Invencion Psicótica

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Texto cedido por la biblioteca EOL. El caldero.

Miller, Jacques Alain, “L´invention Psychotique”, Quarto 80/81


FORMAS CONTEMPORÁNEAS DE LA PSICOSIS
La invención psicótica.
Por Jacques-Alain Miller
A partir de la diferencia entre creación, descubrimiento e invención, la cual se hace a partir de materiales existentes, J.-A.
Miller detalla pormenorizadamente cómo se las arregla la psicosis al no disponer, como dice Lacan, del “auxilio del
discurso establecido”. Eso de lo que el neurótico dispone es una solución fija, pero pobre, que le permite tener un cuerpo,
tener un órgano sexual, sentir placer, hacer lazo con el Otro. La frase: “todos esquizofrénicos”, irrealiza esos datos que
aparentemente son tan normales, e invita a verificar en la clínica cómo el psicótico dispone, o no, los recursos que le
permiten inventar un modo singular de habitar el lenguaje.

¿En qué este término invención es pertinente, tratándose de las psicosis?

Un bricolage
El término invención se opone naturalmente al de creación. El acento propio de la creación es –
seamos tautológicos- su carácter creacionista. La creación pone el acento sobre la invención ex
nihilo, a partir de nada. Es el acento teológico de la palabra creación.

Hay seguramente una zona semántica común entre invención y creación. La invención se opone más
fácilmente al descubrimiento. Se descubre lo que ya está ahí, se inventa lo que no está. Es por ahí que
la invención es pariente de la creación. Pero el acento del término "invención" es en este caso una
creación a partir de materiales existentes. Le daré de buen grado a la invención el valor del bricolage.

1. El cuerpo enigmatizado
Una central telefónica sin teléfono

Para esta introducción al tema del año, partiré de la referencia que para mí, orienta el abordaje la
cuestión. En el pasaje bien conocido para del "Atolondradicho"1 Lacan evoca los siguientes, si lo
descomprimo un poco: "La función de cada uno de sus órganos le hace problema al ser hablante. Es
en lo que se especifica el esquizofrénico, por estar tomado sin el auxilio de ningún discurso
establecido." Esta tesis de Lacan justifica la pertinencia del término invención en las psicosis.

Evocaré el caso de un esquizofrénico que pude conocer en la segunda Conversación clínica en Brasil.
Una colega, Samyra Assad ha descrito excelentemente el caso clínico de un sujeto que hablaba de sí
mismo como de una central telefónica sin teléfono. El diagnóstico no hacía cuestión y las
perturbaciones estaban presentes tanto al nivel del lenguaje como al nivel del cuerpo. Al nivel del
lenguaje, eso iba hasta la xenopatía, recibía órdenes, exhortaciones por la radio, y experimentaba
además una sensación muy profunda de que le faltaba algo en relación al lenguaje. Puede formular:
"No consigo mentir al lenguaje". Se puede decir también, que su "je" está ausente.

Los recursos para ligarse al cuerpo

Con respecto a su cuerpo –puesto que es especialmente sobre el cuerpo que Lacan dirige nuestra
atención tratándose del esquizofrénico-, nuestro esquizofrénico brasileño tiene el sentimiento de estar
fuera de su cuerpo, y es necesario inventar, tal como él lo dice, los recursos para ligarse a su cuerpo.
En los dedos, se pone anillos que tienen el valor de lazos al cuerpo. Sobre la cabeza, se pone una
1
Lacan J., "L’étourdit" (1973), Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p.474.
venda, para ligarla al cuerpo. Son sus recursos. Son las ataduras que son puestas sobre los órganos,
sobre las partes del cuerpo. Tenemos aquí, de una manera mínima, elemental, la invención. Es
inquietante, porque nosotros también nos ponemos anillos en nuestros dedos, cosas en la cabeza –es
por otra parte un hecho bizarro, los otros animales no se los ponen-, pero esto no tiene el mismo
valor. ¿Por qué no decirlo así? Lacan nos invita a pensar que la esquizofrenia tiene la propiedad de
enigmatizar la presencia del cuerpo, de volver enigmático el ser en el cuerpo.

Hablé esta tarde del cuento de Borges2 , en el que vuelve enigmático el acto sexual. Y bien, la
esquizofrenia, sin literatura, vuelve enigmático el cuerpo, la relación con los órganos. Es lo que
Lacan señala como siendo lo propio del esquizofrénico, que se especifica por no poder resolver sus
problemas de ser hablante, como cualquier hijo de vecino, haciendo un llamado a los discursos
establecidos, a los discursos típicos.

Todos esquizofrénicos

Esto nos abre, en efecto, el campo de los discursos que dicen lo que hay que hacer de su cuerpo, y es
después de todo, una parte de lo que se llama educación. La buena educación, es en gran medida, el
aprendizaje de las soluciones típicas, de las soluciones sociales para resolver el problema que plantea
al ser hablante el buen uso de su cuerpo y de las partes de su cuerpo: con ésta hay que hacer esto, con
esta otra no hay que hacer esto. Esta distribución no opera sobre el esquizofrénico.

Lacan propone una tesis general que vale para todos. Si se quiere tomar las cosas en esta perspectiva,
somos "todos esquizofrénicos". Es esto lo que explotó Deleuze. Y Lacan por supuesto, piensa en
nuestros Deleuze y Guattari de la época de El antiedipo. Somos todos esquizofrénicos porque el
cuerpo y los órganos del cuerpo nos hacen problema, salvo que, nosotros adoptamos soluciones
típicas, soluciones pobres.

2. El órgano fuera-de-cuerpo
Antinomia entre el órgano y la función

Se dice: "El órgano crea la función". No es la tesis de Lacan. Para él, hay una antinomia entre
el órgano y la función. Uno tiene los órganos, y después, para qué sirve eso, no se lo encuentra
más que poco a poco, y es bastante problemático. ¿Qué se hace con los pelos, con el cabello?
Eso varía según los momentos, según las civilizaciones. Uno se corta el cabello –no se está para
nada seguro de para qué sirve eso-, y el pelo sobre la cara, uno se lo deja o se lo corta.

¿Cuál es el ejemplo en el que el órgano y la función están disjuntos? No sé si se lo puede llamar


órgano, es más bien una parte del cuerpo. El "para qué sirve eso" del órgano está presente
primero, y por excelencia, cuando se trata de los órganos sexuales. Es la pregunta del niño:
¿cómo servirse de eso? Con el presentimiento que la función de micción no agota todo lo que se
puede hacer con el pequeño grifo, y en particular que uno se puede divertir con, más allá de la
excreción.

La función-placer

Se encuentra finalmente bastante rápido, a partir de la actividad lúdica, el uso de placer, la


función-placer del pene. Pero el discurso establecido está allí para decir, en general, que no es el
buen uso o que no hay que abusarse. Aquí se ve bien al órgano y la función en una relación
difícil. Apenas se encuentra una función, una buena función, una función-placer, merodea una

2 Miller J.-A, « Le coït énigmatisé », Quarto 70, avril 2000, pp.8-16.


inquietud, incluso una prohibición a su alrededor –mismo si no está pronunciada, eso no se
ajusta.

