EL PACTO DE GRACIA Mgi
EL PACTO DE GRACIA Mgi
EL PACTO DE GRACIA Mgi
¿QUÉ ES UN PACTO?
Un pacto es un ‘acuerdo’ o una ‘alianza’ entre dos (o más) personas. Algunos ejemplos
de pactos en la Biblia:
Entre hombres (David y Jonatán) ‐ 1 Sam. 18:1‐3.
Entre grupos o naciones ‐ Josué 9:1‐19.
Entre Dios y Abraham ‐ Gen. 17:3‐8.
La palabra ‘pacto’ en el idioma hebreo es ( תירבberith), significa ‘cortar’. En Génesis 15 vemos que Dios
hace pacto con Abraham y la señal de ese pacto es el corte de los animales; luego Dios pasando entre los
animales cortados por la mitad. En Génesis 17, la señal del pacto entre Abraham y Dios es el corte del
prepucio, en la circuncisión.
El equivalente de la palabra hebrea ( תירבberith), en griego es (suntheke), esta palabra hace
hincapié en un acuerdo o contrato entre dos partes. Suntheke significa ‘poner juntos’, o ‘pacto’, ya sea entre
individuos o naciones. Aparece a menudo en plural refiriéndose al ‘convenio constitutivo’, es decir, los
‘términos del acuerdo’, ‘contrato’ o ‘tratado. Suntheke se emplea para traducir como ‘pacto’ en 2 Reyes
17:15 e Isaías 28:15, y ‘acuerdo’ en Daniel 11:6. Sólo en el primero de estos pasajes se refiere al pacto
de Dios con Israel.
Cuando los traductores del Antiguo Testamento tradujeron la Septuaginta ‐ LXX (versión griega del AT),
en lugar de utilizar la palabra natural para pacto (suntheke), optaron por la palabra
‘diatheke’, para hacer énfasis en el carácter Soberano de Dios en los pactos bíblicos. El significado de
‘diatheke’ es ‘última voluntad’, ‘testamento’ y ‘pacto’. Ejemplo: Hebreos 9:16 “Porque donde hay
‘testamento’ (διαθηκη), es necesario que intervenga muerte del testador”.
Pero en el Nuevo Testamento la palabra ‘diatheke’ es traducida generalmente como ‘pacto’.
Ejemplos: 1 Cor. 11:25 “Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre…”; Heb. 7:22 “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto”. ; Heb. 12:24 “a Jesús el Mediador
del nuevo pacto…”, etc.
La palabra griega ‘diatheke’, se tradujo al latín como “testamentum” (testamento), y así es como
nos llega la idea de que la Biblia se divide en Antiguo y Nuevo Testamento en lugar de “pactos”.
Aunque la frase "pacto de la gracia" no existe en las Escrituras, sin embargo enseña que Sí existe. El Pacto
de Gracia es la aplicación del plan de salvación de Dios a los hombres.
El primer pacto fue entre Dios y Adán. Dios entró en un pacto que requería la
perfecta obediencia de Adán. Adán recibió la orden de no comer el árbol de la
ciencia del bien y del mal (Génesis 2:16‐17). Si él rompía el pacto, iba a morir; si
obedecía, viviría. Este pacto se conoce como "pacto de las obras", porque el
éxito de este pacto se basaba en la obediencia de Adán. Este pacto fue hecho con
Adán y con toda su descendencia, ya que toda la raza humana estuvo
representada en Adán.
Adán falló en esta prueba y como resultado fue condenado él y toda su
descendencia. (Romanos 5:12).
Pablo también describe la situación del hombre como consecuencia del pecado de Adán. Efesios 2:12
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, SIN
ESPERANZA Y SIN DIOS en el mundo”.
Ante esta situación de desesperanza y condenación, Dios pone en acción Su Pacto de Gracia con Adán y
su descendencia.
En Génesis 3:15, inmediatamente después de la caída, Dios promete redimirle levantando una simiente
de la mujer (Jesús), quien vencería al diablo al morir, resucitar y ascender al cielo y vendría a derrotarlo
completamente en su segunda venida.
Romanos 16:20 “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo
sea con vosotros”.
1 Corintios 15:22 “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.
1 Juan 3:8b “…Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”.
Cuando decimos que el Pacto es de Gracia, es porque el hombre no mereció ser beneficiario de este pacto.
Se hace merecedor de este Pacto de Gracia en virtud de la justicia de Cristo, que le es imputada cuando
cree en Él; quien sí cumplió todas las exigencias de la ley. Este pacto de Gracia se iría aclarando más y
perfeccionado en los pactos siguientes que Dios iría realizando.
