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Introducción al Derecho

1º Grado en Administración y Dirección de Empresas

Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales


Universidad de Extremadura

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Introducción al Derecho ADE 1 Aurora Vaquero Rubiales

TEMA 6. LA RELACIÓN JURÍDICA Y EL DERECHO SUBJETIVO

1. LA RELACIÓN JURÍDICA: CONCEPTO


El hombre es el único animal que establece sus relaciones en el sentido pleno de la
palabra. La vida en sociedad consiste en relacionarse unas personas con otras y obtener
un beneficio de esas relaciones. Ello hace que tenerlas sea más ventajoso que vivir fuera de
la sociedad. Establecemos muchas relaciones y de muy diversa índole.
Cada relación está regulada por un conjunto de normas que están establecidas para que la
relación sea fluida y traiga los beneficios que de ella se esperan. Agrupamos estas normas
en tres grandes grupos: sociales, morales y jurídicas. Vamos a centrarnos en el tipo de
relaciones de las que ocupan al derecho, a las normas de tipo jurídico, y que denominamos
relación jurídica.
La relación jurídica es la que se establece entre dos personas, una es el deudor y la otra el
acreedor (beneficiario y obligado), son los sujetos de la relación. Esa relación debe estar
regida por criterios de igualdad entre ambos, debe prestar servicio o dar la cosa que es el
objeto de la relación. Es la situación de recíproca vinculación entre personas regulado por
una norma jurídica y tiene como objeto una o más prestaciones.
Diez-Picazo la define como “La situación en la que se encuentran dos o más personas,
que se encuentra regulada como una unidad por el ordenamiento jurídico, organizándola
con arreglo a determinados principios, y que la considera, además, como un cauce idóneo
para la realización de una función social merecedora de la tutela jurídica”.
Para que exista una relación jurídica debe producirse un hecho que la haga nacer, sea
causado naturalmente o por voluntad de alguien, sea o no parte de la relación, y sea lícita o
ilícita, siendo acorde a las normas jurídicas o contrario a ellas. Por ello, hablamos de
relaciones jurídicas queridas o no queridas, en algunas relaciones deseamos entrar, lo
buscamos expresamente; pero en otras nos vemos inmersos sin quererlo. En todo caso,
algo debe ocurrir porque si no ocurre ese algo, el derecho no interviene en la vida de las
personas.
Diferenciemos el hecho del derecho. Hecho: acontecimiento que tiene lugar en la vicisitud
(transformación) de las conexiones entre las personas. Presupuesto material del tipo de
relaciones que estamos analizando. Ese acontecimiento está regulado por una norma
jurídica, haciendo nacer unos derechos y obligaciones. Esa norma jurídica que regula la
relación es el presupuesto formal de la relación, es quien define los derechos y deberes que
guiarán los comportamientos de los sujetos parte de la relación jurídica.

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Vemos que, en su estructura, la relación jurídica contiene varios elementos:


- Elemento subjetivo: consiste en el sujeto titular y el obligado.
- Elemento objetivo: es aquello jurídicamente relevante en la sociedad sobre lo que tratan
los sujetos. Los denominamos “cosa” y puede ser de muy diversa índole. Constituye el
objeto de la relación.
- Contenido: a través del cual se pone en relación el hecho jurídico con el sujeto. Consiste
en la respectividad que se establece una norma jurídica. El derecho causa la relación. Es la
razón de ser de la relación jurídica, radica en su juridicidad en la situación en que nos
vemos inmersos, está regulada por el derecho que nos otorga derechos y nos impone
obligaciones.
La relación jurídica une a los sujetos del derecho en lo referente a alguna cosa, según lo
regula una norma jurídica. Como indica Castán, la relación jurídica es una relación de la
vida real, protegida por una norma jurídica en todo o en parte.
Castán entiende que las relaciones jurídicas deben diferenciarse, según su: Objetivo:
- Simples: titular y obligado.
- Complejas: pluralidad de vínculos jurídicos.
Contenido, finalidades y principios organizadores:
- Relaciones de estado: determinan el distinto puesto de los miembros de la familia. -Las
de cooperación social: resultantes de la vida laboral, empresarial, productiva o colaborativa.
- Relaciones de tráfico jurídico: referidas a los distintos poderes y transacciones que se
tienen y realizan sobre las cosas.
Contenido estrictamente, relaciones de:
- Carácter político público.
- Carácter privado: relaciones personales, familiares, societarias, mercantiles… .
Sujeto:
- Generales: corresponden a todos los ciudadanos por igual.
- Particulares: tiene lugar entre personas concretas.
Habrá relaciones erga omnes por un lado, y por otro, relativas, que se dan cuando tienen
lugar de forma individualizada, concretadas en sujetos con nombre propio.
Por la situación de dependencia entre las relaciones, cuando es posible identificar muchas
de ellas referidas a un mismo sujeto, objeto y causa, podemos clasificar tales relaciones en:
- Independientes las una de las otras.
- Accesorias entre ellas.
- Conexionadas, se dan cuando hay relaciones de solidaridad o compresión entre
ellas.
En cuanto al objetivo, podemos diferenciar entre:
- Relaciones positivas: implican un hacer.
- Relaciones negativas: en las que hay una omisión, un no nacer.
En cuanto al hecho desencadenante podemos diferenciar entre las generadas por hecho,
por acto o por negocio jurídico.
En cuanto a la norma jurídica aplicable, tendremos tantos tipos de relaciones jurídicas
como ramas del derecho existen.

