Estudios Canarios: Manuel Alvar
Estudios Canarios: Manuel Alvar
Estudios Canarios: Manuel Alvar
ESTUDIOS
CANARIOS
I.—Lengua y literatura.
11.—Bellas Artes.
III.—Geografía e historia.
IV.—Ciencias.
V.—Libros de antaño.
VI.—Varja.
c
Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria
(Comisión de Educación y Cultura)
LENGUA Y LITERATURA
MANUEL ALVAR
ESTUDIOS
CANARIOS
1968
DEPÓSITO LEGAL G. C. 389 - 1967
LIT. SAAVEDRA - LA NAVAL, 225/227 - LAS PALMAS
A mis amigos
ALFONSO ARMAS
y
VENTURA DORESTE
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Shablado
E agrupan
enaquí una Canarias
las islas serie de notas sobre el español
que, dispersas,cuando
no perdidas, en revistas muy especializadaso en volú
menes de homenaje, eran de difícil acceso.
No creo necesario hacer otra justificación para
estas páginas que ahora se reúnen. Mejor, sí: la sola
justificación de la amistad. Alfonso Armas y Ventura
Doreste, que con tanto primor cuidan las publica
ciones del Cabildo Insular, me pidieron la orde
nación de estos artículos. Débil pecador, no resistí la
tentación: de aquellas, largas, sabrosas tardes en la
Casa de Colón surgió —siempre en la voz la incitación
al pecado— como manzana dañina, la idea. Y aquí
está. La alegría de ver reunidos mis desvelos se
empaña con la tristeza de no ser digno del mérito.
Por eso Alfonso Armas, Ventura Doreste —Ventura,
Alfonso— figuran en la página de ofrenda. Para que
también pechen con su parte de culpa.
9
Gracias, además, a mis amigos don Federico Díaz
Bertrana y don Cástor Juan Gómez que se han dejado
guiar por las inclinaciones de la bondad al ordenar la
impresión de este librito.
lo
PROBLEMAS DE HISTORÍA Y DE MÉTODO
EL ESPAÑOL DE LAS ISLAS CANARIAS
13
salvar ciertas dificultades geográficas, pero en tal denominación
no cabe la totalidad de rasgos fonéticos que debemos considerar.
En alguna ocasión se ha platicado también de Neorromania o
Romania nueva (cfr. p. 39). No insistimos de momento en
una nomenclatura que matiza la cuestión aunque no la pue
da resolver definitivamente, porque las soluciones dependen
—aún— de parcelas de nuestra ignorancia. En lo que sí quiero
insistir es en el falseamiento —deliberado o inconsciente— de
esa realidad española que es el español de Canarias. Cuando
en 1951 se publica una bibliografía de los estudios de filología
románica en Europa y América3 se organizó el volumen de
una manera harto extraña: aunque la bibliografía se ordenaba
unas veces por naciones, otras se siguió la agrupación por do
minios lingüísticos, mientras que, en alguna, el criterio prefe
rido era el del lugar donde trabajaron los investigadores o donde
imprimieron sus trabajos. De los conjuntos nacionales, se apartó
el habla de Canarias, con lo que las Islas no podían ser incluidas
en la bibliografía porque, si no cupieron en el país llamado Es
paña, mucho menos se podían insertar en una bibliografía de
Europa y América. Desde una estricta consideración científica,
las Islas Canarias debían ordenarse con el español, del mismo
modo que Madeira y Cabo Verde con el portugués. Por otra
parte, y esto no afecta al método, pero sí a los resultados, la
filología románica nó había recibido en ese momento nada —ni
una sola línea— de la producción isleña, y la filología española,
no demasiado. Juan Régulo, que redactó esa bibliografía, para
poder decir algo de la lingüística en Canarias tuvo que empezar
no en 1939, como en el volumen se anuncia, sino en el siglo
XVIII y aun hacer alguna incursión anterior. Quiero poner las
cosas en su punto: cierto patriotismo jugó en este caso una
carta pueril, y no ganó ninguna baza, sino que la. bibliografía
—desde un punto de vista científico— se descabaló. Siñ em
bargo, este criterio nos sirve para poner —ahora— las cosas
14
en su punto; los trabajos de M. Steffen de J. Pérez Vidal5
,
La Laguna, 1946, aparte los estudios breves sobre problemas léxicos que
incluyo en los números 809-812 y 817 de mi Dialectología española,
“Cuadernos Bibliográficos”, VII. Madrid, 1962.—Quiero hacer una sal
vedad: La participación de este investigador en la obra que cito en la
nota 3, como es lógico, nada tiene que ver con la ordenación del
volumen.
De una copiosa bibliografía entresaco: Puesto de Canarias en la
investigación lingüística, La Laguna, 1941; Ecero. Notas lingüísticas
sobre El Hierro (separata de la RHL, números 72-75, 1945-1946); Ta
bona. Notas lingüísticas, RHL, XI, 1945, pp. 202-209; Teide. Ensayo
de filología tinerfeña. La Laguna, 1945; Tamarán. MCan, núms. 21-22,
1947, pp. 27-50; Miscelánea guanche. 1. Benahoare. Ensayos de lin
güística canaria. La Laguna, 1947; Etimología de “attegia” y sus rela
ciones. BFi1. X, 1949, pp. 64-76; Algunos topónimos de Agaete. MCan,
núms. 29-30, 1949, pp. 27-36.
8 Manuel Alvar, El español hablado en Tenerife, Premio “Antonio
15
hasta 1959 no se había precisado la articulación de ningún so
nido del español insular. De aquí que el español de Canarias
necesite ser conocido, describir su fonética, inventariar su lé
xico, establecer la vinculación de palabras y cosas, analizar sus
cambios semánticos, trazar su geografía lingüística, medir la
altura social de sus fenómenos. Y todo ello, claro, sin olvidar
la historia °, que nos hablará de los portugueses en las Islas:
esos portugueses que ni para Torriani en 1590, ni siquiera para
Cambes, eran otra cosa que una nación más de Hispania. He
aquí un texto nítido del italiano que me permito traducir: “Te
nerife está poblado en su mayor parte por gentes portuguesas,
las cuales aventajan en las técnicas agrícolas a las otras nacio
nes españolas.. u .“
16
caso del castellano, arcaizante respecto al francés o al italiano;
innovador frente al catalán o al gallego-portugués. La hipótesis
que comento ha tenido una mala aplicación a nuestras islas. En
primer lugar hay que distinguir un hecho histórico: las regiones
de conquista (Canarias, América) y de reconquista (Andalucía,
Sicilia, el Mezzogiorno italiano) no pueden identificarse con
los territorios patrimoniales (Asturias, Aragón, Toscana, Isla de
Francia). No pueden identificarse por la sencilla razón de que,
en ellos, las estructuras tradicionales han sido barridas por gen
tes extrañas y al origen de estas gentes extrañas es a donde hay
que vincular las nacientes tradiciones. Así, la estructura lingüís
tica de Andalucía depende de unos hechos muy poco abstrusos:
simplemente del origen occidental, central u oriental de sus
conquistadores y repobladores; la de Canarias, desde un punto
de vista español, de las gentes andaluzas que aquí vinieron. No
se olvide que de “Andalucía salieron las principales expediciones
para la conquista y colonización de Canarias” u y no se olvide
que Alfonso Fernández de Lugo, el primer adelantado de Tene
rife, era andaluz y con él vinieron gentes de Sevilla y de San
lúcar’5 y que hay documentación que prueba cómo se concertó
con gaditanos la empresa de ocupar Gran Canaria u Y hacia Se
villa iba el ideal de la que llegó a ser gran ciudad de Las Palmas:
con su calle de Triana, con su nostalgia por tener una catedral
que se pareciera a la de Sevilla o la de encargar unos cuadros
que pudieran ser sevillanos
Si las leyes de los neolingüistas tienen poca aplicación al
español insular por causas históricas, bueno será remachar el
17
clavo con otros argumentos: la situación de Canarias no se pue
de llamar periférica a humo de pajas, pues, desde el primer viaje
del Almirante, se pudo ver que las Islas no eran periferia de
nada, sino centro, eslabón intermedio que unía —válgame jugar
con la palabreja— dos periferias: la peninsular y la de América.
Y las cosas duraron desde el año de gracia de 1492 hasta el de
desgracia de 1898. Y hoy —por otros motivos— persisten to
davía. El español de Canarias no es periférico, sino medular.
Son los canarios quienes van a la periferia americana, como
aquellos 2.500 colonos insulares que marcharon a Santo Do
mingo en una época en que la vieja Española no llegaba a los
6.000 habitantes 1S• Por otra parte, queda esa escurridiza e ina
sible cuestión de los arcaísmos. Los que se suelen dar como
tales, difícilmente lo son Son regionalismos, vulgarismos,
dialectalismos. ¿Por qué han de ser arcaísmos vide o truje,
usados en todas las latitudes del español, desde los Balcanes
hasta el Pacífico? Esos llamados arcaísmos de Canarias (agui
siar, antier, cadenado, gago, barruntar, mercar, mesmo, etc.
etc.) no son ni más ni distintos que los de cualquier otra región
española.
18
lación’; etc., etc.20. Pero esto mismo ocurre en las Islas:
jalar no es sólo ‘tirar de un cabo o de una cuerda’, sino —tam
bién— ‘llevarse la cuchara a la boca’; empatar no es ‘sujetar
el sedal a la patilla del anzuelo’, sino ‘alargar, añadir cualquier
cosa’; uña no es el ‘hilo de pescar’, sino también ‘la cuerda para
tender la ropa’, etc. etc.21. El marinerismo de estas hablas
—canarias, americanas— es fácil de explicar: las largas trave
sías hacían que los hombres de tierra adentro se familiarizaran
con la lengua de los navegantes y, al desembarcar, su habla
—por necesidad o por broma— iba salpicada con los términos
de la chusma (empleo la voz chusma en el sentido etimológico,
de ‘dotación de una nave’) y ya la lengua de tierra quedaba
contaminada para siempre de la jerga marineresca.
Pues bien, otro aspecto de esta cuestión lingüística es el de
dar nombre a las especies desconocidas. Unas veces, la imagi
nación vuela y ahí está el testimonio de los dragos, página
abierta en cualquier libro de caballerías22. Otras veces —y son
las más— se adaptan, como Dios da a entender, los viejos tér
minos existentes. Cuando españoles y portugueses se encontra
Natural de las Islas Canarias, de Viera y Clavijo (edic. 1942, t. II, pp.
254-255): “el drago debe su celebridad a aquel su jugo propio, o resma
que suda de su tronco herido en los días caniculares. Este se condensa
en grumos de color de sangre... Bien sabido es que esta preciosa re
sina pasó mucho tiempo por una verdadera sangre de Dragón, y que el
naturalista Monardes... no dudó publicar que este tal árbol había to
mado la denominación de drago o de dragón por no sé qué figura de
esta bestia, que parecía impresa en su fruta. Es un error, y sólo es
verosímil que la hubiese tomado de la traza del tronco, rollizo y tara
ceado de las cicatrices de las hojas que se han caído, a semejanza del
cuerpo de una gran culebra, coronado de la copa erizada como de una
cresta”.
19
ron en el Nuevo Mundo con unas frutas extrañas, las llamaron
con voces de vieja cepa y, es curioso, recurriendo a las mismas
comparaciones. En América había una fruta que podía parecerse
a la piña del pino y nuestros abuelos, sin demasiados escrúpu
los, la llamaron piña, mientras que los portugueses recurrieron
a la voz indígena (abacaxí), porque resulta que piña se venía
usando por ellos para nombrar a lo que los españoles llamaban
chirimoyo o chirimoya, respetando el término autóctono.
Del mismo modo en Canarias, cuando los españoles vieron
una mata olorosa la llamaron altabaca o arbeaca, en recuerdo
de la alhábega o albahaca peninsular, sin darse cuenta que eran
dos cosas distintas, pues la albahaca insular es la olivarda o
vara de oro de Castilla23 del mismo modo, cuando contemplaron
a la Euphorbia canariensis pensaron en los cardos de sus pue
blos y rebautizaron al cactus con el nombre de cardán, por bien
distintos que sean las bellas euforbiáceas en forma de cande
labro y los hierbajos pinchudos de la Península 24; otro tanto
hicieron bautizando con el nombre castellano de la ‘margarita
silvestre’ (magarza, de amargaza, por su gusto) a una planta
típicamente canaria, la que los científicos llaman Leucanthemum
canariense Los testimonios de este tipo podrían multiplicarse
ad nauseain. No merece la pena. Con los casos aducidos hay
suficientes para aclarar los conceptos que he expresado en líneas
anteriores 26
20
llano de la época de los Reyes Católicos u• Pero ¿por qué? La
falsa percepción de la geografía llevó a marrar en lo del carácter
periférico; la falsa interpretación de la historia lleva ahora a
otros malos pasos.
Es probable que al emitir esta tesis se estuviera pensando
en la cronología. Pero el tiempo es algo más que una hoja de
almanaque irremediablemente marcada con una fecha. Es un
fluir que no se remansa. Y bien claro el testimonio de las Islas.
En el siglo XV vinieron aquellos caballeros que de una u otra
forma encontraban —como el sevillano Guillén Peraza— aquí
la palma de su reposo; de ellos nacieron otros españoles, insu
lares ya, con los que empezó a fluir la ininterrumpida corriente
de la vida hispánica de las Islas. Pero estas islas no quedaron
al garete de España, desarboladas, sin gobernalle, sino que par
ticiparon —una región más— en los barquinazos de nuestra
historia y de nuestra cultura. El español de Canarias no es un
fósil de quinientos años, como un vetusto mamut siberiano,
sino una jugosa realidad, desde los cronistas más viejos hasta
Galdós o Carmen Laforet. Y no lo es en la lengua de los grandes
estilistas y no lo es tampoco en la lengua del pueblo. Aquí el
español tiene una indivisible unidad. Por eso Galdós tenía su
libretita con palabras canarias, tan sabidas que ni siquiera se
tomó el trabajo de definirlas u; por eso Carmen Laforet nos
puede contar la historia, afincada en el terruño, de su majore
ra 29 Tampoco el pueblo quedó a solas en sus islas; la vida
manó aquí como en Sevilla o Cádiz. No creo que nadie pretenda
decir que en la Puerta de Fuera, en la Alfalfa o en el Albaicín se
habla español del tiempo de los Reyes Católicos. Ni en El Cabo,
Vegueta o San Cristóbal tampoco, Ahí están el yeísmo, el seseo,
la aspiración de las implosivas, etc., tanto en los labios anda
luces como en los canarios ¿Español de la época de los Reyes
Católicos?
21
Hay que desechar —también— otro espejismo: el pensar
que canario y judeo-español conserven una especie de arcaísmo
común °. No insisto en las cuestiones geográficas e históricas,
que bien asentadas quedan, pero, también ahora, la cronología
ha cegado la claridad. No se olvide que estos judíos se incrustan
en comunidades lingüísticas vivas (árabes, turcas, holandesas,
griegas, búlgaras, etc., etc.) y en ellas los sefardíes son minorías
que viven al margen, en ambientes hostiles o indiferentes, defen
diendo con uñas y dientes aquellas parcelas de su tesoro (la
lengua, el romancero) que no quieren perder. Sin embargo, den
tro de esos grandes complejos lingüísticos y culturales en los
que se insertan, los sefardíes quedan aislados, sin contacto casi
con la metrópoli, al menos sin ninguna suerte de vinculación
oficial. Ellos sí que son barco a la deriva, aunque sea una angus
tiada deriva que ya va por sus quinientos años. Por eso el judeo
español se ha ido agostando durante siglos y hoy está exhausto.
El español de Canarias no es el judeo-español. No es una
lengua vencida que implora la caridad de un cobijo; es, muy
al contrario, una lengua de conquista que, desde el siglo XVI 31,
ha eliminado las hablas prehispánicas; las relaciones de las Islas
con la Península son las que existen entre las regiones de cual
quier territorio metropolitano; estamos —otra vez— a solas
con un concepto único: el español. Y una variedad, otra más
entre quince, de esas variedades regionales: el español de las
Islas Canarias.
22
de Canarias es, simplemente, una variedad regional de esa en
tidad universal que se llama el español. Su peculiaridad no está
en ser una jerga incomprensible, ni un retazo perdido en la
geografía, ni un andrajo maltratado por el tiempo. El español
de Canarias es tan buen español, y de tan buena ejecutoria,
como el español de cualquier otro sitio; su característica está
en esos elementos con que enriquece, da variedad y hace bella
a la lengua común.
El español de las Islas Canarias se nos presenta, al menos
en lo que sabemos, como una manifestación típica de las hablas
meridionales y, dentro de ellas, del grupo que puede llamarse
atlántico. En otra ocasión he hablado de los guanchismos, ar
caísmos, occidentalismos, andalucismos y americanismos que
integran su léxico. Pero esta complejidad no hace sino incitar
nos a un estudio demorado de las cuestiones: tanto para el
conocimiento real de los hechos, cuanto para poder montar
sobre ellos una especulación fundamentada. En sí, pues, la im
portancia de las hablas canarias es singular; pero su trascen
dencia se multiplica al parangonarla con hechos que se cumplen
en el español de América o al considerar las Islas como eslabón
insoslayable entre el Viejo y el Nuevo Mundo.
23
GEOGRAFÍA Y SOCIOLOGÍA LINGÜÍSTICAS
EN EL ESPAÑOL INSULAR
25
pequeños dominios. No es cuestión de hablar de lo que tanto
se ha hablado.
Sin embargo, no se ha encontrado nunca, ni nunca se en
contrará, el remedio universal para resolver nuestros problemas.
Cada método aporta algo, pero no todo lo que hace falta saber.
Constreñirse ciegamente a uno o a otro significa voluntaria li
mitación de nuestros vuelos y harto limitados nos encontra
remos siempre por la circunstancia de ser hombres.
