Apuntes Sobre El Habla de Los Pescadores

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Un Estrecho

de Conservas
Del garum de Baelo Claudia
a la melva de Tarifa
Darío Bernal Casasola, José Ángel expósito Álvarez
laura MeDina granDe y Juan seBastiÁn viCente-Franqueira garCía
(Editores Cientíicos)
EDITA
Editorial UCA, 2015 Industrial Conservera de Tarifa, S.L.
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de Cádiz 11380 Tarifa (Cádiz)
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EDITORES CIENTÍFICOS DISEÑO


Darío Bernal Casasola Trébede Ediciones, S.L.
José Ángel Expósito Álvarez
Laura Medina Grande IMPRIME
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Deporte de Cádiz; Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia; Museo de Cádiz; Editorial UCA de
la Universidad de Cádiz; Campus de Excelencia Internacional del Mar CEIMAR, Conservera de
Tarifa, Asociación de Amigos de los Museos de Tarifa; Proyectos de Investigación HAR2013-
43599P y HAR2015-71511-REDT del Ministerio de Economía y Competitividad, y PGI
«Economía Marítima y actividades haliéuticas en Baelo Claudia» autorizado por la Junta de
Andalucía. Y por la cesión de fotografías y las gestiones para conseguirlas a Alicia Arévalo
González, Carlos de Juan, Manuel Rojas, Israel Díaz, Manuel Abad Casal, Enrique García Vargas,
Stéphane Mauné, José Antonio Moya, Álvaro Rodríguez Alcántara, además del Museo de Arlés
(David Djaoui), del Museo Arqueológico Nacional, del Ayuntamiento de San Roque y de la
Soprintendenza Speciale per il Colosseo, il Museo Nazionale Romano e l’Area archeologica di
Roma (SS-Col) del Gobierno de Italia (Renato Sebastiani).

Esta obra ha superado un proceso de evaluación externa por pares ciegos

ISBN UCA: 978-84-9828-566-6


ISBN Industrial Conservera de Tarifa, S.L.:
Depósito Legal: CA 207-2016

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© de la edición: Industrial Conservera de Tarifa, S.L.
© de los textos y fotografías: los autores

Imagen de cubierta: Composición del Par Fotográico 9 de la exposición


Imagen de contracubierta: Moneda de Bailo, del Museo Arqueológico Nacional
(foto: Ángel Martínez Levas, N.I. 1993/67/1643; cortesía de A. Arévalo González)

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castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan o plagien, en todo o en parte,
una obra literaria, artística o cientíica ijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.
Índice

7 Introducciones

23 Los orígenes de las conservas piscícolas en el estrecho de


Gibraltar en época fenicio-púnica
antonio Manuel sÁez roMero y Ángel Muñoz viCente

43 Saladeros romanos en Baelo Claudia: nuevas investigaciones


arqueológicas
Darío Bernal Casasola, José Ángel expósito Álvarez,
José Juan Díaz roDríguez, riCarD MarlasCa,
José antonio riquelMe Cantal, MaCarena lara MeDina,
José Manuel vargas girón, MaCarena BustaMante Álvarez
y Ángel pasCual sÁnChez

71 La industria conservera tarifeña en época moderna


y contemporánea
Manuel quero olivÁn

89 Conservas antiguas y gastronomía contemporánea


víCtor Manuel palaCios MaCías, enrique garCía vargas,
Darío Bernal Casasola, ana rolDÁn góMez,
Álvaro roDríguez alCÁntara y JoseFina sÁnChez garCía

107 Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los


pescadores de Tarifa
María De las MerCeDes soto Melgar

129 De los pares fotográicos. Imágenes que conservan historia


y tradición
Juan seBastiÁn viCente-Franqueira garCía

191 Glosario de términos latinos vinculados con las conservas


y la pesca en época clásica
José Ángel expósito Álvarez

195 Glosario de términos conserveros tradicionales en Tarifa


Manuel quero olivÁn y María De las MerCeDes soto Melgar
Pescadores tarifeños preparando la
voracera en sus cajones. Fotografía tomada
en el puerto pesquero de Tarifa
M aría De las M erCeDes s oto M elgar
Universidad de Granada

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla


de los pescadores de Tarifa

Introducción

El puerto pesquero de Tarifa está íntimamente ligado al entorno en que se emplaza, es decir,
al estrecho de Gibraltar. El Estrecho, punto de unión de dos mares, el mar Mediterráneo y
el océano Atlántico, es un enclave privilegiado que alberga en sí mismo una biodiversidad
excepcional que caracteriza, cómo no, la actividad marinera de la localidad. En este puerto
se pueden ver artes de pesca que solo se emplean en Tarifa, como el cordel para la pesca del
atún rojo al vivo; artes, como la voracera o la almadraba, que tienen escasa presencia en
el resto de puertos de la provincia de Cádiz; y artes de playa, como las pitas, el espino o la
red a pie, que a pesar de haber desaparecido de nuestras costas, se mantienen en el recuerdo
de los pescadores de la zona. Bien es sabido que lengua y cultura van cogidas de la mano,
ya lo advertía Humboldt en el siglo xix, cuando decía que la lengua no era solamente un
medio de expresión y de comunicación social, sino también un elemento deinitorio de
la idiosincrasia de los pueblos. Y la lengua de los pescadores tarifeños es un ejemplo de
ello, porque su forma de relacionarse con el medio ha hecho que esta se vaya llenando de
voces, expresiones y giros que la diferencian del resto de hablas marineras de la provincia.
Hablamos, por tanto, de que la lengua de estos marineros es un elemento deinitorio y di-
ferenciador de esta comunidad lingüística, resultado del carácter y de la forma que tienen
sus hablantes de ver el mundo que les rodea.
Y esta es la inalidad del presente trabajo, recoger y explicar aquellas voces y expre-
siones que podrían ser consideradas como el elemento deinitorio de esta comunidad de
hablantes, bien porque no se usen en el resto de localidades pesqueras del litoral gaditano,
bien porque estas hayan adoptado con el paso del tiempo un signiicado diferente. Lo que
pretendemos es que el lector, cuando termine de leer este trabajo, no solo sepa más sobre
los artes empleados en el puerto tarifeño, sino que también sepa identiicar el habla de sus
marineros porque conozca aquellas palabras y expresiones que le son propias.

