I - La Filosofía
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I - La Filosofía
Unidad 1
La Filosofía
Es razonable que, al iniciar una disciplina o al dar los primeros pasos en una
ciencia, se estime oportuno aclarar en primer lugar de qué se trata y en qué consiste
dicha ciencia o disciplina. Generalmente estos preámbulos epistemológicos todavía no
son la ciencia en cuestión, sino una mera introducción. Si, por ejemplo, al comienzo de
un curso de Psicología se nos aclara en qué consiste este saber, su objeto, sus áreas, sus
métodos, etc., todavía no se ha comenzado propiamente con la materia, todavía no se
empezó a hacer Psicología propiamente. O si nos planteáramos qué es la Biología, esto
todavía no sería una cuestión biológica, ni tampoco el interrogante “¿qué es la
matemática?” es todavía un problema matemático. La Filosofía, sin embargo, es un caso
especial al respecto. La pregunta “¿qué es la Filosofía?” es ya una pregunta filosófica,
con todas las particularidades y dificultades que esto implica (a tal punto que, a veces,
ni los mismos hombres que se dedican a la Filosofía logran ponerse de acuerdo sobre la
cuestión). Esto significa entonces, por un lado, que el asunto de la esencia de la
Filosofía no sólo es en sí misma una cuestión filosófica, sino además un tema de debate
para los filósofos y, por otra, que intentar dilucidar qué es esta actividad intelectual tan
particular implica, de alguna manera, empezar ya a ejercerla.
Filosofemos entonces, tratando de aclarar en la medida de lo posible, en qué
consiste este saber que nos ocupa.
Aproximación etimológica
Es habitual que los filósofos tengan interés por conocer las etimologías de los
términos. No lo hacen por mera erudición, sino porque conocer el origen y las raíces de
una palabra muchas veces revela algunos matices que ayudan a ganar claridad o
profundidad en los conceptos. La palabra filosofía tiene origen griego (como ocurre con
la mayoría de las ciencias) y está compuesta por dos vocablos: philo (amar) y sophía
(sabiduría). De modo que, etimológicamente hablando, filosofía significa “amor a la
sabiduría”.
concupiscencia, a sí mismo, a Dios, etc.) y cada uno de ellos tiene sus particularidades,
algo en común debe haber a todos ellos, si es que en verdad pueden ser todos calificados
de “amores”. Tal vez podamos señalar como elementos comunes a todo tipo de amor al
menos los siguientes dos:
- Amar significa dar por buena la existencia de aquello que se ama. No se trata de
considerarlo moralmente bueno (podemos amar a personas que, moralmente hablando,
están lejos de lo óptimo), sino de una bondad ontológica. Amar es decirle al amado “es
bueno que existas”. Implica una aprobación dichosa del ser de aquel o aquello que se
ama, una valoración positiva del objeto de nuestro amor.
- Como consecuencia de lo anterior, otro elemento esencial al amor es la intención del
amante de unirse a aquello que ama. Evidentemente, cada tipo de amor invita a una
clase distinta de unión, sin embargo, en todos los casos el que ama experimenta un
movimiento extático, un salir de sí mismo para ir hacia lo amado y unírsele de alguna
manera.2
Lo dicho en tan escueto espacio desde luego no agota la cuestión, pero sírvanos
para volver a abordar nuestro tema. Si la Filosofía es amor a la sabiduría, podemos
decir en base a lo señalado que el filósofo considera que la sabiduría es algo bueno y
por tanto se siente atraído hacia ella. La sabiduría se le presenta como meta, como fin,
es decir, el filósofo desea alcanzarla y unirse a ella. Ahora bien, ¿quién no se siente
atraído hacia la sabiduría?, ¿quién no la consideraría algo valioso? En este sentido, hay
una vocación filosófica universal (“Todo hombre desea por naturaleza saber” decía
Aristóteles3) y podemos decir que, en cierto sentido, todo hombre es por naturaleza
filósofo.
El origen de la palabra filosofía tiene además algo para enseñar también. Según la
tradición, la invención del término se la debemos al matemático y pensador Pitágoras (s.
VI a.C.), quien al ser consultado sobre a qué sabiduría se dedicaba, optó por aclarar que
él no era en realidad un “sabio” (sophós), sino un amante de la sabiduría (philosophos).
La anécdota no sólo manifiesta lo que Pitágoras pensaba sobre sí mismo, sino toda una
interpretación sobre el conocimiento humano y sus limitaciones. Pitágoras consideraba
que sólo a los dioses cabe propiamente el calificativo de “sabios”. El hombre, en
cambio, jamás puede alcanzar una sabiduría total y completa, y en este sentido aspira
naturalmente a una meta que, sin embargo, nunca podrá abrazar de modo absoluto y
perfecto. Siendo el ser humano algo finito (limitado) e imperfecto, es evidente que su
conocimiento también estará signado siempre por la limitación y la imposibilidad de
alcanzar una total perfección.
