Estudios Canarios: Manuel Alvar

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MANUEL ALVAR

ESTUDIOS
CANARIOS

EDICIONES DEL EXCMO. CA


EILDO INSULAR DE
GRAN CANA
RIA
Entre los primordiales propósi
tos del Excmo. Cabildo Insular de
Gran Canaria se ha contado siem
pre el estímulo y exaltación de to
das las actividades del espíritu en
la Isla. Para hacer más eficiente ese
propósito, el Excmo. Cabildo, a
través de su Comisión de Educa
ción y Cultura, ha emprendido
unas cuidadas ediciones que abar
can diversas ramas del saber y de
la creación literaria.

Entre Otros textos, se publica


rán antologías, monografías y ma
nuales en que se presenten y estu
dien aspectos relativos a nuestras
• Islas; y se reeditarán, además,
obras que por su rareza, por su
importancia o por su antigüedad,
merezcan ser divulgadas. A com
petentes especialistas se encomen
darán los prólogos y notas, así co
mo cada una de las ediciones.

Esta empresa editorial constará


de las secciones siguientes:

I.—Lengua y literatura.
11.—Bellas Artes.
III.—Geografía e historia.
IV.—Ciencias.
V.—Libros de antaño.
VI.—Varja.
c
Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria
(Comisión de Educación y Cultura)

LENGUA Y LITERATURA

(Al cuidado de Ventura Doreste y de Alfonso Armas)


1

MANUEL ALVAR

RIBLIOTC UNVER6TA fhA


LA$ ALMA DE G. CANARIA
N.° Dewta.
N.° Copia

ESTUDIOS
CANARIOS

1968
DEPÓSITO LEGAL G. C. 389 - 1967
LIT. SAAVEDRA - LA NAVAL, 225/227 - LAS PALMAS
A mis amigos
ALFONSO ARMAS
y
VENTURA DORESTE
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Shablado
E agrupan
enaquí una Canarias
las islas serie de notas sobre el español
que, dispersas,cuando
no perdidas, en revistas muy especializadaso en volú
menes de homenaje, eran de difícil acceso.
No creo necesario hacer otra justificación para
estas páginas que ahora se reúnen. Mejor, sí: la sola
justificación de la amistad. Alfonso Armas y Ventura
Doreste, que con tanto primor cuidan las publica
ciones del Cabildo Insular, me pidieron la orde
nación de estos artículos. Débil pecador, no resistí la
tentación: de aquellas, largas, sabrosas tardes en la
Casa de Colón surgió —siempre en la voz la incitación
al pecado— como manzana dañina, la idea. Y aquí
está. La alegría de ver reunidos mis desvelos se
empaña con la tristeza de no ser digno del mérito.
Por eso Alfonso Armas, Ventura Doreste —Ventura,
Alfonso— figuran en la página de ofrenda. Para que
también pechen con su parte de culpa.

9
Gracias, además, a mis amigos don Federico Díaz
Bertrana y don Cástor Juan Gómez que se han dejado
guiar por las inclinaciones de la bondad al ordenar la
impresión de este librito.

Hojas dispersas que amorosamente reúno para en


tregarlas como tributo de cariño entrañable a los hom
bres y a las tierras de todas las islas.

Las Palmas de Gran Canaria, 18-111-1967.

lo
PROBLEMAS DE HISTORÍA Y DE MÉTODO
EL ESPAÑOL DE LAS ISLAS CANARIAS

INTRODUCCIÓN. BREVE REFERENCIA A LA SITUACIÓN DE LAS


HABLAS DE CANARIAS

L AShablas de Canarias no son un dialecto, al menos lo que


solemos entender por dialecto1. Ni uno solo de sus rasgos
fonéticos es privativamente suyo; ni su léxico se diferencia de
los otros hispánicos en medida que haga falta la independencia
idiomática; ni su sintaxis y su morfología son exclusivas. Perte
necen a ese gran complejo lingüístico que podríamos llamar ha
blas hispánicas meridionales y en el que cabrían el extremeño del
Sur, el andaluz, el murciano y, teniendo en cuenta algunas cues
tiones desconocidas por la lingüística peninsular, el español de
América. Otras veces, se ha hablado de español atlántico 2 para

1 Vid. Manuel Alvar, Hacia los conceptos de lengua, dialecto y


hablas, NRFH, XV, 1961, pp. 51-60.
2 Diego Catalán, Génesis del español atlántico. Ondas varias a
través del océano. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de La
Laguna, 1958 [aunque se trata de una comunicación leída en Río de
Janeiro en agosto de 1959]; El çeço-zezeo al comenzar la expansión
atlántica de Castilla. BFi1, XVI, 1956-1957 (publ. 1958), pp. 306-334.

13
salvar ciertas dificultades geográficas, pero en tal denominación
no cabe la totalidad de rasgos fonéticos que debemos considerar.
En alguna ocasión se ha platicado también de Neorromania o
Romania nueva (cfr. p. 39). No insistimos de momento en
una nomenclatura que matiza la cuestión aunque no la pue
da resolver definitivamente, porque las soluciones dependen
—aún— de parcelas de nuestra ignorancia. En lo que sí quiero
insistir es en el falseamiento —deliberado o inconsciente— de
esa realidad española que es el español de Canarias. Cuando
en 1951 se publica una bibliografía de los estudios de filología
románica en Europa y América3 se organizó el volumen de
una manera harto extraña: aunque la bibliografía se ordenaba
unas veces por naciones, otras se siguió la agrupación por do
minios lingüísticos, mientras que, en alguna, el criterio prefe
rido era el del lugar donde trabajaron los investigadores o donde
imprimieron sus trabajos. De los conjuntos nacionales, se apartó
el habla de Canarias, con lo que las Islas no podían ser incluidas
en la bibliografía porque, si no cupieron en el país llamado Es
paña, mucho menos se podían insertar en una bibliografía de
Europa y América. Desde una estricta consideración científica,
las Islas Canarias debían ordenarse con el español, del mismo
modo que Madeira y Cabo Verde con el portugués. Por otra
parte, y esto no afecta al método, pero sí a los resultados, la
filología románica nó había recibido en ese momento nada —ni
una sola línea— de la producción isleña, y la filología española,
no demasiado. Juan Régulo, que redactó esa bibliografía, para
poder decir algo de la lingüística en Canarias tuvo que empezar
no en 1939, como en el volumen se anuncia, sino en el siglo
XVIII y aun hacer alguna incursión anterior. Quiero poner las
cosas en su punto: cierto patriotismo jugó en este caso una
carta pueril, y no ganó ninguna baza, sino que la. bibliografía
—desde un punto de vista científico— se descabaló. Siñ em
bargo, este criterio nos sirve para poner —ahora— las cosas

Os estudos de linguistica románica no Europa e no América


desde 1939, Coimbra, 1951. (El volumen está planeado por el Prof. M.
de Paiva Boléo).

14
en su punto; los trabajos de M. Steffen de J. Pérez Vidal5
,

o de J. Régulo Pérez 6, son dignos de encomio por su exactitud


y sus aciertos; los de Álvarez Delgado7 ilustran muchos aspectos
de las lenguas prehispánicas de las Islas, pero ¿cómo comparar
en número, variedad y tradición las contribuciones canarias
—insisto: dignas de todo encomio— con las del dialecto leonés
o las del dialecto aragonés? Pensemos que hasta el Español
de Tenerife (1959) 8 nunca se había publicado un libro sobre
los aspectos románicos de la lingüística canaria; que hoy aún
no se ha descrito ninguna de sus particularidades locales; que

Vid. Otra vez el “garoé”, RHL, X, 1944, pp. 39-45; El falso


“guato” del Torriani. RHL, XIII, 1947. pp. 177-197; Lexicología canaria,
1. RHL, XI, 1945, pp. 130-177; ib., II. RHL, XIV, 1948, pp. 137-176
y 414-452; ib., nr. RHL, XVII, 1951, pp. 11-26; Problemas léxicos,
RHL, IX, 1943, pp. 134-141; A pro pósito de un artículo de Dámaso
Alonso. El saúco entre Galicia y Asturias. (Nombre y superstición),
VRo, XIV, 1954, pp. 204-222 (materiales insulares).
Cf. La medicina popular canaria, Tagoro, 1, 1944, pp. 29-88;
Portuguesismos en el español de Canarias, MCan, 1944, pp. 30-42;
Prólogo y notas a la Colección de voces de Sebastián de Lugo, La
Laguna, 1946; Nombres de la lluvia menuda en la isla de La Palma
(Canarias), RDTP, V, 1949, pp. 177-199, etc.
6 Cf.: Cuestionario sobre palabras y cosas de la isla de La Palma,

La Laguna, 1946, aparte los estudios breves sobre problemas léxicos que
incluyo en los números 809-812 y 817 de mi Dialectología española,
“Cuadernos Bibliográficos”, VII. Madrid, 1962.—Quiero hacer una sal
vedad: La participación de este investigador en la obra que cito en la
nota 3, como es lógico, nada tiene que ver con la ordenación del
volumen.
De una copiosa bibliografía entresaco: Puesto de Canarias en la
investigación lingüística, La Laguna, 1941; Ecero. Notas lingüísticas
sobre El Hierro (separata de la RHL, números 72-75, 1945-1946); Ta
bona. Notas lingüísticas, RHL, XI, 1945, pp. 202-209; Teide. Ensayo
de filología tinerfeña. La Laguna, 1945; Tamarán. MCan, núms. 21-22,
1947, pp. 27-50; Miscelánea guanche. 1. Benahoare. Ensayos de lin
güística canaria. La Laguna, 1947; Etimología de “attegia” y sus rela
ciones. BFi1. X, 1949, pp. 64-76; Algunos topónimos de Agaete. MCan,
núms. 29-30, 1949, pp. 27-36.
8 Manuel Alvar, El español hablado en Tenerife, Premio “Antonio

de Nebrija” 1955 del C. S. 1. C. Anejo LXIX de la RFE, Madrid, 1959.

15
hasta 1959 no se había precisado la articulación de ningún so
nido del español insular. De aquí que el español de Canarias
necesite ser conocido, describir su fonética, inventariar su lé
xico, establecer la vinculación de palabras y cosas, analizar sus
cambios semánticos, trazar su geografía lingüística, medir la
altura social de sus fenómenos. Y todo ello, claro, sin olvidar
la historia °, que nos hablará de los portugueses en las Islas:
esos portugueses que ni para Torriani en 1590, ni siquiera para
Cambes, eran otra cosa que una nación más de Hispania. He
aquí un texto nítido del italiano que me permito traducir: “Te
nerife está poblado en su mayor parte por gentes portuguesas,
las cuales aventajan en las técnicas agrícolas a las otras nacio
nes españolas.. u .“

¿ARCAISMO? ¿CARÁCTER PERIFÉRICO DEL ESPAÑOL


INSULAR?

Cuando se ha tratado de caracterizar el español canario se


ha hablado de su arcaísmo. Es más, se ha llegado a escribir que
por su carácter periférico se ha estancado sin evolucionar “. La
hipótesis es falaz. La escuela lingüística italiana con sus dos
grandes maestros G. Bertoni y M. G. Bartoli, en un sucinto y
luminoso libro, el Breviario di neolinguistica1° estableció las
cinco normas por las que se rige la lingüística espacial. Una de
ellas, la de las áreas laterales (aree laterali), dice que las regio
nes marginales son más arcaizantes que las centrales Tal el

Elías Serra ha dedicado su atención al estudio de la historia in


sular. Se debe consultar, por los muchos materiales útiles para un
lingüista, la colección de Fontes Rerum Canariarum, con sus trece volú
menes ya impresos, aunque el valor de las transcripciones es desigual.
‘° Edic. Wólfel, 1940, p. 158.
11 Vid. J. Álvarez Delgado, Notas sobre el español de Canarias.

RDTP, III, 1947, pp. 208-209, especialmente.


° Parte 1: Principi Generali; Parte II: Criteri Tecnici. Modena,
1928. Las normas son de M. G. Bartoli y figuran en la p. 66 del
opúsculo. Seguidamente se explican y comentan.
‘° P. 68 y ejemplificación en las 69-70.

16
caso del castellano, arcaizante respecto al francés o al italiano;
innovador frente al catalán o al gallego-portugués. La hipótesis
que comento ha tenido una mala aplicación a nuestras islas. En
primer lugar hay que distinguir un hecho histórico: las regiones
de conquista (Canarias, América) y de reconquista (Andalucía,
Sicilia, el Mezzogiorno italiano) no pueden identificarse con
los territorios patrimoniales (Asturias, Aragón, Toscana, Isla de
Francia). No pueden identificarse por la sencilla razón de que,
en ellos, las estructuras tradicionales han sido barridas por gen
tes extrañas y al origen de estas gentes extrañas es a donde hay
que vincular las nacientes tradiciones. Así, la estructura lingüís
tica de Andalucía depende de unos hechos muy poco abstrusos:
simplemente del origen occidental, central u oriental de sus
conquistadores y repobladores; la de Canarias, desde un punto
de vista español, de las gentes andaluzas que aquí vinieron. No
se olvide que de “Andalucía salieron las principales expediciones
para la conquista y colonización de Canarias” u y no se olvide
que Alfonso Fernández de Lugo, el primer adelantado de Tene
rife, era andaluz y con él vinieron gentes de Sevilla y de San
lúcar’5 y que hay documentación que prueba cómo se concertó
con gaditanos la empresa de ocupar Gran Canaria u Y hacia Se
villa iba el ideal de la que llegó a ser gran ciudad de Las Palmas:
con su calle de Triana, con su nostalgia por tener una catedral
que se pareciera a la de Sevilla o la de encargar unos cuadros
que pudieran ser sevillanos
Si las leyes de los neolingüistas tienen poca aplicación al
español insular por causas históricas, bueno será remachar el

14 Pérez Vidal, apud Diccionario de Lugo, p. 27.


‘ Vid. H. Sancho de Sopranis, Los ascendientes del Adelantado
Alfonso de Lugo. RHL, XV, 1949, p. 235, y A. Roméu de Armas, Notas
históricas al blasón de los Adelantados. RHL, XI, 1945, p. 434.
6 Vid. H. Sancho de Sopranis, Miscelánea histórica canaria. RHL,
XVIII, 1952, p. 40.
17 Cf. Jesús Hernández Perera, La Catedral de Santa Ana y Flandes,

RHL, XVIII, 1952, pp. 442-454; Idem, Orfebrería de Canarias, Madrid,


1955, p. 111, y Sobre los arquitéctos de la Catedral de Las Palmas,
1500-1570. MCan, 7 3-74, 1960, p. 270.

17
clavo con otros argumentos: la situación de Canarias no se pue
de llamar periférica a humo de pajas, pues, desde el primer viaje
del Almirante, se pudo ver que las Islas no eran periferia de
nada, sino centro, eslabón intermedio que unía —válgame jugar
con la palabreja— dos periferias: la peninsular y la de América.
Y las cosas duraron desde el año de gracia de 1492 hasta el de
desgracia de 1898. Y hoy —por otros motivos— persisten to
davía. El español de Canarias no es periférico, sino medular.
Son los canarios quienes van a la periferia americana, como
aquellos 2.500 colonos insulares que marcharon a Santo Do
mingo en una época en que la vieja Española no llegaba a los
6.000 habitantes 1S• Por otra parte, queda esa escurridiza e ina
sible cuestión de los arcaísmos. Los que se suelen dar como
tales, difícilmente lo son Son regionalismos, vulgarismos,
dialectalismos. ¿Por qué han de ser arcaísmos vide o truje,
usados en todas las latitudes del español, desde los Balcanes
hasta el Pacífico? Esos llamados arcaísmos de Canarias (agui
siar, antier, cadenado, gago, barruntar, mercar, mesmo, etc.
etc.) no son ni más ni distintos que los de cualquier otra región
española.

EL ESPAÑOL EN UN NUEVO AMBIENTE. VOCES MARINERAS.


PALABRAS VIEJAS PARA CONCEPTOS NUEVOS.

Otro problema que hay que estudiar en la dialectología ca


naria es el de la adaptación de una lengua a medios o ambientes
distintos de los de su origen. Se han señalado en el español
de América los muchos términos náuticos que en él se usan:
flete ya no es ‘la carga marinera’, sino el ‘caballo’ de una u otra
clase; el estero es una ‘llanura’ y no ‘el sitio donde rajan las
olas’; el rancho es ‘la hacienda’ yno ‘el camarote de la tripu

18 Vid. Pérez Vidal, Aportación, pp. 91-127 y 181. Otros datos

en Tomás Navarro, El español de Puerto Rico. Río Piedras, 1948, p. 195.


19 Baste repasar la lista de Pedro Cullen del Castillo en Algunos

arcaísmos de los subsistentes en el léxico popular canario. MCan, núms.


73-74, 1960, pp. 159-166.

18
lación’; etc., etc.20. Pero esto mismo ocurre en las Islas:
jalar no es sólo ‘tirar de un cabo o de una cuerda’, sino —tam
bién— ‘llevarse la cuchara a la boca’; empatar no es ‘sujetar
el sedal a la patilla del anzuelo’, sino ‘alargar, añadir cualquier
cosa’; uña no es el ‘hilo de pescar’, sino también ‘la cuerda para
tender la ropa’, etc. etc.21. El marinerismo de estas hablas
—canarias, americanas— es fácil de explicar: las largas trave
sías hacían que los hombres de tierra adentro se familiarizaran
con la lengua de los navegantes y, al desembarcar, su habla
—por necesidad o por broma— iba salpicada con los términos
de la chusma (empleo la voz chusma en el sentido etimológico,
de ‘dotación de una nave’) y ya la lengua de tierra quedaba
contaminada para siempre de la jerga marineresca.
Pues bien, otro aspecto de esta cuestión lingüística es el de
dar nombre a las especies desconocidas. Unas veces, la imagi
nación vuela y ahí está el testimonio de los dragos, página
abierta en cualquier libro de caballerías22. Otras veces —y son
las más— se adaptan, como Dios da a entender, los viejos tér
minos existentes. Cuando españoles y portugueses se encontra

20 Cf. A. Alonso, La base lingüística del español americano, apud


Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos. Madrid, 1953, pp. 60-67,
especialmente, y J. Corominas, Rasgos semánticos nacionales. AILC, 1,
1941, pp. 1-29.
21 J Pérez Vidal, Influencias marineras en el español de Cana

rias. RDTP, VIII, 1952, pp. 3-25.


22 Me limito a transcribir unas líneas del Diccionario de Historia

Natural de las Islas Canarias, de Viera y Clavijo (edic. 1942, t. II, pp.
254-255): “el drago debe su celebridad a aquel su jugo propio, o resma
que suda de su tronco herido en los días caniculares. Este se condensa
en grumos de color de sangre... Bien sabido es que esta preciosa re
sina pasó mucho tiempo por una verdadera sangre de Dragón, y que el
naturalista Monardes... no dudó publicar que este tal árbol había to
mado la denominación de drago o de dragón por no sé qué figura de
esta bestia, que parecía impresa en su fruta. Es un error, y sólo es
verosímil que la hubiese tomado de la traza del tronco, rollizo y tara
ceado de las cicatrices de las hojas que se han caído, a semejanza del
cuerpo de una gran culebra, coronado de la copa erizada como de una
cresta”.

19
ron en el Nuevo Mundo con unas frutas extrañas, las llamaron
con voces de vieja cepa y, es curioso, recurriendo a las mismas
comparaciones. En América había una fruta que podía parecerse
a la piña del pino y nuestros abuelos, sin demasiados escrúpu
los, la llamaron piña, mientras que los portugueses recurrieron
a la voz indígena (abacaxí), porque resulta que piña se venía
usando por ellos para nombrar a lo que los españoles llamaban
chirimoyo o chirimoya, respetando el término autóctono.
Del mismo modo en Canarias, cuando los españoles vieron
una mata olorosa la llamaron altabaca o arbeaca, en recuerdo
de la alhábega o albahaca peninsular, sin darse cuenta que eran
dos cosas distintas, pues la albahaca insular es la olivarda o
vara de oro de Castilla23 del mismo modo, cuando contemplaron
a la Euphorbia canariensis pensaron en los cardos de sus pue
blos y rebautizaron al cactus con el nombre de cardán, por bien
distintos que sean las bellas euforbiáceas en forma de cande
labro y los hierbajos pinchudos de la Península 24; otro tanto
hicieron bautizando con el nombre castellano de la ‘margarita
silvestre’ (magarza, de amargaza, por su gusto) a una planta
típicamente canaria, la que los científicos llaman Leucanthemum
canariense Los testimonios de este tipo podrían multiplicarse
ad nauseain. No merece la pena. Con los casos aducidos hay
suficientes para aclarar los conceptos que he expresado en líneas
anteriores 26

LAS HABLAS CANARIAS, EL ESPAÑOL DEL SIGLO XV Y EL


JUDEO-ESPAÑOL.

También las Islas han sufrido otra experiencia defrauda


dora: su lengua se ha comparado una y otra vez con el caste

23 Viera, Diccionario, 1, s. y. altavaca, pp. 61-62.


24 Op. cit., nota anterior, 1, pp. 171-173.
23 Ib., II, pp. 81-82.
26 Para este apartado se consultarán con fruto las pp. 6 7-90 deI
trabajo de A. Alonso citado en la nota 20.

20
llano de la época de los Reyes Católicos u• Pero ¿por qué? La
falsa percepción de la geografía llevó a marrar en lo del carácter
periférico; la falsa interpretación de la historia lleva ahora a
otros malos pasos.
Es probable que al emitir esta tesis se estuviera pensando
en la cronología. Pero el tiempo es algo más que una hoja de
almanaque irremediablemente marcada con una fecha. Es un
fluir que no se remansa. Y bien claro el testimonio de las Islas.
En el siglo XV vinieron aquellos caballeros que de una u otra
forma encontraban —como el sevillano Guillén Peraza— aquí
la palma de su reposo; de ellos nacieron otros españoles, insu
lares ya, con los que empezó a fluir la ininterrumpida corriente
de la vida hispánica de las Islas. Pero estas islas no quedaron
al garete de España, desarboladas, sin gobernalle, sino que par
ticiparon —una región más— en los barquinazos de nuestra
historia y de nuestra cultura. El español de Canarias no es un
fósil de quinientos años, como un vetusto mamut siberiano,
sino una jugosa realidad, desde los cronistas más viejos hasta
Galdós o Carmen Laforet. Y no lo es en la lengua de los grandes
estilistas y no lo es tampoco en la lengua del pueblo. Aquí el
español tiene una indivisible unidad. Por eso Galdós tenía su
libretita con palabras canarias, tan sabidas que ni siquiera se
tomó el trabajo de definirlas u; por eso Carmen Laforet nos
puede contar la historia, afincada en el terruño, de su majore
ra 29 Tampoco el pueblo quedó a solas en sus islas; la vida
manó aquí como en Sevilla o Cádiz. No creo que nadie pretenda
decir que en la Puerta de Fuera, en la Alfalfa o en el Albaicín se
habla español del tiempo de los Reyes Católicos. Ni en El Cabo,
Vegueta o San Cristóbal tampoco, Ahí están el yeísmo, el seseo,
la aspiración de las implosivas, etc., tanto en los labios anda
luces como en los canarios ¿Español de la época de los Reyes
Católicos?

2 Vid. J. Álvarez Delgado. Puesto de Canarias, pp. 19-21; Notas,

pp. 207-209. Ambos trabajos se describen en las notas 7 y 11.


u Voces canarias recopiladas por Galdós, apud Voces y frases
usuales en Canarias, “Biblioteca Canaria”, Santa Cruz de Teñerife, s. a.
29 En La Isla y los demonios, Barcelona, 1951, pp. 263 y SS.

21
Hay que desechar —también— otro espejismo: el pensar
que canario y judeo-español conserven una especie de arcaísmo
común °. No insisto en las cuestiones geográficas e históricas,
que bien asentadas quedan, pero, también ahora, la cronología
ha cegado la claridad. No se olvide que estos judíos se incrustan
en comunidades lingüísticas vivas (árabes, turcas, holandesas,
griegas, búlgaras, etc., etc.) y en ellas los sefardíes son minorías
que viven al margen, en ambientes hostiles o indiferentes, defen
diendo con uñas y dientes aquellas parcelas de su tesoro (la
lengua, el romancero) que no quieren perder. Sin embargo, den
tro de esos grandes complejos lingüísticos y culturales en los
que se insertan, los sefardíes quedan aislados, sin contacto casi
con la metrópoli, al menos sin ninguna suerte de vinculación
oficial. Ellos sí que son barco a la deriva, aunque sea una angus
tiada deriva que ya va por sus quinientos años. Por eso el judeo
español se ha ido agostando durante siglos y hoy está exhausto.
El español de Canarias no es el judeo-español. No es una
lengua vencida que implora la caridad de un cobijo; es, muy
al contrario, una lengua de conquista que, desde el siglo XVI 31,
ha eliminado las hablas prehispánicas; las relaciones de las Islas
con la Península son las que existen entre las regiones de cual
quier territorio metropolitano; estamos —otra vez— a solas
con un concepto único: el español. Y una variedad, otra más
entre quince, de esas variedades regionales: el español de las
Islas Canarias.

IMPORTANCIA DE LAS HABLAS CANARIAS

Toda esta andadura no se ha hecho para negar la persona.


lidad del español insular; antes al contrario, para drsela y
caracterizarla. Sin embargo, hemos de aprovechar cuanto de
útil encontremos al trazar nuestros proyectos. Porque el español

° Vid. loc. cit. en la nota 27.


31 Alvarez Delgado, Notas, p. 207, n. 4, aduce unas cuantas fuentes,
pero no localiza nunca el lugar donde Torriani, Espinosa o Abréu hacen
referencia a tales hechos.

22
de Canarias es, simplemente, una variedad regional de esa en
tidad universal que se llama el español. Su peculiaridad no está
en ser una jerga incomprensible, ni un retazo perdido en la
geografía, ni un andrajo maltratado por el tiempo. El español
de Canarias es tan buen español, y de tan buena ejecutoria,
como el español de cualquier otro sitio; su característica está
en esos elementos con que enriquece, da variedad y hace bella
a la lengua común.
El español de las Islas Canarias se nos presenta, al menos
en lo que sabemos, como una manifestación típica de las hablas
meridionales y, dentro de ellas, del grupo que puede llamarse
atlántico. En otra ocasión he hablado de los guanchismos, ar
caísmos, occidentalismos, andalucismos y americanismos que
integran su léxico. Pero esta complejidad no hace sino incitar
nos a un estudio demorado de las cuestiones: tanto para el
conocimiento real de los hechos, cuanto para poder montar
sobre ellos una especulación fundamentada. En sí, pues, la im
portancia de las hablas canarias es singular; pero su trascen
dencia se multiplica al parangonarla con hechos que se cumplen
en el español de América o al considerar las Islas como eslabón
insoslayable entre el Viejo y el Nuevo Mundo.

23
GEOGRAFÍA Y SOCIOLOGÍA LINGÜÍSTICAS
EN EL ESPAÑOL INSULAR

LA aparición de la geografía lingüística vino a revolucionar


totalmente los estudios de las hablas vivas1. Como toda re
volución tuvo que luchar con las fuerzas reaccionarias y, como
siempre, hubo excesos de una y otra parte. Sin embargo, sere
nados ya los ardores de la refriega, otros nuevos métodos qui
sieron suplantar al geográfico. Cierto que la historia es impla
cable: para la “novedad” del estructuralismo se ha encontrado
la “vejez” de los positivistas y para la de la sociología, la de
Rousselot o Gauchat, pioneros de nuestra ciencia.
Si algún mérito tiene la geografía lingüística —y ya no se
discute que sean muchos— es el haberse renovado sin cesar.
Y bien merece la pena meditar que todas sus aportaciones
metodológicas y teóricas se han hecho en medio siglo escaso.
A Gilliéron le sucedieron K. Jaberg y J. Jud; la obra de estos
se ha continuado, con espíritu de renovación, en los atlas de

1 Para el lector no especialista —y para el especialista también—

recomendaría la lectura del capítulo III, espléndido por todos concep


tos, de la obra de lorgu lordan, Lingüística Románica. Madrid, 1967.

