Relación Ser Humano Naturaleza

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 25

Relación ser humano-naturaleza:

Desarrollo, adaptabilidad y
posicionamiento hacia la búsqueda de
bienestar subjetivo
Evelyn Rodríguez [email protected]
Universidad de Colima, México
Ana Luz Quintanilla [email protected]
Universidad de Colima, México

Resumen: La desarticulación del ser humano con la naturaleza ha producido


el mayor reto que los seres vivos han de confrontar, sea su extinción y la del
resto de organismos vivos que comparten el planeta. El sistema de producción
capitalista considera el desarrollo económico como la base que rige los
sistemas de decisiones; generando un explosivo desarrollo industrial y un alto
nivel de consumo de bienes, sin considerar efectos y soluciones. El objetivo del
estudio parte de las relaciones ecosistémicas, con relación a la existencia
humana, y analiza su interacción, desarrollo, adaptabilidad y posicionamiento
del ser humano en la búsqueda de bienestar subjetivo. Se analiza el
pensamiento filosófico de Heidegger, resiliencia y márgenes de vida. Se
revisan teorías de los ecosistemas, percepción del paisaje hacia la conciencia
desde la teoría de la sensación. La relación hombre-naturaleza está
desarticulada y se plantea desde la teoría de bienestar subjetivo. Se analizan
teorías de esta desvinculación humano-naturaleza: Darwinista, teoría de
sistemas complejos y teoría de Gaia. Se discute la dimensión de la visión
humana ante los impactos que mantiene contra la naturaleza y la necesidad
urgente de trabajar hacia un cambio que involucre modificación de actitud
individual, para posibilitar cambios en el ámbito colectivo. Es necesario y
urgente replantear nueva cultura de la autosubsistencia, cambiando patrones
de autodestrucción; labor compleja y posible si se consideran las bases y
legados de las culturas de autosubsistencia, que en nuestro país demuestran
haber conservado y restaurado los ecosistemas.

Desarticulación, relaciones, Dasein, cambio, capitalismo,


ecosistemas.

Palabras clave: Desarticulación, relaciones, Dasein, cambio,


capitalismo, ecosistemas.

Introducción

El ser humano, como todo ser vivo, forma parte de la


naturaleza, y su naturaleza específica consiste en la racionalidad
de poseer una inteligencia y una libre voluntad de acción. Dicha
naturaleza humana es universal y lo coloca en una situación
privilegiada, ya que, a diferencia del resto de los seres, su
comportamiento no está determinado por los instintos y
necesidades naturales, sino que, gracias a su libre voluntad,
puede inclusive obrar en oposición a los mismos (sacrificio de la
propia vida, huelga de hambre). No obstante, en el ser humano
no existe oposición entre naturaleza y libertad, ya que la
libertad pertenece a su naturaleza. Se relaciona con el entorno
para sobrevivir –como lo hacen el resto de las especies que
comparten este planeta con los humanos–, con una
particularidad: los seres humanos representan colectivamente
formas culturales específicas al ejercer relaciones con el
entorno, creando y recreando ambientes que propician el
cumplimiento de nuestras necesidades, el desarrollo y la
extensión de nuestra cultura; se construyen paisajes culturales
que propiciarán a su vez un bienestar subjetivo en él mismo y
en los suyos: su familia y las personas con las que se
interrelaciona en su vida cotidiana.

Desde sus orígenes, los seres humanos desean siempre


conocer y comprender a la naturaleza, principalmente porque de
ello depende su supervivencia. El conocimiento del marco
natural, así como su transformación y aprovechamiento, ha
motivado e impulsado el conocimiento científico y la técnica.
Gracias a la inteligencia, el ser humano ha aprendido a adaptar
la realidad a sus propias necesidades, incluso cuando hoy en día
prevalece la destrucción de la misma, debido a los impactos
producidos por los propios humanos. El ser humano no se
conformó con recolectar los frutos que la naturaleza le ha
ofrecido, sino que aprendió a sembrar y a cosechar: primero
manualmente, luego ayudado por animales, hasta que
finalmente lo logró la agricultura industrializada, con la que dio
inicio a la transformación de la vida moderna, al sustituir la
energía humana por la energía animal y posteriormente por las
máquinas (D’Angelo, 2002).

Los sistemas de canalización y embalse permitieron tener


agua corriente en lugares en los que las lluvias son
prácticamente inexistentes, y con ello el ser humano ha hecho
uso de la naturaleza para satisfacer sus necesidades; sin
embargo, se ha explotado su hábitat de manera excesiva,
destruyéndolo al sobrepasar los límites de la rehabilitación de
cadenas tróficas y atentando hacia sus coetáneos como especie.
Debido a lo anterior, menciona Amhed Djoghlaf, secretario
ejecutivo de la Convención para la Diversidad Biológica de
la ONU (2017), que no existe duda de que el cambio climático y
la pérdida de biodiversidad son “las dos caras de la misma
moneda”, y que es consecuencia de la actividad humana que
diariamente se extingan 150 especies, y cada año entre 18,000
y 55,000 especies se conviertan en extintas. La deforestación,
los cambios en el suelo la contaminación del agua y del aire, y la
continua destrucción de la atmósfera han provocado el cambio
climático global, también llamado cambio climático
antropogénico (Ochoa y Zavala, 2015).

Los paisajes culturales constituyen una relación entre el ser


humano y la naturaleza, a partir de las expresiones humanas,
por ello se hace cada vez más importante reconocer y aprender
sobre el bienestar subjetivo, como “una sensación de agrado
cotidiano al mantener un bienestar psicológico, gracias a una
buena adaptación a las circunstancias de la vida interna y
externa del individuo en sociedad” (García-Alandete, 2014). Con
lo anterior, las complejas redes naturales se relacionan también
con el pensamiento ecológico, que se plantea como respetuoso
de estar en el mundo, como lo menciona Heidegger con el
“Dasein”. La realidad primaria donde el ser se capta con su
sentido original, que es lo que Heidegger llama el “Dasein”
significa ser-ahí, y en definitiva se refiere al hombre como un ser
arrojado a la existencia, un ser que existe en el mundo y actúa
sobre las cosas que tiene, ante todo el sentido de instrumentos
del Dasein. La filosofía según Heidegger no puede ser más que
una analítica interpretación del Dasein: ser-ahí, arrojado en el
mundo con la posibilidad de construir formas de relación y
pensamientos para la acción más acorde con la integración ser
humano-naturaleza. Estar en el mundo para Heidegger
(1962) es un todo unitario; también, para él, el ambiente está
constituido por árboles, rocas, insectos, y ellos son considerados
como elementos intramundanos (innerweltich). La naturaleza,
así considerada desde la filosofía, no es el mundo sino un ente
que encontramos dentro del propio mundo; así como las
emociones y los sentimientos que constituyen entes en diversos
grados como maneras de poder incluirse en el mundo. El Mundo,
por lo tanto y para Heidegger como para muchos de la corriente
existencialista, representa ontológicamente un carácter del
existir mismo. El objetivo del presente estudio es partir de las
relaciones ecosistémicas para relacionarlas a la existencia
humana y analizar la interacción entre ambas; su desarrollo,
adaptabilidad y posicionamiento del ser humano en la búsqueda
del bienestar subjetivo.

