Cuentos Poesias y Coplas Nivel 1

Propuesta Dale!
Derecho a Aprender a Leer y Escribir
Cuentos, poesías y coplas
para Nivel
1
Diuk, Beatriz
Cuentos, poesías y coplas. propuesta DALE. Derecho a aprender, a leer y escribir /
Beatriz Diuk, -1ª ed. - Nivel 1 – 88 p. 29 x 21 cm. .
ISBN 978-987-42-7803-6
1.Alfabetización, Pedagogía. I. Título

CDD 374.012
Fecha de catalogación: 16/4/2018
Editor Responsable: Beatriz Diuk
Propuesta DALE! Derecho a Aprender a Leer y Escribir:

Diseño y coordinación de contenidos:
Beatriz Diuk (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas)
Autoras de los textos: Diana Torello, Soledad Viel Tempreley, Delfina Grennon Viel
Ilustradores:
Rocío Alejandro: El Colorado, Fosforito confundido, Con el pie izquierdo, Chumba la cachumba,
Ricitos de oro
Lucila Piazza: Caperucita Roja, Los tres chanchitos, Disparates, El Flautista de Hamelin
Marcelo Fernández: Patito Feo, La Cenicienta
Maia Wyler: Los tres cabritos y el ogro, La liebre y la tortuga
Daniela Gaudioso: La bella durmiente
Guadalupe Belgrano: Juanito y las semillas mágicas, Coplas burlonas y Mentiras, Gardel 202
Martina Fior: Blancanieves y los siete enanitos
Manuel Purdia: Leyenda de la yerba mate, Ayer pasé por tu casa, Me canso, Rapunzel
El Bruno: Lorito Meterete, Lorito Meterete también sabe ayudar, Lorito Meterete y Don Seferino
María Elda Lema: El Coquena y los dos hermanos
Diseño gráfico: Laura Leibson - w
Producción gráfica: Daniel Feijoó - [email protected]
Impresión: La Imprenta Ya
Av. Mitre 1761 Florida, Buenos Aires - Argentina - www.laimprentaya.comLa Imprenta Ya
Av. Mitre 1761 Florida, Buenos Aires - Argentina - www.laimprentaya.com
Material impreso a cargo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
2 Propuesta DALE! • Cuentos, poesías y coplas

Indice
El Colorado 4 Coplas burlonas 55
Fosforito confundido 6 Mentiras 55
Con el pie izquierdo 8 Leyenda de la yerba mate 56
Caperucita Roja 10 Chumba la cachumba 69
Patito Feo 13 Ayer pasé por tu casa 73
Los tres cabritos y el ogro 16 El Coquena y los dos hermanos 74
Ricitos de oro 19 Me canso 80
Juanito y las semillas mágicas 1 29 Disparates 81
Juanito y las semillas mágicas 2 32 Rapunzel 82
Los tres chanchitos 36 El Flautista de Hamelin 85
La liebre y la tortuga 46
Propuesta DALE! • Cuentos, poesías y coplas 3

Autora: Diana Torello
Ilustradora: Rocío Alejandro
El Colorado
Dicen que los chicos pelirrojos son los más terribles de todos. Pero Andrés, el
colorado de esta historia, no parece para nada endiablado.
o!! to!!
forit i
¡¡Fos e fosfor
a d
ez
¡¡Cab
Andrés y sus amigos viven en Colón, Andrés tiene la bici más chiquita y las
Entre Ríos. Todas las tardes se juntan piernas más cortas, así que seguro no
en la esquina de la placita con sus será el primero en llegar.
bicis.
¡Vamos al río a bañarnos!
Juguemos carrera, ¡¡Fosforito apurate!!
¿quién llega primero? ¡¡Siempre último!!
Las tardes en el río tienen un juego obligado: la lucha en el barro. A la suerte se

arman las parejas.
¡Qué mala suerte!

Después de los empujones, varios de los chicos se caen de cola en el barro.
¡O de cabeza!
¡¡Fosforito quemado!!
¡¡Fosforito quemado!!
A la hora de volver a casa, Juancho La crecida llevó la zapatilla hasta la parte

tiene un problema grande. más profunda. Andrés es el único que
nada tan bien como para rescatarla.
¿Quién me la escondió?
¡Al que haya sido lo
mato! ¡Gracias Fosforito!
¡Me salvaste!
Esa tarde, en la vuelta del río, Andrés no fue el último en llegar pedaleando.
¿Querés venir a casa a

tomar la leche?

Fosforito confundido
Andrés es un alumno muy bueno.
En matemáticas. En Lengua. En Ciencias.
Acá está el resultado ¿“Perro” es sustantivo

de las pruebas chicos. o adjetivo?
-
¡Sustantivo!
Pero, en la escuela, Andrés tiene un problema. ¡Un problema muy importante!