2.. EL PACTO CON NOÉ
Pacto de Preservación. Génesis 9:1‐17
La provisión de un medio de seguridad. Dios dispuso la construcción del arca, que sería el medio de
salvación. Dios instruyó a Noé realizar ciertas acciones y el cumplimiento de ello fue la condición
indispensable para el cumplimiento de la gracia prevista en el pacto. Noé disfrutó de la gracia del pacto
a través de la fe, según Hebreos 11:7 "por fe Noé, cuando fue advertido por Dios de las cosas que aún no
se veían, con temor preparó el arca en que su familia se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho
heredero de la justicia que viene por la fe".
La promesa de agrandar las carpas de Sem (Génesis 9:27 “Engrandezca Dios a Jafet, Y habite en las tiendas
de Sem”). Dios miró hacia el día en que los hijos de Jafet (los Gentiles, según Génesis 10:5), entrarían en
y heredarían la bendición de Set, el fiel hijo de Noé. Aquí hay una clara indicación de que es el propósito
de Dios traer a aquellos que están por naturaleza afuera de las disposiciones de la gracia y los
parámetros del pacto de Dios, para que disfruten de las bendiciones. Como Gentiles que confiamos en
Cristo, nosotros somos descendientes de Jafet en las carpas de Sem.
De este modo, vemos el principio implícito en el proto‐evangelio de Génesis 3:15 ampliado en el pacto
con Noé.
Génesis 3:15 “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la
cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
La simiente de la mujer no había venido aún, pero el linaje sagrado estaba preservado a través de la
salvación de la familia de Noé, y hay enemistad continuada entre la simiente sagrada y el enemigo de
Dios. Así, el pacto con Noé construye sobre lo que vino antes y anticipa lo que está por venir.
3.. EL PACTO CON ABRAHAM
El pueblo elegido. Génesis 12:1‐9; 15:1‐18; 17:1‐27
Abraham fue el mejor de los hijos de Sem. En el momento que Dios lo llamó,
Abraham vivía en Ur de los Caldeos, ‘al otro lado de la inundación, sirviendo
a otros dioses’ Josué 24:2 “Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de
Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré,
padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños”. Su llamado y la
revelación del pacto de gracia en el tiempo de los patriarcas, es la base de
todo lo que le seguirá, precisamente por las promesas específicas de
salvación que están expresadas en el trato que Dios tiene con Abraham.
Una tierra – Esta herencia sería en Canaán, y sería en última instancia la herencia del pueblo de Dios.
Esto se compara con la herencia perdida en el Edén, y un mundo perdido en el momento del diluvio.
Una nación – Dios tendría un pueblo para sí. Las raíces de la iglesia se hallan ahí.
Un nombre – Su nombre sería grande dentro de la historia de la redención, y estaría en boca de los
santos del Antiguo Testamento y de los escritores del Nuevo Testamento.
Ser de bendición universal – Ya que de él vendría el Salvador Cristo Jesús.
Luego del llamado de Dios de Génesis 12‐14, Abraham nuevamente se encuentra con Dios, quien le promete
que su simiente será tan numerosa como las estrellas del cielo Génesis 15:5 “Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira
ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia”. Abram creyó en Dios
y esto contó a su favor para ser justificado.
La fe de Abraham es resaltada en Romanos 4:11 como el paradigma para nuestra fe.
La frase utilizada en Génesis 15:6 “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”; aparece en Romanos 4:3, 9 y
11. Allí, Pablo enseña que Abraham fue justificado por la fe en las promesas de Dios, de modo que nuestra
justificación en Cristo no es independiente de la fe.
Génesis 15 resalta la distinción importante entre fe y certeza. Abram creyó en Dios (tal como requiere el
pacto), pero aún necesitó la certeza de la posesión de la herencia prometida, motivo por el cual preguntó:
7 Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra. 8 Y él respondió: Señor
Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?”.
Este pedido de certeza lleva a la inauguración formal del Pacto con Abraham. Génesis 15:9‐10 “9 Y le dijo:
Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un
palomino. 10 Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra…”.
En la ceremonia donde se sacrifican los animales, la promesa es ratificada y una antorcha de fuego pasa
entre los animales partidos en dos, uno frente a otro. No es Abraham quien pasa entre los animales
divididos; es la teofanía. La teofanía representa a Dios. Por ende, este Pacto es divinamente unilateral. Es
la confirmación A Abraham, NO DESDE Abraham.
Esta es una ceremonia importante, que confirma la promesa a Abraham mediante un juramento. Este es el
argumento: Hebreos 6:13 "porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró
por si mismo". Nosotros tenemos la misma certeza que nos ha sido dada a través de la obra de Cristo.
El carácter colectivo del pacto es enfatizado por el hecho que no es celebrado solamente con Abraham, sino
también con su simiente. El pacto debía ser puesto en la carne de sus hijos varones y los integrantes
masculinos de su casa mediante la circuncisión. La relación entre la ‘realidad’ y la ‘señal’ es tan estrecha
que Dios dice: "mi pacto estará en tu carne" Génesis 17:13.
