A Modo de Preludio Con Vicente Zito Lema

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A modo de preludio con Vicente Zito Lema

Algunos meses después de entregarle el borrador definitivo de este libro para que

lo prologara, Vicente propuso dar una clase abierta en la Facultad de Ciencias de la

Educación. La conversación, cuyo resultado a continuación puede leerse, no es el prólogo

que esperábamos. La propuesta inicial fue alojada, una vez más, por la generosidad del

maestro y aceptamos establecer este texto a modo de preludio de nuestros escritos.

La vida es la agonía del conjunto de nuestras palabras

¿Desde dónde partir? Siempre ¿desde dónde partimos? Uno parte desde la

historia del otro y desde nuestra propia historia. Mi maestro Pichón Rivière decía que

siempre estamos marcados por el hoy y aquí. Ese hoy y aquí son ustedes. No es lo

mismo hablar en una universidad, en el marco de una cátedra que tiene una propuesta

que en otra época hubiera sido vista de ruptura total, de descreimiento de los caminos

académicos, y qué tal vez sí eso sea positivo, hoy está más abierta la universidad para

recibir esa búsqueda desesperada de la verdad. La verdad siempre es una búsqueda

desesperada. A esta altura de mi vida puedo decir que es agónica, que tal vez no tenga

sentido pero también es cierto que la vida finalmente será el conjunto de los sin sentidos

que la alumbraron.

Por ahí andamos con ustedes que, viéndolos, me doy cuenta que siento ganas de

decir ciertas cosas que en otro aquí no se hubieran despertado. Por ejemplo, puedo tocar

temas relacionados con la muerte sabiendo que el impacto sobre sus cuerpos y sus

espíritus no será ni traumático ni tendrá la capacidad de secar el agua; porque están

transitando la edad donde la muerte no existe y además son parte de una generación que

no conoció lo que mi generación conoció, que los jóvenes morían antes que lo que

normalmente morían los viejos. Ese exasperado conocimiento no lo han tenido. Yo soy de

una generación donde los jóvenes morían antes que los viejos y eso me marcó mucho. En

este país, por lo menos hoy, podemos pensar que el curso natural de la muerte, a pesar

que sucedan alteraciones (pero en general estamos viviendo como debe vivirse) los

jóvenes viven más que uno y que uno se muera antes. Y que están en una edad, vuelvo a
insistir, en que la muerte no existe. La muerte toca su tambor en la puerta del otro.

Entonces esto me permite hablar, casi hasta con tranquilidad, de un tema que es

imprescindible tocar en una cátedra como esta que quiere tocar todas las puertas, por lo

menos tocarlas; abrirlas ya será la resolución que ustedes tengan a partir de la

experiencia. Y de ahí me vienen cosas para ir diciendo, a partir de la cátedra, a partir de

ustedes, a partir de este encuentro.

La palabra. Ahora puedo saber que la vida es la agonía del conjunto de nuestras

palabras. O sea, la vida es, finalmente, todo lo que alguna vez hemos dicho y que aquello

que queda en el final de nuestras vidas son las palabras que hemos podido vivir con el

cuerpo, no solamente las palabras que se dijeron. Lo que nos queda del conjunto de

nuestra vida: yo en estos días cumplo 79 años, es no solo todas las palabras sino

aquellas que podemos llegar a sostener frente a un espejo, que son las palabras que

hemos vivido con el cuerpo. Y no son todas las palabras, porque no hay cuerpo que sea

capaz de soportar semejante carga. De ahí en más, “Vicente maestro ciruela”: no excedan

en las palabras para que las palabras no pierdan su potencia de ser. Y háganse cargo con

el cuerpo de cada palabra que sean capaces de poner en la vida. La vida es eso, nuestras

palabras; pero la verdadera palabra es aquella que se convirtió en el cuerpo, que se hizo

acto. Y ahí entonces la responsabilidad absoluta de ser con la palabra. Tarde o temprano

tendrás que rendir cuentas, qué hiciste con tus palabras. Hay un instante en el espejo,

que el espejo te demanda: ¿qué hiciste con esa palabra?

La palabra concentrada

Que la propuesta de esta cátedra sea la palabra concentrada tiene riesgos y

gigantescas virtudes. La virtud nos viene de la tradición del saber. Nos guste o no, la

cultura greco-romana pesa sobre nuestro espíritu, pesa sobre nuestros actos. No es la

única que pesa pero está. Así viene la concentración, el bien de la concentración, el

concentrare. La poesía ligada a la concentración de la palabra. Como si, desde el

descubrimiento del núcleo, pudiéramos decir que la palabra en la medida que se

concentra logra al expandirse una potencia de ser que solo se da allí, en la concentración.

Por eso, que la propuesta sea escritura concentrada, tiene la virtud de poner en acción la
mayor potencia que la palabra encierra como cosa en sí. Siguiendo a Heidegger: ¿qué

cosa tiene esa cosa que si la cosa no estuviera esa cosa no sería? Esa cosa que la

determina. ¿Qué tiene la palabra como propio frente a otras cosas de la vida? Su potencia

de concentración. Y nuestra vida, la agonía de nuestra vida, es extendernos en palabras

que nos alejaron de la verdad que buscábamos. Hasta podríamos decir, que en el exceso

de la palabra estuvo el temor a vivir la vida.

