Como El Hombre Piensa de James Allen

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“Como el Hombre Piensa ” .

Autor: James Allen.

Traductor: Claudio Lincol

James Allen

Titulo original:

“As a man thinketh”. Publicado en el año 1902


Índice

Prefacio
Pensamiento y carácter
Efecto del pensamiento en las circunstancias
Efecto del pensamiento en la salud del cuerpo
Pensamientos y propósito
El factor pensamiento en el éxito
Visión e ideales
Serenidad

Prefacio

Este pequeño volumen (resultado de la meditación y la experiencia) no


intenta ser un tratado exhaustivo acerca del poder del pensamiento, de lo
que ya mucho se ha escrito. Es más bien sugestivo antes que explicativo,
su objetivo es estimular a hombres y mujeres al descubrimiento y la
comprensión de la siguiente verdad :

Ellos son forjadores de sí mismos.

en virtud de los pensamientos que escogen y estimulan; que la mente es la


fábrica maestra que teje las ropas que visten tanto en lo profundo del
carácter como en lo externo de las circunstancias, y que si hasta ahora han
tejido ignorancia y sufrimiento pueden tejer iluminación y felicidad.

James Allen

1 . Pe ns a m ie nto y ca r á cte r.

El Aforismo, “Como un hombre piensa en su corazón, así es él,” no sólo


abarca su ser, sino que llega a comprender cada condición y circunstancia
de su vida. Un hombre es literalmente lo que piensa, siendo su carácter la
suma de todos sus pensamientos.

Así como una planta brota de su semilla, y no podría ser de otra manera,
así cada acción de un hombre brota de las semillas invisibles del
pensamiento, y no podrían existir sin ellas. Lo anterior es aplicable por
igual a aquellos actos considerados “espontáneos” y “no premeditados”
como a aquellos que son deliberadamente ejecutados.

Las acciones son brotes del pensamiento, y la dicha y el sufrimiento son


sus frutos; De este modo el hombre cosecha los frutos dulces y amargos
que él mismo siembra.
Los pensamientos en la mente nos hacen lo que somosNos forjan y
modelan. Si albergas en tu mente pensamientos inferiores, el dolor te
seguirá como sigue el arado al buey . . . Si en cambio tus pensamientos son
elevados, te seguirá la dicha como tu propia sombra, es un hecho.

El desarrollo del hombre está gobernado por leyes, no por artificios, y la ley
de causa y efecto es tan absoluta e inevitable en el reino oculto de los
pensamientos como lo es en el mundo de los objetos visibles y materiales.
Un carácter admirable no es asunto de azar o de favor, sino el resultado
natural de un constante esfuerzo en albergar los pensamientos correctos, el
efecto de una muy larga y apreciada asociación con pensamientos
admirables. Un carácter in noble y bestial, por el mismo proceso, es el
resultado de pensamientos viles albergados continuamente.

Él es hecho o deshecho por sí mismo; en la armonía del pensamientos forja


las armas con las que se destruye; también elabora las herramientas con
las que construye para sí mansiones celestiales de felicidad fortaleza y paz.
Con la elección y aplicación de los pensamientos correctos el hombre
asciende a la perfección divina; Con la aplicación y el abuso de los
pensamientos incorrectos, desciende bajo el nivel de las bestias. Entre
estos dos extremos están todas las categorías del carácter, y el hombre es
su maestro y hacedor.

De todas las maravillosas verdades del alma que han sido recuperadas y re-
descubiertas en esta era, ninguna más grandiosa y fecunda de divina
promesa y esperanza que esta – el hombre es el amo del pensamiento,
forjador del carácter, creador y modelador de condiciones, entorno y
destino.

Como un ser de Poder, Intelig encia y Amor, y señor de sus propios


pensamientos, el hombre posee la llave de cada situación, y lleva consigo
la agencia de transformación y regeneración por la cual hace de sí mismo lo
que quiere.

El hombre es siempre el amo y señor, aún en su estado de mayor debilidad


y abandono; pero en su debilidad y degradación es el amo necio que
gobierna mal sus asuntos. Cuando empieza a reflexionar acerca de su
condición, y a buscar diligentemente la Ley que lo llevó a ese estado, se
transforma en el amo sabio, canalizando inteligentemente su energía, y
elaborando pensamientos fructíferos. Ese es el amo sabio, y el hombre sólo
puede llegar a serlo descubriendo dentro de sí mismo las leyes del
pensamiento; descubrimiento que es resultado de aplicación, auto-análisis,
y experiencia.

Solamente después de mucho buscar y excavar el oro y los diamantes son


obtenidos, y el hombre puede encontrar cada verdad asociada con su ser si
cava con determinación en lo profundo de su alma; y probará
inequívocamente que es forjador de su carácter, modelador de su vida, y
constructor de su destino, si vigila, controla, y altera sus pensamientos,
siguiendo el rastro de sus efectos en sí mismo, en otros, en su vida y
circunstancias, enlazando causa y efecto con práctica e investigación
pacientes, y utilizando cada experiencia, aún la más trivial, cada hecho
cotidiano, como medios para obtener el conocimiento de sí mismo que es
Entendimiento, Sabiduría, Poder.

En ese sentido, como en ningún otro, está la ley absoluta “Aquel que
busque encontrará; a aquel que toque la puerta ésta se le abrirá”; sólo con
paciencia, práctica, e impertinencia incesante puede un hombre entrar por
la Puerta del Templo del Conocimiento.

2. Efecto del pensamiento en las circunstancias

La mente de un hombre se compara a un jardín, que puede ser


inteligentemente cultivado o ser abandonado y llenarse de hierbas; pero sea
cultivado o descuidado, está destinado a producir. Si no se siembran
semillas útiles, entonces semillas de hierba mala caerán, crecerán en
abundancia y se reproducirán.