En todo el Antiguo Testamento, la circuncisión es un símbolo importante no de identidad nacional, sino de
relación con Dios. Pablo habló de la circuncisión que se convierte en in‐circuncisión (Romanos 2:25) – el
rito en sí, aun tan lleno de significado, urge al portador de la señal del pacto a obediente al Dios del pacto.
Si no lo hace, su circuncisión no es una ventaja espiritual sino un testimonio en su contra.
El mismo mensaje está presente en los profetas, quienes hablan de la circuncisión del corazón.
Deuter. 10:16 “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz”.
Jer. 4:4 “Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no
sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras”.
Jer. 9:25 “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso; 26 a Egipto
y a Judá, a Edom y a los hijos de Amón y de Moab, y a todos los arrinconados en el postrer rincón, los que moran en el
desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón”.
El concejo de líderes de la iglesia en Jerusalén (Hechos 15) reconoció que los creyentes del Nuevo Pacto
no requerían ser circuncidados físicamente, pues Dios “ha purificado por la fe sus corazones” vs 9. Esto fue
revolucionario! Pablo declaró que, "si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” Gálatas 5:2.
Este pacto fue cumplido en Cristo; todos aquellos unidos a Él por la fe (tanto Judíos como Gentiles)
llegamos a ser hijos de Abraham y herederos de la promesa hecha a Abraham (Gálatas 3:26‐29).
Dios dio la circuncisión a Abraham y a su descendencia como señal del pacto, mostrando así la necesidad
de cortar el pecado en el corazón, apuntando así a la muerte de Cristo en la cruz. Colosenses 2:11 “En él
también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en
la circuncisión de Cristo”.
El significado del bautismo del Nuevo Testamento es el mismo que el de la circuncisión del Antiguo
Testamento – es una señal y un signo del pacto de Dios, significa la inclusión dentro de la comunidad del
pacto, y requiere obediencia al Dios del pacto.
Es importante notar las sucesivas referencias en las Escrituras al Pacto de Dios con Abraham:
Fue confirmado con Isaac. Génesis 17:19 "Yo estableceré mi pacto con él para un pacto eterno, y con su simiente
después de él".
El pacto con Abraham fue confirmado con Jacob Génesis 28:13‐15 "Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abraham,
y el Dios de Isaac … No te dejaré hasta haber cumplido aquello de lo que te hablé que haría".
El pacto con Abraham es mencionado a menudo en todo el Pentateuco, por ejemplo: Deut. 29:12‐13 "para
que entres en el pacto de Jehová tu Dios, y en su juramento, que Jehová tu Dios concierta hoy contigo para confirmarte
hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y como lo juró a tus padres
Abraham, Isaac y Jacob".
Cuando Zacarías profetizó en Lucas 1:67…, siendo lleno del Espíritu Santo, bendijo a Dios por “acordarse
de su santo pacto, Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder" Lucas 1:72‐73.
Pedro en su llamado a los Judíos en Hechos 3:25, dice que ellos “son hijos de los profetas y del pacto que Dios
hizo con nuestros antepasados, diciéndole a Abraham, ‘en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra´”.
Abraham es considerado como padre de los creyentes.
Romanos 4:11‐12 “11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún
incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea
contada por justicia; 12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también
siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado”.
El pacto con Abraham está edificado sobre las revelaciones anteriores del pacto de gracia con Adán y Noé,
y anticipa cosas mayores que han de venir.
4.. EL PACTO CON MOISÉS
Pacto de Ley ‐ Éxodo 6:2‐8
Dios establece a su pueblo como Su comunidad ‐ "Y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios". (7).
Ellos conocerán a Dios. “y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios”. (7).
La promesa de redención de Dios. Dios les recuerda el pacto y les promete librarlos de la esclavitud
de Egipto. (7).
La promesa de una tierra. Como cumplimiento a las promesas anteriores del pacto con Abraham. (8).
Dios redimió a Israel de la esclavitud en Egipto. Moisés actuó como el mediador y les dio la ley en Sinaí,
esta es la primera referencia al pacto con Israel. Dios les recordó la necesidad de guardar el pacto para
poder recibir las bendiciones de Dios. Éxodo 19:5 “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto,
vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.
La otra ceremonia que ratifica el pacto con Israel está en Éxodo 24: 7‐8. “7 Haremos todas las cosas que
Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés roció la sangre y dijo, He aquí la sangre del pacto que Jehová ha
hecho con vosotros sobre todas estas cosas”.
Dos cosas salen a la vista en esta ceremonia: el “libro del pacto” y la “sangre del pacto”.
En primer lugar Moisés, cumpliendo su función de sacerdote entre Dios y el pueblo, “… tomó el libro del
pacto y lo leyó a oídos del pueblo”.
