Facundo

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“Facundo”.

La pluma y el ideario de Sarmiento


por Carlos Manuel Vicente

Resumen

El Facundo de Domingo Faustino Sarmiento es escrito durante su exilio en Chile. La obra narra
la vida del caudillo federal Juan Facundo Quiroga, quien desde la perspectiva sarmientina es
considerado actor principal de la guerra intestina que desangró a las tierras del sur de América.
Con un estilo de escritura combativa y portadora de un ideario político, la vida del Tigre de los
Llanos es reflejada en el texto, diez años después de su muerte, siendo una crítica y denuncia
del gobierno de Juan Manuel de Rosas.

Palabras clave: civilización, barbarie, política, nación, romanticismo.

Contexto histórico

Eran los tiempos de Rosas, en los cuales el Estado y la nación eran temas de debate, todavía
más, eran cuestión de violencia y enfrentamiento. Unitarios y federales se habían disputado el
futuro de las Provincias Unidas del Río de la Plata, contraponiendo ideologías políticas y
económicas. Con la provincia de Buenos Aires a la cabeza, los primeros defendían la creación
de un gobierno central, el monopolio de la aduana bonaerense, y la regulación y control de la
navegación de los ríos; en oposición, se encuadraban la mayoría de las provincias del interior,
que adherían a la conformación del gobierno nacional, pero manteniendo autonomía para los
gobiernos provinciales y, además, reclamaban un reparto cooperativo de las ganancias del
puerto porteño y la libre navegación fluvial.

Juan Manuel de Rosas emergió como principal caudillo del frente federal, tras derrotar a
Lavalle en 1829 y ser proclamado por la legislatura porteña como gobernador de Buenos Aires,
otorgándole, además, las facultades extraordinarias y nombrándolo “Restaurador de las leyes y
las instituciones”. Desde su gobierno y liderazgo del bando federal, se encargó de dar cierta
estabilidad y orden a la situación de las provincias del Plata, pero con el alto precio de
posponer la sanción de la constitución, un estancamiento económico en toda la región, y el
hecho de mantener abierta la vieja división en dos frentes, que impedía la creación de un
Estado nacional.

Sarmiento, exiliado en Chile e integrante de la Generación del 37, emprendió con su pluma una
batalla dura contra el gobernador Rosas. El Facundo fue escrito de manera presurosa,
presentado al público chileno en el periódico El Progreso de Santiago, en formato de folletín
diario en 1845. Civilización y Barbarie acompañó el título de la primera publicación, y fue el eje
argumentativo de toda la narración. Esta disyuntiva entre mundos opuestos es significativa en
la literatura dentro del romanticismo, en el cual se encuadran Sarmiento y sus compañeros de
generación. Se trata de un movimiento combativo, un ideario político en la Argentina. Estos
jóvenes románticos consideraban que sus principios eran el mejor camino para organizar la
nación. El mundo civilizado se opone a la barbarie en las pampas, pero también ambos
mundos se entrelazan en una contienda sin resolución.

En el Facundo se narra la vida de Quiroga y se desarrolla, con anécdotas y ejemplos


fundamentados, un análisis pormenorizado de lo que la barbarie es en los pueblos. Al mismo
tiempo, es una radiografía de la vida orgánica de la nación, de las tensiones entre civilización y
barbarie, como también de sus causas y consecuencias. Sarmiento denuncia con estilo propio,
en un texto narrativo y descriptivo, las consecuencias del régimen rosista, a través de la vida de
Facundo.

