La Ciudadante Nieves Suarez

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“La Ciudadante Nieves Suarez, […]” o tres formas de tratamiento

clasificatorias de la mujer venezolana del siglo XIX

Dr. Juan Francisco García-Martínez


[email protected]
0414-2198301

Las formas o fórmulas de tratamiento (FT) son las variantes pronominales


o apelativas que “se eligen para dirigirse a alguien en función de la relación social
que existe entre el emisor y el receptor”, según la RAE y ASALE (2009), en su
Nueva gramática de la lengua española, (T.I, p. 1250, § 16.15a). Suelen aparecen
en el discurso en las funciones de sujeto, vocativo o complemento (directo o
indirecto); en los dos primeros casos gramaticales se debe estar atento al
paradigma verbal y a los posesivos con los que aparecen.
Pero, las FT connotan muchas cuestiones sociales, culturales, afectivas o
emocionales; y están ligadas a los roles sociales y funcionales de los
interlocutores. Estas fórmulas de interlocución ponen en evidencia que los
procesos interactivos de la sociedad se reflejan en la lengua y viceversa: el uso
de la lengua es un modo de acción social. Estas maneras de tratar al otro son
una imagen fiel del dinamismo de las estructuras sociales que reflejan esas
fórmulas, como ya mostró el trabajo clásico de Brown y Gilman (1960). Estas FT
marcan una relación asimétrica y formal, o pueden indicar cualidades o virtudes,
como también roles o estatus social (Fondanella de Weinberge, 1999).
En esta investigación, nos centramos en el vocablo ciudadante usado por
el escribiente de la gobernación de la Provincia de Guayana en 1831. Aparece en
un solo único documento; es, pues, extraño y único. Este término se nos presenta
aislado, en el sentido que solo aparece una vez en los más de dos mil
documentos revisados en el Archivo Histórico de Guayana (AHG, en adelante),
que funciona en la antigua caballeriza de la Casa-Museo del Congreso de
Angostura, en Ciudad Bolívar (Venezuela). Su soledad queda ratificada cuando
se buscó en varios corpus del Español en línea y no se consiguió. Este
aislamiento por falta de uso no impide, sin embargo, que haga relación discursiva
con otras fórmulas de tratamiento como señora y los nombres propios de
mujeres.
Cuando leí por primera vez esta palabra y, una vez comprendido su
alcance socio-cultural, surgieron un conjunto de interrogantes como ¿se usaba
ese apelativo para todas mujeres del siglo XIX?, ¿cuál forma de tratamiento se
usaba para las otras, si la respuesta es negativa?, ¿qué diferencia un grupo
femenino del otro? En fin, en este trabajo se dan respuestas a tales preguntas.
El objetivo es realizar un análisis lexicológico y discursivo históricos a la
FT ciudadante del siglo XIX. Por ello, se realiza una investigación documental-
histórica. Nuestra hipótesis de trabajo es la siguiente: estas tres FT femeninas
(ciudadante, señora y nombres propios femeninos) esconden una estratificación
gubernamental de tres grupos o clases sociales en su relación con el naciente
Estado venezolano; pero que en el fondo son un reflejo de la división trinaria
femenina social y cultural aceptada por la sociedad guayanesa del siglo XIX, y,
por extensión, de la sociedad venezolana de ese siglo.
Seguimos la tradición de esta subdisciplina del Análisis del Discurso que
proponen Atkinson, (1996), Valle, (1997), Jacobs yJucker, (1995), Brinton, (2001),
y Navarro, (2011), entre otros. Nace de la conjunción teórica-metodológica de la
Lingüística Histórica y la Pragmática Histórica; en otras palabras, se emplea el
Análisis Histórico del Discurso (AHD, en adelante). En un sentido general, el AHD
se puede conceptualizar como “el análisis diacrónico de fenómenos discursivos
contextualizados no contemporáneos”, Navarro (2011), apoyándose también en
los planteamientos de Fitzmaurice y Taavitsainen (2007).
En el caso de esta investigación, se presenta un estudio multidisciplinar,
porque, bajo los auspicios de la Historia de la Gran Colombia, Historia de
Venezuela, Historia Regional de Guayana (s. XIX), Lexicología Histórica,
Morfología Histórica, el Análisis Histórico del Discurso y la Pragmática Histórica,
se pretende desvelar y reconstruir el significado semántico-léxico y el significado
pragmático-discursivo del vocablo ciudadante. No es, pues, un estudio histórico-
léxico cotextual, sino histórico-discursivo contextual.

