Texto Foucault - Disciplina

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Capitulo Disciplina, Vigilar y Castigar (Foucault)

Los cuerpos dóciles


Ha habido todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder.
Se dedica gran atención al cuerpo, ya que se manipula, se da forma, se educa,
que obedece, que responde, que vuelve hábil o cuyas fuerzas se multiplican. Es
dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede
ser transformado y perfeccionado.
Existe una escala de control, para trabajar el cuerpo en sus partes, de ejercer
sobre él una coerción débil, de asegurar presas en los movimientos, gestos,
actitudes, rapidez. El objeto de control serie la economía y eficacia de los
movimientos, su organización interna, la coacción sobre las fuerzas. La
modalidad implica una coerción ininterrumpida, constante que vela por los
procesos de la actividad. Estos métodos permiten el control minucioso de las
operaciones del cuerpo, y les imponen una relación de docilidad-utilidad, se les
llama disciplinas.
El momento histórico de las disciplinas es el momento en el que nace un arte
del cuerpo humano que tiene a la formación de un vínculo que lo hace más
obediente y útil. Se conforma una política de las coerciones que constituye un
trabajo sobre el cuerpo, una manipulación calculada de sus gestos y
comportamientos. El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo
explora, lo desarticula y lo recompone.
La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos “dóciles”. La
disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en utilidad económica) y disminuye
esas mismas (en obediencia política). Disocia el poder del cuerpo, hace de este
poder una capacidad, que trata de aumentar, y cambia la energía y potencia
que de ello podría resultar y la convierte en una relación de sujeción estricta.
La coerción disciplinaria establece en el cuerpo el vinculo de coacción entre
una aptitud aumentada y una dominación acrecentada.
Estas formas y métodos se inscriben en colegios, hospitales y organización
militar, inscribiéndose de manera total en transformaciones generales y
esenciales que será preciso tratar de desglosar. La disciplina es una anatomía
política del detalle, ya que todo detalle es importante, nada es lo bastante
pequeño para no haber sido querido por una de sus voluntades singulares. En
el detalle se alojan todas las formas de encauzamiento de la conducta, antes
mencionadas. Para el hombre disciplinado ningún detalle es indiferente. La
mística de lo cotidiano se une en él a la disciplina de lo minúsculo.
El mundo de los detalles se intentó organizar y se quiso establecer en el un
dispositivo de poder que le permitiera percibir hasta el más pequeño
acontecimiento del Estado que gobernaba. Una observación minuciosa del
detalle para el control y la utilización de los hombres se abren paso a través de
la época clásica, acarreando todo un conjunto de técnicas, de descripciones, y
de estas ha nacido el hombre del humanismo moderno.

El arte de las distribuciones


La disciplina procede ante todo a la distribución de los individuos en el espacio,
para esto emplea varias técnicas:
1) La clausura: la especificación de un lugar heterogéneo a todos los
demás y cerrado sobre sí mismo, un lugar protegido de la monotonía
disciplinaria, como el encierro de los vagabundos e indigentes, el
convento, los cuarteles, donde se asienta el ejército. La fábrica
explícitamente se asemeja al convento a la fortaleza, a una ciudad
cerrada. Este principio no es constante ni indispensable en los aparatos
disciplinarios.
2) Principio de la localización elemental o la división en zonas: A
cada individuo le pertenece un lugar, el espacio disciplinario se divide en
tantas parcelas como cuerpos o elementos que haya para repartir. Se
trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber dónde y
cómo encontrar a los individuos, de instaurar comunicaciones útiles.
Procedimiento para conocer, dominar y utilizar. La disciplina organiza un
espacio analítico.
3) La regla de los emplazamientos funcionales: Va a codificar poco a
poco un espacio que la arquitectura dejaba en general disponible y
dispuesto para varios usos. Esto aparece en los hospitales, donde surge
la necesidad de distribuir y de compartimentar el espacio con rigor, por
ejemplo, la localización de los medicamentos en cofres cerrados, registro
de su utilización. También, se crea un sistema para verificar el numero
efectivo de enfermos (identidad), en cada lecho se coloca el nombre de
quien se encuentra en él, luego el aislamiento de los contagiosos, camas
separadas. Se genera un espacio administrativo y político en el hospital,
constituyendo un cuadro real de singularidades yuxtapuestas (junto a) y
cuidadosamente distintas. Nace de la disciplina un espacio medicamente
útil.
4) Los elementos son intercambiables: Cada uno se define por el lugar
que ocupa en una serie y por la distancia que lo separa de otros. Su
unidad es el rango, el lugar que se ocupa en una clasificación. La
disciplina arte del rango y técnica para la transformación de las
combinaciones. Individualiza los cuerpos mediante una localización que
no los implanta, pero los distribuye y los hace circular en un sistema de
relaciones. El rango comienza a definir la gran forma de distribución de
los individuos en el orden escolar, como hileras, rango atribuido a cada
uno con motivo de cada tarea. Movimiento perpetuo en el que los
individuos se sustituyen unos a otros, en un espacio ritmado por
intervalos alineados. La organización de un espacio serial fue una de las
grandes transformaciones técnicas de la enseñanza elemental. Al
asignar lugares individuales, ha hecho posible el control de cada cual, y
el trabajo simultaneo de todos, organizando una nueva economía del
tiempo de aprendizaje.
Al organizar las celdas, los lugares y los rangos, las disciplinas fabrican
espacios complejos: arquitectónicos, funcionales y jerárquicos al mismo
tiempo. Son espacios que establecen la fijación y permiten la circulación
e instauran relaciones operatorias, garantizan la obediencia de los
individuos y también una mejor economía del tiempo de los gestos. La
primera de las grandes operaciones de la disciplina es la constitución de
“cuadros vivos” que transforman las multitudes confusas, inútiles o
peligrosas, en multiplicidades ordenadas. Es a la vez una técnica de
poder y un procedimiento de saber. Se trata de organizar lo múltiple, de
procurarse un instrumento para recorrerlo y dominarlo. En el orden de la
economía, permite medir las cantidades y analizar los movimientos. En
la taxonomía, tiene como función caracterizar y constituir clases. En la
distribución disciplinaria, tiene como función tratar la multiplicidad por sí
misma, distribuirla y obtener de ella el mayor número de efectos
posibles. La táctica disciplinaria se sitúa sobre el eje que une lo singular
con lo múltiple. Permite la caracterización del individuo como individuo y
la ordenación de una multiplicidad dada. Es la condición primera para el
control.