107
Apuntes sobre el habla de los pescadores tarifeños

En 2012 recorrimos el litoral gaditano de este a oeste, desde La Línea de la Concepción


hasta Sanlúcar de Barrameda, para recoger las voces empleadas por los marineros de la
provincia a la hora de denominar los artes de pesca (redes y aparejos) utilizados en sus
puertos, con el in de recopilar, analizar y caracterizar el habla de los pescadores de Cádiz.
Tras el análisis del material recogido, nos percatamos de que la lengua de los pescadores
no es uniforme a lo largo de toda la costa, sino cambiante y polimórica, hasta el punto de
que en la provincia un mismo objeto puede llegar a recibir más de tres nombres distintos;
es lo que ocurre, por ejemplo, con la denominación del cántaro empleado para pescar el
pulpo, que a lo largo de la costa recibe los nombres de cántaro, tinaja, cajirón, puchero,
alcatruz, vasija y botijo para pescar pulpo. Esto nos hizo pensar que debían existir una
serie de unidades léxicas que diferenciaran el habla de unos pescadores de otros y que, por
lo tanto, les otorgara una identidad lingüística. Como aquí lo que nos ocupa es el habla de
los pescadores tarifeños, vamos a recoger y a explicar aquellas voces que le son propias y
que nos ayudan a identiicar el habla de sus marineros.
Vamos a comenzar con los artes de enmalle. Bajo esta denominación los pescadores
gaditanos engloban diversos tipos de redes que tienen en común que se colocan vertical-
mente a modo de pared en el agua, perpendicularmente a la supericie de esta, para que
los peces tropiecen y queden enmallados o enredados, pero que se diferencian entre ellas
por la luz de malla, por el material de que están hechas o por el número de paños que las
conforman. Los artes de enmalle están constituidos por uno, dos o tres paños de red unidos
por la parte superior a la tralla del corcho y por la inferior a la tralla del plomo. La unión
de los paños a las trallas se realiza mediante una armadura de hilo muy grueso y resistente,
los espacios que quedan entre los dos puntos de unión son denominados braguerotes. Los
extremos de la red reciben el nombre de cabeceros y a estos van unidos, por un lado, el
elemento de fondeo (rezón) y de señalización (gallos) y, por otro, las gazas que marcan los
extremos de cada una de las trallas. Dependiendo del lastre y de la lotabilidad, estos artes
pueden servir para pescar en la supericie, a media agua o en el fondo. En el litoral gaditano
los paños de red de un arte de enmalle reciben los nombres de paño, malla, cara, tela, telo,
capa, pared y re(d). De todas estas denominaciones, hay una que es propia del habla de
los pescadores tarifeños, esta es cara. Cara es en el DRAE (4ª acepción) «fachada o frente
de algo», por lo que la cara de la red de enmalle podría ser entendida como la fachada o el
frente de esta por traslación metafórica. Lo mismo ocurre con el nombre del lotador de la
red de enmalle, que en la costa gaditana recibe los nombres de corcho, corchillo, corchita y
bola; esta última fue la respuesta de los pescadores tarifeños. La voz bola no viene contem-
plada en el DRAE con el signiicado marinero aquí buscado, pero sí con el general «cuerpo
esférico de cualquier materia» (1ª acepción), por lo que bola, al igual que cara, es voz

108 María de las Mercedes Soto Melgar


motivada metafóricamente por una comparación formal. Aunque hasta ahora solo hayamos
aducido dos casos, cara y bola, ya podemos observar cómo la metáfora, proceso semántico
muy activo en el habla de los marineros gaditanos, también tiene una fuerte presencia en
la de los tarifeños, consecuencia directa de la relación que guardan entre sí signiicado y
referente, pues la consideración de la realidad extralingüística o de la cosa es fundamental
para la designación de la misma. Así lo creían los creadores del método Palabras y cosas1
a comienzos del siglo xx y así lo seguimos creyendo nosotros ahora. Otra de las voces
que fueron documentadas únicamente en Tarifa fue braguerote, distancia que hay entre
un punto y otro de la unión de la red a las trallas del plomo y del corcho. El DRAE no trae
esta voz, pero podría considerarse derivada de braga «cuerda con que se ciñe un fardo, un
tonel, una piedra, etc., para suspenderlo en el aire», dado que la red queda suspendida de
la tralla de manera similar. Sáñez Reguart (1791 s.v. baguerót) recogía ya en el siglo xviii
que en Levante entendían por esta voz el espacio que hay de un nudo a otro en las relingas
o cuerdas del corcho y plomo. Camiñas y otros autores (1988, 70-79) documentaron en
La Línea de la Concepción braguerote con el signiicado de «punto de unión de la red con
los trencillos de los trasmallos». Debemos detenernos también en el elemento de fondeo
empleado por los pescadores para llevar al fondo los artes de enmalle. En la costa gaditana
este útil es llamado jierro, yerro, rezón y rizón; la voz jierro fue documentada únicamente
en Tarifa y Rota y es el resultado de la aspiración de la h- inicial procedente de la F- inicial
latina (ferrum) y su aspiración es considerada un fenómeno lingüístico circunscrito a áreas
rurales. El nombre castellano hierro signiica «arma, instrumento o pieza de hierro o acero»
(DRAE, 7ª acepción). Esta denominación en el habla marinera se debe a una sinécdoque,
pues la cosa se designa por la materia de que está hecha. Para inalizar con los artes de
enmalle, queremos detenernos ahora en uno de ellos, concretamente en la bonitera, bonito-
lera, volatera, melvera o la melva. De todos los puertos del litoral gaditano, el puerto de La
Línea de la Concepción es el único que hoy día sigue haciendo uso de este arte. Años atrás
se empleaba también en Algeciras y Tarifa, pero en estas localidades se prohibió su uso
debido a las denuncias de los barcos mercantes, cuyas hélices quedaban inactivas al chocar
con las extensas redes dedicadas a la pesca de la melva (Auxis thazard thazard, L. y Auxis
rochei rochei, R.), el bonito (Sarda sarda, B.) y el volador (Cheilopogon heterurus, R.)
(Figura 1). Se trata de una red de enmalle de supericie que se cala perpendicularmente a

1. El del método Wörter und Sachen o Palabras y cosas, fue creado en 1909 por los alemanes R. Meringer,
W. Meyer-Lubke y H. Schuchardt con el in de poder estudiar las palabras en relación directa con las cosas que
denominan. Se trata, por tanto, de un enfoque lingüístico-etnográico, en el que lengua y cultura van cogidas de la
mano, presentando las dos caras de lo que consideramos una misma moneda. Para la Dra. García Mouton (1987, 49)
este método «considera el léxico en relación con las cosas a las que se reiere, teniendo en cuenta el medio y buscando
en los referentes la explicación de la palabra»; lo que quiere decir que, ante todo, se tiene presente la realidad, pues
muchos nombres se basan en el aspecto o funcionalidad de las cosas o de los seres, y conociendo bien estas realidades
se puede llegar al punto de partida de la palabra, es decir, a su etimología o a su motivación.