Marco teórico conceptual

L OS EQUILIBRIOS ECOSISTÉMICOS

El aporte de la biodiversidad a la vida del ser humano y sus


procesos productivos es múltiple. En el caso de la agricultura, la
biodiversidad contribuye a mantener la estabilidad del medio
ambiente, permitiendo con ello el funcionamiento de los ciclos
globales de los nutrientes, la descomposición de la materia
orgánica, la recuperación del suelo compactado o degradado, la
regulación de las plagas y enfermedades, la polinización, entre
otras; por estas razones, el restablecimiento de la biodiversidad
permite reducir la dependencia de insumos externos en los
sistemas agropecuarios y forestales, tales como nutrientes
(fertilizantes), agua, acondicionadores del suelo, productos
fitosanitarios (control químico de plagas y enfermedades),
etcétera (Manzur-Nazal y Villalba-Cabezas, 2008). Cuando los
cambios en el medio son seguidos de procesos adaptativos de
otras especies que evolucionan con el objetivo de poder
continuar, adaptándose y superando los mismos, se presenta el
equilibrio ecosistémico; un ejemplo de ello son los pingüinos que
llegaron mediante las corrientes del mar a las Galápagos, y su
adaptación al nuevo medio hizo durante el proceso de
sumergirse para obtener alimento que su pico se hiciera más
resistente, se hicieron más esbeltos y disminuyeron la cantidad
de su pelo. Otro ejemplo es el hecho de las personas que viven
en sitios de calor extremo, logran adaptarse a éste –v.gr. los
habitantes de la ciudad de Mexicali en Baja California, y
Hermosillo en el estado de Sonora (ambos en el noroeste de
México), donde las temperaturas exceden los 50 ºC durante el
período de verano– (Quintanilla et al., 2015).

L A RESILIENCIA COMO ESTRATEGIA ADAPTATIVA


La conservación de un ambiente sano depende del tipo de
desarrollo que se dé en una región o país. Un desarrollo
sostenible o sustentable que esté dirigido a un uso responsable
de los recursos naturales, no sólo es siempre necesario sino
imprescindible para la conservación de los ecosistemas; sin
embargo, los cuestionamientos comunes son: ¿Cómo podremos
lograrlo?, ¿Cómo logramos asumir esa responsabilidad ante un
sistema capitalista que pondera con mayor valor a la economía
que a la naturaleza? ¿Cómo sabemos que un recurso está siendo
aprovechado de manera responsable o es explotado sin
responsabilidad? ¿Cuáles son las consecuencias de no tener una
gestión ambiental responsable de los recursos naturales?
¿Cuánta presión se puede ejercer sobre un recurso para ponerlo
en riesgo de extinción o agotarlo? Estas preguntas tienen
respuesta de acuerdo con una misma variable: la resiliencia de
los ecosistemas; sin embargo, a ello se ha apostado la
resistencia de los mismos y no así a la conservación,
restauración y mitigación de los impactos antropogénicos. La
resiliencia de los ecosistemas es la capacidad de recuperarse de
un disturbio o resistir presiones en curso; se refiere a los
complejos procesos físicos y ciclos biogeoquímicos
regenerativos que realizan los componentes bióticos y abióticos
de un ecosistema – en un tiempo determinado– como respuesta
para recuperar su estado anterior al efecto producido por el
factor externo, y en esa medida tender a recuperar o mantener
al equilibrio (Ojeda et al., 2017).

Respecto a la población, de ser 1.5 mil millones en 1902, hoy


en día somos más de 7.8 mil millones; la actividad de nuestra
especie mantiene un fuerte impacto sobre la naturaleza,
causando la desaparición de hábitats de muchas especies
debido a las emisiones de CO. y a la pérdida de su secuestro; la
manera de producción agropecuaria; el modelo de un sistema
de consumo intolerable para un sistema natural que no es
infinito, entre muchas otras causas (Quintanilla, 2019). En el
caso de la pérdida de hábitats, se puede estar ejerciendo
presión sobre especies de insectos que se encargan de servicios
ambientales, como la descomposición de materia o procesos tan
importantes como la polinización, lo que terminará causando un
desequilibrio mayor del considerado del ecosistema, tal es el
caso de la mariposa monarca en Michoacán y de la muerte
súbita que están teniendo las abejas debido al uso de herbicidas
y fungicidas. Así, los ecosistemas parecen ser particularmente
resilientes si hay muchas especies que realizan la misma función
esencial, y si las especies dentro de tales grupos funcionales
responden de diversas maneras a los disturbios. La habilidad de
un ecosistema para su organización e integridad, está
relacionada con la garantía de la variedad de funciones, las
cuales son resultado de las interacciones de su estructura y sus
procesos (Sánchez et al., 2007).

E L SENTIDO DE PROPIEDAD HACIA LA NATURALEZA ( HACIA UNA


PERSPECTIVA EPISTÉMICA INTEGRADORA )

Existe una totalidad de la naturaleza que no es perceptible a la


vista y que habita en otros espacios a que lo que comúnmente
observamos, pero que sin embargo pertenece a un todo, porque
vivimos y coexistimos en el mismo espacio; la unidad de un
todo. Los paisajes culturales son trozos abstractos de esa
totalidad, desarrollados por cada cultura cuando ésta imprime
características únicas que, a través de la organización del
espacio, comunican símbolos entre sus edificios, parques,
monumentos, agricultura, puentes, puertos, paseos de
recreación, museos y áreas rurales características.