El control de la actividad
1. El empleo del tiempo: Sus procedimientos son, establecer ritmos,
obligar a ocupaciones determinadas, regular los ciclos de repetición,
coincidiendo en los colegios, los talleres y los hospitales. Durante siglos,
las órdenes religiosas han sido maestras de disciplina, especialistas del
tiempo y ls actividades reguladas. Pero estos procedimientos de
regularización temporal que las disciplinas heredan son modificados por
ellas. El tiempo medido y pagado deber ser también un tiempo sin
impureza ni defecto, un tiempo de buena calidad. La exactitud y la
aplicación junto con la regularidad son las virtudes fundamentales del
tiempo disciplinario.
2. La elaboración temporal del acto: Existe un programa que asegura
la elaboración del propio acto y controla desde el interior su desarrollo y
sus fases. Se define una especie de esquema anatomo-cronológico del
comportamiento. El acto queda descompuesto en sus elementos, la
posición del cuerpo, de los miembros, de las articulaciones, a cada
movimiento se le asignan una dirección, una amplitud, una duración, su
orden de sucesión esta prescrito.
3. La puesta en correlación del cuerpo y el gesto: El control
disciplinario consiste en enseñar (o imponer) una serie de gestos
definidos impone la mejor relación entre un gesto y la actitud global del
cuerpo, que es su condición de eficacia y de rapidez. El buen empleo del
cuerpo permite un buen empleo del tiempo. Todo debe estar llamado a
formar el soporte del acto requerido. Un cuerpo bien disciplinado forma
el contexto operatorio del menor gesto. El cuerpo disciplinado es el
apoyo de un gesto eficaz.
4. La articulación cuerpo-objeto: La disciplina defina cada una de las
relaciones que el cuerpo debe mantener con el objeto que manipula.
Dibuja un engranaje cuidadoso. La maniobra, consiste en cuando el
poder viene a deslizarse sobre toda la superficie de contacto entre el
cuerpo y el objeto que manipula, los amarra entre sí. Constituye un
complejo cuerpo-arma. La reglamentación impuesta por el poder es la
ley de construcción de la operación.
5. La utilización exhaustiva: En cuanto a la disciplina procura una
economía positiva, plantea el principio de una utilización del tiempo
siempre creciente, se trata de extraer del tiempo, cada vez más
instantes disponibles. Por tanto, hay que intensificar el uso del menor
instante, como si el tiempo fuera inagotable, y pudiera tenderse hacia
un punto ideal en el que la máxima rapidez se une con la máxima
eficacia. De esta manera, mejor se desarticula el tiempo, y se puede
acelerar una operación, o regularla de acuerdo con un grado óptimo de
velocidad. A través de esta técnica de sujeción, se empieza a conformar
un nuevo objeto, transformándose en un cuerpo mecánico, cuya imagen
había obsesionado durante mucho tiempo a los que soñaban con la
perfección disciplinaria. El cuerpo al ofrecerse a nuevos mecanismos de
poder se ofrece a nuevas formas de saber. Un cuerpo del ejercicio
manipulado por la autoridad. En el ejercicio que se le impone y que este
resiste, el cuerpo dibuja sus correlaciones esenciales y rechaza lo
incompatible.
Hemos visto como los procedimientos de distribución disciplinaria tenían lugar
entre las técnicas contemporáneas de clasificación y de disposición en cuadro
y como introducían el problema específico de los individuos y de la
multiplicidad. Los controles disciplinarios se sitúan sobre la maquinaria natural
de los cuerpos, pero comienzan a descubrir procesos específicos. El cuerpo
opone y muestra las condiciones de funcionamiento propias de un organismo.
El poder disciplinario tiene como correlato una individualidad no solo analítica y
celular sino natural y orgánica.
La organización de la génesis
Se encuentra el aprendizaje corporativo, que consiste en la relación de
dependencia a la vez individual y total respecto del maestro, es intercambio
global entre el maestro, quien debe dar su saber, y el aprendiz, que debe
aportar sus servicios, su ayuda y con frecuencia una retribución.
Se desarrollo en la época clásica una nueva técnica para ocuparse del tiempo,
de las existencias singulares, para regir las relaciones del tiempo, de los
cuerpos y de las fuerzas. Las disciplinas que analizan el espacio, que
descomponen y recomponen las actividades, deben también entenderse como
aparatos para sumar y capitalizar el tiempo. Y esto por cuatro procedimientos:
1) Dividir el ciclo vital en segmentos, sucesivos o paralelos, que deben
llegar a un término especificado. Por ejemplo: abrir escuelas militares
distintas al servicio armado. En suma, se debe descomponer el tiempo
en tramites separados y ajustados.
2) Organizar estos trámites según un esquema analítico, es decir,
sucesiones de elementos lo más simples posibles, combinados según
una complejidad creciente.
3) Finalizar estos segmentos temporales, fijarles un término marcado por
una prueba que tiene una triple función, indicar si el sujeto ha alcanzado
el nivel adecuado, garantizar la conformidad de su aprendizaje y
diferencias los dotes de cada individuo.
4) Disponer series, prescribir a cada uno, según su nivel, su antigüedad y
su grado los ejercicios que el convienen. Permiten diferenciar y cada
diferencia conlleva ejercicios específicos. Son series sucesivas que
forman una ramificación y se subdividen. De manera que cada individuo
se encuentra en una serie temporal, que define su nivel o su rango.