En la clase de Educación En la clase de Plástica: En la fila para saludar la
Física: bandera:
¡Arriba el brazo Dibujamos una
derecho! flor en el lado ¡Rápido! ¡Rápido!
derecho de Varones a la derecha.
la hoja y una Nenas a la izquierda.
mariposa en el
lado izquierdo.

En casa, su mamá tiene una buena idea para ayudar a Andrés.
Ahora ya sabés, donde está el

reloj es siempre la izquierda.

Con el pie izquierdo

Fosforito vuelve a casa después de jugar con sus amigos y encuentra a su abuelo
muy enojado.
¿Qué te pasa Tata?
¡Hoy todo me salió mal,

m´hijo! Me levanté con
el pie izquierdo.
¿El pie
izquierdo…?
A la mañana siguiente, cuando suena el despertador, Andrés está muy dormido

todavía para pensar en los pies. Pero, cuando los apoya en el piso... ¿Con cuál pisó
primero…?
¡Mami! ¡No sé!, ¡No sé!

¿Qué hago ahora? ¡No sé
con cual pie me levanté!

Durante el desayuno tiró Durante la clase de Ma- Durante el recreo co-
la leche. temática, golpea a la rriendo una carrera, se
¡Ya sabemos
maestra con la regla. va de nariz al piso.
con qué pie
te levantaste ¡Te gané Fosforito!
Andrés! ¡Uhh! Perdón seño,
fue sin querer.
Andrés decide no volver a tener un día tan malo.
¡No me olvido más cuál es el pie

izquierdo! ¡No me lo olvido más!

Ilustradora: xxx
Caperucita Roja
Había una vez una niña llamada Caperucita
Roja. Le decían así porque siempre usaba una
capucha roja. Caperucita vivía con su mamá en
una preciosa casita.
La abuela de Caperucita vivía lejos, del otro
lado del bosque. El bosque era muy grande y
peligroso. Allí vivía un lobo malo y hambriento.
Un día, Caperucita fue a visitar a su abuelita,
que estaba enferma. La mamá de Caperucita le
pidió que le lleve a la abuelita una canasta con
comida.

Caperucita iba caminando por el peligroso bosque
cuando de repente, apareció el lobo. Caperucita
se asustó mucho pero el lobo no le hizo nada.
Solamente le preguntó a dónde iba. Caperucita le
contó que iba a casa de su abuela. Y el lobo se fue
corriendo muy apurado. ¿Qué plan tendría el lobo?
¿Por qué no le hizo nada a Caperucita?
El lobo corrió y corrió para llegar a la casa de la

abuela antes que Caperucita. Abrió la puerta de
un golpe, entró a la casa y se comió a la abuela
de un solo bocado. Después se puso la ropa de
la abuela y se metió en la cama para engañar a
Caperucita Roja.

Cuando Caperucita llegó a la casa de la abuela, entró y se
acercó a la cama. Pero… ¡qué rara estaba la abuela!
Caperucita no sabía que era el lobo disf razado. Por eso le
dijo:
-¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!
-¡Son para verte mejor!- contestó el lobo cambiando la voz.
-¡Abuelita, qué dientes tan grande tienes!- dijo Caperucita
asombrada.
-¡Son para comerte mejor!- contestó el lobo mientras saltaba
de la cama para atraparla a Caperucita.

Ilustrador: Marcelo Fernández
Patito Feo
A orillas de una laguna, una mamá pata había
hecho un nido para empollar sus huevos. Al cabo
de un tiempo, una mañana de sol, los patitos
empezaron a romper los cascarones y a salir de los
huevos. La mamá pata estaba muy contenta pero…
uno de los patitos era distinto. No era amarillo. No
era pequeño como los demás.
-¡Qué raro! - pensaba la mamá - Es muy diferente…
A los pocos días, la mamá pata fue con sus patitos a

la laguna. Todos los patos que estaban allí nadando
comenzaron a señalar al patito diferente y a llamarlo
Patito Feo. Se burlaban porque era diferente y le
gritaban: – ¡Fuera pato, fuera!

El patito estaba muy triste porque nadie lo quería.
No tenía ningún amigo para jugar. Así que decidió
irse. Se fue lejos, hasta que encontró un pastizal
alto rodeado de árboles. Allí se refugió durante
todo el invierno.
Cuando llegó la primavera, el patito feo partió en

busca de un lugar donde vivir. Por suerte encontró
una laguna enorme y vio una bandada de hermosos
cisnes que estaban nadando. El patito feo se acercó
con miedo pero, para su sorpresa, nadie lo insultó.
¡Sucedió todo lo contrario! Los cisnes que vivían
allí lo invitaron a jugar con ellos.

