Lectura 5 Normales y Universidades

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Lectura 5

NORMALES Y UNIVERSIDADES (PROFESIONALIZACIÓN DEL


CAMPO PEDAGÓGICO)

Abelardo Carro Nava


12 mayo, 2017

A partir de 1984; año en que las escuelas normales sufrieron un cambio radical en
cuanto al ingreso y egreso de sus estudiantes, pero, también, en la forma en que
estructural y orgánicamente éstas se concebían, se hizo evidente – aunque desde
mi perspectiva ya existía –, una diferencia notable en cuanto a la formación que
las universidades brindaban a sus alumnos y lo que en las normales sucedía.

Se pensó, que con el acuerdo presidencial por el que las instituciones formadoras
de docentes pasaron a formar parte de las Instituciones de Educación Superior
(IES), adquiriendo el rango de licenciatura, el proceso formativo de los normalistas
iba a mejorar. Y la verdad de las cosas, años después de tal proceso, el
normalismo mexicano sigue estancado, no así, lo que en las universidades
acontece.

Motivos para sustentar mi dicho, son muchos y muy variados; sin embargo,
permítame centrarme en tres o cuatro puntos que me parecen de lo más
importantes. Veamos.
Normativamente, las universidades y las normales están concebidas de diferente
forma. Como sabemos, las primeras gozan de autonomía. Así, sin más ni más:
autonomía. Ello implica la formulación de planes y programas de estudio para
licenciaturas y posgrados, formas de contratación del profesorado, formas de
organización administrativa, formas de hacer y difundir la investigación, formas de
difundir y extender la cultura y el conocimiento, formas de incrementar su acervo
bibliográfico, formas de desarrollar la tecnología con propuestas innovadoras,
formas de lograr una movilidad académica de estudiantes y maestros; en fin,
formas que reditúan en un fondo: su posicionamiento ante la oferta educativa pero,
también, ante la sociedad en su conjunto.

Por su parte las normales, como sabemos, dependen directamente de la


Secretaría de Educación Pública (SEP) y no gozan de la autonomía tal y como
sucede con su contraparte. Es aquí donde cobra razón de ser lo que en reiteradas
ocasiones Alberto Arnaut ha planteado, la docencia – incluye la formación inicial
de maestros – es una profesión de estado. Y es de estado porque su campo de
acción es en extremo limitado y su total dependencia, como lo he expuesto, es de
la SEP, aunque en los discursos se diga lo contrario. ¿Desea un sencillo ejemplo?
Para la adquisición de material bibliográfico, actualmente, las normales lo solicitan
vía PACTEN (programa de fortalecimiento de la calidad educativa) previo
consentimiento de las autoridades educativas. ¿No es suficiente ello?

Ahora bien, como IES, ambas tienen tres áreas sustantivas para su desarrollo:
docencia, investigación y difusión y extensión de la cultura. Sus finalidades, están
plasmadas en sus respectivas misiones y en los manuales de
organización/funciones que las define y caracteriza; no obstante, el trabajo que se
desarrolla para que éstas cobren vida, se diferencia considerablemente. Insisto,
mientras en unas el abordaje y comprensión de alguna de las disciplinas
(universidades) es fundamental, en otras (las normales) la pedagogía y didáctica –
aunque son más –, se vuelve el campo de acción bajo el cual se concretan sus
cimientos. Me explico.
Por años, las normales han estado dedicadas a la docencia. Si usted revisa sus
planes de estudio, estas escuelas, han estado trabajando en la consolidación de
aprendizajes para que sus alumnos sean profesionales en el ámbito educativo. La
observación y práctica docente, ha sido, es y será, un elemento fundamental para
el desarrollo de su quehacer educativo. Como es de suponerse, en las
universidades la docencia, no está comprendida de esta manera. Las disciplinas y
el conocimiento de éstas, son parte de su quehacer profesional, puesto que se
espera que los egresados se inserten a un sector laboral que requiere de un
conocimiento disciplinario y especializado en su ramo, como, por ejemplo:
medicina, derecho, mercadotecnia, informática, etc. Pero, ¿entonces las normales,
en sus procesos de formación, no requieren de un conocimiento especializado?
Sin duda, pero el escenario en el que se insertarán sus egresados, difiere en
cuanto a la aplicación del conocimiento. Se trabaja pues, con el estudio y
conocimiento de varias disciplinas y no en una en específico, por ejemplo:
psicología, estadística, finanzas, matemáticas, algebra, danza, física, derecho,
lingüística, etc.

Por lo que respecta a la investigación, mucho se puede decir; sin embargo, me


limitaré a expresar que también hay sendas diferencias. Por sus propias dinámicas
institucionales, la investigación, aunque no es desconocida por los docentes y
alumnos normalistas, no se realiza como debiera. ¿Por qué? Insisto, la forma de
organización de una escuela normal, difiere en cuanto a los quehaceres que cada
docente y alumno normalista lleva a cabo durante un semestre y ciclo escolar:
planeaciones, evaluaciones, jornadas de observación y práctica docente
(supervisión de esas jornadas), elaboración de material didáctico, diseño y puesta
en marcha de actividades socioculturales en las escuelas de práctica, entre otras
más; son las que se viven cotidianamente en las normales, no así en el ámbito
universitario, donde para acabar pronto, aunque realizan prácticas sobre los
saberes adquiridos, su propósito difiere del educativo.
En cuanto a la difusión y extensión de la cultura se refiere, éste también encierra
un cúmulo de diferencias importantes, el más notable, es aquel que implica la
consolidación de grupos representativos para la difusión. Mientras en las
universidades gozan de recursos y especialistas en su ramo, en las normales no
sucede de esta manera. Pareciera ser que el fututo docente debe y tiene que ser
un todólogo en diversas áreas para el cumplimiento de un propósito. En los años
que tengo de servicio, no he visto que en la facultad de ingeniería de tal o cual
universidad, se preparen cuadros artísticos para presentarlos en un determinado
festejo. Cierto, la cultura no se reduce a ello, pero es una pequeña muestra que
refuerza mi argumento.

En todo caso, y para acabar con este sencillo análisis, considero que entre ambos
escenarios no existe una pelea. No están confrontados. Por el contrario, las
universidades están cumpliendo con su misión y las normales también lo están
haciendo.

Efectivamente, hace falta lograr un acercamiento entre ambas instituciones. No es


que las universidades subestimen a las normales o viceversa, como bien lo
reflexionaba mi colega Pedro Flores Crespo hace unos días. Se trata pues, de
lograr esos canales de comunicación en los que, a partir de las experiencias, se
vincule eficazmente la formación de estudiantes del nivel superior de México.

En conclusión, la profesionalización del campo pedagógico en México enfrenta


desafíos significativos, especialmente en la relación entre las escuelas normales y
las universidades. La necesidad de una formación docente sólida y especializada
es crucial para el desarrollo educativo del país. Las escuelas normales deben ser
reconocidas y fortalecidas como instituciones clave en la formación de maestros,
asegurando que sus egresados estén bien preparados para enfrentar los retos del
sistema educativo contemporáneo. Esto implica no solo una revisión de sus
programas de estudio, sino también un cambio en la percepción social y
profesional de su rol en la educación.

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