Quiero señalar, sencillamente, la conveniencia de usar el
método geográfico o el sociológico para estudiar la realidad
viva que es el español hablado en las Islas Canarias. Acaso
lleguemos a la conclusión de que todos los caminos son lícitos,
si se siguen honestamente, y que conviene no tapiar nuestra
actividad, sino ensancharla cuanto podamos para que entre
el viento refrigerador, cualquiera que sea el rumbo de su pro
cedencia. Ahora bien, al buscar unos datos inmediatos que
puedan sustentar ulteriores construcciones teóricas, es necesario
recurrir a un determinado procedimiento de trabajo, si quere
mos llevar a buen fin la tarea emprendida y no perdernos en
cuestiones marginales o en un campo inabarcable. Precisamente
la necesidad de obtener unos materiales idóneos, no sólo desde
el punto de vista geográfico, sino también del sociológico, llevó
a los realizadores del Atlas Lingüístico de Italia y de la Suiza
meridional (AIS) a inquirir por oposiciones lingüísticas dentro
de una misma localidad, con lo que los hechos de tipo social
inferían en los puramente geográficos. Ahora bien, entre las
limitaciones de la geografía lingüística —mejor diríamos, de la
cartografía lingüística— está la de aceptar, habitualmente, a un
solo informador como representante de una modalidad local y
que tal “sujeto” —empleando uno de los términos consagra
dos— sea de una clase social baja para que su lengua no tenga
contaminaciones externas (por viajes, trato con gentes ajenas
a la localidad, lecturas, etc.). Inmediatamente se puede argüir
que el habla de ese individuo no es toda el habla ni todas las
hablas de la localidad. Cierto. Pero es lícito que si se quiere
obtener para futuras investigaciones un léxico agrícola, mari
nero, etc. habrá que recurrir a un campesino, a un patrón de
26
pesca, etc. No puedo comprender que sea de otro modo, por
más que el estudio de los estratos sociales sea imprescindible
si lo que buscamos son los “dialectos verticales”, tal como
suelen ser definidos2
Surge inmediatamente la pregunta de si son compatibles
el estudio geográfico con el sociológico o no. A mi modo de ver,
sí. Siempre y cuando no consideremos como exclusivos deposi
tarios de una lengua a los sujetos rurales (escogidos para allegar
el léxico campesino) o a esos pocos en los que fundamentamos
la estratigrafía social. Porque un hablante, por pertenecer a un
nivel determinado (campesino, obrero, intelectual, etc.), ya
nos está dando materiales sociológicos; al mismo tiempo que
por hablar según las normas que rigen en un determinado sitio
nos facilita materiales geográficos. Claro que para cierto tipo
de estudios habrá que limitar cada tipo de interés, pero esto no
pugna con los principios metodológicos de una u otra empresa.
Por otra parte, al enfrentarnos con esa realidad concreta
que es la vida, y su consecuencia el habla, nos encontramos
que no es discernible a priori hablar del arcaísmo de las gentes
menos instruidas frente a los hablantes cultos; porque bien
sabido es que los cultos son con frecuencia reaccionarios, lin
güísticamente hablando, y que sólo grandes convulsiones socia
les han hecho que las innovaciones de los campesinos o los
menestrales hayan podido llegar a las clases más instruidas.
Por poco que pensemos, nos daremos cuenta enseguida que
un determinado grupo social puede ser caracterizado por co
rrientes encontradas: innovadoras y arcaizantes, a la vez. No
cabe, por tanto, practicar una fácil dicotomía, que oponga es
tratos superpuestos, sino que es necesario pensar en que otros
bloques están en posición vertical y no horizontal: un mismo
rasgo afecta a clases sociales distintas, aunque otros independi
cen a los grupos de hablantes de grupo social diferente. Ejem
plifiquemos con un caso canario.
Se ha dicho alguna vez que el habla de los marineros in
27
sulares es arcaizante. No puedo aceptar como buena esta simple
afirmación impresionista, pues no acierto a comprender que sea
sólo arcaizante la lengua de los marineros : gentes en íntimo
contacto con otras venidas de sitios muy remotos; ellos mis
mos, viajeros a costas y muy diversas y, por su propia condi
ción, abiertos a todos los vientos. Es más, he estudiado las
hablas marineras de muchos pueblos canarios (Caleta del Sebo,
en La Graciosa; Arrecife, en Lanzarote; Puerto del Rosario,
en Fuerteventura; Las Canteras, San Cristóbal y Puerto Mogán,
en Gran Canaria; San Sebastián, en La Gomera; El Porís, en
Tenerife); pues bien, el pretendido arcaísmo no lo encuentro.
En Caleta del Sebo, comparé el habla de un marinero (analfa
beto, 62 años) con el de una mujer (instrucción primaria, 18
años) y, al parecer, el hombre practicaba ciertas innovaciones
desconocidas por ésta. Así en el caso de la conservación de
la aspirada en los plurales, frente a la pérdida de la h en el
hombre y así también en el tratamiento de la h (castellano j)
la mujer volvía a ser arcaizante: decía anhilá ‘enhebrar’, por
ud el pescador.
He comparado el habla de un labrador de Arico y un ma
rinero de El Porís (Tenerife), sin encontrar diferencias, pero,
trabajando en la isla de Fuerteventura, noté que en Morro
Jable, y a pesar del aislamiento del poblado, había unos rasgos
innovadores que llamaban la atención, frente a lo que sabía de
otros sitios de la Isla. Es norma en mis trabajos de geografía
lingüística redactar unas páginas caracterizadoras del habla que
transcribo; así in situ puedo comprobar las observaciones que
he hecho en los dos o tres días que ha durado la encuesta. En
esta ocasión, apunté unas observaciones de carácter sociológico
que me permito copiar al pie de la letra (están fechadas el 8 de
Abril de 1966): “La impresión general del habla es, por ejem
plo, de mayor modernidad (innovaciones fonéticas, al menos)
28
que en Betancuria Intento una explicación: aunque Morro
.
29
prestigiada por algún factor social; en el caso que nos ocupa,
las travesías inacabables la vida insular —como en una nave
,
30
Además, siendo el canario, como es, un conjunto de hablas
innovadoras, pero no siempre, ni en todos sus aspectos u, te
nemos que estudiar sus distintos niveles sociales y los distintos
grupos que integran cada uno de esos niveles o que participan
de varios de ellos. De ahí que sea necesario el estudio de las
hablas que en un sentido muy amplio (campesinos, pastores,
marineros) pudiéramos llamar rurales y, además, las hablas
urbanas; sin olvidar que entre unas y otras se produce un
proceso osmótico suficientemente conocido: los barrios ciu
dadanos son como líneas de transición que llevan hacia el ru
ralismo; a través de estas estructuras suburbanas, el campo
penetra dentro de la ciudad. Por otra parte, no debe ignorarse
el hecho inverso: la urbanización del campo. El labrador que
vive en los arrabales de un importante núcleo de población para
entenderse con los otros ciudadanos tenderá a nivelar su habla
según la norma —o normas— de comprensión que en la ciudad
rijan. Si las Islas tienen interdependencia lingüística, lo que es
tan verdadero como poder hablar de la autonomía de cada una
de ellas, mucho mayor será esa interdependencia entre dos —o
más— comunidades sociales diferentes que convivan en una
misma ciudad. Estudiando el habla de Tenerife seguí los mé
todos de la geografía lingüística, pero insuficientes para explicar
todos los hechos de lengua, una y otra vez, tuve que recurrir a
comparar las modalidades rurales con las urbanas. Así, por
ejemplo, determinado timbre de la o final se daba en un labriego
de La Laguna y un marinero del Puerto de la Cruz, lo que me
hizo pensar si ese matiz no sería de carácter ciudadano n, y a
motivaciones del mismo tipo pertenecerían la pérdida de la as
pirada inicial, que opondría el habla “urbana” de La Laguna a
31
la muy “rural” de Taganana 14, la aparición de -e paragógica
tras -r (labrare, lambere, calore, telare, etc.) en distintas loca
lidades exploradas o el yeísmo irradiado desde las capitales
insulares ‘.
En uno de los casos con que acabo de ejemplificar los
métodos geográfico y sociológico vienen a hermanarse. La -e
paragógica “es muy frecuente en pueblecitos como Afor y Ta
borno, situados en los montes de Anaga. Geográficamente debe
ocupar un área situada en el nordeste de la isla de Tenerife16
y, sociológicamente, en Taganana el fenómeno estaba muy ex
tendido entre mujeres mayores de sesenta años, y, en menor
cuantía, entre los hombres”. Otro hecho sobre la difusión de
este fenómeno vendría a pugnar con la interdependencia insu
lar y a dar razón a un intento de explicación geográfica: en
todos los puntos de la Isla de La Gomera donde he hecho en
cuestas (Vallehermoso, Alajeró, La Caldera, San Sebastián) he
encontrado el rasgo, que con tal difusión sólo he oído en esa
Isla, de las seis que conozco. Habría, pues, que pensar en un
arcaísmo de determinadas áreas (hecho geográfico) limitado en
algunos sentidos al habla de las mujeres (hecho social).
Teniendo en cuenta esto será necesario el estudio de los
distintos estratos sociales para conocer los “dialectos vertica
les”, según el término acuñado por Passy, pero será necesario
conocer —también—- la difusión geográfica de los fenómenos
para estudiar su “geología lingüística” y su historia. Natural
mente, podrán darse trabajos limitados a un solo aspecto de
los que apunto, pero el conocimiento de una lengua en toda su
complejidad necesitará cohonestar todos estos tipos de inte
reses.
Cierto que el estudio de una lengua urbana deberá ir pre
cedido por un estudio sociológico, tal como ha hecho A. Badía
en Barcelona, pues de otro modo se procederá por impresio
nes, que podrán o no ser acertadas. Tomemos el testimonio de
32
las grandes urbes del Archipiélago, Las Palmas y Santa Cruz.
El habla de cualquiera de estas ciudades es mucho más com
pleja de lo que parece a simple vista —u oída—: varia pro
cedencia de sus habitantes, significado de unos puertos impor
tantísimos y toda la estructura social aneja a ellos (personal
heterogéneo para los buques, los almacenes, las refinerías; el
comercio; la vida al margen de las normas sociales, etc.). Es
imprescindible conocer la naturaleza de todas estas circunstan
cias antes de que —alegremente— nos lancemos a una empresa
que puede fracasar por un mal planteamiento de los hechos
metodológicos. Y no se olvide que hace setecientos años, Dante
Alighieri había dejado, constancia de estas diferencias en el
seno de una misma ciudad: “discrepant in loquendo.... conve
nientes in eodem nomine gentis ut Neapolitani et Caetani,
Ravennates et Faventini; et quod mirabilius est, sub eadem
civilitate morantes, ut Bononienses Burgi sancti Felicis et Bo
nonienses Strate Maioris” ‘.
Ahora bien, siendo cierta la observación de Dante, como
lo es también la existencia de niveles socio-culturales en las
Islas, no podemos negar que sobre ellos actúan muy encontra
dos intereses y no es lícito sacrificar la geografía en aras de la
sociología, y al revés. Como es bien sabido, la neutralización
ll=y es un rasgo urbano que irradia desde las ciudades sobre
el campo 19; sin embargo, no en todos los sitios se ha cumplido
este proceso de la misma manera: me dicen que en el barrio de
San Benito en la ciudad de La Laguna, hay gentes distinguidoras,
y, lo que es más de señalar, por más que el yeísmo sea un
rasgo que caracteriza a los hablantes cultos de las Islas 19,
los tinerfeños de La Orotava mantienen su 11,aunque pertenez
can, familiarmente, a la clase media, hayan estudiado en La
Laguna y sean catedráticos de Universidad. Es decir, el norte
de Tenerife resulta conservador, a pesar de su prosperidad eco
‘ 1, IX, 4.
De vulgari eloquentia,
18 Vid, las páginas 79-85 de este libro. Consigné el hecho en El
español de Tenerife, p. 41.
19 Vid, el testimonio que doy en la p. 80.
33
nómica y de poseer núcleos urbanos de importancia muy rele
vante en la historia cultural de Canarias. Para explicar esta
persistencia no bastan los métodos sociológicos al uso, porque
pugnan con ella; la justificación habrá que buscarla en razones
históricas o geográficas, unas y otras muy íntimamente ligadas.
Si en el caso anterior hemos visto cómo el nivel socio-
cultural de los hablantes y la estructura “burguesa” de una
ciudad no son elementos suficientes para aclarar los hechos de
lengua, voy a exponer otro en el que veremos cómo las razones
geográficas se imponen sobre las sociológicas. En líneas ante
riores he dicho que la terminación -re (labrare, lambere, etc.)
con -e paragógica es propia de un rincón de difícil acceso en
el nordeste de Tenerife. Es decir, son razones geográficas y no
de estratigrafía social las que han de explicar este hecho. Me
permitiré aducir mi propia experiencia como encuestador: la
primera persona de Taganana a la que of finales en -re fue una
señora de cierta distinción, con hijos universitarios, y perte
neciente a una familia de gran renombre en el nordeste insular.
Nada de esto le impedía hablar como las gentes menos culti
vadas, y es que no se trata tan sólo de la altura social de un
fenómeno, sino de que ese fenómeno se dé precisamente allí y
entre gentes de una determinada edad, sobre todo entre las
mujeres: si el proceso socio-cultural está limitado a uno o va
rios niveles de habla, el geográfico resulta general e imperativo z.
El mal de cualquier apriorismo es tomar posición antes de
conocer la realidad; seré el último en negar el carácter social
que pueda tener un rasgo arcaizante; pero sería pueril rechazar
el valor de la geografía para poder explicar ese rasgo por otros
medios, si los sociológicos nos fallan. Un método no excluye
al otro, sino que lo complementa; y aun hay otros métodos
34
distintos de los dos que he tomado en consideración a lo largo
de estas páginas.
Teniendo en cuenta todo lo que he expuesto hasta ahora
resulta evidente que la sociología lingüística es necesaria para
una apurada visión de los hechos dialectales. Pero en modo
algunó puede suplantar a las técnicas geográfico-lingüísticas tal
y como fueron déscubiertas por Gilliéron, enriquecidas y depu
radas por Jud y Jaberg y aguzadas por los Atlas lingüísticos de
pequeños dominios. Entonces cabrá preguntar si dos métodos
que se prestan mutuo apoyo viven —y deben vivir— insolida
nos o, por el contrario, han de colaborar para su recíproca
perfección. La conveniencia de estudiar sociológicamente los
dialectos la sintió antes que nadie un “geógrafo lingüista”: Karl
Jaberg. En una obra magistral (Aspects géographiques du lan
gage. París, 1936, p. 20), enunció por vez primera la necesidad
de tales realizaciones, según tendré ocasión de aclarar más ade
lante. Entonces, se podrá formular una doble pregunta a la
viabilidad de tales deseos: ¿los materiales de un Atlas lin
güístico bastan para descubrir la estructura de una lengua?
¿Los métodos tradicionales de la geografía lingüística son vá
lidos para regiones como Canarias, América, donde nunca se
habló latín?
En primer lugar, los Atlas lingüísticos son de muy variadas
condiciones y no puede responderse de modo universal a la
cuestión. Tienen, sin embargo, una serie de restricciones se
ñaladas por todos sus adversarios: limitación de preguntas,
selección de los puntos de encuesta, interrogatorios a uno o
muy escasos informantes. Todo ello es cierto. Pero no se puede
silenciar la inmensidad de sus ventajas (homogeneidad, cohe
rencia, autenticidad de sus materiales; distribución geográfica
de los fenómenos, claridad de su presentación; facilidad para
hacerse cargo de un hecho, etc,). No se trata ahora de ello.
Simplemente, de responder a una pregunta que más o menos
retóricamente hemos formulado. Los materiales de un Atlas
no abarcan la totalidad de una lengua, sino los aspectos que,
mediante un estudio previo, han interesado más de esa estruc
tura. No se trata, pues, de suprimir con la geografía lingüística
35
todos los otros procedimientos de encararnos con la lengua,
sino de colaborar —con todos— a facilitar y perfeccionar esa
descripción. La contrapregunta sería obvia: ¿puede la socio
logía o cualquier otro método de investigación descubrir la es
tructura de una lengua en todos sus aspectos? La respuesta
volvería al principio: según qué se entienda por la estructura
completa de una lengua y los aspectos que se pretendan estu
diar. Porque el método puramente sociológico no nos servirá,
pongo por caso, para el estudio de las relaciones entre palabras
y cosas o para conocer la influencia de las creencias antiguas
sobre el habla de hoy o para ver cómo se conforma folklórica-
mente una familia de palabras, etc., etc. Hechos vivos para los
que la geografía lingüística ha rendido impagables servicios. Si
volviéramos a la fórmula tan querida por algunas escuelas de
investigación podríamos ver que la lengua es el espejo sobre
el que se proyecta la vida entera de un pueblo, desde su inter
pretación metafísica del mundo hasta la realización material
de un objeto. Entonces, la lengua se hace “sangre del espíritu”,
mundo complejísimo no saciado con el agua que puedan sacar
los arcaduces de una sola azuda. Pero si pensamos en la
limitación de cualquier método y humildemente reconocemos
nuestras restricciones, tendremos que aceptar que el método
cartográfico también facilita buenas descripciones de hablas
vivas, como se ha podido comprobar con el ALF de Gilliéron:
“Die so überaus interessante und in sich so eigenwillig ge
schlossene Sprachlandschaft des Gascogne haben nach einigen
guten, aus dem ALF hervorgegangenen Studierzimmerarbeiten
G. Rohlfs und seine Schüler” 22
Quisiera resumir brevemente mis ideas sobre este asunto.
El método geográfico no actúa en una campana de vacío; el
36
explorador provisto de un cuestionario no busca sólo la imagen
lingüística de un solo hablante e ignora todo lo demás. Tal y
como hemos trabajado en muchos sitios de España, hemos
estado en íntimo contacto con la totalidad de las realizaciones
lingüísticas. Es cierto que un informador nos sirve de base,
pero esto no quiere decir que sea desatendida la situación de
ese idiolecto particular dentro del conjunto al que pertenece.
