La Importancia de La Biblia Está Fuera de Toda Discusión
La Importancia de La Biblia Está Fuera de Toda Discusión
La Importancia de La Biblia Está Fuera de Toda Discusión
Sus libros no
son sólo un tesoro de información sobre el judaísmo y el cristianismo; su
contenido constituye la sustancia misma de la fe cristiana y la fuente de
conocimiento que ha guiado a la Iglesia en cuanto concierne a su teología,
su culto, su testimonio y sus responsabilidades de servicio.
La solidez del pensamiento cristiano y la vida misma de la Iglesia
dependen del lugar otorgado en ellos a la Biblia y del modo de examinar
sus textos. Puede afirmarse que las formulaciones doctrinales, la piedad y
la acción del pueblo de Dios cabalgan siempre a caballo de la
hermenéutica, y ello hasta el punto de que, como señala Gerhard Ebeling,
la historia de la Iglesia es «la historia de la interpretación de la Sagrada
Escritura».
Este juicio ha sido compartido casi unánimemente tanto por eruditos
conservadores como por teólogos de otras tendencias. Aun en la
pluralidad del Consejo Mundial de las Iglesias se reconocía uncialmente el
encumbrado lugar que la Biblia había de tener en el movimiento
ecuménico.
Uno de sus portavoces, Edmund Schlink, escribía: «A menos que la
norma de la Palabra de Dios la cual ha de permanecer por encima de
nuestras búsquedas y de nuestras interrogaciones sea tomada en serio,
nuestra búsqueda de la Iglesia en otras confesiones y nuestras preguntas
acerca de nosotros mismos acabarán en la disolución de la iglesia y en
desobediencia al Señor de la Iglesia.»
No menos claras y contundentes son las palabras de William Vissert
Hooft: «Nuestros estudios empiezan con la Biblia, es decir, oyendo la
Palabra de Dios; nos llevan a la evangelización, es decir, a la proclamación
de la Palabra de Dios; van más allá a la acción cristiana, es decir, a la
puesta en práctica de la Palabra de Dios.» y a pesar de los problemas
suscitados en torno a la cuestión hermenéutica tanto en Montreal (1966)
como en Bristol (1967) y Lovaina (1971), no puede decirse que las
iglesias miembros del C.M.! No siguen reconociendo al menos
teóricamente- la autoridad de la Biblia.
Que todas sean o no consecuentes con tal reconocimiento, eso ya es
otra cuestión. Pero no es suficiente una aceptación formal de la autoridad
de la Escritura si este concepto aparece desvaído o si el contenido bíblico
llega a nosotros desfigurado por interpretaciones torcidas.
De ahí la importancia de una hermenéutica correcta que nos permita
recuperar su mensaje en toda su grandeza y vitalidad primigenias. En
palabras de H. J. Kraus, «todas las perspectivas de éxito de la teología y de
la Iglesia se hallan en la Biblia, si se consigue que los textos del Antiguo y
del Nuevo Testamento vuelvan a hablar en su unidad y fuerza de
expresión originales».
CONCEPTO DE HERMENÉUTICA
A) OBJETIVIDAD.
INTRODUCCIÓN
Corno hemos visto, tenernos razones para creer que «toda Escritura es
inspirada divinamente» y que, por consiguiente, toda Escritura es «útil».
Pero esto no significa que todos sus textos sean igualmente importantes.
El pacto de Abraham con Abimelec, por ejemplo, no puede compararse
en trascendencia con el pacto de Dios con Abraham. El rescate de Lot no
tiene la misma magnitud que la liberación de los israelitas de la esclavitud
de Egipto.
Las leyes ceremoniales del Pentateuco no alcanzan la altura
incomparable del decálogo, como el salmo 150 no puede parangonarse
con el 23, el 51 o el 103. No tiene la misma riqueza de significado la lista
de los valientes de David que la de los doce apóstoles, ni puede
equipararse en significación la muerte de Jacob con la muerte y
resurrección de Jesús.
Lo que Pablo enseña sobre las ofrendas en sus cartas a los corintios es
bello y provechoso, pero no reviste la importancia del monumental
capítulo 15 de la primera de esas cartas. Los saludos del capítulo 16 de la
epístola a los Romanos llenan una página rebosante de delicadeza
cristiana, pero carecen de la riqueza doctrinal y práctica de los capítulos
precedentes. La parusía de Cristo, la resurrección, el juicio, los cielos
nuevos y la tierra nueva son de más entidad que los detalles
escatológicos. Por eso podernos hablar de lo esencial y lo secundario, de
lo central y lo periférico en la Escritura.
No sólo podemos, sino que debernos tornar en consideración los
diferentes grados de importancia de los textos bíblicos, destacando lo
esencial corno básico para una visión global adecuada de la
Escritura y para su correcta interpretación. A ningún pasaje se le ruede
atribuir un significado contrario al contenido fundamenta de la Biblia.
Puede haber un margen de libertad lo que no quiere decir arbitrariedad
en la interpretación de textos relativos a puntos periféricos de la
revelación. Pero el núcleo esencial de la Escritura, por su claridad, por su
solidez, por ser el fundamento de nuestra fe, debe ser expuesto y
mantenido con el relieve y la integridad que le corresponden.
Ese núcleo de la Escritura es el que aparece a lo largo de toda la historia
de la salvación. En él hallarnos unas constantes que surgen ya en los
primeros capítulos del Génesis y se prolongan hasta el Apocalipsis: la
soberanía del Dios .creador en la grandiosidad de sus atributos, el hombre
creado a Imagen de Dios, la ruina acarreada al hombre y su entorno a
causa de la caída en el pecado, la providencia amorosa de Dios a pesar de
la rebeldía humana, la acción reveladora y redentora de Dios que tiene su
cima en Jesucristo con quien irrumpe el Reino de Dios en el mundo la
expiación del pecado mediante el sacrificio de la cruz, el progreso de la
historia hacia la vitoria final de Cri.sto sobre todas las fuerzas
demoniacas que dominan a la humanidad, la consumación del Reino y de
una nueva creación.
Hemos de insistir en que la superior entidad de estos puntos de la
revelación no merman el valor que tienen los restantes. Menos podernos
pensar que sólo lo esencial es inspirado y que carece de inspiración lo
secundario. Esto fácilmente nos conduciría a la tendría
del «canon dentro del canon», tan distante del concepto que Cristo y los
apóstoles teman de la totalidad de la Escritura. No podernos acercarnos a
la Biblia en busca de un núcleo de verdad divina como quien busca grano
entre la paja con la idea de que el grano debe ser retenido mientras que la
paja puede ser excluida e incluso quemada.
Como vimos, la Escritura es un organismo vivo, ninguna parte del cual
puede ser mutilada. Y así corno en el cuerpo hay unos órganos más
importantes que otros y unas partes más indispensables que otras, pero
todos desempeñan una función útil, del mismo modo todas las porciones
de la Escritura responden al propósito divino que determinó su
inspiración. A través de todas y cada una de ellas llega a nosotros la
Palabra de Dios, ante la cual sólo cabe una actitud de reverencia y
sumisión.
PUNTOS CLAROS Y PUNTOS OSCUROS
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
Surge este método dentro del liberalismo teológico que tuvo sus inicios
a mediados del siglo XVIII, se desarrolló en diversas fases y mantuvo su
primacía en amplios sectores protestantes hasta bien entrado el siglo xx.
No se distingue el liberalismo por la homogeneidad de conceptos de sus
defensores -a menudo muy dispares entre sí, sino por la coincidencia en
unos principios que se consideraban fundamentales en el desarrollo de la
teología. Tales principios pueden resumirse en la siguiente enumeración:
A) Libertad de pensamiento y de acción, lo que equivalía a la eliminación de
toda traba impuesta por los prejuicios y convencionalismos tradicionales.
B) Como consecuencia del principio anterior, una actitud de gran reserva o
de franca hostilidad hacia cualquier forma de coerción o autoridad
externa.
E) Autonomía y supremacía de la razón, aunque no se concretaba ni la
naturaleza de ésta ni su alcance, y a pesar de que en algún momento se
dio prioridad al sentimiento.
D) Exaltación del hombre como centro del pensamiento y de la experiencia
religiosa.
E) Adaptación de la teología ora a la filosofía ora a las ciencias naturales e
históricas.
F) Apertura constante al cambio en los conceptos teológicos en la medida en
que el progreso cultural lo hiciese aconsejable.
Las consecuencias subsiguientes a la aplicación de estos principios en
la hermenéutica bíblica las veremos más adelante. Pero antes de
considerarlas, y a fin de poder tener una mejor comprensión de las
mismas, conviene hacer un esbozo de la génesis y desarrollo del
liberalismo teológico.
Aunque podrían fijarse antecedentes del liberalismo en épocas
antiguas, las raíces de este movimiento-al menos en su manifestación
moderna-las hallamos en el Renacimiento, terreno abonado en el que
pronto germinaría el racionalismo. Como señalamos en otro lugar, «el
Renacimiento sacó a luz las glorias de la civilización greco-romana para
luego poner en tela de juicio los principios y normas algunos de ellos
insostenibles- que habían recogido la sociedad y la religión durante la
Edad Media.
En la esfera religiosa, la Reforma trasladó a la Palabra de Dios la
autoridad que se habían arrogado el Papa y la Iglesia. Pero,
paulatinamente, el mismo impulso dio lugar a preguntas que afectaban
toda la estructura de la sociedad, de la filosofía y de la religión. Tanto
Bacon, en Inglaterra, como Descartes, en Francia, iniciaron el método
inductivo, afanándose por llegar a conclusiones razonables sobre la base
de la experimentación, en contraste con la filosofía anterior que,
arrancando fundamentalmente de Platón y de Aristóteles, tomaba como
punto de partida algún concepto maestro, procurando luego adaptar los
hechos al concepto. Se había iniciado la era de la razón».
Descartes, con su célebre cogito, ergo sum (pienso, luego existo), dejaba
sentada una base sobre la cual se efectuaría el giro del pensamiento
religioso hacia el antropocentrismo teológico. La realidad ontológica del
hombre se convertía en el fundamento de toda deducción relativa a otras
realidades, incluida la de Dios.
Por consiguiente, los métodos del conocimiento religioso ya no estarían
presididos por la revelación, sino por la razón.
En el periodo racionalista del liberalismo teológico (desde mediados
del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII), además de Descartes,
sobresalen Spinoza, Leibnitz, Lessing y los platonistas de Cambridge; pero
la figura más destacada es John Locke, considerado como el constructor
del racionalismo.
Contrariamente a lo que algunos pudieran suponer, y en contraste con
algunos teólogos de épocas posteriores, Locke se esforzó por mantener
una relación de equilibrio entre la autoridad de la Biblia y la razón. Según
Bernard E. Meland, «Locke retuvo un sentido vivo del "juicio de la Sagrada
Escritura" sobre la razón humana, aunque insistía en la necesidad de
atender a las demandas de la integridad propia en el uso de la razón.
Al leer la Escritura escribió- la integridad del entendimiento de uno
mismo está tan comprometida como la audición de la Palabra. Y la
razonabilidad de la Palabra de Dios -insistió- debe ser comprendida de
modo tal que la razonabilidad del propio entendimiento del hombre
pueda ser puesta en correlación con ella».' Desgraciadamente, este
respeto de Locke hacia la Escritura y su autoridad pronto desaparecería
del pensamiento de los teólogos liberales.
Al periodo racionalista sigue el romántico, que se extiende hasta finales
del siglo XIX. Tal periodo ha sido definido como un retorno apasionado a
los. instintos naturales, a la vida, a la libertad, a la predilección individual,
a la espontaneidad de la imaginación creadora. Se caracteriza, en
términos generales, por el relieve que adquiere el individuo en su
realidad concreta, en su experiencia personal o en su responsabilidad
ética.
La perspectiva de las realidades infinitas debe contemplarse desde el
plano de la persona individual. Resultado de este énfasis en la
individualidad y en el valor de la experiencia fue el relativismo histórico
que de modo poderoso influiría después en la hermenéutica bíblica.
EL MOVIMIENTO ROMÁNTICO PRONTO INVADIÓ EL CAMPO DE LA TEOLOGÍA.
INTRODUCCIÓN
Es reconocido sin discusión como el teólogo más sólido del siglo xx. Su
famoso comentario a la carta de Pablo a los Romanos y su Dogmática
monumental son suficientes para justificar su gran prestigio. Para muchos
de sus contemporáneos fue portavoz de un mensaje renovador; los salvó
de la influencia enervante del liberalismo de los dos siglos anteriores y les
permitió vivir una experiencia de fe auténtica. La exaltación de la
soberanía de Dios y la incapacidad del hombre para llegar a conocerle
parte de su compleja dialéctica mostraba la necesidad de la revelación
divina.
«Solamente el mismo Dios puede hablar de Dios». Pero Dios ha
hablado. Su Palabra llega a nosotros con una fuerza que supera a todas las
especulaciones humanas; y nos llega a través de la Escritura.
Sus conceptos de revelación y de inspiración de la Biblia difieren
notablemente de los de un teólogo conservador. Admite la existencia de
errores de diversa índole en la Escritura, por lo que no acepta la
inerrancia de ésta en el sentido «evangélico». La Biblia en sí no es
revelación, sino testimonio de la revelación. No es la Palabra de Dios,
aunque detrás de sus palabras está la Palabra.
Sin embargo, sobre todo en la práctica, el respeto de Barth hacia la
Escritura fue superior a lo que algunos creen.
En lo que concierne a la interpretación de la Biblia, como hace notar
Kurt Frór, «Karl Barth no ha creado ninguna teoría hermenéutica
conclusa.· Lo que sobre hermenéutica general y bíblica tiene que decir es
una parte constitutiva de su doctrina sobre la Palabra de Dios y de la
Escritura como testimonio de la revelación».
Su enseñanza relativa a la Escritura está en gran parte basada en la
analogía de la persona de Cristo como evento (Christus-Geschehen).
Como en Cristo acontece la comunicación que Dios en su gracia hace de
sí mismo, así la Escritura se convierte en acontecimiento por el que la
Palabra de Dios se hace presente mediante la palabra humana de los
profetas y de los apóstoles. Como en la persona de Cristo, tan significativa
es en la Biblia la distinción entre lo divinal lo humano como su unidad. No
podemos soslayar la humanidad de la Escritura, como no podemos pasar
por alto la humanidad de Jesús.
Esto justifica el uso del método histórico crítico en el estudio de la
Biblia. Pero lo que realmente importa es oír la voz de Dios a través del
texto en actitud de fe. Esto es lo que Karla Barth describe como «exégesis
teológica».
De este modo, Barth no rechaza el método histórico-crítico, pero lo
relativiza. Reacciona decididamente contra la pretensión de que la crítica
histórica sea el único camino para llegar al sentido original de los textos
bíblicos. Como confirma en el prólogo de su comentario a la epístola a los
Romanos, la finalidad de la interpretación de la Escritura es «ver a través
de los elementos históricos el espíritu de la Biblia, el cual es el Espíritu
eterno».
La gran preocupación de Barth en lo que se refiere a la tarea
hermenéutica frente a los esclavos de la crítica histórica es atinadamente
expuesta por René Marlé: «Lo que le afecta es ver cómo algunos hombres
se hacen incapaces de oír y de transmitir la plenitud inagotable de la
Palabra divina de revelación, reducen sus riquezas, en nombre de
pretendidas exigencias de inteligibilidad, en nombre de una hermenéutica
que, en lugar de dejarse enseñar por su objeto y de encontrar en él sus
verdaderas capacidades de compresión, así como su soberana libertad,
encoge desde el principio su poder de recepción y, pensando actuar en
una necesaria autonomía, se somete de hecho a ídolos tiránicos y
voraces.»
En el enjuiciamiento de Karl Barth, aun disintiendo de algunas de sus
conclusiones, debe hacerse honor a su «realismo bíblico», a su esfuerzo
innegable por reincorporar con la debida dignidad el elemento teológico
en la interpretación de la Biblia.
En este enfoque teológico de la exégesis bíblica destacó el principio
cristológico: Jesucristo en la Palabra de Dios al hombre.
La aplicación de este principio en la «neoortodoxia» supedita el valor
de cualquier texto bíblico a su calidad testimonial respecto a Cristo. Lo
que no está en armonía con Jesucristo no es válido.
Esta actitud podía ser un resurgimiento del criterio de Lutero, quien
determinaba la significación de los libros de la Biblia por la relación de su
contenido con Cristo, médula de la Escritura, que da sentido a cada uno de
los textos bíblicos, y con los grandes principios que de la cristología se
derivan: Sola gratia, sola fides.
Tal criterio era la piedra de toque para aquilatar el valor de un texto o
de un libro de la Biblia. De ahí la crítica negativa de Lutero acerca de la
carta de Santiago.
Es evidente lo mucho que de sano tiene el principio cristológica, pues
da coherencia al conjunto de las Escrituras; pero su aplicación no siempre
es correcta. No lo es cuando devalúa determinadas partes de la Escritura
o les niega el carácter de inspiradas y útiles que, según su propio
testimonio --como vimos, poseen.
El principio de totalidad es asimismo propugnado por los
neoortodoxos. Ninguna doctrina debe ser aceptada como realmente
bíblica por el hecho de que pueda apoyarse en uno o varios textos sueltos
de la Biblia. Una doctrina sólo merece reconocimiento cuando encaja en la
perspectiva global de la Escritura.
Este principio concuerda con el de la interpretación según el tenor
general de las Escrituras, del que trataremos en su debido lugar, y es
aconsejable en tanto no se use demasiado restrictivamente.
Pero cuando se entrelaza con el principio cristológico, tal como lo
entienden los teólogos neoortodoxos, gran parte de la Biblia puede ser
sometida a una interpretación que en poco o nada se distingue de la
inspirada en la teología liberal. Sirvan de ilustración las afirmaciones de E.
Brunner, quien únicamente ve una posibilidad de formular
adecuadamente la doctrina de la creación y del hombre partiendo no de
los primeros capítulos del Génesis, sino del prólogo del evangelio de Juan.
De este modo, «las dificultades causadas por la idea de la creación en seis
días, la idea del estado primitivo y de un "Adán en el paraíso" se
desvanecen en el aire»"
Sin duda, Barth y sus colaboradores han abierto a la hermenéutica
perspectivas nuevas y prometedoras; pero las conclusiones exegéticas a
que han llegado en la aplicación de sus principios no responden a lo que
habría cabido esperar de una auténtica renovación bíblico-teológica.
Paralelamente a la exaltación del principio teológico en el movimiento
neoortodoxo, emerge con creciente relieve el principio existencial, del
que podría considerarse precursor a Sóren Kierkegaard por su
énfasis en la adecuada disposición espiritual para la lectura de la Biblia.
