Resumen Leviatán

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 11

Leviatán

De qué se trata
El Estado protege al hombre de sí mismo

Seguridad o libertad. Thomas Hobbes resuelve esta clásica cuestión


de la teoría política de un modo provocativo en su Leviatán. Él supone
que los hombres renuncian a su libertad política y se subordinan
completamente al poder del Estado de forma voluntaria. Sin
embargo, este es un alto precio para garantizar la seguridad física y
vital. La posibilidad de conseguir bienestar y adquirir propiedades
solo puede garantizarse si un Estado soberano, centralizado, fuerte y
absoluto regula la política. La teoría de Hobbes está influenciada por
el caos de la guerra civil inglesa (1642-1649), que le tocó vivir, pero
va mucho más allá de eso. Esta es la primera vez que un estadista
afirma que los hombres crean su propia sociedad firmando un
contrato social. Esta idea como base de la convivencia humana es
moderna y liberal. Con ello, desaparece la noción de Dios como
creador y garante del Estado. Si bien el Estado debe estar en
concordancia con los fundamentos cristianos, la Iglesia no puede
ejercer influencia en él. La base del Estado es la razón y también es la
base de la filosofía de Hobbes: pensar por uno mismo y no creer en
las autoridades, esta es la idea que atraviesa toda su obra con una
refrescante claridad.

Ideas fundamentales
 Leviatán es una de las obras más importantes de la teoría
moderna de Estado.
 Hobbes parte de homo homini lupus, que el hombre es el lobo
del hombre.
 Puesto que el hombre no es gregario, moral ni social por
naturaleza, rige un estado natural de guerra de todos contra
todos.
 La visión pesimista de Hobbes acerca de la naturaleza humana
tiene un fundamento histórico: experimentó la sangrienta
guerra civil inglesa, que debilitó el poder que ostentaba el
Estado.
 Para escapar de su mortal estado natural, los hombres
acuerdan un contrato social y ceden su poder político a un
soberano.
 Los súbditos deben obediencia al soberano. A cambio, él les
ofrece seguridad, protección y bienestar a través de la libertad
de acción económica.
 Los ciudadanos pueden rebelarse en un solo caso: cuando el
Estado se ve incapacitado para protegerlos.
 El poder del Estado no puede dividirse, por lo que la Iglesia no
debería tener una influencia terrenal.
 Hobbes no justifica su teoría social con la benevolencia divina,
sino con la razón humana: un cambio de paradigma y el
comienzo de la teoría política moderna.
 Leviatán es, originalmente, un ser fabuloso de la mitología
clásica: un gigantesco monstruo marino, mitad pez, mitad
ballena, que devora hombres.
 Hobbes escogió este nombre para su modelo de estado porque
el monstruo no necesita respetar a nadie, pero respeta a quien
le rinde pleitesía.
 Esta visión del Estado autoritario hace que la obra siga siendo
controvertida.

Resumen
¿Qué es el hombre?

Antes de pensar en una sociedad razonable para el hombre, es


necesario analizarlo cuidadosamente con todos sus conocimientos y
capacidades. La primera pregunta es entonces ¿qué diferencia al
hombre de los otros seres vivos? ¿Qué lo define?

La comprensión funciona del mismo modo para el hombre que para


el perro: un perro también entiende que su amo lo llama. Lo particular
del hombre es su capacidad de entender aún mejor las cosas: él
puede comprender incluso su propia comprensión, es decir, analizar
las condiciones en las cuales la comprensión es posible. Así, por
ejemplo, la esencia de la inteligencia es la capacidad de sacar las
correctas conclusiones sobre el pasado para diseñar el futuro. De esto
se desprende que cuanta más experiencia tenga un hombre, más
inteligente podrá ser.