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 109
Figura 1. Bonitolera. Imagen tomada en el puerto pesquero de La Atunara (La Línea de la Concepción)

la costa, al hilo de marea, es decir, a favor de las corrientes marinas. Uno de los cabeceros
del arte queda a poca distancia de la costa y con el otro se forma una curvatura abierta a la
corriente. Se suele calar de prima (con la última luz del día, antes de que el sol se ponga)
y se recoge trascurridas dos o tres horas, aunque también se puede dejar calada toda la
noche. La melva y los voladores son peces migratorios, por lo que la temporada de pesca
transcurre de mediados de agosto hasta principios de octubre, en el caso de la melva, y de
mayo a septiembre en el caso del volaor. Ya hemos visto los nombres que recibe este arte
a lo largo del litoral, pero aquí nos interesa la denominación tarifeña, que fue siempre bo-
nitolera. Bonitolera es voz derivada de bonito «pez teleósteo comestible, parecido al atún,
pero más pequeño», del latín boniton (DRAE), donde el morfema derivativo –era «indica
objeto o lugar destinado a lo que designa la base» (DRAE, 2ª acepción). El DCECH «no
halla otra etimología razonable que el adjetivo bonito, aplicado quizá por el color dorado
de los ojos y plateado del vientre, que según Autoridades caracteriza el bonito». El DRAE
no trae bonitolera, pero sí bonitera y recoge cuatro acepciones: «Perteneciente o relativo
al bonito», «dicho de una lancha destinada a la pesca del bonito», «pesca del bonito» y
«temporada en que se efectúa esta pesca».
Pero no solo encontramos peculiaridades lingüísticas en los nombres de las partes de
un arte de enmalle y en sus tipos, sino también en el arte de cerco con jareta o traíña. El
arte de cerco es aquel con el que la pesca se hace rodeando los peces y con él se capturan
cardúmenes de especies pelágicas, como el boquerón (Engraulis encrasicolus, L.) y la sar-

110 María de las Mercedes Soto Melgar


dina (Sardina pilchardus, W.) (Figura 2). Según los pescadores gaditanos un arte de cer-
co está constituido por la tralla del corcho que, al tratarse de un arte de supericie, cuenta
con corchas de gran tamaño muy juntas unas de otras; la tralla del plomo; el cabecero de
proa y cabecero de popa, que forman los extremos superiores del arte; el puño de proa y
puño de popa, extremos del cabecero; el cuerpo del arte, formado por la unión de varios
paños de red; el patarrey, cabos dispuestos triangularmente a los que van sujetas las argo-
llas, anillos por los que se pasa la jareta, cabo cuya función es cerrar el fondo del arte para
evitar que el pescado salga. Verdaderamente en este arte hay pocas diferencias entre el vo-
cabulario de los pescadores tarifeños y el del resto de localidades costeras gaditanas, pero
sí que diiere de estas en dos denominaciones muy concretas, que son trajiña y jabiertas.
La trajiña es para los pescadores de Tarifa la embarcación principal empleada para la pes-
ca con arte de cerco y jareta. Trajiña es el resultado de la aspiración de la h- latina del ver-
bo trahĕre «arrastrar». El DRAE trae traíña con el signiicado de «red extensa que se cala
rodeando un banco de sardinas para llevarlas así a la costa» y trainera «dicho de una bar-
ca: Que pesca con traína o traíña» (1ª acepción). Es decir, que la voz castellana para deno-
minar esta embarcación es trainera y no traíña, sin embargo, esta no se ha escuchado ni
una vez en todo el litoral gaditano. En nuestras entrevistas documentamos también traíña
con el signiicado de «arte de cerco», por lo que consideramos que la embarcación se de-
nomina de este modo por metonimia, pues la red homónima de la que hace uso le da nom-
bre. El segundo caso, las jabiertas, es el modo que tienen los pescadores de denominar el
momento en el que el arte de cerco no está completamente cerrado porque no se han ter-
minado de recoger todas las argollas. La voz jabiertas es el resultado de la aspiración de
la s de la forma las abiertas, por fonética sintáctica. Opinamos que esta voz tiene un cla-
ro valor analítico-descriptivo, pues nombra la cosa aludiendo a su característica principal.
Alcalá Venceslada (1980 s.v. abierta) documentó esta voz en Ayamonte (Huelva) con el
signiicado de «zona de la red de pesca que es la última en cerrarse y en la que se utiliza el
pandullo». También la recogió Carrillo Alonso (1989, 337-402) con el signiicado «espa-
cio abierto que queda entre los cabeceros de la red y el barco antes de recogerse las anillas
y cerrarse el arte, en los primeros momentos del lance en la pesca de cerco». Signiicados
que apenas diieren del documentado en la costa de Tarifa.
Queremos centrarnos ahora en los artes de playa, concretamente en la red a pie y en el
espino. Para la EGM, por artes de playa se conocen los artes que se calan «cerca de la costa,
en forma semicircular, de cara a tierra, y se cobran remolcados por los extremos, desde la
playa, mediante cabos amarrados al arte» y los dos artes más característicos dentro de esta
modalidad son la jábega y el boliche. Del mismo modo que la jábega y el boliche, la red a
pie, rodapié o roapié, como la denominan los pescadores de Tarifa, es un arte de tiro desde
la playa, con la única diferencia de que no se cala desde un bote, sino con el pie y de ahí
su nombre. Para su calado, un hombre se quedaba en tierra sujetando uno de los cabos y el