Esta -según él debería ser leída como una carta de amor.
W. Eichrodt, en su crítica de las teorías evolucionistas de Fosdick sobre
las ideas religiosas del Antiguo Testamento, aboga por un enfoque
existencialista del estudio bíblico. Y el erudito Oepke sugiere que el
método histórico-crítico usado por los teólogos liberales estérilmente
debe ser sustituido por un método suprahistórica: el existencial, con una
apropiación personal de la bendición que de la lectura de la Biblia se
deriva para el alma.
Una explicitación de este concepto aplicado a la hermenéutica nos la
ofrece R. M. Grant: «La más profunda interpretación de la Escritura es la
que concierne a las situaciones "existenciales": la vida y la muerte, el
amor y el odio, el pecado y la gracia, el bien y el mal, Dios y el mundo.» '
Pero el método existencial como tal ha adquirido su mayor relieve con las
obras de otro gran teólogo del siglo xx. De él nos ocupamos a
continuación.
RUDOLF BULTMANN
LA NUEVA HERMENÉUTICA
INTRODUCCIÓN
EL MÉTODO GRAMÁTICO-HISTÓRICO
INTRODUCCIÓN
Por eso tiene aplicación también a esta lengua lo que dijimos respecto
al hebreo. De modo providencial se convertía en vehículo sumamente
apropiado para hacer llegar al mundo con claridad el mensaje del
Evangelio.
En el koiné del Nuevo Testamento conviene, sin embargo, tener en
cuenta el substrato hebraico-aramea-cristiano que contiene.
Hay en el texto novotestamentario palabras hebreas o arameas que se
han transcrito literalmente al griego. Por ejemplo, abba, padre (Mr. 14:36;
Ro.8:15); hosanna, salva ahora (Jn. 12:13); sfkera, bebida alcohólica (Le.
1:15); Satán (2 Ca. 12:7), etc.
En otros casos, términos griegos expresan conceptos hebreos, lo que
debe tenerse muy presente en el momento de traducir o interpretar
ciertos pasajes. Puede servimos de orientación el vocablo rema. Los
escritores griegos lo habían usado para significar «palabra» o expresión
oral. Pero en la Septuaginta se emplea para traducir el término hebreo
dabar, que tenía un doble significado: palabra y asunto o acontecimiento:
este último es el que predomina.
En este sentido se usa en Le. 2:15: «Veamos esto que (to-rematouto) ha
sucedido.»
Algunas formas de expresión también son derivadas del hebreo:
«buscar la vida» de alguien (Mt. 2:20; Ro. 11:3); «aceptar la persona», en
el sentido de mostrar parcialidad (Le. 20:21; Gá, 2:6) o «poner en el
corazón» (Le, 1:66; 21:14; Hch. 5:4). Asimismo siguen la pauta hebrea
algunas formas de construcción gramatical.
Especial mención merece también el hecho de que no pocas palabras
griegas reciben en el Nuevo Testamento un nuevo significado.
Así parakaleó, que originalmente significaba «llamar» o «convocar»,
en el Nuevo Testamento expresa también las ideas de suplicar, consolar,
alentar, fortalecer. La palabra eiréné, como expresión de estado opuesto
al de guerra, es elevada por la vía del concepto hebreo (bienestar en su
sentido más amplio) hasta las alturas del bienestar supremo alcanzado en
la nueva relación que el hombre puede tener con Dios por la obra
mediadora de Cristo y mediante la fe.
Como hizo notar F. Bleek, «habría sido imposible dar expresión a todos
los conceptos e ideas cristianas del Nuevo Testamento si los escritores se
hubiesen limitado estrictamente a usar las palabras y frases comunes
entre los griegos con los significados que normalmente tenían. Estas ideas
cristianas eran totalmente desconocidas para los griegos, por lo que no
habían formado frases adecuadas que pudieran darles expresión».
Este hecho hace necesario que el intérprete del Nuevo Testamento esté
en condiciones de conocer no sólo el significado original o corriente del
léxico griego, sino también los nuevos matices adquiridos por muchas
palabras como herencia del pensamiento hebreo y por imperativo de los
nuevos conceptos surgidos con el cristianismo.
Lo expuesto sobre la importancia del dominio de las lenguas originales
tiene especial aplicación a los especialistas en exégesis.
Evidentemente son muchos los estudiantes, pastores y predicadores
ocupados en la exposición de la Escritura que nunca llegan a alcanzar tal
conocimiento. Pero no por eso deben renunciar al trabajo necesario para
aproximarse tanto como les sea posible al texto original y a las
peculiaridades lingüísticas que inciden en la determinación de su
significado. En la actualidad existen diccionarios, concordancias" y
comentarios exegéticos que, usados con discernimiento, pueden ayudar a
conseguir resultados muy satisfactorios.
AUTENTICIDAD DEL TEXTO
INTRODUCCIÓN
Pero metanoeó, aunque incluye esta idea, expresa mucho más. Indica,
sobre todo, «cambio de mente de quienes han empezado a aborrecer sus
errores y malas obras y han decidido comenzar un mejor modo de vivir,
de forma que incluye tanto un reconocimiento del pecado y el
consiguiente dolor como una enmienda, señales y efecto de la cual son las
buenas obras (Mt. 3:8) (Thayer).
En las traducciones del término dikaioo (justificar) o dikaiosyne
(justicia), de uso tan frecuente en los escritos de Pablo, hallamos
ilustrados los dos inconvenientes: el de mantener en la versión una
palabra tradicional que sugiere conceptos ajenos al pensamiento del
autor y el de emplear vocablos o expresiones más populares que tampoco
recogen plenamente la idea original.
Para muchas personas hoy, «justificar» es dar por bueno lo que una
persona ha hecho, o bien «probar la inocencia de uno» (quinta acepción
según el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, por J. Casares).
Evidentemente éste no es -no puede ser- el sentido de dikaioá en los
textos paulinos, en los que toda la argumentación va dirigida a probar no
la bondad o la inocencia, sino la culpabilidad de todos los seres humanos.
Algunas de las versiones más recientes, con la mejor intención,
traducen «dinámicamente» ese verbo por «poner en la debida relación
con Dios» (vers. popular del N.T. Dios llega al hombre; Ro. 3:20, 21, 22, 24,
26, etc.), «otorgar amnistía», «rehabilitar» (Nueva Biblia Española; Ro.
3:22 y ss.) «Restablecer en la amistad divina» (La Biblia Interconfesional,
Nuevo Testamento, de las Sociedades Bíblicas Unidas, en los mismos
textos).
Pero en ningún caso es feliz el trasvase de la idea original, que es la de
«declarar justo» -en sentido jurídico- al pecador en virtud de los méritos
de Cristo y sobre la base de su obra expiatoria en la cruz.
Los principios orientativos que anteceden pueden despejar en la
mayoría de los casos el camino para determinar el significado de una
palabra. Pero hay en la Biblia algunos vocablos especialmente difíciles, lar
cuanto aparecen raramente o una sola vez (hapax legomena . Incluso
puede darse el caso de que algunos de esos términos apenas se
encuentren en otras obras literarias. Su significado entonces, obviamente,
sólo puede determinarse o simplemente conjeturarse- por el contexto y
por la comparación con palabras análogas de otras lenguas.
Sirva de ilustración Gn. 2:6 (e Subía de la tierra un vapor que regaba
toda la faz de la tierra»), La palabra «vapor» es, en la versión de Reina
Valera la traducción del hebreo 'ed, vocablo que sólo se encuentra una vez
más en todo el Antiguo Testamento (Job. 36:27). Aunque esa traducción
es considerada como posible, últimamente se ha preferido traducir 'ed
por «corriente de agua» procedente de un manantial, a la luz de
inscripciones sumerias y acadias en las que el mismo término significa
«río».
Así algunas de las versiones modernas más acreditadas traducen Gn.
2:6 de los siguientes modos: «un manantial brotaba de la tierra y regaba
toda la superficie del suelo» (BJ), «ni había hombre que cultivase la tierra
y sacase un manantial de la tierra para regar la superficie
del campo) (NBE), «una gran corriente de agua (flood) solía brotar de Ia
tierra y regar toda la superficie del suelo» (NEB), «una avenida de aguas
brotaba de la tierra y empapaba el suelo» (ZB). Aun en el texto de Job
36:27, donde la traducción «vapor» parece más lógica, la NBE da la
siguiente versión: «Él va soltando las gotas de agua que bajan como lluvia
de sus fuentes»; y la ZB: «El saca las gotas de agua, las filtra de su raudal
(Flut) como lluvia.»
Otro ejemplo de hapax legomena es el término epiousios (Mt. 6: 11 y el.
pasaje paralelo de Le, 11:3) en la súplica del Padrenuestro relativa a
«nuestro pan». Por eso la frase ton arton hémon ton epiousion ha sido
diversamente traducida: «el pan nuestro de cada día», «el pan que
necesitarnos», «el pan de mañana».
En algunas de las versiones de la Biblia más recientes aparecen
en notas al pie de página las posibles variantes de traducción de estas
singulares palabras, lo que es de gran ayuda en la interpretación de las
mismas.
ESTUDIO GRAMATICAL
Una vez más hemos de insistir en que las palabras de un texto no son
unidades con existencia propia e independiente. Son miembros de
conjuntos orgánicos: la frase, la oración gramatical, el párrafo. Toda
palabra está estrechamente vinculada a las que la acompañan y el valor o
significado de aquélla es determinado en gran parte por éstas.
Por tal razón, es importante -aunque no siempre decisivo como
veremos- el estudio de palabras y frases desde el punto de vista
gramatical. Se espera que quien realiza un trabajo de exégesis, aunque no
sea un especialista ni domine las lenguas originales de la Biblia, tenga por
lo menos un conocimiento aceptable tanto de la morfología como de la
sintaxis.
No vamos a entrar aquí en detalles sobre las peculiaridades de las
gramáticas hebrea o griega. Será conveniente, no obstante que
mencionemos algunos puntos elementales, básicos en toda labor de
interpretación.
En español, la construcción sintáctica de la oración admite gran
variedad en el orden de sus palabras. El escritor goza de gran libertad
para determinar ese orden según el énfasis que quiera dar a cada uno de
los elementos, si bien normalmente se coloca en primer lugar el sujeto
con sus complementos y a continuación el predicado con los suyos. Algo
semejante ocurre en la lengua hebrea, aunque a la inversa.
Su orden sintáctico usual es: complemento circunstancial, predicado y
sujeto; pero puede variarse de todas las armas posibles si se quiere
cambiar la fuerza expresiva de una palabra. En algunos casos, el énfasis se
logra colocando un nombre al principio y sustituyéndolo después por
medio de un adjetivo posesivo. Ejemplo: «Dios, perfecto es su camino»
(Sal. 18:3), en vez de: «El camino de Dios es perfecto.»
En el griego del Nuevo Testamento el orden sintáctico es análogo al
español: sujeto, predicado y complementos. Cualquier modificación
indica, por lo general, el realce que debe darse a una palabra o bien un
enriquecimiento del estilo. Numerosos ejemplos lo ilustran. Las
bienaventuranzas (Mt. 5:3-11) empiezan no con el sujeto, sino con el
predicado. No se dice: «los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos,
etc. (sujetos) son bienaventurados» (predicado), sino que se invierte el
orden. La misma inversión encontramos en Hch. 19:28. «Grande (es)
Diana (Artemis) de los Efesios!», o en 2 Ti. 2:11. «Fiel (es) la palabra.»
Las preposiciones, especialmente en el Nuevo Testamento, deben ser
objeto de especial atención, pues a menudo suscitan ambigüedades por su
polivalencia. Lógicamente sólo los expertos pueden opinar con autoridad
en cuanto a las opciones preferentes ante la variedad de matices o
significados que las partículas de la oración pueden entrañar; pero
quienquiera que se ocupe en la exégesis ha de tener presente este factor y
buscar la orientación necesaria en los mejores diccionarios, gramáticas y
comentarios.
Otra cuestión a tener en cuenta es la relativa a la conexión de las frases,
oraciones o periodos entre sí. Generalmente viene determinada por las
conjunciones. Pero no siempre es así. A veces en los textos bíblicos hay
paréntesis, digresiones más o menos largas y cortes bruscos (anacolutha)
que interrumpen o rompen el hilo del pensamiento central. Para no
perder éste, es necesario discernir y delimitar claramente esos incisos y
determinar su aportación a la idea capital del pasaje.
En Mt. 10:32, la conjunción «pues» (aun) podría hacernos pensar que lo
que sigue (el que me confiese delante de los hombres yo también le
confesaré delante de mi Padre») se deriva de lo que antecede: «Así que no
temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.» (v. 31) Pero esta
conexión sería forzada, carente de lógica. Lo coherente es relacionar Mt.
10:32, 33 con Mt. 10:5-15, es decir, el confesar a Jesús con la misión
evangelizadora encomendada a los discípulos. Los versículos 16-31 son
desarrollo de un aspecto de la obra misionera: el enfrentamiento con la
persecución, experiencia en la que se pondrá de manifiesto el poder
protector de Dios.
En todo caso, el sentido de palabras y frases ha de estar en consonancia
con la línea de pensamiento del autor, con el propósito evidente del
pasaje. En exégesis, la gramática es una gran ayuda que merece respeto,
pero no tiene la palabra final. De otro modo, nos encontraríamos a veces
con grandes contradicciones.
Tomemos como ejemplo Le. 7:47. «Sus muchos pecados le son
perdonados, porque (hoti) amó mucho.» la conjunción hoti es causal y
correctamente puede traducirse por la española «porque» (así lo hace la
Versión Reina Valera 1960) o «por cuanto», «ya que), etc. ,Pero hacer de
ella factor decisivo en la interpretación desfigurada por completo el
sentido clarísimo del relato en el que sobresale el amor de la mujer como
consecuencia y no como causa del perdón de sus pecados.
Esto se corrobora diáfanamente en la segunda parte del mismo v. 47:
«mas aquel a quien se perdona poco, poco ama». Por eso, con una
interpretación atinada, algunas versiones han traducido: «su mucho amor
demuestra que sus muchos pecados son perdonados» (Dios llega al
hombre) o con mayor elegancia literaria, «quedan perdonados sus
pecados,' que son muchos: por eso muestra mucho amor» (RV 77).
No Siempre el significado global de un pasaje será tan fácil de hallar
como en el caso que acabamos de exponer; pero no deben regatearse
esfuerzos .para descubrirlo. y una vez estamos seguros
de cual es ese significado, el debe regir la semántica y el estudio de la
sintaxis en la exegesis de toda porción bíblica.
MODISMOS
Se usan cuando se dice que una persona es «hija de» algo o de alguien y
resulta evidente que la expresión no pu.ede tomarse en .sentido literal. En
algunos casos puede indicar la Idea de descendiente. Esto era lo que los
judíos querían significar cuando exclamaban con orgullo: «¡Hijos de
Abraham somos!» (Comp. Mt. 3:9 y Lc. 3:8). En otros textos, «ser hijo de»
equivale a «participar de las características de».
Cuando Jesús dice a los judíos incrédulos que eran hijos del diablo (Jn.
8:44), está dando a entender -y así se expresa claramente en el resto del
versículo que se distingue? 'por los mismos rasgos de su «padre».: la
mentira y el odio homicida. De modo análogo, si bien en sentido del todo
opuesto, se es «hijo de Dios» cuando se muestran la justicia y la
misericordia de Dios (Mt..5:45). Los «hijos de este mundo (o siglo)» (Le.
16:8; 20:34) son quienes comparten los criterios, métodos sagaces a
menudo poco rectos y formas de conducta de la Sociedad secular. Los
«hijos de desobediencia» (Ef. 2:2), aquellos cuyo distintivo principal es la
rebeldía contra Dios del mismo modo que un destino de ruina lo es del
«hijo de perdición» (Jn. 17:2; 2 Ts. 2:3).
Todos estos hebraísmos son confirmados en los documentos del
Qumrán, en los que se hace mención de hijos de la verdad e
hijos de perdición, hijos de Belial e hijos de la benevolencia de DIOS, hijo
del Cielo, de la gracia, del mundo, etc.
MODISMOS DE TIEMPO.
INTRODUCCIÓN
LENGUAJE FIGURADO
INTRODUCCIÓN
1. EL SÍMIL.
1. EL PLEONASMO.
Es una expresión en la que se emplea la redundancia, los vocablos
innecesarios, con objeto de dar mayor vigor al lenguaje. Ejemplo: «y el
jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó» (Gn. 40:23).
2. LA HIPÉRBOLE.
1. LA SINÉCDOQUE.
Se usa este tropo cuando se designa una cosa con el nombre de otra
que le sirve de signo o que indica una relación de causa a efecto. Un
ejemplo muy expresivo de metonimia. 1Ia nos, lo ofrecen las palabras de
Abraham en la parábola del neo. y Lázaro: «A Moisés y a los profetas
tienen» (Le. 16:29). Aquí obviamente se hace referencia a sus escritos e
9tro ejemplo: en Ro. 3: 30" dice Pablo literalmente: «Dios justifica por la
fe a la circuncisión, y por la fe a la incircuncisión», lo que equivale a
declarar que Dios, por la fe, justificará tanto a judíos como a gentiles.
FIGURAS DE CONTRASTE
1. LA IRONÍA.
1. LA PERSONIFICACIÓN.
TIPOS Y SÍMBOLOS
INTRODUCCIÓN
El sábado era figura del descanso eterno de los creyentes (He. 4:4-9).
La pascua, de la cena del Señor; los tres evangelios sinópticos relacionan
estrechamente la fiesta judía con la nueva conmemoración establecida
por Jesús (Mt. 26:17-29; Mr. 17:12-25; y Lc. 22:7-32).
Acontecimientos típicos. Pueden incluirse en este grupo buen número
de eventos relatados en el Antiguo Testamento. El éxodo de los israelitas
tiene un claro antitipo el! la liberación del pecado obrada por Cristo en
cuantos creen en El (Ro. 6:17-18; Gál. 5:1; 1 P. 1:17-19). La colocación de
la serpiente de bronce sobre el asta en medio del campamento israelita es
usada por Jesús como tipo de su propia crucifixión (Jn. 3:15), y en las
diversas experiencias de Israel en el desierto ve Pablo tipos admonitorios
aplicables a la vida cristiana (l Ca. 10: 11). El diluvio, en ciertos aspectos,
es tipo del bautismo (l P. 3:20-21).
Todos los tipos mencionados tienen claro apoyo en el Nuevo
Testamento para considerarlos como tales. Pero podríamos añadir otros
que, aun careciendo de explícita sanción novotestamentaria, reúnen
semejantes características.