Eso suena todo fantástico. Entonces, menos trabajo para ustedes, les proponen

trabajos cortos, les proponen la posibilidad de acceder con voluntad o sin ella a una de las

virtudes más gigantescas de lo humano, que es usar una palabra concentrada. Todo eso

está fantástico ¿Qué riesgos veo? Los riesgos que a la concentración no se llega por

deseo, se llega más bien a la cosa en sí por necesidad. Y esa necesidad es la

desesperación ante la muerte. Ahí vienen entonces los desafíos: ¿qué es la muerte como

desesperación? Lo que está ahí es la conciencia de la agonía frente a la belleza de poder

estar vivo. Vivo en la vida y no vivo en la vida que no se vive, en la vida que se convierte

en parodia, que se convierte en simulacro, que se convierte en apariencia, que se

convierte en sudor de cadáver y no transpiración del cuerpo amado. Ahí están entonces

los desafíos. Escribir corto, sí pero ¿para qué carajo escribir corto?; ¿para mentirle a la

tarea? O escribir la tarea con todas las palabras que se te demanden, o escribir la tarea

de la vida, y en la medida que la profundizás vas haciendo el proceso de llegar a la

concentración de la palabra elegida…

Es casi imposible encontrar la palabra concentrada, porque en esa palabra que se

concentra está toda la potencia de la vida que podrías poner allí. Si no, es el simulacro de

la concentración, es el simulacro de la potencia. O escribís con exceso o escribís

concentrado, pero para llegar a la concentración muchas veces tenés que pasar por el

exceso, porque si no llegaste a la concentración, llegás a la apariencia de lo concentrado,

y este mundo abunda de apariencias. Está excedido de la apariencia. Entonces el tema

de fondo es cómo llegar aceleradamente a la concentración. La pregunta: ¿están

dispuestos? ¿Están dispuestos a concentrar la palabra hasta que la palabra sea tan

potente que realmente diga lo que debe ser dicho?

¿Qué más esperan para desnudar a los monstruos?


Que la palabra despierte el principio de la vida cuando cada palabra que nacía era

la vida que estaba. Hubo un momento que uno puede imaginárselo, en que el humano fue

esclavo de su palabra. Ahora hay una posibilidad de decir lo que se dice y no decir nada.

Hemos entrado en los terrenos de la posverdad, que es precisamente el no hablar nada,

porque lo que no tiene verdad es lo no hablado por más que tenga apariencia de mensaje,

apariencia de relato, apariencia de discurso. La palabra sin agonía es una palabra que no

existe. Y la palabra sin agonía no puede ser mentira, tiene que ser la desesperada

búsqueda de la verdad en los laberintos de la belleza. ¿Cómo se llega allí? Si parten de la

liviandad, el destino es la estupidez; la complicidad con esta pesadilla que llamamos vida

y que cada vez huele más a una muerte que tampoco es muerte pero tampoco es vida: es

una no-nada. Y eso es lo que nos presenta el tiempo de hoy. ¿Cómo te jugás por la

palabra? ¿Qué hacemos con nuestras vidas para que cada vez que las palabras

aparezcan tengan el sentido inocente, original, primigenio: como lo que nace de la vida

para ser la vida, para ser respetado como vida, para ser amado como vida?

Entonces, pueden entrar en la propuesta de esta cátedra desde varias formas: una

es mintiendo, escribo poco así tengo menos tarea. Otra es: me animo a sostener la

palabra que pongo y cuanto menos palabras pongo cada palabra de esas me está

exigiendo más, me está exigiendo la exasperación de la verdad en un tiempo en que nos

demandan que para estar vivos seamos cómplices de la posverdad. Cómplices

monstruosos de una sociedad monstruosa dirigida por monstruos. Porque a mí lo que me

despierta el actual gobierno es una sensación de que me voy a morir en el tiempo de los

monstruos. Y si me tocaba morir con los monstruos, prefiero enfrentar a los monstruos

que enfrenté en su momento, que por lo menos no se disfrazaban de no monstruos. Eran

monstruos con uniforme, con discurso de monstruosidad, los monstruos que hoy nos

dominan son monstruos de la mentira, que hablan de diálogo, que hablan de amor, que

hablan de alegría y exudan veneno por sus poros. Y han convertido el cuerpo en cadáver.

Pero no asumen la responsabilidad de la muerte. Por más que la muerte nos llegue por

todas las formas. Primero imponiendo que la mentira es la verdad, imponiendo que el

diálogo se puede fundar en posiciones asimétricas totales, el que no tiene siquiera el

cuerpo para responder ante la vida y tiene que enfrentar a los dueños de la vida,
apoderados de la economía, apoderados del poder, de la represalia, del discurso, de los

medios de comunicación, de la riqueza del país, de la historia del país, de la tradición del

país, del mañana del país. ¿Qué más esperan para desnudar a los monstruos? Y si no se

animan a desnudar a los monstruos terminen con la falsedad esencial de buscar palabras

poderosas cuando no son capaces de enfrentar la mentira que desnutre las palabras.

La belleza es un niño ahogado en un aire que huele a cadáver

Basta de joda. Para hablar en serio hay que vivir en serio. Los huesos responden

por las palabras, los actos responden por las palabras, la verdad responde por la palabra,

y no se olviden de la belleza, pero la belleza no viene con la mentira. La belleza no viene

con la cobardía. La belleza es un niño ahogado en un aire que huele a cadáver, todos los

días más a cadáver. El cadáver de la angustia, el cadáver de la desolación, el cadáver del

silencio. Miren qué tarea. ¿Serán capaces? ¿Serán capaces de escribir corto? Yo, si les

miro los rostros, puedo sospechar que si alguien cuando yo tenía la edad de ustedes me

decía todas estas cosas y yo escuchaba, por lo menos queda abierta la sospecha de que

sean capaces de hacerse cargo del desafío. Apuesto a esa sospecha. Apuesto a que se

hagan cargo de ese desafío. El tema de nuestra vida es que cuando te llega el desafío,

que a lo mejor no buscaste, te pone en la encrucijada, porque si no te planteaste la

encrucijada te podés hacer el tonto pero desde el día en que te la plantean: ¿qué hacés

para seguir viviendo como un tonto? O como un estúpido en lengua de Aristóteles.

