Alicia en El Pais de Las Maravillas - David Morel 9no - B

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Alicia en el país de las

maravillas
Lewis Carroll
En un soleado día de verano, Alicia, sentada junto a su hermana
bajo un árbol a la vera del arroyo, se aburre. De pronto, ante sus
ojos pasa corriendo un conejo blanco con ojos rojos. Nervioso, el
pequeño animal extrae un reloj del bolsillo de su chaleco y
murmura que ahora sí llegará tarde. Sorprendida, Alicia se pone
de pie, porque nunca antes vio un conejo con chaleco, además,
con un reloj. Corre detrás del animal hasta que desaparece en un
agujero en la tierra.
Urgida por la curiosidad, la niña entra en la cueva y cae a un
profundo pozo. Alicia tiene la sensación de que la caída dura una
eternidad y cree que lo más probable es que llegue hasta el otro
lado de la Tierra, donde –según cree–las personas caminan con
sus cabezas hacia abajo. Finalmente, cae en una habitacion q
tiene muchas puertas pequeñas como es demasiado grande ella
no cabe y entonces La niña descubre entonces una botellita con
la inscripción “Bébeme”; después de un momento de
desconfianza, bebe hasta la última gota y se encoge hasta medir
solo 20 centímetros.
Ahora, Alicia es demasiado pequeña como para tomar la llave
que sigue sobre la mesa. Esto la frustra y comienza a llorar. De
pronto, mira a su alrededor y encuentra un pastel con la
inscripción “Cómeme”. No lo duda y le da una mordida. Al
principio no sucede nada, pero poco después empieza a estirarse
como un telescopio. De repente, el conejo reaparece, pero
cuando Alicia le habla, se asusta y se aleja asustado. Tras de sí
solo quedan un par de guantes blancos. Alicia se pregunta en qué
se ha convertido. Para saber si sigue siendo ella misma, canta
algunas canciones para niños, convencida de conocer sus letras
de memoria, pero descubre que ya no las recuerda por completo.
Alicia logra ponerse uno de los guantes del conejo.
Evidentemente, ha vuelto a empequeñecer. Rápidamente busca
aprovechar la suerte del momento y acercarse a la entrada al
jardín, pero está en el medio del mar de sus propias lágrimas.
Poco después regresa el conejo y ordena a Alicia que le regrese
sus guantes de inmediato. Alicia obedece, a pesar de que ese no
es su estilo y de que en realidad hubiera preferido contradecir al
conejo. Mientras busca los guantes, ingresa en una pequeña
casita. Allí le ocurre un imprevisto: por curiosidad, toma un trago
de una botella y se vuelve muy grande, tan grande que se queda
literalmente atascada en una de las habitaciones.
El conejo resuelve entonces enviar a la lagartija Bill a través de la
chimenea, para que recupere sus guantes. Con un pisotón, Alicia
obliga a Bill a volver a salir. Esto enoja al conejo, quien decide
incendiar la casa en la que Alicia está atrapada. Pero Alicia tiene
suerte: el conejo le arroja piedras, pero las piedras se convierten
en pasteles. De inmediato come uno y vuelve a encogerse; así
logra liberarse y escapar al bosque. Puesto que ahora siente que
es demasiado pequeña, busca algo para beber y comer. En su
búsqueda se encuentra con una oruga sentada sobre un hongo y
fumando una pipa de agua.
La oruga le pregunta a Alicia quién es y cuando la niña le
responde que no lo sabe con certeza, le pide que se explique.
Alicia no puede darle ninguna explicación, pero le dice a la
oruga que no tiene motivos para criticarla; después de todo,
ella también cambia de apariencia y se convierte en mariposa
al salir de la crisálida. Ofendida por la respuesta inteligente de
la niña, la oruga le propone que recite un poema. Cuando
Alicia termina de recitar el poema, la oruga le dice con frialdad
que no lo ha dicho correctamente. Alicia le confiesa que de
todos modos le gustaría tener otro tamaño. La oruga se vuelve
entonces más amable y le dice que solo necesita comer de uno
de los bordes del hongo. Dependiendo del lado que coma, se
volverá más grande o más pequeña.
El problema es que Alicia no sabe qué lado la hará crecer y qué lado la encogerá.
Por eso, prueba un trozo y se encoge. Come entonces otro trozo y vuelve a crecer,
pero no crece todo su cuerpo, sino solo su cuello, por lo que una paloma cree que
es una serpiente. Mientras sigue comiendo diferentes trozos del hongo, Alicia
cambia de tamaño una y otra vez hasta lograr finalmente su tamaño correcto. Es
la hora del té, y junto a la liebre se sientan el Sombrerero y un lirón medio
dormido. En la larga mesa preparada, la mayoría de la vajilla está limpia y sin usar.
La recepción que los tres preparan para Alicia es muy descortés; constantemente,