En personajes como José o David, en acontecimientos como el paso del
mar Rojo o el regreso de la cautividad babilónica, o en objetos como la
zarza que a ojos de Moisés ardía sin consumirse, podemos descubrir sin
esfuerzo aspectos que con toda propiedad nos permitan usarlos como
tipos implícitamente corroborados por el Nuevo Testamento.
Para la interpretación tipológica, conviene aplicar las siguientes reglas:
1. Buscar todos los textos del Nuevo Testamento que aluden directa o
indirectamente al tipo objeto de estudio.
2. Determinar todos los puntos de correspondencia entre el tipo y el
antitipo, delimitándolos adecuadamente a fin de no atribuir a aquel más
de lo que realmente prefigura.
3. Especificar su contenido típico siempre a la luz de lo que el Nuevo
Testamento enseña. como las instrucciones dadas para los casos de
familias poco numerosas o el modo de asar y condimentar la carne (con
hierbas amargas) por no haber una clara correspondencia en el Nuevo
Testamento y a pesar de que de ellos pudieran sacarse algunas
aplicaciones interesantes.
Por vía de ejemplo apliquemos estas normas al ya mencionado tipo de
la pascua. Tomaremos como texto base del Antiguo Testamento Éx. 12, y
como referencias del Nuevo, Mt. 26:2-19 (con los pasajes paralelos de
Marcos y Lucas) y otros textos, y procederemos a su análisis en dos
columnas comparativas:
Sobre el ejemplo que acabamos de presentar hemos de hacer dos
observaciones.
Primera: el tipo de la pascua, por su carácter compuesto, podría
descomponerse en varios tipos simples (el cordero, la sangre, etc.); pero
tal fraccionamiento dejando aparte si sus elementos han de ser
considerados como símbolos y no como tipos, según algunos opinan
lógicamente conllevaría una pérdida de la visión global de la persona y la
obra redentora de Cristo con sus resultados, tal como se halla tipificada
en el conjunto de la celebración pascual.
En segundo lugar, hemos rehuido la inclinación a usar algunos
elementos sugestivos de la pascua, tales.
Tipo (Éx. 12)
Un cordero (v. 3).
Sin defecto (v. 5).
La sangre del cordero protege del juicio de Dios (12, 13).
La pascua convierte a Israel en un pueblo peregrino (v. 11).
El pan de la pascua había de ser sin levadura (v. 8).
Antitipo
Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29).
Jesús «no conoció pecado» (2 Ca. 5: 21; 1 P. 2:22).
La sangre de Cristo, base del nuevo pacto establecido por Dios para la
salvación de los hombres, que de otro modo no podían escapar a la
condenación (Le. 22:20; Ro. 3:23-25).
La redención obrada por Cristo hace de los redimidos una
comunidad de peregrinos (1 P. 1:17b-19; 2:11; He. 11:13,39,40; 12:1).
La liberación del creyente en Cristo implica su purificación moral, la
ausencia de fermentos pecaminosos (1 Ca. 5:6-8).
SIMBOLOGÍA
INTRODUCCIÓN
Para tener una idea más o menos completa del fondo histórico de un
texto, es necesario recoger y comparar cuantos datos permitan al
intérprete acercarse al máximo a la situación en que dicho texto se
enmarca. Destacamos a continuación los más importantes.
1. DATOS GEOGRÁFICOS.
INTERPRETACIÓN TEOLÓGICA
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
Esta fue ya la actitud herética de Marción. (siglo 11 d .de C.), quien, más
o menos influenciado por el pensamiento gnóstico, cayó en la concepción
dualista de la divinidad. Según él, uno era el Dios Justiciero del Antiguo
Testamento (Demiurgo o creador) y otro el Dios bondadoso revelado en
Jesucristo.
La salvación cristiana no podía relacionarse en modo alguno con el
judaísmo o con el Antiguo Testamento, en el cual hallaba mucho de
escandaloso y por cuyo motivo lo rechazó en su totalidad. En su afán de
depurar el cristianismo de todo vestigio judaico, no sólo descartó
el Antiguo Testamento sino que redujo el canon de las Escrituras
cristianas a las cartas de Pablo (excluidas las pastorales) y el evangelio de
Lucas, previa su depuración con objeto de eliminar supuestas añadiduras
judías.
La Iglesia cristiana repulsó enérgicamente la herejía marcionita; pero
su dualismo y sus antítesis entre el Dios judío y el Dios cristiano, entre la
ley y el Evangelio, entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, han perdurado
bajo formas variadas a lo largo de los siglos.
2. ALEGORIZACIÓN DE SU CONTENIDO.
1. MONOTEÍSMO RADICAL.
Este punto guarda estrecha relación con el anterior. Gran parte del
testimonio del Antiguo Testamento respecto a Cristo lo hallamos
expresado mediante tipos tan numerosos como diversos.
En el capítulo XI nos ocupamos con relativa extensión de la tipología
bíblica, por lo que ahora procuraremos evitar reiteraciones innecesarias.
Pero debemos recordar el uso tipológico que los escritores del Nuevo
Testamento hicieron de personajes, instituciones y acontecimientos
históricos con una doble finalidad: didáctica y parenética. Lo escrito en el
Antiguo Testamento era un venero de enseñanza acerca de Cristo y su
obra y al mismo tiempo un mensaje de admonición (l Co. 10:11).
El beneficio que de este modo de interpretación ha recibido la Iglesia
cristiana es grande, por lo que el exegeta ha de estar atento a las
posibilidades que la tipología le ofrece Pero por otro lado, como
ya hicimos notar, ha de extremar su prudencia para no convertir la
tipología en alegorización. Pueden servirnos de Ilustración los extremos a
que ha llegado W. Vischer. El tesón con que defiende la interpretación
cristológica del Antiguo Testamento le lleva a afirmar que éste señala a
Cristo no sólo en su conjunto, sino en cada uno de sus detalles.
La orden divina al principio de la creación, «Sea la luz» (Gn. 1:3), nos
habla de «la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Ca. 4:6). Todo el
capítulo 1 del Génesis nos habla de Cristo, pues Él es la Palabra que en el
principio estaba con Dios (Jn. 1:1-5); la señal de Caín (Gn. 4:15) apunta a
la cruz; Enoc es signo y testimonio de la resurrección; el lenguaje
antropomórfico de Os. 11 y Jer. 31:18-20 prefigura la pasión del Hijo del
hombre; la profecía de que Jafet moraría «en las tiendas de Sem» describe
la experiencia de la Iglesia, que incluye a gentiles y judíos; en la espada de
Ehud, clavada en el vientre del rey de Moab (Jue. 3: 12-30), Vischer ve «la
palabra de Dios más cortante que toda espada de dos filos» (Heb, 4: 12),
desenvainada contra los enemigos de Dios, y en el incidente encuentra
una justificación del derecho de asesinar a los tiranos."
Este tipo de interpretación ha provocado reacciones justificadas, pues
impone a los textos significados que no tienen. Por grande que sea e
interés del intérprete en comunicar de modo inmediato la significación
práctica de un texto para sus lectores, hemos de recalcar una vez más lo
ilegítimo de saltar por encima del sentido original para dar significados
ocultos sin otra base que el subjetivismo del exegeta.
Una corrección saludable a los abusos de la tipología, que al mismo
tiempo preserva el valor, de ésta, nos la ofrece la concepción
hermenéutica de van Rad. El insiste en la necesidad de mantener el
sentido llano, histórico, de los textos del Antiguo Testamento; pero al
mismo tiempo ve en ellos un sentido «típico» o analógico que anticipa
eventos fundamentales del Nuevo Testamento dentro de la
Heilsgeschichte o historia de la salvación.
Sin embargo, aun este enfoque tiene sus riesgos por la facilidad con que
pueden imponerse apreciaciones subjetivas. El propio van Rad piensa que
el manejo de textos individuales no está sujeto a reglas hermenéuticas,
sino que tiene lugar en la libertad del espíritu."
Pero nada hay más variable ni más arriesgado en la práctica que el uso
de esa libertad.
La única salvaguardia en la aplicación de la tipología es la primacía del
método gramático-histórico y la subordinación a la teología' bíblica.
Si de las pautas expuestas tuviéramos que deducir normas concretas
para la interpretación del Antiguo Testamento, éstas las reduciríamos a
dos:
1. Mediante la aplicación del método gramático-histórico, debe
determinarse el mensaje que el autor quiso comunicar a sus
contemporáneos.
2. Debe precisarse la relación del texto del Antiguo Testamento con el
contexto del Nuevo para comprobar si tiene o no una proyección que
rebase tipológica o proféticamente su significado original.
Asimismo, del examen del pasaje a la luz del Nuevo Testamento se
desprenderá la conclusión relativa a su carácter normativo si es de
vigencia permanente o temporal, si sólo obligaba al antiguo pueblo de
Israel o SI conserva su fuerza compulsiva también para nosotros hoy.
No menos importante es el hecho de que aun en textos que
solo admiten un sentido el original éste suele adquirir mayor profundidad
y eficacia kerigmática cuando se analiza bajo la perspectiva del
conjunto de la revelación. La exposición del salmo 32 o del 51,
por ejemplo sin forzar la exégesis, sin hacerles decir lo
que; enseñaría Pablo Siglos mas tarde, ¿no será más precisa y más rica Si
tenemos presentes los grandes textos del Nuevo Testamento relativos a la
justificación del pecador?
USO DEL ANTIGUO TESTAMENTO EN EL NUEVO
La alianza establecida con los patriarcas seguía vigente para Dios (Ex.
2:24; 6:4). Ahora iba a ser ratificada de modo tal que los israelitas no
viesen en ella un simple episodio histórico del pasado, sino una realidad
presente que mantuviera viva en ellos la conciencia de que eran pueblo
de Yahvéh (Ex. 6:6-8; Dt. 5:2, 3; Comp. Dt. 29:9-15).
Este pacto, establecido en el Sinaí, es inseparable de la ley divina que
Israel estaba obligado a guardar; pero no debe deducirse de este hecho
que la alianza introducía un régimen legalista en la relación entre Yahvéh
y el pueblo. Nada más lejos de la verdad.
A la promulgación de la ley precede la liberación de aquellos
a quienes es dada. El pueblo llamado a obedecer es un pueblo redimido.
Su sumisión a las ordenanzas divinas no es una obligación onerosa sin
contexto existencial; es una consecuencia lógica de su salvación. Israel no
había sido librado de la esclavitud de Egipto para caer en la esclavitud de
una ley opresora, sino para vivir en el plano de dignidad humana que
correspondía a su nueva situación de pueblo libre, altamente favorecido
por Dios. Esta situación no estaría determinada por la relación con unas
normas, sino por la relación con Yahvéh.
Si ésta era correcta, presidida por la fe y la gratitud, la ley sería
cumplida sin esfuerzo, como algo normal y deseable. El pueblo sería
santo, porque Dios es santo (Lv. 19:2) y a Dios adoraría gozosamente. En
palabras de B. Ramm: «El hombre redimido es llamado a la moralidad; el
hombre moral es llamado al culto.»
Pese al énfasis en la obediencia del pueblo, no descansa sobre ésta la
efectividad de la alianza mosaica. Como en el pacto Abrahámico, y como
en todos los pactos concertados por Dios con los hombres, la solidez de la
alianza depende de la iniciativa incondicional, soberana, de Dios.
De hecho, el pacto mosaico fue concluido por Dios antes de que fueran
dados los mandamientos. Es al Israel que ya ha «venido a ser pueblo de
Yahvéh» a quien se dice: «Oirás, pues, la voz de Yahvéh tu Dios y
cumplirás sus mandamientos y sus estatutos que yo te ordeno hoy» (Dt.
27:9-10). El hombre debe obedecer. Si deja de hacerlo, acarreará sobre sí
las consecuencias de su rebeldía; experimentará el juicio divino; pero no
frustrará el inmutable consejo de Dios ni cegará la fuente de su gracia.
Así se ha evidenciado en la historia de Israel. Sin embargo, la misma
historia, en consonancia con el conjunto de la Escritura, muestra que la
soberanía divina no anula la responsabilidad humana. Ambos polos han
de ser tomados en consideración cuando tratamos de interpretar la
relación de Dios con su pueblo, es decir, el sentido y las características de
los pactos. En este plano, las promesas y las exigencias de Dios son
inseparables; la Heilsgeschichte (historia de la salvación) y la Heilsgeset:
(ley de la salvación), lejos de ser incompatibles, constituyen dos aspectos
de una misma realidad en la que ninguna dicotomía es válida.
En cuanto a la ley promulgada en el Sinaí, conviene destacar las
peculiaridades del decálogo. Revela el derecho divino sobre todas las
esferas del comportamiento humano. No sólo orienta las actividades
culticas; también regula las relaciones familiares y las responsabilidades
sociales. Y lo hace con majestuosa sobriedad.
Nada de pormenores adecuados a las múltiples contingencias jurídicas.
En diez frases lapidarias queda dicho todo. Predominan las de forma
negativa, porque su finalidad no es tanto dar normas concretas de lo que
Israel debe hacer como fijar los límites de su conducta. Los detalles
positivos se darían posteriormente pero el decálogo sería el fundamento.
Si los israelitas lo cumplían, quedaban asegurados el beneplácito y la
bendición de Dios.
La totalidad de la ley cubría tres grandes áreas: la moral, la Civil y la
ceremonial. En la primera se regulaba la conducta de acuerdo con los
principios alterables de la, Justicia, el respeto a la dignidad humana, la
equidad, la compasión y la generosidad.
Cabe señalar que en este terreno las prescripciones Mosaicas
superaban notablemente a las leyes de otros pueblos contemporáneos, lo
que se tradujo en una normativa civil también superior.
Lógicamente, las leyes civiles tenían que ajustarse a las circunstancias
de aquella época y no todas podrían usarse en todo lugar yen todos los
tiempos; pero el espíritu que las inspiró, impregnado de los elevados
conceptos morales de la revelación, sí tiene carácter perenne. El
intérprete hará bien si en su estudio de la legislación contenida en el
Pentateuco ahonda hasta descubrir ese espíritu.
La ley ceremonial tuvo como objeto regular el culto y mantener vivo en
el pueblo el concepto de pureza indispensable para la comunión con Dios.
Es verdad que la limpieza se refería a menudo a aspectos físicos y
probablemente no pocos israelitas cayeron en el error de prestar
atención únicamente a lo externo; pero, sin duda, los dotados de mediana
sensibilidad espiritual se percataron de que la pureza ceremonial era
inseparable de la moral.
DE LOS ASPECTOS CULTICOS DE LA LEY NOS OCUPAREMOS EN EL PUNTO SIGUIENTE.
EL TABERNÁCULO.
Esta gran tienda, con su diverso contenido, era riquísima en significado.
Estaba destinada a comunicar las verdades básicas relativas a la
presencia de Yahvéh en medio del pueblo. Patentizaba el deseo de Dios de
habitar entre los hijos de Israel. Sería esencialmente el «tabernáculo de
reunión», el lugar de encuentro de Dios con el pueblo, el punto en el que
Dios hablaría y donde manifestaría su gloria (Ex. 29:42-46; 33:7-11). La
presencia de Yahvéh garantizaba su bendición.
Si Dios estaba con Israel, nada tenía éste que temer; quedaba asegurada
su protección, así como el cumplimiento del glorioso propósito con que
había sido liberado.
Pero el mantenimiento de la presencia de un Dios santo en medio de un
pueblo pecador planteaba -como ha planteado siempre un problema que
se debía resolver. La solución radicaba, aunque de modo simbólico, en las
prescripciones culticas, particularmente en la institución del sacerdocio y
en el sistema de sacrificios.
El israelita había de tener conciencia clara del pecado, el gran obstáculo
para la comunión con Dios. Escrupulosamente debía guardarse de no
transgredir las normas sagradas para no acarrear sobre sí la cólera
divina. Había de entender que el pecado (yerro, transgresión, rebelión) no
sólo afectaba a quien lo cometía, sino que comprometía a la comunidad y
deshonraba a Yahvéh. Cuando pecaba, no podía ser ajeno a un
sentimiento de culpa y a la necesidad de una reparación.
A causa de la indignidad que conlleva el pecado, el pecador -individuo o
comunidad- no podía acercarse directamente a Dios. Era necesaria la
mediación del sacerdote sobre la base de la expiación mediante el
sacrificio. No todos los sacrificios tenían una intencionalidad expiatoria.
Algunos eran expresión de gratitud, de renovada entrega a Yahvéh, de
alabanza gozosa, e incluían un banquete festivo. Pero todos guardaban
relación entre sí y todos tenían por objeto preservar la comunión con su
Dios y así seguir disfrutando los beneficios de su alianza.
La importancia que sacerdocio y sacrificios tienen a lo largo de todo e
Antiguo Testamento hace aconsejable que el intérprete ahonde en el
estudio de los mismos. En ellos encontrará, además de abundante
material para elaborar una teología del Antiguo Testamento, numerosas
claves para la exégesis de no pocos textos.
Y, por supuesto, aun manteniendo la objetividad ante los datos
veterotestamentarios, no podrá perder de vista la culminación de la
revelación en Cristo, el cumplimiento en El y en su obra de cuanto en el
culto israelita era tipo o símbolo. Por algo Cristo fue el «tabernáculo» por
excelencia en el que Dios, de modo incomparable, manifestó la gloria de
su presencia (Jn. 1:14).
En su conjunto, la ley mosaica aparece como una gran bendición para
Israel. Verdadero don salvífica, constituía la garantía de la elección divina.
Su finalidad era altamente benéfica: asegurar el bienestar del pueblo en el
sentido más amplio (Dt. 10: 13). Por eso el israelita consciente de este
regalo divino no veía en la ley un motivo de frustración o de queja, sino de
alegría y alabanza (Sal. 19:8 y ss. y 119).
Sabía discernir sus riquezas, así como las razones que exigían su
cumplimiento (01. 4:6-8). Estaba en condiciones de entender que Dios
demanda obediencia, pero que también quiere que los hombres
comprendan la bondad de sus mandatos. Además sentía el poderoso
incentivo de la gratitud (Dt. 6:10-12; 8:11-20).
LA CONQUISTA DE CANAÁN.
TEXTOS PROFÉTICOS
INTRODUCCIÓN
La frase «Así dice Yahvéh» o alguna otra equivalente es mucho más que
una estereotipada fórmula introductoria al mensaje del profeta.
No es pronunciada mecánicamente, a la ligera. Es indicación de que la
declaración que va a seguir tiene su origen no en la mente del propio
profeta, sino en Dios. La palabra que se va a pronunciar no es fruto de
reflexión personal; es resultado de una revelación.
No surge de dentro; viene de arriba. En ese sentido es muy sugerente la
frase, frecuentemente repetida: «Y vino a mí palabra de Yahvéh.» De tal
modo llena la palabra el ministerio de los nebiim clásicos que estos han
recibido el título de «profetas de la palabra», en contraste con los profetas
del éxtasis o del milagro de periodos anteriores.
