Mitos y Leyendas de San Martin

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS


® 2017 Gale Pedro López R. & Flor Forero

Pinturas e Ilustraciones: Gale

Segunda Edición Limitada: Febrero 2018

Impreso en Bogotá, Colombia

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento


informático, ni su transmisión de ninguna forma, ya sea electrónica, mecánica,
por fotocopia, por registro u otros métodos, ni cualquier comunicación pública
por sistemas alámbricos o inalámbricos, comprendida la puesta a disposición del
público de la obra de tal forma que los miembros del público puedan acceder a
esta obra desde el lugar y en el momento que cada uno elija, o por otros medios,
sin el permiso previo y por escrito del autor.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

DEDICATORIA

A Flor, Nicolás, Danna y Sofía; mi familia.


Por estar al pendiente hasta el último momento.
A mis padres, por amarme incondicionalmente
A todos los san martineros que gentilmente me relataron sus vivencias.
A Ross López, por estar al pendiente de mis avances.
A mis Hermanos y Sobrinos, por las viejas historias.
A William Easton “el Gringo”, por visitarme.
A Claudia y Toño, por confiar.
A Laín García, por “La Voz de Tu Alma”.
Y a ti, por comprar este libro y creer en el proyecto.

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

DEDICATORIA 5
PROLOGO 9
EL CACIQUE DE LOS VENENOS, SAETA 11
EL ORIGEN DEL COLEO 15
LA LLORONA 19
EL GRINGO 23
EL CARRO FANTASMA 29
LA CASA DE BIGOTES 33
EL SILBON 37
LA MADRE DE AGUA 41
LA PATASOLA 45
EL SOMBRERON 49
LA MADRE MONTE 53
LA TEJEDORA 57
LAS ANIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO 61
LA SAYONA 67
LA MUÑECA DE LAS PESADILLAS 71
LA BOLA DE FUEGO 75
EL BRUJO NAHUAL 79
LA BESTIA DEL IRACA 83
EL DUENDE ENCANTADOR 85
EL NAZARENO EN LA IGLESIA 89

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

El presente libro de Mitos y Leyendas de San Martín, constituye una


recopilación de relatos populares que los propios habitantes del M u-
nicipio han hecho posible. Recuerdos de su infancia, de los propios
familiares o de historias que la gente cuenta como ciertas y que han
quedado como parte del Folclor de esta región.

Todo esto en conjunto, han conformado veinte historias, desde


personajes históricos, de orígenes de actividades hasta espantos que
durante años llenaron de miedo al pueblo. Historias que, a menudo,
son relatadas por las noches entre los amigos, entre los propios her-
manos, provocando la reunión de las familias y la participación de
todos sus integrantes. Actividades que hoy en día, por impulso de las
tecnologías, se han ido perdiendo en el tiempo.

A su vez, este libro se creó con la finalidad de acercar a los más


pequeños al fascinante mundo de la lectura, encontrar gusto por co-
nocer historias y personajes a través de las páginas. Para fomentar
parte de la cultura popular llanera y en especial de San Martín, de his-
torias mágicas, misteriosas, místicas y terroríficas.

En el fondo, todas y cada una de las historias presentes en este


volumen, corre una enseñanza o propósito de cada personaje. Recop i-
larlas no fue tarea sencilla, debido al hermetismo de algunas personas
por echar luz sobre viejos recuerdos que pudieron causarles miedo o
experiencias traumáticas.

Sin duda, estoy convencido, que este libro ayudará a que los
niños y jóvenes encuentren y den el primer paso al gusto por la litera-
tura, y de ahí encaminarse a sus preferencias literarias. Y de igual for-
ma, a que se acerquen a las viejas historias que sus padres y abuelos
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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

conocen, a hacer de dominio popular nuevamente toda esta riqueza


que son sus leyendas. A reunir nuevamente a la familia entorno a una
mesa, a una silla, a una fogata y contar todas estas y muchas más his-
torias que, estoy seguro, se quedaron sin ser contadas. Este libro no
es, ni pretende ser, un libro histórico; únicamente una recopilación de
relatos orales populares.

Por último, apoyemos a los jóvenes y niños. Impulsemos este y


otros proyectos que van dirigidos a ellos. Acercarlos a los libros, al
arte, a la música y al deporte. Seamos un factor real de cambio en sus
vidas, por un mejor San Martín.

No menos importante, es el agradecimiento total que tengo ha-


cia todos quienes formaron parte de este proyecto. Y a quienes a la
distancia, ayudaron para que se volviera una realidad y llegara hasta
tus manos.

Gale

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

San Martín fue el primer pueblo Colombo-Venezolano que tuvo


ganado y bestias en la región. Y así mismo, el primer pueblo fun-
dado por Jesuitas al llegar de España. Un territorio de ind ígenas
guerreros; donde los Payé o brujos, en una laguna sabían con an-
ticipación de años cuándo iban
a llegar las invasiones
blancas mediante la
invocación de sus
dioses. Así se prepa-
raban para la guerra
arduamente, en un
entrenamiento dia-
rio.

En aquellos
tiempos existió el Ca-
cique Saeta, un guerre-
ro indígena de fortaleza,
bravura e inteligencia
inigualable; provisto de su
lanza de grado catorce de gue-
rra, única entre su pueblo. Te-
nía el dominio de las tierras
desde el nacimiento del Río Meta
hasta Puerto Carreño por el agua.

El cacique mandó a construir malocas en los


barrancones altos del Río Meta para poder divisar las
aguas del río y reconocer lo que iba y venía por ellas.
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Cualquier embarcación que no fuera indígena, era emboscada a


punta de arcos y flechas o lanzas llenas de veneno. Dichas lanzas
estaban recubiertas por un sellante y eran untadas con veneno
especialmente elaborado por el cacique. El veneno duraba cinco
días vivo, posteriormente se secaba y había que aplicarlo nueva-
mente.

Saeta, a su manera, fue un especialista en la generación de


venenos poderosos. Utilizaba distintos venenos de acuerdo a su
uso y necesidades. Uno para la cacería, débil, para embrutecer a
los animales y así capturarlos para comer. Otro, veneno de guerra,
sumamente fuerte en combinación de distintos elementos; para
matar seres humanos o animales de gran tamaño. Tenía pleno co-
nocimiento de plantas, benéficas y venenosas, así como obtención
de ácidos. El se encargó de crear las primeras hachas y puñales en
roca utilizando el poder del ácido que había descubierto.

En el raudal del Guayabero en San José, se encuentran va-


rios dibujos hechos por el cacique en las rocas con dicho ácido.
Fue el guerrero más respetado dentro de la guerra, un hombre
frío y de increíble inteligencia táctica. Se dice, que posee el regis-
tro de más españoles caídos por sus manos. Dentro de las mismas
tribus de guerra se reconocía su poderío y bravura. El comandaba
a los guerreros, que lo seguían hasta la misma muerte.

Todos los años se reunían las tribus de Colombia y algunas


de países vecinos para el intercambio o truque que duraba un
mes. En esos intercambios, mostraban los artículos que cada uno
producían o extraían, compartiendo conocimiento y nuevas h e-
rramientas. Siempre bajo el resguardo del Cacique, del cual eran
codiciados sus venenos y conocimientos de guerra.

Durante años los españoles pretendieron ascender por el


Río Meta, pero Saeta los emboscaba y terminaba con ellos, era un
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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

paso infranqueable. Durante cada verano, el cacique se iba repa r-


tiendo los venenos descubiertos y las instrucciones de guerra a los
campamentos del camino. Llegaba a Puerto Carreño y se embar-
caba para resguardar el río y al final, llegaba en canoa por las
aguas potentes hasta su vivienda.

Debido a que los españoles no podían pasar sin autoriza-


ción explicita del cacique. Un alemán, Teniente General del ejérci-
to español, tuvo la idea de llegar hasta el guerrero y averiguó el
camino y las rutas que Saeta seguía. El hombre pasó caballos y
bestias por Puerto Carreño, y a caballo llegaron hasta donde se
hallaba el cacique. Pidió autorización de subir por el río y por a l-
gún motivo el aguerrido hombre lo permitió y autorizó. Las tribus
nunca los atacaron. Pero tenían una condición, debían llevar so l-
dados de Saeta en la tripulación para no ser atacados, y para ma n-
tener al cacique informado de quienes iban y venían. Así entraron
los españoles y comenzó la evangelización.

Sin embargo, Saeta no permitió que los indígenas trabaja-


ran para los españoles, quienes al ver la negativa, se vieron oblig a-
dos a traer esclavos africanos para que trabajaran las tierras, cuid a-
ran el ganado, las bestias, y cargarlos en sillas a través del suelo
inundado de agua.

Así se instauró la primera Hacienda Jesuita trabajada por


los esclavos africanos. Posteriormente los Españoles instauraron
otro caserío en lo que actualmente es Villavicencio y lo llamaron
Gramalote. Donde se crió ganado y cosecha, trabajados por los
esclavos.

Pero algunos africanos cometieron un grave y terrible error,


se fueron sin autorización de los sacerdotes y secuestraron a un
grupo de mujeres indígenas que para su mala fortuna eran pert e-

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necientes a la tribu del cacique. Algunas de ellas lograron huir y


contaron cuanto habían hecho los esclavos.

El cacique embravecido trazó una ruta, los emboscó y ma-


tó a todos sin dejar ni uno solo vivo. Y no obstante, le puso pre-
cio a la cabeza de los africanos; había ya un precio por matar a un
soldado español pero el cacique ofreció el doble por la muerte de
un esclavo. Así, los indígenas se encargaron de incendiar el case-
río, mataron a todos los africanos excepto a los curas con sot ana,
pues se les tenia respeto.

Los religiosos al no tener trabajadores optaron por marchar


a Gramalote, pero como el valor sobre la cabeza de los esclavos
aún permanecía, al siguiente verano, lo indígenas llegaron a Gra-
malote y acabaron con ellos, quedando nuevamente sólo los cu-
ras. Ante esta situación decidieron abandonar estas tierras y volver
a España a solicitar apoyo. Dejando a la deriva los ganados y el
cultivo de ambos caseríos.

Saeta fue un guerrero sumamente temido por los Españo-


les, y su lanza así lo demostró, con su grado catorce de Guerra, el
único en obtenerlo cuando mató al hombre alemán que originó el
caos, el origen de los problemas en su territorio.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Se cuenta, que con la proliferación del ganado abandonado por los


Jesuitas tras el asesinato de los esclavos africanos, por órdenes del
cacique Saeta, los indígenas tuvieron abundancia del ganado criollo
principalmente; esto debido, a la manera en que esta raza se protegía
de las amenazas del entorno, protegiendo a las crías de los depredado-
res.

Algo que, sin duda, permitió dicho aumento en el ganado fue la


abundante vegetación y los campos inundados, sembrando condicio-
nes propicias para estos animales.

Cuando los indígenas se cansaban de comer carne de monte o


aves, solían coger los becerros del ganado. Convirtiéndose en una ac-
tividad habitual. Pero para conseguirlo, y en ausencia de otras herra-
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mientas propias, lo conseguían mediante lo que hoy se conoce como


coleo. Que consiste en correr a caballo a un costado del becerro y
tirar con fuerza de la cola para derribarlo y evitar su huida. Aún así,
mientras se pulía dicha actividad, fueron muchos los indígenas muer-
tos por las vacas, ya fuese embestidos, pisoteados o golpeados al caer.
Hasta que pasado el tiempo fueron perfeccionando dicho arte, más
obligados por la necesidad de comer y como parte de su cacería, que
como actividad de mero entretenimiento.

De ahí nació el coleo, para posteriormente convertirse en tra-


bajo de vaquería hasta llegar, paulatinamente, a ser catalogado un de-
porte como se lo considera hoy en día.

Lugar actual donde se fundó la Primera Manga de Coleo en San Martín.

Igualmente, y obligados por la necesidad no sólo de cacería, es-


ta actividad también se volvió una constante entre los indígena s,
cuando los rejos del ganado por las intensas lluvias o por la caída de

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

polilla, producía deterioro y derrumbe de los cercos. Los animales


solían salir del rejo, y la única forma de atrapar al ganado que se esca-
paba era a través de dicho coleo. Tiraban al animal, el cual o se levan-
taba y se reunía con la manada o se paraba confundido por la caída y
era atado.

Posteriormente, en las fiestas se fue introduciendo como com-


petencia para demostrar las destrezas y habilidades de los jinetes.
Formándose la primera Manga de Coleo que corría de lo que hoy en
día es la carrera séptima con calle sexta. Así pues, los primeros colea-
dores surgieron producto de la necesidad, las condiciones y la propia
tradición indígena de San Martín, Meta.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

La siguiente historia se encuentra presente en diversas regiones de


Latinoamérica; desde México, Ecuador, Perú o Argentina. Existen
particularidades entre las diversas historias que varían los matices
de acuerdo a cada país. Sin embargo, la historia coincide en un
aspecto particular; un ser que parece buscar o reclamar a sus hijos.

Se dice que ella misma los ahogo en el


río, algunas señalan que fue producto de
la infidelidad de un hombre y, otros
tantos, señalan que ella fue quien
fue infiel a su marido al creerlo
muerto y tener un hijo de otro
hombre, al cual ahoga y poste-
riormente se arroja al río cuan-
do su marido volvió a buscar-
la; en todo caso la existencia
de este ser recorrió durante
muchos años el Pueblo De
San Martín, siempre siguien-
do las aguas del Río Camoa.
Recorriendo parajes desde lo
que hoy en día conocemos
como el Barrio Once de No-
viembre hasta el Barrio Alga-
rrobo. Algunos creen verla reco-
rriendo aún durante las noches de
luna llena, por las vías de la entrada
del pueblo, atravesando el campo en-
vuelta en su llanto tétrico.