“Pero no es la inteligencia lo que distingue al hombre del animal. Hay


animales que, con solo un año de edad, pueden ver aquello que les
resulta beneficioso con mayor claridad e inteligencia que un niño de
diez años””.
El lenguaje de los hombres es un regalo de Dios. El hombre puede
refinarlo a través de sus propias invenciones geniales, en especial las
letras y, en menor medida, la imprenta, que le permite una expansión
más rápida del lenguaje. Sin embargo, también es posible abusar del
lenguaje. Al igual que los animales pueden herir con sus dientes y
cuernos, el hombre puede hacerlo con el lenguaje. Sin el lenguaje, no
es posible pensar razonablemente: solo los seres dotados de habla
pueden realizar generalizaciones y sacar conclusiones.

“La séptima causa [del absurdo] son los términos que no dicen nada,
pero que las escuelas adoptan y enseñan mecánicamente; términos
cómo hipostático, transustancial, consustancial, omnipresente y ese
tipo de jerigonzas escolásticas””.
La razón es la capacidad de nombrar las cosas por su nombre
correcto y de sacar las conclusiones correctas a partir de diferentes
nombres y objetos. Muchas personas, sin embargo, se equivocan al
hacer uso de la razón, al igual que se equivocan al hacer cálculos
aritméticos. Esto produce fácilmente contradicciones, palabras que no
son más que humo. La otra cara de la moneda del privilegio del
hombre, de formular leyes y teorías, es que puede enredarse
fácilmente en tonterías. Con frecuencia, esto se debe a los nombres
sin sentido que asigna a las cosas.

“La razón es la forma de andar, la expansión de la ciencia es el


camino, y el bienestar de la humanidad es la meta””.
La virtud intelectual consiste en disponer de una fantasía y de un
razonamiento agudos, y de aprovechar su capacidad de
discernimiento de manera adecuada. El espacio para la comprensión
es la ciencia. Las dos principales áreas, por un lado, son la teoría de
los cuerpos físicos, es decir, la filosofía de la naturaleza o la física y,
por el otro, la filosofía de los componentes del Estado, es decir, la
política y la filosofía social. En este sentido, el método correcto es
deducir las generalizaciones lógicas a partir de la historia y el
presente, para buscar luego las alternativas posibles para el futuro.

“La felicidad es el paso constante del deseo de un objeto a otro,


donde alcanzar un objeto siempre es el camino hacia el siguiente””.
Una particularidad específica del ser humano es su búsqueda de la
felicidad, su búsqueda de un estado libre de preocupaciones que lo
lleva a una situación paradójica: una vez que ha alcanzado ese
estado, se vuelve inmediatamente infeliz. Es que la búsqueda de la
felicidad es su motor y su elixir de la vida. Esto significa que la
felicidad no es el estado final, sino la búsqueda de otra cosa,
solamente imaginada.

“De la igualdad surge la inseguridad, de la inseguridad, la guerra””.


No obstante, las ansias de poder también son humanas, al igual que
el pensamiento competitivo. Los hombres pueden ser muy virtuosos,
pero esto no significa que lo hacen por la virtud misma, sino porque
aspiran al reconocimiento haciendo algo que tiene reconocimiento
social.

Después de la religión y la fe, el ser humano tiene la necesidad de


conocer las causas de los sucesos del mundo. Puesto que está
convencido de que todo debe tener una causa, es natural que aspire
a conocerla, e incluso a comprender la causa de lo completamente
incomprensible, que encuentra solo en algo metafísico, en algo que
está más allá de lo que ve. Es por eso que el ser humano tiende a
creer en espíritus y adora todo lo que teme. De eso se aprovechan las
religiones, al hacer creer a los hombres que las leyes fueron creadas
por seres superiores y que por ese motivo deben ser respetadas.