El libro contenía mandamientos que revelaban la naturaleza de Dios en su santidad, justicia y pureza sin
mancha. Contenía preceptos para la adoración, para el tabernáculo y los sacrificios, mediante los cuales se
podía hacer expiación por los pecados de la gente. Enumeraba sacrificios que debían ser ofrecidos, y
estableció el oficio formal del sacerdocio como aquél dedicado al sacrificio y la expiación.
Esto muestra la naturaleza de gracia en la ley. Además contenía las disposiciones para tratar las
transgresiones y el quebrantamiento de la ley. Contenía una regla de vida para Israel, leyes que eran
pertinentes para Israel como nación, y que nos proveen valores morales absolutos para gobernar nuestras
vidas personales y las vidas de las naciones.
Según la enseñanza de Pablo en Gálatas 3:17, la ley, que fue dada unos 430 años después de la promesa
hecha a Abraham, no invalidó el pacto de promesa. En vez, la ley fue agregada “a causa de las transgresiones,
hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa" Gálatas 3:19. La función del libro de la ley era resaltar
la naturaleza del pecado y señalar al Único capaz de ser el Salvador de los pecadores. La ley es un maestro
de escuela, que conduce a Cristo. Gálatas 3:24.
El segundo lugar, habla de la "sangre del pacto" que fue rociada sobre la gente. Los pactos anteriores
también incluían el derramamiento de sangre, desde el derramamiento de la sangre de animales en
Génesis 3, el sacrificio de Noé en Génesis 9 y el rito de la circuncisión en Génesis 17.
Pero en el pacto de Moisés, la sangre toma significado preponderante. Se debe rociar sangre en los pórticos
para la redención de las personas. Se debe rociar a la gente con sangre para su consagración, se debe
derramar sangre de toros y de cabras sobre el altar a perpetuidad, dando testimonio de la necesidad de
sacrificio y muerte – sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados.
Al igual que en el caso de Abraham, el derramamiento de sangre señala un compromiso que tiene
implicancias y consecuencias de vida y de muerte. El derramamiento de sangre es una señal de que Dios
cumplirá sus promesas del pacto.
Esto toma una expresión clara en el Nuevo Testamento cuando Cristo habla del pacto como algo en su
sangre. Lucas 22:20 “De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre, que por vosotros se derrama”.
El escritor a los Hebreos habla de la sangre del Pacto Eterno. Hebreos 13:20 “Y el Dios de paz que resucitó de
los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno”.
Algo central a la visión de gloria en el Apocalipsis es el cordero sobre el trono – el cordero sacrificial,
pascual, cuya sangre ha lavado los pecados y ha dado derecho de acceso al Cielo. Apoc. 7:14 “Yo le dije:
Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero”.
En el Pacto de gracia Moisés, la relación de pacto ha sido establecida en forma Soberana por Dios. El
constituye un pueblo para sí. El provee una herencia para su pueblo. Ellos deben obedecer su voz y
mantener su pacto si desean conocer su bendición. Así, en Jueces 2:20 leemos que "la ira de Jehová se
encendió contra Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece mi voz,
tampoco yo volveré más a arrojar de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió".
La desobediencia de la ley fue interpretada como desobediencia al pacto, y por ello perdieron las
bendiciones del pacto.
El Pacto con Moisés y su relación con el Sacerdocio de Finees, nieto de Aarón. Números 25:10‐13.
La acción de Finees al matar a una mujer Moabita en Números 25:8 es la razón por la que el juicio de las
plagas del Señor no cayó sobre los hijos de Israel.
Salmo 106:29‐31 "provocaron la ira de Dios con sus obras y se desarrolló la mortandad entre ellos. Entonces se levantó
Finees e hizo juicio, y se detuvo la plaga. Y le fue contado por justicia de generación en generación para siempre".
Números 25:10‐13 “12 He aquí yo establezco mi pacto de paz con él; 13 y tendrá él y su descendencia después de él
el pacto de sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel".
Malaquías hace referencia a esto cuando dice que el pacto de Dios es con Leví (2:4), un pacto de vida y
paz (2:5); y la promesa dada en 3:1 es que el Mesías sería el mensajero del pacto.
A medida que se desenvuelve la historia del Antiguo Testamento, hay un enfoque singular en el sacerdocio.
Durante el tiempo de los Jueces, temporalmente el sacerdocio pasó del linaje de Eleazer (hijo de Aarón y
padre de Finees) a Ithamar (el otro hijo de Aaron). Elí, (hijo de Ithamar), fue el sumo sacerdote, sus dos
hijos Ofni y Finees 1 eran sacerdotes en el tabernáculo de Silo con su padre muy anciano (1 Samuel 1:3).