En este tiempo disciplinario, donde se disponen diferentes estadios separados
los unos de los otros mediante pruebas graduales, determinando programas
que deben desarrollarse durante una fase determinada. Este tiempo ha
sustituido el tiempo iniciático de la forma tradicional (tiempo controlado
únicamente por el maestro). SE conforma asi toda una pedagogía analítica muy
minuciosa en su detalle, que descompone y jerarquiza.
La disposición en serie de las actividades sucesivas permite que el poder haga
toda una fiscalización de la duración, permite un control detallado y una
intervención puntual (de diferenciación, corrección y eliminación), una
posibilidad de caracterizar. Por tanto, de utilizar a los individuos según el nivel
que tienen, posibilidad de acumular el tiempo y la actividad, de volver a
encontrarlos y utilizarlos, que es la capacidad final de un individuo. El poder se
articula directamente sobre el tiempo, asegura su control y garantiza su uso.
Los procedimientos disciplinarios hacen aparecer un tiempo evolutivo,
entendido en términos de progreso. En cuanto a las técnicas disciplinarias
hacen emerger series individuales, en términos de génesis. Progreso de las
sociedades, génesis de los individuos, estos descubrimientos son quizás
correlativos a las nuevas técnicas de poder y una nueva manera de administrar
el tiempo y hacerlo útil a través de un corte en segmentos, mediante seriación,
por síntesis y totalización. Una macro y microfísica de poder han permitido la
integración de una dimensión temporal, unitaria, continua y acumulativa en el
ejercicio de los controles y la práctica de las dominaciones. Con las nuevas
técnicas de sometimiento, la dinámica de las evoluciones continuas tiende a
reemplazar la dinastía de los acontecimientos solemnes.
El pequeño continuo temporal de la individualidad-génesis para ser un efecto y
objeto de la disciplina. El ejercicio es la técnica por la cual se imponen a los
cuerpos tareas a la vez repetitivas y diferentes, pero siempre graduadas.
Influyendo en el comportamiento, permite una perpetua caracterización del
individuo y garantiza un crecimiento, una observación y calificación. El
ejercicio, se encuentra en prácticas militares, religiosas. Su organización lineal,
continuamente progresiva, su desarrollo genético a lo largo del tiempo es, en
el ejército y escuela, tardíamente introducidos.
Los ejercicios cada vez más rigurosos que se propone la vida austera se
convierten en las tareas de complejidad creciente que marcan la adquisición
progresiva del saber y de la buena conducta. El ejercicio sirve para economizar
el tiempo de la vida, acumularlo en forma útil y para ejercer el poder sobre los
hombres por medio del tiempo. El ejercicio convertido en elemento dentro de
una tecnología política del cuerpo y la duración, pero tiende a una sujeción que
no ha acabado jamás de completarse.
La composición de las fuerzas
La unidad se convierte en una especie de máquina de piezas múltiples que se
desplazan unas respecto de las otras para llegar a una configuración y obtener
un resultado especifico. Algunas razones son económicas (hacer útil al
individuo y rentable a las tropas) y han llegado a ser determinantes solo a
partir de una transformación técnica, que es el fusil. De ahí la necesidad de
encontrar toda una práctica calculada de los emplazamientos individuales y
colectivos, de los cambios de posición. En suma, de inventar una maquinaria
cuyo principio fuera una geometría de segmentos divisibles cuya unidad base
fuera el soldado móvil con su fusil. La fuerza productiva especifica de la
jornada laboral combinada es una fuerza productiva social del trabajo, o del
trabajo social. Surge la cooperación misma.
Aparece una exigencia nueva a la cual debe responder la disciplina: construir
una maquina cuyo efecto se llevará al máximo por la articulación concertada
de las piezas elementales de que está compuesta. La disciplina es un arte de
componer fuerzas para obtener un aparato eficaz, que se traduce de diversas
maneras:
1. El cuerpo singular se convierte en un elemento que se puede
colocar, mover y articular sobre otros. Su arrojo o fuerza son el
lugar que ocupa, el intervalo que cubre, la regularidad, el orden de sus
desplazamientos. El cuerpo se constituye como pieza de una maquina
multisegmentaria.
2. Las diversas series cronológicas que la disciplina debe combinar
para formar un tiempo compuesto, donde el tiempo de los unos
debe ajustarse al de los otros. La escuela se convierte en un aparato de
enseñar en el que cada alumno, cada nivel y cada momento, se
combinan como se debe están utilizados en el proceso general de
enseñanza. Formando la escuela de enseñanza mutua, donde los 360
alumnos escriben, leen o cuentan durante dos horas y media cada uno.
3. Esta combinación cuidadosamente medida de las fuerzas exige un
sistema preciso de mando. Toda la actividad del individuo
disciplinado debe ser ritmada y sostenida por órdenes. La orden
es precisa y basta con que provoque el comportamiento deseado. La
educación de los escolares debe hacerse de esta manera, con pocas
palabras y ninguna explicación. Se puede llamar la “señal” y debía unir
en su brevedad maquinal la técnica de la orden a la moral de la
obediencia. Un alumno deberá haber aprendido el código de las señales
y responder automáticamente a cada una de ellas. La escuela de
enseñanza mutua insistirá con este control del comportamiento por
medio del sistema de señales.
En resumen, puede decirse que la disciplina fábrica, a partir de los cuerpos
que controla, cuatro tipos de individualidad, o más bien, una individualidad que
está dotada de cuatro características:
® Es celular: por la distribución espacial
® Es orgánica: por las actividades.
® Es genética: por la acumulación de tiempo.
® Es combinatoria: por la composición de fuerzas.
Para esto utiliza cuatro grandes técnicas: construye cuadros, prescribe
maniobras, impone ejercicios y dispone tácticas. La táctica, arte de construir
las actividades codificadas y las aptitudes formadas, donde el producto de las
fuerzas diversas se encuentra aumentado por su combinación calculada,
generando la forma más elevada de la practica disciplinaria.