25
pequeños dominios. No es cuestión de hablar de lo que tanto
se ha hablado.
Sin embargo, no se ha encontrado nunca, ni nunca se en
contrará, el remedio universal para resolver nuestros problemas.
Cada método aporta algo, pero no todo lo que hace falta saber.
Constreñirse ciegamente a uno o a otro significa voluntaria li
mitación de nuestros vuelos y harto limitados nos encontra
remos siempre por la circunstancia de ser hombres.
Quiero señalar, sencillamente, la conveniencia de usar el
método geográfico o el sociológico para estudiar la realidad
viva que es el español hablado en las Islas Canarias. Acaso
lleguemos a la conclusión de que todos los caminos son lícitos,
si se siguen honestamente, y que conviene no tapiar nuestra
actividad, sino ensancharla cuanto podamos para que entre
el viento refrigerador, cualquiera que sea el rumbo de su pro
cedencia. Ahora bien, al buscar unos datos inmediatos que
puedan sustentar ulteriores construcciones teóricas, es necesario
recurrir a un determinado procedimiento de trabajo, si quere
mos llevar a buen fin la tarea emprendida y no perdernos en
cuestiones marginales o en un campo inabarcable. Precisamente
la necesidad de obtener unos materiales idóneos, no sólo desde
el punto de vista geográfico, sino también del sociológico, llevó
a los realizadores del Atlas Lingüístico de Italia y de la Suiza
meridional (AIS) a inquirir por oposiciones lingüísticas dentro
de una misma localidad, con lo que los hechos de tipo social
inferían en los puramente geográficos. Ahora bien, entre las
limitaciones de la geografía lingüística —mejor diríamos, de la
cartografía lingüística— está la de aceptar, habitualmente, a un
solo informador como representante de una modalidad local y
que tal “sujeto” —empleando uno de los términos consagra
dos— sea de una clase social baja para que su lengua no tenga
contaminaciones externas (por viajes, trato con gentes ajenas
a la localidad, lecturas, etc.). Inmediatamente se puede argüir
que el habla de ese individuo no es toda el habla ni todas las
hablas de la localidad. Cierto. Pero es lícito que si se quiere
obtener para futuras investigaciones un léxico agrícola, mari
nero, etc. habrá que recurrir a un campesino, a un patrón de

26
pesca, etc. No puedo comprender que sea de otro modo, por
más que el estudio de los estratos sociales sea imprescindible
si lo que buscamos son los “dialectos verticales”, tal como
suelen ser definidos2
Surge inmediatamente la pregunta de si son compatibles
el estudio geográfico con el sociológico o no. A mi modo de ver,
sí. Siempre y cuando no consideremos como exclusivos deposi
tarios de una lengua a los sujetos rurales (escogidos para allegar
el léxico campesino) o a esos pocos en los que fundamentamos
la estratigrafía social. Porque un hablante, por pertenecer a un
nivel determinado (campesino, obrero, intelectual, etc.), ya
nos está dando materiales sociológicos; al mismo tiempo que
por hablar según las normas que rigen en un determinado sitio
nos facilita materiales geográficos. Claro que para cierto tipo
de estudios habrá que limitar cada tipo de interés, pero esto no
pugna con los principios metodológicos de una u otra empresa.
Por otra parte, al enfrentarnos con esa realidad concreta
que es la vida, y su consecuencia el habla, nos encontramos
que no es discernible a priori hablar del arcaísmo de las gentes
menos instruidas frente a los hablantes cultos; porque bien
sabido es que los cultos son con frecuencia reaccionarios, lin
güísticamente hablando, y que sólo grandes convulsiones socia
les han hecho que las innovaciones de los campesinos o los
menestrales hayan podido llegar a las clases más instruidas.
Por poco que pensemos, nos daremos cuenta enseguida que
un determinado grupo social puede ser caracterizado por co
rrientes encontradas: innovadoras y arcaizantes, a la vez. No
cabe, por tanto, practicar una fácil dicotomía, que oponga es
tratos superpuestos, sino que es necesario pensar en que otros
bloques están en posición vertical y no horizontal: un mismo
rasgo afecta a clases sociales distintas, aunque otros independi
cen a los grupos de hablantes de grupo social diferente. Ejem
plifiquemos con un caso canario.
Se ha dicho alguna vez que el habla de los marineros in

2 Vid. V. García de Diego, Dialectología hispánica (2.a edic.).


Madrid, 1959, pp. 359-366. El término procede de Passy.

27
sulares es arcaizante. No puedo aceptar como buena esta simple
afirmación impresionista, pues no acierto a comprender que sea
sólo arcaizante la lengua de los marineros : gentes en íntimo
contacto con otras venidas de sitios muy remotos; ellos mis
mos, viajeros a costas y muy diversas y, por su propia condi
ción, abiertos a todos los vientos. Es más, he estudiado las
hablas marineras de muchos pueblos canarios (Caleta del Sebo,
en La Graciosa; Arrecife, en Lanzarote; Puerto del Rosario,
en Fuerteventura; Las Canteras, San Cristóbal y Puerto Mogán,
en Gran Canaria; San Sebastián, en La Gomera; El Porís, en
Tenerife); pues bien, el pretendido arcaísmo no lo encuentro.
En Caleta del Sebo, comparé el habla de un marinero (analfa
beto, 62 años) con el de una mujer (instrucción primaria, 18
años) y, al parecer, el hombre practicaba ciertas innovaciones
desconocidas por ésta. Así en el caso de la conservación de
la aspirada en los plurales, frente a la pérdida de la h en el
hombre y así también en el tratamiento de la h (castellano j)
la mujer volvía a ser arcaizante: decía anhilá ‘enhebrar’, por
ud el pescador.
He comparado el habla de un labrador de Arico y un ma
rinero de El Porís (Tenerife), sin encontrar diferencias, pero,
trabajando en la isla de Fuerteventura, noté que en Morro
Jable, y a pesar del aislamiento del poblado, había unos rasgos
innovadores que llamaban la atención, frente a lo que sabía de
otros sitios de la Isla. Es norma en mis trabajos de geografía
lingüística redactar unas páginas caracterizadoras del habla que
transcribo; así in situ puedo comprobar las observaciones que
he hecho en los dos o tres días que ha durado la encuesta. En
esta ocasión, apunté unas observaciones de carácter sociológico
que me permito copiar al pie de la letra (están fechadas el 8 de
Abril de 1966): “La impresión general del habla es, por ejem
plo, de mayor modernidad (innovaciones fonéticas, al menos)

El estudio de esta modalidad lingüística me parece imprescindi


ble en una región como las Canarias donde el mar configura la vida
toda de las gentes, desde la geografía hasta la alimentación.

28
que en Betancuria Intento una explicación: aunque Morro
.

Jable es —por tierra— el lugar de acceso más largo y malo de


toda la isla como no hay más que marineros, esta gente —por
,

contacto con hombres de sitios distintos— tiene el habla más


nivelada, o uniformada, que en los pueblos labriegos del inte
rior”. En Tenerife, el habla de un marinero de Los Cristianos
carecía de rasgos muy dialectales (-o final sumamente cerrada,
-illa>-illá) que se daban en un labrador de Arona (municipio
al que pertenece la playa en cuestión), pero, en general, las dos
hablas enfrentadas coincidían en muchos elementos comunes.
Así pues, un conocimiento objetivo de la realidad no autoriza
a aceptar una afirmación escrita a vuela pluma y mis consi
deraciones no quedan como hechos aislados, sino que coinciden
con la modernización de la terminología tradicional de los ma
rineros del Adriático, tal y como señaló Mirko Deanovió6 o
con las comprobaciones, idénticas a éstas, que Ivan Petkanov
hizo en el Mar Negro7, o que yo he realizado en los mares de
la Península8
En otro orden de cosas, hay hechos lingüísticos que alcan
zan su plena explicación dentro del campo sociológico sin nece
sidad de enfrentar los diversos estratos sociales en que se puede
fragmentar cualquier lengua. En tal sentido, la propia parla de
los marineros podría servirnos como punto de referencia. Una
lengua de grupo puede acceder a la lengua común cuando está

Betancuria es la antigua capital de la isla, emplazada en un


bello paraje del interior. Unamuno dedicó al pueblo el soneto XLIV
del libro De Fuerteventura a París (“Obras Completas”, edic. García
Blanco, t. XIV, p. 522).
Sólo una pista muy penosa —borrada, a veces— une la localidad
con Puerto del Rosario: llegar cuesta más de cuatro horas en jeep.
El puerto de Morro Jable es modestísimo y de carácter muy local.
6 Esperienze nell’Adriatico orientale col Questionario dell’ALM
(BALM, 1, 1959, p. 129).
Esperienze sulla costa bulgara col Questionario dell’ALM (BALM,
11-111,1960-61, p. 31).
En el ALEIC se usaron tres marineros en las encuestas, dos en
el AIS y 29 en el AL!. No se ha hecho —que yo sepa— un cotejo
entre las hablas de estas gentes y los otros sujetos.

29
prestigiada por algún factor social; en el caso que nos ocupa,
las travesías inacabables la vida insular —como en una nave
,

anclada—, la cantidad de marineros, convirtieron a ese grupo


social, en cierto sentido, en rector de determinadas normas
lingüísticas, lo que —por otra parte— impedía que se anquilo
sara en un rígido arcaísmo. Cuando todos los factores conside
rados se convirtieron en fuerzas en marcha, fue el momento en
que el grupo social de las gentes del mar marcó su impronta
en la lengua común y el habla de las Islas quedó impregnada
de ese fuerte color marinero del que ya he tenido ocasión de
ocuparme
He aquí expuestos, sobre bases muy precisas, dos proble
mas que afectan a cuestiones de índole sociológica. Uno de
ellos pugna con cierta observación superficial de los hechos;
otro, aclara la penetración de un idiolecto en la lengua común.
Cierto que ambos no podrían haberse aclarado simplemente
con unas consideraciones geográficas, ya que los métodos co
mentados tienen muy distintos alcances y muy distintas pre
tensiones, por más que puedan incidir con frecuencia sobre
una misma parcela de la vida del lenguaje. Y es que, según he
dicho en otras ocasiones, “no creo que los Atlas sean —como
muchos quieren— la panacea que resuelva todos los problemas
lingüísticos; ....el cuestionario, por dilatado que sea, no refleja
más que una parte de la vida del lenguaje” Pero tampoco
.

podemos pensar que aplicando un método u otro llegaremos a


ser dueños de modo inequívoco de todas las posibilidades de
un habla. Bastará pensar en algo que es muy viejo en nuestros
estudios: nunca poseeremos la realidad de cualquier habla, por
que la realidad es cambiante en cada comunidad, en cada in
dividuo de esa colectividad y en los momentos, distintos, de
cada individuo.

Vid. A. Alonso, art. cit. en la nota 20 de la p. 19.


1 Vid. pp. 18-20 en este mismo libro.
11 Son palabras de El español hablado en Tenerife, p. 4. Anterior.

mente había formulado especies semejantes en Historia y metodología


lingüísticas. A propósito del Atlas de Rumania. Salamanca, 1951, p. 13,
por ejemplo.

30
Además, siendo el canario, como es, un conjunto de hablas
innovadoras, pero no siempre, ni en todos sus aspectos u, te
nemos que estudiar sus distintos niveles sociales y los distintos
grupos que integran cada uno de esos niveles o que participan
de varios de ellos. De ahí que sea necesario el estudio de las
hablas que en un sentido muy amplio (campesinos, pastores,
marineros) pudiéramos llamar rurales y, además, las hablas
urbanas; sin olvidar que entre unas y otras se produce un
proceso osmótico suficientemente conocido: los barrios ciu
dadanos son como líneas de transición que llevan hacia el ru
ralismo; a través de estas estructuras suburbanas, el campo
penetra dentro de la ciudad. Por otra parte, no debe ignorarse
el hecho inverso: la urbanización del campo. El labrador que
vive en los arrabales de un importante núcleo de población para
entenderse con los otros ciudadanos tenderá a nivelar su habla
según la norma —o normas— de comprensión que en la ciudad
rijan. Si las Islas tienen interdependencia lingüística, lo que es
tan verdadero como poder hablar de la autonomía de cada una
de ellas, mucho mayor será esa interdependencia entre dos —o
más— comunidades sociales diferentes que convivan en una
misma ciudad. Estudiando el habla de Tenerife seguí los mé
todos de la geografía lingüística, pero insuficientes para explicar
todos los hechos de lengua, una y otra vez, tuve que recurrir a
comparar las modalidades rurales con las urbanas. Así, por
ejemplo, determinado timbre de la o final se daba en un labriego
de La Laguna y un marinero del Puerto de la Cruz, lo que me
hizo pensar si ese matiz no sería de carácter ciudadano n, y a
motivaciones del mismo tipo pertenecerían la pérdida de la as
pirada inicial, que opondría el habla “urbana” de La Laguna a

Recuérdese que los eruditos locales han percibido el arcaísmo


del habla de las Islas. Cfr. Pedro CuUen, Algunos arcaísmos de los sub
sistentes en el léxico popular canario (MCan, números 73-74, 1960,
pp. 139-166). No de otro modo ocurre en Andalucía, como señaló hace
muchísimos años Américo Castro (El habla andaluza, apud Lengua,
enseñanza y literatura. Madrid, 1924, pp. 67-71, etc.).
Vid. § 8, 1, pp. 17-18.

31
la muy “rural” de Taganana 14, la aparición de -e paragógica
tras -r (labrare, lambere, calore, telare, etc.) en distintas loca
lidades exploradas o el yeísmo irradiado desde las capitales
insulares ‘.
En uno de los casos con que acabo de ejemplificar los
métodos geográfico y sociológico vienen a hermanarse. La -e
paragógica “es muy frecuente en pueblecitos como Afor y Ta
borno, situados en los montes de Anaga. Geográficamente debe
ocupar un área situada en el nordeste de la isla de Tenerife16
y, sociológicamente, en Taganana el fenómeno estaba muy ex
tendido entre mujeres mayores de sesenta años, y, en menor
cuantía, entre los hombres”. Otro hecho sobre la difusión de
este fenómeno vendría a pugnar con la interdependencia insu
lar y a dar razón a un intento de explicación geográfica: en
todos los puntos de la Isla de La Gomera donde he hecho en
cuestas (Vallehermoso, Alajeró, La Caldera, San Sebastián) he
encontrado el rasgo, que con tal difusión sólo he oído en esa
Isla, de las seis que conozco. Habría, pues, que pensar en un
arcaísmo de determinadas áreas (hecho geográfico) limitado en
algunos sentidos al habla de las mujeres (hecho social).
Teniendo en cuenta esto será necesario el estudio de los
distintos estratos sociales para conocer los “dialectos vertica
les”, según el término acuñado por Passy, pero será necesario
conocer —también—- la difusión geográfica de los fenómenos
para estudiar su “geología lingüística” y su historia. Natural
mente, podrán darse trabajos limitados a un solo aspecto de
los que apunto, pero el conocimiento de una lengua en toda su
complejidad necesitará cohonestar todos estos tipos de inte
reses.
Cierto que el estudio de una lengua urbana deberá ir pre
cedido por un estudio sociológico, tal como ha hecho A. Badía
en Barcelona, pues de otro modo se procederá por impresio
nes, que podrán o no ser acertadas. Tomemos el testimonio de

14 Ibidem, § 14, 6, p. 25.


“ Cír. pp. 79-85 de este libro.
16 Vid. mapa 5 de mi Español en Tenerife. Cito las observaciones
que hice en la p. 39 de ese libro.

32
las grandes urbes del Archipiélago, Las Palmas y Santa Cruz.
El habla de cualquiera de estas ciudades es mucho más com
pleja de lo que parece a simple vista —u oída—: varia pro
cedencia de sus habitantes, significado de unos puertos impor
tantísimos y toda la estructura social aneja a ellos (personal
heterogéneo para los buques, los almacenes, las refinerías; el
comercio; la vida al margen de las normas sociales, etc.). Es
imprescindible conocer la naturaleza de todas estas circunstan
cias antes de que —alegremente— nos lancemos a una empresa
que puede fracasar por un mal planteamiento de los hechos
metodológicos. Y no se olvide que hace setecientos años, Dante
Alighieri había dejado, constancia de estas diferencias en el
seno de una misma ciudad: “discrepant in loquendo.... conve
nientes in eodem nomine gentis ut Neapolitani et Caetani,
Ravennates et Faventini; et quod mirabilius est, sub eadem
civilitate morantes, ut Bononienses Burgi sancti Felicis et Bo
nonienses Strate Maioris” ‘.
Ahora bien, siendo cierta la observación de Dante, como
lo es también la existencia de niveles socio-culturales en las
Islas, no podemos negar que sobre ellos actúan muy encontra
dos intereses y no es lícito sacrificar la geografía en aras de la
sociología, y al revés. Como es bien sabido, la neutralización
ll=y es un rasgo urbano que irradia desde las ciudades sobre
el campo 19; sin embargo, no en todos los sitios se ha cumplido
este proceso de la misma manera: me dicen que en el barrio de
San Benito en la ciudad de La Laguna, hay gentes distinguidoras,
y, lo que es más de señalar, por más que el yeísmo sea un
rasgo que caracteriza a los hablantes cultos de las Islas 19,
los tinerfeños de La Orotava mantienen su 11,aunque pertenez
can, familiarmente, a la clase media, hayan estudiado en La
Laguna y sean catedráticos de Universidad. Es decir, el norte
de Tenerife resulta conservador, a pesar de su prosperidad eco

‘ 1, IX, 4.
De vulgari eloquentia,
18 Vid, las páginas 79-85 de este libro. Consigné el hecho en El
español de Tenerife, p. 41.
19 Vid, el testimonio que doy en la p. 80.

33
nómica y de poseer núcleos urbanos de importancia muy rele
vante en la historia cultural de Canarias. Para explicar esta
persistencia no bastan los métodos sociológicos al uso, porque
pugnan con ella; la justificación habrá que buscarla en razones
históricas o geográficas, unas y otras muy íntimamente ligadas.
Si en el caso anterior hemos visto cómo el nivel socio-
cultural de los hablantes y la estructura “burguesa” de una
ciudad no son elementos suficientes para aclarar los hechos de
lengua, voy a exponer otro en el que veremos cómo las razones
geográficas se imponen sobre las sociológicas. En líneas ante
riores he dicho que la terminación -re (labrare, lambere, etc.)
con -e paragógica es propia de un rincón de difícil acceso en
el nordeste de Tenerife. Es decir, son razones geográficas y no
de estratigrafía social las que han de explicar este hecho. Me
permitiré aducir mi propia experiencia como encuestador: la
primera persona de Taganana a la que of finales en -re fue una
señora de cierta distinción, con hijos universitarios, y perte
neciente a una familia de gran renombre en el nordeste insular.
Nada de esto le impedía hablar como las gentes menos culti
vadas, y es que no se trata tan sólo de la altura social de un
fenómeno, sino de que ese fenómeno se dé precisamente allí y
entre gentes de una determinada edad, sobre todo entre las
mujeres: si el proceso socio-cultural está limitado a uno o va
rios niveles de habla, el geográfico resulta general e imperativo z.
El mal de cualquier apriorismo es tomar posición antes de
conocer la realidad; seré el último en negar el carácter social
que pueda tener un rasgo arcaizante; pero sería pueril rechazar
el valor de la geografía para poder explicar ese rasgo por otros
medios, si los sociológicos nos fallan. Un método no excluye
al otro, sino que lo complementa; y aun hay otros métodos

20 No he estudiado los materiales que tengo allegados para el


ALECan (he realizado todas las encuestas de La Graciosa, Lanzarote,
Fuerteventura, Gran Canaria, La Gomera, y he comenzado en Tenerife);
sin embargo, con los informes de cada una de mis encuestas, podría
señalar alguna otra frontera: por ejemplo, el límite del cierre de -e y -o
(muchas veces -i, -u) en el norte de Lanzarote (de momento, vid. mis
Notas sobre La Graciosa, § 9-17 y 60-61).

34
distintos de los dos que he tomado en consideración a lo largo
de estas páginas.
Teniendo en cuenta todo lo que he expuesto hasta ahora
resulta evidente que la sociología lingüística es necesaria para
una apurada visión de los hechos dialectales. Pero en modo
algunó puede suplantar a las técnicas geográfico-lingüísticas tal
y como fueron déscubiertas por Gilliéron, enriquecidas y depu
radas por Jud y Jaberg y aguzadas por los Atlas lingüísticos de
pequeños dominios. Entonces cabrá preguntar si dos métodos
que se prestan mutuo apoyo viven —y deben vivir— insolida
nos o, por el contrario, han de colaborar para su recíproca
perfección. La conveniencia de estudiar sociológicamente los
dialectos la sintió antes que nadie un “geógrafo lingüista”: Karl
Jaberg. En una obra magistral (Aspects géographiques du lan
gage. París, 1936, p. 20), enunció por vez primera la necesidad
de tales realizaciones, según tendré ocasión de aclarar más ade
lante. Entonces, se podrá formular una doble pregunta a la
viabilidad de tales deseos: ¿los materiales de un Atlas lin
güístico bastan para descubrir la estructura de una lengua?
¿Los métodos tradicionales de la geografía lingüística son vá
lidos para regiones como Canarias, América, donde nunca se
habló latín?
En primer lugar, los Atlas lingüísticos son de muy variadas
condiciones y no puede responderse de modo universal a la
cuestión. Tienen, sin embargo, una serie de restricciones se
ñaladas por todos sus adversarios: limitación de preguntas,
selección de los puntos de encuesta, interrogatorios a uno o
muy escasos informantes. Todo ello es cierto. Pero no se puede
silenciar la inmensidad de sus ventajas (homogeneidad, cohe
rencia, autenticidad de sus materiales; distribución geográfica
de los fenómenos, claridad de su presentación; facilidad para
hacerse cargo de un hecho, etc,). No se trata ahora de ello.
Simplemente, de responder a una pregunta que más o menos
retóricamente hemos formulado. Los materiales de un Atlas
no abarcan la totalidad de una lengua, sino los aspectos que,
mediante un estudio previo, han interesado más de esa estruc
tura. No se trata, pues, de suprimir con la geografía lingüística

35
todos los otros procedimientos de encararnos con la lengua,
sino de colaborar —con todos— a facilitar y perfeccionar esa
descripción. La contrapregunta sería obvia: ¿puede la socio
logía o cualquier otro método de investigación descubrir la es
tructura de una lengua en todos sus aspectos? La respuesta
volvería al principio: según qué se entienda por la estructura
completa de una lengua y los aspectos que se pretendan estu
diar. Porque el método puramente sociológico no nos servirá,
pongo por caso, para el estudio de las relaciones entre palabras
y cosas o para conocer la influencia de las creencias antiguas
sobre el habla de hoy o para ver cómo se conforma folklórica-
mente una familia de palabras, etc., etc. Hechos vivos para los
que la geografía lingüística ha rendido impagables servicios. Si
volviéramos a la fórmula tan querida por algunas escuelas de
investigación podríamos ver que la lengua es el espejo sobre
el que se proyecta la vida entera de un pueblo, desde su inter
pretación metafísica del mundo hasta la realización material
de un objeto. Entonces, la lengua se hace “sangre del espíritu”,
mundo complejísimo no saciado con el agua que puedan sacar
los arcaduces de una sola azuda. Pero si pensamos en la
limitación de cualquier método y humildemente reconocemos
nuestras restricciones, tendremos que aceptar que el método
cartográfico también facilita buenas descripciones de hablas
vivas, como se ha podido comprobar con el ALF de Gilliéron:
“Die so überaus interessante und in sich so eigenwillig ge
schlossene Sprachlandschaft des Gascogne haben nach einigen
guten, aus dem ALF hervorgegangenen Studierzimmerarbeiten
G. Rohlfs und seine Schüler” 22
Quisiera resumir brevemente mis ideas sobre este asunto.
El método geográfico no actúa en una campana de vacío; el

21 A. Kuhn, Sechzig Jahre Sprachgeographie in der Romania.

(“Romanistisches Jahrbuch”, 1, 1947-48, p. 43) En la nota 5 del trabajG


se aduce la bibliografía a que el texto se refiere. Y conste que Gascufia
presenta unos problemas de polimorfismo con tanta inestabilidad como
Andalucía y Canarias y, por otra parte, no fue la región mejor explo
rada por Edmont.

36
explorador provisto de un cuestionario no busca sólo la imagen
lingüística de un solo hablante e ignora todo lo demás. Tal y
como hemos trabajado en muchos sitios de España, hemos
estado en íntimo contacto con la totalidad de las realizaciones
lingüísticas. Es cierto que un informador nos sirve de base,
pero esto no quiere decir que sea desatendida la situación de
ese idiolecto particular dentro del conjunto al que pertenece.
Para probar la veracidad de este aserto, me permito recordar
las observaciones que he hecho sobre las características del
habla de labradores y marineros o los informes sociológicos
que se registran en las páginas que al frente de cada cuestio
nario caracterizan a cada habla local. En otra parte de este
libro se encontrarán informes sobre la existencia de ce post-
dental con marcado carácter sociológico n; en otras, hablo de
la altura social del yeísmo23 o sobre la posición de la aspirada
h- en la conciencia de los hablantes sobre la conservación o
pérdida de la -d- intervocálica n, sobre la neutralización de 1 y r
implosivas 26 o sobre las alternancias nosotros los otros,
nos los Y no he agotado las posibilidades de estudiar
sociológicamente un habla tomando como base el método geo
gráfico.
Es decir, no pretendiendo hacer sólo sociología lingüística,
un Atlas de las hablas canarias reúne fácilmente un caudal de
informes de sociología lingüística que muchas veces supera al
de los trabajos elaborados de acuerdo con este exclusivo mé
todo. Y es que no se deben ignorar los hechos teóricos: uno
de los grandes frutos del Atlas linguistique de la France, tal
y como Gilliéron lo concibió, fue penetrar en la biología de
la lengua y conocer cómo se fraguan las modificaciones lin
guísticas. Y conviene no olvidar que la sociología, como expli

Vid, las páginas 67-69.


23 Cfr. páginas 80 y ss.
n Vid, páginas 87-89.
Páginas 90-91.
26 Páginas 92-93.

27 Páginas 103-104.

37
cación de unos determinados hechos de lengua, cae dentro de
la biología lingüística. Por eso, camino adelante en la senda
de Gilliéron, el Sprach- und Sachatias Italien und Südschweiz
(AIS) profundizó en los problemas de biología y sociología lin
güísticas y comparó en alguna ocasión el habla de hombres
y mujeres, tal y como hizo G. Rohlfs en Lucera (punto 707 del
AIS), por ejemplo. Todos estos hechos y el haber encontrado
una clara oposición en el habla de un hombre y una mujer en
la primera de mis encuestas del ALEA, me hizo no desatender
este aspecto de la sociología lingüística en mis investigaciones’.
Cuando trasplanté a Canarias los métodos de mi trabajo seguí
en todo las pautas que usé en la Península. Y no olvidemos
que geógrafos lingüistas como ¡Ud y Jaberg, Rohlfs (no sólo
en Lucera, sino también en Lescun’°), Alliéres y Salvador3’
han descubierto y caracterizado a la llamada sociología en sus
aplicaciones lingüísticas ‘.
En cuanto a la cuestión de si los métodos tradicionales
se pueden aplicar a las regiones donde nunca se habló latín,
creo que deberá pensarse una vez más en las relaciones de so
ciología y geografía lingüísticas. Es cierto que muchas de estas
regiones (Andalucía, Canarias, Hispano-América) manifiestan
una marcada estratigrafía socio-cultural, pero esta ordenación
estratigráfica se da en todas partes y en todas partes produce
—o puede producir— la segmentación de una lengua de acuerdo

28 Cfr. K. Jaberg y J. Jud, Der Sprachatlas als Forschungsinstru


nzent. Halle, 1928, PP. 189-190, y K. Jaberg, Aspects géographiques du
langage. París, 1936, pp. 20-2 1.
29 Dan fe de ello las Diferencias en el habla de Puebla de don
Fadrique (RFE, XL, 1956, pp. 1-32) y El cambio -al, -ar > e en andaluz
(Ib., XLII, 1958-59, pp. 279-282). Un resumen de estas y otras cosas
apareció en la Revista do Livro (Río de Janeiro), n.° 12, pp. 77-86.
30 Le patois de Lescun (Basses-Pyrenées). “Miscelánea Alcover”,
Palma de Mallorca, 1932. pp. 354-387.
‘ Allires, Un exemple de polymorphisme phonétique: le polymor
phisme de l’-s implosif en gascon garonnais (“Via Domitia”, 1, 1954,
p. 97); Salvador, Fonética masculina y fonética femenina en el habla
de Vertientes y Tarifa (Granada) (“Orbis”, 1, 1952, pp. 19-24).
32 Vid. M. Alvar, Nuevos Atlas, ya citados, PP. 54-56.

38
con los distintos grupos que integran una sociedad. Cierto que
la oposición de los distintos niveles sociales en Andalucía,
Canarias e Hispano-América es distinta de la que se da en
Castilla o Aragón, como ha señalado muy bien Diego Catalán u,
y ha creado la aparición de una norma culta dentro del dialecto,
distinta de la norma académica. Creo que la existencia de una
Romania nuova en el sentido que define Tagliavini (“frutto
della colonizzazione da parte di nazioni parlanti lingue roman
ze”)u es metodológicamente muy provechosa, pero no debemos
dejarnos encandilar como pájaros en la noche: la oposición
de una Romania Vieja frente a otra Romania Nueva (como las
dos Castillas o las dos Cataluñas) no viene a zanjar definitiva
mente la cuestión entre las hablas directamente derivadas del
latín (castellano, leonés, aragonés) y las que proceden de una
lengua románica (andaluz, canario, español de América), por
que esto supondría tanto como creer que las hablas de tipo
arcaizante (los dialectos leonés y aragonés, recién aducidos)
habían tenido una pura continuidad latina. Y sabemos que no
puede haber ni un solo dialecto que presente su ejecutoria sin
contaminación o impureza.
En 1921, A. Meillet comentando el famoso libro de Gillié
ron sobre L’Abeille decía: “en une certaine mesure —qu’il ne
faut natureliement pas éxagerer— chaque village de France a
eu, depuis l’époque latine, son développement lingüistique
propre” n y L. Spitzer, por su parte: “Alle Versuche (wie etwa
in Meyer-Lübkes Rom. Grammatik oder in Ascolis Dialektun
tersuchungen), dem Dialekt als bodenstndige Weiterentwic
klung emes Latein an dieses direkt anzuknüpfen, sind damit

El español en Canarias, en Presente y futuro de la lengua espa


ñola, t. 1. Madrid, 1964, p. 240.
Le origine delle lingue neolatine. Bologna, 1959, p. 130, § 32.
Los alemanes usan los términos de Altromania y Neuromania para
designar la Romania occidental y la oriental, respectivamente (cfr.
A. Kuhn, Romanische Philologie. Erster Tau: Die romanischen Spra
chen. Berna, 1951, p. 97. Vid. mi reseña en “Filología”, III, 1951, p.
213).
u Linguistique historique et linguistique générale. París, 1921,
p. 306.