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 111
otro iba haciendo a pie el cerco en el agua. El hombre que se metía en el agua sujetaba con
su dedo gordo del pie la tralla del plomo del arte y de esta forma iba levantando la arena,
con el in de capturar peces planos, especialmente guitarras (Rhrinobatos cemiculos, G.)
y lenguados (Solea solea, L.). Se calaba a poca profundidad, pues el pescador se metía en
el mar más o menos hasta la cintura. Esta red es mucho más pequeña que el chinchorro y
no tiene copo, por lo que el pescado queda enmallado y no embolsado. La deinición de
Sáñez Reguart (1791 s.v. red de a pie) coincide en parte con la descripción que nos ofreció
nuestro informante, pues recoge que «su invención tuvo por objeto pescar en las orillas del
mar sin embarcación, usándola dos o más pescadores, a cuyo efecto se meten en el agua
hasta los pechos, para tirar de ella, y rastrear o barrer las playas arenosas que lo permiten».
Re (forma apocopada de red) de a pie es una construcción analítico-descriptiva motivada
por la forma en que se cala el arte. En cuanto a las denominaciones rodapié y roapié (por
síncopa de la -d- intervocálica), parece que se hayan formado por etimología popular con
rodapié «paramento de madera, tela u otra materia con que se cubren alrededor los pies de
las camas, mesas y otros muebles» (DRAE, 2ª acepción). En el TLHA (s.v. rodapié) rodapié
es «jábega», signiicado documentado por el ALEA (1.090) en Ca 101, Chipiona. En cuanto
al espino, se trata de una red cuyos extremos se clavaban con dos estacas en la orilla de las
playas en el momento en que la marea comenzaba a vaciarse y se dejaba pescando durante
toda la noche. Al día siguiente, cuando volvía a vaciarse la marea, se recogía la red con todo
lo que hubiera capturado. El DRAE (1ª acepción) trae que el espino es un tipo de árbol de la
familia de las Rosáceas, por lo que creemos que, aunque el informante no especiicara con
qué madera se hacían las estacas con las que se clavaba el arte en la orilla, seguramente se
empleara la madera del árbol denominado espino y de ahí el nombre de la red. No hemos
podido documentar el nombre de esta red en ninguna de las obras consultadas.
Dejando a un lado los artes de red, al menos por el momento, vamos a detenernos
ahora en los aparejos de anzuelo. Un aparejo de anzuelo es un arte de pesca que utiliza el
anzuelo empatado a un cordel como elemento básico. Rodríguez Santamaría (1923 s.v.
aparejo) ya recogía que un aparejo de pesca es aquel que «en general se compone de un
cordel madre y este cordel lleva otros más inos […] a los cuales ijan los anzuelos y a la
cuerda madre un plomo o una piedra». Los aparejos son artes selectivos, porque el tama-
ño de los peces capturados depende directamente del tipo de cordel empleado, del tamaño
y forma de los anzuelos, de la carnada y de la época en que se vaya a usar. Dependiendo
de cómo estén armados los aparejos, los pescadores gaditanos diferencian los aparejos sen-
cillos, si están formados por un cordel o nailon del que penden uno o más anzuelos, y los
aparejos complejos, si están constituidos por un cordel principal, conocido como madre,
al que se unen otros de menor calibre y tamaño, reinales, en cuyos extremos se empatan o
empatillan los anzuelos. Y según la disposición del cordel principal una vez calado, están
los aparejos verticales, aquellos que permanecen verticales al fondo marino y sujetos por

112 María de las Mercedes Soto Melgar


Figura 2. Maniobra de cerco (Padillo y Carreira, 2001, 49)

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 113
el pescador o a la embarcación y los aparejos horizontales o palangres que permanecen
fondeados horizontales al fondo y faenando independientes a la embarcación. Estos últi-
mos siempre son aparejos complejos, por lo que están constituidos por la madre y los rei-
nales. Y es aquí donde nos interesa detenernos, porque la respuesta con mayor número de
ocurrencias en la costa gaditana para denominar el cordel principal del palangre fue ma-
dre, pero los pescadores de Tarifa preieren emplear una unidad pluriverbal que no se usa
en el resto del litoral, esta es tranza madre. Tranza, con -r- epentética, es una variante fo-
nética de la forma castellana tanza «sedal de la caña de pescar» (DRAE). González Gar-
cía (2008, 221) considera que tranza es un derivado regresivo de tranzar «entretejer tres o
más ramales cruzándolos alternativamente para formar un solo cuerpo alargado» (DRAE,
2ª acepción), con el cual se habría establecido una asociación semántica, ya que se emplea
con los sentidos «línea madre del palangre» y «sedal», fácilmente comparables con «ra-
mal», «cuerda». Tranza madre es una construcción analítico-descriptiva donde el segun-
do elemento especiica al primero, que es común al resto de aparejos de anzuelo. Pero tam-
bién reciben un nombre especial en esta localidad los cordeles secundarios del palangre.
En la provincia de Cádiz los cordeles de menor tamaño y calibre que la madre reciben los
nombres de reinal, brazolá, pata, pelo, coal, hilo, panza e hijo. De todas estas denomina-
ciones, una nos debe hacer pensar inmediatamente en el puerto pesquero de Tarifa y en sus
pescadores, esta es pata. La voz pata viene recogida en el DRAE, pero se trata del «pie o
pierna de los animales» (DRAE, 1ª acepción). Consideramos que esta realidad es denomi-
nada de este modo por metáfora, pues estos cordeles son los extremos inferiores del palan-
gre, como la pata es la extremidad inferior de los animales. Es tan propia de la zona esta
denominación que ni siquiera los repertorios lexicográicos más importantes dedicados al
estudio de la actividad pesquera lo recogen en ningún otro puerto. El ALEA (1.079) docu-
mentó en Al 602 (San José) y Ma 406 (Málaga) pelo «sedal», el LMP (450) recogió pelo
en Adra y San Fernando y reinal en Algeciras (LMP, 495). Martínez González (1993) do-
cumentó pelo «sedal ino» en Almuñécar, Calahonda, La Mamola y El Pozuelo. Camiñas
y otros autores (1988, 77) traen pelo. Návaz y Sanz (1945, 16) recoge hijos, pipíos y per-
nadas. La EGM, Melcón (1964) y Martínez González (1993, 141) traen brazolada como
nombre de la pernada del palangre. Padillo y Carreira (2001) recogen brazolada y reinal
y Catálogo (2003, 327), brazoladas, coales o rainales. Dentro de los palangres, los pesca-
dores hacen diferenciaciones fundamentadas por la profundidad a la que se cala el cordel
madre o por la especie objeto de captura. Según la profundidad a la que se cale la madre
un palangre puede ser de supericie, la madre queda a 0 brazas de la supericie marina; de
media agua, la madre permanece fondeada aproximadamente a 100 brazas de la superi-
cie; y de fondo, la madre queda posada en el fondo marino. Hay muchas ocasiones en las
que los pescadores que están faenando con un palangre de supericie no encuentran los pe-
ces en la supericie del agua por lo que deciden sumergir el palangre un poco más, hasta