En una sociedad totalmente acelerada, es casi imposible lograr


la capacidad de contemplación. ¿Cómo podría el ser humano
articularse nuevamente a la madre naturaleza, de la cual forma
parte y de la cual fue desarticulándose y controlando, y
destruyendo? El contacto y la percepción del ser humano con el
resto de los seres vivos, mantiene al límite de la extinción a
nuestra propia especie por haberse desarticulado, y
considerarse como el ser que posee y toma control del resto del
reino animal y vegetal. El ser humano necesita hacer un alto en
el tipo y ritmo de vida que lleva para regresar al centro, a uno
mismo, a su raíz que es propiamente la naturaleza, en la
diversidad de sus manifestaciones. Se requiere retornar al
origen que somos: un elemento más de un todo, en un sistema
planetario llamado Tierra, el cual a su vez se encuentra dentro
de un universo complejo y mucho más amplio. Esta es la visión
que desea plantear el presente documento y, para lograrlo, se
requieren estrategias que se apliquen con disciplina y también
con cierta flexibilidad; sobre todo con un análisis amplio. Se ha
reflexionado sobre cómo articular al ser humano actual con su
naturaleza animal, integrarlo nuevamente como uno más del
sistema natural; para ello, el presente estudio propone
diferentes estrategias que se irán definiendo.

El observador atento, descubre los rostros de los nichos


ecológicos, los senderos que se trazan y se mantienen con el
uso práctico de sus transeúntes; sirven como una nueva
alternativa de conexión entre el ser humano y la naturaleza,
considerada una alternativa productiva para muchas
comunidades alrededor de nuestro planeta (llamados por
algunos como visitas a senderos ecológicos o senderismo). Las
propuestas incesantes por mantener recorridos o senderismo,
son también inserciones que provocan transformaciones en el
medio. Existe una desarticulación con la naturaleza: a partir de
que dejamos de recolectar nuestra agua, dejamos de producir
nuestros propios alimentos y energía, nos convertimos en seres
que ignoran cómo opera ésta (Vega et al., 2018).

L A PERCEPCIÓN DEL PAISAJE HACIA LA CONCIENCIA

En el momento en que se está atento y se camina por un


paisaje natural, existe el disfrute por parte de los seres
humanos, porque somos parte ello, de la naturaleza, y con ello
se abre el campo de conciencia a lo que ocurre y se tratan de
captar las relaciones que en él se establecen, se puede ver un
todo unitario. Todos formamos parte del mismo sistema de vida.
En el campo, en la milpa, se escuchan los tallos y las hojas al
pasar el viento; cuando llueve, los estruendos de los rayos se
escuchan después de las luminiscencias en el horizonte alto; el
sonido de la lluvia anuncia la abundancia que puede traer en las
cosechas por venir.

Estar abierto a la sensación de gozo y disfrute de la naturaleza


es haber avanzado en el proceso de conciencia pura, sin el
intermedio de la enajenación, sin la priorización de estar
siempre en la mente y en la razón. La esencia del existir
consiste propiamente en existir; el existir es esencialmente la
posibilidad que mantiene cada ser humano y por ello puede
elegirse, ganarse o perderse; y por ello le pertenecen dos modos
claros y definitivos de ser y de existir: autenticidad o
inautenticidad, de acuerdo al pensamiento de Heidegger.

Es posible preguntarse: ¿se es del mundo, se está en el mundo


o se vive en el mundo? Las respuestas son muy variadas y
dependen de varias posturas filosóficas: ser del mundo es la
más articulada a la teoría de Gaia, a la cual Lovelock
(1985) definen como una ciudad compleja que implica a la
biósfera, atmósfera, océanos y tierra, y constituyen en su
totalidad un sistema cibernético o retroalimentado que busca un
entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta Tierra,
como un ser vivo que está constituido por todo aquello que la
habita y es capaz de su autorregularse; por ello, estar en el
mundo implica una presencia significativa, y la última es usar el
hábitat como un recurso, sin concebirlo como parte del
organismo vital de la Tierra.

Las conexiones humanas se dan en función de la satisfacción


de necesidades y de las que tienen como fin último una relación
espiritual. El ser humano crece a través de su relación con los
demás y con su medio ambiente; la experiencia corresponde a
su terreno de juego. El concepto de sensación es una vivencia
del sentir, palpando algo y degustando, y desencadena
percepciones de los hechos donde se distinguen y obtienen
impresiones: el gusto por un platillo agridulce, crocante, suave o
carnoso son producto de diferentes sensaciones. El comer es en
cierta forma un sentido de placer que se adquiere en un
ambiente, en un contexto determinado. Como menciona la
teoría de la Gestalt: “El mundo está allá afuera y al percibirlo se
toma algo de él para los sentidos; se abstrae a través de una
sensación de vínculos ilimitados que llegan a la memoria y se
resguardan como algo agradable o desagradable” (Le Breton,
2006).

El análisis descubre una cualidad de todas las relaciones que


existen en el acto de percibir. Y estas relaciones están
recubiertas de un saber que les habitan. Hay cualidades puras,
que son las que perciben los animales, y cualidades cubiertas de
significado, que representan para el ser humano algo más,
contienen cualidades y por ende adquieren significaciones.
T EORÍA DE LA SENSACIÓN

Representa la conquista de los sentidos, y proviene del medio


o de la naturaleza que nos toca a través de éstos. El ser humano
piensa histórica y sistemáticamente sus relaciones y las
establece dentro de una cultura que recrea y reconforma. Posee
la ventaja de sus recuerdos, de sus memorias, que a su vez se
constituyen por el contacto con el medio a través de sus
percepciones de la realidad, llegando como imágenes y
sensaciones. Nada de lo que percibimos permanece estable ni
constante. A esto se le llama construcción perceptiva, la cual es
vital para la adaptación al medio ambiente. Percibir el ambiente
es advertir cómo surge de una constelación de datos, un sentido
inmanente sin el cual es imposible hacer una invocación de los
recuerdos. Recordar es penetrar en el horizonte del pasado y
desarrollar progresivamente sus perspectivas encapsuladas,
hasta que las experiencias que aquel resume sean tal cual,
vividas nuevamente en su situación temporal; percibir no es
recordar (Ponty, 1993).

Las interconexiones entre los elementos de la naturaleza son


percibidas por el ser humano, quien advierte el bienestar en una
relación ecológica porque es parte de la misma. Con el avance
en el desarrollo tecnológico y en el modo de producción
capitalista, se realiza una ruptura trágica y continuada que borra
selvas, biomasa, contamina océanos, arrasa poblaciones
étnicas, incluso invisibiliza a la propia mujer que es la especie
compañera; por ende, la percepción se altera y se corrompe.
Estos cambios abruptos de redes, sistemas, conexiones,
corrompen los ambientes y todas sus relaciones y se procura el
caos.

