I - La Filosofía

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FILOSOFÍA GENERAL Y DE LA EDUCACIÓN 1

Unidad 1

La Filosofía
Es razonable que, al iniciar una disciplina o al dar los primeros pasos en una
ciencia, se estime oportuno aclarar en primer lugar de qué se trata y en qué consiste
dicha ciencia o disciplina. Generalmente estos preámbulos epistemológicos todavía no
son la ciencia en cuestión, sino una mera introducción. Si, por ejemplo, al comienzo de
un curso de Psicología se nos aclara en qué consiste este saber, su objeto, sus áreas, sus
métodos, etc., todavía no se ha comenzado propiamente con la materia, todavía no se
empezó a hacer Psicología propiamente. O si nos planteáramos qué es la Biología, esto
todavía no sería una cuestión biológica, ni tampoco el interrogante “¿qué es la
matemática?” es todavía un problema matemático. La Filosofía, sin embargo, es un caso
especial al respecto. La pregunta “¿qué es la Filosofía?” es ya una pregunta filosófica,
con todas las particularidades y dificultades que esto implica (a tal punto que, a veces,
ni los mismos hombres que se dedican a la Filosofía logran ponerse de acuerdo sobre la
cuestión). Esto significa entonces, por un lado, que el asunto de la esencia de la
Filosofía no sólo es en sí misma una cuestión filosófica, sino además un tema de debate
para los filósofos y, por otra, que intentar dilucidar qué es esta actividad intelectual tan
particular implica, de alguna manera, empezar ya a ejercerla.
Filosofemos entonces, tratando de aclarar en la medida de lo posible, en qué
consiste este saber que nos ocupa.

Aproximación etimológica

Es habitual que los filósofos tengan interés por conocer las etimologías de los
términos. No lo hacen por mera erudición, sino porque conocer el origen y las raíces de
una palabra muchas veces revela algunos matices que ayudan a ganar claridad o
profundidad en los conceptos. La palabra filosofía tiene origen griego (como ocurre con
la mayoría de las ciencias) y está compuesta por dos vocablos: philo (amar) y sophía
(sabiduría). De modo que, etimológicamente hablando, filosofía significa “amor a la
sabiduría”.

La Filosofía como actitud amante

Como puede observarse con facilidad, también en su raíz etimológica la Filosofía


es algo especial, ya que los dos términos que componen su nombre son ya dos palabras
complejas, sobre cuyo significado podríamos reflexionar largamente. “Amor”, por
ejemplo, es una palabra que oímos con frecuencia, la usamos asiduamente (incluso a
veces abusamos de ella), pero si nos preguntáramos seriamente por su significado nos
adentraríamos en una problemática llena de misterio y complejidad. “¿Qué es, en
definitiva, el amor?” ¿Acaso nos resultaría sencillo responder a semejante interrogante?
No es nuestra intención abordar el tema en detalle, 1 pero nos atrevemos a esbozar
algunas ideas para relacionarlas con nuestra cuestión. Si bien los amores pueden ser de
diversa índole (romántico, maternal, paternal, filial, fraternal, de amistad, de
1
Para quienes quisieran introducirse en este tema recomendamos algunas lecturas: J. Pieper, Las virtudes
fundamentales, Rialp, Madrid, 1997, pp. 415-551; E. Fromm, El arte de amar, Ed. Paidós, Bs. As., 1998;
J. Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor, Ed. Óptima, Barcelona, 1997; C. S. Lewis, Los cuatro
amores, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 2001.
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concupiscencia, a sí mismo, a Dios, etc.) y cada uno de ellos tiene sus particularidades,
algo en común debe haber a todos ellos, si es que en verdad pueden ser todos calificados
de “amores”. Tal vez podamos señalar como elementos comunes a todo tipo de amor al
menos los siguientes dos:
- Amar significa dar por buena la existencia de aquello que se ama. No se trata de
considerarlo moralmente bueno (podemos amar a personas que, moralmente hablando,
están lejos de lo óptimo), sino de una bondad ontológica. Amar es decirle al amado “es
bueno que existas”. Implica una aprobación dichosa del ser de aquel o aquello que se
ama, una valoración positiva del objeto de nuestro amor.
- Como consecuencia de lo anterior, otro elemento esencial al amor es la intención del
amante de unirse a aquello que ama. Evidentemente, cada tipo de amor invita a una
clase distinta de unión, sin embargo, en todos los casos el que ama experimenta un
movimiento extático, un salir de sí mismo para ir hacia lo amado y unírsele de alguna
manera.2