Respecto a la primera palabra que forma el vocablo filosofía baste por ahora con
lo dicho. Pasemos al otro término, que también esconde sus complejidades. ¿Qué es la
“sabiduría”? ¿Corresponde esta noción a cualquier conocimiento? ¿Cuál es el saber
hacia el cual tiende la actividad filosófica? Resulta evidente que hay diversos tipos de
saberes y que el filósofo no se dedica, en cuanto tal, a todos ellos. Por consiguiente, con
el fin de aclarar el panorama, procuraremos distinguir diferentes modos de saber, para
2
Hay un elemento más, también esencial al amor, pero válido puntualmente para los casos de los amores
interpersonales, o al menos en los amores para con seres vivos: amar es desear el bien del otro. No
incluimos este elemento en nuestra enumeración, por considerar que no es esencial en los casos de amor a
alguna “cosa” (como dice Aristóteles: “cuando se tiene afición a una cosa inanimada no lo llamamos a
esto amistad, porque no hay reciprocidad ni se desea el bien del objeto (pues sería, sin duda, ridículo
desear el bien del vino, aunque, en todo caso, se desea que se conserve, para disponer de él.” Ética a
Nicómaco 1155 b 25.
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Metafísica, I.
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vislumbrar mejor cuál es el conocimiento que busca el quehacer filosófico y lograr así
una definición más precisa de esta peculiar disciplina.
Modos de saber
ejemplo citado, cuál es la causa del texto. ¿La lapicera, la mano, el cerebro, la libertad
del autor, sus ideas…? La respuesta “todas ellas” resulta válida, pero asimismo resulta
claro que estas causas han actuado subordinadas unas a otras, de modo que algunas de
ellas han causado no sólo el texto, sino otras causas y la causalidad de éstas.
Llamaremos “causas segundas” a las causas más próximas el efecto y “causas
primeras” a las que se encuentran más profundamente y que son las razones últimas de
la realidad.4 En base a esta distinción podemos distinguir también dos grupos diferentes
dentro del saber científico:
a) Ciencias Particulares: son aquellas que investigan las causas segundas y buscan
determinar las leyes que rigen el acontecer. Reciben el nombre de particulares
porque su campo de estudio no es universal, sino que estudian una “parte” de la
realidad, se dedican a sectores parciales de lo real. Se clasifican tradicionalmente en
tres grupos: ciencias formales o exactas, ciencias naturales o biológicas, y ciencias
humanas o sociales.
b) Las ciencias que investigan o estudian las causas primeras:
Filosofía: a diferencia de las Ciencias Particulares, el saber filosófico no busca
las causas próximas, sino los fundamentos últimos. Además su campo no es
particular, ya que estudia la totalidad de lo real, es decir que su campo de estudio
es universal (o, lo que es lo mismo, su “objeto material” se extiende a todo lo
que existe). La Filosofía trabaja con la sola luz de la razón natural, a diferencia
del saber teológico.
Teología: estudia la Causa Divino-trascendente a partir de la Revelación. Sin
embargo, Dios no es su único objeto material de estudio, ya que llega a todo
aquello sobre lo cual Dios se ha revelado, lo cual incluye a Sí Mismo, al hombre
y al mundo entero. De modo que su campo de estudio también es universal y
también versa sobre el Fundamento Último -por excelencia- de la realidad (en
consecuencia, no sorprende que haya coincidencia temática entre algunas
cuestiones filosóficas y algunas teológicas). Puesto que la Teología trabaja a
partir de la Revelación, en su mismo punto de partida éste saber requiere la fe
del teólogo. No excluye, claro está, la razón (la inteligencia trata de penetrar en
la comprensión, interpretación, implicancias y aplicaciones de las verdades
reveladas), pero no se limita al conocimiento solamente racional, a diferencia de
la Filosofía.
Definición
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No hay contradicción entre la noción de “causas primeras” y la de “razones últimas”. Se trata de lo
mismo, sólo que en el primer caso se considera desde el punto de vista causal (en el orden causal, estas
causas se dan en primer lugar), mientras que en el segundo se considera desde el punto de vista del
conocimiento (habitualmente las causas primeras son las últimas en ser conocidas, ya que el estudio parte
del efecto y encuentra más rápidamente las causas que son más próximas a este y no las más profundas y
fundamentales).
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Tal vez se deba a estas diferencias que en algunos ámbitos se ha creado una cierta
idea de rivalidad y competencia entre la Ciencia (en el sentido de “ciencias
particulares”) y la Filosofía.5 Sin embargo, debe resaltarse que el que se trate de dos
saberes diferentes no significa que sean antagónicos. Muy por el contario, lo saludable
es procurar la complementariedad entre estos saberes para que cada uno, con sus aportes
específicos, ayuden a un mayor conocimiento y mejor comprensión de la realidad
(teniendo además presente el ya mencionado carácter limitado del conocimiento
humano).