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El conjunto de normas que regula una clase de situación vital típica, como un
matrimonio o un asesinato, se le denomina institución, figura o categoría jurídica.
Nuestro derecho está integrado por una gran cantidad de estas estructuras jurídicas
fundamentales que denominamos matrimonio y contrato en derecho civil, o asesinato y
robo, en el derecho penal. Para facilitar su estudio las agrupamos en ramas del derecho
siguiendo nuestro ejemplo.
Los derechos y obligaciones de las personas se manifiestan en las relaciones jurídicas;
como estas están reguladas por una norma de derecho, en la noción de relación jurídica
coinciden el derecho subjetivo y el objetivo. Por ello, afirma Fernández Galiano que la
relación jurídica es el elemento nuclear y central de lo jurídico, que en la relación jurídica se
resuelve todo el derecho. Así, el Derecho es la relación jurídica, al menos en una de sus
acepciones más relevantes. Téngase en cuenta que las relaciones jurídicas no son hechos
aislados e independientes. Las relaciones humanas que hemos dicho están marcadas por
una diversidad de relaciones, no las islas unas de otras, sino que todas nuestras relaciones
conforman una complejidad de derechos y deberes intercomunicados. El derecho es un
lienzo de complicada textura donde se entrelazan facultades y deberes de manera
profusa y compleja.
En toda relación jurídica se establecen una serie de derechos y deberes entre quienes
forman parte de esa relación. Va a haber, por ello, una mutua vinculación entre los sujetos
que la integran. El deudor de la obligación debe satisfacer el derecho del acreedor, pues si
no lo hace podrá exigírselo. Esta exigibilidad es una pieza central de la relación jurídica, que
no existirá sin ella. Podrá la relación ser de otros tipos (moral o social) pero solo es jurídica
si es exigible la conducta por parte del acreedor del derecho frente a su deudor.
Siempre que haya un derecho ha de haber una obligación correlativa. Las situaciones que
se plantean en este sentido tienen una estructura concreta que configura la esencia de la
relación jurídica. Está la correlatividad que conjugan derechos y deberes. Cuando como
consecuencia de la relación jurídica la norma reguladora atribuye un derecho a un sujeto,
debe nacer un deber a alguien que se convierte en el deudor de hacer efectivo ese
derecho. El deber es la obligación de llevar a cabo un determinado comportamiento.
Como establecía Mendizábal, el incremento en las facultades de una persona se produce a
expensas de las limitaciones que se impone a las otras. Por ejemplo, no tengo derecho a
cobrar si alguien no tiene el deber de pagarme.
El que me tiene que pagar verá disminuido su patrimonio en la misma cuantía que yo veo
aumentado el mío.
Mientras que los derechos son renunciables, los derechos no lo son, nadie puede renunciar
lícitamente al cumplimiento de un deber sin que el acreedor del deber (el titular del derecho)
se lo permita. Para el incumplidor, la ley tiene reservada una sanción, como no puede ser
de otra manera dado el carácter coercitivo (restrictivo) del derecho. El incumplimiento
sancionable está determinado por la antijuridicidad del acto.

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Si alguien está obligado a actuar de una determinada manera y no lo hace, está actuando
antijurídicamente; inversamente, si está obligado a abstenerse de actuar de determinada
manera y lo hace, entonces también actúa antijurídicamente, porque en ambos casos la
conducta es contraria a la obligada por la norma que regula la relación jurídica.
Deber jurídico: norma de derecho que impone un determinado comportamiento en
relación con el individuo, a cuya conducta condiciona el imponer una sanción para el
caso de contravenir la norma.
El deber jurídico enlaza con el "deber ser" filosófico, nos impone cómo debemos
comportarnos. El objetivo del deber jurídico es satisfacer un derecho correlativo al deber,
que de no cumplir quién está obligado a hacerlo con él, causa un menoscabo en el
derecho, este queda sin satisfacer. Esto no lo puede consentir el ordenamiento jurídico
porque es injusto, porque quien merece algo no puede quedarse sin ello porque haya quien
no quiera cumplir con lo que debe.
Siguiendo a Castán podemos establecer los elementos constituyentes del deber jurídico
de la siguiente forma:
- El sujeto del deber ha de estar dotado de capacidad jurídica y ser distinto del titular del
derecho que el deber debe satisfacer, de lo contrario se anulan mutuamente.
- El titular del deber es deudor de una determinada conducta, está vinculado jurídicamente
a un comportamiento que puede exigírsele.
- La relación obligatoria está tutelada por el ordenamiento jurídico, prescribe cómo debe
producirse la conducta obligada y cuál es la sanción para quien no la lleve a cabo, o no lo
haga en el modo jurídicamente dispuesto.
- La satisfacción del derecho es el bien jurídico protegido, lo que implica que para ello se
impongan deberes en interés del titular de ese derecho, sea el titular, un tercero o la
generalidad.
- Se garantiza el cumplimiento del deber con la coerción, con la amenaza de imponer una
sanción al titular del deber que no lleva a cabo el comportamiento que la ley establecida
debe tener. La ley permite la ejecución forzosa en los casos en los que sea posible frente al
patrimonio del deudor, de modo que quede restaurado el equilibrio entre derecho y
obligación.
Veamos el aspecto objetivo y subjetivo que pueden tener ambos. Las relaciones jurídicas
se dan entre sujetos concretos, uno o varios, personas con un nombre, a título individual o
colectivo, pero siempre determinados.
También puede darse entre la generalidad de los ciudadanos. Este último caso, tiene lugar
cuando esa generalidad debe respetar una posición de poder de alguien determinado. Esta
es la diferencia entre la subjetividad y la objetividad en las relaciones jurídicas.
Los derechos y obligaciones individualizables son los derechos que se agrupan bajo el
nombre de "derecho subjetivo”. Los no individualizables son los derechos y obligaciones
objetivas, que son aquellas que no corresponden a una persona concreta, por
corresponder a una generalidad de ellas, como estableció Windscheid.

