Historia Del Rio de La Plata Tomo I
Historia Del Rio de La Plata Tomo I
Historia Del Rio de La Plata Tomo I
Roberto P. Payr
Roberto P. Payr
Prefacio
Prefacio Los dos tomos de este libro digital contienen los originales que sirvieron para la edicin impresa1, con los mapas tal como fueron dibujados o rediseados por el autor. Todo el texto fue revisado y ampliado en 2007-2008. El ttulo general es:
HISTORIA DEL RO DE LA PLATA CRNICA DE LA EVOLUCIN DE LOS PASES DEL RO DE LA PLATA 1516-1852
La aventura colonial espaola en el Ro de la Plata: Conquista, colonizacin, emprendimientos. Del descubrimiento hasta la Revolucin de mayo de 1810
Este primer tomo, como el segundo, proviene de mis dudas e interrogaciones acerca de la historia argentina tal como me la ensearon hasta los dieciocho aos de edad. Conviene aclarar desde un principio que no me he dedicado a una investigacin original, sino ms bien a una nueva lectura de la historia de mi pas. Esta me ha llevado a elaborar un resumen de datos muy dispersos, seleccionados dentro de la literatura disponible, y a armar, con una presentacin destinada a hacer resaltar los aspectos ms importantes e interesantes, un compendio de informaciones, impresiones e interpretaciones provenientes de muchos historiadores argentinos y extranjeros. Este tomo primero est dividido en tres partes. En la parte primera se narra la conquista espaola y se
describe la evolucin econmica de la colonia del Ro de la Plata hasta que se cre el Virreinato en 1776. En la parte segunda figura un resumen de la evolucin poltica y econmica del Virreinato del Ro de la Plata, dndose amplio lugar a los conflictos con el Portugal y a la frustrada conquista de Buenos Aires y Montevideo por los ingleses. En la parte tercera he procurado relatar la situacin que provoc la revolucin de mayo de 1810 y describir las revoluciones y levantamientos que se produjeron por entonces en otras partes de Amrica espaola Distinguen a todo el perodo abarcado por esta obra muchas caractersticas comunes que he tratado de poner de relieve en cada parte: 1) sociedades urbanas, generalmente poco desarrolladas (las hubo muy cerradas, conservadoras, tradicionalistas, estratificadas y mestizadas, y otras ms cosmopolitas, apegadas al comercio de ultramar y a la influencia europea ilustrada, y sobre todo desdeosas de la gente de extramuros que trabajaba para ellas y acuda al llamado de las armas cuando peligraban su seguridad o su bienestar), y una poblacin rural heterognea y dispersa, ambas compuestas de gente demasiado orgullosa de su sangre europea, criollos, mestizos, mulatos, indios y esclavos; 2) cierta violencia en las costumbres, hbitos bravos y aptitudes guerreras; 3) carcter mvil y a menudo ficticio de las fronteras; vulnerabilidad de aldeas, estancias y fortines a los ataques de los indios u otros invasores;. 4) ingobernabilidad del conjunto; 5) oposicin y divorcio entre teora y realidad; desacato desenfadado de leyes, reglamentos y autoridades; resistencia a la autoridad, al Estado que se cree todopoderoso, al abuso del poder; contrabando (plata, corambre, ganado y cualquier mercadera de importacin); corrupcin; y 6) espritu corporativista y de clase de comerciantes, militares y clrigos y menosprecio por la minora pretendidamente aristocrtica de la gente sin ilustracin ni medios de fortuna y, en especial, por el gaucho. Con miras a facilitar la lectura y a respetar el orden cronolgico en toda la medida posible, al considerar los distintos temas he evitado superposiciones y repeticiones,
que lamentablemente no pudieron evitarse en todos los casos. En la preparacin del texto me he valido de muchas fuentes. Cada vez que pude, procur agrupar las remisiones a distintos autores, destacando aquellos en que ms me apoy para redactar determinados captulos o secciones. Es evidente que me incumbe plena responsabilidad por cualquier error cometido en la seleccin, trascripcin, interpretacin o sntesis de datos presentados por todos esos autores. No he querido hacer polmica en torno a la historiografa argentina ni embanderarme en ningn grupo o capilla, sea de la historia oficial o la revisionista.. He intercalado una serie de mapas dibujados o adaptados por m. Los que yo dibuj no estn hechos a escala; tampoco he velado por la exactitud geogrfica o topogrfica. Lo que quise fue transmitir con mis croquis y bosquejos una impresin de las pocas o de los acontecimientos que quise captar. Salvo en los pocos casos en que he indicado al pie la fuente de esos mapas, todos ellos provienen de una reconstruccin espacial de mis lecturas y de la consulta de diversos atlas histricos o geogrficos o de distintos mapas reproducidos en las obras histricas a las que recurr. Cierra este libro una lista de la bibliografa principal que he utilizado. El tomo segundo se titula:
Peripecias de la organizacin nacional en los pases del Ro de la Plata y sus vecinos, 1810-1852
NDICE
PARTE PRIMERA LA AVENTURA COLONIAL ESPAOLA ________________________________________________ Captulo 1. Comienzos de la conquista y colonizacin.. I. El medio fsico II. Primitivos habitantes de Amrica austral. III. Principales corrientes conquistadoras y colonizadoras espaolas. 1. La va del Atlntico hacia el corazn de la cuenca del Plata. 2. Las vas altoperuana y transandina de acceso hacia el noroeste argentino 3. Nuevas expediciones y asentamientos en la cuenca del Plata. 4. Campamentos, fortines, aldeas, ciudadesfuerte. 5. Cmo tenan que ser los pueblos.. 6. Asentamientos posteriores. Captulo 2. Los colonos y su necesidad de mano de obra I. Caractersticas generales de los primeros conquistadores y colonizadores II. La poblacin indgena durante la colonizacin.. III. Importacin de esclavos africanos. IV. Mestizos y mulatos. V. Portugueses.. 3 3 5 9 9 14 17 20 22 24 29 29 34 37 41 44
Captulo 3. Produccin y comercio: de la cra de mulas al negocio de cueros I. El descubrimiento de las minas de plata de Potos y su influencia sobre el desarrollo de la produccin, el comercio y el contrabando II. Los comienzos de la ganadera y la agricultura. III. Cra, engorde y comercio de mulas. IV. Las vaqueras y los comienzos de la explotacin de cueros para la exportacin y el consumo interno V. Las estancias de los jesuitas
45
45 50 57
59 62
Captulo 4. Las ambiciones de expansin portuguesa, la resistencia de los jesuitas y los gobernantes rioplatenses, y las concesiones de la diplomacia espaola 65 I. Las misiones jesuticas. 65 II. Mercaderes e inmigrantes portugueses. 70 III. Pretensiones territoriales portuguesas. 72 1. La Colonia del Sacramento.. 72 2. Participacin de los ingleses en el contrabando por Colonia.. 74 3. Fundacin y fortificacin del puerto de Montevideo 74 IV. Las cuestiones de lmites y su solucin diplomtica pese a los xitos militares espaoles. 75 V. Expulsin de los jesuitas. 78 VI. Otras campaas contra invasiones portuguesas79
PARTE SEGUNDA EL VIRREINATO DEL RO DE LA PLATA, 1776-1810 ________________________________________________ Captulo 5. El nuevo Virreinato del Ro de la Plata 83 I. Reorientaciones polticas en Espaa a raz de la ascensin a la corona de la Casa de Borbn 83 II. El Virreinato del Ro de la Plata.. 92 III. Las Intendencias.. 95 IV. Poblacin del Virreinato. 98 V. Las fronteras del Virreinato. 106 VI. Las islas Malvinas y la Patagonia... 113
ANEXO
Extracto de la relacin cronolgica de las expediciones y emprendimientos llevados a cabo por navegantes, exploradores, expedicionarios, conquistadores, corsarios y filibusteros, publicada en un sitio Web del
123 133 133 136 144 146 148 153 156 160 169 189 195 197 200 202 203 207 207 213 215
Captulo 6. Progresos y retrocesos econmicos.. I. La rebelin de Tupac Amar.. II. Situacin de las economas regionales III. Nuevas estancias. IV. La exportacin de cueros. V. El Reglamento de Comercio Libre de 1778.. VI. Los saladeros. VII.Reacciones de las provincias interiores a la reforma mercantil de 1778 .. VIII. Pobreza rural. Captulo 7. Buenos Aires Captulo 8. Criollos y espaoles reformistas. Captulo 9. Guerras internacionales y sus efectos en el Ro de la Plata: las invasiones inglesas I. La poltica espaola durante el reino de Carlos IV II. Evolucin de la poltica inglesa respecto de las colonias espaolas III. La guerra de las naranjas.. IV. Prdidas espaolas.. V. Las invasiones inglesas del Ro de la Plata 1. La primera invasin.. 2. Entre dos invasiones.. 3. La segunda invasin...
PARTE TERCERA AMRICA REVOLUCIONARIA Captulo 10. De las invasiones inglesas hasta la restauracin del comercio con los ingleses en el Ro de la Plata 221 I. Vicisitudes polticas en Portugal y Espaa.. 221 II. Repercusiones en Amrica austral. 227 1. Comienzos del carlotismo 232 2. Tentativas de destitucin o derrocamiento de Liniers.233 3. Por la libertad de comercio 234 4. Iniciativas en favor de la reapertura del comercio con Inglaterra. 236 5. La Representacin de los Hacendados.. 238 6. Hacia la Revolucin de mayo de 1810. 242 Captulo 11. La revolucin de mayo de 1810. I. Por qu se precipitaron los acontecimientos.. II. Del 18 al 25 de mayo de 1810.. III. Constitucin de la Primera Junta de gobierno IV. Primeros pasos de la Junta. V. A la conquista de la adhesin de las provincias VI. Reacciones fuera de Buenos Aires VII. Reconocimientos y rechazos de la autoridad de la Junta 1. La contrarrevolucin en Crdoba 2. Cuyo. 3. El noroeste 4. La Banda Oriental 5. El Paraguay.. VIII. Actitudes de Cisneros y de la Real Audiencia Captulo 12. La accin autonomista o revolucionaria en otras partes de la Amrica espaola 1. La situacin en Chile.. 2. Mxico 3. Quito.. 4. Colombia.. 5. Venezuela 6. Alto Per 243 243 249 256 258 260 261 263 264 265 267 268 268 269 271 274 275 276 277 281 282
285 5 8
colonizadorass. 4. Esquema de las rutas utilizadas para el contrabando de la plata. 5. Zonas de conflicto entre portugueses y espaoles hasta la evacuacin de las reducciones del Guair 7. Distribucin aproximada de las misiones jesuticas despus de la evacuacin de las reducciones del Guair 7. El Virreinato del Ro de la Plata entre 1776 y 1810 8. Intendencia del Paraguay. 9. Las invasiones inglesas (1806-1807)..
12 48 69
70 94 96 216
Cuadros
1. Orden cronolgico de las fundaciones, por regiones, en los siglos XVI y XVII 2. Estancias cordobesas de los jesuitas 3. Orden cronolgico de las fundaciones, por regiones, desde principios del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XIX 26 57 104
Captulo 1. Comienzos de la conquista y colonizacin _______________________________________________ I. El medio fsico El territorio meridional desconocido por el cual penetraron los espaoles cuando comenzaron la exploracin, la conquista y la colonizacin de Amrica austral abarca todas las tierras entre los ocanos Pacfico y Atlntico desde una lnea trazada a la altura del enorme lago Titicaca hacia la costa del Brasil, por el norte, y otra lnea dibujada de este a oeste a partir del borde meridional de la isla de Tierra del Fuego. En el Alto Per (hoy Bolivia), la cordillera de los Andes forma el altiplano, una vasta meseta de la que arrancan muchos afluentes del ro Amazonas y otros que descienden hacia el sudeste para unirse a la cuenca del ro de la Plata. Una enorme franja montaosa, de anchura decreciente, separada del Pacfico por los valles centrales chilenos, prosigue por occidente la columna vertebral de todo el continente, dividida en dos columnas que se juntan a la altura del cerro Tupungato. Es sa una regin de altas cumbres nevadas, volcanes, lagos, salares y desiertos a ms de 5.000-6.960 metros de altitud1. Otros sistemas montaosos aparecen en cadenas ms o menos paralelas a la lnea de los Andes y se extienden hasta el oeste de la provincia de Crdoba; los picos ms importantes de todo el sistema llamado "pampeano", constituido por las cadenas del Aconquija, Famatina y Velazco, son menos elevados pero llegan a alturas importantes. Muy grandes caudales provienen principalmente de los ros Paran (4000 Km.), Uruguay (1600 Km.) y Paraguay
Por ejemplo, de norte a sur, los cerros Socompa (6.031 metros), Cha (6.200), Ojos del Salado (6.100), Bonete (6.000) Llullaillaco (6.723), Incahuasi, (6.620), Mercedario (6.770), Aconcagua (6.959) y Tupungato (6.800).
1
(2500 Km.), abastecidos por corrientes surgidas de cordilleras brasileas, andinas y subandinas. Entre los dos grandes sistemas fluviales se extienden de oeste a este yungas, llanos, sabanas, esteros, baados, selvas y zonas semi-ridas; interrumpidas hacia el sudoeste por las sierras pampeanas, desde las que aparecen llanuras de escasa pendiente, cada vez ms frtiles, sobre todo en la parte oriental. Los bosques son de especies distintas segn cules sean la altitud y la regin climtica: hay cebiles, laureles y tipas en el noroeste; quebrachos, guayacanes, algarrobos, talas, andubayes y palo santos desde el Chaco hasta el norte de Entre Ros; chaares, caldenes, espinillos y algarrobos en las zonas de monte; pinos, cedros, ibir-pitas, lapachos y urundayes en la selva misionera. Entre los ros Salado del Norte, Paran y Uruguay surgen nuevas zonas boscosas y pantanosas, que en la mesopotamia se convierten en suelos bien irrigados ms propicios para cultivos y ganado. Del otro lado del ro Uruguay se extiende una zona de cuchillas y valles. En la desembocadura de los dos ros ms caudalosos se abre el estuario del ro de la Plata, que llega a tener 350 kilmetros de ancho antes de echarse en el ocano Atlntico. Ms al sur, a partir del ro Colorado, aparece la inhspita meseta patagnica, lindada por occidente por bosques, glaciares, lagos y montaas de los Andes. La cordillera es all mucho ms baja, pero hay picos de ms de 3500 metros, como el Tronador (3.554) y el Lann (3.776).
II. Primitivos habitantes de Amrica austral Desde sus primeros contactos con la poblacin autctona los conquistadores espaoles iban a comprobar cun distintas eran las tribus meridionales de aquellas de que tenan noticias a travs de los relatos y las crnicas sobre las conquistas de Mxico o del Per. Conocieron primero a los charras (parecidos a los caingang, chans y timbus), desparramados por la costa oriental del ro de la Plata y las riberas de los ros Uruguay y Paran, que eran nmades y guerreros y desconocan la agricultura; en eso se asemejaban a los querandes, habitantes de la ribera sur del ro de la Plata.
Remontando el ro Paran en direccin del Paraguay, hallaron a los guaranes, de lejano origen tup, poco reacios a la sedentarizacin, pues a pesar de su pasado belicoso cultivaban maz, algodn, mandioca, zapallo y porotos; gracias a ellos iban a florecer los oficios agrcolas, primero en las encomiendas creadas para el reparto de tierras e indios entre los colonizadores, y luego en las misiones organizadas por los franciscanos o los jesuitas. Los conquistadores que descendieron del antiguo imperio inca descubrieron tribus emparentadas con los quichuas y aimars del Alto Per. En las altas mesetas andinas vivan los atacamas, sujetos al rudo clima del altiplano a 3.500 metros de altura, lo que sin embargo no les impeda cultivar maz en los bancales que abran en las laderas montaosas o en campos despedregados a fuerza de brazo. En el valle de Humahuaca, prosperaba la tribu homnima, pueblo de constructores, cultivadores, tejedores, alfareros, cazadores y artesanos del oro, la plata, el cobre y el estao, pero no por ello menos dotados para la guerra defensiva. Ms al sur vivan los "diaguitas", nombre genrico con el que se agrupaban etnias bastante diferenciadas, instaladas en una vasta regin de la que aprovechaban los valles y quebradas de las cadenas secundarias de los Andes y se extendan hacia oriente. Eran agricultores sedentarios, aunque con hbitos guerreros, y no slo saban defender sus territorios con murallas, atalayas y pucars (pueblos fortificados) de piedra, construidos en las cabeceras de los valles y en desfiladeros estratgicos, sino que tambin conocan las virtudes de la agricultura en bancales, escalonados en las laderas, como las murallas, y de la irrigacin, pues construan acequias y terraplenes y diques para conducir el agua necesaria para las faenas agrcolas a base de maz y de qunoa; guardaban sus cosechas en silos subterrneos y disponan de llamas, vicuas y alpacas que domesticaban para usarlas como bestias de carga y aprovechar la carne y la lana; tambin sacaban buen partido de la madera y del fruto del algarrobo. En la regin de Cuyo vivan los huarpes.
Del otro lado de la cordillera de los Andes habitaban las tribus araucanas (picunches, mapuches y huillices), raza orgullosa y difcil de doblegar, y aparentemente muy importantes numricamente, pues quiz sumaron mucho ms de 500.000 almas. Los sitones, talals, auletas, macacolitas, sauletas, nogolmas y otras tribus de comechingones eran los habitantes primitivos de Crdoba y La Rioja. Vivan en parcialidades divididas por cercas de piedra amontonada las famosas "pircas", que todava perduran en todo el noroeste -; moraban bajo aleros de piedra o en cuevas cavadas en los morros de tierra colorada. A la manera de los diaguitas, construan acequias, tomas y represas para la irrigacin, saban sacar partido del algarrobo, del zapallo, del chaar, del mistol y de los frijoles; cazaban venados y liebres, y hacan uso de guanacos domesticados y ovejas o cabras mansas. Saban guerrear y durante un tiempo resistieron la invasin espaola. Nada tenan que ver todas esas tribus bajo influencia de la gran familia diaguita con los chiriguanos venidos del Brasil o las tribus de lules y vilelas, abipones, mocoves, tobas, pilagas, matacos y guaycures, que eran sobre todo cazadores y guerreros nmades, dedicados a la caza, la pesca y la recoleccin, situados en el Chaco bolivianoparaguayo, las sabanas de los ros Pilcomayo y Bermejo y los sectores ms inhspitos de las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumn, Santiago del Estero y Santa Fe. Del resto de la poblacin indgena de la actual Argentina -los puelches, tehuelches, pehuenches, ranqueles, pampas y otras subdivisiones- no se supo gran cosa hasta comienzos del siglo XVI. Ms hacia el sur, las noticias que se tuvieron de los patagones y aucas, y de tribus mucho ms primitivas de Tierra del Fuego -como los onas, yamanas y alacalufes- provinieron de expedicionarios como Magallanes o Sarmiento de Gamboa, que fue quien los observ de ms cerca con motivo de sus expediciones por el estrecho de Magallanes.
III. Principales corrientes conquistadoras y colonizadoras espaolas 1. La va del Atlntico hacia el corazn de la cuenca del Plata En 1515, el Regente de Espaa encomend a Juan Daz de Sols, ya conocido por sus viajes por el Caribe, Cuba, las costas de Mxico y el litoral brasileo hasta los siete grados de latitud sur, la bsqueda de un paso martimo hacia Oriente). Se crey que emprenda viaje en direccin del cabo de Buena Esperanza, pero en realidad cruz el Atlntico hacia el sudoeste, entr en el estuario del ro de la Plata, al que llam Mar Dulce, y lo recorri hasta el Paran Guaz antes de descubrir la isla de Martn Garca. Esa fue la primera "entrada", de la que no quedaron otras huellas que un legendario grumete, Francisco del Puerto, nico sobreviviente de la matanza en que murieron Sols y su gente a mano de los indios charras, a raz de una emboscada sobre la ribera del ro Uruguay, y la presencia en el puerto de los Patos, frente a la isla de Santa Catalina, de un escaso nmero de nufragos rescatados de uno de los navos que regresaban a Espaa. En 1519 Hernando de Magallanes, con encargo real de reiniciar la empresa confiada a Sols de fijar lmites territoriales por Oriente, emprendi lo que result ser el primer viaje de circunnavegacin del mundo, travesa que en primer trmino lo llev a internarse nuevamente en el Mar Dulce, donde avist el cerro de Montevideo, antes de bordear el Atlntico hacia el sur y descubrir las bahas de Puerto Deseado y San Julin y el estrecho que separa la Tierra del Fuego de la punta austral del continente americano. Seis aos ms tarde, Garca Jofr de Loayza borde la Tierra del Fuego y descubri el punto de confluencia de los ocanos Atlntico y Pacfico.
En 1526, una expedicin comandada por Sebastin Gaboto - que normalmente deba haber seguido los pasos de Magallanes y Elcano - retraz la va de entrada a la cuenca del ro de la Plata. En las costas brasileas tuvo noticias del mtico pas del Rey Blanco y de las riquezas que esconda, que le confirmaron en el puerto de los Patos los sobrevivientes de la expedicin de Sols y los marineros desertores de Jofr de Loaysa (uno de ellos, Alejo Garca, haba perecido despus de encabezar la primera expedicin terrestre que, en compaa de gran nmero de indgenas - ya conscientes de esa posibilidad a causa de anteriores migraciones tup-guaranes hacia occidente -, se atrevi a cruzar el Paraguay y el Chaco en direccin del Alto Per). Existan algunas pruebas de sus hallazgos, pero la obsesin del oro y de la plata domin. Despus de recorrer el estuario hasta el delta del ro Paran y encontrarse con Francisco del Puerto, que pudo servirle de lenguaraz, Gaboto naveg ro arriba, descubri la confluencia con el ro Carcara, fund en sus cercanas un apostadero fortificado en Sancti Spiritus (1527), y segn se dice, sigui remontando la corriente hasta el ro Bermejo. Un presente de los indios que encontr en su camino le hizo creer que estaba cerca de minas de metales preciosos de que tanto se hablaba y por eso prefiri quitar al estuario el nombre que le haba dado Sols y denominarlo ro de la Plata. Fue entonces que decidi enviar pequeos grupos de expedicionarios hacia el interior. Uno de esos grupos fue el que encabez Francisco Csar hacia 1530. Francisco Csar parti del fuerte Sancti Spiritus y se intern en busca de El Dorado, hasta llegar a Calamuchita, en las sierras grandes de lo que es hoy la provincia de Crdoba. Uno de sus cronistas, Gernimo de Bibar, cont que los comechingones de las parcialidades de esa regin eran barbudos - indicio que pareca corroborar la leyenda de un Rey Blanco de luenga barba -, se adornaban con diademas de oro al pescuezo y sacaban provecho de grandes algarrobales y de maz y frijoles en sus tierras frtiles, adems de comerciar plata y cobre con tribus andinas y con los querandes de la pampa.
El relato bast para atraer hacia Calamuchita a otros grupos de expedicionarios y exploradores, aguijoneados por una temprana fiebre del oro, de la que informaron antiguos co-armadores y pilotos de la flotilla de Gaboto, como Roger Barlow, que volvi a Europa con algunos guanacos mansos y escribi que a 150 leguas al oeste del fuerte Sancti Spiritus existe una sierra o monte donde abundan el oro y la plata 2 . A Csar se atribuye en especial la difusin de las leyendas en torno a la existencia de los tesoros del Rey Blanco recogidas entre los indios y autenticadas en una nfima parte cuando expedicionarios espaoles reciban ddivas de objetos de oro o de plata o se apoderaban de ellos durante sus exploraciones. En 1534, Pedro de Mendoza obtuvo de Carlos V la concesin de organizar y dirigir la conquista y colonizacin de un enorme territorio a partir del ro de la Plata. Para entonces, Pizarro ya haba emprendido la conquista del imperio inca del Per (1531-1541) y Almagro la de Bolivia. Pedro de Valdivia entr en Chile en 1540, iniciando as la dura empresa de conquista de la costa del Pacfico en direccin al ro Maule. Mendoza inicia el perodo de los "adelantados", es decir una nueva figura proconsular en la que se combinaban las funciones de jefe militar, empresario y financista con encargo expreso de crear un nuevo dominio para su rey en provecho propio y de sus seguidores. A raz de las capitulaciones otorgadas en beneficio de Pizarro y Almagro, el Emperador atribuy a Mendoza una franja de doscientas leguas de uno y otro lado de la cordillera de los Andes, hasta la lnea fijada por el tratado de Tordesillas, y desde los lmites de los territorios en posesin de Pizarro y Almagro hasta el estrecho de Magallanes. Lo nico concreto que se logr a consecuencia de la capitulacin contratada con Mendoza fue la fundacin, en enero de 1535, del modesto casero empalizado de Buenos Aires en una barranca sobre el ro de la Plata. Mendoza
Roger Barlow. A brief summe of Geographie (Londres, Hakluyt Society, 1932), pg. 162, citado por Horacio A. Difrieri : Buenos Aires. Geohistoria de una metrpoli (Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Coleccin del IV Centenario de Buenos Aires, 1981), pg. 34.
2
estaba enfermo, y muri en el viaje de regreso a Espaa, pero dej parte de su hueste en ese asentamiento. De hecho, un lugarteniente de Mendoza (Ayolas) remont el Paran un ao despus, en 1536 se intern por el ro Paraguay, fund los fuertes de Corpus Christi y la Candelaria, explor el ro Pilcomayo y, segn cont Charlevoix, lleg hasta Santa Cruz de la Sierra y Chiquitos, tratando de acercarse a la mtica Sierra de la Plata en el Per, y volvi a Asuncin, fundada en el sitio de la Candelaria en 1537, con un botn de oro y plata conseguido en Charcas. El afn de acercarse al Alto Per y tener acceso a las riquezas esperadas all bast para que en 1541 se decidiera la despoblacin de Buenos Aires y la incorporacin de sus escasos habitantes en la sociedad de Asuncin. Despus de poner 8.000 ducados para sufragar los gastos de su expedicin, Alvar Nez Cabeza de Vaca parti de San Lucas de Barrameda rumbo a Amrica en 1541, con el ttulo de adelantado, gobernador y capitn general del Ro de la Plata, con la misin de posesionarse de toda la zona al sur del paralelo 26, para que los portugueses no pudieran apoderarse de ella, y prestar auxilio a los acompaantes de Mendoza que quedaron en Amrica. Atraves el Atlntico y desembarc en la isla Santa Catalina; despus de abrigarse en Cananea, resolvi dividir su expedicin en dos partes. Envi a la primera hacia el ro de la Plata, creyendo que podra anclar en Buenos Aires (ya abandonada), y con la segunda - 250 arcabuceros y ballesteros, dos monjes franciscanos, unos pocos indios de raza tup que sirvieron de lenguaraces y 26 caballos, atraves con mltiples peripecias - nadie lo haba hecho desde la aventura de Alejo Garca -, ayudado por tribus que encontr en su camino y con los porteadores, canoas, balsas y otros abastecimientos que le procuraron, todos los llanos, montes, abras, bosques, pantanos y ros de la regin entre la costa brasilea y Asuncin, adonde lleg en marzo de 1542, descubriendo a su paso las cataratas del Iguaz. En Asuncin desautoriz a Domingo Martnez de Irala otro lugarteniente de Mendoza, ms emprendedor y ambicioso que Ayolas, que haba desaparecido durante
una expedicin hacia el Chaco - por el abandono de Buenos Aires, que aqul haba decidido con vistas a marchar hacia el Alto Per desde Asuncin con todas las tropas que pudiera reunir. Tambin intent modificar la poltica de sometimiento de los indios guaranes instaurada por el anterior gobierno de Asuncin, tratando de imponer mejores condiciones de trato para los naturales, para lo cual emprendi una empresa de pacificacin, sin exterminio, de las tribus autctonas del Paraguay. Adems, autoriz nuevas exploraciones hacia el oeste, desde Asuncin. Irala lo hizo prisionero y durante el cautiverio de Cabeza de Vaca, se intern en el Chaco en busca de El Dorado, y una vez ingresado en el Alto Per, ofreci sus servicios al comisario regio La Gasca. La Gasca haba sido nombrado con objeto de poner fin a la guerra y los perjuicios econmicos provocados por los enfrentamientos entre las facciones rivales de Pizarro y Almagro en el Per, agudizadas por el asesinato del primero de ellos en 1541, y de restablecer el orden jurdico en esa parte del imperio espaol. Para ello, Lima, fundada en 1535, se convirti en el principal centro administrativo y comercial sudamericano, sometido como todas las posesiones del Nuevo Mundo al control monoplico de la Casa de Contratacin y a la autoridad del Consejo de Indias de Sevilla. En 1542 se estableci en Lima la Audiencia o tribunal supremo del Per para hacer respetar el derecho de Indias, y al mismo tiempo se cre un nuevo virreinato, con sede en la misma ciudad, con jurisdiccin sobre todo el territorio sudamericano (salvo Venezuela) desde Panam hasta el estrecho de Magallanes. Desde el Atlntico los intentos ms serios de conquista y colonizacin se hicieron ro arriba o abajo por el Paran o cruzando desde la isla Santa Catalina el interior brasileo y paraguayo hasta llegar a Asuncin, que logr rango de ciudad recin en 1541, despus de haber sido, sobre todo, una base fortificada de aprovisionamiento para marchas hacia otros destinos. Ninguna de las dos mrgenes del ro de la Plata result suficientemente tentadora antes de 1580, acaso porque obsedi a los espaoles la idea de acercarse lo ms posible
a legendarios yacimientos de oro y plata que fueron el espejismo que los atrajo inicialmente. Buscaban metales preciosos, pero recin encontraron yacimientos de plata en Potos y Oruro a mediados del siglo XVII, y su extraccin fue el principal motor del desarrollo de las economas del Alto Per y de las gobernaciones del Ro de la Plata. Su preocupacin por controlar la navegacin en ese estuario y disponer de un puerto seguro sobrevino recin despus que comenz el auge de la minera en Potos. En efecto, al principio, los lingotes y monedas de plata se exportaban a Espaa por la ruta del Pacfico y todo el transporte y comercio de mercancas destinado a la metrpoli o procedente de ella pasaba forzosamente por Lima, sede de un enorme virreinato que abarcaba todas las posesiones espaolas desde los confines septentrionales de la actual Colombia hasta Tierra del Fuego. Sin embargo, como hubo que abastecer las ciudades y minas bolivianas con trabajadores indgenas, mulas de carga, tejidos y alimentos, en las comarcas situadas al sur de Bolivia fue cobrando impulso la produccin y el comercio fomentados por los pobladores espaoles de los fortines y las aldeas, villas y pequeas ciudades fundadas a partir de los aos 1550. 2. Las vas alto peruana y transandina de acceso hacia el noroeste argentino Mientras se realizaba la campaa iniciada por Mendoza, Almagro haba ocupado a Tupiza en el Alto Per y desde ah, antes de regresar precipitadamente al norte para disputarle el poder a Pizarro (que lo hizo asesinar en 1538), baj con 500 espaoles y 10.000 indios al noroeste de lo que es hoy la Argentina, que el inca Tupac Yupanqui haba agregado a su imperio entre 1471 y 1493, y de ah hizo su entrada en Chile, mientras otras fuerzas penetraban ese territorio por la banda occidental de los Andes. As se abri la segunda corriente conquistadora, que de inmediato tropez con la brava resistencia de los araucanos.
Los relatos de la expedicin de Francisco Csar en 1530 pueden explicar los emprendimientos realizados desde el norte por Lorenzo Surez de Figueroa. En 1543, acompaado de cuarenta y ocho hombres, incursion rumbo a Cruz del Eje, en la provincia de Crdoba, por parcialidades ocupadas por tribus de comechingones, que no eran guerreros tenaces, pero saban defenderse desde sus fortificaciones de piedra y peleaban de noche, formados en escuadrones, armados de garrotes y porras, lanzas cortas, hachas, bolas arrojadizas, arco y flechas. Esa expedicin lleg por el valle de Punilla hasta el futuro asentamiento de la ciudad de Crdoba en la junta de ros). Por su parte, Diego de Rojas se intern desde el Alto Per en Jujuy, Catamarca y La Rioja. Sus compaeros prosiguieron la expedicin hasta el valle de Calamuchita y descendieron el curso del ro Tercero hasta el Carcara. Habilitado para operar en la regin del Tucumn, Nez del Prado dirigi una expedicin desde el Alto Per, que fund tres asientos, que fueron mudados dos veces de sitio, sin perder el nombre de El Barco, entre 1550 y 1552. En 1551 lleg Villagrn a la misma zona, enviado por Valdivia, sucesor de Almagro, en la primera de una serie de entradas desde Chile, con el deseo de extender del otro lado de los Andes los territorios sujetos a su autoridad; atraves toda la regin del Tucumn hasta Crdoba y Cuyo. A ese ltimo distrito acudieron otros expedicionarios procedentes de Chile; Pedro del Castillo fund a Mendoza, en 1569, y Juan Jufr a San Juan, en 1562. Entre 1558 y 1560, Juan Prez de Zurita fund las poblaciones de Londres en Catamarca, Crdoba en el valle Calchaqu, y Caete en Tucumn, como medio de promover el intercambio comercial de Chile con toda la regin del Tucumn y proteger el territorio contra los diaguitas. Las tres poblaciones, que disponan de unos veinte vecinos cada una, fueron arrasadas por esos indios en muy poco tiempo, pues inmediatamente se produjo el primer levantamiento indgena, dirigido por el cacique de Tolombn. Para ese entonces ya exista el poblado de
Santiago del Estero, fundado en 1553 por Francisco de Aguirre, a quien Valdivia encarg penetrar hacia el Atlntico desde Chile; desempe muy tilmente la funcin de centro de produccin, abastecimiento y movilizacin de huestes para futuras expediciones colonizadoras, aprovechando la facilidad con que los espaoles pudieron someter a los indios sedentarios de los alrededores. La creacin de la Audiencia de Charcas en 1563, con jurisdiccin sobre una nueva gobernacin, la del Tucumn, puso fin a las aspiraciones expansionistas de los conquistadores de Chile. Esa gobernacin abarc los territorios de las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta, Tucumn, Catamarca, Santiago del Estero, Crdoba y La Rioja (que qued separada de Chile, que slo conserv las provincias cuyanas por el lado oriental de los Andes). Sin embargo, el primer gobernador fue Francisco de Aguirre, hombre de Valdivia. Despus que Diego de Villaroel fund a San Miguel (del Tucumn) en mayo de 1565, Aguirre concibi el plan de extender la conquista hacia el sur, fundar nuevas poblaciones, abrir una ruta directa, por caminos llanos, entre el Alto Per y el ro de la Plata, y de esa manera conectar el noroeste con una va fluvial por la que pudiera asegurarse,sin peligro de corsarios, frecuentes en la ruta del Caribe, el transporte de la produccin originada en el Alto Per o enviada desde Espaa. Su intencin de fundar una poblacin en Crdoba, comunicada por ro con la cuenca del Plata, fracas a causa del amotinamiento de sus soldados y su enjuiciamiento posterior en Lima. Por su parte, el virrey Toledo dise otro plan desde el Per: se trataba de conjurar el peligro que representaban los indios chiriguanos (contra los que lanz una expedicin punitiva) y los diaguitas insumisos de Jujuy, Salta y Catamarca, para lo cual consideraba preciso fundar pueblos hacia las fronteras con el Alto Per y asegurarse de que pudieran abastecer a la zona minera de Potos. Encargado de aplicar el plan de Toledo, Jernimo Luis de Cabrera prefiri no acatar la orden de fundar una ciudad en Salta y decidi intentar una salida hacia el mar,
pasando por las tierras de los comechingones, donde pensaba que le sera mucho ms fcil que en los valles calchaques conseguir indios dciles para las encomiendas; adems, tena informacin de que desde Crdoba podra establecer enlace con el Paran, bajando por los ros cordobeses hasta el Carcaraa. En 1573 se intern en lo que es hoy la provincia de Crdoba, observ la existencia de hasta 600 caseros de indios, fund la ciudad de Crdoba en julio y consign en el acta respectiva que uno de los ros caudales entre los que se asienta la ciudad alcanza a entrar en el ro de la Plata, por lo que resultara factible contar con puerto para contratarse por el mar del norte [el Atlntico] con los reinos de Castilla. En efecto, en septiembre sigui el curso del ro Tercero y lleg a la desembocadura del Carcara, donde fund un puerto a siete leguas ms o menos del fuerte de Sancti Spiritu, obra de Gaboto. Muy poco tiempo despus se encontr con las naves de Juan de Garay, que bajaban de Asuncin del Paraguay con la intencin de abrir puertas a la tierra; retrocedi ante l, porque Garay supo probar que tena todo derecho a ocupar la costa del Paran, y regres a Crdoba. 3. Nuevas expediciones y asentamientos en la cuenca del Plata La bsqueda de una nueva estrategia poltica y comercial para agilizar los enlaces entre las colonias sudamericanas y Europa tuvo otro propulsor en el oidor Matienzo. Este haba propuesto en 1562 la utilizacin de Asuncin del Paraguay como placa giratoria en el trfico con Espaa; para ello, preconiz la fundacin de varios puertos en el estuario del ro de la Plata y sobre el Paran, y la creacin, desde Asuncin, de vas de transporte fluvial, con varios fondeaderos intermedios, hasta el Alto Per. En 1566 refin sus propuestas, basndose en la idea de que convena crear un nuevo sistema comercial con entrada por nuevos puertos en la cuenca del Plata: la finalidad era reemplazar la ruta del Pacfico entre Lima y Portobelo.
El encargado de llevar a cabo el segundo proyecto sera Juan Ortiz de Zrate, acaudalado minero del Potos, a quien el rey nombr adelantado del Ro de la Plata en 1569, con la misin de fundar por lo menos tres ciudades entre el ro de la Plata y Asuncin. Ortiz de Zrate cont para ello con Juan de Garay, uno de los pocos oficiales que nunca haba participado en las intrigas tramadas en Asuncin por partidarios o parientes de Irala para quedarse con el poder tras la cada de Cabeza de Vaca, la resistencia de sus allegados y la muerte de Irala en 1567. Para ese entonces, entre los pobladores de Asuncin haba ms mestizos que peninsulares y por eso fue que las gentes con las que Garay emprendi su expedicin ro abajo por el Paran comprendan muchos "mancebos de la tierra", es decir criollos cuyos padres y abuelos haban participado de alguna manera en la conquista y la pacificacin del Paraguay; ya tenan costumbre de tratar con los indgenas, con los que a menudo tenan lazos de sangre y los formaron de camaradera y mutuo aprendizaje, y encarnaban muchas de las virtudes y defectos de una poblacin tumultuosa, conflictiva y aguerrida, poco dispuesta a abandonar las ventajas conseguidas durante muchos aos de aislamiento dentro del rgimen colonial. Fue con ellos que Garay fund Santa Fe en 1573, estableci los fortines de San Salvador y San Juan en las colinas que dominan la desembocadura del ro Uruguay en el ro de la Plata, y procedi a la segunda fundacin de Buenos Aires en 1580, con sesenta y tres pobladores. De esa poca quedan huellas muy precisas de las preocupaciones de Garay. Por un lado, haba heredado de todos sus predecesores la pasin por los metales preciosos. A raz de una salida por la orilla del mar hacia lo que es hoy Mar de Plata, durante la cual se encontr con indios que le hicieron creer que haba oro y plata en las estribaciones andinas. Por eso proyect una expedicin a la Patagonia, creyendo que all encontrara a la ciudad de los Csares. Menos fabuloso, pero mucho ms valioso a la larga, fue su descubrimiento de que haba buen golpe de ganado caballuno cerca de Buenos Aires, lo que le hizo plantear nuevamente su splica de que se hiciese
merced a Buenos Aires y Santa Fe de todo ese ganado para que lo puedan tener por dehesa de ganado comn. Como puede deducirse del mapa 3 y del cuadro 1, el orden en que los espaoles fueron fundando fuertes, pueblos y ciudades en Amrica austral denota grandes diferencias segn la regin de que se trate. Santiago del Estero y Asuncin fueron los dos primeros centros de irradiacin para el poblamiento de Amrica austral. A pesar de la intensa resistencia de los araucanos, las fundaciones de Pedro de Valdivia y sus seguidores revelan un reconocimiento cuidadoso de la topografa chilena, que les hizo pasar por alto la posibilidad de crear asentamientos cristianos cerca de donde ya existan concentraciones indgenas importantes, como en toda la zona de Antofagasta hasta el valle de Coquimbo, y preferir un avance progresivo hacia el sur y, ms tarde, por los pasos trasandinos hacia Cuyo y el Noroeste. Algo parecido sucedi del otro lado de la cordillera de los Andes. Hasta que no abrieron un frente de avance colonizador desde Santiago del Estero, dejaron libre la zona norte (Tucumn, Jujuy y Salta) acaso porque se dieron cuenta a tiempo de la resistencia que caba esperar de los humahuacas y de los diaguitas norteos y porque preferan llanuras de aluvin bien irrigadas y bosques de quebracho, urunday, guayacn y andubay como los que haba en tierras santiagueas. En toda la regin del Tucumn, los conquistadores fracasaron varias veces en su eleccin de lugares propicios para sucesivas fundaciones. Pronto emprendieron una expansin ms firme hacia el centro de la Argentina actual, una vez seguros de que por la va cordobesa podran alcanzar al ro de la Plata y al Paran, y remontando este ltimo ro las colonias del Paraguay.