Al igual que un jardinero cultiva su parcela, manteniéndola libre de mala


hierba, cultivando las flores y frutos que requiere, así debe también el
hombre atender el jardín de su mente limpiándola de pensamientos dañinos,
inútiles e impuros, y cultivando hasta la perfección las flores y frutos de
pensamientos correctos, útiles y puros. Sólo siguiendo este proceso el
hombre tarde o temprano descubre que él es el jardinero maestro de su
espíritu, director de su vida. También descubre en sí mismo, las leyes del
pensamiento, y entiende, cada vez con mayor precisión, cómo la fuerza del
pensamiento y los elementos de la mente operan en la formación de su
carácter, sus circunstancias y su destino.

El pensamiento y el carácter son uno solo, y mientras el carácter sólo se


manifiesta y descubre a través de las circunstancias, el entorno de la vida
de una persona siempre estará en armonía con su estado interior. Esto no
significa que las circunstancias de una persona en un momento dado son un
indicador de todo su carácter, sino que aquellas circunstancias están
íntimamente conectadas con algún elemento vital de pensamiento en su
interior que, en ese momento, es indispensable para su desarrollo.

Cada hombre está donde está por la ley de su propio ser. Los pensamientos
que ha construido en su carácter lo han llevado allí, y en la disposición de
su vida no hay elemento de azar, sino el resultado de una ley que no puede
fallar. Esto es cierto tanto para aquellos que se sienten descontentos con
su entorno como para aquellos que están satisfechos con él.

Como ser de evolución y progreso, el hombre está en un punto en el que


debe aprender que ha de crecer; y mientras aprende la lección espiritual
que cada circunstancia le ofrece, ésta termina y da lugar a otras
circunstancias.

El hombre es abofeteado por las circunstancias mientras se piense a sí


mismo como un ser creado por las condiciones exteriores, pero cuando se
da cuenta de que es un poder creativo, y que puede manejar las tierras y
semillas de su ser de las que las circunstancias nacen, se convierte en el
dueño y señor de sí mismo.

El hombre que por algún tiempo ha practicado el autocontrol y la auto


purificación sabe que las circunstancias nacen de los pensamientos, porque
ha notado que las alteración de sus circunstancias ha estado en exacta
relación con la alteración de su estado mental. De este modo, es verdad
que cuando un hombre tenazmente se dedica a subsanar los defectos de su
carácter, y realiza un progreso rápido y marcado pasa rápidamente por una
sucesión de cambios repentinos.

El alma atrae aquello que secretamente alberga; aquello que ama, y


también aquello que teme; alcanza la cúspide de sus más preciadas
aspiraciones, cae al nivel de sus más impuros deseos; y las circunstancias
son los medios por los que el alma recibe lo que es suyo.

Cada semilla de pensamiento sembrado dejado caer en la mente, y que


hecha raíces, se reproduce a sí misma, floreciendo tarde o temprano en
acciones, produciendo sus propios frutos de oportunidad y circunstancias.
Buenos pensamientos producen buenos frutos, malos pensamientos malos
frutos.

El entorno de las circunstancias toma forma en el mundo interno de los


pensamientos, y todas las condiciones externas, agradables y
desagradables, son factores que finalmente existen para el bien del
individuo, el hombre aprende tanto sufriendo como disfrutando.

Siguiendo los más íntimos deseos, aspiraciones, pensamientos, por los


cuales se deja dominar (persiguiendo visiones engañosas de impura
imaginación, o caminando con pie firme el camino de elevadas
aspiraciones), el hombre finalmente recibe por completo los frutos de estos
en el entorno de su vida.

Las leyes del crecimiento y adaptación se cumplen en todo lugar.

Un hombre no llega a un asilo de ancianos o la cárcel por la tiranía del


destino o las circunstancias, sino por el camino de pensamientos serviles y
bajos deseos. No cae un hombre de pensamientos puros de repente en el
crimen por estrés o por fuerzas meramente externas; pensamientos
criminales han sido secretamente albergados en el corazón, y la hora de la
oportunidad revela su poder acumulado.

Las circunstancias no hacen al hombre; lo revelan a sí mismo. No puede


existir condición tal como descender en el vicio mientras la persona sufre
por sus inclinaciones viciosas; o ascender en la virtud y su felicidad pura
sin el cultivo continuado de aspiraciones virtuosas; el hombre, por lo tanto,
como amo y señor del pensamiento, es el hacedor de sí mismo, el formador
y autor de su entorno. Aún en el nacimiento el alma se revela, y en cada
paso de su peregrinación atrae aquella combinación de condiciones que la
revelan, que son el reflejo de su propia pureza o impureza, su fortaleza y
debilidad.

Los hombres no atraen aquello que quieren, sino aquello que son. Sus
antojos, caprichos, y ambiciones se frustran a cada paso, pero sus más
íntimos pe nsami entos y deseos se alimentan de sí mismos, sean estos
sucios o limpios. La “divinidad que nos da forma” está dentro de nosotros
mismos; somos Nosotros Mismos. El hombre está maniatado sólo por sí
mismo. El pensamiento y la acción son los carceleros del destino – ellos
nos apresan, si son bajos; ellos son también ángeles de Libertad – nos
liberan, si son nobles.

No consigue el hombre aquello que desea y por lo que ora, sino aquello que
con justicia se gana. Sus deseos y plegarias sólo son gratificadas y
atendidas cuando armonizan con sus pensamientos y acciones.

A la luz de esta verdad, ¿cuál es entonces el sentido de “Luchar contra las


circunstancias?” Significa que el hombre está continuamente revelándose
contera el efecto exterior, mientras todo el tiempo está nutriendo y
preservando la causa en su corazón.

Esta causa puede tomar la forma de un vicio consciente o de una debilidad


inconsciente; pero cualquiera sea, tercamente retarda los esfuerzos de su
poseedor, que de ese modo clama por una cura.