El profeta estaba en condiciones de discernir con claridad el dabar
divino. Su propio ministerio había comenzado con una experiencia en la
que la palabra de Yahvéh había irrumpido en su
vida de modo poderosísimo. Recuérdese el llamamiento de Isaías, el de
Jeremías o el de Ezequiel. A partir de aquella vivencia, la palabra de Dios
sería como un fuego que dominaría la predicación (Jer. 20:8, 9), con la
consiguiente conmoción psicológica en el ánimo del profeta. Este
comprendía que la palabra divina no es una mera expresión verbal. Lleva
aparejado un poder inmenso de ejecución. Es principio de la acción de
Dios.
Por eso cuando los profetas reciben la palabra del juicio divino que
pende sobre el pueblo, se estremecen como si ya estuvieran viviendo todo
el espanto de la hecatombe. Aquella palabra, con toda seguridad, no se la
llevaría el viento. Ellos lo sabían muy bien. Su proclamación a menudo los
haría impopulares; pero no podían callar. Sus labios estaban dominados
por un potente imperativo divino.
2. DENUNCIA DEL PECADO.
En él abundan las figuras y los símbolos; pero también hay pasajes que
han de interpretarse en su sentido literal. El lugar del nacimiento del
Mesías aparece claramente en Miq. 5:2, y se habría cometido un gran
error si alguien, antes de Cristo, espiritualizando este pasaje o
sometiéndolo a cualquier tipo de manipulación exegética, hubiese
localizado el cumplimiento de esta profecía en una población que no
hubiese sido Belén.
Siguiendo un principio básico de la hermenéutica general, los textos
proféticos en principio tienen que ser interpretados literalmente.
Así lo reconoce y subraya L. Berkhof, quien añade: «Las excepciones de
esta regla deben ser garantizadas por la misma Escritura. Sin embargo,
como ya hicimos notar, la comprensión literal de un pasaje no excluye el
reconocimiento de lenguaje figurado en algunas partes del mismo.
Sean cuales sean las discrepancias en la práctica exegética, todos los
intérpretes evangélicos están de acuerdo en cuanto a la validez de esta
norma. Como hace notar B. Ramm refiriéndose a teólogos tan dispares
como Berkhof y Chafer, no existe entre ambos ninguna diferencia en la
teoría fundamental. «Ambos coinciden en que el método gramático-
histórico es básico para la comprensión de la Biblia.» Y a renglón seguido
añade: «Ni es problema la cuestión de si el lenguaje de los profetas es o no
figurado. El literalista admite en la interpretación profética la presencia
de elementos poéticos y figurados.
La cuestión no radica en decidir entre un sistema de interpretación
completamente literal y otro enteramente espiritual. Los escritores
amilenaristas admiten que muchas profecías se han cumplido
literalmente, y los literalistas admiten un elemento espiritual cuando
encuentran una aplicación moral en un pasaje, cuando hallan un sentido
típico o un significado más profundo (tal corno Ez. 28, relativo a los reyes
de Babilonia y Tiro). Nadie es un literalista estricto ni un completo
espiritualista» Sobre este punto volveremos al exponer el principio
noveno.
No deja de sorprender, sin embargo, que, existiendo tal coincidencia en
la teoría de la interpretación profética, hayan surgido en la práctica
posiciones tan divergentes como las llamadas «literalista» y
«espiritualista». La disparidad adquiere especial relieve en torno a temas
como la restauración de Israel y el milenio. El estudiante hará bien en
revisar críticamente todas las interpretaciones guiadas por el principio
que todos los exegetas reconocen como prioritario: el método gramático-
histórico debe presidir la investigación del significado de todos los textos
bíblicos, incluidos los proféticos.
5. EN LOS TEXTOS DE CARÁCTER APOCALÍPTICO DEBE PRESTARSE ESPECIAL
ATENCIÓN A LAS PECULIARIDADES DE ESTE GÉNERO LITERARIO.
TEXTOS POÉTICOS
INTRODUCCIÓN
LA POESÍA OCUPA UN LUGAR DE PRIMER ORDEN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.
Los cielos, la tierra, el mar, los hombres, los animales, todo es obra suya
(8; 19:1-6; 33:6,9; 100:3; 104). Sobre todo mantiene su dominio soberano
(29; 90). A todo y a todos alcanza su providencia (104: 10-30). En
contraste con la multitud de divinidades de los otros pueblos, los
salmistas engrandecen al Dios único, trascendente, infinitamente superior
a todo lo creado y en contraposición con los ídolos (115).
2. DIOS, SEÑOR DE LA HISTORIA.
Considera el Cantar como una derivación de los ritos litúrgicos del culto
a Tamuz. Aunque las referencias a esta divinidad sumeria en la antigua
literatura de Mesopotamia varían entre sí y no permiten fijar con
precisión la leyenda que envuelve su figura, parece que en algunos
lugares se celebraba el rescate de Tamuz del mundo de los muertos por la
acción de la diosa Ishtar. Lograda su vuelta a la vida, Tamuz e Ishtar se
casan. Este acto precisamente- era el centro de las festividades que en
honor a Tammuz tenían lugar en Asiria y Babilonia.
Esta interpretación, pese a los esfuerzos realizados Con objeto de
purificar la leyenda de elementos paganos y así poder armonizada con la
religión de Israel, carece de fundamento sólido. No parece ni lógico ni
probable que un rito fuertemente teñido de inmoralidad hubiese sido
asimilado como el tema esencial de un libro que había de incluirse en el
canon del Antiguo Testamento.
6. FOLKLORICA
LIBROS SAPIENCIALES
INTRODUCCIÓN
Ocupa este libro el tercer lugar de los llamados «Escritos» del canon
hebreo y se destaca tanto por su temática como por su majestuosidad y su
riqueza literaria.
Queda justificada su inclusión entre los libros sapienciales, pues trata
una de las cuestiones que mayor relieve habían adquirido entre los
«sabios»: el problema del sufrimiento. También sería aceptable su
inserción entre los poéticos por su forma literaria.
Sin embargo, tanto su contenido como su forma desbordan cualquier
encasillamiento y convierten el libro en obra maestra de gran
originalidad. Como reconoce R. H. Pfeiffer, «es tan original que no
podemos encajarlo dentro de ninguna de las categorías clásicas de la
crítica literaria».
La estructura es simple, pues el libro está dividido en tres partes bien
delimitadas: a) un prólogo en prosa (caps. 1 y 2); b) un diálogo o sucesión
de discursos poéticos en los que participan Job, sus tres amigos, Eliú y
Dios mismo (3:1-42:6); e) un epílogo también en prosa (42:7-17). La
segunda parte, que es la más amplia y la más rica, puede dividirse del
modo siguiente:
1. Primer Ciclo De Discursos. Intervenciones de Job y de Elifaz, Bildad
y Sofar (3-14).
2. Segundo ciclo de discursos (15-21).
3. Tercer ciclo de discursos (22-31), con la inclusión de un himno a la
sabiduría (28).
4. Discursos de Eliú (32-37).
5. Respuesta de Dios (38-41).
6. Confesión de Job (42:1-6).
Las secciones en prosa son indispensables para comprender la
totalidad de la obra. Pero es la sección poética la que, desde el principio
hasta el fin, nos enfrenta con e tema capital que desarrolla.
El desenvolvimiento no es un progreso en la acción, al estilo del drama
griego, sino más bien un desarrollo de ideas que culminan con la
revelación divina.
Es importante observar que, al margen de la cuestión del autor, el
fondo del libro muestra un escenario patriarcal correspondiente a una
época anterior a Israel. A lo largo de todo el poema se advierte una
exquisita simplicidad. «Las relaciones entre el hombre y Dios aparecen
sencillas, directas, desprovistas de todo aparato ritual, bien que no faltan
los sacrificios, elemento básico aun en las formas más primitivas del culto
a la divinidad.»
Esencial para la recta comprensión del libro es la verdadera naturaleza
del conflicto de Job. Su problema no es el de tener que afrontar grandes
sufrimientos físicos y morales, la pérdida de sus bienes y de sus hijos, la
enfermedad horrible, humillante, extenuadora, la incomprensión de su
mujer, el abandono por parte de amigos y conocidos, la irritante
intervención de sus «consoladores».
El problema de Job es eminentemente teológico. Es el angustioso «por
qué» de su situación, con un desafío violento al postulado generalizado,
repetido hasta la saciedad por sus visitantes, de que los grandes
sufrimientos son consecuencia de grandes pecados. Job sabe que ha
llevado una vida recta y se rebela contra las falsas imputaciones de Elifaz,
Bildad y Sofar. Pero ¿cuál era la causa de que Dios lo tratase como a su
peor enemigo?
Al juzgar por los hechos, Dios estaba cometiendo o un gran error o una
gran injusticia. Y Job se atreve a alzar su mirada retadora al cielo y su
queja a oídos del Altísimo. A lo largo de sus intervenciones su espíritu
recorre todos los estados de ánimo, desde lo más hondo de la
desesperación hasta las cumbres más altas de la esperanza.
Cuando, después del fracaso de los amigos y de Eliú, interviene Dios, las
preguntas de Job no son contestadas, pero la revelación divina, la
manifestación de la sabiduría y el poder de Dios en un mundo en el que se
mezcla la grandeza de la creación con el misterio de muchas cosas
incomprensibles, es suficiente para aquietar a Job. La presencia y la
palabra de Dios habían resuelto su problema, aunque no hubiesen dado
respuesta a sus interrogantes.
Para él se iniciaba un nuevo comienzo pletórico de luz. La finalidad del
libro de Job debe tenerse presente en el momento de interpretar
cualquiera de sus textos. Lo que sin duda se propuso el autor es mostrar
«lo inadecuado de las especulaciones humanas para explicar el misterio
del sufrimiento, así como lo absurdo de pretender juzgar a Dios».
En torno a este punto central adquiere un valor enorme el drama
existencial de Job, espejo del de muchos otros seres humanos. Y de él, de
ese punto central, brotan destellos que iluminan las muchas situaciones
de angustia que a menudo sumen al hombre en la perplejidad respecto al
sentido de su existencia.
OBSERVACIONES HERMENÉUTICAS
Este es uno de los puntos que mayor atención exigen, dado que una
apreciación incompleta o defectuosa del mismo puede dar origen a
conclusiones equivocadas.
Es el Antiguo Testamento, Israel es el pueblo de Yahvéh, su especial
tesoro, su posesión (Ex. 9:5; 01. 4:20; 7:6), su siervo (Sal. 135: 14; Is.
48:20), su hijo (Ex. 4:22-23; Os. 11: 1), su grey (Sal. 95:7). Con ese pueblo
establece Dios una relación de alianza basada en amorosa elección, a la
que Israel había de corresponder con la obediencia.
A causa de la deslealtad israelita la bendición divina es trocada en
juicio. Consecuentemente, la nación como tal deja de ser pueblo en el
sentido que el término entrañaba según Dios. A Israel se le da el nombre
de lo-ammi (no pueblo mío). Dios mismo explica el porqué: «Porque
vosotros no sois mi pueblo ni yo seré vuestro Dios» (Os. 1:9). La
infidelidad humana no alterará la fidelidad divina y al final desaparecerá
la partícula negativa de lo-ammi para convertirse nuevamente en ammi,
«pueblo mío» (Os. 2:23).
Pero entretanto ¿quién constituiría el verdadero pueblo de Dios? El
«resto» fiel de israelitas que perseveraba en el temor de Yahvéh. Su
cédula de pertenencia al pueblo escogido no era su partida de nacimiento,
sino su fe. Guiado por los profetas, este realmente piadoso mantuvo viva
la esperanza de la plena restauración de Israel (Ez. 11:16-20). Pero el
plan de Dios iba mucho más allá. Traspasó los límites nacionalistas para
incluir en su pueblo a hombres y mujeres de todos los países (Is. 45:20-
24; 49:6; 55:4-7; Zac. 2: 10-12).
La evolución del concepto «pueblo de Dios» en el Antiguo Testamento
hace cada vez más evidente que el verdadero israelita no es el mero
descendiente de Abraham, de Isaac y de Jacob, sino el que oye la palabra
de Dios y la guarda. Esta conclusión nos deja ya en el plano conceptual del
Nuevo Testamento, y en cierto modo podría justificar la duda de si en éste
realmente hallamos o no un nuevo pueblo de Dios, pues, salvadas las
diferencias de conocimiento, las características fundamentales de los
creyentes, antes y después de Cristo, son prácticamente las mismas.
No obstante, parece claro que el Evangelio, sobre la base de un nuevo
pacto, transfiere a la Iglesia cristiana todas las características propias del
pueblo de Dios, y de modo tal que la hace aparecer como una especial
modalidad del mismo, pero con una singularidad que la distingue del
conjunto de lo santos de todos los tiempos.
Según el Evangelio, el pueblo de Dios está compuesto por los creyentes
en Jesucristo. Ningún título, mérito o circunstancia de tipo humano nos da
el derecho de pertenecer a él. Únicamente son válidos el arrepentimiento
y la fe en el Hijo de Dios, sin distinción de raza, nación o lengua. Ellaos
theou ahora estará formado tanto por judíos como por gentiles, sin más
barrera o exclusión que la causada por la incredulidad.
El Evangelio es poder de Dios para salvación para todo aquel que cree
(Rom. 1:16). De la misma manera que sin Cristo tanto los judíos como los
gentiles están perdidos (Ro. 3:9), así en Cristo Dios justifica tanto a los
unos como a los otros (Ro. 3:29-30) para hacer un solo pueblo, un solo
cuerpo en el que todos los miembros tienen idéntico derecho de acceder
al Padre por un mismo Espíritu (Ef. 2:11-18). En este nuevo pueblo, Cristo
es el todo en todos (Col. 3: 11).
Pero si el Evangelio nos presenta la Iglesia como el verdadero pueblo
de Dios, ¿qué lugar ocupa Israel en el esquema novotestamentario?
Esta cuestión ya se planteó en los inicios del cristianismo y ha
originado tanta preocupación como controversia. Sin entrar a fondo en el
tema, y menos aún en las discrepancias que han enfrentado a diferentes
escuelas de interpretación, nos parece justo reconocer que, en términos
generales, cuando el Nuevo Testamento se refiere de algún modo al
pueblo de Dios, la referencia debe aplicarse a la Iglesia, única y universal.
Es difícil encontrar base sólida para colocar paralelamente en el curso de
la historia a partir de Cristo dos pueblos de Dios: la Iglesia e Israel.
En la era o dispensación actual, un judío sólo puede ser considerado
como perteneciente aliaos theou si se ha convertido a Cristo.
Dicho esto, no debemos soslayar los datos que el Nuevo Testamento
nos da sobre el futuro del Israel histórico, como si su identidad y su
especial lugar en los propósitos de Dios se hubiesen desvanecido para
siempre, lo que sería falso. Sin duda, los capítulos 9-11 de la carta a los
Romanos aportan el más acertado de los enfoques del problema de Israel
en la perspectiva histórica.
Pero en todo caso conviene destacar la unicidad del pueblo de Dios en
Cristo. Siguiendo la ilustración paulina, en el plan divino no hay dos
olivos, sino uno solo, de cuya savia se nutren tanto las ramas de los judíos
como las de los gentiles (Ro. 11: 11-24).
Sin pretender que los puntos expuestos sean los únicos importantes, sí
hemos de considerarlos esenciales para obtener una adecuada percepción
global del Evangelio, factor indispensable para la exégesis de textos del
Nuevo Testamento.
EVANGELIO E HISTORIA
A simple vista puede parecer que son escasos los pasajes poéticos en e
NT. Con excepción de los cánticos de María (Le, 1:46-55), de Zacarías (Lc.
1:68-79) y de Simeón (Le, 2:29-32), no es fácil descubrir textos que no
sean prosa. Sin embargo, aunque la poesía se halla en el pensamiento más
que en la fonética como vimos al estudiar la poesía hebrea-, los hay, y el
exegeta debe estar en condiciones de reconocerlos para interpretarlos
adecuadamente. Ralph P. Martin, en su trabajo sobre «Accesos a la
exégesis del Nuevo Testamento» 13 hace un valioso análisis de las formas
hímnicas y poéticas que puede guiamos en el estudio de las mismas.
Siguiendo parcialmente su esquema, destacamos:
1. EL PARALELISMO ANTITÉTICO.
LOS EVANGELIOS
INTRODUCCIÓN
PROPÓSITO
1. CONCISIÓN NARRATIVA.
1. PREPONDERANCIA DE LA ACCIÓN.
1. FONDO UNIVERSALISTA.
En varios pasajes se evidencia la visión amplia que el autor tenía del
alcance del Evangelio. Traspasando los límites del judaísmo, muestra la
gracia de Dios hacia todos sin discriminación de ningún tipo. El cántico de
los ángeles anuncia la buena voluntad de Dios para con los hombres en
general, no solamente para el pueblo de Israel (2:14); Simeón exalta a
Cristo como «luz para revelación a los gentiles» (2:32); la cita de Isaías
aplicada a Juan el Bautista se prolonga hasta «verá toda carne la salvación
de Dios» (3:6); la genealogía de 3:23-38 se remonta no hasta Abraham,
como la de Mateo, sino hasta Adán, cabeza de toda la humanidad; los
samaritanos aparecen en un plano muy superior a aquel a que habían sido
relegados por los judíos (9:54; 10:33; 17: 16); se registran dos episodios
del Antiguo Testamento que ilustran facetas muy positivas de personas
no israelitas: la viuda de Sarepta y Nahamán (4:25-27); la gran comisión
aquí coincide con Mateo-- ha de llevar la Iglesia «a todas las naciones»
(24:47).
2. PROMINENCIA DE LA MISERICORDIA DE JESÚS.
Las alusiones al Espíritu .de Dios, más frecuentes, que en los otros
sinópticos, hacen referencia a la relación del Espíritu con Cristo por un
lado ya su obra en los discípulos por otro. El Espíritu es el agente divino
en la concepción de Jesús (1:35); es quien conduce a Jesús al desierto,
donde había de ser expuesto a la tentación (4: 1); le capacita para realizar
su ministerio (4:14) y para gozarse en la comunión con el Padre (10:21-
22). A su vez, el Espíritu Santo es el don de Dios a quienes se lo piden (11:
13); gula a los discípulos cuando han de testificar en circunstancias
difíciles (12:1.2~ y los reviste de poder para el cumplimiento de su obra
misionera (24:49).
5. REALCE DE LA ORACIÓN.
Una de las formas del gnosticismo incipiente. Para los docetas, dado
que todo lo material incluido e cuerpo humano- es intrínsecamente malo,
era Imposible que Cristo se hubiese hecho realmente «carne», es decir,
que hubiese asumido íntegramente la naturaleza humana.
