lázaro
contando como el pregonero “se fue a embarcar a la guerra de Argel” (1541).
Se puede decir, pues, que los coetáneos entendieron que la acción del
Lazarillo original terminaba hacia 1540 y, por tanto, las Cortes a las que se
refiere el final de la obra son las de 1538.

El lazarillo de Tormes tuvo también gran fortuna editorial fuera de nuestras


fronteras, conoció una traducción francesa, otra llevada a cabo en Inglaterra,
Holanda y Alemania y dio lugar a abundantes imitaciones, como El brabanzón
español del holandés Gerbrand A. Bredero. Además de que es uno de los
títulos más universalmente conocidos de la literatura española, junto con La
Celestina y el Quijote, las continuaciones y su entrada en el folklore
manifiestan su extraordinaria popularidad.

Entre las continuaciones hay que destacar la Segunda parte del Lazarillo de
Tormes, sacada de las crónicas antiguas de Toledo, publicada en París en
1629 por Juan de Luna. La obra se configura como una autobiografía de
Lázaro contada de forma lineal en un ambiente básicamente urbano, lo que
caracteriza a esta continuación es su tono satírico. Señala, a su vez, las lacras
más patentes de la sociedad española y se ensaña duramente con el clero y las
mujeres.

Incluida desde 1559 en el Index, en 1573 se publicó una edición expurgada


con el título de Lazarillo castigado, donde se suprimían los episodios del
buldero y el del fraile, además de algunas frases sueltas. Esta versión se
siguió imprimiendo hasta bien entrado el S.XIX.

La autoría del texto sigue siendo uno de los aspectos más discutidos entre los
especialistas, sin que haya deducciones concluyentes, pese a alguna reticente
insistencia (más propia de la imaginación que de la realidad empírica) en
atribuírselo a Alfonso de Valdés. Lo verdaderamente interesante de la obra
sigue siendo su publicación anónima, y no solo por lo que pudiera tener de
escudo ante la Inquisición, como es más que evidente, sino por ser un
inteligente recurso que creaba en el lector de que el verdadero autor de la
obra era el propio Lázaro de Tormes. Pues solo de esta forma se hacía creíble
la forma epistolar elegida por el autor para hacer que su personaje contara su
vida a un ignoto “vuestra merced”, a quien se dirige desde las primeras líneas
como si de una carta de relación verídica se tratase. Aun así la obra ha sido
atribuida a diferentes autores de la época que posiblemente debido a la
filiación de sus textos guardan alguna semejanza con El lazarillo: Diego
Hurtado de Mendoza (el más probable), fray Juan de Ortega o Juan de Valdés,
entre otros. En todo caso, lo seguro es que fue escrito por un humanista
de la España del Renacimiento, pero que no ha podido ser demostrada de
manera fehaciente ninguna autoría concreta. Indudablemente el autor era un
hombre culto, no solo por lo bien que escribe, sino también por las constantes
referencias clásicas que hay a lo largo de toda la obra.

El lazarillo cumple con una serie de rasgos propios de la novela picaresca:

- El protagonista es un antihéroe, por su nacimiento infame y por tener


unos padres no modélicos.
- La autobiografía es consustancial a la estructura del género: Lázaro
nos cuenta su vida, como Guzmán o Pablos.
- Aparecen tratados con diferentes ambientes y amos, que son duramente
criticados.
- El tema del hambre es muy importante porque motiva el continuo
cambio de amos. Se describen diferentes tipos sociales.

En el prólogo aparece una noticia del personaje en sentido irónico y enfático,


rasgo propio de los libros anteriores, así pues nos hallamos en el terreno de la
ironía, la burla y la parodia. Más tarde abandona esa ironía y nos habla de
estilo, este recurso se conoce como captatio benevolentiae: se trata de un
estilo sencillo y natural, frente al mundo fantástico de los libros de caballerías.
Una aproximación al realismo y a lo cotidiano, teniendo en cuenta que se trata
de una nueva visión y que eso también es un ideal en el Renacimiento. Los
tres primeros “tratados” de la obra hacen referencia a la infancia de Lázaro y
en ellos se exponen los rasgos de lo que va a ser la vida del personaje,
además, estos tratados son los de mayor extensión respecto al resto, la
narración de los hechos se detiene más en sus tres primeros amos. Es
significativo este hecho, ya que en estos tres primeros tratados Lázaro
encuentra la explicación a su situación final. Hay que destacar también que el
último tratado representa la conclusión de las experiencia vital del
protagonista.