Se comportaron escandalosamente y, aunque dos veces fueron reprendidos por declaraciones proféticas
(2:22‐36; 3:11‐14), rehusaron cambiar su conducta trayendo así la maldición sobre su familia. Dios
entonces declaró a Elí una promesa, 1 Samuel 2:35 "yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi
corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días".
Esta promesa es ciertamente mesiánica. El sacerdote fiel es Cristo, quien es establecido en el pacto con
Moisés. El pacto con Moisés es un pacto de ley, pero además es un pacto de sacerdocio.
Nuevamente, el pacto con Moisés se construye sobre revelaciones anteriores del pacto de gracia y
anticipa cosas más grandes por venir.
EL PACTO CON DAVID
El Pacto del Reino Eterno
Salmo 89:3 "Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo diciendo, para siempre
confirmaré tu descendencia". Isaías 55:3 "y haré con vosotros pacto eterno, las
misericordias firmes a David".
La respuesta de David al Pacto de Dios: En los vs 18,19 responde con humildad ante Dios, porque Dios lo
ha favorecido de esta manera. Pero además reconoce el aspecto futuro de las promesas. David reconoce
una nueva etapa en el programa de salvación que se ha ido desenvolviendo a través de las épocas, y que
ahora recae sobre David y su casa real.
La reflexión de David en 2 Samuel 23:5 es igual de significativa: "no es así mi casa para con Dios, sin embargo
él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado, aunque todavía no haga él florecer
toda mi salvación y mi deseo". Esta es una clara indicación de que, aunque David no ha sido todo lo que debió
ser, y aunque muchos en su casa han desobedecido la ley de Dios, el pacto sigue siendo su única esperanza.
La proyección profética referida a un David aún más grande se afirma sobre la certeza del pacto de Dios, y
anticipa el cumplimiento definitivo de todas las promesas de Dios.
Nuevamente, el pacto con David se afianza sobre aquello que Dios ha revelado en el pasado y anticipa algo
más grande por venir.
Estos son los cinco pactos principales del Pacto de Gracia en el Antiguo Testamento. Hebreos 8 lo
llama Antiguo Pacto.
EL NUEVO PACTO
Su cumplimiento en Cristo
Mateo 26:28 “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
En Deuteronomio 28 al 30 Dios había advertido al pueblo que las bendiciones del pacto estarían en
función a la obediencia. Les advirtió que si rompían su pacto serían expulsados de la tierra.
Jeremías 31:31‐34: “31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con
la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de
Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que
haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y
yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su
hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,
dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.
Esta promesa del pacto es citada en Hebreos 8. El contexto de la cita es que los cristianos judíos
amenazaban con dejar a Cristo y al Nuevo Pacto y volver al Antiguo Pacto. Con el fin de detenerlos, el autor
cita Jeremías 31 para subrayar la superioridad del Nuevo Pacto sobre el antiguo pacto.
Hebreos 8 muestra los cuatro elementos del Nuevo Pacto, prometidos por Dios en Jeremías 31:31‐34:
Hebreos 8 8‐12 “8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de
Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; 9 No como el pacto que hice con sus padres. El día que los tomé de la mano
para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el
Señor. 10 Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis
leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; 11
Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán,
Desde el menor hasta el mayor de ellos. 12 Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus
pecados y de sus iniquidades”.
Dios prometió que el Nuevo Pacto sería efectivo. (Hebreos 8:8‐9). El Antiguo Pacto no fue efectivo
porque Israel rompió el pacto y así quedó bajo la ira de Dios. El Nuevo Pacto sería efectivo porque tiene
un mejor mediador y se basa en promesas aún mejores.
Dios prometió poner sus leyes en sus mentes y escribirlas en sus corazones, haciéndoles posible
obedecerlas. (Hebreos 8:10).
Dios prometió que Él sería su Dios y que todos le conocerían. (Hebreos 8:10b‐11).
Dios perdonaría sus pecados y no los recordaría más (Hebreos 8:12). Adán a través de su pecado trajo
la maldición y el juicio sobre la tierra. Cristo toma ese pecado y juicio sobre sí mismo; Él paga por el
pecado de todos aquellos a quienes representa.
RESÚMEN
Hay tres principios que resumen este repaso del desarrollo histórico del propósito de salvación de Dios en el pacto
de gracia:
Con cada era de revelación de la redención, cada administración del pacto se edificaba sobre lo anterior, agregando
y desarrollando substancialmente sobre ello, y anticipando una revelación adicional por venir. Cada administración
constituye una nueva presentación y nueva formulación de las administraciones anteriores, hasta que el pacto es
presentado en su forma perfecta con la venida y la obra de Cristo Jesús.
A medida que avanzaba la historia de la redención, el marco de revelación del Antiguo Testamento se amplió, y el
enfoque del propósito de redención de Dios se estrechó hasta que por fin toda la provisión de gracia del pacto estaba
enfocada en Cristo.
