Act. N°4 - 15 - 05 - Sem. Taller Educ - Cult. y Subj
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La pedagogía tradicional
comienza a gestarse en el siglo XVII con
las escuelas públicas en Europa y
América Latina, con el éxito de las
revoluciones buscadas en la doctrina
política y social del liberalismo. En esta
etapa se concede a la escuela el valor de
ser la institución social para todas las
capas sociales, para la construcción de
la nación y reconocimiento moral y
social. El objetivo es formar personas
capaces de obedecer y adquirir
habilidades fundamentales para la vida
disciplinaria de la época: para poder
trabajar en la fábrica, en la escuela, en el
cuartel; cumpliendo horarios,
escribiendo, utilizando herramientas,
siguiendo ordenes en un orden
automatizado de producción. La escuela
tradicional, en este sentido, uniformiza,
es decir, establece estándares de
normalidad de la conducta, que atraviesa
a los cuerpos, la vestimenta, los discursos, las acciones, el deseo mismo.
En esta escuela tradicional, el maestro es el centro del proceso de enseñanza, transmisor de
información y sujeto del proceso de enseñanza, piensa y transmite los conocimientos con poco margen para
que el alumno elabore y trabaje mentalmente. Exige memorización, que narre y exponga.
En la actualidad, instituciones escolares, basadas en estos principios ofrecen resistencias a los
cambios. El contenido de la enseñanza es llamada enciclopedista e intelectualista. Los temas son aislados,
sin relacionarse con las experiencias del alumno. El estudiante desarrolla un pensamiento empírico con
carácter clasificador y se orienta por las cualidades externas del objeto y sus propiedades aisladas. Se dan
a los alumnos métodos y procedimientos de trabajo particulares con el objeto del conocimiento. La educación
del aprendizaje va dirigida al resultado, sin análisis y razonamiento. El profesor es expositivo, ofrece una
cantidad de información para ser memorizada por el alumno. La exposición y el análisis del profesor parte
de: informar el tema al alumno, motivarlo, exponer el tema, ejercitación (repetición y memorización), se
generaliza el contenido. La relación del alumno- profesor se basa en el predominio del profesor autoritario y
el alumno es pasivo.
El pensamiento de Paulo Freire, al igual que el de los más grandes entre sus contemporáneos, surge
de un compromiso filosófico con los excluidos o marginados, los analfabetos, los que no tienen la palabra.
En el pensamiento freiriano encontramos no sólo una innovadora filosofía de la educación, sino también un
brillante análisis de la naturaleza humana y de la democracia. En la radicalidad y alcance de sus propuestas,
el pensamiento de Freire sólo es comparable al de John Dewey. Ambos coinciden en su intento de redefinir
y articular una sociedad humanizante, defendiendo la educación como la progresiva humanización del
individuo a través de la actualización de su libertad. Para ambos el ser humano no existe fuera de la
sociedad, y no hay sociedad sin educación.
El pensamiento freiriano gravita alrededor de una constelación de preocupaciones fundamentales
que aún hoy, ya casi medio siglo después de su formulación, siguen manteniendo su vigencia y su fuerza.
En el centro de su pensamiento encontramos una imagen del ser humano como criatura de la temporalidad.