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Desde la palidez de una luna mortecina, donde la neblina


desciende precipitadamente como un caudal por la piedra fría de
la montaña, fundiéndose con la hierba tupida de los prados que
recorren la llanura. Se mece el viento frío que desgarra el ánimo, y
parece cortar la piel; allí, justamente, se funde un grito seco y pro-
fundo, como si se ahogara en un cuenco de barro. Y el alma se
esconde al desconocer su naturaleza, la oscuridad cubre y las
aguas repican y alebrestan. El llanto rompe la calma y atraviesa las
paredes como fragmentándolas, entrando en los resquicios; a ve-
ces lejos, a veces cerca.

Ese terror recorre cada palmo de tierra, engulle el miedo y


la impaciencia. Golpea las ventanas y los ladrillos. El llanto terri-
ble atraviesa los oídos y oprime el pecho, la piel se tensa y palid e-
ce de frío. Y cuando clama por sus hijos, se instala en la cabeza
como una punzada que paraliza la existencia. Nunca se sabe cuan
cerca está. ¡Ay, mis hijos! Se oye el lamento que revienta la noche,
que destroza al más fiero, que arranca de tajo la sonrisa y levanta
al que duerme a su paso.

El ser anda despacio con la cabeza encorvada, con un ves-


tido blanco que parece destellar tonos azules mientras la luna se
refleja en él. Sus largos cabellos negros sobresalen de un manto
blanco con bordes dorados. La mano descarnada tira al frente
queriendo atrapar algo. Y una neblina corre bajo sus pies y se
extiende levemente por su camino. A veces se detiene para escu-
char las voces, oler el miedo. Entonces el manto cae de su cabeza
que se levanta al cielo pidiendo clemencia, su rostro enrojece y
rompe la inocencia y pureza de su apariencia; y brota sangre de
los ojos como lagrimas que lastiman la carne flagelando su alma
corroída, la piel se descarna arrebatándole la vida como pena por
sus actos cometidos. Y los cabellos antes lustrosos, se enredan y
ensombrecen, alborotándose como un nido de serpientes tensas y
hambrientas. Y reclama dolorida, y desgarra el silencio: ¡Ay, mis
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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

hijos! Y rompe sus vestiduras con la angustia del fuego que le


consume el vientre, las afiladas uñas destrozan los brazos. Los
girones del manto se tiñen de sangre, recoge los trozos de tela y
los envuelve recelosamente hasta acomodarlos en un bulto p e-
gado al vientre y sale a toda prisa asomando en ventanas y en su
desespero rasga las paredes y los troncos de arboles a su paso. Y
el tacto quema y seca la hierba. ¡Ay, mis hijos!

Por momentos pareciera recobrar cordura y sosiego. Llega


hasta el parque y reposa sobre los troncos de algarrobos y man-
gos, se oculta bajo la sombra de los viejos ár-
boles que se sobrecogen y parecieran
evadir el contacto. Y recobra su
encanto perdido en el infortu-
nio. Y una luz brilla e irra-
dia una calma que atrae y
condena mientras pare-
ce estar orando. Ace-
cha, y en su demencia
recuerda al que aca-
bó con su calma y
condenó su alma;
es entonces que
cuando atrae al
incauto, vuel-
ca su presen-
cia en el ros-
tro de la
desgracia,
la ira y el
miedo que
parte el
alma. Se
descarna
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y desangra, condena y maldice a los hombres que se atraviesan en


su camino. Corre detrás de ellos exigiendo de cada uno lo que
otro de ella arrancó. Y llora, y grita el alma en pena y las luces
apaga a su paso. Y los caminos se vuelven interminables, serpen-
tean y parecieran no llevar a ningún destino. Si el hombre huye,
deambulará por la casa durante largo rato trepando al techo, aru-
ñando las puertas. Llorando y clamando por su pérdida: ¡Ay, mis
hijos”.

No acepta la luz, elige la condena, la pena y el dolor infini-


to. Se desangra y mantiene su fruto alzado, como la corona que
no le permite descansar. Y no descansará, pues su desgracia aún
persiste hasta nuestros días.

Cuando está por caer la alborada, corre como el espanto


que es, hasta las afluentes del río más cercano mientras continúa
gritando y llorando. Al llegar al borde se detiene y arroja su hijo a
las aguas alborotadas. Y lentamente entra ella también, ahogando
su clamor, su existencia y toda la desgracia. Hasta su próxima apa-
rición.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

“Hasta que se oculte el día y huyan las sombras, ultratumba.”

Durante muchos años, rondó en el pueblo la historia sobre un extran-


jero llamado William Easton al cual se le denominó “el gringo”; la
historia proliferó rápidamente entre la población, hasta llegar a est u-
diantes del Colintegrado de San Martín en los años noventa. Tanto
fue lo que se dijo sobre esa historia increíble que se convirtió en toda
una leyenda que perdura en el recuerdo de algunos hasta nuestros
días.

La leyenda nos lleva mucho tiempo atrás en los años cuarentas,


cuando William Easton apodado el Gringo llegó a San Martín a vivir;
hombre delgado y alto de
piel pálida, de barba
enmarañada y rojiza,
junto a cabellos cortos
y anudados. El hom-
bre rápidamente co-
menzó a ganarse a los
pobladores indíge-
nas, quienes asegu-
raban era un buen
hombre, bondado-
so y sumamente
colaborador; era
un hombre que
fue dueño de va-
rias propiedades
que, repetía a me-
nudo, Dios lo ha-
bía mandado para ayudar a San Martín y por tal motivo su preocupa-
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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

ción por apoyar a los pobladores indígenas de la región.

Aún cuando no se tiene claro si era de origen norteamericano


o alemán, y sin dejar descendencia ni familiares, el hombre fue bien
acogido en el pueblo. Tenía una afición por volar, tenía su propia
avioneta, misma que le provocó un accidente terrible. El hombre su-
frió graves quemaduras que lo mantuvieron recibiendo atención m é-
dica durante algún tiempo, algunas personas allegadas permanecían
con él. Cuando el gringo sintió que su momento estaba próximo a
llegar, pidió su última voluntad, que una de sus propiedades fuese to-
mada como cementerio, que se le enterrara en una de sus esquinas, y
explícitamente, solicitó que fuera sepultado de pie y no recostado co-
mo habitualmente ocurría. No le vieron problema a dicha pet ición y
tras padecer terribles dolores y sufrimientos producto de sus quema-
duras, el hombre murió en 1942. Así nació y se estableció el cement e-
rio actual de San Martin. Y desde entonces, en una esquina olvidada,
quizá por muchos; más no así, por otros pocos, permanece la tumba
de William Easton, el gringo.

Una señora que lo conocía y apreciaba, un día visitando su


tumba, le dio por contarle algunas de sus penas; al considerar que
aquel buen hombre, en vida le había ayudado, le solicitó su apoyo
ahora en el otro lado. Rogó por su ayuda e intercesión con el creador,
y le dejó algunas flores. Tiempo después, la mujer volvió a la tumba
para agradecer por el favor realizado, alegre y dichosa. Tanto así, que
corrió a contar a cuanta persona lo conoció en vida, alegando que el
gringo le había hecho un milagro, que le había pedido y el le había
ayudado desde la muerte.

A la tumba abandonada comenzaron a llegar personas, conoci-


dos del difunto, y hasta curiosos e incluso personas que ni siquiera
llegaron a conocerlo en vida. Todos con la única finalidad, de pedirle
un favor al gringo. Posteriormente, la creencia se viralizó acompañada
de su contraparte. Si se le solicitaba un favor al gringo, había que
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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

ofrecerle algo: una misa, llevarle flores, velas o hasta dinero. De lo


contrario, si se incumplía la promesa, el mismo gringo iba a encargar-
se de que dicha ofrenda fuera cumplida. Mucha gente acudía a aquella
tumba, y la Fe en ese hombre y su ayuda, logró muchos milagros como
les llamaron. La tumba, si bien, lastimada por el paso de los años, aún
cuenta con flores y pequeñas placas de agradecimiento de quienes
retribuyen los favores del extranjero difunto.

Un par de jovencitas atraídas por tales eventos que se rumora-


ban en el pueblo, cursaban en ese entonces el colegio, cuando una de
ellas le propuso visitar la tumba y pedirle un favor al gringo. Al salir
del colegio acudieron hasta el cementerio, entre la incertidumbre, el
miedo y la necesidad de ver realizado su propósito.

Las jóvenes después de solicitar y encomendar su pedido al d i-


funto, prometieron una ofrenda al ser y se retiraron a sus casas, inva-
didas por la duda y el mismo temor.

Una de las jovencitas pidió la encomienda de que a su padre le


llegara plata; puesto que a menudo veía la mala situación y las necesi-
dades por las cuales pasaban. Sin embargo, y con el pasar de los días,
la muchacha terminó por olvidar aquél episodio, centrándose en su
vida cotidiana. Pero el alma en pena no pareció olvidar del todo su
promesa.

Una noche, el alma del gringo acudió a reclamar lo prometido


por su ayuda solicitada. La muchacha durante el sueño sintió la pre-
sencia de algo en su habitación, asustada le comentó el incidente a sus
padres sin que estos prestaran oídos al desespero de la niña. El inci-
dente quedó en el olvido, al pensar en la posibilidad de que fuera pro-
ducto de la somnolencia o de su propia abuela que había pasado por
ahí durante la noche.

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Al siguiente día, poco después de media noche, la niña volvió a


sentir ese escalofrío recorrerle el cuerpo. Toda la desesperación e in-
certidumbre de lo que pasaba. Repentinamente, sintió un jalón de pies
y en ese preciso instante, como un destello de fotografía, recordó la
tumba y el nombre del gringo. Asustada y con un hilillo de voz, que
más pareció rezarlo a sus adentros, dijo: “¡Ay gringo! ¡Si no me quiere
conceder lo que le pedí, no lo haga; pero no me venga a asustar!” In-
mediatamente, la entidad la soltó y desapareció todo rastro de miedo.
La niña dudó en volver a dormir; pero más aún, se convenció de no
volver a solicitarle ayuda al extranjero difunto si no estaba segura de
cumplir su ofrecimiento.

Tumba de William Easton, Cementerio

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Cabe mencionar, que si William acepta el trato, acudirá a hacér-


selo saber. De una manera simple y clara, con esto quiero decir, que
muy seguramente escuchará ruidos o sentirá la presencia en su habi-
tación. Lo mismo si se incumple lo prometido. Si por algún motivo él
rechaza la oferta, simplemente no acudirá a la petición. Así, es reco-
mendable considerar con todo detalle la ayuda solicitada y recordar al
pie de la letra la promesa ofrecida al buen gringo. Y como siempre,
los tratos entre vivos y difuntos, son de sumo cuidado.

La historia se volvió en leyenda, hoy en día pocos la recuerdan;


sin embargo, la tumba de aquel hombre sigue siendo visitada y su le-
yenda recordada entre los habitantes, los que lo conocieron en vida y
supieron de su bondad, y los que en la muerte, recibieron también su
ayuda.

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

A menudo, muchas personas del municipio han experimentado diver-


sas actividades paranormales. Sin embargo, existen algunas creencias
en común que les hace creer que el hecho de contar sus vivencias
puede acarrear que los sucesos vuelvan a ocurrir. Aún así, han habido
valientes, o no creyentes, en dicha historia y han decidido hablar s o-
bre la leyenda del Carro Fantasma.

La presente historia ha sido relatada en distintos puntos del


pueblo, siempre en sitios apartados no tan transitados y en altas horas
de la noche. Algunos han sido simples avistamientos, y en el caso de
un relato en específico, toda una vivencia de otro mundo. Esta histo-
ria me fue presentada por varias personas con ligeras variaciones y a
veces contradictorias.

Una tarde, cuando ya el sol comenzaba a ocultarse, una mujer


de San Martín tuvo un malestar agravado que venía arrastrando de
días o meses pasados en silencio. Pero esa tarde se agudizo a tal grado
que cayó en un estado delicado, con altas temperaturas y convulsiones
esporádicas. Por momentos balbuceaba y volvía a caer en un sueño
profundo. Sus familiares estaban angustiados pues al parecer la mujer
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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

estaba agonizando y el hijo se encontraba lejos en otro poblado traba-


jando. Cuando percibieron que la mujer podía morir en cualquier
momento, tomaron la decisión de solicitar el favor de algún camione-
ro que se dirigiera a Bogotá y pudiera pasar por la vía para avisarle al
hijo de lo que acontecía con su madre

Consiguieron a un camionero que se ofreció a ayudar y llevar el


mensaje al hombre. Y partió a su destino poco antes de la median o-
che. Cuando por fin llegó al lugar, habló con él. Le dijo que su señora
madre estaba grave, que necesitaban que se fuera cuanto antes; que
posiblemente no llegaría viva al amanecer y era mejor que fuera a su
lado. El hombre no lo pensó dos veces y recogió algunas cosas y se
dispuso a partir.

Pero la carretera estaba sin transito a esas horas y era compli-


cado conseguir transporte, una densa oscuridad, apenas iluminada por
una luna menguante y arrullada por cantos de saltamontes. El hombre
entró en desespero, tan terrible por la impotencia de no poder llegar
pronto al lado de su madre. Ya había pasado poco más de una hora y
no había visto pasar ningún automóvil. Su angustia iba cada vez en
aumento.

Fue entonces que a lo lejos atisbó unos faros, y deseó con t o-


das sus fuerzas que el conductor se compadeciera y lo llevara lo antes

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

posible al pueblo. Levantó los brazos dando saltos, fue entonces que
bajó el rostro y miró la hora y en un instante vio el carro casi encima
de él. Se asustó no comprendía como había llegado tan pronto hasta
él ese flamante Chevy negro antiguo. Sin meditarlo más se echó de
rodillas en la puerta del conductor y solicitó con todas sus fuerzas que
por piedad lo llevara a San Martín, que su madre agonizaba y quería
estar con ella, que era el amor de su vida. El conductor completamen-
te vestido de negro y envuelto en las penurias del interior sólo anun-
ció sórdidamente “Súbase”.