Aristóteles habla del estúpido como aquel que cree que Atenas puede seguir siendo con

gente que solo piensa en sí misma. Dice Aristóteles: pobre Atenas, con tanta gente que

cree que su salvación es la salvación de todos.

Se está imponiendo como posverdad que la salvación individual de algún sujeto es

la salvación de la sociedad en su conjunto, de la patria como romanticismo exasperado y

válido o, como del mañana, como la necesaria capacidad para enfrentar a la agonía del

presente.

Yo no tengo la obligación de hablar un tiempo determinado, hasta aquí dije algo.

Me siento mejor por haberlo dicho. Además son los lujos que me doy a esta edad, porque

si no me los doy a esta edad, para qué carajo viví hasta esta edad. Ahora puedo decir lo

que pienso. Algunas veces uno se pone la piel de otro para decir. El tema es que llega un
instante en tu vida en que te sacás la piel del otro y te quedás con tu propia piel, y la tenés

que aceptar. Mi sueño es que si uno se saca la piel del otro le queda en su rostro la

maldita piel de la poesía. ¿Será ese finalmente mi rostro? ¿Habré pagado lo suficiente

para tener el rostro que llevé toda la vida? ¿Verán en mí ese rostro o ni siquiera yo lo

puedo ver? Y ¿cuál es el rostro de ustedes? ¿Qué rostro buscan tener? ¿Se quedarán

con la propia piel o buscarán la piel del sueño?

Ximena Novellino: ¿cómo definirías la belleza en este niño ahogado?

Vicente: Voy a buscar algún amparo, con los años uno busca amparos. Imanuel Kant ha

hecho una contribución al plantear una diferenciación entre lo bello y lo sublime.

Hubo una etapa desde el pensamiento, desde la legalidad de pensamientos

mínimamente legitimados, que la belleza respondía a ciertos parámetros que se fueron

repitiendo en la historia de la humanidad. Y este aporte de Kant plantea algo que ya se ha

naturalizado, que lo aceptamos, que es esa belleza que se liga con lo armónico, que se

liga con lo calmo, que se liga con lo ordenado y que Aristóteles a la vez lo pone en la

posibilidad humana de reproducir la armonía casi divina de la naturaleza. Es decir, lo que

está bien hecho, de la mejor manera, o tal vez de la única manera para que todo se

conjugara en cierta serenidad, en cierta paz, en cierta emoción sin exceso.

Ahí se fue acunando el concepto de la belleza, que además como todo concepto

puede ser falso, y lo es si se excede algo que es también parte de la vida. En la vida hay

desarmonía. Desarmonía de la que ya dio cuenta, por ejemplo, el mismo Aristóteles,

porque el concepto de lo bello y el concepto del bien son los dos grandes conceptos que

mueven la vida de una manera u otra. Tienen su origen allí, en ese momento de

esplendor de la cultura griega, se han tomado como modelos y nos guste o no, siguen

pesando en nuestras vidas. Como alguna vez dijera el pensador Humberto Eco, todo lo

demás que se construyó en relación al bien y la belleza son anotaciones al pie de página

de alguno de los textos de Platón y básicamente debajo la poética de Aristóteles.

Entonces, de qué hablan Platón y Aristóteles que han fundado el concepto del poder

dominante. Acá viene el otro tema. Porque nosotros nos mentimos. No hay un solo

concepto de belleza, ni del bien, que a la vez comprenda al conjunto de la humanidad.

Parto de la idea de que todos los valores deben ser vistos en relación al poder
concreto en cada momento histórico. Cuando Aristóteles dice que las mujeres no son

plenos seres humanos, no está diciendo algo en el aire que permita una risa. Determina

una realidad concreta que siguió vigente en la humanidad y que, entre otras cosas,

legitimó y legalizó que la mujer no participará de la vida política. O sea, por un lado

Aristóteles dice: el ser humano es un ser político por excelencia, es la política lo que da

categoría humana. Y luego dice: la mujer no debe participar de la política porque no es un

ser humano pleno. En este país la mujer recién pudo votar en 1949, es decir, que un

pensamiento de más o menos 330, 340 años antes de Cristo duró hasta 1950. O sea más

de 2000 años, no es un chiste, es un poder. Cuando Aristóteles dice: los pobres por

naturaleza son feos, sucios y malos no es un tema menor. Los pobres por naturaleza son

sucios, malos, pero además feos. Lo contrario del concepto de lo bello. En el libro mayor

de la belleza, que nos viene vía Aristóteles, ya hay una marca fundante. Si sos pobre sos

feo. La belleza es la riqueza y la fealdad es la pobreza ¿Qué es lo bello? Según

Aristóteles y un pensamiento que concretamente sigue hasta el día de hoy, no hay que

mentirse, el pobre es feo y la belleza es de la riqueza. Y buena parte de la sociedad sigue

pensando así.

¿Cuándo aparece el rostro del “feo” como protagonista del arte? Recién en el

siglo XIX, en el año 1885, cuando Vincent Van Gogh pinta Los comedores de papa. Hasta

ese momento ningún “feo” fue protagonista de una obra de arte. Tenemos siglos con arte

de la belleza y nunca el protagonista fue un “feo”, un pobre, un trabajador. Porque esos

feos de Vincent Van Gogh son trabajadores, humildísimos trabajadores que están

comiendo lo que comen los trabajadores, poquita cosa, ellos que son campesinos, que

plantan papas, están comiendo lo poquito que un campesino podía comer en Europa en

esa época, una sopa de papas. Y huelen mal, a la tierra. Y están pintados del color de la

tierra y tienen rostros de caballo. Y la pregunta es ¿hay belleza ahí? Ahí empieza, si se

puede decir con seriedad, una nueva disputa sobre qué es la belleza a partir de la “no

belleza”, que por primera vez aparece en un cuadro potentísimo como es ese. Ese cuadro

ha marcado a buena parte del arte a continuación.