El estado natural

En el estado natural, todos los seres humanos son iguales. Es cierto


que hay diferencias, pero estas son tan ínfimas que no es posible
desprender de ellas una posición o un trato privilegiado. En especial
en lo referido a sus capacidades mentales, los seres humanos son
muy similares. No obstante, de esta igualdad general no nace la
bienaventuranza sino la guerra: la guerra de todos contra
todos (bellum omnium contra omnes). Dado que no hay estructuras,
reglas ni leyes sociales, todo está permitido para todos. Puesto que
todos tienen derecho a todo, paradójicamente, nadie tiene derecho a
nada: la arbitrariedad lo anula todo. Todo lo que uno ha logrado
obtener puede perderlo al instante siguiente, y el ladrón tiene todo el
derecho de hacerlo, pues en el estado natural, no hay una instancia
superior que garantice los derechos de la vida o la propiedad del
individuo.

“Y, allí donde el usurpador ya no tenga otra cosa que temer, más que
el poder de un individuo, quien siembra, cosecha, construye o posee
una propiedad de tamaño considerable deberá contar con la
probabilidad de que otros unan sus fuerzas, dispuestos a robarle, a
quitarle no solo los frutos de su trabajo, sino también su vida o su
libertad””.
La constante inseguridad hace que los hombres solo vivan en el
presente, pues los planes a largo plazo carecen de sentido. En
consecuencia, no existe el esfuerzo, ni la agricultura, ni la ciencia, ni
la cultura. La propiedad es imposible y la justicia tampoco existe. La
vida del hombre es solitaria, pobre, fea, tosca y breve.


De aquí que un agresor no teme otra cosa que el poder singular de
otro hombre; si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar
conveniente, cabe probablemente esperar que vengan otros, con sus
fuerzas unidas, para desposeerle y privarle, no solo del fruto de su
trabajo, sino también de su vida o de su libertad””.
De esto surge la necesidad de acabar con esta situación. Esta
necesidad es humana y universal, es decir que afecta a todos los
individuos. La solución es unirse en una sociedad, en un Estado. Si el
hombre teme a todos los demás hombres, la estructura social no
funciona, pero si teme algo que es superior a él –es decir, el estado–,
el temor al castigo es tan efectivo que deja de luchar contra los otros
hombres. Sin un poder público que los asuste, los hombres siempre
estarán en guerra.

“Esto hace evidente que mientras los hombres vivan sin una fuerza
pública que, por medio del temor, se los impida, estarán en un estado
permanente de guerra de todos contra todos””.
Los hombres que quieren escapar de ese estado permanente de
guerra, deciden seguir una ley natural (lex naturalis), una regla de la
razón, que siempre es válida: el hombre no puede hacer cosas que
destruyan su propia vida o que lo despojen de los medios para
asegurar su vida. Aquí, el hombre no es el individuo sino la
humanidad toda: los hombres están obligados a evitar todo aquello
que los ponga en peligro. Esta ley se basa a su vez, en el derecho
natural (ius naturale), que les asiste a todas las personas. Según esta
ley, todos los hombres tienen la libertad de hacer todo lo que esté en
su poder para conservar su vida.

El contrato social

Siguiendo la ley natural, todos los hombres firman un contrato con los
demás hombres: harán la paz y no la guerra, la paz de todos con
todos. El componente más importante del contrato es que todos
traspasan el poder que tenían hasta ahora a un gobernante soberano.
Este gobernante puede ser un monarca, una casta noble o un
parlamento, si bien la monarquía es la mejor forma de Estado, pues
en la democracia, los representantes del pueblo suelen anteponer los
intereses privados a los públicos, mientras que el monarca está
completamente dedicado a su puesto, en su caso, lo privado se funde
con el bien común.

“Las oscilaciones en el estado de ánimo que han llevado a los


hombres a la paz son el miedo a la muerte, el deseo de poseer
objetos que le resultan necesarios para llevar una vida agradable, y la
esperanza de obtenerlos a través del esfuerzo””.
El poder del gobernante soberano es indivisible, es decir que no hay
división del poder: el gobernante soberano reúne el poder legislativo,
ejecutivo y judicial. No existe el derecho a veto, es decir que los
ciudadanos no pueden oponerse ni modificar la forma de gobierno.