Para probar la veracidad de este aserto, me permito recordar
las observaciones que he hecho sobre las características del
habla de labradores y marineros o los informes sociológicos
que se registran en las páginas que al frente de cada cuestio
nario caracterizan a cada habla local. En otra parte de este
libro se encontrarán informes sobre la existencia de ce post-
dental con marcado carácter sociológico n; en otras, hablo de
la altura social del yeísmo23 o sobre la posición de la aspirada
h- en la conciencia de los hablantes sobre la conservación o
pérdida de la -d- intervocálica n, sobre la neutralización de 1 y r
implosivas 26 o sobre las alternancias nosotros los otros,
nos los Y no he agotado las posibilidades de estudiar
sociológicamente un habla tomando como base el método geo
gráfico.
Es decir, no pretendiendo hacer sólo sociología lingüística,
un Atlas de las hablas canarias reúne fácilmente un caudal de
informes de sociología lingüística que muchas veces supera al
de los trabajos elaborados de acuerdo con este exclusivo mé
todo. Y es que no se deben ignorar los hechos teóricos: uno
de los grandes frutos del Atlas linguistique de la France, tal
y como Gilliéron lo concibió, fue penetrar en la biología de
la lengua y conocer cómo se fraguan las modificaciones lin
guísticas. Y conviene no olvidar que la sociología, como expli
27 Páginas 103-104.
37
cación de unos determinados hechos de lengua, cae dentro de
la biología lingüística. Por eso, camino adelante en la senda
de Gilliéron, el Sprach- und Sachatias Italien und Südschweiz
(AIS) profundizó en los problemas de biología y sociología lin
güísticas y comparó en alguna ocasión el habla de hombres
y mujeres, tal y como hizo G. Rohlfs en Lucera (punto 707 del
AIS), por ejemplo. Todos estos hechos y el haber encontrado
una clara oposición en el habla de un hombre y una mujer en
la primera de mis encuestas del ALEA, me hizo no desatender
este aspecto de la sociología lingüística en mis investigaciones’.
Cuando trasplanté a Canarias los métodos de mi trabajo seguí
en todo las pautas que usé en la Península. Y no olvidemos
que geógrafos lingüistas como ¡Ud y Jaberg, Rohlfs (no sólo
en Lucera, sino también en Lescun’°), Alliéres y Salvador3’
han descubierto y caracterizado a la llamada sociología en sus
aplicaciones lingüísticas ‘.
En cuanto a la cuestión de si los métodos tradicionales
se pueden aplicar a las regiones donde nunca se habló latín,
creo que deberá pensarse una vez más en las relaciones de so
ciología y geografía lingüísticas. Es cierto que muchas de estas
regiones (Andalucía, Canarias, Hispano-América) manifiestan
una marcada estratigrafía socio-cultural, pero esta ordenación
estratigráfica se da en todas partes y en todas partes produce
—o puede producir— la segmentación de una lengua de acuerdo
38
con los distintos grupos que integran una sociedad. Cierto que
la oposición de los distintos niveles sociales en Andalucía,
Canarias e Hispano-América es distinta de la que se da en
Castilla o Aragón, como ha señalado muy bien Diego Catalán u,
y ha creado la aparición de una norma culta dentro del dialecto,
distinta de la norma académica. Creo que la existencia de una
Romania nuova en el sentido que define Tagliavini (“frutto
della colonizzazione da parte di nazioni parlanti lingue roman
ze”)u es metodológicamente muy provechosa, pero no debemos
dejarnos encandilar como pájaros en la noche: la oposición
de una Romania Vieja frente a otra Romania Nueva (como las
dos Castillas o las dos Cataluñas) no viene a zanjar definitiva
mente la cuestión entre las hablas directamente derivadas del
latín (castellano, leonés, aragonés) y las que proceden de una
lengua románica (andaluz, canario, español de América), por
que esto supondría tanto como creer que las hablas de tipo
arcaizante (los dialectos leonés y aragonés, recién aducidos)
habían tenido una pura continuidad latina. Y sabemos que no
puede haber ni un solo dialecto que presente su ejecutoria sin
contaminación o impureza.
En 1921, A. Meillet comentando el famoso libro de Gillié
ron sobre L’Abeille decía: “en une certaine mesure —qu’il ne
faut natureliement pas éxagerer— chaque village de France a
eu, depuis l’époque latine, son développement lingüistique
propre” n y L. Spitzer, por su parte: “Alle Versuche (wie etwa
in Meyer-Lübkes Rom. Grammatik oder in Ascolis Dialektun
tersuchungen), dem Dialekt als bodenstndige Weiterentwic
klung emes Latein an dieses direkt anzuknüpfen, sind damit
39
gescheitert” a• Y en efecto, resultaron vanos los intentos de
ligar la situación actual con un estado latino de lengua porque
—como probó la geología lingüística— entre los dos remotos
estratos se han interpuesto todos esos hechos que no son loca
les, sino el resultado de la connivencia multisecular de un habla
con otras (regionales, nacionales, o ambas cosas a la vez), con
lo que se cumple aquella mezcla, caracterizadora de cualquier
habla, según diría Schuchardt, para quien no existe ninguna
lengua que no sea fruto del mestizaje lingüístico. Por eso, ni
yo, ni creo que nadie, busca al hacer un atlas otra cosa que
obtener los materiales para caracterizar un estado actual de
lengua , no para allegar antiguallas n No veo que deba usarse
procedimiento diferente para investigar el norte de Francia que
el Midi, Aragón que Andalucía: las distintas peculiaridades
regionales quedan reflejadas en el cuestionario, redactado para
recoger lo que puede ser caracterizador de cada área, pero esto
no atenta al método. Lo que no excluye, claro está, la impor
tancia que hay que dar en todo momento y en cualquier lugar
a los hechos sociológicos.
Por otra parte, se comprobará muchas veces en las páginas
que siguen, las razones geográficas han colaborado, o han sido
ellas solas las explicaciones únicas de los hechos de lengua.
Contribución en todo semejante a la que llevó a los geógrafos
lingüistas a reconocer el valor de la sociología para sus trabajos.
Y es que no hay un método universal —a Dios gracias— para
estudiar la lengua, sino que muchos diversos han aprestado sus
armas para aclarar ese misterio huidizo e inasible que es el len
guaje. Por ser de justicia, en este momento me toca defender
los procedimientos geográfico-lingüísticos, por muy enemigo
que —lo he dicho en otra ocasión— yo sea de todo tipo de
40
intransigencia, y mucho más de dogmatismos —tan pasajeros—
como los científicos. En mi ayuda recurriré a un testimonio
ajeno: cuando Alwin Kuhn caracterizó a la geografía lingüística
escribió las palabras que siguen: “die Notwendigkeit ihres
Daseins in Zweifel zieht. Ist es doch ihr schñnster Ruhmestitel,
das beste Zeugnis für ihre überstandene Bewhrungsprobe,
wenn sie, die von vornherein nur eme, nicht die Methode
sprachwissenschaftlicher Forschung hatte sein wollen, als Son
derdisziplin der Linguistik verschwunden ist, sich dienend
eigefügt hat in das übergreifende Ganze, aufgegangen ist
in ihm und es dich bis die feinsten Enden und Verástelungen
durchpults und befeuert” ‘.
Y esto es cierto, tanto en estos comentarios como en mu
chos testimonios de las páginas que siguen, el método geográ
fico supera cualquier prejuicio ocasional y, al ser aplicado al
español insular, con generosidad y abundancia, ha enriquecido,
perfilado, dado coherencia y distribuido con uniformidad lo
que muchas veces se había allegado pobre, difusa, vaga, dispersa
e indirectamente.
41
CUESTIONARIOS DE LÁMINAS:
EL ATLAS LiNGÜÍSTICO DEL MEDITERRÁNEO Y LAS
INVESTIGACIONES EN GRAN CANARIA
43
de respuestas, sobre la que se basa cualquier estudio de geo
grafía lingüística, sino un desajuste producido por la propia
naturaleza de la encuesta. Es decir, algo que metodológica
mente estaba dentro del modo de llevar a cabo nuestra inves
tigación y que no dependía del explorador (sujeto paciente en
gran medida), sino de la naturaleza cómo se formulaban las
preguntas (material gráfico) y la reacción del sujeto ante las
láminas que se le sometían a consideración.
La especial característica del ALM hizo recomendable el
uso de un cuestionario de gráficos: embarcación, artes de pesca,
peces, moluscos, etc. Ya que cualquier descripción de cientos
de seres marinos sería insuficiente e, incluso, contradictoria.
Por eso hemos empleado fotografías y dibujos en la me
dida de lo posible. Sin embargo, no siempre se obtiene la cohe
rencia deseable: el hombre no avezado a contemplar repro
ducciones, pierde el sentido de la proporción, se fija en detalles
accesorios, es incapaz de identificar en negro lo que la realidad
le da coloreado o no acierta con la falta de volumen.
En Las Palmas de Gran Canaria hice una encuesta doble:
un marinero de Las Canteras y otro de San Cristóbal. Los re
sultados fueron éstos:
En 248 cuestiones relativas a peces, moluscos y crustáceos,
ambos informantes coincidieron en 133; este 53’6% de con
cordancias se refieren tanto a los casos en que respondieron
con un mismo tipo léxico como a aquellos otros en que uno
y otro pescador desconocían la lámina, lo que previsiblemente
hace creer que el animal no existe, o es muy raro, por aquellas
aguas. La proporción relativa del 53’6% no es tan desconsola
dora como se presenta a primera vista. El sujeto más viejo (80
años de edad; 62 de marinero y 47 de patrón; se citará V)
no identificó muchos gráficos que eran reconocidos por el más
joven (31 años; patrón de pesca; será aducido como J) así:
44
543. SCIAENA UMBRA corvina
544. CORVINA NIGRA corvinate
556. C0RIS JULIS jo’l
cara
rey
572. PAGELLUS BOGARAVEO garapeyo
578. SCOMBER COLlAS cabaya
582. EUTHYNNUS PELAMIS tasarte
584. SARDA SARDA barracuda
(?)
589. SERIOLA DUMERILII medregá
590. POMATOMUS SALTATRIX pejerrey
594. GOBIUS PAGANELLUS gaboso
negro
615. SOLEA VULGARIS lenguao
621. MICROMESISTIUS POUTASSOU bacalao
627. BLENNIUS OCELLARIS barriguda
628. BLENNIUS GATTORUGINE barrigudarembalisa
660. ALOPIAS VULPINUS coleto
669. ECHINOEHINUS BRUCUS tintorera
(?)
695. PHYSETER CATODON cachalote
732. CARDIUM EDULE almeja
de fango
762. SQUILLA MANTIS capión
45
En cuanto a las discrepancias, debemos hacer varios grupos
para conocer su naturaleza:
1) se producen entre denominaciones de seres marinos de
la misma especie. Entonces puede ocurrir que V designe con a
lo que J nombra con b y, recíprocamente, b de V a de J. Así:
y j
539. SERRANUSSCRIBA vaqueta cabriya
540. PARACENTOPRXSTISHEPATUS cabriya (de ley) vaqueta
649. HEXANCHUSGRISEUS queya haniquín
655. PRIONACEGLAUCA haniquín queya
698. SEPIOLARONDELETI! pota dula
707. OMNATOSTREPIIUSSAGITTATUS dula pota
721. MUREXBRANDARIS busio caracol
(de tablero)
722. MUREXTRUNCULUS caracó
(de caré) busio
y j
527. MUGILCANTO lebrancho baila
546. BRAMARAU pámpano pámpanode ley1
pámpano de Guinea6
552. LABRUSMamiLA barraco vaqueta
575. BOOPSBOOPS cobaya
pequeña macarel7
615. SOLEAVULGARJS lenguao lenguao
d’af vera
641. anguila joven anguila bogavante
686. DASYBATISPASTINACA chucho chucho
de ley
687. DASYBATISVIOLÁCEA chucho chucho
roquero
46
705. huevas de sepia cría
der choco carnada
709. ELEDONE MOSCATA pulpo pulpo
de la orilla
711. OCTOPUS MACROPUS pulpo pulpo
de afuera
719. APORRHAXSPES PELICANI caracol caracol
de pico
720. CERITHIUM VULGATUM caracol glosa
723. TRITON VARIEGATUM caracol caracol
de cangrehiya
747. CRANGONCRANGON camarón camarónd’oriya
757. ERIPmA SPINIFRONs haca trompetero
47
el buyón es para V tanto el CRENILABRUS PAVO (555) (buyón
d’hondura) como el GOBIUS COBITIS (592) (buyón);
la galana que fue para Y DIPTODUS ANNULARIS (562) y OBLADA
MELANURA (573) sólo tuvo esta identificación en los infor
mes de J;
el soldao es MONOCHIRU5 HISPIDUS (691) o GYMNAMMODYTES
CICERELLUS (639) para V;
el pejerrey es ATHERIHAHEPSETUS (531) para V y el POMATOMUS
SALTATRIX (590) para J y, acaso también, el MUGIL SALIENS
(529);
el haniquín fue para y PRIONACE GLAUCA (655) y CARCHARIAS
FEROX (657), mientras que era sólo el HEXANCHUS GRISEUS
(649) para J;
la queya era para V HEPTRANCHIAS PERLO (648) y HEXANCHIJS
GRISEUS (649), mientras que para J era PRIONACE GLAUCA
(655);
el gato era SCYLJORHINUS CANICULA(650), SCYLIORHINUS STELLA
RIS (651), OXYNOTUS CENTRINA (667) y DALATIASLICHA (668)
para y, mientras que fue para J el SCYLIORHINUS STELLARIS
(651).
48
a los elementos léxicos empleados por uno y otro sujeto. La
falta de correspondencia se cumple en los siguientes casos:
y j
517. sardina pequeña sardiniya,
arruahe nzahzía
520. SARDILLA AURITA encolá sardina
negra
526. MUGIL CEPHALUS cabesote lebrancho
527. MUGIL CAPITO lebrancho tabaga
528. MUGIL AURATUS lebrancho baila
537. EPINEPHELUS GUAZA abae cherne
538. SERRANUS CABRILLA cabriya,
merera abae
539. SERRANUS SCRIBA vaqueta cabriga
540. PARACENTOPRISTIS I-IEPATUS cabriya de ley vaqueta
548. STROMATEUS FIATOLA gayo pámpano
552. LABRUS MERULA barraco vaqueta
562. DIFLODUS ANNULARIS galana muarra
565. DENTEX DENTEX dentón sama
dorada
577. cría de la caballa cabaya
pequeña inacarel
593. GOBIus NIGER jozo pehediablo pelúo
630. TRACHINUS BRACO lagarto araña
d’afuera
639. GYMNAMMODYTESCICERELLUS soldao sartón
640. ANGUILLA ANGUILLA anguila bogavante
649. HEXANCHUS GRISEeS queya haniquín
650. SCYLIORHINUS CANICULA gato arcatripa
655. FRIONACE GLAUCA haniquín queya
663. SQUALUS ACANTIIIA gayudo querme
668. DALATIAS LICHA gato,
li/za alba/zar
676. RAJA OXYRHYNCHUS chucho raya
698. SEPIOLA RONDELETTI pota dula
703. tejitáculo reho variya
707. OMNATOSTREPHES SAGISTATUS dula pota
717. HALIOTIS LAMELLOSA ohtión armehiyón
720. CERITHIUM VULGATUM caracol glosa
721. MUREX BRANDARIS busio caracol
de tablero
722. MUREX TRUNCULUS caracó
de cavé busio
731. GLYCYMERIS GLYCYMERIS alnzeha concha
733. CARDIUM TUBERCULATUM cochinita boguina
754. CARCINUS MOENAS haca greho
can
756. PORTUNUS CORRUGATUS haca trompétero
759. DROMIA VULGARIS haca
de ley santorra
49
cluidos en las enumeraciones anteriores, pero lo normal es que
no hayamos repetido la enunciación; en este caso, no podre
mos saber —por la encuesta misma— si alguno de los informa
dores erró.
Por otra parte, es sintomático que las discrepancias se
hayan producido en la designación de seres marinos atípicos.
Es decir: en variedades dentro de una misma especie o en
especies poco conocidas en la pesca local. En este sentido, tiene
una enorme fuerza el siguiente hecho: la Fundación Cmi re
dujo los dos cuestionarios primitivos a uno muy breve (169
preguntas)’1 en esta nueva versión se eliminaron las preguntas
que se estimaron menos representativas. Pues bien, de los nú
meros que han entrado en las comparaciones de los § § 1-4 y
en la lista de las pgs. 37-38, sólo las preguntas 517, 526, 537,
565, 615 y 650 (seis en total) han pasado del cuestionario ex
tenso al reducido y casi ochenta se han eliminado. Es impor
tante considerar que las diferencias a que he hecho mención
en páginas anteriores sólo se hayan producido en el sentido de
la especificación más apurada.
Esto plantea un nuevo problema: ¿qué es lo que el mari
nero puede diferenciar de todo aquello que el naturalista ha
clasificado?
No es esta la primera vez en que se suscita la viabilidad
metodológica de las encuestas por medio de láminas. Hace ya
cuarenta años, Sever Pop señaló sus limitaciones y dificul
tades12 una década más tarde, R. A. Stampa incidía en los
mismos temas13 y añadía un ejemplo concreto: los campesinos
ignoran o conocen mal los nombres de los vegetales: él fue
incapaz de recoger ningún término para designar al cólquico
de otoño, a pesar de que hacía la encuesta en la época de fo
50
ración’4. Estas preocupaciones sitúan a nuestras conclusiones
en un plano de validez general.
Una encuesta basada, únicamente, en ilustraciones gráficas
corre el riesgo de que las palabras recogidas no correspondan
a la realidad material. Hay casos de una inequívoca interpre
tación, pero otras permiten una pluralidad de visiones. Tiene
lugar esta segunda posibilidad, sobre todo, en los seres vivos;
precisamente porque su presencia en la vida cotidiana está
reiterada sobre una serie de elementos muy concretos: tamaño,
color, aspecto, etc. Para un informador poco inteligente o, si
quiera, poco capaz de interpretaciones, el trazado de la línea, la
falta de coloración, el engrandecimiento o empequeñecimiento
de la imagen, son otras tantas dificultades por vencer. Añádase
a ello la natural extrañeza que una inhabitual representación
produce en los ojos sorprendidos del informante. Antes de
identificar un pez, muchas veces yo tenía que oír toda una serie
de reproches ajenos a mis pretensiones: el pescado aquel no
estaba fresco, porque tenía el ojo blanco (si se trataba de una
fotografía) o ya no podía nadar (si tenía plegadas las aletas)
o cualquier otro comentario, capcioso en apariencia, pero muy
entrañado en la vida del marinero: excelencias o deficiencias
del pescado, que se hubiera sabido conservar o no, etc.