114 María de las Mercedes Soto Melgar


Figura 3. Diábolo o rodador empleado para dar mayor profundidad al palangre. Fotografía tomada en el puerto
pesquero de Tarifa

llegar aproximadamente a las 100 brazas de profundidad. Las boyas que emplean para con-
seguirlo son denominadas por los pescadores tarifeños diábolos o ro(d)a(d)óres (Figura 3).
Estas boyas de gran tamaño están liadas en cuerda y con el peso del mismo palangre y de
los anzuelos, se van desliando poco a poco, haciendo que el palangre tome profundidad.
Consideramos que recibe el nombre de diábolo porque por el centro estas boyas son más
estrechas que por los lados, como ocurre con el juguete homónimo, por lo que se trata de
una traslación metafórica basada en la semejanza formal. En cuanto a ro(d)a(d)or, por sín-
copa de las -d- intervocálicas, es voz analítico-descriptiva, que sugiere el movimiento que
hace la boya cuando se va soltando la cuerda. El DRAE (1ª acepción) trae rodador con el
signiicado de «que rueda o cae rodando». Hemos podido documentar esta voz marinera,
aunque con otro signiicado, en el TLHA, donde se dice que rodador es un «gallo, lota-
dor, que se coloca en el punto medio de los palangres de gran longitud». Esta voz, sin sín-
copa de la dental, junto con su signiicado fue documentada en el litoral mediterráneo an-
daluz por Camiñas y otros autores (1988, 70-79). Para conservar en buen estado el palangre
y evitar que este se enrede, los pescadores gaditanos suelen utilizar unas cubetas de plás-
tico con una cuerda gruesa cosida en el borde para que en ella se vayan clavando los an-
zuelos del palangre. Esta cubeta recibe en la provincia de Cádiz los nombres de canasta,
canastilla, capacejo y capacheta. Esta última es la denominación propia de los pescado-
res de Tarifa. Capacheta, derivado de capacho «espuerta de juncos o mimbres que suele

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 115
servir para llevar fruta» (DRAE, 1ª acepción) ha sufrido una especialización en el habla
marinera y ha pasado de designar la cesta donde se llevaba la fruta, a la que conserva y
guarda el palangre. No hemos podido documentar esta voz con el mismo signiicado en
ninguna de las obras consultadas, ya que tanto el LMP (mapa 464) como Martínez Gonzá-
lez (1993, 144) recogen espuerta como el término más extendido en Andalucía. Además,
según los datos de este último autor, la costa andaluza quedaba dividida en dos zonas: la
mediterránea, que prefería espuerta, y la atlántica, que usaba canasta, canastilla y cesta,
pero nunca capacheta. Camiñas y otros autores (1988, 73) obtuvieron en Estepona (Mála-
ga) cajón «caja de madera o plástico que contiene los palangres» y canasta en el resto de
la costa mediterránea. La EGM recoge que para evitar que el palangre se enrede, este se
aduja en una espuerta de palma o esparto denominada cofa del palangre. El TLHA trae pa-
langrera «caja de madera usada en los barcos grandes para guardar el palangre», signii-
cado documentado por Martínez González (1993) en Motril y canasta «cesta del palangre»
documentada por el LMP en San Fernando. Para inalizar con el palangre, debemos citar
el palangre artesanal conocido en Tarifa bajo la denominación las pitas. Este aparejo arte-
sanal, ya completamente en desuso, se utilizaba antes en las playas, sobre todo cuando ha-
bía viento de levante. Para su confección los pescadores cogían las hojas de las pitas y les
daban forma de barco, luego les clavaban un palo en el centro y a este una bolsa de plásti-
co a modo de vela. De la parte de atrás de la pita salía una puntilla a la que amarraban un
aparejo con anzuelos encarnados. Para pescar, los pescadores o los niños lo soltaban en el
agua y lo dejaban ir con el viento, siempre con viento de oeste (porque de otro modo el
aparejo no iría hacia el fondo, sino hacia la orilla) y así se iba largando el aparejo. El hom-
bre o el niño que lo usaba se quedaba en la orilla con un pedazo de corcho en el que esta-
ba liada la cuerda que iban arriando. Según nuestro informante, había gente que construía
estos mismos barcos pero de madera.
No podemos olvidarnos de uno de los aparejos más característicos del puerto tari-
feño, la voracera, que se emplea para la pesca del voraz o besugo de la pinta (Pagellus
bogaraveo, B.) (Figura 4). Esta se emplea únicamente en tres puertos de la provincia de
Cádiz: La Línea de la Concepción, Algeciras y Tarifa, pues se trata de un arte propio y
exclusivo del estrecho de Gibraltar por las mareas. La voracera es un aparejo vertical,
que no horizontal como los palangres, que está compuesto por la arriera, cordel que va
enrollado en el carrete y al que se une un pequeño plomo unido a su vez a la piedra, las-
tre hecho de hormigón blando para que pueda diluirse, pues una vez se echa la piedra al
mar ya no se recupera; un cordel principal, conocido como madre, del que cuelgan una
serie de patas, a las cuales van empatados los anzuelos, que vienen a ser, según nuestros
informantes, unos 70 aproximadamente. El chicote o extremo del aparejo se coloca en el
mosquetón y este se une a la piedra. Antes de calarlo, los pescadores encarnan los anzuelos
con sardina y una vez encarnados se comienza la maniobra de calado: de la embarcación

116 María de las Mercedes Soto Melgar


Figura 4. Voracera de Tarifa. Fotografía tomada in situ

se tira la arriera con la piedra en su extremo, cuando esta llega al fondo, el voraz empieza
a comer y con la maquinilla o a mano se parte la falseta para que, desde ese momento,
el aparejo empiece a pescar solo al hilo de marea, es decir, en dirección de las corrientes
marinas (Figura 5). Para que esta pesca sea efectiva tiene que haber una pared de piedra,
pues el voraz es un pez de roca que se encuentra en sus proximidades, siempre hay que
trabajar con marea favorable para que mueva el aparejo hacia la pared y no hacia el lado
contrario. La hora de calar el aparejo varía cada día tres cuartos de hora, en función de la
marea. El barco que se emplea para pescar voraces se conoce como voracero (Figura 6).
El voraz puede pescarse durante todo el año, pero los meses de mayor rendimiento son
abril, mayo y junio. El voraz de Tarifa o besugo de la pinta es una marca de calidad y un
distintivo usado para diferenciar el voraz capturado dentro del área regulada por el Plan de
pesca que se extiende desde punta Camarinal hasta punta Europa, y que se comercializa
en primera venta únicamente en las lonjas de Tarifa y Algeciras, del capturado por otras
lotas y/o fuera del área de regulación. La pesca de esta especie está regulada desde 1999
por un Plan de regulación con el in de recuperarla. De este modo se controla el esfuerzo
pesquero, el número de barcos, el tamaño de los anzuelos, las cuotas de captura, la talla
mínima (33 cm de longitud y 350 g de peso), las zonas y períodos de veda. Pero lo que nos
interesan aquí son las voces que acompañan este arte y, especialmente, aquellas que nos
dieron a conocer los pescadores de Tarifa y que no se documentaron en ningún otro puerto
de la provincia. Estas son arriera y falseta. La arriera es un cordel de monoilamento de