El pueblo tiene derecho a rebelarse en un único caso: cuando el


gobernante soberano ya no está en condiciones de proteger a sus
súbditos. Esta protección es su tarea principal: proteger a las
personas de sí mismas. Un gobernante soberano que, por ejemplo,
inicia o no impide una guerra civil no cumple con esta tarea y, por lo
tanto, pierde su legitimación.

“El poder soberano no es tan dañino como su ausencia””.


En un Estado creado de este modo es importante el hecho de que las
personas eligen voluntariamente a su gobernante soberano. De este
modo, son los verdaderos causantes de las acciones del poderoso, él
es el representante de su voluntad política. Según esta lógica, el
gobernante soberano no puede actuar en contra de los intereses del
pueblo, por lo tanto, el pueblo está obligado a confiar en él sin
criticarlo.

“Se entiende que la obligación de los súbditos frente al gobernante


soberano dura solo mientras sea capaz de retener el poder con cuya
ayuda pueda protegerlos””.
La estructura del Estado depende de la armonía entre los súbditos y
de su obediencia, y el gobernante tiene la tarea de educar al pueblo
en este sentido. El pueblo no debe ver con recelo otros Estados que le
parezcan mejores, ni exigir la caída de su propio Estado. El deseo de
transformación es como quebrantar el primer mandamiento (“No
adorarás a otros dioses”). El gobernante debe enseñar esto. La crítica
al gobernante también es una infracción a este mandamiento.

La propiedad

Una vez creado el Estado, el gobernante distribuye entre los súbditos


todos los bienes (por ejemplo, la tierra y el ganado) utilizando para
ello su propio buen juicio. Una vez realizada la distribución, les
garantiza los derechos de propiedad, es decir que castigará a
cualquiera que atente contra la propiedad de un tercero. Por otra
parte, el gobernante puede expropiar y redistribuir la propiedad
privada: los súbditos no tienen derechos de propiedad frente al
gobernante. El gobernante, por su parte, debería tener tan poca
propiedad como sea posible, para evitar el abuso estatal; después de
todo, el gobernante, al igual que Leviatán, el poderoso monstruo
marino del libro de Job, es mortal y falible, por lo que no debería
exponerse a estos peligros.

“El principal y mayor abuso de las Santas Escrituras, del que se


desprenden casi todos los demás, es su tergiversación para
demostrar que el Reino de Dios tantas veces mencionado en ellas es
la Iglesia actual, o el número de cristianos vivientes o que, quien ha
muerto, resucitará el día del Juicio Final””.
Una vez distribuida la propiedad, los súbditos están obligados a
administrarla, a aumentar su propiedad, a producir bienes que
beneficien a toda la sociedad y a comerciar sus bienes con otros
Estados. La base material para esto es el dinero: pues esta es la
sangre sin la cual el comercio no puede existir.

Aunque un Estado creado de esta manera está marcado por la razón


y haya sido creado por los hombres, debe estar en concordancia con
la idea del Estado cristiano. Esto no significa que el Estado deba
subordinarse a la Iglesia. Existe un poder divino y los cristianos deben
respetarlo, pero este poder no es un poder terrenal. La palabra de
Dios es transmitida a los hombres a través de los profetas, pero el
hombre no debe temer aplicar sus propias experiencias para
interpretar correctamente la palabra de Dios. Esto vale especialmente
para explicar la Biblia de modo tal que su interpretación coincida con
las intenciones divinas. Si bien es cierto que la palabra de Dios no
puede ser probada ni refutada, tampoco se opone a la razón humana.
Por lo tanto, cuando en la Biblia algo resulta irrazonable, es que los
hombres que la explican han cometido un error, no Dios.