El hombre está ansioso de mejorar sus circunstancias, pero no está tan


deseoso de mejorarse a sí mismo; por eso permanece atado. El hombre que
no se encoge ante su propia crucifixión nunca fallará en alcanzar el objetivo
que se traza en su corazón, esto es tan cierto en las cosas terrenales como
divinas. Aún el hombre cuyo único objetivo es alcanzar prosperidad debe
estar preparado para realizar grandes sacrificios personales antes que
pueda lograr su objetivo; ¿y cuánto más preparado aquel que quiera lograr
una vida próspera y equilibrada?.

Este es un hombre miserable y pobre. Está extremamente ansioso deseando


que el confort de su entorno y su hogar mejoren, aun así todo el tiempo es
mezquino en su trabajo, y se considera justificado al tratar de engañar a su
empleador basado en lo miserable de su sueldo. Tal hombre no entiende los
simples rudimentos de los principios que son la base de la prosperidad, y
no sólo está incapacitado para alzarse sobre su miseria, sino que atrae aún
mayores miserias al albergar y actuar siguiendo sus pensamientos
indolentes, falsos y cobardes.

Este es un hombre rico que es víctima de una penosa y persistente


enfermedad resultado de la glotonería. Está dispuesto a gastar enormes
sumas de dinero para curarse, pero no está dispuesto a sacrificar su
glotonería. Quiere satisfacer su gusto con comidas poco saludables y gozar
a la vez de buena salud. Tal hombre es totalmente incapaz de gozar de
buena salud, porque no ha aprendido los principios básicos de una vida
saludable.
Este es un empleador que adopta medidas deshonestas para evitar el pago
de sueldos reglamentarios, y, en el afán de mejorar sus ingresos, reduce los
sueldos de los empleados. Tal hombre no está preparado para la
prosperidad, y cuando sus finanzas y su prestigio se encuentren en
bancarrota, el culpará a las circunstancias, sin siquiera saber que es él
mismo el autor de su condición.

He presentado estos tres casos solamente para ilustrar la verdad de que el


hombre es la causa (aunque casi siempre sin ser consciente) de sus
circunstancias, y que, mientras aspira un buen fin, continuamente frustra su
cometido al estimular pensamientos y deseos que no armonizan con ese fin.
Tales casos pueden modificarse y multiplicarse casi indefinidamente, pero
no es necesario, porque el lector podrá, si así lo resuelve, rastrear el efecto
de las leyes del pensamiento en su propia mente y en su propia vida, y
hasta que lo logre, meros hechos externos no servirán como base de su
razonamiento.

Las circunstancias, sin embargo, son tan complicadas, el pensamiento está


tan profundamente enraizado, y las condiciones de felicidad varían tanto
entre individuos, que la condición del alma del hombre en su totalidad
(aunque él la conozca) no puede juzgarse de otro modo que no sea por el
aspecto externo de su vida.

Un hombre puede ser honesto en cierta dirección, y aún así sufrir de


privaciones; un hombre puede ser deshonesto en cierta dirección, y aún así
adquirir riquezas; pero la conclusión usual de que el primero falla debido a
su particular honestidad , y que el segundo es próspero gracias a su
particular deshonest idad , es resultado de un juicio superficial, que asume
que el deshonesto es corrupto casi por completo, y el honesto es casi
enteramente virtuoso. A la luz de un profundo conocimiento y mayor
experiencia, tal juicio se encontrará erróneo. El deshonesto ha de tener
algunas virtudes admirables que el otro no posee; y el honesto vicios
dañinos que están ausentes en el otro. El hombre honesto cosecha los
buenos resultados de sus pensamientos y actos honestos; también atrae el
sufrimiento que su vicio produce; El deshonesto del mismo modo cosecha
sus propios sufrimientos y dichas.

La vanidad humana se complace al creer que uno sufre por causa de su


virtud; pero hasta que el hombre haya extirpado cada pensamiento malsano,
amargo e impuro de su mente, y limpiado cada mancha pecaminosa de su
alma, no estará en posición de saber y decir que sus sufrimientos son
resultado de su buenas, y no de sus malas cualidades; y en el camino de la
perfección, habrá encontrado funcionando en su mente y en su vida, la Gran
Ley que es absolutamente justa, y que no da bien por mal, ni mal por bien.
En posesión de tal conocimiento, entenderá, mirando atrás en su pasada
ignorancia y ceguera, que su vida se desarrolla, y siempre se desarrolló,
con justicia, y que todas sus experiencias pasadas, buenas y malas fueron
fruto imparcial de su propio ser en proceso de evolución.

Buenos pensamientos y acciones jamás pueden producir malos resultados;


malos pensamientos y acciones no pueden jamás producir buenos
resultados. Esto no es otra cosa que afirmar que no puede cosecharse más
que trigo del trigo, u ortiga de la ortiga. El hombre entiende esto en el
mundo natural, y trabaja con ese conocimiento; pero pocos lo entienden en
el mundo moral y mental (aunque esta operación es tan simple y directa), y
por lo mismo no cooperan con esa ley.

El sufrimiento es siempre el efecto de los pensamientos equivocados en


alguna dirección. Es indicador de que el individuo está fuera de armonía
consigo mismo, con la ley de su ser. El único y supremo uso del sufrimiento
es la purificación, quemar todo aquello que es inútil e impuro. El sufrimiento
cesa para quien es puro. No hay sentido en quemar el oro después que la
escoria se ha retirado, y un ser perfectamente puro e iluminado no puede
sufrir.

Las circunstancias por las que un hombre se encuentra con el sufrimiento


son el resultado de su propia falta de armonía mental, las circunstancias
por las que el hombre se encuentra con la buenaventura son los resultados
de su propia armonía mental. Buenaventura, no posesiones materiales, es
la medida del pensamiento correcto; la infelicidad, no la falta de posesiones
materiales, es la medida del pensamiento errado.