Pero la parte excedente de este pensamiento también la podemos tomar de Kant

cuando distingue entre lo bello y lo sublime. Kant dice lo bello es el orden, la serenidad, lo

“tranquilo”, lo que pueden tener los ricos, esa serenidad del que tiene, que no sufre la
agonía cotidiana que sufrimos buena parte de la humanidad y que sufren muchos

estudiantes.

Sigo dando clases en la universidad, los otros días hubo una reunión de

estudiantes para ver cómo pueden hacer para faltar un día más porque no pueden pagar

el gasto de viajar todos los días ¿Y qué plantean? Lo respetamos, nos gustan sus clases

pero ¿cómo podemos hacer? Estamos hablando con varios docentes a ver si podemos

venir un día menos porque el viaje nos sale muy caro. Entonces empezás a darte cuenta

de que las relaciones de la vida con el bien, con la belleza, con el conocimiento, y con

todo, nos guste o no, están marcadas cotidianamente por algo antiguo que se llama la

lucha de clases entre el pobre y el rico. De esa lucha surge qué es el bien y qué es el mal,

qué es la ética, qué es la estética. Creer que las concentraciones de conocimiento van

fuera de la vida cotidiana dura poco si alguna vez querés mirarte en el espejo. Dura poco,

te da tranquilidad para no mirar al que está tirado en la calle, pero si algún día querés

mirar al que está tirado al costado te empezás a plantear un montón de cosas. ¿Qué es lo

bello? Es fundamental planteárselo. No podemos vivir sin belleza. Ahora el término es

¿qué es belleza? ¿Quién determina qué es lo bello? Es tan potente el que determina qué

es lo legal como lo bello. ¿O alguien quiere vivir sin belleza? Pero ¿qué es la belleza?

¿Qué es la fealdad? Empezamos entonces a darnos cuenta de que todo es creación

humana y que la creación humana está ligada a la posibilidad de decidir. ¿Y quién

decide? El poderoso. ¿Y de dónde viene el poder? De la concentración de la riqueza. Y si

tenés riqueza la historia enseña que determina la ley; la moral; la ética; y hasta casi, si no

lo toma mal nadie, qué es el pecado y el no pecado. Honestamente, creo que hasta la

religión está marcada por quién tiene poder y quién no lo tiene.

Kant dice: está esa belleza clásica, y podemos acuñar el concepto de “lo sublime”.

Y hasta ahí llega Kant. Pero te dice “lo sublime” y te da pie para subirse a ese tren, yo

humildemente me he subido para reflexionar. Cuando te dice “la belleza es el orden, la

armonía, la calma de un día de sol fantástico”. ¿Qué sería lo sublime? Porque también te

conmueve y te dice simplemente “una noche tormentosa”. Una noche tormentosa en

lengua de Kant es un rostro sufriente, que no es armónico, porque el que sufre no tiene

armonía, no tiene esa plácida serenidad y belleza del estómago sereno con la comida,

porque hasta la comida pobre en general es mala de digerir y por más hermosa que sea y
si, con el estómago hinchado, inflamado por la mala comida, tu belleza se escapa como

los perros en la noche horrorosa. Entonces ¿qué es la belleza? ¿Desde dónde lo

preguntamos? ¿En qué momento histórico y en relación a quién, a qué? Y me atrevo a

decir ¿y para qué?

- Daniel Sans: Otra cuestión que tiene tanto que ver con tu escritura es ¿qué es la

belleza de lo no bello y qué relación tiene con la propuesta de Enrique Pichón Rivière de

transformación de lo siniestro en maravilloso?

- Vicente: Bueno, eso también es muy complejo, todo es complejo. Y además ¡me

encanta que sea complejo! Lo único malo es, por ejemplo, que los otros días mi hija se

enojó conmigo porque estaba apurada y me plantea un tema. Estaba desesperada y

necesitaba un consejo y yo le digo “lo que me planteás es complejo”; y dijo: “papá no,

como padre, no te pongas a reflexionar” (risas). Le tengo que dar la respuesta en 15

minutos, para ella es importante, entonces me dí cuenta que mis tiempos y cada vez más,

me voy convirtiendo cada vez en un hombre más lento. Ayer no veía nada, porque algo

me pasa en la vista. No me podía poner lentes, entonces, tenía que hacer el trámite para

subirme al avión y digo “¿qué hago?”. Entonces fui, me presenté y dije: “desde hoy me

declaro ciego, no veo” y el muchacho que me atendía, no era un mal chico pero ya se

enloqueció. Digo “soy incapaz, si no me ayudan no puedo viajar”, entonces me mandaron

a sacar pasaje en una oficina que era para discapacitados, y conocí el mal trato. Me

asumí como discapacitado porque en ese momento concreto no podía ver nada y tenía

que llenar cosas ahí, en la computadora, que soy torpe pero algo puedo hacer, pero con

los ojos como los tengo, creo que se darán cuenta, no veía nada, y simplemente fui a la

oficina que atiende a los discapacitados y conocí un nuevo mal trato. El mal trato que en

general he conocido, permítanme reírme de mí, es cuando en algún lugar digo “soy

hincha de Racing” (risas). He visto que en general la gente me trata mal, aunque sé que

ahí está la envidia (risas). No, no, ríanse, eso es de envidia pero ¿cuál es la envidia y el

prejuicio que lleva al mal trato? Pichón Rivière se lo planteaba, dice que te tratan mal

porque finalmente hay una envidia, una envidia aún en el sufrimiento. Por ejemplo, alguna

gente me miraba con envidia porque yo podía hacer el trámite más rápido, es decir, no

hay un buen amor. Estamos viviendo en tiempos del mal amor, de mucho enojo. El mal
trato es una forma de la lucha de clases; hay que tratar mal al pobre, al que tiene algún

impedimento, porque todo el mundo sabe que esta sociedad está organizada desde los

actos del mal y no desde los actos del bien, y a partir de ahí, por más que te lo quieras

mentir, sabemos que las cosas finalmente están hechas desde el mal y no desde el bien y

menos desde el amor. Ese es el tema, vivimos en sociedades sin amor. Me permito ahora

volver a la pregunta que me había hecho mi querido amigo ¿qué sería lo esencial de lo

que yo tengo que responder?