Como bien menciona el Dalai Lama: “Lo que ves en el exterior,


específicamente en la naturaleza, es sólo el resultado del estado
interno de los seres humanos”. No es solamente un rompimiento
estético, es una fractura de la vida y su transmisión continuada
de semilla de cadenas energéticas. Lo que representa el fin del
respeto por la misma y puede llegar a ser la propia extinción de
los seres vivos.
Resultados

LA PROPUESTA DE ESTUDIO HACÍA UN BIENESTAR SUBJETIVO


ECOSISTÉMICO

Se ha revisado la importancia del orden natural y de relaciones


entre las acciones del ser humano con el medio y en el entorno,
como parte del mismo a través de su percepción y de su
conciencia.

Cuando hay una inexorable enajenación en el mundo moderno


se produce la ruptura del ser en el mundo, que es el “Dasein” de
Heidegger, y la pérdida de percepción, planteada por Ponty
(1993), desde la fenomenología de la experiencia del presente.

En la dualidad, el ser humano tiende a la fractura, en cuanto


que, en la concepción holística o sistémica, el pensamiento
opera como integrador del todo; se tiende a un pensamiento
ecosistémico o a llevar a cabo una articulación entre el ser
humano y la naturaleza, como el que existe en las comunidades
que tienen como propósito el bien común y, dentro del cual,
todos trabajan y avanzan con base en la ayuda mutua,
comunitaria. Asimismo, al estar articulado el ser con su medio,
tiende a conservarlo y restaurarlo para no agotar los recursos
que le dan vida, y por ende desarrolla más la observación y la
comprensión de lo que sucede a su alrededor: los cambios, sus
ciclos. Esta cercanía le ayuda para tener una mejor organización
familiar y social, que ofrece beneficios al conocer
comunitariamente la necesidad cumplimiento de los ciclos para
la satisfacción de la mayor parte de las necesidades de las
unidades de producción.

Según Descola y Pálssón (2003), los seres humanos se


vinculan con la naturaleza desde formas específicas de
socialización, que es una teoría de modos de identificación que
desarrollaron independientemente de la época de su existencia,
y son cuatro tipos de ontología: el animismo, el totemismo, el
analogismo y el naturalismo. La cosmovisión de cualquier pueblo
se vincula en estas cuatro formas, existiendo la posibilidad de
hibridaciones. Estas formas de vinculación están presentes en
cualquier humano, sólo que exclusivamente uno de ellos es el
que está activado; son también formas de aprehensión del
ambiente.

Levi-Strauss (1964) hablaba de las especies con cualidades


sensibles, con las que se vinculan los seres humanos, ya que, en
esa forma de representación icónica simple, conceptualizan su
estructura. En cuanto al animismo, a las plantas y animales se
les asignan características con respecto al respeto, leyes de
parentesco y códigos éticos; éste es un modelo de objetivación
de los seres de la naturaleza, que sirve como categorías
elementales de la práctica social para pensar las relaciones de
los seres humanos con los seres naturales (Descola y Pálsson,
2003).

Los seres humanos y todos los seres vivos tienen


materialidades específicas, en tanto sus esencias internas
idénticas se encarnan en cuerpos con propiedades
contrastantes, cuerpos que son frecuentemente descritos
localmente como simples ropajes para subrayar mejor su
independencia de las interioridades que lo habitan (Descola y
Pálsson, 2003).

En este sentido, las formas de relación con el entorno son


integralmente culturales, en razón de una interioridad humana y
como subjetiva que es, que cada ser percibe de manera
diferenciada las complejidades de esta interrelación a partir de
su corporalidad. La idea de que ciertas propiedades, movimiento
o modificaciones de estructura del mundo, ejercen una
influencia a distancia sobre el destino de los seres humanos,
como en el caso del nagualismo, según el cual cada persona
posee un doble animal con el cual una entra en contacto, pero
cuyas desventuras pueden afectar su cuerpo.

El analogismo no requiere ninguna relación directa de persona


a persona entre los seres vivos, implica que existe entre una
similitud de efectos, una acción lejana o una resonancia
involuntaria que se distingue de la homología más sustancial de
las propiedades. El analogismo no está fundado ni en la
homología de las interioridades (en una diferencia de las
materialidades como el animismo) ni en una sectorización de las
interioridades y materialidades (como el totemismo australiano),
sino en una discontinuidad gradual de las esencias, de la cual la
formulación más clásica es la teoría de la cadena de seres, y
sobre una serie de brechas diferenciales débiles entre las
formas y las sustancias necesarias para que puedan
establecerse correspondencias entre éstas. Los vivos, todos,
pertenecen a la misma colectividad (Pazos, 2005).

El naturalismo aparece en el siglo XVII e implica un intrincado


mundo de artificio y libertad que genera complejas relaciones e
invierte la construcción ontológica del animismo, en lugar de
una identidad de almas y una diferencia de cuerpos; presupone
una discontinuidad de las interioridades y una continuidad
material. En el siglo XIX, con la emergencia de las ciencias, la
diversidad de la acción creadora del ser humano va a fijar sus
características y contornos como un productor de normas,
signos y símbolos. La propuesta es que existe una sola
naturaleza y una diversidad de culturas. Lo que distingue a los
humanos de lo que consideramos como no humanos es,
claramente, el alma, la consciencia, la subjetividad y el lenguaje
–que, por cierto, en los últimos años, la propia ciencia ha
descubierto que también se comunican entre sí–, del mismo
modo que los grupos humanos se distinguen unos de otros por
una suerte de disposición interna colectiva que se ha llamado,
durante mucho tiempo, el espíritu de un pueblo (Pazos, 2005).

A partir de Darwin (1859), conocemos que la materialidad de


los humanos los sitúa con pocas diferencias de otras entidades
en el mundo de la naturaleza. Desde el punto de vista de la
organización cosmológica que instaura el naturalismo, los
humanos se distribuyen en el seno de colectividades
diferenciadas. Una vez que se caracterizan las formas de
abstraer la realidad circundante se sitúan las diferentes posturas
personales y sociales.

En el presente, nuestro entorno global puede considerarse


como un medio ampliamente transformado y deteriorado, en el
que algunos aspectos del entorno evolucionan y otros se pierden
por completo, como es el caso de las especies ya extinguidas,
debido a la toxicidad del aire en las mega ciudades, una
tendencia de apropiación del medio que es impuesta por el
modelo económico y político imperante (una forma de
producción que transforma y destruye, para crear nuevas
necesidades y también nuevos modelos de producción y de
consumo). Las comunidades son actualmente organismos
complejos que constituyen hábitos en contigüidad y respeto al
entorno o no.