Lo dicho en tan escueto espacio desde luego no agota la cuestión, pero sírvanos
para volver a abordar nuestro tema. Si la Filosofía es amor a la sabiduría, podemos
decir en base a lo señalado que el filósofo considera que la sabiduría es algo bueno y
por tanto se siente atraído hacia ella. La sabiduría se le presenta como meta, como fin,
es decir, el filósofo desea alcanzarla y unirse a ella. Ahora bien, ¿quién no se siente
atraído hacia la sabiduría?, ¿quién no la consideraría algo valioso? En este sentido, hay
una vocación filosófica universal (“Todo hombre desea por naturaleza saber” decía
Aristóteles3) y podemos decir que, en cierto sentido, todo hombre es por naturaleza
filósofo.
El origen de la palabra filosofía tiene además algo para enseñar también. Según la
tradición, la invención del término se la debemos al matemático y pensador Pitágoras (s.
VI a.C.), quien al ser consultado sobre a qué sabiduría se dedicaba, optó por aclarar que
él no era en realidad un “sabio” (sophós), sino un amante de la sabiduría (philosophos).
La anécdota no sólo manifiesta lo que Pitágoras pensaba sobre sí mismo, sino toda una
interpretación sobre el conocimiento humano y sus limitaciones. Pitágoras consideraba
que sólo a los dioses cabe propiamente el calificativo de “sabios”. El hombre, en
cambio, jamás puede alcanzar una sabiduría total y completa, y en este sentido aspira
naturalmente a una meta que, sin embargo, nunca podrá abrazar de modo absoluto y
perfecto. Siendo el ser humano algo finito (limitado) e imperfecto, es evidente que su
conocimiento también estará signado siempre por la limitación y la imposibilidad de
alcanzar una total perfección.

Respecto a la primera palabra que forma el vocablo filosofía baste por ahora con
lo dicho. Pasemos al otro término, que también esconde sus complejidades. ¿Qué es la
“sabiduría”? ¿Corresponde esta noción a cualquier conocimiento? ¿Cuál es el saber
hacia el cual tiende la actividad filosófica? Resulta evidente que hay diversos tipos de
saberes y que el filósofo no se dedica, en cuanto tal, a todos ellos. Por consiguiente, con
el fin de aclarar el panorama, procuraremos distinguir diferentes modos de saber, para
2
Hay un elemento más, también esencial al amor, pero válido puntualmente para los casos de los amores
interpersonales, o al menos en los amores para con seres vivos: amar es desear el bien del otro. No
incluimos este elemento en nuestra enumeración, por considerar que no es esencial en los casos de amor a
alguna “cosa” (como dice Aristóteles: “cuando se tiene afición a una cosa inanimada no lo llamamos a
esto amistad, porque no hay reciprocidad ni se desea el bien del objeto (pues sería, sin duda, ridículo
desear el bien del vino, aunque, en todo caso, se desea que se conserve, para disponer de él.” Ética a
Nicómaco 1155 b 25.
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Metafísica, I.
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vislumbrar mejor cuál es el conocimiento que busca el quehacer filosófico y lograr así
una definición más precisa de esta peculiar disciplina.

Modos de saber

Existen diferentes maneras de saber algo y también diferentes clases de saberes.