Pero esto es precisamente lo que Juan afirma con énfasis singular (l:
14) y corrobora dando especial relieve a los rasgos humanos de Jesús
(2:1; 4:6; 11:33; 19:28).
1) Prólogo (1:1-18).
2) Ministerio público, que se inicia en relación con Juan el Bautista (I:
19 - 12:50).
3) Ministerio de instrucción y aliento entre los discípulos (13-17).
4) Pasión muerte y resurrección de Jesús (18-21).
B) COMBATIR EL ANTICRISTIANISMO JUDÍO.
Según esta teoría, Juan conocía los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas
y advirtió omisiones que consideró importantes. Ello le movió a escribir el
suyo, independientemente de los anteriores, con objeto de suplir lo que
faltaba, armonizar o concretar algunos detalles y completar así la
enseñanza apostólica con miras a hacer más efectiva la labor catequética.
Cualquiera que sea la parte de verdad que en estas teorías pueda haber,
ninguna de ellas puede ocultar el lugar principal en el objeto de Juan, el
cual, como hemos visto, nos es dado clara y explícitamente por el propio
autor. Y si tal objeto es bien comprendido, como colige B. F. Westcott, «se
hace innecesario discutir los diferentes propósitos especiales.
La narración no es en su designio expreso ni polémica, ni
suplementaria, ni didáctica, ni armonizadora; y, sin embargo, es todo esto,
porque es la madura expresión de la experiencia apostólica perfeccionada
por la enseñanza del Espíritu Santo en la propia vida del escritor y en la
vida de la Iglesia».
CARACTERÍSTICAS
1. CRISTOLOGÍA.
LA PERSONA DE JESUCRISTO
INTRODUCCIÓN
Pese a que en más de una ocasión fue retado a ello, Jesús siempre
rehusó la utilización de su poder para librarse del sufrimiento y de la
muerte (Lc, 4:1-4; 23: 35, 37) o para exhibir su grandeza (Mt. 4:5, 7; Mr. 8:
11, 12). Incluso cuando obraba en beneficio de otros, encargaba
encarecidamente silencio respecto a las maravillas que habían visto.
4. DIGNIDAD Y CONGRUENCIA CON EL CARÁCTER DE JESÚS.
LAS PARÁBOLAS
INTRODUCCIÓN
LA PROÉCIA Y SU INTEERPRETACIÓN
INTRODUCICIÓN
PROFECIAS MESIANICAS
INTRUDUCCIÓN
La profecía mesiánica tiene por su magno objeto el glorioso
reinado de Dios entre los hombres, el consiguiente derrocamiento
del mal y la exaltación y bienaventuranza de un pueblo que le
obedece y ama la justicia. Este género de profecía constituye un
aspecto especial de la revelación profética del Antiguo Testamento y
aparece bajo dos formas: primera, una representación impersonal
de un futuro reino de poder y de justicia, en el cual la humanidad
alcanza su mayor bien; y, segunda, el anuncio de una persona, el
Ungido, con quien se relaciona todo el triunfo y la gloria. De acuerdo
con esto existen profecías mesiánicas en las que no se menciona la
persona de Cristo y otras en las cuales todo el énfasis se coloca sobre
su nombre representándosele como la causa eficiente de toda la
gloria.
La profecía mesiánica debe estudiarse bajo sus dos aspectos, el divino y
el humano. Contemplada como parte del propósito y plan divinos de
redención, aparece en el curso de la historia sagrada como una serie
progresiva de revelaciones especiales, desarrollándose gradualmente en
más y más claridad a medida que transcurren los siglos. La reconocemos
en el proto evangelio (Gen 3:15), en las promesas a Abraham, (Gen 12:3 ;
17:6; 18:18; 22:18) , en las palabras proféticas de Jacob (Gen 49:10) y en
la promesa de un profeta como Moisés (Deut. 18:15, 18) . Tomó forma
más distinta en conexión con las palabras de Nathan a David (2 Sam. 7:12-
16) y después el rey y el reino de justicia se destacan en los Salmos y los
Profetas.
En la interpretación de profecías mesiánicas encontramos dos escuelas
de extremistas.
Una insiste en la interpretación literal de casi cada pasaje y, por
consiguiente, tiende, por necesidad lógica, a la enseñanza de una futura
restauración temporal de los judíos a Jerusalén, la reedificación del
templo y la renovación del ritual y culto hebreos. El otro espiritualiza
todas las formas de enseñanza profética hasta un punto tal que apenas
permite ninguna verdadera interpretación histórica. A fin de obtener una
exposición fiel y satisfactoria debemos aprender a distinguir, con
razonable claridad, entre las formas del lenguaje y el gran pensamiento
predominante entre las imágenes, de la alusión histórica y metafórica y
los contenidos esenciales de una profecía.
Qué parte de una profecía sea mera forma y que parte sea la idea
esencial, es cosa que se verá mejor, mediante una comparación y cotejo de
un número de profecías similares. Esto es tan cierto tratándose de
profecías mesiánicas coma tratándose de otras grandes predicciones.
Nuestros principios pueden ser suficientemente ilustrados mediante la
atención que prestemos a las cinco notables profecías mesiánicas que
aparecen en los primeros doce capítulos de Isaías. El orden cronológico
de estas y de otras profecías del hijo de Amoz parece haber sido sometido
a cierto orden lógico, como si al editar y arreglar los varios oráculos
estuviese regido por el propósito de exhibir una serie orgánica. En esta
simple serie descubrimos un marcado progreso de pensamiento pasando
de lo que al principio es amplio y relativamente indefinido, a lo que es
más específico y personal.
EL MONTE DE LA CASA DE JEHOVÁ
EL APOCALIPSIS DE JUAN
INTUDUCCIÓN
LA INTERPRETACIÓN GRAMATICAL.
INTRODUCCIÓN.
La Biblia fue escrita en lenguaje humano y, por tanto, debe ante todo ser
interpretada
correctamente, se debe estar familiarizado con los significados que las palabras
adquieren en el curso del tiempo, y con el significado en el cual las usan los
autores bíblicos. Es muy importante entender este punto. Podría pensarse que se
puede lograr fácilmente esto consultando algún buen diccionario lexicográfico, el
cual ofrecería, por lo general, tanto el significado original como los
significados derivados de las palabras, y generalmente señalaría el significado de
su uso en cada pasaje determinado. Para la mayoría de casos, consultar un
diccionario lexicográfico nos ofrecería información perfectamente verídica. Al
mismo tiempo, se debe tener presente que no podemos confiar con absoluta
certeza en dichos diccionarios, especialmente cuando tratan con detalles
particulares.
Si el intérprete tiene alguna razón para dudar del significado de una palabra, tal
como aparece en el diccionario lexicográfico, tendrá que investigar por sí mismo.
Tales trabajos son sin duda muy fructuosos, pero en extremo difíciles, por causa
de que:
a Del hebreo: ( ָח ָט אpecar); ( ָאָב הestar dispuesto); ( ַצ ִּד יקpersona justa o piadosa); ָק ָה ל
(asamblea,
Pero no importa cuán difícil pueda ser esta tarea, no debe disuadir al intérprete.
De ser necesario, debe realizar por sí mismo un estudio completo de la palabra, y
la única manera para hacerlo es por el método inductivo. Será de su
incumbencia;
(a) buscar con la ayuda de una concordancia hebrea o griega los lugares en que
se menciona tal palabra;
(b) determinar el significado de la palabra en relación con cada uno de los
pasajes en que ocurre, y
(c) hacer esto por medio de ayuda interna más bien que externa. Los diversos
significados de una palabra irán apareciendo poco a poco, a medida
que avanzamos en nuestro estudio. El intérprete debe precaverse, sin embargo,
de formular conclusiones precipitadas, y nunca debería basar su inducción en una
sola parte del material que existe al respecto.
Las denominadas hapax legomena constituye una dificultad especial. Puede ser
de dos clases:
(a) absoluta, cuando una palabra se encuentra sólo una vez en toda la literatura
conocida; y (b) relativa, cuando se encuentra una sola vez en la Biblia. La primera
es particularmente difícil para el intérprete.
Todo lenguaje contiene sinónimos y antónimos. Las palabras sinónimas son las
que tienen el mismo significado o bien concuerdan en uno o más de
sus significados, aunque difieran en otros. A menudo concuerdan en su significado
fundamental, pero dan expresión a diferentes aspectos del mismo. El uso de los
sinónimos sirve para embellecer el lenguaje, ya que permite al autor variar sus
expresiones. Además, enriquece el lenguaje permitiendo expresar de un modo
más minucioso los diversos matices y aspectos de cualquier idea.
Las lenguas en que fue escrita la Biblia son ricas en sinónimos y en expresiones
sinónimas. Es
resucitado le preguntó al desanimado Pedro sobre su amor hacía él, empleó dos
palabras: agapaōy fileō. Trench nos da la distinción entre ambas con las
siguientes palabras: «La primera expresa un apego más razonable en cuanto a lo
que se elige y selecciona, significando que el objeto elegido es digno de dicha
consideración; o también, en el significado de que la persona es digna de tal
aprecio, pues es un benefactor, o algo parecido. Mientras que la segunda, sin que
con ello se le considere necesariamente como un apego irrazonable, da menos
razón de sí misma, es más bien un afecto instintivo de los sentimientos o afectos
naturales, e implica mayor pasión». La primera, basada sobre la admiración y el
respeto, es un amor controlado por la voluntad y de carácter duradero; mientras
que la última, basada en el afecto, es un amor impulsivo y susceptible a enfriarse
fácilmente. Pues bien, cuando el Señor pregunta a Pedro: «¿Me amas?», usa la
primera palabra agapaō. Pero Pedro no se atrevió a responder afirmativamente a
la pregunta de que si amaba al Señor con un amor permanente, capaz de los
mayores triunfos en los momentos de tentación. Así que al responder, empleó la
palabra fileō. El Señor repite la pregunta y Pedro responde de la misma manera.
Entonces el Salvador desciende al nivel de Pedro y en la tercera pregunta usa la
segunda palabra, como si dudara aún del filein de Pedro. No es extraño que éste
se entristeciera y apelara al conocimiento omnisciente del Señor.
Estos ejemplos bastan para probar la gran importancia del estudio de los
sinónimos. Aquí se abre un interesante campo de estudio al intérprete. Pero
precisamente porque este estudio es tan fascinante, puede ser también peligroso.
Las palabras sinónimas tienen un significado especial, a la vez que general, y el
expositor no debería proceder sobre el principio de que, en todas partes donde se
empleen tales palabras, se puede hacer énfasis sobre su significado distintivo;
pues, si así lo hace, puede encontrarse enfrascado en toda clase de
interpretaciones caprichosas e imaginarias. El contexto en que se halla la palabra,
los predicados que se le atribuyen y los modificativos que se añaden, todo esto
debe determinar si una palabra ha de ser entendida en su significado general o
especial. Solamente en el caso de que dos o tres expresiones sinónimas se
encuentren en el mismo pasaje, es razonable suponer que hay algún significado
especial entre ellas que requiere atención.
a Antiguo Testamento: ֵע ָד הy ָק ָה ל, Levítico 4:13; ַח ָּט את, ָע ֹוןy ֶּפ ַׁש ע, Salmo 32:5; ַּד לy
ֶא ְב יֹון, Proverbios
Tesalonicenses 2:9.
La palabra griega sarks puede significar: (a) la parte sólida del cuerpo, excepto
los huesos (1 Co. 15:39; Lc. 24:39); (b) toda la sustancia del cuerpo, cuando es
sinónima desoma (Hch. 2:26; Ef. 2:15; 5:29); (c) la naturaleza animal o sensual
del hombre (Jn. 1:13; 1 Co. 10:18); y (d) la naturaleza humanadominada por el
pecado, aquella que es sede y medio de los deseos pecaminosos (Ro. 7:25; 8:4–9;
Gá. 5:16, 17). Si un intérprete atribuyera todos estos significados a la palabra
sarks que se encuentra en Juan 6:53, atribuiría, en un significado ético, pecado a
Cristo, a quien la Biblia nos lo presenta carente de pecado.
La palabra hebrea nakar significa: (a) no saber, ser ignorante; (b) mirar alguna
cosa como extraña o poco conocida; y (c) saber, o estar familiarizado con alguna
cosa. Los significados primero y tercero son opuestos. De ahí resulta
perfectamente claro que si un expositor tratara de combinar estos
diversos significados en la interpretación de un mismo pasaje, como Génesis 42:8,
se perdería el contraste que dicho texto contiene, y el resultado de tal
interpretación sería el más absoluto absurdo.
PRECEDENTE.
a. Algunas veces una palabra se usa en su significado más amplio, de tal modo
que incluye sus significados especiales, aunque estos no se enfaticen. Cuando en
Juan 20:21, Jesús les dijo a sus discípulos: «Paz a vosotros», quiso decir paz en el
significado más amplio de la palabra, es decir, paz con Dios, paz con la
conciencia, paz los unos con los otros, etc. Y cuando en el capítulo 53:4,
Isaías dijo: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades», sin duda alguna se
quiso referir a las enfermedades espirituales de las que el Siervo del Señor libra a
su pueblo. Pero en Mateo 8:17 se nos dice que esta palabra fue cumplida en el
ministerio de sanidad de Cristo. La frase de Isaías significa, por tanto, no sólo que
el Siervo del Señor libró a su pueblo de los males espirituales, sino también de
sus consecuencias físicas.
b. Hay también casos en que el significado especial de una palabra incluye otro,
sin hallarse en conflicto con el propósito y relación del pasaje en el cual se
encuentra. Bajo tales circunstancias, es
perfectamente legítimo unir los dos significados. Cuando Juan el Bautista dice:
«He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo», emplea una palabra
(airo) que significa: (1) tomar, recoger, y (2) quitar. En este pasaje predomina
claramente este último significado; pero naturalmente incluye también el otro.
Jesús no hubiera podido quitar nuestro pecado, sin haberlo él mismo recogido.
Normalmente, el autor no usará una palabra con dos o tres significados distintos
dentro de un mismo pasaje. Esto generaría confusión. Sin embargo, hay unas
pocas excepciones a esta regla. En unos pocos pasajes, ciertas palabras se repiten
con un cambio de significado; pero dichos casos son tan poco comunes que
apenas existe el peligro de interpretarlos mal. El carácter del contexto
hace suficientemente claro que la palabra no tiene el mismo significado en ambos
casos. Los siguientes ejemplos bastarán para ilustrar esta regla: Mateo 8:22:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos»; Romanos 9:6: «Pues no todos los
de Israel son Israel» (traducción literal); 2 Corintios 5:21: «Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él».
Nadie conoce mejor el significado de una palabra que su propio autor. Los
siguientes ejemplos nos aclaran esto: Génesis 24:2: «Y dijo Abraham a un criado
suyo, el más viejo de su casa», a lo cual añade el escritor a modo de
explicación: «que era el que gobernaba todo lo que tenía». 2 Timoteo 3:17: «A fin
de que el hombre de Dios sea perfecto», y se explica con: «enteramente
preparado para toda buena obra». Hebreos 5:14: «Pero el alimento sólido es para
los que han alcanzado madurez» (o los perfectos), lo cual se explica con
la siguiente frase: «para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal».
MUTUAMENTE.
IMPORTANTE.
b. Las metonimias también son numerosas en la Biblia. Esta figura, así como la
sinécdoque, se basa en una relación, más que en una semejanza. En el caso de la
metonimia, esta relación es más bien mental que física, se usa para relaciones de
causa y efecto, progenitor y posteridad, sujeto y atributo, signo y cosa significada.
Pablo dice en 1 Tesalonicenses 5:19: «No apaguéis al Espíritu», queriendo
referirse a las manifestaciones especiales del Espíritu (la causa por el efecto).
Cuando en la parábola del rico y Lázaro, Abraham dice: «A Moisés y a los profetas
tienen», Lucas 16:29, naturalmente se refiere a sus escritos (la causa por el
efecto). En Isaías 22:22, «la llave de la casa de David» indica la idea de
control sobre la casa real. La circuncisión recibe el nombre de pacto en Hechos
7:8, porque era la señal del pacto (el objeto de la señal por la señal misma).
Es de vital importancia que el intérprete sepa cuándo una palabra se usa según su
significado figurado o literal. En el relato de los Evangelios, notamos que los
judíos e incluso los discípulos de Jesús, a menudo erraban desastrosamente al
interpretar de un modo literal lo que el Señor decía en forma figurada. Véase Juan
4:11, 32; 6:52; Mt. 16:6–12. Incluso, no haber podido entender el lenguaje
figurado que el Señor usó cuando dijo: «Esto es mi cuerpo», se convirtió en una
profusa fuente de división entre las iglesias de la Reforma. Por tanto,
es importantísimo que el intérprete llegue a tener certeza en este punto. Las
siguientes consideraciones pueden ayudarle a decidir la cuestión.
a. Hay ciertos escritos en los que el uso del lenguaje figurado es imposible a
priori. Entre tales escritos se encuentran las leyes y toda clase de medios legales,
escritos históricos, obras estrictamente filosóficas y científicas, y confesiones de
fe. Tales escritos tienen el propósito principal de ofrecer la mayor precisión y
claridad posible, y en ellos la belleza de lenguaje es una consideración
secundaria.
Sin embargo, es necesario tener presente que la prosa de los orientales es mucho
más figurativa que la de los pueblos occidentales.
b. Hay una antigua y repetida regla hermenéutica que afirma que se debe
entender toda palabra según su significado literal, a menos que tal interpretación
literal implique una manifiesta contradicción o absurdo. Debe observarse, sin
embargo, que en la práctica esta regla no va más allá que apelar al criterio
racional de cada individuo. Lo que parece absurdo e improbable a uno, puede ser
considerado como perfectamente simple y razonable para otro.
c. Los medios más importantes para determinar si una palabra se usa en forma
literal o figurada, son los recursos internos antes referidos. El intérprete debe
sujetarse estrictamente al contexto inmediato, teniendo en cuenta los
modificativos que acompañan a una palabra, el carácter del sujeto de la oración y
los predicados que se le atribuyen, el paralelismo (si lo hay) y los pasajes
paralelos.
BIBLIA.