El reino de la oscuridad

Las dos soberanías, la divina y la terrenal, están amenazadas por los


poderes de la oscuridad que ya se mencionan en la Biblia: la
superstición, la brujería, las religiones paganas. Pero una
interpretación equívoca de las Santas Escrituras es tan maligna como
las ansias desmedidas de poder. Estos poderes están al acecho en
todas partes, incluso en la Iglesia misma. Es incorrecto suponer que la
Iglesia representa el reino de Dios en la Tierra, del mismo modo que
es incorrecto asignar al Papa o a cualquier otro prelado la categoría
de un gobernante en el mundo: no son representantes de Dios en la
Tierra y tampoco pueden dictar leyes en nombre de Cristo. El poder
terrenal solo puede ser ejercido por un poder de Estado. Quien no lo
entiende, tiene el juicio nublado y, lo que es peor: blasfema contra
Dios.

La turbación del espíritu es un peligro general para el Estado, en


especial, la que se origina en las falsas filosofías. Un pensamiento
errado comienza con el hecho de que los hombres creen en aparentes
autoridades en lugar de hacer uso de su propia razón. Sin embargo,
quien piensa por sí mismo, corre también el riesgo de caer en lugares
comunes, que, aunque frecuentes, también pueden estar errados.

He aquí un caso: Aristóteles responde a la pregunta acerca de la


causa del hundimiento de los cuerpos pesados afirmando que el
cuerpo tiene la urgencia de llegar al fondo. Esta explicación no dice
otra cosa que los cuerpos se hunden hacia abajo porque se hunden
hacia abajo. La razón no puede conformarse con estas
pseudoexplicaciones.

Acerca del texto


Estructura y estilo

El Leviatán es un tratado sistemático sobre la teoría del Estado. La


obra está divida en cuatro libros, con un total de 47 capítulos. La
primera parte está dedicada a los hombres como la unidad más
pequeña del Estado y a su vida en estado natural. Al hacerlo, Hobbes
analiza la imagen filosófica del hombre de su tiempo, pero encuentra
su propia posición, al distanciarse de la antigüedad clásica y de la
escolástica (la filosofía cristiana del medioevo tardío). El segundo libro
aborda la sociedad como tal y el pasaje del caos a la sociedad
ordenada. En la tercera parte, Hobbes desmenuza la Biblia con gran
detenimiento y detalle y logra que su interpretación coincida con su
teoría del Estado. Finalmente, la cuarta parte está dedicada a las
supersticiones y al escepticismo, a la falsa religión y al hecho de que
las Iglesias oficiales también se aprovechan de esto. Hobbes traza un
gran arco –desde el hombre a la sociedad, al estado y la religión
(incluida la interpretación de la Biblia)– y, al hacerlo, construye un
panorama completo de la historia del pensamiento de su época. La
obra está estructurada con una claridad tal que el lector nunca pierde
el hilo. El estilo de Hobbes es preciso y lineal, cada una de sus ideas
está bien organizada, desarrolla sus argumentos paso a paso y evita
las abstracciones. Todos los conceptos se explican o definen y, para
cada posición, se ofrece una prueba. Hobbes escribe de forma
comprensible y entretenida, sobre todo, cuando se deja llevar por
comentarios secundarios en contra de la escolástica o de la Iglesia. Ya
el estilo muestra que Hobbes es un pensador independiente, que no
se arrodilla ante ninguna institución.

Enfoques interpretativos

 El Leviatán es más que una mera teoría de Estado. Es una obra


filosófica integral que explica a los hombres desde sus
percepciones, pero también desde sus sueños y objetivos, al
tiempo que trata de establecer en qué medida existe un ser
capaz de vivir en sociedad.
 En la teoría de Hobbes, los hombres firman un contrato social
en igualdad de condiciones y con plena libertad. El contrato
contempla los intereses de todos, con ello, la razón
colectiva se convierte por primera vez en una teoría política.
 En una época en la que todavía se creía en el sistema feudal y
la voluntad divina, esto significó un cambio de paradigma:
desde ahora, el hombre, su razón y su naturaleza están en el
centro y se cuestiona el rol de la Iglesia como creadora del
Estado y del sentido.
 El contrato social también garantiza la posibilidad de acceder a
la propiedad y de vivir de forma segura. Aquí resuenan
las primeras posturas liberales: el Estado debe crear las
condiciones para una economía libre.
 El Estado es absoluto y exige obediencia ilimitada. Este
elemento autoritario de Hobbes fue criticado muchas veces.
Una vez que los hombres deciden ceder su poder, también
ceden su capacidad de intervenir políticamente. Lo que les
queda es solo la libertad económica y la felicidad privada.
Hobbes considera que el peligro de que el Estado pueda tener
una conducta abusiva es mínimo.
 La famosa imagen del Leviatán muestra una enorme figura
humana, el gobernante soberano, compuesta de numerosos
cuerpos humanos. La figura simboliza que el poder de Leviatán
es tan grande que la libertad del individuo desaparece en él.