Uno de ellos es el saber que tenemos de las cosas gracias a nuestras experiencias.
Sabemos que un analgésico puede curar o disminuir nuestro dolor de cabeza, sabemos
que si el cielo se nubla es probable que haya precipitaciones, sabemos que el sol sale
por un punto determinado del horizonte y se oculta en el extremo contrario, sabemos
que la ingesta de alimentos salados aumenta nuestra sed, etc. Estas cosas, en principio,
las sabemos porque las hemos experimentado en repetidas ocasiones. Tal vez
desconozcamos la explicación de estos fenómenos, pero tenemos sobre ellos un
conocimiento que tiene su origen en nuestras vivencias pretéritas. Este modo de saber
recibe el nombre de saber vulgar o experiencial y podemos resumir en dos sus
características: lo ya dicho, a saber, que se trata de un conocimiento adquirido por la
experiencia, por un lado, y que no implica el conocimiento de las causas, por otro.
Sabemos que es así, pero no sabríamos explicar por qué es así, es decir, no tenemos un
conocimiento causal. El saber experiencial es, entonces, un conjunto de conocimientos
adquiridos no mediante alguna metodología en particular, sino en el trato directo con las
cosas y las demás personas, mayormente relacionados con la práctica y conservados en
la memoria para ser aplicados cuando fuese necesario. Se trata además de
conocimientos que no están sistemáticamente organizados en un todo, sino que
permanecen como conocimientos aislados e inconexos.
Otro modo distinto de saber es el saber científico (o “ciencia” en sentido amplio).
Lo que lo distingue del saber vulgar o experiencial es que en cuando hacemos ciencia sí
alcanzamos el conocimiento de las causas. Según la definición aristotélica, ciencia es el
conocimiento cierto y evidente de las cosas por sus causas. Es decir que el que hace
ciencia de una determinada cosa, no sólo sabe qué es lo que ocurre, sino por qué ocurre.
No son meros datos de experiencia, como en el conocimiento experiencial, sino que la
ciencia, aunque parte de la experiencia, la trasciende e intenta explicarla. Tanto el
hombre común como el farmacólogo saben que un analgésico alivia algunos dolores,
pero quien estudió farmacología sabe además por qué los alivia, por eso su
conocimiento sobre el tema es un conocimiento científico.
La causalidad, empero, es también algo que merece algunas profundizaciones. al
estudiar un fenómeno descubrimos generalmente que éste no es efectuado por una causa
única y solitaria, sino que suelen ser muchas las causas que convergen en un mismo
efecto. A veces convergen cooperando parcialmente, es decir, realizando una parte del
efecto cada una (por ejemplo, dos autores escriben un libro produciendo algunas
páginas uno y otras páginas otro), pero también hay causas que convergen subordinadas
unas a otras. En este último caso nos encontramos con causas que a su vez son causadas
por otras causas y cuya causalidad también es causada por otras causas, de modo tal
que, subordinadas unas a otras, dan como resultado un mismo efecto (por ejemplo, un
texto es causado por la lapicera que deja su tinta sobre el papel, pero también por la
mano que mueve dicha lapicera, mientras el movimiento de la mano es a su vez causado
por el sistema nervioso del que escribe y por sus conexiones cerebrales, las cuales
simultáneamente son causadas por la decisión libre del autor de escribir, decisión
motivada por alguna necesidad concreta de expresar determinadas ideas y posibilitada
por el carácter simbólico de la naturaleza humana…). Podríamos preguntarnos, en el
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ejemplo citado, cuál es la causa del texto. ¿La lapicera, la mano, el cerebro, la libertad
del autor, sus ideas…? La respuesta “todas ellas” resulta válida, pero asimismo resulta
claro que estas causas han actuado subordinadas unas a otras, de modo que algunas de
ellas han causado no sólo el texto, sino otras causas y la causalidad de éstas.
Llamaremos “causas segundas” a las causas más próximas el efecto y “causas
primeras” a las que se encuentran más profundamente y que son las razones últimas de
la realidad.4 En base a esta distinción podemos distinguir también dos grupos diferentes
dentro del saber científico:
a) Ciencias Particulares: son aquellas que investigan las causas segundas y buscan
determinar las leyes que rigen el acontecer. Reciben el nombre de particulares
porque su campo de estudio no es universal, sino que estudian una “parte” de la
realidad, se dedican a sectores parciales de lo real. Se clasifican tradicionalmente en
tres grupos: ciencias formales o exactas, ciencias naturales o biológicas, y ciencias
humanas o sociales.
b) Las ciencias que investigan o estudian las causas primeras:
 Filosofía: a diferencia de las Ciencias Particulares, el saber filosófico no busca
las causas próximas, sino los fundamentos últimos. Además su campo no es
particular, ya que estudia la totalidad de lo real, es decir que su campo de estudio
es universal (o, lo que es lo mismo, su “objeto material” se extiende a todo lo
que existe). La Filosofía trabaja con la sola luz de la razón natural, a diferencia
del saber teológico.
 Teología: estudia la Causa Divino-trascendente a partir de la Revelación. Sin
embargo, Dios no es su único objeto material de estudio, ya que llega a todo
aquello sobre lo cual Dios se ha revelado, lo cual incluye a Sí Mismo, al hombre
y al mundo entero. De modo que su campo de estudio también es universal y
también versa sobre el Fundamento Último -por excelencia- de la realidad (en
consecuencia, no sorprende que haya coincidencia temática entre algunas
cuestiones filosóficas y algunas teológicas). Puesto que la Teología trabaja a
partir de la Revelación, en su mismo punto de partida éste saber requiere la fe
del teólogo. No excluye, claro está, la razón (la inteligencia trata de penetrar en
la comprensión, interpretación, implicancias y aplicaciones de las verdades
reveladas), pero no se limita al conocimiento solamente racional, a diferencia de
la Filosofía.