Un hombre puede ser desgraciado y ser rico; puede ser bendito y pobre. La
buenaventura y riqueza sólo se juntan cuando la riqueza es empleada
correctamente y con sabiduría; y el hombre pobre sólo desciende a la
miseria cuando considera su destino como una carga injustamente infligida.

La indigencia y la indulgencia son dos extremos de la miseria. Ambas son


igualmente innaturales y el resultado de un desorden mental. Un hombre no
está correctamente adaptado hasta que es un ser feliz, saludable y
próspero; y la felicidad, salud y prosperidad son el resultado de la armonía
entre su mundo interno y externo, del hombre con su entorno.

Un hombre sólo empieza a ser hombre cuando deja de lamentarse y


maldecir, y comienza a buscar la justicia oculta que gobierna su vida. Y al
adaptar su mente a este factor gobernante, cesa de acusar a otros como la
causa de su situación, y se forja a sí mismo con pensamientos nobles y
fuertes; deja de patalear contra las circunstancias, y empieza a utilizarlas
como ayuda para progresar más rápido, y como un medio para descubrir el
poder y las posibilidades ocultas dentro de sí.

Ley, y no confusión, son el principio dominante del universo; justicia, no


injusticia, es el espíritu y sustancia de la vida; rectitud, y no corrupción, es
la fuerza moldeadora y motivadora que gobierna el espíritu del mundo.
Siendo esto así, el hombre no tiene opción más que descubrir que el
universo funciona correctamente, y al rectificarse, encontrará que mientras
cambia sus pensamientos respecto a las situaciones y la gente, las
situaciones y la gente cambiarán respecto a él.

La prueba de esta verdad está en cada persona, y por ello puede verificarse
fácilmente mediante una introspección y auto-análisis sistemáticos. Cambie
un hombre radicalmente sus pensamientos, y se asombrará de la rápida
transformación que operará en las condiciones materiales de su vida.
El hombre imagina que puede mantener en secreto sus pensamientos, pero
no puede; rápidamente estos se cristalizan en hábitos, y los hábitos toman
forma de circunstancias. Pensamientos indulgentes se cristalizan en hábitos
de indulgencia respecto a la bebida y el sexo, que toman forma de
destrucción y padecimiento; pensamientos impuros de todo tipo se
cristalizan en hábitos de desorientación y debilidad, que toman forma de
circunstancias de perturbación y adversidad; pensamientos de temor, duda
e indecisión se cristalizan en hábitos de debilidad, falta de hombría e
irresolución, que toman forma de circunstancias de fracaso, indigencia, y
dependencia; pensamientos de pereza se cristalizan en hábitos de desaseo
y deshonestidad, que toman forma de circunstancias de inmundicia y
mendicidad; pensamientos de odio y condena se cristalizan en hábitos de
acusación y violencia, que toman forma de circunstancias de injuria y
persecución; pensamientos narcisistas de todo tipo se cristalizan en hábitos
egoístas, que toman forma de circunstancias de mayor o menor angustia.

Por otro lado, pensamientos nobles de cualquier tipo se cristalizan en


hábitos de gracia y bondad, que toman forma de circunstancias de felicidad
y cordialidad; pensamientos puros se cristalizan en hábitos de temperancia
y dominio de sí mismo, que toman forma de circunstancias de paz y
tranquilidad; pensamientos de valentía, auto-confianza y decisión se
cristalizan en hábitos valerosos, que toman forma de circunstancias de
éxito, plenitud y libertad; pensamientos llenos de energía se cristalizan en
hábitos de pulcritud y laboriosidad, que toman forma de circunstancias
placenteras; pensamientos nobles y caritativos se transforman en hábitos
de generosida d, que toman formas de circunstancias de protección y
preservación; pensamientos de amor y generosidad cristalizan en hábitos
de desprendimiento, que toman forma de circunstancias de prosperidad
perdurable y riqueza verdadera.

La persistencia en una sucesión dada de pensamientos, sean estos buenos


o malos, no falla en producir resultados en el carácter y las circunstancias.
Un hombre no puede escoger directamente sus circunstancias, pero puede
escoger sus pensamientos, y de ese modo, indirectamente, pero con
certeza, dar forma a sus circunstancias.

La naturaleza se encarga de ayudar a todos los hombres en la satisfacción


de los pensamientos que lo dominan, y le presenta las oportunidades que
hagan realidad de la manera más rápida tanto sus pensamientos
constructivos como destructivos.

Cese un hombre de pensar pecaminosamente, y el mundo se ablandará


para él, y estará listo para ayudarlo, deje de lado sus pensamientos débiles
y enfermizos, y oh! las oportunidades nacerán en cada mano para ayudarlo
en sus resoluciones; motive buenos pensamientos, y no habrá fatalidad que
lo ate a la miseria y la vergüenza. El mundo es tu caleidoscopio, y la
variedad y combinación de colores que a cada momento te presenta son las
imágenes exquisitamente ajustadas de tus pensamientos siempre en
movimiento.
Serás lo que has que serQue la derrota encuentre su falsa felicidad en lo
que cree que es tu realidad pero tu espíritu la despreciaDomina el tiempo y
conquista el espacio;vence aquella vanidosa embaucadora, “la suerte”
derrota a la circunstancia,la pone a su servicio. El deseo humano, que
poder descendiente de un espíritu inmortal puede hacer un camino a
cualquier objetivo aunque murallas inmensas se opongan. No te
impacientes cuando intentes que cuando logres entender que tu espíritu es
quien manda hasta los dioses han de obedecer.

3. Efecto del pensamiento en la salud del cuerpo

El cuerpo es el siervo de la mente, obedece a las operaciones de la mente,


sean estos deliberados o automáticos. Siguiendo pensamientos indebidos el
cuerpo rápidamente se hunde en la enfermedad y el decaimiento; siguiendo
pensamientos virtuosos se viste de juventud y belleza.