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 117
Figura 5. Pescadores tarifeños preparando la voracera en sus cajones. Fotografía tomada en el puerto pesquero de Tarifa

nailon que se encuentra enrollado en un carrete o maquinilla hidráulica. A este cordel va


unida la madre, la piedra y un pequeño plomo. Recibe este nombre por metonimia, pues
es el cordel que se emplea para arriar el aparejo, es decir, para echarlo al agua y darle la
longitud que se necesita para poder pescar. Arriera es, por tanto, voz derivada de arriar
«alojar o soltar un cabo, una cadena, etc.» (DRAE, 2ª acepción). La falseta es un cabo
que une la madre del aparejo a las boyas y a la piedra, puede estar formada por dos, tres
o cuatro hilos y sirve para separar la piedra del aparejo cuando este ha llegado al fondo.
Rodríguez Santamaría (1923 s.v. cordel) ya explicaba en su Diccionario que en el sur de
España, concretamente en el estrecho de Gibraltar, se efectuaba una pesca llamada pesca
del cordel y pesca del hondo, con la que se capturaba mero (Epinephelus marginatus, L.),
sama (Dentex dentex, L.), congrio (Conger conger, L.)…, y la descripción que daba de este
aparejo podría corresponderse perfectamente con la de la voracera.
Otro aparejo en el que nos debemos detener es el cordel o chambel empleado para
la pesca del atún rojo al vivo. Esta modalidad de pesca tan solo se utiliza en Tarifa y con-
siste en una capacheta negra con cuerda o cordel negro o azul que se engancha mediante
una gasita a una pata de aproximadamente 30 brazas, en cuyo extremo libre se empata el
anzuelo (Figura 7). En la unión del cordel con la pata, además de la gasita, se coloca una
plomada, cuyo peso hace que el aparejo caiga al fondo. Se emplea desde la embarcación,
concretamente desde los costados, pero no se usa ni maquinilla, ni virador, todo se hace
manualmente, pues el pescador debe tirar del cordel según tire el pez. Se pesca con cebo

118 María de las Mercedes Soto Melgar


Figura 6. Voraceros en el puerto pesquero de Tarifa. Imagen tomada in situ durante las entrevistas

vivo o cebo muerto, especialmente caballa (Scomber colias, G.). Desde julio hasta inales
de agosto se pesca con cebo muerto y de agosto en adelante con cebo vivo. Para comenzar
la pesca se encarna el anzuelo, una vez encarnado se echa al agua a favor del viento con
el barco a la deriva, esto quiere decir, con el barco en movimiento al hilo de marea (en la
dirección de las corrientes marinas). El cordel permanece durante toda la maniobra en las
manos del pescador y cuando este siente que el túnido ha picado empieza a halar2 de él len-
tamente. Cuando el atún está próximo a la embarcación, los marineros se sirven del cloque,
útil en forma de gancho que facilita al pescador subir la pieza capturada a la embarcación.
Con esta modalidad de pesca, el atún llega muy cansado a la supericie por la lucha que ha
mantenido con el pescador, por lo que no se resiste. Los atunes que se capturan con este
aparejo son de mayor tamaño que los que se pescan con la caña india en Algeciras, porque
cuanto mayor es la profundidad que alcanza el aparejo, mayor es el tamaño del túnido.
Este aparejo diiere de los explicados anteriormente en que el sedal principal no recibe el
nombre de madre o de tranza madre, sino de cuerda o cordel. Cuerda «cordel» (DRAE, 12ª
acepción) y cordel «cuerda delgada» (DRAE, 1ª acepción) son voces sinónimas, que han
sufrido una especialización en el habla marinera gaditana, pues han pasado a designar el

2. Halar signiica en el habla de los marineros gaditanos «tirar de una red, un cabo o un aparejo para sacarlo
del agua», pero en ninguna de las localidades costeras de la provincia, incluida claro está Tarifa, escuchamos halar,
sino jalar. La h- inicial de este verbo tiene en la costa gaditana carácter aspirado, pues los pescadores pronunciaron
siempre [jalar/halar] y nunca [alar].

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 119
Figura 7. Cordel para la pesca del atún rojo al vivo: cordel o cuerda (azul) y pata (transparente). Imagen tomada in situ

sedal principal de este aparejo de anzuelo. No ocurre lo mismo con el sedal secundario,
pues este, al igual que en el resto de aparejos, recibe en Tarifa el nombre de pata. En cuanto
a la cesta en la que se guarda el cordel para que este no se enrede, se obtuvo los nombres
capacheta y espuerta de esparto. Recordemos que capacheta era el nombre que recibía
también la cesta empleada para alistar y guardar los palangres, pero espuerta de esparto
es una nueva denominación, especíica de este arte de pesca. Capacheta y espuerta han
sufrido una especialización en el habla marinera y han pasado de designar la espuerta
donde se llevaba la fruta o los escombros, a la cesta donde se guarda el cordel con que se
pesca el atún rojo. Catálogo (2003, 211) recoge esta modalidad de pesca con el nombre de
lienza para túnidos y añade que también es conocida como pesca a la machucha, aunque
no concreta en qué localidades obtuvo esta denominación. El mapa 1 081 del ALEA está
dedicado a la pesca solo con sedal y las respuestas de los informantes de la provincia de
Cádiz fueron pesca al volantín y pesca al cordel.
Vamos a centrarnos ahora en la pesca y captura de cefalópodos, como el pulpo (Octo-
pus vulgaris, C.), el choco (Sepia oficinalis, L.) y el calamar (Loligo forbesi, S.), pues en
Tarifa hemos recogido el nombre de tres aparejos destinados a la captura de estas especies
que no han sido documentados en el resto de localidades costeras de la provincia, estos
son: la pajarita, la canastilla y la varilla. La pajarita es un aparejo de anzuelo con forma
de pescadito que cuenta con una corona de anzuelos muy pequeños. Suele llevar además
unos pequeños retales de tela que le dan brillo. El aparejo se va arrastrando por el agua pa-
ra que el choco y el pulpo se sientan atraídos por su movimiento y se abocen a él. Al igual
que los demás aparejos dedicados a la pesca de cefalópodos, el pescador debe esperar a
que el animal se enganche al aparejo, es decir, se aboce para halar de este hacia arriba.
El DRAE no trae pajarita con el signiicado marinero aquí documentado, pero sí pajaro-
ta, que coloquialmente signiica «infundio, bulo», de donde engaño, por engañar los pes-
cadores al pulpo y al choco con los colores del aparejo, como si de un pez vivo se tratara.