- Daniel: el trabajo de la escritura en relación a esta belleza de lo no bello, que

Enrique Pichón Rivière pensaba como pasaje de lo siniestro a lo maravilloso.

- Vicente: en el año 1964 armé un taller de escritura en la cárcel de Villa Devoto.

Ahí empecé a sacar experiencias, en la cárcel, y estas experiencias no son tan poquitas

porque a principio de este año organicé un taller de escritura y pintura en la cárcel de

mujeres del Chaco, en el intervalo siempre lo seguí haciendo. Entonces, uno ahí puede

ver una experiencia acumulada, hasta podría ser un cierto saber, porque si sigo haciendo

talleres en las cárceles, en los manicomios, en tantos espacios donde roza la muerte y el

dolor extremo, tal vez desde ahí me acerque a ciertas respuestas que tengan algo de

potencia. No es solo al estar sentado en mi casa, tranquilo: cuando yo me interrogo sobre

temas de la vida me angustio y reflexiono desde la angustia. El trabajo de pensar el

mundo es un trabajo que angustia, y hay momentos que te angustian más porque uno

queda comprometido, por lo menos si querés vivir la vida en serio, quedás comprometido

con la vida y cualquier cosa que reflexionás, aunque sea poquita cosa lo que vos hagas o

digas, te exige una coherencia con tus actos. En general he pagado con el cuerpo por

todas las locuras que he escrito y he dicho y he pagado duro, he pagado con usura,

conocido el exilio; la persecución; la censura; atentados contra mi cuerpo; fui echado de la

universidad. Es decir, conocí el exilio, la cárcel, más o menos he pagado con el cuerpo,

con exceso, con usura. Entonces creo que puedo tener una cierta verdad en el sentido de

que lo que dije fue acompañado.

En este caso ¿desde dónde le contesto a tu pregunta? A la pregunta la contesto

desde trabajos, años de trabajo, y ahí puedo ver ciertas cosas. Primero, la pregunta

¿cómo se transforma lo siniestro en maravilloso? ¿El arte puede transformar lo siniestro

en maravilloso? ¿Las palabras de ustedes pueden transformar lo siniestro en maravilloso?


El tema es que no importa si puede o no puede, lo que importa es el viaje. No importa el

puerto. Si les importa el puerto, dedíquense, por ejemplo, a tener un banco; que los

bancos tienen que existir porque si no existen ¿cómo cumplo el sueño de asaltarlo?

(Risas) Para lo único que sirve un banco es para el sueño de asaltarlo, es un sueño

fantástico, ya es difícil que lo cumpla, pero si alguien me dijese “Vicente, te damos una

chance de que seas más feliz que nunca en tu vida”. Entonces, mi duda sería ¿qué

banco? (Risas) ¿Cuál podría ser el peor banco? Bueno, no tengo nada contra los chinos

pero la vez pasada hice un trámite en el banco, no sé cómo se llama, sé que era de banca

china, me trataron muy mal, porque soy lento, ese es el tema, y los empleados de ese

banco eran todos muy rápidos, entonces yo llego: “¿qué tal, cómo le va? Buenas tardes”,

“bueno a ver…a ver…”, “bueno, tranquilo”, ahí no se puede ser tranquilo, parece que hay

que ser muy rápido. Yo, ahora si volviera al banco chino, antes de robarlo todo les

recitaría un brevísimo poema de un chino, Li-Pó. Dice el poema “¿Y Li-Pó?, ah, murió de

alcohol, quiso besar a la luna en el río Amarillo”. Miren qué hermoso poema. Claro, si yo

voy y el tipo todo apurado: “¿qué quiere?” Y yo: “vengo a averiguar por qué de la

universidad ahora me van a depositar el sueldo acá”. “Bueno, a ver, rápido, rápido”;

“bueno, mire, primero, Li-Pó, ¿para usted qué quiso decir besar a la luna en el río

Amarillo? ¿Existe el río Amarillo o es simplemente un color?” Bueno, ahí se complicarían

las cosas, por lo tanto, dejemos el banco chino, lo que sí sé es que si no es el banco

chino, algún banco, yo quisiera robármelo antes de morir; ahí viene la parte anarquista de

mi abuelo, yo tengo un abuelo que fue anarquista, y todo anarquista soñaba con robar un

banco pero ¿para qué? El tema es de fondo ¿qué hacés con lo que sacas del banco?

Bueno, los anarquistas en general fundaban bibliotecas, editaban libros, me parece que

no estaba tan mal. Y ¿detrás de eso qué? Intentamos pasar de lo siniestro a lo maravillo.

