Pilar Gonzalez Bernaldo

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Pilar González Bernaldo. El levantamiento de 1829.

El imaginario social y sus


implicaciones políticas en un conflicto rural.

Introducción: Al abordar la crisis política porteña de 1828-1829, la movilización de la


población rural del sur aún no ha sido satisfactoriamente analizada. Según la tesis clásica,
Rosas fue el autor de dicho levantamiento. Este no es interpretado como una revuelta
popular, sino como la acción de las tropas de Rosas aliadas a las tribus amigas, destinada
a derribar del poder a Lavalle y a quienes lo apoyaban. Lo que reduce los
acontecimientos a un conflicto entre Lavalle y rosas.

Para Halperín Donghi, quien resume los hechos, se trataría de un “alzamiento


campesino” cuyos autores fueron “poblaciones rurales hartas de guerra”, y cuya
importancia reside en que manifiesta “un cambio real en el modo de expresión política que
encuentra la campaña”. Fundamenta su tesis en la extracción social de los jefes de la
revuelta – de origen humilde- y en la aversión de los hacendaos hacia ese tipo de
manifestaciones de los hombres de “chiripa y chuza”.

El levantamiento necesito para coordinar la acción de las diversas partidas que participan,
de redes de relaciones y comunicaciones que convirtieran el descontento general en
acción eficaz. Rosas encarna el sentido de esta rebelión popular que le permite
materializar las representaciones del poder y el principio de su legitimidad.

I-La cólera rural.

La sedición estalla en la campaña sur de Buenos Aires, que estaba atravesando


transformaciones en la estructura productiva, consecuencia del vuelco de la elite porteña
hacia la tierra.

Al interior de este territorio coexisten 4 espacios con sociedades diferenciadas:

 Sociedad de agricultores y pequeños y medianos ganaderos.


 Dos tipos de asentamientos: los pueblos y las estancias. Es esta sociedad agraria
la que terminara por imponerse en la región hacia fines del siglo XIX.
 Sociedad blanca e india.
 Sociedad indígena.

A- Trasfondo de la revuelta.

La coexistencia de estos cuatro espacios dentro del procesos de integración económica al


mercado mundial, origina una serie de tensiones estructurales, las que, sumados a una
coyuntura explosiva, constituyen el trasfondo de la revuelta.

1- Tensiones estructurales.

El desarrollo de la explotación extensiva origina una serie de tensiones sociales, como lo


es el problema de la necesidad crónica de tierras. Esto se resolvió con el avance de la
frontera (la integración de nuevas tierras indias), pero la seguridad de la frontera era el
nuevo problema se necesitaba disponer de importantes recursos materiales y humanos.

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El peso económico de la conquista recae sobre los sectores populares. Por otro lado, la
necesidad de obtener recursos humanos para el ejército presenta una escasez en la
mano de obra; el gobierno decide establecer leyes para el disciplinamiento social y
laboral.

La expansión de la frontera vino acompañada de una política de hipoteca de la tierra


pública que llevo a una concentración de la tierra en manos de unos pocos. Al norte del
Salado la cuestión es otra, porque la ocupación de la tierra responde a estructuras
antiguas. Aquí el régimen de enfiteusis pudo haber provocado tensiones entre los
pobladores y explotadores de las tierras públicas, y los nuevos propietarios con derecho
a usufructuarlas. Dorrego intentara poner coto a estos excesos a través de una serie de
decretos destinados a limitar la extensión de leguas otorgadas.

La crisis ocasionada por el golpe de estado militar y el fusilamiento de Dorrego


desencadenan la cólera rural, que no es ajena a una identificación de Dorrego con el
Estado y los todopoderosos estancieros (enfiteutas).

2- Tensiones coyunturales.

Una coyuntura desfavorable entre 1825 y 1829 afecta de manera diversa a la población
de la campaña. El conflicto bélico con Brasil es una de las causas del proceso
inflacionario, provocando una devaluación del salario real. El conflicto conduce al bloqueo
del puerto de Buenos Aires, disminuyendo las exportaciones y la demanda de mano de
obra (desequilibrio en el mercado de trabajo, con relación a la oferta y la demanda). Esto
plantea una situación crítica para los pequeños ganaderos. La guerra causa también, una
reactualización de la ley de milicias de 1823 y de las leyes sobre “vagos y mal
entretenidos”. Lo que provoca un descontento en los habitantes víctimas de las levas y en
los hacendados, que veían desertar la escasa mano de obra. Q todo esto se suma la
mayor sequía en Buenos Aires que dura de 1828 a 1835.

B- La acción colectiva durante el verano de 1829.

La movilización rural de 1829 fue la respuesta de los habitantes de la campaña a las


implicaciones nocivas que, para su modo de vida, acarreaban las transformaciones de la
estructura productiva. No se puede tomar al movimiento como un todo coherente. Por el
contrario, hay un conjunto de revueltas originadas por razones diferentes, pero
coordinadas por una coyuntura explosiva.

Se distinguen tres distintas manifestaciones:

1- La agresión india.