En Latinoamérica existen cuantiosos recursos naturales y una


enorme biodiversidad; sin embargo, quienes toman decisiones y
los criterios con los que se toman las mismas están en mano de
los gobiernos y sus líderes políticos (incluidos los grupos de
interés sobre las ganancias que se obtienen), así como de la
política internacional de los países económicamente más ricos –
no así en recursos naturales–; particularmente en el caso de
México, depende en gran parte de voluntades de países
dominantes como Estados Unidos y Canadá, así como de los
países del imperio de Europa. El dominio de las fuerzas de poder
son las que prevalecen por encima del bien y de la conservación
de los recursos naturales y de la cultura popular, que no
respetan para que éstas permanezcan y puedan reconocer su
valía mediante el aprovechamiento, conservación y restauración
de sus recursos naturales, a través de buenos hábitos de manejo
o gestión de la naturaleza; la prueba está en que existe gran
contaminación en las venas de los grandes ríos, en la
deforestación de bosques y selvas, en la contaminación del agua
y el aire. En la reducción de asignar un valor a la naturaleza, de
la cual dependemos los seres vivos, conviene recordar que, en
la pirámide materia-energía, los seres humanos se posicionan en
la cúspide y representan a la única especie que depende del
mundo vegetal y animal para asegurar su existencia en el
planeta; por ende, el valor de vida que tienen los seres humanos
en la naturaleza es el más bajo.

Hace falta educar y elevar los niveles de consciencia –quizá


mediante la misma– a la ciudadanía en general, hacia el respeto
al hábitat, y sancionar apropiadamente el rompimiento de las
leyes que agotan y deterioran la naturaleza. Se requiere de
modificar los paradigmas actuales, tomar otro rumbo que
incluya la construcción de escenarios con base en la
participación social, en donde se entiendan las interrelaciones y
sus importancias en codependencia; se requiere que las
percepciones se agudicen y la conciencia se amplíe en el
retorno a lo natural, a lo simple. Como menciona el padre de la
teoría de sistemas complejos, Edgar Morín: “La realidad que
percibe el ser humano cada día, la compresión de su propia
existencia y conflictos internos, trae inmersos los aires de la
complejidad, de lo global, lo contextual y lo multidimensional”
(Morin, 1990).

La forma de pensamiento predominante, por mucho tiempo, y


en la cual se produjeron grandes descubrimientos, favorecía el
mecanismo de lo lineal, lo cuantitativo, y aún en la actualidad
existe quien defienda sus postulados, además de sus logros; sin
embargo, la ciencia ha avanzado y las sociedades se
modificaron con el desarrollo de las tecnologías; los nuevos
hallazgos requieren del conocimiento de nuevos paradigmas y
de un enfoque hacia el surgimiento de una nueva forma de
pensar y de actuar.

Los seres humanos y el resto de los seres vivos que comparten


con nosotros este planeta, estamos experimentando un planeta
en entropía, con base en el mayor reto que tenemos de
sobrevivencia en este siglo: el cambio ambiental global, y que
incluye tanto los impactos inducidos por los seres humanos
como la variabilidad natural del clima que ha existido a lo largo
de la historia del planeta.

A nivel general, la interpretación y comprensión de los


diversos fenómenos de la naturaleza requieren de una forma de
pensamiento y de toma de acciones y modificación de actitudes
y hábitos, y es donde se destaca el planteamiento de Edgar
Morín, relacionado con el desarrollo de un pensamiento de la
complejidad en los seres humanos, como una forma de
encaminar a los individuos y a las naciones hacia el bienestar, la
evolución y la productividad. En el desarrollo de un pensamiento
de la complejidad en los individuos está el futuro de la ciencia,
en virtud de los nuevos hallazgos que se pueden propiciar
(Morin, 1990).

En lo anterior reside la teoría del bienestar subjetivo y el


bienestar social, la mantiene una postura de corresponsabilidad
en la toma de decisiones, desde la microescala (como el
individuo), hasta la dimensión planetaria, que permita fortalecer
las redes de apoyo de las ciudades y los estados, desarrollando
programas de trabajo y diseñando políticas públicas que nos
permitan poder dimensionar el mundo en el que vivimos hoy en
día, con más de 7.8 mil millones de seres humanos y con un
recurso cada vez más escaso y fundamental para la vida: el
agua; con un sistema de producción de alimentos basado en el
consumo de productos animales (res, aves, cerdo y otros),
principalmente por los países más ricos, que propician un mayor
cambio de uso de suelo y deforestación para el mantenimiento
de los animales que se comerán (Günther y Gutiérrez, 2017).

Se requiere modificar la visión que se mantiene con respecto a


la naturaleza y a sus ecosistemas. No es posible continuar
generando energía eléctrica con base en combustibles fósiles,
porque esto ha producido la destrucción de la atmósfera y, con
ello, el cambio climático global de origen antropogénico. ¿Cómo
podemos entender que más de 95% del capital económico en el
planeta se encuentre en manos de menos de 12 familias?
¿Cómo entender que más de 50% de la población mundial
padezca desnutrición y pobreza extrema y, a su vez, un 40% de
los alimentos que se producen en el planeta son enviados a la
basura? ¿Cómo entender que solamente 1% de la propiedad
privada en el planeta corresponda a las mujeres y que éstas
ganen en igualdad de habilidades y capacidades, entre un 30 a
un 50% menos que los hombres? (Quintanilla, 2019).

El bienestar subjetivo es una propuesta que alienta y


enriquece como postura el análisis de la realidad desde
diferentes perspectivas. La propuesta es compleja porque
requiere de seres humanos que utilicen su libertad a través del
compromiso consciente del cuidado de sí mismos y, por ende,
del entorno del cual se forma parte. Se requiere tomar
consciencia para lograr una apertura y responsabilidad para
actuar, para aportar hacia el bien común, no el propio como lo
plantea el sistema capitalista. Así como existen comités de
vigilancia para proteger las cosas privadas de los grandes
fraccionamientos, también es necesario que todos estén en una
constante vigilancia de lo que da vida: la naturaleza; los árboles,
la calidad y cantidad del agua, el cuidado de los ríos, del océano
como el principal termorregulador del clima en el planeta, la
comprensión de la naturaleza como hábitat real y como fuente
abastecedora y dadora de vida.