Lo siniestro finalmente es un concepto complejo porque es un concepto de Freud

que está pensado, no conozco bien la cabeza, cómo piensa un alemán pero pasé mi exilio

en Holanda, mi mujer es holandesa, tengo hijos y nietos holandeses, veo más o menos

cómo funciona y funcionan más o menos con ciertas pautas de pensamiento. ¿Qué es lo

siniestro? Detrás de lo siniestro es que todos finalmente aunque no sabemos qué es,

tenemos sospecha de lo que es y que es muy antiguo. Cómo se va de esa situación que

finalmente es muy antigua, indescifrable en su totalidad, que te angustia, que te desafía,


que lo ligamos más con lo no conveniente a lo conveniente, a lo sublime, como algo que

es lo opuesto, que podría ser no de lo feo a lo bueno, porque ahí está, yo no quiero entrar

en contradicción con lo que dije antes, no quiero pasar de lo feo a lo lindo, porque no hay

lo feo y no hay lo lindo, ese es el tema. Entonces si siniestro lo tengo que poner como si

mi maestro lo hacía, yo soy más extremista que mi maestro Pichón Rivière; él tenía una

formación más clásica, para él había un arte normal y un arte patológico. En mi libro

Conversaciones con Enrique Pichón Rivière sobre el arte y la locura, mi maestro mantiene

el concepto más tradicional: el homosexual es un enfermo, siguiendo a Freud, hay un arte

feo, patológico y un arte bello, un arte normal; yo no creo en nada de eso, yo no creo que

hay un arte bello y un arte feo; hay arte, no entiendo esa diferencia. Por lo tanto ¿qué

deposito detrás de siniestro y qué deposito detrás de maravilloso? No lo tengo claro, pero

sí cierta claridad podría aportar levemente: es aquello que no era, ahora es lo creado;

porque lo no creado es muerte y la muerte sí que podemos decir, es del orden de lo feo,

porque la vida para mí es maravillosa. Entonces, a partir de ahí todo proceso creador es

maravilloso. Y entonces “el mal” es no hacer la cosa, en la medida que se hace ya tiende

a concretarse el bien, a concretarse la belleza, es decir, es el acto de la creación. Y en el

acto de la creación “lo feo y lo bello” son tan necesarios porque en la vida está

comprendido todo. El tema es la división que uno hace a posteriori, y en la división que

uno hace a posteriori quiero ver en qué lugar estás, sos el dueño del banco o sos el

dueño de la chacra. Como pasaba en esta región, en una etapa de la región, que la gente

pedía créditos y luego el banco se quedaba con la chacra y al chacarero lo tiraban a la

calle. Fue cuando comenzó a nacer la agrupación de mujeres chacareras que se iban a

cada chacra que el banco quería rematar y se paraban ahí y peleaban a lo loco frente a

los banqueros. Tienen que recordarlo, es parte de la herencia que tienen que tener

ustedes, porque es fácil vivir sin herencia, cualquier idiota vive así sin herencia histórica,

hay que hacerse cargo de las herencias, no que vayan a robar un banco, pero sí hacerse

cargo de la herencia de las mujeres chacareras enfrentando al banco que quería rematar

y remató cualquier cantidad de chacras en esta zona también. Es decir, lo siniestro en lo

maravilloso para mí es el pasaje de lo no hecho a lo realizado.

Alguna vez me han preguntado “¿Qué hizo Pichón-Rivière en su vida?” Me ayudó

a encontrar mi camino, ese es el rol de un maestro, ayudarte a encontrar tu camino. Para


ayudarte a encontrar tu camino los docentes pueden plantear este tipo de cátedra abierta,

con el riesgo que le trae al docente. Si vos sos docente y seguís por el camino que te

marcan académicamente te va a ir bien; si te metés en esto libre, creativo, nunca sabés

cómo va a terminar con vos, con los docentes, con la universidad, abrís algo a una

disputa, es potentísimo. El bien acá, en mi criterio, es que ustedes escriban los textos. Si

les salen concentrados, mejor; y si no, disputen con la cátedra y díganles, no los podemos

hacer tan concentrados porque todavía no sabemos y no queremos mentirnos, permitan

que hagamos el proceso de concentración, empiezo a hacerlo más extenso y luego voy

aprendiendo a concentrar. La tarea del sabio es justamente del gran poeta, es que con el

transcurso aprende a concentrar. Un gran artista es aquel que logra manejar su

instrumento y logra finalmente con lo menos decir lo más, que es finalmente el bien y la

belleza. ¿Qué es la belleza para mí? Con lo menos decir lo más, es el verdadero arte. Y

ahí me doy la mano con Aristóteles porque finalmente Aristóteles dice que el orden de la

naturaleza está, no en el lindo y el feo, esa es una boludez de Aristóteles; está en lo otro,

en lo que él encuentra, que hay un orden de armonía en la humanidad, que luego en

lengua de Baruch Spinoza, que es el primero que se atreve a decir, en esa armonía de la

naturaleza está la esencia Dios. Por eso a Spinoza luego lo quieren matar, los judíos y los

católicos, y las dos religiones lo expulsaron de sus filas, y para colmo luego el propio

gobierno de Holanda también lo expulsó. O sea, cuando vos te animás a ver el bien en la

totalidad del universo, en general te pegan.

Ese es el tema, el pensamiento autoritario. Para que no exista el pensamiento

autoritario tiene que estar la valentía del sujeto. Ustedes son estudiantes sujetos. Si de

vagoneta no hacés la tarea, y, no es serio; pero si vos disputás porque creés que la tarea

es un proceso y lo planteás, todo docente se siente maravillado porque quiere decir que

su trabajo sirve para algo, para despertar un diálogo de verdad, para hacer un proceso en

serio. Bueno, ese es el desafío y como todo desafío pone en riesgo al que lo hace

también, a la cátedra, obvio. No, no es fácil caminar sobre el camino que vas haciendo.

Daniel: “¿Sobre qué escribo?” Te dijo el interno del hospicio y vos le contestaste:

“Imaginate que entra Cristo y te acuchilla en un ojo”.

