Act. N°4 - 15 - 05 - Sem. Taller Educ - Cult. y Subj

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 3

Seminario “Educación, Culturas y Subjetividades” Curso: 3° 1° TT --- 2024

Profesores: Varela, Laura; Vidal, Franco

Actividad n°4: Educación tradicional y alternativa: la pedagogía de Paulo Freire.

La pedagogía tradicional
comienza a gestarse en el siglo XVII con
las escuelas públicas en Europa y
América Latina, con el éxito de las
revoluciones buscadas en la doctrina
política y social del liberalismo. En esta
etapa se concede a la escuela el valor de
ser la institución social para todas las
capas sociales, para la construcción de
la nación y reconocimiento moral y
social. El objetivo es formar personas
capaces de obedecer y adquirir
habilidades fundamentales para la vida
disciplinaria de la época: para poder
trabajar en la fábrica, en la escuela, en el
cuartel; cumpliendo horarios,
escribiendo, utilizando herramientas,
siguiendo ordenes en un orden
automatizado de producción. La escuela
tradicional, en este sentido, uniformiza,
es decir, establece estándares de
normalidad de la conducta, que atraviesa
a los cuerpos, la vestimenta, los discursos, las acciones, el deseo mismo.
En esta escuela tradicional, el maestro es el centro del proceso de enseñanza, transmisor de
información y sujeto del proceso de enseñanza, piensa y transmite los conocimientos con poco margen para
que el alumno elabore y trabaje mentalmente. Exige memorización, que narre y exponga.
En la actualidad, instituciones escolares, basadas en estos principios ofrecen resistencias a los
cambios. El contenido de la enseñanza es llamada enciclopedista e intelectualista. Los temas son aislados,
sin relacionarse con las experiencias del alumno. El estudiante desarrolla un pensamiento empírico con
carácter clasificador y se orienta por las cualidades externas del objeto y sus propiedades aisladas. Se dan
a los alumnos métodos y procedimientos de trabajo particulares con el objeto del conocimiento. La educación
del aprendizaje va dirigida al resultado, sin análisis y razonamiento. El profesor es expositivo, ofrece una
cantidad de información para ser memorizada por el alumno. La exposición y el análisis del profesor parte
de: informar el tema al alumno, motivarlo, exponer el tema, ejercitación (repetición y memorización), se
generaliza el contenido. La relación del alumno- profesor se basa en el predominio del profesor autoritario y
el alumno es pasivo.