Es posible que la guerra como estrategia sea la continuación de la política. La
política es la continuación del modelo militar en tanto medio fundamental para
prevenir la alteración civil. La política, como técnica de la paz y el orden
internos, ha tratado de utilizar el dispositivo de la masa disciplinada en la
maniobra y el ejercicio. Si hay una serie política-guerra que pasa por la
estrategia, hay una serie ejercicio-político que pasa por la táctica. Es la
estrategia la que permite comprender la guerra como una manera de conducir
la política entre los Estados y la táctica permite comprender el ejercito como
un principio de mantener la guerra ausente de la sociedad civil. Lo militar se
ejerce, durante este periodo, en el punto de unión entre la guerra y el
estruendo de batalla.
Mientras los filósofos buscaban en el pacto un modelo para construcción del
cuerpo social, los militares elaboraban procedimientos para la coerción
individual y colectiva de los cuerpos.

Los medios del buen encauzamiento


Whaulsen hablaba de la recta disciplina como de un arte del “buen
encauzamiento de la conducta”. El poder disciplinario tiene como función
principal “enderezar conductas”. Encadena las fuerzas para multiplicarlas y
usarlas. Encauza las multitudes móviles, confusas e inútiles de cuerpos y de
fuerzas en una multiplicidad de elementos individuales. La disciplina fabrica
individuos, los toma como objetos e instrumentos de su ejercicio. Es un poder
modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada
pero permanente. El éxito del poder disciplinario se debe en efecto al uso de
instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su
combinación en un procedimiento que le es propio: el examen.

La vigilancia jerárquica
El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo, un aparato en el que las
técnicas que permiten ver inducen efectos de poder y donde los medios de
coerción hacen claramente visibles aquellos sobre los que se aplican.
Se desarrolla entonces toda una problemática: la de una arquitectura que debe
permitir un control interior, articulado y detallado, la de una arquitectura que
habría de ser un operador para la transformación de los individuos.
Del mismo modo que la escuela-edificio debe ser un operador de
encauzamiento de la conducta, el edificio mismo de la escuela debía ser un
aparato para vigilar (la escuela parece cárcel). Las instituciones disciplinarias
han secretado una maquinaria de control que ha funcionado como un
microscopio de la conducta; las divisiones tenues y analíticas que realizaron
han llegado a formar un aparato de observación, de registro y de
encauzamiento de la conducta.
El aparato disciplinario perfecto permitiría verlo todo permanentemente con
una sola mirada. Pero la mirada disciplinaria ha necesitado relevos. La
pirámide podría responder a dos exigencias: ser lo bastante completa como
para formar una red sin huecos y ser lo bastante discreta como para no
constituir un peso muerto sobre la actividad a disciplinar, integrarse al
dispositivo disciplinario como una función que aumenta sus efectos posibles.
Debe especificar la vigilancia y hacerla funcional.
A medida que el aparato de producción se va haciendo más importante y
complejo, las tareas de control se hacen más necesarias y difíciles. Vigilar pasa
a ser entonces una función definida, que debe formar parte integrante del
proceso de producción. Se hace indispensable un personal especializado
presente y distinto de los obreros. La vigilancia pasa a ser un operador
económico decisivo, en la medida en que es a la vez una pieza interna en el
aparato de producción y un engranaje específico del poder disciplinario.
Se inscribe en el corazón de la práctica de enseñanza una relación de
vigilancia, definida y regulada, como un mecanismo que le es inherente, y que
multiplica su eficacia. Gracias a la vigilancia jerarquizada el poder disciplinario
se convierte en un sistema “integrado” vinculado desde el interior a la
economía y a los fines del dispositivo en que se ejerce. Se organiza como un
poder múltiple, automático y anónimo.
Su funcionamiento es el de un sistema de relaciones de arriba abajo, pero
también hasta cierto punto de abajo arriba y lateralmente. El poder en la
vigilancia jerarquizada funciona como una maquinaria. Es el aparato entero el
que produce el poder y distribuye a los individuos en ese campo permanente y
continuo. Lo cual permite al poder disciplinario ser a la vez absolutamente
indiscreto, ya que esta por doquier y siempre alerta y absolutamente discreto,
ya que funciona permanentemente en silencio. La disciplina hacer marchar un
poder relacional que se sostiene a si mismo por sus propios mecanismos y que
sustituye la resonancia de las manifestaciones por el juego ininterrumpido de
miradas calculadas. Poder que es en apariencia tanto menos “corporal” cuanto
es más sabiamente “físico”.
La sanción normalizadora
1) Se trata a la vez de hacer penables las fracciones más pequeñas de la
conducta y de dar una función punitiva a los elementos en apariencia
indiferentes del aparato disciplinario, que todo pueda servir para
castigar la menor cosa, que cada sujeto se encuentre atrapado en una
universalidad castigable-castigante. Por la palabra castigo debe
entenderse todo lo que es capaz de hacer sentir culpables, humillados,
indiferencia.
2) La disciplina implica una manera específica de castigar, que consiste en
la inobservancia. El orden que los castigos disciplinarios deben hacer
respetar es de índole mixta: es un orden artificial, dispuesto de manera
explícita por una ley, un programa, un reglamento. Y es también un
orden definido por procesos naturales y observables: la duración de un
aprendizaje, el tiempo de un ejercicio y el nivel de su aptitud, que refiere
a una regularidad que es una regla. El castigo en un régimen
disciplinario supone el una doble referencia jurídico-natural.
3) El castigo disciplinario tiene por función reducir las desviaciones. Debe
ser esencialmente coercitivo (forzar la conducta). Los sistemas
disciplinarios privilegian los castigos del orden del ejercicio (del
aprendizaje intensificado, multiplicado). El castigo disciplinario tiene la
misma forma que la obligación misma. Tanto que el efecto correctivo
que se espera no pasa sino de una manera accesoria por la expiación y
el arrepentimiento; se obtienen directamente por el mecanismo de un
encauzamiento de la conducta. Castigar es ejercitar.