Desde el análisis de la naturaleza como totalidad, podrá


entenderse ese entramado de redes ecosistémicas, como lo
menciona la teoría de Gaia propuesta por James Lovelock et al.
(2009), quienes formularon una teoría revolucionaria que unificó
la de la evolución y la de la geología, hablando del planeta azul
como un organismo que se autorregula y cuya finalidad es
albergar vida. Lo que en un principio parecía ser una simple
hipótesis se convirtió en una teoría que, de ser la gran
desconocida, es actualmente aceptada por la comunidad
científica como ciencias del sistema Tierra. Al igual que la
alquimia evolucionó hacia la química, o el geocentrismo dio paso
al heliocentrismo, es hora de abandonar nuestras antiguas
creencias en favor de una nueva mentalidad científica: Gaia, que
se refiere a la Tierra como un organismo autorregulador
compuesto por los océanos, rocas de la superficie, atmósfera y
seres vivos, que en conjunto forman un sistema que evoluciona
y cuyo objetivo es la regulación de las condiciones de la
superficie en función de su habitabilidad, en función de la vida.

El postulado anterior, que ha realizado predicciones correctas


y se basa en observaciones y modelos teóricos, procede de la
inicial hipótesis de Gaia, que era contraria a la tesis común que
afirmaba que la vida se adapta a las condiciones del planeta y
que la vida y el planeta evolucionan de forma separada. Una vez
matizada la hipótesis, dio lugar a la teoría de Gaia; y la tesis
convencional se convirtió en lo que hoy conocemos como la
ciencia del sistema Tierra. Se trata de una disciplina dedicada al
estudio de la Tierra por parte de aquellos científicos que opinan
que los fenómenos de nuestro planeta no pueden ser explicados
por la geología tradicional. La conclusión de que la Tierra es una
entidad dinámica en la que lo vivo y lo inerte está relacionado y
que posee una autorregulación climática y química, constituyó la
base de la Declaración de Ámsterdam en 2001.

Se puede dimensionar el constituir, parte de un sistema, y que


este mismo responda adecuadamente cuando todas sus partes
se encuentran en equilibrio: todas sanas y funcionando en
sincronía con la naturaleza. La comprensión de que somos parte
de un todo nos permite entender que, tal como un órgano vivo,
contiene múltiples redes e interconexiones y, al alterarlas, todos
en el sistema resultamos perjudicados; de hecho, el ser humano
es uno de los más vulnerables al depender del resto de las
especies para su sobrevivencia.

La comprensión de que la vida tiene tres presencias: cuerpo-


mente-espíritu, nos conduce a entender que el cuerpo es el
templo en el que habita el espíritu y que la mente no representa
necesariamente los pensamientos; es sabia y está atenta para
permitir al organismo estar dentro del entorno y reconocer al ser
como parte del mismo. El ser humano debe permitirse poder
reincorporarse al origen del cual proviene, estar y ser parte del
ambiente natural, escuchando los sonidos que la naturaleza
emite al percibir el viento, la frescura de un clima tropical bajo la
sombra de un gran árbol, observar los amaneceres y
atardeceres, sentir el cuerpo en el agua de río y de mar porque
son elementos base de la vida; si se reconoce la naturaleza en
unificación con el hombre, éste se podrá reintegrar a la
totalidad.

Los seres vivos se encuentran interconectados, el ser humano


está desarticulado del universo, enajenado por una cultura
de ego en la que vive, dependiendo de posesiones materiales,
de emociones negativas (envidias, prejuicios, mitos, creencias,
apegos emocionales, políticas de control, de poder, riquezas
individuales logradas a través de una cadena de abusos); por
eso genera pensamientos destructivos, vengativos, absurdos; le
roba toda la importancia al momento presente y se enfoca en el
pasado o en el futuro, generando así emociones de estrés y
ansiedad; reclama una existencia separada de la naturaleza,
creyéndose absurdamente superior y no hace sino perderse a sí
mismo. Cuando se observa la naturaleza a fondo y con atención
en los pequeños detalles, es cuando se acaba el ego y se lleva a
cabo una fusión, una entrega de reconocer la majestuosidad y
sacralidad de la misma, abriendo una conciencia y serenando el
espíritu ajetreado, maltratado por la presencia de pensamientos
agobiantes.

La sutileza que permite al ser humano conectarse con la


naturaleza a través de los sonidos del ambiente, como los grillos
lo hacen durante la noche, la presencia de las luciérnagas
(sutiles y brillantes), el estruendo de los rayos en una tormenta
o los sonidos magnificados en una selva tropical, alejan la
desintegración que provoca el pensamiento creador de
conflictos y redundancias.

La inteligencia mayor viene de ese entramado de relaciones


interdependientes en los ecosistemas, ¡que maravilloso sería
lograr esa capacidad hacia un pensamiento ecosistémico! Que
opere como lo hace la naturaleza, con la sacralidad que exige
una espiritualidad mayor en el ser humano. Para lograrlo, es
necesario conocer la corporeidad, el campo energético como ser
en el mundo, sentir la vida misma que anima porque se está
conectado. Si se observa bien, esa es la actitud de un niño que
quiere jugar y coparticipar con otros en el juego, porque está
vivo, porque sigue su intuición; pero se va corrompiendo al
crecer. El pensamiento, si no va de la mano con la intuición y
con la vida animada, se vuelve usufructuario de bienes, de
comodidades.

El pensamiento oriental es uno de los más sabios, llegó a


América por los grupos migrantes que luego se fueron
distribuyendo por Norteamérica, Aridoamérica y Mesoamérica,
hasta el sur. Son estos grupos los que viven en los pocos lugares
donde hay vegetación, agua y manejo integral de los
ecosistemas, porque tienen una sabiduría y conocimiento de
tomar poco y guardar reservas para las futuras generaciones;
piensan no sólo en sí mismos sino en su comunidad, que tiene
una red de interrelaciones. Como lo dice (Kumar, 2008), es la
reestructuración del orden de pensamiento sistémico que
permita la articulación nuevamente del ser humano con la
naturaleza y el emprendimiento de acciones hacia el bien
común de la misma. En la ecología profunda, las especies no
compiten para sobrevivir, como declara Darwin, sino que están
en una danza continua de mutualismo, reciprocidad y
conectividad.

Discusión

En la actualidad las incidencias de los grupos de explotación,


exacerbada hacia los recursos naturales, han provocado un
cambio que para algunas especies es completamente
irreversible, ya lo dicen Toledo et al. (2006): la ecología política
integra el pensamiento complejo. El Dasein, del que nos hablaba
Heidegger, y el aquí y el ahora que nos dice la teoría Gestalt,
deben ser recurrentes para pasar al habitus de Bourdieu (1961).
No se puede fragmentar la realidad, eso lo ha hecho el concepto
a partir de Descartes, y se creó un vicio a partir de
construcciones mentales teóricas que no reflejan la realidad
actual; por eso se requiere una visión holística de la realidad y
un pensamiento crítico: un proceso de cambio.