El autor ofrece una generalización muy extrema de las culturas del Cercano
Oriente y del Occidente.
claramente del pasaje en Apocalipsis 16:15, donde leemos: «He aquí, yo vengo
como ladrón». El contexto ayudará a determinar en cada caso hasta dónde debe
aplicarse la figura.
c. En relación con el lenguaje figurado que se refiere a Dios y a las cosas eternas,
el intérprete debe tener en cuenta que todas las figuras ofrecen una expresión
muy inadecuada de la realidad perfecta. Se dice que Dios es Luz, Roca, Fortaleza,
Torre Alta, Sol y Escudo. Todas estas figuras aportan alguna idea de lo que Dios
es para su pueblo; pero ninguna de ellas, ni todas ellas en conjunto, dan una idea
completa de lo que es Dios. Y cuando la Biblia representa a los redimidos vestidos
con el ropaje de salvación o de justicia, coronados con la corona de la vida,
llevando palmas de victoria, las figuras dan alguna idea de la gloria futura de
ellos, aunque sea muy imperfecta.
Ejercicio: ¿Qué figuras han usado los escritores en los siguientes pasajes y cómo
deben ser interpretadas?
Génesis 49:14; Números 24:21; Deuteronomio 32:40; Job 34:6; Salmo 26:6; Salmo
46:9; Salmo 108:9; Eclesiastés 12:3, Jeremías 2:13; Jeremías 8:7; Ezequiel 7:27;
Ezequiel 23:29; Zacarías 7:11; Mateo 3:5; Mateo 5:13; Mateo 12:40; Romanos 6:4;
1 Corintios 5:7–8.
Los puntos que merecen consideración aquí son: (1) los modismos y figuras de
pensamiento; (2) el orden de las palabras de una oración; (3) el significado
especial de los diversos casos y preposiciones; (4) la conexión lógica de las
distintas cláusulas y oraciones, y (5) el desarrollo del pensamiento a lo largo de
todo el pasaje.
Testamento ocurren juntas las palabras lo’ kol deben traducirse no todo(s); pero
cuando son separadas por palabras intermedias, deben traducirse, ninguno, nada.
Sería un gran error traducir el Salmo 143:2:
«No todo ser viviente será justificado en tu presencia», aunque sea ésta la
traducción literal. El significado claro es: «ningún ser viviente será justificado en
tu presencia». Véase también Salmo 103:2.
(4) El zeugma consiste en dos sustantivos a los cuales se aplica un solo verbo,
pese a que solamente uno de ellos (por lo general el primero) concuerda con el
verbo. Por ejemplo, Pablo dice literalmente en 1 Corintios 3:2: «Os di a beber
leche, y no alimento sólido». Y en Lucas 1:64 se dice literalmente de Zacarías:
«Inmediatamente fue abierta su boca y su lengua». Al suplir el traductor o el
intérprete las palabras que faltan, debe tener mucho cuidado en que éstas no
modifiquen el significado de la frase.
c. Otras figuras tienen por objeto suavizar una expresión. La razón de ellas suele
ser la delicadeza del autor o un sentimiento de modestia.
(2) La litotes. Afirma una cosa por medio de negar lo opuesto a ella. Así leemos
que el salmista exclama: «Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios» (Sal. 51:17). Isaías dice: «No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo
que humeare (Is. 42:3).
d. Finalmente, hay figuras que dan más agudeza a una expresión o la fortalecen.
Éstas suelen ser el resultado de una justa indignación o de una imaginación muy
viva.
«El orden de las distintas palabras de una oración», dice Winer, «es determinado
generalmente por el orden en el cual se han formado los conceptos, y por la más
íntima relación que algunas partes de la oración tienen entre sí». Ocurre
con frecuencia, sin embargo, que los escritores bíblicos, por una razón u otra, se
apartan del orden. En algunos casos lo hacen para lograr efectos retóricos; en
otros, para poner ciertos conceptos en más estrecha relación con otros. En
algunos casos el deseo de dar énfasis a una palabra les induce a tal transposición.
Tales casos son de particular importancia para el intérprete. El contexto
revelará, generalmente, la razón del por qué se ha producido dicho cambio.
En la lengua hebrea, el orden de una oración verbal es: predicado, sujeto y objeto.
Si en una oración como ésta, el complemento u objeto va primero, o el sujeto es
puesto al principio o al fin, es altamente probable que dicho complemento directo
o sujeto sea enfático. El primer lugar es siempre el más importante en la oración,
pero la palabra enfática puede también ocupar el último lugar. Harper nos ofrece
las siguientes variaciones del orden sintáctico normal:
(b) Objeto, sujeto y predicado, orden que también da énfasis al objeto (Gn. 37:16).
(c) Sujeto, objeto y predicado, lo cual coloca el énfasis sobre el sujeto (Gn. 17:9).
En las oraciones nominales, que describen una condición más bien que una
acción, el orden normal es: sujeto y predicado, toda vez que el predicado sea un
nombre. El orden regular se encuentra, por ejemplo, en Deuteronomio 4:35:
«Jehová (él) es Dios». Pero en Génesis 12:13, el autor se aparta del orden normal:
«Di, te ruego, mi hermana eres». Aquí el predicado se hace enfático.
Pero la lengua hebrea tiene todavía medios más efectivos para indicar un énfasis.
En cuanto a esto, el uso del infinitivo absoluto es bastante conocido que no
necesita ilustración. Si el hebreo quiere enfatizar a un sustantivo, lo coloca como
absoluto al principio de la oración, para representarlo después, en su propio
lugar, mediante un pronombre. Por ejemplo, Génesis 47:21 literalmente dice:
«… al pueblo, pasar hízolo». Lo mismo sucede en el Salmo 18:30, que dice
literalmente: «Dios, perfecto es el camino de él». Algunas veces una idea se
expresa primeramente por medio de un pronombre y luego un sustantivo la
resume, como en Josué 1:2: «… a la tierra que yo les doy, a los hijos de Israel».
(1) Modal. Mateo 19:22: «… se fue, estando triste»; y en Hechos 2:13: «… otros,
burlándose, decían».
(2) Causal: Hechos 4:21: «… les soltaron, no hallando nada» (porque no hallaron
motivo alguno).
(4) Concesiva: Romanos 1:32: «Los cuales conociendo el juicio de Dios (pese a
que lo conocen), no sólo hacen tales cosas …».
(a) «Si la acción del participio antecede a la del verbo, el participio por lo general
precede al verbo, pero no de un modo invariable. Tal participio comúnmente se
hallará en el tiempo griego aoristo, aunque ocasionalmente en el tiempo
presente».
(b) «Si la acción del participio es simultánea con la del verbo, puede preceder o
seguir al verbo (más frecuentemente lo último). El participio estará por supuesto
en tiempo presente». (Esta afirmación de Burton necesita ser corregida, ya que
hay muchos casos en el Nuevo Testamento en que el participio aoristo denota una
acción simultánea o coetánea con la del verbo principal. Compárese Mt. 22:1 y
Hch. 10:33).24
(c) «Si la acción del participio es posterior a la del verbo principal, casi siempre
se rige por la acción del verbo; el tiempo del participio es entonces determinado
por la idea de la acción en lo que se refiere a su progreso». (Pero realmente no
hay pruebas para hablar de un aoristo de acción posterior).25
b. La relación que las conjunciones indican. Los medios principales para conectar
cláusulas y oraciones, son las conjunciones. Éstas nos indican con claridad y
estrictez la relación lógica que los pensamientos guardan entre sí. Su valor como
herramientas interpretativas crece en la medida que logren ser más precisas.
Pero mientras más significados tengan, más difícil será poder determinar la
relación precisa que indican. La conjunción hebrea vav, que sirve como conjuntio
generalis, es de poca ayuda. Otra dificultad proviene del hecho de que en ciertos
casos, aparentemente se usa una conjunción en lugar de otra.
La conjunción joti , sirve para introducir tanto una oración causal como una
objetiva, y esto suscita la interrogante de si debe traducirse «porque» o «pues».
Generalmente el contexto resuelve la interrogante. La diferencia es mínima si se
traduce de uno u otro modo en Juan 7:23, pero es diferente Sin embargo, el lector
deberá consultar otras obras de referencia más contemporáneas.
Aunque es verdad que los autores bíblicos se apartan, a veces, del uso ordinario
de una
Testamento.
(4) Una parábola similar puede indicar el asunto que ha de ser ilustrado en el
caso de otra. Compárese Lucas 15:3ss. con Mateo 18:12ss. El versículo 14 de
Mateo 18 contiene una indicación valiosa.
(5) En muchos casos, sin embargo, el intérprete tendrá que descubrir el propósito
de la parábola estudiando cuidadosamente el contexto.
revelar y ocultar la verdad, deberá ser analizada cuidadosamente, con todos los
detalles geográficos,
Explique los genitivos y dativos que se encuentran en los siguientes pasajes: Gn.
47:43; 1 R. 10:9; Pr. 20:2; Ro. 1:17; 10:4; Col. 2:18; Ro. 8:24.
¿Cómo se relacionan el participio y el verbo finito en 1 Co. 9:19; 11:29; Mt. 1:19;
27:49; Lc. 22:65 y Hch. 1:24?
¿Cuál es el significado de las siguientes conjunciones griegas: kai, en Mt. 5:25; Jn.
1:16; 1 Co. 3:5;alla , en 1 Co. 15:35; 2 Co. 11:1;joti , en Mt. 5:45; Jn. 2:18; gar, en
Mt. 2:2; Jn. 9:30; de, en 1 Co. 15:13; 4:7; jina en Jn. 4:36; 5:20; Ro. 11:31; 1 Ts.
5:4.
La cuestión aquí es cuál sería el mejor método para descubrir el objetivo especial
de cada pasaje.
En Romanos 11:14, Pablo les dice a sus lectores por qué se dirige a los gentiles en
aquella porción particular de su escrito, y prosigue a explicarles que Dios los ha
adoptado. Pero en la mayoría de los casos el objetivo especial no se señala y el
intérprete encontrará necesario leer y releer toda una sección, juntamente con el
contexto que precede y que le sigue, a fin de descubrir tal propósito que tenía en
mente. Muchas veces la conclusión a la cual llega el autor en la conexión,
mostrará el propósito que tenía en mente. Esto es particularmente cierto en los
escritos de Pablo, en los cuales predomina el razonamiento lógico. Véase
Romanos 2:1; 3:20, 28; 5:18; 8:1; 10:17; Gálatas 3:9; 4:7, 31.
Además, será muy beneficioso que el intérprete note cuidadosamente qué fue lo
que ocasionó la argumentación de cierta sección. Recordemos que la ocasión que
motivó un pasaje va de la mano con su propósito. Por ejemplo, entenderemos
mucho mejor qué propósito tenía Pablo cuando escribió el pasaje clásico respecto
a la humillación y exaltación de Cristo en Filipenses 2:6–11, cuando lo estudiemos
a la luz de lo que precede en los versículos 3 y 4. Allí el apóstol amonesta a los
filipenses:
«Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando
cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo
suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros». Luego prosigue: «Haya,
pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús …», con lo cual
hace evidente que desea presentar a Cristo a los filipenses como aquel que
se humilló a sí mismo para servir a los demás; que no procuró exclusivamente su
propio bien, sino el de los otros; y que por medio de su más profunda humillación
ascendió a la excelsa gloria.
2. LA CONEXIÓN.
Ningún énfasis será suficiente para hacer ver lo importante que es tener en
cuenta lo precedente y lo que sigue, la conexión cercana y remota de un pasaje.
Es la conditio sine que non de toda sana exégesis. Y, sin, embargo, esto se olvida
con mucha frecuencia, especialmente por aquellos que usan la Biblia como una
colección de textos de prueba. La división del contenido de la Escritura
en capítulos y versículos es siempre perjudicial a este concepto. En consecuencia,
muchos pasajes de la Biblia han sido mal interpretados a lo largo del tiempo y
estos vicios han pasado de generación a generación. Los siguientes pasajes
pueden servir de ejemplo: Proverbios 28:14; 31:6; Jeremías 3:14b.; Zacarías 4:6b.;
Mateo 4:4b.; 10:19; 2 Corintios 3:6b. Ninguna interpretación que descuide la
conexión que un pasaje tiene con su contexto merece el nombre de «exégesis».
(a) Puramente histórico. Cuando un relato histórico sigue a otro con el cual está
relacionado genética e ideológicamente (Mt. 3:13–17; 4:1–11).
f. El intérprete debe aceptar con satisfacción las explicaciones que los mismos
autores ofrecen de sus propias palabras o de las palabras de los interlocutores, a
quienes introducen en el contexto. No es necesario que afirmemos que son ellos
los mejor calificados para hablar con autoridad a este respecto.
Ejemplos de tales interpretaciones se encuentran en Juan 2:21; 7:29 y 12:33;
Romanos 7:18; Hebreos 7:21.
Al usar este método, el expositor debe precaverse contra dos errores. Por un
lado, el de creer que cada una de las cláusulas paralelas tiene un significado
totalmente distinto una de la otra. Éste es el extremo al que llegaron algunos de
los antiguos intérpretes, ya que consideraban como impropio de la sabiduría del
Espíritu Santo que repitiera los mismos sentimientos o pensamientos. Por el otro
lado, debe evitar la suposición de que tal paralelismo es mera tautología,
conteniendo los miembros paralelos exactamente la misma idea. Es erróneo
pensar que hay completa identidad de significado entre los miembros de un
paralelismo sinónimo, o un contraste perfecto entre los miembros de un
paralelismo antitético. Con respecto al primero, Davidson hace notar con razón:
«Algunas veces un miembro expresa de un modo general, lo que el otro declara de
una manera particular, o viceversa.
En uno puede aparecer el género, y en el otro la especie; el uno expresa una cosa
afirmativamente, el otro negativamente; el uno figuradamente, el otro
literalmente; el uno hace una comparación, el otro contiene su aplicación; el uno
expresa un hecho, el otro la manera en que ocurrió».30
Unos pocos ejemplos pueden servirnos para ilustrar el uso del paralelismo. En el
Salmo 22:27
1. LIBROS.
***
LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA.
INTRODUCCIÓN
A. Definición y explicación.
Este estudio nos lleva a una nueva división de la Hermenéutica. Es verdad, dice
Davidson: «Que la interpretación gramatical y la histórica, rectamente
comprendidas, son sinónimas. Las leyes especiales de la gramática, en
conformidad con las cuales los escritores sagrados usaron el lenguaje,
fueron resultado de sus propias circunstancias particulares, y tan solo la
disciplina histórica podrá hacernos retroceder hasta aquellas circunstancias».
Pero aunque es sin duda un hecho que ambas se hallan estrechamente
entretejidas y no pueden ser del todo separadas, es necesario mantenerlas
separadas y distintas en nuestra discusión.
d. Además, tendrá que trasladarse mentalmente al siglo que vio nacer el escrito y
a sus condiciones orientales. Tiene que ponerse él mismo en el lugar del autor y
tratar de penetrar en su misma alma, como si él estuviera viviendo su vida y
pensando sus pensamientos. Esto significa que tendrá que evitar cuidadosamente
el error, bastante común, de trasladar al autor al tiempo presente y hacerle hablar
el lenguaje del siglo XX. Si no evita esto, correrá el peligro, como lo expresara
McPheeters, de que «la voz que oiga sea meramente el eco de sus propias ideas».
1. ¿QUIÉN ES EL AUTOR?
El mejor medio para conocer a las personas es asociarse con ellas. Del mismo
modo, la manera más efectiva para conocer a un autor es estudiar sus escritos
diligentemente, y poner particular atención a sus toques personales y
observaciones incidentales que tengan que ver con su vida y carácter.
Quien quiera conocer a Moisés, debe estudiar el Pentateuco, particularmente sus
últimos cuatro libros y poner especial atención en pasajes como Éxodo 2–4; 16:15–
19; 33:11; 34:5–7; Números 12:7, 8; Deuteronomio 34:7–11; Hechos 7:20–35; y
también Hebreos 11:23–29. Estos pasajes bíblicos aclaran la identidad del
mediador del Antiguo Pacto, su liberación providencial, sus ventajas
educacionales y su ardiente amor por su pueblo en desgracia. Además lo retratan
claramente como el hombre que, aunque impulsivo y asertivo en su juventud,
aprendió a ser humilde y paciente durante un largo período de espera; un hombre
que titubeaba en encargarse de una empresa muy grande, y sin embargo,
bien calificado para ser líder; de grandes alcances intelectuales, pero de carácter
humilde; un hombre a quien su pueblo calumnió y de quien abusó
considerablemente, pero que amó a los suyos con un amor ardiente y
desinteresado, soportando sus reproches con gran paciencia. En resumidas
palabras, un héroe de la fe.
Para conocer a Pablo será necesario leer su historia según la relata Lucas, y
también sus epístolas.
Debe ponerse especial atención a pasajes como Hechos 7:58; 8:1–4; 9:1, 2, 22, 26;
26:9; 13:46–48; Romanos 9:1–3; 1 Corintios 15:9; 2 Corintios 11; 12:1–11; Gálatas
1:13–15; 2:11–16; Filipenses 1:7, 8, 12–18; 3:5–14; 1 Timoteo 1:13–16. En estos
pasajes la figura de Pablo aparece como producto, en parte de la diáspora, en
parte de la escuela rabínica de Gamaliel. Hombre totalmente versado en
la literatura judía, que tenía el coraje de sus convicciones; escrupuloso
perseguidor de la Iglesia, pero también verdadero penitente convertido, dispuesto
a confesar el error de su camino; un leal siervo de Jesucristo, ansioso de emplear
su vida en el servicio de su Señor; ardiendo de celo por la salvación de sus
parientes carnales, pero también lleno del mismo infatigable celo y oración para
la salvación de los gentiles; un hombre dispuesto a negarse a sí mismo para que
Dios pudiera recibir toda la gloria por medio de Jesucristo.
2. ¿QUIÉN ES EL INTERLOCUTOR?
Otra cuestión oportuna es: ¿quién es el interlocutor que aparece en el libro? Los
autores bíblicos introducen a menudo interlocutores en sus escritos, y es de vital
importancia que el expositor distinga escrupulosamente entre las palabras del
autor y las de aquellas personas que intervienen en la narración. En los libros
históricos la línea de demarcación es generalmente tan clara que no puede haber
confusión en cuanto a esto; sin embargo, hay algunas excepciones. Por ejemplo:
Es bastante difícil determinar si las palabras que hallamos en Juan 3:16–21 fueron
dichas por Jesús a Nicodemo, o si son una adición explicativa de Juan. En los
profetas, por lo general las repentinas transiciones desde lo humano a lo divino
son fácilmente reconocidas por el cambio de la tercera a la primera persona.
Véase: Oseas 9:9, 10; Zacarías 12:8–10; 14:1–3. Algunas veces aparece un diálogo
en el cual el escritor discute con un oponente imaginario (diatriba). Tales casos
deben ser tratados cuidadosamente, pues si no se distingue correctamente la
persona que habla, serios errores pueden generarse. Véase: Malaquías 3:13–16;
Romanos 3:1–9. La regla siguiente será aquí valiosa: El escritor del libro debe ser
considerado el locutor, hasta que alguna clara evidencia muestre lo contrario. Y
cuando el intérprete detecte claramente quién es el locutor en contraste con
el autor, deberá tratar de averiguar la mayor información posible y por todos los
medios posibles. Personajes como Abraham, Isaac, Jacob, José, Samuel, Job y sus
amigos, y grupos de personas como los fariseos, los saduceos y los escribas,
deben ser objeto de especial estudio. Cuanto más se conozca de estos personajes,
más se podrá entender lo que dicen.