4) El castigo es un elemento de un sistema doble: gratificación-sanción. Y
es este sistema el que se vuelve operativo en el proceso de
encauzamiento y de corrección. La calificación de las conductas y de los
hechos a partir de los valores opuestos del bien y del mal, produce una
distribución entre un polo positivo y uno negativo. Los aparatos
disciplinarios jerarquizan, las buenas personas en relación con las malas.
A través de esta microeconomía de una penalidad perpetua se opera
una diferenciación que es de los individuos mismos, de su índole, de sus
virtualidades, de su nivel o de su valor. La disciplina, al sancionar los
actos calibra los individuos “en verdad”.
5) La distribución según los rangos o los grados tiene un doble papel:
señalar las desviaciones, jerarquizar las cualidades, las competencias y
las aptitudes y también castigar y recompensar. La disciplina
recompensa a través del juego único de los ascensos, permitiendo ganar
rangos y puestos, y castiga haciendo retroceder y degradando.

En suma, el arte de castigar, en el régimen del poder disciplinario, no tiende a


la represión. Utiliza cinco operaciones bien distintas: referir los actos, los
hechos extraordinarios, las conductas similares a un conjunto que es a la vez
campo de comparación, espacio de diferenciación y principio de una regla a
seguir. La personalidad perfecta que atraviesa todos los puntos y controla
todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia,
jerarquiza, homogeniza, excluye. En una palabra, normaliza.
Se opone a una penalidad judicial que tiene por función esencial referirse a un
corpus de leyes y de textos que hay que conservar en la memoria. Los
dispositivos disciplinarios han secretado una penalidad de la norma, han
fabricado un nuevo funcionamiento punitivo. El funcionamiento jurídico-
antropológico que se revela en toda la historia de la penalidad moderna tiene
su punto de formación en la técnica disciplinaria que ha puesto en juego esos
nuevos mecanismos de sanción normalizadora.
Aparece, a través de las disciplinas, el poder de la Norma. Lo normal se
establece como principio de coerción en la enseñanza con la instauración de
una educación estandarizada y el establecimiento de las escuelas normales. El
poder de normalización obliga a la homogeneidad, pero individualiza al permitir
las desviaciones, determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles
las diferencias ajustándolas unas a otras. Se comprende que el poder de la
norma funcione fácilmente en el interior de un sistema de igualdad formal, ya
que en la homogeneidad que es la regla introduce toda una gradación
(ejecución de algo en grados sucesivos) de diferencias individuales.
El examen
El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción
que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite
calificar, clasificar y castigar. A esto se debe que, en todos los dispositivos
disciplinarios, el examen se halle altamente ritualizado. Se unen la ceremonia
del poder y la forma de experiencia. La superposición de las relaciones de
poder y de las relaciones de saber adquiere en el examen toda su notoriedad
visible. En esta pobre técnica se encuentran implicados todo un dominio de
saber, todo un tipo de poder. Pero su tecnología misma, ese pequeño esquema
operatorio que tiene tal difusión, ese procedimiento tan familiar que es el
examen, donde se realiza la actuación política.
La escuela pasa a ser una especie de aparato de examen ininterrumpido que
acompaña en toda su extensión la operación de enseñanza. El examen no se
limita a sancionar un aprendizaje, es uno de los factores permanentes,
subyacentes, según un ritual de poder constantemente prorrogado. El examen
permite el maestro, a la par que transmite su saber, establecer sobre sus
propios discípulos todo un campo de conocimientos. El examen lleva consigo
todo un mecanismo que une cierta forma de ejercicio del poder con cierto tipo
de formación de saber.

1. El examen invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio


del poder: En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose
invisible e impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad
obligatorio. En la disciplina, son los sometidos los que tienen que ser
vistos. Su iluminación garantiza el dominio del poder que se ejerce sobre
ellos. El hecho de ser visto es lo que mantiene sometido al individuo
disciplinario. Y el examen es la técnica por la cual el poder mantiene en
un mecanismo de objetivación. El examen equivale a la ceremonia de
objetivación. La visibilidad apenas soportable del monarca se vuelve
visibilidad inevitable de los súbditos. Y esta inversión de visibilidad en el
funcionamiento de las disciplinas es lo que habrá de garantizar hasta en
sus grados más bajos el ejercicio del poder. Entramos en la época del
examen infinito y de la objetivación coactiva.
2. El examen hace entrar la individualidad en un campo
documental: El examen que coloca a los individuos en un campo de
vigilancia los sitúa igualmente en una red de escritura, los introduce en
todo un espesor de documentos que los captan y los inmovilizan. Se
genera la formación de una serie de códigos de individualidad
disciplinaria que permiten transcribir, homogeneizándolos, los rasgos
individuales establecidos por el examen. Estos códigos marcan el
momento de una formalización inicial de lo individual en el interior de las
relaciones de poder. El examen abre dos posibilidades correlativas: la
constitución del individuo como objeto descriptible y analizable, para
mantenerlo en sus rasgos singulares, y la constitución de un sistema
comparativo que permite la medición de fenómenos globales, la
descripción de grupos, la caracterización de hechos colectivos.
3. El examen hace de cada individuo un caso: Un caso que a la vez
constituye un objeto para un conocimiento y una presa para un
poder. Es el individuo, en su individualidad misma, tal como se le puede
describir, juzgar, medir y comparar con otros, y es también el individuo
cuya conducta hay que encauzar y corregir. Los procedimientos
disciplinarios invierten esa relación, rebajan el umbral de la
individualidad descriptible y hacen de esta descripción un medio de
control y un método de dominación. Esto funciona como procedimiento
de objetivación y sometimiento. El examen como fijación a la vez ritual y
científica de las diferencias individuales, como adscripción de cada cual
al rotulo de su propia singularidad, indica la aparición de una modalidad
nueva de poder en la que cada cual recibe como estatuto su propia
individualidad.