Definición

A partir de esta sencilla clasificación de los saberes, estamos capacitados para


definir la Filosofía, tratando de ganar claridad en torno a lo que ésta es (y aclarando
también lo que no es). La FILOSOFÍA es la

4
No hay contradicción entre la noción de “causas primeras” y la de “razones últimas”. Se trata de lo
mismo, sólo que en el primer caso se considera desde el punto de vista causal (en el orden causal, estas
causas se dan en primer lugar), mientras que en el segundo se considera desde el punto de vista del
conocimiento (habitualmente las causas primeras son las últimas en ser conocidas, ya que el estudio parte
del efecto y encuentra más rápidamente las causas que son más próximas a este y no las más profundas y
fundamentales).
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“Ciencia que estudia todas las cosas desde sus causas


primeras a la luz de la razón.”

Esta es la definición real de FILOSOFÍA. Es una “ciencia”, porque estudia las


causas de las cosas, de modo que se distingue del saber vulgar o experimental Pero no
estudia sus causas más inmediatas, sino las “causas primeras”, las causas más
profundas de cada cosa, aquellas que se encuentran en su esencia (en su “qué es”). Por
ejemplo, los médicos estudian al hombre en su composición y funcionamiento corporal,
sus órganos, la manera de curar distintas dolencias, etc. Pero es el filósofo el que se
pregunta ¿qué es el hombre? Los biólogos estudian las diferentes formas de vida, las
células, la digestión de los mamíferos, la fotosíntesis, etc. Pero es el filósofo el que se
pregunta: ¿qué es la vida? La historia conoce, investiga y narra los sucesos del pasado,
pero la filosofía es la que trata de responder a la pregunta ¿cuál es el sentido de la
historia? Y lo hace no presentando argumentos de fe (es decir, no se basa en la creencia
en una verdad revelada) sino argumentos racionales; la filosofía trabaja a la luz de la
razón. La filosofía no se dedica a creer (aunque la fe puede ser de gran ayuda) sino que
busca entender.

La Filosofía y las Ciencias: diferencias y relaciones

Muchas veces surge la pregunta de si la Filosofía es o no una ciencia. Para aclarar


el debate es necesario en primer lugar aclarar qué entendemos por “ciencia”. Si por
ciencia nos referimos, tal como hacía el pensamiento clásico, el “conocimiento cierto de
las cosas por sus causas”, la respuesta a la pregunta planteada es sin dudas afirmativa.
La Filosofía investiga las causas, de hecho, las más profundas, de las cosas. Si bien
parte de la experiencia (y no puede prescindir de ella, si es que quiere hablar sobre la
realidad), la trasciende para remontarse a las causas esenciales de lo real. Si por ciencia
entendemos, como hacen los modernos, un “conjunto de conocimientos metódicamente
adquiridos y sistemáticamente organizados” también podemos decir, hasta cierto punto,
que la Filosofía es ciencia. Es verdad que algunos filósofos han sido más metódicos y
sistemáticos que otros (algunos incluso no lo han sido), pero el saber filosófico no se
limita a ser un saber aislado y fragmentario, sino que busca una comprensión organizada
de la realidad que estructure y armonice la variedad de sus conocimientos. Además, otra
característica científica de la Filosofía es que no se limita al conocimiento de hechos
particulares y contingentes, sino que intenta llegar a leyes y esencias universales y
necesarias.
Sin embargo, si con ciencia nos referimos, como a veces sucede, a las ciencias
particulares, saltan a la vista las diferencias entre éstas y la Filosofía. Ya hemos
mencionado que las Ciencias Particulares investigan las causas segundas y estudian una
parte de la realidad, mientras que la Filosofía estudia las causas primeras de todas las
cosas. Súmese que además las Ciencias Particulares – o al menos muchas de ellas –
tienen a expresarse en un lenguaje matemático, lo más unívoco posible, para no dar pie
a diversas interpretaciones y ganar exactitud; los filósofos, en cambio, utilizan distintos
lenguajes, a veces más coloquiales, a veces más cercanos a la precisión matemática
(especialmente algunos racionalistas o representantes de la filosofía analítica), a veces
de tono alegórico o poético (Platón, Nietzsche), a veces un lenguaje en el que abundan
los términos análogos, o incluso expresiones plagadas de neologismos (Heidegger).
También difieren en el método, ya que muchas Ciencias Particulares trabajan mediante
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el método experimental (observación, hipótesis, experimentación, confirmación de la