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A un deber objetivo no le corresponde ningún derecho subjetivo, porque nadie en concreto


puede exigir su cumplimiento. Pero sí hay un derecho objetivo, que es el que protege el
Estado, quien sí puede exigir el cumplimiento de esos deberes objetivos.
La existencia de estos derechos y obligaciones objetivas ha sido puesta en duda por una
buena parte de la doctrina. Como son derechos que nos corresponden en abstracto, nadie
puede ser el titular del derecho a exigir el cumplimiento del deber. Por ejemplo, si tengo
derecho a que nadie me atropelle por ir a excesiva velocidad un vehículo, yo no puedo
exigir a ningún conductor que no supere la velocidad prudente o legalmente establecida.
Por ello, es una obligación objetiva el respetar esos límites, y es un derecho objetivo de los
peatones que nadie les atropelle por ir un conductor a velocidad excesiva. Solo el Estado
puede exigir este tipo de obligaciones y sancionar su incumplimiento.
Se argumenta en contra de la asistencia de la objetividad de derechos y deberes que
siempre hay en una persona concreta que debe tener un comportamiento debido, con lo
que queda individualizada. Sí hay quien es titular del derecho, es toda persona. Si no
pueden exigir el cumplimiento del deber que corresponde a su derecho, sí existe quien
puede exigir esas conductas debidas: el Estado, es quien se encarga de velar por el
cumplimiento de los deberes objetivos.
Si obviamos la diferenciación entre subjetividad y objetividad en materia de derechos y
deberes, llegamos a la misma conclusión práctica, por lo que corresponde en una obra de
este alcance individualizar los objetivos en los subjetivos, y no entrar en esta diferenciación
en la explicación de los derechos y deberes. Es necesario dejar constancia de la diferencia
doctrinal que existe entre los derechos y deberes de objetivos, y los derechos y deberes
subjetivos.
Hoy en día, los derechos parecen tener, a pesar de la coetaneidad y correlatividad que
tienen con los deberes, una primacía formal entre los ciudadanos. Hablamos mucho de
nuestros derechos, pero muy poco de nuestros deberes, sin caer en la cuenta de que no
tenemos derecho alguno si no hay alguien que tenga la obligación de satisfacer ese
derecho. El deber es, desde el punto de vista jurídico, mucho más importante que el
derecho, porque en toda relación jurídica ha de haber un deber para que haya un derecho.
La existencia del derecho descansa en la existencia del deber; y el derecho se dedica con
el mayor ahínco posible a velar por el cumplimiento de los deberes, por ello son estos
jurídicamente más relevantes.
La doctrina ha tratado siempre la materia de la relación obligacional desde el prisma del
derecho más que desde el deber, dándole el nombre de "derecho subjetivo" al contenido
de la relación jurídica, en vez del de "deber subjetivo". Vamos a tratar el contenido de la
relación jurídica bajo el epígrafe del derecho subjetivo, pero sin que pueda dejarse de tener
en cuenta en ningún momento que, cuando hablamos de derecho subjetivo, siempre
estamos dejando sin decir que existe un correlativo deber subjetivo que le corresponde.

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2. EL DERECHO SUBJETIVO: CONCEPTO, ESTRUCTURA Y CLASES.