1. La mujer del siglo XIX sin ciudadanía política

El término ciudadante forma parte de una familia de palabras que se


origina de la palabra primitiva ciudad; de esto se habla en el subapartado
siguiente. Pero además de esta familia derivativa, ese término forma una red
pragmasemántica con un conjunto de palabras como sufragio, voto, elecciones,
democracia, nacionalidad, hombres libres, etc. Esta red semántica-discursiva gira,
en realidad, en torno de ciudadanía y ciudadano. Es necesario hacer un
acercamiento a estos términos con el fin de obtener una mejor comprensión e
interpretación, desde la política, de su palabra prima ciudadante. La ciudadanía
es una construcción social y política muy heterogénea en el tiempo y en espacio,
que escapa a estas líneas.
Por otro lado, en el marco de la Ilustración, los efectos de la Revolución
Francesa y del espíritu de las Cortes de Cádiz, nace el proceso independentista
de Hispanoamérica, que concibe al hombre hispanoamericano no como súbito
de España sino como ciudadano; esto se ve reflejado en las diferentes
constituciones que se otorgaron. En el caso de Venezuela, previo a la
constitución de 1830, el decreto convocando el congreso constituyente avizora
la concepción de ciudadanía que tendrá la primera constitución venezolana,
luego de la separación de la Gran Colombia.
En efecto, el 13 de enero de 1830, en Caracas, José Antonio Páez, Jefe
Civil y Militar de Venezuela, firma el referido decreto, el cual fue recibido en
Angostura el 9 de febrero del mismo año (AHG, 1830. Folio(s): 207-213). Los
artículos segundo, tercero y decimosexto constitucionales señalan las
condiciones para ser votante: estar domiciliado y residenciado en la zona de
votación y ser dueño de la casa, ser venezolano, estar casado, mayor de 21 años,
tener propiedad de 100 pesos, o tener una profesión, o ser comerciante, no ser
asalariado o jornalero o sirviente, o ser militar, no ser vago o loco o furioso o
demente.
Para efectos de esta investigación, lo que cabe destacar de este sufragio
censitario es que la mujer venezolana no puede votar. Es decir, no tiene derechos
políticos. Entonces, podemos preguntarnos: ¿por qué en la constitución de 1830
y las subsiguientes de ese siglo no se señala de manera explícita la exclusión de
las mujeres?
La interrogante es interesante; creo que la respuesta más equilibrada es
la siguiente: no se especifica lo que ya se sabe y se acepta social y culturalmente;
es decir, los asuntos de gubernamentales, civiles y políticos son cosa de
hombres. La mujer del siglo XIX, al igual que el jornalero y el sirviente, es una
persona no emancipada, dependiente de la voluntad del marido y de poca
capacidad cognitiva para decidir por sí misma; por tanto, se le aplica la
interdicción política. La fémina posee nacionalidad (venezolana, aunque en la
época se decía en masculino), pero no ciudadanía; esta implica a aquella, pero
no a la inversa. La mujer del siglo XIX está inhabilitada políticamente. El acto de
votación venezolano en el siglo XIX se basa en un sufragio censitario o
restringido; en el caso de la mujer se le aplica una restricción sexual.
En términos lingüísticos, el adjetivo “casado” del artículo segundo, por
ejemplo, señala que el género masculino está marcado, porque se refiere
exclusivamente a machos; esto queda ratificado por el adjetivo casado, y los
sustantivos jornalero, sirviente, sargento y cabo. El género masculino, en este
caso, discrimina y no es incluyente; es decir, no es el no-marcado como en la
actualidad.