Finalmente, el examen se halla en el centro de los procedimientos que
constituyen al individuo como objeto y efecto de poder. Combina la vigilancia
jerárquica y la sanción normalizadora, garantizando las grandes funciones
disciplinarias de distribución y clasificación. Se fabrica la individualidad celular,
orgánica, genética y combinatoria. Con él se ritualizan esas disciplinas que se
pueden caracterizar diciendo que conforman una modalidad de poder.
En un sistema disciplinario el niño esta más individualizado que el adulto, el
enfermo más que el sano. En todo caso, es hacia los primeros a los que se
dirigen en nuestra civilización todos los mecanismos individualizantes, y
cuando se quiere individualizar al adulto sano, normal y legalista, es siempre
buscando lo que hay en él todavía de niño. En estos ocurre un proceso en que
se pasa de mecanismo histórico-rituales de formación de la individualidad a
mecanismos científico-disciplinarios, sustituyendo así la individualidad del
hombre por la de un hombre calculable, donde las ciencias del hombre son
posible y se utiliza una nueva tecnología de poder y otra anatomía política del
cuerpo.
En la misma época ha existido una técnica para constituir a los individuos
como elementos correlativos de un poder y un saber. El individuo es el átomo
ficticio de una representación ideológica de la sociedad y es una realidad
fabricada por esa tecnología de poder llamada “disciplina”. De hecho, el poder
produce, produce realidad, ámbitos de objetos y rituales de verdad. El
individuo y el conocimiento que de él se puede obtener corresponden a esa
producción.

El panoptismo
En el caso de la peste, el registro patológico debe ser constante y centralizado.
La relación de cada uno con su enfermedad y su muerte pasar por las
instancias del poder, el registro a que estas la someten y las decisiones que
toman.
Este espacio cerrado, recortado, vigilado en que los individuos están insertos
en un lugar fijo, en que los menores movimientos se hallan controlados, en el
que todos los acontecimientos están registrados, en el que un trabajo de
escritura ininterrumpido une el centro y la periferia, en el que el poder se
ejerce de acuerdo con una figura jerárquica continua, en el que cada individuo
está constantemente localizado y examinado, todo esto constituye un modelo
compacto de dispositivo disciplinario (es decir, un panóptico).
La peste como forma a la vez real e imaginaria del desorden tiene como
correlato médico y político la disciplina. Por detrás de los dispositivos
disciplinarios se lee la obsesión de los contagios, de las revueltas y de los
crímenes. La peste ha provocado esquemas disciplinarios. Apela a
separaciones múltiples, a distribuciones individualizantes a una organización
en profundidad de las vigilancias y controles, a una intensificación y a una
ramificación del poder. La detención de la peste trae aparejado el de una
sociedad disciplinada, permitiendo ejercer el poder sobre los hombres,
controlar sus relaciones, de desenlazar sus peligrosas relaciones. La peste es la
prueba en curso de la cual se puede definir idealmente el ejercicio del poder
disciplinario.
Por un lado, se apesta a los leprosos, se impone a los excluidos tácticoas de las
disciplinas individualizantes, y por otra parte, la universalidad de los controles
disciplinarios permite marcar quien es leproso y poner en juego contra él los
mecanismos dualistas de la exclusión. La división constante de lo normal y lo
anormal prolonga hasta nosotros y aplica la marcación de lo binario y el exilio
del leproso. Permite medir, controlar y corregir a los anormales, pone en
funcionamiento los dispositivos disciplinarios. Todos los mecanismos de poder
que componen estas dos formas, de las que lejanamente derivan. El Panóptico
de Bentham es la figura arquitectónica de esta composición mencionada. En la
periferia, hay una construcción en forma de anillo dividida en celdas, en el
centro, una torre con anchas ventanas que se abren en la cara interior del
anillo. En estas celdas cada actor está solo, perfectamente individualizado y
constantemente visible, que permiten ver sin cesar y reconocer
inmediatamente. Aunque la visibilidad es una trampa, ya que permite evitar
masas compactas, hormigueantes, tumultuosas. Cada uno en su lugar, está
bien encerrado en una celda, visto de frente por la cúpula del centro. Es visto
pero él no ve. La multitud donde hay lugar de intercambios y efecto colectivo,
se anula en beneficio de una colección de individualidades separadas.
De todo esto el efecto mayor del panóptico: inducir en el detenido un estado
consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento
automático del poder. Este aparato arquitectónico sea una máquina de crear y
de sostener una relación de poder independiente de quien lo ejerce. Bentham
ha sentado el principio de que el poder debía ser:
® Visible: el detenido tendrá ante sus ojos la silueta de la torre central
desde donde es espiado
® Inverificable: el detenido no debe saber jamás si se le mira, pero debe
estar seguro de que siempre puede ser mirado.
El panóptico es una máquina de disociar la pareja ver-ser visto, en el anillo
periférico, se es totalmente visto, sin ver jamás, en la torre central, todo se ve,
sin ser jamás visto. Este dispositivo automatiza e individualiza el poder. Hay
una maquinaria que garantiza el desequilibrio, la diferencia. Poco importa
quien ejerce el poder. El panóptico es una maquina maravillosa que fabrica
efectos de poder homogéneos (todos reciben el mismo poder).
Bentham se maravillaba de que las construcciones panópticas pudieran ser tan
ligeras, basta con que las separaciones sean definidas y las aberturas estén
bien dispuestas. La eficacia del poder, su fuerza coactiva, han pasado al lado
de su superficie de aplicación. El que está sometido a un campo de visibilidad,
y que sabe que lo está, reproduce por su cuenta las coacciones del poder, se
convierte en el principio de su propio sometimiento. El poder externo tiende a
lo incorpóreo, son más constantes, profundos y adquiridos de una vez y para
siempre he incesantemente prolongados serán sus efectos.