Con mucho, pero mucho miedo, el patito se
acercó a la laguna y se puso a nadar. Y, ¿saben lo
que pasó cuando el patito miró el agua? Vio su
reflejo y descubrió que ¡él también era un cisne!
Por eso era diferente. Los cisnes de la laguna eran
su verdadera familia. Había encontrado amigos y
familia que lo querían. El patito feo fue muy pero
muy feliz y tan feliz lo hicieron sus nuevos amigos,
que hasta pudo recuperarse de la tristeza y olvidar
lo sucedido.

Ilustradora: Maia Wyler
Los tres cabritos

y el ogro
Había una vez tres cabritos hermanos que vivían
en un cerro. Cabritín se llamaba el menor, Cabritán
el mediano y Cabritón el mayor. Como los pastos
de su cerro se empezaron a secar, los cabritos
comenzaron a quedarse sin comida y quisieron
cruzar el río para ir a comer del otro lado. Pero
para cruzar el río, tenían que pasar por un puente.
Y había un gran problema. Debajo del puente vivía
un ogro malvado que se los quería comer.

Entonces los cabritos hicieron un plan muy ingenioso.
Primero Cabritín, el hermano más pequeño, fue a
cruzar el puente. En eso, apareció el ogro hambriento
y gritó:
-¡Te voy a comer!
Pero cuando lo estaba por comer, el cabrito le dijo:
-¿Por qué no esperás a mi hermano que viene detrás
de mí? Como es más grande que yo, tendrás más
comida para comer.
Al ogro le pareció buena idea, lo dejó cruzar y se sentó

a esperar al segundo cabrito. Cabritín pudo cruzar el
puente sin problemas.
A los pocos minutos Cabritán, el hermano mediano,
fue a cruzar el puente. El ogro gritó:
-¡Te voy a comer!
-¿Por qué no esperás a mi hermano que viene detrás
de mí? - dijo Cabritán - Como es más grande que yo,
tendrás más para comer.
Al ogro le pareció una muy buena idea también y
relamiéndose lo dejó seguir. Se sentó a esperar al
hermano mayor porque era más alimento. ¡Cabritán
también pudo cruzar el puente sin problemas!

Al rato apareció Cabritón, el hermano mayor. Como
era muy ágil, cruzó el puente a gran velocidad y
el ogro lo persiguió por detrás. Mientras tanto,
como ya estaban preparados, Cabritín y Cabritán
extendieron una soga de lado a lado del puente
para que el ogro se tropezara. El plan salió a la
perfección ¡Qué golpe se dio el Ogro a plena
carrera! Y como si fuera poco, rodó hasta que cayó
al río.
Lo mejor del cuento es que el ogro todavía sigue

nadando en el río y los tres cabritos cruzan el
puente todos los días sin miedo para buscar pasto
tierno.

Ricitos de oro
La historia que vamos a leer, es la de una nena llamada
Ricitos de Oro.
Una mañana, Ricitos de Oro salió a pasear por el
bosque y llegó hasta la casa de una familia de osos.
Encontró la puerta abierta y entró. La casa estaba
vacía. Mamá Osa, Papá Oso y Osito se habían ido a
dar un paseo antes de almorzar.
Adentro de la casa, Ricitos de Oro encontró sobre la
mesa tres platos de sopa. Como tenía mucha hambre,
Ricitos de Oro probó las tres sopas: la del Papá Oso,
la de la Mamá Osa y la del Osito. La de papá Oso no le
gustó porque estaba muy caliente, la de mamá Osa
no le gustó porque estaba muy fría así que se decidió
a tomar la del Osito que estaba tibia. ¡Riquísima!

Luego, Ricitos entró al salón y encontró tres sillas.
Probó las tres. La de papá Oso no le gustó porque
era muy dura, la de mamá Osa no le gustó porque
era muy blanda y eligió nuevamente la del Osito.
Pero cuando se sentó, la silla se rompió y Ricitos
de Oro se cayó al piso. Después de recorrer toda
la casa a Ricitos le dio sueño. Fue al dormitorio,
vio tres camas y también las probó. Primero la del
Papá Oso, luego la de la Mamá Osa y por último
la del Osito y tan cómoda estaba que se quedó
profundamente dormida.