La idea central del Facundo: civilización y barbarie

Si tenemos que responder con rapidez cuál es el tema central del Facundo, la respuesta
inmediata que surge es la vida de Juan Facundo Quiroga. Sin embargo, para quienes han
abordado el texto, es inevitable observar que el libro no se trata tan solo de la biografía del
caudillo riojano. Ni bien inicia la narración, Sarmiento (1845) señala su objetivo diciendo:

«Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones


argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otro molde,
más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, convirtióse en
Rosas en sistema, efecto y fin.» (p. 5)

La analogía que plantea entre Quiroga y Rosas, presentando a uno como continuidad política e
histórica del otro, muestra algo que será eje argumentativo permanente en el resto del relato.
La vida del antiguo jefe de montoneras riojanas será la viva expresión de lo que sucede y les
sucedió a las provincias del Plata, y esa analogía inicial se multiplicará en diferentes aspectos.
Es una comparación para fundamentar su posición ideológica, que no solo se manifiesta en
Quiroga y Rosas, sino también en la contraposición de realidades sociales, económicas y
geográficas para explicar la realidad argentina.

La analogía se convierte en herramienta principal del autor en la estructura del texto, porque
atiende la necesidad de cumplir con el objetivo primario de la obra, que no es otro que debatir
sobre los conceptos de civilización y barbarie, y desde ese debate denunciar el atraso que
significa el régimen rosista según su perspectiva. Sarmiento hace uso de este instrumento
mostrando su envidiable cualidad de gran lector, y justifica factores incidentes en la realidad,
dando citas con ejemplos de las analogías que confecciona. Tal como sostiene Ricardo Piglia
(2012):

«Si Sarmiento se excede en su pasión, un poco salvaje, por la cultura, es porque para él
conocer es comparar. Todo adquiere sentido si es posible reconstruir las analogías entre lo que
se quiere explicar y otra cosa que ya está juzgada y escrita. Para Sarmiento saber es descifrar
el secreto de las analogías: la semejanza es la forma misteriosa, invisible que hace visible el
sentido.» (p. 99)
De este modo, Piglia (2012) nos señala que el sentido detrás de las comparaciones es lo que
genera el conocimiento en el pensamiento de Sarmiento. Presenta realidades de tierras
lejanas, casi siempre de Oriente, donde el trasfondo está en lo cultural. Estos ejemplos que usa
para analizar las pampas criollas son de tierras que la ideología liberal ha estudiado y definido
como bárbaras, donde el liberalismo y la civilización se han expandido con las formas
coloniales. El autor apela a la comparación como herramienta para juzgar y sentenciar. A partir
de allí construye el fundamento de su ideología o, mejor dicho, da una base a la defensa de la
doctrina que enarbola, que es la del mundo civilizado y europeo al que la Argentina debería
aspirar para seguir por el camino del progreso.

En el capítulo 1, que se titula “Aspecto físico de la República Argentina y caracteres, hábitos e


ideas que engendra”, desarrolla un análisis sobre las características geográficas de la
Argentina y sentencia su famosa frase, donde culpa a la extensión como gran mal del país. Son
las llanuras, la soledad que proveen al hombre y la vida peligrosa que encierran, lo que marca
la necesidad de caudillaje y gobierno fuerte de un solo hombre. En una analogía con Asia,
entre las pampas y las llanuras entre el Éufrates y el Tigris, y entre los habitantes de estas y
aquellas, Sarmiento (1845) escribe:

«Es el capataz un caudillo, como en Asia, el jefe de la caravana: necesítase, para este destino,
una voluntad de hierro, un carácter arrojado hasta la temeridad, para contener la audacia y
turbulencia de los filibusteros de tierra, que ha de gobernar y dominar él solo, en el desamparo
del desierto.» (pp. 31-32)

La comparación viene a sentenciar el espíritu del hombre que habita la Argentina y desarrolla
en el resto del capítulo, cómo lo inhóspito y hostil del territorio son determinantes en el
pensamiento de los pueblos. El estudio que hace el escritor permanece en toda la narración del
libro y gira sobre los polos antes mencionados: civilización y barbarie. La barbarie anida en las
tierras que ponen a prueba al ser humano y es la civilización la que debe transformar esas
costumbres arraigadas tras varias décadas de guerras intestinas y sangrientas.