ADQUISICIÓN Y PÉRDIDA DE LOS DERECHOS
El derecho subjetivo es un derecho a decidir si lo uso y a decidir cómo lo uso dentro de
las posibilidades que se me otorgan. Es una libertad de tomar decisiones que debe ser
entendida desde el punto de vista de la concesión que se nos otorga. Hablamos de
derecho subjetivo cuando en el lenguaje vulgar decimos “tengo derecho a esto”.
El derecho subjetivo está correlativamente relacionado al deber, puesto que el derecho
subjetivo es un derecho a una conducta ajena. El derecho subjetivo presupone el deber
jurídico de otra. Es el derecho a conducirnos de cierta manera y que implica el deber de
otras personas de conducirse de cierto modo a su vez. Como indicaba Jhering, los
derechos subjetivos son “intereses jurídicamente protegidos”. Así evaluamos las
situaciones en las que todos nos vemos inmersos en cuanto están regidas por el derecho,
lo que denominamos las situaciones jurídicas. Estas deben estar sometidas al imperio de
la ley, al derecho objetivo.
Por otro lado, defendía Windscheid que el derecho subjetivo es un “poder de la voluntad”
o “señorío del querer” que se reconoce a la persona, orientado hacia su actuación externa
o hacia otras personas. Ambas teorías sobre la naturaleza del derecho subjetivo, la teoría
del interés y la teoría de la voluntad que hemos enunciado, son compatibles y las
definiciones de la categoría actual es casi unánimemente las aúnan.
El derecho regula las relaciones jurídicas, la relación intersubjetiva que esta supone, debe
establecer cuáles son las correspondencias que se deben entre las conductas de cuántos
intervienen en tal relación. Esto es consecuencia de la alteridad del derecho, de su
regulación de la vida en sociedad. El derecho subjetivo crea así las posiciones que deben
mantener los distintos sujetos implicados en la relación jurídica.
Frente al derecho objetivo como ordenación genérica de la conducta de los individuos en
sociedad, el derecho subjetivo representa las posibilidades de comportamiento de cada
uno de los ciudadanos conforme lo prescrito por el derecho objetivo. Como indica La Cruz,
“hay una recíproca interacción en el derecho objetivo y el derecho subjetivo, el primero es
el ámbito de poder o la posibilidad de la persona, el segundo es esa misma posibilidad de
actuación conforme la norma, mecanismo o instrumento de aquel para la ordenación de la
vida o el orden jurídico que se pretende.”
Su diferencia con el derecho objetivo (no con los derechos objetivos) está en la
individualización: el derecho objetivo es, en general, el reconocido a todas las personas, y
el derecho subjetivo, el particular reconocido a cada persona. En inglés no hay confusión
terminológica como en nuestro idioma, porque tiene palabras diferentes para cada uno de
ellos: law y right respectivamente. Hay una clara relación entre ambos, el derecho objetivo
crea el derecho subjetivo, lo regula y lo protege.
El derecho subjetivo tiene como propiedad esencial la exigibilidad por su beneficiario frente
al deudor o deudores. Ello conlleva que la persona que es su titular goza de la libertad de
reivindicarlo, de conservarlo, de enajenarlo... puede obtener de él numerosas prerrogativas
(privilegios).

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El derecho subjetivo engloba distintas realidades que no han de confundirse: su sujeto,


objeto y privilegios ejercitables. Esos privilegios se ponen en funcionamiento con el
ejercicio activo o pasivo del derecho de que se trate por el sujeto titular del derecho. Este
privilegio se refiere a una cosa, un bien dentro del comercio de los hombres, tanto material
como inmaterial, que es el objeto del derecho subjetivo.
El derecho subjetivo es una facultad otorgada a una persona por el ordenamiento jurídico.
Lo define De Castro como "La situación de poder concreto concedida a una persona
como miembro activo de la comunidad jurídica y a cuyo árbitro se confía su ejercicio y
defensa". De manera más extensa lo hace Castán afirmando que "Es la facultad o conjunto
de facultades, con significado unitario e independiente, que se otorga por el ordenamiento
jurídico a un ser de voluntad capaz o de voluntad suplida por la representación, para la
satisfacción de sus fines o intereses, y autoriza al titular para obrar válidamente, dentro de
ciertos límites, y exigir de los demás, por un medio coactivo en la medida de lo posible, el
comportamiento correspondiente".
Según Puig Brutau podemos decir que estamos ante un derecho subjetivo cuando:
1. Existe un poder jurídico en el sentido de tener el sujeto reconocidas una serie de
posibilidades de obrar, conformándose una serie de facultades de ese sujeto;
2. Cuando aparece configurado como un poder institucionalizado y tipificado por el
derecho objetivo, un poder otorgado en una norma jurídica;
3. Cuando esa facultad recibe un tratamiento unitario e independiente, en el sentido de
poder quedar desligado de una situación jurídica más fundamental de la que haya nacido.
Comparte el derecho subjetivo la misma estructura que vimos para la relación jurídica, por
lo que vamos a tener un sujeto titular del derecho, puede ser uno o varios con cotitularidad,
un objeto, que en este caso va a consistir en las cosas y los actos de otras personas, y
finalmente, un contenido, que va a consistir en el conjunto de facultades que atribuye el
derecho subjetivo. Dentro de este último, encontraremos cuál es la facultad atribuida al
sujeto, cuál es el deber correlativo y a quién se le impone, y cuáles son los medios de
defensa que se conceden al titular.
Existen diferentes clases de derechos subjetivos en función del área del derecho en la que
nos movamos. Así tendremos:
- Derechos públicos: sufragio activo o pasivo.
- Derechos privados: propiedad…
- De la personalidad: honor, imagen.
- Familiares
- Patrimoniales
- Sobre bienes inmateriales, como la propiedad intelectual, societarios, de crédito, dominio
sobre las cosas, etc.
Los derechos subjetivos son una manifestación de la libertad de su titular, una libertad de
decidir qué y cómo queremos comportarnos. Suponen también el poder de prender una
conducta ajena o modificar cualquiera de las dos, la nuestra o la de los demás en un
momento dado.

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El derecho subjetivo nace por diferentes circunstancias (con el nacimiento de la persona, la