La erección, es la aparición de una x. ¿Qué se puede hacer de eso? Las ideas que surgen de lo
que podría hacerse son en general rechazadas. El pequeño Hans sabe el lugar que eso toma. Es
el ejemplo mismo de lo que Lacan llama el órgano "fuera-de-cuerpo". Puede decirse que es una
posición. El falo es un órgano fuera-de-cuerpo, un órgano que escapa al control del cuerpo. El
cuerpo del hombre es el asiento de un fenómeno que escapa a su control. El niño descubre que
tiene ciertos medios para obtener ciertos efectos, poner la mano debajo, pero es una parte que
sólo obra a su antojo. Es un órgano que escapa a ser tomado por el discurso del amo sobre el
cuerpo.

Todo el cuerpo fuera-de-cuerpo

Se puede generalizar la noción del órgano fuera-de-cuerpo. Para el esquizofrénico, hay un


cierto número de sus órganos que pasan fuera-de-cuerpo. "Estoy fuera del cuerpo", formulaba
ese sujeto. Evidentemente sus dedos también, su cabeza, escapan al amo. Se ciñe correas
alrededor de las piernas. En cierta forma, todo el cuerpo pasa fuera-de-cuerpo.

Es aquí que se hace necesario distinguir niveles.

El órgano fuera-de-cuerpo existe para la niña también.

Es entonces el cuerpo de goce entero el que pasa fuera-de-cuerpo. En el esquizofrénico los


órganos pasan fuera-de-cuerpo, en el sentido en que toman vida ellos mismos, tienen su propia
vida, juegan su parte solos. El sujeto mismo puede pasar fuera-de-cuerpo, tal como
testimoniaba este esquizofrénico.

La era del viagra

Es lo que ha hecho que sea un juego inmemorial alcanzar a controlar el órgano sexual. Desde
todos los tiempos se ha buscado –y eran sustancias preciosas- los afrodisíacos, y estamos en la
época casi del año 0 o del año 1 de una nueva era, la era del Viagra, que es en efecto el triunfo
del amo.

Se ha obtenido un control extraordinario de la erección del macho, lo que ha sido investigado


desde los orígenes de la civilización. El siglo veinte quedará quizás en la memoria por esto. Aún
no tenemos una gran perspectiva clínica sobre la cuestión. Esta extensión de las posibilidades
de la vida activa en el macho, abre horizontes absolutamente singulares. Los machos que llegan
hoy a la edad de la senescencia están bendecidos por los dioses. Es un acontecimiento
considerable, y espero con impaciencia conocer cómo esto va a ser vivido.

He aquí un órgano que había devenido el significante del discurso analítico, como dice Lacan, y
que va a escapar a una parte de la cuestión que hacía a su encanto, a su naturaleza. Se
comienzan a tocar algunas cosas muy profundas de la especie. Es un triunfo del amo gracias al
discurso científico.

Rito o invención

Hagamos lugar a esta forma sensacional de reintegrar el órgano fuera-de-cuerpo en el cuerpo –


se lo puede interpretar así- por una pequeña ablación, precisamente de una parte del cuerpo
cuya utilidad es muy relativa, el prepucio. ¡Ir a buscar eso como signo de la alianza
privilegiada con el gran Otro! Es difícil pensar que, desde siempre, el prepucio estaba
encargado, "pre-cisado", si puedo decir, a servir de signo de alianza con el gran Otro, y que
mediante ese sacrificio, no indoloro, pero modesto, se aseguraría la pertenencia a una sociedad
de elite.

La reintegración en el cuerpo del órgano fuera-de-cuerpo, es quizás lo que aseguran los anillos,
las vendas sobre la cabeza del esquizofrénico, es decir otros tantos medios simbólicos de
reunificar el cuerpo y de sostenerlo, y allí en efecto, sin un discurso establecido.

La circuncisión es un rito. Si esto no existiera y alguien viniera diciendo: "Me he cortado el


prepucio", eso sería un invención, y seguramente bien psicótica.

Lo que nos invita a decir Lacan y la experiencia, es que el cuerpo del ser hablante está asediado
por un problema fuera-de-cuerpo. Hay que entenderse bien sobre este término. Esto no quiere
decir que se ponga a pasear por el espacio infinito. El órgano fuera-de-cuerpo califica algo que
escapa pero que permanece ligado. Es por ello que se lo puede calificar de fuera-de-cuerpo y no
fuera de otra cosa en relación a la cual estaría lejos.

Una zona de existencia

Esta posición de estar fuera quedando ligado, es lo que Lacan llama ex–sistencia, es decir de
estar ubicado, de "sistir" en alguna parte fuera de algo, pero en relación, en referencia a este
fuera, en referencia al término en relación al cual es ex. "Ex–sistere", es estar ubicado fuera-de,
ex algo3.

Si se presta atención, el cuerpo está ligado siempre, a ex –sistencias de esta clase. En cierto
momento, Lacan ha conceptualizado la libido como un órgano fuera-de-cuerpo. Es su ejemplo
de la laminilla en el texto "Posición del inconciente". Invita a representarse la libido como un
órgano fuera-de-cuerpo, y hace un pequeño cuento a la Borges o a la Edgar Poe, un pequeño
cuento de la laminilla donde se ve en efecto a este órgano fuera-de-cuerpo pasearse. Evoca de
alguna manera la apreciación en el reino animal hablando del territorio que ex -siste al cuerpo
animal en ciertas especies, y que hace por ejemplo que este animal prohíba la aproximación
más cerca de una determinada circunferencia. Si otro franquea este límite, se siente
amenazado. Su cuerpo está envuelto de una zona de existencia que va más lejos que la
envoltura corporal. Hay un cuerpo, pero hay algo del cuerpo, una cierta zona, que se extiende
alrededor del cuerpo y que tiene contigüidad con ese cuerpo.

Hay por cierto sociólogos que han jugado a los antropólogos o a los zoólogos para determinar
esas zonas. Los habitantes de una ciudad, por ejemplo, cuando se acercan a ellos demasiado,
pueden experimentar un sentimiento de malestar, pero, en el metro, aceptarán estar apretados
como sardinas. Hay toda una antropología de la distancia. Para algunos es bastante extendido,
les hace falta su territorio, y cuando empujan eso un poco lejos, se dice que son fóbicos.

La función del órgano-lenguaje.

El hombre habita el lenguaje

Voy a tomar un poco más de cerca esta frase de Lacan sobre el esquizofrénico. Lacan comienza

3 J.-A Miller ha desde hace tiempo desarrollado y formalizado el concepto de "ex -sistencia", a partir de la enseñanza de Lacan, en su
curso de La Orientación lacaniana III "El lugar y el lazo" (2000-2001). C.F "L' exsistence", La Cause freudienne 50, febrero 2002,
pp.7-25.
por calificar el ser hablante de animal que tiene "stabitat que es el lenguaje". Escribe stabitat en
una sola palabra, de forma fonética, lo que a veces era su costumbre en esa época, casi a lo
Queneau, a la Zazie. La tesis de que lo que especifica al ser humano es habitar el lenguaje está
recogida en Heidegger. Que el hombre habita el lenguaje, casi ha pasado a ser un refrán
filosófico.

Lo escribe de un modo bastante bizarro: stabitat, labiter, con los ecos según los cuales no se sabe
si se lo debe tomar absolutamente en serio, y al mismo tiempo, como se trata de órgano y de
fuera-de-cuerpo, uno no se atreve completamente a descartar la posibilidad. En todo caso, se
puede decir que ha jugado en ese asunto a pesar de todo. "De labiter, es tanto como lo que para
su cuerpo hace órgano".