2. Tres formas de tratamiento y tres clases sociales

La historiografía venezolana se ha debatido entre dos polos opuestos en


relación con el estudio de la mujer antes del siglo XX; específicamente, en el siglo
XIX. En efecto, estos dos extremos opuestos principales van desde los estudios
que la presentan como la mujer sumisa, dependiente de su esposo, recatada,
paridora, moderada, rezandera y ama de casa (Prada, 2015); al otro ángulo que
la ve como una especie de Juana de Arco a la venezolana que luchó en la
Independencia (Ver Memorias de Venezuela, Nº 19, 2008; Rojo, 2005). En medio
de estos polos, otros autores denuncian la ocultación de lo femenino en la
historia, debido a los intereses de la oligarquía decimonónica, luego de la
burguesía nacional republicana (Vargas, 2010); o cuando la mujer sale a la
palestra pública lo hace para enfrentarse con otra mujer (Álvarez, Avendaño y
Morales, 2006). En fin, en los cuatro puntos de vista historiográficos, la mujer no
es sacada a los espacios públicos, a lo civil-gubernamental, y, en consecuencia,
queda reducida a lo privado, doméstico, reproductivo, a la servidumbre hogareña
o a la discusión léxica entre mujeres.
Las FT que dan los funcionarios decimonónicos a la mujer guayanesa
pueden permitir un estudio diferente del rol femenino en la sociedad; o más
específicamente, se podrían distinguir tres grupos de mujeres en su relación con
el Estado venezolano. Estos grupos son permeables y flexibles, según el
contexto de uso y la dinámica misma de la sociedad, que no tenía fronteras
rígidas entre sus miembros. Creemos que, además de los roles “propios de su
sexo” (ama de casa, ir a la iglesia, coser y bordar, etc.), la mujer, o un grupo de
ellas, tenía que hacer frente a la vida y esto implica, entre otras cosas, realizar
diligencias administrativas y gubernamentales en las oficinas públicas.
En 1832, el secretario de la gobernación deja copia de un oficio, remitido
al supremo gobierno, donde se usa la forma de tratamiento ciudadante, previo al
nombre y apellido de una mujer:

La Ciudadante Nieves Suarez, a quien se le devolvió el vale


que había presentado por pago del remate que hizo, en la
parte que tenía el Estado, sobre la Casa que fue de Pedro
Almeya, por devolución que el Gobierno hizo, no estimarlo
legítimo con las demás circunstancias a que es relativa la
comunicación de Vuestra Señoría de Mayo 9 último,
Sección 2ª, ha exhibido otro Vale de haberes militares
importantes de mil pesos. (AHG, 1831. Oficio: 53)

Como ya se dijo, esta es la única vez que se usa este apelativo; para los
otros casos se usa el más común, ‘ciudadana’, como veremos luego. Este oficio
nos perfila este primer grupo de mujeres:
a) Está formado predominantemente por mujeres solteras.
b) No usan intermediarios para relacionarse con el gobierno; por ejemplo,
una figura masculina como sucede con otro grupo.
c) Ofrecen bienes al gobierno (casas, ganado, vales, dinero, etc.).
d) Son mujeres con dinero.
e) Aunque en ninguno de los casos fue posible conseguir una
representación (carta) de ellas, creemos que son alfabetizadas.
f) Por los elementos anteriores, también suponemos que pertenecen a la
clase social alta.

En otros casos, cuando no se usa el apelativo de ‘ciudadante’ o


‘ciudadana’, el empleado público emplea la palabra ‘señora’: “Consecuente a la
Comunicación de Vuestra Señoría de 16 de los infrantes nº 45 hemos procedido
a solicitar otro edificio para mudar estas oficinas, y habiendo encontrado la casa
de la Señora Josefa Ortiz;”, (AHG, 1830b. Oficio: 501).
Nótese que el vocablo ‘señora’ no significa ‘esposa de’, porque no lleva
apellido de casada y no por un mero olvido del escribiente gubernamental.
Pareciera que ‘señora’ significa ‘la que tiene posesión, dominio o mando sobre
una cosa’, como índice el Diccionario de Nebrija (1516).
El texto siguiente nos va permitir hacer un perfil de las mujeres que están
en el polo opuesto a las ‘ciudadanas’ y ‘señoras’; este es el texto en cuestión:

Pilar Orfila de este vecindario a Vuestra Señoría la es


presente [sic] que está entendida que hasta ahora no hay una
contrata especial por la cual se hagan los apuntes de la ropa
del Hospital Militar de esta plaza; y como esto deba
contribuir a la dirección y conservación de este Servicio hago
la proposición de encargarme del lavado y planchado con las
condiciones expuestas de apuntes; como igualmente del
alumbrado por la cantidad de 23 pesos que es la que esta
signada a la actual contrata […] (AHG, 1838. Folio(s): 77).
Estos son los elementos característicos de este grupo:

a) El funcionario no usó nunca el apelativo ‘ciudadante’ o ‘ciudadana’;


puede usar ‘señora’ cuando está casada.
b) Este grupo ofrece servicio (lavado, planchado, proporcionar alumbrado,
partera, cocinera, etc.).
c) En algunos casos, estas mujeres compran terrenos municipales para
construir un rancho.
d) La mayoría son analfabetas; otras saben firmar.