Durante el verano de 1828- 1829 las poblaciones de la frontera noroeste y sur de la


provincia de Buenos Aires sufren una serie de ataques perpetrados por las tribus
indígenas conducidas por “cristianos”. La política de Rosas frente a estas agresiones fue
la de establecer alianzas con los caciques enemigos de Pincheira, generando una política
de entendimiento beneficiosa basada en alianzas. Pero, la sequía que arraso con el

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ganado cimarrón y las dificultades del Estado para continuar con esa política de subsidios
a las tribus amigas, llevo a estas a aliarse con tribus enemigas en las empresas
meloneras. Desestabilizando así el gobierno de Lavalle, y dejando dificultades a Rosas
para debilitar a estas fuerzas que ahora actúan en su contra.

2- La guerra de opinión.

Comienza en las pulperías y en los pueblos de campaña. El instrumento de esta revuelta


es la palabra. Los difusores son los pulperos y los “anarquistas”, contando los hechos (por
ejemplo, las agresiones indias) e incitando a la población. La guerra de opinión llega a la
cuidad también utilizando el pasquín como medio de difusión. Esta guerra genero un
sentimiento de inseguridad frente al cual la población actuó de diversos modos.

3- La acción de los “anarquistas”.

El gobierno de Buenos aires tiene que hacer frente a la formación de partidas de gauchos
armados, organizados en bandas dirigidos por pequeños caudillos. Su acción es el robo
de ganado y armas, entregándose a operaciones políticas.

II-Naturaleza de la revuelta.

¿Es posible calificar de “revuelta popular” a un levantamiento compuesto por actores tan
distintos como lo eran las tribus indias que vivían fuera de la sociedad blanca, los gauchos
semi-nómades que lo hacían en una sociedad de frontera y los gauchos soldados? Para
hablar de revuelta popular es necesario que exista una cohesión mínima de los intereses
del grupo; aquí parecería indudable que los actores del levantamiento se caracterizaban
por una inestabilidad laboral, familiar y el hábitat que hacía muy difícil una toma de
conciencia común. Si seguimos con esta reflexión, podría argumentarse que los vínculos
más estrechos que ligaban a los gauchos eran lazos verticales con los estancieros. Es
este razonamiento el que plantea Lynch para fundamentar su tesis que solo se explica
por los vínculos de clientela. El clientelismo en la campaña hacia imposible cualquier
acción en común, según este autor. Hay que recordar que durante los hechos Rosas se
encuentra a 400 kilómetros de los participantes. Esta ausencia física podría suponer una
capacidad organizativa de la población rural, así como una cierta autonomía en acción, lo
cual debilitaría su tesis. Se afirma que existieron vínculos horizontales que hicieron
posible la auto-organización de los habitantes del sur. A pesar del aislamiento existían
elementos en común a todos los habitantes: todos ellos eran hombres a caballo.
Compartían también, una vulnerabilidad frente a las leyes, por vivir en una economía de
cuasi subsistencia considerada como subversiva al poder. Ellos también son la principal
mira del ejército, ya que los reúne. Es en su condición de soldado que el gaucho va a
contraer vínculos horizontales. La militarización pierde con la intensificación de las levas
su función de integración social y política de las tropas con sus jefes. Las levas rompen
los viejos vínculos verticales, ofreciendo a los gauchos una capacidad relacional que
corresponde a su modo de ser - el ser hombres a caballo- y una conciencia de las
injusticias y desigualdades frente a la ley. Ello explica, por un lado, que la rebelión utilice

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los hombres y la estructura organizativa del ejército, y por otro, la fuerza movilizadora de
los rumores.

Que Rosas haya sido la autoridad reconocida por todos no hay dudas. Pero no hay que
negar toda la identidad de la revuelta. Es por la lógica de la dicotomía -propia del
conflicto- que se crea una identidad común en esa heterogeneidad de componentes. Esta
identidad se manifiesta a través de la acción, de la palabra y de las producciones
simbólicas.

A- Identidad a través de la acción.

La acción es el saqueo controlado. Por lo que significa la escasez de carne para un


habitante de la campaña, se le otorga a estos robos un sentido de protesta social contra
los grandes terratenientes. Igualmente es una revuelta contra los excesos que no
cuestiona a la sociedad. Pero otorga a los hombres de la campaña una identidad
colectiva, bajo la consigna rosista de restablecimiento del orden social.

B- Identidad a través de la palabra.

A esto se lo llamo “la guerra de opinión”, son rumores que corren en la campaña. Hay una
información paralela que molesta a las autoridades unitarias y que no pueden controlarla.
El mundo de lo rural adopta sentido de cultura oral dentro de la pulpería. En las reuniones
se adopta un imaginario que da sentido a la revuelta y al mundo rural de los sublevados.

C- Identidad a través de las producciones simbólicas.

La acción colectiva instituye una identidad colectiva a través de la producción de


símbolos, destinada a representar y significar a sus miembros. La primera imagen que
reúne a los levantados es la de Dorrego. También encontramos la cinta punzó y la lanza
decorada con plumas.