39
gescheitert” a• Y en efecto, resultaron vanos los intentos de
ligar la situación actual con un estado latino de lengua porque
—como probó la geología lingüística— entre los dos remotos
estratos se han interpuesto todos esos hechos que no son loca
les, sino el resultado de la connivencia multisecular de un habla
con otras (regionales, nacionales, o ambas cosas a la vez), con
lo que se cumple aquella mezcla, caracterizadora de cualquier
habla, según diría Schuchardt, para quien no existe ninguna
lengua que no sea fruto del mestizaje lingüístico. Por eso, ni
yo, ni creo que nadie, busca al hacer un atlas otra cosa que
obtener los materiales para caracterizar un estado actual de
lengua , no para allegar antiguallas n No veo que deba usarse
procedimiento diferente para investigar el norte de Francia que
el Midi, Aragón que Andalucía: las distintas peculiaridades
regionales quedan reflejadas en el cuestionario, redactado para
recoger lo que puede ser caracterizador de cada área, pero esto
no atenta al método. Lo que no excluye, claro está, la impor
tancia que hay que dar en todo momento y en cualquier lugar
a los hechos sociológicos.
Por otra parte, se comprobará muchas veces en las páginas
que siguen, las razones geográficas han colaborado, o han sido
ellas solas las explicaciones únicas de los hechos de lengua.
Contribución en todo semejante a la que llevó a los geógrafos
lingüistas a reconocer el valor de la sociología para sus trabajos.
Y es que no hay un método universal —a Dios gracias— para
estudiar la lengua, sino que muchos diversos han aprestado sus
armas para aclarar ese misterio huidizo e inasible que es el len
guaje. Por ser de justicia, en este momento me toca defender
los procedimientos geográfico-lingüísticos, por muy enemigo
que —lo he dicho en otra ocasión— yo sea de todo tipo de

u Meisterwerke der roman.ischen Sprachwissenschaft, 1, p. 368.


Cfr. M. Alvar, El Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía
(PALA, 1, 4. Granada, 1959, pp. 27-29).
38 Vid. M. Alvar, Historia y metodología lingüísticas. Salamanca,
1951, pp. 27-28, donde se dice el procedimiento seguido para recoger
materiales arcaicos, en trance de perderse. Cfr. además, El Atlas ling.
etnogr. And., recién citado, p. 21.

40
intransigencia, y mucho más de dogmatismos —tan pasajeros—
como los científicos. En mi ayuda recurriré a un testimonio
ajeno: cuando Alwin Kuhn caracterizó a la geografía lingüística
escribió las palabras que siguen: “die Notwendigkeit ihres
Daseins in Zweifel zieht. Ist es doch ihr schñnster Ruhmestitel,
das beste Zeugnis für ihre überstandene Bewhrungsprobe,
wenn sie, die von vornherein nur eme, nicht die Methode
sprachwissenschaftlicher Forschung hatte sein wollen, als Son
derdisziplin der Linguistik verschwunden ist, sich dienend
eigefügt hat in das übergreifende Ganze, aufgegangen ist
in ihm und es dich bis die feinsten Enden und Verástelungen
durchpults und befeuert” ‘.
Y esto es cierto, tanto en estos comentarios como en mu
chos testimonios de las páginas que siguen, el método geográ
fico supera cualquier prejuicio ocasional y, al ser aplicado al
español insular, con generosidad y abundancia, ha enriquecido,
perfilado, dado coherencia y distribuido con uniformidad lo
que muchas veces se había allegado pobre, difusa, vaga, dispersa
e indirectamente.

‘ Sechzig Jahre Sprachgeographie in der Romania, “Romanistisches


Jahrbuch”, 1, 1947-48, p. 63.

41
CUESTIONARIOS DE LÁMINAS:
EL ATLAS LiNGÜÍSTICO DEL MEDITERRÁNEO Y LAS
INVESTIGACIONES EN GRAN CANARIA

L AS encuestas marineras que he hecho para el ALM en el


Sur y Sureste de España y en nuestras Plazas de Soberanía
en el norte de África, me enfrentaron con unos problemas meto
dológicos que ahora quiero interpretar. Sin embargo, no voy a
usar materiales “mediterráneos”, sino “atlánticos”. Preparando
el cuestionario para el ALECan’, hice unas pruebas con el del
ALM. Buscaba así dos fines: 1) elaborar, parcialmente al menos,
la lista de palabras marineras que debía incluir en mi ALEGan;
2) cumplir un principio metodológico que practico: coordinar
las nuevas empresas de la cartografía lingüística con las ya
existentes.
Al trabajar para tales objetivos, vi que, en una sola ciudad,
los marineros de playas bastante alejadas entre sí repetían las
mismas discrepancias que había observado en puertos distintos
de la Península. Se planteaba así no la previsible pluralidad

1 Se editó en forma de libro por el Instituto de Estudios Canarios


(C.S.I.C.). La Laguna, 1964.

43
de respuestas, sobre la que se basa cualquier estudio de geo
grafía lingüística, sino un desajuste producido por la propia
naturaleza de la encuesta. Es decir, algo que metodológica
mente estaba dentro del modo de llevar a cabo nuestra inves
tigación y que no dependía del explorador (sujeto paciente en
gran medida), sino de la naturaleza cómo se formulaban las
preguntas (material gráfico) y la reacción del sujeto ante las
láminas que se le sometían a consideración.
La especial característica del ALM hizo recomendable el
uso de un cuestionario de gráficos: embarcación, artes de pesca,
peces, moluscos, etc. Ya que cualquier descripción de cientos
de seres marinos sería insuficiente e, incluso, contradictoria.
Por eso hemos empleado fotografías y dibujos en la me
dida de lo posible. Sin embargo, no siempre se obtiene la cohe
rencia deseable: el hombre no avezado a contemplar repro
ducciones, pierde el sentido de la proporción, se fija en detalles
accesorios, es incapaz de identificar en negro lo que la realidad
le da coloreado o no acierta con la falta de volumen.
En Las Palmas de Gran Canaria hice una encuesta doble:
un marinero de Las Canteras y otro de San Cristóbal. Los re
sultados fueron éstos:
En 248 cuestiones relativas a peces, moluscos y crustáceos,
ambos informantes coincidieron en 133; este 53’6% de con
cordancias se refieren tanto a los casos en que respondieron
con un mismo tipo léxico como a aquellos otros en que uno
y otro pescador desconocían la lámina, lo que previsiblemente
hace creer que el animal no existe, o es muy raro, por aquellas
aguas. La proporción relativa del 53’6% no es tan desconsola
dora como se presenta a primera vista. El sujeto más viejo (80
años de edad; 62 de marinero y 47 de patrón; se citará V)
no identificó muchos gráficos que eran reconocidos por el más
joven (31 años; patrón de pesca; será aducido como J) así:

519.CLUPEA SPRATUS sardina


amacholada
520. SARDINELLA AURITA longor6n
524. SCOMSERESOX SAURUS bicúa
529. MUGIL CHELO pejerrey
541. DICENTRARCHUS LABRAX anjot’a

44
543. SCIAENA UMBRA corvina
544. CORVINA NIGRA corvinate
556. C0RIS JULIS jo’l
cara
rey
572. PAGELLUS BOGARAVEO garapeyo
578. SCOMBER COLlAS cabaya
582. EUTHYNNUS PELAMIS tasarte
584. SARDA SARDA barracuda
(?)
589. SERIOLA DUMERILII medregá
590. POMATOMUS SALTATRIX pejerrey
594. GOBIUS PAGANELLUS gaboso
negro
615. SOLEA VULGARIS lenguao
621. MICROMESISTIUS POUTASSOU bacalao
627. BLENNIUS OCELLARIS barriguda
628. BLENNIUS GATTORUGINE barrigudarembalisa
660. ALOPIAS VULPINUS coleto
669. ECHINOEHINUS BRUCUS tintorera
(?)
695. PHYSETER CATODON cachalote
732. CARDIUM EDULE almeja
de fango
762. SQUILLA MANTIS capión

Por su parte, el sujeto viejo completó las siguientes cues


tiones:

555. CRENJLABRUS PAVO buyón


d’hondura
587. LICHIA AMIA palometa
605. SCORPAENA SCROPA rahcasio2
610. BOTHUS PODAS gayo1
611. ARNOGLOSSUS GROHAMANNI tapaculo
654. MUSTELUS ASTERIAS casón
657. CARCHARIASFEROX haniquín
666. CENTROPHORUS GRANULOSUS quenime
714. ARGONAUTA ARGO pulpo
flaire
725. PECTENJACOBAEUS cancha
726. PECTEN VARIUS almejillón

Sumando las 24 preguntas contestadas por J (y no por V)


con las 11 de V (que faltan en J)4 obtenemos un 14’l % de
cuestiones que sólo se consiguieron en uno de los informadores.

2 Sabía que los peninsulares le llaman cantarero.


El informante joven negaba que pudiera ser gallo.
Es probable que no todos estos datos sean aceptables, pues es

45
En cuanto a las discrepancias, debemos hacer varios grupos
para conocer su naturaleza:
1) se producen entre denominaciones de seres marinos de
la misma especie. Entonces puede ocurrir que V designe con a
lo que J nombra con b y, recíprocamente, b de V a de J. Así:

y j
539. SERRANUSSCRIBA vaqueta cabriya
540. PARACENTOPRXSTISHEPATUS cabriya (de ley) vaqueta
649. HEXANCHUSGRISEUS queya haniquín
655. PRIONACEGLAUCA haniquín queya
698. SEPIOLARONDELETI! pota dula
707. OMNATOSTREPIIUSSAGITTATUS dula pota
721. MUREXBRANDARIS busio caracol
(de tablero)
722. MUREXTRUNCULUS caracó
(de caré) busio

2) se producen entre animales de la misma especie, pero


mientras un informante carece de riqueza léxica el otro acierta
a discriminar los dos individuos diferentes:

y j
527. MUGILCANTO lebrancho baila
546. BRAMARAU pámpano pámpanode ley1
pámpano de Guinea6
552. LABRUSMamiLA barraco vaqueta
575. BOOPSBOOPS cobaya
pequeña macarel7
615. SOLEAVULGARJS lenguao lenguao
d’af vera
641. anguila joven anguila bogavante
686. DASYBATISPASTINACA chucho chucho
de ley
687. DASYBATISVIOLÁCEA chucho chucho
roquero

raro que un informante niegue la existencia del animal representado


y el otro la acepte. Habrá, pues, que pensar en un margen de error.
Además, los moluscos y pleuronectiformes (orden al que, con otras,
pertenece la familia SOLEIDAEo ‘lenguados’) presentan un continuo in
tercambio de denominaciones, lo que acrecienta la dificultad del cotejo.
“tiende a color amarilloso”.
6 “es como de azul oscuro”.

Podría incluirse en casos como éste el n. 567 (PAGRUS PAGRUS)


que fue pargo para y, pero businegro para 1. Este informador añadió
“pargo son todos los pescados de la familia de la sama” (businegro es,
por tanto, una especificación).

46
705. huevas de sepia cría
der choco carnada
709. ELEDONE MOSCATA pulpo pulpo
de la orilla
711. OCTOPUS MACROPUS pulpo pulpo
de afuera
719. APORRHAXSPES PELICANI caracol caracol
de pico
720. CERITHIUM VULGATUM caracol glosa
723. TRITON VARIEGATUM caracol caracol
de cangrehiya
747. CRANGONCRANGON camarón camarónd’oriya
757. ERIPmA SPINIFRONs haca trompetero

Es notable que todas las precisiones documentadas proce


dan del informante J.

3) se producen entre seres marinos de la misma especie,


pero sin dar lugar a la ecuación descrita en el § 1 (a:b=b:a).
La fórmula de este caso podría ser: a:b=x:a; a:bb:x;
a:a=x:a; a:b=a:a
y
518. ALOSA FALLAX NILOTICA sardina lacha sardina amacholada
519. CLUPEA SPRATTUS + sardina
lacha
526. MUGIL CEPHALUS cabesote lebrancho8
527. MUGIL CAPITO lebrancho tabaga
537. EPINEPHELUS GUAZA abae cherne
538. SERRANUS CABRILLA cabripamerera abae
546. BRAMARAJI pámpano pámpano
548. STROMATEUS FIATOLA gayo pámpano
565. DENTES DENTEX dentón sama
dorada
566. SPARUS AURATUS sama
dorada samacatarineta
650. SCYLIORHINUS CANICULA gato arcatriya
651. SCYLIORHINUS STELLARIS gato gato
663. SQUALUS ACANTHIAS gayudo querne
664. SQUALUS FERNANDINUS gayudo gayudo
721. MUREX BRANDARIS busio caracol
(de tablero)
722. MUREX TRUNCULUs caracó
(de caré) busio

4) se producen al aplicar los mismos nombres a peces y


moluscos que pertenecen a especies diferentes. Así podemos
hacer la siguiente ordenación:
la chopa es para V tanto SPONDYLIOSOMA CANTRARUS (564) como
BOOPS SALPA (574);

El informante J sabía que, en otros sitios, el pez se llama


cabesote.

47
el buyón es para V tanto el CRENILABRUS PAVO (555) (buyón
d’hondura) como el GOBIUS COBITIS (592) (buyón);
la galana que fue para Y DIPTODUS ANNULARIS (562) y OBLADA
MELANURA (573) sólo tuvo esta identificación en los infor
mes de J;
el soldao es MONOCHIRU5 HISPIDUS (691) o GYMNAMMODYTES
CICERELLUS (639) para V;
el pejerrey es ATHERIHAHEPSETUS (531) para V y el POMATOMUS
SALTATRIX (590) para J y, acaso también, el MUGIL SALIENS
(529);
el haniquín fue para y PRIONACE GLAUCA (655) y CARCHARIAS
FEROX (657), mientras que era sólo el HEXANCHUS GRISEUS
(649) para J;
la queya era para V HEPTRANCHIAS PERLO (648) y HEXANCHIJS
GRISEUS (649), mientras que para J era PRIONACE GLAUCA
(655);
el gato era SCYLJORHINUS CANICULA(650), SCYLIORHINUS STELLA
RIS (651), OXYNOTUS CENTRINA (667) y DALATIASLICHA (668)
para y, mientras que fue para J el SCYLIORHINUS STELLARIS
(651).

Los ejemplos anteriores atestiguan cómo la sinonimia (o


la mala reacción ante los gráficos) era reiterada en y, mientras
que no se daba en J.9A este hecho de índole general hay que
añadir las distintas especies a que hacen referencia los nombres
vulgares y de ello podremos inferir la inestabilidad de la no
menclatura vulgar’0 o la errónea interpretación que mis sujetos
hicieron del material gráfico.
En algún caso, el informante ¡ corrigió las identificaciones
de V. Así, en la pregunta 610, negó que el BOTHUS PODAS pudiera
ser un gayo y en la 630 rechazó que el lagarto corresponda
al TRACHINUS DRACO, porque al pez que él conoce con tal nombre
“le falta el primer cerro” [‘espinas delanteras’].
Como es lógico, la mayor parte de las discrepancias afectan

Obsérvese que el 529 nos lo dijo sin ninguna convicción.


O En cualquier repertorio ictiológico se dan reiteraciones como
éstas.

48
a los elementos léxicos empleados por uno y otro sujeto. La
falta de correspondencia se cumple en los siguientes casos:

y j
517. sardina pequeña sardiniya,
arruahe nzahzía
520. SARDILLA AURITA encolá sardina
negra
526. MUGIL CEPHALUS cabesote lebrancho
527. MUGIL CAPITO lebrancho tabaga
528. MUGIL AURATUS lebrancho baila
537. EPINEPHELUS GUAZA abae cherne
538. SERRANUS CABRILLA cabriya,
merera abae
539. SERRANUS SCRIBA vaqueta cabriga
540. PARACENTOPRISTIS I-IEPATUS cabriya de ley vaqueta
548. STROMATEUS FIATOLA gayo pámpano
552. LABRUS MERULA barraco vaqueta
562. DIFLODUS ANNULARIS galana muarra
565. DENTEX DENTEX dentón sama
dorada
577. cría de la caballa cabaya
pequeña inacarel
593. GOBIus NIGER jozo pehediablo pelúo
630. TRACHINUS BRACO lagarto araña
d’afuera
639. GYMNAMMODYTESCICERELLUS soldao sartón
640. ANGUILLA ANGUILLA anguila bogavante
649. HEXANCHUS GRISEeS queya haniquín
650. SCYLIORHINUS CANICULA gato arcatripa
655. FRIONACE GLAUCA haniquín queya
663. SQUALUS ACANTIIIA gayudo querme
668. DALATIAS LICHA gato,
li/za alba/zar
676. RAJA OXYRHYNCHUS chucho raya
698. SEPIOLA RONDELETTI pota dula
703. tejitáculo reho variya
707. OMNATOSTREPHES SAGISTATUS dula pota
717. HALIOTIS LAMELLOSA ohtión armehiyón
720. CERITHIUM VULGATUM caracol glosa
721. MUREX BRANDARIS busio caracol
de tablero
722. MUREX TRUNCULUS caracó
de cavé busio
731. GLYCYMERIS GLYCYMERIS alnzeha concha
733. CARDIUM TUBERCULATUM cochinita boguina
754. CARCINUS MOENAS haca greho
can
756. PORTUNUS CORRUGATUS haca trompétero
759. DROMIA VULGARIS haca
de ley santorra

Salvo error, 36 casos (un 14’5% del total) presentan dis


crepancias en V y J. Algunos de estos testimonios están in

49
cluidos en las enumeraciones anteriores, pero lo normal es que
no hayamos repetido la enunciación; en este caso, no podre
mos saber —por la encuesta misma— si alguno de los informa
dores erró.
Por otra parte, es sintomático que las discrepancias se
hayan producido en la designación de seres marinos atípicos.
Es decir: en variedades dentro de una misma especie o en
especies poco conocidas en la pesca local. En este sentido, tiene
una enorme fuerza el siguiente hecho: la Fundación Cmi re
dujo los dos cuestionarios primitivos a uno muy breve (169
preguntas)’1 en esta nueva versión se eliminaron las preguntas
que se estimaron menos representativas. Pues bien, de los nú
meros que han entrado en las comparaciones de los § § 1-4 y
en la lista de las pgs. 37-38, sólo las preguntas 517, 526, 537,
565, 615 y 650 (seis en total) han pasado del cuestionario ex
tenso al reducido y casi ochenta se han eliminado. Es impor
tante considerar que las diferencias a que he hecho mención
en páginas anteriores sólo se hayan producido en el sentido de
la especificación más apurada.
Esto plantea un nuevo problema: ¿qué es lo que el mari
nero puede diferenciar de todo aquello que el naturalista ha
clasificado?
No es esta la primera vez en que se suscita la viabilidad
metodológica de las encuestas por medio de láminas. Hace ya
cuarenta años, Sever Pop señaló sus limitaciones y dificul
tades12 una década más tarde, R. A. Stampa incidía en los
mismos temas13 y añadía un ejemplo concreto: los campesinos
ignoran o conocen mal los nombres de los vegetales: él fue
incapaz de recoger ningún término para designar al cólquico
de otoño, a pesar de que hacía la encuesta en la época de fo

11 Questionario dell’Atlante Linguistico Mediterraneo. Edizione


ridotta. San Giorgio Maggiore. Veneiia, 1964.
‘ Buts et móthodes des enqutes dialectales. Paris, 1927, p. 161.
‘ Contributo al lessico preromanzo dei dialetti lombardo-alpini e
romanici. Zürich-Leipzig, 1937.

50
ración’4. Estas preocupaciones sitúan a nuestras conclusiones
en un plano de validez general.
Una encuesta basada, únicamente, en ilustraciones gráficas
corre el riesgo de que las palabras recogidas no correspondan
a la realidad material. Hay casos de una inequívoca interpre
tación, pero otras permiten una pluralidad de visiones. Tiene
lugar esta segunda posibilidad, sobre todo, en los seres vivos;
precisamente porque su presencia en la vida cotidiana está
reiterada sobre una serie de elementos muy concretos: tamaño,
color, aspecto, etc. Para un informador poco inteligente o, si
quiera, poco capaz de interpretaciones, el trazado de la línea, la
falta de coloración, el engrandecimiento o empequeñecimiento
de la imagen, son otras tantas dificultades por vencer. Añádase
a ello la natural extrañeza que una inhabitual representación
produce en los ojos sorprendidos del informante. Antes de
identificar un pez, muchas veces yo tenía que oír toda una serie
de reproches ajenos a mis pretensiones: el pescado aquel no
estaba fresco, porque tenía el ojo blanco (si se trataba de una
fotografía) o ya no podía nadar (si tenía plegadas las aletas)
o cualquier otro comentario, capcioso en apariencia, pero muy
entrañado en la vida del marinero: excelencias o deficiencias
del pescado, que se hubiera sabido conservar o no, etc.
Por otra parte —y en esto coinciden mis observaciones con
las que he señalado más arriba de Pop y Stampa— el marinero
reduce a unas pocas variedades las muchísimas sutilezas del
naturalista. Uno y otro cumplen con su obligación. El testi
monio de Gran Canaria podría refrendario con otros muchos
ejemplos: toda una serie de peces pertenecientes a la familia
TRIGLIDAE,1’ son reducidos a un denominador común: rubio;

14 Cit. por S. Pop, La Dialectologie, t. 1. Louvain, 1950,p. 642.


Stampa hacía ver a sus informadores flores, hojas o frutos, y empleaba
también ilustraciones y dibujos.
‘-‘ En el cuestionario son siete preguntas correspondientes a las
variedades que siguen: TRIGLOPORUS LASTOVIZA (n.° 595), ASPITRIGLA
CUCULUS (n.a 596), TRIGLA LYRA (a.° 597), ASPITRIGLA OBSCURA (n.° 598),
TRIGLA LUCERNA (n. 599), RUTRIGLAGURNARDUS (n.a 600) y LEPIDOTRIGLA
CAVILLONE (n.a 601). Afiádase, además, otro pez, del orden de los PER

51
otro tanto ocurre con las tres clases de tembladeras16o con
las diez variedades de ráyidos que se circunscriben a dos: las
rayas, con o sin aguijón, y los chuchos, cuando tienen dos aletas
flanqueando la cola. Y bástennos estos ejemplos.
Estas limitaciones deberían hacernos pensar cuán improce
dente es que tratemos de obtener un material exhaustivo por
tales procedimientos. Entre otras razones porque los cono
cedores nativos no llegan nunca a semejante individualización.
Por otra parte, el valor de los materiales recogidos está
limitado en función de los deslizamientos de las “palabras”,
con respecto a las “cosas”: unas veces —las más— el campo se
mántico de una voz no sale de unos límites de comprensión
(se aplica a variedades próximas, cfr. pgs. 46-47), mientras que,
otras, la voz se liga, en las dos series que cotejo, a peces o
moluscos que poco o nada tienen que ver entre sí. En estos
casos, antes de usar el material habría que proceder con cautela.
Esta mezcla de datos de todo tipo (próximos o remotos) se
comprueba incansablemente en las listas de nombres vulgares
que dan las colecciones ictiológicas que manejo (FAO, Lozano,
PalombiSantarelli)19. Pero si esto es obvio —y desgraciada
mente inseguro— en el campo de la ictionimia romance, otro
tanto ocurre en el terreno de las ciencias naturales. No hace
mucho trabajé en la magnífica biblioteca de oceanografía de
una de las grandes Universidades de Estados Unidos: 19 esca
seaban los libros sobre los peces mediterráneos. Mi extrañeza
fue aclarada: la vieja —y no siempre buena— tradición de los

CIEORMEs (familia PERISTEDIIDAE)que es muy semejante a los anteriores,


el PERISTEDIUMCATAPHRACTUM ° 602).
16 Preguntas 672-674 (TORPEDO TORPEDO, T. MARMORATA,T. NOBI
LIANA).
17 Preguntas 675-682 y 686.687.
18 Obsérvese que otro tanto ocurre en el mundo vegetal: en mi
trabajo Derivados hispánicos del latín “acinus” (“Etymologica”, 1958,
pp. 33-41) traté de aclarar cuántas especies distintas — y aun muy
distintas — se cobijan bajo el manto del aznacho.
19 Vid. Una nota de ictionimia: el Scarus cretensis, incluida en este
mismo volumen, pp. 121 y as.

52
estudios acerca de este mar ha hecho prosperar una complicada
y heterogénea nomenclatura (variedad entre los científicos, en
marañamiento en los nombres vulgares) que obliga a resolver
muchos problemas previos. Si esto ocurre en las ciencias natu
rales no nos extrañemos de la inseguridad de muchas de estas
“palabras”. Por eso —y es otra conclusión que quiero recordar
aquí— los datos seguros son los que se refieren a seres marinos
que pudiéramos llamar “típicos”, o inequívocos, mientras que
la incertidumbre crece conforme descendemos a las particula
ridades; en estos casos, la sinonimia se reitera como fruto de
la inseguridad e, incluso, un solo término se generaliza para
una larga serie de distinciones ictiológicas.
Si todas estas cuestiones pueden tener un valor general,
hay otras que se limitan a las condiciones particulares de las
encuestas que describo.
Ante unas mismas ilustraciones dos sujetos del mismo
oficio —es decir, avezados a contemplar los mismos seres ma
rinos— reaccionaron de manera distinta. Ambos coincidieron
en un 53’6% de las preguntas, pero el informante J identificó
casi un 9’7% de animales que faltan en V y, recíprocamente,
éste poseyó un 4’4% de temas que no se encontraron en aquél.
Así, pues, en no menos del 14’l% ambos sujetos siguieron
identificaciones distintas.
Las discrepancias pueden afectar a seres marinos de la mis
ma especie, a riqueza léxica en uno y falta de discriminación
en Otro de los informantes y, lo que es más grave, a seres
marinos totalmente distintos. Las diferencias en estos casos
alcanzaron a 40 respuestas (= 16’l%), pero de este 16’l%, un
9’6% ( 24 casos) corresponde a seres marinos muy parecidos,
lo que hace que sea escaso el error de identificación. Por lo
que respecta a la confusión de peces de especies muy distintas,
sólo ocurre en un 2’8% (= 7 casos); proporción sumamente
pequeña para que pueda afectar a las cantidades totales de la
encuesta.
Ya tienen otro cariz las discrepancias entre ambos sujetos
cuando no las podemos someter a ninguna comprobación. Tal
es el caso de ese 14’5% de preguntas en que J y V difirieron.

53
No sabemos si uno de los dos informadores cometió error, pero
parece probable que así ocurriera. Entonces, unido este 14’5%
probable al 2’8 % seguro resulta que en más de un 16% de los
casos, los sujetos interpretaron mal las láminas. Y esta pro
porción es muy importante para que podamos dar un valor
absoluto a los materiales recogidos mediante estos procedi
mientos gráficos.
He señalado con anterioridad que la mayor parte de las
discrepancias se han producido en “la designación de seres
marinos atípicos” o sea en “variedades dentro de una misma
especie o en especies poco conocidas”. Entonces hay que me
ditar sobre el valor de tal clase de cuestionarios. A mi modo
de ver, si queremos que sean eficaces, deberán confeccionarse
pensando en elementos (seres, utensilios, etc.) inconfundibles,
que se puedan identificar de manera justa y segura y, en conse
cuencia, tales cuestionarios deberán tener una extensión bas
tante limitada. Con ello se perderán muchos términos que
matizan los grandes conjuntos por los que postulo; pero se
obtendrá la enorme ventaja de unos materiales seguros y de
una total confianza. La recogida demorada del léxico pertene
cerá entonces a monografías locales y no a empresas proyec
tadas sobre grandes superficies; de este modo se explican y
aclaran otra serie de cuestiones a las que me he referido
en líneas anteriores: qué puede diferenciar —un pescador, un
marinero de tipo medio— de todo aquel mundo que los natura
listas ordenan y, por ende, el significado que la polisemia tiene
en las denominaciones vulgares de los seres de la naturaleza.
Todos estos hechos me hacen pensar que el ALM tendrá
que ser usado con criterios distintos, según sean los datos que
en él se busquen:
1) poseerá un valor inequívoco para las cuestiones que
pudiéramos llamar fundamentales 2o

20 De cuáles puedan ser fundamentales en cada sitio es algo que no


se puede prever a priori. Sin embargo, la reducción del Questionario
a que me he referido antes (p. 50) me parece que puede servir como
punto de referencia, por muy poco matizado que sea ese punto.

54
2) servirá, dentro de unos prudentes límites, para disponer
de un material léxico ordenado y clasificado, aunque el campo
semántico que ocupen tales términos sea de cierta amplitud.
Me refiero a aquellos casos en los que se produce un desli
zamiento significativo que se puede interpretar dentro de unos
linderos conocidos (vid. pgs. 46-48). Este segundo caso tal vez
no sea de absoluta confianza para el naturalista; sin embargo,
creo que sus materiales conservan todo el valor para el lin
güista (lexicógrafo, etimologista, historiador, etc.).
3) significará una simple aportación de vocabulario en
aquellos casos en que se rompa la sutura entre ‘palabra’ y
‘cosa’. La validez de estos datos sólo podrá justificarse cuando
quepa —por comparación COfl Otros materiales— la identifi
cación del error.