Antecedentes históricos
Teoría del Estado en tiempos de la guerra civil

La obra de Hobbes no puede comprenderse sin su contexto histórico.


La idea fundamental del Leviatán –la guerra como principio de la
existencia humana– es resultado de la experiencia de Hobbes. En la
Inglaterra de 1642 se desató una guerra civil entre la vieja nobleza,
con el rey Carlos I y el Parlamento a la cabeza. Además, la
sangrienta guerra contra España ensombrecía la política inglesa y las
diferentes confesiones intervenían en las acciones bélicas. La guerra
terminó con la ejecución del rey en el año 1649. Por primera vez en la
historia de la humanidad, un rey no fue ejecutado por un enemigo,
sino como resultado de una decisión parlamentaria. La monarquía fue
disuelta temporalmente y en su lugar se creó una república. Hobbes
mismo hablaba de revolución: para él era claro que lo que había
estado arriba ahora estaba abajo. Por tal motivo, su búsqueda se
concentró en un Estado razonable y ordenado, en un poder fuerte y
centralizado, que controlara el caos y que de todos modos fuera
capaz de garantizar la felicidad y el bienestar de todos. De esto
resulta también su deseo de contar con un poder concentrado,
indivisible, imposible de ser limitado por la intervención de los
súbditos o por el poder eclesiástico: cualquier tipo de fraccionamiento
llevará, según su experiencia, al desorden social y a la insatisfacción.

Origen

Hobbes escribió Leviatán durante su exilio en Francia. Ya tenía más


de 60 años y debido a la parálisis que lo aquejaba, se vio obligado a
contratar un copista. Ya había preparado los pasajes sobre el estado
natural y la socialización del hombre en su obra De Cive (Sobre el
ciudadano), que se ocupaba de la sociedad civil. En 1650, completó
los primeros 37 capítulos de Leviatán y un año más tarde publicó la
obra en Inglaterra junto con De Cive. Al mismo tiempo, en la corte
parisina de los exiliados de Carlos II se acumulaban las quejas contra
Hobbes, a quien acusaban de ateísta y traidor. Efectivamente, este se
había vuelto más radical. A diferencia de sus obras más tempranas,
en Leviatán se muestra más decidido y ya no tiene en cuenta las
tradiciones ni los vínculos políticos. Su pensamiento ha llegado a su
cénit y completa radicalmente todos los pasos que en sus escritos
anteriores había formulado con cautela. Esta falta de compromiso le
valió ganarse enemigos políticos: sus opositores, más interesados en
las modificaciones del poder político de la época, lo utilizaron para
aislarlo de la corte. Por ello, ese mismo año huyó a Inglaterra, donde
se publicó su obra más famosa. Sin embargo, no obtuvo autorización
para publicar una traducción al latín de su libro (en esa época, el latín
era el idioma usual entre los académicos y científicos). Esto llevo a
que la traducción apareciera en Ámsterdam. Desde de la primera
edición en 1651, Leviatán solo volvió a editarse en Inglaterra en
1840.

Influencia

El filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz consideró que Hobbes


fue el primero en aplicar el método correcto de argumentación y
demostración en la filosofía de derecho y estado. Aún hoy, su obra
impresiona por su originalidad y radicalidad. Hobbes fue reconocido
ya desde sus inicios como un pensador independiente destinado a
romper con la tradición de las ideas. Las teorías políticas actuales se
siguen comparando con su conglomerado de ideas teóricas sobre el
estado.