Vicente: (se ríe) Yo tengo siempre algo armado, pero vos lo largas así… (Risas).

Más o menos lo había armado, de seriedad, de poesía…


Les cuento que esta barba despareja es porque estoy interpretando todos los

domingos una obra que yo he escrito que se llama El Cristo Rojo. Es sobre la vida del

poeta y filósofo Jacobo Fijman, que estuvo 28 años internado en un hospital psiquiátrico.

Me enteré de su poesía leyendo. Me dijeron que no sabían si estaba vivo o muerto. Lo

empecé a buscar y lo encontré en el hospital, y bueno, luché por él. Logré que sus últimos

dos años de vida pudiera vivir afuera conmigo. En esta obra que estoy haciendo, todos los

domingos interpreto a Jacobo Fijman y un joven poeta que estuvo internado y ahora está

muy bien y afuera, hace de mí cuando yo era joven. O sea: esto, nadie está claro, porque

yo aparentemente soy el sano y hago del enfermo y él que estuvo enfermo, hace del

sano, entonces ya nadie sabe nada, que es fantástico, porque nadie está loco ni nadie

está sano. Y si yo veo los rostros de ustedes y me detengo en cualquiera, no sé dónde los

pongo, de aquí o de allá.

Pero volviendo a la pregunta, yo siento que hay una exasperación. Miren, yo

quiero escribir, el tema de fondo es que se me van los años, pero tengo una obra que no

terminé que está basada en que Abraham, en la biblia cuenta que Dios le manda a

Abraham que acuchille, “acuchille” al hijo, a su único hijo, y Abraham había tenido ese hijo

cuando tenía como 100 años y Dios le dice por vía del ángel “tenés que acuchillar a tu

hijo”, “Tenés que mostrarme tu amor, y para mostrar tu amor vas a tener que acuchillar,

“acuchillar”, a tu hijo”. Quería esta relación mezclarla con un momento de Ernesto

Guevara, que está en Bolivia. Lo narra Guevara en su propio diario, los están

persiguiendo y los campesinos bolivianos los denunciaban. Él ve pasar a un campesino

boliviano, lo tiene frente a él, y él había dado orden a su pequeño grupo que cuando los

vieran había que matarlos porque iban a denunciarlos y era el fin de esa revolución que

querían hacer. Guevara lo ve y le apunta, y para su suerte o desgracia, nunca se va a

saber, el campesino lo mira, a la distancia, lo mira y él entonces apunta y ante la mirada

del campesino no le dispara. El campesino hace lo que para él es el bien, va ahí cerca

donde había un grupo de militares, lo denuncia al Che, vienen los militares, matan al Che

y matan a los compañeros del Che. Miren la situación: el Che muere finalmente por ir en

contra del propio principio que él había puesto de que, si querés hacer la revolución y el

bien a la humanidad, la muerte de uno no puede ser más importante que la vida en la

revolución, en el bien y en el nuevo mundo que vas a hacer para los todos. El uno o el
socialismo para el bien de todos. Y en el momento, por más que él había dado la orden, él

elige la vida del uno, porque el uno lo había mirado. Entonces quiero relacionar esto,

porque también por otra parte, Dios en principio por amor quiere probar el amor concreto

del otro, pero por amor da la orden de matar; orden que por supuesto era un poner a

prueba, porque luego viene el ángel y le dice “insensato” al pobre Abraham, que ya había

desenvainado el cuchillo. Ese es el tema, el tema no es Dios, es Abraham; el amor lo

llevaba, por amor al todo, a Dios, a matar al uno, su propio hijo.

Son situaciones de tensión insoportable que te hacen dudar de todo. Es decir,

cada vez que me pongo a trabajar en algo, me pongo a pensar, me quedo siempre sin

saber dónde es el acto del bien y dónde es el acto entre comillas del mal, porque es más

complejo y en la medida que leo más y que me hago menos autoritario, se me complica

mi propia vida. Es decir, cuando yo me encuentro con Fijman era muy joven, no soy el

hombre viejo que soy ahora, entonces desde algún lugar yo quería mostrarle al gran

poeta, al gran filósofo, que aunque estuviera en un manicomio yo sabía que era un gran

poeta, yo sabía que era un filósofo. Porque no soy un genio pero sé de filosofía, y no soy

un genio pero escribo (creo que buena poesía) y sabía que él era un maestro. Entonces

desde algún lugar lo quise poner en la exasperación. Así, de muy joven le quise preguntar

lo máximo, y finalmente hoy me doy cuenta que si alguien viene y me hace esa pregunta

a mí, podría mirarlo y decirle: “tenés que caminar más para tener derecho a esa

pregunta”. Por eso lo pregunté, era muy joven, y todavía no tengo respuesta. Ese es el

tema de fondo ¿Qué hacemos? ¿Por dónde pasa el bien? ¿Por el que está cerca nuestro

o por la totalidad? A esta altura creo que si vos querés salvar al mundo y no amás al que

está cerca, tengo derecho a sospechar de tu amor al mundo; y si solo sos capaz de amar

al que tenés a tu lado, tiendo a dudar de que vos realmente al que está a tu lado no lo

amás. Y la pregunta final es ¿puede ser el mundo algo más que una sospecha?

Y la pregunta es ahora ¿para dónde vamos?