55
CUESTIONES FONÉTICAS
LA -A DE LOS PLURALES

LA aspiración o pérdida de la -s final en muchas hablas


hispánicas ha producido la modificación de la vocal anterior.
Incluso, esta vocal modificada se ha convertido en un hecho
fonológico que repercute sobre el sistema. Esto es: a un
singular con vocal cerrada, corresponde un plural con vocal
abierta; de este modo, el timbre vocálico adquiere un valor
significativo, ignorado por el castellano’. Ahora bien, en el caso
de e y o, el cierre o la abertura mantienen a la vocal dentro
de su propia serie (palatal y velar, respectivamente), mientras
que en el de la a, junto al rasgo de la abertura, suele darse otro:
el de la palatalización o no. De ese modo, a una a media o velar
en el singular (casa) corresponde una palatal en el plural
(casii). Estos hechos se han comprobado muchas veces en el
andaluz oriental, no en el occidental’. Sin embargo, tal estado

1 Para estas y las cuestiones que siguen, vid. mi trabajo —y la


bibliografía que allí aduzco— sobre Las hablas meridionales de España
y su interés para la lingüística comparada (RFE, XXXIX, 1955, pp.
284-313).
2 Su difusión puede verse en el mapa de M. Alvar, El Atlas Lin

güístico y Etnográfico de Andalucía. PALA, 1, 4. Granada, 1959, p. 14.

59
de cosas no se produce en Canarias: comoquiera que en las
Islas persiste la aspirada con una tenacidad mayor que en an
daluz, el timbre de la a es velar y no palatal. Así lo describí
al tratar del español de Tenerife3 y así se oye en las otras islas.
La posibilidad de aportar unos materiales, estudiados experi
mentalmente, creo que zanja definitivamente la cuestión. Pero,
antes, es necesario algunas aclaraciones para situar el problema
en el marco en que se ha originado.
Metodológicamente, hay que separar dos hechos dife
rentes: de una parte, la articulación del sonido (fonética);
de otra, el carácter significativo que pueda tener el timbre
(abierto—cerrado, palatal—velar) de la vocal y, particularmente
ahora, de la -a. Por otra parte no se deben igualar los hechos
canarios con los del andaluz oriental, porque son diferentes,
y lo que en un sitio se produce (palatalización de la -a en los
plurales) no tiene carácter imperativo para otro. Conviene no
olvidar —además— que el español insular está vinculado con
el andaluz occidental4, que no practica la oposición a-d, y no
con el oriental.
Así, pues, antes de describir los caracteres de la -a canaria,
procedente de -as, creo útil señalar cómo se motiva el problema
en andaluz y de ello podremos deducir lo que hay de concor
dante y dispar con las hablas canarias.
En primer lugar, la oposición fonológica basada en el cierre
(singular) o la abertura (plural) de la vocal final debe separarse
de la descripción meramente fonética de los sonidos abiertos
o cerrados, pues si no se tiene en cuenta la función significativa
del timbre, no se podrá explicar el porqué del fenómeno. Así,
por ejemplo, Navarro Tomás, “aun siendo quien primero habló
de la cuestión, no llegó a perfilar su naturaleza, alcance y dis
tribución” . En segundo lugar, A. Palacio y L. Rodríguez-Caste

El español hablado en Tenerife. Madrid, 1959, p. 16, § 5, 3 c.


Allí digo: “El fenómeno es, al parecer, de exacta regularidad”.
Op.cit. nota anterior pp. 92-9 3 y 100.
M. Alvar, Los Nuevos Atlas lingüísticos de la Romania. Granada,
1960, p. 19, y, antes, en la redacción francesa del trabajo publicada en

60
llano, que dedicaron un excelente estudio a la descripción del
habla de Cabra (Córdoba) 6 “no percibieron el carácter palatal
de la - (<-as) en su comarca, a pesar de ser indudable” 7; he
pensado si sobre las explicaciones de estos dialectólogos no
pesó la descripción de una a velar que, para tales circunstancias,
había descrito Navarro Tomás. Por último, Dámaso Alonso,
Alonso Zamora y María Josefa Canellada delimitaron con
precisión el valor fonológico del cambio [singular, a plural

¿i] y mostraron “cómo la alternancia fundamental modificaba


la estructura [....}de la a” 8• Dicho con otras palabras: la des
cripción del fenómeno en la Andalucía oriental sólo se ha visto
con claridad cuando ha entrado en juego la fonología y ni
Navarro Tomás ni sus discípulos pueden servir para explicar
los rasgos andaluces, porque no han tenido conciencia de ellos.
Ahora bien, no se puede inferir de la exposición de hechos que
acabo de hacer que el tratamiento andaluz pueda aducirse
para explicar los procesos canarios, que son de muy otra natu
raleza, por cuanto en las Islas la aspirada se conserva con
mayor tenacidad que en Andalucía, según se ha dicho ya. Y
en este punto sí que puede establecerse parangón entre el me
diodía peninsular y las Islas: pero tan sólo en aquellos casos
en que canario y andaluz mantienen la aspirada como signo de
plural (oposición: a, ah). Por el contrario, hay que disociar
-

los testimonios andaluces de los canarios cuando, en los pri


meros, se pierde la aspiración con resultados sobre la vocal
precedente (-as> -ah> -d) y se conserva en los segundos (-as>
-ah). Teniendo en cuenta todos estos hechos, se puede intentar
una nueva insistencia sobre el problema que nos ocupa, no
siempre interpretado con precisión.
El carácter palatal de la a de ciertos plurales andaluces,
es algo que no ofrece la menor duda cuando la palatalización

las Actes du Colloque Internacional de Civilisations, Littératures et


Lan gues Romanes. Bucarest, 1959, p. 154.
6 RDTP, W, 1948, pp. 387-418 y 570-599.
Nuevos Atlas, p. 20, nota 24, y Actes, p. 178, nota 24.
8 Nuevos Atlas, pp. 19-20, y Actes, p. 154.

61
es el único signo de plural; si la aspirada se mantiene como
signo de plural, las cosas son de otro modo, pues lo caracte
rístico de la oposición es, entonces, la presencia de la -h (signo
de plural) frente a su ausencia (signo de singular). En tales
casos, la acción velarizante no tiene nada de raro y, añadiría,
en -as> -ah además del timbre hay que tener en cuenta la
abertura, que se realiza siempre. Algunas grabaciones de la isla
de Fuerteventura me han permitido estudiar experimentalmente
el fenómeno: los resultados —ajenos a cualquier subjetivismo—
dan la razón a mis transcripciones de forma que no permiten
la vacilación más pequeña. En las figuras 1 y 2, se reproducen
las terminaciones de las palabras ruedas [algo así como ruedah}
y riendas [riendah], según grabaciones que hice en Morro Ja
ble; su articulación velar es indudable. En el gráfico 3, se re
produce la escala logarítmica para los valores formánticos de
las vocales; en ella he representado los valores medios de la
[ü] palatal y de la [-a < -as]: esta última es claramente velar,
pues cuanto más hacia arriba y a la derecha se encuentre si
tuada, más velar será. La diferencia entre los segundos for
mantes de las vocales medias representadas en ese gráfico
n.° 3 es de 150 Hz9, valor considerable, teniendo en cuenta que
la diferencia que da Pierre Delattre entre la {] palatal y la
[a] velar es de 240 Hz, en las lenguas en que estos sonidos
funcionan como fonemas 10• Por otra parte, y desde un punto
de vista histórico, no hay que olvidar que la velarización tra
bada por h se ha cumplido en lenguas distintas de las hablas
hispánicas meridionales (andaluz, canario, donde estudié el
proceso). En este sentido me parecen decisivas estas palabras
G. Straka: “le français ne connaissait pas ce timbre [el de la
a velar] antérieurement á l’affaiblissement et l’amuissement
de l’s antéconsonantique et finale, et c’est précisément cette
altération de Vs qui a donné naissance, pour la premire fois

Cálculos hechos, según queda dicho, sobre el informante de


Morro Jable.
‘° Vid. Pierre Delattre, The Physiological Interpretation of Sound
Spectrograms (PMLA, LXVI, 1951, p. 864-876).

62
j

Fig. 1 2 Fig.

4000 2000 1000 500


200

_______ _______ _____________ _____________ • 300

.400
y
a
y
—a 600

______ _______ _____________ ____________ • 800

1000

Posición de a media y a velar. (Calco exacto hecho


sobre papel milimetrado).

Fig. 3
dans l’histoire du français, au timbre postérieur de a. L’ap
parition d’un a posterieur.... devant une s altérée en une cons
trictive postérieure relchée xh ou en un h est d’originepurement
articulatoire et s’explique aisément. Pour l’articulation de ces
consonnes, le dos de la langue se retire en arriére et ce mouve
ment articulatoire a simplement entramé par anticipation la
voyelle précédent plus en arriére, á vers á (pate,etc.)” hl• Así,
pues, un rasgo más con que unir el proceso hispánico con el
francés del que, minuciosamente, me había ocupado en otra
ocasión’2

11 Georges Straka, Remarques sur la “déarticulation” et l’amuis

sement de l’s implosive, en “Mélanges de Linguistique Romane et


de Philologie médiévale offerts a M. Maurice Delbouille”, 1, 1964,
p. 626.
12 Art. cit. en la n. 1 de este trabajo, pp. 288-289, 293 y 294,
301-303, especialmente.

63
SOBRE LA CE POSTDENTAL

E N Tenerife descubrí la articulación de una ce postdental,


que quedó descrita en el libro que dediqué a la isla1. El ha
llazgo pugnaba con la tradicional pereza de oír según unos mol
des cargados de prejuicios. Max Steffen escribió sobre el hecho
unas líneas en las que acreditaba, cuando menos, ligereza de
observación2 Diego Catalán comprobó la existencia del sonido
y reconoció el valor del hallazgo: “existen, sí —y es mérito de
A[lvar] el haber llamado la atención sobre ello—, las variantes
s (“ese predorsal”) y z (“ce postdental”)”3. Hoy puedo volver
sobre la cuestión, insistir y ampliar mis informes.
En los espectogramas adjuntos (números 4-9) muestro
la articulación de la ce postdental en varias localidades
de la Isla de Fuerteventura. Creo que con los datos que
ahora aporto quedarán aclaradas para siempre las afirma
ciones que hice en El español hablado en Tenerife, afirmaciones
a las que no hay que modificar ni una tilde. En Fuerteventura,

1 El español hablado en Tenerife. Madrid, 1959, p. 34, §26.


2 “Vox Romanica”, XX, 1961, p. 82.
“Zeitschrift für romanische Philologie”, LXXXII, 1966,. p. 473.

65
la realización de ese ¡si es enormemente dental en todos los
informantes analizados, y en unos conserva un carácter más
próximo a ¡s/, como en el sujeto de Morro Jable, y en otros
muy próximos a [ce], como en el de Tuineje.
En las figuras 4, 5, 6 están representados los espectrogra
mas de las palabras asul, susio, laso, cuya realización [s] es
muy dental; esta dentalización se puede observar en primer
lugar en la disminución de la intensidad del negror en el seg
mento correspondiente a [si; la disminución de la intensidad
pone en relación esta [s] con la [ce] castellana peninsular, ya
que las dos son acústicamente mates, mientras que la [s] cas
tellana peninsular es estridente; en segundo lugar, los refuerzos
horizontales que posee el segmento [s] de las figuras son se
mejantes a los formantes inarmónicos que caracterizan a la
[ce] castellana; esto hace que la [si canaria participe también
del carácter acústico de [ce]. La articulación de este sonido,
se realiza con el ápice lingual apoyado en los incisivos inferio
res y con dos estrechamientos del predorso de la lengua: uno
contra los alvéolos, y otro contra los incisivos superiores;
según que predomine la resonancia de uno u otro estrecha
miento, la realización se acercará a [si (predominio de la
constricción alveolar) o [ce] (predominio de la constricción
dentosuperior); en el caso de esta [s predorsal] de Morro
Jable predomina el primero; este predominio, además, lo po
demos ver reflejado en la frecuencia a la que comienzan las
resonancias inarmónicas de la fricación, que es a los 3321 Hz
(en los casos asul y laso) frecuencia muy parecida a la de la
[s] alveolar castellana, cuya media es de unos 3800 Hz.
Las [s] de susio de la figura 5 ocupan una posición inter
media entre [s predorsal] y [ce postdental], por ello, su fricación
comienza en la parte baja del espectro.
En las figuras 8, 9, 10 se encuentran las representaciones
de los espectrogramas de la realización de ¡si como [ce postden
tal] en un informante de Tuineje; la fig. 7 es [zuz] de zuzio;

En el grabado consta la exacta transcripción fonética. Realmente,


la n desapareció nasalizando a la vocal anterior. La -e final es abierta.

66
la 8, [u(n)cej de un cesto y la 9 [docé] de docestos (‘dos ces
tos’) estas realizaciones tienen un contacto más dental que las
correspondientes al informante de Morro Jable; podemos ob
servar su aproximación a [cej por los formantes horizontales
inarmónicos, que son más marcados que los correspondientes
del otro informante.
Por lo demás, es innecesario decir que estos sonidos son
distintos — como he observado siempre de la ce castellana.

Después de aclarar las cuestiones relativas a la articulación


de la s canaria, no me parece improcedente señalar la difusión
—o aparición, al menos— de la ce según los datos que poseo.
Limitándome a los informes de mi cuestionario; mejor, a las
notas que redacto in situ al terminar cada encuesta, puedo
señalar la existencia en L a G r a c i o s a en L a n z a r o t e
,

(en Haría la comprobé, en dos hombres a los que hice largas


horas de encuesta, a un tercero que asistió a alguna de mis se
siones de trabajo y a una mujer de 40 años; en Femés la oí con
menos asiduidad, y en Arrecife y Tiagua, donde pregunté a hom
bres jóvenes de 20, 25 y 33 años, no la consigné en mis notas mar
ginales), en F u e r t e y e n t u r a (muy frecuente en Puerto del
Rosario6, Betancuria7, Morro Jable8 y Tuineje9 no la registré

Vid. § 30 de mis Notas sobre el español hablado en La Graciosa


(RFE, XLVIII, 1965).
6 Mis notas dicen: “El seseo se daba, pero era abrumadora la
documentación de ce, tanto en L [informante labrador] como en M
[id. marinero] ... Ha sido grabada en la conversación espontánea y en
la conjugación de paradigmas enteros, etc.” [El informe lo escribí
en Puerto del Rosario el 16-IV-66].
Según mi cuestionario: “la presencia de una ce postdental en
posición intervocálica o inicial, y como rasgo espontáneo y muy fre
cuente, era una peculiaridad que me llamó la atención tanto en mi
informador como en la mujer [en cuya casa viví]...: por su tensión
y articulación, nada permite confundirla con s o con el archifonema
neutralizado”.
8 “El seseo era común en todas las gentes con las que hablé. No

obstante, alguna vez se oía ce, o un sonido intermedio. Un niño —11


ó 12 años— de la entrada de la cerca de Jandía tenía ce muy clara”
[8-IV-66].
“El seseo era lo más frecuente; sin embargo, el sujeto tuvo

67
en La Oliva’°), en G r a n C a n a r i a (Las Palmas 11, Guían,
Agaete”, Artenara’0, San Bartolomé de Tirajana35, Agüimes36,
Arguineguín17, Mogán18y San Nicolás de Tolentino19 no la do
cumenté en Teror, tampoco la oí, en Arafo’°, Arona y Los Cris
tianos, T e n e r i f e). En esta isla encontré algún rarísimo caso
de ce postdental en un labrador de Arico y en un marinero de
El Porís, pero ninguno en las gentes de Arico el Viejo con las
que hice un viaje de tres horas; tampoco la tenía una mujer de
El Médano, pero sí su esposo, que fue mi informador. En L a
G o m e r a, registré ce con muchísima frecuencia en un marine
ro viejo y en un labrador de San Sebastián; pero no se trataba
realmente de ceceo, sino que la ce aparecía donde el castellano

muchísimas ces y así también un oficial del Ayuntamiento (llamado


Betancor, 56 años) con el que hablé” [1O-IV-66].
He anotado tan minuciosamente los datos de Fuerteventura,
porque suele ser una isla ignorada en este tipo de investigaciones.
11 Alguna vez en un labrador de la Rehoya Alta, muchas más en

un viejo marinero de Las Canteras; no en dos hombres cultos de la


ciudad, ni en dos mujeres (una con instrucción y otra sin ella) del
casco urbano. Me refiero —sólo— a gentes que fueron sometidas a
interrogatorio con cuestionario.
Apareció como rasgo minoritario.
13 El labrador que me informó tenía ce con extraordinaria frecuen

cia; también la oí a un hombre del Valle de los Berrazales, al pastor


con quien rellené la parte ganadera de mi cuestionario y al marinero
que me informó sobre sus trabajos.
La ce apareció “alguna rarísima vez”.
15 Fue raro el ceceo.
1 La ce fue tan escasa como en los pueblos anteriores.

‘ En la casa donde viví, el hombre (65 años) ceceaba; la mujer


tenía ce con frecuencia y mi informante la articuló en bastantes
ocasiones.
“Como siempre, se registran muchos casos de ce”.
19 Apareció ce con frecuencia.
20 Como es el primer pueblo de la isla investigado para el ALECan

y por estar, precisamente, en Tenerife, permftaseme copiar las notas


del 20-111-66: “La ce postdental se oyó en alguna ocasión a mi infor
mador; la noté en el hombre [que me enseñól la bodega (50 años)
y en otro de, aproximadamente, la misma edad. Hablé con un hombre
de unos 55 años y la tenía con una frecuencia extraordinaria”.

68
la tiene, en los demás casos había s. En la capital de la isla, una
mujer inculta y dos informantes instruidos (varón y hembra)
eran seseantes, aunque la mujer instruida pronunció algún caso
de ce; cuando se lo hacía notar, respondió siempre: “no, yo sólo
pronuncio ese”. Para otros pueblos de La Gomera mis datos
son los que siguen: pronunciaba ce con frecuencia un marinero
de 54 años, pero no otro de 43 (ambos de Valle Gran Rey);
tenían ce unas mujeres analfabetas de La Calera y Los Granados,
otras de Alajeró y Farga y, ocasionalmente, un labrador del
penúltimo de estos pueblos; era muy frecuente oír ce a mi
informador de Vallehermoso (otras gentes de la localidad eran
sólo seseantes) y a la alfarera de El Cercado.
La presencia de esta ce postdental no debe extrañar si nos
atenemos a los hechos: es paralela en todo a la que se oye en
andaluz y a la que se ha documentado en español de América21.
Lo extraño sería no haberla encontrado. Sin embargo, en cuanto
a la cronología del fenómeno, hay que tener en cuenta una
afirmación del gran filólogo Angel Rosenblat: “me parece evi
dente que los islotes de ceceo (zi zeñó) que se han ido des
cubriendo [en Hispano-América] en el último tiempo son des
arrollo moderno, por un descenso en el punto de articulación
de la s” 22• A mi modo de ver, este timbre ciceante no tiene que
ser moderno; como es sabido, existe documentado desde hace
siglos23 y, por otra parte, debe pertenecer a las clases sociales
más bajas o menos en contacto con la norma urbana del habla:

21 Vid. D. L. Canfleid, La pronunciación del español de América


Bogotá, 1962, pp. 66-69, y mapa II. He grabado numerosos casos de
ce postdental en Méjico, cfr. Algunos aspectos fonéticos del español
hablado en Oaxaca (en prensa en la NRFH, § 23, 13) y, sobre todo,
Polimorfismo en el habla de Santo Tomás Ajusco (en prensa en el
“Anuario de Letras” de la Universidad Nacional Autónoma de México),
§ 12.
22 El castellano de España y el castellano de América. Unidad y
diferenciación. Caracas, 1962, p. 39.
23 Baste citar a A. Alonso, De la pronunciación medieval a la mo
derna en español. (Ultimado y dispuesto para la imprenta por R. Lapesa).
Madrid, 1955, pp. 93-450.

69
los testimonios andaluces muestran el carácter vulgar del ceceo,
frente a la adopción del seseo por las gentes instruidas24, mientras
que los canarios acreditan, de un lado, la escasa consideración
social del fenómeno (propio de las gentes menos instruidas en
las capitales) o su ruralismo (en pueblos generalmente mal co
municados hasta hace poco y en islas de difícil acceso o con
escasa tradición urbana).
Creo acertado considerar, como ya hizo Diego Catalán, la
doble realización ¡s/ ¡ce! como alófonos —siseante o cicean
te— de un mismo fonema. Por tanto, el planteamiento de la
cuestión debe hacerse sobre esta base, rectificando mis notas
de Tenerife25.

24 Vid. T. Navarro, A. M. Espinosa(hijo) y L. Rodríguez-Castellano,

La frontera del andaluz (RFE, XX, 1933, p. 266, por ejemplo).


25 En el § 27 de la obra ya mencionada.

70
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bI

013

IP’
DATOS ACÚSTICOS Y GEOGRÁFICOS SOBRE
LA CH ADHERENTE

E N Eltipos
los español hablado en que
de articulación la ch (Madrid,
Tenerife 1959),
tiene en la ( 30).
isla analicé
De entre ellos, destaqué la llamada ch adherente, semejante
—al menos en los palatogramas publicados— a uno de los tipos
puertorriqueños.
El disponer ahora de grabaciones y poder estudiar la ima
gen acústica de la ch con ayuda del espectrógrafo, nos ha in
ducido a la redacción de esta nota.
Los datos que se van a analizar proceden de la isla de
Fuerteventura, donde las encuestas de Morro Jable y Tuineje
—entre otras— fueron grabadas en los trabajos preliminares
del Atlas Lingüístico-Etnográfico de las islas Canarias.Los gra
bados 10-12 reflejan el espectro de la ch en los siguientes casos:
fig. 1: “macho” (según el informante de Tuineje)1•

1 Julio Domínguez Guerra, labrador de 62 años, natural de Tui-

fleje; sabe leer y escribir. El cuestionario nos informa de que era


inteligente, rápido en las respuestas y nada divagador. La grabación
se hizo el 10 de abril de 1966.

71
fig. 2: “el chuchan” (fragmento de la palabra y artículo
“el chuchango”.
fig. 3: “ocho” (grabación hecha al informante de Tuineje).
El análisis de estos y otros informes se resumen, y comen
tan, en los cuadros que a continuación se copian. Para com
prensión de tales gráficos hay que tener en cuenta las siguientes
referencias:
Hz Hertzios ‘frecuencia a la que aparece la fricación’.
O= duración en centésimas de segundo de la oclusión.
F = duración en centésimas de segundo de la fricación.

D = duración total de la africada, en centésimas de se


gundo.

Los cuadros son:

a) MORROJABLE2:

O F D Hz Observaciones
Leche 7,2 3,2 10,4 1944 El momento oclusivo
está sonorizado
anteanoche 6 3,6 9,6 2349 idem.

el macho 4,8 4 8,8 2187

dos machos 7,2 3,2 10,4 1944 .

el chuchango 6,4 2,4 8,8 2106

el chuchango 5,6 3,2 8,8 2268

2 Pablo Francés Hernández, marinero de 60 años; natural de Morro


Jable, donde trabajó como labrador en su juventud; carece de ms
trucción. No era tan buen sujeto como el anterior. La grabación es del
8 de abril de 1966.

72
r.L

1
b) TUINEJE:

O1F DHz

Macho 9,6 2,4 12 1296 el momento oclusivo está sono


rizado; muy adherente.
ocho 7,2 2,4 9,6 2754 el momento oclusivo está total
mente sonorizado.

De estos cuadros se obtienen las siguientes proporciones


relativas:

a) MORRO JABLE:

La media del momento oclusivo es: 6’2 centésimas


de segundo.
La media del momento fricativo es: 3,2 c.s.
La media de la fricación es: 2130 Hertzios.

b) TUINEJE:

La media del momento oclusivo es: 8,4 c.s.


La media del momento fricativo es: 2,4 c.s.
La media de la fricación es: 4050 Hertzios.

Si caracterizamos esta articulación con los datos que po


seemos del castellano medio3, tendríamos que tener en cuen
ta los siguientes hechos, que son propios de la ch peninsular:
1) la duración del momento oclusivo es altamente mayor que
la del fricativo. 2) La duración del momento oclusivo es de
9,25 c.s. en tanto la del fricativo, 7,36 c.s., y la total, 16,61c.s.;
con una diferencia de 1,89 c.s. a favor del primero. 3) Las fre
cuencias del momento fricativo comienzan a una altura media
de 2.516 Hz.
De todo esto se pueden deducir unos cuantos hechos: la

Cfr. A. Quilis, Datos para el estudio de las africadas españolas,


en “Mélanges de Linguistique et de Philologie Romanes offerts Mgr
Pierre Gardette”. Strasbourg, 1966, p. 406.

73
ch adherente difiere grandemente de la castellana, pues a la
diferencia que en ésta hay entre la duración del momento oclu
sivo y el fricativo (1,89 c.s. favorable al oclusivo), en las ches
analizadas de Fuerteventura encontramos 3 c.s. en la media
de Morro Jable y 6 c.s. en la de Tuineje. Así pues, en un caso,
la oclusión duplica, casi, el tiempo de la fricación y, en otro,
ampliamente lo triplica, mientras que en castellano apenas se
rebasa el 25%. Resulta, pues, que este 25% de mayor duración
de la oclusiva (tan distante del 100% o del 300%, que hemos
comprobado en Canarias), caracteriza a la ch insular como muy
adherente, de tal modo que al oído —sobre todo en una de sus
variantes— resulta imposible asegurar la existencia de la fri
cación, que sólo puede deducirse con el empleo de aparatos:
así resulta que si el momento fricativo no desaparece por com
pleto, resulta reducido a una duración mínima4.
Por otra parte, y según se indicó en El español de Tenerife
( 30),el momento oclusivo suele estar sonorizado. De ahí que la
impresión acústica percibida al oír la ch adherente sea la de
una africada (como la del español cónyuge o el yunque), bien
que menos sonora. Hecho que coincide —también— con la
imagen de esta ch que se obtiene con ayuda del paladar arti
ficial: mucho más parecida a la y africada del castellano, que
a la ch peninsular.
Las encuestas del Atlas lingüístico y Etnográfico de las
islas Canarias permiten conocer la difusión de este sonido en
las Canarias Orientales —totalmente exploradas ya—. Los da
tos que a continuación se ordenan proceden de los cuestionarios
rellenados en el campo, o de alguna monografía elaborada con
ellos:
La G r a c i o s a: En este islote el cuestionario se indagó a
dos informadores distintos5 que usaban la misma ch y no co-

Vid. T. Navarro, El español de Puerto Rico. Río Piedras,1948,


pp. 95 y 98. Cfr. los palatogramas de las figs. 13-16.
Un marinero analfabeto de 62 años y una muchacha de 18, con
instrucción primaria. Vid. M. Alvar, Notas sobre el español hablado
en La Graciosa. RFE, XLVIII, 1965, p. 295.

74
PALATOGRAMAS DE CH GRANCANARIA

Fig. 13 Fig. 15

Fig. 14 Fig. 16
nocían otra. Según mis datos su articulación es “muy adhe
rente, con una impresión semejante a la de una y africada
semisorda o parcialmente ensordecida. Es, pues, una africada
de amplia mojadura palatal, y en la que el momento oclusivo
es de una gran tensión”.
L a n z a r o t e: En ARRECIFE, capital de la isla, la ch docu
mentada (en un marinero de 33 años y en un labrador de 20) era
—precisamente--- la que describimos como adherente. En HARÍA,
un labrador de 32 años, muy inculto, tenía este tipo de africada,
mientras que en otro de 42 dominaba la que presenta una fuerte
palatalización7, aunque no fuera desconocida la adherente. En
ÓRz0LA(encuesta hecha con un marinero analfabeto de 50 años),
la única ch registrada era la que describimos en estas páginas.
En FEMÉS, apareció la ch adherente, pero era poco comin: el
tipo de ch documentada constantemente era muy palatal, con
la punta de la lengua que no llegaba a la base de los incisivos
inferiores, sino que se quedaba muy cerca de su filo. En TIAGUA,
dos labradores (de 25 y 56 años, respectivamente) pronunciaban
ordinariamente la ch palatal adelantada, pero de vez en cuando,
y, sobre todo, al cuidar de su pronunciación, aparecía la ch muy
adherente y semisonora, según queda descrita en la p. 74.
F u e r t e y e n t u r a: En PUERTO DEL RosARIo, la capital,
fueron interrogados dos informadores: un pescador de 67 años,
semianalfabeto, y un campesino de 46 años, con instrucción pri
maria; ambos tenían ch adherente semisonora que se hacía
francamente sonora en el más joven de los sujetos. En CoIuA
LEJO, se documentó la ch adherente. En LA OLIvA se comprobó
la existencia de los dos tipos de ch, a que venimos haciendo
mención; el más frecuente era el de articulación muy palatal
sorda, mientras que el de ch adherente —menos abundante—
venía a coincidir con el tipo general que hemos descrito. En
BETANCURIA, fue normal esta misma ch, aunque se oyó —con
mayor rareza— la adherente. La ch de TuINEJE nos ha servido
como modelo para nuestra descripción; en las notas de orien

6 Art. cit., § 38.


Descrita en Tenerife, § 30.