Luego de su publicación, Leviatán generó una controversia que se


extendió por varias décadas. En Inglaterra se publicaron más de
100 panfletos en contra de Hobbes, prácticamente nadie lo defendía.
Muchos se burlaban del título: ¿por qué motivo habría de ser un
monstruo fantástico de la antigüedad clásica la imagen de un estado
construido a partir de la razón? Hobbes mismo era descrito por
muchos como un monstruo ateo y rebelde. Se ganó enemigos y
amenazas: después de todo, en esta época todavía existían los
procesos por herejía. Las iglesias de Inglaterra lo acusaban de ser
ateo, aunque no lo era, porque ponía en duda muchos fundamentos
eclesiásticos básicos y ponía a la fe cristiana cerca de la superstición.

La universidad de Oxford, donde estudió, quemó sus textos políticos


pocos años después de su muerte alegando un efecto nocivo en
relación con el Estado, el gobierno y la Iglesia. En el continente
europeo, por el contrario, el efecto sobre la filosofía social fue enorme
desde el principio: no solo el joven Leibniz se definió como seguidor
de Hobbes, también el Tractatus theologico-politicus (1670)
de Baruch Spinoza se vio indudablemente influido por él. David
Hume, Jean-Jacques Rousseau, Denis Diderot, Immanuel
Kant y Karl Marx, todos ellos desarrollaron sus ideas a partir de su
influencia. Hobbes puso por primera vez sobre la mesa la relación
entre el ciudadano y el Estado, entre el poder y el derecho, y lo hizo
de un modo provocativo y productivo que invitaba a la
reflexión. Georg Wilhelm Friedrich Hegel, por ejemplo, dijo, que la
lucha de todos contra todos en la sociedad burguesa de ninguna
manera se había acabado, sino que, por el contrario, estaba
comenzando.

Sobre el autor
Thomas Hobbes nació el 5 de abril de 1588 en Westport, Inglaterra.
El tío de Hobbes se ocupó de su educación. Aprendió lenguas clásicas,
física, lógica y pensamiento aristotélico en Oxford. En 1608 finalizó
sus estudios y comenzó a trabajar como tutor y luego como secretario
privado para la familia Cavendish. Esta actividad llevó al joven
Hobbes al extranjero: acompañó a sus protectores nobles más de una
vez por el típico Grand Tour, el viaje educativo de varios años por el
continente. Hobbes comenzó un intenso intercambio intelectual con
filósofos de su tiempo: Francis Bacon, René Descartes y,
posiblemente, también con Galileo Galilei. Sus principales temas
filosóficos serán la constitución del Estado, el libre albedrío y las
condiciones necesarias para la sociedad humana. Durante la Guerra
civil inglesa, apoyó la constitución de un estado absolutista. En
1640 publicó Elementos de derecho, donde está contenido su
ensayo Human Nature, y lo distribuyó entre los representantes del
parlamento para influirlos en relación con el rey. Cuando el
parlamento intentó denunciar a los representantes de la política
absolutista del rey, Hobbes se sintió amenazado y huyó a Francia. Allí
se dedicó a dar clases de matemática a Carlos Estuardo, aspirante a
la corona. En 1646, Hobbes enfermó gravemente y como resultado
quedó paralizado, por lo que se vio obligado a contratar a un copista.
Hobbes fue aislado en la corte del exilio del rey inglés en París,
sospechado de traición. Regresó a Inglaterra y juró lealtad a la
Inglaterra republicana, pero luego volvió a caer en una situación
precaria cuando, en 1660, la monarquía fue restaurada y se persiguió
a los republicanos. Hobbes se salvó de los ataques, pero pasó el resto
de su vida como huésped del Earl de Devonshire y en Londres. Se
dedicó a publicar textos filosóficos y a exigir la secularización de las
universidades. Hobbes murió en 1679, a los 91 años.

También podría gustarte