hipótesis o ley científica, buscando una descripción rigurosa de los fenómenos al
someterlos al análisis en condiciones de laboratorio bajo variables controladas y
estímulos inducidos artificialmente. La Filosofía, en cambio, no recurre a metodologías
de este tipo ya que, si bien permiten una descripción más detallada de los hechos, no
llegan al ser esencial de las cosas (ayudan, por ejemplo, a decir cómo se mide el tiempo,
pero no dicen qué es el tiempo). Por último, no cabe duda de que la gran mayoría de las
Ciencias Particulares brinda aplicaciones prácticas en términos de tecnología, a veces
incluso teniendo el avance técnico y la transformación práctica de la realidad como uno
de sus primordiales objetivos. Al captar leyes regulares y expresarlas con precisión
matemática, las Ciencias Particulares pueden predecir y provocar situaciones futuras.
Los últimos siglos, y en especial las últimas décadas, han sido testigos del enorme
progreso científico-tecnológico que ha logrado la humanidad (aunque eso no signifique
que dicho progreso deba ser identificado como progreso humano en sentido pleno). La
Filosofía, en cambio, apenas si tiene alguna aplicación práctica ya que, por su misma
esencia, lo que busca es un saber contemplativo, no utilitario. La Filosofía es, en ese
sentido, un saber que desde sus orígenes manifiesta un carácter esencialmente teórico o
teorético (del griego theoría, contemplación). El saber filosófico por tanto no se rige por
el afán acelerador en el que se sumergen algunas Ciencias Particulares, ni corre detrás
de incesantes actualizaciones y novedades. Por su actitud teorética, es un saber detenido
y desinteresado (no persigue fines ulteriores, no se justifica por su utilidad, sino que se
desarrolla por amar a la verdad misma, respondiendo a una sed natural del ser humano).

Tal vez se deba a estas diferencias que en algunos ámbitos se ha creado una cierta
idea de rivalidad y competencia entre la Ciencia (en el sentido de “ciencias
particulares”) y la Filosofía.5 Sin embargo, debe resaltarse que el que se trate de dos
saberes diferentes no significa que sean antagónicos. Muy por el contario, lo saludable
es procurar la complementariedad entre estos saberes para que cada uno, con sus aportes
específicos, ayuden a un mayor conocimiento y mejor comprensión de la realidad
(teniendo además presente el ya mencionado carácter limitado del conocimiento
humano).
En efecto, la relación entre las Ciencias y la Filosofía puede ser complementaria y
es de desear que crecieran en esta complementariedad y ayuda mutua. Las Ciencias
Particulares bien pueden aportar lo suyo al conocimiento filosófico, ya que con sus
avances permiten abrir más el campo de experiencia, brindando nuevos datos e
información más detallada sobre los fenómenos, con lo cual se amplía el terreno del
cual parte la reflexión filosófica. A su vez, también la Filosofía puede brindar su ayuda
al conocimiento científico. Mencionaremos cuatro aportes posibles:
1- La Filosofía brinda herramientas lógicas: el conocimiento científico es un
conocimiento demostrativo, fundamentado en razones. Para poder conocer
verdades nuevas a partir de conocimientos previos y para poder fundamentar y
demostrar esas verdades, el científico debe contar con cierto dominio del arte de
la lógica, para razonar correctamente. Ahora bien, la lógica es una disciplina
filosófica.