Por otra parte —y en esto coinciden mis observaciones con
las que he señalado más arriba de Pop y Stampa— el marinero
reduce a unas pocas variedades las muchísimas sutilezas del
naturalista. Uno y otro cumplen con su obligación. El testi
monio de Gran Canaria podría refrendario con otros muchos
ejemplos: toda una serie de peces pertenecientes a la familia
TRIGLIDAE,1’ son reducidos a un denominador común: rubio;
51
otro tanto ocurre con las tres clases de tembladeras16o con
las diez variedades de ráyidos que se circunscriben a dos: las
rayas, con o sin aguijón, y los chuchos, cuando tienen dos aletas
flanqueando la cola. Y bástennos estos ejemplos.
Estas limitaciones deberían hacernos pensar cuán improce
dente es que tratemos de obtener un material exhaustivo por
tales procedimientos. Entre otras razones porque los cono
cedores nativos no llegan nunca a semejante individualización.
Por otra parte, el valor de los materiales recogidos está
limitado en función de los deslizamientos de las “palabras”,
con respecto a las “cosas”: unas veces —las más— el campo se
mántico de una voz no sale de unos límites de comprensión
(se aplica a variedades próximas, cfr. pgs. 46-47), mientras que,
otras, la voz se liga, en las dos series que cotejo, a peces o
moluscos que poco o nada tienen que ver entre sí. En estos
casos, antes de usar el material habría que proceder con cautela.
Esta mezcla de datos de todo tipo (próximos o remotos) se
comprueba incansablemente en las listas de nombres vulgares
que dan las colecciones ictiológicas que manejo (FAO, Lozano,
PalombiSantarelli)19. Pero si esto es obvio —y desgraciada
mente inseguro— en el campo de la ictionimia romance, otro
tanto ocurre en el terreno de las ciencias naturales. No hace
mucho trabajé en la magnífica biblioteca de oceanografía de
una de las grandes Universidades de Estados Unidos: 19 esca
seaban los libros sobre los peces mediterráneos. Mi extrañeza
fue aclarada: la vieja —y no siempre buena— tradición de los
52
estudios acerca de este mar ha hecho prosperar una complicada
y heterogénea nomenclatura (variedad entre los científicos, en
marañamiento en los nombres vulgares) que obliga a resolver
muchos problemas previos. Si esto ocurre en las ciencias natu
rales no nos extrañemos de la inseguridad de muchas de estas
“palabras”. Por eso —y es otra conclusión que quiero recordar
aquí— los datos seguros son los que se refieren a seres marinos
que pudiéramos llamar “típicos”, o inequívocos, mientras que
la incertidumbre crece conforme descendemos a las particula
ridades; en estos casos, la sinonimia se reitera como fruto de
la inseguridad e, incluso, un solo término se generaliza para
una larga serie de distinciones ictiológicas.
Si todas estas cuestiones pueden tener un valor general,
hay otras que se limitan a las condiciones particulares de las
encuestas que describo.
Ante unas mismas ilustraciones dos sujetos del mismo
oficio —es decir, avezados a contemplar los mismos seres ma
rinos— reaccionaron de manera distinta. Ambos coincidieron
en un 53’6% de las preguntas, pero el informante J identificó
casi un 9’7% de animales que faltan en V y, recíprocamente,
éste poseyó un 4’4% de temas que no se encontraron en aquél.
Así, pues, en no menos del 14’l% ambos sujetos siguieron
identificaciones distintas.
Las discrepancias pueden afectar a seres marinos de la mis
ma especie, a riqueza léxica en uno y falta de discriminación
en Otro de los informantes y, lo que es más grave, a seres
marinos totalmente distintos. Las diferencias en estos casos
alcanzaron a 40 respuestas (= 16’l%), pero de este 16’l%, un
9’6% ( 24 casos) corresponde a seres marinos muy parecidos,
lo que hace que sea escaso el error de identificación. Por lo
que respecta a la confusión de peces de especies muy distintas,
sólo ocurre en un 2’8% (= 7 casos); proporción sumamente
pequeña para que pueda afectar a las cantidades totales de la
encuesta.
Ya tienen otro cariz las discrepancias entre ambos sujetos
cuando no las podemos someter a ninguna comprobación. Tal
es el caso de ese 14’5% de preguntas en que J y V difirieron.
53
No sabemos si uno de los dos informadores cometió error, pero
parece probable que así ocurriera. Entonces, unido este 14’5%
probable al 2’8 % seguro resulta que en más de un 16% de los
casos, los sujetos interpretaron mal las láminas. Y esta pro
porción es muy importante para que podamos dar un valor
absoluto a los materiales recogidos mediante estos procedi
mientos gráficos.
He señalado con anterioridad que la mayor parte de las
discrepancias se han producido en “la designación de seres
marinos atípicos” o sea en “variedades dentro de una misma
especie o en especies poco conocidas”. Entonces hay que me
ditar sobre el valor de tal clase de cuestionarios. A mi modo
de ver, si queremos que sean eficaces, deberán confeccionarse
pensando en elementos (seres, utensilios, etc.) inconfundibles,
que se puedan identificar de manera justa y segura y, en conse
cuencia, tales cuestionarios deberán tener una extensión bas
tante limitada. Con ello se perderán muchos términos que
matizan los grandes conjuntos por los que postulo; pero se
obtendrá la enorme ventaja de unos materiales seguros y de
una total confianza. La recogida demorada del léxico pertene
cerá entonces a monografías locales y no a empresas proyec
tadas sobre grandes superficies; de este modo se explican y
aclaran otra serie de cuestiones a las que me he referido
en líneas anteriores: qué puede diferenciar —un pescador, un
marinero de tipo medio— de todo aquel mundo que los natura
listas ordenan y, por ende, el significado que la polisemia tiene
en las denominaciones vulgares de los seres de la naturaleza.
Todos estos hechos me hacen pensar que el ALM tendrá
que ser usado con criterios distintos, según sean los datos que
en él se busquen:
1) poseerá un valor inequívoco para las cuestiones que
pudiéramos llamar fundamentales 2o
54
2) servirá, dentro de unos prudentes límites, para disponer
de un material léxico ordenado y clasificado, aunque el campo
semántico que ocupen tales términos sea de cierta amplitud.
Me refiero a aquellos casos en los que se produce un desli
zamiento significativo que se puede interpretar dentro de unos
linderos conocidos (vid. pgs. 46-48). Este segundo caso tal vez
no sea de absoluta confianza para el naturalista; sin embargo,
creo que sus materiales conservan todo el valor para el lin
güista (lexicógrafo, etimologista, historiador, etc.).
3) significará una simple aportación de vocabulario en
aquellos casos en que se rompa la sutura entre ‘palabra’ y
‘cosa’. La validez de estos datos sólo podrá justificarse cuando
quepa —por comparación COfl Otros materiales— la identifi
cación del error.
55
CUESTIONES FONÉTICAS
LA -A DE LOS PLURALES
59
de cosas no se produce en Canarias: comoquiera que en las
Islas persiste la aspirada con una tenacidad mayor que en an
daluz, el timbre de la a es velar y no palatal. Así lo describí
al tratar del español de Tenerife3 y así se oye en las otras islas.
La posibilidad de aportar unos materiales, estudiados experi
mentalmente, creo que zanja definitivamente la cuestión. Pero,
antes, es necesario algunas aclaraciones para situar el problema
en el marco en que se ha originado.
Metodológicamente, hay que separar dos hechos dife
rentes: de una parte, la articulación del sonido (fonética);
de otra, el carácter significativo que pueda tener el timbre
(abierto—cerrado, palatal—velar) de la vocal y, particularmente
ahora, de la -a. Por otra parte no se deben igualar los hechos
canarios con los del andaluz oriental, porque son diferentes,
y lo que en un sitio se produce (palatalización de la -a en los
plurales) no tiene carácter imperativo para otro. Conviene no
olvidar —además— que el español insular está vinculado con
el andaluz occidental4, que no practica la oposición a-d, y no
con el oriental.
Así, pues, antes de describir los caracteres de la -a canaria,
procedente de -as, creo útil señalar cómo se motiva el problema
en andaluz y de ello podremos deducir lo que hay de concor
dante y dispar con las hablas canarias.
En primer lugar, la oposición fonológica basada en el cierre
(singular) o la abertura (plural) de la vocal final debe separarse
de la descripción meramente fonética de los sonidos abiertos
o cerrados, pues si no se tiene en cuenta la función significativa
del timbre, no se podrá explicar el porqué del fenómeno. Así,
por ejemplo, Navarro Tomás, “aun siendo quien primero habló
de la cuestión, no llegó a perfilar su naturaleza, alcance y dis
tribución” . En segundo lugar, A. Palacio y L. Rodríguez-Caste
60
llano, que dedicaron un excelente estudio a la descripción del
habla de Cabra (Córdoba) 6 “no percibieron el carácter palatal
de la - (<-as) en su comarca, a pesar de ser indudable” 7; he
pensado si sobre las explicaciones de estos dialectólogos no
pesó la descripción de una a velar que, para tales circunstancias,
había descrito Navarro Tomás. Por último, Dámaso Alonso,
Alonso Zamora y María Josefa Canellada delimitaron con
precisión el valor fonológico del cambio [singular, a plural
—
61
es el único signo de plural; si la aspirada se mantiene como
signo de plural, las cosas son de otro modo, pues lo caracte
rístico de la oposición es, entonces, la presencia de la -h (signo
de plural) frente a su ausencia (signo de singular). En tales
casos, la acción velarizante no tiene nada de raro y, añadiría,
en -as> -ah además del timbre hay que tener en cuenta la
abertura, que se realiza siempre. Algunas grabaciones de la isla
de Fuerteventura me han permitido estudiar experimentalmente
el fenómeno: los resultados —ajenos a cualquier subjetivismo—
dan la razón a mis transcripciones de forma que no permiten
la vacilación más pequeña. En las figuras 1 y 2, se reproducen
las terminaciones de las palabras ruedas [algo así como ruedah}
y riendas [riendah], según grabaciones que hice en Morro Ja
ble; su articulación velar es indudable. En el gráfico 3, se re
produce la escala logarítmica para los valores formánticos de
las vocales; en ella he representado los valores medios de la
[ü] palatal y de la [-a < -as]: esta última es claramente velar,
pues cuanto más hacia arriba y a la derecha se encuentre si
tuada, más velar será. La diferencia entre los segundos for
mantes de las vocales medias representadas en ese gráfico
n.° 3 es de 150 Hz9, valor considerable, teniendo en cuenta que
la diferencia que da Pierre Delattre entre la {] palatal y la
[a] velar es de 240 Hz, en las lenguas en que estos sonidos
funcionan como fonemas 10• Por otra parte, y desde un punto
de vista histórico, no hay que olvidar que la velarización tra
bada por h se ha cumplido en lenguas distintas de las hablas
hispánicas meridionales (andaluz, canario, donde estudié el
proceso). En este sentido me parecen decisivas estas palabras
G. Straka: “le français ne connaissait pas ce timbre [el de la
a velar] antérieurement á l’affaiblissement et l’amuissement
de l’s antéconsonantique et finale, et c’est précisément cette
altération de Vs qui a donné naissance, pour la premire fois
62
j
Fig. 1 2 Fig.
.400
y
a
y
—a 600
1000
Fig. 3
dans l’histoire du français, au timbre postérieur de a. L’ap
parition d’un a posterieur.... devant une s altérée en une cons
trictive postérieure relchée xh ou en un h est d’originepurement
articulatoire et s’explique aisément. Pour l’articulation de ces
consonnes, le dos de la langue se retire en arriére et ce mouve
ment articulatoire a simplement entramé par anticipation la
voyelle précédent plus en arriére, á vers á (pate,etc.)” hl• Así,
pues, un rasgo más con que unir el proceso hispánico con el
francés del que, minuciosamente, me había ocupado en otra
ocasión’2
63
SOBRE LA CE POSTDENTAL
65
la realización de ese ¡si es enormemente dental en todos los
informantes analizados, y en unos conserva un carácter más
próximo a ¡s/, como en el sujeto de Morro Jable, y en otros
muy próximos a [ce], como en el de Tuineje.
En las figuras 4, 5, 6 están representados los espectrogra
mas de las palabras asul, susio, laso, cuya realización [s] es
muy dental; esta dentalización se puede observar en primer
lugar en la disminución de la intensidad del negror en el seg
mento correspondiente a [si; la disminución de la intensidad
pone en relación esta [s] con la [ce] castellana peninsular, ya
que las dos son acústicamente mates, mientras que la [s] cas
tellana peninsular es estridente; en segundo lugar, los refuerzos
horizontales que posee el segmento [s] de las figuras son se
mejantes a los formantes inarmónicos que caracterizan a la
[ce] castellana; esto hace que la [si canaria participe también
del carácter acústico de [ce]. La articulación de este sonido,
se realiza con el ápice lingual apoyado en los incisivos inferio
res y con dos estrechamientos del predorso de la lengua: uno
contra los alvéolos, y otro contra los incisivos superiores;
según que predomine la resonancia de uno u otro estrecha
miento, la realización se acercará a [si (predominio de la
constricción alveolar) o [ce] (predominio de la constricción
dentosuperior); en el caso de esta [s predorsal] de Morro
Jable predomina el primero; este predominio, además, lo po
demos ver reflejado en la frecuencia a la que comienzan las
resonancias inarmónicas de la fricación, que es a los 3321 Hz
(en los casos asul y laso) frecuencia muy parecida a la de la
[s] alveolar castellana, cuya media es de unos 3800 Hz.
Las [s] de susio de la figura 5 ocupan una posición inter
media entre [s predorsal] y [ce postdental], por ello, su fricación
comienza en la parte baja del espectro.
En las figuras 8, 9, 10 se encuentran las representaciones
de los espectrogramas de la realización de ¡si como [ce postden
tal] en un informante de Tuineje; la fig. 7 es [zuz] de zuzio;
66
la 8, [u(n)cej de un cesto y la 9 [docé] de docestos (‘dos ces
tos’) estas realizaciones tienen un contacto más dental que las
correspondientes al informante de Morro Jable; podemos ob
servar su aproximación a [cej por los formantes horizontales
inarmónicos, que son más marcados que los correspondientes
del otro informante.
Por lo demás, es innecesario decir que estos sonidos son
distintos — como he observado siempre de la ce castellana.
—
67
en La Oliva’°), en G r a n C a n a r i a (Las Palmas 11, Guían,
Agaete”, Artenara’0, San Bartolomé de Tirajana35, Agüimes36,
Arguineguín17, Mogán18y San Nicolás de Tolentino19 no la do
cumenté en Teror, tampoco la oí, en Arafo’°, Arona y Los Cris
tianos, T e n e r i f e). En esta isla encontré algún rarísimo caso
de ce postdental en un labrador de Arico y en un marinero de
El Porís, pero ninguno en las gentes de Arico el Viejo con las
que hice un viaje de tres horas; tampoco la tenía una mujer de
El Médano, pero sí su esposo, que fue mi informador. En L a
G o m e r a, registré ce con muchísima frecuencia en un marine
ro viejo y en un labrador de San Sebastián; pero no se trataba
realmente de ceceo, sino que la ce aparecía donde el castellano
68
la tiene, en los demás casos había s. En la capital de la isla, una
mujer inculta y dos informantes instruidos (varón y hembra)
eran seseantes, aunque la mujer instruida pronunció algún caso
de ce; cuando se lo hacía notar, respondió siempre: “no, yo sólo
pronuncio ese”. Para otros pueblos de La Gomera mis datos
son los que siguen: pronunciaba ce con frecuencia un marinero
de 54 años, pero no otro de 43 (ambos de Valle Gran Rey);
tenían ce unas mujeres analfabetas de La Calera y Los Granados,
otras de Alajeró y Farga y, ocasionalmente, un labrador del
penúltimo de estos pueblos; era muy frecuente oír ce a mi
informador de Vallehermoso (otras gentes de la localidad eran
sólo seseantes) y a la alfarera de El Cercado.
La presencia de esta ce postdental no debe extrañar si nos
atenemos a los hechos: es paralela en todo a la que se oye en
andaluz y a la que se ha documentado en español de América21.
Lo extraño sería no haberla encontrado. Sin embargo, en cuanto
a la cronología del fenómeno, hay que tener en cuenta una
afirmación del gran filólogo Angel Rosenblat: “me parece evi
dente que los islotes de ceceo (zi zeñó) que se han ido des
cubriendo [en Hispano-América] en el último tiempo son des
arrollo moderno, por un descenso en el punto de articulación
de la s” 22• A mi modo de ver, este timbre ciceante no tiene que
ser moderno; como es sabido, existe documentado desde hace
siglos23 y, por otra parte, debe pertenecer a las clases sociales
más bajas o menos en contacto con la norma urbana del habla:
69
los testimonios andaluces muestran el carácter vulgar del ceceo,
frente a la adopción del seseo por las gentes instruidas24, mientras
que los canarios acreditan, de un lado, la escasa consideración
social del fenómeno (propio de las gentes menos instruidas en
las capitales) o su ruralismo (en pueblos generalmente mal co
municados hasta hace poco y en islas de difícil acceso o con
escasa tradición urbana).
Creo acertado considerar, como ya hizo Diego Catalán, la
doble realización ¡s/ ¡ce! como alófonos —siseante o cicean
te— de un mismo fonema. Por tanto, el planteamiento de la
cuestión debe hacerse sobre esta base, rectificando mis notas
de Tenerife25.