Cuando los osos volvieron a su casa, se llevaron unas
cuantas sorpresas. Miraron la mesa y protestaron…
-¡Alguien probó mi sopa! – gritaron Mamá Osa y Papá
Oso.
-¡Alguien probó mi sopa y se la tomó toda! – gritó el
Osito.
Luego, recorrieron la sala y protestaron otra vez:
- ¡Alguien se sentó en mi silla! - gritaron Mamá Osa y
Papá Oso.
- ¡Alguien se sentó en mi silla y me la rompió!- gritó
el Osito.

Muy sorprendidos fueron a la habitación y…
- ¡Alguien se acostó en mi cama! – gritaron Mamá
Osa y Papá Oso.
- ¡Alguien se acostó en mi cama y todavía está ahí!
– gritó el Osito.
Con tantos gritos de osos, Ricitos de Oro se
despertó. Se asustó tanto al ver a los tres osos que
saltó de la cama y salió corriendo de la casa. Ricitos
de Oro no paró de correr hasta que llegó a su casa.

Ilustradora: Guadalupe Belgrano
Juanito y las 1º par

´
semillas mAgicas te
Juanito era un niño que vivía con su madre en una casita en

el campo. Criaban animales y cuidaban la huerta. Pero la
vaca de la familia estaba vieja y ya no daba leche. Entonces,
un día, la mamá de Juanito le pidió que llevara a la vaca al
mercado para venderla.
- ¡Vendela Juanito y que te paguen bien! – le dijo la mamá.
Pero Juanito no tuvo suerte. ¡Nadie quería comprar una
vaca que no daba leche!
Juanito, cansado, decidió volver a su casa con la vaca. Pero
por el camino apareció un viejito y le of reció cambiarle la
vaca por un puñado de semillas. El viejito dijo que eran
semillas mágicas. Juanito se entusiasmó y le entregó la
vaca a cambio del puñado de semillas.

Pero cuando Juanito llegó a su casa sin la vaca y sin dinero,
su mamá se enojó mucho y tiró las semillas por la ventana.
- ¡Esto no sirve para nada! – gritó la mamá.
Esa noche Juanito se fue a dormir temprano. Estaba triste
y desilusionado. Pero mientras todos dormían, a la luz de
la luna, las semillas mágicas brotaron en la tierra húmeda.
Una hermosa planta creció y creció hasta llegar al cielo.
Al despertarse Juanito miró por su ventana y se sorprendió.
¡No podía creer lo que veían sus ojos! De las semillas había
nacido una planta gigantesca.

Juanito salió de su casa y sin pensarlo ni por un momento
comenzó a trepar y trepar por la planta. Subió tan alto que
casi no veía su casa, ni a los animales.
De pronto, entre las nubes del cielo apareció ante sus ojos un
castillo, enorme y misterioso. ¡Juanito se quedó maravillado!

Juanito y las 2º par

´
semillas mAgicas te
Juanito se acercó al castillo y golpeó a la puerta. Una mujer

gigante le abrió. Muy nerviosa lo hizo pasar y en voz muy baja
le dijo:
- ¡Tenés que esconderte rápido! En este castillo vive un ogro
peligroso y devorador. Si te ve, te va a comer de un solo bocado.
Juanito asustado, le hizo caso a la Gigante y se escondió detrás
de un armario.
A los pocos minutos entró el ogro pisando fuerte. Se sentó a la
mesa y comió todo lo que tenía preparado. Después de comer,
con la panza llena, el ogro quedó profundamente dormido.

Juanito aprovechó para salir de su escondite. La mujer
gigante lo esperaba en la puerta del castillo para despedirlo
y para ayudarlo a escapar.
- Juanito- dijo la Gigante- llevate esta gallina que pone
huevos de oro y también esta arpa, que es un instrumento
mágico que suena solo, sin necesidad de que alguien lo
toque.
-¿Huevos de oro? ¿Un arpa mágica?- preguntó sorprendido
Juanito - Muchas gracias.
Juanito y la Gigante se dieron un fuerte abrazo y se
despidieron.
Juanito comenzó a bajar por la planta cargado con sus
regalos. Cuando llegó al piso, corrió a buscar un hacha en
el galpón. Cortó la planta para que el ogro no pudiera bajar
y atraparlo. La planta cayó al suelo haciendo mucho ruido.
Cuando la mamá de Juanito escuchó el estrepitoso golpe de
la planta, salió a ver qué había ocurrido. Juanito le habló de
su aventura y le mostró los regalos. ¡Qué contentos estaban
los dos!

Desde ese día la gallina no paró nunca de poner huevos de oro y
como se imaginarán, con tanto oro, Juanito y su mamá pudieron
comprar muchas cosas ricas. Y como si eso fuera poco, Juanito se
hizo famoso recorriendo las ciudades y los pueblos con las canciones
que tocaba con su arpa mágica.