5
Los positivistas, con Auguste Comte (1798-1856) a la cabeza, exaltan el valor de “la ciencia” como
única forma de saber cierto, seguro y, por tanto, confiable. Este tipo de mentalidad ha penetrado con
cierta fuerza en algunos ámbitos científicos e incluso en el pensamiento popular. Lo curioso del asunto es
que la postura anti-filosofía de algunos positivistas es, por su misma naturaleza, una postura filosófica.
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2- La Filosofía brinda bases epistemológicas: estas pueden ser específicas o


generales.
a) Específicas: según su campo de estudio (objeto material) y la perspectiva
desde la cual estudia su tema (objeto formal), cada ciencia posee sus límites,
sus métodos, etc. Pero el estudio de estos excede a estas ciencias. Es la
Filosofía (la “Filosofía de las ciencias” o “Epistemología”) la que se encarga
de estudiar las diferencias entre ciencias, los métodos de cada una y
cuestiones similares. Por ello no es de extrañar que un estudiante de alguna
ciencia particular deba conocer al comienzo de sus estudios estas cuestiones
filosóficas/epistemológicas, así como los ya mencionados temas de lógica
(por ejemplo, el C.B.C. de la U.B.A incluye para esto la materia
“Pensamiento científico”)
b) Generales: pertenecen también a la Filosofía los problemas e interrogantes
relacionados con el conocimiento en general: ¿existe la verdad? ¿es posible
llegar a ella? ¿cuánto podemos conocer? ¿cómo conocemos? ¿qué es el
conocimiento?
3- La Filosofía brinda fundamentos ontológicos: las ciencias apuntan a los
fenómenos, pero estos fenómenos (del griego phaino, aparecer), estas
manifestaciones de las cosas brotan de lo que las cosas son en su núcleo interno.
Ese fundamento ontológico (del griego ontos, lo que es) excede a las Ciencias
Particulares y pertenece al objeto del saber filosófico. No es raro, por ello, que
un científico, profundizando en su especialidad, llegue a plantearse luego
preguntas filosóficas (por ejemplo, algunos físicos que terminan planteando
cuestiones metafísicas). Así, la Filosofía puede brindar su aporte como
fundamentación última de cuestiones originalmente científicas o repercutir en
planteos científicos desde el conocimiento del ser.
4- La Filosofía brinda orientación ética: la ciencia ofrece, por lo ya expuesto
antes, un gran poder. Este poder, empero, está en manos del hombre que por su
libertad puede hacer uso correcto del mismo, pero puede también utilizarlo
desacertadamente, en perjuicio de la naturaleza y del mismo hombre. Pero ¿qué
es lo que está bien y qué no? Ese tema ya no pertenece al ámbito de las Ciencias
Particulares. El bien y el mal no es una cuestión científica, sino filosófica.6

Ramas de la Filosofía

En la definición de Filosofía que planteábamos páginas atrás señalábamos que el


objeto material (el qué se estudia) son “todas las cosas”. La Filosofía extiende su mirada
a la totalidad de lo real y no hay nada sobre lo cual no pueda uno plantearse una
pregunta filosófica. Algunos interrogantes filosóficos de hecho dejan en claro la
cuestión: ¿Por qué hay algo en lugar de nada? ¿Qué significa que las cosas sean? y
preguntas similares evidentemente son interrogantes sobre la realidad toda.

6
Así mismo es una cuestión teológica, en cuanto en la Revelación también encuentra el ser humano
mandamientos como orientaciones para su obrar. Una de las partes del saber teológico es justamente la
denominada “Teología moral”.
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Sin embargo, dentro de la Filosofía misma encontramos subdivisiones, ya que


existen diferentes “ramas de la Filosofía” que apuntan a algunos temas en particular
cada una, o tienen un modo particular de abordarlos. Presentamos a continuación
algunas de estas ramas:

 LÓGICA: (del griego lógos, “palabra”, pero también “concepto”, “pensamiento”,


“razón”, “conocimiento”, “sentido”) Es la rama de la Filosofía que se dedica al
estudio del correcto modo de razonar. Estudia los principios de demostración e
inferencia válidos, las formas válidas de los silogismos y, a partir de la lógica
simbólica moderna, se ha vinculado más cercanamente con la matemática.
 FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA (antiguamente “Física”, del greigo fysis,
“naturaleza”). Es el estudio filosófico del ente natural, es decir, del ente móvil
(cambiante). ¿Qué es el cambio? ¿Cuáles son sus elementos? ¿Qué es la materia?
¿Qué es el tiempo?
 ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA: (del griego ánthrophos, “hombre”) Es la rama de
la Filosofía (y una sub-rama de la Filosofía de la Naturaleza) que estudia a los entes
vivos, entre ellos especialmente al hombre. ¿Qué es un ente vivo? ¿Diferentes grados
de vida? ¿Qué es el hombre? ¿Diferencia entre el hombre y los demás seres vivos?
¿Hay en el hombre un alma espiritual? ¿Es el hombre un ser social por naturaleza?
 GNOSEOLOGÍA: (del griego gnosis, “conocimiento”). También denominada Teoría
del Conocimiento, es la rama de la Filosofía que estudia el problema del
conocimiento, su esencia, su origen, sus límites, etc. ¿Qué significa conocer? ¿Cómo
conocemos? ¿Qué es la verdad? ¿Podemos llegar a ella? ¿Es una y objetiva, o cada
uno tiene la suya, o depende de cada época, o de cada civilización…?
 ÉTICA: (del griego ethos, “costumbre”, “hábito”, y también “morada”, “habitación”,
“residencia”) Es la rama de la Filosofía que estudia los actos humanos en cuanto
buenos o malos. ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿Quién determina lo que está bien
y lo que está mal? ¿Qué actos y hábitos perfeccionan al hombre? ¿Qué es la
conciencia moral? ¿Qué fines debe perseguir la persona humana?
 ESTÉTICA: (del girego áisthesis, sensación) Rama de la Filosofía dedicada al
estudio de la belleza. ¿Qué es la belleza? ¿Cuáles son sus elementos esenciales? ¿Es
objetiva o subjetiva? ¿Qué es la fealdad?
 EPISTEMOLOGÍA: (del griego epistéme, “ciencia”). También denominada Filosofía
de las Ciencias, es la rama que estudia los fundamentos de las diversas ciencias, sus
métodos, sus diferencias.
 METAFÍSICA: (del griego meta y fysis, “lo que está más allá de la física”) Rama de
la Filosofía que estudia al ente en cuanto ente. Nos detenemos brevemente en esta
última.

La Metafísica como núcleo y cúspide de la Filosofía

Todas las ciencias (y todas las ramas de la Filosofía) estudian entes, es decir,
cosas que son (del latín ens, “lo que es”); no hay una ciencia cuyo objeto de estudio sea
la nada. De modo tal que la biología estudia entes (vivos), la matemática estudia entes
(de razón), la astronomía estudia entes (celestes), etc. Pero estas disciplinas ni ninguna
otra, a excepción de la metafísica, se hace la pregunta ¿qué es un ente? ¿qué significa
que algo “sea”? ¿cuáles son los elementos constitutivos de todo ente? ¿todo ente es
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causado? ¿hay algo que sea el origen de todos los entes? Estos interrogantes refieren no
sólo a los entes, sino que se preguntan sobre los entes en cuanto tales (no en cuanto
vivos, o pensados, o materiales, o espirituales), es decir, simplemente en cuanto entes.
Es decir: la metafísica estudia el ente, todo tipo de ente, pero sólo considerándolo como
ente; estudia el ente en general, sin ningún tipo de especificación que lo limite a ser tal
ente determinado o tal tipo de ente, justamente porque lo que le interesa no es lo que lo
singulariza o distingue, sino que lo que busca es el ser del ente.
En el caso de la metafísica, entonces, se puede decir que su objeto material es el
ente y que su objeto formal es en tanto ente. Por su objeto material, la metafísica es una
disciplina universal, todo lo abarca (no hay concepto más universal que “ente”). Por su
objeto formal, la metafísica constituye el saber más profundo, ya que busca las raíces o
fundamentos de todo ente (por consecuencia es también la disciplina que con mayor
grado de abstracción trabaja).
El problema metafísico ha sido considerado por muchos filósofos como el
problema filosófico por excelencia, al punto tal de identificar en muchos casos, sin más,
filosofía con metafísica. Si se acepta la caracterización clásica de la filosofía como el
saber que busca las causas primeras, los porqués más remotos y radicales del conjunto
de las cosas, es evidente que la metafísica constituye el corazón mismo de la filosofía.
Por otra parte, la resolución el problema metafísico tendrá una influencia decisiva sobre
el resto de las cuestiones filosóficas, por ejemplo, las gnoseológicas, las éticas y las
antropológicas.

