Wa0007.
Wa0007.
Wa0007.
La filosofía de la ciencia aspira a explicar el proceso de evolución del conocimiento científico no sólo
para ayudar a interpretar la historia de la ciencia, sino también para aportar criterios para que un
científico tenga elementos en base a los cuales optar por adherirse a una u otra corriente de explicación
científica. A su vez, la propia filosofía de la ciencia estudia los procesos de cambio de criterios y
enfoques que se dan en las distintas áreas del conocimiento. Así, en su trayectoria a lo largo del
presente siglo pueden diferenciarse al menos cuatro momentos sucesivos y distintos, cada uno de los
cuales recoge al anterior en un marco explicativo más amplio: primero, el verificacionismo o positivismo
lógico; segundo, el falsacionismo; tercero, la sucesión de paradigmas; y cuarto, los programas de
investigación científica. Estudiaremos sucesivamente cada uno de estos momentos.
El positivismo lógico pronto empezó a ser objeto de críticas demoledoras. Así, por ejemplo, se ha
puesto de manifiesto que el criterio de verificación positivista no es verificable en sí mismo, por lo que,
de acuerdo con los principios de la propia escuela, carece de sentido y no es científico, sino que forma
parte del campo de la “metafísica”. Es decir, el criterio positivista de verificación es, según el propio
criterio, una afirmación universal a priori, sin ningún contacto con la realidad empírica. Además, el
positivismo no tiene en cuenta que el hecho de “significar algo” no es empíricamente discernible de
acuerdo con el criterio de verificación. Una proposición tiene sentido si es verificable, es decir, si los
hechos que observamos son capaces de verificarla o no. Pero para poder apreciar si los hechos
verifican o no una proposición, tenemos que dar previamente significado a los hechos que observamos,
con lo cual estamos dando significado a algo antes de ver si ese algo tiene o no significado (todo ello
de acuerdo con el propio principio positivista de la verificación). Y es que el hecho de tener o no sentido
una afirmación es algo que no puede establecerse en relación con los hechos observables del mundo
exterior, sino que es tan sólo un puro resultado del razonamiento humano. Es decir, todo acto de
verificación presupone siempre un acto previo de la inteligencia, efectuado sin conexión alguna con el
amplia de Popper, que se denominó falsacionista y que estudiamos a continuación.
El falsacionismo
Para Popper no hay un único método de investigación científica. La contrastación de las hipótesis
puede ser empírica o racional. Por otro lado, la unidad metodológica de la ciencia sólo sería de
perspectiva, en el sentido de que debería comportar las notas de racionalidad, teoricidad, realismo y
crítica. Para él, la probatura o verificación positiva de una proposición científica está condenada al
fracaso. Lo que debe hacerse con una proposición científica es intentar “falsarla”, esto es, intentar
establecer su inadecuación para con la realidad que debe explicar y los acontecimientos que ha
predicho. En la medida en que los reiterados intentos de falsación de una proposición no tengan éxito,
ésta se mantendrá por el investigador, pero sujeta siempre a nuevas pruebas, por lo que su aceptación
comporta un elemento esencial de interinidad o provisionalidad. Siguiendo textualmente a Popper (37):
“El conocimiento, especialmente el conocimiento científico, progresa a través de anticipaciones
injustificadas (e injustificables), de presunciones, de soluciones tentativas para nuestros problemas,
de conjeturas. Estas conjeturas son controladas por la crítica, esto es, por intentos de refutaciones,
entre los que se encuentran tests severamente críticos. Ellas pueden sobrevivir a estos tests, pero
nunca pueden ser justificadas categóricamente: no se las puede establecer como indudablemente
verdaderas, ni siquiera como “probables” (en el sentido del cálculo de probabilidades). La crítica de
nuestras conjeturas es de importancia decisiva: al poner de manifiesto nuestros errores, nos hace
comprender las dificultades del problema que estamos tratando de resolver. Es así como llegamos a
adquirir un conocimiento más profundo de nuestro problema y a estar en condiciones de proponer
soluciones más maduras: la misma refutación de una teoría -es decir de una solución tentativa seria
para nuestro problema- es siempre un paso adelante que nos acerca a la verdad y es ésta la manera
por la cual podemos aprender de nuestros errores.”