75
tación lingüística que se redactan con los materiales allegados
a lo largo de la encuesta, se oyó el otro tipo de ch, al parecer,
sobre todo, en posición inicial absoluta y tras nasal. Por último,
en MORRO JABLE aunque hubo algún caso de ch adelantada,
dominó la de tipo adherente, que hemos analizado en páginas
anteriores.
G r a n C a n a r i a. En la capital, LAS PALMAS, se hizo en-
cuesta con varios informadores. Los resultados obtenidos se
ordenan del modo siguiente: un pescador de Las Canteras (80
años; analfabeto), tenía ch adherente casi sin excepción; otro
de San Cristóbal (31 años; instrucción primaria) alternaba en el
empleo de las dos variedades; un labrador de la Rehoya Alta
(51 años; muy escasamente instruido) empleaba normalmente
la ch adherente, aunque, en posición inical absoluta, algunas ve
ces se transcribió la de tipo marcadamente palatal; un farmacéu
tico (40 años) realizaba normalmente la ch como la variedad no
adherente, por tanto, en ella no se notaba nunca el carácter
semisonoro que tan inconfundible hace a la ch grancanaria; dos
mujeres (una inculta, de 36 años; otra instruida, de 33) usaban
la ch adherente, aunque en la primera solía oírse también la
palatal. En TEROR, aparecían tres tipos de ch: la castellana, la
palatal y la adherente; esta era, con mucho, la más abundante
y se presentaba bajo una variedad muy sonorizada. En GUfA, la
articulación habitual era la adherente, por más que en posición
inicial absoluta se recogiera —también—- la palatal adelantada.
La ch de AGAETE (en un marinero y un labrador de 64 y 55
años respectivamente; ambos analfabetos) era de tipo adhe
rente, pero en un pastor (65 años; analfabeto) se oía una ch
extraordinariamente palatal y sonora, en la que no se percibía
el momento fricativo. En ARTENARA, sólo se oyó la ch adherente,
mientras que en SANNICOLÁsDE TOLENTINO, aunque dominante,
no excluyó la posibilidad de escuchar la ch fuertemente palatal.
También en SAN BARTOLOMá DE TIRAJANA era la ch adherente
la que se oía con más frecuencia, con carácter semisonoro, aun
que no fue raro oír la ch de marcado carácter palatal y total
mente sorda. AGÜIMES se mostró en este sentido bastante
disidente (se interrogó a un sujeto analfabeto de 59 años): la

76
ch era muy palatal y, rara vez, adherente; por eso no se reco
gieron —salvo raras excepciones— las articulaciones semisono
ras. En ARGUINEGUfN,lo normal era la ch adherente, semisonora,
que muchas veces no fue sino una africada sonora; hubo
—ocasionalmente— ch del tipo palatal. Por último, en MOGÁN,
la ch era adherente, si bien en posición inicial, aunque con no
mucha frecuencia, se oía el otro tipo; en PUERTO DE M0GÁN,
también se documentó la variedad adherente.
T e n e r i f e: en ARAFO alternan los dos tipos de ch con
predominio de la variedad adherente; en ARICO, aunque se oían
las dos clases de ch predominaba la adherente, aunque no to
talmente sonorizada; en EL MÉDANO,en el informante varón
abundaba la articulación adherente sonora, mientras que una
mujer, a la que también interrogué, ofrecía más casos de ch
palatal; en Los CRIsTIos, en el marinero interrogado, recogí
la ch objeto de esta nota, mientras que en un informador de
ARONA, aunque se daba, el predominio era de la de tipo palatal.
L a G o m e r a: en SAN SEBASTIÁN,capital de la isla, hice
diversas encuestas, cuyos resultados ordeno a continuación:
un marinero (hombre muy viejo) tenía ch adherente y la misma
articulación se daba en un labrador y en una mujer sin instruc
ción, aunque conocían también la ch muy palatal; los dos
informadores instruidos tenían esta última variedad y, en el
caso de la mujer, un tipo intermedio, en ALAJERÓoí las dos cla
ses de ch, con predominio de la adherente; alguna vez apareció
también la variante intermedia recién aludida; en VALLEHER
MOSO y EL CERCADO, ch adherente sonorizada, como en Los
GRANADOS y VALLE GRAN REY, aunque of, también la variante
muy palatal.
De las descripciones anteriores se puede inferir que ni
la abundantísima ch adherente, ni cualquier otra variedad son
hoy por hoy otra cosa que realizaciones fonéticas del fonema
/ch/. Desde un punto de vista fonológico, el funcionamiento de
la ch canaria coincide en todo con el de la castellana; no hay
que sospechar, por ahora que se puede producir una desfonologi
zación de la ch para crear —en adelante— un nuevo tipo de
oposiciones fonológicas: algo así como ha ocurrido en andaluz,

77
donde la desoclusivización del fonema ha creado un nuevo
fonema prepalatal fricativo sordo (inexistente en castellano)
que ha entrado en pareja de oposición (sonoridad sordez)

y correlación (prepalatalidad) con la prepalatal fricativa sonora


resultante de y y 11.El carácter adherente de esta ch insular
ha de ponerse en relación —sin embargo— con la articulación
extraordinariamente abierta, tendente a una semivocalización,
de la y que se ha recogido en multitud de lugares: Caleta del
Sebo (en La Graciosa8), Haría9, alguna vez en Femés (Lanza
rote), Puerto del Rosario’0, Corralejo, La Oliva, Betancuria”,
Morro Jable (Fuerteventura), Las Palmas 12, Teror, Agaete 13,
Artenara, San Nicolás de Tolentino, San Bartolomé de Tirajana,
Agüimes’4 Arguineguín, Mogán11, Puerto de Mogán (Gran Ca
naria), El Médano’6 y Arafo (Tenerife), San Sebastián de la Go
mera17, Alajeró, Targa, Vallehermoso y Valle Gran Rey, aunque
acaso aquí no tan abierta como en las otras localidades de la isla
(informes de La Gomera). Es decir, la existencia de la ch ad
herente, muy tensa y oclusiva, va emparejada con la articulación
de una y extraordinariamente abierta o “despegada” y pronun
ciada con escasa fuerza.

8 Vid. el § 37 de la monografía citada en la nota 5.


En uno de los informadores, y no siempre. En Tiagua se oía
como africada, incluso en posición intervocálica (en el sujeto más joven).
10 La del marinero, pero no la del labrador.

11 Se encuentra, pero con escasez, en Tuineje; mientras que, en


Morro Jable, además de la y poco tensa, había una africada que, de
vez en cuando, se documentaba en posición intervocálica.
12 Más en las gentes incultas que en las instruidas.

13 Sobre todo en el marinero.


14 Aunque, al parecer, no tan poco tensa como en los dos pueblos

anteriores.
Pero no puede darse esta y muy abierta y poco tensa como
rasgo específico del habla local.
16 Aunque se distinguía entre 11y y, el informador sobre el que

hice mi encuesta tenía la y muy poco tensa y articulada con gran


abertura.
17 En todos mis informadores —cinco en total— cultos o analfa

betos.

78
NOTAS SOBRE EL YEÍSMO Y LA OPOSICIÓN
DE ELLE Y YE

E referido
N mi libro
alguna
sobrevez
el aespañol
lo largode
de Tenerife,
estas páginas,
al que
señalé ( 32)
ya me he
las cuestiones que planteaban en la isla los problemas de la neu
tralización u oposición de los rasgos distintivos entre 11y y. Me
parece necesario hacerme cargo de algunas de esas ideas para
volver sobre ellas con los muchísimos datos que ahora tengo
allegados y para hacer hincapié en el método que entonces
seguí.
Se ha hablado del carácter pionero que mi obra tuvo. Cierto
que antes de ella poseíamos muy pocos datos sobre la pronun
ciación del español insular, y una de nuestras lagunas de igno
rancia estaba, precisamente, en el importantísimo proceso de
la desfonologización de la 11.Así —y son un par de testimonios
que entonces aduje— Amado Alonso escribía: “En Canarias
[el yeísmo] parece general, aunque faltan estudios” 1; poco más
tarde, Juan Corominas insertaba las siete islas bajo el epígrafe

1 La “11”y sus alteraciones en España y América, en los “Estudios

dedicados a Menéndez Pidal”, II, 1951, p. 65.

79
general de yeísmo2. Los datos que se han ido aportando y la
homogeneidad de materiales que ofrece el ALECan me permiten
volver sobre el fenómeno con un acopio de información inespe
rado hasta hace bien poco tiempo.
En otro estudio de este mismo libro3, he señalado el ca
rácter rural que tiene la conservación de Ii, pero conviene no
generalizar para no caer en falsos espejismos. Consideraciones
de orden sociológico y de orden geográfico tendrán que herma
narse para dilucidar las dificultades que pueden surgir.
Las palabras de Amado Alonso, “el yeísmo es un fenómeno
de las ciudades, que se extiende desde ellas por los campos”,
son de absoluta validez en Canarias. Ya en Tenerife (p. 41) se
ñalé como las dos grandes ciudades de Santa Cruz y Las Palmas
son yeístas, y su ejemplo cunde. Ahora puedo aducir nuevas
precisiones, bien que el problema, tal como lo expuse en. 1959,
no ha sido modificado, ni en su planteamiento ni en sus con
secuencias.
Para dar una idea de la marcha del proceso yeísta y para
conocer el estado de la oposición 11 y recurrí al procedimiento
estadístico. Antes de pasar adelante, me parece conveniente
hacer algún breve comentario sobre esta cuestión. Para que el
método tenga utilidad es necesario disponer de materiales abun
dantes, pues de otro modo cualquier información será insegura
o falaz. Además, hay que tener en cuenta que no se puede
hablar lisa y llanamente de “sujetos distinguidores” y de “suje
tos yeístas”, pues en todas las hablas en que coexisten varias
normas o, si se quiere, en todas las hablas que carecen de un
grado único de nivelación, se da el fenómeno conocido por
“polimorfismo”, según el cual un mismo hablante realiza un
fonema unas veces de una determinada manera y otras de otra.
De ahí que podamos inferir que la preferencia que dé a una

2 La fecha del yeísmo y del ileísmo (NRFH, VII, 1953, mapa de


la p. 83).
Vid. p. 33.
Art. cit., p. 65.

80
de esas realizaciones fonéticas sobre las demás podrá ser indicio
del camino que sigue un proceso.
A propósito de la persistencia de la 11o de su neutralización
en y, me parece muy útil traer a colación otras áreas de la Ro
mafia5: en el Lionesado, hace sesenta años funcionaba la opo
sición 11/y, pero cuando Gardette y sus colaboradores hicieron
las encuestas del ALL, 11era un sonido caduco, mera variante
polimórfica de y. En la conciencia de los hablantes, ya no hay
distinción entre 11y y, pero son capaces de articular espontá
neamente uno u otro sonido. Ignorar que hechos como éste son
constantes en el habla, es obligar al instrumento lingüístico a
un esquematismo más inflexible del que practicaron los neogra
máticos. Un paso en la total desfonologización de la 11es su
coexistencia con y; día llegará en que la 11habrá sido absor
bida totalmente por la y, pero, entre tanto, un mismo hablante
puede usar, indistintamente, de 11o y, con preferencias hacia uno
u otro sonido. Es lo que J. Allires ha llamado con todo acierto
“polimorfismo de realizaciones indiferentes” 6• Si tenemos en
cuenta la coexistencia polimórfica de II y en ciertos ha
blantes, la preferencia por una u otra variante caerá —como
quiere Alliéres, págs. 98-99— en la psicología del lenguaje, pero
no por eso dejará de ser útil un conocimiento numérico de
frecuencias7, pues su establecimiento “nous permettra d’appré
cier le degré d’évolution atteint, et de remplacer des formules
fixes et fausses [digamos, los esquemáticos y simples “sujetos
distinguidores” y “sujetos yeístas”] par des pourcentages qui

Vid. M. Alvar, Nuevos Atlas, ya citados, p. 30.


6 Un exemple de polyrnorphisnse phonótique: le polymorphisme
de l’-s implosif en gascon garonnais. “Via Domitia”, 1, 1954 p. 97. Para
disipar cualquier duda, Alliéres ejemplifica,precisamente, con casos de
ti y y neutralizadas. Puedo añadir otros testimonios: un colega mío,
salmantino, es yeísta, pero tiene conciencia de la it, que sabe articular
y que, ocasionalmente, pronuncia; mis colegas de Granada no perciben
la diferencia: para ellos, la ti es tan extraña como para mis alumnos
norteamericanos (si remedan mi habla, pronuncian, como mucho ly).
Naturalmente, cuanto mayor sea el número de hablantes consi
derados y de formas oídas, tanto mejor.

81
refléteront plus fldélement l’état actuel du parler étudié” Este.

modo de enfrentarse con la realidad lingüística, tan compleja,


nació, precisamente, en los trabajos de geógrafos lingüistas,
según prueba Alliéres a lo largo de su estudio.
Por lo que respecta a los informes que poseemos de las
Islas, debo observar que mis datos —de primera mano, y
recogidos sobre el terreno— no confirman siempre las infor
maciones de los aficionados. Añadiré, además, materiales de
La Graciosa y Fuerteventura, islas que suelen quedar ignoradas
cuando se habla del español del Archipiélago: en L a G r a c i o -

s a (Caleta del Sebo), salvo rarísimos casos de confusión, distin


guieron entre ti y y los dos informadores que tuve (hombre
y mujer); en Lanzarote,la capitales yeísta (lo eran los dos
informadores que usé, un labrador y un marinero, y tal fue la
impresión que, del habla toda, reflejé en mis cuestionarios) y
lo son también otras gentes de Tiagua9 y de Órzola (un mari
nero con el que hice una encuesta sobre su profesión), mientras
que en otros sitios la situación es más compleja10. Distinguieron
perfectamente un pastor de Maguez con el que hablé un rato,
sin hacer encuesta sistemática, y una tejedora de Tao, a la que
pregunté los trabajos de su oficio. También era general la dis
tinción en Femés”. En la isla de F u e r t e y e u t u r a había
gentes que distinguían claramente, incluso en la capital’2 mien

8 Alliéres, p. 100.
Usé un informador de 25 años (yeísta) y repetí el cuestionario
con otro de 56 (yeísta, aunque alguna vez articuló ti); la esposa de
éste fue, exclusivamente, yeísta.
10 Así en Haría: un viejo de 82 años que asistió a todas mis se
siones de trabajo, distinguía ti y y (rara vez fue yeísta); un hombre
de 57 años que estuvo sólo en mi segunda jornada distinguía nítida
mente, pero no distinguían los dos sujetos que tuve (uno de 42 años
y otro de 32), ni la mujer (40 años) en cuya casa viví.
Tenían ti una mujer de 78 años y otra de 42, mi informador
(64 años), el dueño de la casa en que viví (54) y su cuñada de 45;
dos niñas (una de 14 y otra de 15 años), por más que ambas estudiaban
en el Instituto de Arrecife.
Mi informante labrador (46 años), nacido en el barrio de las
Casillas del Angel; o la telefonista (65 años) del pueblecito de Tatir,

82
tras que otras neutralizaban los rasgos distintivos13 y alterna
ban’4. De G r a n C a n a r i a poseo los siguientes informes, co
mo siempre de primera mano y obtenidos por encuesta personal:
Las Palmas, Guía y Teror, confunden; obsérvese que en todos
estos casos, la irradiación de la capital ha tenido fuerza nivela
dora. Los pueblos distinguidores presentan —en cada caso— las
situaciones que ¿onsigno: en Agaete, mis dos informadores
(labrador y marinero) eran yeístas, pero distinguían un hom
bre de 65-70años del Valle de los Berrazales, el pastor que me
respondió a la ganadería del cuestionario y un marinero del
propio pueblo; en Artenara, la distinción era total; en San Bar
tolomé de Tirajana, mi informador mantenía la norma antigua
aunque, en el pago de Agua Latente, donde trabajé una tarde,
encontré el siguiente estado de cosas: una mujer de 80 años y
un hombre de 55, distinguían, mientras era yeísta una nieta de
la vieja. En Agüimes, la distinción era normal, pero, fuera del
pueblo, un hombre de 60 años, neutralizaba, en tanto que un
labrador modesto (70-75 años) pronunciaba 11. En Mogán, mi
informador (59 años, campesino), distinguía, no así un hombre
aposentado de 47; en el Puerto de Mogán, la familia con la que
conviví era yeísta. Por último, en Arguineguín distinguían todas
las gentes con la que hablé (mi informador, un matrimonio de
unos 65 años y un chófer de 22). En la isla de T e u e r i fe,
puedo acrecentar mis datos con los de Arafo: allí interrogué,

próximo a Puerto; alternaban 11y y en el habla de mi marinero de la


ciudad. También distinguían, en Betancuria, el sujeto con quien hice
la encuesta y el matrimonio que conserva el pequeño museo de la
localidad y de cuya hospitalidad gocé. Era distinguidor el molinero
de Los Lajares, con quien hice encuesta sobre sus actividades.
‘ Así un marinero de Corralejo (en el norte de la Isla) y otro
(mi informador) en Morro Jable, aunque alguna vez pronunció 11.En
Morro, no distinguían ni la mujer que me guisaba, ni el tendero que
me dio alojamiento.
14 Mis informantes de La Oliva y Tuineje. Sin embargo, en este
último pueblo, el oficial del Ayuntamiento era distinguidor. El Secre
tario, de Las Palmas, me indicó que para él la peculiaridad más carac
terística del pueblo, cuando vino a vivir a Tuineje hará unos 15 años,
fue la distinción entre II y y.

83
aparte mi informador, a un matrimonio de Las Piteras, otro de
cuya casa levanté un plano, una mujer de 80, otra de 60, un estu
diante de 20, un hombre de 55 y la familia con la que viví (salvo
el hijo estudiante en La Laguna que era yeísta). Debo añadir que
en la Orotava, ciudad floreciente y agrícola, tienen 11incluso las
gentes de mayor cultura. En otras regiones de la isla he allegado
los siguientes datos: distinción en Arico (villa), Arico el Viejo
(hombres de 23, 25 y 35 años; mujer de 27), los marineros de
El Porís, las personas mayores de El Médano (pero era total
mente yeísta un niño de 9 años) y las gentes incultas y de
cierta edad de Los Cristianos (no una mujer de 30 años con bas
tante instrucción). En L a G o m e r a encontré distinción en un
marinero viejo y dos mujeres (culta y analfabeta) de la capital
(San Sebastián)13, en mis informantes de Alajeró16, Targa, El
Cercado1 y en todas las gentes que conocí en Valle Gran Rey
y Los Granados.
He tenido que detenerme largamente en estos hechos para
no emitir juicios apresurados y para mostrar qué frutos se
pueden obtener de combinar la geografía con la sociología lin
güísticas. Mis datos confirman unas veces, otras no, lo que de
algunos sitios ya se sabía y, en todo caso, aportan una cantidad
de información que es —virtud del método geográfico— cohe
rente y uniforme sobre territorios dilatados y, antes de estas
líneas, vírgenes para la dialectología. Creo que la sociología
lingüística se ha enriquecido gracias a los usos del cuestionario
y la geografía, lo mismo que la geografía lingüística a la manera
de Gilliéron cobró una nueva dimensión al valorar los hechos
de sociología lingüística, como hicieron los exploradores y direc
tores del AIS. Por otra parte, los informes que doy, recogidos,

15 Pero neutralizaban un campesino, un estudiante y los nietos del

marinero a que hago mención en el texto.


16 Cuando alguna vez pronunçió y, le hice repetir la palabra y rea

pareció siempre la 11.


‘ El informador de Vallehermoso era yeísta en la conversación

ordinaria, pero al responder a las preguntas de fonética, restituía la 11.


En el pueblo encontré otros individuos puramente yeístas.

84
y muchas veces grabados, por un lingüista profesional son me
jores de los que allega un aficionado (y seré el último en negarle
el título de benemérito) de cuya preparación no hay que hacerse
demasiadas ilusiones.
Las consecuencias estadísticas del método tampoco son
desdeñables y Alliéres, por otros caminos bien distintos, ha
llegado a formular las mismas conclusiones15.

‘ Para el valor de las proporciones en fonología, vid. J. Séguy.


Cartographie phonologique en Gascogne (“Actes Xe Congrs mt. Ling.
et Philol. Romanes”, III, pgs. 1030-1031), y, en las hablas de transición,
D. W. Reed y J. L. Spicer, Correlation Methods of Comparing Idiolects
in a Transition Area (“Language”, XXVIII, 1952, pgs. 348-359).

85
TRES CASOS DE POLIMORFISMO FONÉTICO

1. LA H- EN POSICIÓN INICIAL

N doOes rasgo exclusivamente rural la conservación


fonema /ii!, sino que pérdida
[h] procedente del
del soni
y man
tenimiento se cumplen en los mismos niveles sociales y en un
mismo individuo. Por otra parte, tampoco es absolutamente
rigurosa una especie de “ley fonética” insular según la cual,
desaparecería la [h] dialectal procedente de otra h castellana
(que, a su vez, remontaría a la F- latina) y no la [h] procedente
de los sonidos que han dado jota en el castellano normal. Es
cierto que la h- ( < h) tiende a desaparecer, pero otras veces
se mantiene. Por ejemplo, palabras como hoyo, humo, hiel,
enhebrar, hollín y hambre fueron transcritas por mí según pro
nunció cada uno de mis informadores, pero la pluralidad de
estas realizaciones no permite que nos desentendamos de los
problemas que plantea el polimorfismo: el mismo hablante que
en Las Palmas decía oyo, pronunciaba luego hoyo (así hicieron
un campesino y un marinero) o ambre y hambre; en Teror, un
magnífico sujeto, dijo oyo y hoyo; en Artenara, oyo y hoyo,
umo y humo, ambre y hambre; en Tirajana, se volvieron a

87
repetir las mismas alternancias (en hoyo y humo), igual que
en Agüimes (hoyo y humo). El grado de instrucción podría
explicar que un labriego de Las Palmas diga hoyo o hiel (alter
nando con oyo, umo, enebrar, oyín, hambre), que un marinero
de San Cristóbal vuelva a ofrecer vacilaciones (hoyo oyo,
humo, yel, ebrahla ‘enhebrarla’, hoyí(n), hambre) y que un far
macéutico no tenga sino pérdida de la aspiración. Ya no es tan
claro que coincidan (frente a lo que ocurre entre los hombres) el
habla de una mujer culta y otra analfabeta casi sin excepción
(solo la inculta dijo hié) en la misma capital, o que la norma de
Teror, junto a Las Palmas, y en un hombre de la villa, se oponga,
precisamente, a la irradiación que viene de la urbe; en otros
casos (por ejemplo, en Puerto del Rosario, Fuerteventura) pa
rece diferenciarse el habla de los campesinos (oyó, yel, ohm, am
bre) de la de los pescadores (hoyo, hiel, hoyin, hambre). Pero, en
ocasiones, los datos que se recogen son contrarios a la estra
tigrafía social: un marinero inculto de La Graciosa, dice ilá
‘enhebrar’, mientras que una muchacha instruida, a(n)hilá. Por
lo demás, es obvio aclarar que el mismo hablante usa, indis
tintamente, las formas con o sin aspiración y que la geografía
—en este fenómeno, al menos— parece presentar interferencias
carentes de explicación Por otra parte, el estudio de cada pa-
.

1 Mis datos, referidos a unas pocas voces, son (adaptando la trans.


cripción fonética a la ortografía normal):
LANZAROTE:ambre, oyo, umo, hjé, yel, nehbrahla, hoyín (Arrecife).
ambre, oyo, umo, yel, enebrar, oyín (Haría).
ambre, oyo, humo, yel, enebrar (arcaico enhilar), ollín
(Femés).
hambre, oyo, umo, hiel, (e)nebrá(h), oyín (Tiagua;
coinciden dos hablantes).
FuERTEvENTURA:ambre, oyo, umo, yel, enebrar, ohm (Puerto del Rosa
rio; labrador).
hambre, hoyo, umo, hiel, ebrar, oyín (idem; marinero).
ambre, oyo, umo, hiel, e(n)hebrar, ohm (Betan
curia).
ambre, hoyo, umo, yel, enebral, oyín (Tuineje).
ambre, oyo, umo, humo, hebrahla, ohyín (Morro Jable).

88
labra en particular tiene sentido si se trata de voces en las
que pueden actuar presiones distintas: una de la lengua media
(a través de los objetos importados por ejemplo), otra, la ar
caizante de la localidad. Conviene no olvidar que las sustitu
ciones fonéticas, si se producen desde la lengua oficial, no

GRAN CANARIA: ambre, oyo, hoyo, umo, hie, enebrá, oyí (Las Palmas;
labrador).
ambre, oyo, yel, enebrar, oyín (Idem; farmacéutico).
ambre hambre, oyo hoyo, humo, yel, ebrdhla,
hoyí(n) (idem; pescador).
ambre, ayo, umo, hié, nebrá, oyín (Idem; mujer
inculta).
ambre, oyo, umo, yel, enebrar, oyín (Idem; mujer ins
truida).
ambre hambre, ayo hoyo, humo, hier, henebrá,
oymn (Teror).
hambre, hoyo, humo, hjé, ilahia, hoyiso (Guía).
ambre, oyo, umo, yé conversación hje, nebrá, hoyí
(Agaete).
ambre, oyo, humo, hiel, ahnebrahla, hollín (S. Nicolás).
ambre hambre, oyo hoyo, humo, hiel, ehnebrala,
hoyín (Artenara).
ambre, oyo hoyo, umo, humo, hiel, enebrá, hoyín
(Tira jana).
ambre, ayo hoyo, umo humo, hié, enebrá, hollín
(Agüinies).
ambre, oyo, umo, hier, ebrá, ohm (Arguineguín).
ambre, oyo, umo, yel, enebrar, hollín (Mogén).
TENERIFE: ambre, oyo, umo, yel, enebrar, ollín (Arafo).
ambre, oyo, umo (conversación humo), yel, enebrar,
olhín (Los Cristianos).
ambre, ayo, urna, yei, enebrar, ohm (Arona).
ambre, oyo, urno, hiel, enebrar, hollín (un hombre de
El Médano; su esposa perdió la h en yel y ohm).
ambre, urno, yeh, enebrala, olhín (Arico).
ambre, umo, hiel, ehnebrá, hollín (El Pons).
LA GOMERA: ambre, oyo, umo, hiel, enhile, hoyín (labrador de San
Sebastián).
ambre, oyo, umo, yel, enebrala, ohm (mujer inculta
de San Sebastián).[Los dos informantes instruidos
perdían la h-].

89
irradian progresivamente uno o unos i ;gos fonéticos, sino
que sustituyen la palabra en bloque .

2. TRATAMIENTO DE LA -D- L VOCÁLICA.

L A pérdida de la -d- intervocálica presenta un claro trata


miento polimórfico. En los muchísimos materiales que tengo
recogidos sobre este problema veo muy difícil establecer
normas rigurosas. Solían perder la -d- fricativa mis dos infor
madores de la Caleta del Sebo (La Graciosa, § 24); en L a u z a -

r o t e la pérdida era normal en Arrecife (aunque alguna vez se


oye -d- fricativa relajada), Tiagua, Femés y Haría3. De F u e r -

t e y e n t u r a, mis datos son tan variados como en cualquier


otro caso en que actúa el polimorfismo: era normal la pérdida
de la -d- en los marineros de Puerto del Rosario y Morro Jable
(el primero restituyó alguna rara -d- fricativa; en Betancuria,
dominaba la pérdida, pero no de modo absoluto, mientras que
en Tuineje se conservaba en las respuestas aisladas, y no en la
conversación, lo mismo que en La Oliva, donde mi informador
propendía a la corrección). En G r a n C a n a r i a, mis datos
son muy distintos de los que se han divulgado: a) en la capital,
un hombre culto, la conservaba, salvo en los participios en ado

ambre, ayo, umo, ehnilal, ohm (Alajeró).


ambre, oyo, umo, enebrá, ollín (Vallehermoso).
ambre, oyo, umo, enhebré, hollín (Valle Gran Rey:
informador de 54 años).
ambre, oyo, umo, enebrar, ohm (Valle Gran Rey: in
formador de 43 años).
2 Vid. nota de Dámaso Alonso en la p. 37 de la traducción espa
ñola de los Problemas y métodos de la hingiiística (Madrid, 1951), de
W. y. Wartburg.
Así como los dos informadores (viejo y joven de Tiagua) coinci
dían en el tratamiento, los de Haría se diferenciaban: el analfabeto,
la perdía sistemáticamente; otro algo más culto solía hacerla caer en
la conversación, pero la restituía en las palabras aisladas.

90
< ao); un labrador, la solía perder, pero en ocasiones la pro
nunciaba fricativa relajada; un marinero viejo, la perdía siem
pre, pero otro joven alternaba en el tratamiento; las dos mujeres
(una culta, analfabeta la otra) la conservaban incluso en el parti
cipio -ado; b) en Guía, Agaete, San Nicolás, Tirajana y Mogán,
la pérdida era corriente y aunque la restitución se diera en todos
estos sitios, presentaba siempre un carácter francamente minori
tario; en Artenara y Agüimes, la pérdida era casi total, y en Te
ror y Arguineguín había más casos de alternancia que en las de
más localidades visitadas. Las formas en -ido, que transcribí
en Mogán, pugnaban un tanto con lo que se oía en una conver
sación normal; en mi cuestionario escribí: “[el informador
restituyó -ido] en cuanto su atención se podía aplicar a casos
concretos y menos espontáneos”; por eso, en la pronunciación
normal lo que se oían eran formas sin -d-. En Arafo (T e n e r i -

f e), había alternancia, pero la impresión dominante era la de


pérdida. Otro tanto puedo decir de Los Cristianos, (pérdida de
en la conversación, reposición en las respuestas cuidadas),
El Médano, Villa de Arico, Arico el Viejo y El Porís (pueblos
todos de esa misma isla). Los materiales que recogí en a isla
de L a G o m e r a obedecen a hechos de sociología lingüística
(conservación de la -d-, incluso en la terminación -ado-, entre
los cultos), no siempre fáciles de explicar (en el labrador alter
naban los casos de conservación y pérdida, mientras que una
mujer inculta solía reponerla con más frecuencia)1 en Alajeró,
se perdía mucho la -d- intervocálica, aunque también era fre
cuente la conservación, en mi informante de 62 años, mientras
una vieja de Targa (75) solía conservarla. En Vallehermoso, lo
espontáneo y más frecuente era la pérdida, que podía reponerse
en la pronunciación cuidada, y esa era la situación de El Cer
cado. Por último, en Valle Gran Rey, los dos informantes
perdían la -d-, aunque en ocasiones la restituían; el rasgo de
la pérdida debió ser muy general, pues así lo escuché siempre
a una vieja de 75-80 años y a todas las personas del pueblecito
de Los Granados.