La necesidad obliga a Lázaro a irse de casa: momento en el que aparecen la


cultura y los cuentos populares. El episodio del testarazo es una broma
popular que supone el despertar a la realidad, a Lázaro le duele despertar a
esa realidad cruel. Hay que tener en cuenta que el héroe se forja a través de
los episodios, como en la novela moderna. El autor consigue que los lectores
pasemos por todos los estados de ánimo del protagonista y nos conmovamos
con ellos, hasta llegar a sentir algo de compasión por Lázaro. Observamos a lo
largo de toda la obra que hay una evolución psicológica del protagonista: hay
un contraste entre la ingenuidad principal y el desengaño presente. Toda la
narración está dirigida a explicar una situación final, un “caso” claramente
relacionado con la honra, todo lo que cuenta Lázaro se debe al intento de
autojustificar sus hechos y, lo que es más importante, la experiencia que ha
sacado de ellos. Lo más trascendente de la interpretación de El lazarillo es el
hecho de que los ocho amos a los que sirve, cinco pertenezcan a estamentos
de la Iglesia, teniendo como denominador común la hipocresía, la
insolidaridad y la avaricia; defectos que habían sido denunciados ampliamente
por todos los simpatizantes de la Reforma. Hay además un componente
estructural básico en el que coincide el texto del Lazarillo con otras formas
didácticas anteriores, y que valdría para incluirlo entre los principales
vehículos de la ideología erasmista: el viaje constante del pícaro, siempre
obligado por las circunstancias, como modo de aprendizaje y como
recurso para mostrar los tipos sociales que se va encontrando a su
paso. Motivos todos ellos que estaban ya en El asno de oro de Apuleyo, que
debe considerarse por ello una de sus fuentes más directas. A partir del
Guzmán de Alfarache, además, el pícaro solo buscará ciudades donde pueda
pasar desapercibido en sus fechorías o usurpar identidades falsas. La
genialidad del Lazarillo estás, sobre todo, en su sabio manejo de la ironía para
insinuar y sugerir tanto como dice. El predominio del lenguaje humorístico,
unido a la inserción de cuentos chistosos la convirtieron en una obra de
burlas, que es como tenemos constancia que se leyó El lazarillo en su época.

La novela picaresca solo fructifica y desarrolla todas las posibilidades abiertas


con EL lazarillo en el S.XVII y ello es debido a que durante la época de Felipe
II la obra solo vio la luz pública castigada por la sátira antieclesiástica que
aparecía en el libro. Además, era la época de la mística y la ascética y de una
literatura idealizante como la de los libros de caballerías y la novela pastoril,
de imitación clásica. No es por ello de extrañar que la auténtica iniciación de
la picaresca en el sentido de serie de novelas publicadas sin interrupción se
produzca con el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, publicado en 1599,
justo un año después de la muerte de Felipe II, cuando las ideas imperiales del
Renacimiento estaban de capa caída.

Las características que nos encontramos en la novela picaresca del S.XVII se


alejan al parecer de la línea marcada por El lazarillo, estas nuevas
características son: deformación caricaturesca, conciencia que el pícaro
tiene de su existencia social, naturalismo como recurso de la narración,
pesimismo, sátira social sistemática y las largas reflexiones morales.