 Otras ramas de la Filosofía: FILOSOFÍA DEL LENGUAJE


FILOSOFÍA DEL ARTE
FILOSOFÍA SOCIAL
FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN
FILOSOFÍA DE LA HISTORIA
FILOSOFÍA DEL DERECHO

Principios del filosofar

Si es cierto, como dice la frase popular, que “de poeta y de loco todo el mundo
tiene un poco”, no es menos cierto que, como decíamos en páginas anteriores, todo el
mundo tiene un poco de filósofo. Todos filosofamos, si bien no todos nos dediquemos
específicamente a la Filosofía. Tarde o temprano surgen en nuestro interior preguntas
como ¿De donde viene todo lo que existe? ¿Por qué existen cosas si podría no existir
nada? ¿Cuál es el sentido de la vida humana? ¿Qué sucede después de la muerte?
¿Cómo ver lo que está bien y lo que no?
Pues bien, aquí planteamos otra pregunta más: cuando filosofamos, ¿qué nos mueve
a filosofar? El filósofo alemán Karl Jaspers, en un pequeño libro titulado “La
Filosofía”, trata de responder a esta cuestión y señala tres motivos por lo cuales los seres
humanos sienten la necesidad de filosofar. Siguiendo a este autor, mencionamos tres
principios del filosofar.
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1- EL ASOMBRO: Nuestros ojos nos hacen ver el maravilloso espectáculo del


universo del cual somos parte. La naturaleza da muestras de un orden que nos
sorprende y nos causa admiración. Nuestra admiración por lo que nos rodea y por lo
que nos resulta extraño nos lleva a querer conocer. En la admiración advertimos
todo lo que no sabemos, y al reconocer nuestra propia ignorancia se nos despierta la
intriga y nos ponemos en la búsqueda del conocimiento. Por tanto estamos llamados
a mantener siempre despierta nuestra capacidad de asombro. Quizás nos hayamos
acostumbrado tanto al maravilloso espectáculo del mundo que nos rodea que ya
nada nos sorprende a veces. Sin embargo, en todo hay algo de asombroso, aun en lo
más obvio y cotidiano (por ejemplo, es absolutamente obvio que yo existo, pero no
por eso deja de ser algo sorprendente, puesto que yo podría no existir; entonces,
¿por qué existo? ¿quién decidió mi existencia?). Es necesario que recuperemos la
“mirada del niño” que es capaz de maravillarse ante lo que va descubriendo y por
eso permanentemente se pregunta por qué.
2- LA DUDA: Tratamos de dar respuestas a las preguntas suscitadas por nuestro
asombro. Pero ni bien creemos satisfacernos con estas respuestas, surge en nosotros
la duda. Advertimos que el conocimiento humano es falible y desconfiamos de
nuestro imperfecto saber. A veces lo que nos parecía obvio resulta luego ser falso.
La duda aparece, entonces, cuando tomamos conciencia de la inseguridad de nuestro
conocimiento y la latente posibilidad del error. Pero la duda, como estado de
suspensión del juicio, es un estado violento y molesto para la inteligencia, por eso
no nos podemos conformar con ella y en consecuencia nos ponemos en camino para
salir de la duda y alcanzar un conocimiento cierto.
3- LAS SITUACIONES LÍMITES: Siempre estamos inmersos en alguna situación;
tenemos que estudiar para un examen o estamos por salir con nuestros amigos o se
nos presenta la oportunidad de realizar un viaje. Las situaciones son cambiantes y
nos exigen respuestas variadas. Pero hay situaciones permanentes, que no cambian.
Son situaciones fundamentales, definitivas, que revelan nuestros límites y nuestra
pequeñez: no podemos no morir, no podemos no sufrir, no podemos no sentir
angustia. Por lo general, somos conscientes de estar en una situación límite cuando
vivimos momentos difíciles: la muerte de un ser querido, la enfermedad de alguien
cercano o de nosotros mismos, el amor no correspondido, una injusticia sufrida, el
fracaso de algún proyecto. La conciencia de nuestros límites nos lleva a filosofar
porque surge necesariamente la pregunta por el sentido y el valor de la existencia
humana.

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