Ilustradora: Lucila Piazza
Los tres chanchitos

Había una vez tres chanchitos hermanos que vivían
en un precioso bosque. Los chanchitos tenían un
gran problema. Un lobo malo siempre trataba de
comerlos, y ellos estaban cansados de escapar y
correr. Entonces decidieron construirse casas para
protegerse del maldito lobo. El chanchito menor
construyó rápidamente una casa de paja, muy
brillante pero muy livianita. El mediano tardó un
poco más y armó su casa de madera. El mayor
tardó mucho más porque la construyó con fuertes
ladrillos.

Una mañana apareció el lobo hambriento. Estaba
buscando algún chanchito para comer porque su
comida preferida era chancho asado. Llegó a la
casa de paja del chanchito menor y dijo:
-Soplaré y soplaré y la casa derribaré.
Muy decidido, sopló fuerte y la casa se derrumbó al
instante porque era muy f rágil. El pobre chanchito
asustado huyó hasta la casa de madera de su
hermano mediano.
El lobo lo persiguió y se paró f rente a la casa de
madera. Tomando aire gritó:
- ¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!
Esta vez, el lobo sopló con más fuerza y pudo
derribar la casa de madera. Los dos chanchitos
desesperados corrieron a refugiarse en la casa del
hermano mayor, que era de ladrillos.

El lobo persiguió a los dos chanchitos. Cuando llegó a la
casa de ladrillos se paró f rente a la puerta y dijo:
- ¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!
Y se puso a soplar y soplar con toda su fuerza. Pero esta vez
no pudo derribar la casa. Era demasiado sólida. Entonces,
después de pensar unos minutos, decidió entrar por la
chimenea. Subió al techo y se deslizó por la chimenea
velozmente. Pero, ¿saben qué pasó?
Ja, ja, ja… ¡Se cayó sobre la olla de agua hirviendo que habían
puesto los tres chanchitos justo debajo de la chimenea!
Como se imaginarán, el lobo, con la cola quemada, salió
corriendo para nunca más volver.

Ilustradora: Maia Wyler
La liebre y la tortuga
Había una vez una liebre que siempre se burlaba de la
tortuga. Le decía que era lenta y que tenía patas cortas. Cada
vez que se encontraban, la liebre se burlaba, diciéndole:
- Yo soy muy veloz y vos, sos el animal más lento que conocí
en mi vida.
La tortuga se defendía diciendo:
- Es verdad que soy lenta pero pasito a pasito siempre llego
a todos lados.
Un día, los animales del bosque decidieron organizar una

carrera. Para eso, prepararon los senderos, arreglaron los
caminos y pusieron banderas para marcar la pista. El día
indicado, para sorpresa de todos, la tortuga se presentó
para correr. La liebre se rió y le dijo a la tortuga:
-¿Seguro que querés correr? ¡ja, ja! ¿Acaso no te importa
perder? ¡Mirá que te voy a ganar! ¡Soy el animal más rápido
del bosque!

La tortuga no le contestó y se fue derechito hasta la línea de
largada para ocupar su lugar.
La carrera empezó. La liebre, como siempre, avanzó rápidamente
y dejó muy atrás a la tortuga. Y, como iba ganando, la liebre
pensó:
-Mejor descanso un rato. Total, la tortuga está muy lejos y,
como es tan lenta,es imposible que me alcance.
La liebre buscó un lugar agradable al costado del camino y se

puso a bostezar. A los pocos minutos se quedó profundamente
dormida. Mientras tanto, la tortuga, pasito a pasito, sin
detenerse, pasó a su lado y se adelantó casi hasta la llegada. A
la tortuga le faltaban solo unos metros para terminar la carrera.

Cuando la liebre se despertó vio que la lenta tortuga estaba
por ganar la carrera. Desesperada, la liebre salió a gran
velocidad, pero fue inútil. La tortuga había ganado. Todos
los animales del bosque festejaban su llegada. La tortuga
tenía más que merecido su triunfo. Por eso, la levantaron
por el aire y repitieron su f rase preferida: ¡Pasito a pasito,
la tortuga, siempre llega al f inal! ¡Pasito a pasito, la tortuga,
siempre llega a todos lados!

Coplas
burlonas
Del cielo bajó un pintor
para pintar tu hermosura
y al ver un bicho tan fiero
se le hizo agua la pintura.
Tienes el cabello negro

y muy largas las pestañas.
y negras tienes las manos
porque nunca te las lavas.
Mentiras
Ahora que andamos despacio
les voy a contar mentiras;
por el mar corren las liebres,
por el aire las sardinas.
Yo he visto un sapo volar,

un zorro en alpargatas,
y en el fondo de la mar,
un burro asando batatas.