El Guzmán de Alfarache.
Mateo Alemán estudió arte, filosofía y medicina en Sevilla, se dedica al
comercio y ejerce el oficio de contador. Escribió varias obras: Vida y milagros
de san Antonio de Padua, Ortografía castellana (México, 1609), Los sucesos
de fray García Guerra, arzobispo de Méjico, además de la traducción en verso
de dos obras de Horacio.
Su obra más importante fue, sin duda, El Guzmán de Alfarache (1ª parte,
Madrid, 1599; y la 2ª parte, Lisboa, 1604: titulada Segunda parte de la vida
de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana) constituye la expresión
de una amarga visión del mundo que contrasta con la actitud más bien irónica
de la novela que inició el género picaresco. Las dos partes en que se divide la
obra están organizadas a su vez en tres libros cada una, la obra muestra la
gran capacidad de Mateo Alemán en el arte de la argumentación y la retórica;
su prosa es comparable a la de Cervantes en calidad. Antes de que Alemán
publicara la segunda parte de su novela, apareció una versión apócrifa escrita
por Juan José Martí.
El relato tiene forma autobiográfica: es el mismo Guzmán, el que hallándose
condenado de por vida a galeras y arrepentido, narra su vida de pícaro y
delincuente. Una de las características más importantes de la obra es que su
autor intercala digresiones e incluye varias novelitas cortas dentro de su
novela, la más famosa es la Historia de Ozmín y Daraja. El Guzmán, siguiendo
al menos la estela del Lazarillo, es la biografía de un pícaro, comparte con la
obra anónima algunos rasgos: narración en 1ª persona, el esquema de mozo
de muchos amos y el propósito de justificación del estado final del
protagonista echando una mirada retrospectiva a su vida. La gran diferencia,
es que Mateo Alemán rompe con esta tendencia del anonimato y dota a su
obra de un sentido moralizante a lo largo de toda la obra. El pícaro llama a su
relato “confesión general” lo que sin duda nos lleva a pensar que la obra está
relacionada con el modelo confesional de los agustinos: se representa un
viaje vital y moral.
El autor del Guzmán es heredero de toda una tradición de literatura moral y
didáctica, que asume, renueva y noveliza. Para evitar que la moralización se
convierta en letra muerta (como ocurre con El Criticón), Alemán la incorpora
a los avatares del pícaro, es decir, la actualiza. De modo que observamos en
toda la obra la presencia de la literatura miscelánea, o lo que es lo mismo, las
colecciones de apotegmas, repertorios de lugares comunes, silvas,
cuentecillos tradicionales, refranes, emblemas… hay que entender que la obra
fue escrita en un contexto pleno de una ideología reformadora que pretendía
reivindicar también la figura del homo eoconomicus y generar confianza en el
trato mercantil.
Unánimemente la crítica ha resaltado la belleza estilística excepcional de
Mateo Alemán al escribir su obra, su seguridad a la hora de presentar las
situaciones y perfilar los caracteres humanos es asombrosa: los recursos
expresivos están potenciados al máximo y con ellos nos anuncia ya un cambio
lingüístico.

Historia de la vida del Buscón, (1626).


La picaresca es el género de moda en la primera mitad del S.XVII y, por ello,
Quevedo se ve casi obligado a escribir una novela de este género, donde lucir
su estilo y parangonarse con los máximos representantes del género. Hay que
resaltar que cuando Quevedo escribe su obra ya estaba casi todo dicho del
género: Quevedo imita tanto al Guzmán como al Lazarillo, en muchos
personajes y situaciones el autor barroco transcribe una trayectoria anterior.

¿Qué ha hecho Quevedo con su pícaro? – Ha trazado una caricatura, ha


llevado los rasgos de la picaresca hasta la parodia (Valle lo llamará
posteriormente ‘esperpento’); ha tomado lo que en apariencia definía a la
picaresca y lo ridiculizado distorsionando la realidad, es decir, los elementos
externos de la picaresca. Cuando Pablos comienza a contar su historia su
mirada está puesta en el exterior, carece de problemas internos. Actúa y mira
a la gente que lo rodea, pero nunca se contempla a sí mismo ni se plantea si
sus acciones están admitidas por la dogmática oficial. Uno de los rasgos que
Quevedo retoma del Lazarillo es que comienza su obra con el tópico de
exponer los orígenes del pícaro (contar cual fue su nacimiento y quiénes eran
sus padres), además, en la obra quevedina no se contemplan digresiones
morales.