El lenguaje según Chomsky

¿Qué puede querer decir esto? Hay que pensar que esto califica el lenguaje. Lo traduciré del
siguiente modo: el hecho de habitar el lenguaje forma un órgano para su cuerpo. Podría ser
llevado incluso a ver allí –es una lectura posible- una alusión a una tesis que Chomsky había
lanzado en la época, como que el lenguaje es un órgano. Es una tesis que ha entusiasmado a un
cierto número de investigadores y que es retomada a su cargo por la psicología moderna,
contemporánea. La tesis de Chomsky era: dado que el lenguaje se desarrolla en todos, en
condiciones normales, se debe considerar el lenguaje como un órgano del ser humano.

Lacan no concibe el lenguaje de ese modo, pero apunta hacia aquí. Para Chomsky esto quiere
decir que eso se desarrolla naturalmente como un órgano. Ustedes tienen primero pequeños
pies y después se agrandan. Y bien, el lenguaje comienza a empujar en determinado momento,
eso se despliega, y después ustedes hablan como un libro. En Lacan, de admitir la tesis que el
lenguaje es un órgano, eso quiere decir otra cosa. Eso les plantea la cuestión de qué hacer con
ello.

No podemos impedir que esa palabra "labiter" introduzca, en la lectura que se puede hacer de
la frase, una pequeña inquietud. Lo que para su cuerpo hace órgano, es el lenguaje. ¿Pero no
sería eso designar, de una manera que es considerada vulgar, el falo?

Un injerto

Tercer momento de este pequeño parágrafo: "Es además lo que para su cuerpo hace órgano -
órgano que, para así ex -sistirle, le determina su función, desde mucho antes que la encuentre."

La idea que la función del lenguaje determina al ser hablante es una tesis constante en Lacan.
Lo que esto agrega aquí es que se tiene que encontrar la función del órgano-lenguaje. Todo ser
hablante se encuentra habitando el lenguaje -basta con representarse el mundo de palabras y
de escritos que sostienen una venida al mundo- pero el lenguaje no es más que una envoltura.
Es como si se injertara este órgano fuera-de-cuerpo al ser hablante, y para cada uno se plantea
la cuestión de encontrar la función del órgano-lenguaje, de hacer algo con ello.

Qué hacer, y para precisar la cosa, cómo hacerlo su instrumento. En el libro "La estilística de
las psicosis"4 se ven sujetos que se enfrentan con el órgano-lenguaje y que no saben qué hacer
con él, que no llegan a hacerlo su instrumento. Incluso aunque no sea absolutamente explícito
en estas líneas, Lacan nos invita en esta perspectiva, a pensar el lenguaje como un órgano

4 La stylistique des psychoses, Paris, Seuil, 2000.


fuera-de-cuerpo. El lenguaje sería incluso el órgano fuera-de-cuerpo.

La palabra está ligada al cuerpo, ella moviliza el cuerpo, los músculos de la cara, de la boca. El
estudio de los músculos y de los desencadenamientos sinápticos en juego es el objeto de un
estudio muy preciso, que ha sido hecho. Está bien ligado al cuerpo y al mismo tiempo, ocupa un
cierto territorio, pasa al exterior.

No sin otros órganos

Es a partir de aquí que Lacan dice la famosa frase que citamos siempre: "Es incluso por ello
que él está reducido a encontrar que su cuerpo no es sin otros órganos –es lo que caracteriza al
dicho esquizofrénico por estar capturado sin el auxilio de ningún discurso establecido."

La referencia es claramente lo que Deleuze y Guattari -en la obra que hizo tanto ruido en la
época, "El anti-Edipo"- han llamado el cuerpo sin órgano del esquizofrénico. Lacan dice todo
lo contrario. Es a partir del hecho de que el ser hablante está afectado del órgano-lenguaje, que
debe encontrar que su cuerpo no es sin otros órganos, que no es el único órgano-lenguaje.

Podría comentarlo así: el sujeto no tiene más remedio que percibir que el sujeto no es
solamente un ser de lenguaje, que no se relaciona sólo con el órgano-lenguaje, sino que hay
otros.

Lacan emplea la expresión que parece retorcida; "que no es sin otros órganos". No es lo mismo
decir "no sin" que decir "con".

¿Cuál es la diferencia? Que entre los dos hay un pequeño pasaje por la negación. Se evoca
justamente que se podría hacerlo muy bien sin.

Un sujeto sin cuerpo

El sujeto puede ser llevado a tomarse por un ser de lenguaje, y el sujeto lacaniano
especialmente, puesto que Lacan durante mucho tiempo, ha enseñado a ese sujeto a captarse
sin el cuerpo. El sujeto del que se trata en "La carta robada", el sujeto del significante, es el
puro sujeto de lo simbólico. Durante un largo tiempo, Lacan tomó un sujeto que no tendría
relación más que con el lenguaje, y dijo: "Esto es en lo simbólico, es allí que opera, y el resto,
por favor, un paso atrás, es lo imaginario. Y ustedes hacen lo que se les dice, ustedes siguen los
movimientos del significante." Es lo que encontramos en la primera página de "La carta
robada". Todo lo que determina las cosas, es lo simbólico, y el cuerpo arrastra un poco la pata.
Es su inercia, las inercias imaginarias. Todo eso no vale más que "sombras y reflejos". Cuando
Lacan dice: "Está reducido a encontrar que su cuerpo no es sin órganos", él sabe muy bien de
qué habla, ya que él mismo ha tenido que reducirse a eso.

Era la tesis del símbolo como muerte de la Cosa, es decir del símbolo y de lo simbólico como
negativizando el cuerpo, de tal manera que el cuerpo se reencuentra, pero como cuerpo
simbolizado, anulado, mortificado, poniendo a parte el residuo de goce bajo la forma del
objeto a. Lo que traduce muy bien las elucubraciones de Freud sobre las migraciones de la
libido en el cuerpo, esta libido poco a poco desalojada y que se concentra en las zonas erógenas.

Lacan ha retraducido esto, si se quiere, no sólo para las zonas erógenas sino también para los
órganos. Emplear la palabra órgano, es la palpitación allí del goce en esas partes del cuerpo.

Lacan, evidentemente, no descuidó el cuerpo. Le daba su lugar en lo imaginario. Es por otra


parte él mismo quien introdujo en el vocabulario francés "la imago del cuerpo fragmentado".
Reunió un cierto número de fenómenos que aparecían en los sueños, los fantasmas, bajo la
denominación finalmente kleiniana de imagos del cuerpo fragmentado.

¿Qué hacer del cuerpo?

En el texto, nos invita a ver en el órgano-lenguaje, como existente al cuerpo, lo que socava los
órganos del cuerpo, y lo que al mismo tiempo los significantiza y los vuelve problemáticos, es
decir, hace que uno se plantee la cuestión de qué hacer con ello.

Un poco más arriba en el texto, Lacan ya lo ha dicho a su manera: "El cuerpo de los seres
hablantes está sujeto a desunirse de sus órganos, lo suficiente como para encontrarles función.
A veces es necesario años: para que un prepucio haga uso de la circuncisión, vean el apéndice
esperando durante siglos, la cirugía."