La salud y la enfermedad, al igual que las circunstancias, tienen su raíz en


los pensamientos, pensamientos enfermizos se expresan a través de un
cuerpo enfermo. Se ha sabido que los pensamientos de temor matan a un
hombre tan rápido como una bala, y continuamente matan miles de gentes,
tal vez no tan rápido, pero sí con igual efectividad. La gente que vive con
temor a las enfermeda des es la gente que las contra e. La ansied ad
rápidamente debilita el cuerpo, y lo deja expuesto a la enfermedad;
mientras pensamientos impuros, aunque no tengan un origen físico, pronto
destruirán el sistema nervioso.

Pensamientos energéticos, de pureza y dicha producen en el cuerpo vigor y


gracia. El cuerpo es un instrumento muy delicado y plástico, que responde
rápidamente a los pensamientos que lo dominan, y los hábitos de
pensamiento producirán sus efectos sobre él, sean estos buenos o malos.

El hombre continuará teniendo sangre impura y envenenada mientras sus


pensamientos sean impuros. De un corazón limpio emana una vida y un
cuerpo limpios. De una mente contaminada proceden una vida y un cuerpo
corruptos. El pensamiento es la fuente de toda acción, de la vida y su
manifestación; construye una fuente que sea limpia y todo será puro.

El cambio de dieta no ayudará a un hombre que no cambia sus


pensamientos. Cuando un hombre purifica sus pensamientos, no deseará
más comida impura.

Si deseas perfeccionar tu cuerpo, sé celoso con tu mente. Si quieres


renovar tu cuerpo, embellece tu mente. Pensamientos de malicia, envidia,
decepción, desaliento, le arrebatan al cuerpo su gracia y salud. Una cara
amarga no es cuestión de azar, sino de pensamientos amargos.

Las arrugas que desfiguran están hechas por la necedad, la pasión y el


orgullo.

Conozco una mujer de noventa y seis años que posee la inocente y


luminosa cara de una niña. Conozco un hombre que no alcanza la mediana
edad cuya cara está desfigurada por líneas sin armonía. Una es el resultado
de una disposición dulce y vívida, el otro el resultado de la pasión y el
descontento.

Así como no puedes tener un hogar saludable y dulce si no dejas entrar


libremente el aire y la luz del sol en las habitaciones, así un cuerpo vívido,
feliz, o un rostro sereno sólo puede ser resultado de dejar entrar libremente
en la mente pensamientos felices, buenos deseos y serenidad.

En la cara de los ancianos hay arrugas producidas por la simpatía. Otras


por pensamientos puros y vigorosos; y otras talladas por la pasión: ¿quién
no puede distinguirlas? Para aquellos que han vivido correctamente, la
edad trae calma, paz, como una puesta de sol. Recientemente he observado
a un filósofo en su lecho de muerte. Era viejo sólo de años, murió tan dulce
y calmadamente como vivió.

No hay mejor medicina que los pensamientos felices para disipar los males
del cuerpo; no hay mejor reconfortante que la buena voluntad para disipar
las sombras de la pena y la amargura. Vivir continuamente con
pensamientos malévolos, cínicos, y envidiosos, es confinarse en una prisión
hecha por uno mismo. Pero pensar bien de todos, ser amable con todos, y
pacientemente aprender a encontrar el lado bueno de las cosas – tales
pensamientos son las verdaderas puertas del cielo; y vivir el día a día en
pensamientos de paz hacia toda criatura atraerá paz en abundancia a su
poseedor.

4. Pensamientos y propósito.

Hasta que el pensamiento no esté acompañado de un propósito no habrá


logro inteligente alguno. La mayoría permite que sus pensamientos
naveguen sin rumbo y a la deriva por el océano de la vida. Tal falta de
propósito es un vicio, y no ha de permitirla aquel que quiere estar a salvo
de la catástrofe y la destrucción.

Quien no tiene un propósito central en su vida cae presa fácil de


preocupaciones banales, miedos, problemas, y auto-compasión, y así se
dirige, tan seguro como si lo buscara con intención (aunque por un camino
distinto), al fracaso, la infelicidad, la pérdida de lo querido, porque la
debilidad no puede perdurar en un universo de poder.

El hombre debe concebir un propósito legítimo en su corazón, y luchar por


alcanzarlo. Debe hacer de este propósito el centro de sus pensamientos.
Puede tomar forma de un ideal espiritual, o puede ser un objeto terrenal, de
acuerdo con su nat uraleza y los tiempos; pero cualquiera sea, debe
firmemente enfocar la fuerza de sus pensamientos hacia el objetivo que
tiene ante él. Debe hacer de este propósito su tarea suprema, y debe
dedicarse por completo a conseguirlo, evitando que sus pensamientos
divaguen en caprichos, antojos y fantasías, este es el camino real del
dominio de sí mismo y la verdadera concentración del pensamiento. Aún si
falla una y otra vez en alcanzar su propósito (como tiene que suceder hasta
que venza su debilidad), la fuerza de carácter ganado será la verdadera
medida de su poder y su conquista, y formará un nuevo punto de partida
para la victoria y el poder futuros.

Quienes no están preparados para un propósito grandioso, deberán fijar sus


pensamientos en ejecutar sin faltas su asignación, no importa qué
insignificante pueda parecer. Sólo de esta manera pueden los pensamientos
ser concentrados y enfocados, y la energía y la resolución pueden
desarrollarse, y una vez logrado esto, no habrá nada que no se pueda
lograr.

El alma más débil, conocedora de su debilidad, y creyendo esta verdad –


que el poder sólo puede ser desarrollado con esfuerzo y práctica , podrá
aplicarla en sí misma, y añadiendo esfuerzo al esfuerzo, paciencia a la
paciencia, y fuerza a la fuerza nunca dejará de crecer, y al final crecerá con
fuerza divina.