El Pacto de Gracia es un pacto gratuito entre Dios santo y el hombre pecador, es celebrado a través de Cristo; Dios
promete libremente al hombre, por cuenta de Cristo, la remisión de los pecados y la salvación, y el hombre,
dependiendo de la misma gracia, promete fe y obediencia.
El creyente del Nuevo Testamento no tiene menos de lo que tenía David cuando pudo decir en 2 Samuel 23:5 "él ha
hecho conmigo pacto perpetuo". Es verdad que el pacto no es establecido con nosotros meramente como seres
humanos, sino que es celebrado con nosotros a través de Cristo, quien se pone delante Dios para que nosotros
gocemos de todas las bendiciones de la salvación.
Desde el punto de vista de la planificación, administración y ejecución, el pacto es enteramente de gracia. La gracia
es Soberana e incondicional. Las bendiciones del Evangelio llegan a nosotros sin que merezcamos nada por nuestra
cuenta. Sin embargo, una vez establecido el lazo, existen elementos condicionantes que le son anexados. Para gozar
de las bendiciones que ofrece y promete el pacto, debemos vivir y actuar en obediencia a las exigencias de Dios.
Salmo 103:17 "Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su
justicia sobre los hijos de los hijos, sobre los que guardan su pacto y los que se acuerdan de sus mandamientos para
ponerlos por obra".
La fe es la condicionante del Pacto. Sin fe no podemos complacer a Dios (Hebreos 11:6), y tampoco podemos gozar
de las bendiciones de la salvación. Estas pertenecen a aquellos que creen. La fe es el medio por el cual podemos
disfrutar de todas las disposiciones del pacto.
La Biblia es una colección de sesenta y seis libros, escritos por varios autores a lo
largo de varios siglos. Desde que se leen estos escritos, la gente se ha estado
preguntando sobre su interpretación: ¿tiene un tema unificador? ¿Un mensaje
central? Existe algún hilo de significado que entrelaza todos estos libros,
conectándolos? Si es así, ¿cómo podemos trazar la relación entre los Testamentos, o
entre los libros de cada Testamento? ¿Qué tiene que ver Génesis con Juan? ¿Amós con
Hechos? ¿Rut con Apocalipsis?
Algunos han considerado la conexión de los libros de la Biblia en cuanto al desarrollo de distintos temas, como el
reino de Dios o la promesa. Otros han descrito a la Biblia como un libro de dispensaciones, y la teología de la
dispensación (Biblia de Scofield), ha tenido un impacto muy fuerte sobre la interpretación bíblica dentro de ciertos
sectores de la iglesia evangélica protestante. El dispensacionalismo fraccionó la línea de tiempo de la redención
histórica en unidades aisladas, con poca interconexión.
Pero el principio más aceptable para la unificación de las Escrituras es la doctrina del Pacto de Gracia. Ya hemos
visto cómo cada etapa de la historia de redención construye sobre lo que le precedió, agregándole substancialmente
y volviendo a presentarlo, hasta que finalmente, en la obra de Jesucristo, el mediador del pacto, la obra de salvación
está completa.
Además, la Biblia misma habla con estas palabras. Gálatas 3 nos dice, por ejemplo, que Dios proclamó el evangelio
a Abraham (v 8) y que Cristo fue hecho una maldición para nosotros para que los Gentiles pudieran recibir la
bendición de Abraham (v. 13‐14).
La sangre expiadora es descrita en Hebreos 13:20 como la “sangre del pacto eterno”, un testigo claro al tema
unificador de las Escrituras, que nos permite ver la relevancia del derramamiento de sangre en el Antiguo
Testamento.
Es la revelación de la salvación del pacto de Dios, y la unidad del propósito del pacto, que nos permite ver la profunda
relevancia de cada parte de la Palabra de Dios.
RELACIÓN DEL PACTO DE GRACIA CON LA IGLESIA
La Biblia utiliza la palabra ‘iglesia’ para referirse al pueblo de Dios: una sociedad de
creyentes comprometida al Señorío de Cristo Jesús, y que lo confiesa como Salvador y
Señor. Cristo prometió construir su iglesia (Mateo 16:18), y el Nuevo Testamento está
lleno de referencias a la iglesia, tanto como el pueblo de Dios a quien él salva a través de
Cristo (Efesios 5:25), o como la reunión local de creyentes en una comunidad específica
(Filemón 2). Cuando Esteban estaba a punto de convertirse en mártir por la fe, utilizó una
expresión interesante en Hechos 7:38 "la congregación en el desierto".
1 Pedro 2:9 describe a la iglesia como un sacerdocio y una nación santa, términos
arraigados en pasajes del Antiguo Testamento como Éxodo 19:6.
El corazón del pacto era que Dios tendría un pueblo para sí, y ese pueblo es la comunidad del pacto.