Se divierte: el apéndice toma una función a partir de su ablación quirúrgica. "Es así que del
discurso psicoanalítico, un órgano se hace significante." 5

El órgano-lenguaje del sujeto produce un ser hablante, es decir, le otorga el ser, pero al mismo
tiempo le otorga también un tener, su tener esencial que es el cuerpo.

El dicho esquizofrénico, Lacan considera que se especifica por el hecho de que para él, el
problema del uso de los órganos es especialmente agudo y que tiene que tener recursos sin el
auxilio de discursos establecidos, es decir que está obligado a inventar un discurso, está
obligado a inventar sus apoyos, sus recursos, para poder hacer uso de su cuerpo y de sus
órganos

4. Invenciones y estereotipias
Otra colega brasileña, Ángela Pequeno, presentó muy bien a otro psicótico en el que había elementos
paranoicos que no estaban en el otro. Entonces, para el primero, aquel que se describía como una
central telefónica sin teléfono, el "je" estaba en cierta manera ausente, por el contrario había en el
otro un megáfono. A veces pensaba que su nombre era mundialmente conocido, y se veía la
presencia de la alusión –captaba las alusiones en el discurso de unos y de otros. De este modo, había
una recurrencia de un binarismo constante, y precisamente ninguna observación sobre la relación con
el cuerpo. La relación con el cuerpo no era problemática para este sujeto.

Las invenciones paranoicas

Esto no quiere decir que no haya invenciones paranoicas, e incluso se hubiera podido, si se tuviera
una clientela suficiente de paranoicos, proponer como título "Las invenciones paranoicas".

Pero las invenciones paranoicas no son del mismo registro que las invenciones esquizofrénicas.
Ellas recaen esencialmente sobre el lazo social. Para el paranoico no es el problema de la
relación con el órgano, o con el cuerpo que no está tomado en un discurso establecido, sino el
problema de la relación al Otro. Entonces, él se ve llevado a inventar una relación al Otro.

Cuando está dotado, eso nos da los grandes utopistas, o nos da El contrato social, que es un esfuerzo
prodigioso de inventar un lazo social que ha entusiasmado a las masas, que ha sido una de las
referencias de los más grandes revolucionarios franceses, y que ha rodado a través del siglo XIX, que

5 Lacan J., op.cit., p.45.


forma parte de lo que ha producido la invención de la revolución bolchevique, invención que ,
incluso si se la ha olvidado un poco hoy día, se ha mantenido en cartel durante setenta años, con un
pequeño paréntesis. En El contrato social, que respondía verdaderamente a las solicitudes de la
sociedad, se obtiene la invención de un nuevo gran Otro de un tipo absolutamente inédito.

Rousseau también ha sido muy inventivo en lo que respecta a la relación amorosa. Ha logrado hacer
llorar a Europa entera con la Nouvelle Heloïsa, que describe lo que se llama en buen francés
un ménage à trois. No es de una originalidad en absoluto escandalosa, la relación triangular ha sido
practicada desde la más remota Antigüedad, pero consiguió escribirla de una manera especialmente
conmovedora.

Invención imposible, pequeña identificación

¿Qué podríamos decir de la melancolía? Allí, no podemos hablar de invención melancólica.


Podríamos decir, por el contrario, que es la invención imposible, y que el melancólico llora sobre lo
que para él es la imposibilidad de la invención.

¿Y para las enfermedades de la mentalidad, para la psicosis ordinaria? Allí, es más bien el
concurso Lépine, las pequeñas invenciones. No son los truenos del Contrato social que agitan a
Francia, que asolan a Europa –exagero, pero está en el borde- sino más bien la invención de un
pequeño punto de capitón, de una pequeña identificación, y la identificación es la condición
para que haya trabajo.

El traumatismo del significante lalengua

Quisiera recordar esta cita de Lacan de El Seminario 3, pág.284, que muestra en qué la
invención está condicionada por lo que hay de más esencial en la psicosis: "El sujeto psicótico
está en una relación directa al lenguaje en su aspecto formal de significante puro. Todo lo que
ha construido allí no es más que reacciones de afecto al fenómeno primero, la relación al
lenguaje." Lo que Lacan llama construcción, es para nosotros esta noche, invención.

¿Cómo reformularemos esto?

Diremos, en primer lugar, que la invención procede de la ex–sistencia del órgano-lenguaje, y que está
antes de que la función sea encontrada. Por el hecho de que ex -siste el órgano-lenguaje al cuerpo, el
sujeto está condicionado a encontrarle una función. O bien la recibe, o bien la inventa.

En segundo lugar, este significante puro es el significante enigma, es decir, el significante que no se
encadena, el significante que en sí mismo produce el choque. En el discurso del amo no hay enigmas
en ese aspecto, hay respuestas. Es lo que hace a la pregnancia del discurso del amo. Los mecanismos
que se le imputan al Edipo muestran cómo el significante enigma –al que denominan el significante
del Deseo de la Madre- toma sentido y cómo otorga al sujeto una identificación.

Pero, en tercer lugar, la referencia de Lacan es al traumatismo que produce siempre el significante
lalengua y su goce, el traumatismo que produce lalengua sobre un sujeto. Lacan hace de él, en su
última enseñanza, el núcleo del inconciente. El hueso del inconciente, es lo que se ha hablado
alrededor de ustedes, que esos significantes han sido investidos y que eso los ha traumatizado.
Cuando buscamos, es eso lo que encontramos en definitiva como núcleo. Es precisamente el
traumatismo del significante, del significante enigma, del significante goce, que obliga a una
invención subjetiva. Es una invención del sentido, que es siempre más o menos un delirio. Están
los delirios de los discursos establecidos, y también, están los delirios verdaderamente
inventados. Pero un delirio, es una invención del sentido.

El Otro es una invención

Hay invenciones de identificación. El transexualismo es una invención bastante caracterizada, pero es


una invención de identificación: decir "soy un hombre" cuando físicamente "soy una mujer". Y
después hay invenciones, quizás las más interesantes, de la función del órgano-lenguaje. Joyce ha
inventado para el órgano-lenguaje una función absolutamente inédita, enteramente sustraída de la
comunicación.

Pero, de una forma general, si el término invención se impone para nosotros hoy día, es porque está
profundamente ligado a la noción del Otro que no existe, está profundamente ligado a la idea de que
el gran Otro es una invención. En tanto uno se queda con la idea de que el gran Otro de lo simbólico
existe, el sujeto es simplemente efecto del significante, y el que inventa de alguna manera, es el Otro.
No hay más que el Otro que inventa. Mientras que con el Otro que no existe, el acento se desplaza
del efecto al uso, se desplaza al saber-hacer-allí.

No es solamente el punto de vista "el sujeto está determinado por el lenguaje, por el Otro, es en el
Otro que eso pasa", es al contrario la noción de que el sujeto tiene un saber hacer allí, que tiene un
saber hacer allí con su traumatismo. El Otro no existe quiere decir que el sujeto está condicionado a
devenir inventor, es empujado en particular a instrumentalizar el lenguaje.

Todo se juega allí. Se ve bien la diferencia entre los sujetos que alcanzan a hacer del lenguaje un
instrumento y aquellos que permanecen instrumentos del lenguaje.