120 María de las Mercedes Soto Melgar


También podría considerarse voz motiva-
da metafóricamente por la semejanza que
guarda con el colorido de las plumas de
un pájaro. No aparece recogido este apa-
rejo en ninguna de las obras consultadas,
ni siquiera en Padillo y Carreira (2001),
cuya obra está dedicada al estudio de las
artes [sic] de pesca del litoral gaditano.
En Catálogo (2003, 227) encontramos una
fotografía del aparejo conocido en Cádiz
Figura 8. Almadraba de buche. Elaboración propia a
como pajarito, pero en esta obra es «otro partir de las entrevistas realizadas a los almadraberos
tipo de potera para calamar y choco». Es-
te aparejo puede recordar al que se conoce como curricán, pero este es una muestra con
forma de pez y de colores llamativos que se empata a un sedal y este a una caña. A nues-
tro entender, la diferencia reside en que la pajarita no va unida a una caña, sino a un cor-
del y en que el curricán se emplea para la pesca del atún, el bonito, la lubina y el pargo; y
el pajarito para la pesca del pulpo y el choco. La canastilla es un aparejo muy parecido a
la potera, pero dedicado únicamente a la pesca del calamar. Además, según nuestro infor-
mante, este aparejo no está hecho de plomo (como la potera) sino que lleva varios plomos
como lastre. Consideramos que recibe este nombre por metáfora, debido a que la unión de
todos los alileres que lo conforman, parece tener forma de canasta. Tampoco hemos podi-
do documentar el nombre de este aparejo en ninguna de las obras dedicadas al estudio de
la pesca que hemos consultado. La varilla es un aparejo vertical que se emplea para la pes-
ca del choco, el mero y el besugo. Está hecha artesanalmente por los pescadores con vari-
llas de paraguas, pero solo se pueden utilizar aquellas que tengan un agujero en el centro,
porque la madre del aparejo debe pasar por ahí, pues de otra manera el pescador no podría
sujetarlo. En cada una de las puntas lleva un anzuelo encarnado. Varilla es diminutivo de
vara y según el DRAE (1ª acepción) es «cada una de las piezas largas y delgadas que for-
man la armazón de los abanicos, paraguas, quitasoles, etc». Este aparejo es denominado
varilla por sinécdoque, pues recibe el nombre del material con que está hecho.
Para el inal hemos dejado uno de los artes más característicos de esta localidad, la
almadraba de buche (Figura 8). Se trata de un arte verdaderamente interesante, pues su
antigüedad y la complejidad de su funcionamiento han hecho que con el paso de los siglos
se haya ido llenando de voces y expresiones que se emplean únicamente en esta zona de la
provincia, concretamente en Zahara de los Atunes, Barbate y Conil. Como explicar cada
una de las voces que acompañan a este arte milenario sería un trabajo muy extenso, hemos
decidido exponer aquí únicamente las que diferencien el léxico almadrabero de Tarifa del
resto de puertos donde también se cala este arte. Estas son rebillo, endiche, el caracol,

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 121
repío y las expresiones Estar tirado como un atún y tunante. El rebillo es la red con forma
de 7 invertido en que termina la rabera de fuera y tiene la misma inalidad que los bicheros,
encaminar de nuevo a los atunes hacia la boca si es que estos han intentado sortearla. En el
resto de localidades esta red es denominada rabillo y bichero. Rebillo parece ser variante
fonética de la forma rabillo, por cierre vocálico e > i. Recibe estos nombres (rabillo y re-
billo), porque del mismo modo que rabera es voz derivada de rabo, por ser entendida esta
red como la parte posterior de la almadraba, el rebillo no deja de ser la parte posterior de la
rabera de tierra, eso sí, de menor tamaño, y de ahí el suijo diminutivo –illo. Este término
no lo recoge Sáñez Reguart (1791), Rodríguez Santamaría (1923), Arbex (1986), ni el resto
de glosarios, diccionarios y enciclopedias consultadas. Florido del Corral y otros autores
(2005, 9) recogen las variantes rabiche y rabillo «última parte de la rabera de tierra, ya
próxima a la costa». La voz endiche sí fue documentada en las cuatro localidades almadra-
beras, con la diferencia de que los informantes de Tarifa fueron los únicos en diferenciar
el endiche chico o de poniente del endiche grande o de levante. Los endiches son paños de
red cuadrangulares que forman la sección triangular que compone la boca de entrada de la
almadraba. El endiche grande o de levante es el paño de red que forma el lateral izquierdo
de la sección triangular de la boca y el endiche chico o de poniente, el paño de red que
forma el lateral derecho de la misma. Ambas son denominaciones analítico-descriptivas
motivadas por el tamaño de la red o por la orientación que ocupan. El caracol es una expre-
sión que emplean los almadraberos tarifeños para denominar la espiral que se forma en la
supericie marina cuando los atunes llegan a la puerta del copo y, al ver el fondo de red de
dicho compartimento, se asustan y deciden no pasar, quedándose en el mismo lugar dando
vueltas concéntricas. La imagen que perciben los almadraberos es muy semejante a la de la
concha de un caracol y de ahí su nombre. Esta denominación está motivada semánticamente
por metáfora y no ha sido documentada en ninguna de las obras consultadas. El momento
en el que los lomos de los atunes comienzan a asomarse tras comenzar la levantá recibe en
Tarifa el nombre de primera rebotá. Consideramos que la voz rebotada, rebotá por síncopa
de la dental en posición intervocálica, está relacionada con la tercera acepción que recoge
el DRAE del verbo rebotar: «Dicho de un cuerpo en movimiento: Retroceder o cambiar de
dirección por haber chocado con un obstáculo». Rebotada es voz castellana que ha espe-
cializado su signiicado en el habla marinera gaditana. Florido del Corral (2015, 38) recoge
primera rebotá y, además, repío para referirse al movimiento del agua cuando los atunes
habían entrado en el copo. Ruiz Acevedo y López (2005, 114) recogen únicamente repío.
Para acabar hemos dejado dos expresiones que tienen que ver, y mucho, con la alma-
draba y con el habla de los pescadores tarifeños, pues tan solo han sido documentadas en
esta localidad; estas son tunante y Estar tirado como un atún. Ambas nos las dio a conocer
una mujer de Tarifa, hija y esposa de pescadores. Tunante, según el DRAE (1ª acepción),
es «pícaro, bribón, taimado», derivado del antiguo participio activo de tunar. El DCECH