Aunque la postura de Popper es, sin duda, un significativo paso adelante en relación con la del
positivismo lógico del Círculo de Viena, es sin embargo también vulnerable a algunas de las críticas
efectuadas a las posturas ingenuamente verificacionistas. Así, por ejemplo, se puede argumentar que
el propio criterio popperiano de demarcación no es, en sí mismo, falsable, con lo cual no deja de ser
un criterio sin sentido científico de acuerdo con el propio criterio de demarcación popperiano. Además,
el criterio popperiano tiene otras insuficiencias lógicas de importancia que es preciso considerar. De
acuerdo con Popper, lo que da el carácter de “científico” a una afirmación es el hecho de que ésta sea
“falsable” o no por el observador. Tomemos como ejemplo la proposición de que “todos los cisnes son
blancos”. Uno puede falsar, pero no verificar, la afirmación de que “todos los cisnes son blancos” de
acuerdo con el criterio de Popper; basta con que encontremos un cisne negro para que podamos
considerar falsa la anterior afirmación, pero aunque todas nuestras observaciones sean de cisnes
blancos, no podremos dar por verificada la misma. Sin embargo, desgraciadamente, podemos
verificar, pero en forma alguna falsar, la proposición contraria a la anteriormente mencionada, es decir,
la de que “algunos cisnes no son blancos”, o la de que “al menos un cisne es negro”. ¿Por qué no
puede falsarse la afirmación contraria? Porque como esta última afirmación es de naturaleza particular,
uno sólo puede contradecirla estableciendo una proposición universal, lo cual es imposible de llevar a
cabo por procedimientos empíricos. Así, para falsar la afirmación “algunos cisnes no son blancos”, uno
debe de verificar que todos los cisnes son blancos. Ahora bien, se puede haber observado cualquier
número infinitamente grande de cisnes no habiendo encontrado ninguno negro entre ellos, sin que se
pueda decir, no obstante, que no existen en absoluto cisnes negros, si es que se quiere ser coherente
con la propia metodología popperiana. Claramente hay algo equivocado con esta metodología, pues
es absurdo afirmar que la proposición P tiene sentido y es científica por ser falsable, mientras se niega
el sentido y el carácter científico de la proposición contraria P’. Si una proposición es cierta, su contraria
es falsa y viceversa; pero lo que es incompatible con nuestra lógica es que el contrario de una
proposición, cierta o falsa, carezca totalmente de sentido científico por no ser en forma alguna falsable.
Por otro lado, el método popperiano es más débil en el caso de las ciencias sociales (y más
concretamente en el campo de la economía) cuyos hechos u objetos de investigación no son nunca
directamente observables en el mundo exterior. En efecto, una pieza, por ejemplo, de metal es “dinero”,
un sonido emitido por una persona es una “palabra” y un determinado compuesto químico es un
“cosmético”, solamente porque alguien “piensa” o “cree” que la pieza de metal “es” dinero; alguien
“interpreta” como una palabra con significado el sonido que escucha; y alguien “utiliza” para tratarse la
piel el compuesto químico que ha comprado como cosmético. Está claro que los hechos que son objeto
de investigación en economía son respectivamente el “dinero”, la “palabra”, el “cosmético”, y no el
trozo de metal, el sonido emitido por una persona o el compuesto químico que, respectivamente, y en
términos estrictamente físicos y empíricamente observables constituyen tales objetos. Luego los
hechos de la acción humana, a efectos de su estudio por parte del científico social, pertenecen a una
u otra clase, o a una u otra categoría de fenómenos, no de acuerdo con lo que el observador conozca
sobre la entidad física de tales objetos, que es la única directa y empíricamente observable en el
mundo exterior, sino de acuerdo con lo que tal científico conoce e interpreta que la persona observada
llega a saber sobre tales objetos. Esta interpretación es posible porque en la ciencia social, el científico
comparte la misma naturaleza humana de los observados (cosa que no ocurre en el mundo de la
ciencia natural) y dispone, por tanto, de un conocimiento “de primera mano”, introspectivo o íntimo,
sobre tal naturaleza humana, que es el que precisamente le permite interpretar lo que los otros seres
humanos, observados por él, hacen. Por eso, las ciencias sociales han de construirse en función de
las opiniones o intenciones de las personas que actúan, opiniones que, por no ser directamente
observables de forma empírica en el mundo exterior, hacen muy difícil la falsación empírica de las
hipótesis en el campo de las ciencias sociales. Si a esto añadimos que la experiencia sobre los hechos
que son objeto de investigación en las ciencias sociales es siempre una experiencia sobre hechos o
fenómenos complejos y de tipo histórico, en relación con los cuales no cabe efectuar experimentos de
laboratorio, es decir, observar cambios en un elemento aislado manteniendo inalterables cualesquiera
otras condiciones que influyan sobre ese hecho, es evidente que la falsación empírica de hipótesis es
un ideal que, aunque parezca muy loable enunciar y saludable perseguir, en la práctica de la ciencia
económica es muy difícil alcanzar en la mayor parte de las circunstancias .
Las anteriores consideraciones no dejaron de afectar al propio Popper, que siguió una trayectoria en
la que se podrían apreciar tres momentos distintos: un primer Popper falsacionista dogmático; un
segundo Popper falsacionista ingenuo o juvenil; y un Popper ya maduro, falsacionista sofisticado, que
entiende la falsación como cuestión de grado y que, en consecuencia, resaltaría más la apertura, la
crítica, el realismo y la voluntad de innovación, de forma que, para él, la demarcación entre el
conocimiento científico y el no científico no provendría ya tanto de un determinado criterio o de un
método particular para formular y contrastar proposiciones, como de un enfoque en el que las notas
de racionalidad, contenido teórico, realismo, tolerancia y propiciación de nuevas ideas serían las que
permitirían fijar la demarcación entre las distintas formas de conocimiento .