Ilustrador: Manuel Purdia
Leyenda de la
yerba mate (leyenda guaraní del noreste argentino)
Había una vez una diosa llamada Yasí que vivía en

la luna. Un día Yasí, que estaba un poco aburrida
de vivir solita en el cielo, quiso conocer las cosas
que había en la Tierra. Entonces, Yasí llamó a su
amiga la diosa Araí, que vivía en una nube, y juntas
bajaron a la tierra.

Cuando llegaron a la Tierra empezaron a recorrer una
selva con muchos árboles y animales. Caminaron
mucho…. mucho…. hasta que decidieron parar un
rato a descansar cerca de un árbol.
De repente, las diosas vieron que un enorme
yaguareté las miraba con muchas ganas de
comérselas. Justo pasaba por allí cerca un cazador
que, cuando vio que el yaguareté estaba por
saltarle encima a las diosas le tiró una flecha que
atravesó el corazón del animal.

¡Por suerte no les pasó nada a las Diosas! Pero
igual se habían asustado mucho. Al ver a las diosas
tan asustadas, el cazador las invitó a su casa, les
presentó a su familia y les of reció una maravillosa
cena.
Cuando volvió a la luna, Yasí quiso agradecer al
cazador que la había salvado de ser devorada por
el yaguareté. Entonces, una noche bajó de nuevo
a la Tierra y sin que nadie la viera se acercó a la
casa del cazador y le dejó en la puerta de la casa
un regalo: unas semillas.
Al otro día cuando se despertó, el cazador encontró
las semillas en la puerta de su casa. El cazador no
sabía bien para qué servían las semillas pero igual
la plantó en la tierra. Un tiempo después nacieron
muchas plantas de yerba mate. Desde ese día
la familia del cazador y todo el pueblo guaraní
pudieron disf rutar de unos riquísimos mates.

Chumba la cachumba
Cuando el reloj marca la una

Los esqueletos salen de su tumba
¡Chumba la cachumba la cachumbambá!
Cuando el reloj marca las dos

Los esqueletos cantan a una voz
Cuando el reloj marca las tres

Los esqueletos mueven los pies

Cuando el reloj marca las cuatro
Los esqueletos juegan al teatro
Cuando el reloj marca las cinco

Los esqueletos pegan un brinco
Cuando el reloj marca las seis

Los esqueletos nombran al rey

Cuando el reloj marca las siete
Los esqueletos lanzan un cohete
Cuando el reloj marca las ocho

Los esqueletos comen un bizcocho
Cuando el reloj marca las nueve

Los esqueletos ven cómo llueve

Cuando el reloj marca las diez
Los esqueletos corren una res
Cuando el reloj marca las once

Los esqueletos tocan los bronces
Cuando el reloj marca las doce

Los esqueletos se ponen una pose
Cuando el reloj marca la una

Los esqueletos van a la luna

Ilustradora: xx
Los deseos ridiculos

Había una vez un pobre leñador que estaba muy
cansado de trabajar y trabajar durante toda su
vida.
Un día cuando intentaba talar un viejo árbol, se
le apareció un duende. Como el duende vivía en
ese árbol, le pidió al leñador que no lo talara. El
leñador decidió no talarlo. Entonces, el duende,
agradecido, le dijo: -Te voy a cumplir tres deseos.

El leñador fue corriendo a contarle la buena noticia a su
esposa: -Querida mía, somos tan ricos que no tenemos más
que formular deseos-. A continuación, le relató su encuentro
con el duende. La mujer se puso tan contenta que olvidó
preparar la comida.
El leñador y su mujer se quedaron horas conversando sobre

sus nuevos proyectos. Entonces, el leñador sintió hambre
y dijo a su esposa: -Me gustaría comer una gran salchicha.
Apenas terminó de pronunciar estas palabras, vieron
aparecer una salchicha tan larga que parecía un gusano
gigante. La mujer lanzó un grito de terror. Pero cuando se
le pasó el susto, comprendió lo que había sucedido: cuando
su marido dijo que quería una salchicha el duende hizo
aparecer una como si fuera el primer deseo del leñador.

Esto le dio tanta rabia a la mujer que estuvo gritándole a su
marido durante varios minutos.
-Cuando se puede- decía- obtener un imperio, oro, plata,
rubíes, diamantes, vestidos hermosos, ¿es una salchicha lo
que se te ocurre desear? ¡Hay que ser muy tonto para pedir
un deseo como ése!
El hombre, loco de rabia, gritó a su mujer:
-¡O jalá que la salchicha se te cuelgue de la nariz! –
Apenas dijo la última palabra, la salchicha se pegó a la nariz
de su esposa.