llegada de esta a determinada edad, la compra de un bien...), se ejercita mientras se tiene,
pudiendo modificarlo su titular mientras lo ostenta de las distintas formas que se admite, y
finalmente, se extingue.
El derecho subjetivo se plantea la situación en la que el sujeto tiene la posibilidad de hacer
determinadas cosas y exigir que los demás hagan o dejen de hacer determinadas otras. Es
una posibilidad de actuación, una facultad de poder hacer. No confundamos el derecho
subjetivo con las facultades que otorga, estas son su contenido nada más, una parte de él.
● EJERCICIO Y LÍMITES
A pesar de que un derecho subjetivo se tiene incluso sin tener conciencia de ello o,
sabiéndolo, no querer ejercitarlo, siempre existe la posibilidad de esto último. El ejercicio
del derecho subjetivo es la puesta en práctica de su contenido, una vez que se ha
adquirido y se es titular de él. Se adquiere su titularidad, por un hecho de la naturaleza o
por un acto voluntario humano que regula el derecho objetivo. Podemos decir que la ley
otorga los derechos subjetivos directamente reconociéndolos, o a través de la voluntad de
tenerlos manifestada en un negocio jurídico. Cualquiera de las dos es el título que da lugar
al nacimiento y adquisición del derecho subjetivo. Esa adquisición puede ser:
- Originaria: cuando la adquisición no se basa en el de un antecesor.
- Derivativa: cuando el derecho ya existía y lo hemos adquirido de quien lo ostentaba
antes.
A efectos del tribunal constitucional ha sentado doctrina en cuanto a cuál es el contenido
esencial del ejercicio de los derechos jurídicos en sus sentencias del 8/04/1981 y
26/03/1987 al establecer que el "Elenco de facultades o posibilidades de actuación
necesarias para que el derecho sea reconocible como perteneciente al tipo de escrito y sin
las cuales deja de pertenecer a ese tipo y tiene que pasar a quedar comprendido en otro,
desnaturizándose (...). Se trata de buscar lo que una tradición ha llamado intereses
jurídicamente protegidos como núcleo y médula de los derechos subjetivos. Se puede
hablar de una esencialidad del contenido del derecho para hacer referencia a aquella parte
del mismo necesaria para que los intereses jurídicamente protegibles, que dan vida al
derecho, resulten concreta y protegidos. De este modo se rebasa o desconoce el contenido
esencial cuando el derecho queda sometido a limitaciones que lo hacen impracticable, lo
dificultan más allá de lo razonable o lo despojan de la necesaria protección".
Las leyes deben garantizar que el titular pueda disfrutar pacíficamente de su derecho y lo
pueda defender frente a quienes se lo impidan. El ejercicio del derecho subjetivo consiste
en la realización efectiva de las facultades que este otorga a su titular, convirtiendo la
posibilidad de actuar en una efectiva actuación. Ese uso debe ser pacífico. Debo poder
disfrutar mi derecho subjetivo sin que otros lo perturben. Debo poder decidir libremente si
lo ejercito o no. Incluso en esa decisión debo ser respetado.

Para poder ejercitar el derecho se requieren varios requisitos:

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1. Capacidad jurídica o de obrar, dependiendo del derecho de que se trate. El derecho a la


vida o a la integridad física requiere la primera, la venta de una finca o su hipoteca, la
segunda.
2. Legitimación. Que el ordenamiento jurídico permita a la persona ejercitar el derecho.
3. Actuación dentro de los límites que la norma jurídica estima para el ejercicio de los
derechos en general y de cada derecho en particular.
En el ejercicio de los derechos subjetivos ha de observarse que hay derechos de ejercicio
facultativo y otros irrenunciables. Si la mayoría de los derechos son del primer tipo, hay
algunos, como el derecho a la vida, que son de ejercicio obligatorio y no podemos
renunciar a ellos en ningún caso. El resto si son renunciables, en cuanto a que tal renuncia
no puede lesionar el interés de terceros ni ir contra el orden público.
En ejercicio de su derecho, su titular puede hacer todo lo que desee y considere necesario
dentro de los límites que la ley impone. Todo titular de derecho debe soportar unas cargas
inherentes al mismo, como el pago de impuestos por tener una propiedad. Soportadas
estás cargas, es de aplicación el principio qui iure suo utitur naeminem laedit, con los
límites antes mencionados del respeto a la ley, los derechos de los demás y al orden
público.
Decimos que el ejercicio de los derechos subjetivos debe ser prudente y racional. El
alcance y extensión del ejercicio del derecho subjetivo están delimitados por un ámbito
dentro del cual puede el sujeto comportarse lícitamente en ejercicio del derecho. Las
normas jurídicas imponen que el ejercicio de los derechos debe someterse efectivamente a
ciertos límites adicionales a los antes expuestos.
El primero de tales límites es de carácter interno, viene establecido por la propia naturaleza
y tipificación legal del derecho a ejercer, esto es, aquellos límites que derivan de la propia
naturaleza del derecho del que se es titular y de los límites que la norma jurídica impone a
ese derecho en concreto. La buena fe tiene un sentido subjetivo cuando se trata de la
intención con la que las personas obran o la creencia con que lo hacen. Se basa en juzgar
si el comportamiento se ajusta a las reglas admitidas acerca de qué es lo que es justo y
honesto, si la conducta es la debida según la conciencia social.
En este sentido, hay algo común a la naturaleza de todo derecho por su propia definición, y
es el ejercicio que ha de ser siempre conforme a la buena fe y a la función social que todo
derecho debe cumplir. La buena fe, cómo indica La Cruz, "solo puede predicarse de la
actitud de uno en relación con otro (y viceversa), significando que este otro, según la
estimación habitual de la gente, puede esperar cierta conducta de los demás; o
determinadas consecuencias de su conducta que no le hagan tener otras distintas y
perjudiciales". La buena fe es un concepto jurídico indeterminado que se basa en que
debemos seguir para con nuestros actos un modelo de conducta socialmente admitida,
una lealtad, un obrar en buena conciencia, que lo mismo puede aplicarse a derechos
absolutos que al comportamiento recíproco entre deudor y acreedor.