La cultura de la autosubsistencia, que es comunitaria, ha sido


la base de la producción de las comunidades indígenas, así que
las áreas más protegidas cuentan con su propio modelo de
cuidado, tiempos de descanso y restauración de las tierras,
producción del sistema milpa y policultivos en la baja escala. Es
una herencia de las culturas mesoamericanas. Actualmente los
totonacas de la costa del Golfo, chichimeca-jonaz del norte de
Guanajuato, seris de Sonora, zapotecos de Oaxaca, nahuas de
México y tarascos en Michoacán, siguen hoy en día esa
producción, actúan como resistencia biocultural y a la vez que lo
hacen resguardan las tierras comunales, que son reservorios de
selvas y bosques.

El cambio de conciencia se hace urgente y puede ser creado a


partir de brindar la información a las sociedades, sobre los
restos ante los riesgos climáticos, que hemos generado los seres
humanos. Se debe proceder a reconectar con una nueva
comunidad de gente que recree nuevamente la intuición, más
que la actuación, con actitudes aprendidas que hoy en día son
obsoletas para de la realidad. La relación con la naturaleza es
recíproca, lo vemos con los pueblos aborígenes, que nunca
separan la naturaleza de las comunidades y se manejan como
un todo orgánico.

El ser humano está destruyendo la vida, y con ello propicia su


autodestrucción como especie y las del resto de los seres vivos
que comparten este maravilloso sitio de vida. Es urgente
cambiar, trascender y volver a articularse como parte del
sistema, de Gaia. Es un deber social reconocer que, en este
momento, los seres humanos actúan como la peor plaga que ha
tenido este planeta. Una vez que se reconozca la quietud, la
belleza, la perfección de la naturaleza, de la cual se forma parte,
se hará la transformación. La naturaleza es la unión de un todo
en sus partes, para concertarse justamente con la Gaia, como
un solo ser orgánico y cambiante. Es necesario ir sumando a
otros para reconocer y venerar esa belleza, para recuperar esa
forma de interconexión suprema de los ecosistemas de los
cuales se forma parte, y no hay que perder la oportunidad de
permitir y llevar acciones que aseguren la permanencia de la
vida en la Tierra.

El pensamiento ecosistémico requiere de acallar la mente de


pensamientos recurrentes, obsoletos e infructuosos, para poder
reestablecer la conexión y generar un pensamiento de las
relaciones subjetivas individuo-ambiente. Este se logra con una
inteligencia mayor al pensamiento tradicional como etapa de
desarrollo evolutivo que conocemos. El nuevo pensamiento se
logra al generar quietud y paz, en lugar de la distracción y la
destrucción, y acallando el ruido inmenso que se genera en las
sociedades.

Observando la naturaleza, sintiéndola, se genera un proceso


de re-energetización, de unión de campos energéticos que exige
hacer pausas de pensamientos recurrentes y entonces crear una
nueva forma de concebirla, siendo y reconociendo a los seres
humanos como parte de ella. Entonces se comprende la unidad
y la relación con el todo, que son sistemas interconectados y
continuos.

Conclusión

En el camino de trabajar la relación hombre-medio ambiente


hay muchos abismos para comprender su integración y se
necesita una apertura de relación que vincule de manera más
fluida la relación entre en las ciencias básicas y las ciencias
humanas, profundizando cada una de las categorías de
vinculación.

La tierra ha tenido que llegar a un estado de crisis mundial


generalizada, para que las voces públicas, privadas y los
científicos, empiecen a hablar de esta vinculación.
Las culturas más avanzadas, producto del modo de producción
capitalista, ha privilegiado el desarrollo tecnológico en
detrimento de la cualidad de los paisajes nutricios, que sólo son
resguardados por las culturas originarias o que habitan los
espacios en zonas de refugio, hasta donde ellos pueden, porque
ya las regiones más lejanas están siendo alcanzadas por la
modernidad.

La vida es un entramado de interconexiones, que al suprimir


varias de ellas, la propia vida de las plantas, animales y
humanos se transforma en un caos, debido a multifactores y por
la presión de las demandas de la población creciente, desarrollo
industrial que no atiende medidas para manejar los impactos y
malos manejos de los espacios productivos, lo que está
lamentablemente muy cerca de ser irreversible.

Este trabajo intenta contribuir a las reflexiones de la compleja


vinculación de la antropología de la naturaleza.

Literatura citada

Bourdieu, P. (1961). Rasions practiques. Sur la théorie de l’ action.


Seuil, coll. Francia: Points. 256 p.

D’Angelo, O. (2002). Subjetividad Social, Desarrollo y Retos de la


Complejidad. Cuba: Ciencias Sociales. 31 p.

Darwin, Ch. (1859).El origen de las especies. By John Murray, Means


of Natural Selection. Inglaterra: Albermarle Street.510 p.

Descola, P. y Pálsson, G. (2003). Antropología de la naturaleza.Lima:


IFEA Instituto Francés de Estudios Andinos/Lluvia editores, Perú. 35
p.

García-Alandete, J. (2014). Psicología positiva, bienestar y calidad de


vida. Revista Enclaves del Pensamiento. Revista de filosofía, arte,
literatura e historia, 8(16): 13-29.

Günther, M. G. y Gutiérrez, R. A. (2017). La política del ambiente en


América Latina. Una aproximación desde el cambio ambiental.
México: CLACSO y Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco.
Pp. 37-70.

Heidegger, M. (1962). Ser y tiempo. México: FCE. 448 p.


Kumar, S. (2008).Spiritual Compass: The Three Qualities of Life. Lane
Cove, N.S.W.: Finch Publishing, Green Books/Finch Publishing. 267 p.

Le Breton, D. (2006). El sabor del mundo. Una antropología de los


sentidos. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Nueva Visión. 368 p.

Levi-Strauss, C. (1964). El pensamiento salvaje. Historia y dialéctica.


Colección Breviarios No. 173. México: FCE. 295 p.

Lovelock, J.; Bateson, G.; Margulis, L.; Atlan, H; Varela, F. y Maturana,


H. (2009). Gaia. Implicaciones de la nueva biología. 3ª edición.
España: Editorial Kairós SA, Nueva Ciencia. 224 p.

Lovelock, J. (1985). Gaia, una nueva visión de la vida sobre la Tierra.


Barcelona, España: Ediciones Orbis. 126 p.

Manzur-Nazal, M. I. y Villalba-Cabezas, B. (2008). Chile, potencia


alimentaria y forestal. Guía técnica de buenas prácticas, recursos
naturales, agua, suelo, aire y biodiversidad. Chile: Subsecretaría de
Agricultura. Comisión Nacional de Buenas Prácticas Agrícolas.
Gobierno de Chile. 104 p.