4. Campamentos, fortines, aldeas, ciudades-fuerte Primero hubo campamentos reforzados con empalizadas para resguardar a la soldadesca, los frailes y sus viviendas, las armas, la comida, las mercaderas, los bagajes y los escasos caballos y otros animales; despus se construyeron defensas ms slidas no slo para
protegerse de los indios sino para controlar mejor a elementos hostiles o revoltosos entre los propios conquistadores. Pronto aparecieron los primeros recintos fortificados, hechos de adobe, troncos y ramas. Surgi as la aldea protegida, con suerte transformada ms tarde en ciudad-fuerte, necesaria para que el conquistador que haba recibido ciertos derechos territoriales por la va de una capitulacin o de una donacin, demostrase que tomaba posesin de su territorio y que al ocupar la tierra tena la voluntad de dar una radicacin permanente a todo un grupo, aunque poco despus se lanzara desde un lugar resguardado precariamente en pos de nuevas comarcas que doblegar, si fuese posible gracias al encuentro de indios que mostraran ms disposicin a someterse que a guerrear y pudieran servir de intermediarios, intrpretes y guas en busca de riquezas escondidas. Cuando pudieron ocupar pueblos indgenas, sobre todo en el noroeste y el Alto Per, los conquistadores aprovecharon los recintos de piedra en que moraban los primitivos habitantes. En las ordenanzas de poblacin de 1573, Felipe II incluy disposiciones detalladas sobre la forma en que deban realizarse los nuevos descubrimientos y asentamientos. Todo lo descubierto o pacificado que estuviera sujeto a la Corona deba poblarse de espaoles e indios. Los nuevos descubridores, pobladores y pacificadores, con sus hijos y descendientes, recibiran solares, tierras de pasto y labor, y estancias de dimensiones fijadas en caballeras y peonas, que podran guardar en perpetuidad; la misma condicin era aplicable a quienes hubieran residido en tierras pobladas por ellos durante cinco aos por lo menos. De conformidad con las reglas dictadas por la Corona, para fundar un pueblo haba que contar con treinta vecinos por lo menos -aunque esa regla era de difcil cumplimiento debido a la dispersin de la magra poblacin europea-, cada uno de los cuales dispondra de una casa, cuatro bueyes (o dos bueyes y dos novillos), una yegua de vientre, cinco puercas de vientre, gallinas y un gallo, y veinte ovejas de vientre de Castilla. Pero ninguno de los
asentamientos primitivos tuvo mucha poblacin. A fines del siglo XVI, San Miguel del Tucumn tena 25 vecinos apenas; haba 40 en Crdoba y en Jujuy y 48 en Santiago del Estero. Los blancos muy rara vez excedan la centena (Mendoza fue quien trajo consigo ms hombres de guerra y pobladores en direccin del ro de la Plata). No es de extraar, pues, que las listas de los expedicionarios y pasajeros que llegaron al ro de la Plata entre 1535 y 1580 arrojan cifras inferiores a 3.500 personas, que difcilmente podran ser mucho ms abultadas si se incluyeran los que no figuraban en los registros por ser polizones y los que vinieron del Per o de Chile. 5. Cmo tenan que ser los pueblos Un pueblo de espaoles deba reunir las siguientes condiciones: un sitio elegido con cuidado, donde haya sanidad, fortaleza, fertilidad y copia de tierras de labor y pasto, lea y madera, materiales, agua dulce, gente natural, comodidad, y posibilidades de entrada y salida, as como de acarreo; en lugares sobre la costa, haba que evitar la contaminacin de cualquier pantano cercano y la presencia de animales venenosos. La superficie mnima deba ser de cuatro leguas cuadradas, situadas a cinco leguas de cualquier otro asentamiento, pero esto poda variar habida cuenta de la calidad de la tierra. Cada poblado rudimentario estaba destinado a crecer conforme al modelo impuesto por Espaa a las colonias: trazado en damero, generalmente con manzanas cuadradas y con una plaza mayor como ncleo, alrededor de la cual se construan la iglesia, el fuerte, el cabildo (sede del gobierno municipal por los notables del vecindario), y se ubicaban las casas de paja, de adobe o, a veces, de piedra, en los lotes asignados a los vecinos, con tiendas y casas para tratantes. Haba que determinar los solares, el ejido y la dehesa comunales; hecho esto, se divida el resto en cuatro partes, una para el fundador del pueblo y las otras tres repartidas en suertes entre los vecinos, con derecho a hacer mayorazgo de lo que hubieren plantado y edificado. La plaza mayor ocupaba un
lugar frente al desembarcadero, en caso de haber puerto, o en medio de la poblacin de lo contrario; de ella deban salir cuatro calles principales, orientadas hacia los cuatro vientos. Las calles deban ser anchas en lugares fros y angostas en los calientes. Para lograr propiedades de mayor extensin, era necesario obtener mercedes de labor, si se trataba de tierras destinadas al cultivo, o mercedes de estancias (la estancia era una unidad de medida, que lleg a ser el equivalente de 780 hectreas, y acab siendo el nombre que se daba a cualquier hacienda de grandes dimensiones). Jos Luis Romero resume as la poltica de poblamiento y urbanizacin :
No slo por su gusto remedaba el fundador lo que dejaba en la pennsula. Estaba instruido para que estableciera el sistema poltico y administrativo de Europa, los usos burocrticos, el estilo arquitectnico, las formas de vida religiosa, las ceremonias civiles, de modo que la nueva ciudad comenzara cuanto antes a funcionar como si fuera una ciudad europea, ignorante de su contorno, indiferente al oscuro mundo subordinado al que se superpona... Una idea resumi aquella tendencia: crear sobre la nada una nueva Europa3 .
Como en todo lo dems, las detalladas instrucciones de los monarcas espaoles no fueron acatadas a cabalidad, quedaron en letra muerta o fueron adaptadas conforme a los intereses creados o las preocupaciones circunstanciales de sus sbditos en Amrica. Era un propsito loable, que resulta utpico si se piensa en la topografa de las comarcas en que pudieron asentarse los muy escasos pobladores espaoles de Amrica austral, en las diversas idiosincrasias, calidades y posibilidades personales que tenan y en las transformaciones de caracteres que pudieron sobrevenir entre la soldadesca en el curso de tantas correras.
Jos Luis Romero: Latinoamrica: las ciudades y las ideas (Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1976), pg. 67.
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6. Asentamientos posteriores Apenas una estacada se transformaba en un fuerte ms slido (germen de todo un nuevo casero o de un asentamiento a proximidad o sobre el mismo lugar de un poblado indgena sumiso), la voluntad expansionista oblig a crear puestos de avanzada que fuesen marcando todo un conjunto de puntos de etapa y reagrupamiento entre lugares ya poblados, separados por grandes distancias y obstculos naturales. Cuando lleg el momento de tender rutas desde el interior hacia el Atlntico, es decir cuando fue imperativo abrir puertas a la tierra, se buscaron buenos apostaderos intermedios hasta encontrar fondeadores naturales y riberas accesibles para navos que pudiesen llegar de ultramar o maniobrar sin tropezar con arrecifes o bancos de arena en los ros. A veces, los expedicionarios decidieron asentarse cerca de un promontorio o una elevacin sobre la costa, al lado de un riachuelo, sin preocuparse de escoger aguas de fondo suficiente en lugares bien reparados; tanto en ocasin de la primera (1536) como de la segunda fundacin (1580) de Buenos Aires no se pens en elegir una mejor ubicacin para una poblacin destinada a ser puerto principal de ultramar, lo que explica en parte la importancia que, desde un siglo ms tarde, cobraron mejores puertos, como la Colonia del Sacramento. A lo largo de las rutas terrestres, en los cruces de caminos, cerca de alguna pulpera, al borde de un ro que hubiese que balsear, sobre las marcas de antiguos arreos o rastrilladas, cerca de algn casero indgena o de una estancia cuya produccin se pudiera comerciar, o all donde el primitivo sistema de diligencias y correos fue creando sus postas, aparecieron ms poblaciones intermedias, a menudo minsculas. Pero esta poltica llev mucho tiempo. Pasa por la habilitacin de los primeros caminos carreteros que unieron a Crdoba con Mendoza (1576), a Buenos Aires con Crdoba (1583) y a sta con Santa Fe (1586), la inauguracin de servicios de posta con
destino a Potos, Chile y Paraguay y el desarrollo lentsimo del correo, iniciado en forma de monopolio privado en 1514, en toda Amrica, y transformado en servicio pblico, primero terrestre y luego tambin martimo, recin a partir de 1748. A las reducciones de indios organizadas por otras rdenes religiosas se aadieron a partir de 1618 ms de treinta asentamientos importantes (las "misiones", tambin llamadas "doctrinas") creados por los jesuitas, con abundante poblacin indgena, alojada en viviendas colectivas o familiares, cerca de los talleres en que se les enseaban oficios, conforme a un plan uniforme de construccin urbana y de explotacin de la tierra abarcada por los lmites de cada misin; lo mismo que en sus estancias del Tucumn, tanto la actividad productiva como la accin evangelizadora y educativa se desarrollaba alrededor de la capilla, que en muchos casos lleg a ser de mejor factura arquitectnica que la de muchas iglesias de los pueblos y ciudades del resto del pas. Como ya veremos, muchos pueblos fueron devastados por los indios o por contingentes organizados por mercaderes de esclavos procedentes de las colonias portuguesas; hubo que evacuar pobladores y trasladarlos a lugares ms protegidos. El caso ms conocido es el de la emigracin forzosa de los guaranes de la regin del Guair, que los jesuitas condujeron hasta nuevos asentamientos entre los ros Paran y Uruguay y ms all, en lo que hoy son estados meridionales del Brasil o territorio uruguayo. Por las fronteras septentrionales y por la faja meridional entre Cuyo y Buenos Aires, la dispersin de las poblaciones no hizo sino aumentar la amenaza de saqueos y matanzas.
Cuadro 1. Orden cronolgico de las fundaciones, por regiones, en los siglos XVI y XVII
PER
ALTO PER
CHILE
TUCUMN
CUYO
LITORAL
COSTAS PLATA
DEL RO DE LA
Barco I (1550) Barco II (1551) Santiago del Estero (1553) Londres (1558)-San Fernando de Catamarca (1683)
Mendoza (1559,1561) Del Barco (1550)Caete (1560)- San Miguel del Tucumn (1565) (1685) Nueva Tierra de Promisin (1565) San Juan (1562) Esteco (1566) Talavera del Esteco (1567)
Crdoba (1573) San Francisco de Alava (1575) Clemente I y II (1577) Salta (1582) La Rioja (1591) Nueva Medina de Ro Seco (1594) Madrid de las Juntas (1592) San Luis (1594,1596) Humahuaca (1594) Nueva Madrid (1592)Nuestra Seora de Talavera de Madrid (1609-1692) Catamarca (1683)
Soriano (1624) Lujn (1630) Quilmes (1670) Colonia del (1680) Montevideo (1726) del
(1551, Sacramento
Santo, I (1557) Santiago del Jerez (1594) Santa Fe (1573-1650) Corrientes (1588) Concepcin del Bermejo (1585-1632) San Ignacio (1611) Santiago del Guadlcazar (1627-32) Villa Rica II (1633) Villa Rica III (1676) La (Paran) (1671) Bajada Min
Tomo i
Captulo 2. Los colonos y su necesidad de mano de obra ________________________________________________ I. Caractersticas generales de los primeros conquistadores y colonizadores Conviene hacer algunas generalizaciones acerca de los primeros conquistadores y colonizadores espaoles. Desde que comenz la Conquista, la poblacin no haba sido nunca muy numerosa. Segn el historiador alemn Konetzke, fueron apenas 3.200 los espaoles que se embarcaron con destino al ro de la Plata en todo el siglo XVI, sumndose a los que llegaron con las expediciones terrestres procedentes del Alto Per y de Chile, cuyo nmero no parece haber sido superior a varias centenas en total. Durante mucho tiempo, en una gobernacin tan enorme como la del Tucumn, que lleg a abarcar 700.000 km. cuadrados extendidos por territorios habitados por una porcin de tribus que haban alcanzado distintos grados de civilizacin antes de la llegada de los conquistadores provenientes de Chile y el Alto Per, no hubo ms de 700 vecinos espaoles afincados con sus familias, radicados en siete pueblos o villas principales. Ni siquiera ofreciendo mercedes de tierra se pudo atraer ms poblacin de origen peninsular o de otras nacionalidades; en cambio, del Alto Per y del Paraguay fueron viniendo bastantes mestizos. Con los conquistadores y colonizadores primitivos llegaron bastantes alemanes, holandeses e italianos y entre los marinos no faltaron ingleses ni irlandeses, pero stos fueron menos que los portugueses que inmigraron sobre todo durante la Unin de Espaa con Portugal, entre 1580 y 1640, pues en Buenos Aires, por ejemplo, llegaron a representar la cuarta parte de la poblacin. Muchos de ellos deben haber sido "cristianos nuevos" o "judos conversos". Mientras se ignor cunta riqueza haba sin explotar debidamente, no se impuls la emigracin de procedencia urbana europea y la poblacin espaola no aument mucho.
Por lo comn, al llegar a Amrica no pasaban de la treintena de aos y slo una minora saba leer y escribir (el promedio de edad de los 86 expedicionarios que acompaaron a Valdivia en la marcha hacia el Mapocho era de veintinueve aos; de los 2.692 europeos que llegaron a Chile entre 1531 y 1565 el 63 por ciento eran analfabetos). Entre ellos hubo muy pocos gentilhombres y seores de fortuna; aunque no faltaron hidalgos empobrecidos, abundaban los plebeyos y las gentes ms ignorantes y bravas, en su mayora sin otro oficio que guerrear, pues se haba sido su destino en Flandes, en Italia, en los estados de los prncipes protestantes, en frica o en cualquier otro lugar donde debieron servir en los ejrcitos de Carlos V y sus sucesores, y eran relativamente pocos los que antes de llegar a la cuenca del Plata ya haban militado en las huestes de los conquistadores de Amrica Central, Mxico, Colombia o Quito o integrado la tripulacin de los navos del descubrimiento. Una minora provena de otros pases europeos1, aunque a pesar del cuidado con que la Corona quiso que se censaran las nacionalidades representadas en el pasaje registrado a la salida de Espaa y en distintas expediciones y poblaciones es imposible disponer de cifras completas y puede dudarse que sean exactas las consignadas en los registros. Los espaoles estaban acostumbrados a acatar o desacatar rdenes, porque se fue el ejemplo que les dieron oficiales suyos, y haban conocido la pobreza y la servidumbre caractersticos de su pasado campesino espaol, en ambientes que recin comenzaban a
Mendoza llev a 150 alto-alemanes, neerlandeses y austriacos o sajones entre los 800 a 2.650 miembros de su expedicin al ro de la Plata (nadie sabe con absoluta certeza cuntos fueron), en la que tambin figuraban portugueses a falta de suficientes maestres, pilotos y marineros con que dotar las catorce naves con que lleg al Mar Dulce. Vase Ulrich Schmidl: Viaje al ro de la Plata (Buenos Aires, Emec Editores, Coleccin Buen Aire, 7, pg. 12, basada en la traduccin de Edmundo Wernicke de la obra original completa, publicada con el ttulo de Derrotero y viaje a Espaa y a las Indias (Santa Fe, 1938). En Chile, acompaaron a los espaoles durante el perodo ya citado slo 43 portugueses, 21 griegos, 21 italianos, 6 flamencos, 4 alemanes y 4 franceses.
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arrancarse del feudalismo, o de pueblos y ciudades donde desfalleca la industria por falta de iniciativa y de capital. Muchos haban sido mercenarios o soldados regulares, en los tercios u otros regimientos, saban lo que eran la violencia y la rapia, se haban ensaado con poblaciones insumisas, y saban de guerras justas contra musulmanes y protestantes o los moriscos de su propia tierra. Abundaban los que tenan aficin por la aventura, y casi todos deseaban encontrar un lugar al sol y mejorar su condicin, acaso gracias al hallazgo o la apropiacin de metales preciosos, aunque para ello hubiese que cometer tropelas y poner dagas y cuchillos al servicio de jefes ambiciosos y rebeldes, decididos a desembarazarse de superiores o subalternos que pudieran frenar sus luchas por el poder, la gloria y la riqueza. Durante sus expediciones de conquista o subyugacin afrontaron hambre y sed, los peligros de la selva y emboscadas y batallas con indios hostiles, a campo raso o en montes y desfiladeros, y volvieron a padecer hambre y privaciones en los poblados expuestos y vulnerables en que tuvieron que vivir. Ah aspiraron a figurar entre los notables y a ejercer cargos, pero muy pocos lograron que se les considerara vecinos con representacin en el gobierno municipal y los cabildos, lo que puede aclarar las actitudes que les llevaron a participar en futuras asonadas e intrigas contra autoridades mal vistas. Fueron temibles guerreros. Pese a su inferioridad numrica, amedrentaron e impusieron respeto a los naturales o merecieron de ellos un trato admirativo, explicable entre las tribus que ms saban de leyendas acerca de invasores por venir. Con unos pocos caballos y el auxilio de perros enardecidos, eran capaces de quebrantar resistencias y recurran ms a sus ballestas, espadas, dagas, lanzas y picas que a sus pocos arcabuces y escopetas; su apariencia barbuda, sus gritos y sus rodelas, cotas, corazas, morriones, yelmos, trompetas, cruces y pendones eran otros tantos elementos de fascinacin y temor. Habida cuenta del escaso nmero de guerreros y pobladores espaoles, no es de extraar que mucha de la
expansin colonial se logr gracias a la participacin de indios amigos en las expediciones militares de conquista y consolidacin del territorio explorado. Por ejemplo, para la conquista de Chile Almagro pudo empear en la empresa la participacin de 1.500 espaoles, que hizo acompaar y secundar por lenguaraces y millares de portadores encadenados, custodiados por indios sometidos y esclavos negros, pero si de esa manera pudo superar diez veces la importancia numrica de la expedicin reunida por Pizarro para descender al Per desde Panam, fue porque haba amasado una colosal fortuna2. Acostumbrados a repartirse el botn, a los conquistadores les pareci natural transformarse en amos, encomenderos, mayordomos, capataces de indios y corregidores, y ejercer el mando sobre los naturales sin contemplaciones y a menudo en desacato de leyes y reglamentos dictados en la metrpolis. Los jefes expedicionarios se convirtieron en terratenientes que ejercitaron un poder seorial remedando la tradicin feudal, con autoridad para gobernar a los indios "encomendados" a su cuidado, de quienes exigan trabajo y tributo en especie. Su manera de ser y obrar, entre autoritaria y paternalista, prepar el advenimiento de los futuros caudillos provincianos. Nunca llegaron a asegurarse la posesin hereditaria de sus dominios e indios durante ms de dos, tres o cuatro generaciones, pues a ello se opusieron las leyes de Indias y las prdicas de los misioneros, poco favorables a que persistieran sin trabas de ninguna especie los poderes de esos vasallos del Rey, afianzados por una justicia expeditiva y exacciones y servicios personales.
Pierre Chaunu: Sville et lAtlantique (1504-1650), tomo VII, 1: Les structures: Structures gographiques (Pars, SEVPEN, 1959), pgs. 136-144.
Faltaban sobre todo mujeres espaolas3. Carlos V prohibi que acompaaran a los conquistadores, pero luego insisti, al comienzo de la etapa de colonizacin, en que se facilitara la reunin de los hombres casados con sus esposas, hasta obligndolos a que volviesen a Espaa a buscarlas dentro de un plazo de tres aos, y en que se impidiera en lo sucesivo la separacin de las familias ya constituidas, para lo cual los hombres casados pudieron transportar sin cargo a sus esposas e hijos y gozaron de rebajas aduaneras para el flete de sus muebles, herramientas y efectos personales, adems de que tuvieron preferencia en el reparto de tierras. Eso era necesario para poder contar con buenos pobladores y vecinos autnticamente arraigados, con alicientes para perpetuarse, edificar, plantar, criar y sembrar, y capaces de dar un buen ejemplo a los naturales y de contribuir a su conversin al cristianismo. Como no haba suficientes mujeres blancas, practicaron el concubinato con las indgenas y ms tarde con las esclavas negras. Por ejemplo, en el Paraguay, los espaoles, una vez superados aquellos tiempos en que, para evitar que los mataran y comieran, aceptaban tener lazos de sangre o de familia con caciques y capitanejos, se acostumbraron a convivir con los indgenas que habitaban cerca de Asuncin y otros poblados, y no vacilaron en
Entre 1509 y 1538 la proporcin de mujeres emigrantes no excedi del 10 por ciento, y, contrariamente a lo que sucedi en el Per, donde lleg a haber abundancia de mujeres solteras (hasta el punto de que no lograban casarse por falta de recursos suficientes para constituir las dotes exigidas y, por otra parte, se gest la fundacin de conventos de monjas para que no estuvieran expuestas a perniciosas influencias), fue muy escaso el nmero total de ellas que pudo instalarse en la regin del ro de la Plata. A Pedro de Mendoza slo lo acompaaron ocho mujeres y, entre ellas, apenas cinco solteras; a Alvar Nuez Cabeza de Vaca, solamente tres; los Sanabria, padre e hijo, fracasaron en su misin de llevar familias espaolas; Juan de Salazar no pudo transportar ms de 40 mujeres y nios; Jaime Rasquin hizo lo que pudo, infructuosamente, para persuadir a la Corona de que, pese al fracaso en 1537 de su intento de conseguir suficientes colonos con que fundar nuevas poblaciones en lo que iba a ser una gobernacin separada, a su cargo, entre el Paraguay y la costa del Atlntico, era preciso mandar al ro de la Plata por lo menos mil personas entre matrimonios, mujeres solteras, religiosos, mineros, carpinteros, cerrajeros y gente de otros oficios; Ortiz de Zrate pudo llevar slo 32 mujeres en 1571 y 70 en 1572, entre casadas, viudas y solteras.
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disponer de diez, veinte o cien mujeres a la vez en ese nuevo paraso de Mahoma que surgi en la regin gracias a la prctica de la poligamia Era mucho ms fcil obtener la expatriacin de hombres solteros o sin sus familias y enlistar soldados en lugar de colonos, aun cuando las autoridades estuvieran dispuestas a autorizar la partida de categoras prohibidas (como cristianos nuevos o sea los conversos - y moriscos); pese a una propaganda oficial ms que elogiosa acerca de las perspectivas que podan abrirse a los emigrantes en el ro de la Plata, ese destino no seduca a los peninsulares, ni siquiera cuando se propici la trasplantacin de poblaciones andaluzas enteras, y tampoco interesaba mucho a los canarios4. II. La poblacin indgena durante la colonizacin Dejando de lado el poblamiento primitivo del Alto Per y de Chile, numricamente mucho ms importante, la poblacin indgena total del resto del territorio probablemente no excedi de unos 200.000-250.000 indios. Todo indica que en las regiones central y noroeste, aunque numerosa al principio, esa poblacin merm de manera progresiva en el curso del siglo XVII a raz de epidemias, persecuciones, matanzas, insurrecciones, enfermedades relacionadas con el trabajo, migraciones forzosas al Alto Per o a Chile5, desarraigos en masa, y el
A pesar de que un estatuto sobre limpieza de sangre impeda que viajara a Amrica cualquier persona juda, descendiente de un judo quemado por la Inquisicin, reconciliado o sambenitado, parece que pudieron hacerlo con menos dificultad las que decidieron venir al Ro de la Plata. Aparentemente no se examinaba mucho su pasado familiar, no se exiga prueba de nacionalidad y era relativamente fcil comprar o falsificar una licencia para viajar. Jos Torre Revello: La sociedad colonial (Buenos Aires, 1970), citado por Jorge Lanata: Argentinos, tomo 1: Desde Pedro de Mendoza hasta la Argentina del Centenario (Buenos Aires, Ediciones B, 2003), pg. 83. Los encomenderos de la regin cuyana, como los de Crdoba y Tucumn, trasladaban a Chile indios que dependan de ellos y los alquilaban como mano de obra para las minas de oro o plata. Ese es uno de los motivos de la progresiva despoblacin de la comunidad huarpe. Vase Osvaldo Barsky y Jorge Gelman:
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alejamiento de muchos varones jvenes obligados a trabajar en las minas. El nmero de indios repartidos en encomiendas no parece haber sido considerable. Segn cronistas de la poca, en toda la gobernacin del Tucumn no hubo ms de 28.000 en 1582, 56.500 en 1596 y 24.296 en 1607. En 1611, despus de una misin de inspeccin por el Paraguay, el litoral y el Tucumn, el oidor Francisco de Alfaro, bien asesorado por Diego de Torres y otros jesuitas, dict en Asuncin 130 ordenanzas en favor de los indios de la Gobernacin del Ro de la Plata, que al ao siguiente se extendieron, con algunas modificaciones destinadas a hacerlas menos rigurosas, a la Gobernacin del Tucumn. Es evidente que no bastaban las medidas tomadas por Irala, Alvar Nuez Cabeza de Vaca, Gonzalo de Abreu, Ramrez de Velazco y Hernandarias, pues seguan los abusos y la situacin de los indios no haba mejorado sustancialmente; por eso, Alfaro prohibi la esclavitud y la prestacin obligatoria de servicios personales por tiempo indeterminado, salvo que fuera por cortos perodos cada ao y en substitucin del pago de un tributo de monto fijo, modific el rgimen de encomiendas y eximi a las mujeres, los hombres de edad mayor a los cincuenta aos y los jvenes de menos de dieciocho aos, a los que tambin liber de la obligacin fiscal, y decret que los indios, incluso los prisioneros de guerra o cautivos en total dependencia de los encomenderos, deban vivir en reducciones, con iglesia, cabildo y autoridades propias. Esas ordenanzas aliviaron algo la situacin de los indios, pero no lograron sustraerlos, ni en todas partes ni de igual manera, de los malos tratos, los abusos inherentes al sistema de encomiendas y la disrupcin de la vida tribal y familiar. Mediante sucesivas reformas posteriores se impusieron algunas mejoras notables, sobre todo en lo que concierne al nmero de das de trabajo que podan exigirse y su remuneracin, as como respecto de los censos de poblacin para determinar cuantos indgenas deban
Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta fines del siglo XX (Buenos Aires, Grijalbo, 2001), pg. 37.
tributar y cul sera el monto de la capitacin; no obstante, los indgenas no se libraron de las exacciones de colonos, encomenderos y corregidores y su condicin slo fue relativamente aceptable en las reducciones creadas por los jesuitas, como se ver ms adelante. La aplicacin de la poltica real en pro de la proteccin de los indios nunca fue homognea; dependi en mucho de la calidad de los gobernantes y de la medida en que consideraron que era preciso y factible adaptarla a circunstancias especiales, sea porque algunos cedan ante influencias corruptoras, no disponan de suficiente informacin o autoridad para exigir su acatamiento por las autoridades locales, o tenan inters directo en no mejorar las condiciones en vigor, o porque debieron tomar en cuenta otros factores objetivos, como ser los distintos hbitos y necesidades de la poblacin cristiana de diversos municipios urbanos y rurales, las caractersticas del comercio y la produccin regionales, y el grado de belicosidad, sometimiento y sedentarizacin de los indios. Las reformas de Alfaro fueron muy resistidas por los colonos, desde antao acostumbrados a desacatar las leyes, reglamentos e instrucciones oficiales cuando su aplicacin resultaba perjudicial para sus intereses. En el Paraguay, como en la gobernacin del Tucumn, fue conspicua la oposicin a la aplicacin de cdulas reales y ordenanzas destinadas a suavizar las condiciones a que estaban sometidos los indios y a liberarlos de la sujecin continua al trabajo personal en las encomiendas, aduciendo que los indgenas vivan mejor cuando estaban sujetos a aquel rgimen que cuando slo estaban obligados a pagar tributo o a prestar servicio al encomendero durante un tercio del ao. Hasta las mismas autoridades eclesisticas sostuvieron pareceres de esa ndole, argumentando que los indios eran ms pobres todava cuanto ms libertad se les daba, pues no velaban por su propio sustento, y vivan entregados a perpetuas borracheras, idolatras, muertes y otros graves delitos (como sostuvo Trejo y Sanabria, obispo de Crdoba, que era hermano de Hernandarias).
III. Importacin de esclavos africanos La fuerza de trabajo indgena comenzaba a disminuir debido a las penosas condiciones en que trabajaban los indios en las minas y las plantaciones y a las enfermedades que diezmaban ciertas tribus. Entre las consecuencias de las reformas ordenadas por Alfaro para mejorar la condicin de los indios y evitar su excesiva explotacin, desgraciadamente poco aplicadas por los colonos, cabe mencionar no slo la fuga de muchos indios, seguida por una poltica ms represiva, sino tambin una progresiva disposicin a reemplazar la mano de obra autctona por esclavos africanos. Adems, en ciertas regiones los colonos tropezaban con gran resistencia de las tribus insumisas o escaseaban los naturales sometidos, lo que limitaba el nmero que poda adjudicarse a los encomenderos; por otra parte, stos no eran tantos - en la gobernacin del Tucumn, eran slo 335 en 1607, es decir 182 ms que en 1582 - despreciaban o no conocan bien las faenas que deban realizar los indios, cuya indolencia reprochaban, y preferan llevar vida de seores de alto rango, de modo que les atrajo la posibilidad de disponer de capataces y mayordomos, escogidos entre blancos y mestizos ms pobres que ellos, y auxiliares y peones negros. Desde el Tucumn, el obispo Francisco de Vitoria fue uno de los primeros dignatarios que, habiendo hecho fortuna gracias a los 20.000 indios de que dispuso, que no pagaban tributo, y al aprovechamiento en beneficio personal del diezmo y de las multas que cobraba en metlico a los pecadores, decidi ampliar sus ganancias dedicndose desde 1587 al contrabando (sobre todo en forma de exportaciones ilcitas de plata), al comercio y al trfico negrero con el Brasil. Sin embargo, el primer convenio o asiento sobre comercio de esclavos es el que firm la Corona espaola en 1595 con el negrero portugus Pedro Gomes Reinel. Fue encargado de introducir 4.850 esclavos por ao en Amrica espaola (600 de los cuales por el ro de la Plata).
Pese al afn con que el gobernador Hernandarias persigui ostensiblemente a los contrabandistas, la introduccin ilcita de esclavos fue numricamente ms importante que la que se autoriz durante ciertos perodos. Si entre 1597 y 1607 ingresaron por Buenos Aires 5.670 esclavos, en el perodo 1606-1625 llegaron del Brasil unos 12.800, la gran mayora sin autorizacin. Si fuese verdad lo que afirm en 1623 Diego de Torres, antiguo provincial jesuita, el nmero de esclavos importados por va de Buenos Aires no bajaba de 1.500 por ao. Los registros oficiales para los aos 1595 a 1680 revelan el ingreso de 22.892 esclavos por el puerto de Buenos Aires, pero el nmero total debe haber sido mucho mayor6. Cabe suponer que, con el acrecentamiento de la demanda, la introduccin de esclavos por esa va se convirti en un negocio muy lucrativo. Cuando Portugal logr poner trmino a su unin con Espaa en 1640, el trfico ilcito recrudeci y en los dos o tres decenios posteriores Buenos Aires nunca acogi y puso en venta tantos esclavos como cuando dej de recibirlos por conducto oficial. Durante el reino de los Borbones aument la importacin de esclavos. Desde la primera mitad del siglo XVIII, el trfico negrero estuvo consecutivamente en manos de tres compaas, la Real de Guinea (francesa), la inglesa de los Mares del Sur y una que cre el propio Gobierno espaol. Los negreros franceses fueron los primeros en instalarse en Buenos Aires; hicieron entrar unos 6.300 esclavos desde 1701 hasta 1713. En virtud de los tratados de Utrecht, que pusieron fin a la guerra de Sucesin y debilitaron muchsimo a Espaa y Francia, los ingleses pudieron desplazar a los franceses del comercio con Amrica e imponer nuevas condiciones a Espaa. Una de ellas fue la firma del tratado de Asiento. Gracias a ste la Corona de Inglaterra iba a ejercer el monopolio negrero por intermedio de la Compaa de los Mares del
Las cifras que se citan en este prrafo son las que recogi George Reid Andrews: The Afro-Argentines of Buenos Aires, 1800-1900 (Madison, Wisconsin. University of Wisconsin Press, 1980), pg. 24, basndose en datos de la seora Elena Scheuss de Studer: La trata de negros en el Ro de la Plata durante el siglo XVIII (Buenos Aires, 1958) y de Jos Torre Revello: La sociedad colonial, op. cit.
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Sur, a la que vendi el derecho de explotacin. Conforme a los trminos del tratado, la Compaa pudo dedicarse durante treinta aos a la trata de negros en Amrica espaola y a enviar navos de permiso a comerciar en los puertos americanos, incluso Buenos Aires. Se previ la introduccin, por puertos a la eleccin de la Compaa, de 144.000 negros, a razn de 4.800 por ao; 1.200 se destinaran a Buenos Aires (800 para ese puerto y otros 400 para la venta en Chile y el interior); tambin poda enviarse cada ao un navo de permiso, de 500 a 600 toneladas, cargado de mercaderas autorizadas. De este modo, Inglaterra logr abrirse una entrada ms directa en el ro de la Plata que la que le ofreca su socio portugus por la Colonia del Sacramento. El asiento negrero ingls en Buenos Aires funcion entre los aos 1715 y 1750, con interrupciones ms o menos cortas debidos a nuevos conflictos con Inglaterra, y por su intermedio ingresaron por el ro de la Plata unos 18.400 esclavos, de los cuales muchos fueron enviados al interior. Durante ese perodo, Buenos Aires lleg a ser la segunda plaza en orden de importancia entre las que se habilitaron en Amrica, a pesar de la competencia que hacan a la Compaa los contrabandistas portugueses, y adems provey a Chile y el Alto y Bajo Per de unos 7.800 esclavos. Los ingleses de la Compaa de los Mares del Sur pudieron sembrar trigo y maz en terrenos de la Real Hacienda, acompaar las caravanas de esclavos que remontaban hacia el norte, y hacer entradas [vaqueras], parar rodeos y traer todo el ganado orejano que necesitasen para carnear, pero deban entregar el cuero. No obstante, la Compaa tambin logr abastecerse de cueros: 45.000 en 1715, 40.000 en 1718 y 60.000 en 1724. Gracias al comercio relacionado con el asiento, la cantidad de cueros exportados lleg a ser de 380.000 unidades en 17337. Entre 1742 y 1806 llegaron al ro de la Plata, si se creen las cifras de los registros, 12.475 esclavos del Brasil y
Jonathan C. Brown: A socieconomic history of Argentina., 1776-1860 (Cambridge, Cambridge University Press, 1979), pg. 25.
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13.460 de frica (en orden de importancia, de frica Oriental, de frica Occidental, del Congo y Angola y de otros territorios). Unos treinta aos despus de que cesaron las operaciones autorizadas a los ingleses inici sus actividades de armador de barcos negreros el famoso empresario andaluz Toms Antonio Romero (a quien me refiero ms extensamente en el captulo 6); entre 1792 y 1803 este traficante realiz cuantiosas inversiones para comprar y vender un total de 7.733 esclavos (muchos procedentes de Africa pero por lo menos 18 por ciento del Brasil) con un saldo favorable para l del orden de 555.000 pesos6. Traerlos del Brasil era ventajoso porque se combinaba el trfico negrero con el contrabando de mercancas. De hecho, los contrabandistas portugueses prosiguieron la trata de negros sin prestar mucha atencin al monopolio ejercido por franceses, ingleses o espaoles; por eso, las cifras totales que se mencionan acerca del ingreso de esclavos negros quiz subestimen el verdadero nmero. Adems, conviene mencionar que cada vez que los ingleses tuvieron que interrumpir las operaciones mercantiles autorizadas en Buenos Aires en virtud del Tratado de Asiento, les result muy fcil proseguirlas desde Colonia. De una manera u otra, el contrabando ingls lleg a representar un valor anual de 200.000 libras esterlinas7. Se calcula que a fines del siglo XVIII, el 45 por ciento de la poblacin del Tucumn era de origen esclavo africano8. Para dar una idea cabal de la importancia que tuvo ese influjo racial bastar con sealar que, hacia 1776, en la gobernacin del Tucumn se censaron ms negros, mulatos y zambos que indios; la suma de ambas categoras era, por lo general, muy superior a la de los vecinos espaoles y sus familias. En Crdoba, donde residan la gran mayora de los espaoles y criollos (18.250), haba ms de 6.000 esclavos y unos 11.000 libertos, y en Tucumn el total de ambos grupos de origen africano
Hugo Ral Galmarini: Los negocios del poder. Reforma y crisis del Estado, 1776-1826 (Buenos Aires, Corregidor, 2000), pgs. 92-93. 7 Brown, op. cit., pg. 26.
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frisaba las 18.000 personas9. En el litoral aument el nmero de esclavos y, en general, de gente de color, en parte debido a la escasez de mano de obra agrcola: en Buenos Aires su proporcin subi del 16,5 al 30 por ciento entre 1744 y 1807. IV. Mestizos y mulatos De las uniones de espaoles e "hijos de la tierra" con la poblacin amerindia y esclavos africanos fueron surgiendo nuevas generaciones caracterizadas por diversos tipos de mestizaje, crendose as castas estratificadas, a menudo separadas por distinciones sociales y culturales, adems de diferencias de ingresos muy marcadas, que durante muchsimo tiempo no gozaron de ninguna igualdad de derechos u oportunidades. En todas partes hubo mestizos y mulatos. Ni stos ni los espaoles o los negros estuvieron autorizados a vivir en los pueblos reservados a los indios, aunque ese aislamiento forzoso no fue de estricto cumplimiento; se dijo que era para prevenir ataques de los indgenas y estar en mejores condiciones de asegurar su evangelizacin y es probable que, para mejor proteger a sus pupilos, fueron los jesuitas los que ms hicieron para impedir la entrada de gente extraa en las reducciones. Fuera de ellas, el rgimen de castas se fue acentuando con el tiempo y mestizos y mulatos siguieron siendo vctimas de su inferioridad jurdica frente a los blancos. En los siglos XVI y XVII estuvo prohibido que mestizos y mulatos llevaran armas o fueran reclutados para prestar servicios en los presidios fortificados, pero a veces pudieron ingresar en las milicias, a condicin de constituir unidades separadas, sobre todo despus de la guerra de
Roberto Levillier: Conquista y organizacin del Tucumn., en Historia de la Nacin Argentina, tomo III: Colonizacin y organizacin de Hispano Amrica, pg. 298.
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los Siete Aos cuando hubo que disponer de ms tropas con fines defensivos. Durante mucho tiempo, los mestizos estuvieron exentos de pagar tributos, pero ms de una vez, sobre todo en el Paraguay y en Chile, las autoridades intentaron reclamarles una tributacin, extensiva a negros y mulatos, y cuando fallaron en ese intento pretendieron exigirles una contribucin militar que no era otra cosa que un impuesto per cpita. La prueba de la pureza de sangre obr durante mucho tiempo en perjuicio de mestizos y mulatos, lo mismo que la desconfianza y el menosprecio que se les manifestaba, sobre todo si eran hijos ilegtimos. Todas las rdenes religiosas prefirieron no darles cabida en su seno, pero desde 1588 pudieron ser ordenados sacerdotes, siempre y cuando se hubiera determinado que eran bien instruidos, hbiles y capaces, e hijos de matrimonios legtimos. No podan ser encomenderos o poseer indios de alguna otra manera, En casos excepcionales, los hijos ilegtimos de encomenderos fueron recompensados por su actuacin en guerras justas, como la que se lanz en Chile contra los araucanos, y pudieron suceder a sus padres a condicin de que stos no tuvieran descendencia legtima. Las funciones de cacique, protector o corregidor de indios les estaban vedadas y tampoco podan ser regidores. El acceso a cargos oficiales fue particularmente difcil mientras la Corona no necesit ampliar y elevar sus recaudaciones; entonces se permiti, contra el pago de sumas que variaban entre 5.500 y 33.000 reales segn la gravedad del pecado reprochado a los padres, la legitimacin de mestizos y mulatos nacidos fuera del matrimonio, gracias a lo cual cierto nmero de ellos pudieron ejercer funciones tan codiciadas como las de escribano pblico o notario. Pero los estatutos de universidades y colegios entorpecieron el ingreso a profesiones liberales mediante clusulas de exclusin: la de los mestizos en la Universidad de San Marcos y, en el Real Colegio de San Carlos, la de toda persona cuyo nacimiento se reputase ilegtimo, o que, siendo hijo legtimo, no pudiera demostrar que descenda de cristianos viejos y
estaba limpia de toda mcula y raza de moros, judos y negros (en ese colegio, pudieron ingresar becarios indios u mestizos desde 1783). En todo esto, as como para la admisin a cargos judiciales o de gobierno, primaba el criterio de la pureza de sangre, suavizado por cierta disposicin a no rechazar sistemticamente a los descendientes de indios. A los menores se les impeda concurrir a las aulas junto a los hijos de espaoles o acudir en compaa de stos a los actos pblicos; tampoco podan ser aprendices a menos de que la formacin profesional se les impartiese por separado. Cuando se constituyeron los primeros gremios de artesanos, fueron excluidos de muchos de ellos. Desde el siglo XVI existi una sociedad estratificada en que las diferencias de sangre y de situacin socioeconmica bastaban para marginar a criollos, mestizos y mulatos descendientes de blancos, indios y negros en diversos grados. En cambio, en diversas oportunidades, pero en pequea escala, para congraciarse con la aristocracia indgena fue promovida la educacin de indios de alta condicin Esas jerarquas, aunque se pudo pasar de un estamento a otro, pero apenas de un peldao al siguiente, contra la compra del derecho de admisin a un grupo de sangre distinto, crearon fracturas y resentimientos, y hubo una categora de gente malquerida, apartada de la poblacin decente que la consideraba indolente, rebelde e irrecuperable, que vivi al margen de la sociedad y fue engrosando las filas de una peonada errante, sin empleo fijo, y de las gavillas dedicadas a la matanza de ganado salvaje, el robo de hacienda y el contrabando, a menudo en compaa de indios indciles como ellos. Por su parte, los criollos de buena familia se sintieron postergados, pero tardaron en bregar en favor de que se reconociera su igualdad con los peninsulares y slo una minora tuvo acceso a posiciones sociales ventajosas, gracias a la instruccin que recibieron, a la situacin socioeconmica de sus padres y a la posibilidad de estudiar en universidades como las de Charcas, Lima, Santiago de Chile, Crdoba y
Espaa (antes de que pudieran hacerlo en Buenos Aires). Pero eso ocurri ms tarde y lleg a constituir un fenmeno determinante recin en las postrimeras del siglo XVIII. V. Portugueses Algo distinto es el caso de los pobladores portugueses. Siempre fueron objeto de recelo, quizs ms por envidia pues siempre fueron mejores comerciantes y artesanos que los espaoles que en razn de su nacionalidad. Muchos de ellos se hicieron sospechosos de connivencias con sus compatriotas del Brasil, o de que pese a su condicin de conversos todava practicaran su antigua religin, pues la proporcin de portugueses judaizantes se acentu con el tiempo a medida que arreciaban las persecuciones de la Inquisicin portuguesa o del Santo Oficio de Lima. No obstante, la poblacin de origen portugus, cualquiera que fuese su verdadero credo, se fue arraigando en las ciudades, pese a las medidas que de cuando en cuando se intentaron con objeto de expulsarles, desplazarles o desarmarles, y buen nmero de familias argentinas descienden de los matrimonios que contrajeron esos portugueses con hombres o mujeres descendientes de los primeros conquistadores y colonos espaoles10.
A este respecto, vase Boleslao Lewin: Cmo fue la inmigracin juda en la Argentina (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1983).