Informes de la capital, San Sebastián.

91

r
3.EL TRATAMIENTO DE L Y R IMPLOSIVAS.

A Lestudiar habla de Tenerife, señalé ( 29) la neutralización


de 1 r y la realización del archifonema resultante como
tal, l/r4, como 1,como r o, añadiría ahora, en posición final abso
luta, puede llegar a desaparecer. En cuanto a la distribución geo
gráfica del fenómeno, poseo materiales de todas las islas orienta
les y no escasos de algunas occidentales; a continuación aportaré
los datos que he allegado entre las 119 preguntas iniciales de
mi Cuestionario: L a G r a c i o s a: mal ‘mar, mal’, clineh
‘crines’5, bebel, moni (todas en el hombre), alcu ‘arco’, borsillu,
corchón (en la mujer); en L a n z a r o t e se mantuvieron los
usos correctos de Haría y Arrecife y sólo huelga apareció en
Tiagua’ y Femés; en F u e r t e y e n t u r a: en Puerto del
Rosario, un labrador dijo cune, mientras el marinero, pol/rvace
re, borsiyo, corchón; en La Oliva, borsiyo, corchón, huelga
‘juerga’ (vid, nota 6); Betancuria: huelga (vid, nota 6), dina,
bol/rsillo, corchón7 Tuineje, huelga, clin, enebral ‘enhebrar’;
Morro Jable : borsiyo, corchó(n), cune8 G r a n C a n a r i a:
en Las Palmas, los informadores cultos (hombre y mujer)
pronunciaron correctamente, mientras que el labrador dijo

Con 1/r indico el archifonema en el que abocan 1y r al neutralizar


sus rasgos distintivos.
En ‘alcohol’ puede haber disimilación de las 1... 1, por eso su
testimonio no es seguro: arcó (en la mujer).
6 Creo que este ejemplo es poco expresivo, puede tratarse de un

arcaísmo castellano, toda vez que el juerga de la lengua oficial es un


andalucismo. No cuento alcor (hombre joven), arcol (hombre viejo),
pues se trata de claras disimilaciones, ya que en ambos casos se han
conservado las dos consonantes implosivas.
También arco!, pero vid, nota 6.
8 Y otros ejemplos, que no son válidos (arcol ‘alcohol’) o dudosos
(huelga).

92
borsiyo, balbechá, galbanzo9 el marinero, clin, borsiyo10, y
la mujer inculta, borsiyo, corchó(n); en Guía, porvahera,
borsiyo, corchó(n), yelba ‘hierba’; en Teror, sor, hier, por
vahera, borsiyo, corchón”; en Agaete, borsiyo, pol/rvahe
ra; en Artenara, huelga, clinL”; en Tirajana: huelga, clin,
balbechao ‘arado’, galbanzou; en San Nicolás no documenté
sino la disimilación armiré (no válida, por tanto, para mi obje
tivo); en Agüimes, huelga huerga, clin, alco ‘arco’, Calme(n)
‘Carmen’14 en Arguineguín: hier ‘hiel’, borsillo, corchó(n)15
en Mogán, no recogí sino formas correctas; en T e n e r i f e:
dina, borsiyo (en Arafo). Confío que estos datos puedan aportar
alguna información directa a esa “investigación sistemática” de
la neutralización, que tan conveniente nos parece.

Y otros casos que pueden ser dudosos: albo ‘árbol’, armiré, los
álbol ‘los árboles’.
Además de arcó! alcor ‘alcohol’, albo ‘árbol’.
11 De un singular clavé se formó el plural clavere, cfr. además
alcor y la asimilación ammiré.
12 Como se ve, formas poco claras. También un claver, pero unoh

clavele.
Vid. nota anterior y añadamos clavé (sing.) clavere (pl.) y
arcó ‘alcohol’.
14 Amén de clavé clavere,clavele.
Y los casos dudosos arcó ‘alcohol’ y armiré ‘almirez’.

93
OBSER VA ClONES MORFOLÓGICAS
E N las notas
motivos que siguen,
que pueden voy para
ser útiles a presentar
caracterizarunos cuantos
la realidad
dialectal de las Islas. Mi pretensión es mostrar —tan sólo—
la conveniencia de usar unidos los métodos “geográfico” y
‘socio1ógico”. Veremos hasta qué punto se pueden resolver los
problemas planteados o si se impone la búsqueda de soluciones
por veredas distintas de las que ahora transitamos.
Una vez más quisiera señalar la mutua vinculación de los
hechos sincrónicos y, desde un punto de vista metodológico,
lo insatisfactorio que resulta inducir hechos de lengua tomando
como base las formas de la poesía tradicional.
Pienso que los materiales que he reunido, y ordeno en las
páginas que siguen, valdrán para intentar ulteriores especula
ciones. Pero, insisto, en ésta, como en las demás partes del
libro, no hago sino ofrecer algunos aspectos parciales. Aquellos,
precisamente, que de un modo u otro habían interesado con
anterioridad. No trato de discutir “todo” el español de Ca
narias, sino de dar unas cuantas muestras de los trabajos que
he dedicado a este dominio.

97
POESÍA TRADICIONALY MORFOLOGÍA

QUIEN se enfrente con el romancero canario, encontrará


no escaso número de formas sorprendentes. Si deduce de su
documentación en los textos unas conclusiones sobre la estruc
tura morfológica —o sintáctica— del dialecto está en trance
de cometer yerros de no escasa monta. Tomemos un solo botón
de muestra: los romances atestiguan formas como tratón, sen-
tensión, en vez de trataron, sentenciaron; si arbitrariamente,
inferimos un hecho actual (existencia en el habla viva de per
fectos en -ón) de la transmisión romancesca, llevaremos a cabo
una grosera falsificación de la verdad. Naturalmente, sólo un
conocimiento de primera mano de la dialectología de hoy nos
podrá precaver contra el falso espejismo. Un texto fosilizado
en su transmisión no puede ser un buen texto dialectal.
La cuestión suscitada para Canarias tiene un valor mucho
más amplio, por más que las Islas sean ahora el objeto de nues
tra atención. Si me ocupo de este motivo concreto es, preci
samente, porque recogidos, y a veces publicados, abundantes
romances en el Archipiélago1, algún investigador puede ser

1 Vid. A. Espinosa, Romancero canario. Santa Cruz de Tenerife,

99
tentado a considerar como norma lo que no es sino antigualla
carente de vida.
Es importante, a mi parecer, los testimonios que poseemos
para caracterizar la lengua de los romances frente a los usos
coloquiales. Me voy a permitir presentar dos motivos: uno en
relación con un dialecto determinado; otro, que atañe a la len
gua común.
Paul Bénichou llevó a cabo un cotejo harto instructivo
cuando hizo la “Comparación de la lengua de los romances
[judeo-españoles] con el dialecto hablado” Las conclusiones
del investigador francés son ilustrativas a nuestro objeto: “la
lengua de nuestros romances.... presenta notables diferencias
con el dialecto hablado”; “muchas de esas diferencias se deben
explicar por la resistencia de los textos tradicionales a la evo
lución dialectal” (ambas citas en la p. 241); “además, nuestros
romances están llenos de palabras castellanas desusadas en el
dialecto común”; “el romancero, en su léxico, representa un
estado lingüístico muy anterior al actual” (p. 242), etc. En se
gundo lugar, me permitiría recordar otro hecho lingüístico
inherente al arcaísmo del romancero: “Creo que la ininte
rrumpida popularidad de los romances en España puede haber
salvado hasta cierto punto el sabor de esta construcción [Cas

s.a.; L. de la Rosa, L. González de Ossuna, Cinco romances canarios


[de Icod, Tenerife] (“Tradiciones Populares”, 1, 1944, pp. 15-32;
J. Pérez Vidal, Romances con estribillo y bailes romancescos RDTP, IV,
1948, pp. 197-241), Santa Irene. (Contribución al estudio de un romance
tradicional) (Ib., pp. 518-569), Romancero tradicional canario (Ib., y,
1949, pp. 434-470); M. Morales y M. J. López de Vergara, Romancerillo
canario. La Laguna, s. a., (con una introducción de D. Catalán sobre
La recolección romancística en Canarias); S. Sosa, Calas en el romancero
de Lanzarote. Las Palmas, 1966 (con Introducción de A. Armas);
P. Cullen, Romance de don Pedro Acedo [versión de Fuerteventura]
(“Isla”, de Las Palmas, n. 36, 1967, pp. 27-28).
2 Observaciones sobre el judeo-es pañol de Marruecos, en la RFH,

VII, 1945, pp. 241 y siguientes. En un estudio sobre poesía tradicional


sefardí, y al recoger formas como vide, vida, pude señalar: “estos ar
caísmos parecen fosilizaciones en el habla literaria; coloquialmente se
usa vid, etc.” (Endechas judeo-españolas. Granada, 1953, p. 166, § 13 a).

loo
tilia la gentilJ en español, aunque me parecería rasgo antiguo
si se empleara en una obra moderna” Por otra parte, Diego
.

Catalán había caracterizado al romancero canario por el arcaís


mo de su tradición Si tal es la situación referida a la literatura
.

oral, pienso que el estado de lengua que en ella se refleje no


será, precisamente, el de la modernidad. Baste recordar que
el romancero insular conserva fa5 por ‘había’ (n.° 1), vide por
‘vi’ (n.° 2), apolegar por ‘pulgar’ 8), tate ‘guárdate’ (ib.),
°

fa por ‘iba’ (n.° 9), etc. Añadamos, por otra parte, la documen
tación en esa poesía de transmisión oral de giros sintácticos
ajenos o contrarios al español de Canarias: para contigo casar
(n.° 8), un hombre la quiere hablar ibidem, quien yo tuviera
la dicha ° 9), la noche y el día toda (n.° 12), etc.
Estas sencillas muestras, aducidas con el único valor de
apoyar mi postura, y, simplemente, recogidas en un espigueo
que en modo alguno ha sido exhaustivo, muestran bien a las
claras que por el mero hecho de conservarse en el romancero
no podemos inferir la vitalidad actual de un rasgo morfológico
y —añadiría---- sintáctico. Los textos de transmisión oral sólo
sirven como testimonio de la lengua actual cuando los rasgos
que en ellos se ejemplifican se pueden comprobar también en
la sincronía que practicamos; en cualquier otro caso, no son
sino elementos ajenos al sistema que se transmiten enquistados
como esporas, pero sin ocupar ninguna posición en las estruc
turas vivas6

Leo Spitzer, El sintagma “Valencia la bella”, en la RFH, VII,


1945, pp. 275-276.
La recolección romancística en Canarias, apud. M. Morales y
M. 1. López Vergara (vid, nota 1), en la primera página del texto, que
está sin numerar.
Todas estas referencias se hacen al Romancerillo canario. Los
números corresponden al de los textos.
6 Por eso se explican las deturpaciones producidas en elementos

ajenos a la compresión de los hablantes. Véanse, por ejemplo, los tes


timonios que aduzco en Interpretaciones judeo.españolas del árabe
“gabba” (“RomancePhilology”, XVII, 1963, pp. 327-327) y R. Menéndez
Pidal, Sobre geografía folklórica, Ensayo de un método (RFE, VII, 1920,
pp. 257, 270, 297, entre muchas que podría aducir).

101
NOSOTROS, NOS LOSOTRO(S),LO(S).

E NCanarias
‘nos’. se oyen con
El fenómeno, es bienlosotro
frecuencia
como es ‘nosotros’,
sabido,ylonopor exclusiva
mente insular: ya A. Rosenblat había hablado de él y lo había
explicado como un caso de repercusión de la 1- del pronombre
de tercera persona (le, lo, etc.) sobre la nasal etimológica’. El
ALEA ha señalado la existencia de losotros en el pueblo sevi
llano de Las Cabezas de San Juan’. Como se puede ver en la
información precedente, en ninguna parte goza el fenómeno de
la vitalidad que tiene en Canarias. El haber reunido muchos
materiales en casi todas las Islas, me permite hablar de la geo
grafía del fenómeno y de su altura social en esta breve nota.
Según mis informes, recogidos in situ, los pronombres
losotro, lo ‘nosotros, nos’ se documentan en el islote de L a

1 Nota al t. 1 ( 126) de A. M. Espinosa, El español de Nuevo

Méjico (Buenos Aires, 1930) y pp. 139-140 del t. II de la misma obra


(1946).
2 En tanto se publica el mapa correspondiente, vid. M. Alvar, El

Atlas Lingüístico-Etnográfico de Andalucía (PALA, 1, n.° 4, p. 15, mapa


6).

103
G r a e i o s a3, en L a n z a r o t e (un marinero de Arrecife y
en Femés), en F u e r t e y e n t u r a (en Tuineje y La Oliva
registré ambas formas en la conversación espontánea, y eran
las únicas que emplearon un marinero de Corralejo y otro del
Puerto del Rosario; alternaban con nosotro, no en el habla
de un campesino de la capital), en G r a n Can a r i a (la mujer
inculta y el marinero de Las Palmas, Guía, Teror, Agaete,
Artenara, Tirajana, Agüimes, Mogán y Arguineguín) y en
T e n e r i f e (El Médano)4 la dualidad nosotros, lo fue re
gistrada en Lanzarote (Tiagua), Fuerteventura (Be
tancuria, Morro Jable) y G r a n C a n a r i a (labrador de
Las Palmas). Naturalmente, las personas cultas de la ca
pital de la provincia usan las formas correctas del caste
llano medio. Los hechos registrados no permiten trazar la
geografía del fenómeno, sino hablar de su gran difusión;
ni podemos —tampoco— establecer una estratigrafía social
muy apurada, sino limitarnos a consignar la norma caste
llana, entre los cultos; la conciencia de esa norma entre
gentes más jóvenes o instruidas (que usan el dialectalismo en su
conversación normal) con la consecuencia de su realización
polimórfica, y, por último, la existencia de gentes analfabetas
que usan sólo las formas de la lengua oficial.
En cuanto a la sustitución de los términos dialectales por
los castellanos comunes, parece que losotro penetra más difícil
mente en el dominio de nosotros, que lo en el de nos, según
acreditan los testimonios pertenecientes a tres islas.

Cfr. mi monografía sobre su habla ( 42).


No la recogí en los otros pueblos de Tenerife que he estudiado,
ni en ninguno de La Gomera.

104
ÁREAS DE DOS TERMINACIONES VERBALES

1. -EMOS POR -AMOS

E minio
Lvulgarismo
hispánico’ se encuentra
-emos por -amos,
muy
tanextendido
difundido
porpor
Canarias.
el do
De él hablé en mi obra sobre Tenerife ( 46,6)y el carácter rural
del fenómeno estaba tácitamente expreso al considerar que en
mis encuestas de entonces no usó sino informantes campesinos
(en la conjugación, al menos). He vuelto• a ocuparme de la
cuestión en la monografía que he dedicado a’la isla de La Gra
ciosa, donde volví a documentar el cambio ( 44) y puedo
aumentar estos informes con los nuevos que he allegado desde
1963.
En L a n z a r o t e’ usaban -emo un marinero de Arrecife y
mis informantes de Tiagua, mientras que alternaban -amo
-emo en Haría y sólo usaba -amo mi colaborador de Femés.
En Fuerteventura se oyó -emo en Tuineje, Morro Jable

Vid. A. Rosenblat, op. cit., t. II. p. 220 nota.


2 No se olvide cuán vinculada está La Graciosa al norte de esta
isla, vid, la monografía que, sobre ella, publiqué en la RFE, XLVIII,
1965, pp. 293-319.

105
y a un marinero de Puerto del Rosario; usaban indistintamente
-wno -amo un labrador del Puerto, y, en la conversación,
mi informador de La Oliva, que propendía a usar las formas
literarias cuando no hablaba espontáneamente; no oí sino -amo
en Betancuria. El vulgarismo lo documenté en G r a n C a n a
r i a según las siguientes localización y estratigrafía social: en
Las Palmas (una mujer inculta con la que rellené el cuestio
nario, un labrador de Las Rehoyas y un marinero de San Cris
tóbal), Teror, Guía, Agaete, San Nicolás de Tolentino, Tirajana,
Artenara y Mogán, pero no en Arguineguín (ni en los pueblos
que he explorado en T e n e r i f e —Los Cristianos, El Médano,
Arico, Arafo— ni en ninguno de La Gomera).
Las conclusiones que se obtienen de estos materiales son
semejantes a las que he hecho en la nota sobre nosotros, tanto
por lo que se refiere a la geografía, como a la estratigrafía.

2. LA SEGUNDA PERSONA DE LOS PERFECTOS:


SUS DESINENCIAS

LconAS desinencias del castellano común, alternan


-aste, iste3
otras según la siguiente localización. La
-ate (s), -ita (s),
G r a c i o s a4, L a n z a r o t e (-ate, -ite en Tiagua y Femés),
F u e r t e y e n tu r a (Tuineje, Morro Jable, Puerto del Rosa
rio5 y La Oliva, por más que el informador de esta última
localidad tenía cierta instrucción y con frecuencia restituía las
formas castellanas), G r a n C a n a r i a (labrador de Las Pal
mas, pero no el marinero ni la mujer inculta, Teror, Tirajana,
Agüimes y, alternando con otras formas, en Arguineguín
y Mogán, donde eran las variantes menos frecuentes). En

La aspiración de la s implosiva da lugar a diversos tratamientos


fonéticos a los que haré referencia en las últimas líneas del texto.
‘ Vid. el § 51 de mi estudio sobre el habla de la isla.
Los dos informantes a que hice encuesta: el labrador y el ma
rinero.

106
T e n e r i fe y L a G o m e r a, sólo he encontrado formas
con aspiración de la s implosiva (-ahte, -ihte) y algún raro caso
de -itte (en La Gomera) o de -ite en Los Cristianos (Tenerife),
donde alterna con las formas reduplicadas (.atte, -itte) que
—evidentemente— proceden de -ste.
La sistematización de los resultados fonéticos de estas
desinencias es fluctuante, pues junto a la norma culta (-aste,
-iste) se documenta la vulgar (castellano -astes, -istes), pero, en
todos los casos, la aspiración y asimilación de la -s implosiva
(interior o final) da lugar a tratamientos deslizantes, con reali
zación fonética imposible de discriminar. En las líneas ante
riores, me he atenido —sólo—a las formas que parecían seguras.

107
NOTAS SOBRE ETIMOLOGÍA Y LÉXiCO
GORO ‘POCILGA’

H laACIENDOunas encuestas en la isla de Tenerife, encontré


voz ‘pocilga’ en el pueblecito de Taganana. Esta
gore
forma se venía a unir a otra ya conocida, goro, que tiene un uso
mucho más extendido.
Antes de mis investigaciones se habían recogido gorán
‘pocilga’, gorona ‘cerca de piedras para guardar tanto el ganado
como los árboles’, goro ‘cueva natural”, gorete ‘cerca que de
fiende un plantío contra el viento”, voces éstas atestiguadas
para la isla de El Hierro. En Gran Canaria, goro es la ‘cueva
donde se almacena el barro de los alfareros”, ‘pequeño hoyo-

1 J• Alvarez Delgado, Ecero. Notas lingüísticas sobre el Hierro,


RHL, números 72-75 (1945-1946). Cito por la separata, p. 22, y del
mismo autor Miscelánea guanche. 1. Benahoare. Ensayos de lingüística
canaria. Universidad de La Laguna, 1947, p. 36.
2 A. de Armas Ayala, Pequeño vocabulario de voces canarias,

apud “Tradiciones populares”, 1, 1944, p. 69.


‘ G. Rohlfs, Contribución al estudio de los guanchismos en las
islas Canarias. RFE, XXXVIII, 1954, pp. 92-93.

111
refugio, escondrijo’4. La voz, con el valor de ‘pocilga rudimen
taria’, se oye también en las islas de La Palma y de Lanzarote5.
E. Serra y J. Alvarez Delgado han caracterizado los tagoro,
tagóror primitivos como ‘lugar de asamblea misma6. Al parecer
esta significación es secundaria; la primitiva era ‘patio’, ‘lugar
cercado’7 y, de acuerdo con la hipótesis, J. Alvarez propone el
valor de ‘lugar cercado’ como propio de la raíz gor. Desde este
sentido, la palabra evolucionó a los de (a) ‘patio’, (b) ‘lugar de
reunión humana’, (c) ‘asamblea regia’ 8•
Wdlfel, Monumentci (p. 475, § 150), ha señalado con exacti
tud el carácter megalítico que tienen estas construcciones
circulares de piedra, a las que relaciona con otras micénicas.
El origen bereber de la voz está asegurado por formas como
tagarer ‘Richtplatz’, tagoror ‘la place du conseil’ o tegruat
‘le Divan’, que, no encontradas por Wlfel, han sido señaladas
por Ritter y Berthelot. En algunas hablas beréberes se docu
mentan agrur, tagrurt ‘a yard, precenct, courtyard’ y, la última,
como ‘a small enclosure for goats’, agror ‘enclos en pierres
sches’, agrúr ‘niche, éstable’, etc. (todas en Wólfel, Monumen
ta, p. 476, § 150, vid, también su p. 498, § 197).
El cambio semántico más notable parece ser el de ‘patio’
>‘pocilga’. Es éste un proceso semejante al que se ha cumplido
en todas aquellas lenguas que, sometidas a otras de mayor
cultura, han visto envilecerse los viejos términos tradicionales.
En las líneas que siguen voy a aclarar por qué tagoro(r) ‘patio,

F. Guerra Navarro, Contribución al léxico popular de Gran Ca


naria. Madrid, 1965, s. y. En la p. 273 de esta obra, aparecen gorete
‘poza para abrevadero; bebedero de piedra de los animales mayores;
alberca o acequia’.
E. Serra, Las datas de Tenerife, RHL, IX, 1943, p. 12; J. Álvarez,
Teide. Ensayo de filología tinerfeña. La Laguna, 1945, pp. 62-64.
6 Alvarez, Teide, p. 63. Véase la documentación allegada por
Wilfel, Monumenta Linguae Canariae. Graz, 1965 (p. 475, § 150).
Según un viejo testimonio, los tagoror estaban delante de las ca
sas y allí se reunían los indígenas a platicar (cit. en Teide, p. 63).
8 Al parecer, sólo quedan restos en la toponimia que puedan rela

cionarse con estas viejas significaciones,

112
asamblea’ ha desaparecido de las hablas vivas9, en tanto pervive
goro.
Con la hispanización, las voces guanches quedaron mortal
mente heridas ‘°: de vez en cuando una reliquia nos puede ayu
dar a conocer un estado lingüístico y nada más. Pero tales restos
están vinculados a términos muy concretos de la realidad agrí
cola o ganadera, o se nos presentan en un estado de manifiesta
adulteración: producida unas veces por el historiador que
transmite la palabra y, otras, por la comprensible alteración
que experimentó el sistema fonético guanche al adaptarse al
español.
De este modo, tagoro(r) desapareció con las asambleas in
dígenas. Por lo que se sabe de la vieja documentación, la ‘asam
blea regia’ tenía un nombre formado por la fusión del artículo
(ta) con el sustantivo (goro); los dos miembros habían llegado a
una especie de lexicalización y pasaron a significar la asamblea
o reunión por antonomasia. Sólo así acierto a explicar por qué
murió tagoro(r) mientras goro perduró hasta nuestros días.
Desde el punto de vista semántico, goro sufrió un envileci
miento conceptual. De significar ‘lugar cercado’ pasó a ser la
‘pocilga’ porque, en la lengua de los colonizadores, el cerdo era

En un vocabulario muy abundante que recogí en la isla de Tene


rife, sólo pude señalar como guanchismos seguros los siguientes térmi
nos: baif a, belete / beletén, bequeque, gánigo, gofio, gore ¡ goro, jaira
/ jairamo / kairano, mago, perenquén, tabaiba, tafor, tagasaste, tajaraste,
tenique / tmnquene. La lista que da Rohlfs, en el artículo citado en la
nota 3, debe manejarse con cautela, pues hay abundantes términos
peninsulares.
° No encuentro goro, -e con la acepción de ‘redil’ pues el gorona
aislado que cita Alvarez Delgado no sé si será palabra viva (Wiilfel,
Monumenta, p. 840, § 548, aduce la voz como topónimo). Además,
suscita otras cuestiones: sobre el término guanche, hay una sufijación
románica. Esto nos asegura la modernidad “formal” de la voz. Semán
ticamente, puede tratarse también, de un valor tardío que ha coincidido,
al menos en parte, con el primitivo. El significado etimológico no ne
cesitaba de la incrementación castellana.
Si, como al parecer, no existe goro como ‘majada’, ‘redil’, ‘corraliza’
o cosa por el estilo, el envilecimiento de la voz se habrá cumplido
bruscamente, sin una progresiva evolución peyorativa.

113
el animal menos noble. Esto es, se produjo una degradación de
la voz, paralela en todo a la del latín coquina1’ que en osco
umbro (popina) significó ‘tabernucho’, a la del francés pare
convertido en pare ‘macho’ en saboyano12 o a la del vasco
etxeandrea ‘señora de la casa’13 convertido en chandra ‘holga
zana’, en aragonés, y ‘ramera’, en albaceteño’4.
Tal ha sido el proceso del (ta)góro(r) guanche. Siguió dos
ramas: una de “eufemismo” en su historia prehispánica y otra
de “disfemismo”, precipitada o favorecida por la presencia de
los españoles. Queda una tercera posibilidad de carácter neutro:
en ella, al sentido de ‘cercado’ se fueron añadiendo denomina
ciones que tienen siempre la idea de ‘sitio para guardar algo’.
En esquema, todo lo anterior podría representarse así:

/ /patio — lugar de reunión


asamblea
regia.
la misma

goro ‘lugar cercado’—cerca — redil refugio, cueva — cueva


de
alfar.
corral — pocilga.

11 M. Bréal, Ensayo de Semántica (trad. esp.). Madrid, s. a., p. 26.


12 A. Dauzat, Les patois. París, 1946, p. 52.
13 Cfr. los siguientes textos del Fuero General de Navarra (edic.
Ilarregui-Lapuerta): “Si muere ombre pobre quoal que hora moriere
sotiérrenlo; et si alguno richo o emparentado muere de dia, véyllelo
denuytes. De casa deven yr a la veylla o el echaiaun o ela echandra,
et si non venieren seyendo sano, deve calonia. Al alva, los varones
pueden yr a sacar los ganados, et las echandras deven veyllar el cuerpo”
(p. 82 b); “El padre, el esposo, con otros parientes, prengan tres o y
chandras de creer et prengan la esposa, et pónganla en casa” (p. 86 a);
“Entonze sopiendo el hermano que eylla quiere parir envie por parientes
cercanos de si et de eylla, et con conseyllos aduga bonas echandras, III
o y, quando cylla oviere a parir. Estas y chandras aduytas ...“ (p. 91 a).
El valor etimológico se encontraba en el Diccionario de palabras anti
cuadas.... de Navarra, de Yanguas (Pamplona, 1854, p. 29); echandra
‘mujer casada o viuda’. Hoy, en Navarra, hay zonas en las que significa
‘mujer apañada, hacendosa’ (creo que es en las regiones de lengua
vasca o con mayor influjo vascuence), en otras ‘mujer poco trabajadora’
(J. M. Iribarren Vocabulario navarro. Pamplona, 1952, ay. chandra).
14 M. Alvar, El dialecto aragonés. Madrid, 1953, § 202.

114
MAGO ‘CAMPESINO’

H estudiado
AYuna serie de términos canarios que unas veces se han
juntos, mientras otras se ha defendido su des
vinculación. La serie, si no demasiado abundante, posee elemen
tos dotados de valores muy diversos. Acerquémonos al pro
blema.
En principio parece acertada la hipótesis de separar Maohs
(y otras variantes fonéticas o, simplemente, gráficas), antiguo
nombre de la isla de Fuerteventura, de ma/zas / majos ‘sandalia
primitiva”; sin embargo, un demorado estudio de la cuestión
me hace llegar a conclusiones distintas. Las fuentes reunidas
por Wi5Ifel (Monumenta, p. 496, § 193) son contradictorias.
Fructuoso dice una vez que “os islenhos destas ditas ilhas se
chamo mahoreros, que em nossa lingoagemquer dizer criadores
de gados”, pero dos páginas antes había escrito: “os moradores

1 J Alvarez Delgado, Benahoare, pp. 138-140; Tahona. Notas un


güísticas. RHL, núm. 70, 1945, p. 6 (de la separata), y Ecero, p. 29
(donde se puede ver una fotografía del calzado, la que lleva el número
6). Trató nuevamente de la cuestión en su artículo. En torno a “ma-
galia”, apud “Cuadernos Canarios de Investigación”, 1, 1948, pp. 84-86,
especialmente. Sus argumentos no todos tienen la misma fuerza, ni
siquiera coherencia.

115
della [Lanzarotel se chamo maforeiros, no sei por que razño”.
Creo que el autor portugués ha transcrito tomando de otras
fuentes y del mismo modo que ha portuguesizado el final cas
tellano (-ero .eiro) también ha incurrido en la misma falta
al poner la f de su lengua donde los españoles escribían h, o
pronunciaban una aspiración. Contra su f son concordes los
testimonios de Abreu Galindo, de Torriani y del propio
...

Fructuoso. Wólfel (loc. cit.), habida cuenta del material tan


impreciso de que dispone no se atreve a extraer ninguna con
clusión y, ciertamente, no se ve la manera de relacionar el
término insular con las designaciones de ‘pastor’ que, desde el
bereber hasta el vasco, aduce al final de su artículo.
Alguna vez se ha pretendido relacionar maho ‘sandalia’
con huit ‘cuero, piel’ 2• Fonéticamente, el hecho es imposible,
por más que las sandalias se hagan de cuero. Lo que más me
extraña es que todas estas formas no se hayan puesto en
conexión con mago ‘campesino’, usual en la isla de Tenerife .