En este grupo entran tanto la mujer trabajadora como la meretriz y la


presa, como se puede apreciar en un documento en el que se habla de la
prostituta Juana Hurtado (AHG, 1832). Las mujeres trabajadoras de este grupo
pueden ser lavanderas, aguadoras, alumbradoras y suministradoras de leña
(AHG, 1832b; 1844); cocineras y enfermeras (AHG, 1839; 1843); agricultoras y
lavanderas (AHG, 1843b; 1844b); comadronas/obstetricia (AHG, 1844). La
mayoría de estas mujeres son solteras, salvo el único caso de la señora Federica
Doring, quien en su representación autopresenta su labor como “mi arte de
obstetricia” para asistir “a las mujeres pobres de la ciudad.” (AHG, 1844d).
Folio(s): 34).
El grupo de las ciudadantes y de las mujeres que ofrecen servicio al
Estado tienen algo en común: son las mismas mujeres quienes realizan la
tramitación ante el gobierno, sin intermediarios. Esto las diferencias del siguiente
grupo de mujeres, porque ellas ejecutan la acción administrativa-gubernamental
a través de un hombre, por lo general, el esposo. Veamos este documento, que
dirige la Jefatura Política del cantón capital al gobernador:

Habiendo apelado Ramón Pino marido de Prudencia


Basanta, de la determinación que en esta fecha dictó esta
Jefatura adeudando en 58 pesos de multas, aplicables a las
Rentas municipales o en su efecto a cuatro meses de
servicio en el Hospital de Caridad con ración y sin sueldo a
Prudencia Basanta por haberse ido de esta Ciudad sin
pasaporte (…)”, (AHG, 1843c. Folio: 440).

Como se puede observar, la mujer se relaciona de modo indirecto con el


Estado, a través de su esposo. Creemos que cuando se habla de un papel pasivo,
hogareño y rezandero de las mujeres, sometidas a la autoridad y dependencia
del marido, en realidad se están refiriendo solo a este grupo de mujeres y no a la
totalidad de féminas.

3. Conclusiones

El estudio de la forma de tratamiento ciudadante ha permitido una


comprensión, interpretación y análisis del rol de la mujer venezolana del siglo
XIX, que se separa de la visión de mujer dependiente del marido, pasiva,
hogareña, y también de la heroína patriótica. A partir de ese grupo social que
encierra la palabra clave señalada, se ha podido estructurar una jerarquización
social en tres grupos socio-económicos mujeriles, a partir de la manera como
estas se relacionan con el Estado, es decir, con los asuntos gubernamentales.
Al mismo tiempo, este estudio de tres FT femeninas ha permitido la
reconstrucción histórica del rol de la mujer en sociedad angostureña
decimonónica, y, a través de estas, se hace extensivo a la mujer venezolana de
la misma época.
La lucha de la mujer hacia su reconocimiento como persona no ha sido
fácil y mucho menos ha sido un camino llano su empoderamiento político y de
usuaria cotidiana de la vida administrativa-gubernamental. Hay una notoria falta
de equidad social y estadal y, en cierto modo, de exclusión social-gubernamental,
dado que, si bien estos tres grupos de féminas tenían una participación muy
activa para dos grupos mujeriles en la relación con los asuntos del Estado,
también es verdad que eran pocas si se toma en cuenta el número de hombres
que hacían tramitaciones administrativas.
Desde la Morfología Léxica, se podría comparar ciudadante con
paramédico; este no es alguien que aspire a ser titular del cargo de médico, sino
que el paramédico es alguien que tiene una formación tal que le permite
desempeñar ciertas funciones o acciones o actividades de un médico; así por
ejemplo, el paramédico puede entubar a un paciente igual que un médico, función
que no puede hacer la enfermera; pero no por ello se puede afirmar que el
paramédico sea un médico. El paramédico no es alguien que esté relacionado
de modo indirecto con la medicina o no pertenezca a ella, sino que él forma parte
del ámbito de la salud hospitalaria de emergencia. Entonces, se podría decir
“Paraciudadano/a Nieves Suarez”.
La ciudadante del siglo XIX era una mujer que podía hacer ciertas
actividades de modo directo, sin intermediarios, con el gobierno, tal como hacían
los ciudadanos; pero no por ello, esta ciudadante es plenamente una ciudadana
(política); pero, tenía un estado especial: la ciudadanía en términos sociales. Esta
mujer ciudadante tenía tal rol activo y proactivo, que hubo que crear o inventar
un término que recogiera esa semejanza o parecido con el papel activo y
proactivo masculino.
La constitución de 1830 relegó a las del “sexo bello” al grupo mayoritario de
los ciudadanos pasivos; pero la actuación de las mujeres angostureñas en sus
asuntos particulares relacionados con el Estado las hizo parecer ciudadanos
activos, que intentaban luchar contra los patrones sociales que le negaban parte de
sus derechos civiles, porque la mujer toma parte de los asuntos públicos no
políticos, participa de las cuestiones administrativa-gubernamentales; quizás, sea
valorada por nosotros como tangencial y secundaria; sin embargo, para la época
fue un paso de mucho peso social y cultural en la construcción de una nación libre
y republicana, que fue abriendo camino en ese largo proceso de inclusión social,
estatal y política de la mujer venezolana, que alcanzará su máxima expresión
política el 27 de octubre de 1946 cuando la mujer venezolana votará por primera
vez en la Historia de Venezuela: pudo votar y ser elegida como miembro de la
Asamblea Nacional Constituyente de 1946 para redactar la nueva constitución
nacional de 1947.
Referencias