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Captulo 3. Produccin y comercio: de la cra de mulas al negocio de cueros _________________________________________ I. El descubrimiento de las minas de plata de Potos y su influencia sobre el desarrollo de la produccin, el comercio y el contrabando Lo que aceler el desarrollo de los asentamientos espaoles en el noroeste argentino fue el descubrimiento en 1545, en el Cerro de Potos, de la veta aurfera ms importante de todas las encontradas en la provincia de Charcas. Apenas comenz a extraerse plata del Cerro, tambin hubo que beneficiarla en un sinnmero de ingenios y transformarla en monedas, barras y objetos. Adems, fue preciso conseguir suficiente mano de obra indgena para la explotacin intensiva de la mina, asegurar el transporte y procurar el abastecimiento regular de la ciudad de Potos. Para mantener y desarrollar toda esa actividad se recurri al trabajo forzoso (la"mita") de miles de indgenas reclutados en muchas parcialidades del Alto Per, y no pocos de lo que es hoy el noroeste de la Argentina. Se haba organizado el reclutamiento obligatorio de manera que las comunidades proveedoras de mano de obra mantuvieran un flujo ininterrumpido de trabajadores, pues despus de una semana de labor agobiadora estaba prevista la concesin de dos semanas intermedias de descanso, y esto contribua a que el vaivn de mitayos fuera incesante. Los mineros indgenas -cuyo nmero fue 81.000 al principio, 40.000 en 1633 y 10.600 en 1683trabajaban en tres turnos; muchsimos murieron en los socavones. Todo esto provoc el crecimiento vertiginoso de la ciudad de Potos, que se convirti en una de las ciudades ms opulentas de Amrica. Su poblacin creci rpidamente (de 3.000 habitantes en 1543 a casi 160.000 en 1650, de los cuales unos 30.000 eran espaoles; representaban el 10 por ciento de toda la poblacin peninsular radicada en Amrica y su ncleo ms poderoso haca gala de gran
riqueza y boato), antes de que declinara radicalmente la minera en el siglo XVIII a causa de la imperfeccin de las tcnicas y equipos de extraccin1, el empobrecimiento de los metales del Cerro, el decaimiento de la produccin de azogue en Huancavelica y el elevado costo de traer mercurio de Almadn, de Alemania o de China. La produccin aurfera peruana represent el 65 por ciento del total americano y las exportaciones lcitas llegaron a niveles muy altos entre 1580 y 1620, cuando ms falta hacan en Espaa, en pleno apogeo de su imperialismo, y en el resto de Europa, ansiosa de disponer de monedas de plata. Con el tiempo la produccin baj de 70 a 40 toneladas por ao. Se aprovecharon entonces todas las posibilidades de comercio interno, pero tambin de contrabando, facilitadas por distintas maniobras, con objeto de desviar plata acuada y en lingotes fuera del circuito obligatorio impuesto por los reglamentos de la Casa de Contratacin, es decir el de la ruta por Lima, Portobelo, Cartagena, Cdiz y Sevilla.. En Potos, todo indica que fueron artesanos flamencos los que ms hicieron para sacar plata clandestinamente con la complicidad de trabajadores indgenas. Aunque no se conoce exactamente cmo estaba organizado el trfico, parece indudable que entre 1587 y 1625, por lo menos, la sangra se produjo por tres rutas: la ms difcil llevaba a Asuncin - explorada en sentido inverso desde los tiempos de Irala (ya vimos que tambin Hernandarias se preocup de abrir esa va - y desde ah atravesaba hasta San Vicente, Iguap o Cananea; la segunda bajaba desde Asuncin por los ros Paraguay y Paran hasta Buenos Aires, y la ms importante y menos expuesta era la que vinculaba esa ltima ciudad con Potos, pasando por Crdoba, Tucumn, Salta y Jujuy, es decir, aprovechando el camino trazado para la exportacin de los productos de la gobernacin del
Al principio, la plata se separaba rudimentariamente del mineral mediante el procedimiento de fundicin en hornos (huairas); recin en 1571 se adopt el procedimiento de amalgama con mercurio aplicado en Mxico desde 1557, lo que permiti multiplicar la produccin. Haba mercurio en el Per, en Huancavelica, y pudieron extraerse 30.459 toneladas entre 1561 y 1700, de las que se consumieron en Potos ms del 75 por ciento (el resto se exportaba a Nueva Espaa).
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Tucumn hacia el Alto Per. Es probable que el obispo Vitoria, de quien ya se habl en el captulo 2, haya aprovechado muy bien la tercera ruta, su prestigio eclesistico y sus relaciones en el Brasil. Ese trfico desembocaba en el Brasil, de donde la plata pasaba a Lisboa, placa giratoria de un comercio animado por judos conversos, casi siempre portugueses, desde Lima y la regin del ro de la Plata hasta msterdam y Londres, centros interesados en impulsar la venta de manufacturas textiles y la introduccin de esclavos africanos. Casi el 25 por ciento de la plata de Potos fue desviada as del circuito obligatorio para las exportaciones del Per2. No era plata el nico artculo objeto de contrabando. Ya comenzaban a venderse cueros y otros productos a cambio de mercaderas inexistentes en el Ro de la Plata debido al alto precio que costaba hacerlas venir por la ruta obligada del Pacfico y del que se beneficiaban sucesivos intermediarios. La introduccin clandestina de esclavos africanos nunca pudo suprimirse totalmente. A pesar de la insistencia con que los comerciantes monopolistas limeos trataron de lograr que se prohibiera a Buenos Aires comerciar con el Brasil, slo consiguieron que se cerrara el puerto durante cierto tiempo. Los contrabandistas gozaban de apoyo poltico, incluso en la Corte espaola. Adems, gracias a las autorizaciones especiales que concedan para que pudiesen atracar barcos extranjeros, muchos gobernadores del Ro de la Plata hicieron fortuna encubriendo el contrabando.
Luis Alberto Romero: "La lucha por el puerto", en Jos Luis Romero y Luis Alberto Romero (directores): Buenos Aires. Historia de cuatro siglos, tomo 1: Desde la Conquista hasta la Ciudad Patricia (Buenos Aires, Altamira, segunda edicin ampliada y actualizada, 2000), pgs. 62-64. Vase tambin John R. Fisher: The economic aspects of Spanish imperialism in America, 1492-1810 (Liverpool, Liverpool University Press, 1997), pg. 108, en la que cita a Nicholas Cushner: Lords of the land: Sugar, wine, and Jesuit estates of coastal Peru, 1600-1767 (Albany, State University of New York Press, 1980).
Hacia 1610, comerciantes como Juan de Vergara y Diego de Vega3 se hicieron ricos adquiriendo los esclavos y las mercaderas que ellos mismos haban hecho llegar a bordo de veleros "en dificultades" cuya entrada denunciaban para lograr que esa carga se subastara en provecho propio. Haban constituido una asociacin ilcita llamada El
Vergara inverta sus ganancias en el campo; posea 38 estancias, con una superficie total de casi cien leguas cuadradas, y tena muchos esclavos. Diego de Vega, que era de ascendencia judo-portuguesa, haba sucedido a un compatriota en calidad de jefe de una gran banda de contrabandistas. En sus propiedades al borde del ro reciba esclavos y mercaderas y era tal su poder que hasta tena agentes en Europa, Amrica del Sur y Angola. Valdez lleg a ser el ms importante contrabandista porteo y el que cont con ms respaldos gubernamentales.
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Cuadriltero, de la que formaba parte Simn de Valdez, el tesorero de la Hacienda Real; tenan respaldo legal hasta en Espaa, y se dedicaban a la trata de negros y al contrabando en gran escala; tambin abrieron un casino donde adems de juegos de azar haba mujeres dispuestas a entretener a los parroquianos. Hernandarias quiso poner trmino a su actividad, les inici un juicio interminable que no dio resultado por falta de testigos y pruebas, y eran tantos los defensores y los partidarios de los imputados que acab daando su propia reputacin. Espaa decidi impedir en 1625 que el puerto de Buenos Aires siguiera empeado en operaciones de importacin y exportacin, a raz de lo cual prosper nuevamente el comercio ilcito, ms de una vez con la connivencia de las autoridades4. As, tanto Diego de Gngora como Francisco de Cspedes, Pedro Esteban Dvila, Jacinto de Lriz y Pedro de Baigorri, que se contaron entre los sucesores de Hernandarias entre 1618 y 1660, estuvieron comprometidos en negocios clandestinos, por lo menos debido a las autorizaciones que concedan para que pudieran efectuarse arribadas forzosas, una manera harto simple de simular averas o problemas de navegacin para hacer entrar contrabando (Gngora organiz su propio contrabando desde antes de llegar al ro de la Plata; Baigorri toler hasta 27 desembarcos de ese tipo). Ms tarde, en 1660, el gobernador Alonso de Mercado y Villacorta hizo entrar negros esclavos y mercancas trados por un navo holands, a cambio de la entrega de 20.000 cueros de toro, 10.000 libras de lana de vicua, 30.000 pesos plata, y vveres. No es extrao, pues, que los emprendedores vecinos de Buenos Aires, y muchos del interior, preferan gobernadores deshonestos a otros tan incorruptibles y celosos en el cumplimiento de sus deberes como Hernandarias de Saavedra, Cueva y Benavides, Jernimo Lus de Cabrera (nieto del fundador de Crdoba), Martnez
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Fue el gobernador Jos Martnez de Salazar quien solicit en 1664 la apertura comercial del puerto de Buenos Aires para que los vecinos no recurriesen al expediente de contrabandear.
de Salazar, Robles y Prado Maldonado, para no citar sino a los que actuaron antes de 17005. En el curso del siglo XVIII volvieron a producirse muchos casos de corrupcin administrativa a los ms altos niveles, y tambin se acentu el comercio ilcito practicado por comerciantes, armadores y capitanes de barcos, hacendados, jesuitas y gavillas de paisanos e indios. II. Los comienzos de la ganadera y la agricultura A la regin del ro de la Plata, los primeros caballos, cerdos y cabras llegaron con Mendoza en 1536, y una parte de los rebaos parti para el litoral y Asuncin con Ayolas e Irala, mientras que los caballos huan hacia la pampa. Alvar Nez de Vaca trajo ms montas desde la costa del Brasil en 1542; con esos animales, ms los que sobrevivieron y se multiplicaron despus de la primera fundacin de Buenos Aires por Mendoza, y los que llegaron del Alto Per acompaando las expediciones de Diego de Rojas y Nuez de Prado entre 1542 y 1550, comenz a acrecentarse el ganado equino en la primera mitad del siglo XVI. Felipe de Cceres trajo ms vacunos desde Santa Cruz de la Sierra en 1558. En su marcha hacia el noroeste Prez de Zurita introdujo otros desde La Serena. Al Paraguay llegaron del Alto Per ovejas que trajo Nuflo de Chaves en 1550 y vacas que los hermanos Goes condujeron desde las cercanas de la isla Santa Catalina hasta Asuncin en 1555; de all se extendieron hacia el Guair, la regin del Tape, la Banda Oriental, la mesopotamia y Buenos Aires, donde tambin se propagaron a raz de la multiplicacin del ganado trado con motivo de la fundacin de distintos asentamientos y, ms tarde, debido a la evacuacin de diversos poblados y la imposibilidad de evitar que se dispersaran los animales
Flix Luna, op cit., pgs. 29-31, 46-47 y 51; Busaniche, op. cit., pg. 150; Thomas, op. cit., pg. 189, y Jos Torre Revello,Los gobernadores de Buenos Aires (1617-1777), en Historia de la Nacin Argentina (desde los orgenes hasta la organizacin definitiva en 1862), vol. III: Colonizacin y organizacin de Hispano Amrica. Adelantados y gobernadores del Ro de la Plata (Buenos Aires, El Ateneo, 1939), pgs. 327 y sigtes.
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cuando huan los pobladores ante la amenaza de tribus hostiles o de invasores portugueses. La cra de vacas, ovejas, cerdos y cabras se inici hacia 1555 gracias a sucesivas importaciones de estas especies. Con motivo de su designacin en calidad de adelantado, Ortiz de Zrate se comprometi en 1569 a traer doscientos labradores de Espaa y a importar por su cuenta 4.000 vacas, 300 yeguas, 400 ovejas y 500 cabras. De hecho, hizo traer 8.000 vacas por la ruta de Tarija, y otros hacendados altoperuanos parece que lo imitaron. Era tanto el ganado disponible aos ms tarde que en 1582 se arrearon casi 3.200 cabezas hacia el norte para facilitar la fundacin de Salta. En todo el noroeste, espaoles e indios se dedicaron a criar caballos, vacas, mulas, ovejas y puercos, y Jujuy pronto cont con una empresa de transporte a lomo de mula. En 1584 Juan Ramrez de Velazco hizo traer mucho ganado a la gobernacin del Tucumn. Trigo, cebada y avena fueron los primeros productos de la tierra que hicieron sembrar Gaboto en Corpus Christi y Mendoza en Buenos Aires, pero eso no impidi que los primeros pobladores padecieran hambre. En 1556, Hernn Meja Miraval llev de Coquimbo a Santiago del Estero6, junto con algn ganado, simientes de trigo y algodn y plantas de vid (que se desarrollaron mucho ms rpido en Cuyo a partir de 1584). En Crdoba pudo decir Sotelo Narvez en 1582: es tierra de grandes campias y muy hermosos pastos; producir mucho todo gnero de ganados, en especial ovejuno y vacuno... Van los cristianos poniendo vias y dnse bien...; cogen trigo, maz y cebadas y todas legumbres y otras semillas de Espaa... 7, la produccin de trigo cordobs permiti desarrollar la de harina, para lo cual se instalaron molinos que aprovechaban la fuerza hidrulica, por ejemplo gracias al agua lanzada por la
Hacia 1582, Santiago del Estero ya era preciada por sus uvas, duraznos, higos, melones, membrillos, granadas, ciruelas, peras, limones y naranjas, y por el trigo, la cebada, el maz, los garbanzos, las habas, los ajos y las cebollas cultivadas all.
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acequia municipal de la capital provincial, y en poco tiempo esa industria fue capaz de exportar. Persisti durante mucho tiempo la falta de inclinacin por los oficios, hasta el punto de que, a la serie de testimonios parecidos que pueden recogerse durante siglo y medio de colonizacin, en 1724 cabe mencionar el del padre jesuita Cayetano Cattaneo, quien le refiri a un hermano que eran los esclavos los nicos que en todas estas provincias sirven en las casas, labran los campos y trabajan en todos los dems ministerios Si no fuese por ellos, no se podra vivir porque ningn espaol por ms pobre que venga de Europa quiere reducirse a servir, sino que en cuanto llegan a las Indias, aunque no tengan con qu sustentarse, quieren echarlas de seor 8. A esto agregaba el obispo Ibad Illana en 1778 que incluso los peninsulares recin venidos de Espaa consideraban que era rebajarse emprender actividades manuales y preferan ser tenderos o pulperos, pese a que hubiese sido preferible que imitasen a los jesuitas, que tenan obrajes textiles, o a los portugueses, que no desdeaban oficios mecnicos9. Otro cronista jesuita Cardiel- coment que no abundaban ni los artesanos ni los mercaderes. Pero viene un grumete, calafate, marinero, albail o carpintero de navo [y] comienza a trabajar... haciendo casas, barcos, carpinteando, aserrando...o metindose a tabernero;... ha juntado alguna plata: hace un viaje con yerba o gneros a Europa, a Chile o a Potos. Ya viene hombre de fortuna: vuelve a hacer otro viaje y ya a ese segundo lo vemos caballero, vestido de seda..., espadn y peluca10... Pese a la tradicional renuencia de los espaoles a dedicarse a la industria, en la zona central y en el noroeste hubo mayor diversidad agrcola y hasta industrial. Buena parte de la regin se convirti en poco tiempo en uno de los principales centros americanos de produccin algodonera: hasta finalizar el siglo XVI y principios del
8 Mario J. Buschiazzo (estudio preliminar, traduccin y notas de): Buenos Aires y Crdoba en 1729, segn cartas de los padres C. Cattaneo y C. Gervasoni S.J. (Buenos Aires, Compaa de Editoriales y Publicaciones Asociadas (CEPA), 1941. 9 Roberto Levillier: "Conquista y organizacin del Tucumn", pg. 297. 10 Citado por Jorge Lanata, pg. 65.
XVII, el algodn es el cimiento sobre el que descansan el comercio, la moneda, las encomiendas y toda la economa del Tucumn, afirm Coni. Dado que aument la demanda de tejidos, sobre todo en el Alto Per, algunos encomenderos de Santiago del Estero establecieron obrajes textiles donde al principio slo trabajaban indios y se hacan paos, sobrecamas, frazadas, sayales y bayetas, sombreros, cordobanes y artculos de suela, es decir artesanas comparables a las que se desarrollaron tambin en Tucumn. De los indgenas se aprendi a teir conforme a las usanzas de diversas tribus, extrayendo del algarrobo, del asusque, del atamisqui, del cardn, del espinillo, del molle o del mistol colores tan distintivos como el gris claro, el plomo azulado, el morado oscuro, el amarillo o el rosado. El lienzo de algodn serva de moneda, tasado en cuatro reales la vara, y en la principal ciudad minera del Alto Per se llegaron a vender productos de algodn por valor de 100.000 pesos plata anuales. Desde 1587 tambin pudieron exportarse al Brasil aprovechando el puerto de Buenos Aires. Sin embargo, la produccin de algodn decay por dos causas principales: la escasez de mano de obra indgena, provocada por la extincin progresiva de los indios, y la importancia que adquiri la demanda de lana de oveja. En Tucumn, donde se explotaron las maderas de cedros y nogales, se cont con buenos artesanos entre los indios de la zona, por lo que comenzaron a difundirse los oficios de carpintero, zapatero, cordonero, tejedor, soguero, tonelero, tornero, herrero y platero, y a construirse las primeras carretas desde 1596 (Mendoza fue otro centro donde se fabricaban carretas). Esos oficios se ejercan de manera itinerante, de un lugar a otro en funcin de la demanda, pero muchos artesanos especializados en el trabajo del cuero o en diversas operaciones textiles llegaron a tener sus propios talleres al cabo de cierto tiempo al servicio o en calidad de socios de encomenderos. A pesar de ser criollo, Hernandarias, varias veces gobernador de los territorios regidos desde Asuncin o
Buenos Aires, tena alto sentido de la responsabilidad que investa en nombre del rey y de los intereses que deba defender ante otras gobernaciones, y en 1604 fustig la prctica de ocultar metales preciosos en los sacos de harina enviados de Crdoba a Buenos Aires para compradores del Brasil, pues de esa manera los pequeos industriales cordobeses no slo competan con los del litoral, abasteciendo al puerto de harina de buena calidad y precio ms reducido, sino que sus operaciones de contrabando, por modestas que fueran, hacan peligrar el porvenir de Buenos Aires como puerto comercial habilitado por la Corona para determinados tipos de trfico legal. Los jesuitas, que llegaron a Crdoba en 1599, fundaron un colegio de su orden al ao siguiente y decidieron crear sus propias bases de abastecimiento para el consumo11.
Cuadro 2. Estancias cordobesas de los jesuitas
Estancias jesuticas en Crdoba Caroya Jess Mara Santa Catalina Alta Gracia La Candelaria Fechas de fundacin 1616 1618 1622 1643 1683
En su estancia de Alta Gracia (cedida a la Compaa de Jess por un heredero de Jernimo Luis de Cabrera que decidi ingresar en la Orden), que lleg a poseer ms de 4.500 kilmetros cuadrados, los jesuitas poseyeron no slo iglesia y residencias hechos de piedra, adobe y ladrillo, sino tambin talleres de tejedura y carpintera, una herrera, hornos de cal y ladrillos, un molino, depsitos, rancheros, corrales para distintas especies de animales, campos de pastoreo, trigales, maizales y huertos; adems, hicieron prosperar sistemas de riego, con acequias que desviaban
Ese colegio pronto tuvo un obraje textil con cinco telares, adems de talleres de reparacin de herramientas, carretas y otros carruajes; en la Huerta de Santa Ana, provista de pozo y acequias, se cultivaban unos 2.000 rboles frutales y se producan grandes cantidades de cebollas y sandas, y en los talleres del Colegio se fabricaban tejas.
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agua de un tajamar. En los ltimos cinco aos del siglo XVII, Alta Gracia produjo unas 36.500 varas de tejidos de distintas calidades, destinados a vestir a los jesuitas y novicios del Colegio de Crdoba y a los sacerdotes, mayordomos, indios y esclavos, con un excedente que se venda en el comercio12. En todo el territorio escaseaba el hierro. Crdoba, por ejemplo, necesitaba hierro para hacer clavos, tornillos y herrajes. Cuando se pudo impulsar la extraccin de metales y traer ms materia prima gracias al comercio con el Brasil, creci la manufactura de rejas, bocallaves, picaportes, veletas y campanas y hasta la fabricacin de vidrio, que no prosper, mientras que con la arboleda disponible, talada sin precaucin y no siempre apta (por lo que pronto hubo que recurrir a madera importada de los bosques de Tucumn o del Paraguay), se hizo lea para los hornos de tejas y ladrillos y se construyeron los tapiales, infraestructuras, techumbres, fachadas, puertas y ventanas, as como arcones, alacenas y otros muebles para los edificios, a menudo amenazados por las crecientes del ro, pues la incipiente ciudad se hallaba en un pozo. A partir de 1601, Hernn de lvarez se dedic a la fabricacin de tejas; las primeras 30.000 se destinaron a los techos de la iglesia mayor. En el Paraguay y la mesopotamia el clima determin qu tipo de cultivos prosperaran ms. Mucho ms que el algodn, el maz y el tabaco o la caa de azcar y el vino (que no aguant la competencia cuyana), la yerba mate se transform en un producto de consumo en mucha demanda en el Ro de la Plata, Chile y el Alto Per (sobre todo en las zonas mineras). Pero los conquistadores haban hecho traer arroz y caa de azcar del Brasil, gracias a lo cual Sevilla pudo recibir el primer cargamento de azcar paraguaya en 1556. No todo fue agricultura: tambin se desarrollaron la ganadera y las explotaciones forestales, siendo stas las que sirvieron para que el Paraguay brillara en el comercio de maderas y tuviera, como Corrientes,
Nicholas P. Cushner: Jesuit ranches and the agrarian development of colonial Argentina, 1650-1767 (Albany, State University of New York Press, 1983), pgs.14, 69-70.
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aserraderos y pequeos astilleros donde se construan veleros para la navegacin fluvial. Muchas regiones carecan de materiales de construccin. En 1606, fray Francisco de la Cruz deca que los templos y casas de vivienda de Buenos Aires eran de tapia y cubiertos con paja, pues no haba cal ni canto ni otros materiales perpetuos. La piedra recin fue de uso corriente en el siglo XVIII, pero escaseaban los maestros canteros. Cada tanto se desplomaban edificios o haba que derribarlos para realizar obras de mayor envergadura; esto ocurri en diversos lugares no slo con los cabildos, sino tambin con fortificaciones e iglesias importantes, que tampoco estaban a salvo de incendios, inundaciones o terremotos13. A pesar de que era la va de salida para las maderas y la yerba mate del Paraguay, Asuncin, que haba sido el principal ncleo de poblacin durante la primera poca de la conquista, iniciada desde el ro de la Plata, qued relegada a segundo plano a causa del desarrollo del centro y el noroeste de lo que es hoy la Argentina. En efecto, fueron creciendo, de norte a sur, las ciudades de Salta, Jujuy, Tucumn, Santiago del Estero, Crdoba, Mendoza y San Luis, as como el comercio, la cra y engorde de mulas, la construccin y venta de carretas, la explotacin de estancias y encomiendas, las plantaciones de algodn y los
13 Por ejemplo, la iglesia mayor de Buenos Aires, construida en 1584, fue rehecha en 1591; Hernandarias orden su demolicin en 1603 y la reconstruccin termin en 1608, pero el edificio se desplom en 1616 y hubo que erigirlo nuevamente, esta vez con la intencin de que tuviera rango de catedral. Para ello, Hernandarias previ la importacin de maderas duras paraguayas y orden la fabricacin de tejas de madera para el nuevo techo. Pero la catedral de Buenos Aires, consagrada en 1622, no dur mucho. En 1668 fue necesario proyectar un nuevo edificio, que hubo que demoler en 1671, a pesar de que era mejor que los anteriores, pues dispona de pilares de ladrillos y techos de tejas. El obispo Azcona Imberto hizo instalar un horno de ladrillos para garantizar la bondad de la reconstruccin; entre 1693 y 1695 se fueron terminando las obras, con excepcin de los ltimos cuerpos de las dos torres, realizadas con ladrillo y cal y entramados de caoba, cedro y lapacho. Recin tuvo una torre, mui perfecta, en 1721; la segunda se termin en 1727, al mismo tiempo que el prtico. En 1770 amenaz derrumbarse la media naranja y en 1792 se derrumb todo salvo las torres y la fachada, que fue demolida en 1778, por lo que la catedral qued sin frente hasta 1822. Otras catedrales sufrieron grandes daos: hubo que demoler las de Crdoba (1677), Santa Fe (1734), Jujuy (1736) y Salta (1794).
telares y obrajes textiles y otras artesanas, en los distritos bajo la influencia de esas poblaciones. La apertura de los puertos de Corrientes y Santa Fe sobre el ro Paran y la segunda fundacin de Buenos Aires en 1580 aceleraron ese proceso, determinado por la necesidad de aportar pertrechos y provisiones al Alto Per, el deseo de abrir por el Atlntico sur una ruta ms segura y rpida en direccin de Espaa, menos expuesta a la accin de piratas, corsarios y navos de guerra franceses, ingleses y holandeses que la ruta habitualmente seguida por la Flota de Indias, y la voluntad de oponerse a la expansin portuguesa. III. Cra, engorde y comercio de mulas En las zonas bajo la influencia de las ciudades de Crdoba, Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires se desarroll la cra de mulas para las faenas mineras del Potos y el transporte por carretera hasta y desde los puertos del Pacfico o los situados sobre el ro Paran. A ese comercio fructuoso se dedicaron muchas de las primeras estancias establecidas en la gobernacin del Tucumn gracias a las mercedes de tierras otorgadas a los conquistadores. Hacia 1681, en todo el Tucumn eran ms de 700 las estancias y chacras existentes. No debe extraarnos esa cifra, pues slo en la jurisdiccin de Crdoba se haban atribuido entre 1573 y 1600 no menos de 40 mercedes al sur del ro Quinto. Como era habitual, el fundador de la ciudad-capital, es decir Jernimo Luis de Cabrera, tuvo en su poder una de las propiedades de mayor tamao, pues tena ms de 30.000 Km.2 entre los ros Cuarto y Quinto, extendindose hacia el ro Saladillo, Santa Fe y Melincu. La estancia ms grande, situada en la zona de Ro Cuarto, tena 10 leguas de este a oeste y 20 leguas de norte a sur14. En el valle de Punilla hubo veinte estancias desde fines del siglo XVI, con peones y capataces mestizos y mulatos.
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En las estancias cordobesas primero pastore ganado arriado desde el Per, pero luego se desarrollaron la cra y el engorde de gran cantidad de mulas, necesarias para el transporte de mercancas entre Salta y el Alto Per y el trabajo en las minas. Solan llegar en tropas de hasta tres mil o se reunan chcaras en los valles cordobeses, ricos en aguadas, maderas del monte para corrales y cercos, y piedra para las pircas. As fue que abastecer a los negociantes peruanos fue una de las principales fuentes de riqueza; Acarette du Biscay coment que los cordobeses vendan hasta 30.000 bestias de carga por ao, adems de dedicarse a introducir en el Alto Per vacas tradas de los campos de Buenos Aires: a esta circunstancia deban el hecho de ser ricos en oro y plata. De esa manera, hacia 1657 los comerciantes cordobeses estaban ganando cerca de 600.000 pesos por ao. Las tropas de 1.700 a 1.800 mulas partan rumbo al mercado de Salta, donde se vendan a compradores de Potos, Oruro, Cuzco y el valle de Jauja. Antes de que existieran caminos de enlace entre esas ciudades, ya se organizaban convoyes de carretas para el comercio de norte a sur. En las estancias que tenan en Crdoba los jesuitas15 criaban cada ao unas 1.000-1.300 mulas para vender en Salta gracias a la cooperacin existente con el Colegio jesuita de Salta o a la intervencin de un procurador que se encargaba de conseguir buenos precios sea para el engorde o la invernada en el valle de Lerma o para la venta a los importadores altoperuanos. De este tipo de intermediacin tambin sacaban provecho otros colegios jesuitas, como los de Buenos Aires, Asuncin, Corrientes y Santa Fe, pues sus arreos de mulas tambin deban pasar entre 5 y 12 meses en Salta antes de venderse en la feria anual (febrero-marzo). Se ha calculado que las mulas vendidas por todos los colegios jesuitas en el siglo XVIII sumaban unas 400.000-500.000 unidades16.
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Vanse pginas 61 y siguientes del presente captulo. Cushner, op. cit., pg. 59.
IV. Las vaqueras y los comienzos de la explotacin de cueros para la exportacin y el consumo interno Una gran proporcin del ganado equino y vacuno se hizo cimarrn y se dispers por cuantas planicies, valles y cuchillas pudo encontrar a su paso, aprovechando las pasturas y las aguadas que ofreca el suelo, sobre todo en la pampa y la mesopotamia, pero tambin en el centro y el noroeste. Desde la poca del adelantado Juan de Vera y Aragn hasta mediados del siglo XVIII, mediante los servicios de trabajadores ocasionales contratados por estancieros o negociantes en cueros, siempre se llevaron a cabo en gran escala, con o sin autorizacin, vaqueras (caceras) para matar ganado cimarrn, del que apenas sacaban el cuero y otros despojos despus de desjarretar a las bestias con una filosa cuchilla, enastada en una tacuara, con la que los jinetes corran a todo galope persiguiendo a los baguales. En efecto, al principio slo se aprovechaban el cuero, el sebo, las cerdas y las astas, y el resto era devorado por aves de rapia y manadas de perros cimarrones. Aunque cueste creerlo, la carne tard en ser artculo de gran consumo en las poblaciones urbanas. Por miedo, por desidia o por cualquier otra razn, los vecinos de las ciudades no se abastecieron de mucha carne, a pesar de la abundancia del ganado vacuno, mientras fue necesario cabalgar muchas leguas fuera de los centros poblados para ir a buscar las reses necesarias para el abasto. En el transcurso del siglo XVII se fue diversificando algo el aprovechamiento de los animales: del cuero y el sebo se pas a los cuernos y otros elementos utilizables de la osamenta y comenz a obtenerse carne seca y salada. Tanto las autoridades municipales y virreinales como los incipientes hacendados se dieron cuenta a tiempo de que haba que poner coto a las vaqueras indiscriminadas que tenan lugar especialmente en el litoral y en la Banda Oriental, as como al consiguiente despilfarro de ingentes rebaos, no slo para asegurar el abastecimiento de las
poblaciones locales y el crecimiento de sus manufacturas, sino para evitar conflictos interprovinciales (como los que hubo entre Crdoba y Buenos Aires acerca de los territorios donde se mataba ganado sin licencia) y, sobre todo, para promover nuevas fuentes de riqueza y de ingresos mediante la cra y venta de ganado domesticado y la comercializacin de productos de la salazn: charque, cecina y tasajo. Pero no todo el mundo reciba licencia para vaquear: desde muy temprano, se fue un privilegio reservado a la gente notable y con medios suficientes; en 1609, el cabildo de Buenos Aires autoriz a que lo hicieran slo cuarenta de los doscientos vecinos: entre los escogidos figuraban desde el ms alto personaje - Hernandarias - hasta varios regidores, oficiales de la guarnicin, rdenes religiosas y funcionarios. Como es natural, la reglamentacin de este trfico poda justificarse habida cuenta no slo de la necesidad de poner orden y evitar la extincin del ganado disponible a cierta proximidad, sino tambin de la amplitud que empezaba a cobrar el contrabando, pero no parece que en ninguno de estos casos se haya evitado que siguiesen medrando los poderosos; mientras los hacendados podan apropiarse ganado salvaje e incorporarlo a sus planteles con motivo de las yerras, se persegua a los mancebos y mozos perdidos que hacan vaqueras por cuenta propia o de otros, sin respaldo oficial. De todos modos, fue necesario dictar medidas disuasivas: la autorizacin de los cabildos responsables fue una de ellas, pero algo distinta es la prohibicin y confiscacin de las desjarretadoras de metal, decidida por Hernandarias durante su tercera gobernacin entre 1615 y 1617, con la intencin de reducir la cantidad de ganado sacrificado, completada por una incitacin a los pobladores del litoral a que capturasen vivo el ganado salvaje para incorporarlo al plantel de nuevas estancias. As se pudieron incorporar ms de 50.000 cabezas a las que ya haba en las estancias santafesinas.
Hacia 1635, en las estancias de Entre Ros ya haba muchos charras entre los peones; esos indios se prestaban fcilmente a participar en las vaqueras y hacan vida comn con jvenes criollos poco dispuestos a someterse a las convenciones y restricciones de la sociedad pueblerina. Por otra parte, la importancia del ganado salvaje avistado en la Banda Oriental hizo que ya en 1673 Andrs de Robles, entonces gobernador de Buenos Aires, alertara al rey de Espaa acerca de la necesidad de proteger ese recurso de la codicia del Portugal o de los piratas y corsarios holandeses, ingleses y franceses que merodeaban por las costas uruguayas e intentaban alzarse con cueros y otros despojos, cuando no ofrecan trocarlos por mercaderas de difcil y costosa importacin. No es extrao que los espaoles, sobre todo los jesuitas, y los portugueses, se hayan disputado desde 1677 el control de lo que dio en llamarse la vaquera del Plata - un inmenso tringulo repleto de ese ganado entre Maldonado y la laguna de los Patos -, de la que el gobernador Robles dio orden de arrear baguales hacia la zona colonizada por las reducciones jesuticas. Entretanto, a pesar de ser insignificante en comparacin con el valor de la plata que sala del ro de la Plata, durante la segunda mitad del siglo XVII y los primeros veinte aos del siglo siguiente la exportacin de cueros se mantuvo a un ritmo ms o menos constante, estimado en un promedio de 20.000 piezas por ao17. Los efectos de la exterminacin progresiva del ganado cimarrn en toda la zona afectada por las vaqueras anteriores pudieron percibirse claramente en el perodo 1721-1738, durante el cual las exportaciones anuales de corambre se redujeron a unas 16.000 unidades. Entonces hubo que dedicarse a explotar el cuero de rebaos salvajes de otras comarcas y a pensar seriamente en la ventaja de iniciar estancias de
Samuel Amaral: The rise of capitalism on the pampas. The estancias of Buenos Aires, 1785-1870 (Cambridge, Cambridge University Press, 1998), pg. 230, donde cita datos de Zacaras Moutokias: Contrabando y control colonial en el siglo XVII (Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1988), y de Emilio A. Coni: Historia de las vaqueras del Ro de la Plata, 1555-1750 (Buenos Aires, Platero, 1979).
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rodeo mediante la incorporacin de ganado errante y el desarrollo de la cra de animales. En lugar de las caceras indiscriminadas aparecieron nuevos polos de desarrollo ganadero y, por ende, ms estancias a lo largo del cordn fronterizo, desde Cuyo hasta la Banda Oriental y desde la desembocadura del ro Paran en direccin de los ros Salado y Samborombn. De hecho, el auge del cuero comenz a raz de los convenios de asiento firmados con Francia e Inglaterra, pues a partir de esa poca se valorizaron los precios de ese producto, debido al desarrollo de la demanda provocada por la industrializacin en Europa. Sigui, pues, el desarrollo de la produccin del cuero, desde la provincia de Buenos Aires hasta Cuyo, Crdoba y el litoral, no slo con la intencin de venderlo fuera del Ro de la Plata, sino tambin para su utilizacin en el propio pas. A medida que se extingua el ganado cimarrn en Corrientes y Santa Fe, Buenos Aires, Crdoba y los valles montaosos del noroeste, arreciaron las incursiones en busca de animales sin dueo en Entre Ros y la Banda Oriental, pero tambin comenz a extenderse la cra en estancias de rodeo. Al principio. estas circunstancias provocaron conflictos entre las provincias del litoral, las misiones jesuticas y Buenos Aires, pues en todas ellas predomin el afn de aprovechar cualquier coyuntura favorable para posesionarse de ganado salvaje y obtener cueros para exportar. V. Las estancias de los jesuitas Por iniciativa del provincial Diego de Torres, en 1609 (gracias al apoyo financiero - inferior al que esperaba - del obispo Trejo y Sanabria), mediante legados de bienes races y fortunas personales, mercedes de tierras y donaciones de ganado o de construcciones hechas por vecinos espaoles, as como a sucesivas compras efectuadas con ingresos obtenidos de su actividad productiva, los jesuitas de Crdoba fueron creando las
estancias de Caroya (1616), Jess Mara (1618)18, Santa Catalina (1622), Alta Gracia (1646), Candelaria (1673), y otras menos importantes, como las de Candonga, Dolores, Ischiln, Avalos y San Marcos. Ya nos hemos referido a la estancia de Alta Gracia. En Caroya, Santa Catalina y Candelaria tambin hubo explotaciones ganaderas y agrcolas. Entre Alta Gracia y Candelaria, lo mismo que entre las dems estancias, existan relaciones cooperativas de intercambio de bienes y servicios, facilitadas por la existencia de caminos. Por ejemplo, en Alta Gracia disponan de las yeguas y asnos necesarios para la cra de mulas, pero stas se mandaban a engordar en Candelaria. Para vigilar las operaciones y custodiar el ganado (amenazado por cuatreros y pumas), as como para desarrollar sus otras actividades, los jesuitas preferan el trabajo de los esclavos africanos, cuyo nmero fue aumentando hasta pasar de 274 en 1718 a 476 en 1767. En toda Crdoba los jesuitas llegaron a tener 1.287 esclavos, es decir muchos ms que los 570 que poseyeron en Asuncin, los 381 que tuvieron en Buenos Aires, los 326 que reunieron en Santiago del Estero, los 262 que haba en La Rioja, o los 170 que trabajaban en la estancia Las Vacas, situada cerca de la Colonia del Sacramento19. Para darse cuenta de la importancia numrica de los esclavos que posean los jesuitas puede ser til comparar las cifras anteriores con las que se refieren a los esclavos en poder de otros estancieros. Por ejemplo, del estudio de una muestra de 249 estancieros de la provincia de Buenos Aires se desprende que entre todos ellos reunan apenas 677 esclavos; slo 16 de los propietarios disponan, en promedio, de seis esclavos cada uno, y el nico que dej 22 esclavos al morirse fue Jos de Andjar, que no por
En Jess Mara contaron desde un principio con una explotacin en plena marcha en la que descollaban viedos capaces de producir hasta 500 botijas de vino por ao (una vez que plantaron 30.000 nuevas vides en 1740, para completar las 20.000 plantas existentes al comienzo de la actividad vitcola), y una produccin anual de 400-500 fanegas de trigo y maz, ms la harina producida en el molino. En esa estancia tambin haba un horno de ladrillos, una forja y una fbrica de tejas. Vase Cushner, op. cit., pgs. 14, 28, 35, 68-69. 19 Cushner, op. cit., pg. 102.
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nada era considerado uno de los ms ricos habitantes de Buenos Aires20. Algunos hacendados disponan de muchos esclavos: en Areco, Marcos Zavaleta tena 80 esclavos para vigilar 60.000 cabezas de diversos tipos de ganado y ocuparse de las faenas de chacra y de huerta, y Garca de Ziga lleg a reunir 300 esclavos en sus diversos establecimientos21. Aunque costaran mucho en el momento de comprarlos, los esclavos rendan 20 o ms aos de trabajo a poco costo en ropa, comida, yerba mate y tabaco; adems, daban a sus propietarios una nueva generacin de trabajadores productivos y baratsimos. Ello explica que los ganaderos prefirieran no tener que gastar en mano de obra asalariada, pues no disponan de suficiente dinero contante y sonante para contratar peones; adems, estaban pendientes de las variaciones de la demanda y los precios y de las condiciones climticas y preferan no invertir demasiado en jornales. ) En total, las estancias controladas por el Colegio de Crdoba llegaron a tener, hacia 1760, 5.400 mulas, 16.400 caballos, 11.952 ovejas y 33.450 cabezas de ganado vacuno. (Comprense, las existencias de ganado vacuno en todas esas estancias jesuitas entre 1710 y 1753-1760 con las registradas en Buenos Aires (20.000), el Paraguay (26.000), Salta (5.500) y Tarifa, Tucumn y otras provincias (entre 1.000 y 4.000.). Los dems colegios jesuitas, incluidos los del Alto Per, tambin dispusieron de tierras para la ganadera y la agricultura. En La Rioja, el Colegio local compr a principios del siglo XVIII un viedo en Nonagasta, capaz de producir vinos de mejor calidad que los de Jess Mara. El Colegio de San Luis intent una operacin similar, pero tuvo que renunciar
Mayo, Carlos A.: "Landed but not powerful: The colonial estancieros of Buenos Aires (1750-1810)", en Hispanic American Historical Review, 1991, vol. 71, nm. 4, pgs.761-779. 21 Senz Quesada, pgs.36, 51 y 69.
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cuando los lugareos arrancaron las plantas, disgustados porque los jesuitas les quitaban agua del ro Chorrillos22. En el Paraguay, los jesuitas se posesionaron, por compra o donacin, de las estancias de Paraguar (de 1620 en adelante), San Lorenzo (1679) y Tierras de la Frontera, sta ltima con buenos viedos. El Colegio de Santa Fe compr en 1669 las Tierras de Entre Ros, con una superficie de 3.000 km2; en 1719 invirti el producto de la venta de 1.500 mulas en la compra de la estancia de San Miguel de Carcara, cerca de Rosario. Ms importantes todava fueron las estancias fundadas en el sudoeste y en la frontera septentrional de la Banda Oriental. Era de ellos, por ejemplo, la de Las Vacas, fundada cerca de Colonia en 1738, cuando slo tenan una decena de competidores entre el ro Negro y el ro de la Plata. En sus 40 leguas cuadradas, con nueve subdivisiones, lleg a tener 20.000 cabezas de ganado repartidas en 18 corrales hacia 1763; dispona de hornos de cal, fbrica de jabn, rancheros, puestos, tropa de carretas, puerto propio, matadero, almacn (donde la mercadera, comprada barata al por mayor, se venda a ms alto precio), molino y capilla. Desde otra estancia, la de Santa Tecla, se hacan vaqueras hacia el norte mucho antes de que se erigiera el fuerte del mismo nombre; sus sucesores se arrogaron el derecho de proseguir vaqueando en esa direccin. En 1619, el Colegio de Buenos Aires compr la estancia de Areco a 100 kilmetros de distancia del puerto. Cuando ces su actividad en manos de los jesuitas, esa estancia ocupaba ms de 2.000 kilmetros cuadrados en los que pastoreaban 42.500 cabezas de ganado, se guardaban 9.500 yeguas de cra, 300 asnos y 4.700 mulas y se produca cierta cantidad de trigo. Cabe agregar las estancias que tenan en otros pagos bonaerenses: Las Conchas, Arrecifes, Chacarita y Matanza23.