El estado actual de la cuestión nos permite saber que


Mahoh4, Maoh(s), Mahoreri, Maohreri3 eran, las dos primeras,
el nombre de las islas de Fuerteventura y Lanzarote, mientras
que las últimas eran los gentilicios con que se designaba a sus
pobladores. Hoy majoreros son los habitantes de Fuerteventu
ra6 y majos los de Lanzarote ‘.

Los Monunienta de Wólfel (p. 510, § 227), como tantas ve


ces, son difusos y, en esta ocasión, no aportan nada nuevo, pero
introducen en nuestra discusión el término maúro, aunque con

2 Esta opinión formuladá por Álvarez Delgado en Benahoare, fue


atenuada por su propio autor en Ecero, p. 29.
Rohlfs en su art. cit., p. 84, dice que mago es voz peninsular,
pero no aduce ninguna razón. La documentación y el carácter de la
palabra se oponen al juicio del ilustre romanista, vid. Corominas,
DCELC, • y. mago. Tampoco Wólfel, Monumenta (p. 496, § 193), ofrece
solución al problema del origen de la voz majorero.
Tahona, p. 5.
Benahoare, p. 138.
6 Id., p. 139.

Tahona, p. 6.

116
dudas respecto a su empleo habitual en Gran Canaria; sin
embargo, debo insistir en que maúro ‘campesino’ es voz muy
usada en la isla, como Álvarez Delgado dice; su falta en el
Diccionario de los hermanos Millares8 nada significa, habida
cuenta de la pobreza ejemplar de esta compilación, y que Wólfel
no la conozca no es otra cosa que deficiente información9. Por
el contrario, Guerra Navarro” da el justo sentido de la voz:
‘rústico, hombre del campo y como tal receloso y escamón. Por
traslación se dice de todo hombre bruto y poco social’ y, s.v.
mago, -a, especifica: “denominación que en la Ciudad dan al
hombre o mujer del campo, a quienes también denominan
campurrios y mau’ros”. En el Glosario de canarismos de Luis
Maffiotte, que se conserva manuscrito en el Museo Canario
de Las Palmas, aparece “maduro ‘campesino; mago. Bruto,
Maúro’. Maúro.”
Según el testimonio de los antiguos cronistas, Benahoare,
nombre prehispánico de La Palma, significaba ‘mi tierra’, lo que
hace inferir a Álvarez Delgado que ahoare tenía el valor de
‘país, tierra, patria”. Siendo válida esta identificación, ya no
es difícil interpretar majorero como ‘paisano’ (de Fuerteventura,
según su actual significación). Es el mismo proceso que el de
diota ‘pueblo’ deutsch ‘alemán”2 o el del eslavo antiguo,
donde una misma palabra (el tan traído mujik) es ‘hombre’, en
checo, o ‘campesino’, en ruso. Hasta aquí uno de los caminos.
Veamos el otro: maho / majo ‘calzado” vive hoy en El

8 Léxico de Gran Canaria.Madrid, 1924. Tampoco figura, como


es lógico, en las apostillas que puso al léxico J. Valenzuela Silva, Voca
bulario etimológico de voces canarias. Las Palmas, 1933.
Por otra parte, en el índice de material (p. 278 a) figuran juntos
dos magos que no tienen nada que ver.
‘° Contribución al léxico popular de Gran Canaria. Madrid, 1965.
“ vid. Benahoare, p. 65, especialmente, y Wiilfel, Monumenta (p.
476, § 151).
‘ vid. P. Kretschmer, Los pueblos indoeuropeos. Madrid, 1934, p.
34, y Kluge-Gótze, EWDS (13 edic.), p. 102 a-b.
13 En dialecto canario no existe la j (fon. x) castellana, sino que,

como en tantas hablas hispánicas pervive una afirmación faríngea, vid.


M.Alvar, El español hablado en Tenerife. Madrid, 1959, 13-15.

117
Hierro y, quizás, en la Gomera’4 y, si es que el autor no mezcla
dos valores distintos, en Lanzarote y Fuerteventura”. Ahora
bien, con tan pobres materiales todo lo que se procure será de
carácter muy provisional; sin embargo, no parecerá infruc
tuoso intentar poner cierto orden. La voz maho / majo se pre
senta en dos regiones geográficamente discontinuas y, precisa
mente marginales. Habida cuenta del carácter arcaizante de las
zonas periféricas, puede suponerse que el término debió tener
una difusión pancanaria y que los restos actuales son super
vivencias del naufragio de la voz. Ahora bien, maho y mago
fonéticamente son meras variantes, puesto que las equivalencias
h = g o g = h están suficientemente próbadas en lenguas muy
distintas 16 Semánticamente la coincidencia no es difícil de su
poner: maho ‘paisano’ = mago ‘campesino’. Por tanto, el mago
tinerfeño es uno de los eslabones que parecían perdidos en la
cadena Lanzarote —Fuerteventura [Gran Canaria]’7
— [Te

nerife] — Gomera —Hierro.


Si maho / mago es término que vale para designar el hom
bre de la tierra en sentido genérico (esto es ‘paisano’) y, luego,
con sentido limitativo (‘campesino’), no veo dificultad en que
las formas Mahoh, etc., que designan a las islas orientales, y que
valían tanto como ‘país, patria’, se encuentren dentro del mismo
grupo que las que sirven para caracterizar a sus habitantes.
Queda una última cuestión: la de si estos sentidos tienen
algo que ver con el de ‘calzado’. Faltan materiales con los que
asegurar la hipótesis; sin embargo voy a intentar restringir,
tanto como pueda, mi especulación. El tipo de calzado, o de
vestimenta, es algo que caracteriza a las gentes sin dar lugár
a dudas: en el Cantar del Cid se establece una clara diferencia

‘ Ecero, p. 29.
1 Mi duda con respecto a los datos de Alvarez Delgado se basa en
el hecho de que los cronistas hablan de Lanzarote y Fuerteventura como
tierras de majos ‘paisanos’ y los calzados que describen son herreííos.
16 Recojo la equivalencia de velar y aspirada en mi libro citado en

la nota 13 de la página precedente, § 34, 7 b, donde aduzco bibliografía.


‘ Si aceptamos, maúro dentro de la serie, como quiere Alvarez
Delgado (En torno a “magalia”, cit. n. 1), lo que no me parece evidente.

118
“Vieja” canariense, según P. Barker-Webb y Sabin Berthelot, Histoire
Naturelle des lles Canaries. Edit. Bthume. París 1836; tomo II.
2. parte, plancha 17.
entre catalanes y castellanos por el uso de las calzas18,no se
olvide que una de las etimologías propuestas para martingala
nacía de un tipo de calzas que, según se dice, usaron las gentes
de Martigue19,no debe desdeñarse el hecho de que uno de los
dialectos catalanes de tránsito se conozca por xipellci en razón
del sombrero que usan sus hablantes 20, recordemos el rey nava
rro apellidado Abarca por las que. solía llevar21,fijémonos que
no son extraños apodos como el de chancas de palo con que las
gentes de la Ribera del Duero (prov, de Salamanca) llaman a
los vecinos de Trabanca, justamente porque aquí se usa una
especie de zuecos distinta de la del resto de la comarca, y que,
en Nuevo Méjico, el pueblo indio llamado tewe ha pasado a
designar con su nombre a las ‘abarcas’,en razón del calzado que
usa22, etc., etc. Posiblemente, los majos o magos ‘paisanos’pro
tegidos con cierta clase de abarcas, según los testimonios de
Abreu Galindo, de Viana y de Núñez de la Peñan, llamarían la
atención por esos calzados “de pellejos crudos, que revolvían a
los pies, y algunos eran de cuero de puerco que desollaban”20y

19 “[los catalanes]todos trahen calças; nos cavalgaremos siellas


gallegas, e huesas sobre calças” (Vv. 992 y 994); el conde barcelonés,
refiriéndose a los soldados castellanos, dice: “pues que tales mal cal
çados me vençieron en batalla” (y. 1023). En pleno siglo XVI, un poeta
valenciano continuaba dando baya por mor del calzar de los castellanos:
“Veure lo calçar de alla / quan brutissim dihuen qu’és” (J. Fernández
de Heredia, Obras, edic. R. Ferreres, p. 140, Vv, 105-106).
19 Bloch-Wartburg, Dictionnaire etymologique de la langue française

(2e édit.), p. 376 a.


20 Vid. P. Barnils Dialectes catalans. BDC, VII, 1919, p. 4, donde se

da nombre al dialecto, aunque no las causas de la denominación.


21 Príncipe de Viana, Crónica de los Reyes de Navarra, edic. Yan

guas. Pamplona, 1843, pp. 48-49.


22 Vid. “Biblioteca de Dialectología Hispano-Americana”, 1, § 7,
nota.
Apud Ecero, pp. 99-30.
23
Abreu Galindo, Historia de la conquista de las Siete Islas de Gran
Canaria, pubi. “Biblioteca Canaria”. Santa Cruz de Tenerife (1941?). 1,
18. Su testimonio habla en favor de la hipótesis que he defendido:
“y mahos calzados, de donde son llamados mahoreros [los habitantes
de Fuerteventura]”.

119
majo pasaría a ser ‘una especie de abarca’, frente a los xercos
usados en Tenerife.
De ahí la actual separación: maho / majo es voz conocida
en las islas donde se usa tal calzado y no en las que ha desapa
recido; justamente las áreas periféricas mantienen hoy la voz
en designaciones muy concretas: ‘calzado’ (Hierro, Gomera,
Lanzarote?, Fuertevertura?), ‘nativo’ (Lanzarote, Fuerteven
tura).
Acaso en Tenerife mago fuera ‘el campesino que calzaba
abarcas’ (hoy su atuendo todavía llama la atención) y, una
vez desaparecidas éstas, la voz subsistió con la significación de
‘hombre rústico’.
De haber acertado en mis hipótesis, podría resumir los he
chos de este modo:

aho- ‘país, patria’

Benahoare etc.
Maho, maho(rero)‘paisano’.
(‘La Palma’) (‘Fuerteventura,
Lanzarote’)

‘nativo de Fuer- ‘paisano que


teventura (y Lan- calza abarcas’
zarote)’ general

‘campesino’ ‘abarcas’
(Tenerife) (Hierro,Go
mera. ?, 7)

120
UNA NOTA DE ICTIONIMIA: EL SCARUS CRETENSJS

INTRODUCCIÓN

L materiales
A lámina L deldel
ALM2
cuestionario’
reproduce un
conpez
el extraño
que recogemos
en las costas
los
peninsulares: el Scarus cretensis’. Digo extraño porque lo fue
para mí —y para mis informadores— en las encuestas4 que

1 Questionario dell’Atlante Linguistico Mediterraneo. Fondazione

Giorgio Cmi. San Giorgio Maggiore, Venezia, 1906 (dos volúmenes). Con
toda razón, la pregunta ha sido eliminada de la “Edizione ridotta” del
cuestionario (Venezia, 1964).
2 Vid. M. Deanovid, Perspectives de l’Atlas linguistique méditer

ranéen. “Actes du Colloque mt, de Civillsations, Litt. et Langues


romanes. Bucarest, 1959, pp. 190.194 (y otros estudios del mismo autor
en la Miscellanea del Instituto de Historia de Zagreb, 1958, II, pp.
133-172,y en las “Studia Romanica et Anglica Zagrebensis”, 1958, pp.
3-31); A. Steiger, A propos de l’Atlas Linguistique Méditerranéen,
BALM, 1959, 1, pp. 139-143; M. Cortelazzo, L’Atlante linguistico me
diterraneo. Una grande impresa di solidarietá culturale. “Le Lingue del
mondo”, agosto 1960, pp. 327-330.
Corresponde a la pregunta 557 deI cuestionario descrita en la
nota 1.
Los puntos que he investigado con el cuestionario del ALM han
sido: provincia de Huelva: Ayamonte y Palos. Provincia de Cádiz:
San Fernando, Algeciras y, en la costa de Africa, Ceuta. Provincia de

121
realicé para la Fundación Cmi Sin embargo, haciendo pruebas
.

en las Islas Canarias para seleccionar las preguntas marineras


que iba a incluir en el futuro ALEGan6, el Scaruscretensis fue
identificado en todos los lugares donde hice mis calas: San
Cristóbal y Las Canteras (dos núcleos de pescadores en Las
Palmas de Gran Canaria) y Puerto de la Cruz y Santa Cruz de
Tenerife. Estos hechos me decidieron a elaborar las líneas
que siguen.

EL GÉNERO SCARUSY SU DOCUMENTACIÓNANTIGUA

Los Scan constituyen un género nada raro: nueve especies


atlánticas y una mediterránea (Scarus cretensis) cita la Enciclo
pedia ESpCZSCZ7,pero hay otras en Oceanía8. Incluso —desde un

Málaga: Manilva, Málaga y Melilla (Plaza de Soberanía). Provincia de


Granada: Almuflecar y Motril (no figura en el ALM). Provincia de Aline
ría: Adra, Balerma (no figuran en el ALM) y Almería. Provincia de
Murcia: Aguilas y Santiago de la Ribera (en el Mar Menor). Islas Ca
narias (no constan en ALM): Caleta del Sebo (La Graciosa), Arrecife
(Lanzarote) Puerto del Rosario (Fuerteventura), Las Canteras, San Cris
tóbal, Puerto Mogán (Gran Canaria) y El Pons (Tenerife).
Esta Institución patrocina la empresa y edita (con el Instituto
per la Collaborazione Culturale) el Bolletino (BALM). La selección de
representantes nacionales fue hecha —al menos, en algún caso— por
el Centre International de Dialectologie, de Lovaina. Los gastos de las
encuestas españolas han sido cubiertos íntegramente por el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas.
Vid. M. Alvar, Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas
Canarias. Cuestionario, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios
(C. S. 1.C.), 1964.
s. ir. escaro. Vid. también (s. y. peces) la lámina IV, 7.
8 Vid las bellas fotografías del S. taeniopterus (núm. 81), S. gua
camaia (núm. 82), S. croicensis (núm. 83) y S. sp. de Tahití (núm. 84)
en la obra de E. S. Heraid, Living Fishes of the World, Nueva York,
1962. Sin embargo, faltan referencias del S. cretensis en las pp. 204-205,
en que el autor se ocupa de los “Parrotfishes”. La nomenclatura inglesa
procede del brillante color de estos peces, comparable al de los guaca
mayos y papagayos de las selvas (vid. E. Le Danois, Fishes of the
World, London, 1961, p. 129). No se olvide que Marcelo Sidetes llamó

122
punto de vista puramente ictiológico— poseemos una biblio
grafía para el estudio de las especies atlánticas9.
D’Arcy Wentworth Thompson dedicó un magnífico libro a
los nombres griegos de los peces10. Su aportación a la historia
del nuestro es ejemplar11: gracias a él, sabemos que la anti
güedad dispensó sus mayores elogios al escaro, por más que
hoy su prestigio de antaño esté muy mermado. La vieja creencia
de que rumiaba los alimentos parece estar atestiguada desde
i12 y Plinio comenta que el escaro es “sohis piscium
dicitur ruminare, herbisque vesci non aliis piscibus” (Nat. Hist.,
IX, 62) ‘. La literatura clásica dotó al escaro de notables habili
dades: tenía voz audible, no se le podía capturar por la noche
(pues la pasaba durmiendo) y ayudaba a escapar del anzuelo
o de la red a sus compañeros aprehendidos. Lo pescaban con
semillas de coriandro, a las que era muy aficionado, o con mos
ca, si es correctamente interpretado un pasaje de Marcial (18,7)14.
A pesar de la información que facilitan todas estas obser
vaciones, el escaro era un pez raro: sólo así se explica que fuera

al escaro árOejzó6çe‘como una flor’ (vid. p. 238 de la obra que cito en la


nota 10 de esta misma página). Sin embargo, la National Geographic
Society dice que “the parrotfishes are named for their beaklike teeth,
resembling those of a parrot” (17w Book Fishes, edited by J. O. La
Gorce, Washington, 1952, p. 229).
Vid. Henry W. Fowier, The Marine Fishes of West Africa, en el
Bulletin of the American Museum of Natural History, 1936 (2.a parte),
LXX, p. 1315, s. y. Callydontidae. Allí se cita un ejemplar de Scarus
cretensis capturado en Tenerife en 1879. Debe ser errata por 1839;
de este año es el que documentan Cuvier y Valenciennes en su His
toire Naturelle des poissons (tomo XW, p. 164; 1dm. 400) y de ellos
se tomó la referencia que Leonard P. Schultz incluye en su Review
of the Parrotfishes Family Scaridae. Smithsonian Institution. Washin
gton, D. C,, 1958, p. 130.
A Glossary of Greek Fishes, London, Oxford University Press,
1947.
11 El KPA’PO aparece en las pp. 238-241 del Glossary.
12 Además de la obra de Thompson, vid J. R. Norman, A History
of Fishes, 2. edic. por P. H. Greenwood, Nueva York, 1963, p. 116.
Más referencias a muchos autores antiguos en Thon-ipson, loc. cit.
‘ Thompson, op. cit., pp. 239-240.

123
comida de las altas clases sociales”, con todo y que su carne
pareciera insípida: para darle el sabor que no tenía, los cre
tenses lo aliñaban incluso con sus propias heces’6.

LOS ESCAROS MEDITERRÁNEOS

Creo que Lozano Rey tiene razón cuando dice que los
escaros no debieron ser muy frecuentes en el Mediterráneo,
porque la especie falta en las costas españolas (salvo una noticia
sobre su pesca en Valencia) y parece lógico que, de ser especie
abundante en el Mediterráneo, se encontrara con más frecuencia
en nuestros litorales, camino de paso hacia el Atlántico”. Esta
realidad actual se confirma con los datos antiguos: parece que
sólo abundó en Rodas, Creta y las Cícladas y nunca debió pasar
del cabo Lectum en la Tróada, pues aunque el almirante O. Eh
pertius llevó muchos de estos peces a las costas de Campania,
no logró que la especie prosperara allí’8.

ESCASEZ DE ESCARO EN LAS COSTAS PENINSULARES

La rareza de los escaros en España se comprueba con una


serie de referencias negativas:

15 lb., p. 240, con referencias a Plinio, Horacio y Galenio. No se


olvide tampoco que en tanto aprecio se le tuvo que Ennio le llamó
cerebrum Iouis (Apuleyo, Apol., 29).
16 lb. Marcial corrige un poco: “Scarus.... visceribus bonus est”
(XIII, 84).
‘ L. Lozano Rey, Peces Fisoclistos (2.° parte). “Memorias de la
Real Academia de Ciencias Exactas, Física y Naturales de Madrid”,
XIV, 1952, p. 473.
18 Vid Thompson, op. cit., p. 240. Estas noticias, con alguna al

teración, pasaron a la Enciclopedia Espasa, s. y. escaro. Sin embargo,


alguna vez se han citado escaros capturados en Italia y Francia (Lozano,
Peces Fisoclistos, p. 473). De todos modos, poco interés comercial tie
nen los escaros mediterráneos, pues ni constan en la minuciosa obra
de Palombi-Santarelli (Gli animali commestibili dei man d’ltahia.

124
1) Falta en obras dedicadas a los peces comestibles de
nuestras costas’.
2) En la Enciclopedia Es pasa, en un artículo muy bien
redactado (s. y. escaro), se habla de la especie del Mediterráneo
oriental y se nos dice que allí vive “formando bandadas cerca
de las costas rocosas y ocultándose con frecuencia en las hen
deduras de las rocas; su carne es comestible y se sala y seca
en las costas del mar Rojo”20.
3) En una enciclopedia marítima, bastante peor hecha
que la de Espasa, se amontonan las inexactitudes. Por poco
cuidado que pusieran sus redactores, no parece verosímil que
hubiera errado tanto de tratarse de un pez medianamente co
nocido21

Milano, Hoepli, 1961) ni entran en el inventario de la FAO (Catalogue.


Núms de Poisson / Fish Names. Conseil Général des péches pour la Mé
diterranée. Roma, 1960).
‘ Vid., por ejemplo, L. Lozano Rey, Peces de la fauna ibérica. Junta
para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Madrid,
1928; Los principales peces marinos y fluviales de España. Subsecretaría
de la Marina Mercante (2. edic.), Madrid, 1949, etc. Me parece muy
acertada la opinión de Lozano que, tras documentar los nombres es
pañoles de brecho y escaro, aplicados al pez en cuestión, añade: “no
sabemos hasta qué punto pueden admitirse” (Peces Fisoclistos, p. 472).
Si no se encuentra la especie, mal podrá tener nombre. Horacio, en
la Oda II de los Epodos, usó la voz scan; llama la atención que, al
traducirla al bable, 1. M. Acebal acentúa mal, éscaros (vid. Alvar,
Textos dial., 1, p. 92, y. 59), lo que es prueba indirecta del descono
cimiento del pez. La traducción de J. A. Amandi mantiene la voz latina
(apud. P. Q. Arias, Antología de poetas asturianos. 1. Poesía en bable.
Oviedo, 1959, p. 78).
22 He conservado la referencia porque, veremos, todos los elementos

que en ella constan se repiten, también en Canarias. La misma Enciclo


pedia (s. y. pez, lám. 4, núm. 7) da, para el Scarus cretensis, los nombres
de papagayo marino o vieja. Por desgracia, en las voces correspon
dientes nada se dice de estos términos. Sería notable saber cómo se
ha documentado el término de papagayo, que es común al inglés parrot
(según hemos visto), y al siciliano, papagaddu (Thompson, p. 238).
21 Enciclopedia general del mar, dirigida por José María Martínez-

Hidalgo y Terán, t. III, p. 141 a. Según el autor del artículo, se trata


de una familia de peces tropicales, no comestibles, con un solo repre

125
LOS ESCAROS EN LAS ISLAS CANARIAS

Sin embargo, el escaro debió pasar por nuestras costas y,


a través del estrecho de Gibraltar, migró a las islas atlánticas n•
Y, en efecto, los pobres informes peninsulares que poseemos
se enriquecen en las fuentes documentales de las Islas, por más
que todos los naturalistas no las empleenn.
Viera y Clavijo, no obstante, ignora la vieja como Scarus
cretensis. En su Diccionario sólo se recoge Scarus Viridis, de
Linneo, o peje-verde en las denominaciones regionales25y, para
vieja, se da la equivalencia de Labrus Psittacorostratus 26 pez
policromo parecido al papagayo (recuérdese el inglés parrot
referido a estos peces), por más que los lábridos sean muy dis
tintos de los escaros. Una variedad de nuestra vieja (la llamada
colorada o Sparisoina cretense L.) no escasea en África tropical,
Azores, Canarias y Cabo Verde
P. Barker-Webb y S. Berthelot28,hace más de cien años, nos

sentante en nuestras costas (el S. cretensis), falto de valor y tan raro,


que ni siquiera tiene nombre vulgar. No merece la pena refutar estas
afirmaciones: las noticias que ahora doy ponen las cosas en su punto.
No soy ictiólogo y, por tanto, nada puedo decir acerca de la
migración y actual ecúmene del escaro. Sin embargo, para las condi
ciones de vida de las especies zoológicas que existen entre el Medi
terráneo y la llamada en ictiología “región Mauritana” (en la cual suelen
incluirse Canarias y Madeira), vid. Sven Ekman, Zoogeography of t/ja
Sea, Londres, 1953, pp. 80-88.
Un investigador tan bien informado como Lozano Rey recoge
escuetamente la referencia tinerfeña, vieja (Peces Fisoclistos, ya citados,
p. 472).
26 Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias (edic. 1942).
25 lb., II, p. 202.
28 Ib., II, p. 336.
27 Vid. Instituto Español de Oceanografía, La pesca de arrastre en

los fondos del cabo Blanco y del banco Arguín (África Sahariana).
Madrid, 1943, p. 161 (núm. 112) y, también, p. 117, s. y. En la termino
logía científica, nuestro pez es conocido, indistintamente, como Scarus
o como Sparisoma.
28 Histoire Naturelle des files Canaries, II (2.a parte) París, 1836-44.

126
dieron una precisa información sobre la existencia de este pez
en Canarias: sabemos que fue descrito por vez primera por
Cuvier (p. 67) y que las variedades insulares pertenecen a una
sola especie que, incluso, es muy cercana a la mediterránea, e
idéntica a la maderense (p. 68).
Este pez, tan importante en la economía insular, es, siguien
do a los mismos autores, llamado vieja en las Islas Canarias,
y muy abundante en Tenerife, Lanzarote y Graciosa; es más
frecuente en las costas rocosas que en el estrecho que separa
las Canarias de la costa africana, y los pescadores, incluso,
secan las viejas que así pueden transportarse a La Habana.
Los datos son muy exactos: unos pertenecen ya a la his
toria (secado y exportación de escaros), otros mantienen su
precisión. Hoy las viejas son frecuentes en las islas indicadas y,
mucho también, en Gran Canaria y Fuerteventura. Los infor
mes que he recogido en encuesta directa dieron las siguientes
variedades: colorá(da) (Puerto del Rosario y Órzola, en Lan
zarote; Corralejo, en Fuerteventura; San Nicolás de Tolentino,
en Gran Canaria; El Médano, El Porís, Puerto de la Cruz, en
Tenerife) o encarná (Agaete, en Gran Canaria), ensesiná (Los
Cristianos), melá (Puerto del Rosario, Agaete y San Nicolás,
Gran Canaria, Los Cristianos, El Médano), morisca ‘oscura’
(San Nicolás), parda (Puerto del Rosario, Órzola, Corralejo,
Agaete, San Nicolás, Los Cristianos y Puerto de la Cruz), lora
(Órzola), parda (El Médano, El Porís, Valle Gran Rey), roja
(Valle Gran Rey) y republicana,por sus listas tricolores (Puerto
de la Cruz). Como viven en las costas rocosas, según he dicho
ya, en Tenerife se oye este refrán: “Marzo y abril, la vieja
al veril”29.También queda apuntado que estas variedades son
muy raras en las próximas costas africanas30.

29 veril ‘acantilado’. En los diccionarios castellanos, ‘borde de un

bajo’. Como la palabra se recoge en la compilación académica, falta en


los vocabularios regionales antiguos (Lugo) y modernos (Millares). Para
la vida de los escaros en los cantiles, vid, arriba, p. 125, y Le Danois,
op. cit., p. 129.
° En la expedición a que se hace referencia en la nota 27, sólo

127
ADAPTACIÓN INSULAR DE UNA ANTIGUA PALABRA
CASTELLANA

En otra ocasión he hablado de adaptación del léxico cas


tellano a la nueva realidad de las islas31. Fauna y flora fueron
—al menos, en buena parte— acomodadas a los ojos y a los
oídos que los conquistadores traían preformados. Y eso mismo
ocurrió con nuestras viejas. Recibieron un nombre —-cuáI es
su última motivación?— que en la Península se había usado
para nombrar a otro pez y el escaro, inédito a los ojos recién
llegados, se bautizó como vieja, olvidando que, en otras costas
los hablantes castellanos llamaban vieja a un pez de familia
de los blénidos 32•
Sólo estas notas podemos aducir con respecto al nombre
vulgar del escaro. Por más que haya pasado del Mediterráneo
al Atlántico, nada nos ayuda a poder precisar su nombre. Vieja
es palabra demasiado poco expresiva para conocer, gracias a
ella, ninguna vía de migración u

se capturó un ejemplar hembra. Para representar al pez se recurrió


en tal ocasión a una acuarela anterior de Lozano Rey. La rareza me
fue confirmada por el profesor Cabrera, gran conocedor de la ictiología
de estas zonas.
31 Vid. pp. 18-20 de este libro.
32 Lozano Rey, Peces Fisoclistos (3.a parte). Madrid, 1960, recoge

ese nombre para un Blennida no identificado (p. 141) y para el Blennius


sanguinolentus (p. 166). Por lo demás, la voz vieja —aunque sin iden
tificación— se atestigua en el Léxico de Gran Canaria, de los hermanos
Millares, Las Palmas, 1924, s. y. Allí se aduce el modismo coger una
vieja ‘ruborizarse’ por la coloración de una de las variedades del escaro,
ya aducida.
Al contrario de lo que ocurre con otros casos de ictionimia, cfr.
L. Michel, Noms de l’alose dans le Golfe du Lyon et migration d’un
nom atiantique en Méditerranée. BALM, 1950, 1, págs. 167-177.

128
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
1. El español de las Islas Ccrnariasse publicó en la RFE
(XLVI, 1963,Pp. 166 170). Ahora aparece acortado en su final,
-

porque las últimas páginas, tal como se publicaron entonces,


nada tenían que ver en el momento actual.
2. Geografíay sociologíalingüística en el estudio del espa
ñol insular es una nueva estructuración, a veces con materiales
distintos y elaboración diferente, de varios lugares de mi ar
tículo El español de Tenerife. Cuestión de principios, que
publiqué en la “Zeitschrift für romanisehe Philologie” (LXXXII,
1966, pp. 507 548). En éste, y en otros casos de materiales to
-

mados de mi trabajo anterior, elimino todo el aire ocasional que


tuvo mi publicación en la revista alemana. La originalidad de
mis aportaciones, si alguna hay, quiero que se encuentre en las
páginas que ahora imprimo.

3. Cuestionario de láminas: el ALM y las investigaciones


en Gran Canariavio la luz en el “Bolletino dell’ Atlante Linguis
tico Mediterraneo”, VIII, 1966,pp. 33 43.
-

4. La -a de los plurales reelabora totalmente algunas pági


nas del artículo que publiqué en la “Zeitschrift”, vid, nota 2.