Así como el hombre físicamente débil puede fortalecerse mediante un


cuidadoso y paciente ejercicio, así el hombre de pensamientos débiles
puede convertirlos en poderosos ejercitándose a sí mismo en el pensar
correcto.

Eliminar la falta de propósito y la debilidad, y empezar a pensar con


propósito, es ascender al rango de aquellos que sólo reconocen el fracaso
como uno de los caminos al éxito; quienes hacen que las circunstancias les
sirvan, y quienes piensan con fortaleza, se lanzan con fiereza, y vencen con
maestría.

Habiendo concebido su propósito, el hombre debe marcar mentalmente una


línea recta que lo lleve a su objetivo, sin mirar a la derecha ni a la
izquierda. La duda y el miedo deben excluirse rigurosamente; son
elementos que desintegran, que rompen la línea recta del esfuerzo, y la
desvían, son inútiles, ineficaces. Los pensamientos de duda y temor nunca
han logrado una meta, y nunca podrán. Siempre conducen al fracaso. El
propósito, la energía, el poder, y los pensamientos enérgicos se detienen
cuando la duda y el temor se arrastran entre ellos.

La decisión y el propósito emanan de saber lo que podemos hacer. La duda


y el miedo son los grandes enemigos del conocimiento, y aquel que los
aliente, y no los elimine, encontrará la frustración a cada paso.

Aquel que haya conquistado la duda y el miedo ha conquistado al fracaso.


Cada uno de sus pensamientos está aliado al poder, y las dificultades son
valientemente enfrentadas y derrotadas con sabiduría. Sus propósitos son
sembrados oportunamente, y florecen y producen frutos que caerán de tan
maduros.

El pensamiento aliado fuertemente al propósito se convierte en una fuerza


creativa; aquel que comprenda esto está listo para transformarse en un ser
superior y más fuerte que un simple atado de pensamientos vacilantes y
sensaciones cambiantes. Quien logre esto se habrá convertido en al amo
consciente e inteligente de sus poderes mentales.

5. El factor pensamiento en el éxito.

Todo lo que el hombre logra y todo en lo que falla es resultado directo de


sus pensamientos. En un universo gobernado con justicia, en el que la falta
de equidad significaría la destrucción total, la responsabilidad individual ha
de ser absoluta. La debilidad y fortaleza de un hombre, su pureza e
impureza, son suyas, y de nadie más; son labradas por él mismo, y no por
otro, y pueden ser alteradas sólo por él, nunca por otro. Su condición es
también suya y de nadie más. Su sufrimiento y su felicidad emanan de
adentro. Como él piense, así es él; como siga pensando, así seguirá siendo.

Un hombre fuerte no puede ayudar a uno débil a menos que el débil desee
ser ayudado, más aún, el débil ha de hacerse fuerte por sí mismo; debe,
con su propio esfuerzo, desarrollar la fortaleza que admira en otro. Nadie
más que él puede alterar su condición.

Ha sido habitual para el hombre pensar y decir. “Muchos hombres son


esclavos porque uno es opresor, odiemos al opresor.” Actualmente, sin
embargo, hay una pequeña y creciente tendencia de invertir dicho juicio y
decir, “Un hombre es opresor porque muchos son esclavos; despreciemos a
los esclavos.” La verdad es que opresor y esclavo cooperan en su
ignorancia, y, mientras parece que se afligen el uno al otro, se afligen en
realidad a ellos mismos. Un conocimiento perfecto percibirá la acción de la
ley en la debilidad del oprimido y en el poder mal aplicado del opresor; un
Amor perfecto, al ver el sufrimiento que ambos estados implica, no condena
a ninguno; una Compasión perfecta abraza a ambos, opresor y oprimido.

Aquel que ha conquistado a la debilidad, y ha alejado de sí pensamientos


egoístas, no pertenece a opresores ni a oprimidos. Él es libre.

Un hombre sólo puede elevarse, conquistar y alcanzar el éxito, elevando


sus pensamientos. Sólo puede permanecer débil, abatido y miserable al
negarse a elevar sus pensamientos.

Antes de que un hombre pueda lograr cualquier meta, aun metas terrenales,
debe elevar sus pensamientos por encima del esclavismo animal y la
indulgencia. No ha de rendirse, si quiere triunfar, ante su animalidad ni
egoísmo, de ninguna manera; pero una parte de él debe, al menos, ser
sacrificada. Un hombre cuyo pensamiento principal es de indulgencia animal
no puede pensar claramente, ni planear metódicamente; Si no empieza a
controlar con valentía sus pensamientos, no está en capacidad de controlar
otros asuntos y adoptar responsabilidades serias. No está preparado para
actuar de forma independiente y por sí solo. Pero sólo lo limitan los
pensamientos que él escoge.

No puede haber progreso ni logro sin sacrificio, y el éxito terrenal de un


hombre se logrará en la medida que sacrifique sus pensamientos animales y
confusos, y concentre su mente en el desarrollo de planes, y el
fortalecimiento de su resolución y auto-confianza. Y mientras más elevados
sean sus pensamientos, se convertirá en alguien más valeroso, grande y
correcto, mayores serán sus logros, benditos y duraderos serán sus éxitos.

El universo no favorece al codicioso, al deshonesto, al vicioso, aunque


superficialmente a veces pareciera hacerlo; ayuda al honesto, al
magnánimo, al virtuoso. Todos los grandes Maestros de todas las eras han
declarado esto de distintas maneras, y para probarlo y entenderlo el hombre
no tiene más que persistir en hacerse más y más virtuoso elevando sus
pensamientos.

Los logros intelectuales son el resultado de un pensamiento consagrado a


la búsqueda del conocimiento, o de la belleza y la verdad en la naturaleza.
Tales logros pueden estar a veces ligados a la vanidad y la ambición pero
no son el resultado de estas características; son el resultado natural de un
arduo y prolongado esfuerzo, y de pensamientos puros y desinteresados.