El hombre agradecido hasta el alma no lo pensó dos veces y se


subió inmediatamente. No tuvo tiempo sino de cerrar la puerta cuan-
do el carro arrancó violentamente. Y en un parpadeo miró de reojo
destellos a sus lados y las primeras luces del pueblo, se sorprendió y
llenó de espanto pero no tuvo tiempo de reaccionar, cuando el auto
se detuvo escuchó nuevamente la voz: “Bájese”. El hombre apenas
miró de reojo y se aterrorizó al ver
que el conductor era un cráneo
vestido de negro con una llamara-
da roja en los cuencos oculares,
del sólo espanto salió arrojado de
la puerta, se puso en pie como
pudo y agarró a correr aterrado
sin mirar atrás. Escuchaba ale-
brestados los ladridos lastímeros
de perros, aves graznando y re-
linchos de caballos asustados.

El hombre no se detuvo
hasta llegar a su casa, encontró a
la mujer tendida en la cama, pero
parecía mejorar y recobrar la
ciencia. Como si se tratase de un
encanto, la mujer mejoró poco
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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

po después. El joven le relató cuanto había pasado, aterrorizado y sin


comprender lo que esa noche le había acontecido decidió guardarlo
para sí y no hablar de ello. Y que, probablemente, la muestra de amor
a su madre, había sido la causante de que esa noche no murieran am-
bos.

La leyenda del Carro Fantasma, también la han experimentado


habitantes de fincas en la vía al Merey. A veces se mira un automóvil
que de la nada aparece atravesando la sabana y potreros a toda veloci-
dad zigzagueando. Rompe el silencio el motor acelerado y las ruedas
quemando, se acerca a los madrugadores que lo miran y ante sus ojos
apaga las luces sin distinguirse ningún conductor; entonces, arremete
a todo velocidad, girando y volviendo a internarse entre las palmeras y
árboles, desapareciendo.

Otras veces, el carro entra a las fincas, los cuidadores lo co n-


funden con los patrones y se asoman a toda prisa, pero antes de llegar
hasta ellos se detiene. Apaga las luces y se desvanece como humo ante
los ojos aterrorizados de quienes lo ven. Y a otros más, en la vía prin-
cipal hacia Granada, el carro aparece a toda prisa detrás de los despis-
tados y somnolientos conductores, quienes al verlo venir a toda prisa
prefieren hacerse a un costado para dejarlo pasar, más al ver que no se
da el rebase, suelen mirar por el retrovisor y observar sorprendidos
que ningún carro los sigue, simplemente se desvanece sin dejar rastro.

A este ser al volante se le atribuyen múltiples muertes en las


vías del municipio, al provocar accidentes a motociclistas y autos,
cuando les aparece justo al frente o pasa a toda velocidad a su cost a-
do. Especialmente, se cree que suele aparecer ante los ojos de aque-
llos conductores que viajan y van dormitando mientras manejan, que
por el susto de chocarlo volantean y consiguen la muerte, ¿o será ese
enigmático carro la muerte de las vías?

32
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Durante años la casa de Don Luis “Bigotes” un carnicero recono-


cido del municipio, ha sido escenario de múltiples experiencias
paranormales. Sucesos ocurridos a la señora de la casa y los hijos;
así como a la siguiente generación de la familia. La construcción
data de los años sesentas, ubicada sobre la carrera tercera. Un
terreno amplio que al principio y durante varios años colindaba
con un amplio potrero o monte. Hoy en día esta zona esta cubier-
ta por el barrio la Ceiba.

Los sucesos relatados


acontecieron hace años, y fueron
constantes durante el desarrollo
de la familia de Don Bigotes. La
construcción constaba de un par
de cuartos y un salón, con un
corredor que iba de la entrada al
comedor; seguido de un amplio
patio, con plataneras, mandarinos
y un gigante de mamoncillos. Y
es precisamente en este último
que durante mucho tiempo
una bruja los acosó.

Todos los días, pasa-


da la medianoche y hasta
parte del amanecer se escu-
chaba el sonido grotesco de
un pisco (pavo). Que gor-
goteaba a ratos y soltaba alguna
risa esporádica; cuentan, que un día

33
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

decidieron asomarse y ver que era aquello que insistentemente


acosaba por la noche; quedando atónitos al ver el ave de tamaño
descomunal trepada en lo alto de las ramas del viejo mamoncillo.

Pero no era todo, algunas veces la bestia se dejaba caer con


todo su peso sobre las tejas metálicas como una roca pesada, por
el simple placer de causar pánico en los habitantes. Algunos
creían que buscaba a alguno de los hijos. Antes de despuntar el
alba aquella bestia partía entre una sonora carcajada rompiendo el
silencio. Una de aquellas ocasiones, la señora gritó cuando se iba:
“Si no tiene sal ni manteca, mañana venga”. Menuda sorpresa,
cuando a la mañana siguiente una mujer acudió hasta la puerta
pidiendo un poco de manteca y sal.

Y hay más; dentro de la propiedad, a uno de los costados


se hallaba un pequeño baño junto a los lavaderos y lo que antes
era un matadero. Los habitantes de la propiedad debían cruzar ese
camino a oscuras por la noche para llegar hasta el baño; algunos
de ellos recuerdan sentirse observados por alguien, o que algo les
seguía durante el camino. Creían que era un duende que habitaba
la casona. En el salón estaban instalados los dormitorios para los
hijos de Bigotes, al cual, recuerdan nunca sintió ni miedo ni le
ocurrió absolutamente nada. Los niños, por el contrario, sentían
la presencia de algo que hacía ruidos durante las noches, que iba
y venía; les mecía la cama y no los dejaba dormir. Posteriormente,
a una siguiente generación, el ser elemental se le manifestó a uno
de los niños, el cual despertó con sonoro grito y llanto a los p a-
dres. Corrieron hasta él y envuelto en desesperación y miedo,
anunció que al interior, en la parte alta de su toldillo estaba un ser
con aspecto de anciano y de pequeña estatura con las piernas cru-
zadas observándole. Lo que le había provocado tal susto. Días
después la habitación fue protegida y el ser desapareció, al menos
de esa morada; puesto que años después el ser elemental se mudó

34
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

a otra habitación, donde se lo escucha correr y brincar por las no-


ches, se miran sombras y risillas esporádicas durante la noche.

Como si estos sucesos no fueran suficiente, una de las en-


tonces niñas de la casa, recuerda la aparición de luces, que durante
las noches, se pegaban a los cristales de la ventana yendo de un
lado hacia el otro; mientras unos dicen que eran luciérnagas, ella
asegura que no, que el brillo era mayor e impregnaban el ambiente
con un temor terrible. Otras veces, recuerda, que durante el ama-
necer, despertaba con pequeños mechones de cabello trenzados;
como si alguien hubiese pasado gran parte de la noche en el lab o-
rioso y fino trabajo de trenzar los cabellos.

Casa de Bigotes, Barrio Libertador

Durante años la señora de la casa creyó tener visiones de


un ser, que asegura, le señalaba la ubicación de una Guaca. Sin
embargo, nadie le prestó atención, argumentando que era produc-
to de su imaginación. Y es que era recurrente que observara a un

35
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

hombre parado a un costado de la puerta de aspecto sombrío


irradiando una luz, a veces a caballo, a veces a pie con aspecto de
leñador. Tiempo después, los moradores corrieron con otro sus-
to, nuevamente en el Salón. En esta ocasión, el acoso inició con
una noche tranquila aunque llena de viento. Era verano, la noche
estaba quieta y callada. De pronto empezó a oírse desde una de
las ventanas un jugueteo como de una bicicleta que echaba ad e-
lante y atrás. Los habitantes confundidos, esperaban algún llam a-
do, pensando que buscaban a alguien; pero eso no ocurrió.

Momentos más tarde, se escuchó un andar lento de caballo.


Podía escucharse la pesada y lenta marcha del potro. Este, pareció
acercarse a la ventana. Los moradores recuerdan el susto de escu-
char afuera tales cosas. Se oía el golpeteo de una de las patas de-
lanteras raspar la tierra. El caballo piafó en repetidas ocasiones, y
quienes escuchaban todo aquello decidieron llamar a los demás.
Con todo y temor, se asomaron por la parte alta de la vieja puerta
sin distinguir nada. Decidieron abrir el portón y echar un vistazo.
Uno de ellos echó a andar hasta la esquina sin novedad, ni rastro
de caballo ni de marcas en la tierra. ¿Qué fue lo que aquella noche
los visitó?

Sin duda, esta casona reúne múltiples leyendas en su inte-


rior. Sus habitantes, aún sienten la presencia del duende ronda n-
do, constantemente miran sombras que van y vienen. Impregnan-
do el ambiente de magia y misterio.

36
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

La siguiente leyenda tiene presencia en varios rincones de Colombia y


Venezuela, en las regiones de los Llanos Orientales. Las historias tie-
nen puntos similares y, a su vez, difieren de acuerdo a la perspectiva
de cada contador de dicha leyenda.

Se cuenta que el ánima o espanto del silbón o silbador, es la


historia de un hombre llanero. Coincidentemente: mujeriego, tomador
y jugador; que en un momento de arranque con su padre lo asesina y,
embrutecido por la ira y el alcohol, le arranca las asaduras y las lleva
hasta su casa. Se las entrega a sus abuelos, a quienes sin pizca de re-
mordimiento les cuenta de dónde las sacó. El abuelo furioso lo echa
de la casa azotándolo y maldiciéndolo para la eternidad por el crimen
contra su propio padre.

37
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Se cree que por tal motivo este hombre murió o trascendió a


otro plano, en el cuál no fue recibido por la luz y comenzó a penar.
Así nace la leyenda del Silbón. Que aparece por las noches en los t e-
rrenos llanos, siempre entonando su tétrica melodía con silbidos.
Azotando a los pobladores de fincas y caminos. Es común escucharlo
por los meses de Mayo y Junio. Para quienes lo escuchan, se dice trae
malas noticias de muerte, y dependiendo del tipo de silbido, si será
una mujer o un hombre cercano al escucha.

Durante las noches calurosas en el llano, cuando el mismo


viento parece arrastrar ese pesado aire cálido, que por una lado man-
tiene somnoliento al habitante y, a la vez, impide el descanso ad e-
cuado por el correr del sudor que incomoda; se oye lejano un silbido,
claro y agudo que repta por el campo, golpeando en los árboles.

Cuando el plenilunio
ilumina los otrora campos
verdes, ahora cubiertos
por un manto azul que
mece lentamente la hier-
ba tupida y seca. Y en la
quietud, se escucha algu-
na cigarra confundida,
luciérnagas que van de
un lado al otro. Silen-
cio, donde reina el
canto del saltamon-
tes, un gallo can-
tando alborota-
do. La calma de
la llanura, sola-
mente alborotada
por el desespero del calor.

38
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Allí, yace a los pies del pesado árbol de mango, la figura sent a-
da del silbón. Sus piernas largas y huesudas sobresalen de su cabeza al
estar sentado. Lleva un sombrero de copa ancha parecido a la palma,
deshilado y sucio; escondiendo un rostro pálido y cenizo, desencajado
y huesudo, con ojos hundidos y surcado en arrugas, de mirada torva y
destellante. De labios mellados y secos, con cortes en las mejillas.
Dientes afilados y verdosos. Una camisa deslustrada blanca arreman-
gada, asomando unas extremidades largas y enclenques de largos d e-
dos huesudos con cortes, de uñas sucias y largas que parece afilar en
las piedras. Un pantalón oscuro, ajustado y viejo. Los pies descalzos,
muy largos y callosos, envueltos en tierra. Lleva un saco al hombro y
algo que parece un garrote a la mano diestra. Espera ya entrada la n o-
che. Cuando siente la quietud, se levanta y se mira alto y delgado.
Echa andar en zancadas largas pero calmas, siempre silbando. Olis-
quea el ambiente, sigue a los borrachos y mujeres embarazadas. Y
otras veces, siguiendo su procedencia, comunica malas nuevas a quie-
nes quedan a su paso.

Recorre caminos solitarios, a veces se queda mirando entre las


fincas, se pega a los troncos de árboles altos, a veces escondido, a ve-
ces mirando. Si en su camino presiente mujeres embarazas, no se can-
sa de contemplarlas a la distancia; quizá aquejado por su pena, por el
infortunio de haber sido mal hijo.

Otras veces, corre a largas zancadas, intentando no hacer ruido


cuando observa a hombres borrachos solitarios en el camino. Y
cuando está cerca de ellos brinca por detrás. Y silba, fuerte y claro,
como un timbre violento y gutural que penetra los tímpanos y llena de
espanto. Los hombres sorprendidos caen al piso, aterrados; si el
hombre pierde el sentido, el silbón se le echa encima y le extrae todo
el alcohol por el ombligo. Otras veces golpea con el mazo en la cab e-
za. Añora el amargo sabor del licor y no le importa la manera de ob-
tenerlo.

39
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

En otras ocasiones, la figura descarnada, deambula por viejas


casonas o construcciones. Como la antigua Fundación Llanera, a la
entrada del pueblo; el espanto aquel husmeaba entre los árboles, y no
descansaba hasta causar espanto con su silbido, que parecía llegar de
cualquier parte, ir y venir. Un frío de ultratumba y una pesadez en el
aire rompía los ánimos. Si el silbido era agudo y corto significaba la
muerte de una mujer cercana a quien lo escuchaba. Si por el contrario,
el silbido era grave y largo, era el mal presagio del fallecimiento de un
amigo varón.

No existen historias del ser cruzando el pueblo, únicamente re-


corriendo la llanura que rodea al poblado. Ya que se cree, es parte de
la maldición hecha por el abuelo, de negarle la entrada a los lugares
habitados y vivir penando en soledad y silencio.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

La leyenda de la Madre de Agua, pocas veces incumbe una confiable


procedencia. Sin embargo, hay una historia que explica el posible ori-
gen de dicho ser protector de las aguas no sólo de este municipio,
sino de toda Colombia.