critican los modales de la niña. En respuesta, Alicia también los reprende. Les
dice, por ejemplo, que le parece una tontería que se recorran un lugar hacia el
costado para tener vajilla limpia, en lugar de limpiar la que ya han usado. Además,
a Alicia le molesta que a los tres les divierta formular acertijos, que ni siquiera
ellos pueden resolver.
Finalmente, Alicia se cansa de los tres y sigue su camino. Para su
sorpresa, descubre una puerta en el tronco de un árbol. Al
cruzarla, reconoce la habitación en la que encontró la llave de
oro. Ahora sí, logra entrar en el jardín mágico. Allí, la niña se
topa con tres jardineros que están ocupados pintando las rosas
blancas de color rojo. Cuando les pregunta por qué lo hacen,
responden que se equivocaron y que plantaron un rosal blanco
donde la Reina les había pedido uno rojo. Alicia está muy
sorprendida, porque los jardineros son naipes parlantes y, cuando
la Reina pasa frente al rosal con su séquito, descubre que está
integrado totalmente por naipes. A pedido de la Reina, Alicia se
presenta.
La soberana es muy autoritaria y amenaza con cortar la cabeza a
cualquiera que la contradiga. Comienza un extraño juego de
croquet en el que participan la Reina, la Duquesa y Alicia. Los
mazos son flamencos, las pelotas son erizos enrollados y los
soldados-naipes tienen que doblarse para marcar el curso del
juego. La Reina amenaza con decapitar a cualquier jugador que
no se atenga a las reglas del juego. Alicia se asusta y le alegra
descubrir que el Gato de Cheshire está de regreso, porque su
cercanía la hace sentir bien. Con alegría, Alicia presenta al gato,
de quien solo se ve la cabeza, al Rey. Pero cuando el monarca
exige que el animal bese su mano, el gato se rehúsa. Enojado, el
Rey llama a la Reina y ella lo condena a muerte por
decapitación.
Entonces, se desata una discusión entre el verdugo y la Reina
acerca de la imposibilidad de decapitar al Gato de Cheshire. No
es posible desprender una cabeza de un cuerpo inexistente, dice
el verdugo. Si hay una cabeza, es posible cortarla, dice la Reina.
Alicia trata de mediar, proponiendo consultar a la Duquesa
porque el gato es de ella. Entonces descubren que la Reina envió
a la Duquesa al calabozo, y que primero hay que ir a buscarla.
Mientras tanto, el gato ha desaparecido por completo.
La Duquesa se alegra de volver a ver a Alicia. Las dos mantienen
un profundo diálogo. La Duquesa intenta convencer a Alicia de
que es posible aprender algo de todas las historias que uno
experimenta en la vida. A la Reina le molesta la relación
armoniosa entre Alicia y la duquesa, y amenaza con decapitarla.
Luego de que la duquesa escapa de la escena, continúa la partida
de croquet. La Reina le propone a Alicia visitar a la Falsa Tortuga
para escuchar su historia de vida. El grifo acompaña a Alicia,
pero él ya conoce la historia y le exige a la tortuga que se
apresure. La tortuga, por su parte, abunda en recuerdos de su
infancia en la escuela. A Alicia no le parece interesante, tampoco
cuando la tortuga afirma haber aprendido más que ella.
Lo que sí le resulta gracioso es cuando el grifo y la tortuga le
enseñan a bailar la danza de la langosta, en donde todos los
animales tienen una langosta como compañero de baile y deben
arrojarla al agua. La Falsa Tortuga resulta ser un personaje
bastante llorón, que todo el tiempo piensa que la única razón por
la que vive es para terminar en convertida en sopa. Entre
sollozos, canta su última canción sobre la sopa. Apenas ha
terminado de cantar cuando una voz recuerda a todo el mundo
que está a punto de comenzar un gran proceso judicial. Alicia
nota que poco a poco recupera su tamaño anterior. Todos los
animales se han congregado en el juzgado.
La Sota de Corazones, un naipe al servicio de la Reina, está
acusado de haber robado los pasteles que la Reina había
horneado. El Rey es el juez y el Conejo Blanco establece el
avance del juicio. Es él quien ordena a Alicia a declarar y
responder las preguntas del Rey. Cuando encuentran una nueva
prueba, un poema que parece probar la culpabilidad de la Sota
de Corazones, Alicia estalla y desenmascara el proceso como una
estupidez. La Reina exige entonces castigar a Alicia con la
decapitación, pero Alicia reúne más y más valentía. Las cartas no
tienen derecho a decirle nada, puesto que solo son naipes, grita
en la sala. Los naipes vuelan hacia ella y Alicia se asusta, y de
pronto nota que está junto al río y que todo fue solo un sueño.
Entonces, le cuenta la aventura a su hermana.

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