1a Consecuencia 004
1a Consecuencia 004
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38. María es la Reina del cielo y de la tierra por obra de la gracia, como Jesucristo
es Rey por naturaleza y derecho de conquista: ahora bien, como el reinado de
Jesucristo consiste principalmente en el corazón o en el interior del hombre, según
estas palabras: “El reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc. 17, 21), de igual
manera, el reinado de la Santísima Virgen es principalmente en el interior del
hombre, o sea en su alma, y es principalmente en las almas donde Ella es más
glorificada con su Hijo que en todas las criaturas visibles, de donde nosotros
podemos llamarla como los santos Reina de los Corazones.
2a Consecuencia:
María es necesaria a los hombres para llegar a su último fin
42. Podría aquí relatar muchas historias que prueban la misma cuestión, entre
otras: 1ª. la que nos refieren las crónicas de San Francisco, de cuando él vio en
éxtasis una gran escalera que iba hasta el cielo, al fin de la cual estaba la
Santísima Virgen, y por la cual le fue indicado que era necesario subir para llegar
al cielo; 2ª. la que es relatada en las crónicas de Santo Domingo, en que se cuenta
que quince mil demonios poseían el alma de un infeliz hereje, cerca de Carcasona,
donde Santo Domingo predicaba el Rosario. Confundidos, fueron obligados por
mandato de la Santísima Virgen, a confesar muchas, grandes y consoladoras
verdades referentes a su devoción, con tal fuerza y claridad, que aunque seamos
poco devotos, no se puede leer esta auténtica historia, así como el panegírico que
el diablo hizo a pesar suyo sobre la devoción a Ella, sin derramar lágrimas de
alegría.
44. Solamente María encontró gracia delante de Dios (Lc. 1, 30) sin ayuda de
ninguna criatura. Sólo por intermedio de Ella han encontrado gracia delante de
Dios aquellos que después de Ella la han hallado, y sólo por Ella la tendrán
aquellos que en lo sucesivo la han de hallar. Ella era llena de gracia cuando fue
saludada por el arcángel San Gabriel (Lc. 1, 28), y fue super abundantemente llena
de gracia por el Espíritu Santo cuando la cubrió con su sombra inefable (Lc. 1, 35);
y de tal manera ha aumentado de día en día y de momento en momento esta doble
plenitud, que llegó a un grado de gracia inmensa e inconcebible, de tal forma que
el Altísimo la hizo única tesorera de sus riquezas, y la única dispensadora de sus
gracias, para ennoblecer, elevar y enriquecer a quien quiere, para hacer entrar a
quien desea por la vía estrecha del cielo, para permitir la entrada, a pesar de todo,
por la puerta angosta de la vida a quien desea, y dar el trono, el cetro y la corona
de rey a quien Ella quiere. Jesús es en todas partes y siempre el fruto y el Hijo de
María; y María es en todo lugar y siempre el verdadero árbol que lleva el fruto de
la vida, y la verdadera madre que lo produce.(Ver No. 33)
45. Solamente a María entregó Dios las llaves de las bodegas (Cant. 2, 4) del divino
amor, y el poder de entrar en las vías más sublimes y secretas de la perfección, y
allí hacer entrar a los otros. María solamente es quien da la entrada en el Paraíso
celeste a los miserables hijos de Eva, la infiel, para allí pasearse agradablemente
con Dios, para ocultarse con seguridad de sus enemigos, para allí alimentarse
deliciosamente y sin temer la muerte, del fruto de los árboles de la vida y de la
ciencia del bien y del mal, y poder beber a grandes tragos de las aguas celestiales
de esta bella fuente que allí brota con abundancia; o mejor aún, como Ella misma
es este paraíso terrestre, o esta tierra virgen y bendita de la que Adán y Eva
pecadores fueron expulsados, no permite la entrada en sí misma más que a
aquellos y a aquellas que son de su agrado, para hacerles santos.
46. Todos los ricos del pueblo, para servirme de la expresión del Espíritu Santo
(Sal. 44, 13) –según la explicación de San Bernardo– todos los ricos del pueblo
suplicarán vuestra mirada de siglo en siglo, y más especialmente al fin del mundo;
o sea, que los más grandes santos, las almas más ricas en gracia y en virtud, serán
las más asiduas en pedir a la Santísima Virgen, y en tenerla siempre presente
como su perfecto modelo de imitación, y su ayuda poderosa para socorrerlas.
47. Todo lo que he dicho sucederá especialmente al final del mundo, y bien pronto.
Ya que el Altísimo con su Santísima Madre deben formarse grandes santos que
sobrepasarán en santidad a la mayor parte de los otros santos, como los cedros del
Líbano sobrepujan a los pequeños arbustos, según ha sido revelado a una alma
santa, cuya vida fue escrita por M. de Renty.
48. Estas grandes almas, llenas de gracia y de celo, serán escogidas para oponerse
a los enemigos de Dios que bramarán de todos lados, y serán singularmente
devotas de la Santísima Virgen, esclarecidas por su luz, alimentadas con su leche,
conducidas por su espíritu, sostenidas por su brazo y guardadas bajo su
protección, de tal modo que combatirán con una mano y edificarán con la otra
(Neh 4, 17). Con una mano combatirán, derribarán, aplastarán a los herejes con
sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías, y a
los pecadores con sus impiedades; y, con la otra mano edificarán el templo del
verdadero Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir la Santísima Virgen,
llamada por los Santos Padres el templo de Salomón y la ciudad de Dios. Ellos
conducirán a todo el mundo, con sus palabras y ejemplos, a la verdadera devoción
a María, lo que les atraerá muchos enemigos, pero también muchas victorias y
gloria para Dios sólo. Esto ha sido revelado por Dios a San Vicente Ferrer, gran
apóstol de su siglo, conforme él mismo lo ha resaltado claramente en una de sus
obras. Es lo que el Espíritu Santo parece haber predicho en el Salmo 58 (14-16)
cuyas palabras son: “Et scient quia Deus dominabitur Jacob et finium terrae;
convertentur ad vesperam, et famem patientur ut canes, et circuibunt civitatem
(Versos 14 y 15) – El Señor dominará en Jacob y en toda la tierra, ellos se
convertirán en el atardecer y sufrirán el hambre como los perros e irán alrededor
de la ciudad buscando qué comer”. Esta ciudad que los hombres encontrarán al fin
del mundo para convertirse y saciar su hambre de justicia, es la Santísima Virgen,
quien es llamada por el Espíritu Santo villa y ciudad de Dios (Sal., 86, 3).