131
5. Sobre la ce postdental procede del mismo lugar que el
trabajo anterior y es acreedor de idéntico comentario.

6. Datos acústicos y geográficos sobre la ch adherente ha


sido redactado en colaboración con Antonio Quilis, a quien
agradezco la autorización que me hace para reimprimir nuestro
trabajo. Se publicó en el “Anuario de Estudios Atlánticos”,
XII, 1966, pp. 337 343; ahora se enriquece con nuevos mate
-

riales.

7. Notas sobre el yeísmo y la oposición elle y ye, 8. Tres


casos de polimorfismo fonético, 9. Poesía tradicional y Morfo
logía, 10. Nosotros, nos losotros(s), lo(s) y 11 Áreas de dos
terminaciones verbales son otras tantas reelaboraciones, muy
adicionadas, de diversas partes del estudio sobre El español de
Tenerife. Cuestión de principios, aducido en el número 2.

12. Goro y 13. Mago aparecieron con el título de Mate


riales sobre “Goro” y “Mago”. (Dos guanchismos del español de
las islas Canarias) en el Homagiu lui lorgu lordan, publicado en
Bucarest (1958. pp. 15 19). Hago ahora muy amplias adiciones.
-

14. Una nota de ictionimia: el “Scarus cretensis” vio la luz


en la RFE, XLVIII, 1965, pp. 165 170. Añado alguna breve ob
-

servación y nuevos materiales recogidos en otras encuestas


insulares.

132
ABRE VIA TURAS BIBLIOGRÁFICAS
AILC. Anales del instituto de Lingüística. Universidad Nacional
de Cuyo. Mendoza, desde 1942.

AIS. Sach-undSprachatlas Italien und Südschweiz, por J. Jud y


K. Jaberg. Zofingen, 1928-1940.

ALEA. Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, por M. Alvar,


con la colaboración de A. Llorente y G. Salvador. Granada,
desde 1961.
ALECan. Atlas Lingüístico y Etnográfico de las islas Canarias, por M.
Alvar (materiales inéditos).

ALEIC. Atlante Lingüístico-Etnográfico Italiano della Corsica, por


G. Bottiglioni. Pisa, 1933-1942.

ALF. Atlas Linguistjque de la France, por G. Gilliéron, con la


colaboración de E. Edniont. Paris, 1902-1910.

AL!. AtlanteLingüístico italiano, por M. Bartoli, U. Pellis y G.


Vidossi. (En preparación).
ALM. AtlanteLingüístico Mediterráneo. Fondazione Giorgio Cmi.
Venecia. (En preparación).
BALM. Bolletino dell Atiante Lingüístico Mediterraneo. Venecia-
Roma, desde 1959.

135
EFil. Boletimde Filología. Lisboa, desde 1932.

MCan. ElMuseo Canario. Las Palmas de Gran Canaria, desde 1933.

NRFH. Nueva Revista de Filología Hispánica. México, desde 1947.

PALA. Publicaciones del Atlas Lingüístico de Andalucía. Granada,


desde 1955.

PMLA. Publications of Modern Linguistics Association of America


Baltimore.

RDTP. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Madrid,


desde 1944.

RFE. Revistade Filología Española. Madrid, desde 1914.

136
INDICES1

1 Redactados por don José Andrés de Molina y don Julio


Fernández-Sevilla, a quienes agradezco su diligencia y cuidado.
DE AUTORES

ABREU GALINDO 22 n. 31, 116, 119 y n. 24.


ACEBAL, J. M. 125 n. 19.
ALIGHIERI, D. 33.
ALONSO, A. 19 n. 20, 20 n. 26, 30 u. 9, 69 n. 23, 79, 80.
ALONSO, D. 61, 90 ti. 2.
ÁLVAREZ DELGADO,J. 15, 16 u. 11, 21 u. 27, 22 ti. 31, 111 u. 1,
112 y n. 5 y 6, 113n. 10, 115 ti. 1, 116 n. 2, 117, 118 ti. 15 y 17.
ALLIRES, J. 38 y u. 31, 81 y n. 6, 82 y n. 8, 85.
AMANDI, J. A. 125 u. 19.
APULEYO 124 n. 15.
ARIAS, P. Q. 125 n. 19.
ARISTÓTELES 123.
ARMAS, A. DE 10 n., 111 n. 2.

BARKER-WEBB, P. 127.
BADÍA, A. 32.
BARNILS, P. 119 n. 20.
BARTOLI, M. G. 16 y n. 12, 135.
BÉNICHOU, P. 100.
BERTHELOT, S. 112, 127.
BERTONI, G. 16.
BLOCH, 0. 119 n. 19.
BOTTIGLIONI, G. 135.
BRÉAL, M. 114 n. 11.

CANELLADA,M. J. 61.

139
CANFIELD, D. L. 69 n. 21.
CASTRO, A. 31 n. 12.
CATALÁN, D. 13 u. 2, 39, 65, 70, 100 n. 101.
COROMINAS, J. 19 n. 20, 79, 116 n. 3.
CORTELAZZO, M. 121 n. 2.
CULLEN DEL CASTILLO, P. 18 n. 19, 31 u. 12, 100n.
CUVIER 123 n. 9, 127.

DAUZAT, A. 114 n. 12.


DEANOVIÓ, M. 29, 121 n. 2.
DELATTRE, P. 62 y n. 10.

EDMONT, E. 36 n. 21, 135.


EKMAN, S. 126 n. 22.
ENNIO 124 u. 15.
ESPINOSA, A. M. 22 n. 31, 70 n. 24, 99 n. 1, 103 u. 1.

FERNÁNDEZ DE HEREDIA, J. 119 n. 18.


FERRERES, R. 119 n. 18.
FOWLER, H. W. 123 n. 9.
FRUCTUOSO 115, 116.

GALENIO 124 n. 15.


GARCÍA BLANCO, M. 29 n. 4.
GARCÍA DE DIEGO, V. 27 n. 2.
GARDErrE, P. 81.
GAUCHAT, A. 25.
GILLIÉRON, J. 25, 35, 36, 37, 39, 84, 135.
GONZÁLEZ DE OSSUNA 100 xi.
G5TZE, A. 117 n. 12.
GUERRA NAVARRO,F. 112 n. 4, 117.

HERALD, E. S. 122 n. 8.
HERNÁNDEZ PERERA, J. 17 n. 17.
HORACIO 124 n. 15, 125 n. 19.

IORDAN, 1. 25.
IRIBARREN, J. M. 114 n. 13.

140
JABERG, K. 25, 35, 38 y n. 28, 135.
JUD, J. 25, 35, 38 y n. 28, 135.

KLUGE, F. 117 n. 12.


KRETSCHMER, P. 117 n. 12.
KUHN, A. 36 n. 21, 39 n. 34, 41.

LA GORCE, J. 0. 123 n.
LAPESA, R. 69 n. 23.
LE Diois, E. 122 n. 8, 127 n. 29.
LÓPEZ DE VERGARA,J. 100 n. 1, 101 n. 3.
LOZANO REY, L. 52, 124 y n. 17 y 18, 125 n. 19, 126 n. 23, 128 it.
30 y 32.
LUGO, S. DE 15 n. 5, 127 n. 29.
LLORENTE, A. 135.

MAFPIOTTE, L. 117.
MARCIAL 123, 124 n. 16.
MARTfNEZ-HIDALGO y TERÁN, J. M. 125 n. 21.
MENÉNDEZ PIDAL, R. 101 n. 6.
MIcHEL, L. 128 n. 33.
MILLARES 117, 127 n. 29, 128 n. 32.
MORALES, M. 100 n., 101 n. 4.

NAVARRO TOMÁS, T. 18 n. 18, 60, 61, 70 n. 24, 74 n. 4.


NORMAN, J. R. 123 n. 12.
NÚÑEZDE LA PEÑA 119.

PAIVA B0LÉ0, M. DE 14 n. 3.
PALACIO, A. 60.
PALOMBI 52, 124 n. 18.
PASSY, P. 27 n. 2, 32.
PELLIS, U. 135.
PÉREZ GALDÓS, B. 21.
PÉREz VIDAL, J. 15, 17 n. 14, 18 n. 18, 19 n. 21, 100 n.
PETKANOV, 1. 29.
PLINIO 123, 124 n. 15.
Por’, S, 50, 51 y n. 14.

141
QUILIS, A. 73 n. 3, 132.

REED, D. W. 85 n. 18.
RÉGULO, J. 14, 15.
RITTER 112.
RODRÍGUEZ-CASTELLANO,L. 60, 70 n. 24.
ROHLFS, G. 36, 38, 111 n. 3, 113 n. 9, 116 n. 3.
RUMEU DE ARMAS, A. 17 n. 15.
ROSA, L. DE LA 100 n.
ROSENBLAT, A. 69, 103, 105 n. 1.
ROUSSELOT, J. P. 25.

SALVADOR,G. 38 n. 31, 135.


SANCHO DE SOPRANIS,H. 17 n. 15 y 16.
SANTARELLI 52, 124 n, 18.
SCHUCHARDT, H. 40.
SCHULTZ, L. P. 123 n. 9.
SÉGUY, J. 85 n. 18.
SERRA, E. 16 n. 9, 112 y n. 5.
SIDETES, M. 122 n. 8.
SOSA, S. 100 n.
SPICER, J. L. 85 n. 18.
SPITZER, L. 39, 101 n. 3.
STAMPA, R. A. 50, 51 y n. 14.
STEIGER, A. 121 n. 2.
STEFPEN, M. 15, 65.
STRAKA, G. 62, 63, n. 11.

TAGLIAVINI, C. 39.
THOMPSON, D’ARcY W. 123 y n. 12, 13 y 14, 124 n. 18, 125 n. 20.
TORRIANI 16, 22 n. 31, 116.

UNAMUNO, M. DE 29 n. 4.

VALENCIENNES 123 n. 9.
VALENZUELA SILVA, J. 117 n. 8.
VIANA, A. DE 119.
VIDOSSI, G. 135.
Visi y CLAVIJO, J. 19 n. 22, 20 n. 23, 126.

142
WARTEURG, W. y. 90 n. 2, 119 n. 19.
W&FEL, D. 16 n. 10, 112 y n. 6, 113 n. 10, 115, 116 y n. 3,
117 y n. 11.

YANGUAS, J. 114 n. 13.

ZAMo1t VICENTE, A. 61.

143
DE TEMAS

-i palatal 59, 60.


en andaluz 61, 62.
estudio experimental 62.
-a velar o media 59, 60.
en andaluz 61.
estudio experimental 62.
en francés 62, 63.
comunidad del proceso hispánico y del francés 63.
adaptación de palabras para especies desconocidas 19, 20.
ALEGan (Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias)
43.
ALM (Atlas Lingüístico del Mediterráneo) 43.
cómo deberá ser usado 54, 55.
alternancias nos tos 37, 103, 104.
alternancia nosotros losotros 37, 103, 104.
- amos: sustituído por emos 105, 106.
-

arcaísmos: carácter de los llamados “arcaísmos” de las Ca


narias 18.
archifonema l/r 92.
aspiración
como signo de plural 61, 62.
de s final: consecuencias 59.
-

aspirada inicial
su pérdida 31.
su posición en la conciencia de los hablantes 37, 87-89.
aste (desinencia de la 2. persona del perfecto) 106.
-

astes (desinencia de la 2•a persona del perfecto) 107.


-

ate(s) (desinencia de la 2. persona del perfecto) 106.


-

144
Atlas lingüísticos
sus limitaciones 35, 36.
sus ventajas 35, 36.

biología de la lengua 37.


y sociología lingüística 37, 38.

cambios semánticos 112.


envilecimiento 112, 113, 114.
canario
su pretendida equiparación con el judeo-espaflol 22.
como una variedad regional del español 22, 23.
como una manifestación de las hablas meridionales 23.
ce postdental 37, 65-70.
espectrogramas 65, 66, 67.
articulación 66.
distinta de la ce castellana 67.
difusión geográfica 67-69.
sonido parecido en andaluz y en español de América 69.
cronología 69.
su valor social 69, 70.
su consideración como alófono 70.
ceceo 70.
cuestionario de láminas 44.
su viabilidad metodológica 50-52, 54.

ch adherente
espectrogramas 71, 72.
cuadros de su imagen acústica 72, 73.
momento oclusivo 73.
momento fricativo 73.
fricación 73.
diferencias con la castellana 74.
sonorización del momento oclusivo 74.
su difusión 74 77.
-

su relación con y 78.


ch canaria
tipos de articulación 71.
adherente 71-78.
consideración fonológica 77, 78.
desfonologización no probable 77.

145
d intervocálica 37.
-

polimorfismo 90, 91.


desfonologización
de la ch 77.
de la 1179.
desinencias de la segunda persona de los perfectos 106, 107.
-aste 106.
-iste 106.
-ate(s) 106.
- ite(s) 106.
- astes 107.
- istes 107.
distinción 11/ y
difusión geográfica 82, 83, 84.

-e paragógicas tras r 32, 34.


-

su explicación mediante la combinación de los métodos


geográfico y sociológico 32.
- emos por amos 105, 106.
-

carácter rural 105.


encuestas marineras 43.
envilecimiento semántico 112-114.
español atlántico 13, 14.
español de la época de los Reyes Católicos y hablas canarias
20, 21.

geografía lingüística
su combinación con la sociología lingüística 38 39, 84, 85.
y estudio de las hablas vivas 25.
guanchismos 111-120.
y la hispanización 113.

/h/ (fonema) 87.


[h] 87.
polimorfismo 87, 88.
habla de hombres y mujeres 38.
habla de los marineros canarios
su pretendido arcaísmo 28, 29.
la modernización de su terminología tradicional 29.
hablas hispánicas meridionales 13
y el canario 23.

146
hablas canarias
y el método geográfico 26, 27, 41.
hablas rurales y hablas urbanas
influencias recíprocas en el español de Canarias 31, 32.
hispanización: su influencia en la suerte de las voces guanches
113.

innovación y arcaísmo en un mismo grupo social 27.


- iste (desinencia de la 2. persona del perfecto) 106.
• istes (desinencia de la 2•a persona del perfecto) 107.
- ite(s) (desinencia de la 2.&persona del perfecto) 106.

judeo-español y canario 22.

¡ =r:
neutralización 92.
distribución geográfica 92, 93.
lengua como espejo de la vida entera de un pueblo 36.
léxico castellano adaptado a la realidad de las Islas 128.
lingüística espacial
su no aplicación a las Canarias 17.
situación no periférica de Canarias 17-18.

los en lugar de nos 37, 103, 104.


losotros en lugar de nosotros 37, 103, 104.

11:
neutralización con y 79
desfonologización 79
carácter rural de su conservación 33, 79
distinción respecto a y 82-84.

marinerismo
del español de América 18, 19
de las hablas canarias 19, 29, 30.
materiales sociológicos: cómo hay que interpretarlos 27.
mestizaje lingüístico 39, 40.
método geográfico

147
la conveniencia de su aplicación a las hablas canarias 26,
27, 41.
su limitación reconocida 30.
su preponderancia sobre el sociológico en el caso de e
paragógica tras r 34.
cómo actúa 36, 37.
cómo proporciona datos sociológicos 37, 38.
combinación con el sociológico 27, 32, 34, 35, 97.
método sociológico
su compatibilidad con el método geográfico 27, 32, 34, 35
y “dialectos verticales” 27, 32, 33.
morfología en el romancero canario 101.

Neorromania 14.
neutralización de 1 y rimplosivas 37, 92, 93.
neutralización 11= y 33, 34.
nomenclatura de los peces mediterráneos: su heterogeneidad
52, 53.
norma culta dentro de un dialecto 39.
nos los 37, 103, 104.
nosotros, nos losotro(s),lo(s) 37, 103
fenómeno no exclusivamente insular 103
explicación de A. Rosenblat 103
su vitalidad en Canarias 103, 104.

-o final 31.
- o final cerrada 29.
oposición 11/ y
en el Lionesado 81.

perfecto
desinencias de la segunda persona 106, 107.
plural y aspiración 28, 61, 62.
polimorfismo
de realizaciones indiferentes 81
del fonema /h/ 87
de d intervocálica 90, 91
- -

en el yeísmo 80, 81.


polisemia
su sentido en las denominaciones vulgares de ¡os seres
de la naturaleza 54.

148
romancero canario 99.
su peligro tomado como texto dialectal 99, 100
arcaísmo de su tradici6n 101
rasgos morfológicos ajenos o contrarios al canario 101
rasgos sintácticos ajenos o contrarios al canario 101.
romances
su lengua frente a los usos coloquiales 100
su arcaísmo 100, 101.
Romania Nueva 14, 39.
Romania Vieja 39.

s canaria
espectrogramas 65-67
articulación 66
difusión geográfica 67-69.
- s final
consecuencias fonológicas de su aspiración o pérdida 59.
.s predorsal 65, 66
articulación 66
espectrogramas 65, 66
difusión geográfica 67-69
su consideración como alófono 70.
seseo 70.
sintaxis
en el romancero canario 101.
sociología lingüística
su necesidad para estudiar los hechos dialectal.es35, 40
sus limitaciones 36
y biología de la lengua 37, 38.
sustituciones fonéticas 89, 90.

trabajos sobre las hablas de Canarias 14-16.


tratamiento de la h (castellano j) 28.
vocales finales cerradas y abiertas con valor fonológico 59,
60, 61
distinta naturaleza del fenómeno en andaluz y en ca
nario 61.

y canaria 78
neutralización con 1179
distinción respecto a ti 82-84
relación con ch adherente 78.

149
yeísmo 32, 80-84
fenómeno de las ciudades 37, 80
polimorfismo 80, 81
estudio estadístico 80, 81, 82
difusión geográfica 82, 83, 84
su altura social 37, 80-84.

150
DE PALABRAS

abacaxí 20 anteanoche 72
abae 47, 49 antier18
agror 112 apolegar 101
agrur 112 araña d’afuera 49
agrúr 112 arbeaca20
aguisiar 18 arcatriya 47,49
ahnebrahla 89 u. arcó 92u.5,93n. 10,13y 15
aho. 120 arcol92 n.6,7 y 8
ahoare 117 armehiyón49
albahaca 20 armiré93y n.6 y 15
albahar 49 arruahe49
albo 93 n. 9 y 10 asul 66
álbol (los) 93 n. 9 aznacho 52 n.18
alco 93
alcor 92 n. 6, 93 n. 10, n. 11
alcu 92 bacalao45
alhábega 20 baifa113n.9
almeha 49 baila46,49
almeja de fango 45 balbechá93
almejillón 45 balbechao93
altabaca 20 barraco 46, 49
atnargaza 20 barracuda (?) 45
ambre 87, 88 y n. 1, 89 u. 1, barriguda 45
90 n. barriguda rembaliza 45
ammiré 93 n. 11 barruntar 18
anguila 46, 49 bebel 92
anhilá 28, 88 belete 113 n. 9
anjova 44 beletén 113 n.. 9

151
Benahoare117,120 clavé 93 n. 11, 13 y 14
bequeque 113n.9 clavele 93 n. 14
bicúa 44 clavele (unoh) 93 n. 11
bogavante 46, 49 claver 93 n. 11
boguina 49 clavere 93 u. 11, 13 y 14
bol/rsillo 92 clin 93
borsiyo 92, 93 dina 92
borsillu 92 cune 92
brecho 125 n. 19 clineh 92
businegro 46 n. 7 cochinita 49
busio 46, 47, 49 coleto 45
buyón 48 colorá 127
buyón d’hondura 45, 48 colorada 126, 127
concha 45, 49
cónyuge 74
cabaya 45 coquina 114
cabaya pequeña 46, 49 corchón 92, 93
cabesote 47 y n. 8, 49 corvina 45
cabriya 46, 49 corvinate 45
cabesote 47 y n. 8, 49 cría der choco 47
cabriya 46, 49
cabriya de ley 46, 49 chancas de palo 119
cabriya merera 47, 49
cactus 20 chandra 114 y n. 13
cherne 47, 49
cachalote 45 chirimoya 20
cadenado 18 chirimoyo 20
Calme(n) 93
calore 32 chopa 47
chuchan 72
camarón 47 chuchango 72
camarón d’oriya 47 chucho 46, 49
campurrios 117 chucho de ley 46
cangreho 49 chucho roquero 46
cantarero 45 n. 2 chuchos 52
capión 45 chusma 19
caracó de caré 46, 47, 49
caracol 47, 49
caracol de cangrehiya 47 dentón 47,49
caracol de pico 47 deutsch117
caracol de tablero 46, 47, 49 diota117
carajo’l rey 45 drago 19y u.22
cardón 20 dula 46,49
carnada 47
casa 59
casá 59 ebráhla 88, 89 n.

152
ebrar 88 n. 1. hambre 87, 88 y n. 1, 89 n.
ehnebrala 89 n. haniquín 45, 46, 48, 49
ehnilal 90 n. hebrahia 88 n. 1
empatar 19 henebrá 89 u.
encarná 127 hié 88, 89 n.
encolá 49 hiel 87, 88 y n. 1
enebrá 89 n., 90 n. hier 89 u., 93
enebral 88 n. 1. hjé 88 n. 1
enebrar 88 y n. 1, 89 n., 90 n. hollín 87, 90 n.
enhebrá 90 n. hoyf 89 n.
enhebrar 87 hoyín 88 u. 1
enhila 89 n. hoyiso 89 n.
enhilar 88 u. 1 hoyo 87, 88 y n. 1, 89 n.
ensesiná 127 huelga 92, 93
escaro 125 n. 19 huit 116
éscaros 125 n. 19 humo 87, 88 y n. 1, 89 n.
estero 18
etxeandrea 114
ilá 28, 88
ilahia 89 n.
flete 18
jaira 113 n. 9
gaboso negro 45 jairamo 113 n. 9
gago 18 jalar 19
galana 48, 49 juerga 92 n. 6
galbanzo 93
gallo 45 n. 3
gánigo 113 n. 9 kairamo 113 u. 9
garapeyo 45
gato 47, 48, 49
gayo 45, 47, 48, 49 labrare 32, 34
gayudo 47, 49 lagarto 48, 49
glosa 47, 49 lambere 32, 34
gofio 113 n. 9 laso 66
gorán 111 lebrancho 46, 47, 49
gore 111,113n.9 leche 72
gorete111,112n.4 lenguao 45, 46
goro 111, ll3yn.9y10,114 lenguao d’afuera 46
gorona 111,113n.10 liha 49
uña 19
lo 103,104
haca 47,49 longorón 44
haca de ley49 lora 127

153
losotro 103, 104 72,
ocho
73
losotros 103 88ohyin
n. 1
ohtión 49
olivarda 20
macarel 46, 88ollín
y n. 1, 90 u.
macho 71-73 89 n.c
maduro 117 88 y . 1, 89 .
magarza 20 87, 88 y n. 1, 89 n., 90 n.
mago 113 n. 9, 116 y ‘• , oyó88
117, 118,120
magos 119
Maho 120 45 palome
maho 116, 117, 118, 120 46,
pámpano
47,49
Mahoh 116, 118 pámpano
de Guinea 46
Mahoreri 116 pámpano
de ley 46
mahorero 120 papagaddu
125 u. 20
Mahos 115 papagayo
125 n. 20
mahúa papagayo
marino 125 n. 20
majo 117, 118, 120 parda
127
majorero 116 u. 3, 117 pare
114
majoreros 116 46pargo
n. 7
majos 115, 116, 119 parrot
125 n. 20, 126
mal 92 pehediablo
49
Maoh 116 peje-verde
126
Maohreri 116 pejerrey
44, 45, 48
Maohs 115, 116 49
pelúo
martingala 119 114 pre
maúro 116, 118 y fl. 17 perenquén 113 u. 9
maúros 117 20 piña
medregá polfrvarera
92
melá 127 114 popina
mercar 18 porvacera
93
mesmo 18 46, 49 pota
moni 92 47 pulpo
morisca 127 depulpo
afuera 47
muarra de lapulpo
orilla 47
mujik 117 flaire
pulpo
45

nebrá 89 quemme
45
nehbrahla 88 fl. 1 querme
47, 49
no ‘nos’ 104 46,
queya
48, 49
nos 104
nosotro 104
nosotros 104, 106 rahcasio
45

154
rancho 18 45tasarte
raya 49 101 tate
rayas 52 112tegruat
reho 49 32 telare
republicana 127 52
tembladeras
riendah 62 113
tenique
n. 9
roja 127 119 tewa
rubio 51 113
tínquene
n. 9
ruedah 62 tintorera
(7) 45
trataron 99
tratón 99
sama 46 7 trompetero
47, 49
sama catarineta 47 truje
18
sama dorada 47, 49
santorra 49
sardina amacholada 44, umo
87, 88 y n. 1, 89 n. 90 n.
sardina lacha 47
sardina negra 49 vaqueta
46, 49
sardiniya de vara
oro 20
sartón 49
scan 125 n. 19 49
variya
sentenciaron 99 127
veril
y n. 29
sentensión 99 18,vide
101
soldao 48, 49 125
vieja
n. 20, 126 y n. 23,
sor 93 128 y n.127,
32
susio 66 (coger
viejas 128 vieja
una —) 128 n. 32

tabaga 47, 49 120


xercos
tabaiba 113 n. 9 xipella
119
tafor 113 n. 9
tagarer 112
tagasaste 113 n. 9 88yel
y n. 1, 89 n.
tagoro 112 93yelba
tagóror 112 y n. 7, 113, 114 yunque74
tagrurt 112
tajaraste 113 n. 9
tapaculo 45 66zuzio

155
GENERAL

PÁGINAS

DEDICATORIA . . . . . 5

ADVERTENCIAPRELIMINAR . . . 7

PROBLEMASDE HISTORIAY MÉTODO11


El español de las Islas Canarias . . . 13
Geografía y sociología lingüísticas en el español
insular25
Cuestionarios de láminas: el Atlas Lingüístico
del Mediterráneo y las investigaciones en
Gran Canaria43

CUESTIONESFONÉTICAS . 57
La a de los plurales
- 59
Sobre la ce postdental65
Datos acústicos y geográficos sobre la ch ad
herente71
Notas sobre el yeísmo y la oposición de elle y ye 79
Tres casos de polimorfismo fonético
1. La h en posición inicial
- . . . . 87
2. Tratamiento de la d intervocálica
- - . . 90
3. El tratamiento de 1 y r implosivas . . 92

156
OBSERVACIONES MORFOLÓGICAS 95
Poesía tradicional y morfología . 99
Nosotros, nos losotros, los 103
Áreas de dos terminaciones verbales
1. emos por amos
- - 105
2. La segunda persona de los perfectos: sus
desinencias 106

NOTAS SOBRE ETIMOLOGÍA Y LÉXICO . 109


Goro ‘pocilga’ 111
Mago ‘campesino’ 115
Una nota de ictionimia: el Scarus cretensis 121

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA 129

ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS 133

INDICES . . 137
De autores 139
De temas 144
De palabras 151
General 156

157
/

y
ESTE LIBRO, CUYA EDICIÓN CONSTA
DE QUINIENTOS EJEMPLARES, SE ACABÓ
DE IMPRIMIR EN LOS TALLERES
DE LITOGRAFIA SAAVEDRA,
LA NAVAL, 225 Y 227
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
EL OlA 16 DE SEPTIEMBRE
DE MCMLXVIII
EDICIONES DEL EXCMO. CABILDO INSULAR
DE GRAN CANARIA
Casa-Museo de Colón
Colón, 1. Las Palmas.
I.—LENGUA Y LITERATURA.
1. Ignacio Quintana, Lázaro San
tana y Domingo Velázquez:
Poemas. (Publicado).
2. Luis Benítez: Poemas del
mundo interior. (Publicado).
3. Fernando González: Poesías
elegidas. (Publicado).
4. Sebastián Sosa Barroso: Ca
las en el Romancero de Lan
zarote. (Publicado).
5. Juan Marrero Bosch: Germán
o sábado de fiesta. (Publi
cado).
6. Agustín Espinosa: D. José
Clavijo y Fajardo. (En pren
sa).
7. José Pérez Vidal: Poesía Tra
dicional Canaria. (Publicado).
8. Manuel Alvar: Estudios Ca
narios. (Publicado).
II.—BELLAS ARTES.
1. Alberto Sartorjs: Pelo Mon
zón. (Publicado).
2. 1. Hernández Perera: Juan
de Miranda. (En preparación).
III.—GEOGRAFÍA E HISTORIA.
1. J. M. Alzola: Historia del
Ilustre Colegio de Abogados
de Las Palmas de Gran Cana
ria. (Publicado).
2. Marcos Guimerá Peraza: Mau
ra y Galdós. (Publicado).
3. M. Luezas: Geografía de Gran
Canaria. (En preparación).
4. Dr. Juan Bosch Millares: His
toria de la Medicina en Gran
Canaria. (Publicado).
IV.—CIENCIAS.
1. Dres. Bosch Millares y Bosch
Hernández: El síndrome de
Gardney-Bosch. (Publicado).
2. José Murphy: Breves Refle
xiones sobre los Nuevos Aran
celes de Aduanas. (Publicado).
3. Günther Kunkel: Helechos
cultivados. (Publicado).
4. F. Estévez: Flora canaria. (En
preparación).
V.—LIBR0s DE ANTAÑO.
1. D. J. Navarro: Recuerdos de
un noventón. Estudio prelimi
nar de Simón Benítez. Notas
de Eduardo Benítez. (En pren
sa).
VI.—VARIA.
1. Luis Doreste Silva: Romance
de la isla al paso de Cristóbal
*622476 * Colón.
(Publicado).
BIG 806 0 ALV est Luis
2. Doreste Silva, Juan Jimé
- - nez,A. G. Ysábal: Poemas.

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