El panóptico también actúa como un naturalista. Permite establecer las
diferencias, por ejemplo: en los enfermos observarlos síntomas de cada uno,
en los obreros notar las aptitudes de cada uno. También, puede ser utilizado
como máquina para hacer experimentos, para modificar el comportamiento,
encauzar o reeducar la conducta de los individuos. Puede incluso constituir un
aparato de control sobre sus propios mecanismos. El panóptico funciona como
una especie de laboratorio de poder. Gracias a sus mecanismos de
observación, gana en eficacia y en capacidad de penetración en el
comportamiento de los hombres.
El panóptico debe ser comprendido como un modelo generalizable del
comportamiento, una manera de definir las relaciones de poder con la vida
cotidiana de los hombres. Se entiende como institución particular, bien cerrada
sobre si misma. Es el diagrama de un mecanismo poder referido a su forma
ideal, su funcionamiento, abstraído de todo obstáculo, resistencia o
rozamiento, puede ser representado como un puro sistema arquitectónico y
óptico.
Sirve para enmendar a los presos, pero también para curar a los enfermos,
para instruir a los escolares, vigilar a los obreros, hacer trabajar a los ociosos.
Es un tipo de implantación de los cuerpos en el espacio de distribución de los
individuos unos en relación con los otros, de organización jerárquica, de
disposición de los centros y de los canales de poder (hospitales, escuelas,
prisiones). Siempre que se trate de una multiplicidad de individuos a los que
haya que imponer una tarea o una conducta.
Permite perfeccionar el ejercicio del poder, porque permite intervenir a cada
instante y la presión constante actúa aun antes de que las faltas, los errores o
los delitos se cometan. Su fuerza estriba en no intervenir jamás, en constituir
un mecanismo cuyos efectos se encadenan los unos a los otros. El esquema
panóptico es un intensificador para cualquier aparato de poder: garantiza su
economía, su eficacia, su funcionamiento continuo y sus mecanismos
automáticos.
En suma, actúa de modo que el ejercicio del poder no se agregue del exterior
sobre las funciones en las que influye, sino que este en ellas los bastante
sutilmente presente para aumentar su eficacia aumentando, el mismo, sus
propias presas. El dispositivo panóptico es una manera de hacer funcionar
relaciones de poder en una función y una función a través de relaciones de
poder. El dispositivo disciplinario estará democráticamente controlado, ya que
será accesible sin cesar. Se convierte en un edificio transparente donde la
sociedad entera pueda controlar el ejercicio del poder.
El esquema panóptico está destinado a difundirse en el cuerpo social. El
panóptico tiene un poder de amplificación, se trata de volver más fuertes las
fuerzas sociales (aumentar la producción, desarrollar la economía y difundir la
instrucción).
Se genera un aumento productivo del poder que solo puede ser garantizado
por la posibilidad de ejercerse de manera continua en los basamentos de la
sociedad y porque funciona al margen de esas formas repentinas, violentas,
discontinuas, que están vinculadas al ejercicio de la soberanía. Bentham define
el cuerpo social y las relaciones de poder como un procedimiento de
subordinación de los cuerpos y las fuerzas que debe aumentar la utilidad del
poder. El panoptismo es el principio general de una nueva anatomía política,
cuyo fin son las relaciones de disciplina.
Bentham sueña hacer un sistema de dispositivos siempre y por doquier alerta,
que recorrieran la sociedad sin interrupción. La disposición panóptica es la
fórmula de esta generalización. Pero esta extensión de las instituciones
disciplinarias es el aspecto más visible de diversos procesos más profundos:
1. La inversión funcional de las disciplinas: La disciplina militar se ha
convertido en una técnica de base para que el ejercicio exista como una
unidad que obtiene de esta unidad misma un aumento de fuerzas; la
disciplina hacer crecer la habilidad de cada cual, coordina estas
habilidades, acelera los movimientos. La disciplina de taller tiende a que
aumenten las aptitudes, las velocidades, los rendimientos y por ende las
ganancias. Las disciplinas funcionan cada vez más como técnicas que
fabrican individuos útiles, de ahí que tiendan a implantarse en los
sectores más importantes, centrales y productivos de la sociedad. Existe
un doble tendencia, que vemos desarrollarse a los largo del siglo XVIII,
de multiplicar el número de instituciones de disciplina y de disciplinar los
aparatos existentes.
2. La emjambrazon (producir en abundancia) de los mecanismos
disciplinarios: Se multiplican los establecimientos de disciplina, sus
mecanismos tienen cierta tendencia a desinstitucionalizarse. Las
disciplinas masivas y compactas se descomponen en procedimientos
flexibles de control que se pueden transferir y adaptar. La escuela tiende
a constituir minúsculos observatorios sociales para penetrar hasta los
adultos y ejercer sobre ellos un control regular. El hospital está
concebido cada vez más como punto de apoyo para la vigilancia médica
de la población externa. Se difunden los procedimientos disciplinarios a
partir de focos de control diseminados en la sociedad. Grupos religiosos,
asociaciones de beneficencia desempeñaron un papel de organización
de disciplina.
3. La nacionalización de los mecanismos de disciplina: En Inglaterra, son
grupos privados de inspiración religiosa los que han tenido las funciones
de disciplina social, ha quedado en manos de patronatos o de sociedad
de socorro, ha sido recobrada por el aparato policial. La policía como
institución ha sido organizada bajo la forma de un aparato del Estado y
ha sido incorporada al centro de la soberanía política. Es un aparato que
debe ser coextensivo al cuerpo social entero, debe actuar “sobre todo”.
Para ejercer este poder debe apropiarse de instrumentos de una
vigilancia permanente, exhaustiva, omnipresente, capaz de hacerlo todo
visible. Hay que advertir que este control policiaco no funciona en una
sola dirección. Es de hecho un sistema de doble entrada, donde debe
responder a las solicitudes del rey y también puede responder a las
solicitaciones de abajo.