70
LJ
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i.L
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013
IP’
DATOS ACÚSTICOS Y GEOGRÁFICOS SOBRE
LA CH ADHERENTE
E N Eltipos
los español hablado en que
de articulación la ch (Madrid,
Tenerife 1959),
tiene en la ( 30).
isla analicé
De entre ellos, destaqué la llamada ch adherente, semejante
—al menos en los palatogramas publicados— a uno de los tipos
puertorriqueños.
El disponer ahora de grabaciones y poder estudiar la ima
gen acústica de la ch con ayuda del espectrógrafo, nos ha in
ducido a la redacción de esta nota.
Los datos que se van a analizar proceden de la isla de
Fuerteventura, donde las encuestas de Morro Jable y Tuineje
—entre otras— fueron grabadas en los trabajos preliminares
del Atlas Lingüístico-Etnográfico de las islas Canarias.Los gra
bados 10-12 reflejan el espectro de la ch en los siguientes casos:
fig. 1: “macho” (según el informante de Tuineje)1•
71
fig. 2: “el chuchan” (fragmento de la palabra y artículo
“el chuchango”.
fig. 3: “ocho” (grabación hecha al informante de Tuineje).
El análisis de estos y otros informes se resumen, y comen
tan, en los cuadros que a continuación se copian. Para com
prensión de tales gráficos hay que tener en cuenta las siguientes
referencias:
Hz Hertzios ‘frecuencia a la que aparece la fricación’.
O= duración en centésimas de segundo de la oclusión.
F = duración en centésimas de segundo de la fricación.
a) MORROJABLE2:
O F D Hz Observaciones
Leche 7,2 3,2 10,4 1944 El momento oclusivo
está sonorizado
anteanoche 6 3,6 9,6 2349 idem.
72
r.L
1
b) TUINEJE:
O1F DHz
a) MORRO JABLE:
b) TUINEJE:
73
ch adherente difiere grandemente de la castellana, pues a la
diferencia que en ésta hay entre la duración del momento oclu
sivo y el fricativo (1,89 c.s. favorable al oclusivo), en las ches
analizadas de Fuerteventura encontramos 3 c.s. en la media
de Morro Jable y 6 c.s. en la de Tuineje. Así pues, en un caso,
la oclusión duplica, casi, el tiempo de la fricación y, en otro,
ampliamente lo triplica, mientras que en castellano apenas se
rebasa el 25%. Resulta, pues, que este 25% de mayor duración
de la oclusiva (tan distante del 100% o del 300%, que hemos
comprobado en Canarias), caracteriza a la ch insular como muy
adherente, de tal modo que al oído —sobre todo en una de sus
variantes— resulta imposible asegurar la existencia de la fri
cación, que sólo puede deducirse con el empleo de aparatos:
así resulta que si el momento fricativo no desaparece por com
pleto, resulta reducido a una duración mínima4.
Por otra parte, y según se indicó en El español de Tenerife
( 30),el momento oclusivo suele estar sonorizado. De ahí que la
impresión acústica percibida al oír la ch adherente sea la de
una africada (como la del español cónyuge o el yunque), bien
que menos sonora. Hecho que coincide —también— con la
imagen de esta ch que se obtiene con ayuda del paladar arti
ficial: mucho más parecida a la y africada del castellano, que
a la ch peninsular.
Las encuestas del Atlas lingüístico y Etnográfico de las
islas Canarias permiten conocer la difusión de este sonido en
las Canarias Orientales —totalmente exploradas ya—. Los da
tos que a continuación se ordenan proceden de los cuestionarios
rellenados en el campo, o de alguna monografía elaborada con
ellos:
La G r a c i o s a: En este islote el cuestionario se indagó a
dos informadores distintos5 que usaban la misma ch y no co-
74
PALATOGRAMAS DE CH GRANCANARIA
Fig. 13 Fig. 15
Fig. 14 Fig. 16
nocían otra. Según mis datos su articulación es “muy adhe
rente, con una impresión semejante a la de una y africada
semisorda o parcialmente ensordecida. Es, pues, una africada
de amplia mojadura palatal, y en la que el momento oclusivo
es de una gran tensión”.
L a n z a r o t e: En ARRECIFE, capital de la isla, la ch docu
mentada (en un marinero de 33 años y en un labrador de 20) era
—precisamente--- la que describimos como adherente. En HARÍA,
un labrador de 32 años, muy inculto, tenía este tipo de africada,
mientras que en otro de 42 dominaba la que presenta una fuerte
palatalización7, aunque no fuera desconocida la adherente. En
ÓRz0LA(encuesta hecha con un marinero analfabeto de 50 años),
la única ch registrada era la que describimos en estas páginas.
En FEMÉS, apareció la ch adherente, pero era poco comin: el
tipo de ch documentada constantemente era muy palatal, con
la punta de la lengua que no llegaba a la base de los incisivos
inferiores, sino que se quedaba muy cerca de su filo. En TIAGUA,
dos labradores (de 25 y 56 años, respectivamente) pronunciaban
ordinariamente la ch palatal adelantada, pero de vez en cuando,
y, sobre todo, al cuidar de su pronunciación, aparecía la ch muy
adherente y semisonora, según queda descrita en la p. 74.
F u e r t e y e n t u r a: En PUERTO DEL RosARIo, la capital,
fueron interrogados dos informadores: un pescador de 67 años,
semianalfabeto, y un campesino de 46 años, con instrucción pri
maria; ambos tenían ch adherente semisonora que se hacía
francamente sonora en el más joven de los sujetos. En CoIuA
LEJO, se documentó la ch adherente. En LA OLIvA se comprobó
la existencia de los dos tipos de ch, a que venimos haciendo
mención; el más frecuente era el de articulación muy palatal
sorda, mientras que el de ch adherente —menos abundante—
venía a coincidir con el tipo general que hemos descrito. En
BETANCURIA, fue normal esta misma ch, aunque se oyó —con
mayor rareza— la adherente. La ch de TuINEJE nos ha servido
como modelo para nuestra descripción; en las notas de orien
75
tación lingüística que se redactan con los materiales allegados
a lo largo de la encuesta, se oyó el otro tipo de ch, al parecer,
sobre todo, en posición inicial absoluta y tras nasal. Por último,
en MORRO JABLE aunque hubo algún caso de ch adelantada,
dominó la de tipo adherente, que hemos analizado en páginas
anteriores.
G r a n C a n a r i a. En la capital, LAS PALMAS, se hizo en-
cuesta con varios informadores. Los resultados obtenidos se
ordenan del modo siguiente: un pescador de Las Canteras (80
años; analfabeto), tenía ch adherente casi sin excepción; otro
de San Cristóbal (31 años; instrucción primaria) alternaba en el
empleo de las dos variedades; un labrador de la Rehoya Alta
(51 años; muy escasamente instruido) empleaba normalmente
la ch adherente, aunque, en posición inical absoluta, algunas ve
ces se transcribió la de tipo marcadamente palatal; un farmacéu
tico (40 años) realizaba normalmente la ch como la variedad no
adherente, por tanto, en ella no se notaba nunca el carácter
semisonoro que tan inconfundible hace a la ch grancanaria; dos
mujeres (una inculta, de 36 años; otra instruida, de 33) usaban
la ch adherente, aunque en la primera solía oírse también la
palatal. En TEROR, aparecían tres tipos de ch: la castellana, la
palatal y la adherente; esta era, con mucho, la más abundante
y se presentaba bajo una variedad muy sonorizada. En GUfA, la
articulación habitual era la adherente, por más que en posición
inicial absoluta se recogiera —también—- la palatal adelantada.
La ch de AGAETE (en un marinero y un labrador de 64 y 55
años respectivamente; ambos analfabetos) era de tipo adhe
rente, pero en un pastor (65 años; analfabeto) se oía una ch
extraordinariamente palatal y sonora, en la que no se percibía
el momento fricativo. En ARTENARA, sólo se oyó la ch adherente,
mientras que en SANNICOLÁsDE TOLENTINO, aunque dominante,
no excluyó la posibilidad de escuchar la ch fuertemente palatal.
También en SAN BARTOLOMá DE TIRAJANA era la ch adherente
la que se oía con más frecuencia, con carácter semisonoro, aun
que no fue raro oír la ch de marcado carácter palatal y total
mente sorda. AGÜIMES se mostró en este sentido bastante
disidente (se interrogó a un sujeto analfabeto de 59 años): la
76
ch era muy palatal y, rara vez, adherente; por eso no se reco
gieron —salvo raras excepciones— las articulaciones semisono
ras. En ARGUINEGUfN,lo normal era la ch adherente, semisonora,
que muchas veces no fue sino una africada sonora; hubo
—ocasionalmente— ch del tipo palatal. Por último, en MOGÁN,
la ch era adherente, si bien en posición inicial, aunque con no
mucha frecuencia, se oía el otro tipo; en PUERTO DE M0GÁN,
también se documentó la variedad adherente.
T e n e r i f e: en ARAFO alternan los dos tipos de ch con
predominio de la variedad adherente; en ARICO, aunque se oían
las dos clases de ch predominaba la adherente, aunque no to
talmente sonorizada; en EL MÉDANO,en el informante varón
abundaba la articulación adherente sonora, mientras que una
mujer, a la que también interrogué, ofrecía más casos de ch
palatal; en Los CRIsTIos, en el marinero interrogado, recogí
la ch objeto de esta nota, mientras que en un informador de
ARONA, aunque se daba, el predominio era de la de tipo palatal.
L a G o m e r a: en SAN SEBASTIÁN,capital de la isla, hice
diversas encuestas, cuyos resultados ordeno a continuación:
un marinero (hombre muy viejo) tenía ch adherente y la misma
articulación se daba en un labrador y en una mujer sin instruc
ción, aunque conocían también la ch muy palatal; los dos
informadores instruidos tenían esta última variedad y, en el
caso de la mujer, un tipo intermedio, en ALAJERÓoí las dos cla
ses de ch, con predominio de la adherente; alguna vez apareció
también la variante intermedia recién aludida; en VALLEHER
MOSO y EL CERCADO, ch adherente sonorizada, como en Los
GRANADOS y VALLE GRAN REY, aunque of, también la variante
muy palatal.
De las descripciones anteriores se puede inferir que ni
la abundantísima ch adherente, ni cualquier otra variedad son
hoy por hoy otra cosa que realizaciones fonéticas del fonema
/ch/. Desde un punto de vista fonológico, el funcionamiento de
la ch canaria coincide en todo con el de la castellana; no hay
que sospechar, por ahora que se puede producir una desfonologi
zación de la ch para crear —en adelante— un nuevo tipo de
oposiciones fonológicas: algo así como ha ocurrido en andaluz,
77
donde la desoclusivización del fonema ha creado un nuevo
fonema prepalatal fricativo sordo (inexistente en castellano)
que ha entrado en pareja de oposición (sonoridad sordez)
—
anteriores.
Pero no puede darse esta y muy abierta y poco tensa como
rasgo específico del habla local.
16 Aunque se distinguía entre 11y y, el informador sobre el que
betos.
78
NOTAS SOBRE EL YEÍSMO Y LA OPOSICIÓN
DE ELLE Y YE
E referido
N mi libro
alguna
sobrevez
el aespañol
lo largode
de Tenerife,
estas páginas,
al que
señalé ( 32)
ya me he
las cuestiones que planteaban en la isla los problemas de la neu
tralización u oposición de los rasgos distintivos entre 11y y. Me
parece necesario hacerme cargo de algunas de esas ideas para
volver sobre ellas con los muchísimos datos que ahora tengo
allegados y para hacer hincapié en el método que entonces
seguí.
Se ha hablado del carácter pionero que mi obra tuvo. Cierto
que antes de ella poseíamos muy pocos datos sobre la pronun
ciación del español insular, y una de nuestras lagunas de igno
rancia estaba, precisamente, en el importantísimo proceso de
la desfonologización de la 11.Así —y son un par de testimonios
que entonces aduje— Amado Alonso escribía: “En Canarias
[el yeísmo] parece general, aunque faltan estudios” 1; poco más
tarde, Juan Corominas insertaba las siete islas bajo el epígrafe
79
general de yeísmo2. Los datos que se han ido aportando y la
homogeneidad de materiales que ofrece el ALECan me permiten
volver sobre el fenómeno con un acopio de información inespe
rado hasta hace bien poco tiempo.
En otro estudio de este mismo libro3, he señalado el ca
rácter rural que tiene la conservación de Ii, pero conviene no
generalizar para no caer en falsos espejismos. Consideraciones
de orden sociológico y de orden geográfico tendrán que herma
narse para dilucidar las dificultades que pueden surgir.
Las palabras de Amado Alonso, “el yeísmo es un fenómeno
de las ciudades, que se extiende desde ellas por los campos”,
son de absoluta validez en Canarias. Ya en Tenerife (p. 41) se
ñalé como las dos grandes ciudades de Santa Cruz y Las Palmas
son yeístas, y su ejemplo cunde. Ahora puedo aducir nuevas
precisiones, bien que el problema, tal como lo expuse en. 1959,
no ha sido modificado, ni en su planteamiento ni en sus con
secuencias.
Para dar una idea de la marcha del proceso yeísta y para
conocer el estado de la oposición 11 y recurrí al procedimiento
estadístico. Antes de pasar adelante, me parece conveniente
hacer algún breve comentario sobre esta cuestión. Para que el
método tenga utilidad es necesario disponer de materiales abun
dantes, pues de otro modo cualquier información será insegura
o falaz. Además, hay que tener en cuenta que no se puede
hablar lisa y llanamente de “sujetos distinguidores” y de “suje
tos yeístas”, pues en todas las hablas en que coexisten varias
normas o, si se quiere, en todas las hablas que carecen de un
grado único de nivelación, se da el fenómeno conocido por
“polimorfismo”, según el cual un mismo hablante realiza un
fonema unas veces de una determinada manera y otras de otra.
De ahí que podamos inferir que la preferencia que dé a una
80
de esas realizaciones fonéticas sobre las demás podrá ser indicio
del camino que sigue un proceso.
A propósito de la persistencia de la 11o de su neutralización
en y, me parece muy útil traer a colación otras áreas de la Ro
mafia5: en el Lionesado, hace sesenta años funcionaba la opo
sición 11/y, pero cuando Gardette y sus colaboradores hicieron
las encuestas del ALL, 11era un sonido caduco, mera variante
polimórfica de y. En la conciencia de los hablantes, ya no hay
distinción entre 11y y, pero son capaces de articular espontá
neamente uno u otro sonido. Ignorar que hechos como éste son
constantes en el habla, es obligar al instrumento lingüístico a
un esquematismo más inflexible del que practicaron los neogra
máticos. Un paso en la total desfonologización de la 11es su
coexistencia con y; día llegará en que la 11habrá sido absor
bida totalmente por la y, pero, entre tanto, un mismo hablante
puede usar, indistintamente, de 11o y, con preferencias hacia uno
u otro sonido. Es lo que J. Allires ha llamado con todo acierto
“polimorfismo de realizaciones indiferentes” 6• Si tenemos en
cuenta la coexistencia polimórfica de II y en ciertos ha
blantes, la preferencia por una u otra variante caerá —como
quiere Alliéres, págs. 98-99— en la psicología del lenguaje, pero
no por eso dejará de ser útil un conocimiento numérico de
frecuencias7, pues su establecimiento “nous permettra d’appré
cier le degré d’évolution atteint, et de remplacer des formules
fixes et fausses [digamos, los esquemáticos y simples “sujetos
distinguidores” y “sujetos yeístas”] par des pourcentages qui
81
refléteront plus fldélement l’état actuel du parler étudié” Este.
8 Alliéres, p. 100.
Usé un informador de 25 años (yeísta) y repetí el cuestionario
con otro de 56 (yeísta, aunque alguna vez articuló ti); la esposa de
éste fue, exclusivamente, yeísta.
10 Así en Haría: un viejo de 82 años que asistió a todas mis se
siones de trabajo, distinguía ti y y (rara vez fue yeísta); un hombre
de 57 años que estuvo sólo en mi segunda jornada distinguía nítida
mente, pero no distinguían los dos sujetos que tuve (uno de 42 años
y otro de 32), ni la mujer (40 años) en cuya casa viví.
Tenían ti una mujer de 78 años y otra de 42, mi informador
(64 años), el dueño de la casa en que viví (54) y su cuñada de 45;
dos niñas (una de 14 y otra de 15 años), por más que ambas estudiaban
en el Instituto de Arrecife.
Mi informante labrador (46 años), nacido en el barrio de las
Casillas del Angel; o la telefonista (65 años) del pueblecito de Tatir,
82
tras que otras neutralizaban los rasgos distintivos13 y alterna
ban’4. De G r a n C a n a r i a poseo los siguientes informes, co
mo siempre de primera mano y obtenidos por encuesta personal:
Las Palmas, Guía y Teror, confunden; obsérvese que en todos
estos casos, la irradiación de la capital ha tenido fuerza nivela
dora. Los pueblos distinguidores presentan —en cada caso— las
situaciones que ¿onsigno: en Agaete, mis dos informadores
(labrador y marinero) eran yeístas, pero distinguían un hom
bre de 65-70años del Valle de los Berrazales, el pastor que me
respondió a la ganadería del cuestionario y un marinero del
propio pueblo; en Artenara, la distinción era total; en San Bar
tolomé de Tirajana, mi informador mantenía la norma antigua
aunque, en el pago de Agua Latente, donde trabajé una tarde,
encontré el siguiente estado de cosas: una mujer de 80 años y
un hombre de 55, distinguían, mientras era yeísta una nieta de
la vieja. En Agüimes, la distinción era normal, pero, fuera del
pueblo, un hombre de 60 años, neutralizaba, en tanto que un
labrador modesto (70-75 años) pronunciaba 11. En Mogán, mi
informador (59 años, campesino), distinguía, no así un hombre
aposentado de 47; en el Puerto de Mogán, la familia con la que
conviví era yeísta. Por último, en Arguineguín distinguían todas
las gentes con la que hablé (mi informador, un matrimonio de
unos 65 años y un chófer de 22). En la isla de T e u e r i fe,
puedo acrecentar mis datos con los de Arafo: allí interrogué,
83
aparte mi informador, a un matrimonio de Las Piteras, otro de
cuya casa levanté un plano, una mujer de 80, otra de 60, un estu
diante de 20, un hombre de 55 y la familia con la que viví (salvo
el hijo estudiante en La Laguna que era yeísta). Debo añadir que
en la Orotava, ciudad floreciente y agrícola, tienen 11incluso las
gentes de mayor cultura. En otras regiones de la isla he allegado
los siguientes datos: distinción en Arico (villa), Arico el Viejo
(hombres de 23, 25 y 35 años; mujer de 27), los marineros de
El Porís, las personas mayores de El Médano (pero era total
mente yeísta un niño de 9 años) y las gentes incultas y de
cierta edad de Los Cristianos (no una mujer de 30 años con bas
tante instrucción). En L a G o m e r a encontré distinción en un
marinero viejo y dos mujeres (culta y analfabeta) de la capital
(San Sebastián)13, en mis informantes de Alajeró16, Targa, El
Cercado1 y en todas las gentes que conocí en Valle Gran Rey
y Los Granados.