5. Particularidad, singularidad, invariabilidad


El deber del idiota

Teníamos, después de las Jornadas de la Sección Clínica en Paris, el caso presentado por Christiane
Alberti, el muchacho que dice: "Tengo una tortícolis, tengo la culpa, no tengo razón." 6 Esto es
realizado más allá de sus narices, por el lenguaje, por las asonancias. Y por otra parte, tienen al
contrario el llamado Chayssac, quien deviene amo del lenguaje. Dice: "Una palabra es obscena
porque está decretado que es así, y si decreto otra cosa, digo mierda, y además es buen francés."
Entra en el lenguaje en tanto que amo.

También había citado el paciente de Nathalie Georges quien describe muy sobriamente –no se puede
hacerlo mejor- el traumatismo del órgano lenguaje: "Las palabras son mi dolor". Esto me ha gustado
tanto que lo hemos puesto como título de la presentación de enfermos de Val-de-Grâce. No se queda
allí llorando o balbuceando como otros psicóticos menos meritorios: "Me han cortado la palabra, no
puedo hablar", o aún la paciente que dice: "Las palabras no me representan". Dice: "Estoy obligado a
escribir. Es el deber del idiota". Es muy hermoso.

El idiota, en este caso, ιδιστεσ es el particular, pero ιδιστεσ como adjetivo, es verdaderamente lo
que es propio a uno, lo que le es particular, lo que está aparte. Normalmente, "es un particular" quiere
decir Señor todo el mundo, y además, eso se vuelve peyorativo y termina por querer decir ιδιστεσ,
idiota. Esto es más o menos parecido en latín y ha servido mucho en el latín de Iglesia. Debía haber
mucho para hablar de ιδιστεσ, es decir de aquellos que sin duda no compartirían su creencia. Pero
ιδιστεσ es también lo que hay en idiosincrasia, lo más propio de alguien.

6 Nota de traducción: en francés, juego de palabras: "J’ai un torticolis, j’ai tort"; Tengo tortícolis, no tengo razón.
En este caso, la escritura es su invención. Podríamos utilizar su fórmula diciendo: "De una forma
general, la invención es el deber del idiota. Es un sujeto que llega hasta usar ese tan bello título:
"Viaje en gran idiotez". Viaja en su propia originalidad. Todas las grandes obras son "viajes en gran
idiotez", hasta el final.

Me di cuenta releyendo el caso, que había puesto de relieve: "El idiota se borrará en el pasaje del
tiempo". Está la función del tiempo. Hace falta tiempo para que el idiota reabsorba su particularidad
en el lazo social al que accede por el uso de la escritura.

Del lazo social a la soledad

Él aún, está bien. Parte de la idiotez, de su singularidad, y después aspira a mezclarse, a entrar en la
sociedad humana. Mientras que Rousseau ha seguido el camino inverso. Jean-Jacques Rousseau
hace El contrato social, y después termina haciendo Reflexiones de un paseante solitario, que es
su Viaje en gran idiotez, es decir, el momento en que se describe como sólo, rechazado del mundo. El
ha pasado de la utopía del lazo social magnífico del Contrato social a lo que describe como una
soledad errante –que allí también ha conmovido- yendo a herborizar sobre los Campos Eliseos, en
medio de la naturaleza, en ese contacto con la naturaleza que es como la punta de su idiotez.

Terminar con la literatura

Joyce inventa una función absolutamente inédita para el órgano-lenguaje, no la comunicación sino
una forma de literatura inédita, que no ha hecho escuela. Cuando se inventa una forma poética, eso
hace escuela, es retomado a través de los años. Mientras que Finnegans Wake, eso no hizo escuela.
La ambición de Joyce no era la de hacer escuela, sino la de ir hasta el final de su idiotez, de su
singularidad, y de hacer universidad, de dar a comentar a los universitarios sus singularidad, y más
bien con la idea de terminar con la literatura.

El registro de la no-invención

El concepto de invención no recubre toda la psicosis. Hay que darle su lugar –y es también
interesante- a todo lo que es del registro de la no-invención, es decir todos los casos que tenemos
incluso en esta colección , en los que vemos el traumatismo del lenguaje presente y el sujeto
bloqueado sobre el traumatismo del lenguaje y no pudiendo inventar a partir de allí, de ningún
modo

Está el caso: "Mis palabras no me representan". El caso Marie: "Me han cortado la palabra, no puedo
hablar". El caso Julien, donde el sujeto no puede asumir su enunciación. Vemos al sujeto
traumatizado por el órgano-lenguaje, y que no ha superado ese traumatismo. La invención no está
allí.

El caso Verónica también, que hace la experiencia atroz de la fuga de sentido. Ella dice: "Repetir una
cosa, no es volver a decir la misma cosa, no son jamás dos veces la misma cosa.-De una sesión a la
otra, remarca el autor, ella no retoma lo que ha podido decir, sea porque sería sorprendida in
fraganti de cambiar de parecer, sea porque decir la segunda vez es perder la primera”. He aquí un
trastorno bien primario de relación al lenguaje.

Son casos tan interesantes como los otros. De alguna manera, es el reverso de la invención. Son casos
en los que el traumatismo padecido por el sujeto por el hecho de la incidencia del órgano-lenguaje
aparece de un modo muy puro.

Tipicidad
Es necesario también hacer lugar a todo lo que es típico en la psicosis, que no depende de la
invención, y en particular, para lo que es el gran desencadenamiento psicótico, aquel del que Lacan
da la fórmula al final de "De una cuestión preliminar".

El sujeto tomado en una relación dual con alguien, y luego Un-padre que viene como tercero,
introduciéndose en la relación, y en ese momento se desencadena la psicosis. Tenemos ahí algo que
es muy típico y que no releva en absoluto en la psicosis del registro de la invención.

Hay invenciones esquizofrénicas, invenciones paranoicas, pero hay también todo un campo de
la psicosis que es lo contrario del orden del automatón, que es del orden de la estructura
inscrita. Se lo ve muy bien en los casos italianos, después de una Conversación clínica en Roma,
en la que había varios casos de desencadenamiento típico. Las mismas frases vienen a
diferentes sujetos: "Todo el mundo sabe que...". En algún momento eso se desencadena, y ¡hop!
el saber se echa a rodar por el mundo. Se percibía allí la psicosis establecerse como una especie
natural, con algo de invariable.

La invención, eso comporta la originalidad y la diversidad, y hay por cierto en la psicosis todo
un campo clínico que no releva en absoluto de la invención. Hay una dialéctica a establecer
entre la invención y la estereotipia en las psicosis, y ganaremos quizás este año, si aparejamos al
término invención el de estereotipia, el de tipicidad, para obtener un binario y una dialéctica
posibles.

Debate
J.-A. Miller ha intervenido en el debate en estos términos (resumen).

La sujeción corporal

Hay tentativas desesperadas, invenciones ensayadas. En las psicosis maníaco-depresivas hay también
grandes inventores, grandes creadores. He tratado de repartir entre las formas clínicas, y hay
invenciones exitosas, invenciones fracasadas, y la ayuda a la invención que puede representar la
relación con el analista, la ayuda a la invención de recursos para sostener el cuerpo. En ocasiones,
sostenerse como un soporte para la dirección del esquizofrénico puede hacer función de sujeción. La
invención de la sujeción corporal es un gran registro a estudiar.