La idea del pacto permite entender el papel del ministerio dentro de la iglesia, ya que somos ministros de un nuevo
pacto (2 Corintios 3:6), y nos permite celebrar los Sacramentos. Hay un desarrollo progresivo de la iglesia del
Antiguo al Nuevo Testamento. No obstante, no existen dos pueblos de Dios separados. Existe un solo Pacto de Gracia
a través de todas las edades para todo el pueblo de Dios. Ya que la iglesia del Antiguo Testamento era espiritual e
incluía a los niños de creyentes, debemos suponer que la iglesia espiritual del Nuevo Testamento también incluye a
los hijos de creyentes.
El sacramento del bautismo es considerado como un ‘signo y sello del pacto’, en el que el bautismo significa no una
confesión de fe subjetiva sino una promesa objetiva de Dios.
Del mismo modo, el Sacramento de la Santa Cena es una comida del pacto que se celebra para recordar. Las palabras
de institución son explícitamente de pacto: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre" (Lucas 22:20). En la Cena del
Señor el pueblo de Dios debe examinarse a sí mismo a los ojos de su autoridad y su derecho de sentarse a la Mesa
del Señor para recordar el amor que les fue demostrado por Cristo al morir, y para anticipar su regreso. Hay un
elemento introspectivo, un elemento retrospectivo y un elemento prospectivo en el Sacramento, que refleja la
amplitud del pacto como el propósito de gracia Dios que abarca el pasado, el presente y el futuro.
El llamado del evangelio proviene del pacto, y llama a los pecadores a unirse a él. Es una
voz desde dentro del pacto, dirigida a aquellos que están afuera del mismo, para llevarlos
dentro del pacto. No puede haber un Evangelio a menos que haya una expiación, y no
hay expiación salvo aquella provista desde el pacto de gracia.
Cristo murió por sus escogidos, la disposición del pacto sólo está limitada en la medida
de la donación del Padre al hijo y el requerimiento del Padre sobre el hijo.
Es por causa del pacto que podemos asegurar a los pecadores que sea lo que fuere que
exista en sus vidas, Cristo lo puede limpiar. Él es capaz de salvar lo que sea, porque él
tiene un sacerdocio perpetuo e inmutable capaz de limpiar cualquier cosa que se interponga entre los pecadores y
su Dios.
¡Cuán gloriosamente el amor del Salvador eterno bajo el pacto, ordenado en todo y certero, y cumplido mediante su
propia sangre, vence triunfante cada dificultad!
La Biblia está repleta de advertencias sobre volver hacia atrás (por ejemplo, Lucas
9:62, Hebreos 10:38). Algunos las han usado como fundamento para argüir que es
posible nacer de nuevo y aún así caer de la gracia y perderse. Sin embargo, a pesar de
las falsas profesiones de fe los hipócritas, y el pecado y la reincidencia por parte de
creyentes, la Biblia constantemente nos recuerda de la certeza para todo el pueblo de
Dios. Esta certeza no está fundada en nada que podamos hacer nosotros mismos, o en
alguna cosa que la iglesia pueda hacer por nosotros. Está fundada únicamente en el
pacto de Dios que es eterno y certero (2 Samuel 23:5).
Nuestra esperanza no está arraigada en aquello que nosotros hagamos para Dios, sino en aquello que él hace por
nosotros. El no perderá a ninguno de aquellos por quien Jesús murió (Juan 6:40). Una vez que hemos sido salvados,
somos salvos para siempre, porque ser salvo significa ser traído bajo el lazo de un pacto irrompible e inquebrantable.
Esa relación del pacto es lo suficientemente fuerte para resistir todo intento por sabotearlo o por destruir aquellos
que están dentro de él. Ni sus pecados ni las estrategias del diablo pueden socavar su certeza. Como nuestro gran
Mediador, Jesús asegura, mediante su continua intercesión, que su pueblo goza de su gracia y su fuerza para cada
momento de su viaje por la vida.
Como creyentes, no somos abandonados para vivir como nos plazca. De hecho, la definición de Cristiano es que
hemos dejado de complacer nuestros deseos, y vivimos para complacer a Jesús. ¿Cómo lo haremos? Jesús mismo nos
dice: "Si me aman, guarden mis mandamientos" Juan 14:15, palabras que están directamente relacionadas con las
condiciones bajo las cuales la ley fue entregada en Sinaí, en la que Dios habló de "aquellos que me aman y guardan
mis mandamientos" (Éxodo 20:6).