Sarmiento y el estilo de su pluma:

El romanticismo se consolidó en Europa para la década de 1830 y se presentó como una forma
de expresión política y artística de la burguesía. En el Río de la Plata, este movimiento
coexistió con las guerras intestinas y la organización nacional. Varios escritores de este período
son nombres notables de la literatura nacional. Menciónese entre quienes pertenecen al primer
romanticismo que se extiende desde el año 1830 hasta 1860, aproximadamente, a Esteban
Echeverría, José Mármol, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Juan María
Gutiérrez, José María Paz, Hilario Ascasubi, Juana Manso, Vicente Fidel López, Bartolomé
Mitre. Al respecto, Lucila Pagliai (2014) señala:

«En la Argentina, la literatura del período de la anarquía primero y de la organización e


institucionalización después, encontró en el Romanticismo su forma natural de expresión. Para
mantener la ecuación europea en relación con la doctrina (apelación al paisaje local, exaltación
de los sentimientos y transmisión encendida de los deseos de libertad), los románticos
argentinos se vieron ante el desafío de trasladar al interior de su escritura la realidad del propio
contexto: igual pasión y rebeldía que los maestros europeos; diferente geografía, diferente
cultura, diferente problemática, diferente lengua para expresarlas.» (p. 29)

Las diferencias de cultura, problemática y lengua a las que se refiere Pagliai, entre europeos y
argentinos, hicieron que se configurara un tema central a abordar por el romanticismo, que gira
en torno a la ciudad y la campaña, o lo que se ve en Sarmiento, civilización y barbarie. La
literatura se transformó, así, en portadora de un ideario político que en el caso del Facundo
tiene uno de sus mayores exponentes.

En ese marco, Juan Manuel de Rosas es el caudillo que se encuentra a las antípodas del
modelo político propuesto por Sarmiento. Pero el escritor nacido en San Juan tiene un estilo
propio y característico. La pluma y la palabra fueron el arma a empuñar para combatir aquello
que se oponía a la construcción de la nación, en términos de liberalismo y progreso. Allí es
donde aparecen elementos importantes que definieron su estilo: descripción y narración.
Siguiendo el estudio de Sandra Contreras (2012), estas dos formas se diferencian claramente.
La descripción es una forma que no se emparenta con el progreso, sino más bien con una
forma contemplativa de la realidad. Tiene que ver con un estado de situación, donde no hay
dinamismo. Este punto parece contradictorio, pues en la escritura de la biografía de Quiroga,
Sarmiento usa la descripción, aunque lo hace como medio para analizar las relaciones de lucha
entre civilización y barbarie en las pampas.

Por otra parte, Contreras (2012) sostiene que la narración tiene en su utilización una dialéctica
con la descripción y, al mismo tiempo, busca acercarse a un nuevo público que son los lectores
de periódicos de la ciudad. Hay una atracción hacia la masa, en tanto esta se concibe como
portadora de un movimiento. Hacemos referencia a la masa tal como es pensada y tematizada
en la obra, la cual se entiende en el pensamiento de Sarmiento desde dos perspectivas. Una
en forma irracional, guiada y absorbida por las ideas de un caudillo como Rosas; o, por el
contrario, por la razón que señala el camino a las masas de naciones que van hacia el progreso
como el caso de la estadounidense. Sandra Contreras (2012) explica:

«Más de una vez en el Facundo, Sarmiento se excusa por la proliferación de los relatos
«horrorosos», y siente la necesidad de aclarar que si la barbarie exige la inscripción
pormenorizada del detalle («Da asco y vergüenza tener que descender a estos pormenores,
indignos de ser recordados. ¿Pero qué remedio?»), al mismo tiempo es lo que, en su exceso,
la escritura se ve obligada a omitir («No me detengo en estos pormenores a designio. ¡Cuántas
páginas omito! ¡Cuántas iniquidades comprobadas y de todos sabidas callo?»).» (p. 81)

Sarmiento conjuga en su obra la excelencia como escritor con la búsqueda de acercarse a ese
nuevo y numeroso público. Reniega en más de una ocasión de tener que adoptar descripciones
detallistas que son consideradas vulgares por él y los de su generación, todos ellos miembros
de una elite letrada y culta. Pero el escritor tiene el objetivo de difundir sus ideas y no duda en
apelar a esos recursos, los cuales le provee la narración y descripción, para acercarse a un
lector masivo y nuevo.