Delirios y discursos establecidos

Hay delirios normales. Lo que Lacan denomina discursos establecidos, son los delirios normales.
Todo lo que es ficción social puede ser calificado de delirio. Es el discurso de las Luces el que ha
empujado a su término. Si es inimaginable ser persa, es también inimaginable ser francés en los
tiempos de Luis XIV. Es tan delirante, tan poco fundado en la naturaleza de las cosas.

Es en esto que el psicoanálisis hace vacilar los semblantes. Hay un cierto número de instalaciones, de
montajes, que están finalmente destinados, según Freud, a satisfacer el aparato psíquico. El aparato
psíquico se satisface esencialmente por los síntomas, y el síntoma, puede muy bien ser social.

Lo que califica a estos psicóticos, es que están obligados a hacer esfuerzos completamente
desmedidos para resolver los problemas que, para el normal o el neurótico, son resueltos por los
discursos establecidos. Efectivamente, en algún momento, levantar los párpados, desplazarse,
comienza a plantear problemas absolutamente gigantescos, mientras que el otro da brincos porque el
discurso establecido le ha resuelto una montaña de problemas.

En cierto momento, para Schreber o para otros, el acto de cagar, de caminar, de mirar, todo esto
anima un mundo de significaciones y de agitaciones demoníacas tal que se abandona a la catatonía
durante un período de tiempo. Se deja ir hacia la catatonía, porque la presencia del mundo y del
cuerpo devienen un problema insoluble. Hay pues formas establecidas que lo simplifican.

El delirio en sentido común, el delirio como patología, es el esfuerzo de invención de un idiota, es


decir de Uno-todo-solo. Cuando se introduce entre varios, es muy difícil de convencer que es un
delirio. Si tienen uno solo que cree ser el Hijo de Dios, que es crucificado por los pecados del mundo,
y compañía, es un chiflado. Si ocurre que haya doce que lo crean, no hay ninguna razón para que la
tierra entera no lo suponga. Y está en curso. Allí, el número tiene algo que ver en el asunto.

Al principio, el partido comunista chino, son ocho buenos-hombres en una habitación que complotan
un poco. Inmediatamente comienzan a dividirse, están los desviacionistas. Al final llegan a ser un
mundo. Esto comienza a tomar un poco de forma cuando llega Mao Tsé-Tung, se agranda, y después
el Partido comunista chino tiene quinientos mil miembros, un millón de miembros, y toda la China es
roja...y la China no es roja en absoluto.

¿Hay criterios intrínsecos que separen? No es seguro. Por otra parte, los chinos lo saben, tanto que
han perseguido una pequeña secta china que debía tener quinientos mil miembros o algo así, en fin,
nada. La persiguen con una gran ferocidad porque ellos saben bien que eso puede agrandarse.

Cuando es muy anciano en la Antigüedad, se saben pocas cosas sobre las sectas. Se sabe un poco más
sobre Mahomet. Es el séptimo siglo de nuestra era, Mahomet. Vemos al muchacho que se aísla,
escucha voces, voces sagradas, en una gruta. Llega, embarca un cierto número de gente con él, y esto
deviene una de las grandes religiones de la humanidad, la segunda religión en Francia.

Hay tentativas más recientes. Pero en la edad de la ciencia, esto se vuelve más difícil, salvo que
pongan la palabra científico. Tienen la Iglesia de cientología. Observen la resistencia que esto puede
tener.

Estamos seguros que es un delirio cuando esto permanece en el Uno-todo-solo. Vemos la fácil
comunicación que hay entre los grandes delirios y las grandes formas religiosas. De alguna manera
son formas heréticas, pero se transvasan fácilmente.

Lo que es importante es: ¿Esto alcanza a hacer lazo social o no? A veces hay una contingencia allí
dentro. Hay formas de delirio en las que se ve bien que no puede socializarse.

El significante enigma

El desencadenamiento, es como un instante de ver. El sujeto verifica ser el asiento de


fenómenos incomprensibles para él también. Y después tienen un tiempo para comprender de
qué se trata, que es un tiempo de incubación del delirio. A veces eso no prende, no llega a
cristalizarse, entonces el sujeto se queda en la perplejidad. La perplejidad, cuando se deshace,
es reemplazada en ocasiones por la certeza, por la elaboración de un delirio bien conformado.

Podemos llegar, con Schreber, a ubicar tiempos de interrogación. Se renueva el traumatismo del
lenguaje. Vemos el significante enigma con su significación personal: "Esto quiere decir algo, no sé
qué, pero esto me concierne". Y en ocasiones se cristaliza.

Podríamos ver el esbozo en ciertos sujetos de un pequeño trastorno del lenguaje, algo que no está
claro para ellos: ¿Por casualidad hay aquí micrófonos? Y esto no toma una forma mayor, hay solo
una forma de inquietud. De todos modos micrófonos, hay en todas partes.
Traducción: Silvia Salman. Versión en idioma original: Francés.

Recursos creativos en la psicosis.

¿Por qué nos parece oportuno hablar de “invención” para referirnos a la implementación de talleres
con orientación psicoanalítica en un servicio hospitalario, de pacientes psicóticos crónicos? Jacques
Alain Miller, en su texto “La invención Psicótica”, hace una diferencia entre creación e invención. En
el primer significante alude al hacer algo desde la nada -en lo teológico se comprende bien esta
diferencia. La invención se diferencia de la creación en tanto la primera se refiere a las distintas
combinaciones de elementos ya existentes, ya creados.
06-04-2010 - Por Edith Tendlarz y otros

Autores: Natalia Loprete; Juliana Fernandez Tayeldin; Alejandro Salles; Andrea Gabriela D'Elía; Vasa Duca;
Mria del Carmen Perez Cabalar.