Los logros espirituales son la consumación de aspiraciones divinas. Aquel


que vive constantemente en la concepción de nobles y elevados
pensamientos, que vive puro y desinteresado, se convertirá, tan seguro
como que el sol alcanza su cúspide, y la luna llega a ser llena, en un
hombre sabio y noble de carácter, y se elevará a una posición de influencia
y buena fortuna.

El éxito, de cualquier tipo, es la corona del esfuerzo, la diadema del


pensamiento. Con la ayuda del dominio de sí mismo, resolución, pureza,
rectitud, y pensamientos bien orientados, el hombre asciende; llevado por la
irracionalidad, indolencia, impureza, corrupción, y pensamientos confusos el
hombre desciende.

Un hombre puede elevarse a grandes hazañas terrenales, e incluso a


sublimes altitudes en el mundo espiritual, y descender otra vez a la miseria
al permitir que pensamientos arrogantes, egoístas y corruptos lo posean.

Las victorias obtenidas mediante el pensamiento correcto pueden ser


conservadas sólo con vigilancia. Muchos cesan sus esfuerzos cuando el
éxito está asegurado, y rápidamente caen en la derrota.

Todo logro, sea en los negocios, intelectual, o espiritual, son el resultado de


pensamientos orientados con definición, están gobernados por la misma ley
y por el mismo método; la única diferencia es el objetivo.

Aquel que quiera lograr poco ha de sacrificar poco; quien quiera lograr
mucho ha de sacrificar mucho; quien quiera lograr grandezas debe
sacrificar grandemente.

6. Visión e ideales.

Los soñadores son los salvadores del mundo. Así como el mundo visible se
sostiene por fuerzas invisibles, así el hombre, entre todos sus juicios,
pecados y vocaciones sórdidas, se nutre de las visiones de belleza de sus
soñadores solitarios. La humanidad no puede olvidar a sus soñadores, no
puede dejar sus ideales desaparecer y morir; la humanidad vive en estos,
los conoce como las realidades que un día serán vistas y conocidas.

Los compositores, escultores, pintores, poetas, profetas, visionarios, ellos


son los hacedores del mundo, los arquitectos del cielo. El mundo es bello
porque ellos vivieron, sin ellos la laboriosa humanidad perecería.

Aquel que lleva en el corazón una visión maravillosa, un ideal noble, algún
día lo realizará. Colón llevó en su corazón la visión de otro mundo, y lo
descubrió; Copérnico impulsó la visión de muchos mundos y un universo
más extenso, y lo descubrió; Buda contempló una visión de un mundo
espiritual de santidad y paz perfecta, y entró en él.

Valora tus visiones; valora tus ideales; valora la música que agita tu
corazón, la belleza que se forma en tu mente, la gracia que viste tus más
puros pensamientos, de ellos crecerán condiciones encantadoras, un
ambiente celestial; de ellas se construirá, si te mantienes fiel, tu mundo.

Querer es poder; soñar es lograr. ¿Deberán los bajos deseos del hombre
recibir la máxima gratificación, y sus aspiraciones más puras morir sin
sustento? Esa no es la ley: Tal condición nunca ocurrirá: “Pide y recibirás”.

Sueña nobles sueños, y mientras sueñes te convertirás. Tu visión es la


promesa de lo que un día serás. Tu ideal es la profecía de lo que un día
llegarás a revelar.

Los logros más grandes fueron al inicio y por un tiempo un sueño. El roble
duerme en la bellota; el ave espera en el huevo; y en la más elevada visión
del alma un ángel de la guarda se agita. Los sueños son las semillas de la
realidad.

Tus circunstancias pueden no ser de tu agrado, pero no han de seguir


siendo las mismas si concibes un ideal y luchas por alcanzarlo. Tú no
puedes movilizarte por dentro y permanecer estático por fuera.

Este es un joven oprimido por la pobreza y el trabajo; confinado largas


horas en un taller insalubre; sin escuela, y sin el arte del refinamiento. Pero
sueña con cosas mejores; piensa en la inteligencia y el refinamiento, en
gracia y belleza. Concibe, y crea con su mente, una vida ideal; la visión de
una libertad más amplia y miras más elevadas toma posesión de él; la
ansiedad lo lleva a la acción, y utiliza todo su tiempo libre y sus medios,
aunque sean pequeños, al desarrollo de sus poderes y talentos ocultos.

Muy pronto su mente ha sido tan alterada que el taller no puede retenerlo
más. Se ha convertido en algo tan fuera de armonía con sus pensamientos
que queda fuera de su vida como una ropa que es tirada, y, al crecer las
oportunidades que encajan con las miras de su creciente poder, se
desvanece para siempre.

Años más tarde, vemos a este joven como todo un hombre. Lo encontramos
dueño de ciertas fuerzas mentales que esgrime con influencia universal y
poder casi inigualado. En sus manos toma los hilos de responsabilidades
gigantescas; él habla, y mira! las vidas cambian, hombres y mujeres toman
sus palabras y las siguen para modificar su carácter, y, como la luz del sol,
se convierte en el centro y eje luminoso alrededor del que innumerables
destinos se giran.

Ha realizado la Visión de su juventud. Se ha convertido en uno con su ideal.

Y tú también, joven lector, lograrás la visión (no el deseo ocioso) de tu


corazón, sea éste bajo o hermoso, o una mezcla de ambos, porque tu
destino siempre te lleva hacia aquello que secretamente más amas. En tus
manos será entregado el resultado exacto de tus pensamientos; recibirás lo
que te ganes; no más, no menos. Cualquiera sea tu entorno actual, caerás,
permanecerás, o te elevarás con tus pensamientos, tu Visión, tu Ideal.

Llegarás a ser tan pequeño como los deseos que te controlan, tan grande
como tus aspiraciones dominantes: en las hermosas palabras de Kirkham
Davis, “Puedes ser contador, y en breve has de salir por la puerta que por
tanto tiempo ha parecido la barrera para tus ideales, y te encontrarás ante
una audiencia - el lápiz aún sobre tu oreja, la tinta aún en tus dedos – y allí
y entonces derramar el torrente de tu inspiración.