Las circunstancias sociales abarcan todas aquellas cosas que no son peculiares al
autor mismo, sino que él comparte con sus contemporáneos. Estas cosas son de
un carácter más bien general.
1. CIRCUNSTANCIAS GEOGRÁFICAS.
2. CIRCUNSTANCIAS POLÍTICAS.
Únicamente la historia podrá arrojar luz sobre el por qué no le fue permitido a
Israel afligir a los moabitas y amonitas (Dt. 2:9, 19). La posición dependiente de
Edom en los días de Salomón y Josafat, explica cómo es que estos reyes podían
construir navíos en Ezión-geber, en la tierra de Edom (1 R. 9:26; 22:47–48; 1 Cr.
18:13; 2 Cr. 8:17, 18). Pasajes como 2 Reyes 15:19; 16:7; Isaías 20:1,
encuentran su explicación en el creciente poder de los asirios y en la expansión
gradual de este imperio, como se ha revelado especialmente por las inscripciones
de sus reyes. Las palabras de Rabsaces en 2 Reyes 18:21 e Isaías 36:6, aclaran el
panorama, dado el hecho de que había un partido egipcio influyente en Judea
durante el reinado de Ezequías (Is. 30:1–7). Para poder interpretar correctamente
los escritos postexílicos deberá tenerse en cuenta el cambio radical que sufrieron
la posición y la constitución política de Israel. Pasajes como Esdras 4:4–6;
Nehemías 5:14, 15; Zacarías 7:3–5; 8:19; Malaquías 1:8, sólo pueden ser
explicados a la luz de la historia contemporánea. Al pasar del Antiguo Testamento
al Nuevo, el intérprete encara una situación para la cual no estaría preparado, a
no ser que haya estudiado el período intertestamentario. Encontramos en el
Nuevo Testamento a los romanos como el poder dominante, y que los idumeos
gobiernan la heredad de Jacob. Partidos de los cuales no se oye nada en el
Antiguo Testamento ocupan ahora el lugar central. Hay un Sanedrín judío que
decide sobre asuntos de suma importancia y una clase de escribas que
prácticamente han suplantado a los sacerdotes, como maestros del pueblo. Así
que, se levantan interrogantes de todo tipo. ¿Cómo estaba constituido en
aquel tiempo el Estado Judío? ¿Por qué ironía de la historia eran los idumeos los
gobernantes del pueblo judío? ¿Qué limitaciones impuso la soberanía del gobierno
de Roma al gobierno judío? ¿Tenían los partidos existentes algún significado
político? y si así era ¿qué es lo que buscaban? Un estudio de la historia pasada de
Israel dará respuesta a estas preguntas. Pasajes como Mateo 2:22–23; 17:24–
27; 22:16–21; 27:2, y Juan 4:9, sólo pueden ser explicados a la luz de la historia.
3. CIRCUNSTANCIAS RELIGIOSAS.
El período de los jueces fue uno de sincretismo religioso, producto de la unión del
servicio a Jehová con la adoración de los baales cananitas. En los días de Samuel
la orden de los profetas empezó a hacerse sentir y a ejercer una influencia
benéfica en la vida espiritual de la nación. El período de los Reyes se caracterizó
en Judá por repetidas épocas de decadencia y despertamientos. La adoración
en los lugares altos y a veces una flagrante idolatría, era el pecado dominante del
pueblo. Durante el mismo período el pecado típico del Reino del Norte fue la
adoración del becerro de oro, acrecentado en los días de Acab por la adoración de
Melqart, el Baal fenicio. Después del destierro, la idolatría fue rara en Israel; pero
su religión degeneró en un frío formalismo y una ortodoxia muerta.
Estas cosas deben tenerse en cuenta cuando se interprete pasajes que se refieren
a la vida religiosa del pueblo. Además el intérprete debe estar familiarizado con
las instituciones religiosas y con las prácticas de Israel, según las reglas de la Ley
Mosaica. Tales pasajes como Jueces 8:28, 33; 10:6; 17:6, solo podrán entenderse a
la luz de la historia contemporánea. En 1 Samuel 2:13–17 el escritor mismo ofrece
una explicación histórica de la manera cómo los hijos de Elí burlaban la ley
mosaica. La pregunta de por qué Jeroboam erigió becerros en Dan y Betel, sólo
podrá responderse históricamente.
Es la historia la que puede contestar la pregunta de por qué los reyes piadosos y
los profetas de Judá estaban constantemente combatiendo la adoración en los
lugares altos, mientras que los profetas de Israel rara vez condenaron esta
práctica. Sin el necesario conocimiento histórico, el expositor encontrará
imposible entender la palabra del ángel a Manoa: «El niño será nazareo a Dios»
(Jue. 13:7). Sólo la historia ayuda a comprender la referencia de Jeremías al valle
de Hinom, como «Valle de la Matanza» (Jer. 19:6; compárese con 7:31–33); la
mención de Miqueas de los «Estatutos de Omri» (Mi. 6:16); la recomendación de
Jesús al leproso: «Ve y muéstrate al sacerdote» (Mat. 8:4); su referencia a «los
tañedores de flautas y la gente haciendo bullicio» (Mt. 9:23); y el incidente con los
que «vendían bueyes, ovejas y palomas y los cambistas de moneda en el templo»
(Jn. 2:14). También la historia le facilitará explicar expresiones como: «Somos
sepultados juntamente con él para muerte con el bautismo» (Ro. 6:4); y «nuestra
pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros» (1 Co. 5:7). La gran
importancia del conocimiento histórico se revela en pasajes como 1 Corintios
15:29, ya que se refiere a una costumbre de la cual no tenemos ningún
conocimiento cierto.
FORMA DE PENSAR,
Que tenía el autor cuando escribió su obra, son todas cosas importantes
que debemos tener presentes. Mientras que, por un lado, debemos guardarnos
contra los extremos de algunos racionalistas irreverentes, como los que pretenden
que evidentemente Juan escribió su primera epístola cuando era demasiado viejo
para pensar clara y lógicamente, por el otro debemos tener siempre presente que
el Espíritu de Dios empleó a los escritores sagrados de un modo orgánico, y no
hizo a un joven escribir como un viejo, ni a un viejo como a uno que está en los
albores de la vida. Es tan sólo natural que las producciones literarias de aquellos
que no habían cruzado todavía el meridiano de la vida se caracterizaran por su
originalidad y virilidad, y que los escritos de aquellos que ya habían pasado a sus
años de declive se caractericen por una visión seria de la vida, y por su
sabiduría experimental. Compárese Gálatas con 2 Timoteo, y compárese los
discursos de Pedro en los Hechos de los Apóstoles con su segunda epístola.
Estúdiese también el discurso de despedida de Moisés (Dt. 31, 32) y las últimas
palabras de David (2 S. 23:1–7).
Pero al mismo tiempo que el intérprete debe aplicar con todo gusto cualquier
conocimiento
tanto, merece que prefiramos su información a todo lo que pueda ser recogido de
otras fuentes. Esta
intérprete desea más claridad en cuanto a esta fiesta, no debe acudir a Josefo en
primer lugar, sino a pasajes de la Escritura como Éxodo 12:1–21; Levítico 23:4–
14; Números 28:16ss.; Deuteronomio 16:1–8. Según la profecía del ángel a
Manoa, Sansón estaba destinado a ser nazareo. ¿Pero qué era un nazareo? La
respuesta a esta pregunta se halla en Números 6. Sofonías pronuncia su juicio
contra «los que juran por Moloc»; 1 Reyes 11:5, 7, 33 hablan de éste como dios de
los amonitas, y Levítico 18:21 y 20:2–5 señalan el hecho de que era adorado con
sacrificios humanos. En el Nuevo Testamento encontramos el partido de los
saduceos y esto suscita la pregunta: ¿qué caracterizaba a tales personas? Los
siguientes pasajes darán, por lo menos, una respuesta parcial a tal pregunta:
Mateo 22:23; Marcos 12:18; Lucas 20:27; Hechos 23:8. Los samaritanos son
mencionados repetidamente, y nos preguntamos otra vez: ¿quiénes eran? El
estudio de pasajes como 2 Reyes 17:24–41; Esdras 4, y Nehemías 4, nos ilustran
en cuanto a ello.
2. EXTERNA.
a. Las inscripciones o los epígrafes. Éstas son, sin duda, muy importantes. Dan a
conocer al mundo la historia de períodos relativamente desconocidos, y sirven a
menudo para corregir detalles históricos erróneos. De aquí que sería imprudente
para el intérprete desestimar la información que éstas nos proporcionan.
(2) Para el Nuevo Testamento. En este caso, las inscripciones en papiros egipcios
y en las ostraca, y en aquellas halladas en el Asia Menor, son de gran significado.
Las primeras, sin embargo, son más bien de valor lingüístico, aunque no están del
todo desprovistas de valor histórico, mientras que las segundas contribuyen, más
que al lenguaje, a reconstruir las condiciones históricas que se refieren al
Nuevo Testamento (véase la bibliografía que aparece en el apéndice).
b. Otros escritos históricos. Entre éstos se hallan las obras de Josefo; sus
Antigüedades de los judíos y Las guerras de los judíos, merecen un lugar de
honor. Los primeros diez libros de Antigüedades tienen muy poco que no se halle
asimismo en el Antiguo Testamento. El valor real de esta gran obra empieza en el
libro decimoprimero. Desde este libro en adelante el autor se refiere a muchas
fuentes que no nos son accesibles ahora, tales como Beroso, Nicolás de Damasco,
Alejandro Polyhistor, Menandro y otros.
Es obvio que el valor de esta parte de su obra dependerá de las fuentes que
empleó. Es evidente que las usó más o menos críticamente, pero no es
absolutamente cierto que su evaluación de ellas sea correcta.
La historia de Heródoto es valiosa para el estudio del período persa, pero según el
testimonio de sus más moderados críticos no es siempre digna de confianza y
debe ser usada con precaución. Además, el Talmud y los escritos de los rabinos
sirven para dilucidar algunas partes históricas de la Biblia. Lightfoot recogió una
importante colección de dichos judíos con referencia a la Sagrada Escritura en su
Horae Hebraicae et Talmudicae.
LA INTERPRETACIÓN TEOLOGÍCA
INTRODUCCIÓN.
A. Nombre.
(2) que constituye un todo orgánico, del cual cada libro es parte integral;
(3) que el Antiguo y el Nuevo Testamento se relacionan el uno al otro como tipo y
antitipo, como profecía y cumplimiento, como semilla y planta desarrollada;
(4) que no sólo las declaraciones explícitas de la Biblia, sino todo lo que pueda ser
deducido de ellas como consecuencia justa y necesaria, constituyen la Palabra de
Dios.
Todo esto nos induce a creer que no solamente es perfectamente lícito, sino
absolutamente necesario, complementar la común interpretación gramatical e
histórica con un tercer elemento.
(1) La doctrina de la redención fue esencialmente la misma para los que vivieron
bajo el antiguo Pacto como para la iglesia del Nuevo Testamento. Algunas veces
esto lo olvidan aquellos que, aunque reconocen el elemento típico del Antiguo
Testamento, pierden de vista el carácter simbólico de muchas de sus instituciones
y ceremonias. Éstos ven en las instituciones, ritos y ordenanzas ceremoniales
del Antiguo Testamento, tan sólo formas externas, sin ningún significado
espiritual; es decir, actos rituales de una religión atrasada, de poco o ningún
provecho; cuando de hecho, tales ceremonias eran símbolos de verdades
espirituales. Los sacrificios que se ofrecían en el Antiguo Testamento hablaban
del perdón de los pecados sobre la base de la sangre redentora de Cristo, y los
repetidos lavamientos simbolizaban la influencia purificadora del Espíritu Santo.
El Tabernáculo, en su conjunto, fue una revelación del modo de acercarse a Dios,
y la misma tierra de Canaán constituye un símbolo del reposo que queda para el
pueblo de Dios. Los siguientes pasajes demuestran que los israelitas tenían ya
algún concepto del significado espiritual de sus ritos y ceremonias: Levítico 26:41;
20:25 y 26; Salmo 26:6; 51:7, 16, 17; Isaías 1:16.
(2) Los verdaderos israelitas del Antiguo Testamento, así como los del Nuevo, no
son los descendientes naturales de Abraham, sino solo los que comparten la fe de
éste. En la elección de Israel, Dios no tuvo como último propósito el de separar a
Israel como nación, sino la formación de un pueblo espiritual formado
principalmente por la raza escogida, pero también en parte por las naciones
circundantes. Desde los primeros tiempos, ya se incorporaban prosélitos al pueblo
israelita. Salomón, en su oración dedicatoria, no olvidó a los extranjeros que
pudieran venir a adorar en el templo (1 R. 8:41ss.) y los profetas miraban con
gozosa expectación a los tiempos cuando los gentiles traerían también consigo sus
tesoros al templo del Señor.
(3) Las diferencias entre los privilegios y deberes del pueblo de Dios en el
Antiguo y Nuevo Testamento eran tan solo relativas y no absolutas. Es verdad que
ocasionalmente la Biblia contrasta ambos Testamentos. Esto es posible por el
hecho de que el uno enfatiza la Ley y el otro la gracia. Sin embargo, no hay una
antítesis absoluta entre ambos. Aun en el Antiguo Testamento, la Ley se
sometía al pacto de la gracia; no era una regla puramente externa; el israelita
piadoso la tenía escrita en las tablas de su corazón (Sal. 37:31; 40:8). Los antiguos
no se salvaron de ninguna otra forma que no sea la de los creyentes del Nuevo
Testamento. Necesitaron el mismo Mediador y el mismo Espíritu Santo,
y recibieron las mismas bendiciones del pacto de gracia; aunque no tan
abundantemente, ni exactamente de la misma manera. El Antiguo y el Nuevo
Testamento están relacionados el uno al otro, no meramente como tipo y antitipo,
sino también como el capullo y la flor; es decir, como una revelación más
incipiente y la misma revelación desarrollada y completa.
(4) Las ordenanzas del Antiguo y el Nuevo Pacto se distinguen tan sólo por
diferencias relativas, como corresponde, naturalmente, al cambio de la economía
divina, a la condición espiritual de sus seguidores. En el Antiguo Testamento, la
circuncisión, la pascua, los sacrificios y purificaciones, no eran instituciones
simplemente carnales, ni tan solo sombras de una realidad futura; sino que
obraban también en la conciencia y para ser aceptables se requería fe por parte
del que adoraba. Es muy cierto que, como dice la epístola a los Hebreos: «No
podían realizar un servicio perfecto en lo que a la conciencia se refiere» (Heb.
9:9); pero esto no implica que fueran simples purificaciones de la carne.
Tales purificaciones no habrían podido significar nada para una persona culpable
de fraude, opresión, engaño o falso juramento. Sin embargo, se podía obtener
perdón por tales pecados por medio de los sacrificios asignados. Por tanto,
aquellos ritos tenían significado espiritual, como lo tiene para nosotros hoy día el
bautismo y la Cena del Señor en la nueva dispensación, pero por supuesto sólo en
relación con el perfecto sacrificio de Jesucristo que había de venir.
Algunas veces los escritores del Nuevo Testamento nos proveen explícitas y
sorprendentes explicaciones de pasajes del Antiguo Testamento, revelando
profundidades que fácilmente habrían escapado al intérprete actual. (Véase Hch.
2:29–31; Mt. 11:10; 21:42; Gá. 4:22–31; y toda la Epístola a los Hebreos.)
(3) Por un lado, el intérprete debe abstenerse de minimizar el valor del Antiguo
Testamento. Éste fue el error de los que tuvieron un concepto demasiado carnal
de Israel y sus instituciones religiosas y de los privilegios y deberes del pueblo de
Dios en el Antiguo Testamento. Al presente, es el error de muchos que tratan al
Antiguo Testamento simplemente como fruto de un desarrollo histórico natural; y
en algunos casos, declaran osadamente que ya ha cumplido su momento en la
historia ahora que estamos en posesión del Nuevo Testamento.
(4) Por el otro lado, debe evitar el error de encontrar demasiado en el Antiguo
Testamento. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se trata de descubrir en las páginas
del Antiguo Testamento los detalles que el Nuevo nos revela acerca de la obra de
redención. Muchos intérpretes, por ejemplo, hallan en Génesis 3:15 la promesa de
un Redentor personal. La gran interrogante para el exégeta es saber cuánto
reveló Dios efectivamente en cualquier pasaje particular del Antiguo Testamento.
Esto se puede determinar solamente por medio de un concienzudo estudio del
pasaje en cuestión, en su propio contexto, y en relación con la etapa exacta de la
revelación progresiva de Dios a la cual dicho pasaje pertenece.
b. Existe una relación simbólica entre las diversas esferas de la vida en virtud del
hecho de que toda la vida se relaciona orgánicamente. El mundo natural se
relaciona simbólicamente con el mundo espiritual: la vida presente si relaciona
con las glorias encubiertas que han de venir. Por ello, Pablo en Efesios 5 señala el
matrimonio como un misterio que se refiere a la relación mutua entre Cristo y
la Iglesia.
Comparten las penas y alegrías del pueblo de Dios, las que en última instancia son
las penas y alegrías de Aquel en quien la Iglesia halla su lazo de unión. Esto es
evidente en los Salmos, en los cuales oímos, alternativamente, al poeta, a la
comunidad y al Mesías.
Su carácter se puede resaltar mejor por medio de una breve exposición de los
siguientes puntos:
Dios se reveló a sí mismo, no solamente por palabras, sino también por hechos.
Ambas cosas van juntas y se complementan mutuamente. Las palabras explican
los hechos, y los hechos proveen una corporeidad concreta a las palabras. La
síntesis perfecta de las dos cosas se encuentra en Cristo, pues él es la Palabra
hecha carne. Todos los hechos de la historia de la redención que nos relata la
Biblia se centran en este hecho supremo. Las diversas líneas de la revelación del
Antiguo Testamento convergen hacia él y las del Nuevo irradian de él. Los relatos
de la Escritura encuentran su explicación solamente en su centro unificador, esto
es, Jesucristo. El intérprete las entenderá debidamente tan sólo en la medida que
discierna la conexión de éstas con el gran hecho central de la historia sagrada. De
lo anterior se deduce que el intérprete no debe sentirse satisfecho de llegar
sencillamente a conocer las narrativas de la Escritura como tal, sino que debe
descubrir el significado subyacente de hechos tales como: el llamamiento de
Abraham; la lucha de Jacob; la liberación de Israel de Egipto; la profunda
humillación de David antes de ascender al trono. Debe hacerse plena justicia al
carácter simbólico y típico de la historia de Israel. En la interpretación de los
milagros bíblicos, no debe olvidarse que están íntimamente relacionados con la
obra de redención. En algunos casos simbolizan la obra redentora de Cristo; en
otros figuran las bendiciones de la edad futura. En resumidas palabras,
el intérprete debe determinar el significado de los hechos de la historia como una
parte de la revelación del plan redentor de Dios.