Esta situación, como es de imaginarse, la hizo enojarse
como nunca. Ella era bonita y este adorno en la nariz no le
quedaba muy bien. Además, como la salchicha le colgaba
sobre la boca, le impedía hablar. El leñador se sintió contento
de no tener que escuchar más los reproches de su mujer.
Entonces, pensó en dejarla así para siempre y hacerse rey
con el deseo que le quedaba. ¡Pero qué triste se sentiría la
reina con una nariz de más de un metro de largo! El esposo
decidió no pedir ser rey y deseó que la salchicha gigante
desapareciera de la cara de su mujer.
Así fue como el leñador no cambió su vida en nada, ni se

convirtió en un gran rey.

Ayer pasÉ
por tu casa
Ayer pasé por tu casa

Y me tiraste un ladrillo
Pasaré todos los días
Así me hago un castillo

Y me tiraste con un limón
Por favor no tires otro
Que me hiciste un chichón

y me tiraste con una flor
la próxima vez que pase
¡Sin maceta por favor!

Ilustradora: María Elda Lema
El Coquena y
los dos hermanos
En Salta y Jujuy, dos provincias argentinas, se cuentan
historias del Coquena, un ser que protege a los animales. El
Coquena es bajito, usa un sombrero con ala muy ancha, un
poncho y ojotas. Vamos a compartir una de las historias del
Coquena.
Cuentan que una vez, Pedro, un hombre muy pobre, no
tenía nada para comer. Entonces salió a los cerros a buscar
algún animal para cazar. Después de todo el día de caminar
y caminar, cazó un guanaco. Tan cansado estaba que se
sentó un rato y se durmió. De pronto, un silbido lo despertó.
Parado junto a él estaba el Coquena

El Coquena estaba furioso porque Pedro había matado a un
guanaco.
- No sabe usted que yo protejo a los guanacos – exclamó
furioso el Coquena.
Pero el hombre explicó que había matado al animal porque
no tenía nada para comer.
- Ah! – dijo el Coquena – Si es porque tenía hambre, lo
entiendo. Y para que ya no tenga que matar animales, le
dejo este regalo.
Y el Coquena le entregó a Pedro un cof re lleno de monedas
de oro.
El hombre no lo podía creer. Corrió con el cof re a su casa y

llevó las monedas a su familia. Nunca volvieron a ser pobres.

Pedro tenía un hermano, Juan, que era muy rico. Cuando
Juan escuchó la historia del Coquena se vistió de pobre y fue
para tratar de que le regalen monedas de oro a él también.
Caminó por el cerro, cazó un guanaco y se sentó a descansar.
Cuando apareció el Coquena, Juan le mintió. Dijo que era
pobre y que había cazado al guanaco para comer. Pero
el Coquena no era tonto. Le dijo a Juan que se sacara el
sombrero porque le iba a hacer un regalo y le tocó la cabeza.
Juan se fue corriendo a su casa a ver qué regalo le había
dejado el Coquena en la cabeza. Pero cuando se miró a un
espejo, vio que lo que tenía eran… ¡cuernos! El Coquena lo
había castigado por matar a un guanaco, por mentir y por
ser tan codicioso.

Me canso
Me canso,
decía el ganso.
Yo me aburro,
dijo el burro.
Yo no espero,
dijo el tero.
Sobre la loma
cantó la paloma.
Me pongo el gorro,
les gritó el zorro.
Soy goloso
dijo el oso
Cantá una canción
pidió el león
No se espante,
dijo el elefante
Qué lindos zapatos
dijeron los gatos

Disparates
Con hielo me calenté Por el ojo de una aguja

y el fuego me congeló. pasó un ñandú corriendo;
Me sequé con agua tibia si no me quieren creer
enf riadita por el sol. un ciego lo estuvo viendo.
Qué tal será don Taborda, A la orilla de un hombre

qué tal será de ladrón: estaba sentado un río,
me robó los calzoncillos af ilando su caballo
sin quitarme el pantalón. y dando agua a su cuchillo.

Rapunzel
Había una vez un rey y una reina que tuvieron

una hermosa bebé a la que llamaron Rapunzel.
Rapunzel crecía junto a sus padres muy feliz
hasta que un día, paseando por el bosque, se
encontró con una bruja muy mala. La bruja la
atrapó y la encerró en una torre en medio del
bosque. La bruja tapó todas las puertas de la
torre y solamente dejó una ventana, que
estaba muy alta.
Rapunzel vivió mucho tiempo
encerrada en la torre. En ese tiempo su
pelo creció tanto que Rapunzel se
hacía una larguísima trenza.
Cada vez que la bruja quería
entrar a la torre le gritaba:
- Rapunzel, dejá caer tu
trenza.
Y la bruja usaba la trenza
para trepar
hasta la ventana.