122 María de las Mercedes Soto Melgar


trae que es voz derivada de tuna «vida holgazana y vagabunda». Para Corominas y Pascual
tuna procede del antiguo argot francés tune «hospicio de los mendigos», «limosna», pro-
piamente «la mendicidad», tomado del nombre del Roi de Thunes o jefe de los vagabundos
franceses, a quien se dio el nombre de «rey de Túnez» en memoria del de «duque del Bajo
Egipto» que se hacía dar el jefe de los gitanos cuando sus bandas llegaron a París en 1427.
Pues bien, si aquí lo relacionamos con el atún y con la almadraba es por la respuesta que
nos dio nuestra informante de Tarifa. Durante la conversación la informadora se reirió a
uno de sus nietos diciendo: «mi nieto, el pequeño, es un tunante», y justo a continuación
se le preguntó por el signiicado de dicha voz, pues hasta entonces nos era desconocida. La
informadora respondió que no teníamos porqué conocerla, ya que «es una palabra que se
usa solamente en Tarifa y que la conoce la gente de aquí». Para esta mujer tunante «es lo
mismo que sinvergüenza», porque «antiguamente se le decía a los hombres que trabajaban
en las almadrabas, porque eran unos pobrecitos que no se sabían comportar». Esta expli-
cación refuerza, sin duda alguna, la idea de que tunante esté relacionado con la almadraba
y con el atún por etimología popular. Fray Martín Sarmiento (1876) ya airmaba que las
voces tunante y tunanta derivaban del vocablo atún:

Los atunes no tienen Patria ni domicilio constante; todo el mar es Patria para ellos.
Son unos peces errantes y unos tunantes vagabundos, que a tiempos están aquí y a tiempos
están allí. Y así, por imitación de los atunes, formaron las voces Tino, Tunante y Tunar
de la voz Atún, o del Thunnus Latino. […] Los vagabundos y tunantes son atunes de
tierra, sin patria ija, sin domicilio constante y conocido, sin oicio ni beneicio público,
y tal vez sin religión, y sin alma.

En cuanto a la expresión Estar tirado como un atún, la informante dijo emplearla


cuando sus hijos o nietos están tumbados en el sofá sin hacer nada, por lo tanto se usaría
con el signiicado de «vago, ocioso». La explicación a esta expresión estaría en el momento
en el que los almadraberos daban muerte a los atunes en las antiguas almadrabas de vista
o tiro. En estas los atunes, cuando llegaban a las orillas de las playas empujados por este
arte de red, que en aquel momento era de cerco y de arrastre al mismo tiempo, se quedaban
varados y eran rematados a golpes por los pescadores, de donde procede también el signi-
icado etimológico de almadraba «lugar donde se golpea o lucha» de la raíz árabe ‘d-r-b
«golpear»» (DCECH). Una vez muertos permanecían tirados en las proximidades de las
playas mientras se desangraban. Esta realidad podemos observarla en el grabado del alemán
Hoefnagel en el siglo xvi, en la imagen que emplea Sáñez Reguart (1791 s.v. almadraba)
para explicar el funcionamiento de la almadraba de vista o tiro y en la obra del poeta sevi-
llano del siglo xvii, Félix Persio, Bertiso, recogida en Rodríguez Marín (1908): «Quando
nuestro cāpo embiste/ con aquel vulgo de bestias, / que sin poder defenderse/ quedan a la

Estar tirado como un atún: apuntes sobre el habla de los pescadores de Tarifa 123
playa muertas». Estas dos expresiones no han sido documentadas en ninguna otra de las
obras consultadas, salvo en Regueira y Regueira (1993, 168-171), que las recoge con el
mismo signiicado documentado en nuestras entrevistas.

Conclusiones

El habla de los pescadores tarifeños es parte del español estándar hablado en la provincia
de Cádiz, pero debido a una serie de peculiaridades fonéticas, morfológicas y semánticas
debe encuadrarse dentro de las hablas andaluzas. Fenómenos fonéticos como la asimila-
ción vocálica (rebillo < rabillo), la aspiración de h procedente de F- inicial latina (jierro
< hierro < ferrum), el carácter aspirado de la h- inicial en el verbo halar, la aspiración de
la H latina en posición interior (trajiña <traíña < trahĕre), el yeísmo, la pronunciación del
fonema /ch/ fricativo, el rotacismo (farseta < falseta), la aspiración de la –s implosiva antes
de vocal (jabiertas < las abiertas) y la pérdida de la –d- en posición intervocálica (levantá
< levantada, roapié < rodapié, roaor < rodador, rebotá < rebotada) acercan el habla de los
pescadores tarifeños a las hablas andaluzas. Cabe señalar también la presencia de fenó-
menos semánticos como la metáfora, la metonimia, la sinécdoque y la etimología popular,
que aproximan la lengua de los pescadores tarifeños a las hablas populares. A lo largo del
trabajo hemos podido observar cómo estos recursos están detrás de la formación de mu-
chas palabras propias del léxico marinero de esta localidad. Por metáfora se han formado
voces como bola, cara, pata, canastilla y caracol; por metonimia, trajiña y arriera; por
sinécdoque, jierro y varilla; y por etimología popular, rodapié y tunante. Como podemos
ver la metáfora es el procedimiento semántico más productivo, seguido de la metonimia,
la sinécdoque y la etimología popular. Consideramos que esta es una consecuencia directa
de la relación que guardan entre sí signiicado y referente, puesto que la consideración de
la realidad extralingüística o de la cosa es fundamental para la designación de la misma. Lo
verdaderamente interesante radica en que estos cambios han dado lugar a denominaciones
que no vienen contempladas en el DRAE con el nuevo signiicado que le han otorgado los
marineros, por lo que se podría hablar de voces que son propias del habla marinera, es el
caso de rebotá, capacheta, espuerta y bola. Abunda también en el lenguaje marinero de
Tarifa el uso de denominaciones analítico-descriptivas, como tranza madre, jabiertas, red
de a pie, espuerta de esparto, rodador y caracol. Todos estos fenómenos son consecuencia
directa del tipo de conocimiento que poseen sus hablantes, un saber heredado, adquirido a lo
largo de su vida de pescadores, aprendido de sus padres y abuelos, de patrones de pesca o de
otros compañeros. Este tipo de saber contribuye a que el habla de los pescadores tarifeños
sea como es y que haga uso de los recursos formales y semánticos que la lengua madre, el
castellano, le ofrece, estableciendo de este modo las asociaciones que han sido analizadas.

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