Cuenta la historia que la


Madre de Agua, era la hija de un
hacendado español, una mujer
de tez blanca y cabellos rubios
de aspecto delicado que encan-
taba con sólo verla. Resulta,
que el padre de la mujer estaba
fastidiado con la presencia de
un guerrero que solía alborotar
a los indígenas, arruinarle las
cosechas y envenenarle el ga-
nado.

El viejo español decidió


darle caza al indígena, sus
hombres lograron capturarlo y como penitencia, el hacendado mandó
azotarlo y posteriormente darle muerte. La hija que miraba el inciden-
te, y atraída hacia aquél guerrero que resistía fieramente los azotes,
rogó al capataz lo soltara. Pero tal hombre no quería problemas con el
patrón, entonces la bella dama interponiéndose, evitó que siguiera el
castigo. Se tendió a desatar al indígena y de un tirón lo ayudó a huir;
pero a sabiendas de la reacción de su padre, la mujer decidió escapar
con el guerrero, internándose en el monte, lejos del alcance de los
hombres de su padre.

41
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

La pareja permaneció unida, la mujer quedó como hechizada


de aquél guerrero y no duró mucho para darle un hijo al indígena. El
padre de la mujer, furioso mando buscar a ese par, ofreciendo oro a
quien diera informes del paradero.

Así, ligero, el español tuvo un cerco amplio que prontamente


dio frutos. El hombre supo el paradero de su hija y el guerrero. Sin
mediarlo, trepó a caballo y con varios de sus hombres fue a darles
caza. Al llegar, encontró a su hija con el fruto de la unión con el gue-
rrero aún de brazos. El español se lanzó sobre el indígena y le dio
muerte. La mujer enloquecida sólo podía contemplar el final de su
amado. El viejo español llevó el cadáver y al pequeño hasta una que-
brada, desde donde arrojó los restos del indígena, indignado por el
producto de la unión de su hija y el guerrero. Miró con despreció a la
pequeña criatura y queriendo limpiar su vergüenza, arrojó el bebé h a-
cia la quebrada sin atisbo de pesar en su rostro.

La hija mirando con pánico y enloquecida por el comporta-


miento de su padre, no daba crédito a tanta maldad y envuelta en lla n-
to se libró a jalones de su opresor, y dolorida por la pena se arrojó a la
42
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

quebrada en busca de su hijo y hombre amado. No sobrevivieron, y el


alma de la mujer fue abrazada por las aguas de los ríos que le dio co-
bijo y vida eterna como protectora de sus aguas. Desde entonces, la
bella mujer de cabellos rubios se le conoció como la Madre de Agua.

Una noche, un hombre volvía a su casa en el barrio Algarrobo,


cuando notó una figura al pasar por el puente del caño. Se detuvo y
encogió silencioso al puente, y a escondidas, notó la figura bella y es-
belta, que permanecía sentada al borde de las aguas desaliñando los
cabellos largos hasta el talle con un peine brillante que resplandecía y
parecía atraerlo. Tarareaba un tipo de arrullo. El hombre pensó en
una bruja, ¿quién más estaría en un caño a tales horas? El cántico con-
tinuaba con un vaivén sombrío que parecía comunicar dolor y pesar
en alguna lengua indígena. Su piel blanca y desnuda parecía relucir a la
luz de la luna, observando el cielo tachonado de estrellas. El hombre,
perdidamente ensimismado en aquella divina visión, no se percató
que la mujer lo descubrió allí parado en el puente. El rostró se desfi-
guró y tiró a las aguas perdiéndose. Asustado echó el hombre a co-
rrer, pensando que iba detrás de él. Al llegar a su casa se encerró y no
volvió a comentar aquél asunto.

A veces recorre las aguas de los caños, se le ve saltar entre las


piedras y hurgar debajo de las raíces y las enramadas a los costados
de los ríos. Si está colérica, suele alborotar las aguas y provocar aho-
gamientos.

Se dice, que los valientes al observar a la bella mujer bañarse en


las aguas alborotadas y envueltos en su encanto, osan acercarse a la
dama de las aguas para hablarle de amores. Pero ella sin mirarlos,
avanza lentamente hundiéndose en las aguas. Los hombres la siguen
presas del encanto y pocos han escapado, algunos aparecen ahogados
a las orillas de los caños y de otros, nada se vuelve a saber. Otras ve-
ces, la mujer sale a los vados de los ríos acechada por los hombres,
pero sus huellas los confunden, pues mientras ellos la ven marchar al
43
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

norte, las huellas señalan al sur. Y logra que se pierdan y no puedan


alcanzarle.

La Madre de Agua, corre por las afluentes protegiendo sus


aguas, haciéndolas perdurar para seguir dando vida a las tierras que
abastecen. Haciéndole ver su suerte a quienes botan basura en su pre-
sencia, a los que minan sus aguas, o extraen minerales de sus cauces.
Y, por supuesto, a la pesca indiscriminada y contaminación.

A este espíritu del río, a veces confundido con ondinas, aún se


le puede contemplar a la distancia durante la noche de San Juan, en el
caño del Algarrobo, en el Camoa y los Andes. Mientras acaricia sus
cabellos y arrulla las aguas. Otras veces como una sombra oscura en
los pozos profundos durante el día. Pues conoce cada cueva y recove-
co de sus dominios. Y se recomienda no escuchar su canto o intentar
cercarla, si con vida se pretende continuar.

Caño Camoa, Via a los molinos


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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Otro espanto que abrigó durante muchos años el municipio fue el de


la patasola. Historia que se registra en múltiples departamentos de
Colombia y que fue documentado en algunas ocasiones por residentes
de San Martín.

La historia de la Patasola, dice de una bella mujer que te-


niendo tres hijos y siendo su marido
un vaquero, encontró un amorío
con el dueño de una finca, patrón
del marido. La mujer se desaparecía
gran parte del día y volvía ya entrada
la tarde. El marido receloso le pre-
guntaba donde se hallaba todo el día
y ella respondía que en el río lavan-
do; pero el hombre ya no comía
cuento y puso trampas a la mujer.

Así, el vaquero, avisaba de


llegar noche por ir al acarreo de un
ganado. Escondido, miraba a su mu-
jer salir y dejar a los niños con veci-
nos o a veces solos. Y volvía muy
tarde. Encendido por la ira y su orgu-
llo de macho intolerante, volvió a
tender una trampa a la mujer, argu-
mentando que saldría del pueblo y no
volvería sino hasta el día siguiente.
Fingió su partida y después corrió a
esconderse.

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Unas horas después apareció en la casa su patrón, la mujer salió


a toda prisa y se le echó a los brazos confirmando el amorío de la m u-
jer infiel. El vaquero encolerizado contemplaba aquella escena, inva-
dido por la rabia, punzadas en el pecho y con la cabeza como si le
estallara. Tomó con fuerza el machete y sin medir consecuencias saltó
de su escondite y corrió hasta la feliz pareja totalmente embrutecido.

No permitió explicación alguna, ciego por el coraje, envuelto


en sus celos y con su orgullo malherido se echó a cortarle la cabeza al
viejo patrón de un solo tajo; la mujer desconcertada y llena de espanto
intentó correr, pero el vaquero inmediatamente le asestó un corte
preciso, dejándola sin pierna y echándole en cara su infidelidad. Des-
pués los echó dentro de la cabaña maldiciéndolos para la eternidad.
Dejó desangrando a la mujer herida y tiro el cadáver del patrón, ense-
guida le prendió fuego a la choza y se marchó, dejando atrás los alari-
dos desgarradores de la mujer herida que lentamente ardía en aquél
infierno.

Se dice que el hombre se fue con sus tres hijos a otro depart a-
mento para nunca ser visto. Lo que posteriormente fundamentó la
aparición del espanto por diversos departamentos de Colombia, bus-
cando al cónyuge asesino.

Así nació la leyenda de la Patasola, una mujer delgada y hermo-


sa, de largos cabellos negros; de vestiduras sencillas y sonrisa cont a-
giosa. Esta mujer solía aparecerse en las lindes del pueblo en el monte
tupido, algunas veces esperaba a la orilla del camino por el paso de las
carretas, otras a las entradas de las veredas. Acechando a hombres
ebrios que volvían a sus casas.

Una madrugada de Junio, dos amigos que volvían de tomar sus


tragos miraron como deambulaba tranquila una bella mujer de cabe-
llos oscuros y rostro delicado. La mujer se acercó sonriente, mientras
clavaba la mirada en uno de ellos y solicitaba su ayuda para llegar al
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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

cementerio. Los hombres, extrañados, se miraron. ¿Quién querría ir al


cementerio a esas horas? Pero como no era su asunto y les quedaba
cerca a donde se dirigían, le dieron las indicaciones pert inentes. Los
hombres permanecían encantados por la mujer sonriente, y se ofrecie-
ron para acompañarla en aquellas solitarias horas, no fuera que le pa-
sara algo. Ella, maliciosa, aceptó de buen grado la oferta. Uno de los
hombres se detuvo en seco después de largo rato, no reconocía el
camino que seguían. Miró alrededor, se desorientó. Jaló del brazo a su
amigo que seguía embelesado con la mujer. Al tercer jalón el amigo se
detuvo también. Estaban rodeados de hierba crecida, fuera de todo
camino. Los hombres se miraron desconcertados, sin reconocer dón-
de se hallaban. Al momento supieron que estaban
perdidos, y un desaliento los hizo sudar frío.
¿Pero cómo era aquello posible? Esta-
ban en lo espeso del monte, rodeados
de hierba y terriblemente desorienta-
dos.

Entonces, burlona, la bella


mujer se fue de bruces al suelo y al
intentar los hombres levantarla, la
mujer se giró convertida en lo
que parecía una bestia. Con
dientes afilados y una
díbula desproporcional, de
manos largas y huesudas con
afiladas uñas. Chillando se
rasgaba el rostro pálido y los
cabellos erizados en la frente
amplia. Se levantó con tal
violencia que los hombres se
echaron hacia atrás. Entonces
comenzó a dar saltos sobre
una sola pata que parecía
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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

más una pata de cabra que otra cosa.

Los hombres asustados, salieron a trompicones aturdidos por


el espanto y el alcohol. Pero la bestia era ágil en su andar, corría y los
aporreaba sobre las piernas o las costillas, haciéndolos caer. Se lanzó a
lanzar aruñones para desgarrarles el cuerpo creando surcos de sangre.
La Patasola, parecía oler la sangre y se enloquecía embistiendo con
más fuerza. Aullaba, era un chillido fuerte y aturdidor, seco y violento.
A veces con la pata asestaba golpes en la cabeza para dejarlos incon s-
cientes.

Se cuenta, que el espanto de la mujer infiel, si conseguía atrapar


al hombre conquistador, lo devoraba lentamente con las quijadas
alargadas para no dejar rastro alguno de sus víctimas. La noche callada
era escenario de terribles persecuciones; tan sólo quebrada por el ala-
rido de dolor y pena.

Sin embargo, aquella noche los dos amigos vivieron para con-
tarla. Consiguieron huir de la bestia de una sola pata, al brincar un
rejo y resguardarse entre el ganado. Recuerdan con espanto el rostro
sangriento intentando darles alcance y amenazando con voz gutural.
Pues es bien sabido, que si la Patasola te persigue, se debe buscar pro-
tección entre los ganados, que las vacas y los toros protegen de los
espantos. Así, lograron escapar del infortunio, mirando al espectro
partir con el amanecer, mientras rompía en amenazas y blasfemias.

48
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Existe en Colombia, específicamente en Medellín, una historia refe-


rente al personaje llamado el Sombrerón, del cual se dice solía apare-
cérsele a borrachos por los caminos despoblados. A veces ap arecía a
pie, con dos perros endemoniados, negros y feroces agarrados de su
mano con menudas cadenas oxidadas. Al instante aparecía montado a
caballo y salía a corretear a los hombres, y cuando los tenía al alcance,
arrojaba su sombrero al aire, este se hacía grande, descomunal, y caía
encima de su presa. El hombre caía privado,
entonces el Sombrerón desaparecía envuelto
entre una pesada y fría neblina que desapa-
recía casi al instante.

Posteriormente y en tiempos
recientes, surgen historias que ase-
guran que el personaje del
sombrero, sigue apareciendo
en pequeños poblados, pero
ahora apareciéndosele a hom-
bres y mujeres que mantienen ex-
plotando a niños vendiendo flores
y dulces a altas horas de la noche.
La presente historia, difiere
bastante de este Sombrerón; pero
conserva algunas particularidades.
Es difícil precisar si se trata del
mismo personaje; sin embargo, la
descripción y figura de este hom-
bre, precisó denominarlo así: el
Sombrerón de San Martín.

49
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Corrían los primeros años de la década de los noventas, cuando


una pareja disfrutaba del nacimiento de su segunda hija, que vino a
llenar de alegría y dicha su hogar. Ellos vivían en el barrio Maiporé, en
un pequeño terreno comprendido de una sola habitación, y teniendo
a un costado un potrero con cerco, seguido del despoblado.

Cierta mañana, el marido partió al trabajo como todos los días,


a la jornada en las palmeras, muy de madrugada. La mujer le acompa-
ñó para despedirlo hasta la puerta de la casa y apenas lo vio alejarse se
dirigió al baño. Andaba tranquila y confiada cuando, repentinamente,
sintió un desasosiego violento que la hizo mirar a un costado del cer-
co. En seguida, para su espanto, apareció una figura larga y alta en-
vuelta en una bata negra satinada que caía hasta el suelo; con un so m-
brero raído y sucio de copa ancha también de tono negro que le c u-
bría todo el rostro y no dejaba ver nada. El espectro entonces le h a-
bló: “Te espero…” Era lo único que la mujer recordó, pues fue tanto
su espanto al oír aquella voz destemplada que cayó desmayada al
momento. Al despertar, no recordaba cómo era que había llegado
hasta la cama con sus hijas. Sólo se le venía a la mente la figura so m-
bría y su voz repitiéndole lo mismo, provocándole un escalofrío en
toda la espalda.