En la obra se promete una segunda parte que nunca aparece; el final es


abierto, característico de la novela picaresca. La diferencia fundamental
estriba en que Pablos ofrece una multiplicación de los tipos, mientras que el
Lazarillo solamente tiene 8 amos.
Frente al sentido humano del Guzmán o del Lazarillo, dentro de la dureza de
la picaresca (ya que lo que se busca es que el lector se conmueva ante el
pícaro), El buscón muestra una indiferencia ante el dolor y la muerte de los
personajes, convirtiéndose así en una obra pesimista y antihumana. La gran
preocupación de la obra de Quevedo es el virtuosismo del lenguaje ,
recreando una materia conocida por los lectores, una recreación que es
estilística, en base a chistes y juegos. Los personajes no son tratados como
personas, sino como cosas: son despreciados y tratados como muñecos,
ridiculizándolos.

Dentro del género de la picaresca hay que mencionar también a Luis Vélez de
Guevara fue un personaje que estuvo siempre acuciado por las necesidades
económicas, se convirtió en el prototipo de escritor pedigüeño. Fue poeta,
dramaturgo de renombre y novelista. Su obra más conocida es El diablo
cojuelo, una obra en la que encontramos rasgos costumbristas, realismo y
sátira; se adscribe por lo general a la picaresca, aunque se aparta de algunos
de los rasgos del género, como por ejemplo: está narrada en 3ª persona. Otra
de las obras más destacadas del género en el Barroco fue La pícara Justina
(1605), se trata de una obra que carece de unidad y coherencia novelesca y la
autobiografía (que tanto en el Lazarillo como en el Guzmán tiene un sentido
estructural) es aquí una fórmula vacía, un mero instrumento para intercalar
chistes, cuentos y burlas. Cada capítulo es introducido por un resumen en
verso usando los metros más diversos y artificiosos del Barroco y finaliza con
un “aprovechamiento” a modo de moraleja que indica la lección que se puede
extraer de su lectura, como los exempla medievales. Aunque sí es admirable,
el uso del lenguaje con el que expresa la degradación y el encanallamiento, ya
que lo dota de colorido y de una invectiva que recuerda a Quevedo.
Finalmente, hay que señalar la obra con la que probablemente se ponga fin a
un género tan prolijo en la literatura española: Vida y hechos de Estebanillo
González (Amberes, 1646) que pese a ser un libro biográfico, algunos
episodios parecen haber sido retocados y amplificados, especialmente los de
los primeros capítulos, los más novelescos de la obra, en los que el autor (al
igual que el Lazarillo, no tiene una autoría concreta) cuenta la infancia del
protagonista. No obstante, el libro acaba siendo una verdadera memoria,
exacta en muchos hechos, tanto que es posible fechar la mayoría de los
sucesos.

Sin duda el autor más destacado entre los autores de relatos en este siglo lo
ocupa María de Zayas, entre las distintas novelas de la autora hay
semejanzas argumentales, debidas a que todas tratan fundamentalmente las
aventuras y hechos amorosos. Las mujeres de las novelas de María de Zayas
se lanzan a vivir su amor de manera impetuosa, vencidas plenamente por el
mismo, en cuerpo y espíritu. Todo lo abandonan por su amor.
Extremadamente crítica con las convenciones morales de su época, sobre todo
en lo que atañía a las mujeres, lo que provocó que sus novelas cortas fueran
prohibidas por la Inquisición en el S.XVIII.
Un problema muy importante que se ha planteado la crítica es el del realismo
y el costumbrismo de las novelas de la autora barroca, pero aparecen muchas
escenas truculentas e inverosímiles que hacen pensar en la intervención
fantaseadora de la autora, aunque no debemos olvidar el talento descriptivo
que se aprecia en toda su obra, lo que la conecta con la realidad y la
cotidianidad.
Destaca su obra Desengaños amorosos fechada en 1647.

Cervantes raro inventor.


Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares en 1547, vivió en el seno de una familia
que pasó muchas estrecheces económicas. El insigne escritor que preside la literatura española vivió
entre las ciudades de Valladolid, Córdoba, Sevilla y Madrid. Tal vez en las ciudades del sur asistió a
un colegio de jesuitas y probablemente tuviera una breve estancia en la Universidad de Salamanca,
en la ciudad de Madrid frecuentó la escuela de Juan López de Hoyos, donde entró en contacto con
el erasmismo de la época. En 1569 viaja a Italia donde entró en contacto con todas las cortes
renacentistas, allí aprendió lengua y se familiarizó con la literatura italiana. Estos rasgos están
presentes en la obra cervantina aunque quedan velados por la distancia cronológica y el peso de la
Contrarreforma.
En 1571 tiene lugar la ‘batalla de Lepanto’ en la que recibe varios alcarabuzazos, uno de ellos
impacta contra la mano izquierda del escritor dejándosela inutilizada. En su camino de regreso a
España, lleva una carta de recomendación de don Juan de Austria y duque de Sessa, aspirando a
conseguir el grado de capitán nuevamente. En este viaje es el momento en el que se produce su
cautiverio (1575-1580), el hecho de que llevara una carta de recomendación hizo pensar a los
argelinos que se trataba de un personaje importante, a los dos años de su cautiverio escribe una carta
al secretario de Felipe II conocida como Epístola a Mateo Velázquez, en la que el autor nos muestra
su desengaño. En 1580 llegan los trinitarios y lo absuelven con lo que se evita que embarque en una
galera hacia Constantinopla. A su regreso a España contrae matrimonio del que nace una hija,
Isabel. Y es por estas fechas cuando comienza a ser conocido entre los círculos literarios de la
época.
En 1585 publica su inacabada novela pastoril, La Galatea, debido a las necesidades económicas se
traslada a Sevilla, donde es encarcelado dos veces por no cumplir con su trabajo (comisario para
proveer trigo a la Armada), en el segundo encierro es cuando comienza a componer las primeras
notas del Quijote. Fracasa en sus intentos de obtener licencia para emigrar a América, por lo que en
1604 decide mudarse a Valladolid, ciudad en la que residía la Corte por entonces.
A finales de 1604 termina de componer su famosa obra El ingenioso hidalgo don Quijote de La
Mancha, pero la obra no pudo ser publicada hasta 1605 al no haber obtenido el permiso real de
publicación. En 1606, junto con la Corte se traslada a Madrid donde vive años de una intensa
productividad literaria: en 1613 publica sus Novelas ejemplares, al año siguiente el Viaje al
Parnaso y en 1615 ven la luz sus Ocho comedias y ocho entremeses, además, en este mismo año
publica también las segunda parte del Quijote; finalmente, en 1616 publica la que sería su última
obra Los trabajos de Persiles y Segismunda.
Miguel de Cervantes muere el 22 de abril de 1616 aproximadamente una semana después de
Shakespeare; días antes, Cervantes había dictado en el prólogo del Persiles: «mi vida se va
acabando, y al paso de las efemérides mis pulsos, que, a más tardar, acabarán
su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. […] Adiós, gracias; adiós,
donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando
veros presto contentos en la otra vida».
 La Galatea (1585)
En ella sigue Cervantes el código del mundo pastoril, que tuvo un público numeroso a partir de
La Diana. El escaso éxito de la obra representa un fracaso más de Cervantes, sin embargo, en el
escrutinio de la biblioteca en el cap. VI del Quijote no es echada al fuego y promete la segunda
parte. Dentro de la obra, Cervantes, intercala otras historias amorosas, con temas como la
amistad. Es una obra novedosa y sorprende por sus historias, que acarrearon la incomprensión
de los contemporáneos, favorables a lo pastoril. Cervantes escoge este género pero comienza a
deshacerlo.
La obra comienza con una dedicatoria a un noble y continua con un prólogo en el que el autor
demuestra su vocación poética. La obra está divida en seis libros. Es el paso de la concordia de
la Arcadia, de La Diana y Garcilaso, de todo el Renacimiento, a la discordia de La Galatea, del
idealismo a la vida. En la obra aparece una naturaleza idealizada (como en Garcilaso), pero
Cervantes tiene conciencia de que eso no es real y pasa a veces a la descripción realista. Que en
la novela aparezca un crimen supone una violación a los cánones pastoriles. Estamos pues ante
una atmósfera turbulenta, llena de tensiones y mentiras. Lo que es una innovación de Cervantes.
Se trata de una historia lineal, aunque hay una incursión en el mar lo sorprendente es que se dé
en el marco pastoril, algo que despista a los lectores, acostumbrados a una literatura dulce,
platónica y agradable. En esta obra se produce la destrucción del mundo pastoril, que a
Cervantes le resultaba estrecho, por lo que ocurre a técnicas de la novela bizantina en la historia
de Timborio, a la novela de intrigas en la historia de las gemelas o al discurso filosófico con
Lenio. La novela supone un intento por recrear una realidad, la necesidad de novelar la visión de
un mundo más complejo que el de la novela pastoril.