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Ibd., pgs.15, 18, 35, 38, 56-57. Cushner, op. cit., pgs. 40 y 73.
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Captulo 4. Las ambiciones de expansin portuguesa, la resistencia de los jesuitas y los gobernantes rioplatenses, y las concesiones de la diplomacia espaola _________________________________________ La expansin portuguesa se fue produciendo poco a poco, pero inexorablemente, en oleadas sucesivas, provocadas por poderosos acicates: el afn de avanzar hacia el interior, la ambicin de abrirse camino hacia Potos y de conseguir plata peruana para sufragar sus importaciones, la necesidad de proveerse de mano de obra para las plantaciones del sudeste, la difcil situacin econmica de los pobladores de las mesetas mientras no se dedicaron a la caza de esclavos, el empeo que pusieron algunos funcionarios en extender las posesiones que ya tenan como terratenientes, la inseguridad creada por las invasiones de franceses y holandeses, y el deseo de quienes eran judos o judaizantes de escapar a la persecucin inquisitorial, como lo lograron muchos que huyeron al Ro de la Plata, quiz a sabiendas de que hasta all no llegaba sino espordicamente la presin del Santo Oficio. Otro factor responsable de la expansin portuguesa hacia el oeste y el sur del Brasil fue la animosidad despertada entre los colonos portugueses por la proteccin que acordaban a los indios los jesuitas, pues ello contribuy a acrecentar la saa contra las reducciones jesuticas implantadas por los espaoles del otro lado de fronteras fluctuantes. I. Las misiones jesuticas Los jesuitas consiguieron hacer mucho en favor de los indgenas que tomaron bajo su proteccin, pues las
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misiones que fundaron llegaron a ser grandes centros fortificados de refugio, evangelizacin, aculturacin, educacin, produccin, autoabastecimiento y comercializacin, a menudo cerca de los territorios codiciados por los portugueses y sus traficantes de esclavos, primero en el Paraguay, despus en el Guair y ms tarde en la regin del Tape y en la Banda Oriental, pero tambin en las provincias del centro. Los indios de las misiones aprendieron a cultivar yerba mate, algodn y tabaco, a criar, pastorear, arriar y sacrificar ganado, a hilar, tejer y curtir, y a ejercer otros oficios, como los de carpintero, cordelero, sastre, albail o herrero. La regimentacin a que estuvieron sometidos era a la vez pastoral y marcial, pero con una organizacin interna que aunque se situaba bajo la autoridad absoluta de unos pocos jesuitas permiti mantener las estructuras, las jerarquas y muchas costumbres tribales, temperadas por la religin cristiana. En cierto sentido, la obra que cumplieron los jesuitas en el noreste est relacionada con el proyecto que tuvo Hernandarias de abrir una ruta de salida directa sobre el Atlntico y afianzar la presencia espaola lo ms cerca que se pudiera de los lindes de la colonizacin portuguesa algo al sur de la capitana de San Vicente, pues aunque l no pudo realizar su proyecto de fundar un puerto espaol en la isla de Santa Catalina y una ciudad en el Alto Uruguay; destruir a Cananea para poner trmino a la caza de esclavos desde ese lugar, y abrir el comercio entre Ciudad Real del Guair y San Pablo, los jesuitas espaoles pudieron erigir entre principios del siglo XVII y su expulsin en 1767 una serie de barreras al avance portugus. Primero se empearon en la colonizacin del Guair, es decir el vasto territorio colindante con el Paraguay, comprendido entre el Alto Paran, al oeste, los ros Paranapanema y Tiete, al norte, el ro Iguaz, al sur, y la franja sobre el Atlntico entre Santos y Cananea, la ltima base costera portuguesa hacia el sur. En esa regin, los
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jesuitas llegaron a tener trece reducciones con cien mil indios protegidos, que hacia 1620 fueron reorganizadas en forma de misiones. Dos de ellas, las de Loreto y San Ignacio, sobre el ro Paranapanema, al nordeste de Ciudad Real y Villarica, donde se asentaron hasta 2.000 familias indgenas con abundante ganado vacuno y ovino, marcaron el punto culminante de la penetracin hacia San Pablo; desde all, el padre Antonio Ruiz de Montoya procur consolidar los resultados logrados extendindose hacia el sudeste. Indudablemente, esa expansin signific un avance considerable en la obra de sedentarizacin, sobre todo si se piensa que a muchas de las tribus establecidas entre San Pablo y Corrientes se las consideraba nmadas, guerreras, antropfagas y polgamas, y se deca que sometan a otras tribus ms dbiles a la esclavitud y preferan la caza, la recoleccin y la pesca a la agricultura y la cra de animales. Desde el descubrimiento de Amrica, Portugal y Espaa haban estado en pugna, pese a la unin de las dos Coronas entre 1580 y 1640, pues los colonos portugueses del Brasil aspiraban a extenderse hacia el oeste y el sur de sus implantaciones y no slo codiciaban la posesin de las avanzadas espaolas en los valles chaco-bolivianos y el Paraguay (Ciudad Real, Villa Rica del Espritu Santo y Santiago del Jerez), sino que tambin deseaban apropiarse de las misiones jesuticas del Guair y penetrar en lo que es hoy da el Uruguay, con la intencin de abrir un puerto de comercio y contrabando en Colonia del Sacramento (1680), afirmarse sobre la costa oriental del ro de la Plata, seguir desalojando a los jesuitas e irse apoderando de una regin donde abundaba el ganado salvaje y, por ende, la corambre. Las misiones del Guair fueron las primeras en estar expuestas a la codicia de los traficantes portugueses de esclavos - los "mamelucos" o "bandeirantes" - que entre 1627 y 1631 se apoderaron de sesenta mil indios de las
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reducciones para venderlos como mano de obra diestra y sumisa en las plantaciones de algodn y los ingenios de azcar brasileos, necesitados de una fuerza de trabajo menos reacia e indolente que la que tenan ms a mano. Por su parte, tropas portuguesas tambin ingresaron en el Guair. La destruccin de las reducciones de San Antonio, San Miguel y Jess Mara y de otras misiones del Guair precipit la evacuacin de todo el territorio. No hubo ms remedio que abandonar las tres ciudades pobladas por espaoles: Ciudad Real, Villarica y Jerez y prever el traslado de los indios hacia regiones ms propicias. En la zona de Itatn, al sur de Jerez, los jesuitas crearon algunos asentamientos, que pronto fueron amenazados por los paulistas. Otros contingentes de indios, despus de atravesar una enorme zona peligrosa y hostil, acosados por los bandeirantes y tribus guerreras, de cruzar en ms de setecientas balsas y enorme nmero de canoas todas las aguas en su camino, con grandes prdidas humanas cuando quisieron pasar los saltos del Guair o los asol la peste, se refugiaron en la ribera izquierda del Paran; pronto surgieron nuevas misiones sobre el ro Uruguay, as como otras en direccin del Atlntico, en la parte meridional de lo que comenz a llamarse la Banda Oriental. En 1639 los jesuitas lograron su primera victoria importante contra incursores portugueses en el combate de Caazap Guaz. Pero esto no bast para impedir nuevas infiltraciones, pues dos aos ms tarde 800 miembros de las fuerzas paramilitares formadas por los jesuitas derrotaron en Mboror, al cabo de ocho das de lucha, a 500 bandeirantes y 2.700 indios a su servicio; impidieron as que los portugueses ocupasen tierras que codiciaban cerca de los ros Uruguay y Alto Paran.
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Mapa 5. Zonas de conflicto entre portugueses y espaoles hasta la evacuacin de las reducciones del Guair
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Mapa 6. Distribucin aproximada de las misiones jesuticas despus de la evacuacin de las reducciones del Guair
Basado, como el mapa 5, en Magnus Mrner: The Guaran reductions at the end of the seventeenth century, mapa inserto al final de The political and economic activities of the Jesuits in the La Plata Region. The Hapsburg Era (Estocolmo, Library and Institute of Ibero-American Studies, 1953).
II. Mercaderes e inmigrantes portugueses Entre 1641 y 1680, el expansionismo portugus en Amrica austral tropez con otra importante reaccin defensiva por parte de los espaoles: las medidas radicales que se dictaron en Buenos Aires para entorpecer el comercio con el Brasil, hasta el punto de que fueron apresados 108 comerciantes portugueses y sus familias que habitaban en Buenos Aires, o sea la cuarta parte de la poblacin en ese momento. Fueron separados de los empleos pblicos, desarmados y confinados a veinte leguas
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de los puertos de mar; recin en 1648 se les devolvieron sus armas, a excepcin de las de fuego. Ms que una invasin, se tema la presencia de inmigrantes portugueses, muy hbiles en los negocios, no slo en el puerto de Buenos Aires, sino tambin en el interior (Santa Fe, Corrientes, Tucumn, etc.), el Alto Per y Lima. Nuevamente se habl de la necesidad de que interviniera la Inquisicin, porque se sospechaba que no pocos residentes portugueses eran judaizantes". Esa renuencia a tolerar la presencia de mercaderes portugueses ya se haba evidenciado desde la gobernacin de Hernandarias. Antes de que el Portugal se separase de Espaa, el gobernador Francisco de Cspedes hizo traer tropas a Buenos Aires para fortalecer su control del ro de la Plata y abog por la creacin de un puesto fortificado en Montevideo para impedir que los enemigos (que no eran slo los portugueses, pues la paz con Inglaterra se rompi en 1625) se adelantaran a hacerlo y pudiesen entrar en la gobernacin de Buenos Aires, acaso con la intencin de lanzarse hacia el Per por Santa Fe y Concepcin del Bermejo. En 1651, Felipe IV rechaz la propuesta de Cromwell de que su pas pudiese comerciar directamente con las colonias espaolas, y eso fue suficiente para que la marina inglesa se volcase hacia las Antillas y se apoderase no slo de Jamaica sino de cuantiosos caudales transportados por la flota de Indias. En cambio, Portugal supo aliarse con Gran Bretaa desde 1654 y gracias al matrimonio de Catalina de Braganza con Carlos II de Inglaterra, sac partido del acuerdo sobre comercio britnico con sus puertos metropolitanos y coloniales, pues desde entonces cont con la proteccin del ejrcito y de la flota ingleses.
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III. Pretensiones territoriales portuguesas Desde 1668 volvieron a renovarse y acrecentarse las pretensiones portuguesas, sobre todo en lo que concierne a la posesin de Misiones, Corrientes, Entre Ros y las provincias de Tape y Mbiaz, as como toda la Banda Oriental, repletas de millares de cabezas de ganado pero prcticamente inhabitadas por los espaoles. En 1674 desembarcaron marinos portugueses en la ribera de Montevideo. Al ao siguiente, pretendieron establecerse entre Cabo Fro y Espritu Santo y buscaron apoyos para extenderse hasta la desembocadura del ro de la Plata. Se aprovechaba la debilidad creciente de Espaa, que a raz del tratado de Aquisgrn, por el que se puso trmino a la guerra de Devolucin declarada contra Espaa por Luis XIV, perdi ms tierras en Flandes y Luxemburgo, y tuvo que ceder el Franco Condado apenas unos aos ms tarde, en virtud del tratado de Nimega. Esto explica quiz la desenvoltura con la que actu el papa Inocencio XI, cuando - al crear el obispado de Ro de Janeiro -, no vacil en declarar que tena jurisdiccin hasta el ro de la Plata. 1. La Colonia del Sacramento En 1678, Pedro de Portugal orden a Manuel Lobo, gobernador de Ro de Janeiro, fundar un fuerte en el ro de la Plata. Lobo lo hizo dos aos despus, dando origen a la Colonia del Sacramento. El gobernador espaol Jos de Garro trat de persuadir a Lobo de que haba fundado Colonia en tierras pertenecientes a Espaa conforme al tratado de Tordesillas, pese a la evidencia de mapas fraguados por los portugueses que indicaban lo contrario. Ante el fracaso de las consultas efectuadas, Garro confi a Vera y Mjica, gobernador de Santa Fe, la tarea de desalojar a los portugueses, empresa que se encomend a
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tropas movilizadas por Buenos Aires, Crdoba, Santa Fe y Corrientes y a 3.000 contingentes paramilitares guaranes de las misiones, contra los 300 portugueses y las fortificaciones y caones de Lobo. Pero como Espaa necesit protegerse de la eventualidad de una invasin de Portugal por va de Badajoz, instigada por Francia, decidi devolver la Colonia en 1681, aunque logr que sus sbditos siguieran sacando provecho de la zona contigua a Colonia y pudieran hacer uso del puerto y de la ensenada de San Gabriel. Tambin se prohibi el comercio por mar y tierra con Buenos Aires y el interior, aunque esto qued en letra muerta, pues recomenz el contrabando, tan necesario en la regin del ro de la Plata a causa de la poltica monopolista y del cierre del puerto de Buenos Aires a toda exportacin o importacin mediante navos extranjeros o no autorizados. En la Colonia del Sacramento los portugueses tuvieron una cabeza de puente en el ro de la Plata, a la vez que proseguan su infiltracin desde su propio territorio en el Brasil con objeto de apoderarse de las tierras reivindicadas por los espaoles en los actuales estados de Paran, Santa Catalina y Ro Grande del Sur. Hacia 1690, el contrabando ya estaba en plena evolucin. Por Colonia salan ganados, cueros y plata de Potos, con el consiguiente decrecimiento de las rentas de la aduana de Buenos Aires, pero con el inevitable enriquecimiento de los funcionarios y mercaderes entregados a actividades de encubrimiento y otras formas de mercar ilcitamente. Los beneficios del comercio clandestino convencieron a los portugueses de que les convena extender su influencia en el Paraguay y ro arriba por el Uruguay y de que era preciso crear nuevos asentamientos en la Banda Oriental, comenzando por la ribera de ese buen puerto natural que conocan bajo el nombre de Montevideo. Por su parte, los espaoles comprendieron la necesidad de establecerse slidamente en la Banda Oriental. Entre 1691 y 1700 Agustn de Robles
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hizo explorar la costa uruguaya para impedir todo nuevo desembarco portugus. 2. Participacin de los ingleses en el contrabando por Colonia Desde 1703, cuando Pedro II de Portugal firm el tratado de Methuen con Inglaterra, los ingleses lograron mejores condiciones de acceso a los mercados del Brasil y pudieron beneficiarse de las posibilidades de contrabandear en el ro de la Plata aprovechando la existencia del puerto de Colonia del Sacramento. Los productos ingleses llegaban a bordo de la flota portuguesa encargada de abastecer las capitanas brasileas; todo el dinero resultante de las ventas y compras a portugueses y espaoles, sea en el Brasil o mediante el contrabando por Colonia, volva por el mismo camino, de modo que de Lisboa segua viaje a Inglaterra. Esa situacin se interrumpi momentneamente entre 1705 y 1716, cuando Espaa desaloj a los portugueses de Colonia, pero volvi a crear problemas cuando ingleses y portugueses intentaron abrir un nuevo puerto en Montevideo. 3. Fundacin y fortificacin del puerto de Montevideo Con la participacin de 1.000 indios de las misiones, el gobernador espaol Bruno Mauricio de Zavala consigui impedir ese nuevo asentamiento portugus en 1723; comenz a fortificar Montevideo y a construir el puerto y la ciudad homnimos y decidi fortificar a Maldonado. En 1727 una nueva alianza de Francia, Inglaterra, Prusia y Holanda para lograr la plena aceptacin del tratado de Utrecht provoc nuevas amenazas martimas de Inglaterra contra las colonias americanas. Espaa decidi proteger
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mejor las costas del ro de la Plata, pero en virtud del tratado de Sevilla (1729) Inglaterra recobr el monopolio del trfico negrero y obtuvo concesiones para su comercio con las colonias hispanoamericanas. En 1737 Espaa orden el sitio de Colonia, que tom el gobernador Salcedo con la ayuda de 1.000 tropas blancas y 4.000 indios. Esta accin permiti limitar el contrabando al que se dedicaban los portugueses, ingleses, holandeses y franceses. En virtud de la convencin de Pars se puso fin a las hostilidades y se dio comienzo a la negociacin de lmites con el Brasil. Las diversas comisiones encargadas de establecer claramente las fronteras de los territorios disputados tardaron diez aos en rendir sus informes. Entretanto, persistieron el contrabando y las infiltraciones, pues los espaoles siguieron descuidando el poblamiento y las defensas de la Banda Oriental y, por su parte, los portugueses, ya dueos de Ro Grande, fundaron la ciudad de ese nombre y los fuertes de Tahim, Chuy y San Miguel, gracias a lo cual pudieron apoderarse de todo el ganado salvaje a su alcance. Adems de los desembarcos intempestivos en distintos lugares de la costa, con el pretexto de temporales, se producan arribadas forzosas en Montevideo y as llegaron a ese puerto hasta 30 navos cargados de ropa, que se llevaron entre 300.000 y 400.000 cueros. IV. Las cuestiones de lmites y su solucin diplomtica pese a los xitos militares espaoles En 1750, en virtud del Tratado de Permuta entre Espaa y Portugal, los lmites entre el Brasil y las posesiones espaolas se fijaron conforme al principio de uti possidetis, salvo por concesiones mutuas en virtud de las cuales Espaa cedi al Portugal siete misiones jesuticas situadas entre los ros Uruguay e Ibicuy -las de San Borja, San Nicols, San Luis, San Lorenzo, San Miguel, San Juan y San
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Angel-, a cambio de la devolucin de la Colonia del Sacramento, y los actuales estados brasileos de Santa Catalina y Ro Grande fueron desgajados del dominio espaol; con ello se agravaron las prdidas ya sufridas en el Amazonas y Matto Grosso. Los jesuitas adujeron cunto haban servido las misiones orientales para contener al invasor y reclamaron contra los despojos aceptados por Fernando VI, que significaban la migracin forzosa de los miembros de la Orden y de ms de 23.000 indios y el abandono de todas sus estancias, plantaciones de yerba mate, iglesias, casas y dems bienes fijos. Acusados de trabar la rectificacin de las fronteras acordadas con Espaa en virtud del tratado de Permuta y de no reconocer la suprema autoridad de ninguna corona salvo la del Papa y sustentar autarquas intolerables, jesuitas e indios se unieron para resistir la cesin al Portugal de las siete misiones jesuticas. Fue necesaria la intervencin militar de espaoles y portugueses entre 1754 y 1757: el gobernador espaol Andonaegui subi por la margen izquierda del ro Uruguay hasta San Borja, mientras que el jefe portugus Gomes Freire marchaba desde el ro Pardo hacia el oeste, pero ambos fracasaron en sus tentativas hasta 1754. La invasin de 1756 fue arrasadora y quedaron semidestruidos los siete pueblos, con la muerte de 1.500 indios. Pero a la muerte de Fernando VI, su sucesor -Carlos IIIobtuvo en 1761 la anulacin del tratado de Permuta y la reaplicacin de los de Tordesillas y Utrecht; por eso, la Colonia del Sacramento volvi a ser portuguesa, pero los siete pueblos fueron devueltos a los jesuitas y a los indios. A raz del pacto de Familia, que recre el tndem constituido por Espaa y Francia, el Portugal se separ de los Borbones y en mayo de 1762 rompi con ambos pases y se alist junto a Inglaterra en la guerra de los Siete Aos. Ese ao, el gobernador Cevallos, con tropas espaolas, criollas e indgenas, se apoder de la Colonia del Sacramento, hasta entonces en manos portuguesas.
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(Fondeados en el puerto haba 27 barcos mercantes cargados de telas y ropa de lana y otra mercadera britnica. Se ha dicho que para esa poca el valor de las importaciones inglesas introducidas por esa va superaba las 200.000 libras anuales1.) Una flota anglo-portuguesa quiso recobrar a Colonia y servirse de ella como trampoln para lanzarse sobre Buenos Aires, pero su asedio no tuvo xito a raz de la voladura de la nave capitana2. De Colonia, Cevallos pas a Maldonado y a la fortaleza de Santa Teresa y pronto pudo obligar a los portugueses a replegarse sobre Ro Grande (por cuya posesin siguieron disputndose hasta 1777). No obstante, Espaa - compelida por las prdidas de La Habana y Manila - se vio obligada a renunciar a todo lo que haba logrado. Carlos III se desinteres cada vez ms de la Banda Oriental y en 1767 decidi deshacerse de los jesuitas, en parte porque se le hizo creer que los jesuitas son los nicos autores de la desobediencia de los indios3. Desde que haba reinado en Npoles estaba disgustado con la Compaa de Jess, de modo que no le costaba mucho hacerse eco de cualquier crtica contra esa orden, como ocurri apenas los reyes europeos, sobre todo los de Portugal y Francia, quisieron poner trmino a la absorbente influencia de los jesuitas.
1 Sergio Villalobos: Comercio y contrabando en el Ro de la Plata y Chile, 17001811 (Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1965), pg. 21, citado por Rory Miller: Britain and Latin America in the nineteenth and twentieth centuries (Londres, Longman, 1993), pg. 29. 2 Enrique M. Barba puso en evidencia en 1950 que bien pudo tratarse de la primera invasin inglesa (44 aos antes de la que llegaron a efectuar en 1806). Fue tramada con el apoyo de comerciantes britnicos y cont con respaldo portugus, tanto ms cuanto que se crey que la expedicin permitira que Inglaterra y Portugal se hicieran fuertes en una y otra banda del ro de la Plata. Vase Jorge Lanata, op.cit., pgs. 121-123, quien se refiere a la investigacin publicada por Barba bajo el ttulo Una invasin inglesa durante el gobierno de Cevallos, publicada en la Revista Humanidades (La Plata), tomo XXXII, 1950. 3 Busaniche, pg. 238. El papa Clemente XIV no pudo resistir mucho tiempo la creciente presin monrquica, aristocrtica y burguesa en contra de la Compaa de Jess y decidi su disolucin en 1773 (fue restablecida recin en 1814).
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V. Expulsin de los jesuitas En Amrica austral espaola, la orden real de expulsin se cumpli sin previo aviso. El gobernador Francisco de Paula Bucarelli la hizo acatar rigurosamente en Buenos Aires, Crdoba, Santa Fe, Corrientes, Montevideo y otros lugares, y al ao siguiente en las misiones del Paraguay. Esa accin provoc una fuerte oposicin en el Ro de la Plata y Bucarelli fue muy criticado por su poltica represiva, adems de ser acusado de apropiarse bienes jesuitas. El Virreinato perdi un aporte de gran riqueza y variedad, pues en la masa de los jesuitas que debieron partir figuraba la flor de la intelligentzia colonial,... astrnomos, etngrafos, botnicos, lingistas, gegrafos, gelogos, cartgrafos, msicos, arquitectos, matemticos y toda suerte de especialistas, amn de filsofos, telogos y humanistas, sin contar con administradores de empresa y gerentes de admirable capacidad organizativa; en efecto, en las estancias y obrajes haban hecho gala de tcnicas de explotacin excepcionales, utilizando con provecho los recursos disponibles para la financiacin y comercializacin de la produccin4. Para la administracin de los bienes jesuitas se cre la Junta de Temporalidades y comenz as el traspaso de todas las propiedades de la Compaa de Jess a otras manos. Muchas de las estancias se vendieron por debajo de su valor real; con ellas se remataron en Crdoba y varias ciudades del noroeste unos 3.400 esclavos que
4 Flix Luna: Fracturas y continuidades en la historia argentina (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1992). pg. 60, e Historia integral de la Argentina, tomo 3, pg. 125. Vanse tambin, en la obra de Mara Senz Quesada: Los estancieros, pgs. 44-45, las notas en que cita a Tulio Halperin Donghi: Una estancia en la campaa de Buenos Aires: Fontezuela: 1753-1809, en Haciendas, latifundios y plantaciones, coordinado por Enrique Florescano (Mxico, D.F., Siglo XXI, 1975), pgs. 462-463. Los jesuitas no volvieron a actuar en la provincia de Buenos Aires hasta que Juan Manuel de Rosas los readmiti, por poco tiempo, a principios de su largo gobierno; en cambio, pudieron dedicarse a sus actividades, educativas sobre todo, en Catamarca, Crdoba, Mendoza, La Rioja, Salta y Tucumn en virtud de las leyes provinciales respectivas.
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posean los jesuitas. Contrariamente a lo mucho que se esperaba, de la liquidacin de los bienes de la Compaa de Jess slo se obtuvieron 230.000 pesos plata. No obstante, la venta de esos bienes en Buenos Aires permiti la fundacin del Real Colegio de San Carlos, predecesor de la Universidad de esa ciudad. En lo que concierne a las misiones jesuticas, los nuevos administradores, sobre todo los de la orden de los dominicos y los encargados civiles, no contribuyeron a que conservaran su antiguo lustre y las condenaron a una progresiva desaparicin. Aos despus de la institucin del Virreinato del Ro de la Plata, el Intendente Als inform que las comunidades indgenas haban sido despojadas de mucho ganado por los administradores civiles y religiosos, cuatreros espaoles y portugueses, e indios insumisos5. VI. Otras campaas contra invasiones portuguesas En 1768, Juan Jos de Vrtiz, gobernador interino de Buenos Aires, decidi concentrar fuerzas en Montevideo para hacer campaa contra los portugueses, dedicados a mover sus fronteras al oeste y al sur del ro Grande; en 1773 sufri una derrota en Tabaingahy, pero prosigui la marcha hacia Ro Grande. Sin embargo, se descalabr la operacin y comenzaron a caer ms fortines y poblaciones en manos portuguesas. Las negociaciones sobre el conjunto de la cuestin de lmites que opona a Espaa y Portugal desde el Amazonas hasta el sur del Brasil comenzaron en Pars en 1776. Aprovechando que la guerra revolucionaria en Amrica del Norte impeda a Inglaterra proteger a los portugueses
5 Puede imaginarse la prdida que se produjo desde 1767 remitindose a las cifras del ganado que pastaba entonces en las misiones: casi 770.000 vacas, 81.000 caballos, 13.900 mulas y 221.600 ovejas. Vase Horacio C. E. Giberti: Historia econmica de la ganadera argentina (Buenos Aires, Solar/Hachette, 1961), pgs. 38-39.
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del Brasil meridional, Espaa envi a Cevallos con 10.000 soldados y 115 navos a la banda oriental del Plata, donde tomaron la isla de Santa Catalina y la Colonia del Sacramento pero debieron abandonar el intento de apoderarse de Ro Grande. El tratado preliminar de lmites firmado en San Ildefonso (1777), que puso fin a esa campaa, fue beneficioso para Espaa, pues pudo recuperar Colonia, la isla San Gabriel y las siete misiones orientales, obtuvo las islas de Fernando P y de Annobn, logrando as tener acceso directo por primera vez a las fuentes del trfico negrero, y recibi de Portugal la renuncia a sus derechos sobre las islas Filipinas y Marianas. En cambio, los portugueses se posesionaron de todo el Ro Grande y el Yacu. Qued en suspenso, sin embargo, el esfuerzo hecho por la Junta de Demarcacin de Lmites para establecer fronteras americanas definitivas entre los dominios de ambas coronas6. Una zona neutral fue lo ms que se logr entre la Banda Oriental y las posesiones portuguesas al sur del Brasil. Floridablanca, dirigindose a la Junta de Estado espaol en 1787, sintetiz con claridad la poltica que haba seguido la Corona espaola: lo que ms importaba a Espaa era que se fijaran los lmites de manera indeleble, conforme al Tratado de San Ildefonso y otros acuerdos firmados con Lisboa, aunque sea a costa de cualquier cesin o sacrificios de territorios en unos parajes en que nos sobran tantos, pues la conjuncin y oscuridad de los confines siempre han de dar lugar a nuevas intrusiones de los
Entre 1778 y 2001 actuaron en nombre de Espaa grupos de negociadores de lmites integrados por Diego de Alvear, Baltasar Maca, Pedro Crdenas, Jos Varela y Ulloa, Rosendo Rico Negrn, Jos Mara Cabrer,Juan Francisco Aguirre y Flix de Azara, acompaados de astrnomos, matemticos y militares, que en la mayora de los casos no pudieron reunirse con los intervinientes portugueses y dedicaron mucho tiempo al estudio de las regiones limtrofes y a sus observaciones personales, como es el caso de Aguirre, Alvear, Azara y Cabrer.
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portugueses7. Esa poltica reflejaba la creciente debilidad de Espaa frente a sus aliados y enemigos europeos y pona en evidencia la disposicin de reyes y diplomticos a entregar posesiones reclamadas o ya ocupadas, an si los guardianes de las defensas exteriores en Amrica septentrional haban hecho todo lo posible para retener y reconquistar tierras de la Corona.
7 Manuel Lucena Giraldo: La expedicin imaginaria: la ejecucin del tratado de San Ildefonso en la Guayana espaola (1776-1784), en Estudios (viejos y nuevos) sobre la frontera, coordinados por Francisco de Solano y Salvador Bernabeu, publicado en Anexos de la Revista de Indias, 4, 1990 (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1991), pgs. 252-254, 264 y 266-267.
Captulo 5. El nuevo Virreinato del Ro de la Plata ________________________________________________ I. Reorientaciones polticas en Espaa a raz de la ascensin a la Corona de la Casa de Borbn A la muerte de Felipe II las deudas de Espaa se elevaban a 100 millones de ducados, pero la gravitacin del endeudamiento no ces: hubo nuevos quebrantos en 1607, 1627, 1647 y 1656, pues los gastos del Estado crecieron todava ms, no slo a raz de sucesivas inflaciones y de una creciente alza de precios, sino debido a la intervencin de Espaa en la Guerra de los Treinta Aos, la prosecucin del conflicto con Francia durante el decenio posterior al tratado de Westfalia, y las rebeliones en Catalua, Andaluca, los Pases Vascos, Portugal, Sicilia y Npoles. Continuaron, pues, las guerras en que particip Espaa en cumplimiento de la poltica de los Habsburgos, casi siempre enfrentada a Francia y sus aliados circunstanciales (en 1667-1668, 1672-1673 y 1689-1697), pero tambin desde 1641 hasta 1665 contra el Portugal, siempre apoyado por Inglaterra y, al principio, tambin por Francia. Entre el fracaso de la Armada Invencible en 1588 y la batalla de Rocroi en 1643, los ejrcitos y el podero naval de Espaa haban sido duramente vulnerados. Desde el decenio de 1640 la situacin empeor a causa de la disminucin de las remesas de metales preciosos y de impuestos y tributos. Si entre 1621-1630 se extrayeron en Amrica cantidades de oro y plata por valor de 126,8 millones de pesos, las cifras correspondientes a los siguientes decenios muestran un declive constante, de 122,7 millones en 1631-1640 a 52,5 millones en 16811690; esto repercuti en el valor de los metales importados por Espaa, que disminuy de unos 17 a apenas algo ms de 3 millones de pesos entre 1650-1659 y 1690-1699. Pero hay que recordar que el oro y la plata provenientes de las
Indias slo haban fomentado un espejismo de riqueza en la Corte espaola, pues las dos terceras partes haban ido a parar a manos de acreedores del extranjero y el resto se haba esfumado en la compra de mercancas que Espaa no estaba en condiciones de producir o se haba perdido a raz de actividades de contrabando. Por inconciencia, contra el progresivo quebrantamiento econmico, que haba desalentado el desarrollo industrial y paralizado el comercio, se haba recurrido a una masa agobiadora de muy diversos impuestos, lo que provoc, entre otras reacciones, ms emigracin que en siglos anteriores. Un fuerte declive de la industria espaola oblig a la pennsula a admitir muchas ms mercancas extranjeras. Durante todo el siglo XVII los herederos de Felipe II -en orden sucesivo, Felipe III (1598-1621), Felipe IV (16211665) y Carlos II (1665-1700)- persistieron por el rumbo tan perjudicial para Espaa que ya haban escogido sus antecesores. Sucesivas bancarrotas desde la poca de Carlos V -en 1557, 1560, 1575, 1579 y 1596-, que la Corona provoc ms de una vez en perjuicio de sus acreedores, haban puesto a Espaa al borde de la ruina. Las guerras, la falta de visin econmica, el retroceso de la actividad productiva, los gastos que reclamaba el mantenimiento de la flota de Indias, las prdidas de oro y plata provocadas por la accin de piratas y corsarios y de contrabandistas tanto de ultramar como de la propia Espaa, las depreciaciones monetarias y la inflacin fueron factores contributivos en esa decadencia. Como teman que a la muerte de Carlos II se produjera un importante desequilibrio de fuerzas en Europa, Guillermo III de Inglaterra y Luis XIV convinieron en 1698 un primer plan de repartimiento en virtud del cual Espaa y sus colonias pasaran a manos del prncipe elector de Baviera; como ste muri antes que Carlos II, fue necesario adoptar otro plan, conforme al cual su sucesor sera el archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador
Leopoldo I. La diplomacia francesa opt sin embargo por persuadir a Carlos II de que testara en favor del duque de Anjou, nieto de Luis XIV, que subi al trono con el nombre de Felipe V (1700-1746). De pronto, Espaa dej de lado a la dinasta de los Habsburgos para integrarse en la de los reyes borbnicos. Felipe V se vio envuelto de inmediato en la guerra de la Sucesin espaola, a raz de la cual Espaa fue invadida por ingleses, holandeses, alemanes y portugueses y tropez con resistencias civiles en Catalua, Aragn y Valencia. En virtud del tratado de Utrecht (1715), Espaa perdi Gibraltar, Menorca, el Franco Condado, Flandes, Cerdea, Miln, Npoles y Sicilia, mientras que Inglaterra tom posesin de parte del Canad y pudo arrancar de Espaa el tratado complementario en virtud del cual logr, como hemos visto, un papel preponderante en el trfico negrero. No haba en Espaa otra cosa que deterioro de la industria, la agricultura, la moneda, la tesorera, la administracin y la autoridad real1. Adems, Inglaterra se haba convertido en la principal potencia martima, y Espaa pronto estuvo comprometida en una nueva guerra a causa de su pretensin de conseguir tronos italianos para dos hijos de Felipe V, lo que provoc la alianza de Inglaterra, Francia y Holanda para evitarlo: Francia invadi el Pas Vasco y Catalua y los ingleses caonearon a Vigo y Pontevedra y amenazaron a Galicia y batieron a las fuerzas navales espaolas en Pessaro. No obstante, Espaa persisti por la misma va, con la consecuencia de que tuvo
John Lynch: Spanish colonial administration, 1782-1810. The Intendant system in the Viceroyalty of the Ro de la Plata (Westport, Connecticut, Greenwood Press, reimpresin de 1969), pg. 1. Existe una edicin en espaol, titulada Administracin colonial espaola, 1782-1810. El sistema de intendencias en el Virreinato del Ro de la Plata, traducida por Germn O. E. Zjarks, con revisin tcnica del traductor y de Ricardo Caillet Bois (Buenos Aires, Editorial Universitaria, 1962).
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que enfrentarse a una nueva coalicin, compuesta de Inglaterra, Francia, Prusia, Holanda, Suecia y Dinamarca. Desprovista de recursos suficientes para actuar en demasiados frentes, Espaa no haba estado en condiciones de proteger sus posesiones coloniales contra invasiones e incursiones extranjeras, y esto haba contribuido a su exclusin momentnea o permanente de varios territorios de Amrica Central y las Antillas. Librados a s mismos, asfixiados por el monopolio, sometidos al capricho de una clase gobernante no menos corrupta que la que haba en Espaa, los dominios americanos restantes estuvieron ms dispuestos, como su abastecimiento dependa de la dbil capacidad productiva y comercial de Espaa y sta no contaba de todos modos con suficientes navos para asegurarlo, a hacer del contrabando su tabla de salvacin, aprovechando para ello las oportunidades creadas por los emprendimientos mercantiles de holandeses, ingleses, portugueses y franceses. Felipe V no haba prestado hasta entonces suficiente atencin a la rehabilitacin de Espaa, pese a todos los problemas acumulados all, no slo por efecto de las crisis financieras y econmicas, sino tambin a causa de la desintegracin poltica debida al excesivo poder de la nobleza y de la Iglesia, la agitacin de regiones empeadas en preservar sus fueros y el grado de autonoma de que gozaban pese a la constante presin por lograr la unidad del pas, los grandes latifundios improductivos, la paralizante influencia de la Mesta, industrias en decadencia cuando no en paales, y una administracin catica. El rey decidi promover la industria, el comercio, la agricultura y la ganadera peninsulares y comenz a centralizar la toma de decisiones en sus secretaras de despacho. Pero el fenmeno ms decisivo fue la reconsideracin de todas las orientaciones econmicas anteriores. Esa fue la mayor contribucin del despotismo ilustrado inaugurado por los Borbones.
Sustentado en las observaciones y opiniones de expertos extranjeros - sobre todo franceses e italianos - y de varias generaciones de ministros competentes, caracterizados por su intelecto y su apertura hacia nuevas teoras econmicas, muchos de los rumbos que tom el pensamiento oficial en lo que se refiere a Amrica espaola demostraron que lo que ms quiso la Corona fue mejorar la administracin de las colonias para defenderlas con ms cuidado y lograr una recaudacin fiscal mucho mayor; fue consideracin secundaria garantizar el progreso socioeconmico colonial, por lo menos en Amrica austral, siempre relegada a segundo o tercer plano. Sin embargo, bajo Felipe V el marqus de la Ensenada lleg a proponer, en contradiccin con la orientacin oficial, que se prohibiera traer a Espaa los tesoros de Indias: pensaba que deban invertirse en Amrica, pues de esa manera sera ms fcil coartar el expansionismo comercial y territorial extranjero2. En 1743, el ministro Campillo compar nuestras Indias con las colonias extranjeras, aseverando que Martinica y Barbada dan ms beneficio a sus dueos que todas las islas, provincias, reinos e imperios de la Amrica a Espaa y que nuestros americanos [hallaron] tantas ventajas en tratar con los extranjeros que, aunque gastase el Rey en resguardo todo cuanto producen las Indias, jams se lograra excluir los gneros extranjeros si no se dispone que los de Espaa se den, poco ms o menos, al mismo precio... Por eso propugn un Nuevo sistema de gobierno para la Amrica: liberalizacin del comercio colonial, fomento de la economa americana, reforma del sistema administrativo, reparto de tierras baldas a los indios, una colonizacin basada en la recuperacin de los predios no utilizados de los latifundios, y concesin de mejoras a los
habitantes3. En muchos aspectos, el proyecto econmico de Bernardo Ward, difundido en 1762, es decir antes de que se publicara el de Campillo, recogi las mismas ideas. Esos objetivos, todos loables a primera vista, respondan sin embargo al designio de que las colonias se consagraran a la produccin de materias primas muy valoradas en los mercados europeos (pero que seran negociadas en la pennsula) o necesarias para el consumo metropolitano, y se abastecieran ampliamente en Espaa de bienes manufacturados. De esa manera se pensaban reconstituir muchos activos perdidos. Sin embargo, como las economas coloniales no tenan perspectivas homogneas, porque producan riquezas de distinto valor e inters para Espaa, siempre ms interesada en recibir metales preciosos que otros productos, la concentracin del nuevo esfuerzo peninsular en Filipinas o todo el territorio americano desde el golfo de Mxico hasta el Per, poda perjudicar a las comarcas ms desfavorecidas y, entre ellas, la regin del Plata. Por otra parte, la libertad de comercio se entenda sobre todo como una relacin ms fluida entre la metrpolis y su periferia en ultramar, ms favorable a aqulla que a sta, pero no como una verdadera apertura internacional, que indudablemente era lo que ms precisaban las gobernaciones del Paraguay y el Ro de la Plata. En otras palabras, se pretenda que las mercancas extranjeras slo pudiesen ingresar en Amrica por conducto de intermediarios espaoles; as se pens terminar con el contrabando, sin comprender que ste proseguira mientras no fuese autnticamente libre el comercio con cualquier pas. Se quera, ante todo, que Amrica fuera el punto de desemboque para la produccin
Segn los extractos de esa obra atribuida a Campillo, reproducidos por Guillermo Cspedes del Castillo en Textos y documentos de la Amrica hispnica (1492-1898), vol. XIII de la Historia de Espaa, dirigida por Manuel Tun de Lara (Barcelona, Editorial Labor, 1988), pgs. 314-317.
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metropolitana, industrial y agrcola4. Que eran necesarias mejoras importantes en beneficio de criollos e indios, dejaron constancia Jorge Juan y Antonio de Ulloa en las Noticias secretas de Amrica que fueron compilando y redactando entre 1735 y 1745 en el curso de un viaje de inspeccin por Panam, Colombia, Ecuador, Per y Chile: aportaron muchos datos sobre riquezas inexplotadas y posibilidades productivas, y denuncias acerca de cmo se organizaban el contrabando y el comercio ilcito y las consecuencias que tenan sobre el tesoro pblico, as como sobre las insuficiencias del armamento y las defensas navales, en tierra como en el mar, pero tambin descargaron sus iras en contra de las expoliaciones de que eran objeto los indios por corregidores mal pagados y vidos de enriquecerse gracias a los repartimientos5. Acabar con la corrupcin administrativa y los abusos de poder y mejorar la organizacin y la eficacia militares pasaron a ser consignas oficiales bienvenidas, pero de alcances limitados, tanto ms cuanto que la venalidad haba llegado a ser un vicio muy arraigado entre los poderosos y no era comn recompensar el mrito, sino ms bien repartir puestos entre favoritos y gente del mismo clan. Diversos ministros y asesores de los reyes borbnicos comprendieron que haba que actuar en varios frentes para que el progreso americano no redundara en perjuicio del desenvolvimiento de la economa espaola, que exiga el rpido crecimiento de la industria y el comercio peninsulares. Sin embargo, en vistas de que tampoco
Tulio Halperin Donghi: Reforma y disolucin de los imperios ibricos, 17501850, volumen 3 de la Historia de Amrica Latina, dirigida por Nicols SnchezAlbornoz (Madrid, Alianza Editorial, 1985), pg. 31. 5 Luis J. Ramos Gmez: Las Noticias secretas de Amrica. de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1735-1745) , tomo II: Edicin crtica del texto original (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Instituto Gonzalo Fernndez de Oviedo, 1985).