Concepción liberadora de la educación en el pensamiento de Paulo Freire

El pensamiento de Paulo Freire, al igual que el de los más grandes entre sus contemporáneos, surge
de un compromiso filosófico con los excluidos o marginados, los analfabetos, los que no tienen la palabra.
En el pensamiento freiriano encontramos no sólo una innovadora filosofía de la educación, sino también un
brillante análisis de la naturaleza humana y de la democracia. En la radicalidad y alcance de sus propuestas,
el pensamiento de Freire sólo es comparable al de John Dewey. Ambos coinciden en su intento de redefinir
y articular una sociedad humanizante, defendiendo la educación como la progresiva humanización del
individuo a través de la actualización de su libertad. Para ambos el ser humano no existe fuera de la
sociedad, y no hay sociedad sin educación.
El pensamiento freiriano gravita alrededor de una constelación de preocupaciones fundamentales
que aún hoy, ya casi medio siglo después de su formulación, siguen manteniendo su vigencia y su fuerza.
En el centro de su pensamiento encontramos una imagen del ser humano como criatura de la temporalidad.
«El hombre, cualquiera que sea su estado, es un ser abierto» (Freire, 1969, 53). El ser humano existe, es
decir, es temporal y se temporaliza. Y esta temporalización es su libertad. Usando la terminología
desarrollada por Hannah Arendt, podemos decir que el ser humano, como ser temporalizado y
temporalizante, siempre inaugura inicios, abre nuevos proyectos. De hecho, como ser que «se hace
temporal», el individuo no deja nunca de ser un proyecto. Su temporalidad se manifiesta tanto como futuridad
como historicidad. El ser humano tiene un pasado, un presente y un futuro. Estas tres dimensiones
condicionan su existencia porque han de ser asumidas, ya sea aceptándolas o rechazándolas. Según Freire,
la temporalidad que define al ser humano es lo que convierte a la educación en un factor determinante para
el mismo. Sin ella, no podemos relacionarnos con nuestra temporalidad, nuestros proyectos y nuestra propia
libertad. En contraste con los animales, que se adaptan o ajustan a su mundo, los seres humanos se integran
en él, apropiándose de su mundo temporal. Tal y como el mismo afirma: «[...] mientras que el animal es
esencialmente un ser acomodado y ajustado, el hombre es un ser integrado» (ibid., 32). Mientras que los
animales son domesticados en un proceso de adaptación y ajustamiento, el ser humano es educado a través
de una continua transformación y apropiación. Si el individuo se encuentra en un mundo que no respeta la
libertad que le caracteriza como ser humano, ese contexto deshumanizante ha de ser transformado. La
educación produce y transmite un mundo temporal (es decir, histórico e historizado) y a la vez es el proceso
a través del cual el hombre se integra en ese mundo con y en toda la plenitud de su apertura existencial. La
vocación del ser humano es «ser más». Es decir, existir, y no simplemente ser.
La pedagogía del opresor es aquella que se empeña en legitimar, estabilizar y preservar un orden
de jerarquía y privilegio que reduce a la mayor parte de los individuos a la condición de meros objetos.
Incluso los pocos que mantienen su estatus de sujetos acaban negando su propia humanidad, como
resultado de su negativa a aceptar la humanidad de la mayoría oprimida. Por consiguiente, la educación
puede ser tanto una herramienta de opresión como de liberación. Mientras que la primera niega la
humanidad de la mayoría, la segunda afirma y reivindica la humanidad de todos. Para Freire lo que distingue
la pedagogía de liberación de la de dominación es que la primera se centra en aumentar la capacidad de
actuar del oprimido, mientras que la segunda se empeña en hacer de los otros seres domesticados, meros
objetos de manejo y control.
Lo que caracteriza a la pedagogía de la opresión es su visión del educando como repositorio o
contenedor pasivo. Freire califica este modo de entender la educación como «concepción bancaria». Esta
concepción presupone la imagen de un sujeto y un objeto claramente diferenciados que se encuentran en
una relación profundamente asimétrica y jerárquica. La visión bancaria de la educación opera desde una
serie de dicotomías polarizantes y delimitadoras y termina elevándolas al nivel de verdades ontológicas y
mitos metafísicos. La forma extremadamente clara y precisa en la que Freire vislumbra estas contradicciones
no-dialécticas justifica citarlo en extenso:

a) [...] el educador es siempre quien educa; el educando, el que es educado;


b) el educador es quien sabe; los educandos, quienes no saben;
c) el educador es quien piensa, el sujeto del proceso; los educandos son los objetos pensados;
d) el educador es quien habla; los educandos, quienes escuchan dócilmente;
e) el educador es quien disciplina; los educandos, los disciplinados;
f) el educador es quien opta y prescribe su opción; los educandos, quienes siguen la prescripción;
g) el educador es quien actúa; los educandos son aquellos que tienen la ilusión de que actúa en la
actuación del educador;
h) el educador es quien escoge el contenido programático; los educandos, a quienes jamás se
escucha, se acomodan a él;
i) el educador identifica la autoridad del saber con su autoridad funcional, la que opone
antagónicamente a la libertad de los educandos; son estos quienes deben adaptarse a las determinaciones
de aquél;
j) finalmente, el educador es el sujeto del proceso; los educandos, meros objetos (Freire, 1970, 74).