Tal principio de buena fe se manifiesta en límite tales como la prohibición de ir en contra de


los propios actos, de no incurrir en retraso desleal, de no abusar de la nulidad por defectos

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formales, de la protección a los consumidores, imponiendo la obligación de transparencia y


no admisión de cláusulas abusivas, etc.
Hay que tener en cuenta que en el ejercicio de un derecho, se puede plantear la situación
de que entren en colisión el ejercicio por dos sujetos de un derecho subjetivo sobre el
mismo objeto, esto es, el ejercicio de los mismos derechos que también tienen los demás.
Esta colisión puede ser compatible, y en este caso no hay problema; o puede ser
excluyente, siendo en este caso imposible el ejercicio de los dos derechos. En este caso es
necesario establecer un orden de preferencia, decidiendo quién puede ejercer el derecho, y
quién ha de prescindir de su ejercicio. Cuando los derechos colisionados son de distinto
rango o jerarquía, se impone el de más alto rango o categoría, como en el caso de la
prelación de créditos. Cuando son del mismo rango se aplican principios como el de prior
in tempore, potior in iure o el de par conditio creditorum que establece la Ley de
enjuiciamiento civil.
En segundo lugar, el art. 11.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial ordena que “Los
Juzgados y Tribunales rechazarán fundadamente las peticiones, incidentes y excepciones
que se formulen con manifiesto abuso de derecho o entrañen fraude de ley o procesal”.
El abuso del derecho es uno de los “conceptos jurídicos indeterminados”, implica que es
necesario delimitarlo caso por caso de acuerdo a los parámetros legales, jurisprudenciales
y doctrinales, aunque sea de una manera muy general, rigen la regulación y aplicación del
abuso de derecho. Consiste el abuso en una extralimitación en el ejercicio del derecho
subjetivo lícito al que la ley no concede protección alguna, al resultar patente la
circunstancia subjetiva de ausencia de finalidad sería y legítima de propio beneficio,
buscándose el daño a terceros. La conocida Sentencia del Tribunal Supremo de
14/02/1944 estableció los requisitos para que podamos estimar la existencia de un abuso
del derecho:
- Uso de un derecho objetivo o externamente legal: comportamiento en apariencia acorde a
la ley, al ejercicio normal de un derecho por su titular, tanto de manera activa como pasiva.
- Daño a un interés: no protegido por un específico privilegio jurídico. La intencionalidad de
ese comportamiento en apariencia lícito y normal, es abusiva, porque con ella se provoca
un daño, material o moral, a un tercero que no tendrá por qué sufrir normalmente.
- Inmoralidad o antisocialidad de este daño: manifestada en forma subjetiva o bajo forma
objetiva.
Se puede configurar el abuso del derecho como una vulneración específica de la buena fe,
como indica Natoli, abusar del derecho es como cubrir bajo la apariencia del derecho de
un acto que se tiene el deber de no realizar. Definimos el abuso del derecho como el
ejercicio que solo tiene por objeto dañar a otro sin obtener un beneficio propio.
Termina el art. 7.2 estableciendo las consecuencias que ha de tener el comportamiento
abusivo. Estas son de dos tipos: la indemnización del daño causado y la adopción por las
autoridades competentes de las medidas necesarias para garantizar el fin del abuso.
Estas medidas pueden ser de toda índole permitido por el derecho, tanto judiciales como
administrativas; solo tienen que estar destinadas a cumplir con el fin previsto: terminar con
el abuso.

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En tercer lugar, los derechos no pueden ejercitarse en fraude de ley. Este es un acto según
el cual una persona pretende obtener ilícitamente un lucro indebido mientras aparenta
ejercitar uno de sus derechos. Es en fraude de ley aquella conducta aparentemente lícita,
por realizarse al amparo de lo permitido por una determinada ley vigente, pero que produce
un resultado contrario al ordenamiento jurídico en general o prohibido expresamente por
otra norma que sea esencial en la regulación de la misma materia.
El concepto de fraude a la ley establece que “Los actos realizados al amparo del texto de
una norma que persigan un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico, o contrario a
él, se considerarán ejecutados en fraude de ley y no impedirán la debida aplicación de la
norma que se hubiere tratado eludir”. La Sentencia de 21/12/2000 precisa en este sentido
que “El fraude de ley es sinónimo de daño o perjuicio conseguido mediante un medio o
mecanismo utilizado a tal fin, valiendo tanto como subterfugio o ardid e implica en el fondo
un acto contra legem por eludir las reglas del derecho, pero sin un enfrentamiento frontal,
sino al revés, buscando unas aparentes normas de cobertura”, de manera que “Requiere
como elementos esenciales una serie de actos pese a su apariencia de legalidad, violen el
contenido ético de los preceptos que se amparan ya se tenga o no conciencia de burlar la
ley.
Los requisitos exigidos para que estemos ante un fraude de ley son:
- Que haya un comportamiento contrario al fin práctico que la norma defraudada persigue.
- Que la norma en que el acto pretenda apoyarse no constituya el supuesto normal por ser
el referido acto un medio de vulneración de otras normas o por ir dirigido a perjudicar a
otros.
- No se requiere la intención de vulnerar la ley, pero sí que la actuación se encamine a la
producción de un resultado contrario o prohibido por una norma tenida como fundamental
en la materia.
El efecto del fraude de ley es que se aplicará la norma que se ha tratado eludir, de modo
que “la sanción del acto fraudulento es el sometimiento del mismo al imperio de la ley
defraudada”. Tal precepto vemos que ordena deshacer la apariencia de protección que un
acto recibe de una norma de cobertura, para someterlo al imperio de aquella que se trató
de eludir, no impidiendo la debida aplicación de la norma que se hubiere tratado de
esquivar. La estimación de un comportamiento con abuso de derecho o en fraude de ley es
siempre una ausencia de buena fe.
El uso del derecho subjetivo dentro de los límites que hemos visto aquí, está protegido por
el ordenamiento jurídico. Por ello, se reserva una sanción para quien incumpla los deberes
que el derecho subjetivo requiere, cumplan los demás.
Cuando por los demás se vulnera el derecho, ha de haber alguna manera de reponer las
cosas al estado en que deberían estar si se hubiera cumplido con lo debido.
El derecho subjetivo es una suma de facultades, expectativas y además, un sistema de
defensa de estas. El principal instrumento del que disponen los titulares de derechos
subjetivos dañados es la acción, poder para exigir coactivamente a otro un
comportamiento debido. Esta puede revestir un carácter preventivo, es el encaminado a