He tenido que detenerme largamente en estos hechos para
no emitir juicios apresurados y para mostrar qué frutos se
pueden obtener de combinar la geografía con la sociología lin
güísticas. Mis datos confirman unas veces, otras no, lo que de
algunos sitios ya se sabía y, en todo caso, aportan una cantidad
de información que es —virtud del método geográfico— cohe
rente y uniforme sobre territorios dilatados y, antes de estas
líneas, vírgenes para la dialectología. Creo que la sociología
lingüística se ha enriquecido gracias a los usos del cuestionario
y la geografía, lo mismo que la geografía lingüística a la manera
de Gilliéron cobró una nueva dimensión al valorar los hechos
de sociología lingüística, como hicieron los exploradores y direc
tores del AIS. Por otra parte, los informes que doy, recogidos,
84
y muchas veces grabados, por un lingüista profesional son me
jores de los que allega un aficionado (y seré el último en negarle
el título de benemérito) de cuya preparación no hay que hacerse
demasiadas ilusiones.
Las consecuencias estadísticas del método tampoco son
desdeñables y Alliéres, por otros caminos bien distintos, ha
llegado a formular las mismas conclusiones15.
85
TRES CASOS DE POLIMORFISMO FONÉTICO
1. LA H- EN POSICIÓN INICIAL
87
repetir las mismas alternancias (en hoyo y humo), igual que
en Agüimes (hoyo y humo). El grado de instrucción podría
explicar que un labriego de Las Palmas diga hoyo o hiel (alter
nando con oyo, umo, enebrar, oyín, hambre), que un marinero
de San Cristóbal vuelva a ofrecer vacilaciones (hoyo oyo,
humo, yel, ebrahla ‘enhebrarla’, hoyí(n), hambre) y que un far
macéutico no tenga sino pérdida de la aspiración. Ya no es tan
claro que coincidan (frente a lo que ocurre entre los hombres) el
habla de una mujer culta y otra analfabeta casi sin excepción
(solo la inculta dijo hié) en la misma capital, o que la norma de
Teror, junto a Las Palmas, y en un hombre de la villa, se oponga,
precisamente, a la irradiación que viene de la urbe; en otros
casos (por ejemplo, en Puerto del Rosario, Fuerteventura) pa
rece diferenciarse el habla de los campesinos (oyó, yel, ohm, am
bre) de la de los pescadores (hoyo, hiel, hoyin, hambre). Pero, en
ocasiones, los datos que se recogen son contrarios a la estra
tigrafía social: un marinero inculto de La Graciosa, dice ilá
‘enhebrar’, mientras que una muchacha instruida, a(n)hilá. Por
lo demás, es obvio aclarar que el mismo hablante usa, indis
tintamente, las formas con o sin aspiración y que la geografía
—en este fenómeno, al menos— parece presentar interferencias
carentes de explicación Por otra parte, el estudio de cada pa-
.
88
labra en particular tiene sentido si se trata de voces en las
que pueden actuar presiones distintas: una de la lengua media
(a través de los objetos importados por ejemplo), otra, la ar
caizante de la localidad. Conviene no olvidar que las sustitu
ciones fonéticas, si se producen desde la lengua oficial, no
GRAN CANARIA: ambre, oyo, hoyo, umo, hie, enebrá, oyí (Las Palmas;
labrador).
ambre, oyo, yel, enebrar, oyín (Idem; farmacéutico).
ambre hambre, oyo hoyo, humo, yel, ebrdhla,
hoyí(n) (idem; pescador).
ambre, ayo, umo, hié, nebrá, oyín (Idem; mujer
inculta).
ambre, oyo, umo, yel, enebrar, oyín (Idem; mujer ins
truida).
ambre hambre, ayo hoyo, humo, hier, henebrá,
oymn (Teror).
hambre, hoyo, humo, hjé, ilahia, hoyiso (Guía).
ambre, oyo, umo, yé conversación hje, nebrá, hoyí
(Agaete).
ambre, oyo, humo, hiel, ahnebrahla, hollín (S. Nicolás).
ambre hambre, oyo hoyo, humo, hiel, ehnebrala,
hoyín (Artenara).
ambre, oyo hoyo, umo, humo, hiel, enebrá, hoyín
(Tira jana).
ambre, ayo hoyo, umo humo, hié, enebrá, hollín
(Agüinies).
ambre, oyo, umo, hier, ebrá, ohm (Arguineguín).
ambre, oyo, umo, yel, enebrar, hollín (Mogén).
TENERIFE: ambre, oyo, umo, yel, enebrar, ollín (Arafo).
ambre, oyo, umo (conversación humo), yel, enebrar,
olhín (Los Cristianos).
ambre, ayo, urna, yei, enebrar, ohm (Arona).
ambre, oyo, urno, hiel, enebrar, hollín (un hombre de
El Médano; su esposa perdió la h en yel y ohm).
ambre, urno, yeh, enebrala, olhín (Arico).
ambre, umo, hiel, ehnebrá, hollín (El Pons).
LA GOMERA: ambre, oyo, umo, hiel, enhile, hoyín (labrador de San
Sebastián).
ambre, oyo, umo, yel, enebrala, ohm (mujer inculta
de San Sebastián).[Los dos informantes instruidos
perdían la h-].
89
irradian progresivamente uno o unos i ;gos fonéticos, sino
que sustituyen la palabra en bloque .
90
< ao); un labrador, la solía perder, pero en ocasiones la pro
nunciaba fricativa relajada; un marinero viejo, la perdía siem
pre, pero otro joven alternaba en el tratamiento; las dos mujeres
(una culta, analfabeta la otra) la conservaban incluso en el parti
cipio -ado; b) en Guía, Agaete, San Nicolás, Tirajana y Mogán,
la pérdida era corriente y aunque la restitución se diera en todos
estos sitios, presentaba siempre un carácter francamente minori
tario; en Artenara y Agüimes, la pérdida era casi total, y en Te
ror y Arguineguín había más casos de alternancia que en las de
más localidades visitadas. Las formas en -ido, que transcribí
en Mogán, pugnaban un tanto con lo que se oía en una conver
sación normal; en mi cuestionario escribí: “[el informador
restituyó -ido] en cuanto su atención se podía aplicar a casos
concretos y menos espontáneos”; por eso, en la pronunciación
normal lo que se oían eran formas sin -d-. En Arafo (T e n e r i -
91
r
3.EL TRATAMIENTO DE L Y R IMPLOSIVAS.
92
borsiyo, balbechá, galbanzo9 el marinero, clin, borsiyo10, y
la mujer inculta, borsiyo, corchó(n); en Guía, porvahera,
borsiyo, corchó(n), yelba ‘hierba’; en Teror, sor, hier, por
vahera, borsiyo, corchón”; en Agaete, borsiyo, pol/rvahe
ra; en Artenara, huelga, clinL”; en Tirajana: huelga, clin,
balbechao ‘arado’, galbanzou; en San Nicolás no documenté
sino la disimilación armiré (no válida, por tanto, para mi obje
tivo); en Agüimes, huelga huerga, clin, alco ‘arco’, Calme(n)
‘Carmen’14 en Arguineguín: hier ‘hiel’, borsillo, corchó(n)15
en Mogán, no recogí sino formas correctas; en T e n e r i f e:
dina, borsiyo (en Arafo). Confío que estos datos puedan aportar
alguna información directa a esa “investigación sistemática” de
la neutralización, que tan conveniente nos parece.
Y otros casos que pueden ser dudosos: albo ‘árbol’, armiré, los
álbol ‘los árboles’.
Además de arcó! alcor ‘alcohol’, albo ‘árbol’.
11 De un singular clavé se formó el plural clavere, cfr. además
alcor y la asimilación ammiré.
12 Como se ve, formas poco claras. También un claver, pero unoh
clavele.
Vid. nota anterior y añadamos clavé (sing.) clavere (pl.) y
arcó ‘alcohol’.
14 Amén de clavé clavere,clavele.
Y los casos dudosos arcó ‘alcohol’ y armiré ‘almirez’.
93
OBSER VA ClONES MORFOLÓGICAS
E N las notas
motivos que siguen,
que pueden voy para
ser útiles a presentar
caracterizarunos cuantos
la realidad
dialectal de las Islas. Mi pretensión es mostrar —tan sólo—
la conveniencia de usar unidos los métodos “geográfico” y
‘socio1ógico”. Veremos hasta qué punto se pueden resolver los
problemas planteados o si se impone la búsqueda de soluciones
por veredas distintas de las que ahora transitamos.
Una vez más quisiera señalar la mutua vinculación de los
hechos sincrónicos y, desde un punto de vista metodológico,
lo insatisfactorio que resulta inducir hechos de lengua tomando
como base las formas de la poesía tradicional.
Pienso que los materiales que he reunido, y ordeno en las
páginas que siguen, valdrán para intentar ulteriores especula
ciones. Pero, insisto, en ésta, como en las demás partes del
libro, no hago sino ofrecer algunos aspectos parciales. Aquellos,
precisamente, que de un modo u otro habían interesado con
anterioridad. No trato de discutir “todo” el español de Ca
narias, sino de dar unas cuantas muestras de los trabajos que
he dedicado a este dominio.
97
POESÍA TRADICIONALY MORFOLOGÍA
99
tentado a considerar como norma lo que no es sino antigualla
carente de vida.
Es importante, a mi parecer, los testimonios que poseemos
para caracterizar la lengua de los romances frente a los usos
coloquiales. Me voy a permitir presentar dos motivos: uno en
relación con un dialecto determinado; otro, que atañe a la len
gua común.
Paul Bénichou llevó a cabo un cotejo harto instructivo
cuando hizo la “Comparación de la lengua de los romances
[judeo-españoles] con el dialecto hablado” Las conclusiones
del investigador francés son ilustrativas a nuestro objeto: “la
lengua de nuestros romances.... presenta notables diferencias
con el dialecto hablado”; “muchas de esas diferencias se deben
explicar por la resistencia de los textos tradicionales a la evo
lución dialectal” (ambas citas en la p. 241); “además, nuestros
romances están llenos de palabras castellanas desusadas en el
dialecto común”; “el romancero, en su léxico, representa un
estado lingüístico muy anterior al actual” (p. 242), etc. En se
gundo lugar, me permitiría recordar otro hecho lingüístico
inherente al arcaísmo del romancero: “Creo que la ininte
rrumpida popularidad de los romances en España puede haber
salvado hasta cierto punto el sabor de esta construcción [Cas
loo
tilia la gentilJ en español, aunque me parecería rasgo antiguo
si se empleara en una obra moderna” Por otra parte, Diego
.
fa por ‘iba’ (n.° 9), etc. Añadamos, por otra parte, la documen
tación en esa poesía de transmisión oral de giros sintácticos
ajenos o contrarios al español de Canarias: para contigo casar
(n.° 8), un hombre la quiere hablar ibidem, quien yo tuviera
la dicha ° 9), la noche y el día toda (n.° 12), etc.
Estas sencillas muestras, aducidas con el único valor de
apoyar mi postura, y, simplemente, recogidas en un espigueo
que en modo alguno ha sido exhaustivo, muestran bien a las
claras que por el mero hecho de conservarse en el romancero
no podemos inferir la vitalidad actual de un rasgo morfológico
y —añadiría---- sintáctico. Los textos de transmisión oral sólo
sirven como testimonio de la lengua actual cuando los rasgos
que en ellos se ejemplifican se pueden comprobar también en
la sincronía que practicamos; en cualquier otro caso, no son
sino elementos ajenos al sistema que se transmiten enquistados
como esporas, pero sin ocupar ninguna posición en las estruc
turas vivas6
101
NOSOTROS, NOS LOSOTRO(S),LO(S).
E NCanarias
‘nos’. se oyen con
El fenómeno, es bienlosotro
frecuencia
como es ‘nosotros’,
sabido,ylonopor exclusiva
mente insular: ya A. Rosenblat había hablado de él y lo había
explicado como un caso de repercusión de la 1- del pronombre
de tercera persona (le, lo, etc.) sobre la nasal etimológica’. El
ALEA ha señalado la existencia de losotros en el pueblo sevi
llano de Las Cabezas de San Juan’. Como se puede ver en la
información precedente, en ninguna parte goza el fenómeno de
la vitalidad que tiene en Canarias. El haber reunido muchos
materiales en casi todas las Islas, me permite hablar de la geo
grafía del fenómeno y de su altura social en esta breve nota.
Según mis informes, recogidos in situ, los pronombres
losotro, lo ‘nosotros, nos’ se documentan en el islote de L a
103
G r a e i o s a3, en L a n z a r o t e (un marinero de Arrecife y
en Femés), en F u e r t e y e n t u r a (en Tuineje y La Oliva
registré ambas formas en la conversación espontánea, y eran
las únicas que emplearon un marinero de Corralejo y otro del
Puerto del Rosario; alternaban con nosotro, no en el habla
de un campesino de la capital), en G r a n Can a r i a (la mujer
inculta y el marinero de Las Palmas, Guía, Teror, Agaete,
Artenara, Tirajana, Agüimes, Mogán y Arguineguín) y en
T e n e r i f e (El Médano)4 la dualidad nosotros, lo fue re
gistrada en Lanzarote (Tiagua), Fuerteventura (Be
tancuria, Morro Jable) y G r a n C a n a r i a (labrador de
Las Palmas). Naturalmente, las personas cultas de la ca
pital de la provincia usan las formas correctas del caste
llano medio. Los hechos registrados no permiten trazar la
geografía del fenómeno, sino hablar de su gran difusión;
ni podemos —tampoco— establecer una estratigrafía social
muy apurada, sino limitarnos a consignar la norma caste
llana, entre los cultos; la conciencia de esa norma entre
gentes más jóvenes o instruidas (que usan el dialectalismo en su
conversación normal) con la consecuencia de su realización
polimórfica, y, por último, la existencia de gentes analfabetas
que usan sólo las formas de la lengua oficial.
En cuanto a la sustitución de los términos dialectales por
los castellanos comunes, parece que losotro penetra más difícil
mente en el dominio de nosotros, que lo en el de nos, según
acreditan los testimonios pertenecientes a tres islas.
104
ÁREAS DE DOS TERMINACIONES VERBALES
E minio
Lvulgarismo
hispánico’ se encuentra
-emos por -amos,
muy
tanextendido
difundido
porpor
Canarias.
el do
De él hablé en mi obra sobre Tenerife ( 46,6)y el carácter rural
del fenómeno estaba tácitamente expreso al considerar que en
mis encuestas de entonces no usó sino informantes campesinos
(en la conjugación, al menos). He vuelto• a ocuparme de la
cuestión en la monografía que he dedicado a’la isla de La Gra
ciosa, donde volví a documentar el cambio ( 44) y puedo
aumentar estos informes con los nuevos que he allegado desde
1963.
En L a n z a r o t e’ usaban -emo un marinero de Arrecife y
mis informantes de Tiagua, mientras que alternaban -amo
-emo en Haría y sólo usaba -amo mi colaborador de Femés.
En Fuerteventura se oyó -emo en Tuineje, Morro Jable
105
y a un marinero de Puerto del Rosario; usaban indistintamente
-wno -amo un labrador del Puerto, y, en la conversación,
mi informador de La Oliva, que propendía a usar las formas
literarias cuando no hablaba espontáneamente; no oí sino -amo
en Betancuria. El vulgarismo lo documenté en G r a n C a n a
r i a según las siguientes localización y estratigrafía social: en
Las Palmas (una mujer inculta con la que rellené el cuestio
nario, un labrador de Las Rehoyas y un marinero de San Cris
tóbal), Teror, Guía, Agaete, San Nicolás de Tolentino, Tirajana,
Artenara y Mogán, pero no en Arguineguín (ni en los pueblos
que he explorado en T e n e r i f e —Los Cristianos, El Médano,
Arico, Arafo— ni en ninguno de La Gomera).
Las conclusiones que se obtienen de estos materiales son
semejantes a las que he hecho en la nota sobre nosotros, tanto
por lo que se refiere a la geografía, como a la estratigrafía.
106
T e n e r i fe y L a G o m e r a, sólo he encontrado formas
con aspiración de la s implosiva (-ahte, -ihte) y algún raro caso
de -itte (en La Gomera) o de -ite en Los Cristianos (Tenerife),
donde alterna con las formas reduplicadas (.atte, -itte) que
—evidentemente— proceden de -ste.
La sistematización de los resultados fonéticos de estas
desinencias es fluctuante, pues junto a la norma culta (-aste,
-iste) se documenta la vulgar (castellano -astes, -istes), pero, en
todos los casos, la aspiración y asimilación de la -s implosiva
(interior o final) da lugar a tratamientos deslizantes, con reali
zación fonética imposible de discriminar. En las líneas ante
riores, me he atenido —sólo—a las formas que parecían seguras.
107
NOTAS SOBRE ETIMOLOGÍA Y LÉXiCO
GORO ‘POCILGA’
111
refugio, escondrijo’4. La voz, con el valor de ‘pocilga rudimen
taria’, se oye también en las islas de La Palma y de Lanzarote5.