¿Por qué nos parece oportuno hablar de “invención” para referirnos a la implementación de talleres con
orientación psicoanalítica en un servicio hospitalario, de pacientes psicóticos crónicos?
Jacques Alain Miller, en su texto “La invención Psicótica”, hace una diferencia entre creación e invención. En
el primer significante alude al hacer algo desde la nada -en lo teológico se comprende bien esta diferencia. La
invención se diferencia de la creación en tanto la primera se refiere a las distintas combinaciones de elementos
ya existentes, ya creados.
En este caso, los talleres -como método de trabajo en la disciplina psicológica- ya se conocen, incluso en el
ámbito del hospital al cual nos referimos -Hospital Neuropsiquiátrico José. T Borda- donde funcionan talleres
de música, de pintura, de teatro, y otros. En el servicio donde se desarrolla nuestra tarea actual, de pacientes
crónicos, no funcionaba ningún taller. Nuestros talleres, dentro de ámbito hospitalario, se caracterizan por ser
un espacio de encuentro con los pacientes, desde una escucha diferente.
¿En que se diferencian de las otras formas de taller?
La diferencia, y es esto lo que motiva nuestra presencia dentro del eje temático del psicoanálisis, es que
nuestros talleres están orientados, llevados a cabo desde el dispositivo psicoanalítico. Se trata de una forma de
psicoanálisis aplicado, en un contexto diferente, con sujetos cuyas patologías crónicas no ofrecen incentivo para
la mirada psiquiátrica., y es justamente en ese límite de la psiquiatría donde nosotros recuperamos en el
paciente la categoría de sujeto y apostamos a él.
Hablar de “psicoanálisis” nos diferencia de lo meramente terapéutico, sin por esto dejar de lado esa dimensión
tan importante para el alivio del paciente. Nuestros talleres tienen sin duda efectos terapéuticos que no
desestimamos; trabajamos en ello, pero con otro horizonte. Lacan nos enseña a “no retroceder en la psicosis”, y
fundamenta que allí, con nuestra presencia, podemos contribuir tanto al alivio del goce sin la regulación del
nombre del padre -goce descontrolado, ilimitado- como a la suplencia de este significante y con ello a una
estabilización, a lo que Miller llama “invención en la psicosis”. La invención en la psicosis es el trabajo
realizado por el paciente con aquellos elementos con lo que cuenta en su estructura; con esos caminos
secundarios sin carretera principal, establecer un nuevo orden y encontrar así una suplencia de la metáfora
paterna. Este es un trabajo que el paciente realiza por sí mismo, con o sin ayuda del terapeuta y en ocasiones
muy excepcionales –lo cual no lo hace menos convocante para nosotros.
Creemos entonces que una invención nuestra, poniendo en relación elementos ya conocidos -los talleres, la
terapéutica y el psicoanálisis- y haciendo de ellos una nueva forma de encuentro con pacientes psicóticos
crónicos en este lugar, es sin duda facilitadora para que cada paciente pueda hacer algo desde lo subjetivo,
teniendo como efecto un alivio del goce. Decimos, entonces, que es una invención que posibilita otra
invención.
¿Enseñamos algo en nuestros talleres? La idea de un taller supone que alguien enseña algo a otro de manera no
académica. En los talleres que llevamos a cabo en el Servicio 26, hay una enseñanza en juego, pero la misma
subvierte el orden sobre quién y qué se enseña.
La clínica psiquiátrica clásica utilizaba un dispositivo en el cual enseñar la teoría era literalmente enseñar al
paciente, de allí que se la haya llamado con justa causa “clínica de la mirada”. El psicoanálisis introduce una
forma novedosa al postular que, en lo que al inconsciente se refiere, quien puede enseñar no es el médico, sino
el paciente.
En este sentido, cabe destacar que la enseñanza de Lacan produjo cambios en las prácticas de analistas y
psiquiatras en lo concerniente al campo de la psicosis, más allá de las diferencias entre ambas prácticas y los
discursos de los que cada una se soporta y se hace agente.
Lo que reviste importancia para quienes trabajamos allí no es que el paciente aprenda a mover el cuerpo, o a
pintar, o a jugar al ping pong. Para eso no harían falta psicoanalistas. Entonces ¿qué es lo que nuestra presencia
intenta producir? ¿Con qué elementos?
En los talleres que ofertamos la apuesta es al sujeto, no a la tarea a desarrollar, ya que adherimos a la idea de
que el poder de “la cura” estaría en todo caso en el sujeto mismo: “El psicoanálisis sin duda dirige la cura. El
primer principio de esta cura (…) es que no debe dirigir al paciente”.1 Cada taller, en su particularidad, ofrece
un espacio para que el sujeto despliegue un decir que sea alojado, un saber que sea escuchado como tal.
La semana comienza con el taller de juegos, en él se realizan muchas y diferentes actividades, desde el ping-
pong hasta juegos de mesa con diferentes complejidades en cuanto a reglas y normas. Sabemos de la
importancia de acercarles así algo del límite no presente en su estructura subjetiva, allí donde no operó la
metáfora paterna, donde no contamos con la regulación fálica del goce. Pero además, se trata de actividades que
implican en ellas la competencia. Y en este sentido, el lugar del competidor solamente puede ser encarnado por
nosotros, lugar del cual nos corremos con prudencia, sabiendo por nuestra condición de analistas que no
podemos encarnar el lugar del saber. En sus singularidades cada uno puede tolerar de diferente manera el ser
derrotado, y también la cantidad de veces que esto sucede debe tenerse en cuenta con cada uno en forma
individual, pero siempre somos nosotros los que aprendemos, los que eventualmente ganamos. El saber siempre
permanece del lado de los pacientes.
En el taller de expresión corporal, por ejemplo, realizamos diferentes actividades destinadas a poner a trabajar
allí un cuerpo no mediatizado por el significante como ocurre en la neurosis. Es importante hacerse algunas
preguntas con respecto al lugar del cuerpo para estos pacientes, y con respecto al psicoanálisis tener claro de
qué cuerpo nos ocupamos y qué es lo que éste nos enseña en la psicosis sobre el significante y su marca sobre
el cuerpo. Podemos remitirnos entonces a los dos efectos del lenguaje y ver allí la falta del segundo: es un
cuerpo fragmentado por la entrada de la palabra pero sin que opere sobre él un efecto unificador. Si lo
explicásemos desde el estadio del espejo, no se produce allí la visión de un yo completo a pesar de su
prematuración. El cuerpo en la psicosis permanece fragmentado. “A nivel del sujeto hay algo que es de la
dimensión de lo imaginario, el yo y el cuerpo, fragmentado o no, pero más bien fragmentado”2.
Hay que ver con qué dificultad algunos llegan del hombro al codo, parece que el brazo que está recorriendo al
otro brazo no fuera del mismo cuerpo, y podría pensarse allí la importancia de ese reconocimiento corporal que
los pacientes realizan con las coordinadoras , donde la imagen de los otros actúa como un espejo, una imagen
con la que ellos van recorriendo parte por parte, siguiendo las indicaciones de la coordinadora que pone su
propio cuerpo como modelo.
El taller de arte, por su parte, ofrece la posibilidad de acotar el goce a partir de la producción de un objeto; y
posibilita también realizar algunas maniobras transferenciales que deberemos leer luego y evaluar, sin la
presencia del paciente, cuando hacemos clínica.
Por las relaciones que pueden establecerse entre la psicosis y el arte, este taller es sin duda merecedor de varios
trabajos donde poder exponer un cuantioso material, tratar de responder tantas preguntas, y abrir así tantas otras
inquietudes. En esta ocasión dejaremos de lado sus particularidades y daremos un ejemplo relacionado con el
manejo de la transferencia.
Es una tarea muy común es este taller la realización de dibujos por parte de los pacientes. Realizando esta tarea,
V dice al coordinador “Te dibujo a vos”. Muestra entonces un dibujo de la figura humana distorsionada como
es propio de la esquizofrenia. Luego, presenta otro dibujo de similares características pero busca que el