La organización nacional y la literatura


Se conoce como literatura de la organización nacional a la producción literaria argentina
ocurrida en el contexto histórico en el cual se publica el Facundo. La literatura fue un elemento
de combate y, lejos de la mera idea de comunicar un mensaje, se transformó en una búsqueda
argumentativa y persuasiva, de acuerdo con las ideologías enfrentadas en esa lucha por la
construcción nacional. Lucila Pagliai (2014) dice al respecto:

«En esa línea de batalla retórica, se coloca gran parte de la literatura política del destierro
rosista primero y de la organización nacional después. Los escritos, en este caso, se mueven
en el espacio enunciativo de lo que Marc Angenot llama discurso agónico, cuya característica
distintiva es la presencia de un antagonista –indispensable para concretar la doble estrategia
de demostrar la tesis propia y descalificar la ajena– y su vinculación consecuente con la
polémica y la refutación.» (Angenot, 1982) (p. 83)

El elemento antagónico citado de Angenot por Pagliai no es otra cosa que lo que Sarmiento
opone en su magnun opus: civilización y barbarie. Se trata de la oposición de dos elementos:
uno bárbaro, que es Rosas y los caudillos que lo siguen y, en el otro extremo, la civilización,
que es la cultura europea, las ideas románticas, liberales, que encuentran eco en los
intelectuales argentinos y caudillos unitarios. Lo que el Facundo viene a contar no es solo la
vida de Quiroga, el bravío jefe de montoneras. El objetivo del escrito trasciende la biografía del
Tigre de los Llanos y se revela como un ideario político, donde se justifica la posición que el
autor tiene a través de las analogías con realidades juzgadas y probadas de otras latitudes. El
genio narrativo del escritor presenta en forma analítica la situación de la Argentina, las
provincias, y las causas y consecuencias de la revolución y las guerras intestinas. Sobre la
concepción antagónica de la política, Sarmiento (1845) expresa:

«Así, pues, había esta otra manzana de discordia en la República y los partidos, después de
haberse llamado realistas y patriotas, congresistas y ejecutivistas, pelucones y liberales,
concluyeron con llamarse federales y unitarios. Miento, que no concluye aún la lista: que a don
Juan Manuel Rosas se le ha antojado llamar a sus enemigos presentes y futuros salvajes,
inmundos unitarios, y uno nacerá salvaje estereotipado allí, dentro de veinte años, como son
federales hoy todos los que llevan la carátula que él les ha puesto.» (pp. 152-153)

La interpretación de la historia, juicios sobre ella, el debate entre posiciones ideológicas, son
los elementos que aparecen en la literatura de ideas y que en el Facundo se presentan con
claridad.

La persuasión, la búsqueda de convencimiento del lector, están presentes en la narración y


descripción que Sarmiento lleva a cabo. Se asocia esto con ese interés íntimo del escritor de
convertirse en uno que sea reconocido y modifica su estilo literario elevado, haciendo una
relación con las formas de expresión popular para llegar a un nuevo público masivo del
periódico. En Facundo. Civilización y barbarie en las pampas argentinas se resume a la
perfección el uso de la literatura como instrumento político y la búsqueda de convencimiento
ideológico desde un estilo narrativo característico. También se sintetiza con transparencia el
pensamiento político liberal de Sarmiento, que es el ideario de otros de su generación y que
será el que termine triunfando en el país años después de la publicación de la obra, y que
tenga al autor como actor en la realidad, llegando a presidente de la nación en 1868.

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