Trató de sobrellevar el espanto de dicho recuerdo, que comen-


zaba a ser una tormentosa experiencia paranormal. ¿Quién era ese
hombre y por qué la esperaba? Esa era la duda que le aquejaba. Pero
la experiencia comenzó a repetirse, la figura del espanto comenzó a
perseguirla continuamente. Aparecía dentro de su habitación por la
noche o la madrugada, siempre como si la observase detenidamente, y
en seguida repetía con voz seca y pausada “Te espero…”, causándole
el desvanecimiento inmediatamente, sin dejarlo terminar siquiera la
frase.

50
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Llegó a tanto el acoso de este ser, que tomó valor para contár-
selo a su pareja y algunas personas cercanas y de confianza. Pero su
historia fue catalogada como producto de su imaginación o parte de
un sueño. Sin embargo ella sabía que esto no era así, que no era una
mala pasada de su imaginación y mucho menos parte de una pesadilla
constantemente repetida. Que ese ser oscuro la visitaba y perseguía
con algún fin específico que ella desconocía.

Tiempo después la pareja se separó, pero la presencia de dicho


ser continuó atormentándola por las noches con la sola compañía de
sus hijas. Años más tarde y teniendo una nueva pareja, dio a luz a su
tercer hija. La mujer, ya había puesto en antecedentes a su actual pare-
ja del incidente y apariciones del Sombrerón, sin tener fortuna en este
intento, “que era sólo producto de su imaginación”, repetía.

Pero el Sombrerón no cesaba


en sus intentos, y así volvió a apare-
cérsele durante la medianoche. En
esta ocasión fue en otra casa, en el
barrio Pedro Daza, dormían en la
habitación la pareja y la recién
nacida. La mujer despertó al sen-
tir ese rudo desasosiego y el frío
y angustia que siguen a estos
seres maléficos. Y así, fue
como miró de reojo al
Sombrerón de rodillas
contemplando a la niña
detenidamente, mecía la
cabeza pesadamente de un
costado al otro como intentando
reconocer correctamente a la cria-
tura. Para su sorpresa, el mari-
do de la mujer pudo verlo en
51
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

esta ocasión y borró toda duda de las palabras de su mujer. Se armó


de valor al no saber las intenciones del espectro, tomó una peinilla
que mantenía a un costado de su cama para la seguridad de su familia,
se levantó y comenzó a rozarla contra la pared haciendo saltar peque-
ñas chispas rojas enfrentando al Sombrerón.

Pero el espanto sin rastro de asombro se puso en pie, pareció


no aceptar el reto ni enfrentamiento alguno y se desvaneció entre el
susto de la pareja y una pesada neblina que desapareció al instante.
Después de dicho acontecimiento, el Sombrerón dejó de acosar a la
mujer y no supo más de él. Y así terminaron todos aquellos años de
acoso e incertidumbre para la gentil mujer.

¿Qué alejó al Sombrerón, fue la niña o el hombre que le hizo


frente? ¿Por qué perseguía a esa mujer en específico? ¿En dónde la
esperaba? Son dudas que permanecerán ahí, sin ser respondidas por
nadie. Se cree que el Sombrerón ahora andará acosando a otra mujer
en el pueblo de San Martín.

52
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

En distintas regiones de Colombia se habla sobre la Madre Monte,


protectora de la Tierra, de los campos y los bosques. Que se extiende
por cualquier parte del territorio, mientras permanezca bajo su res-
guardo. Sus bramidos cortos, resuenan a kilómetros de distancia, uno
tras otro; algunos lo confunden o relacionan con el canto de los sapos
goleros, sin saber que en realidad es la Madre Monte que cuida sus
territorios.

La Madre Monte se le reconoce como un ser de apariencia fe-


menina, de piel verdosa y áspera que parece más un brote de musgo
fino y denso, cubierta por
hojas frescas, algunas veces
aún con rocío de la mañana.
De extremidades y dedos largos
como raíces, de piernas que
arrastra pesadamente. Se dice
que la cabeza la cubre algo pa-
recido a un sombrero de copa
ancha formado por las propias
hojas y tiras de bejuco. Algu-
nas aves se posan en el ex-
travagante sombrero y
acompañan su camino. Ra-
ra vez se le mira sola, anda
acompañada de serpien-
tes, alacranes, morocos y
aves.

Distintas historias se han dicho de este ser de la naturaleza,


desde la desaparición de niños en las fincas, los bosques y la montaña.

53
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Atravesando el pueblo de San Martín durante la madrugada, aterrada


de lo que, para ella, es contaminación y destrucción. Cruza los caños
de un solo salto, a veces trepa con presteza por los árboles desde
donde se confunde y oculta para mirar a los habitantes en su día a día.
Se agazapa en los matorrales y atisba a los animales de las fincas y
cómo se les trata.

En San Martin pocos cuentan sus encuentros con este ser, pre-
fieren obviarlos y guardar silencio, a veces por miedo, a veces por no
atraerla con los simples pensamientos.

Hace algunos años, quizá más de veinte o treinta, nuestros an-


tepasados escuchaban a menudo historias de la Madre Monte, de los
finqueros que llegaban por provisiones y de algunos despistados que
se la topaban en las fronteras del casco urbano. Para ese entonces,
San Martín contaba con viejas casonas. Y como otros espantos ant i-
guos, también causó pánico en el centro del municipio.

Durante las madrugadas, su grito, parecido a un bramido o lla-


mado, solía confundir a los hombres que madrugaban para ir hacia el
matadero o que por motivo cualquiera, debían cruzar la plaza central.
La Madre Monte se resguardaba detrás de matorrales, colérica por ver
sus árboles arrancados, sus hierbas envenenadas y sus animales acribi-
llidados. Y apenas los hombres o mujeres cruzaban, saltaba al frente y
los aporreaba sin descanso mientras maldecía en un idioma indígena.
Rasgaba la piel son las uñas y los golpes de sus brazos parecían latiga-
zos de maderos fuertes y flexibles. De sus ojos brotaba un fuego cen-
telleante que quemaba el rostro de su víctima, los dientes pequeños y
afilados lanzaban mordidas. Y no descansaba hasta ver a su presa in-
consciente.

54
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Fuente, Centro de San Martín. Ubicación actual donde hubo persecuciones de la Madre
Monte.

A los niños, los hace perder en el campo o a orillas de los ca-


ños, los atrae con el encanto de los animales que la acompañan, y
cuando están frente a ella los arrastra de la mano y los amarra y desa-
parece. Sin embargo, se cree que si la criatura lleva algún escapulario o
ha sido bautizado, tiene oportunidad de huir y volver a su casa.

Algunos más han contado con la venia de la mujer del monte,


pues aseguran, que estando extraviados en el campo, ella les ha mos-
trado el camino para enseguida desaparecer. Se cree que la Madre
Monte observa el comportamiento de los hombres con la naturaleza y
así guía sus juicios.

Y a los cazadores, a los leñadores, y los castigadores de anim a-


les; el espíritu adquiere la figura de dicho animal maltratado y no des-
cansa hasta darle el castigo mismo que el hombre haya dado al animal.
Así han visto a la mujer con cabeza de chivo gritando improperios, o

55
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

con cabeza de vaca. A los leñadores que desafían su poderío con e l


corte de árboles, los acecha durante días y cuando ve el momento, se
lanza como la figura de un árbol pesado y sombrío que lanza risotadas
grotescas mientras vapulea al leñador. A los cazadores, y vaqueros
maltratadores, se dice, que aparece como espíritu de una vaca enorme
con mirada centelleante que embiste y muge con violencia, revolca n-
do a los vaqueros.

La Madre Monte, un espíritu de la naturaleza, cuya finalidad


parece salvaguardar el equilibrio natural cada vez más invadido por el
pueblo. Que no abandona a sus criaturas y semillas, seguirá atenta la
maldad humana con su entorno, hasta que el ser humano, acabe con
las zonas de campo y los pulmones de la naturaleza.

56
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Existe una vieja historia que recorrió durante años nuestro municipio.
Para situarnos en contexto, nos iremos poco más de cuarenta años
atrás. En aquellos tiempos el pueblo lucía simplemente distinto, la
población era menor así como las construcciones. Se miraban amplias
regiones de pastizales, algunas calles con diferente distribución a la
actual. “Mucho monte”, recuerdan los pobladores. El paisaje era
hermoso durante el día, pero con la caída de la noche, se convertían
en parajes solitarios, silenciosos, y con menuda oscuridad. Apenas
rotos por las risas y gritos esporádicos de parranderos que deambula-
ban por algún lado.

La presente historia se en-


cuentra en el recuerdo de varias
personas. Ocurría en el parque
central de San Martín; sí, ese
donde la iglesia vigila en una es-
quina, las tiendas de artesanías más
abajo, viejas casas que se preservan a tra-
vés del tiempo. La alcaldía, el laboratorio
y un salón de belleza al otro lado, junto a
la biblioteca flanquean el parque. Y es
preciso por esa calle sexta, que condu-
ce al parque y la biblioteca, donde
comienza esta leyenda.

Se dice que la tejedora, era


una mujer que se iba a casar
con un cuadrillero Cachacero;
pero el matrimonio era el mismo día de Cuadrillas. Entonces, el hom-

57
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

bre no acudió a casarse y esto desencadenó tal ira en la mujer que aún
después de muerta convertida en espanto busca quien pague la afrenta
que sufrió.

Se cuenta que entrada la noche, un espíritu proveniente del


bosque y naturaleza maligna, ascendía desde el río Camoa, provenien-
te del pozo de los Andes. Era un espíritu femenino que avanzaba sig i-
loso entre las sombras. A veces reptaba para andar a un paso acelera-
do. Después se desviaba un tanto y ocultaba entre arbustos, hus-
meando el ambiente y acechando. Ascendía un poco y después tom a-
ba el camino hacia el parque central. Siempre entre las sombras. D e-
jando a su paso un leve hedor y un frio descomunal.

Su caminar pareciera tortuoso, como si arrastrase los pies dolo-


ridos, como si cargara un pesado fardo. Reptaba de a poco hasta lle-
gar al parque, se dirigía hasta el algarrobo central y unas pocas veces
frente a lo que hoy en día es la biblioteca. Una vez ahí, se sentaba, con
la cabeza agachada y tejía y tejía, con hilo radiante que parecía no te r-
minarse. Sus cabellos plateados y largos caían por sus hombros cu-
briéndole el rostro, la piel pálida y seca, de apariencia rugosa y dete-
riorada, parecía estar salpicada por un rocío que centelleaba cuando la
luna se filtraba por el ramaje espeso del árbol grueso y alto. Mecía los
pies ligeramente mientras cantaba una melodía que resonaba y era
avivada por el viento, recubriendo ampliamente todo el parque. Atra-
yendo y encantando; y así permanecía, impasible, esperando.

Se dice, que los hombres al volver de los trabajos acudían al


Rincón Llanero para olvidar la fatiga y los pesares; después de estar
bebiendo, algunos cruzaban el parque como atraídos por un extraño
encanto. Curiosamente, la dichosa mujer no se apreciaba en la distan-
cia sino cuando el hombre estaba cerca al lugar en que se hallaba y
regularmente a hombres solos. Al mirarla, envalentonados por el tra-
go y sin temer su suerte, se acercaban alegremente; ya sean atraídos
por los cantos o la “enigmática” apariencia de la mujer. Hubo algunos
58
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

a los que la espectral aparición causaba espanto y corrían o andaban


apresurados por las calles contiguas, asustados sin acercársele. Sin
embargo, los más valientes o pasados de copas, no temían y se acer-
caban.

Cuanto más próximos, mayor atracción causaba la mujer. El


canto se oía más fuerte y claro, como un arrullo que parecía adorm ilar
al valiente. Este, sin embargo,
comenzaba a molestarle. Sus-
citando repentinamente, que
el extraño ser levantara el
rostro descarnado, una
dentadura de largos colmi-
llos que sonreía frenética-
mente o un rostro deforme
con sendos cuencos en lugar
de ojos envueltos en sangre,
en el mejor de los casos. El
hombre, al verla, caía de
bruces y salía a trompicones.
El espíritu entonces se erguía
y comenzaba a andar detrás
de él, a veces con la ayuda de
los brazos como una bestia
acechante. El valiente, embru-
tecido por el licor, caía y no
podía correr como desearía. El
ser seguía y seguía, chillando y
gimiendo guturalmente, sin descanso hasta que el susodicho
se le perdiera, o bien corriendo, o porque se escondiera en alguna vi-
vienda o su propia casa; jurando no volver a tomar, o no cruzar nue-
vamente a esas horas por el Parque Central.

59
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

En otras ocasiones, perseguía a las mujeres con niños, siguién-


dolas a rastras, y cuando volteaban a mirarla, veían un rostro mellado
sin ojos, mostrando los cuencos vacíos. Las personas salían corriendo,
pero la Tejedora los seguía a todas partes, y aguardaba hasta verlos salir;
sólo huían de ella si permanecían hasta el día siguiente, cuando el es-
panto ya se hubiese ido con el amanecer. Algunos lograron huir y
contar su historia. No hay evidencia si hubo alguno que no hubiese
podido escapar. Desaparecidos hay muchos en todos los tiempos,
quizá la Tejedora alguna vez logró atraparlos, quizá se los llevo a rastras
hasta el río. Dejando su Leyenda para las generaciones futuras.

Árbol de Algarrobo, Parque Central

60
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Estas entidades o seres espirituales, se les puede hallar en varias partes


de Latinoamérica. Y no es extraño, puesto que su asociación está lig a-
da a creencias religiosas del Catolicismo. La iglesia Católica concibe el
concepto del Cielo, el purgatorio como camino o peaje para ascender
o descender, y el infierno. De tal
forma que las Ánimas benditas,
como su nombre lo índica, son
almas que están buscando
ascender al cielo, y pueden
estar detenidas debido a
algún acto en vida o fal-
ta de purificación; por
lo cual, la creencia po-
pular coincide en que
si se les pide ayuda a
dichas ánimas, estas
acudirán a socorrerle
y apoyarle para que
así, los seres vivos
mediante oración,
rezos y velas, se les
pueda proporcionar
luz a sus almas y
puedan ascender
finalmente.