En suma, la policía del siglo XVIII, a su papel de auxiliar de justicia en la
persecución de los criminales y de instrumento de control político de las
conjuras, de las revueltas, añade una función disciplinaria. Función
compleja, ya que une el poder absoluto del monarca a las más pequeñas
instancias de poder diseminadas en la sociedad, disciplinando los
espacios no disciplinarios.
La institución judicial forma un todo, por su magnitud y sus mecanismos, con la
sociedad de tipo disciplinario. Seria inexacto creer que las funciones
disciplinarias han sido confiscadas y absorbidas de una vez y para siempre por
un aparato del Estado. La disciplina es un tipo de poder, una modalidad para
ejercerlo, que implica todo un conjunto de instrumentos, técnicas, de
procedimientos, constituye una tecnología. Puede ser asumida ya sea por
instituciones especializadas o instituciones que la utilizan como instrumento
esencial para un fin determinado.
Se puede hablar en total de la formación de una sociedad disciplinaria en este
movimiento que va de las disciplinas cerradas hasta el mecanismo
generalizable del panoptismo. En una sociedad, donde los elementos
principales son los individuos privados y el Estado, las relaciones no pueden
regularse sino en una forma exactamente inversa a la del espectáculo.
La sociedad disciplinaria ha recogido en una figura simbólica y postrera todo el
largo proceso por el cual los fastos de la soberanía, las manifestaciones
necesariamente espectaculares del poder se han extinguido uno a uno en el
ejercicio cotidiano de la vigilancia. La formación de la sociedad disciplinaria
remite a cierto número de procesos históricos.
De forma global, las disciplinas son técnicas para garantizar el ordenamiento
de las multiplicidades humanas. Pero lo propio de estas es que intentan definir
una táctica de poder que responde a tres criterios: hacer el ejercicio del poder
lo menos costoso posible, hacer que los efectos de este poder social alcancen
su máximo de intensidad y se extiendan lo más lejos posible, ligar este
crecimiento económico del poder y el rendimiento de los aparatos dentro de
los cuales se ejerce. En suma, aumentar a la vez la docilidad y la utilidad de
todos los elementos del sistema. El crecimiento del aparato de la producción,
cada vez más extenso y complejo y cuya rentabilidad se trata de hacer crecer.
El desarrollo de los procedimientos disciplinarios responder a la necesidad de
ajustar su correlación.
El desarrollo de las disciplinas marca la aparición de técnicas elementales de
poder que corresponden a una economía completamente distinta, mecanismos
de poder que se integran desde el interior a la eficacia productiva de los
aparatos. Las disciplinas se rigen por el principio “suavidad-producción-
provecho”. Se utilizan como técnicas que permiten ajustar la multiplicidad de
los hombres y la multiplicación de los aparatos de producción. La disciplina fija,
inmoviliza o regula los movimientos, resuelve las confusiones. Debe también
dominar todas las fuerzas que se forman a partir de la constitución misma de
una multiplicidad organizada. También debe hacer que crezca la utilidad
singular de cada elemento de la multiplicidad. Es preciso que las disciplinas
hagan crecer el efecto de utilidad propio de las multiplicidades y que se
vuelvan más útiles. Las disciplinas definen tácticas de distribución, de ajuste
reciproco de los cuerpos, de los gestos y de los ritmos. En fin, la disciplina tiene
que poner en juego las relaciones de poder, en el tejido mismo de la
multiplicidad, de la manera más discreta que pueda. En suma, sustituir un
poder que se manifiesta en el esplendor de los que lo ejercen, por un poder
que objetiva con mala intención aquellos a quienes aplica.
La disciplina es el procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza del
cuerpo es reducida con el menor gasto como fuerza política y maximizada
como fuerza útil. El crecimiento de una economía capitalista ha exigido la
modalidad específica del poder disciplinario. La anatomía política puede ser
puestos en acción a través de regímenes políticos, de aparatos o de
instituciones muy diversas.
La modalidad panóptica del poder no está bajo la dependencia de las grandes
estructuras jurídica-políticas de una sociedad, aunque tampoco es
independiente. Las disciplinas dan garantía de la sumisión de las fuerzas y de
los cuerpos. Las disciplinas reales y corporales han constituido el subsuelo de
las libertades formales y jurídicas. El contrato podía ser imaginado como
fundamento ideal del derecho y del poder político; el panoptismo constituía el
procedimiento técnico, universalmente difundido, de la coerción. Las
disciplinas desempeñan el papel preciso de introducir disimetrías insuperables
y de excluir reciprocidades. La disciplina crea entre los individuos un vínculo
privado, que puede caracterizarse por un exceso de poder. Las disciplinas
caracterizan, clasifican, especializan, distribuyen a lo largo de una escala,
reparte en torno de una norma, jerarquizan a los individuos entre sí y
descalifican e invalidan. La disciplina es un contraderecho. Su panoptismo
difundido por doquier hace funcionar una maquinaria, inmensa y minúscula a la
vez, que sostiene, refuerza, multiplica la disimetría de los poderes y vuelve
vanos los límites que se le han impuesto. De ahí el temor de deshacerse de las
disciplinas si no se les encuentra sustituto, de ahí la afirmación de que se
hallan en el fundamento mismo de la sociedad y de su equilibrio. Lo que
generaliza entonces el poder de castigar es la extensión regular, es la trama
infinitamente tupida de los procedimientos panópticos.
La mayoría de estos procedimientos tiene una larga historia, pero alcanzan el
nivel a partir del cual la formación de saber y el aumento de poder se refuerzan
regularmente según un proceso circular. Las disciplinas franquean entonces el
umbral tecnológico. El hospital la escuela, el taller han llegado a ser aparatos
tales que todo mecanismo de objetivación puede valer como instrumento de
sometimiento. La extensión de los métodos disciplinarios se inscribe en un
proceso histórico amplio.
La psicología escolar esta encargada de corregir los rigores de la escuela,
están técnicas no hacen sino remitir a los individuos de una instancia
disciplinaria a otra, y reproducen el esquema de poser-saber propio de toda
disciplina.

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