Daniel: A las preguntas

Estefani Vicens: A nuestros propios pensamientos

Asamblea Clínica
Shirley Avila (estudiante de Psicología, 26 años): Hola a todos y a todas. Primero

agradecer a Vicente, porque me generó toda una vorágine de pensamientos que estuvo

zarpado y creo que me va a durar toda la semana. No sé cómo expresar muy bien esta

inquietud, estos pensamientos que estuve teniendo. Esto de lo que es lo bello, lo que no

es bello y toda la cuestión ligada al poder. Me hizo pensar sobre la romantización de la

pobreza, que pasa mucho con esto de romantizar lo pobre. Desde el pensamiento

hegemónico de dominación que tienen hacia nosotres, tratar de incorporar un poco lo

bello en eso de lo cual somos víctimas, o sea es simplemente una inquietud, no sé si está

muy bien encaminado pero me hizo pensar mucho en eso, esto de la romantización que en el
arte se ven muchas veces, se ve lo bello del sufrimiento, del padecer ¿qué piensan

en relación a eso?

Vicente: ¿Se puede contestarle algo?

Daniel: Si querés participar te ponés de pie y hablás.

Vicente: En una carta Vincent Van Gogh plantea lo que dice la compañera. Cuando él

pinta Los comedores de papa, le hacen críticas feroces porque dicen que pinta a los

trabajadores como gente muy fea, que no ve la belleza que tienen. Hay un gran pintor que

se llamó Jean-François Milliet, que era un pintor cristiano, un cristiano comprometido, y él

pinta, son famosos esos trabajos, a los pobres con una increíble belleza. Y dice Van Gogh

en una carta imaginaria: “Querido maestro Milliet”… “los que pintan como usted ven lo que

yo no veo, yo veo que a los pobres, los ricos y los poderosos los transforman en bestias;

tal vez en el cielo, si esos pobres llegan, como dicen en la biblia, serán los más hermosos,

pero aquí en la tierra los pobres de hermoso no les dejan nada porque están condenados

a un trabajo animal. Y yo entonces los pinto, no como serán tal vez cuando estén muertos

en el cielo, pero los pinto como son acá, y los trabajadores que veo, los mineros que veo,

los tejedores que veo, los agricultores que veo, son gente a la que el trabajo y la comida,

y la vida concreta animal los pone tal como yo los pinto”. Y no lo trata mal a Milliet porque

sabe que él los pinta desde su amor y quiere pintar a la pobreza amorosamente, para

decir que los pobres son los únicos bellos en la tierra. Pero la realidad concreta que hace

el romanticismo con la pobreza, que hace el romanticismo con los internados en los

hospitales psiquiátricos o en los asilos, no digo que sea una actitud de mentira, pero sí es

una actitud peligrosa porque dá una lectura del mundo que no se condice con el
verdadero dolor del que está sufriendo esa situación concreta. Muy buena tu intervención,

pusiste un dedo en la llaga.

Yonatan Cid (estudiante de Psicología, 28 años): Me quedé pensando en algo que dijo

Vicente, que el que sufre no tiene armonía, y ahí lo fui conectando con otra frase que dijo,

uno reflexiona desde la angustia, y con esto, conectando a Marx, que dice en uno de sus

escritos que el verdadero conocimiento lo genera la clase trabajadora y ahí es donde se

ve la verdadera lucha de clases. Que la reflexión la podés generar en esa no armonía que

te implica estar en el sufrimiento mismo.

Vicente: Está fantástico lo que dice, hay un pensamiento de Marx que va muy directo a lo

que él dice, que es “la conciencia no preexiste, la conciencia se hace”. Que es la

experiencia de vida la que te despierta la conciencia, no es que la conciencia es anterior.

El pensamiento ideal, en la línea de Platón, viene con que ya está el pensamiento

organizado y la línea que plantea Marx es que el pensamiento es la consecuencia de las

experiencias de la existencia.

Constanza Garcilazo (estudiante de Psicología, 19 años): Hola a todos y a todas. Hay una

letra muy hermosa que me parece oportuno con lo que nos vino a contar el compañero

que es: “la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes”. Uno cuando milita o

cuando escribe por un proyecto político o por un proyecto de país, no necesariamente

tiene que ser partidario, porque estar hoy acá sentados escuchando esta charla es un

acto político, es un acto de amor, un acto de valentía. Me parece que defender los

intereses de los poderosos, de los que siempre manejaron este mundo, es un acto de

cobardía muy grande. Y hay otra letra de una canción de este mismo autor que dice

“porque el Che Guevara, quizás buscando la vida, quizá buscando la muerte”, y creo que

por ahí, esa es nuestra incertidumbre. Si estamos acá buscando la vida o buscando la

muerte, pero sí nuestro arte, nuestra sabiduría y nuestro conocimiento que podemos

adquirir acá, tiene que estar siempre al servicio del pueblo. Porque ese es el acto de

valentía y el acto de amor más grande que podemos hacer, amar y querer al que no

conocemos, entender al que quizás nunca le veamos la cara, nunca sepamos sus

padecimientos personales pero sí sus padecimientos colectivos, así que me parece que
hoy tomar la palabra es tener valentía y tener amor.

Daniel: Esto que llamamos El aula feroz da cuenta que es feroz el aula cuando naturaliza

que los estudiantes no escriben más que las palabras de otros; o no toman la palabra más

que cuando son indagados en el examen final y al borde del temblor y de la dificultad

mayor de expresar lo que piensan y lo que sienten. El aula es feroz cuando naturalizamos

las prácticas de poder que son necesarias para una sociedad que quiere entronizarse en

la injusticia. Entonces en cada escrito, en cada búsqueda de lo que Vicente hoy nos

enseñó que es palabra concentrada, en cada escrito breve, en cada asamblea clínica, en

cada acto en donde nos imponemos al temblor del rol asignado y logramos otra cosa,

estamos discutiendo ese lugar que se nos ha asignado. Muchas gracias, entonces a

todas, muchas gracias a todos, por estar disputando, minuto a minuto, palabra a palabra,

escrito a escrito, eso que es lo siniestro que poco a poco vamos transformando y estamos

transformando en maravilloso.

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