Un día, un príncipe que paseaba por el
bosque encontró la torre donde vivía
Rapunzel. Escondido detrás de un árbol
vio cómo la muchacha tiraba su pelo
por la ventana para que la bruja pudiera
subir. Entonces, cuando la bruja se fue a
hacer las compras, el príncipe se acercó a
la torre y le gritó a Rapunzel imitando la
voz de la bruja:
- Rapunzel, dejá caer tu trenza.
Rapunzel tiró el pelo y el príncipe pudo
subir. Rapunzel se asustó cuando vio
al príncipe, pero de a poco se hicieron
amigos. Y, con el tiempo, se enamoraron
profundamente.

Rapunzel decidió escaparse de la torre
para ir a vivir con el príncipe. El príncipe
fue hasta la torre con una larga soga. Subió
por la trenza de Rapunzel y luego los dos
bajaron por la soga. Subieron al caballo
del príncipe y escaparon de la bruja.
Tiempo después el príncipe y Rapunzel se
casaron y fueron muy felices. Rapunzel se
convirtió en princesa y nunca más volvió a
vivir encerrada entre cuatro paredes.

El Flautista de Hamelin
Había una vez un pueblo muy lejano que se llamaba
Hamelin. Hamelin era un pueblo hermoso y la gente allí
vivía muy feliz.
Un día, sin embargo, los vecinos del pueblo se levantaron y
no podían creer lo que veían. ¡El pueblo se había llenado de
ratones! Cientos de ratones andaban por las veredas, por
arriba de los árboles, en las plazas….y también se querían
meter en las casitas de los habitantes de Hamelin para
comerse la comida.
Para tratar de resolver el problema, el gobernador del
pueblo, reunió a todos los habitantes de Hamelin y les dijo:
-¡Le regalaré una bolsa llena de monedas de oro a la persona
que pueda deshacerse de los ratones!

Un día llegó al pueblo un muchacho alto y de ojos grandes
que le dijo a la gente del pueblo:
- ¡Yo los voy a ayudar! Yo sacaré a los ratones y todo volverá
a la normalidad.
Entonces, el muchacho, sacó una flauta de dentro de una
bolsa que traía y se puso a tocar en la plaza del pueblo una
melodía muy hermosa y dulce. De pronto, de todas partes,
comenzaron a salir ratones que se pararon junto al flautista
y se quedaban muy quietos al escuchar la música que
tocaba el hombre…¡estaban fascinados por aquella melodía
tan hermosa!
Sin dejar de tocar, el flautista comenzó a caminar y una
larga f ila se ratones empezó a seguirlo. El flautista se fue del
pueblo y todos los ratones de Hamelin se fueron detrás de
él. ¡El pueblo había quedado limpio! ¡Todos estaban felices!
¡Por f in se había solucionado el problema!

Luego de unos días, el flautista volvió al pueblo y le pidió al
gobernador la bolsa de monedas que le había prometido.
Pero el gobernador le dijo:
-¿Estás loco? ¿Vos creés que voy a pagarte una bolsa repleta
de monedas de oro sólo por tocar la flauta?
El flautista, muy enojado porque no le querían dar lo que le
habían prometido, comenzó a tocar otra hermosa melodía
con su flauta. Nuevamente, mientras tocaba esa música
divina comenzó a caminar alejándose del pueblo….Pero esta
vez los niños del pueblo comenzaron seguirlo. ¡El flautista
se estaba llevando a todos los niños del pueblo!
La gente del pueblo se dio cuenta de que el flautista estaba
enojado y le pidió al gobernador que le diera la bolsa de
monedas de oro que había prometido.
Una vez que tuvo su recompensa, el flautista devolvió a los
niños a sus casas y todo volvió a la normalidad.


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Derecho a Aprender a Leer y Escribir

Cuentos, poesías y coplas

1.Alfabetización, Pedagogía. I. Título

Fecha de catalogación: 16/4/2018

Editor Responsable: Beatriz Diuk

Propuesta DALE! Derecho a Aprender a Leer y Escribir:

Diseño gráfico: Laura Leibson - w

Producción gráfica: Daniel Feijoó - [email protected]

Material impreso a cargo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

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Ricitos de oro 19 Me canso 80

Juanito y las semillas mágicas 1 29 Disparates 81

Juanito y las semillas mágicas 2 32 Rapunzel 82

Los tres chanchitos 36 El Flautista de Hamelin 85

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