La ley fue otorgada a Israel quiénes ya estaban en una relación de pacto con Dios. Esta relación no fue establecida
con motivo de su observación de la ley o cumplimiento de los mandamientos. La relación fue establecida por la
gracia, por la cual Israel fue consagrado como nación santa al Dios que dio las leyes en Sinaí. Algunas de las leyes
dadas a Israel eran leyes civiles, para gobernar su vida como pueblo en el antiguo mundo semita. Otras leyes estaban
relacionadas con su vida religiosa e involucraban sacrificios y rituales, aunque la mayoría de éstos ya no existen, no
porque Dios ya no requiere esas cosas pero porque Cristo ha cumplido todos las limitaciones y los requerimientos
de estos rituales de sacrificio religiosos para nosotros (ver, por ejemplo, 2 Corintios 3:7, que habla de una gloria que
sería eliminada mediante Cristo; y Hebreos 10:1‐18, que arguye que el antiguo ritual ha sido abolido con el sacrificio
perfecto de Cristo Jesús).
Pero los preceptos morales de la ley, que se relacionan a Dios como el único objeto de adoración, su nombre, la
santidad de la vida, el matrimonio, la propiedad y la verdad – los principios morales resumidos para nosotros en los
diez mandamientos – estos no han sido abolidos. De hecho, su autoridad ha sido demostrada por Jesús como
vinculante para su pueblo del pacto. Como un segundo Moisés hablando a un nuevo Israel en el Sermón del Monte,
Jesús enseña que las exigencias de la ley van más allá de la observación externa, a la motivación y pureza interior.
Estar liberados en Cristo de la maldición de la ley significa estar libre para guardar la ley para la gloria de Dios, con
corazones que lo aman a él y desean complacerlo.
Como ya hemos visto, el pacto precede a la ley, pero jamás es establecido aparte de la ley. La perfecta obediencia por
Cristo para nosotros significa que su justicia es nuestra, de modo que al vivir una vida llena del Espíritu Santo,
nosotros también podemos cumplir la justicia que está en la ley (Romanos 8:4). De modo que, aun cuando nadie nos
puede juzgar en base a los mandamientos o nuestra observación religiosa externa (Colosenses 2:16‐17), la
comunidad del pacto del Nuevo Testamento puede decir con el creyente del Antiguo Testamento: "¡Oh cuánto amo
yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación" Salmo 119:97.
El pacto traza la ruta que debemos seguir para gozar de sus bendiciones. Para usar una analogía, cuando Dios le
entregó la ley a Israel, fue como si hubiera construido un cerco y dicho, ‘si permanecen dentro de estos parámetros,
podrán gozar de las bendiciones, los privilegios y favores del pacto. Si se salen de ellos, aún estarán dentro del pacto,
pero renunciarán al derecho de ver esas bendiciones’. Por eso es que cuando un creyente peca no está perdido
definitivamente, ya que el pacto le provee su certeza en base al cumplimiento de la ley por Cristo Jesús; pero sí pierde
su paz, su gozo, y un sinnúmero de otros privilegios, por causa de desobedecer a Dios. Nuestra observación de la ley
no es la base de nuestra relación con Dios, sin embargo la ley sigue siendo nuestra regla de vida.
La realidad es que seguimos apartándonos de Dios. Pecamos y reincidimos; permitimos que el pecado entre en
nuestros pensamientos, motivos y comportamiento. ¿Qué sucede entonces? Cuando no somos fieles en cumplir
nuestra parte de la relación del pacto, ¿qué hace Dios? La respuesta de la Biblia es que él demuestra su fidelidad al
pacto de su gracia disciplinando sus hijos caprichosos y llevándolos al arrepentimiento y a un compromiso
renovado. Una de las expresiones más claras de estos está en Salmo 89:30‐34 “Si dejaren sus hijos mi ley, y no
anduvieren en mis juicios, si profanaren mis estatutos y no guardaren mis mandamientos, entonces castigaré con vara
su rebelión y con azotes sus iniquidades. Más no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad. No olvidaré mi
pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios”.
Los Salmistas claramente hallaron refugio en las pruebas que enfrentaron bajo el pacto. Cuando la causa de Dios se
vio amenazada, y se oscurecía el panorama, su oración era "Mira al pacto" (Salmo 74:20); y cuando nos toca recibir
un castigo individual, podemos recordar las palabras de Dios a David, "No olvidaré mi pacto" (Salmo 89:34).
Para los creyentes, sólo podemos apreciar la riqueza y la grandeza del esquema de redención del pacto cuando
vemos nuestras vidas como parte del pacto con Dios. Todo aspecto de nuestras vidas debe ser consagrado a él bajo
el pacto: todo nuestro tiempo, nuestros dones, nuestras habilidades y talentos. Si mantenemos el pacto con Dios,
disfrutaremos de su favor y bendición. Aquellos que están dispuestos a arrodillarse ante el Soberano Dios del pacto,
mediante cuya gracia ellos son salvos, conocen el verdadero significado de la verdadera libertad. Ellos tienen perdón
por su pasado, gracia para su presente, y esperanza para su futuro. Amén.
Ps. Oscar Briones
Soli Deo Gloria