Pero pocos,
demasiados pocos,

61
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

entienden el concepto de la contra prestación de las Ánimas Benditas


y el seguro problema en que incurrirían si no cumplen lo prometido.
Y es que, bien es sabido, que pactos entre difuntos y vivos son de
respetar. San Martín no es la excepción, y tiene gran cantidad de d e-
votos a recibir favores de las ánimas ya que se les denomina: sum a-
mente milagrosas.

Son almas en pena que no alcanzaron la luz eterna, y que sin


embargo, no fueron lanzadas al infierno. Por tanto permanecen en
espera de obras buenas que les sean reconocidas y así permitan su
ascensión. El barrio Once de Noviembre, la vía al barrio Pedro Daza,
el Libertador, la Campiña y el actual parque de bomberos han sido
escenarios de avistamientos de las ánimas benditas del purgatorio.

Parque de Bomberos

En noches frías y pesadas, acompañadas por el último canto de


gallo de medianoche. Entre el abrumador silencio y la profunda o s-
curidad. En medio del silencio sepulcral y un viento tormentoso, es
posible percibirlas acercándose. Iniciando con un murmullo que pare-

62
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

ce anunciar malos presagios, pena y tristeza. Un murmullo apagado,


pero que parece inundar el ambiente, romper paredes y despertar el
sueño ligero. Un murmullo lleno de espanto.

Y el siseo crece paulatinamente, a veces arrastrado por el viento


corre con un vaivén. ¡Ay, cuanta tristeza! No se distinguen palabras,
sólo murmullos llenos de pesadumbre. Marchan en un grupo nume-
roso de sombras casi traslucidas, que avanzan como cubiertas por un
manto negro, no tocan el suelo, parecen flotar bajo una pesada nebli-
na que los arrastra. Con las cabezas bajas, no se les mira el rostro,
avanzan terriblemente lento. Y esos murmullos que parecen oraciones
bajas llenas de amargura. La piel se eriza con sólo verlas, el escalofrío
de la espalda y los deseos de no haber visto jamás tal cosa. Esas almas
peregrinan el mismo trayecto de quienes han pedido su socorro. Y
aquellas sombras avanzan en su procesión terrorífica y una de sus
manos avanza levantada y de su dedo índice se enciende una pequeña
llama. ¡Que fuego tan terrible! Que tristeza no hallar la luz por los ma-
los actos en vida.

Luego, y repentinamente, desaparecen. Sin dejar rastro, salvo el


recuerdo doloroso de quienes han podido observarlas. Una visión que
puede cambiar las vidas o desecharlas por completo; algunos creen
que si se les mira alguna vez, es indicio de que algún día serán parte
de la procesión o que podrían sufrir una muerte violenta. Y así lo
creen, y si nos regimos por la leyenda: si lo crees lo creas; seguramen-
te así ha de ser.

Algunos de los habitantes del municipio colocan altares ded i-


cados a ellas, lugares sombríos de ambiente pesado donde la gente
pide sus favores o milagros, a cambio de rezos diarios durante cierto
tiempo, lo mismo que veladoras para darles luz a dichas almas. Pero si
el favor ha sido concedido y la luz de la vela no se encendió o no h u-
bo oración, grave maldad será desatada y la persona azotada será por
la mensajera: el Ánima Sola.
63
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

El ánima sola, es una bella mujer que habitó en los tiempos de


Jesucristo, que pertenecía a las Mujeres Piadosas de Jerusalén, quienes
tenían la finalidad de asistir a quienes fueran crucificados. Estas muje-
res brindaban agua a los hombres condenados para aminorarles, en lo
posible, tan doloroso castigo. El Ánima Sola, como se mencionó,
pertenecía a este grupo, una mujer de hermosura desmedida, y noble
corazón. En el terrible viernes Santo, en que Jesús fue crucificado, esa
mujer cumplía su labor de Mujer Piadosa, ella subió al calvario aquella
tarde con un recipiente lleno de agua; y debido a la bien conocida pe r-
secución que había hacia los discípulos del Nazareno y seguidores por
parte de los judíos, ofreció únicamente agua a los ladrones crucifica-
dos a los costados de Jesucristo, más no al Hijo del Hombre. Y por
esta mal habida decisión, su alma fue condenada a vagar errante por el
mundo padeciendo de la sed y el calor del purgatorio hasta el Juicio
Final.

Algunos se encomiendan también a ella y le solicitan sus favo-


res, a cambio de rezos, agua y velas; pero si se incumple la promesa, o
se le retrasa la ofrenda, el Anima Sola se encargará de causar un terri-
ble escarmiento, pues al sentirse tomada del pelo, el ánima, desciende
y toca a la puerta de la persona que incumplió su promesa. Y presen-
tándose con la apariencia de una persona conocida, entra a la casa
para de una vez, volverse en una nube oscura que recorre toda la vi-
vienda como maldiciéndola, y en su ira, azota al incumplido arrojá n-
dolo de un lado al otro por su falta de seriedad, causando heridas; se
cree que ofreciendo disculpas y corriendo a encender las velas, el
Ánima Sola se da por bien servida y se aleja al instante, dejando sem-
brado el pánico en quien haya pedido sus favores y, a su vez, en im-
poner una penitencia aún mayor que la prometida inicialmente: en-
cender velas todos los días, hasta el día de su muerte.

64
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

La imagen del ánima sola, difundida ampliamente por los ima-


gineros de oraciones, esta conformada por una bella mujer con grille-
tes en las muñecas y llamas enormes rodeándola.

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Así pues, tanto las Ánimas Benditas del Purgatorio como su


mensajera el Ánima Sola, ofrecen ayuda, protección y hasta milagros a
los creyentes que se los piden. Sin embargo, es preciso y recomend a-
ble, cumplir con lo pactado al pie de la letra, o de lo contrario, el
Ánima Sola se encargará de recordárselo y aplazar la deuda etern a-
mente. Y si es posible, evitar el murmullo o mirarlas, evitarlo si no se
desea ser parte de dicha procesión al morir. Luz y paz eterna a las
ánimas del Purgatorio.

66
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

La siguiente leyenda forma parte de ese grupo de historias que son


compartidas en todo el llano. Tendiendo un origen y característ icas en
común, el origen de la Sayona se remonta a muchos años atrás. Con
las poblaciones menos extendidas, con largos campos verdes que lle-
naban con su fragancia dulce cada mañana.

La Sayona, era una mujer bella y delicada, de rostro hermoso y


larga cabellera. Una dama codiciada por los hombres, pero la cual ya
había entregado su corazón a uno
solo. De su relación había dado
fruto a un pequeño de pocos
meses de nacido. Era una
mujer dedicada a su esposo
e hijo, de finos modales
que solía vestir dichas sa-
yonas, vestidos largos de
mangas anchas.

La mujer era aco-


sada por muchos hom-
bres, pero a todos ponía en
su lugar; sin embargo se
dice que había uno que sin
ceder ante las negativas de
la mujer, solía acosarla y
envenenarle la mente con
historias acerca del marido,
buscando causar disgustos y
conseguir la separación de la pare-
ja. Si bien, la mujer, no creía en todo cuanto el hombre le contaba, la

67
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

semilla de las injurias por este inventadas, comenzaban a germinar


una afilada duda que lentamente le fue envenenando el corazón.

En una ocasión en que la mujer


había ido a lavar al río y después de
acabar sus labores, decidió tomar un
baño. El acosador, escondido, obser-
vaba mañosamente a la mujer desnu-
da en el río que al percatarse de la
presencia del tipejo, corrió a cubrirse
y hacerle el reclamo. El hombre al
verse acorralado, decidió tirar su úl-
tima carta, llena de ponzoña. Así
aquél hombre le dijo que él había vis-
to con sus propios ojos como su ma-
rido se metía con la madre de la jo-
ven, con quien mantenía una rela-
ción.

El corazón de la mujer se acele-


ró violentamente, junto con una pun-
zada violenta en la cabeza y un dolor
sordo en el estómago que le hizo per-
der consciencia de la realidad y salió
furiosa hacia su casa. Miró por las ven-
tanas a su marido recostado a un costa-
do de su hijo dormido. Y sin pensarlo ni
un segundo, corrió y prendió fuego a la
vivienda. Riendo por lo que hacía sin jui-
cio ni cordura y sin rastro de remordimiento. Entonces salió a toda
prisa hacia la casa de su madre.

El hombre que originó toda aquella tragedia reconociendo la


gravedad de su mentira, intentó frenar aquella ira insaciable pero fue
68
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

inútil, y al saber del incendio provocado salió huyendo sin dejar ra s-


tro.
La Sayona entró en la casa de su madre, la miró sentada y la en-
frentó, recriminándole por todo lo que sabía. La vieja sorprendida por
tales acusaciones quedó sorprendida en silencio. Al no recibir res-
puesta, se disparó nuevamente la locura en la violenta mujer y se le
fue a asestarle puñaladas en el vientre a su propia madre. La mujer
arrastrándose se abrió paso hacia el patio trasero, mientras recrimin a-
ba a su hija, diciendo que eso nunca había sucedido; pero era tal el
odio en la mirada de su hija que no escuchaba.

Cuentan que entonces y poco antes de morir, la madre maldijo


a su propia hija a no vivir en paz y a penar por toda la eternidad sin
descanso por haber cometido tal desgracia. La Sayona entonces fue
levantada en vilo y su rostro se desfiguró entre quejidos grotescos, se
le deformó el cuerpo y así pasó de su aspecto humano al espectral
como si el Hacedor escuchara la petición de la madre.

Entrada al Cementerio de San Martín.

69
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Así surgió y se propagó por todo el llano dicha historia y los


avistamientos de este ser comenzaron a relatarse por el pueblo. Varios
hombres aseguran haber sido presas de la hermosura de una bella mu-
jer que recorría el parque central durante la madrugada, a veces con
un aspecto angelical y doliente, envuelta en llanto entre los prados. Se
cuenta que si el hombre se acercaba, ella echaba a andar, sin dejar el
llanto amargo que viajaba entre el viento como un hechizo que embe-
lesaba. Algunos los llevó hasta el cementerio y al llegar a la entrada, si
el hombre le seguía con malas intenciones, se le echaba encima con
aspecto cadavérico y dientes afilados, azotándolos hasta dejarlos pri-
vados. Motivo por el cual pocos optan a contar su experiencia con
este ser.

A otros, los hacía andar hacia el Rincón Llanero, y de pronto se


perdía desapareciendo en las paredes del citado recinto. Causando un
espanto terrible entre los hombres que la vieron, saliendo huyendo a
toda prisa de aquel lugar. En algunos sitios más apartados al casco
urbano, relatan la aparición de la Sayona sobre las vías de las veredas,
con su largo vestido blanco ondeando, y su larga cabellera, mientras
se eleva hasta más de tres metros de altura y desciende hasta el suelo.
Siempre en busca de hombres infieles y acosadores de mujeres, para
hacerles ver su suerte entre azotes y el terrible espanto de su alarido
cuando los tiene enfrente; reventando vasos sanguíneos en los ojos y
oídos. Causando mayor dolor, según cuentan, de acuerdo al atrevi-
miento del hombre mientras aún permanece con su aspecto angelical.

70
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Otro perturbador relato nace en las calles del Barrio Libertador, y


no teniendo más de un año de sus últimos avistamientos. La le-
yenda trata de una fantasía de toda niña pequeña, de la existencia
de una muñeca de tamaño natural. Esta historia poco o nada tiene
de parecido con las historias deformadas del cine estadounidense,
esta muñeca tenía un aspecto maravilloso, que no permitía sospe-
cha de maldad alguna. De bello rostro y cabellos rojizos oscuros,
largas pestañas y labios rojos sonrientes. Vestía una blusa blanca
de botones antigua, una falda corta de cuadros color rojo y un par
de tacones.

La leyenda de la Muñeca de
las pesadillas surge cuando por las
noches parecía molestar a los
habitantes donde se encontraba.
Una de las niñas comenzó a
quejarse que llevaba múltiples
noches en que soñaba con di-
cha muñeca causándole pesa-
dillas y siendo presa de per-
secuciones por ella. Que al
quedarse sola, sentía una
mirada pesada proveniente
del juguete y que parecía
seguirle con la mirada.
Motivo por el cual, el
padre de la pequeña de-
cidió botarla a la calle y
se fuera en la basura.
71
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

Pero la historia no terminó ahí, pues la muñeca fue recogi-


da por una niña vecina de la propiedad, que encantada por el ta-
maño de la muñeca decidió llevársela a casa. Se le miraba a la niña
encantada con el nuevo juguete; bailando con ella y hablándole
como si de verdad tuviese una amiga. La llevaba de las manos y
paseaba por cada una de las habitaciones. El padre le preguntó de
dónde había sacado eso, a lo que la niña respondió, que la habían
dejado en la calle. No viendo ningún inconveniente, se contentó
con mirar la felicidad de su hija con su nuevo juguete.

Durante esa noche no hubo ningún incidente digno de


mencionar. Sin embargo, la dicha no fue duradera. La niña colocó
la muñeca en la tercera habitación, misma que servía como taller
de su padre, el hombre notó una extraña sensación mientras tra-
bajaba dando la espalda al juguete. La incomodidad fue tal, que
decidió observarla por un rato. Por su trabajo, pasaba constant e-
mente de su habitación a la puerta de la casa, y sentía algo pesado
o como si algo se moviera mientras pasaba. Esto provocó que
tomara la muñeca y la llevara a la habitación de su hija. Pero no
acabó allí, pues el mismo desespero continuó cada vez que pasa-
ba. Durante los días siguientes, el padre sentía escalofríos al tener
que pasar por la habitación, como si lo observasen, creando una
sensación de desasosiego. Sin embargo, la niña no mostraba seña-
les de algo anti-natural, por el contrario, se le miraba encantada
con el juguete.