 Las Novelas ejemplares


Los doce relatos cortos que nos ocupan vieron a luz de las prensas cuando su autor contaba con
66 años, son pues una obra de plena madurez, y no solo por las fechas de publicación, sino
también por la plenitud literaria que encarnan. Sobre la cronología y la fecha de composición de
estas novelas, apenas tenemos más que hipótesis, a no ser que centremos nuestra atención en el
manuscrito de Francisco Porras de la Cámara fechado en 1604, que contenía una serie de relatos
entre los que figuraban dos versiones de Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño que
difieren bastante de las publicadas en 1613. Lo destacable, en todo caso, es que las dos
versiones demuestran que Cervantes llevaba varios años puliendo, retocando y modificando sus
novelas y que no las publicó hasta que no consideró que estas estuvieran plenamente
terminadas.
Reflexionó y ahondó en la tradición de la novella, , aunque superó con amplitud el ejemplo de
los novellieri: de ellos tomó buena parte de las características externas del género. Se atuvo más
que ellos al principio de captar la atención del lector por medios muy originales, entre los que
cabe mencionar los procedentes del teatro y, sobre todo, superó la objetividad de los italianos.
Lo que hizo fue unir la complejidad de la novela bizantina a la concentración sintética de la
novela corta y a su capacidad de sugerencia.

Un rápido repaso genérico nos lleva a ver cómo Rinconete y Cortadillo funde originalmente la
jácara con la picaresca, género que también está presente en La ilustre fregona al lado de la
tradición más idealista, así como en la espléndida biología que forman El casamiento engañoso
y El coloquio de los perros, solo que junto a la facecia y el diálogo lucianesco. La española
inglesa, por su parte, lleva la novela bizantina al Atlántico, mientras que El amante liberal
mantiene el género griego en su ámbito natural del Mediterráneo, aunque unido a la tradición
morisca y de relato de cautiverio. La fuerza de la sangre, Las dos doncellas y La señora
Cornelia se mueven en latitudes cercanas a la novela italiana, aunque fundidas en los tres casos
por elementos procedentes de la comedia, próximos a la farsa en el primer caso y bastante más
serios en el último. La fórmula italiana también se halla presente en El celoso extremeño,
aunque la peculiaridad de esta novela la haga casi inclasificable entre las normas narrativas de
su época. El novedoso Licenciado Vidriera sintetiza con radical novedad la narración satírico-
filosófica, el folklore y la novela de trasformaciones. Finalmente, La Gitanilla integra
coherentemente elementos cortesanos, caballerescos y pastoriles. Si a todo ello unimos las
novelas intercaladas en la primera parte del Quijote, comprobaremos que apenas puede
detectarse la falta de género novelesco en la época.

 Los Viajes de Persiles y Sigismunda (1616)


El Persiles, última obra de Cervantes, fue publicada póstumamente. El autor puso un enorme
interés en ella, ya que tenía muchas esperanzas depositadas en su éxito. Como se puede ver el
argumento sigue los cánones del género bizantino: Persiles es el hijo de la reina Tule
en Islandia y Sigismunda es hija de los reyes de Frislandia (Noruega). Ambos
abandonan su patria, ya que el hermano mayor de Persiles está enamorado
de Sigismunda, y deciden huir a Roma. Para evitar los comentarios de las
gentes deciden usar otros nombres y pasar por hermanos. De ahí viajan a
Portugal y desde el país luso, a pie, pasando por el monasterio de
Guadalupe, llegan a España; vuelven a Roma por el sur de Francia donde el
papa les da la bendición para desposarse. La novela que comienza ‘in medias res’
consta de naufragios, tempestades, raptos… los propios contemporáneos la estimaban más que
al Quijote, tal vez por El Persiles era un libro serio, sustentado en un modelo clásico.

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