E. Serra y J. Alvarez Delgado han caracterizado los tagoro,
tagóror primitivos como ‘lugar de asamblea misma6. Al parecer
esta significación es secundaria; la primitiva era ‘patio’, ‘lugar
cercado’7 y, de acuerdo con la hipótesis, J. Alvarez propone el
valor de ‘lugar cercado’ como propio de la raíz gor. Desde este
sentido, la palabra evolucionó a los de (a) ‘patio’, (b) ‘lugar de
reunión humana’, (c) ‘asamblea regia’ 8•
Wdlfel, Monumentci (p. 475, § 150), ha señalado con exacti
tud el carácter megalítico que tienen estas construcciones
circulares de piedra, a las que relaciona con otras micénicas.
El origen bereber de la voz está asegurado por formas como
tagarer ‘Richtplatz’, tagoror ‘la place du conseil’ o tegruat
‘le Divan’, que, no encontradas por Wlfel, han sido señaladas
por Ritter y Berthelot. En algunas hablas beréberes se docu
mentan agrur, tagrurt ‘a yard, precenct, courtyard’ y, la última,
como ‘a small enclosure for goats’, agror ‘enclos en pierres
sches’, agrúr ‘niche, éstable’, etc. (todas en Wólfel, Monumen
ta, p. 476, § 150, vid, también su p. 498, § 197).
El cambio semántico más notable parece ser el de ‘patio’
>‘pocilga’. Es éste un proceso semejante al que se ha cumplido
en todas aquellas lenguas que, sometidas a otras de mayor
cultura, han visto envilecerse los viejos términos tradicionales.
En las líneas que siguen voy a aclarar por qué tagoro(r) ‘patio,
112
asamblea’ ha desaparecido de las hablas vivas9, en tanto pervive
goro.
Con la hispanización, las voces guanches quedaron mortal
mente heridas ‘°: de vez en cuando una reliquia nos puede ayu
dar a conocer un estado lingüístico y nada más. Pero tales restos
están vinculados a términos muy concretos de la realidad agrí
cola o ganadera, o se nos presentan en un estado de manifiesta
adulteración: producida unas veces por el historiador que
transmite la palabra y, otras, por la comprensible alteración
que experimentó el sistema fonético guanche al adaptarse al
español.
De este modo, tagoro(r) desapareció con las asambleas in
dígenas. Por lo que se sabe de la vieja documentación, la ‘asam
blea regia’ tenía un nombre formado por la fusión del artículo
(ta) con el sustantivo (goro); los dos miembros habían llegado a
una especie de lexicalización y pasaron a significar la asamblea
o reunión por antonomasia. Sólo así acierto a explicar por qué
murió tagoro(r) mientras goro perduró hasta nuestros días.
Desde el punto de vista semántico, goro sufrió un envileci
miento conceptual. De significar ‘lugar cercado’ pasó a ser la
‘pocilga’ porque, en la lengua de los colonizadores, el cerdo era
113
el animal menos noble. Esto es, se produjo una degradación de
la voz, paralela en todo a la del latín coquina1’ que en osco
umbro (popina) significó ‘tabernucho’, a la del francés pare
convertido en pare ‘macho’ en saboyano12 o a la del vasco
etxeandrea ‘señora de la casa’13 convertido en chandra ‘holga
zana’, en aragonés, y ‘ramera’, en albaceteño’4.
Tal ha sido el proceso del (ta)góro(r) guanche. Siguió dos
ramas: una de “eufemismo” en su historia prehispánica y otra
de “disfemismo”, precipitada o favorecida por la presencia de
los españoles. Queda una tercera posibilidad de carácter neutro:
en ella, al sentido de ‘cercado’ se fueron añadiendo denomina
ciones que tienen siempre la idea de ‘sitio para guardar algo’.
En esquema, todo lo anterior podría representarse así:
114
MAGO ‘CAMPESINO’
H estudiado
AYuna serie de términos canarios que unas veces se han
juntos, mientras otras se ha defendido su des
vinculación. La serie, si no demasiado abundante, posee elemen
tos dotados de valores muy diversos. Acerquémonos al pro
blema.
En principio parece acertada la hipótesis de separar Maohs
(y otras variantes fonéticas o, simplemente, gráficas), antiguo
nombre de la isla de Fuerteventura, de ma/zas / majos ‘sandalia
primitiva”; sin embargo, un demorado estudio de la cuestión
me hace llegar a conclusiones distintas. Las fuentes reunidas
por Wi5Ifel (Monumenta, p. 496, § 193) son contradictorias.
Fructuoso dice una vez que “os islenhos destas ditas ilhas se
chamo mahoreros, que em nossa lingoagemquer dizer criadores
de gados”, pero dos páginas antes había escrito: “os moradores
115
della [Lanzarotel se chamo maforeiros, no sei por que razño”.
Creo que el autor portugués ha transcrito tomando de otras
fuentes y del mismo modo que ha portuguesizado el final cas
tellano (-ero .eiro) también ha incurrido en la misma falta
al poner la f de su lengua donde los españoles escribían h, o
pronunciaban una aspiración. Contra su f son concordes los
testimonios de Abreu Galindo, de Torriani y del propio
...
Tahona, p. 6.
116
dudas respecto a su empleo habitual en Gran Canaria; sin
embargo, debo insistir en que maúro ‘campesino’ es voz muy
usada en la isla, como Álvarez Delgado dice; su falta en el
Diccionario de los hermanos Millares8 nada significa, habida
cuenta de la pobreza ejemplar de esta compilación, y que Wólfel
no la conozca no es otra cosa que deficiente información9. Por
el contrario, Guerra Navarro” da el justo sentido de la voz:
‘rústico, hombre del campo y como tal receloso y escamón. Por
traslación se dice de todo hombre bruto y poco social’ y, s.v.
mago, -a, especifica: “denominación que en la Ciudad dan al
hombre o mujer del campo, a quienes también denominan
campurrios y mau’ros”. En el Glosario de canarismos de Luis
Maffiotte, que se conserva manuscrito en el Museo Canario
de Las Palmas, aparece “maduro ‘campesino; mago. Bruto,
Maúro’. Maúro.”
Según el testimonio de los antiguos cronistas, Benahoare,
nombre prehispánico de La Palma, significaba ‘mi tierra’, lo que
hace inferir a Álvarez Delgado que ahoare tenía el valor de
‘país, tierra, patria”. Siendo válida esta identificación, ya no
es difícil interpretar majorero como ‘paisano’ (de Fuerteventura,
según su actual significación). Es el mismo proceso que el de
diota ‘pueblo’ deutsch ‘alemán”2 o el del eslavo antiguo,
donde una misma palabra (el tan traído mujik) es ‘hombre’, en
checo, o ‘campesino’, en ruso. Hasta aquí uno de los caminos.
Veamos el otro: maho / majo ‘calzado” vive hoy en El
117
Hierro y, quizás, en la Gomera’4 y, si es que el autor no mezcla
dos valores distintos, en Lanzarote y Fuerteventura”. Ahora
bien, con tan pobres materiales todo lo que se procure será de
carácter muy provisional; sin embargo, no parecerá infruc
tuoso intentar poner cierto orden. La voz maho / majo se pre
senta en dos regiones geográficamente discontinuas y, precisa
mente marginales. Habida cuenta del carácter arcaizante de las
zonas periféricas, puede suponerse que el término debió tener
una difusión pancanaria y que los restos actuales son super
vivencias del naufragio de la voz. Ahora bien, maho y mago
fonéticamente son meras variantes, puesto que las equivalencias
h = g o g = h están suficientemente próbadas en lenguas muy
distintas 16 Semánticamente la coincidencia no es difícil de su
poner: maho ‘paisano’ = mago ‘campesino’. Por tanto, el mago
tinerfeño es uno de los eslabones que parecían perdidos en la
cadena Lanzarote —Fuerteventura [Gran Canaria]’7
— [Te
—
‘ Ecero, p. 29.
1 Mi duda con respecto a los datos de Alvarez Delgado se basa en
el hecho de que los cronistas hablan de Lanzarote y Fuerteventura como
tierras de majos ‘paisanos’ y los calzados que describen son herreííos.
16 Recojo la equivalencia de velar y aspirada en mi libro citado en
118
“Vieja” canariense, según P. Barker-Webb y Sabin Berthelot, Histoire
Naturelle des lles Canaries. Edit. Bthume. París 1836; tomo II.
2. parte, plancha 17.
entre catalanes y castellanos por el uso de las calzas18,no se
olvide que una de las etimologías propuestas para martingala
nacía de un tipo de calzas que, según se dice, usaron las gentes
de Martigue19,no debe desdeñarse el hecho de que uno de los
dialectos catalanes de tránsito se conozca por xipellci en razón
del sombrero que usan sus hablantes 20, recordemos el rey nava
rro apellidado Abarca por las que. solía llevar21,fijémonos que
no son extraños apodos como el de chancas de palo con que las
gentes de la Ribera del Duero (prov, de Salamanca) llaman a
los vecinos de Trabanca, justamente porque aquí se usa una
especie de zuecos distinta de la del resto de la comarca, y que,
en Nuevo Méjico, el pueblo indio llamado tewe ha pasado a
designar con su nombre a las ‘abarcas’,en razón del calzado que
usa22, etc., etc. Posiblemente, los majos o magos ‘paisanos’pro
tegidos con cierta clase de abarcas, según los testimonios de
Abreu Galindo, de Viana y de Núñez de la Peñan, llamarían la
atención por esos calzados “de pellejos crudos, que revolvían a
los pies, y algunos eran de cuero de puerco que desollaban”20y
119
majo pasaría a ser ‘una especie de abarca’, frente a los xercos
usados en Tenerife.
De ahí la actual separación: maho / majo es voz conocida
en las islas donde se usa tal calzado y no en las que ha desapa
recido; justamente las áreas periféricas mantienen hoy la voz
en designaciones muy concretas: ‘calzado’ (Hierro, Gomera,
Lanzarote?, Fuertevertura?), ‘nativo’ (Lanzarote, Fuerteven
tura).
Acaso en Tenerife mago fuera ‘el campesino que calzaba
abarcas’ (hoy su atuendo todavía llama la atención) y, una
vez desaparecidas éstas, la voz subsistió con la significación de
‘hombre rústico’.
De haber acertado en mis hipótesis, podría resumir los he
chos de este modo:
Benahoare etc.
Maho, maho(rero)‘paisano’.
(‘La Palma’) (‘Fuerteventura,
Lanzarote’)
‘campesino’ ‘abarcas’
(Tenerife) (Hierro,Go
mera. ?, 7)
120
UNA NOTA DE ICTIONIMIA: EL SCARUS CRETENSJS
INTRODUCCIÓN
L materiales
A lámina L deldel
ALM2
cuestionario’
reproduce un
conpez
el extraño
que recogemos
en las costas
los
peninsulares: el Scarus cretensis’. Digo extraño porque lo fue
para mí —y para mis informadores— en las encuestas4 que
Giorgio Cmi. San Giorgio Maggiore, Venezia, 1906 (dos volúmenes). Con
toda razón, la pregunta ha sido eliminada de la “Edizione ridotta” del
cuestionario (Venezia, 1964).
2 Vid. M. Deanovid, Perspectives de l’Atlas linguistique méditer
121
realicé para la Fundación Cmi Sin embargo, haciendo pruebas
.
122
punto de vista puramente ictiológico— poseemos una biblio
grafía para el estudio de las especies atlánticas9.
D’Arcy Wentworth Thompson dedicó un magnífico libro a
los nombres griegos de los peces10. Su aportación a la historia
del nuestro es ejemplar11: gracias a él, sabemos que la anti
güedad dispensó sus mayores elogios al escaro, por más que
hoy su prestigio de antaño esté muy mermado. La vieja creencia
de que rumiaba los alimentos parece estar atestiguada desde
i12 y Plinio comenta que el escaro es “sohis piscium
dicitur ruminare, herbisque vesci non aliis piscibus” (Nat. Hist.,
IX, 62) ‘. La literatura clásica dotó al escaro de notables habili
dades: tenía voz audible, no se le podía capturar por la noche
(pues la pasaba durmiendo) y ayudaba a escapar del anzuelo
o de la red a sus compañeros aprehendidos. Lo pescaban con
semillas de coriandro, a las que era muy aficionado, o con mos
ca, si es correctamente interpretado un pasaje de Marcial (18,7)14.
A pesar de la información que facilitan todas estas obser
vaciones, el escaro era un pez raro: sólo así se explica que fuera
123
comida de las altas clases sociales”, con todo y que su carne
pareciera insípida: para darle el sabor que no tenía, los cre
tenses lo aliñaban incluso con sus propias heces’6.
Creo que Lozano Rey tiene razón cuando dice que los
escaros no debieron ser muy frecuentes en el Mediterráneo,
porque la especie falta en las costas españolas (salvo una noticia
sobre su pesca en Valencia) y parece lógico que, de ser especie
abundante en el Mediterráneo, se encontrara con más frecuencia
en nuestros litorales, camino de paso hacia el Atlántico”. Esta
realidad actual se confirma con los datos antiguos: parece que
sólo abundó en Rodas, Creta y las Cícladas y nunca debió pasar
del cabo Lectum en la Tróada, pues aunque el almirante O. Eh
pertius llevó muchos de estos peces a las costas de Campania,
no logró que la especie prosperara allí’8.
124
1) Falta en obras dedicadas a los peces comestibles de
nuestras costas’.
2) En la Enciclopedia Es pasa, en un artículo muy bien
redactado (s. y. escaro), se habla de la especie del Mediterráneo
oriental y se nos dice que allí vive “formando bandadas cerca
de las costas rocosas y ocultándose con frecuencia en las hen
deduras de las rocas; su carne es comestible y se sala y seca
en las costas del mar Rojo”20.
3) En una enciclopedia marítima, bastante peor hecha
que la de Espasa, se amontonan las inexactitudes. Por poco
cuidado que pusieran sus redactores, no parece verosímil que
hubiera errado tanto de tratarse de un pez medianamente co
nocido21
125
LOS ESCAROS EN LAS ISLAS CANARIAS
los fondos del cabo Blanco y del banco Arguín (África Sahariana).
Madrid, 1943, p. 161 (núm. 112) y, también, p. 117, s. y. En la termino
logía científica, nuestro pez es conocido, indistintamente, como Scarus
o como Sparisoma.
28 Histoire Naturelle des files Canaries, II (2.a parte) París, 1836-44.
126
dieron una precisa información sobre la existencia de este pez
en Canarias: sabemos que fue descrito por vez primera por
Cuvier (p. 67) y que las variedades insulares pertenecen a una
sola especie que, incluso, es muy cercana a la mediterránea, e
idéntica a la maderense (p. 68).
Este pez, tan importante en la economía insular, es, siguien
do a los mismos autores, llamado vieja en las Islas Canarias,
y muy abundante en Tenerife, Lanzarote y Graciosa; es más
frecuente en las costas rocosas que en el estrecho que separa
las Canarias de la costa africana, y los pescadores, incluso,
secan las viejas que así pueden transportarse a La Habana.
Los datos son muy exactos: unos pertenecen ya a la his
toria (secado y exportación de escaros), otros mantienen su
precisión. Hoy las viejas son frecuentes en las islas indicadas y,
mucho también, en Gran Canaria y Fuerteventura. Los infor
mes que he recogido en encuesta directa dieron las siguientes
variedades: colorá(da) (Puerto del Rosario y Órzola, en Lan
zarote; Corralejo, en Fuerteventura; San Nicolás de Tolentino,
en Gran Canaria; El Médano, El Porís, Puerto de la Cruz, en
Tenerife) o encarná (Agaete, en Gran Canaria), ensesiná (Los
Cristianos), melá (Puerto del Rosario, Agaete y San Nicolás,
Gran Canaria, Los Cristianos, El Médano), morisca ‘oscura’
(San Nicolás), parda (Puerto del Rosario, Órzola, Corralejo,
Agaete, San Nicolás, Los Cristianos y Puerto de la Cruz), lora
(Órzola), parda (El Médano, El Porís, Valle Gran Rey), roja
(Valle Gran Rey) y republicana,por sus listas tricolores (Puerto
de la Cruz). Como viven en las costas rocosas, según he dicho
ya, en Tenerife se oye este refrán: “Marzo y abril, la vieja
al veril”29.También queda apuntado que estas variedades son
muy raras en las próximas costas africanas30.
127
ADAPTACIÓN INSULAR DE UNA ANTIGUA PALABRA
CASTELLANA
128
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
1. El español de las Islas Ccrnariasse publicó en la RFE
(XLVI, 1963,Pp. 166 170). Ahora aparece acortado en su final,
-
131
5. Sobre la ce postdental procede del mismo lugar que el
trabajo anterior y es acreedor de idéntico comentario.
riales.
132
ABRE VIA TURAS BIBLIOGRÁFICAS
AILC. Anales del instituto de Lingüística. Universidad Nacional
de Cuyo. Mendoza, desde 1942.
135
EFil. Boletimde Filología. Lisboa, desde 1932.
136
INDICES1
BARKER-WEBB, P. 127.
BADÍA, A. 32.
BARNILS, P. 119 n. 20.
BARTOLI, M. G. 16 y n. 12, 135.
BÉNICHOU, P. 100.
BERTHELOT, S. 112, 127.
BERTONI, G. 16.
BLOCH, 0. 119 n. 19.
BOTTIGLIONI, G. 135.
BRÉAL, M. 114 n. 11.
CANELLADA,M. J. 61.
139
CANFIELD, D. L. 69 n. 21.
CASTRO, A. 31 n. 12.
CATALÁN, D. 13 u. 2, 39, 65, 70, 100 n. 101.
COROMINAS, J. 19 n. 20, 79, 116 n. 3.
CORTELAZZO, M. 121 n. 2.
CULLEN DEL CASTILLO, P. 18 n. 19, 31 u. 12, 100n.
CUVIER 123 n. 9, 127.
HERALD, E. S. 122 n. 8.
HERNÁNDEZ PERERA, J. 17 n. 17.
HORACIO 124 n. 15, 125 n. 19.