En la concepción bancaria de la educación, el educador (sujeto) se enfrenta al educando (objeto) en


una relación claramente antinómica: él no puede ser el otro, y el otro no tiene nada que ver con él. La
dicotomía se establece a través de un abismo insuperable. Freire rechaza esta dicotomía y sugiere pensar
la educación como un esfuerzo que se dirige al ser humano como criatura «siempre abierta», y que, por
tanto, nunca puede o debe ser reducida a un mero objeto. La educación como práctica de la libertad defiende
que sólo hay relación educador-educando si los términos de la relación pueden invertirse, transformándose
en educando-educador. De este modo, el educador es educado y el educando educa a la vez que el
educando es educado por el educador, que sólo educa con su propia educación. Esto significa que no hay
individuos que puedan considerarse exclusivamente educadores, y que uno nunca se educa solo.
En el contexto de esta perspectiva pedagógica, el educando debe ser capaz y consciente de su
realidad y cambiar su estructura mental para su transformación y liberación mediante un pensamiento crítico
de su realidad circundante. El educando debe enfrentar con un pensamiento crítico la lectura de los libros,
de las revistas y los periódicos; que analicen cómo se manifiestan en forma diferente los diarios que tratan
un mismo hecho con el objetivo de que los participantes, al leer o escuchar una noticia, no lo hagan de forma
pasiva sino conscientes que necesitan liberarse y ser diferentes en su estructura mental. El educando se
siente sujeto de su pensar, puede discutir su pensar, su propia visión del mundo circundante. Aquí es
importante la comprensión, pues, el educando es crítico por tanto su acción lo será también. Desde esta
perspectiva, se necesita un método activo que permita ser crítico al educando, por medio del debate de
situaciones existenciales en grupos.
Las sociedades oprimidas, en cambio, son sociedades sin diálogo y sin pensamiento critico, que
conducen a la cultura del silencio. A ellas “se les niega el diálogo-comunicación y en su lugar se le ofrecen
comunicados. Estas sociedades se hacen preponderantemente ‘mudas’. El mutismo no es propiamente
inexistencia de respuesta. Es una respuesta a la que le falta un tenor marcadamente crítico”. Pero la
conciencia muda se “libera” al reemplazarse por la conciencia crítica, que se caracteriza “por la profundidad
en la interpretación de los problemas. Por la sustitución de explicaciones mágicas por principios causales.
Por tratar de comprobar los descubrimientos y estar dispuesto siempre a las revisiones [...] Por la práctica
del diálogo y no de la polémica. Por la receptividad de lo nuevo, no sólo por nuevo, y por la no-negación de
lo viejo sólo por viejo, sino por la aceptación de ambos, en cuanto a su validez”

ACTIVIDIDADES:
1. Visualiza la ilustración realizada por F. Tonucci, lee el apartado en el que se encuentra. ¿Qué
vinculación encuentras entre el texto y la imagen? ¿Crees que ese tipo de educación sigue existiendo
en la escuela, en la actualidad?
2. ¿Por qué Freire hace una crítica a la educación tradicional? ¿Cuáles son las características de dicho
tipo de educación y cuál es la propuesta superadora del pedagogo brasileño?
3. En grupo de hasta 4 personas, elige una de las dos siguientes citas de Freire, y realiza una
representación o una interpretación: puede ser un diálogo ficticio entre personas, una persona que
“oprimida”, otra que se “libera”, puede ser un dibujo, una historieta, etc.
a. Las sociedades sin diálogo conducen a la cultura del silencio. A ellas “se les niega el diálogo-
comunicación y en su lugar se le ofrecen comunicados. Estas sociedades se hacen
preponderantemente ‘mudas’. El mutismo no es propiamente inexistencia de respuesta. Es una
respuesta a la que le falta un tenor marcadamente crítico”.
b. “Los oprimidos, que introyectando la «sombra» de los opresores siguen sus pautas temen a la
libertad en la medida en que ésta, implicando la expulsión de la «sombra», exigiría de ellos que
«llenaran» el «vacío» dejado por la expulsión, con «contenido» diferente: el de su autonomía”

También podría gustarte