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impedir futuras violaciones de los derechos, o a un carácter represivo, son las que tienen
por objeto reaccionar contra una vulneración de la ley ya acontecida.
Proviene la acción de la actio romana que concedía el pretor para defender los derechos
vulnerados injustamente. La definimos como la facultad de impulsar la actividad
jurisdiccional para obtener la tutela de un derecho subjetivo o interés jurídico que ha sido o
puede ser conculcado. Como su estudio corresponde al derecho procesal, dejamos aquí
simplemente mencionada su existencia y procedimiento de uso.
A través de la acción solicitamos el auxilio del Estado, su aparato de coacción y uso de la
fuerza, para buscar el restablecimiento, preventivo o efectivo. La acción ha de plantearse
ante los tribunales de justicia en defensa del derecho subjetivo vulnerado. El triunfo de la
acción supondrá la imposición de una sanción al infractor. Esa sensación habrá de ser uno
de los tres tipos que prevé nuestro ordenamiento jurídico: civil, penal o administrativa.

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3. LA PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA. CONCEPTO Y ELEMENTOS.


PRESUPUESTOS. PLAZO PARA LAS ACCIONES REALES Y
PERSONALES. INTERRUPCIÓN. LA CADUCIDAD.
A nuestro ordenamiento jurídico le interesa que nuestros derechos subjetivos sean
ejercitados. El hecho de no recurrir a ellos durante un determinado periodo de tiempo
puede hacer que se pierdan los mismos y el titular pierda el derecho a ejercitarlos. El

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motivo estriba en razones de seguridad jurídica, de buena fe y en una necesidad


económica. Hay una necesidad de certidumbre y firmeza en las relaciones jurídicas que no
puede amparar una dejadez permanente que perjudique la vida económica y los derechos
de otros.
Se trata de sancionar la indolencia o dejadez del titular de un derecho. Esa ausencia de
ejercicio o de reclamación ante quien lo está usando creyendo que es suyo durante un
periodo excesivamente largo, puede llevar a creer que ese derecho no va a ser ya
ejercitado. La prescripción extintiva va a consistir en una forma de pérdida de los derechos
subjetivos por su no ejercicio por parte de su titular durante el tiempo establecido por la ley.
Lacruz afirma que son un límite temporal al ejercicio de los derechos, porque si no se
ejercita el derecho durante un tiempo, deja de estar en manos del que era su titular. La
regula el Código Civil.
La caducidad y la prescripción buscan dar una solución a esa confianza de quien cree estar
en posesión de un derecho, a que no se vea truncada tras un lapso largo de tiempo.
Tengamos en cuenta que, aunque buscan el mismo objetivo, caducidad y prescripción
tienen diferencias entre ellas que han de ser conocidas por el jurista.
Prescripción: consiste en la extinción del derecho subjetivo por su no ejercicio en el
transcurso de un periodo de tiempo determinado. Para que se pueda aplicar esta
prescripción extintiva es necesario que concurran las siguientes circunstancias:
- Que el derecho sea prescriptible, hay derechos subjetivos que no prescriben nunca, como
la nacionalidad.
- Que el derecho no sea ejercitado cuando puede serlo.
- Que transcurra un periodo de tiempo establecido en la ley sin que se verifique ese
ejercicio. El plazo comienza a contar desde el día en que pudieron ejercitarse.
- Que una vez transcurrido el plazo, algún interesado inste la prescripción.
- Que la prescripción no haya sido interrumpida en los casos que vamos a ver que ello es
posible por el sujeto pasivo.
Caducidad: es otro límite temporal al ejercicio del derecho subjetivo, de no aplicarse un
derecho en un tiempo determinado, queda totalmente extinguido. Esta institución no tiene
ninguna representación legal, es un concepto creado por la doctrina y la jurisprudencia.
Diferencias entre prescripción y caducidad:
En primer lugar, por la posibilidad de su interrupción. La prescripción puede ser
interrumpida en cualquier momento por el titular del derecho mediante el ejercicio del
mismo o cualquiera de las demás causas prescritas. Si tras ese ejercicio, el derecho
siguiese incumplido por el sujeto pasivo, comienza de nuevo el plazo de prescripción,
pudiendo después volver a ser interrumpido.
La prescripción podrá ser interrumpida por ejercicio judicial, extrajudicial, o por cualquier
acto de reconocimiento de la deuda. Por lo tanto, bastaría una reclamación del acreedor a
su deudor y la prescripción ya estaría interrumpida. La caducidad no puede ser
interrumpida. El plazo transcurre sin posible interrupción. Una vez vencido el plazo para
ejercitar el derecho, este queda automáticamente extinguido.