Según la autora se puede afirmar que, el levantamiento de 1829 no se reduce a un simple


conflicto entre Lavalle y Rosas, como se lo ha caracterizado desde la historiografía
tradicional, o a una crisis de mando en el interior del ejército. Por el contrario, este
levantamiento tomo un sentido de protesta social, ya que la rebelión está en la acción, la
palabra y las producciones simbólicas. Es la figura de Rosas la que viene a “encarnar”
esa identidad a través del “restablecimiento del orden” que las medidas arbitrarias de los
unitarios habían roto. A partir de 1829 Rosas pasa a ser el “Restaurador de las Leyes”.

III- El rol de Rosas.

Las autoridades de la campaña y la prensa porteña dudan en responsabilizar a Rosas de


los disturbios, hasta que Molina declara actuar por orden de él. Sin establecer cuál fue el
verdadero origen de estas declaraciones, dice la autora, que rosas pasa a ser para la
población de la campaña y para las autoridades de la cuidad, el único responsable de los
actos de los insurgentes. Lo que genera un doble poder: el que le asignan las partidas de
“anarquistas”, y el que le otorga la misma situación de inestabilidad al ser reconocido por
las autoridades de Buenos Aires como única persona capaz de resolver el problema. Y a

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su vez, para la población en armas el comandante general de milicias no solo era la
autoridad reconocida por todos, sino también, el símbolo unificador y sentido globalizante
de esta revuelta; se lo reconoce como un jefe carismático del pueblo en acción.

Un aspecto fundamental de la naturaleza del poder y la autoridad de Rosas, es su


condición de articulador social. Esto explicaría el porqué de la intensificación de la
revuelta es inversamente proporcional a su capacidad revolucionaria. La figura de Rosas
cristalizó el imaginario político de la población rural, otorgándole a este el rol supremo de
protector de la sociedad en peligro.

“…Rosas, al mismo tiempo que implemento una política coercitiva destinada a destruir
todo medio alternativo de subsistencia […] respetó los valores y significaciones de la
cultura y la vida de los habitantes de la campaña…”.

A pesar de poner en manifiesto una capacidad extraordinaria por crear significaciones a


distancia en el levantamiento, se mostró incapaz de materializarlas en o por las
instituciones sociales, ya fuera a través del lenguaje, de las instituciones políticas, o de las
relaciones sociales. Es el mismo Rosas quien al apropiarse del sentido de la revuelta,
pasa a encarnarlo. Su ascenso al poder será percibido como la realización de su sentido y
consagración del orden popular, lo que más tarde explica las medidas destinadas al
restablecimiento del orden, dirigidas contra los propios actores de la revuelta.

IV- La horda contra el pueblo: lucha entre dos identidades legitimadoras del poder.

La política de Lavalle y de su élite liberal que lo apoyaba, fue la de identificar a los


sublevados con los “indios bárbaros”, con el fin de desacreditar la revuelta y sensibilizar la
opinión de la sociedad urbana frente al peligro de la “masa rural”. La participación de los
“bárbaros” sirvió a los unitarios como argumento para legitimar un conflicto que la
oposición presentaba como consecuencia de la ilegalidad del golpe militar. De este modo
y como consecuencia de esta oposición, los acontecimientos se traducen en un conflicto
entre cuidad y campaña, de donde se elabora el argumento de la lucha entre civilización y
barbarie. Pero esta oposición sobrepasa el clivaje rural-urbano, para instalarse en un
campo fundamentalmente político. La opinión liberal no tiene receptor, pues ella va
dirigida a un pueblo inexistente. Solo existe como discurso de la élite intelectual, está
destinada a sustituir la representación de la sociedad “holista” por la de un todo
homogéneo y uniforme, necesario a la legitimidad democrática.

Rosas acepto y promovió una sociedad “holista” de actores colectivos que le permitió, por
un lado, integrar a la federación a los grupos socio- cultural y étnico en tanto que
identidades “particularistas- localistas” – y, por otro lado, convertirse en elemento de unión
indispensable sin el cual las partes no tenía posibilidad de existir.De este modo, si la
aceptación e integración de las identidades “localistas- particularistas” confieres a Rosas
el poder de sumo protector de la sociedad, los liberales, al rechazar esta como fuente
legitimadora, están gestando un poder paralelo cuyo fundamento es un discurso nacional
que solo ellos controlan.

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Como señala Guerra, la soberanía popular como principio de legitimidad llevo, en el caso
de las jóvenes republicas latino- americanas a una ficción democrática, consecuencia de
la contradicción política que existía entre una élite moderna y una sociedad tradicional
compuesta de actores colectivos.

Conclusión.

Los temores frente a las transformaciones de la estructura productiva y el aislamiento a


que la sociedad tradicional se ve reducida a medida que se impone el modelo de la gran
estancia como centro de poder económico, político y social, lleva a esta misma población
a luchar por un poder fuerte que otorgue la protección necesaria para su supervivencia.

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