Fuentes primarias:

Archivo Histórico de Guayana. (1830). Elecciones para el Congreso de Venezuela.


Signatura Topográfica: 2.2.1.1.125.31.
Archivo Histórico de Guayana. (1830b). Edificios del Estado. Signatura
Topográfica: 2.2.1.121.3. Oficio: 501.
Archivo Histórico de Guayana. (1831). Copiador de la correspondencia del
Gobierno de la Provincia de Guayana con la Secretaria en el Despacho de
Hacienda. Signatura Topográfica: 1.1.3.56.12.
Archivo Histórico de Guayana. (1832). Decretos y Resoluciones del Gobernador.
Signatura Topográfica: 1.1.3.55.7.
Archivo Histórico de Guayana. (1832b). Copiador de Oficio de los Gobernadores
de la Provincia de Guayana Pedro Volastero y el Comandante Ramón
Contasti con el Secretario en el Despacho de Hacienda. Signatura
Topográfica: 1.1.3.56.12.
Archivo Histórico de Guayana. (1838). Representación de María Linares sobre
custodia de prima. Signatura Topográfica: 2.3.3.177.11.
Archivo Histórico de Guayana. (1839). Hospital de Caridad. Donativo al Hospital
de Caridad. Oficio: Protesta de cocineras del Hospital. Remitiendo copia de
párrafo de acta del Concejo sobre pago a las mujeres empleadas en la
cocina del Hospital de Caridad. Signatura Topográfica: 2.3.3.186.27.
Archivo Histórico de Guayana. (1843). Extracto de los trabajos del Concejo de la
Capital. Signatura Topográfica: 3.1.1.221.33.
Archivo Histórico de Guayana. (1843b). Multas. Ramón Pino apela de la que se le
impuso a su esposa Prudencia Basanta. Signatura Topográfica:
3.1.1.219.27.
Archivo Histórico de Guayana. (1844). Rentas Municipales: Reclamos contra las
rentas por diversos respectos. Signatura Topográfica: (1844). 3.2.1.228.5.
Archivo Histórico de Guayana. (1844b). Rentas Municipales: Terrenos concedidos
a varias personas. Signatura Topográfica: 3.2.1.228.5.
Archivo Histórico de Guayana. (1844c). Hospitales: El Militar de esta plaza.
Contrata para su alumbrado y lavado. Signatura Topográfica: 3.2.1.232.15.

Fuentes Secundarias:

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London, 1675-1975: a sociohistorical discourse analysis. En Discourse in
Society, Vol. 25, pp. 333-371.
Brinton, L. J. (2001). Historical discourse analysis. En D. Schiffrin, D. Tannen y H.
E. Hamilton (Eds.). The handbook of Discourse Analysis. Pp. 138-160.
Massachusetts y Oxford: Blackwell.
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T. A. (Ed.). Style in Language. Pp. 253-276. Cambridge, Mass: MIT Press.
Fitzmaurice, S. M., y Taavitsainen, I. (2007a). Introduction. En S. M. Fitzmaurice
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Fontanella de Weinberg, M.B. Capítulo 22. Sistemas pronominales de
tratamiento usados en el mundo hispánico. En Bosque, I. y Demonte, V.
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del instituto de filología de Buenos Aires (1939-1989). Valladolid:
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Nebrija, Antonio de. (1516). Vocabulario de romance en latín hecho por el doctíssimo
maestro Antonio de Nebrissa nuevamente corregido y augmentado más de diez
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1996/diccionario-de-autoridades
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española.
(2009). Nueva gramática de la lengua española. T.I. Morfología y Sintaxis
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