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La segunda nota que sirve para diferenciar estas dos figuras es la alegación. La
prescripción deberá ser alegada por el deudor cuando el acreedor le reclame la conducta
debida fuera de los plazos marcados. Por lo tanto y siendo indispensable la alegación, los
Tribunales de Justicia no podrán apreciar nunca de oficio la prescripción, sólo será
comprobada a instancia de parte. La caducidad sí será directamente apreciada de oficio
por parte de los tribunales, con lo que no tendrá por qué ser alegada por la parte deudora.
Los plazos que el Código Civil establece en lo referente a acciones civiles tienen un
plazo general de prescripción, cuando no haya ninguno señalado de 15 años. Siempre
comienza el plazo a contarse desde que pudo ejercerse la acción o ejercitarse el derecho.
Hay unos plazos concretos previstos, los principales son: las acciones reales sobre cosas
muebles e inmuebles oscila entre 6 y 30 años respectivamente; las acciones sobre el
derecho real de hipoteca prescriben a los 20 años; las acciones para exigir el pago de los
alquileres y arrendamientos, y de las pensiones por alimentos o prestaciones periódicas en
general, prescriben a los 5 años; las acciones para exigir el pago devengado a
profesionales en el desarrollo de su actividad, los créditos derivados de hospedaje o las
ventas hechas por un particular sin ánimo de lucrarse prescriben a los 3 años; y las
acciones para obtener las indemnizaciones por daños y perjuicios de responsabilidad civil
por injurias, calumnias y las derivadas por obligaciones derivadas de la culpa o
negligencia, prescriben al año.
En lo referente a cuestiones tributarias, los artículos 66 y 189 de la Ley General Tributaria
establecen que prescribirán estas a los 4 años. Para los delitos, el Código Penal distingue
diferentes plazos en función de la pena máxima prevista para el delito, comienza a contar
desde el día en que se cometió el hecho delictivo y termina a los 20 años, cuando la pena
máxima señalada al delito sea prisión de 15 o más años; a los 15 años, cuando la pena
máxima señalada por la ley sea inhabilitación por más de 10 años, o prisión por más de 10
años y menos de 15 años; a los 10 años, cuando la pena máxima señalada por la ley sea
prisión o inhabilitación por más de 5 años y que no exceda de 10 años; y a los 5 años, los
demás delitos, excepto los delitos leves y los de injurias y calumnias, que prescriben al año.
La Ley de Enjuiciamiento Civil señala que la posibilidad de instar ejecución de sentencias o
resoluciones caducará a los 5 años, si no se interpone demanda ejecutiva antes, a contar
desde la firmeza de la sentencia o resolución.
Finalmente, se hace una referencia a la influencia del tiempo en las relaciones jurídicas, ya
que su transcurso es decisivo a la hora de la toma de un buen número de decisiones y
consecuencias en ellas. El cómputo de los plazos, su transcurso y las fechas iniciales y
finales de ellos dan lugar, y son motivo esencial, para una buena cantidad de conflictos y
pleitos ante los Tribunales de Justicia.

El cómputo de tiempo tanto para la prescripción y caducidad como para todas las demás
cuestiones que el derecho somete a plazo, viene en el art. 5 C.c. Establece que siempre
que no se establezca otra cosa, en los plazos señalados por días, a contar de uno
determinado, quedará este excluido del cómputo, el cual deberá empezar en el día
siguiente; si los plazos estuviesen fijados por meses o años, se computarán de fecha a

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fecha. Cuando en el mes de vencimiento no hubiera día equivalente al inicial del cómputo,
se entenderá que el plazo expira el último del mes. En el cómputo civil de los plazos no se
excluyen los días inhábiles, solo en el ámbito del derecho administrativo tiene lugar la
diferencia entre días hábiles o naturales.

4. LA REPRESENTACIÓN: CONCEPTO Y CLASES


● CONCEPTO
Figura jurídica por la cual una persona (representante) actúa en nombre de otra
(representado), produciéndose los efectos de dicho acto jurídico en la esfera jurídica del
representado.
● CLASES
Seguimos la distinción de Albaladejo.
- Representación activa: cuando una persona lleva a cabo una determinada actividad en
nombre de otro (la declaración de voluntad es emitida por otra persona).
- Representación pasiva: cuando el representante es el que recibe por parte del
representado la declaración o la actuación de la que se trate y debe realizar.
- Representación voluntaria: se da si el origen de la misma se encuentra en la voluntad de
los sujetos.
- Representación legal: se da en los casos en los que el origen de la representación se
encuentra en la propia ley. Esta representación tiene como función principal la de suplir la
falta de capacidad del que será representado y la de llevar a cabo actos jurídicos por parte
del representante que protejan a terceros frente al mismo.
Ninguna persona va a poder contratar en nombre de otra, salvo en el caso de estar
autorizado por esta, o bien porque por ley ostente representación legal.
Dentro del concepto de representación voluntaria distinguimos entre:
- Representación directa: en los casos en los cuales el representante va a actuar en nombre
y por cuenta de otra persona, el representado.
- Representación indirecta: se produce cuando el representante obra por cuenta del
representado, pero lo hace en nombre propio.

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