Una noche, el hombre dormía a solas, pues su mujer había


salido de viaje. Los niños dormían en la habitación siguiente. Esa
noche fue incomoda, no conciliaba el sueño, sentía un calor pesa-
do y aire seco, cuando por fin quedó dormido, se despertaba a
menudo sorprendido por peleas de gatos en el tejado, y después
un sórdido silencio, como si todo quedase quieto. Ya entrada la
madrugada consiguió dormir hasta que algo lo despertó. El hom-
72
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

bre entreabrió los ojos al sentir una presencia a los pies de la ca-
ma, asomándose al toldillo con el rostro pegado a la tela. El hom-
bre levantó la cabeza un poco pensando que era su hija que se
había despertado con sed, buscó sus anteojos para mirar la hora.
“¿Qué pasó, hija?” preguntó el hombre restregándose los ojos, no
recibió respuesta. Se colocó las gafas y volvió a mirar sin enco n-
trar nada ahí. Se extrañó, había sido muy claro lo que había visto
ahí parado frente a sus pies. Se levantó, encendió la luz y revisó la
habitación sin hallar nada.

El hombre corrió entonces a la habitación donde dormían


los niños. Miró la cama del niño, dormido. Se dirigió a la cama de
la hija y la encontró dormida profundamente, con el toldillo pren-
sado. ¿Si no había sido ella, a quién había visto a los pies de su
cama mirándole? Y a un costado, la dichosa muñeca; un frió le
recorrió la columna vertebral e intentó no mirarla directamente.
Por un momento pensó en tomarla y echarla a la calle, algo en su
interior le decía que ese diabólico juguete algo tenía que ver con
lo que le había sucedido. Pero no lo hizo, prefirió esperar a que
amaneciera y tomar una decisión al respecto. De sobra esta men-
cionar, que no durmió nada hasta el amanecer.

Por la mañana, le pidió a la niña que llevara la muñeca


donde la había encontrado, no deseó darle mayor explicación para
evitar algún susto mayor. El creía que el juguete no había hecho
nada contra su hija debido al trato que ella le daba. La niña a re-
gañadientes la llevó antes de irse a la escuela y le depósito a un
costado de un árbol donde la encontró, ahí la dejó parada y no
supo más de ella.

La historia continuó cuando otra vecina del barrio tomó la


muñeca, la vistió, la peinó y constantemente le hablaba. La llevó
hasta la cocina, donde permaneció por largo tiempo. Hasta que
algunos de sus hijos le recriminaban de tener esa muñeca en la
73
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

cocina, que sentían como si los contemplara cuando entraban en


el recinto. Ella para evitar el problema decidió girarla hacia la pa-
red y así no la vieran. Pero los problemas y molestias parecieron
continuar, la señora pareció tomar conciencia de algo malo que
había con esa muñeca y tomó una decisión más drástica. Por la
mañana, desarmó la muñeca, la metió en una bolsa y la tiró a la
basura. Ese fue el fin de dicha leyenda; pero la pregunta ahora
sería: ¿cuántas muñecas más como esta hay allí afuera en la habi-
tación de alguna niña, o de su propia hija? ¿Quién encontró esa
muñeca y en dónde está ahora causando espanto?

74
MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Durante un largo período de tiempo, los habitantes pudieron co n-


templar con espanto la extraña aparición de esferas rojas como una
luna creciente, o similares a bolas de fuego que van y vienen da ndo
tumbos entre el monte. La leyenda sobre dichas bolas de fuego ha
tenido diversas interpretaciones sobre su origen y procedencia. Evi-
dentemente su aparición se da en los llanos, y al igual que otras hist o-
rias se extiende desde territorio Venezolano hasta Arauca y Vichada,
en Colombia, pero en San Martín también encontró morada. Sobre el
origen de dicho fenómeno también hay múltiples orígenes muy distin-
tos el uno del otro.

Para algunos la Bola de Fuego es el alma de una abuela que te-


niendo a su cuidado a sus dos nietos, les permitía cometer toda serie
de improperios y rebeldías, incluso permitiéndoles el maltrato físico
75
GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

hacia su persona. Creando nietos groseros y altaneros. Los niños la


insultaban, escupían y mal trataban a la pobre anciana; y sin embargo,
la mujer justificaba las actitudes de sus nietos como algo normal a esa
edad. Llego a tanto el abuso de los menores que provocaron la muer-
te de la mujer. Dios al ver el error que había cometido la envío a p e-
nar por sus errores cometidos, haciéndole que se encargara de ser
ejemplo y castigar a los hombres que maltratan a las mujeres y a niños
desobedientes. Volviéndose así en la Bola de Fuego que recorre los
llanos y el monte seguida algunas veces por dos esferas de menor t a-
maño que la acompañan como representación de sus dos nietos para
recordarle su falta.

La segunda de las historias está orientada a las costumbres t o-


talmente llaneras, y cuenta la historia de una mujer de singular belleza,
la cual tenía dos hijos pequeños. Esta mujer resultó ser sumamente
celosa, y una vez que el marido pretendía asistir a una fiesta sin su
compañía, la mujer enloqueció imaginando toda serie de cosas que su
hombre haría con otras mujeres. Envuelta en ira, y mirándose impo-
tente de retenerlo, corre y toma un machete con el cual asesta un go l-
pe secó sobre el llanero arrojándolo al suelo. Al ver a su marido muer-
to, apura a sus hijos para que con su ayuda oculten toda evidencia del
crimen cometido. Pasado un tiempo, y cuando los hombres miran a
la bella mujer sola, comienzan a llegarle pretendientes y vagos con
malas intenciones, pero la mujer se encarga de mantenerlos a raya.
Cuando los hijos crecen, la historia toma un rumbo turbio y pertur-
bador; pues dicen los llaneros que la mujer viendo la galantería que
adopta el hijo mayor, se ve en vuelta en bajas pasiones y comet e in-
cesto, y no bastando con eso, pretende hacer lo mismo con el hijo
menor, pero este no permite las manías de la madre y la rechaza. Vol-
viendo a encender esa ira en la mujer, matándolo como hizo con el
padre del muchacho.

Cuando la mujer muere, asciende al cielo y no le es permitida


su entrada debido al pecado en su vida por el incesto y el asesinato de
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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

su marido e hijo, es condenada a vagar en forma de un espíritu sin


descanso. Y así nace la Bola de Fuego, el alma de esa mujer que reco-
rre los caseríos y fincas, azotando el llano, llenando de espanto a los
potros y las vacas que corren despavoridas por tal horror, o el aullido
cobarde y lastimero de los perros que arrastran malos presagios.

Pero la Bola de Fuego tiene otra concepción distinta y aceptada


por otro grupo de habitantes: brujas. Se cree que las Bolas de Fuego
no son más que las brujas que rondan los poblados y la llanura cua n-
do perciben el nacimiento de una criatura. Se dice que cuando se mira
una Bola de Fuego caer en el monte, presagia muerte y dolor en la
zona donde ha caído. La gente huye de espanto ante el mal augurio.
Durante la noche de la caída, el aullido doloroso de los perros hiela la
sangre y anuncia que algo malo esta por ocurrir, el viento frío y el p e-
sado miedo que azota al lugar, llena de espanto a sus pobladores.
Cuando pasa la Bola suelen oírse risotadas secas y grotescas, y otros
aseguran haber visto una mujer de bella hermosura envuelta en el
fuego que no quema los campos ni los árboles y que recorre la sabana
dando brincos.

La bruja ronda la casa donde hay un recién nacido, pues pre-


tende robarlo para comérselo, y dependerá de la astucia y fortaleza de
los padres en defender valientemente a su hijo, pues la mala mujer es
capaz de privar con sólo tocar, sus afiladas uñas desg arran la piel y
lacera a quien se interpone. Los rezos ya no causan ninguna clase de
protección contra las brujas, al contrario, creen que esto suele atraer-
las más; y otro grupo asegura, que gritando improperios es que se lo-
gra ahuyentarla definitivamente. Algunos más protegen con cal o sal
regada en el piso marcando círculos de protección que mantienen a
raya a estas mujeres. Sin embargo, ahuyentarlas no es nada sencillo y a
veces suelen pasar días hasta conseguir su objetivo. Estas mujeres se-
ducen a los jóvenes puros y lanzan sobre ellos determinado hechizo
que les permite manipularlo para ayudar en sus fechorías.

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Durante años, estas Bolas de fuego han recorrido este munici-


pio, anteriormente sobre el poblado mismo se les podía mirar. Hoy en
día prefieren las zonas más apartadas como fincas y caseríos. Incluso,
en la vía al antiguo matadero, familias aseguran haberlas visto brincar
por la sabana, llenando de magia y un tétrico espanto a los habitantes
que las miran.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

En México mucho se ha dicho sobre curanderos o hechiceros, que


mediante una preparación o iniciación indígena adquieren habilidades
paranormales para cambiar su forma física por la de animales. Alg u-
nas personas, creen en la existencia de pactos con el maligno para ad-
quirir dichas habilidades. A estos personajes se les ha llamado Nahua-
les que en lengua indígena significa “lo que es mi vestidura o piel”. Y
son relativamente comunes entre distintos poblados de dicho país.

Se cree que durante aquellos trueques que solían hacer los an-
tepasados, permitieron intercambiar dicha habilidad con habitantes de
la región. Y así fue como hace mucho tiempo en San Martín se in s-
tauró un brujo o hechicero indígena en la entrada al pueblo, lo que
hoy se conoce como el barrio Once de Noviembre y que con su habi-
lidad de Nahual, atemorizó durante mucho tiempo a los pobladores
del lugar.

El viejo hombre durante el


día recorría el pueblo apoyado en
una vieja vara, deteniéndose cons-
tantemente en las esquinas. Se
pasaba largo rato observando las
viviendas y a las mujeres jóve-
nes, rara vez se acercaba más
de eso, mucho menos para
entablar comunicación ya
que por su aspecto desasea-
do y olor nauseabundo la
gente solía rehuirle.

Tenía unos cuantos

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GALE Libro de Cortesía a Viviana Forero

conocidos que gustaban de escucharlo y atenderlo con un vaso de


agua. El anciano, con claridad de pensamiento, relataba sus fechorías
pero quienes lo escuchaban sentían pena por el viejo al considerar que
estaba loco. Su vivienda era una casona vieja y derruida, con paredes
deslavadas y sucias de ladrillos partidos.

Cuando la tarde comenzaba a caer, aquél hombre se alistaba y


elegía la piel que usaría esa noche; dependiendo de la fechoría que
cometería. Se colocaba la piel del animal sobre la cabeza como si fue-
se un disfraz, acudía a sus hechizos para lograr su transformación mu-
sitando casi para sus adentros. Y al momento su cuerpo se desfigura-
ba e iba tomando la forma del animal que usaría.

Algunas noches encontraba especial fascinación en cubrir su


pesado cuerpo con las plumas de lechuza y así sobrevolar el pueblo y
llenar de espanto a los habitantes con el ulular de la muerte; pues, bien
es sabida, esa creencia de que “cuando la lechuza canta, el indio mue-
re”, generalizada en Latinoamérica. Así, los habitantes que visitaba, a
menudo en respuesta a sus insultos durante el día, se llenaban de es-
panto y hacían cualquier cosa para alejar el ave. Pero no lo conseguían
y el viejo se ensañaba, con mirada torva parecía atravesar a las perso-
nas, como si los eligiera para morir. Y es posible que algunos murie-
sen sólo del puro miedo en sus creencias populares.

Otro de sus disfraces preferidos consistía en un feroz y aterra-


dor perro negro que arrastraba cadenas roídas. Una vez lanzado su
hechizo, el anciano salía y entraba por patios traseros de las viviendas,
azotando el pavor con su presencia, con la mirada torva del animal de
gran tamaño y pelaje erizado, arrojando espuma por el hocico y de
ojos llameantes. Avanzaba lento por las viviendas, arrastrando las ca-
denas para que todos lo oyesen. Apenas era visto, las familias sabían
que era mal augurio, y corrían a refugiarse en las habitaciones hasta
que desaparecía.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

En otras ocasiones, durante la madrugada y bien entrada la


mañana, gustaba de adquirir forma de mico pequeño de pelaje rojizo
y aspecto singular. Entonces trepaba por los techos de las casonas
con presteza, entraba por ventanas y solía robar alimentos o alguna
cosa que necesitara; otras veces,
satisfaciendo su mente retorcida,
se mantenía sentado en ramas
de árboles observando a las
jóvenes y mujeres acudir al
río a bañarse, malicioso. En-
vuelto en su aparente ternu-
ra brincaba y golpeaba los
troncos de gusto, mientras
que las mujeres les parecía
un encanto la criatura que
las contemplaba desnudas.

Y esta maña, justa-


mente, fue la causante de su
infortunio. En ocasiones
realizó la tarea de mirar lleno
de morbo a mujeres durante el
baño, yendo hasta las casas y
contemplar desde lo alto de ra-
mas o tejados. En una de esas
ocasiones, un grupo de niños
observando que el mico cons-
tantemente acudía a su casa y
dándose cuenta de lo que hacía, decidieron darle caza con cauchos y
piedras. Y mientras el viejo-mico permanecía entretenido de mirón,
comenzó a recibir una lluvia de piedras que lo tomó por sorpresa. Al-
canzó a huir de la primera embestida con mucha habilidad; pero reci-
bió un golpe seco en la cabeza que lo hizo perder equilibrio y otro
más en la pata que no le permitió quedar prensado a una rama, cayen-
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do de bruces hasta el suelo con una pata partida. El viejo-mico se le-


vantó pesadamente arrastrando la pata partida y trepó ante la furiosa
acometida de los niños. Logró escapar y llegar hasta su morada. Allí
intentó curar sus heridas con matas, luego de volver a su apariencia
real. Tenía todo el rostro golpeado con moretones y la pierna rota.
Necesitaba acudir y recibir algo de atención médica.