coordinador adivine de qué se trata; luego de varios intentos acuerdan que es una jirafa, el colaborador
entonces toma una hoja y dibuja trazos sobrios, cinco líneas donde en forma acertada el paciente identifica un
barco. Se produce entonces un ir y venir de adivinanzas.
Podríamos pensar la intervención como un intento de establecer un punto de referencia simbólica, a establecer
marcas que pueden determinar los lugares de cada uno, analista y paciente, un sujeto en donde el Otro en tanto
lugar simbólico no ha emergido. El juego continúa por unos minutos, en los cuales V dirige entonces su mirada
a los otros, al grupo, como buscando allí un reconocimiento. Es un movimiento interesante, si tenemos en
cuenta que se trata de un sujeto que alucina permanentemente, de una manera que siguiendo a Lacan en un
comentario suyo sobre Schereber podríamos decir que “ya no está con seres reales... está con otros elementos
que estorban mucho más”3 Es esta entonces una maniobra que trata de correr esos seres imaginarios para
situarlo con seres reales y establecer con ellos un lazo mucho más tranquilizador.
El taller de lectura de diarios es un espacio ideal para buscar el despliegue del inconsciente a cielo abierto del
que nos habla Colette Soler, de modo de regular en ese discurso que posibilitamos algo del goce que el
neurótico regula mediante el trabajo de su inconsciente en su búsqueda incesante de sentido.
Cierta mañana, ante la lectura de una noticia que hablaba de un padre que manteniendo oculta en un sótano a su
hija, abusaba sexualmente de ella y tenia varios hijos, un paciente comentó: “Bueno, pero él la quería,
solamente le hacía el amor, eso no es malo. Era un exceso de amor.”
Un analista, alojando sus dichos y tratando de abrir una posibilidad de opinión por parte de otros pacientes
comenta: “V dice que no era malo lo que el padre hacía. ¿Y ustedes qué piensan?” J, con una sonrisa irónica,
afirma: “No... a mí me parece que no está bien!” C responde: “Y sí, no está bien, además esta encerrada...”
Podemos escuchar aquí un discurso totalmente por fuera del Edipo, por fuera de toda ley, sin límite, sin
prohibición.
La lectura abre la posibilidad de comentar y preguntar cautelosamente, invitando a participar, a poner de
manifiesto algo de ese saber del sujeto psicótico.
El taller de literatura, dado que es tal vez el que exige mayor cantidad de funciones cerebrales conservadas -y
nuestros pacientes en su gran mayoría presentan un deterioro importante en su condición de cronicidad- el
menos concurrido, pero no por eso menos interesante. Finalizando la lectura de un cuento de Gabriel García
Márquez, autor predilecto de nuestro por entonces único asistente a esta actividad, ante un final abierto, nuestro
paciente nos pregunta: “¿Pero ella se encuentra con la muerte o con el amor?”
Ante la falta de respuesta, comienza entonces a armar una historia donde va enlazando partes del cuento con
cuestiones relativas a su propio delirio, mostrándose aliviado de armar entonces allí una respuesta posible ¿No
es acaso su discurso el inconsciente neurótico en busca de un sentido, de una explicación a eso que no puede
ser simbolizado? ¿Qué es el delirio, sino un testimonio del sujeto, testimonio del inconsciente sin velo alguno
que se despliega tomando forma de discurso?
Nuestra función será la de alojar ese saber que el sujeto tiene y que en tanto certeza no admite posibilidad
alguna de evocar una falta. La falta queda entonces del lado del oyente, quien en su función de analista (a pesar
de que no se trate de un psicoanálisis clásico) al sostener una escucha vacía de sentido, se presta en tanto objeto
para sostener y -por qué no- causar ese decir.
Y aquí surge la relación de la escucha con el deseo del analista, dado que en lo que respecta al saber: “‘Yo no lo
sé y es por lo que es preciso que tú hables’. Y es en lo que el deseo del analista no es sino la otra cara de la
pasión de la ignorancia. Es preciso que en el analista se halle un deseo más fuerte que el de ser amo”4.
A partir de poner en juego el deseo del analista será que surja la posibilidad de que el sujeto encuentre en los
talleres un espacio que le permita un alivio del goce, temporario pero no por eso menos importante.
En este espacio de escucha que el taller brinda, puede observarse cómo los pacientes hacen del analista
untestigo[5] en el despliegue de su saber: “Tengo mucho que contar”, dijo alguna vez un paciente. ¿Buscaba
allí un semejante dispuesto a alojar su testimonio? El lugar que el analista ocupa, entonces, tiene que ver con la
función de testigo, de aquel que recibe ese testimonio, de secretario del alienado[6], como mencionamos
anteriormente: “No solo nos haremos sus secretarios, sino que tomaremos su relato al pie de la letra [7]”. Es
decir: es el analista en la posición de secretario del alienado, quien acoge y acusa recepción del testimonio que
el paciente, al igual que tantos otros, despliega en el taller de lectura. El psicótico nos viene a dar su testimonio,
y en este sentido no cabe lugar para la interpretación, ya que el testigo es alguien que por definición se
caracteriza por no saber y no gozar; por el contrario, aparece y se muestra vacío, permitiendo de ese modo que
el sujeto pueda alojar su testimonio. En tanto que secretario, el analista será quien acompañe, escuche, lleve la
agenda del sujeto y sobre todo, la organice. Esto último nos permite pensar en la posibilidad de introducir una
función de límite que vaya en el sentido de la significación fálica.
De esta manera, el analista se encontraría operando no como el Otro del goce, sino desde una posición en donde
la interpretación de sus dichos no tiene lugar, y donde albergando su testimonio estaría posibilitando un modo
de acotamiento del goce que habita al sujeto psicótico, pues desde el lugar del Otro que lo goza, el sujeto
quedaría excluido de su posibilidad de brindar dicho testimonio.
Hemos realizado desde nuestra mirada un paseo por los diferentes espacios que comenzamos definiendo como
espacios posibilitadores para que el sujeto ponga en marcha sus recursos, aquellos caminitos secundarios de los
que nos habla Lacan, siguiendo tal vez pequeños carteles que tratamos de iluminar para que cada cual con lo
que cuenta pueda tal vez comenzar algún trabajo que lo lleve a poder aliviar lo insoportable del goce sin
regulación fálica. Atentos a encontrar pequeñas invenciones que posibiliten un lazo con el otro, que dibujen un
borde por efímero que sea en un cuerpo fragmentado, donde el afuera y el adentro no están diferenciados.
Para concluir, queremos señalar que nuestro objetivo, al ofertar estos espacios–tiempo que se denominan
“talleres”, consiste en buscar algo más, a saber: brindarle al paciente a través del arte, de la lectura, o mediante
cualquier ocupación que lo represente, una posibilidad de inscribir su nombre como propio y a partir de ello
lograr un reconocimiento por ese Otro social que podrá suponer un sujeto en esa producción–creación,
reconstruyendo quizás algo del lazo perdido.

lugar donde entran rápidamente algunos otros colaboradores intervienen en el juego, en una maniobra que abre
a una transferencia múltiple, evitando entonces el peligro de estar operando en el eje imaginario donde el
paciente puede sentirse tomado aplastado por ese otro.
Estando advertidos de estas cuestiones se produce así en lo sincrónico, en este intercambio con el otro una
descarga libidinal en ese lazo con el colaborador que seguiremos trabajando y leyendo a lo largo del tiempo en
la diacronía del paciente.

1 Lacan. La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos 1.


2 Lacan. Seminario 3. Pag. 86
3 Lacan. Seminario 3 Pag. 157
4 J. A. Miller.
[5] (Soler, Colette 1991)
[6] J. Lacan: El Seminario. Libro 3: “Las psicosis”. Cap. XVI: “Secretarios del alienado”. Apartado 1. Paidós,
Buenos Aires, 1984. Pág. 295
[7] J. Lacan: El Seminario. Libro 3: “Las psicosis”. Cap. XVI: “Secretarios del alienado”. Apartado 1. Paidós,
Buenos Aires, 1984. Pág. 295

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