Puedes estar pastando ovejas, y vagarás en la ciudad –bucólico y con la


boca abierta; entrarás bajo la intrépida guía del espíritu en el estudio del
maestro, y después de un tiempo él te dirá, ‘no tengo nada más que
enseñarte.’ Y ahora te has convertido en el maestro, quien hace poco
soñaba grandezas mientras pastaba ovejas. Dejarás la sierra y el cepillo
para tomar en tus manos la regeneración del mundo”.

El descuidado, el ignorante, y el indolente, viendo sólo el efecto aparente


de las cosas y no las cosas en sí, habla de suerte, fortuna, y azar. Al ver a
un hombre hacerse rico dirán, “¡cuánta suerte tiene!” Al observar a otro
hacerse intelectual exclamarán, “¡Que favorecido es!” Y al notar el carácter
santo y la gran influencia de otro comentarán, “¡Cómo lo ayuda el azar a
cada momento!”

Ellos no ven los intentos, fracasos y la lucha que estos hombres han
enfrentado voluntariamente para ganar experiencia; no conocen del
sacrificio que han hecho, de los esfuerzos intrépidos que se han propuesto,
de la fe que han ejercido para lograr lo aparentemente imposible, y realizar
la Visión de su corazón.

Ellos no saben de la oscuridad y la angustia; sólo ven la luz y la dicha, y la


llaman “suerte”; no ven las largas y arduas jornadas, sino sólo contemplan
el logro placentero, y lo llaman “buena fortuna”; no entienden el proceso,
sino sólo perciben el resultado, y lo llaman “azar”.

En todos los asuntos humanos hay esfuerzos, y hay resultados, y la


fortaleza del esfuerzo es la medida del resultado. No la suerte. “Regalos”,
poder, posesiones materiales, intelectuales y espirituales son el fruto del
esfuerzo; son pensamientos consumados, objetivos alcanzados, visiones
realizadas.

La visión que glorifiques en tu mente, el ideal que ganó el trono de tu


corazón – Con esto construirás tu vida, en eso te convertirás.

7. Serenidad.

La tranquilidad de la mente es una de las bellas joyas de la sabiduría, es el


resultado de un esfuerzo largo y paciente en el dominio de sí mismo. Su
presencia es indicadora de una experiencia madura, y de un conocimiento
más que ordinario de las leyes y el funcionamiento del pensamiento.

Un hombre alcanza la tranquilidad en la medida que se entiende a sí mismo


como un ser que evoluciona del pensamiento. Para tal conocimiento
necesita entender a los otros como el resultado del pensamiento, y mientras
desarrolla el entendimiento, y ve con mayor claridad las relaciones internas
de las cosas por la acción de causa y efecto, cesa su agitación, su enfado,
su preocupación y su congoja, y permanece en equilibrio, inalterable,
sereno.

El hombre calmado, habiendo aprendido cómo gobernarse, sabe cómo


adaptarse a otros; y estos, a su vez, reverencian su fortaleza espiritual, y
sienten que pueden aprender de él, y confiar. Cuanto más tranquilo sea un
hombre, mayor es su éxito, su influencia, su poder para el bien. Aún el
mercader ordinario encontrará que la prosperidad de sus negocios crece
mientras desarrolla un mayor dominio de sí mismo y ecuanimidad, pues la
gente siempre ha de preferir hacer tratos con un hombre cuya conducta sea
firmemente estable.

El hombre fuerte y calmado es siempre amado y reverenciado. Es como un


árbol que brinda sombra a una tierra sedienta, o una roca en la que
resguardarse de una tormenta. ¿Quién no ama un corazón tranquilo, una
vida dulcemente templada y balanceada? No importa si llueve o hay sol, o
qué cambios ocurran en el poseedor de estas bendiciones, pues serán
siempre dulces, serenos y calmados.
Aquel equilibrio de carácter que nosotros llamamos serenidad es la lección
final de la cultura; es el florecimiento de la vida, el fruto del alma. Es
precioso como la sabiduría, ha de ser más deseado que el oro – sí, más que
el fino oro. Cuán insignificante se ve quien sólo busca el dinero en
comparación con una vida serena – una vida que mora en el océano de la
Verdad, por debajo de las olas, fuera del alcance de las tempestades, ¡en
Eterna Calma!

Cuánta gente conocemos que envenena sus vidas, arruina todo lo que es
dulce y bello con un temperamento explosivo, destruyen el equilibrio de su
carácter, ¡y hacen mala sangre! Es una cuestión si la gran mayoría de gente
no arruina sus vidas, y estropea su felicidad por falta de dominio de sí
mismos. Cuán poca gente conocemos en la vida con un carácter
balanceado, que tiene ese exquisito equilibrio que es característico de un
carácter refinado.

Sí, la humanidad emerge con pasión descontrolada, es turbulenta con


amargura in-gobernada, está casi arruinada por la ansiedad y la duda. Sólo
el hombre sabio, sólo aquel cuyos pensamientos están controlados y
purificados, hace que los vientos y las tormentas del alma le obedezcan.

Almas sacudidas por la tempestad, donde quieran que estén, sea cual fuere
la condición bajo la que viven – en el océano de la vida las islas de dicha
sonríen, y la orilla soleada de tu ideal espera tu venida. Mantén tu mano
firme sobre el timón de tus pensamientos. En la barca de tu alma se reclina
el Maestro al mando; sólo esta dormido; despiértalo. El control de ti mismo
es poder; el Pensamiento correcto es maestría, la Calma es poder, di dentro
en tu corazón, “la Paz sea contigo”.

Libro del dominio público.


Facilitado por: Asunción Urbón

Más información del autor: James Allen

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