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convena ahogar el resurgimiento americano no bastaba con que la liberalizacin econmica fuese beneficiosa para el comercio y la industria dentro de Espaa, sino que tena que ofrecer algunos incentivos a los productores y comerciantes de Amrica con objeto de contribuir a un mayor intercambio del centro con la periferia. Uno de los mejores medios para alcanzar este objetivo era terminar con el predominio de Cdiz como puerto de entrada y salida obligatoria de productos peninsulares y coloniales, para lo cual habra que habilitar nuevos puertos y fuentes de abastecimiento con el fin de quebrar el monopolio ejercido desde all, y suprimir trmites y tarifas aduaneros particularmente onerosos y engorrosos, reemplazndolos por disposiciones de ms sencilla aplicacin y tasas uniformes. De esta manera, se podran crear nuevos polos de crecimiento en Espaa a la vez que se contribua al desarrollo de las colonias: dada la situacin econmica en Espaa era ms importante lograr lo primero que lo segundo. A raz de la concentracin y coordinacin de funciones a nivel ministerial, el Consejo de Indias y la Casa de Contratacin fueron perdiendo mucha de su antigua influencia sobre la poltica colonial. Comenz a desmantelarse el sistema de abastecimiento basado en la flota de Indias y a alentarse la organizacin de transportes martimos regulares por otros medios menos complicados, ms frecuentes y con itinerarios ms variables. Paulatinamente, se revisaron los derechos aduaneros con objeto de liberar a muchas mercancas producidas en Amrica de la multiplicidad de aforos que pesaban sobre ellas. De todos modos, amenazada en toda la zona del Caribe y del Golfo de Mxico y atacada repetidamente por el lado del Pacfico, Espaa haba descuidado sus defensas en el Atlntico sur. Desde fines del siglo XVII cada vez fueron ms las razones que obligaban a remediar las carencias de
que se haban aprovechado portugueses, franceses, ingleses, holandeses y otros. En efecto, despus de un siglo de operaciones piratescas centradas en Amrica Central, las Antillas y las costas del Pacfico, los piratas, corsarios, marinos de guerra y mercaderes ingleses y franceses volvan a interesarse en Amrica austral. No se hablaba de anexin de cualquier parte del territorio continental, pero ese peligro era real en lo que toca a la Banda Oriental y a las islas Malvinas, como se ver oportunamente. Una junta encabezada por el marqus de Llamas examin en 1763 las causas de la decadencia del comercio colonial, concentrando sus crticas en el monopolio ejercido desde Cdiz, el sistema de convoyes martimos destinados a puertos privilegiados, los aforos sobre el volumen y no el valor de las mercaderas, con los que se favorecan ciertos tipos de intercambio comercial en perjuicio de otros, el decaimiento de la industria textil espaola debido al desarrollo de las plantaciones y manufacturas americanas, la gravitacin excesiva de las restricciones y gravmenes impuestos a la importacin de oro, plata y otros productos americanos como factor contributivo de la extensin del contrabando, y la escasez de esclavos debida al alto costo de su introduccin por compaas y navos extranjeros, que haba que remediar mediante la intervencin directa de Espaa en ese trfico. A todas estas razones obedecen los cambios decididos por Carlos III (1759-1788), quien gracias a las medidas adoptadas por su predecesor Fernando VI (1746-1759) y a la prosperidad que logr ste, pudo contar con una base suficiente para proseguir e intensificar las reformas econmicas. Dos innovaciones fueron de especial importancia para el Ro de la Plata: la creacin de un virreinato independiente a expensas del de Per y la institucin del sistema de intendencias.
II. El Virreinato del Ro de la Plata Artfice de la voluntad de Carlos III de garantizar la seguridad de su imperio (a pesar de haberse embarcado con ligereza en la guerra de los Siete Aos), Jos de Glvez, ministro de Indias y visitador general de Nueva Espaa, fue quien ide el plan para afianzar los puertos del ro de la Plata como bastin defensivo contra toda amenaza de infiltracin extranjera y convertir a Buenos Aires en una base comercial de primera jerarqua. La necesidad de afianzar la defensa de las colonias meridionales provoc el desmembramiento del virreinato del Per y aceler la creacin del nuevo virreinato del Ro de la Plata y el nombramiento de Cevallos en calidad de primer virrey, lo que fue decidido en 1776. Ya antes de cambiar su puesto de gobernador militar por el de virrey, Cevallos haba llegado a la conclusin de que una mejor defensa del Plata deba ir acompaada de un mayor desarrollo econmico. Por eso dict el auto de libre internacin, gracias al cual foment a partir de Buenos Aires el comercio en todo el territorio. Una vez nombrado virrey, sigui insistiendo ante Glvez que el Ro de la Plata era el nico bastin espaol en Sudamrica y que haba que velar por su prosperidad, pues como lo dijo con palabras profticas era el nico punto por cuya va se podra retener a Sudamrica o dejar que se perdiera6. Aunque la jurisdiccin del nuevo virreinato qued claramente establecida recin en 1784, en trminos generales sus fronteras septentrionales iban desde la regin del lago Titicaca en el Alto Per hasta la regin de Mojos y Chiquitos, prolongndose por el Chaco y el Paraguay hasta alcanzar los lindes de las antiguas misiones
jesuticas con Ro Grande del Sur. Hacia el sur, los lmites territoriales incorporaban cuantas tierras colonizadas o en manos ajenas haba entre el flanco oriental de los Andes y el ocano Atlntico: todo el noroeste, el centro, el litoral y la Banda Oriental y todo lo que, con notables excepciones, todava era dominio de los indios hasta el estrecho de Magallanes en los confines meridionales de la Patagonia y las islas Malvinas. Eran tremendas las distancias que separaban a las principales ciudades: Buenos Aires quedaba a 140 leguas de Crdoba, 240 de Santiago del Estero, 318 de Salta, 374 de Santiago de Chile, 403 de Asuncin del Paraguay, 536 de Potos y 1.000 de Lima. En cada jurisdiccin, la topografa peculiar de cada regin y la carencia de buenos caminos dificultaba las comunicaciones entre cada capital de provincia y las ciudades o pueblos satlites. Los cabildos locales se quejaban de la subordinacin econmica que sufran frente a las ciudades principales, pero no les molestaba quedar al margen de su influencia poltica y preservar una parte de autonoma.
III. Las Intendencias Glvez haba propuesto que se redujera la jurisdiccin de los virreinatos existentes para que pudiese mejorar el gobierno de cada uno, pero tambin propici la habilitacin en Amrica de intendencias parecidas a las que ya existan en Espaa, desde 1718, y en Francia, encabezadas por hombres probos, competentes y bien remunerados a quienes no pudiera acusrseles de corrupcin o cohecho7. Con tales descentralizaciones institucionales, destinadas a dar mayor agilidad a la gestin gubernamental y, sobre todo, a mejorar la recaudacin y su control, impulsar el desarrollo econmico y las obras pblicas, y permitir una accin ms rpida y coherente en caso de conflictos internos o externos, confiaba en que sera posible limitar las facultades de los virreyes, como efectivamente se decidi. El nuevo sistema se inaugur en 1782 en el Ro de la Plata. Se crearon nueve intendencias. De norte a sur, stas fueron las siguientes: 1) Puno; 2) La Paz; 3) Cochabamba; 4) Charcas; 5) Potos; 6) Salta (con jurisdiccin sobre Salta, Jujuy, Tucumn, Santiago del Estero y Catamarca); 7) Crdoba (abarcaba las provincias de Crdoba, San Luis, La Rioja, Mendoza y San Juan, separadas las dos ltimas de la capitana general de Chile); 8) Paraguay, y 9) Buenos Aires (abarcaba los territorios de Santa Fe, Entre Ros y Corrientes)., En el puerto de Buenos Aires estaba no slo la sede del virreinato, sino tambin de la Intendencia General (las otras limitaban sus funciones a las de administracin de sus respectivas jurisdicciones), del Tribunal Mayor y Oficina Real de Cuentas creado en 1767 para supervisar la labor de numerosas subtesoreras provinciales encargadas
Segn extractos reproducidos por Guillermo Cspedes del Castillo, op. cit., pgs. 303-307.
de la recaudacin fiscal, de la aduana central organizada en 1778, y de la Real Audiencia instituida en 1783. Las cuatro gobernaciones militares, directamente subordinadas al virrey, pero dependientes financieramente de los intendentes de Buenos Aires, Asuncin y Charcas, eran las de Mojos, Chiquitos, Montevideo y Misiones (menos trece de sus treinta pueblos, que se integraron en la intendencia del Paraguay).
Mapa 8. Intendencia del Paraguay
Cabe sealar que el Paraguay, que antes haba dependido tericamente de las autoridades limeas y la Audiencia de Charcas, gracias a lo cual se haba aislado crecientemente de Buenos Aires, que le haba arrebatado
en 1617 su papel de ciudad principal de la colonia rioplatense y el control de la navegacin fluvial y martima, iba a quedar sometido al virrey porteo y, por motivos de orden militar, iba a verse envuelto en la lucha para preservar la integridad territorial del Virreinato (gracias a sus milicias, pues careca de guarniciones peninsulares), pese a sus reivindicaciones autonomistas, y en las posteriores tratativas para fijar los lmites de ste con el Brasil. Obsrvese tambin que la Banda Oriental (Montevideo) no gozaba de autonoma, a pesar de ser el ms grande puerto fortificado del ro de la Plata, sede de una guarnicin naval importante, apostadero de aguas ms profundas que las de Buenos Aires, y centro no menos importante que la capital del virreinato en todo lo que se refiere tanto a las importaciones y exportaciones lcitas como a las clandestinas. Esto iba a causar mucha rivalidad y grandes resquemores entre las colectividades portuarias de ambas bandas. Como si esto no fuera poco, la creacin de una serie de rganos independientes conforme al nuevo rgimen de intendentes, encargados de muchas funciones fiscales, militares, administrativas y judiciales en distintos puntos del territorio, dio lugar a muchas fricciones y entredichos con sucesivos virreyes, las audiencias, los cabildos y las autoridades religiosas y no resolvi el problema de la creciente fragilidad del erario pblico (a veces debido a una contabilidad defectuosa o a malversaciones cometidas por funcionarios subalternos) frente a las exigencias de la reforma administrativa y las necesidades de la defensa. El virrey Vrtiz, por ejemplo, objet desde un principio el que se le retiraran sus poderes financieros y econmicos para encomendrselos a un funcionario de menor jerarqua, el superintendente; recin en 1803 se decidi restituir a la cabeza del virreinato las facultades de superintendente de finanzas y para aclarar todava mejor cul era la lnea
jerrquica se determin que los intendentes slo obraban dentro de las jurisdicciones provinciales. Pero hasta ese momento algunos intendentes dieron prueba de gran intransigencia y dedicaron mucho tiempo y energa a recriminar a los virreyes y pleitear con ellos por asuntos de jurisdiccin - as ocurri con Francisco de Paula Sanz (intendente de Buenos Aires entre 1783 y 1788) en oposicin al virrey Loreto -, o mantuvieron serias controversias con la Iglesia y las audiencias por la manera en que ejercieron en nombre del rey las funciones del patronato, aplicadas al nombramiento no slo de dignatarios religiosos sino tambin de catedrticos universitarios.
IV. Poblacin del Virreinato Aunque en 1720 el Gobierno espaol se sinti obligado a prohibir toda emigracin con destino a las Indias, pues a pesar de la pobreza de ms de un cuarto de la poblacin peninsular haba que contener el xodo para poder impulsar una nueva era de diversificacin y crecimiento econmicos, en el siglo XVIII aument algo la inmigracin peninsular, pero el incremento de la poblacin rioplatense se debi sobre todo a las migraciones internas y al ritmo de crecimiento de las familias criollas y mestizas, ms que al aporte de nuevos contingentes de emigrantes espaoles. La economa del siglo XVIII no cre mucho empleo para los grupos sociales ms desfavorecidos. Como era escasa la mano de obra en muchos puntos, provoc migraciones internas, sobre todo de santiagueos, puntanos, cordobeses y guaranes de las antiguas misiones jesuticas hacia zonas en expansin, especialmente en Buenos Aires y el litoral.
Al parecer, en todo el siglo XVIII slo llegaron a Amrica 53.000 espaoles8; todo indica que al Ro de la Plata vinieron ms militares, burcratas, hombres de empresa y comerciantes que labradores y artesanos, y todas estas categoras en menor proporcin que en otras partes, pero en todo caso esa inmigracin coincidi, en especial, con la creacin del Virreinato del Ro de la Plata en 1776. Hacia 1810 la poblacin total del Virreinato del Ro de la Plata exceda un milln de habitantes asentados sobre un territorio de cinco millones de kilmetros cuadrados, del que ocupaban una fraccin muy inferior a la mitad. Los espaoles venidos de la pennsula eran francamente minoritarios, pues eran mucho ms numerosos los descendientes criollos de antiguos colonos blancos, no siempre de pura sangre, los indios y negros y los mestizos y mulatos. Los territorios ms poblados, con mucha poblacin indgena y mestiza, eran los del Alto Per. Recurdese, a ttulo ilustrativo, que en toda la provincia de Potos haba unos 217.000 habitantes y en la de Santa Cruz de la Sierra unos 180.000 habitantes, de los cuales slo 20 por ciento eran espaoles; en Cochabamba, la antigua Oropesa, vivan ms de 6.300 espaoles y 14.400 mestizos, negros, mulatos e indios, y otros 4.000 y 6.300, respectivamente en la segunda ciudad en orden de importancia -Santa Cruz de la Sierra, llamada San Lorenzo de la Barranca en el momento de su fundacin-. En lo que respecta al Paraguay, Azara cifraba su poblacin en 94.295
Hernndez Snchez Barba lleg a la conclusin de que a fines del siglo XVIII vivan en Amrica espaola unos 153.000 nativos de la pennsula y casi 2.925.000 criollos, de modo que estos ltimos representaban el 95 por ciento de la poblacin ni indgena ni africana. La gran mayora de los espaoles que migraron a Amrica durante ese siglo fueron a Nueva Espaa, Per y Nueva Granada. La reparticin porcentual de esos inmigrantes parece haber sido la siguiente: criados (30 por ciento); cargadores y otros trabajadores manuales (23 por ciento); familiares de los emigrantes (13 por ciento); mercaderes (13 por ciento); funcionarios y eclesisticos (8 por ciento cada uno); personas sin actividades definidas (1,6 por ciento), y artesanos (1,6 por ciento). Citado por Jorge Basadre: El azar en la historia y sus lmites (Lima, Ediciones P. L. V., 1973), pgs. 77 y 81-82.
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personas en 1785 y sealaba que predominaban los espaoles americanos, es decir los criollos, a menudo mestizos (52.303)9. El resto del Virreinato no tena mucho ms que 600.000 habitantes. Estaban concentrados principalmente en las jurisdicciones de Buenos Aires (algo ms de 70.000)10, Crdoba (51.800)11, Santiago del Estero (33.000), Tucumn (23.654), Catamarca (21.910), Jujuy (18.189), Salta (13.528) y La Rioja (13.293). Mendoza, San Juan y San Luis tenan menos de 11.500 habitantes cada una. Segn ciertas fuentes, en el Litoral vivan unas 100.000 personas; es probable que esa cifra abarque toda la poblacin de la Banda Oriental (30.000 habitantes) y buena parte de los habitantes de la franja costera hacia Buenos Aires y ms all. (Un clculo incompleto, limitado a ciertas reas de Santa Fe y Entre Ros, atribuye 16.000 habitantes a una y 11.700 a la otra; Corrientes y Misiones sobrepasaban los 50.000 habitantes, pero probablemente ese clculo incluye a los pueblos guaranes de las antiguas misiones jesuticas, o sea 23.258 almas en 180212.) En el Chaco, la Pampa y la Patagonia vivan unos 190.000 indios no sometidos. Las tres cuartas partes de la poblacin blanca, mestiza y mulata de tanto territorio viva fuera de las ciudades, cuanto ms en poblados pequeos, pero sobre todo
Flix de Azara: Descripcin general del Paraguay. Edicin de Andrs Galera Gmez (Madrid, Alianza Editorial, 1990), pgs. 174-175. 10 Segn la estimacin elaborada por Flix de Azara en 1797. 11Estimacin del obispo Moscoso en 1801. Doce aos ms tarde, el censo provincial registr 72-043 habitantes. 12 Todas las cifras no atribuidas a otras fuentes provienen de Ernesto J. A. Maeder: Evolucin demogrfica argentina desde 1810 a 1869 (Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1969) y Dora E. Celton: "La poblacin. Desarrollo y caractersticas demogrficas", en Academia Nacional de la Historia: Nueva historia de la Nacin Argentina, tomo 4: La configuracin de la Repblica independiente (1810-c1914) (Buenos Aires, Planeta, 2000), pgs. 45-75.
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dispersa en la campaa, porque sus ocupaciones y su modo de vida eran predominantemente rurales. Las principales ciudades eran Buenos Aires (40.000 habitantes)13, Crdoba (11.500), Montevideo (10.000, sin contar la guarnicin naval y militar), Catamarca (5.971), Salta (5.093), Jujuy (4.460), Santa Fe (4.000) y Tucumn (3.640). A pesar de que el Virreinato del Ro de la Plata se instituy con la intencin, entre otros objetivos, de crear un pas bien articulado, ni la descentralizacin administrativa lograda mediante el sistema de intendencias ni la hegemona pretendida por Buenos Aires contribuyeron a gestar una mayor homogeneidad social. Cada ciudadprovincia, cada intendencia, cada gobernacin tuvo su propia lite, con caractersticas derivadas de las influencias, intereses, tradiciones y composicin social y tnica locales, y entre esas lites surgieron conflictos o connivencias sustentados sea por aspiraciones y necesidades regionales o por la identificacin con los objetivos de una u otra de las minoras porteas favorables al comercio libre o a la subordinacin respecto de Espaa. Si bien puede hablarse de un progreso, sobre todo en el orden fiscal, generado por el nuevo sistema de gobierno virreinal, apoyado en la accin de los intendentes, y por la reforma mercantil, puede decirse que la conjuncin de ambos produjo un doble efecto contraproducente: por un lado, la superposicin de un nuevo estrato burocrtico contribuy a debilitar el papel de los cabildos siempre celosos de su fuero y de sus prerrogativas - y, por otro, se estableci en la colonia una nueva lite comercial que tena con gente poderosa de la metrpoli y de otros pases lazos ms estrechos que sus antecesores.
Apenas 12.623 habitantes menos que Lima, capital del Virreinato del Per, en 1792 (segn la cifra dada por el virrey acerca de la poblacin incluida en los recintos urbanos), y 10.000 ms que Santiago de Chile. En Potos haba 30.000 personas a fines del siglo XVIII (haban sido 150.000 en la poca de su apogeo).
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La multiplicacin de nuevas instituciones y estratos de poder a raz de la creacin del Virreinato hizo que se incorporaran a la clase gobernante muchos funcionarios designados en Espaa. No puede caber duda de que muchos recin venidos eran gente bien inspirada y competente y que otros lo fueron en menor grado, acaso porque no estaban preparados para ejercer funciones directivas, asumieron actitudes altaneras o desearon desde un principio imponer sus criterios moldeados en la metrpoli sin esforzarse por comprender el nuevo medio en que iban a actuar. Tampoco es impropio pensar que porque venan de Espaa o de otros virreinatos se crean culturalmente superiores a la gran mayora de los antiguos residentes rioplatenses y se aislaban de la gente comn, con la que de todos modos el contacto debi ser muy superficial. Hacerse la Amrica, como otros indianos de pocas anteriores, puede haber sido el objetivo perseguido por algunos, quiz porque pronto vieron cmo actuaban los hombres de negocios y cunto se poda ganar imitando sus procederes. Por codearse con otros funcionarios y con mercaderes y terratenientes y frecuentar mbitos pretendidamente aristocrticos, pero esencialmente burgueses, cimentaron relaciones privilegiadas con la casta superior. Puede comprenderse que esos funcionarios recin venidos no siempre fueron bien acogidos por los antiguos residentes peninsulares, muy celosos del grado de figuracin que haban logrado, ni con ms razn por los ciudadanos nativos, que seguan sintindose postergados, sobre todo cuando aqullos se perdan con delicia en los laberintos de precedencias, ubicaciones preferentes en procesiones y memorias, derecho a usar trajes ornados y conflictos sobre cuestiones de protocolo y jerarqua14.
Halperin Donghi: Revolucin y guerra . Formacin de una elite dirigente en la Argentina criolla (Buenos Aires-Madrid, Siglo Veintiuno, 1994), pg. 67.
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En una sociedad colonial tan estratificada, esas tendencias contribuyeron a que se agudizaran las desavenencias entre distintos grupos de residentes peninsulares y las frustraciones de los elementos progresistas, tanto criollos como espaoles. La clase comercial nunca haba tenido gran cohesin. A raz de las reformas econmicas, comenzaron a aparecer facciones con perfiles bien definidos: el grupo monopolista europeo, impermeable al cambio; un grupo ms abierto a las nuevas ideas, pero deseoso de que se mantuvieran las situaciones de monopolio, aunque en provecho de Buenos Aires y no de Cdiz, y un grupo partidario de ampliar y diversificar la produccin y las exportaciones y de liberalizar el comercio, aunque tal apertura fuera gradual y facilitase las relaciones comerciales slo con otras colonias espaolas y algunos pases neutrales o amigos. No se prest suficiente atencin a la admonicin del ministro Aranda, quien comentando el primer proyecto de creacin de intendencias preparado por Glvez, haba sido uno de los primeros en darse cuenta del problema que se avecinaba: entonces opin que en toda reorganizacin burocrtica debera darse cabida a los criollos, indios y sus descendientes; esto sera ms equitativo que seguir eligiendo malos sujetos provenientes de Espaa para los empleos pblicos y el ejrcito, con la consecuencia, entre otras, de que las colonias fueran depsito de los ms dscolos; conclua que sobre masa tan indispuesta, si no se purifica, no puede menos de viciarse cualquier establecimiento, por bueno que sea.
Cuadro 3. Orden cronolgico de las fundaciones, por regiones, desde principios del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XIX
BUENOS AIRES
Y CERCANIAS _______________ Areco (1728) Pergamino (1730) Magdalena (1730) Misin de Concepcin (1740) Misin de Nuestra Seora del Pilar (1746) Misin de Nuestra Seora de los Desamparados (1746) San Nicols (1748) Puerto Soledad (Malvinas) (1765) Pilar (1774) Rojas (1777) Melincu (1777) Cauelas (1778) Carmen de Patagones (1778) Chascoms (1779) Mercedes (1779) Ranchos (General Paz) (1781) Floridablanca (Puerto San Julin) (1781) Arrecifes (1786)
BANDA ORIENTAL
_________________ Cruz del Eje (1735) Fortn San Jos del Bebedero (1778) Fortines Saladillo, San Fernando y Concepcin del Ro Cuarto (c. 1780) Fuerte San Juan Nepomuceno (1781) Fuerte de Aguanda (1786) La Carlota (1786, 1792) Concepcin del Ro Cuarto (1796) San Rafael del Diamante (1786, 1805) Fortn San Lorenzo del Chaar (1786) Villa del Rosario (1786) San Agustn de Juregui del Valle Frtil (1793) Nuestra Seora del Carmen (Den Funes) (1793) La Carolina (c. 1794) San Carlos (c. 1794) Corocorto (c. 1794) Nueva Orn (1794) Melo (Merlo) (1797)
_________________ Gualeguay (c. 1784) Concepcin del Uruguay (1783) Gualeguaych (1783)
Salto (1752) San Carlos (1762) Paysand (1772) Canelones (1774) Florida (1779) Mercedes (Coln) (1781) Santa Luca (1781) San Jos (1783) Minas (1783) Pando (1787) Rocha (1793) Melo (1795) Beln (1801) San Gabriel de Batov (1801)
V. Las fronteras del Virreinato15 La frontera del noroeste, sumamente desguarnecida y expuesta, no slo a los levantamientos de los chiriguanos y los ataques de los guaycures, sino a una invasin portuguesa, comenzaba en la regin de Mojos y Chiquitos, donde las misiones trataban de apaciguar y sedentarizar a otras tribus chaqueas, sin otros apoyos que los que podan brindar las escasas y distantes tropas acantonadas en Santa Cruz de la Sierra o Cochabamba, en caso de que pudieran alertarlas a tiempo los destacamentos mviles o fijos que vigilaban el ro Itanes. En cambio, en Salta y Jujuy haba toda una cadena de fortines que se extenda de sur a norte y hacia el nordeste16; en el ltimo tramo de la lnea fronteriza, separados entre s por algunos de los fortines mencionados, estaban los fuertes principales, es decir los de Ledesma y Santa Barbara. Santiago del Estero no tena mejor defensa que la del fuerte de Tacopunco. Toda la costa del ro Bermejo estaba
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Basado en Roberto H. Marfany: Fronteras con los indios en el sud y fundacin de pueblos, en el tomo IV de la Historia de la Nacin Argentina, op. cit.; Cushner, op. cit., pgs. 4-5 y 82, y Mariluz Urquijo, op. cit.. Sobre los gastos militares, vase Lyman L. Johnson: The military as catalyst of change in late colonial Buenos Aires, en Mark D. Szuchman y Jonathan C. Brown (publicado bajo la direccin de): Revolution and Restoration: The rearrangement of power in Argentina, 1776-1860 (Lincoln y Londres, University of Nebraska Press, 1994), pgs. 31-34, y en especial el cuadro 2.2, basado en John J. TePaske y Herbert S. Klein: The royal treasuries of the Spanish Empire in America, vol. 3: Chile and the Ro de la Plata (Durham, North Carolina, Duke University Press, 1982). 16 San Jos de Vilelas, Nuestra Seora del Pilar, San Luis de Pitos, Balbuena, San Esteban de Miraflores, San Fernando del Ro del Valle, San Felipe, San Bernardo de Pizarro, Ro Negro y Centa. Cabe recordar que el Chaco fue cayendo en manos de blancos con ms rapidez que la pampa, a pesar de la belicosidad de los indios de esas comarcas. En realidad, la expansin hacia el Chaco provino de varios puntos: Salta y Jujuy; Tucumn, Santiago del Estero y Santa Fe y una de sus caractersticas fue la presencia de reducciones jesuticas. Vase Barsky y Gelman, op. cit., pgs. 71-72.
prcticamente sin colonizar, pues all slo existan a fines del siglo XVIII las reducciones de San Bernardo y de Santiago, que nucleaban a grupos de indios tobas y mocoves, respectivamente, dado que nunca tuvo apoyo oficial el proyecto de Manuel Victoriano de Len, empresario pudiente y buen conocedor del Chaco, de costear la construccin de treinta fuertes de palo a pique y una villa poblada por cien familias sobre la ribera austral, a cambio de la concesin por diez aos de toda la sisa saltea, la introduccin de 1.000 negros y la libre comercializacin de cueros y frutos. Sobre el ro Paraguay, era temida la presencia de los fuertes portugueses de Nueva Coimbra y Miranda Albuquerque, creados en violacin de los tratados de San Ildefonso, a pesar de que, presuntamente, su principal funcin era impedir la fuga de esclavos y la salida clandestina del oro de Cuyab. Con objeto de defender la poblacin de Curupait, las milicias paraguayas se apoderaron de las posiciones portuguesas sobre el ro Igatim (1777) y, para contrarrestar el efecto de aquellas fortificaciones, los espaoles haban creado sobre el ro Apa los fuertes de Borbn (1793) y San Carlos, pero si bien subsisti la amenaza de infiltraciones portuguesas el mayor peligro para los poblados y villas del Paraguay fueron los desmanes cometidos por indios payagus, guaycures y tupes y las acometidas de los indios chaqueos. Cabe recordar, tambin, que, a raz de la expulsin de los jesuitas en 176717, las reducciones que haban estado a su
17 Los propietarios y productores paraguayos situados al oeste de las reducciones jesuticas, predominantemente en torno a Asuncin, haban combatido con tremenda envidia, combatividad y afn de competencia el papel descollante que desempeaban los jesuitas que desde sus 30 reducciones con hasta 150,000 indios productores de tabaco y yerba mate actuaban como si constituyeran una entidad poltica y econmica autrquica, desvinculada de las autoridades coloniales y el resto de la sociedad paraguaya. Adems de reivindicar el derecho a competir con los jesuitas en la produccin y el comercio y la obligacin impositiva, quizs sus mayores agravios eran sentirse soslayados y, peor an, privados de la mano de obra indgena resguardada en las misiones. En 1720 haba estallado la
cargo, no slo seguan peligrando debido a la presin de invasores portugueses, sino que haban sufrido prdidas considerables a causa del desmoronamiento de su prspera economa, la incuria de los nuevos administradores y una seria disminucin de la poblacin indgena sedentaria18. En Corrientes, no haba ms control que el que podan imponer los fuertes de Goya y El Rubio sobre el Paran, que de poco servan contra los bandidos que atentaban contra vidas y haciendas en todo el litoral y no vacilaban en atacar centros poblados como La Bajada, Concepcin del Uruguay y Corond. Apenas unas leguas al norte de Santa Fe, comenzaba la lnea defensiva creada desde esa ciudad19. En los lindes con lo desconocido y temible a causa de la presencia de indios aguerridos y nmades, dispuestos a arrasar poblaciones y sacar botn, se fue estableciendo lentamente, gracias a los esfuerzos de las propias poblaciones y de los gobernadores del Tucumn, el Paraguay y el Tucumn en el siglo XVII, y con ms acierto recin en pleno siglo XVIII, sobre todo mientras el intendente Sobremonte se ocup de la defensa de las provincias del centro y de Cuyo y el virrey Vrtiz hizo lo mismo en la gobernacin de Buenos Aires, una lnea de fortines de frontera que slo con el tiempo atrajeron colonos dispuestos a sacar partido de los bosques o del ganado salvaje y, progresivamente, a trabajar la tierra. Cruzando de oeste a este con un trazado sinuoso tendido desde el cerro Tupungato hasta el delta del Paran, los
revolucin comunera de oposicin al Estado jesuita; iba a terminar cuando los colonos prsperos se percataron de que los campesinos pobres se estaban apoderando de tierras que consideraban suyas y tuvieron que recurrir a los indios de las reducciones para reprimirlos. En la jurisdiccin del Paraguay haban quedado las reducciones de San Estanislao, San Joaqun y Beln y los entonces llamados pueblos de Yut, Caasap, Ytap, Yaguarn, Yt, Ypan, Guarambar, Tobat, Atir y Altos. 19 Comprenda los fuertes Almagro, Feli, Soledad, Melo y Virreina (Sunchales).
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principales fortines meridionales existentes hacia 1790 fueron los que dependan de la intendencia de Crdoba20. Seguan a esos fortines los establecidos en Santa Fe, por ejemplo los de India Muerta, Pavn y Melincu. En jurisdiccin de Buenos Aires, pero limitados a la franja costera hasta la baha de Samborombn, acercndose al ro Salado, se hallaban los fortines y guardias que protegan las poblaciones, estancias y chacras bajo la influencia de Buenos Aires e impedan en todo lo posible que los malones pudieran apoderarse del ganado salvaje o alzado21. Las reducciones fundadas entre 1740 y 1746 por los jesuitas en la provincia de Buenos Aires - Concepcin de los Pampas, Nuestra Seora del Pilar y Nuestra Seora de los Desamparados - fueron avanzadas de pacificacin que muy pocos aos despus tuvieron que afrontar, como San Miguel del Monte, Lujn y Chascoms, malones dispuestos a impedir el avance de los hacendados. En la Banda Oriental, Montevideo fue el principal bastin espaol contra incursiones martimas extranjeras. Como haba que precaverse de cualquier ataque dirigido contra el ro de la Plata, a fines del siglo XVIII fue la plaza fuerte ms poderosa de todo el virreinato, con el refuerzo de bateras en Maldonado y la isla Gorriti y una cadena de puestos militares que se extendan por la costa hasta el fortn de Santa Teresa. Tambin se contaba con la
20 En Mendoza, el de San Carlos, sobre el ro Tunuyn, a la entrada del valle de Uco; al sudoeste y al sudeste de la ciudad de San Luis, los fortines de San Jos del Bebedero y San Lorenzo del Chaar, y en Crdoba, para asegurar la defensa de las estancias y pueblos situados al sur de los ros Tercero y Saladillo, los fortines Santa Catalina, San Fernando (Sampacho), Concepcin del Ro Cuarto (precursor de la villa de Ro Cuarto), San Bernardo, San Carlos, Sauce (cerca del cual se fund a La Carlota), San Rafael de Loboy, Asuncin de las Tunas y Loreto (Zapallar). 21 Mercedes, Rojas, Salto (trasladado ms tarde a la laguna del Carpincho), Areco, Lujn, Navarro, Lobos, Bragado, Manantiales de Casco, Monte, Zanjn (despus Vitel), Ranchos, Magdalena y Chascoms.
presencia de dragones y blandengues en Minas, Sols Grande, Pando, Paso de la Arena, Santa Luca y Colonia. Por el norte de la Banda Oriental, donde ms necesidad haba de defenderse de las infiltraciones portuguesas y de los ataques de los charras - que haba sido imposible expulsar lejos de las riberas del Uruguay y seguan hostilizando las antiguas misiones jesuticas y las estancias orientales -, el cordn defensivo espaol, cuyo comando estaba en Cerro Largo, era ms que insuficiente, pues apenas comprenda unos 400 soldados repartidos en las guardias de Santa Teresa, San Miguel, Arredondo, Melo, San Martn, Batov, San Rafael, San Jos, San Antonio, Santa Rosa, Tacuaremb y Santa Tecla. Esto no era bastante para contener a los charras e impedir la progresin portuguesa hacia el sur, realizada mediante la emigracin forzada de isleos de Madeira o de pobladores de Santa Catalina y la regin de San Pablo, y la creacin de pueblos, estancias y guardias fronterizas entre los ros Piratin y Yaguarn, tanto ms cuanto que en todo el territorio los charras actuaban en connivencia con desertores espaoles y portugueses, esclavos fugados del Brasil, guaranes insumisos, contrabandistas, cuatreros y changadores que robaban o vaqueaban ganado para venderlo del otro lado de la frgil frontera entre los dos imperios. Recin en la poca del virrey Avils se tom la decisin de colonizar las cabeceras de los ros Arapey e Ibicuy, pero el asunto requiri tanto tiempo y esfuerzo que hacia marzo de 1801, cuando ya comenzaba una nueva invasin portuguesa, slo se haban creado los nuevos pueblos de Beln y San Gabriel de Batov. Durante esa nueva guerra, Espaa volvi a perder la posesin de los siete pueblos misioneros heredados de los jesuitas, pues los portugueses se fueron apoderando de Arredondo, San Miguel, San Lorenzo, San Nicols, San Juan, San Luis, Santo Angel y San Borja y hasta ocuparon a Cerro Largo.
Fue en esos aos que Avils pudo darse cuenta de cunto necesitaba el apoyo militar del Paraguay a pesar de las persistentes desavenencias que lo oponan al gobernador-intendente Lzaro de Ribera a raz de su trato de las poblaciones indgenas22, las necesidades de abastecimiento de tabaco para las dems provincias del Virreinato y las desobediencias de Ribera cuando ste trataba, sin su consentimiento, de desalojar tribus hostiles del Chaco. En septiembre de 1801, Ribera emprendi el ataque de Nueva Coimbra sin saber cun fortificada estaba esa bastin portuguesa; su tentativa fue frustrada por tempestades imprevistas y al poco tiempo tuvo que regresar a Asuncin para organizar el envo de milicias sobre el frente oriental donde era preciso auxiliar al gobernador de Misiones. En resumen, el territorio bajo efectivo control espaol nunca correspondi al mbito delimitado o pretendido por las distintas lneas de fronteras, que siguieron siendo muy vulnerables hasta la segunda mitad del siglo XIX. Los trabajos de las distintas comisiones de delimitacin de los dominios tanto espaoles como portugueses, as como las expediciones de exploracin enviadas al Gran Chaco o a la Patagonia, tuvieron el mrito de despertar el inters por nuevas colonizaciones y de documentar la topografa y los recursos naturales disponibles. Los espaoles asignaron cuantiosos fondos a los preparativos y guarniciones militares, pero cuando se produjeron las invasiones inglesas pudo comprobarse cun frgiles eran las defensas terrestres y navales que tanto haban costado. (Los gastos militares por diversos conceptos representaron porcentajes
De manera ms o menos encubierta, se haba vuelto a imponer el sistema de encomiendas y servicios personales; se provean gneros a los administradores, segn conviniera a los gobernadores - pues slo el gobernador poda robar a los pueblos de su jurisdiccin, con la connivencia de la Junta Provncial- , que deban venderlos a los indios a los precios que les dictaba la codicia de aqullos, y se les cobraba en yerba por el equivalente de la mitad o la tercera parte de su valor real. Mariluz Urquijo, op.cit., pgs. 280, 309.
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inferiores al 10 por ciento de todas las erogaciones de la tesorera colonial antes de 1776; despus de la creacin del Virreinato del Ro de la Plata, las proporciones fueron aumentando: 10,5 en 1779, 37,8 en 1785 y 42,8 al ao siguiente, hasta llegar al 63 por ciento en 1801, aunque hubo importantes disminuciones en algunos aos intermedios.) En las tierras supuestamente protegidas por los fortines y guardias fronterizos persistieron los bolsones insumisos y las zonas despobladas. En la Banda Oriental y en el Chaco, pero en otras partes tambin, la tarda experiencia colonizadora fracas debido sobre todo a la escasez de inmigrantes, a los gastos que recaan sobre la Real Hacienda cada vez que haba que dotar nuevas poblaciones de todos los pertrechos y el ganado necesarios, y a la influencia que ejercieron hombres como Flix de Azara. ste, transformado en gran especialista en cuestiones agrarias y de lmites, daba prioridad a la creacin de estancias y a la formacin posterior de vnculos comunitarios y gregarios entre estancieros, y minimizaba la conveniencia de crear poblados en lugar de fortines. Esa opinin, basada en la preferencia que Azara siempre crey que deba darse a la ganadera porque brindaba beneficios monetarios diez veces ms grandes que los que se podan esperar de la agricultura, era compartida por los hacendados, que no deseaban que se crearan poblaciones en torno a fuertes o fortines, y despreciaban a los pequeos propietarios, sospechosos de parasitismo. Tambin provena de una considerable desconfianza en la calidad y espritu de sacrificio de los pocos pobladores dispuestos a aceptar que se les transplantara lejos de los centros urbanos establecidos.
VI. Las islas Malvinas y la Patagonia El archipilago de Malvinas no suscit ningn inters concreto por parte de Espaa hasta el reinado de Felipe V. De esas islas se saba muy poco; si se hace caso omiso de la hiptesis de que fueron descubiertas por Magallanes, que nadie pudo corroborar, tampoco tena fundamento la versin de que quienes primero las vieron fueron los navegantes ingleses John Davis y Richard Hawkins entre 1592 y 1594, y el nico dato seguro sigue siendo que las avistaron las expediciones holandesas de Sebald de Weert y Lemaire-Shouten en 1600 y 1616, respectivamente. En cambio, los espaoles, con Pedro Sarmiento de Gamboa al mando de una imponente armada, hicieron todo lo posible para ocupar y poblar la zona del estrecho de Magallanes, pero la infructuosa expedicin de 1581 hizo que tuvieran que conformarse con intentar la defensa de las costas chilenas desde Valdivia. Durante mucho tiempo, nadie se ocup del reconocimiento de las Malvinas. Franceses, ingleses y holandeses siguieron navegando por el Atlntico sur, centrando su atencin en Tierra del Fuego y la costa patagnica y desde fines del siglo XVII encontraron la ruta del cabo de Hornos, que abri el camino de sus barcos corsarios y mercantes hacia puertos chilenos y peruanos. Francis Drake se lanz contra Valparaso, La Serena, Arica y El Callao en 1579; la reaccin espaola fue rpida y ese mismo ao Pedro Sarmiento de Gamboa comenz a reconocer el estrecho de Magallanes con la intencin de crear bases defensivas (fund a Nombre de Jess y Rey Don Felipe en 1584), Esto no impidi nuevos ataques ingleses. Cavendish asalt Valparaso en 1587; Hawkins volvi a hacerlo en 1594. Sharp asol las costas del Pacfico y tom La Serena en 1680; seis aos ms tarde, Davis quiso repetir esa hazaa.
Hasta 1648 los holandeses emprendieron varias veces operaciones militares y mercantiles destinadas a conseguir bases sobre la costa del Pacfico y vender sus productos manufactureros (tejidos y artculos de mercera, cuchillera y cristalera, por ejemplo). Mahu y van Noort entraron por la fuerza en Valparaso en 1598 y 1601; en 1615, van Spielbergen venci a una flota espaola frente a Caete y desembarc en Paita y otros puertos secundarios peruanos despus del asalto frustrado de El Callao. Nueve aos ms tarde, una flotilla comandada por L'Hermite atac Arica y asedi El Callao. Brouwer tuvo que abandonar al cabo de unos pocos meses la colonia holandesa que quiso asentar en Valdivia. Los espaoles se vieron obligados a hacer grandes inversiones para mejorar las fortificaciones de El Callao, establecer las de Valdivia y aumentar su fuerza naval en el Pacfico23. La apertura de la ruta del cabo de Hornos iba a asestar un gran golpe a la tradicional va del comercio transocenico pasando por el istmo de Panam y, adems, despert el apetito de los comerciantes de Chile y el Per por un intercambio fructuoso con barcos extranjeros. Estaba visto que los progresos de la navegacin demostraban la ineficacia de las polticas y medidas monopolistas. Felipe V decidi encomendar a Francia, y por intermedio de ella a la Compaa Francesa de las Indias Orientales sin duda a sabiendas de que sta y los armadores de SaintMal tenan experiencia reciente de la navegacin en el Mar del Sur, la misin de investigar prolijamente qu islas haba en las aguas australes cercanas al continente. Por esa razn, entre 1706 y 1713 salieron sendas expediciones dirigidas por Rigaudire, Chabert, Pore, Doublet y Brignon, que en conjunto slo contribuyeron al perfeccionamiento de la cartografa.
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Espaa no hizo nada para tomar posesin efectiva de las islas Malvinas. Tampoco hizo bastante para desbaratar los proyectos ingleses de que se hablaba entonces, como por ejemplo la resolucin del Parlamento britnico de favorecer el comercio con el Pacfico austral (aparentemente sugerida por un sbdito espaol, el marqus de Corpa, partidario del archiduque Carlos, que hasta propuso la conquista de Chile), la proposicin del ex gobernador de las Bermudas, John Pullen, de que se establecieran bases en el ro de la Plata y en Chile24, y otra, tambin formulada en 1711, de humillar a Espaa apoderndose de Buenos Aires. En 1738, el incidente provocado en aguas mexicanas cuando un barco espaol detuvo a un navo mercante britnico, a cuyo capitn, de apellido Jenkins, se le cort una oreja y amenaz con la horca, precipit grandes preparativos de guerra en Inglaterra y en las colonias espaolas, que se extendieron a Europa cuando una vez declarado el conflicto los contrincantes tomaron sus partidos respectivos en la guerra por la Sucesin austriaca. En la primera fase, los ingleses decidieron llevar a cabo dos campaas navales contra los dominios espaoles en Amrica: el almirante Vernon deba atacar grandes puertos del Caribe, aunque slo pudo saquear a Portobelo y fracas ante Cartagena, mientras que el comodoro Anson iba a lanzarse contra Buenos Aires y doblar luego el Cabo de Hornos para atacar las costas del Pacfico hasta el istmo de Panam.