En efecto, la relación entre las Ciencias y la Filosofía puede ser complementaria y
es de desear que crecieran en esta complementariedad y ayuda mutua. Las Ciencias
Particulares bien pueden aportar lo suyo al conocimiento filosófico, ya que con sus
avances permiten abrir más el campo de experiencia, brindando nuevos datos e
información más detallada sobre los fenómenos, con lo cual se amplía el terreno del
cual parte la reflexión filosófica. A su vez, también la Filosofía puede brindar su ayuda
al conocimiento científico. Mencionaremos cuatro aportes posibles:
1- La Filosofía brinda herramientas lógicas: el conocimiento científico es un
conocimiento demostrativo, fundamentado en razones. Para poder conocer
verdades nuevas a partir de conocimientos previos y para poder fundamentar y
demostrar esas verdades, el científico debe contar con cierto dominio del arte de
la lógica, para razonar correctamente. Ahora bien, la lógica es una disciplina
filosófica.
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Los positivistas, con Auguste Comte (1798-1856) a la cabeza, exaltan el valor de “la ciencia” como
única forma de saber cierto, seguro y, por tanto, confiable. Este tipo de mentalidad ha penetrado con
cierta fuerza en algunos ámbitos científicos e incluso en el pensamiento popular. Lo curioso del asunto es
que la postura anti-filosofía de algunos positivistas es, por su misma naturaleza, una postura filosófica.
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Ramas de la Filosofía
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Así mismo es una cuestión teológica, en cuanto en la Revelación también encuentra el ser humano
mandamientos como orientaciones para su obrar. Una de las partes del saber teológico es justamente la
denominada “Teología moral”.
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Todas las ciencias (y todas las ramas de la Filosofía) estudian entes, es decir,
cosas que son (del latín ens, “lo que es”); no hay una ciencia cuyo objeto de estudio sea
la nada. De modo tal que la biología estudia entes (vivos), la matemática estudia entes
(de razón), la astronomía estudia entes (celestes), etc. Pero estas disciplinas ni ninguna
otra, a excepción de la metafísica, se hace la pregunta ¿qué es un ente? ¿qué significa
que algo “sea”? ¿cuáles son los elementos constitutivos de todo ente? ¿todo ente es
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causado? ¿hay algo que sea el origen de todos los entes? Estos interrogantes refieren no
sólo a los entes, sino que se preguntan sobre los entes en cuanto tales (no en cuanto
vivos, o pensados, o materiales, o espirituales), es decir, simplemente en cuanto entes.
Es decir: la metafísica estudia el ente, todo tipo de ente, pero sólo considerándolo como
ente; estudia el ente en general, sin ningún tipo de especificación que lo limite a ser tal
ente determinado o tal tipo de ente, justamente porque lo que le interesa no es lo que lo
singulariza o distingue, sino que lo que busca es el ser del ente.
En el caso de la metafísica, entonces, se puede decir que su objeto material es el
ente y que su objeto formal es en tanto ente. Por su objeto material, la metafísica es una
disciplina universal, todo lo abarca (no hay concepto más universal que “ente”). Por su
objeto formal, la metafísica constituye el saber más profundo, ya que busca las raíces o
fundamentos de todo ente (por consecuencia es también la disciplina que con mayor
grado de abstracción trabaja).
El problema metafísico ha sido considerado por muchos filósofos como el
problema filosófico por excelencia, al punto tal de identificar en muchos casos, sin más,
filosofía con metafísica. Si se acepta la caracterización clásica de la filosofía como el
saber que busca las causas primeras, los porqués más remotos y radicales del conjunto
de las cosas, es evidente que la metafísica constituye el corazón mismo de la filosofía.
Por otra parte, la resolución el problema metafísico tendrá una influencia decisiva sobre
el resto de las cuestiones filosóficas, por ejemplo, las gnoseológicas, las éticas y las
antropológicas.
Si es cierto, como dice la frase popular, que “de poeta y de loco todo el mundo
tiene un poco”, no es menos cierto que, como decíamos en páginas anteriores, todo el
mundo tiene un poco de filósofo. Todos filosofamos, si bien no todos nos dediquemos
específicamente a la Filosofía. Tarde o temprano surgen en nuestro interior preguntas
como ¿De donde viene todo lo que existe? ¿Por qué existen cosas si podría no existir
nada? ¿Cuál es el sentido de la vida humana? ¿Qué sucede después de la muerte?
¿Cómo ver lo que está bien y lo que no?
Pues bien, aquí planteamos otra pregunta más: cuando filosofamos, ¿qué nos mueve
a filosofar? El filósofo alemán Karl Jaspers, en un pequeño libro titulado “La
Filosofía”, trata de responder a esta cuestión y señala tres motivos por lo cuales los seres
humanos sienten la necesidad de filosofar. Siguiendo a este autor, mencionamos tres
principios del filosofar.
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