«El hombre, cualquiera que sea su estado, es un ser abierto» (Freire, 1969, 53). El ser humano existe, es
decir, es temporal y se temporaliza. Y esta temporalización es su libertad. Usando la terminología
desarrollada por Hannah Arendt, podemos decir que el ser humano, como ser temporalizado y
temporalizante, siempre inaugura inicios, abre nuevos proyectos. De hecho, como ser que «se hace
temporal», el individuo no deja nunca de ser un proyecto. Su temporalidad se manifiesta tanto como futuridad
como historicidad. El ser humano tiene un pasado, un presente y un futuro. Estas tres dimensiones
condicionan su existencia porque han de ser asumidas, ya sea aceptándolas o rechazándolas. Según Freire,
la temporalidad que define al ser humano es lo que convierte a la educación en un factor determinante para
el mismo. Sin ella, no podemos relacionarnos con nuestra temporalidad, nuestros proyectos y nuestra propia
libertad. En contraste con los animales, que se adaptan o ajustan a su mundo, los seres humanos se integran
en él, apropiándose de su mundo temporal. Tal y como el mismo afirma: «[...] mientras que el animal es
esencialmente un ser acomodado y ajustado, el hombre es un ser integrado» (ibid., 32). Mientras que los
animales son domesticados en un proceso de adaptación y ajustamiento, el ser humano es educado a través
de una continua transformación y apropiación. Si el individuo se encuentra en un mundo que no respeta la
libertad que le caracteriza como ser humano, ese contexto deshumanizante ha de ser transformado. La
educación produce y transmite un mundo temporal (es decir, histórico e historizado) y a la vez es el proceso
a través del cual el hombre se integra en ese mundo con y en toda la plenitud de su apertura existencial. La
vocación del ser humano es «ser más». Es decir, existir, y no simplemente ser.
La pedagogía del opresor es aquella que se empeña en legitimar, estabilizar y preservar un orden
de jerarquía y privilegio que reduce a la mayor parte de los individuos a la condición de meros objetos.
Incluso los pocos que mantienen su estatus de sujetos acaban negando su propia humanidad, como
resultado de su negativa a aceptar la humanidad de la mayoría oprimida. Por consiguiente, la educación
puede ser tanto una herramienta de opresión como de liberación. Mientras que la primera niega la
humanidad de la mayoría, la segunda afirma y reivindica la humanidad de todos. Para Freire lo que distingue
la pedagogía de liberación de la de dominación es que la primera se centra en aumentar la capacidad de
actuar del oprimido, mientras que la segunda se empeña en hacer de los otros seres domesticados, meros
objetos de manejo y control.
Lo que caracteriza a la pedagogía de la opresión es su visión del educando como repositorio o
contenedor pasivo. Freire califica este modo de entender la educación como «concepción bancaria». Esta
concepción presupone la imagen de un sujeto y un objeto claramente diferenciados que se encuentran en
una relación profundamente asimétrica y jerárquica. La visión bancaria de la educación opera desde una
serie de dicotomías polarizantes y delimitadoras y termina elevándolas al nivel de verdades ontológicas y
mitos metafísicos. La forma extremadamente clara y precisa en la que Freire vislumbra estas contradicciones
no-dialécticas justifica citarlo en extenso:
ACTIVIDIDADES:
1. Visualiza la ilustración realizada por F. Tonucci, lee el apartado en el que se encuentra. ¿Qué
vinculación encuentras entre el texto y la imagen? ¿Crees que ese tipo de educación sigue existiendo
en la escuela, en la actualidad?
2. ¿Por qué Freire hace una crítica a la educación tradicional? ¿Cuáles son las características de dicho
tipo de educación y cuál es la propuesta superadora del pedagogo brasileño?
3. En grupo de hasta 4 personas, elige una de las dos siguientes citas de Freire, y realiza una
representación o una interpretación: puede ser un diálogo ficticio entre personas, una persona que
“oprimida”, otra que se “libera”, puede ser un dibujo, una historieta, etc.
a. Las sociedades sin diálogo conducen a la cultura del silencio. A ellas “se les niega el diálogo-
comunicación y en su lugar se le ofrecen comunicados. Estas sociedades se hacen
preponderantemente ‘mudas’. El mutismo no es propiamente inexistencia de respuesta. Es una
respuesta a la que le falta un tenor marcadamente crítico”.
b. “Los oprimidos, que introyectando la «sombra» de los opresores siguen sus pautas temen a la
libertad en la medida en que ésta, implicando la expulsión de la «sombra», exigiría de ellos que
«llenaran» el «vacío» dejado por la expulsión, con «contenido» diferente: el de su autonomía”