Pullen, basndose sobre todo en las crnicas de Acarette du Biscay, haba sostenido que el Ro de la Plata era el lugar ms propicio para establecer una colonia inglesa; vase Carlos Roberts: Las invasiones inglesas del Ro de la Plata (1806-1807) (Buenos Aires, Emec Editores, Coleccin Memoria Argentina, 2000), pg. 44. Ya en 1574, Richard Grenville haba recomendado a Isabel I la fundacin de asentamientos ingleses entre el ro de la Plata y Chile, con objeto de que fueran a parar en Inglaterra los grandes tesoros de oro, plata y perlas que esperaba encontrar en Amrica austral. As recuerda Fisher, op.cit., pg. 84, citando a P. T. Bradley: The lure of Peru: Maritime intrusion into the South Sea, 1598-1701 (Londres, Macmillan, 1989).
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En realidad, Anson pas de largo frente a Buenos Aires sin que la flota espaola lograse interceptarlo y sigui su marcha hacia el Pacfico, donde saque a Paita y, una vez en aguas filipinas, se apoder de un galen espaol que rumbeaba hacia el puerto de Acapulco, llevndose un botn valuado en 500.000 libras esterlinas. A su regreso a Inglaterra, propuso a las autoridades inglesas la ocupacin de las islas Pepys, bastante mentadas entonces pero cuya existencia nadie haba podido comprobar, as como de las islas Malvinas y de puntos que no mencion expresamente en Tierra del Fuego; adujo que convena disponer en esa zona de bases para futuras acciones navales y de lugares de recalada para asegurar una mejor travesa del Cabo de Hornos, pues se haba percatado de que la presencia de navos ingleses que fondeaban en Ro de Janeiro o en Santa Catalina era notificada inmediatamente a las autoridades espaolas de Buenos Aires. Por su parte, Vernon proclam en 1741 la ventaja estratgica, desde el punto de vista de la expansin del comercio britnico, de que su pas interviniera a favor de la emancipacin de las colonias espaolas, pues convendra aliarse con ellas cuando fueran libres. Eran estos indicios precursores de una poltica inglesa ms agresiva y no dejaron de alarmar a Espaa y a Francia. Despus de la firma de la paz de Aquisgrn, Jos de Carvajal y Lancaster, ministro de Fernando VI, conocido por su actitud favorable a una relacin pacfica y estable con Inglaterra, hizo gestiones ante los ingleses para averiguar sus verdaderas intenciones en relacin con las propuestas de Anson y, en caso necesario, calmar los nimos. Los diplomticos ingleses le hicieron saber, tras una nueva expedicin naval britnica hacia el Atlntico meridional, que slo deseaban proceder a exploraciones de carcter cientfico en los mares vecinos a las islas Malvinas y Pepys y que no tenan intencin alguna de asentarse en esa zona.
Estas aseveraciones no satisficieron a Carvajal, quien sostuvo que le parecan intiles tales exploraciones en vista de que los ingleses haban reconocido que no pretendan adquirir posesin alguna en Amrica austral y de que, por lo tanto, no necesitaban fondeadores ni puertos propios. Por su parte, en ese momento los ingleses estaban ms interesados en lograr la concertacin de un tratado comercial con Espaa, que se firm en 1750. Conforme a ese tratado, Inglaterra cedi a Espaa el goce del asiento de esclavos y del navo de permiso acordado a la Compaa de los Mares del Sur a cambio de una indemnizacin por valor de 100.000 libras esterlinas. No hubo secuelas dignas de mencin. El marqus de la Ensenada, que reemplaz a Carvajal, cay bajo la influencia francesa, ms determinada a contrariar la hegemona britnica, y aconsej que se tomaran medidas para defender a Amrica espaola contra invasiones y agresiones inglesas. Este punto de vista, coincidente con el del duque de Choiseul, tuvo un firme partidario en Carlos III apenas sucedi a su hermano Fernando VI en 1759, pues el nuevo rey quiso reforzar de inmediato la marina real para rescatar a las colonias del estado de indefensin y vulnerabilidad en que estaban. La guerra de los Siete Aos iniciada en 1761, as como el conflicto entre Espaa y Francia con Portugal a partir del ao siguiente, no tuvo consecuencias demasiado perjudiciales para los espaoles, salvo en lo que respecta al enorme rescate exigido por los ingleses despus del saqueo de Manila. Poco despus de firmarse el tratado de Pars (1763), el militar, cientfico y navegante francs Bougainville propuso al Gobierno de su pas, inspirndose en las opiniones del comodoro Anson, el establecimiento de una base naval en Amrica austral con objeto de facilitar el paso hacia las Indias Orientales y ampliar las perspectivas de una expansin del comercio francs; argument que desde un
puerto de escala seguro, tambin se podra ampliar la pesca de bacalao y la caza de lobos marinos y ballenas y, por ende, producir aceite para los molinos de azcar. Obtenida la autorizacin necesaria, zarp ese mismo ao hacia el Atlntico sur y una vez que avist las Malvinas, borde la isla Soledad, se intern por la ms grande baha occidental y fund a Puerto Luis. Al ao siguiente, el comandante Byron, de la marina inglesa, explor la Gran Malvinas con la intencin de establecer un punto de recalada para navos de guerra y de comercio en el lugar que, en homenaje al primer lord del Almirantazgo, denomin Puerto Egmont. Dijo en su relacin del viaje, que fue de circunnavegacin, que ese puerto puede contener toda la armada real de Inglaterra, fondeada en l con la mayor seguridad, y aadi que el pas adyacente tena todos los requisitos necesarios para un buen establecimiento, por lo que si la Corona de Inglaterra se apoderaba de l, sera con el tiempo una colonia muy floreciente25. Tanto Byron como Bougainville, que ese mismo ao hizo un segundo viaje a las Malvinas, decidieron que para tener rboles y plantas y disponer de madera de construccin, bastaba con procurarse plantones en el estrecho de Magallanes. En 1766, el capitn MacBride, al mando de una escuadra britnica bien pertrechada, procedi a la fundacin de la base de Puerto Egmont. Al poco tiempo descubri la existencia de Puerto Luis en la otra isla y reclam su evacuacin, aduciendo que las Malvinas eran inglesas por derecho de descubrimiento, como si realmente tuviera pruebas de que el hallazgo del archipilago se deba a Davis, Hawkins o Byron.
Comandante Byron: Viage del comandante Byron al rededor del mundo. Traducido del ingls e ilustrado con notas por don Casimiro de Ortega (Madrid, Almarab, 1992; edicin facsimilar de 1769), pg. 97.
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La expedicin de Bougainville provoc de inmediato la reaccin de Espaa que, aunque no quiso ver en ella un acto inamistoso por parte de su aliada, comprendi que era demasiado riesgoso dejar que se instalara en el mar austral una factora capaz de dedicarse al contrabando con sus colonias. Se discuti entonces la necesidad de instalar bases espaolas en Malvinas y diversos puntos de la costa patagnica, as como la urgencia de persuadir al duque de Choiseul de que Francia deba retirarse de Puerto Luis. Francia no puso grandes objeciones, pero Choiseul advirti a los espaoles que deban darse prisa en crear una base permanente en las Malvinas para que los ingleses no tuvieran ttulo ni pretexto alguno para instalarse all. Por su parte, Bougainville se avino a entregar Puerto Luis contra el pago de una indemnizacin de 618.000 libras y fue l mismo quien puso esa base en manos espaolas, transformada desde entonces en Puerto Soledad, bajo la direccin de la Capitana General de Buenos Aires. El caso de Puerto Egmont era ms espinoso. Inglaterra insisti en ligar la solucin de ese litigio al cobro de la parte impaga del rescate de Manila y propuso que ambas cuestiones fueran objeto de arbitraje; despus opt por sugerir que esa deuda podra cancelarse contra la cesin de la orilla derecha del Misisip, ocupada por los espaoles entre 1767 y 1769. Sin embargo, hubo otros asuntos que ocuparon la atencin, como ser los incidentes producidos en la costa de Mosquitos y en la baha de Honduras, de los que se quejaba Inglaterra, y la supuesta intencin inglesa de destacar un escuadrn naval para proteger sus intereses en el golfo de Mxico. Espaa, por su parte, tuvo que prepararse contra posibles agresiones inglesas, haciendo los aprestos necesarios en Puerto Rico, Caracas, Cuman, Portobelo y Buenos Aires, a la vez que enfrentaba a Portugal a raz de la retencin de Ro Grande por Cevallos y la amenaza de invasin en la provincia de Mojos (1763-
1767). La expulsin de los jesuitas complic tambin la situacin, tanto en la pennsula como en Amrica. As pues, Espaa tard casi cuatro aos en decidir y hacer ejecutar la orden de expulsar a los ingleses de las Malvinas; esa orden, dictada en 1768, recin se cumpli en 1770, una vez que el gobernador Bucarelli, muy dispuesto a acatarla, termin los preparativos necesarios. La primera expedicin espaola, al mando de Rubalcaba, se abstuvo de abrir fuego; la segunda, comandada por Juan Ignacio Madariaga y compuesta de cuatro fragatas, oblig a los ingleses a capitular en junio de 1770. Esto no puso fin al litigio con Inglaterra sobre este asunto; las negociaciones al respecto se celebraron en forma conciliadora. En 1771 los diplomticos espaoles pretextaron que Bucarelli haba procedido sin instrucciones, razn por la cual Carlos III deseaba restituir Puerto Egmont a los ingleses, sin renunciar por ello a la soberana espaola sobre las Malvinas. Hicieron una declaracin formal sobre estos puntos, que los ingleses aceptaron en todo lo referente a ese puerto, sin hacer valer ningn derecho o pretensin respecto del archipilago. En septiembre, reocuparon Puerto Egmont; qued all una pequesima guarnicin inglesa que fue reducindose en los tres aos siguientes, hasta que en mayo de 1774 el jefe del destacamento procedi a la evacuacin definitiva, aparentemente en ejecucin de una clusula secreta convenida durante las negociaciones de 1771. Las colonias inglesas de Amrica del Norte se rebelaron en 1776. Francia les ofreci su concurso contra Inglaterra en 1778 y al ao siguiente Espaa tambin decidi intervenir a su favor. No hubo invasin de Inglaterra, ni se pudo tomar a Gibraltar, como proyectaron los aliados, pero Espaa recobr la Florida al trmino de las negociaciones de paz en 1783. Pero cuatro aos antes, cuando apoyaban a los rebeldes norteamericanos en su guerra por la
independencia, los espaoles decidieron destruir las instalaciones de Puerto Egmont y slo qued la base de Puerto Soledad. Hubo entonces un perodo de calma relativa en el Atlntico sur, acaso porque la proyectada colonizacin de Australia por los ingleses desvi algo la atencin hacia esa zona, puesto que aqullas tambin eran tierras reclamadas por los espaoles y las especulaciones britnicas en torno a sus posibilidades militares no fueron menos inquietantes que en el caso de las islas Malvinas. En efecto, por lo menos tres marinos ingleses con conocimiento de la zona argumentaron durante el decenio de 1780 que la nueva colonia de Botany Bay o Puerto Jackson en Nueva Gales del Sur poda asegurar al Reino Unido un papel dominante en el Pacfico: desde ah se podra atacar a los holandeses de Java y otros lugares de las Indias Orientales, interceptar los navos espaoles que sacaban preciosos caudales de Manila, invadir las costas de Hispanoamrica o dar nimo y apoyo a los habitantes de Chile y el Per si estos deseasen contar con armas, municiones y tropas para sacudir el yugo espaol26. Pese a su preocupacin por la suerte de la costa oriental americana, Espaa haba hecho poco para asegurar su presencia efectiva en la Patagona. Entre 1745 y 1778 las acciones ms destacadas consistieron apenas en reconocimientos y exploraciones. Los padres jesuitas Quiroga, Strobel y Cardiel iniciaron la tendencia en los primeros aos de ese perodo y el ltimo nombrado dej mapas y un diario, menos divulgados que la obra de Thomas Falkner, que despus de actuar como mdico del asiento negrero en Buenos Aires, ingres en la Compaa de Jess y tras su regreso a Inglaterra public en 1774
Juan Pimentel Igea: La frontera austral. La monarqua hispana y la fundacin de Nueva Gales del Sur (1788), en Estudios (viejos y nuevos) sobre la frontera, op. cit., pgs. 414-415.
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bajo el ttulo de A description of Patagonia and adjoining parts of South America, que los ingleses conocieron antes que los espaoles. Desde 1751, Domingo Basavilbaso hizo varios viajes a San Julin, pero el principal acicate en favor de un poblamiento vino del embajador espaol en Francia, quien a partir de 1764 recomend la fundacin de asentamientos en Baha Sin Fondo, San Julin y Puerto Deseado. En la poca crtica de las primeras ocupaciones de Malvinas por franceses e ingleses se produjeron las expediciones navales de reconocimiento al mando de Pando, Perlier, y Gil y Lemos. Las costas patagnicas, como las de Tierra del Fuego, siguieron atrayendo buques balleneros y navos mercantes y de guerra. Recin en 1778 se dict la real orden de crear un formal establecimiento y poblacin en San Julin, completada meses despus por un proyecto de colonizacin en Baha Sin Fondo y otros parajes que en lo sucesivo sean adaptables y se determinen. As se crearon los siguientes centros: San Julin y Puerto Deseado (en lo que es hoy la provincia de Santa Cruz); San Jos, en la pennsula de Valdez, y Nuestra Seora del Carmen (ahora llamada Carmen de Patagones) y San Javier (en la provincia de Ro Negro). Con la excepcin de Carmen de Patagones y San Jos, el virrey Vrtiz resolvi en 1783 el abandono de los dems intentos de colonizacin en la Patagonia, a raz de los gastos que ocasionaban y las dificultades que haban surgido a causa de enfermedades, descontento de los colonos y conflictos entre autoridades militares y civiles27.
Carlos Mara Gorla: Los establecimientos espaoles en la Patagonia: Estudio institucional (Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos, 1984), pgs. 10-21 y 79.
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ANEXO
Extracto de la relacin cronolgica de las expediciones y emprendimientos llevados a cabo por navegantes, exploradores, expedicionarios, conquistadores, corsarios y filibusteros, publicada en un sitio Web del Museo del Fin del Mundo http://tierradelfuego.org.ar/museo/exploradores.htm
Aos
1501
Campaas
Amrico Vespucio llega hasta los 50 de Latitud Sur, a la altura de Puerto San Julin, en la Patagonia Argentina. Hernando de Magallanes descubre en 1520 el estrecho, paso del Atlntico al Mar del Sur, que llam Pacfico. Los relatos hechos por Pigafetta hablan de fuegos y humos misteriosos, pero no vieron ningn ser humano. Segn Magallanes el estrecho ya estaba presente en el mapa de Martn Beham. En 1515 ya se deca que marinos portugueses haban descubierto el paso hacia el Pacfico. Garca Jofr de Loyosa, Francisco de Hoces. Siete navos espaoles, tripulados por 450 hombres, salieron a imitar el derrotero magallnico : recordmonos del tratado de Tordesillas que comparta el mundo entre Espaa y Portugal. Una tormenta dispers las naves, de las cuales una (la de Francisco de Hoces) hubiera llegado hacia el "acabamiento de la tierra" que deba ser la isla de los Estados. Tambin notaron fuegos en la costa. Hurtado et Grijalda. Simn de Alcazaba. Presunto descubridor de las islas Malvinas. Se presuma que las Islas eran la extremidad del continente americano. Diego de Almagro emprendi una expedicin para buscar las ciudades cubiertas de oro mencionadas en las leyendas de El Dorado. Atraves la Cordillera de las Andes, se encontr con los indios Mapuchess, con les cuales combati, lo que le hizo volver a Per, con el mensaje que no haba oro en el Sur, pero si indios belicosos. Francisco de Camargo (expedicin del obispo de Plasencia). Una de las embarcaciones de la flota invern seis meses en el canal Beagle. Dijeron no haber visto a ninguno nativo. Presunto redescubrimiento de las Malvinas. El capitn Pedro de Valdivia se atrevi a emprender la conquista del territorio recorrido por Diego de Almagro. Saliendo de Cuzco (Per), el y sus 150 soldados fundaron la
1520
1525 1526
1535 1536
1557 1558
1577 1578
1579 1583
1586 1587
cuidad de Santiago del Nuevo Extremo. All se establecieron, sembrando trigo, resistiendo a los frecuentes asaltos de los indios Mapuches. En la primavera de 1549, se dirigi al sur, dnde vivan los indios Araucanos. Fundaron las 'ciudades' de La Serena, Concepcin, La Imperial, Valdivia, Angol, y fuertes: Tucapel, Arauco, Purn. En 1553, Pedro de Valdivia cay muerto en combate. Esas hazaas fueron narradas en el poema pico La Araucana por Alonso de Ercilla y Ziga, qui participera en 1557 d'autres guerres araucanes (obra publicada en Salamanca, en tres partes, la primera en 1569, la segunda en 1578 y, ms tarde, en 1589, la tercera. El poema completo, con sus Tres Partes, se public en Madrid, por primera vez, en 1590). F. de Ulloa: una de las primeras expediciones de exploracin. Su relato habla de los indios Chonos. Francisco de Villagra, sale de Valdivia (Chile), cruza la cordillera y reconoce lugares hacia el sur. Juan Ladrillero y Francisco Corts Ojeda, saliendo de Valdivia el 17 de noviembre, dispuesta por el segundo gobernador de Chile, Don Garca Hurtado de Mendoza, con objetivo reconocer el acceso a Chile por el sur. Encontraron a indios Chonos, de los cuales dejaron una de las muy pocas descripciones de sus costumbres y modo de vida. Uno de los primeros intentos serios de descripcin de las poblaciones del Estrecho: "Indios barbados. La gente de esta baha es bien dispuesta y de buen arte... Traen unos dardiles mal hechos y dagas de hueso de ballena... andan en canoas de cscaras de rboles... comen carne de lobos marinos, cruda, y mariscos. No tienen vasijas ni ollas. No conocen la sal". Despus del reconocimiento del estrecho y toma de posesin en nombre del rey de Espaa, vuelve a Chile. Francis Drake, el famoso corsario ingles parti de Plymouth el 13 de diciembre de 1577 al mando de cinco navos, toca costa en Patagonia dnde hubiera combatido con indios, cruza el estrecho (en solo 17 das); ha visto 'una isla' mientras derivaba hacia el sur (el cabo de Hornos ? la Antrtida ?). Pedro Sarmiento de Gamboa, saliendo de Callao el 11 de octubre de 1579, con dos navos, armados por el virrey de Per, Don Francisco de Toledo. Reconoci toda la parte occidental del estrecho de Magallanes, y fue el primero en tratar de poblar al extremo sur. Encontr indios de los canales del lado pacifico y en el estrecho de Magallanes. Su relacin es la "expresin del descubrimiento intelectual" de la zona. Uno de los objetivos era de contrarrestar las ambiciones de Drake que navegaba por esos lugares, y de asegurarse del estrecho, paso a Per. De ese viaje, Pedro Sarmiento de Gamboa escribi su libro "Derrotero al Estrecho de Magallanes" Thomas Cavendish, corsario ingls, estimulado por la fama y las riquezas obtenidas por Drake, zarp de Plymouth el 21 de julio de 1586, con tres navos. A l se debe el nombre del
1591 1592
1599 1599
1599 1600
1614 1617
1615 1616
1618 1619
1623 1634
Puerto Deseado, por el nombre de uno de sus navos, el Desire. Al ver grandes fogatas, por la colonia Nombre de Jess, fundada por Sarmiento de Gamboa, fue a encontrar los 18 supervivientes, pero se les neg socorro y sigui su viaje por el estrecho. El contexto era entonces el del bloqueo comercial impuesto por los espaoles en tierras americanas, el cual los ingleses deseaban romper. Segundo viaje de Thomas Cavendish, con John Davis, el cual descubri las 'islas meridionales de Davis' (Malvinas), el 14 de agosto de 1592. Jacob de Mahu / Simon de Cordes. Zarp de Rotterdam en 1598 con una flota de cinco botes (Fe, Esperanza, Amor, Fidelidad, Evangelio). Invernaron en el estrecho de Magallanes. Sebald de Weert, holands, en la nave Geloof (Fe) hizo el primer descubrimiento 'documentado' de las Malvinas, llamadas entonces islas Sebaldinas. Oliver van Noort, holands, enviado por la Compaia Magallnica, zarp del puerto de Goerce el 13 de setiembre de 1599. Reabastecieron en Puerto Deseado, y cruzaron el estrecho de Magallanes con destino a las Filipinas y circunnavegacin. Se trata de la cuarta circunnavegacin de la tierra. George de Spilbergen (Spilberg), alemn al servicio de Holanda, de la "Compaa nica de Indias Orientales", saliendo en agosto de 1614 del puerto de Texel con una flota de seis navos, a destino de las Molucas. Cruz el estrecho de Magallanes para atacar los espaoles en Chile. Willem Shouten y Jacques Le Maire. Salen con dos naves de msterdam con el objetivo secreto de reconocer la Terra Australis y de descubrir otro paso para las Indias Orientales distinto del estrecho de Magallanes.. Avistaron a Tierra del Fuego el 23 de enero de 1616, reconocieron y nombraron entre otros- el estrecho de Le Maire, la isla de los Estados, el cabo de Hornos, el 29 de enero de 1616 (Schouten era natural de la cuidad de Hoorn). Bartolom y Gonzalo Garca del Nodal (los hermanos Nodales), gallegos. Salieron de Lisboa el 27 de setiembre de 1618, en una expedicin en reaccin a las de los holandeses Shouten y Le Maire. Nombraron a la baha San Sebastin, la baha Buen Suceso, ... Doblan el cabo de Hornos el 6 de febrero de 1619, descubren las islas Diego Ramirez, circunnavegan la Tierra del Fuego (11 de marzo de 1619). Parece que fueron los primeros en tomar contacto con los nativos de la zona, en baha Buen Suceso. Volvieron a Europa despus de 10 meses de navegacin, sin haber perdido ni un solo hombre. Jacques L'Hermite, holands. Nombr la baha Nassau. Llev a cabo importantes trabajos hidrogrficos en las costas australes de la Tierra del Fuego y archipilagos cercanos, recogiendo tambin muchas e importantes noticias sobre las costumbres de aquellos indios.
1642
1670
1683 1684
1685
1686 1719
1695 1696 1698 1701 1690 1696 1701 1701 1703 1703 1703 1705
Henry Brouwer, holands. El primero a circunnavegar la isla de los Estados y a doblar el cabo de Hornos de Oeste a Este. Sir John Narborough, ingls. Penetr en el estrecho el 22 de octubre de 1670. Adems de una descripcin muy precisa de aquella regin y de sus indios, l y su teniente Pecket dejaron un mapa mucho mas preciso que los existentes, el cual ser utilizado por los dems navegantes. Ambrose Cowley, ingls. En su viaje de circunnavegacin, a bordo del Batchelor's Delight, forj la imaginativa existencia de las islas Pepys -supuestamente las Malvinas- las cuales buscaron navegantes durante siglo y medio. El filibustero Swan, tambin procediendo del estrecho de Magallanes, realiz varias expediciones, de las cuales: el 8 de enero de 1685, entre la isla Gallo y la isla Gorgona, una nave de 90 toneladas, cargado con harina, procedente de Trujillo y viajando a Panam. Juntndose con Cook e Eaton, los piratas trataron de tomar Guayaquil, pero renunciaron al perder su gua indio. En 1686, filibusteros -ingleses y franceses- provenientes de Santo Domingo viajaron por el canal de Magallanes hacia Chile y Per. Uno de esos, al volver a Francia, convenci a otros marineros malvinos (de Saint Malo) de viajar por esa zona a fines de comercio. Ser entonces la gran poca malvina, que les permiti un enriquecimiento enorme, a pesar de que los espaoles prohiban cualquier actividad comercial en sus posesiones a los extranjeros. Esa poca termin por el ao 1719, unos aos despus del tratado de Utrecht entre espaoles y franceses. Otros filibusteros de Santo Domingo viajaron por el canal de Magallanes a Chile y Per, donde saquearon naves, y terminaron en naufragar en el estrecho de Magallanes. Una escuadra de seis naves, comandadas por de Gennes, recorren el estrecho de Magallanes y los mares del sur. Haban partido del puerto de La Rochelle. Tres naves, bajo el mando de Gouin de Beauchne salen de La Rochelle. Recorren la zona del estrecho de Magallanes y las costas de Tierra del Fuego. John Strong, ingls. Navega la zona de las Islas Malvinas, bautiza un canal con el nombre de 'Falkland'. Guillaume Dumpier circunnavega el Cabo de Hornos. Beauchne, frances, de Saint Malo. Descubre la isla de su nombre, viaje a las malvinas. El Comte de la Bdoyre mandado por Perre du Coudray, sieur de la Villestreux, y el Rsident de Grndan, mandado por el seor Jean de Launay... desde el puerto de Saint Malo. Misin fundada en Patagonia por el padre Nicolas Mascardi en Patagonia para los indios Puelches. El Saint Charles, bajo mando de Perre Du Coudray, sali del puerto de Saint-Malo junto con el Murinet, bajo el mando del
1703 1705
1713
seor de la Fontaine Fouquet. El objetivo declarado era de ir a comerciar con China. Pero en realidad, para el armador Danycan, slo se trataba de volver a Chile y Per. El Saint-Pierre, de Saint-Malo, capitn Eon de Carman. Despus de cuatro meses invernando en el estrecho de Magallanes, se junta con el Saint Charles de Du Coudray Perre en Concepcin. El Marinet, saliendo de Saint-Malo el 26 de diciembre de 1704, con el padre jesuita Nyel a bordo, cuya relacin ser parte de la obra "Letras Edificantes de misionarios jesuticos". No iba a ver ningn indio del lugar. Su relato muestra que conoca muy bien los detalles de los viajes anteriores. El holands Pieter van der Aa recorre el estrecho de Magallanes con rumbo a Per. La Aurore, al mando del seor de la Rigaudire, con destino a Per, con el agrado del rey de Espaa, Felipe V. El Aimable y el Oriflamme, bajo mando del coronel frances Chabert, cruzan el estrecho de Magallanes, con destino a Per, con la misin de informarse sobre una eventual insurreccin de esas colonias. El 12 de octubre de 1707, Ducasse sale de Brest con 9 naves hacia Chile y Per, encargado de la escolta de las naves espaolas para su vuelta a Espaa. La nave corsaria inglesa Duke, mandada por Wood Rogers, con Cook y el mismo Dampier de piloto. Ataques de bote y de puertos por las costas peruanas/chilenas: e.g. Tambin salvaron al marinero Selkirk 'Robinson Crusoe' despus de sus cuatro aos de soledad en la isla Juan Fernndez. Woods Rogers, corsario ingles. Amde Louis Frzier, recorriendo las Malvinas, el Magallanes y las costas de Chile haca Per. Publica su relato del viaje, con mapa, en Paris, en 1716. Louis Feuille, francs, fraile, matematico y botanisto, el primero en pensar en evangelizar a los nativos. Hizo una mapa de Amrica del Sur en 1714. Escribio su relato del viaje en el mar del Sur, Paris, 1716. El Saint-Franois, de Saint-Malo, armador el seor Beauvais le Fer, repite la misin de hacer que volvieran los naves franceses. La Bellone, nave del rey de Francia, para juntarse con la escuadra espaola. Para poner orden en esa zona, una escuadra de naves de guerra espaolas, bajo el mando del francs, el seor Martinet, sale con la misin de traer de vuelta a Espaa, a todas los naves franceses que pudiera encontrar. GeorgeShelvocke and John Clipperton, corsarios ingleses, en una circunnavegacin. Roggeven, Narborough, Strong, ingleses. De Clas, francs. Se supone que estuvo una docena de das en la boca del Ro Grande.
173?
1740 1741
1767
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Josselin Gardin, francs. Dobl el cabo de Hornos, y dijo haber visto a un volcn en actividad. George Anson y Jos Pizzaro: Inglaterra y Espaa, por culpa del malo clima de la regin, no lograron que a trasladar al extremo sur el campo se sus operaciones de guerra martimas (se habian declarado la guerra en octubre de 1739). George Anson sali de Portsmouth, Inglaterra el 18 de setiembre de 1740, con seis naves, 1510 hombres y 236 caones, mientras Jos Pizzaro sali de Espaa con cinco naves, 2870 hombres y 308 caones. Entre perdidas de botes y naufragios, no lograron a encontrarse ni enfrentarse. Uno de los botes de Anson, el Wager, con Byron a bordo, se naufrag en las islas Guayenecos, del lado del Pacifico, y ayudados por los indios Chonos, se rescataron logrando a llegar a Chile. (Campbell, Alexander : 'The sequel to Bulkeley and Cummins's voyage to the South-Seas: or, the Adventures of Capt.Cheap, the Hon. Mr. Byron, Lieut. Hamilton, Alexander Campbell, and others, late of H.M.S. the Wager, which waswreck'd on a desolate island in Latin 47. S. Long. 81. 40. W. in the SouthSeas, anno 1741', London, 1747) Luego, Anson se fue a reconocer la isla Juan Fernandez, bien conocida porque alli Wood Rogers libert al marinero Selkirk, alias Robinson Cruso. Jos Joaquim de Ostolaza. Naufrag su nave "La Pursima Concepcin" el 10 de enero de 1767, en la Caleta Falsa o Arredondo, donde se encontraron con indios (supuestamente Haush). Lograron a construir otro bote y navegar de vuelta a La Plata. Alexandre Duclos-Guyot, francs, viaj a las Malvinas y al estrecho de Magallanes. Louis Antoine de Bougainville, primer viaje del famoso capitn francs. Toma posesin de las islas Malvinas (primera colona all el 3 de febrero de 1764), islas que Francia cede a Espaa en 1767. Louis Antoine de Bougainville, segundo viaje, con provisiones y nuevos colonos para las Malvinas. Se dirigi al Estrecho de Magallanes en busca de madera de construccin. Durante su permanencia alli hicieron importantes observaciones meteorolgicas e hidrogrficas, y estudios etnogrficos. Commodore Byron, almirante ingls, al mando de los navios Tamar y Dolphin. Byron haba sido parte del equipaje del bote de la expedicin Anson que haba naufragado en las costas de Chile en 1741. Tuvo bastante encuentros con los indios Tehuelchess, por el cabo Vrgenes, Selk'nam recorriendo el estrecho, y indios Yamana por el cabo Upright. El tambin inicia una colonia en las Malvinas, un ao despues de Bougainville (en puerto Egmont). Al visitar la Tierra del Fuego a lo largo del Estrecho, dice: "La tierra estaba cubierta de flores, que en nada desmerecan de las que comnmente cultivamos en nuestros jardines, ni por su variedad, ni por la magnificencia de sus colores, ni por el aroma
que despedan. No puedo a menos de creer que, si no fuera por el excesivo rigor de los inviernos, sera esta regin, por sus cultivos, una de las ms hermosas del globo".
Wallis y Carteret, ingleses. Transportaron rboles de la costa fueguina a las Malvinas, para plantarlas. Tambin se encontr con Tehuelchess por el cabo Vrgenes, quienes piensa que ya les haba visto Byron, y tambin Selk'nam y indios canoeros. Volvieron con muy mala impresin de la zona. Dejaron un nuevo mapa del estrecho. El padre Jos Garca : de una expedicin (?), escribi : 'Diario del viaje i navegacin hechos por el padre Jos Garca de la Compaa de Jess desde su misin de Cailin, hacia el sur en los aos 1766 y 1767' Santiago, 1871 y 1889. Ha encontrado a indios Chonos, sobre les cuales hiz una de las pocas descripciones. Louis Antoine de Bougainville, tercero viaje. Entrega formalmente las islas Malvinas a los espaoles. Despues, encontr indios Tehuelchess por el cabo de las Vrgenes, unos de los cuales conocan unas palabras del espaol, vi Selk'nam al pasar por el estrecho de Magallanes, y encontr Alakalufes al navegar hacia el cabo de Hornos. Uno de los primeros relatos hablando con detalles de esos indios. Manuel Pando. En un segundo proyecto de colonizacin, y como resultado del naufragio de la 'La Pursima Concepcin'en 1765, el bergantn 'San Francisco de Paula', al mando de Manuel Pando, zarp de Montevideo. Llegaron a la baha San Sebastin donde tuvieron encuentros con los indios. James Cook, el primer viaje del famoso ingls. El objetivo de este viaje era cientfico: lo mandaban la Sociedad Real de Londres, la cual querra que sus cientficos puedan observar el paso de la planeta Venus sobre el disco solar, para obtener la distancia exacta de la tierra a ese astro; cuyo fenmeno solo poda ser observado desde una de las islas del Mar del Sur. Por su primero viaje, empieza por una estada en el canal de Beagle. Hombres suyos bajan a tierra donde se quedan una noche, fatal para dos marineros, por culpa del clima. Tuvo unas palabras para decir que por lo ms miserables que parecan esos indios, ellos si podan vivir en esas zonas. Acompaado por cientficos, hicieron muchas observaciones geogrficas y naturalistas. Encontr indios al este de la isla (seguramente Haush). Dobl el cabo de Hornos y navego por el Pacifico. Regresa a Dover el 11 de junio de 1771. James Cook, segundo viaje. Con el objetivo de descubrir un continente austral, se decidi un segundo viaje, con la Rsolution (462 toneladas y 112 tripulantes) y la Adventure (360 toneladas y 82 tripulantes). Furneaux, que haba sido el teniente de Wallis, tuvo el mando de la Adventure. Cook llevo
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dos naturalistas y dos astrnomos. Salieron de Plymouth el 13 de julio de 1772. Descubri las islas de Georgias y las Orcadas del sur. Exploracin del sur de la Tierra del Fuego, donde se encuentra con indios yamanas, y de la isla de los Estados. Vuelta en Portsmouth el 30 de julio de 1775. Dice al pasar el cabo de Hornos: "No hay en la naturaleza otro sitio que presente ms salvajes y horripilantes visiones". Aqu puede leer en francs un extracto del segundo viaje de Cook El tercero viaje de James Cook, saliendo de Plymouth, y del cual no iba a regresar. Antonio Viedma, verdadero pionero patagnico, funda la primera colonia de Patagonia, en San Julian. Se encuentra con indios Tehuelches, con ellos reconoce el ro Santa Cruz y la futura provincia. La Prouse, El 21 de enero de 1786, reconoce y aborda Patagonia y Tierra del Fuego, donde ve numerosas ballenas, luego pasa el cabo de Hornos (habia salido de Brest, Francia, el 1 de agosto de1785, para una gira alrededor del mundo con los naves La Boussole et L'Astrolabe). D. Antonio de Crdoba, por deseo del rey Carlos III de Espaa de perfeccionar el conocimiento del Estrecho de Magallanes. Zarp de Cadiz la Santa Maria de la Cabeza el 9 de octubre de 1785. Jos de Vargas y Once, public en Madrid en 1788: "Relacin del ltimo viaje al Estrecho de Magallanes de la fragata de S.M. Santa Mara de la Cabeza en los aos de 1785 y 1786". D. Antonio de Crdoba y Fernando de Miera, segundo viaje, para proseguir el estudio. Partieron de Cadiz en octure de 1788 con los naves Santa Casilda y Santa Eulalia. Los dos tenientes Cosme de Churruca y Ciriaco de Cevallos hicieron muy minuciosa y fiel narracion de la naturaleza, de los peligros y de los indios que encontraron al hacer el reconocimiento del estrecho hasta el cabo de Pilar. Alejandro Malaspina, marqus italiano al servicio del gobierno espaol. Con dos corbetas, la Atrevida y la Descubierta, recorri la baha San Sebastin, la baha Buen Suceso, la isla de los Estados, las Malvinas. Sigui su viaje hacia el Norte, a lo largo de las costas de Chile, Per, llegando hasta Alaska. Lleg a Cadiz el 21 de setiembre de 1794, despus de haber dado la vuelta al mundo. Su diaro de navegacion solo fue publicado casi un siglo despus. Juan Jos de Elizalde. Mandado desde Buenos Aires, recorri con fin al relavamiento todas las costas orientales de de la isla grande (zona atlntica) y el canal Beagle. Entraron el 3 de enero en Puerto Deseado, donde haba por entonces un establimiento espaol dedicado a la pesca. Nombraron a muchos lugares: Cabo San Pablo, caleta Policarpo... En el regreso, recorrieron la isla de los Estados y las Malvinas. D. Justo de Molina, viaje de exploracin a Patagonia.
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Captulo 6. Progresos y retrocesos econmicos _________________________________________ I. La rebelin de Tupac Amar El sistema defensivo espaol estaba esencialmente destinado a proteger las colonias de los invasores portugueses, cualquier agresin francesa o inglesa, o las depredaciones cometidas por tribus insumisas y sus malones, pero no puede decirse que ninguno de sus propsitos principales haya sido el de sofocar insurrecciones. Desde la poca de la conquista, los indios lucharon abiertamente contra los espaoles para impedir que progresara su avance y frustrar tentativas de colonizacin. La resistencia ms devastadora fue la que se produjo durante la guerra del Arauco, que en Chile provoc la destruccin de Valdivia, Santa Cruz, La Imperial, Angol, Villarrica y Osorno entre 1598 y 1604. Por el lado argentino de los Andes hay que mencionar algunos ejemplos, en orden cronolgico: el abortado alzamiento en 1594 de una confederacin indgena multitribal dirigida por el cacique Viltipoco, de Humahuaca; la sublevacin de calchaques y diaguitas en el Tucumn, entre 1630 y 1635, debida a los abusos de los encomenderos; el alzamiento dirigido por Pedro Bohrquez, el falso Inca, en los aos 1657 y 1658; el levantamiento de los huarpes en el valle de Uco en 1661; el ataque de los mocoves contra Tucumn en 1670, 1690 y las campaas llevadas contra ellos en 1710-1711 y 1739; la tentativa de los huarpes de tomar San Luis en 1712; los ataques contra Salta en 1734 y 1738 y contra Mendoza en 1769 y 1784; los malones guaycures y chiriguanos en el Chaco y Santa Fe desde los aos 1720, los de los tobas y mocoves en Corrientes, en 1769, o las incursiones y saqueos de los charras en la Banda Oriental. Tales agresiones podan ser ms devastadoras que las producidas por los malones esencialmente destinados a
robar ganado e impedir la presencia de nuevos colonos. Los indios pampas, aucas y araucanos recin comenzaron a movilizarse hacia el noreste a partir de 1659, cuando atravesaron el ro Salado, y no atacaron ninguna estancia antes de 1672, pues antes de esa fecha todava merodeaban por la regin de Tandil. Los grandes malones dirigidos desde el sur recin comenzaron en 1735 y se hicieron cada vez ms frecuentes hasta la lnea de fronteras meridionales y an ms all. Indios de distintas parcialidades se disputaban el mismo botn: ganado salvaje, sobre todo potros, yeguas y vacunos o, all donde haba estancias en explotacin o poblados indefensos, ganado ms sedentario y gordo y, de paso, las codiciadas mujeres blancas y cautivos del otro sexo. Como haban aprendido a domar y montar caballos, por cierto hasta mejor que los espaoles, dejaron de incursionar a pie, por lo que podan cruzar con mayor libertad grandes distancias, incluso de Chile a la Argentina y viceversa. Muchas veces dejaron de obrar por cuenta propia cuando venan a apoderarse de ganado, pues tenan el encargo preciso, hecho por contratistas y funcionarios del otro lado de los Andes, de conseguir yeguas y vacas. A veces, pues, el ganado se venda en Valdivia, donde los indios se abastecan de mantas, ponchos, alcohol, dagas, machetes, yesqueros, pauelos para vinchas, monturas, estribos y otros arreos de plata, caas para hacer lanzas, alhajas y semillas. Muy distinto es el caso de las insurrecciones o levantamientos, provocadas por la explotacin socioeconmica en zonas de gran densidad de poblacin indgena. La ms importante fue la rebelin de Tupac Amar en 1780, que se propag desde Arequipa hasta Jujuy. El estallido de la rebelin, transformada al poco tiempo en un movimiento de liberacin destinado a reemplazar el rgimen espaol por una monarqua incaica, se debi a la reaccin que provocaron en distintos grupos sociales las medidas ordenadas por el visitador Jos Antonio de Areche. Con objeto de aumentar las recaudaciones del Estado, que
casi logr triplicar a partir de 1776, Areche decidi aplicar con rigor tres tipos de disposiciones: el aumento de 4 al 6 por ciento de las alcabalas que gravaban los frutos del pas y los alimentos, el establecimiento de aduanas interiores, y el empadronamiento de indios, mestizos, cholos y mulatos como medio de exigir a ms gente el pago del tributo. Esto coincidi con otras formas de imposicin, la creacin del estanco del tabaco, que provoc una elevacin de precios, y quejas por el declive de la produccin minera. La indignacin fue muy grande, dado que las nuevas medidas, si bien eran de alcance general y se aplicaban a toda la poblacin, castigaban sobre todo a los indgenas, que ya sufran desde haca mucho tiempo no slo las consecuencias de la mita y las expoliaciones de los corregidores, sino tambin los abusos de los perceptores de rentas, de los usureros y hasta de los curas lugareos, sin que sus quejas fueran suficientemente escuchadas. La protesta de los damnificados, expresada con pasquines e inscripciones murales quejndose del "mal gobierno", se inici en Arequipa, en marzo de 1780, debido a la mano dura del director de la aduana de ese lugar, y se fue propagando a La Paz, Moquegua, Cuzco, Cochabamba, Huanuco y Charcas. Cobr un nuevo impulso cuando Jos Gabriel Condorcanqui, cacique de Tungasuca, en la provincia de Tinta, decidi poner fin al rgimen del corregidor Arriaga, a quien hizo ajusticiar, solicit el concurso de criollos y mestizos contra los chapetones, y comenz a arengar a la poblacin con proclamas, rdenes y otros textos reivindicativos en los que se cuidaba bien de mostrar su fidelidad al soberano y su respeto por la Iglesia, pero se presentaba como el Inca Tupac Amaru a causa de su descendencia de la ltima estirpe reinante en el Per antes de la llegada de los espaoles. Era hombre rico a causa de su trabajo en calidad de contratista de arrieros, educado (por los jesuitas), y con bastante predicamento, y no le fue difcil esgrimir argumentos en contra de la fiscalidad excesiva, la persistencia de la mita, las ventas a precios excesivos y los procedimientos a que recurran los corregidores para
endeudar a los indios y exigirles servicios en los obrajes textiles. En lugar de investigar los reclamos y tratar de corregir los abusos, las autoridades optaron por achacar a los protestadores y revoltosos la intencin de romper los lazos con Espaa y provocar discordias entre espaoles europeos, criollos y mestizos, y movilizaron tropas regulares reforzadas por contingentes de indios "leales" contra las nutridas fuerzas de los insurrectos. No es del caso narrar todos los acontecimientos que se produjeron bajo la direccin de este dirigente o por obra de sus lugartenientes e imitadores, a veces ms dispuestos que l a perpetrar desmanes, pero hay que subrayar que la lucha entablada por los insurrectos y la represin a que dio lugar fueron sumamente violentas. Se ha dicho que hubo 100.000 muertos en menos de un ao. Tupac Amar cay prisionero con su familia y fue sentenciado a morir descuartizado; como esta tortura no daba el resultado apetecido, fue decapitado y, como si esto no bastara, sus restos fueron exhibidos en distintas comarcas para escarmiento de los indgenas. Sin embargo, prosiguieron hasta 1781 los levantamientos dirigidos por otros grupos, emparentados o no con Tupac Amar 1. II. Situacin de las economas regionales En el Alto Per se fue acentuando la decadencia de Potos, a pesar de lo cual se segua produciendo plata en cantidades apreciables: su valor pas de seis millones de pesos en 1711-1715 a 15 millones hacia 1790. A fines del siglo XVIII slo quedaban una centena de bocaminas en actividad de las 5.000 que hubo durante el apogeo de la minera y la poblacin haba descendido de 150.000 a 30.000 almas. Oruro tambin se desplom. Gran parte de la produccin no llegaba a la casa de moneda para su
Pedro de Angelis public muchas relaciones, cartas y proclamas de la poca en su Coleccin de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Ro de la Plata. Vase el tomo VII de la reedicin de esa Coleccin, con prlogos y notas de Andrs M. Carretero (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1971)
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acuacin y engrosaba las exportaciones fraudulentas. Por otra parte, la ley de los metales disminuy tanto que de 50 quintales slo se extraan dos libras de plata; con la moneda que se labraba se haca fraude, pues su ley no era la prescrita, y de ello se aprovechaban los comerciantes de Buenos Aires, que apartaban la de mayor peso para sus compras en el extranjero y la venta a los contrabandistas, reservando el resto para el comercio interno. En otras partes de la provincia de Potos prosigui la extraccin de metales - por ejemplo en Atacama, Aullagas, Amayapampa, Capacisca y Choqueuta -, pero abundaban las minas abandonadas, ciegas, hundidas o aguadas; uno de los motivos de esta situacin fue la falta de fomento de la minera, combinada con la reduccin de la extraccin y las dificultades de crdito con que tropezaban los azogueros y, con ms razn todava, los mineros indgenas que trabajaban por cuenta propia, pero a ese motivo se aade la dificultad de mantener la mita a niveles numricos suficientes, sobre todo debido a la escasez de mano de obra provocada por la epidemia de 1719. Mientras fue gobernador y comandante militar, Pedro de Cevallos (1756-1776), que tena plena conciencia de la magnitud de la misin contra el expansionismo portugus que se le haba encomendado, reclam desde temprano que todas las provincias de la regin e incluso algunas que dependan de Lima o de la audiencia de Charcas, como Potos, estuvieran a su mando, pues esa era la mejor manera de asegurarse no slo de una mayor disponibilidad de tropas, sino tambin de los recursos necesarios para llevar a cabo su empresa. Antes de disponer oficialmente de la plata de Potos, ya haba prohibido la exportacin de lingotes hacia Lima y logrado que Buenos Aires fuera el centro obligado para los embarques de metales preciosos y la recepcin del mercurio de Almadn necesario para la refinacin de la plata extraida del Cerro. El nuevo Virreinato del Ro de la Plata iba a privar al del Per del 63 por ciento de la plata producida no slo en Potos, sino tambin en Oruro, Carangas y Chucuito, con el resultado de que entre 1779 y 1783 fueron los puertos de
Montevideo y Buenos Aires (especialmente el primero de ellos) los que pudieron exportar ese metal por valor de 11,7 millones de pesos2. No todo era minera en la provincia de Potos. En los partidos de Chayanta y Tarija, que reunan a ms de la mitad de la poblacin total, abundaban los hacendados espaoles, propietarios de molinos, tierras de sembrado y ganadera, y en Tarija haba 21 misiones franciscanas, dedicadas a la cra de ganado y a cultivar algodn, caa de azcar, maz, frijoles, arroz y otros productos agrcolas. Francisco de Viedma, que fue gobernador intendente de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, describi con lujo de detalles a su jurisdiccin. Gracias a l se sabe cmo eran las ciudades y curatos y cules eran las actividades y posibilidades econmicas3. Otro asunto que mereci su atencin fue la expansin de la tejedura indgena. En efecto, en lugares como Cochabamba, Quillacollo y Tarata haba prosperado la produccin de telas de algodn, a partir de cultivos provenientes de la provincia de Arequipa, las plantaciones de Tarapaya y los 25 pueblos indios de Mojos y Chiquitos bajo administracin misionera. Lleg a decirse que las vegas de Cochabamba constituan el granero de las provincias de arriba y que sus telares, operados por hasta 80.000 tejedores,
Fisher, op. cit., pgs. 188 y 195. Destac en sus informes las ventajas de desarrollar las plantaciones de coca, caf, cacao, algodn y caa de azcar en la regin oriental, dado el xito que tenan en los yungas; mostr la facilidad con que se daban el trigo, el maz, la cebada, el aj, las hortalizas, los rboles frutales, el man, las papas y la qunoa en ciertas zonas con suelos y riego apropiados; lament que se produjera tanta chicha, ese espantoso brebaje; puso de relieve la calidad de los pastos y de los alfalfares destinados a la cra del ganado, sobre todo en el Valle Grande, donde tambin prosperaba el tabaco, ensalz la obra de los hacendados espaoles y sus arrendatarios indgenas en lugares como Sacaba, Tarata, Punata, Arani, Chiln, Santa Cruz y Valle Grande, a la vez que lament la desaparicin de casi 20.000 cabezas de ganado a raz de que los jesuitas dejaron de administrar la Misin de los Santos Desposorios de Buena Vista; enumer los bosques repletos de buenas maderas para la construccin y la extraccin de resinas de utilidad en las curtiembres; coment la riqueza potencial de las vetas de oro, plata, bronce o azogue en Sacaba, Choquecamata, Hayopaya, el valle de Caraza, la quebrada de Colcha y Mizque, y destac la eficacia de los depsitos y molinos de granos situados en diversas localidades. Vase Pedro de Angelis , op. cit., tomo VI, pgs. 511- 794.