IORDAN, 1. 25.
IRIBARREN, J. M. 114 n. 13.
140
JABERG, K. 25, 35, 38 y n. 28, 135.
JUD, J. 25, 35, 38 y n. 28, 135.
LA GORCE, J. 0. 123 n.
LAPESA, R. 69 n. 23.
LE Diois, E. 122 n. 8, 127 n. 29.
LÓPEZ DE VERGARA,J. 100 n. 1, 101 n. 3.
LOZANO REY, L. 52, 124 y n. 17 y 18, 125 n. 19, 126 n. 23, 128 it.
30 y 32.
LUGO, S. DE 15 n. 5, 127 n. 29.
LLORENTE, A. 135.
MAFPIOTTE, L. 117.
MARCIAL 123, 124 n. 16.
MARTfNEZ-HIDALGO y TERÁN, J. M. 125 n. 21.
MENÉNDEZ PIDAL, R. 101 n. 6.
MIcHEL, L. 128 n. 33.
MILLARES 117, 127 n. 29, 128 n. 32.
MORALES, M. 100 n., 101 n. 4.
PAIVA B0LÉ0, M. DE 14 n. 3.
PALACIO, A. 60.
PALOMBI 52, 124 n. 18.
PASSY, P. 27 n. 2, 32.
PELLIS, U. 135.
PÉREZ GALDÓS, B. 21.
PÉREz VIDAL, J. 15, 17 n. 14, 18 n. 18, 19 n. 21, 100 n.
PETKANOV, 1. 29.
PLINIO 123, 124 n. 15.
Por’, S, 50, 51 y n. 14.
141
QUILIS, A. 73 n. 3, 132.
REED, D. W. 85 n. 18.
RÉGULO, J. 14, 15.
RITTER 112.
RODRÍGUEZ-CASTELLANO,L. 60, 70 n. 24.
ROHLFS, G. 36, 38, 111 n. 3, 113 n. 9, 116 n. 3.
RUMEU DE ARMAS, A. 17 n. 15.
ROSA, L. DE LA 100 n.
ROSENBLAT, A. 69, 103, 105 n. 1.
ROUSSELOT, J. P. 25.
TAGLIAVINI, C. 39.
THOMPSON, D’ARcY W. 123 y n. 12, 13 y 14, 124 n. 18, 125 n. 20.
TORRIANI 16, 22 n. 31, 116.
UNAMUNO, M. DE 29 n. 4.
VALENCIENNES 123 n. 9.
VALENZUELA SILVA, J. 117 n. 8.
VIANA, A. DE 119.
VIDOSSI, G. 135.
Visi y CLAVIJO, J. 19 n. 22, 20 n. 23, 126.
142
WARTEURG, W. y. 90 n. 2, 119 n. 19.
W&FEL, D. 16 n. 10, 112 y n. 6, 113 n. 10, 115, 116 y n. 3,
117 y n. 11.
143
DE TEMAS
aspirada inicial
su pérdida 31.
su posición en la conciencia de los hablantes 37, 87-89.
aste (desinencia de la 2. persona del perfecto) 106.
-
144
Atlas lingüísticos
sus limitaciones 35, 36.
sus ventajas 35, 36.
ch adherente
espectrogramas 71, 72.
cuadros de su imagen acústica 72, 73.
momento oclusivo 73.
momento fricativo 73.
fricación 73.
diferencias con la castellana 74.
sonorización del momento oclusivo 74.
su difusión 74 77.
-
145
d intervocálica 37.
-
geografía lingüística
su combinación con la sociología lingüística 38 39, 84, 85.
y estudio de las hablas vivas 25.
guanchismos 111-120.
y la hispanización 113.
146
hablas canarias
y el método geográfico 26, 27, 41.
hablas rurales y hablas urbanas
influencias recíprocas en el español de Canarias 31, 32.
hispanización: su influencia en la suerte de las voces guanches
113.
¡ =r:
neutralización 92.
distribución geográfica 92, 93.
lengua como espejo de la vida entera de un pueblo 36.
léxico castellano adaptado a la realidad de las Islas 128.
lingüística espacial
su no aplicación a las Canarias 17.
situación no periférica de Canarias 17-18.
11:
neutralización con y 79
desfonologización 79
carácter rural de su conservación 33, 79
distinción respecto a y 82-84.
marinerismo
del español de América 18, 19
de las hablas canarias 19, 29, 30.
materiales sociológicos: cómo hay que interpretarlos 27.
mestizaje lingüístico 39, 40.
método geográfico
147
la conveniencia de su aplicación a las hablas canarias 26,
27, 41.
su limitación reconocida 30.
su preponderancia sobre el sociológico en el caso de e
paragógica tras r 34.
cómo actúa 36, 37.
cómo proporciona datos sociológicos 37, 38.
combinación con el sociológico 27, 32, 34, 35, 97.
método sociológico
su compatibilidad con el método geográfico 27, 32, 34, 35
y “dialectos verticales” 27, 32, 33.
morfología en el romancero canario 101.
Neorromania 14.
neutralización de 1 y rimplosivas 37, 92, 93.
neutralización 11= y 33, 34.
nomenclatura de los peces mediterráneos: su heterogeneidad
52, 53.
norma culta dentro de un dialecto 39.
nos los 37, 103, 104.
nosotros, nos losotro(s),lo(s) 37, 103
fenómeno no exclusivamente insular 103
explicación de A. Rosenblat 103
su vitalidad en Canarias 103, 104.
-o final 31.
- o final cerrada 29.
oposición 11/ y
en el Lionesado 81.
perfecto
desinencias de la segunda persona 106, 107.
plural y aspiración 28, 61, 62.
polimorfismo
de realizaciones indiferentes 81
del fonema /h/ 87
de d intervocálica 90, 91
- -
148
romancero canario 99.
su peligro tomado como texto dialectal 99, 100
arcaísmo de su tradici6n 101
rasgos morfológicos ajenos o contrarios al canario 101
rasgos sintácticos ajenos o contrarios al canario 101.
romances
su lengua frente a los usos coloquiales 100
su arcaísmo 100, 101.
Romania Nueva 14, 39.
Romania Vieja 39.
s canaria
espectrogramas 65-67
articulación 66
difusión geográfica 67-69.
- s final
consecuencias fonológicas de su aspiración o pérdida 59.
.s predorsal 65, 66
articulación 66
espectrogramas 65, 66
difusión geográfica 67-69
su consideración como alófono 70.
seseo 70.
sintaxis
en el romancero canario 101.
sociología lingüística
su necesidad para estudiar los hechos dialectal.es35, 40
sus limitaciones 36
y biología de la lengua 37, 38.
sustituciones fonéticas 89, 90.
y canaria 78
neutralización con 1179
distinción respecto a ti 82-84
relación con ch adherente 78.
149
yeísmo 32, 80-84
fenómeno de las ciudades 37, 80
polimorfismo 80, 81
estudio estadístico 80, 81, 82
difusión geográfica 82, 83, 84
su altura social 37, 80-84.
150
DE PALABRAS
abacaxí 20 anteanoche 72
abae 47, 49 antier18
agror 112 apolegar 101
agrur 112 araña d’afuera 49
agrúr 112 arbeaca20
aguisiar 18 arcatriya 47,49
ahnebrahla 89 u. arcó 92u.5,93n. 10,13y 15
aho. 120 arcol92 n.6,7 y 8
ahoare 117 armehiyón49
albahaca 20 armiré93y n.6 y 15
albahar 49 arruahe49
albo 93 n. 9 y 10 asul 66
álbol (los) 93 n. 9 aznacho 52 n.18
alco 93
alcor 92 n. 6, 93 n. 10, n. 11
alcu 92 bacalao45
alhábega 20 baifa113n.9
almeha 49 baila46,49
almeja de fango 45 balbechá93
almejillón 45 balbechao93
altabaca 20 barraco 46, 49
atnargaza 20 barracuda (?) 45
ambre 87, 88 y n. 1, 89 u. 1, barriguda 45
90 n. barriguda rembaliza 45
ammiré 93 n. 11 barruntar 18
anguila 46, 49 bebel 92
anhilá 28, 88 belete 113 n. 9
anjova 44 beletén 113 n.. 9
151
Benahoare117,120 clavé 93 n. 11, 13 y 14
bequeque 113n.9 clavele 93 n. 14
bicúa 44 clavele (unoh) 93 n. 11
bogavante 46, 49 claver 93 n. 11
boguina 49 clavere 93 u. 11, 13 y 14
bol/rsillo 92 clin 93
borsiyo 92, 93 dina 92
borsillu 92 cune 92
brecho 125 n. 19 clineh 92
businegro 46 n. 7 cochinita 49
busio 46, 47, 49 coleto 45
buyón 48 colorá 127
buyón d’hondura 45, 48 colorada 126, 127
concha 45, 49
cónyuge 74
cabaya 45 coquina 114
cabaya pequeña 46, 49 corchón 92, 93
cabesote 47 y n. 8, 49 corvina 45
cabriya 46, 49 corvinate 45
cabesote 47 y n. 8, 49 cría der choco 47
cabriya 46, 49
cabriya de ley 46, 49 chancas de palo 119
cabriya merera 47, 49
cactus 20 chandra 114 y n. 13
cherne 47, 49
cachalote 45 chirimoya 20
cadenado 18 chirimoyo 20
Calme(n) 93
calore 32 chopa 47
chuchan 72
camarón 47 chuchango 72
camarón d’oriya 47 chucho 46, 49
campurrios 117 chucho de ley 46
cangreho 49 chucho roquero 46
cantarero 45 n. 2 chuchos 52
capión 45 chusma 19
caracó de caré 46, 47, 49
caracol 47, 49
caracol de cangrehiya 47 dentón 47,49
caracol de pico 47 deutsch117
caracol de tablero 46, 47, 49 diota117
carajo’l rey 45 drago 19y u.22
cardón 20 dula 46,49
carnada 47
casa 59
casá 59 ebráhla 88, 89 n.
152
ebrar 88 n. 1. hambre 87, 88 y n. 1, 89 n.
ehnebrala 89 n. haniquín 45, 46, 48, 49
ehnilal 90 n. hebrahia 88 n. 1
empatar 19 henebrá 89 u.
encarná 127 hié 88, 89 n.
encolá 49 hiel 87, 88 y n. 1
enebrá 89 n., 90 n. hier 89 u., 93
enebral 88 n. 1. hjé 88 n. 1
enebrar 88 y n. 1, 89 n., 90 n. hollín 87, 90 n.
enhebrá 90 n. hoyf 89 n.
enhebrar 87 hoyín 88 u. 1
enhila 89 n. hoyiso 89 n.
enhilar 88 u. 1 hoyo 87, 88 y n. 1, 89 n.
ensesiná 127 huelga 92, 93
escaro 125 n. 19 huit 116
éscaros 125 n. 19 humo 87, 88 y n. 1, 89 n.
estero 18
etxeandrea 114
ilá 28, 88
ilahia 89 n.
flete 18
jaira 113 n. 9
gaboso negro 45 jairamo 113 n. 9
gago 18 jalar 19
galana 48, 49 juerga 92 n. 6
galbanzo 93
gallo 45 n. 3
gánigo 113 n. 9 kairamo 113 u. 9
garapeyo 45
gato 47, 48, 49
gayo 45, 47, 48, 49 labrare 32, 34
gayudo 47, 49 lagarto 48, 49
glosa 47, 49 lambere 32, 34
gofio 113 n. 9 laso 66
gorán 111 lebrancho 46, 47, 49
gore 111,113n.9 leche 72
gorete111,112n.4 lenguao 45, 46
goro 111, ll3yn.9y10,114 lenguao d’afuera 46
gorona 111,113n.10 liha 49
uña 19
lo 103,104
haca 47,49 longorón 44
haca de ley49 lora 127
153
losotro 103, 104 72,
ocho
73
losotros 103 88ohyin
n. 1
ohtión 49
olivarda 20
macarel 46, 88ollín
y n. 1, 90 u.
macho 71-73 89 n.c
maduro 117 88 y . 1, 89 .
magarza 20 87, 88 y n. 1, 89 n., 90 n.
mago 113 n. 9, 116 y ‘• , oyó88
117, 118,120
magos 119
Maho 120 45 palome
maho 116, 117, 118, 120 46,
pámpano
47,49
Mahoh 116, 118 pámpano
de Guinea 46
Mahoreri 116 pámpano
de ley 46
mahorero 120 papagaddu
125 u. 20
Mahos 115 papagayo
125 n. 20
mahúa papagayo
marino 125 n. 20
majo 117, 118, 120 parda
127
majorero 116 u. 3, 117 pare
114
majoreros 116 46pargo
n. 7
majos 115, 116, 119 parrot
125 n. 20, 126
mal 92 pehediablo
49
Maoh 116 peje-verde
126
Maohreri 116 pejerrey
44, 45, 48
Maohs 115, 116 49
pelúo
martingala 119 114 pre
maúro 116, 118 y fl. 17 perenquén 113 u. 9
maúros 117 20 piña
medregá polfrvarera
92
melá 127 114 popina
mercar 18 porvacera
93
mesmo 18 46, 49 pota
moni 92 47 pulpo
morisca 127 depulpo
afuera 47
muarra de lapulpo
orilla 47
mujik 117 flaire
pulpo
45
nebrá 89 quemme
45
nehbrahla 88 fl. 1 querme
47, 49
no ‘nos’ 104 46,
queya
48, 49
nos 104
nosotro 104
nosotros 104, 106 rahcasio
45
154
rancho 18 45tasarte
raya 49 101 tate
rayas 52 112tegruat
reho 49 32 telare
republicana 127 52
tembladeras
riendah 62 113
tenique
n. 9
roja 127 119 tewa
rubio 51 113
tínquene
n. 9
ruedah 62 tintorera
(7) 45
trataron 99
tratón 99
sama 46 7 trompetero
47, 49
sama catarineta 47 truje
18
sama dorada 47, 49
santorra 49
sardina amacholada 44, umo
87, 88 y n. 1, 89 n. 90 n.
sardina lacha 47
sardina negra 49 vaqueta
46, 49
sardiniya de vara
oro 20
sartón 49
scan 125 n. 19 49
variya
sentenciaron 99 127
veril
y n. 29
sentensión 99 18,vide
101
soldao 48, 49 125
vieja
n. 20, 126 y n. 23,
sor 93 128 y n.127,
32
susio 66 (coger
viejas 128 vieja
una —) 128 n. 32
155
GENERAL
PÁGINAS
DEDICATORIA . . . . . 5
ADVERTENCIAPRELIMINAR . . . 7
CUESTIONESFONÉTICAS . 57
La a de los plurales
- 59
Sobre la ce postdental65
Datos acústicos y geográficos sobre la ch ad
herente71
Notas sobre el yeísmo y la oposición de elle y ye 79
Tres casos de polimorfismo fonético
1. La h en posición inicial
- . . . . 87
2. Tratamiento de la d intervocálica
- - . . 90
3. El tratamiento de 1 y r implosivas . . 92
156
OBSERVACIONES MORFOLÓGICAS 95
Poesía tradicional y morfología . 99
Nosotros, nos losotros, los 103
Áreas de dos terminaciones verbales
1. emos por amos
- - 105
2. La segunda persona de los perfectos: sus
desinencias 106
INDICES . . 137
De autores 139
De temas 144
De palabras 151
General 156
157
/
y
ESTE LIBRO, CUYA EDICIÓN CONSTA
DE QUINIENTOS EJEMPLARES, SE ACABÓ
DE IMPRIMIR EN LOS TALLERES
DE LITOGRAFIA SAAVEDRA,
LA NAVAL, 225 Y 227
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
EL OlA 16 DE SEPTIEMBRE
DE MCMLXVIII
EDICIONES DEL EXCMO. CABILDO INSULAR
DE GRAN CANARIA
Casa-Museo de Colón
Colón, 1. Las Palmas.
I.—LENGUA Y LITERATURA.
1. Ignacio Quintana, Lázaro San
tana y Domingo Velázquez:
Poemas. (Publicado).
2. Luis Benítez: Poemas del
mundo interior. (Publicado).
3. Fernando González: Poesías
elegidas. (Publicado).
4. Sebastián Sosa Barroso: Ca
las en el Romancero de Lan
zarote. (Publicado).
5. Juan Marrero Bosch: Germán
o sábado de fiesta. (Publi
cado).
6. Agustín Espinosa: D. José
Clavijo y Fajardo. (En pren
sa).
7. José Pérez Vidal: Poesía Tra
dicional Canaria. (Publicado).
8. Manuel Alvar: Estudios Ca
narios. (Publicado).
II.—BELLAS ARTES.
1. Alberto Sartorjs: Pelo Mon
zón. (Publicado).
2. 1. Hernández Perera: Juan
de Miranda. (En preparación).
III.—GEOGRAFÍA E HISTORIA.
1. J. M. Alzola: Historia del
Ilustre Colegio de Abogados
de Las Palmas de Gran Cana
ria. (Publicado).
2. Marcos Guimerá Peraza: Mau
ra y Galdós. (Publicado).
3. M. Luezas: Geografía de Gran
Canaria. (En preparación).
4. Dr. Juan Bosch Millares: His
toria de la Medicina en Gran
Canaria. (Publicado).
IV.—CIENCIAS.
1. Dres. Bosch Millares y Bosch
Hernández: El síndrome de
Gardney-Bosch. (Publicado).
2. José Murphy: Breves Refle
xiones sobre los Nuevos Aran
celes de Aduanas. (Publicado).
3. Günther Kunkel: Helechos
cultivados. (Publicado).
4. F. Estévez: Flora canaria. (En
preparación).
V.—LIBR0s DE ANTAÑO.
1. D. J. Navarro: Recuerdos de
un noventón. Estudio prelimi
nar de Simón Benítez. Notas
de Eduardo Benítez. (En pren
sa).
VI.—VARIA.
1. Luis Doreste Silva: Romance
de la isla al paso de Cristóbal
*622476 * Colón.
(Publicado).
BIG 806 0 ALV est Luis
2. Doreste Silva, Juan Jimé
- - nez,A. G. Ysábal: Poemas.