Moore III, B.; Underdal, A.; Lemke, P. y Loureau, M. (2001) Challenges


of Changing Earth. Global Change Open Science
Conference, Amsterdam, The Netherlands 13 July 2001 p.1
Recuperado el 13 de diciembre de
2019. http://www.igbp.net/about/history/2001amsterdamdeclaration
onearthsystemscience.4.1b8ae20512db692f2a680001312.html.

Morin, E. (1990). Introducción al pensamiento complejo. España:


Editorial Gedisa, 167 p.

Ochoa de la Torres y Zavala-Hidalgo, J. L. (2015). Observaciones


oceánicas. En: C. Gay, A. García, C. Gutiérrez y C. T. Peña
Ledón, Reporte mexicano de cambio climático. UNAM Grupo 1,
Bases Científicas, Modelos y Modelación, Chapter: Capítulo 2 (pp.
35-54). México: Programa de Investigación en Cambio Climático,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Ojeda, R.; Sapoor, M. y Estrada, M. E. (2017). El índice del desempeño


ambiental y la resiliencia social en los ecosistemas. Revista
Universidad y Sociedad España. Pp.6-12. Recuperado el 6 de agosto
de 2019. Disponible en: http// rus.ucf.edu.cu/.

Organización de las Naciones Unidas. (2017). Resumen sobre la


Convención para la diversidad biológica de la ONU. 34 pp.
Consultado el 9 de julio de 2019. Disponible
en: https://elpais.com/sociedad/2007/05/22/actualidad/1179784806_
850215.html8.

Pazos, A. (2005). Recensión crítica Philippe Descola Par-delà nature et


culture. Revista de Antropología Iberoamericana, 1(1): 186-194.

Ponty, M. (1993). Fenomenología de la percepción. Barcelona,


España: Planeta Agostini. 474 p.

Quintanilla, A.L. (2015). Programa estatal de acciones hacia el cambio


climático (PEACC)- Colima. Colima, México: Gobierno del Estado de
Colima e Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático. 27 p.

Quintanilla, A.L. (2019). ¿Cambia el clima o lo estamos


cambiando? Colima, México: Universidad de Colima. 41 p.

Sánchez, O; Herzig, M.; Peters, E.; Márquez-Huitzil, R. y Zambrano, L.


(2007). Perspectivas sobre conservación de ecosistemas acuáticos
en México. México: Secretaría de Medio Ambiente, Instituto Nacional
de Ecología, United State Fisheries & Wild Life Service, Unidos para
la Conservación A.C., Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo. 297 p.

Toledo, V. M. (2019). Conferencia: Diálogos de la democracia con John


M. Ackerman y Víctor Toledo. TV-UNAM. Consultado el 18 de
septiembre de 2019. Disponible
en: https://www.youtube.com/watch?v=emJKLB3fWkQ.

Toledo, V. M.; Carabias, J.; Mapes, C. y Toledo, C. (2006). Ecología y


autosuficiencia alimentaria. México: Siglo XXI. 120 pp.

Vega, C.; Martínez, R. y Paredes, M. (2018). Cuidado, c

LA GEOGRAFIA AMBIENTAL
La geografía cobra una relevancia especial en el contexto actual en el
que aparecen muchos estudios ambientales interesados en el análisis del
espacio: ciencia sustentable, ciencia del cambio de la tierra, ciencia del
sistema de la tierra, sociología ambiental. La geografía ambiental, como una
propuesta integradora, debe contribuir a la organización del flujo de los
diferentes y variopintos componentes de la investigación, más allá de los
problemas de lenguaje y metodología que puede generar la pretensión
holística (Demeritt 2009, 127). En su énfasis ambiental, la geografía revisa las
posturas dualistas físicas y humanas, discute sus fundamentos teóricos y
conceptuales, y remarca sus intereses y fronteras conceptuales de cara a otras
disciplinas; así abre las posibilidades de interacción y acercamientos con otros
campos enfocados en las problemáticas ambientales, todo ello sin abandonar
la búsqueda de la unicidad geográfica.

La Geografía ambiental que proponemos se ubica en un enfoque


sociocrítico, que, sin abandonar el conocimiento de la dinámica de los sistemas
naturales, profundiza la indagación en los sistemas sociales, económicos,
políticos y su impronta en el territorio. Proponemos el estudio del ambiente o
medio ambiente desde esta concepción geográfica, pero, nutriéndose de los
aportes que los diferentes enfoques geográficos pueden dar a la comprensión
de las problemáticas ambientales.

En el marco del denominado Antropoceno se produce la mayor


intervención de las sociedades en los sistemas naturales. Las relaciones entre
las sociedades y la(s) naturaleza(s) se vuelven cada vez más conflictivas en la
medida que se adoptan políticas neoliberales que priorizan el mercado, el c La
Geografía ambiental alude al estudio del territorio alterado, positiva o
negativamente por las sociedades. El territorio está “atravesado” por las
decisiones humanas, no quedan ya espacios donde esta impronta no esté
presente. El ambiente o medio ambiente es el argumento central de la materia.
Hoy, ese medio ambiente sufre impactos tan significativos que no podemos
ignorarlos. La enseñanza de la Geografía en cualquier nivel del sistema
educativo en el que se imparta, se enfrenta a nuevos desafíos. La Universidad
no escapa a esta realidad. El alumno de hoy, no es el mismo que el de ayer,
reclama cambios en la forma de desarrollar los contenidos y en los criterios de
selección de los mismos. La problematización de los contenidos le permite al
alumno mantenerse motivado a lo largo del proceso de aprendizaje, debido a
que se enfrenta a situaciones que debe resolver. “La resolución de los
conflictos cognitivos, al tratar contenidos problematizadores, propicia el
desarrollo del pensamiento multicausal” (Gurevich, R., 2005: 87). Por ello es
que proponemos el abordaje de contenidos problemas en la mayoría de los
bloques conceptuales elaborados. Los contenidos están interrelacionados a
partir de una idea central. Esta concepción de la enseñanza – aprendizaje
implica trabajar con estudios de casos. “Una aproximación diferente de lo
conceptual es la que nos proporcionan los casos singulares, las situaciones
particulares, las informaciones cualitativas y cuantitativas correspondientes a
un hecho, las referencias empíricas de un cierto fenómeno o proceso”
(Gurevich, R. 2007: 178) capital y el consumo ilimitado por sobre los bienes
naturales.

También podría gustarte