1. LOS HECHOS PUEDEN TENER UN SIGNIFICADO SIMBÓLICO.
a cumplir la voluntad de Dios, eran fútiles, y que tenía que recurrir al uso de
armas espirituales, particularmente la oración, a fin de obtener la bendición de
Jehová. Su propia fuerza tenía que ser quebrantada para que el poder de Dios
pudiera manifestarse en él.
O bien, pensemos en uno de los milagros del Salvador. Según Juan 6:1–13, Jesús
alimentó
Los tipos escriturales no son todos de una sola clase. Hay personas típicas,
lugares típicos, cosas típicas, ritos típicos y hechos típicos. Según Terry, la idea
fundamental es la de: «una relación predestinada y representativa que ciertas
personas, sucesos o instituciones del Antiguo Testamento,
Esto no equivale a la postura de Marsh, que insistió en que nada debe ser
considerado como tipo si el Nuevo Testamento no lo declara explícitamente. Si
esta afirmación fuese correcta, ¿por qué no aplicarla también a las profecías del
Antiguo Testamento? (3) Un tipo siempre debe prefigurar algo futuro. Moorehead
dice correctamente: «Un tipo escritural y una profecía de predicción son en
esencia lo mismo, difiriendo solamente en la forma».5 Esto lo distingue de un
símbolo. Es útil tener en mente, sin embargo, que los tipos del Antiguo
Testamento fueron al mismo tiempo símbolos que trajeron verdades espirituales a
sus contemporáneos. Por esto, su significado simbólico debe ser
comprendido antes que pueda determinarse su significado típico.
(1) El intérprete debe precaverse contra el error de considerar una cosa que en sí
misma es mala como tipo de otra que es buena y pura. Debe haber congruidad
entre ambas, Ofende nuestro sentido moral, por ejemplo, aplicar a los vestidos de
Jacob, con los que Esaú se revistió para engañar a su padre y recibir su bendición,
el tipo representativo de la justicia de Cristo con la cual los creyentes
somos revestidos para recibir las bendiciones del Evangelio. Por supuesto que hay
tipos in malam partem de antitipos similares. Véase Gálatas 4:22–31.
(2) Los tipos del Antiguo Testamento, fueron al mismo tiempo símbolos y tipos,
por ser, ante todo, símbolos expresivos de verdades espirituales. La verdad
representada en estos símbolos para los contemporáneos fue la misma que la que
prefiguraban con respecto a sus tipos, aunque en su
realización futura esta verdad fue elevada a un más alto nivel. De ahí que el medio
propio para entender
verdad espiritual o moral que los tipos del Antiguo Testamento comunicaban a los
israelitas. Sólo
significado en el plano superior del Nuevo Testamento. De este modo, los límites
propios de la
naturaleza humana.
evidente que los tipos representan la verdad en forma encubierta, y las realidades
del Nuevo
también con los tipos. Obsérvese cuánta luz la epístola de los Hebreos arroja
sobre las verdades
espirituales que encierra el Tabernáculo y su mobiliario.
(4) Hay un principio fundamental que afirma que aquellos tipos que no sean de
una naturaleza compleja,
significado, y de considerar, por ejemplo, el paso del Mar Rojo como un tipo del
bautismo (1 Co. 10),
un tipo también de (a) la sangre redentora de Cristo, que nos ofrece un camino a
la Canaán Celestial, y
(b) las tribulaciones a través de las cuales Cristo conduce a su pueblo a su eterno
reposo. Al mismo
tiempo debemos tener en cuenta que algunos tipos pueden tener más de un
cumplimiento en las
realidades del Nuevo Testamento. Por ejemplo, uno en Cristo y otro en el pueblo
conectado
orgánicamente con él. El Tabernáculo de Dios entre los israelitas era tipo de su
morada entre los
Roma pierde de vista este principio cuando afirma que los sacrificios
veterotestamentarios eran tipo de
E. La interpretación de la profecía.
que ésta es a menudo moldeada. Hay dos puntos de vista opuestos en cuanto a la
profecía, que se deben
evitar con mucho cuidado. Uno de ellos es el que Butler promueve y el que
muchas sectas de nuestros
días siguen, a saber, que «la profecía no es sino la historia de sucesos antes que
éstos ocurran». Según
este punto de vista, la profecía debe ser estudiada como Historia Sagrada y tiene
que esperarse
racionalistas, los cuales afirman que la profecía no es más que el fruto de una
intuición o adivinación
negar la existencia de tal profecía y consideran los casos más evidentes como
vaticinia post eventum
resurrección de los huesos secos (Ez. 37:1–14). El matrimonio de Oseas (Os. 1).
Josué vestido con vestimentas
viles (Zac. 3). La limpieza del Templo (Jn. 2:13–25). La curación del ciego de
nacimiento (Jn. 9). La resurrección
interpretación de la profecía.
como personalidades abstractas, que no tenían un contacto vivo con la gente que
les rodeaba; pero al
abreviada del horizonte del profeta». Esto significa que ellos vieron el futuro
como el viajero que mira
otra, cuando en realidad están separadas por muchos kilómetros. Véase, por
ejemplo, las profecías
acciones de los hombres. Algunos eruditos creen que todas las profecías tienen
este carácter
opinión equivocada. Este carácter condicional sólo puede ser atribuido a aquellas
profecías que se
refieren al futuro próximo, por lo que podían estar condicionadas a las acciones
libres de los
contemporáneos del profeta. Pero es propio de la naturaleza del caso que las
profecías que se refieren a
profecía puede ser condicional aunque tal condición no se exprese. (Véase Jer.
26:17–19; 1 R. 21:17–
atribuirles. Hasta el mismo P. Fairbairn yerra al decir que: «en las profecías del
Antiguo Testamento y
en el libro del Apocalipsis, es común que las naciones representen reinos del
mundo; y las estrellas
altos sectores de la sociedad y la hierba los más bajos; las corrientes de agua
simbolicen vida y
langostas, se refiere a estas criaturas; cuando habla del sol, la luna o las estrellas,
se refiere a tales
cuerpos celestiales; cuando dice: «las bestias del campo bramarán también», se
refiere a tales bestias, y
no como piensa Hengstenberg, que son naciones paganas fuera del pacto».8
Cuando los profetas se
claridad, como en el caso de Daniel 8 y Apocalipsis 17. Pero por regla general, el
lenguaje de los
profetas debe entenderse literalmente. Las excepciones a esta regla deben poseer
el apoyo de la propia
Escritura.
pregunta de si dicha forma era esencial, de tal manera que la profecía estuviese
destinada a cumplirse
exactamente tal como fue predicha. Aun cuando es natural que las profecías que
se referían a un futuro
ocurrir con las profecías cuyo cumplimiento debía tener lugar en una
dispensación futura. Es necesario
que es peligroso presuponer que una profecía aun no se ha cumplido hasta que
todos sus detalles
tales casos, el horizonte profético fue ampliado, intuyeron algo del carácter
pasajero de las formas
común en los últimos profetas que en los primeros. Véase Jeremías 31:31–34 y
Malaquías 1:11.
h. Algunas veces los profetas revelaron la palabra del Señor por medio de hechos
proféticos. Isaías
anduvo descalzo por las calles de Jerusalén; Jeremías fue al Éufrates para ocultar
su cinturón. Ezequiel
durmió 390 días sobre su lado izquierdo, y 40 días sobre su lado derecho, llevando
simbólicamente la
iniquidad del pueblo; y Oseas se casó con una ramera. Algunos intérpretes
pretenden que estos hechos
2. INTERPRETACIÓN DE LA PROFECÍA.
procurar descubrir la idea fundamental. Cuando Isaías declara que los animales
salvajes y pacíficos
vivirán juntos en paz y un niño los pastoreará, ofrece una descripción poética de
la paz que prevalecerá
supuesto de la realidad de ellos, esto es, de los eventos de la vida del profeta, a
menos que la conexión
imposibilidad moral o física, que éstas simplemente ocurrieron en una visión. Este
proceder atenta
se cumplen por etapas, cada una de las cuales es una promesa de lo que va a
ocurrir. De ahí que aun
cumplimiento.
Los salmos, cantos sagrados de Israel, forman también parte de la Palabra de Dios
y comprenden:
poesía lírica y didáctica. En los salmos didácticos, Dios nos instruye por medio del
poeta y se dirige a
sagrada.
Escritura, Dios habla al hombre, en los salmos es el hombre quien habla a Dios.
Pero aun cuando hay
un elemento de verdad en esta afirmación, y los salmos son mucho más subjetivos
que cualquier otra
parte de la Biblia, esto no implica que no sean una parte esencial de la Palabra de
Dios. A fin de
entender cómo Dios se revela a sí mismo en estos cantos sagrados, será necesario
tener algún
los títulos de algunos salmos. Véase en los salmos 3, 6, 7, 18, 30, etc. Esto se hace
evidente en el
con la humanidad como un todo, y siente el latido de la vida comunitaria del ser
humano. Y el cántico
la tristeza, no sólo del poeta, sino del hombre en general. En vista del hecho de
que esta vida
comunitaria tiene su fuente y origen en Dios, la poesía lírica desciende a sus
íntimas profundidades, o
nacido de Dios.
son miembros vivos de la iglesia de Dios, y están tan conscientes de su unidad con
la Iglesia como un
miembros de la Iglesia, sienten que están unidos con Aquel que es su gloriosa
Cabeza, el cual sufre por
y con ella, y es autor de su gozo. Esto explica el hecho de que Cristo es quien
habla algunas veces en
los salmos, ora con un canto de dolor o en un himno de victoria. Además, la vida
del poeta que vive en
unión con Cristo, tiene también su fuente en Dios. De ahí que su cántico, que es el
cántico de la Iglesia,
procede de Dios mismo. El resultado de todo ello es que en algunos de los salmos,
las experiencias del
poeta son más prominentes; mientras que en otros, halla expresión la vida
comunitaria Israel y de la
Iglesia; y en otros, puede oírse a Cristo humillado y exaltado. En todos los salmos
el intérprete debe
debe quedar satisfecho hasta que halle en ellos la voz de su Dios. Y el hecho de
que a la vista de Dios,
a. Si hubo una ocasión histórica para la composición de un salmo, tal suceso debe
ser estudiado
cuidadosamente. Véase cómo los hechos históricos iluminan los siguientes salmos:
3, 32, 51 y 63.
b. Ya que los salmos son mucho más subjetivos que ninguna otra parte de la
Biblia, el elemento
del poeta y su estado de ánimo cuando escribió el cántico. Cuanto más se conozca
de David, mejor se
c. En vista del hecho de que los salmos no son puramente individuales, sino
comunitarios en su mayor
intérprete no debe quedar satisfecho hasta ver cómo ellos revelan también la
voluntad divina.
o parte de los salmos, que son directamente mesiánicos y los que lo son de un
modo indirecto. Mientras
que los Salmos 2, 22, 45, 110 son directamente mesiánicos, otros, como el 72 y el
89, se aplican
primero al poeta o algún creyente del Antiguo Testamento, y sólo a través de él,
como tipo intermedio,
puede verse a Cristo en segundo lugar. Hay algunos, también, que no pueden ser
clasificados en una
clase ni en la otra, los cuales el Dr. Binnie prefiere denominar «salmos Mesiánicos
místicos», en vista
sino que en la unión mística de Cristo con la Iglesia. Véase el salmo 16 y el 40.
Puesto que los salmos
mesiánicos son proféticos, debe prestarse especial atención a las citas de ellos
que encontramos en el
(1) La cultura del Cercano Oriente prefiere ideas concretas; por tanto, algunas
veces representan
(2) Estas imprecaciones expresan el vivo deseo de los creyentes del Antiguo
Testamento en lo que
(4) Son, al mismo tiempo, una revelación de la actitud de Dios contra los que son
hostiles a él y a su
reino.
no sólo en sus tipos, símbolos y profecías, sino también por lo que contiene
implícitamente tanto o más
sugerido por este vasto contenido. Por tal motivo, resulta posible leer entre líneas,
y si esto es verdad de
dicen o escriben. Es muy posible que sus palabras contengan implicaciones que
ellos jamás anticiparon
cuando las escribieron y que tampoco aprobarían. Puede ser también, que lo que
se deduce de sus
línea de pensamiento, y sea por tanto opuesto a lo que tratan de expresar. Para
ello es la regla, tan a
menudo olvidada en la práctica, pero esencial en toda controversia noble, que «no
es lícito
perfectamente consciente de lo que había dicho, sino también de todo lo que esto
implicaba. Él conocía
las inferencias que se deducirían de su Palabra escrita. Dice Bannerman: «Las
consecuencias que se
deducirían, sino que tuvo el propósito de que así lo hiciesen».10 Por lo tanto, no
sólo las afirmaciones
Jesús mismo garantiza esta postura. Cuando los saduceos se acercaron a él para
hacerle la pregunta,
la doctrina que ellos negaban. Además, él los reprendió por no ser capaces de ver
lo que estaba
12:24–27; Lc. 20:37, 38). Véase otros ejemplos en Romanos 4:5–12; 1 Corintios
9:8–10; 1 Timoteo
también deben ser inferencias necesarias o tales que se impongan a la mente del
que desea comprender
suposición que la Palabra de Dios es una unidad orgánica, en la cual todas sus
partes se hallan
determinar ante todo si los pasajes involucrados son realmente paralelos, no que
sean simplemente
ideas pueden ser divididos en dos clases: paralelos históricos y didácticos. A esto
pueden añadirse las
citas del Antiguo Testamento que encontramos en el Nuevo, los cuales son en
cierto sentido también
pasajes paralelos.
(1) Hay algunos, en los cuales se narra una historia con las mismas palabras y
bajo las mismas
Corintios 11:24–25.
(2) Además, hay pasajes en los cuales las mismas narrativas se expresan por
medio de distintas palabras,
y las circunstancias aparecen con mayor detalle en una que en la otra. En tales
casos, lo más natural es
esperar que la relación más circunstancial ilumine la otra. Compárese Mateo 9:1–
8 con Marcos 2:1–12.
verdadero marco histórico arroja luz sobre la otra. Compárese Mateo 8:2–4 con
Marcos 1:40–45 y
(4) Finalmente, hay pasajes que no duplican sino que añaden una circunstancia
adicional y, por lo tanto,
b. Paralelos didácticos. Aquí nos encontramos otra vez con diferentes clases:
(1) Hay casos en los cuales se trata el mismo asunto, pero no bajo los mismos
términos. Compárese
Lucas emplea, por medio del pasaje que hallamos en Mateo; y recurren a Mateo
6:24 para demostrar
que esta interpretación sea la correcta. Los «sacrificios espirituales» de los que
habla Pedro en 1 Pedro
2:5, encuentran una explicación parcial en la exhortación de Romanos 12:1,
pasaje que es, a su vez,
ellos no tiene tanta conexión con el contexto precedente o siguiente. Por ello, en
Mateo 7:13–14 las
palabras «entrad por la puerta estrecha» se presentan sin ningún marco histórico.
Éste se suple sin
embargo, en Lucas 13:23–24. Compárese también Mateo 7:7–11 con Lucas 11:5–
13.
lugares. Y puede ser que la misma declaración haya sido repetida o expresada en
diversas ocasiones.
Compárese Mateo 7:21–23, con Lucas 13:25–28; y Mateo 13:16 y 17 con Lucas
10:23 y 24.
especial atención, porque muchos críticos hoy día no titubean en decir que los
escritores del Nuevo
muy remota entre el pensamiento del escritor del Nuevo Testamento y el pasaje
original. Encontramos
que la relación se obtiene sólo por forzar una sola palabra contraria al sentido
general; y, finalmente,
citas en las cuales el pasaje del Antiguo Testamento puede relacionarse tan sólo
con el pensamiento del
(1) Algunas citas tienen por objeto mostrarnos que las predicciones del Antiguo
Testamento fueron
proféticos que empiezan con la fórmula: «para que se cumpliese lo que fue dicho»
u otras similares.
Véase Mateo 2:17, 23, 4:14, 15; Juan 15:25; 19:36; Hebreos 1:13.
(2) Otras son citadas para establecer una doctrina. En Romanos 3:9–19, Pablo cita
varios pasajes de los
la fe, más bien que por las obras de la Ley. Véase también Gálatas 3:6 y Hebreos
4:7.
(3) Otras son citadas para refutar y reprender a los enemigos. Jesús cita la
Escritura en Juan 5:39–40
empleó la Escritura contra sus opositores en Mateo 22:29–32, 41–46 y Juan 10:34–
36.
(4) Finalmente, hay pasajes que se citan con propósitos retóricos, o con el
propósito de ilustrar alguna
2. LA ANALOGÍA DE LA FE O DE LA ESCRITURA.
de Romanos 12:6, donde leemos: «De manera que, teniendo diferentes dones,
según la gracia que nos
subjetiva. De ahí que el término que proviene de este pasaje, se basa en un mal
entendido.
se referían a los principios generales de la fe, de los cuales nos ofrecieron varios
resúmenes. Con el
transcurso del tiempo, el nombre fue aplicado a los credos aceptados por la
Iglesia, como, por ejemplo,
Pero esto constituye un uso erróneo del término. Es totalmente ridículo otorgarles
a las confesiones de
de esta analogía; pero al mismo tiempo afirma que los grados inferiores no son
realmente dignos de
este nombre.
afirmadas de un modo tan claro y positivo, y por tantos pasajes, que no hay duda
acerca de su
la Ley Mosaica, así como todo el Nuevo Testamento son enemigos de la esclavitud
del hombre. Es
de cuatro factores:
pocos escritos, no será de tanto valor como si se basa en pasajes tanto del Antiguo
como del Nuevo
fundamento positivo de doctrina, con tal que sea clara su enseñanza. Sin
embargo, la doctrina
establecida de este modo, no tendrá la misma fuerza que aquella que está
fundada sobre la analogía de
la fe.
en la analogía de la fe, sólo puede ser aceptada con gran reserva. Posiblemente,
por no decir
20:1–4.
***
Publicado hace 20th May 2013 por LA IGLESIA BÍBLICA VISIBLE