Salió al pueblo apoyándose con fuerza en la vieja vara pero se


partió al poco tiempo de avanzar. Entonces apareció un hombre se-
guido de varios niños quienes lo señalaban y acusaban de ser el brujo
que robaba la casa y miraba a las mujeres bañarse. El hombre levantó
la peinilla y comenzó a andar rápidamente. El viejo como pudo se
arrastró a toda prisa dolorido al interior de la vieja vivienda. Sólo e s-
cuchó los gritos en el exterior amenazándolo de darle muerte si no se
largaba de una vez por todas. De sobra está decir, que el viejo no vol-
vió a ser visto en la región.

Sin embargo, su historia aún resuena, cuando miran a los micos


en el caño observar desde lo alto maliciosamente o robando frutos de
los palos de mangos y bananos; o cuando las lechuzas visitan los ar-
boles de las viviendas y ululan, llenando de espanto a sus moradores.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

La presente historia tiene más de cien años que se cuenta ocurrió en


San Martín. Fue contada de generación en generación, pero al día de
hoy está perdida o desconocida por muchos.

Se dice que en aquellos años el pueblo se encontraba sometido


por una maldición terrible, que pretendía inundar este municipio, aca-
bar con su población y sin dejar rastro de sus habitantes.

Durante días se avistaba en el cielo un gran nubarrón cenizo,


lleno de relámpagos que avanzaba pesadamente por el cielo. Enso m-
brecía todo a su paso sin desaparecer ni perder su forma. Una oscura-
na gigante que se anunciaba caería en el pueblo para liquidarlo y desa-
parecer.

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Estos malos presagios llenaron de espanto a los habitantes,


quienes corrieron hasta el párroco que en ese momento permanecía
de encargo en el pueblo. Los escuchó y se puso al tanto de la situa-
ción. El religioso también miró con espanto aquello que amenazaba
con caer y devastar. Entonces, se cree que el sacerdote hizo un jura-
mento del cual nadie sabe nada, con el que ayudó a que dicho mal no
cayera y siguiera de frente sin dañar a los san martineros.

Así, dicho mal e inundación cayó cerca al Iraca, según recuer-


dan. Formando un largo pozo llamado Palmar, que nunca se seca, que
nadie se atreve a habitarlo y ni siquiera a pasar por ahí; pues aseguran
que apenas acercarse a ese territorio, el suelo comienza a vibrar y a l-
borotar las aguas. Que la bestia que habita, cayó y no permite que
nadie se acerque. Que fue cosa del Demonio.

Esta historia en particular, se relaciona con otros vagos recuer-


dos de historias, donde se habla de la maldición del pueblo de San
Martín, la cual establece que esta tierra no será próspera durante mu-
cho tiempo. O la del puente de oro que, se dice, está oculto bajo el
centro del pueblo, protegido por el alma de los brujos indígenas que
ahí fueron asesinados y sepultados para protegerlo y no ser descubier-
to.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Los duendes son seres que han existido durante mucho tiempo en el
Folclor de distintas regiones a través del mundo, seres element ales
que regularmente permanecen en lugares boscosos alejados de las po-
blaciones humanas; sin embargo, muchos motivos pueden atraerlos y
atarlos a viejas casonas, árboles o incluso a perseguir y acosar a muje-
res.

Por los rumbos de la calle diecisiete, en el barrio Once de No-


viembre, existió una historia sobre uno de estos pequeños seres ele-
mentales que desató la maldad por un buen tiempo.

Una familia llegó a habitar una vivienda, regocijados con la es-


peranza de un nuevo comienzo en un lugar distinto. Todo marchaba
bien hasta que comenzaron a experimentar fenómenos inquietantes
que perturbaron su calma.
Todas las noches, varios de los integrantes de la familia, nota-
ban con desasosiego el llanto fuerte y claro de una mujer, que parecía
provenir de la calle, un llanto desesperado y corto que no cesaba;
siempre en el mismo lugar y a la misma hora. Que iniciaba con el cru-
ce de la calle y parecía avanzar hasta el frente de la casa habitada. Se
asomaban a escondidas por las ventanas intentando ver quién lloraba
o el posible motivo sin poder ver nada. La situación y el sonido co-
menzaron a causar fastidio en los moradores, ¿pero con quién podían
quejarse si no sabían quién lloraba?

Intentaron por todos los medios ignorar aquel llanto fastidioso


consiguiéndolo a medias, o ignorándolo lo más posible. Posterior-
mente, sucedieron incidentes que consiguieron agravar la situación e
incertidumbre en esa casa. La señora de la familia, recuerda que algu-
na vez mientras se iba a la cama a dormir, y aún estando despierta y
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consciente, sintió como algo le caía encima, sintiendo el cuerpo pesa-


do y rígido sin poder moverse, un frío que subía por las piernas y cu-
bría rápidamente su cuerpo. En su desespero, la mujer intentaba ra-
zonar sobre lo que ocurría, sabía que la puerta de su habitación estaba
cerrada, que su marido no estaba en casa, que los demás dormían, lo
que disparó su espanto con rapidez. De pronto escuchó una voz seca:
“No grites”; pero en su desesperación y presa del miedo, el cuerpo no
suele responder como uno quisiera, y aún cuando ella pretendía gritar,
de su boca no salía palabra alguna sino ruidos de desesperación como
jalando aire con dificultad.

En ese momento,
lo único que pasó por
su mente fue pensar
“Cristo”, al instante,
aquello que estaba
encima de ella desa-
pareció junto con
el frío y la desespe-
ración. En segui-
da, entraron en la
habitación sus
familiares para
saber que era lo
que ocurría, a lo
que la mujer en
su espanto trató
de explicar.

Posterior-
mente, la casona te-
nía en la parte trasera
un patio amplio, donde había una piedra grande y plana. Comenzó a
suceder, que ya entrada la noche, se oía sonar una flauta, claro y fuer-
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te, con una melodía repetitiva y tétrica. Los habitantes ya cansados de


tantos incidentes, no sabían darle explicación a toda esta serie de
situaciones.

La melodía so-
naba, una y otra vez,
sin descanso, todas las
noches. Hasta que en
su desespero intenta-
ron averiguar qué era
lo que había en esa
casa y qué estaba
provocando proble-
mas a sus habitantes.
Y un hombre viejo,
les dijo que eso era un
Duende Encantador,
cuyo cometido era
separar parejas. Y para
bien, o para mal, di-
cho ser elemental con-
siguió su cometido en
aquella ocasión, pues con sus
artimañas logró separar ese ho-
gar, mediante riñas y alegatos sin
sentido que fueron fisurando la
relación de la pareja. La familia ya
separada pronto decidieron dejar esa
casona y hacerla parte de su olvido.

A menudo, estos seres elementales de


naturaleza perturbadora, suelen disfrutar cau-
sando espanto a los seres humanos. Sin embar-
go, hay personas de mal corazón que suelen hacer pactos con ellos
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para destrozar hogares, causar accidentes, o dejar en ruinas a familias


enteras, o evitar que prosperen negocios producto de la envidia. Sin
meditar un poco en aquello que das, recibes; y que en un día no muy
lejano, todo ese mal que se les desea a otros les será devuelto mult i-
plicado.

En otras ocasiones, personas inexpertas o ignorantes, sienten


atracción en jugar la Ouija, creyendo que es un juego inocente que no
causa ningún mal; sin saber que muchas veces estos juegos, abren por-
tales dimensionales, a través de los cuales diversas entidades pueden
entrar y salir a placer, provocando esta clase de fenómenos. Y que no
desaparecen al partir las personas de la vivienda, sino que permanecen
allí, como un legado a nuevos residentes que lleguen a habitarla y a
padecer toda serie de infortunios como pasó a esta familia que salió
tristemente separada.

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MITOS Y LEYENDAS DE SAN MARTIN

Si bien, no todas las leyendas están basadas en la aparición o persecu-


ción de espantos, esta peculiar historia me resultó ser la precisa para el
cierre del libro. Esta manifestación ha ocurrido a varias personas de
distintos puntos del Municipio; que por uno u otro motivo acudieron
a la Iglesia del barrio Once de Noviembre. Allí, experimentaron un
encuentro que nunca podrán olvidar.

Corría el año dos mil


once en la relativa tranquilidad
de San Martín, aquella tarde la
familia se alistaba porque se
conmemoraba el aniversario
luctuoso de un familiar. Para
lo cual, habían programado
una ceremonia en la Templo
del citado barrio. Aquella tar-
de tenía algo de particular, du-
rante el día había corrido un
viento fuerte y relativamente
frío, fresco. Que terminó por
acentuarse con la entrada del
atardecer.

Uno a uno, los familia-


res del difunto se congregaban
para dicho evento religioso, al
igual que los feligreses habi-
tuales a la misa. En ese
ces la remodelación de la Igle-

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sia no se encontraba en el estado actual, y el lugar parecía un poco


más pequeño y un tanto sombrío por la baja iluminación.

Fue entonces que uno de los participantes a la misa, llegando


con su familia con anticipación, esperaron al inicio de la Euca ristía.
Permanecían sentados, en ese preciso momento el hombre sintió el
inmenso deseo de cerrar los ojos. Una profunda calma y frescura re-
corrió en ese instante el recinto. Estaba consciente, oía con claridad
las voces a sus costados, el movimiento leve de las bancas al arrastrar-
se. Los murmullos y llantos o jugueteos de niños.

A continuación, fue como si esa leve oscuridad de mantener


los párpados cerrados se fuera disipando pesadamente, muy despacio.
Le pareció ver una neblina espesa que parecía poder tocar, pronto se
volvió similar a nubes suaves y blancas. El hombre no entendía lo que
estaba pasando, pero no sentía temor, era como si desease continuar
con aquella visión.

De pronto, y ante su asombro, el grupo de nubes se abrieron


lentamente hacia los costados. Muy despacio. Detrás, parecía resplan-
decer algo como un sol que no quemaba, luminoso. Y allí apareció.
De espaldas, miró una figura de gran estatura, con vestiduras blancas
y un manto rojos sobre los hombros, de cabellos largos y acaramela-
dos. El color rojo era vibrante y poderoso, nada parecido a algún otro
tono que hubiese visto antes. Lentamente, la figura comenzó a girar,
el hombre miraba la silueta con desconcierto, asombrado.

Así, la aparición quedó frente a su mirada, extendió los brazos


como si esperase recibir un abrazo. El feligrés, no sabía qué pensar,
intentó mirar el rostro del Hombre que tenía frente a sus ojos, cerra-
dos, pero sólo consiguió ver una sonrisa amplia, blanca y perfecta,
que se asomaba entre una barba larga y espesa. El resplandor que ha-
bía detrás de él era aun más brillante, y parecía iluminar el rostro y no
permitir mostrarse totalmente. Entonces buscó las manos y miró
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marcas profundas en las muñecas. Allí sintió un frío que le recorrió el


cuerpo, pero no un frío de miedo, sino un puñado de energía que lo
hubiera envuelto.

Entonces, la figura que tenía al frente anunció con voz clara y


profunda: “Vienen tiempos difíciles, deberás ser fuerte”. Y en un ins-
tante, todo se volvió oscuridad y el hombre abrió los ojos al inst ante,
como arrebatado de aquel mágico trance. En ese momento, el párro-
co salió e inició el evento religioso.

Avanzada la misa, y mientras las personas acudían a comulgar,


el hombre bajó el rostro mirando hacia el piso pensando en lo aco n-
tecido. De reojo miraba el paso de las personas andando a sus lugares.
Algo llamó su atención, un siseo, y una voz que anunció: “Espera lo
que hay que ver”. Giró un tanto el rostro y miró una larga túnica con
pies de hombre en sandalias pasar a su costado. Sorprendido, leva ntó
la vista inmediatamente, un segundo después; pero no miró a nadie
con esa vestimenta. Intentó buscar entre los asistentes ya sentados,
pero recibió miradas de desaprobación y volvió a su lugar confund i-
do. En voz baja, le preguntó a su mujer si había oído la voz y mensa-
je, pero ella negó rotundamente. Repitió la frase una y otra vez, son a-
ba clara en su cabeza, pero era más un tono triste y sombrío.

A continuación, un evento extraño por su naturaleza, atemori-


zó a los asistentes. En el extremo opuesto arrancó el alegato de una
mujer, cada vez más fuerte y sin sentido. Al principio fue ignorado, y
la frase se repetía en la cabeza del hombre. Repentinamente, la mujer
levantó más la voz y alguien aludió a una endemoniada, poseída. Algu-
nos asistentes comenzaron a abandonar entre el miedo a lo que suce-
día. Y entendió lo sombrío en la frase que escuchó, la tristeza. Poco
después la mujer fue calmada y se dio por terminado el capítulo. El
amor y la Fe en el Hijo del Hombre, se había vuelto en miedo e in-
dignación en los presentes, en un instante.

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Al salir, el hombre le contó con lujo de detalles a su esposa. Pe-


ro la historia de por si ya era increíble. Y prefirió guardar tal recuerdo
para sus adentros. A los días siguientes, sufrió un terrible golpe en
una de las piernas que lo llevó a una cirugía, etapa que lo arrastró a
una temporada sombría y de redescubrimiento. Así, confirmó que su
visión de aquella noche no fue su imaginación; sino que tuvo ante sus
ojos, al Rabí de Galilea.

Es preciso señalar, la persona que experimentó este aconteci-


miento, no es religiosa, ni pertenece a ningún grupo o congregación;
pero sí considerado por él mismo, como espiritual. Que acudió aque-
lla tarde para acompañar a su esposa y familiares. Eventos e historias
similares me han sido relatadas, pero con lujo de detalles como esta,
ninguna. La presencia de Jesús, el Nazareno, en la Iglesia del barrio
Once de Noviembre. Lo que me deja claro que San Martín, no está ni
solo ni desamparado por los Seres de Luz.

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Para Comunicarse con el autor:


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