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producan en 1799 unas 500.000 varas de tocuyo, comercializadas en Salta, Crdoba y Buenos Aires. Tambin contaba con su produccin de cermica y vidrio. Todo esto denotaba una prosperidad relativa, pero el mercado altoperuano estaba dominado por comerciantes de Buenos Aires y la poca de vacas gordas coincida, por lo general, con un perodo de compresin de las importaciones de ultramar, provocado por sucesivos conflictos de Espaa con Portugal o Inglaterra. En la intendencia de Salta, haba unos 130.000 habitantes, en su gran mayora pobres, desparramados sobre casi medio milln de kilmetros cuadrados. Salvo Salta, las ciudades eran precarias cscaras de nuez en un mar plagado de inseguridades4. La poblacin indgena haba disminuido mucho y quedaban muy pocos encomenderos (eran apenas 97 hacia 1720). En cambio, una nueva aristocracia terrateniente, explotaba grandes estancias dedicadas a la cra, el pastoreo y la caza en las zonas altas y al desarrollo de trigales, viedos y plantaciones de caa de azcar en las zonas bajas; tambin dominaba el comercio y la compra y venta de mulas. En la Puna, la quebrada de Humahuaca, Casabindo, Cochinota, Yav y la zona de Tarija, las antiguas encomiendas as como muchsimas tierras pasaron a manos del mayorazgo del Marqus del Valle del Tojo5. Los intereses econmicos y los vnculos sociales y culturales de esos terratenientes tendan a acentuar su identificacin con los espaoles radicados en el Alto Per. El mercado salteo sigui concentrando la trata de mulas a pesar de que la venta decay no slo debido a una manifiesta preferencia de los productores de otras provincias por el comercio del cuero, sino tambin al progresivo derrumbe de la economa potosina y a los efectos del levantamiento de Tupac Amar, una de cuyas consecuencias fue la supresin en 1780 de los
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As las pinta Felix Luna: Historia integral de la Argentina, tomo 3, op. cit., pg.
12.
Osvaldo Barsky y Jorge Gelman: Historia del agro argentino, op. cit., pgs. 56-57.
repartimientos mediante los cuales los corregidores forzaban a los indios a endeudarse comprando animales y toda suerte de mercaderas; si entre 1781 y 1786 se vendieron 70.000 mulas por ao, en el ltimo quinquenio del siglo fueron apenas 30.000 las que tuvieron compradores, pero al doble del precio anterior; por eso aument el costo de los fletes y subi el precio de las mercancas transportadas por carretera, antes de que repuntara la oferta de mulas en 1803. En Tucumn segua en pie una sociedad compuesta de mercaderes - enriquecidos gracias a que la provincia era lugar de paso obligatorio entre Buenos Aires y el Per -, artesanos y explotadores de arrozales y curtiembres. Consuma muchos artculos de lujo importados de Castilla, sobre todo los de la industria textil, y exportaba carretas en competencia con Salta (donde ya se hacan galeras de cuatro ruedas) y Mendoza -, suelas y cuero curtido, arroz y productos de carpintera y talabartera, en ese orden. Hacia fines de siglo, la construccin de carretas arrojaba un beneficio anual de 70.000 pesos6. En Catamarca se producan cueros curtidos de gran calidad y en los telares hogareos se tejan telas con algodn de primera calidad, producido en la provincia, que fue la nica que mantuvo en pie sus plantaciones despus que disminuy radicalmente la mano de obra indgena y negra. Santiago del Estero estaba en decadencia, acaso debido a un clima social de discordia, pero poda preciarse de la calidad de los ponchos hechos por el mujero y de la importancia comercial que haba cobrado la recoleccin de cera y miel. La Rioja aprovechaba su condicin de etapa en la ruta a Chile para dedicarse a la cra de mulas y a la apertura de estancias en los Llanos. San Luis se estaba despoblando a beneficio de la campaa y del litoral, lo mismo que Santiago del Estero y Crdoba. Los comerciantes de la ciudad de Crdoba ya se estaban volcando hacia la ganadera, pero seguan contratando y
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acaparando la produccin de las tejedoras serranas. Hacia 1776 haba ms de 160 estancias, con concentraciones especialmente notables en las jurisdicciones de Traslasierra, Punilla, Ro Seco, Tulumba y Aejos. Desde la expulsin de los jesuitas, en la capital cordobesa se enfrentaban facciones opuestas y rivalizaban las familias de la clase pudiente, disputndose puestos en la magistratura y cargos eclesisticos y universitarios, pero tambin en relacin con las elecciones de cabildantes y por motivos de orden econmico y fiscal. En toda la antigua gobernacin del Tucumn la costumbre de pleitear se haba hecho tan corriente que Concolorcorvo pudo decir que por s sola mantiene los abogados, procuradores y escribanos acreditados ante la audiencia de Charcas7. Mendoza, en la que tambin se producan cereales y se criaba ganado, abasteca de vino a todo el virreinato (de 34.350 litros en 1776 se pas a 225.000 en 1788), como San Juan de aguardiente, a pesar de que ambas provincias deban temer la competencia de exportadores peninsulares; una y otra se distinguan por el nmero de ganaderos, agricultores, arrieros y carreteros con que contaban. Adems, mantena un activo comercio con Chile. En el Paraguay y en Misiones se aadieron caaverales y tabacales a los siempre prsperos yerbatales. La yerba mate sigui siendo un buen negocio: entre 1781 y 1791. Hacia 1790 se exportaba yerba por un valor anual de 300.000 pesos8. Buenos Aires recibi de los productores del nordeste partidas cada vez ms mayores (aumentaron de 114.000 a 188.000 arrobas en el curso de ese decenio). El tabaco, que tambin se produca en Salta y, como hemos visto, en la provincia de Tarija y los Yungas, estaba sujeto al monopolio del Estado, cuyos estancos rendan muchos impuestos, sin que por ello se evitara el contrabando del que se traa del Brasil, ni la produccin de cigarrillos con tabaco importado en las fbricas de La Paz,
Carri de la Vandera (Concolorcorvo); El lazarillo de ciegos caminantes (Caracas, Biblioteca Ayacucho, tomo 114, 1985)., pg. 42. Hay una edicin ms reciente publicada en la Coleccin Memoria Argentina por la editorial Emec. 8 Brown, op. cit., pg. 16.
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Buenos Aires y Cochabamba. Tambin se desarroll en el Paraguay la construccin de buques. De los astilleros de Angostura salieron las primeras fragatas. Desde el Paraguay hasta Santa Fe y Buenos Aires, las necesidades propias de la comercializacin de productos como la yerba mate, el tabaco y el cuero, as como de la venta de manufacturas y otras mercancas procedentes de Buenos Aires y Montevideo (y, por ende, de ultramar) contribuyeron al desarrollo del comercio fluvial y de los fletes terrestres en ambas direcciones, en barcos, barcazas, jangadas y otras embarcaciones entre distintos puertos y en caravanas de carros y carretas hasta los lugares de carga y descarga. En Corrientes, como en el Paraguay, fueron relativamente importantes las actividades de construccin naval, de carpintera y de venta de maderas de construccin, en las que se aprovechaban las excelentes especies disponibles, pero tambin tenan algn desarrollo las curtiembres (seis empresas hacia 1810), que sacaban materia curtiente del "curupay" y podan abastecerse de cueros baratos sin dificultad, dado el impulso que estaba cobrando la ganadera, incluso en las comunidades indgenas (por ejemplo, la de Itat). Probablemente se curtan entre 14.000 y 16.000 cueros por ao9. Corrientes tambin supo competir con Asuncin en el trfico de yerba mate y algodn, desarrollar sus curtiduras y la produccin textil - que coloc con facilidad en el mercado interno durante la guerra entre Espaa e Inglaterra -, y abrir estancias ganaderas hacia el sur, pero los grandes propietarios vivan en la ciudad y dejaban la
El curtidor ms prspero parece haber sido Julin Molino de Torres, comerciante cataln radicado en Buenos Aires y hombre muy emprendedor puesto que se sabe que sus iniciativas abarcaron el comercio a comisin o por cuenta propia, la pesca como socio de la Real Sociedad Martima, la cra de cerdos y el salado de sus carnes, la ganadera, la minera y el negocio de seguros -; en lo que concierne a su curtiembre y a la exportacin de cueros y suelas desde Corrientes, todo lo manejaba sin salir de Buenos Aires, a travs de un apoderado, encargado de vigilar el trabajo de un capataz y varios trabajadores, todos ellos esclavos. Vase Jos Carlos Chiaramonte: Mercaderes del Litoral. Economa y sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad del siglo XIX (Buenos Aires y Mxico, D.F., Fondo de Cultura Econmica, 1991), pgs.123-126, 130 y 132.
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administracin de sus asuntos en manos de capataces desleales, propensos a vender ganado por su cuenta con la complicidad de peones y esclavos. Por otra parte, no haba buen entendimiento entre hacendados y comerciantes, quiz porque stos, en su mayora inmigrantes recientes, desdeaban a la lite agropecuaria tradicional y slo buscaban ganancias a corto plazo, aprovechando cada nueva coyuntura propicia facilitada desde Buenos Aires, a la que estaban ligados. En Entre Ros, Salvador Joaqun de Ezpeleta haba establecido en Paran muy variados negocios: empresa de tropas de carros, una flota de veleros de cabotaje, fbricas de cal y de ladrillos, estaqueadoras de cueros, barracas de frutos del pas, caf y billares, saladero, curtidura, fbrica de chocolates, negocios de invernadas, explotacin de montes, etc.10. No faltaban, como se ver ms adelante, grandes estancias. Santa Fe se estaba recuperando de la decadencia provocada por mucho guerrear con los indios gracias a que, mientras fue puerto obligado de escala, pudo invertir en su proteccin y adelanto el producto de las gabelas que deban pagar los barcos que descendan el Paran con sus cargamentos de yerba mate, azcar, algodn, madera y cortezas tnicas provenientes del Paraguay y Corrientes, por el derecho de descargar esas mercancas en Santa Fe antes de poder proseguir el cabotaje o encontrar carretas para transportarlas hacia el Tucumn, Chile o Buenos Aires. La mayor expansin econmica se produjo en el litoral y la Banda Oriental, lo que explica por qu atrajeron tanta poblacin emigrante de las provincias del antiguo Tucumn y de las antiguas reducciones jesuticas. Todo haba comenzado en la poca de las grandes vaqueras iniciadas hacia 1716 por orden de los cabildos de Buenos Aires y Santa Fe; ese hecho, as como el desarrollo de Colonia, contribuy a formar un curioso mosaico tnico en la poblacin de la Banda Oriental: espaoles, santafesinos,
Enrique Udaondo: Diccionario biogrfico argentino (Buenos Aires, Casa editora Coni, para la Institucin Mitre, 1938), pg. 387.
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porteos, puntanos, mendocinos, cordobeses, tapes, charras, minuanes y bojanes, mezclados con la corriente pobladora de las misiones por el norte, la riograndense por el este y la montevideana por el sur. La extincin del ganado cerril en el sudoeste uruguayo empuj en otras direcciones a muchos aventureros, milicianos desertores, paisanos, gauderos vagabundos, e indios separados de las misiones, a los que a menudo transform de meros changadores en bandoleros y contrabandistas, cmplices de los infiltrados portugueses y de los negociantes en ganado y cueros mal habidos.
III. Nuevas estancias La venta de las estancias de la Compaa de Jess por la Junta de Temporalidades permiti que creciera algo el nmero de pobladores con acceso a la propiedad de tierras (recordemos que los jesuitas disponan de numerosas estancias, algunas muy prestigiosas como las de Rincn de Luna (Corrientes) y Las Vacas (cuya explotacin pas a manos de una corporacin laica de Hermanos de la Caridad), ms otras veinte en Yapey, y que en Entre Ros tenan 1.200 leguas cuadradas en propiedad, es decir ms del doble de lo que posean hacendados como los Larramendi y los Vera Mujica; adems, gente acaudalada de Buenos Aires y Montevideo estableci estancias nuevas beneficindose de la posibilidad de hacer entrar en rodeo mucho ganado cimarrn. La creacin de nuevas estancias y estanzuelas en el Paraguay, la mesopotamia y la Banda Oriental, se explica no slo por que muchas de ellas siguieron proveyendo de mulas al Alto Per (donde se pagaban a razn de 40 o 46 pesos por cabeza), sino, en gran medida, por el crecimiento de la demanda de cueros y ganado mular en el Brasil, no slo debido a la rpida expansin de la economa portuguesa en Ro Grande y Minas Geraes, sino a la facilidad con que se tuvo acceso por esa va al mercado
britnico: mientras los cueros se apilaban en Montevideo y Buenos Aires, los puertos del sur del Brasil tenan abierta la ruta de Inglaterra. A fines del siglo XVIII, Francisco de Alzibar, un estanciero, gran organizador de vaqueras, acopiador de cueros y dueo del registro que le facultaba para fijar los precios de ese producto a los hacendados representados por el cabildo de Buenos Aires, tena en la Banda Oriental campos de superficie superior a la de muchos soberanos de Alemania e Italia11. No era el nico gran hacendado: Juan Francisco Garca de Ziga haba adquirido la antigua estancia jesutica Nuestra Seora de los Desamparados, con una superficie estimada en 403.000 cuadras. La familia Viana era la propietaria de la estancia La Mariscala, de enorme extensin. En Santa Fe y Entre Ros la familia Diez de Andino dej de ser intermediaria y se dedic a criar ganado en San Miguel del Carcara y otras estancias, mientras que el estanciero Francisco Antonio Candioti lleg a ser propietario de 750.000 hectreas, con 250.000 cabezas de ganado y 300.000 caballos y mulas (de las que mandaba unas 20.000 por ao a la feria de Salta)12; el resto de su fortuna se estimaba en medio milln de pesos en onzas de oro. As lo cuenta John Parish Robertson en su narracin de 1838, citada por Giberti13. En la faja costera al sur de Buenos Aires las estancias comenzaron a extenderse ms all del ro Salado recin en el siglo XVIII. En 1752, Clemente Lpez Osornio, abuelo del futuro dictador Juan Manuel de Rosas, compr por 850 pesos una de 9.357 hectreas que ya exista en la caada de Arregui, en un lugar ideal para la cra de ganado, y hacia 1769 le agreg a cierta distancia ms de 8.500 hectreas de tierras de invernada recostadas sobre el ro Samborombn, en Arroyo del Pozo. A diferencia de otros estancieros, no se dedic primordialmente a la cra de
11 Senz Quesada, op. cit., pg. 35. Segn historiadores uruguayos, Alzibar posea 117 leguas cuadradas de campo. 12 A principios del siglo XIX ya posea su familia unas 87.500 hectreas en Arroyo Hondo. Barsky y Gelman, op. cit., pg. 76. 13 Giberti, op .cit., pg. 55.
mulas o a la venta de cueros, sino que prefiri criar ganado bovino para abastecer de carne al mercado urbano14. Juan Francisco Garca de Ziga, que tambin tena estancias en la Banda Oriental y en Entre Ros, se instal con otras en los pagos de Magdalena y Chascoms. Y as por el estilo. A partir de 1782 se fundaron nuevos pueblos, impulsados inicialmente hacia la agricultura. En la zona oeste contigua a la capital del virreinato se manifestaron dos tendencias: la creacin de estancias de rodeo, una vez que terminaron las expediciones para apropiarse ganado sin dueo, y la produccin de trigo - en pequea escala -, que los comerciantes especuladores desviaban en toda la medida posible hacia la exportacin. Tanto la matanza excesiva de ganado como la insuficiencia de la produccin de harina originaron serios problemas de abastecimiento en Buenos Aires. IV. La exportacin de cueros Desde 1756, las exportaciones de cueros hechas desde Buenos Aires, que haban declinado muchsimo desde la segunda mitad del siglo XVII debido a la matanza indiscriminada de ganado, fueron aumentando persistentemente. El promedio anual fue de unos 8.800 cueros entre 1756 y 1776; apenas entraron en vigor los reglamentos de libre comercio del ao 1778, se acentu esa evolucin: hasta 1786 se exportaron 173.400 cueros por ao y esa cifra aument a 331.500 unidades anuales entre 1787 y 179615.
Amaral, op. cit., pgs. 23-25. Datos citados por Amaral, op. cit., pg. 230. Si se agregan las exportaciones de la Banda Oriental, las cantidades egresadas deben haber sido mucho mayores. Amaral cita en la misma pgina los clculos de Juan Carlos Garavaglia segn los cuales las exportaciones de cueros desde ambas bandas del ro de la Plata fueron de 447.000 unidades por ao en el perodo 1777-1784, con una participacin de la corambre que sali de la Banda Oriental equivalente al 53 por ciento. Amaral recoge tambin estimaciones de Tadeo Haenke para el perodo 1793-1796: 743.000 cueros por ao. Por su parte, en su obra ya citada, Jonathan C. Brown dice que la cantidad de cueros exportados aument de 150.000 en 1778 a unos 875.000 en 1796 (Brown, op. cit., pg. 30). Fisher hace observar que todas las exportaciones procedentes del Ro de la Plata representaron un valor total de 1.489
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La corambre sigui pues a la vanguardia de los productos de exportacin admitidos, sobre todo en tiempos de paz, cuando no faltaban bodegas, y ese comercio se fue incrementando hasta llegar a ser del orden de 1.400.000 cueros por ao alrededor de 1783, es decir una vez firmada la paz de Versalles. Entre 1779 y 1795 se exportaron 13 millones de cueros (a los que se pueden agregar ms de un milln sacados de contrabando). Una polmica acerba entre monopolistas y librecambistas acerca de si los cueros eran bienes exportables por ser frutos del pas hizo que en un par de oportunidades se suspendieran los envos al exterior. Pero apenas se hicieron sentir nuevamente la presin del predominio martimo ingls en los mares y la vulnerabilidad de la flota espaola se frustraron tantas posibilidades comerciales que hacia 1800 haba ms de cuatro millones de cueros en el puerto de Montevideo, apilados sobre soportes a la espera de compradores. Una vez que renaci el comercio, en la Banda Oriental llegaron a perderse ms de dos millones de reses debido a extracciones escandalosas. Prosegua, pues, el despojo de una gran reserva de ganado como resultado de la persistente inaccin de Espaa frente a la expansin portuguesa y al aprovechamiento de su creciente debilidad por navos y mercaderes extranjeros, lo cual no impidi que el comercio de cueros siguiera enriqueciendo a los veinte o treinta estancieros-comerciantes que concentraban en sus manos la mayor parte de las exportaciones de cueros16. V. El Reglamento de Comercio Libre de 1778
millones de reales de velln entre 1782 y 1796, es decir el 12,2 por ciento del valor total de las exportaciones americanas a los distintos puertos espaoles autorizados en virtud de la reglamentacin de 1778. Desde Cdiz hacia el Ro de la Plata se enviaron mercaderas por un valor promedio anual de 26 millones de la misma moneda entre 1785 y 1796, es decir casi 11 por ciento del valor de todas las exportaciones hacia los dominios americanos. (Fisher, op. cit., pgs. 155-156, 172, 177.) 16 Jos M. Mariluz Urquijo: El Virreinato del Ro de la Plata en la poca del marqus de Avils (1799-1801) (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1987), pgs. 148-149.
La institucin del virreinato del Ro de la Plata contribuy temporalmente a acrecentar el erario real y a facilitar la aplicacin, a partir de 1778, del nuevo Reglamento de Comercio Libre17, en virtud del cual Espaa autoriz el comercio recproco entre la metrpolis y las provincias de ultramar y habilit 14 puertos espaoles y 25 americanos. Fueron Sevilla, Cdiz, Mlaga, Almera, Cartagena, Alicante, Alfaques de Tortosa, Barcelona, Santander, Gijn, Corua, Palma y Tenerife, en Espaa, y, entre los que se escogieron en Amrica, Buenos Aires, Montevideo, Valparaso, Concepcin y Arica en el virreinato del Ro de la Plata y en Chile. En todos esos puertos deban crearse consulados de comercio que, al modo de las sociedades econmicas peninsulares, se dedicasen a fomentar la agricultura y fbricas en las Indias y a extender y aumentar la navegacin comercial. Todas las naves destinadas al comercio libre con las Indias deban ser de construccin nacional, o gozar de matrcula y habilitacin previas si eran de construccin extranjera; los capitanes, maestres, oficiales y dos terceras partes de las tripulaciones deban ser espaoles o naturalizados, permitindose que el tercio restante de las tripulaciones estuviese integrado por extranjeros, a condicin de que fuesen catlicos. Para facilitar la contratacin se suprimieron diversos aforos. Las naves mercantes deban manifestar a los administradores de aduanas los parajes de Amrica adonde se dirigan, pagar los derechos por la carga que llevaran y cumplir con las disposiciones relativas al registro de las mercancas al salir y al volver (haba que presentar comprobantes de la entrega de las cargazones en las Indias); en esos registros deban figurar por separado los gneros y frutos espaoles y los efectos y mercaderas extranjeras.
Segn extractos reproducidos por Guillermo Cspedes del Castillo en Textos y documentos de la Amrica hispnica (1492-1898) , op. cit., pgs. 335-338.
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Como puede verse, el comercio sigui reservado a los espaoles, por lo menos en cuanto a la obligatoriedad de su intermediacin en el trfico de productos procedentes de otros pases, que representaban la mitad del volumen total, pero se dictaron simplificaciones arancelarias: ms productos espaoles liberados de derechos (en especial, las manufacturas textiles); exencin por diez aos de los derechos exigibles en caso de exportarse carnes saladas, astas, sebo y lanas, y reduccin de los gravmenes sobre cueros. El impulso que cobraron Buenos Aires, el litoral y la Banda Oriental debi mucho a las nuevas oportunidades comerciales facilitadas por las reformas econmicas decretadas en Espaa. Tambin suscit nuevas expectativas, acentu los contrastes con el resto del pas, y provoc una polarizacin ms manifiesta entre grupos aferrados al orden imperial espaol - cuyo absolutismo respetaban y acataban porque convena a su idea del mundo y de las tradiciones ms respetables, preservaba las jerarquas y distinciones sociales y contribua a afirmar su ascendiente como representantes del poder poltico y agentes de los intereses econmicos peninsulares - y grupos deseosos de aplicar en Amrica las ideas de la Ilustracin y aquellas, mucho ms radicales e innovadoras, inspiradas por la evolucin de los acontecimientos en Amrica del Norte y en Francia. El comercio directo con colonias extranjeras se autoriz en 1795 y los comerciantes y navos matriculados en las Indias pudieron dedicarse al comercio transatlntico, prerrogativa reservada antes a los metropolitanos. Una nueva alianza con Francia hizo que Espaa entrase en guerra con Inglaterra una vez ms en 1796 (vase el captulo 15), con la consecuencia de que se interrumpi el trfico martimo normal desde la pennsula hacia Chile y el ro de la Plata, cosa que aprovecharon los armadores locales. A causa de la gran penuria de mercaderas europeas -faltaban telas importadas, artculos de carpintera, herrera, ferretera y quincallera-, las industrias
del interior recuperaron bros y la economa se volc hacia el comercio intercolonial. Por ejemplo, con Chile se intercambiaron cueros curtidos, cobre labrado, alambiques y pailas por telas y jabn, lo que dej un saldo favorable que los chilenos tuvieron que cubrir con plata amonedada; el comercio con el Per se centr en la exportacin de trigo, sebo y charque a cambio de azcar y aguardiente, mientras que Cuba tambin mandaba azcar y reciba cueros de potro, lana de carnero, puntas de aspas, jabn y tasajo. Por otra parte, prosigui el intercambio con el Brasil, siempre vido de monedas de plata a pesar de que ya produca mucho oro y diamantes, llevndose all harina y diversos subproductos de la ganadera (salvo cueros) para traer al ro de la Plata esclavos negros, madera, algodn, ail, arroz, azcar y aguardiente. Gracias a ello, se enriquecieron hombres emprendedores, audaces y verstiles. Toms Antonio Romero cont con protectores encumbrados -como el crculo andaluz prohijado por Jos de Glvez, Ministro de Indias, Diego Gardoqui, tambin Ministro, Francisco de Paula Sanz (mientras fue Superintendente del Virreinato del Ro de la Plata), el virrey Arredondo, Manuel Gallego y Valcrcel, secretario del Virreinato, Antonio de Pinedo, ministro tesorero de la Real Hacienda, y su suegro Pedro Medrano, presidente del Tribunal de Cuentas- que ayudaron a que impulsara sus diversos negocios: transporte de azogue y de caudales y metales preciosos en Potos, comercio con pases neutrales, contrabando, prstamos interesados a altos funcionarios, explotacin de un saladero, contratista del Estado en calidad de proveedor de carne salada para la Real Armada, organizacin de pesqueras de bacalao y sardinas, caza de ballenas y lobos marinos, armador de barcos y trata de negros18, todas estas actividades en que demostr que saba recurrir al soborno y a buenos respaldos oficiales, pero que tambin lo expusieron a los ataques y acusaciones de virreyes como del Pino, Loreto y Avils, y funcionarios
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escrupulosos. Romero lleg a preciarse en 1801 de haber sido el primero que llev sus intereses a las costas de Africa, Cabo de Buena Esperanza, Mozambique, Isla de Francia, colonias del Brasil, Cayena y Estados Unidos, con barcos comprados en Boston o en Providence y grandes sumas invertidas en la importacin de esclavos19. Con una flota considerable, adquirida en el Brasil y Estados Unidos, y representantes comerciales en Ro de Janeiro, Madrid, Cdiz y Hamburgo, Pedro Duval tambin prosper, en parte gracias a sus importaciones de acero y a los 2.500 esclavos que compr y vendi. Por su parte, Francisco Mil de la Roca comerci con Cayena y las islas de Reunin y Mauricio, mientras que los hermanos Sarratea, junto con Francisco del Sar y Manuel de Almagro, compraban buques en Estados Unidos, donde tenan representantes en Filadelfia, y traan artculos de loza y hojalata, estufas, papel, medicinas, paos, aceite de linaza y barriles de salmn20. Buena parte del comercio con Estados Unidos, sin embargo, se hizo por cuenta de armadores de Boston y otros lugares de Nueva Inglaterra, interesados en aprovechar la debilidad espaola para abrirse camino no slo en Cuba, Venezuela, Mxico y Puerto Rico, sino tambin en Chile y el ro de la Plata, donde les atraa la perspectiva de conseguir plata de Potos. Entre 1797 y 1804 atracaron en los puertos chilenos 226 veleros norteamericanos (doscientos ms que entre 1788 y 1796); la mitad, aproximadamente, de los 22 y 30 barcos fletados en Boston que descargaron sus bodegas en Montevideo en 1805 y 1806, respectivamente, eran buques negreros, mientras que los dems llegaban repletos de harina y otros productos. La llegada de muchos navos procedentes del norte de Europa, Estados Unidos o Turqua permita ampliar las relaciones comerciales, sin privar a Espaa, Francia,
Vanse Galmarini, op cit., pgs. 44-124, y Mariluz Urquijo, op. cit., pgs. 237-241. De la trata de negros en relacin con Romero hemos hablado en el captulo 2. 20 Mariluz Urquijo, op. cit., pgs. 222-226, 238-239 y 241-243.
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Portugal e Inglaterra de las posibilidades que esos pases tenan en tiempos de paz; hasta se ha dicho que algunos barcos ingleses enarbolaban el pabelln de su antigua colonia norteamericana para llegar a Montevideo cuando estaban rotas las relaciones con Espaa, como en los perodos siguientes a 1779 y 1796. A partir de 1795 progres la inversin especulativa a la espera de ganancias excepcionalmente elevadas: en los ltimos aos coloniales pudo observarse un avance de la especulacin, unida todava casi exclusivamente a la actividad mercantil. La apertura de mercados nuevos, el cambio frecuente del rgimen legal para el comercio rioplatense abrieron nuevas posibilidades en este sentido; junto con ellos se dic, al decir de Manuel Belgrano, una deplorable decadencia de la buena fe en los negocios21. Raro era el caso en que la nueva y vieja burguesa de Buenos Aires no aprovechase cada coyuntura favorable, a comenzar por el clima propicio a cualquier reforma econmica que pudiese rendir beneficios en Espaa, pero tambin la corruptibilidad de los funcionarios o la benevolencia de un virrey, para sacar provecho de oportunidades comerciales imprevistas o pasajeras, adems de las que segua brindando el contrabando, que se daban cada vez que faltaban mercancas o se trababan las exportaciones a causa de los vaivenes reglamentarios en favor o en contra de la admisin de navos neutrales. Pudieron importar esclavos en sus propios navos o servirse de barcos de pabellones neutrales; tambin lograron nacionalizar buques de armadores extranjeros y, en caso necesario, traer y llevar carga en veleros que cambiaban de bandera segn conveniencias de ltimo momento. Pero esa burguesa no constitua un grupo compacto. La dividan intereses a menudo opuestos. Quienes se dedicaban a la exportacin de los frutos del pas no siempre entraban en pugna con los importadores, pero
Tulio Halperin Donghi: "La expansin ganadera en la campaa de Buenos Aires (1810-1852)", en el nmero especial de la revista Desarrollo Econmico (Buenos Aires, Instituto de Desarrollo Econmico y Social) consagrado a Amrica Latina, vol. 3, nms. 1-2, abril-septiembre de 1963, pg. 74.
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entre stos poda haber enfrentamientos que influan sobre los primeros, por ejemplo cuando el grupo que se senta heredero de las antiguas prcticas monopolistas debido a sus estrechos lazos mercantiles con Espaa, trataba de entorpecer el comercio con pases neutrales cada vez que flaqueaba la introduccin de mercancas espaolas o caan los precios debido a la competencia de artculos de otras procedencias. Haba, pues, competidores con ideas personales o de grupo acerca de las ventajas o desventajas del librecambio, del monopolio o del proteccionismo, no slo entre los comerciantes peninsulares, sino tambin entre los criollos. VI. Los saladeros Cuando se comprendieron mejor las ventajas de conservar carnes para la exportacin, el Cabildo de Buenos Aires afirm en 1777 que sera posible producir 100.000 quintales de carne salada por ao a condicin de que la Real Hacienda sufragara la provisin y el envo de los barriles necesarios, de que se dispusiera de suficientes embarcaciones para embarcarlos (al principio, los hacendados se opusieron a la creacin de una compaa martima especializada en ese transporte) y de que se pudieran hacer venir al Ro de la Plata bastantes maestros en el oficio de salar carnes, toneleros y esclavos negros para sustituir a los peones criollos, considerados demasiado indolentes. No hubo una reaccin satisfactoria, de modo que la situacin no mejor tanto como se esperaba y la economa lcita, como la del contrabando, mantuvo cierta preferencia por el comercio de cueros, a pesar de que el valor de la plata sacada a travs de Buenos Aires y Montevideo era siete veces ms elevado que el producto de la venta de cueros22. En 1791, los hacendados de Buenos Aires y Montevideo empezaron a examinar medios de diversificar las
H. S. Ferns: Gran Bretaa y Argentina en el siglo XIX (Buenos Aires, Ediciones Solar, reimpresin de 1984), pg. 73.
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exportaciones. Estimaban en 600.000 el nmero de cabezas de ganado que se hacan matar por ao en todo el litoral. (Estas cifras no deben extraarnos, pues hacia 1729 un cronista observ que bastaban veinte hombres para postrar 700 a 800 bestias por hora durante una vaquera23.) Ahora bien, de todas esas reses slo se consuman 150.000 en Buenos Aires, Montevideo, Santa Fe, Corrientes y las misiones jesuticas, de modo que sobraban 450.000 cabezas; con cada cabeza poda producirse un quintal y medio de carne de tasajo o dos barriles y medio de carne salada, de modo que, sin contar otros productos exportables como cueros, cerdas, aspas y sebo, se podran cargar unas 390 embarcaciones de 250 a 300 toneladas24. Pese a estos estudios e iniciativas, poco se hizo entonces; el primer proyecto concreto se puso en pie en la Banda Oriental, donde Manuel Melin - recin llegado de Espaa en 1779 - decidi dedicarse a producir carne salada para la Real Armada y el abastecimiento de los escasos centros poblados de la Patagonia y las islas Malvinas. Pero el primer saladero autntico fue el que instal Francisco Medina - ya conocido por su experiencia como acopiador de sal extrada en la baha patagnica de San Julin y armador de barcos balleneros en el Atlntico sur - en la enorme estancia de Colla (se dice que tuvo 60.000 hectreas y que en ella pastaban 20.000 vacas), que compr cerca de la Colonia del Sacramento; sa es la misma estancia que haba sido de los padres betlehemitas y que a la muerte de Medina pas a manos de Toms Antonio Romero, uno de los principales empresarios de Buenos Aires, y fue administrada por Manuel Jos de Lavardn, ms famoso por sus escritos econmicos en favor de una diversificacin de la economa colonial, por su poema Siripo, y por haber sido el primer importador de ovejas de raza Merino. Las exportaciones de carne salada y seca tambin se destinaron al abastecimiento destinado a la comida de
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Era el padre Cattaneo, citado por Busaniche, op. cit., pgs. 212-213. Este asunto ha sido tratado, entre otros, por Levene, op. cit., pgs. 270-271.
esclavos en Cuba. Entre 1787 y 1797 el volumen anual de los envos a La Habana aument de 158 a 1.785 toneladas mtricas25. Conseguir sal fue siempre una preocupacin importante de los cabildos, no slo en inters de los consumidores que toleraban mal la penuria de ese artculo, sino porque durante mucho tiempo ese esfuerzo produca rentas para el gobierno municipal. Pero organizar por va terrestre expediciones con ese objeto era tarea azarosa en vista de los costos de la operacin y los riesgos que se corran; eran grandes las distancias que haba que recorrer por territorios mal conocidos donde escaseaban los pastos para el ganado y la lea necesaria para disponer de combustible, y haba que precaverse de la hostilidad de los indios y contar con mercancas para apaciguarlos. Entre 1740 y 1808 se realizaron por lo menos cincuenta expediciones organizadas desde Buenos Aires; est claro que la necesidad de proveerse de sal fue aumentando a medida que creci su uso como condimento y, en especial, como preservativo, pues sin salazn era imposible conservar la carne. La sal importada de Europa era cara y la regularidad del abastecimiento era difcil de mantener cada vez que Espaa entraba en guerra; tampoco era posible contentarse con las cantidades extradas en la baha de San Julin. A los ganaderos rioplatenses les interesaba conseguir sal a mejor precio, por lo que lograron que durante el virreinato de Vrtiz se hiciera una expedicin militar hasta las Salinas Grandes, a unos 600 kilmetros de Buenos Aires; 1.000 peones partieron con 600 carretas, 12.000 bueyes y 2.600 caballos bajo la custodia de 400 soldados y milicianos encargados de proteger la expedicin26. Llevaban consigo baqueanos y lenguaraces y los caones de campaa, municiones, carabinas y tiendas de campaa indispensables, as como barriles de vino y aguardiente,
Brown, op. cit., pg. 30. Notas y comentarios preliminares, relativos a la expedicin dirigida por el coronel Pedro Antonio Garca a las Salinas Grandes, en Pedro de Angelis, op. cit., tomo IV, pgs. 247 y 256.
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yerba, tabaco y bizcochos (que servan en parte para repartir a los indios)y tambin arreaban ganado para su propio abastecimiento. El virrey Loreto organiz nuevas expediciones con ms regularidad, a pesar de que la calidad de la sal recogida en la costa patagnica, en la desembocadura del ro Negro, era superior. De entonces en adelante, cada vez que haca falta aprovisionarse de sal, se organizaba una expedicin, fijndose un punto de reunin para quienes quisieran participar. Tales empresas, adems de su xito comercial, servan para entablar relaciones con las tribus y para ir estudiando lugares para nuevos asentamientos de poblacin y, por ende, nuevos trazados de la frontera con "tierras de indios", pues los itinerarios escogidos permitan descubrir donde haba buenos pastos, agua potable, lagunas y sitios fciles de defender, e identificar la presencia de indgenas, amistosos o guerreros. VII. Reacciones de las provincias interiores a la reforma mercantil de 1778 En muchas de las provincias ms antiguas del virreinato la reforma mercantil de 1778 fue perjudicial porque asest un duro golpe a las industrias locales, sobre todo la textil y la del vino, y las autoridades desoyeron los clamores en favor de protegerlas contra la invasin de manufacturas extranjeras, tendencia que tambin lamentaban los monopolistas, a menudo con hipocresa, pues algunos de ellos introducan esas mercaderas de contrabando. A esto cabe agregar que buena parte de la economa del centro y del nordeste del nuevo virreinato haba dependido durante mucho tiempo del comercio limeo; la nueva polarizacin ejercida desde Buenos Aires no fue bienvenida. Adems, el derrumbe de la produccin minera en el Alto Per priv a casi todo el Tucumn de un mercado importantsimo. Esto explica la fuerza de las animosidades desatadas entre Buenos Aires y el resto del virreinato desde antes que se desmoronara el rgimen colonial. Mientras no hubo
comercio libre, las provincias mediterrneas haban logrado cierta prosperidad derivada del mercantilismo y el proteccionismo, contrariamente a las provincias del litoral. A pesar de que no fueron pocos los comerciantes que pudieron sacar provecho de las actividades de contrabando desarrolladas entre el litoral y la Banda Oriental, las importaciones y exportaciones desarrolladas por mercaderes progresistas y hacendados porteos contribuyeron a acrecentar una competencia considerada desleal, sobre todo en relacin con la entrada de productos cuya manufactura resultaba ms cara en el interior. Donde haba una aristocracia terrateniente-mercantil, como en Salta, se estaba ms a salvo de ese tipo de presiones, pero esa clase - compuesta de los Isasmendi, Saravia, Castellanos, Arias y Puch y el marqus del Valle de Tojo poda suscitar el mismo tipo de resistencia que Buenos Aires por lo mucho que acaparaba. Algunas ciudades de mayor importancia relativa, que comerciaban entre s y de las que dependan, por ser parte de una misma jurisdiccin, poblaciones satlites, subalternas, marginales o aisladas, ya se haban hartado desde muy temprano del predominio econmico de Buenos Aires y de verse sometidas a voluntades ajenas, y tuvieron entonces reiterados motivos de queja, sea porque persisti la hegemona de los intermediarios radicados en Buenos Aires o porque quitaban incentivos la presin fiscal y el abaratamiento o incremento del precio de las mercancas importadas por comerciantes liberales o monopolistas, respectivamente. Tampoco se acostumbraron los provincianos al rigor impuesto por los intendentes, que conspiraba contra la aplicacin del viejo principio de acatar sin cumplir, y coartaba la libertad de accin con que desde mucho tiempo antes haban podido prosperar iniciativas individuales ms o menos lcitas. Comenzaron a sentirse demasiado constreidos por un poder central poco dispuesto a comprender y respetar aspiraciones autonomistas e intereses vernculos, muy arraigados en cada terruo a raz del aislamiento, las diferencias culturales y la lucha por
la supervivencia y el ejercicio del poder local. Los razonamientos posteriores de Moreno en la Representacin de los hacendados no llegaron a convencer plenamente a las provincias interiores de las ventajas de abrir los mercados a la produccin extranjera, pues teman que la liberalizacin del comercio provocara su desfallecimiento industrial. En cambio, en Buenos Aires, Entre Ros y la Banda Oriental se estaba desarrollando cada vez ms la actividad ganadera, y aunque el comercio de ganado en pie se beneficiaba de las posibilidades ofrecidas por el mercado interno, los hacendados necesitaban otros mercados para colocar cueros y sebo. No les bastaba el contrabando y comenzaban a agitar en favor de una exportacin menos sujeta a las trabas del comercio con el extranjero, con lo cual entraban en conflicto con la mayora de los comerciantes peninsulares. Por su parte, los agricultores no tenan predicamento suficiente para lograr que avanzaran las posibilidades de exportar cereales; los comerciantes porteos preferan mantener cerrado el mercado y no vacilaron en presionar para que se impidiera la exportacin de trigo con destino a Espaa, autorizada en 1788, y se coartara el trfico de ese producto con Montevideo, Paraguay y Cuba. La preferencia de que disfrutaba Buenos Aires, la concentracin que se hizo all del aparato administrativo burocrtico y el podero que tuvieron los representantes porteos de grandes intereses mercantiles contribuyeron a que crecieran los conflictos de tipo econmico y poltico provocados por la influencia de los consignatarios de empresas matrices espaolas monopolistas, de los acopiadores y promotores de la exportacin de productos del pas, as como de la aduana portea, sobre la economa del resto del territorio. En la propia Buenos Aires se fue poniendo en evidencia que entre comerciantes y hacendados haba intereses opuestos, difcilmente conciliables mientras entre los primeros tuvieran vara alta los monopolistas.
Pero la lnea divisoria entre los grupos conservadores pro-imperialistas y los ncleos ilustrados reformistas fue determinada menos por razones de orden poltico constitucional que por motivos de carcter econmico. Las crticas de los criollos contra el rgimen colonial eran ms pragmticas que ideolgicas27 o, por lo menos, as lo parecan. Nadie pareca dispuesto a desprenderse del tronco espaol ni a arriesgarse en pos de cambios menos radicales hacia una apertura ms democrtica, representativa y popular que la que ofrecan los cabildos y los consulados de comercio, pese a sus serias limitaciones. En efecto, esas dos instituciones traducan las actitudes e intereses de una minora de notables opuestos a toda liberalizacin irrestricta del comercio y sus miembros tendan a representar los intereses de la clase comercial y, sobre todo, los de los ncleos favorables al monopolio. Eran dos grupos corporativistas que no manifestaban casi ningn inters por diversificar la economa, aunque algunos de sus miembros estuvieran ms dispuestos a estimular la agricultura, a prever cierto grado de progreso industrial y a evocar los problemas de los hacendados, que no estaban representados como tales. (El Cabildo reuna exclusivamente a los "vecinos principales" peninsulares, sobre todo los representantes ms fuertes de la clase comercial. ) Como se ver en otro captulo, a raz de la primera invasin inglesa, coparon el Cabildo los espaoles ms combativos, encabezados por lzaga, cuya ambicin lo impulsaba a reivindicar para s el puesto de virrey del que fuera despojado Sobremonte, a conquistar un grado mayor de hegemona de clase en la conduccin poltica y econmica, frente a un virrey interino -Santiago de Liniers-, de quien desconfiaban debido a sus presuntas connivencias sea con ingleses o bonapartistas, pero sobre todo a causa de su popularidad entre los criollos. Recin en 1809 se constituy por primera vez un Cabildo en el que europeos y
John Lynch: Las revoluciones hispanoamericanas, 1808-1826 (Barcelona, Ariel, cuarta edicin, 1985), pg. 33.
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americanos estaban representados en forma paritaria. Cabe anotar, sin embargo, que Cisneros, el ltimo virrey, no vacil en proponer el reemplazo por peninsulares de los magistrados criollos de las audiencias de Charcas y Buenos Aires. En uno y otro bando surgan tambin crticas e irritaciones en reaccin a la labor de otras instituciones y de las figuras que ms influencia ejercan en ellas; todo ello expresaba cierto grado de descontento con los virreyes e intendentes de turno o con los criterios de tal o cual funcionario de la administracin virreinal o municipal, de determinada intendencia o de una audiencia. En Buenos Aires como el Alto Per (y de modo parecido en otros virreinatos y sus subdivisiones) comenzaron a surgir conflictos personales entre los magistrados de las audiencias y entre stas y las otras instituciones, sobre todo por motivos de orden jurisdiccional. El sistema impuesto en 1776 no cuaj bien; tampoco tuvo tiempo para demostrar los mritos que, por lo menos en teora, se le atribuyeron. Los antiguos colonos vean con especial disgusto el desigual comportamiento de las personas encargadas de afianzarlo: por eso, fue ms manifiesta la reprobacin dirigida contra determinados individuos que la invectiva contra las instituciones. No obstante, siguieron manifestndose claramente diversas preocupaciones locales, muchas veces coyunturales, que a menudo reflejaban un enfrentamiento entre incondicionales del monopolio o del proteccionismo y partidarios de la liberalizacin. y no llegaban a expresarse sino a travs de resentimientos Las reacciones de la gran masa de la poblacin, en cambio, eran mucho menos perceptibles. VIII. Pobreza rural El 75 por ciento de la poblacin era rural. Esto era sinnimo de pobreza indgena, sobre todo en el Alto Per, donde no haba amenguado la explotacin de los indios, como se ha visto a comienzos del presente captulo. Fuera
de Cochabamba y la provincia de Tarija, donde abundaban las actividades ganaderas, pero en poca escala, y las plantaciones de algodn, tabaco y cacao, quien no era arriero, azoguero, minero, tejedor o agricultor propietario no dispona de grandes recursos y, de todos modos, como ya hemos visto, el peso de los impuestos, tributos y derechos, la decadencia de la minera, as como los abusos de los corregidores, reducan a la masa de la poblacin indgena y a no pocos espaoles y criollos a un modesto pasar. En lo que es hoy la Argentina (pero tambin en el Paraguay), diramos hoy que haba mucho desempleo y subempleo rural e insuficientes fuentes de trabajo en las ciudades. Salvo en las grandes plantaciones, donde predominaban indios, negros y mulatos, la agricultura comercial no tena ningn desarrollo apreciable ni mano de obra suficiente para fomentarla, y la de subsistencia, fuera del medio indgena, requera pocos brazos. Eran relativamente pocos los paisanos con empleo fijo y buenos jornales y menos todava los que labraban tierras propias. En las estancias la prctica consista en emplear el menor nmero posible de peones, pues de esa manera era mayor el margen de ganancia extrado de la venta de cueros. Todava sobresala como actividad principal la extraccin de corambre ms que la cra de ganado vacuno, salvo que se tratara de la reproduccin y engorde de mulas. Bastaba una decena de peones para atender 10.000 cabezas de ganado, de modo que el personal permanente era escaso. No eran muchos los paisanos que podan trabajar como arrieros, carreteros, troperos o peones de postas, o dedicarse a una pequea explotacin agrcola por cuenta propia o en calidad de inquilinos o puesteros. Era relativamente escasa la guarnicin de los fortines y las milicias no atraan voluntarios salvo cuando se trataba de reprimir a los indios que hubieran asolado su terruo y robado o matado mujeres y nios. El servicio obligatorio nunca atrajo a gente acostumbrada a ser pobre pero libre. (Hacia 1784, por ejemplo, el nmero de milicianos
disponibles para defender la campaa de Buenos Aires de los ataques de los indios no llegaba a 2.200.). Por otra parte, en la milicia no se viva mejor que en pleno campo; abundaban los desertores, y para muchos paisanos lleg a ser preferible alistarse en las montoneras (en parte, porque siempre haba algn botn que repartir) o trabajar para un estanciero capaz de organizar su propia defensa contra las depredaciones de los indgenas. . Ni an en las estancias explotadas ms racionalmente haca falta mucha mano de obra. Por lo general, unos pocos esclavos y algunos peones constituan el personal permanente y slo se conchababa peonada adicional para atender necesidades estacionales o urgentes: aquerenciar, desbravar, rodear, apartar, arrear, marcar, desollar, descornar, marcar y castrar animales, hacer o reparar aperos, derribar rboles y trozar troncos y algo de siembra y cosecha. Los trabajadores temporeros rara vez prestaban servicios por ms de 100 das por ao; como erraban en busca de ocupacin, cambiaban de patrn con cierta frecuencia. Por eso, la gran mayora de la poblacin rural careca de empleo fijo y tena que aceptar los conchabos de temporada que se le ofrecan. Durante muchos meses al ao, mucha gente estaba sin trabajo a la espera de que pudiera tocarle un empleo accidental en la yerra, la esquila, la cosecha o el desmonte. En el litoral y la Banda Oriental, los hacendados se oponan reiteradamente a que se repartieran tierras a la gente pobre, ni siquiera sobre la lnea de fronteras con las zonas ocupadas por portugueses. En todo el territorio virreinal la tenencia de la tierra sigui concentrndose en pocas manos; recin al morir los grandes propietarios (o a raz de la expulsin de los jesuitas o, posteriormente, como consecuencia de las guerras civiles) empezaron a desmembrarse enormes propiedades. El tema del acceso a la tierra pblica, de la reparticin de latifundios no trabajados y de la colonizacin mediante propiedades de menores dimensiones debe haber inquietado a algunas mentes, pero es posible que recin haya sido planteado por Sagasti en 1782, por Azara en 1802, y por Lavardn,
Belgrano, Vieytes y otros ciudadanos progresistas aficionados a las ideas fisiocrticas; el patriota uruguayo Jos Gervasio Artigas iba a hacer de l una de sus banderas en 1815. Ser gran terrateniente no daba sino una apariencia de riqueza si slo se posean tierras, que costaban poco a quienes no las obtuvieran por merced, herencia o apropiacin de hecho. Slo tena valor potencial el ganado que se tuviera, fuere manso o chcaro, pues slo vendiendo cueros o animales en pie se poda iniciar un proceso de capitalizacin, gracias al cual se poda pensar en invertir parte del beneficio en gastos de personal, ranchos, corrales, mejoras y provisiones de todo orden. El desarrollo de cualquier empresa dependa de las posibilidades de acceso a los mercados y por eso no puede extraar que los ganaderos fueran contrarios a toda reglamentacin de precios - a sabiendas del perjuicio que esto ocasionaba a los productores de trigo, por ejemplo - y partidarios del libre comercio o, a falta de ste, del contrabando necesario para completar el producto de las ventas lcitas. As lo comprendieron tanto los jesuitas como los mercaderes que quisieron diversificar sus actividades y comenzaron a explotar estancias de rodeo y establecimientos agrcolas o invirtieron capital en el negocio de mulas o de cueros. Como eran escasas las oportunidades de trabajo asalariado, la contratacin de peones temporeros se haca sin dificultad mayor, pues siempre haba una reserva de mano de obra flotante, incluso entre los campesinos dedicados a la agricultura o la cra de ganado (o una combinacin de ambas actividades) - pues no estaban ocupados suficientemente fuera de las pocas del sembrado y la cosecha - y los agregados asentados con o sin permiso en las estancias, en las que se apropiaban lo que necesitaban para subsistir. En las provincias de Buenos Aires, Entre Ros, Santa Fe y sur de Crdoba, as como en la Banda Oriental, sin embargo, pudieron ser muchos los pequeos productores, pero, con motivo de malones indgenas y las futuras
guerras por la independencia, invasiones portuguesas o conflictos interprovinciales, su situacin desmejor sustancialmente durante los primeros treinta aos del siglo XIX. Con cierta frecuencia, esos productores operaban dentro del territorio de que era propietario legal o de hecho un gran estanciero o comerciante, o en tierras que haban comprado o se haban apropiado cerca de las fronteras en expansin. La pobreza rural generaba la voluntad de sobrevivir a toda costa, mucho individualismo, a menudo fruto de la soledad y el aislamiento, y comportamientos que durante mucho tiempo se consideraron antisociales, aunque por lo general denotaban una resistencia instintiva o deliberada frente al podero arrogante de los estancieros, los contratistas y los representantes locales de la autoridad, dispuestos a hacer orden y polica para acallar a quienes nada o poco posean. Fuera de las tierras con dueo, los habitantes podan subsistir gracias a la matanza de ganado alzado o robado y a la venta a los pulperos ms prximos de los cueros que obtenan como en la poca de las vaqueras. En zonas indciles y poco pobladas, por ejemplo cerca de las fronteras con el Brasil, en el litoral o a proximidad de tribus nmades insumisas, solan formarse pandillas o bandas de cuatreros, bandoleros o contrabandistas compuestas de hombres de grupos tnicos distintos reunidos por la voluntad de resistir la autoridad, escapar a la milicia y seguir una vida errante basada en el aprovechamiento de los recursos que encontraran a su alcance. En la poca colonial y hasta bien pasada la primera mitad del siglo XIX, las autoridades reales, los cabildos, los responsables del orden pblico y buen nmero de estancieros siempre vieron con malos ojos a la gente ociosa y mal entretenida y no tenan mucho aprecio por los gauchos vagabundos, a los que perseguan o teman por sospecharse, con o sin razn suficiente, que desafiaban a toda autoridad y tenan pasta de changadores, cuatreros o contrabandistas, cuando no de desertores y renegados dispuestos a vivir en las tolderas y a plegarse a
los malones. Trataban pues de restringir su movilidad y tenerlos bajo control, para lo cual durante mucho tiempo se exigi del paisano que estuviese en condiciones de probar que trabajaba por cuenta de un patrn y dispona de un pasaporte interno que lo habilitaba a transitar dentro de determinados lmites, so pena de verse expuesto a trabajos forzados en obras pblicas, castigos corporales o los rigores de la milicia. Por lo general, la vivienda y las comodidades al alcance de la masa rural fueron muy precarias durante largo tiempo. En el rancho ordinario del poblador rural pobre, fuera ste espaol, criollo o mestizo, faltaba casi todo28. Hasta muy avanzado el siglo XIX debe haber sido cierto, con ligeras variaciones segn la regin de que se trate (pues en el Alto Per, el noroeste y en las misiones jesuticas, por ejemplo, la construccin fue a menudo de piedra) lo que contaban Concolorcorvo, Flix de Azara y Vicente Fidel Lpez o, en pleno siglo XIX, viajeros ingleses como Haigh y Head: lejos de gente con autoridad (propensa a perseguir al pobre por vago o pernicioso), en una caada, a proximidad de un arroyo o de un bosque ms o menos denso, contra la cresta de una colina, al borde de un baado o a la vera de un pedregal, apareca un rancho pequeo y cuadrado, con pocos postes de sostn y varillas de mimbre entretejidas, revocadas con barro o solamente protegidos por cueros; techo de paja o juncos, con un agujero en el centro para dar escape al humo, cuando no haba un cobertizo separado que sirviese de cocina, con horno de lea; una sola habitacin para toda la familia y sus allegados, y tambin para forasteros cados de improviso a quienes se brindaba hospitalidad; muchachos, hombres, mujeres y nios, todos mezclados, durmiendo al aire libre en verano y dentro del rancho en invierno; alumbrado a base de sebo vacuno; asientos de madera o de calaveras de vaca o caballo, una mesita para jugar a los naipes, un crucifijo o una imagen de algn santo patrono; a menudo, ni puerta ni ventana. Faltaban tenedores, cucharas, platos y jarros.
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La familia campesina, por lo menos la que moraba en las pampas, rara vez guisaba, porque no dispona de ollas, aunque tena caldera con qu calentar agua para el mate; prefera asar carne en un asador de hierro o de palo y sacar con sus cuchillos grandes bocados: comentaba Concolorcorvo que se era su principio, medio y postre, pues, como l deca, un hombre que no tiene ni siquiera con qu comprar unas polainas o calzones, mata todos los das una vaca o novillo para mantener de siete u ocho personas, y si no vive en casa ms cmoda suele ser porque tiene miedo de que lo echen del sitio que ocupa en los confines de una estancia o de que le cobren un arrendamiento que no pueda pagar29. Por su parte, Azara cont que los peones y jornaleros no gastan zapatos, y los ms no tienen chaleco, chupa, ni camisa y calzones, cindose a los riones una faja que llaman chirip; y si tienen algo de lo otro es sin remuda, andrajoso y puerco aunque nunca les falten unas botas de medio pie que sacan de las patas de los caballos y vacas. Sus habitaciones se reducen generalmente a ranchos y chozas cubiertos de paja, con la puerta de palos verticales hundidos en la tierra y embarradas las coyunturas, sin blanquear, y los ms sin puertas ni ventanas, sino cuando mucho de cuero30 El testimonio de Mansilla, que a pesar de ser posterior parece reflejar la realidad del siglo XVIII, nos dice que los toldos indios que l visit durante sus campaas podan ser
29 Concolorcorvo, op. cit., pg. 119. No hay que creer que slo se coma carne vacuna. En la regin pampeana tambin se comi carne de potrillo, cordero, avestruz, quirquincho o mulita, pato, perdiz, galleta, faria, cardo, maz, papa y todo lo que se tuviera a mano, salvo pan, que escaseaba muchsimo. En el Nordeste fue costumbre preparar viandas a base de choclo tierno, maz, algarroba, trigo, papas, cebolla, tomates, porotos, grasa o charqui cuando no carne fresca, de llama, oveja o cabrito, aderezadas con algn pimiento y completadas con postres hechos con frutas, zapallo o miel, y de esos platos familiares surgieron muchas comidas criollas; en Cuyo se coma carne de aves, guanaco, armadillo, liebre, vizcacha y cabrito, acompaada de cereales y verdura y en el nordeste abundaban muchas variedades de peces y animales silvestres (paca, tat, coat, venado) y no faltaban mandiocas, batatas, calabazas, cacahuetes, maz y arroz. Vase Margarita Elichondo: La comida criolla. Memoria y recetas (Buenos Aires, Ediciones del Sol, Biblioteca de Cultura Popular, 23, 1997). 30 Citado por Juan Alvarez: Estudio sobre las guerras civiles argentinas (Buenos Aires, Juan Roldn, 1914), pgs. 93-95.
de aspecto ms consolador que los ranchos de los paisanos31. Pero no hay que creer que los estancieros gozaban todos de ms comodidades que los campesinos y los peones. En 101 estancias estudiadas por Carlos Mayo, haba casas, a menudo de ladrillos y techo de paja, slo en 54, y su valor variaba entre 6 y 60 pesos, llegando en unos pocos casos a 300 o 1000 pesos; las dems tenan ranchos apenas. Rara vez disponan de una capilla. Los muebles eran pocos y muy sencillos, escaseaban los tenedores y cucharas, era pobre la vestimenta. No todas las estancias tenan pozos de balde o atahonas para moler trigo
Ezequiel Martnez Estrada: Muerte y transfiguracin de Martn Fierro, tomo I: Las figuras (Mxico, D.F., Fondo de Cultura Econmica, Coleccin Tierra Firme, 43., 1948), pgs.170-180.
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Captulo 1. Comienzos de la conquista y colonizacin _______________________________________________ I. El medio fsico El territorio meridional desconocido por el cual penetraron los espaoles cuando comenzaron la exploracin, la conquista y la colonizacin de Amrica austral abarca todas las tierras entre los ocanos Pacfico y Atlntico desde una lnea trazada a la altura del enorme lago Titicaca hacia la costa del Brasil, por el norte, y otra lnea dibujada de este a oeste a partir del borde meridional de la isla de Tierra del Fuego. En el Alto Per (hoy Bolivia), la cordillera de los Andes forma el altiplano, una vasta meseta de la que arrancan muchos afluentes del ro Amazonas y otros que descienden hacia el sudeste para unirse a la cuenca del ro de la Plata. Una enorme franja montaosa, de anchura decreciente, separada del Pacfico por los valles centrales chilenos, prosigue por occidente la columna vertebral de todo el continente, dividida en dos columnas que se juntan a la altura del cerro Tupungato. Es sa una regin de altas cumbres nevadas, volcanes, lagos, salares y desiertos a ms de 5.000-6.960 metros de altitud1. Otros sistemas montaosos aparecen en cadenas ms o menos paralelas a la lnea de los Andes y se extienden hasta el oeste de la provincia de Crdoba; los picos ms importantes de todo el sistema llamado "pampeano", constituido por las cadenas del Aconquija, Famatina y Velazco, son menos elevados pero llegan a alturas importantes. Muy grandes caudales provienen principalmente de los ros Paran (4000 Km.), Uruguay (1600 Km.) y Paraguay
Por ejemplo, de norte a sur, los cerros Socompa (6.031 metros), Cha (6.200), Ojos del Salado (6.100), Bonete (6.000) Llullaillaco (6.723), Incahuasi, (6.620), Mercedario (6.770), Aconcagua (6.959) y Tupungato (6.800).
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Captulo 7. Buenos Aires1 _______________________________________________ Los habitantes de Buenos Aires eran apenas 560 cuando se decidi evacuarlos hacia Asuncin tras la muerte de Mendoza. En la poca de Garay, el nmero de pobladores lleg a ese nivel. En el transcurso del siglo XVII, la poblacin aument paulatinamente: de 930 en 1615 a 5.100 en 1680. Durante el siglo siguiente, la progresin fue ms rpida: 8.900 habitantes en 1720, 16.000 en 1744, 22.000 en 1749, 37.699 en 1778 y 40.000 en 1793. Hacia 1670, Acarette du Biscay cont que:
contiene cuatrocientas casas, y no tiene cerco, ni muro, ni foso y nada que lo defienda sino un pequeo fuerte de tierra que domina el ro, circundado por un foso;...hay un pequeo baluarte en la boca del Riachuelo que domina el punto donde atracan las lanchas...Las casas...son construidas de barro, porque hay poca piedra en todos estos pases hasta llegar al Per; estn techadas con caas y paja y no tienen altos; todas las piezas son de un solo piso y muy espaciosas; tienen grandes patios y adems de las casas, grandes huertas, llenas de naranjos, limoneros, manzanos, peros y otros rboles frutales, con legumbres en abundancia...Los vecinos tienen muchos sirvientes, negros, mulatos, mestizos, indios, cafres o zambos, todos esclavos, que adems de trabajar en las casas de sus amos, cultivan los terrenos de ellos, cuidan los caballos y mulas, matan toros cerriles o se dedican a cualquier otro servicio. .2
Buenos Aires sufri muchos altibajos econmicos cada vez que se restringi el desarrollo comercial de su puerto limitando la entrada y salida de productos o el acceso de navos, sea debido a la influencia de la poltica y los intereses monoplicos, a situaciones de emergencia provocadas por bloqueos martimos y estados de guerra, a la falta de bodegas causada por interrupciones del trfico mercante normal, o a la competencia de Montevideo.
1 Salvo indicacin aparte, la mayora de las informaciones reunidas en esta seccin provienen de R. de Lafuente Machain: Buenos Aires en el siglo XVIII (Buenos Aires, Municipalidad. 1946). 2 Acarete du Biscay, circa 1670: Relacin de los viajes... al ro de la Plata y
desde aqu por tierra hasta el Per..., citado por Jos Luis Busaniche: Estampas del pasado. Lecturas de historia argentina (Buenos Aires, Hachette, 1959), pgs. 9394.
Cuando mermaban las oportunidades comerciales a raz de la oposicin de los mercaderes de Lima o de la vulnerabilidad del abastecimiento por la ruta del Atlntico, el puerto sobre el ro de la Plata sobreviva con la ayuda del contrabando y tambin poda beneficiarse del trfico negrero, pero siempre dependi de que Espaa se mantuviera en paz con Portugal e Inglaterra y no estuviera demasiado ligada a Francia para poder prosperar. El puerto bonaerense comenz a salir de su letargo cuando la supresin del sistema de flotas y galeones de Indias en 1740 (con su itinerario obligatorio de ida a vuelta entre Espaa y los puertos del Caribe) hizo prosperar la navegacin por Buenos Aires y el Cabo de Hornos. Entonces pudo beneficiarse del sistema de barcos correos, con cuatro viajes anuales. Durante todo el siglo pudo sacar provecho de la demanda de cueros, sobre todo debido a la accin mercantil ligada a la presencia de los asientos negreros, pero el principal factor de crecimiento provino de que los gobernantes se dieron cuenta de que convena fortificarla y convertirla en el centro del sistema defensivo contra las amenazas de expansin portuguesa y de agresin extranjera, que recin se comprendieron despus del tratado de San Ildefonso. Esa funcin, sin embargo, incumbi al poco tiempo a Montevideo y desde entonces hubo una gran puja entre ambas ciudades por el aprovechamiento de todas las oportunidades que creaba el comercio martimo, fuera ste lcito o clandestino. Debido a que podan llegar a l barcos de mayor calado y transformado en el principal puerto fortificado del ro de la Plata, Montevideo se benefici por esa doble razn de la afluencia de barcos mercantes y de guerra y de su papel predominante como centro de abastecimiento, contrabando y de trfico negrero, y paradero preferido de corsarios. (Muchos de stos eran franceses y a ellos se debe, por lo menos en parte, la difusin de noticias aleccionadoras acerca de los cambios resultantes de la Revolucin francesa de 1789, que las autoridades se encargaron de prohibir y contrarrestar tanto como pudieron.) Con la creacin del Virreinato del Ro de la Plata comenz para Buenos Aires una nueva poca de
crecimiento, interrumpida por la guerra con Inglaterra, gracias al impulso que la Corona espaola se vio obligada a dar a su comercio con Amrica. Tambin result favorecida por la decisin de acrecentar los gastos destinados a la administracin de la nueva estructura colonial. Las rentas aduaneras haban bajado considerablemente entre 1776 y 1777 a raz de la guerra con Portugal, pero subieron a 15.348 pesos en 1778, es decir el ao en que se dict el Reglamento de Libre Comercio, y siguieron aumentando ao tras ao hasta 1792, salvo en 1781, cuando decayeron a consecuencia de la intervencin espaola en la guerra con Inglaterra. Entre 1792 y 1801 volvieron a disminuir, por efectos sea de la guerra con Francia o de la situacin provocada cuando Espaa tom partido a favor de ese pas. Apenas concertada la paz de Amiens, el comercio repunt y se cobr mucho ms en aranceles aduaneros: 857.000 pesos en 1802 y un milln en cada uno de los aos del bienio siguiente, pero en 1804 la nueva declaracin de guerra contra Espaa provoc una baja considerable3. La decisin de que toda la plata de Potos fluyera hacia Buenos Aires fue un golpe maestro de Cevallos, pues hizo que el 59 por ciento de los ingresos de la Real Caja de Buenos Aires provinieran del Alto Per: gracias a ese aporte, los virreyes pudieron sufragar los mayores gastos que exiga la defensa del territorio, pero eso se logr porque Espaa acept una disminucin considerable de los impuestos percibidos destinados a la metrpoli, que entre 1791 y 1805 no pasaron del 26 por ciento de aquellos ingresos, mientras que un 43 por ciento se asignaba a los gastos y retribuciones de regimientos veteranos, milicias, expediciones e instruccin militar en zonas de frontera, Buenos Aires y Montevideo, reservndose un 19,5 por ciento a los subsidios necesarios para sostener el consumo popular, proporcionar servicios pblicos, comprar bienes, reparar buques o apaciguar tribus amigas4. Los efectivos
Ricardo Levene: Significacin histrica de la obra econmica de Manuel Belgrano y Mariano Moreno, en Historia de la Nacin Argentina, vol V, primera seccin, pgs. 507-508. 4 Tulio Halperin Donghi: Guerra y finanzas en los orgenes del Estado argentino 3
de la tropa regular, disminuyeron mucho a raz de la necesidad de destacar muchos oficiales y soldados a la guarnicin de Montevideo y a otros fuertes y fortines en la Banda Oriental. Si bien Buenos Aires pretenda ser un destacado emporio mercantil, apenas dispona de un servicio de correos y de una aduana, todava no tena un verdadero puerto, y su abastecimiento era ms eficiente desde Montevideo o por va terrestre. La mayora de los barcos a vela, para no encallar en la costa fangosa, anclaban bastante lejos y descargaban a los pasajeros en un lanchn, del que haba que trasbordar a un bote antes de trepar a un carro para alcanzar la ribera. Slo existan fondeadores precarios en dos o tres lugares a cercanas de la costa - por ejemplo, a la altura de los templos de La Merced, San Francisco y Santo Domingo - y otro junto a la boca del riachuelo, cerca de donde Mendoza haba fundado la ciudad original, el nico lugar con suficiente fondo para que entrasen o salieran lanchas, que de todos modos haba que arrastrar a la sirga con lazos a la cincha de los caballos.
En la ciudad no hay ms muelles que las carretillas y aun tienen que entrar bastante para alcanzar las embarcaciones menores con que se barquea en este puerto. Por esta molestia y trabajo de servirse para cargar y descargar carretas cerca de una legua de la ciudad, se ha tratado en diversas ocasiones de fabricar un muelle, pero nada se ha intentado, y es vergenza en verdad que una ciudad tan rica como lo es hoy Buenos Aires no ponga en planta obra tan til y esencial5.
Los inconvenientes ligados a la precariedad del puerto no hacan sino contribuir al crecimiento de Montevideo y reforzar la actividad contrabandista, pues era relativamente fcil aprovechar distintos puntos costeros mejor custodiados y ms acogedores, como San Isidro, Punta del
5 As deca Juan Francisco de Aguirre en 1783, segn consta en su Diario, reproducido en parte por Lafuente Machain, op. cit., pg. 312. Aguirre tambin propuso resolver los problemas de desage mediante conductos subterrneos y lament que se hubiera rechazado una propuesta de maquinistas de Madrid con objeto de sacar agua del ro, crear un depsito, instalar fuentes y asegurar la distribucin. El ingeniero Domingo Pallars propuso la construccin de un muelle de madera en 1784, pero nada se hizo para lograrlo.
Indio, las bocas del arroyo Tapado y del ro Salado y la baha de Samborombn, pese a la presencia de guardias del resguardo de rentas generales, destacados en la sede el gobierno virreinal, Riachuelo, Barracas, Las Conchas, Lujn y Ensenada; adems, muchas mercancas entraban por la Banda Oriental, a menudo con la connivencia interesada del personal de las guardias costeras. Por todos esos motivos, los comerciantes de Buenos Aires deseaban que se habilitara un nuevo puerto y se implantase una villa en la costa de la ensenada de Barragn6. Fuera de la plaza mayor lindada por el Fuerte y el Cabildo, atravesada por una recova repleta de tenduchos amovibles, se tendan, entre dos grandes zanjones verticales (por donde se procuraba desagotar las zonas inundables durante las grandes lluvias), las calles paralelas al ro, cortadas por otras vas perpendiculares que iban armando el damero de una urbanizacin ordenada cuidadosamente, con manzanas cuadradas de 120 metros de lado, poqusimas calles empedradas con piedra extrada de la isla de Martn Garca y aceras de toscos ladrillos como Florida, que antes se llam del Empedrado-, mal iluminadas con lmparas de sebo, y muchas todava de tierra, con grandes desniveles, huecos rellenados de escombros, cascotes, tierra y arena, y ms zanjas repletas de aguas, barro y desechos que desages bien hechos. Ya deca Concolorcorvo:
Esta ciudad est bien situada y alineada a la moderna... Su extensin es de 22 cuadras comunes, tanto de norte a sur como de este a oeste... Est dividida en cuadras iguales y sus calles son de igual y regular ancho, pero se hace intransitable a pie en tiempo de aguas, porque las grandes carretas...hacen excavaciones en medio de ellas en que se atascan hasta los caballos e impiden el trnsito de los de a pie...cuando se ven obligados a atravesar la calleSi las lluvias son copiosas se inundan las casas y la mayor parte de las piezas se hacen inhabitables...Hay pocas casas altas, pero unas y otras bastante desahogadas y muchas bien edificadas, con buenos muebles, que hacen traer de la rica madera del Janeiro por la Colonia del Sacramento. La plaza es imperfecta y slo la acera del cabildo tiene portales... Todo el fuerte est rodeado de un foso bien profundo y se entra en l por puentes levadizos...
6 Mariluz Urquijo, op. cit. , pgs. 255-256.
Hay buenos caudales de comerciantes, y aun en las calles ms remotas se ven tiendas de ropas, que creo que habr cuatro veces ms que en Lima, pero todas ellas no importan tanto como cuatro de las mayores de esta ciudad, porque los comerciantes gruesos tienen sus almacenes, con que proveen a todo el Tucumn y algo ms... No he conocido hacendado grueso, sino a don Francisco de Alzibar, que tiene infinito ganado en la otra banda del ro, repartido en varias estancias; con todo, mucho tiempo ha que en su casa no se ven cuatro mil pesos juntos... La carne est en tanta abundancia que se lleva en cuartos a carretadas a la plaza, y si por accidente se resbala, como he visto yo, un cuarto entero, no se baja el carretero a recogerle, aunque se le advierta... A la oracin se da muchas veces carne de balde, como en los mataderos, porque todos los das se matan muchas reses, ms de las que necesita el pueblo, slo por el inters del cuero7.
Las casas eran generalmente de adobe, pues escaseaban la piedra y el ladrillo, y rara vez excedan de una sola planta, con uno o varios patios a los que daban todas las habitaciones, inclusive las que en el frente se destinaban a algn comercio. Algunas tenan dos pisos o azotea, portones de algarrobo, ventanas con rejas sobresalientes para facilitar los requiebros amorosos y permitir que las damas observaran lo que ocurra en la calle, aljibes en el primer patio, zaguanes decorados con bancos decorados con azulejos portugueses, y un galpn u otra construccin a modo de caballeriza o depsito de carruajes en el fondo, cuando ste no estaba tambin destinado a la cra de aves y conejos o no albergaba una higuera o un duraznero. Juan Francisco de Aguirre coment en 1783: ningn edificio hay en Buenos Aires que merezca el nombre de magnfico, pero aadi: no se ve lo magnfico, pero tampoco lo miserable. Debi ser considerable la demanda de vivienda, porque Aguirre anot tambin que las "casas de cuartos son las ms tiles a sus dueos, porque va
7 Alonso Carri de la Vandera (Concolorcorvo); El lazarillo de ciegos caminantes (Caracas, Biblioteca Ayacucho, tomo 114, 1985)., pgs. 29-30. Sobre la carne cabe decir que la media anual del consumo de carne vacuna hacia 1792 era de unos 193 kilogramos por habitante. Durante la Cuaresma se consuma pescado por el equivalente de la carga de 1740 carretas. Juan Carlos Garavaglia: Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaa bonaerense, 17001830 (Buenos Aires, Ediciones de La Flor, 1999), pgs.243 y 228.
cargando la poblacin con asombro", y cada cuarto se alquilaba por 3 o 4 pesos. Haba mucha actividad junto al ro, cerca de la aduana y del fuerte, y del paseo de la Alameda - comenzado en poca del gobernador Cevallos y terminado por el virrey Vrtiz, responsable de muchas mejoras edilicias -, que ornaban sauces y ombes. Mucho trajn de vendedores y repartidores ambulantes, carruajes, jinetes y peatones en los alrededores del cabildo, del antiguo teatro de La Ranchera y del mercado cobijado en la recova, as como de la catedral, las iglesias y conventos, algunos colegios y unas pocas casas de gente de abolengo, y a proximidad de los bodegones, estancos, depsitos de mercadera en consignacin, almacenes de ultramarinos, modestos hoteles, clubes y asociaciones de comerciantes nacionales y extranjeros, y de las casonas y mansiones de gente benemrita, o sea los funcionarios y mercaderes ms privilegiados. La gente adinerada dispona de mobiliario importado (en muchos casos de Estados Unidos) o hecho con maderas especialmente tradas del Paraguay o del Brasil; cuando no posean piano o clave, tanto los burgueses como las clases bajas daban preferencia a la guitarra. Cada grupo tnico o cultural se reuna en algn caf, bodegn o pulpera que atraa parroquianos de origen semejante: andaluces, vascos o catalanes, por ejemplo, pero tambin negros y mulatos. En una ciudad tan pequea como Buenos Aires haba 274 pulperas y 13 salones de billares8. Criollos y peninsulares interesados en nuevas ideas y tendencias acudan a intercambiar opiniones y noticias en las casas de Juan Baltasar Maziel, Manuel de Lavardn y Nicols Rodrguez Pea, en la jabonera que abri Hiplito Vieytes o en el caf de Marco. Tambin se organizaban salones en casas particulares, pues en la clase alta
8 Mariluz Urquijo, op. cit., pgs. 600-601. En la campaa haba 430 pulperas (158 en los partidos ms prximos, como Las Conchas, San Isidro y Morn; 102 en los ms alejados, como Chascoms, Monte y Magdalena; 91 en las regiones de Areco, Lujn, Pilar Y Capilla del Seor, y 79 hacia el noroeste, en las regiones de Pergamino, San Nicols, Arrecifes, Salto, Rojas y Baradero. Tambin existan pulperas volantes. Garavaglia, op. cit., pgs. 247-253.
predominaban el espritu gregario y la aficin por el debate y la msica; las reuniones organizadas por Mariquita Snchez de Thompson atraan a mucha gente ilustrada. La urbanizacin era ms densa hacia el sur que hacia el norte o el oeste, no slo porque la tradicin quiso que de ese lado se desarrollara el centro administrativo, comercial y educativo - escuelas y colegios en manos privadas o de los jesuitas u otros religiosos- y, por consiguiente, la ereccin de templos y de las casas particulares y los escritorios mercantiles de la gente ms pudiente, sino porque en esa direccin tambin aparecieron muchas quintas de recreo, buen nmero de chacras y, al borde del Riachuelo, en la zona que luego se denomin Barracas, concentraciones de depsitos, barracas y galpones y algunos hornos de ladrillo. Hasta 1799 slo hubo un puente fijo - el de Glvez - para facilitar el acceso a la ciudad desde la otra ribera del Riachuelo. Hacia la periferia se haban ido creando parroquias de extramuros, a medida que fue necesario impedir el acceso al centro de aquellos abastecedores provenientes del interior que ms daos podan causar en las calles del centro con sus pesadas carretas. Por eso, la plaza de Miserere, a buena distancia del centro de la ciudad, era el lugar de llegada y partida de los convoyes. Los habitantes buscaban el buen aire que no encontraban cerca del puerto y se alejaban del centro y el Retiro - donde ya no se guardaba a los esclavos recin llegados como en la poca en que los ingleses se ocupaban de su importacin y venta, y en cambio serva de plaza de toros y terreno baldo para ejercitar milicias - hacia la Recoleta, Palermo, Flores o San Isidro, evitando todos los lugares donde hubiesen ecos y rastros tumultuosos de la presencia de carretas, corralones y pulperas (para la venta tanto de aguardiente como de provisiones y aprestos de uso corriente), de soldadesca en ejercicios de formacin, de frenticos candombes en las barriadas negras, de faena ftida en los mataderos y los incipientes saladeros, de perros famlicos, de lidias taurinas o de rias de gallo, y de todo cuanto atrajera ms pordioseros y gente de avera y mal vivir venida de la campaa.
Empezaban a desarrollarse las quintas y las chacras9 y, cerca de ellas, nuevos poblados. Pero los cultivos rendan menos que la ganadera, salvo que se tratara de trigo para la exportacin, escaseaba la mano de obra y haba que pagar jornales ms elevados que en otros oficios, adems de tener que soportar los riesgos de sequas o lluvias excesivas, incendios, plagas de langosta o de loros, malos caminos y la invasin de los sembrados por ganado suelto de otras explotaciones. El Cabildo de Buenos Aires trataba de solucionar los problemas del abastecimiento interno de cereales y legumbres, pero tena dificultad en evitar que se exportara demasiado trigo o no se produjera en cantidad suficiente, en parte debido a la reglamentacin de precios, desfavorable para los productores; ms de una vez hubo que abastecerse de harina importada. Hacan falta unas 80.000 fanegas de trigo para el consumo de los porteos y hacia fines del siglo XVIII la gente consuma unos 430 gramos de pan por da. En la mayora de los casos, el pan era el artculo en el que ms se gastaba. Por eso haba unas 150 tahonas, a veces combinadas con panaderas, de las cuales haba 35 grandes. En esos establecimientos trabajaban unos 250 esclavos. No es extraar entonces que esos ricos productores y comerciantes, que en su mayora eran peninsulares o extranjeros, fueron quienes ms tuvieron que aportar con motivo de las contribuciones patriticas necesarias despus de la Revolucin de Mayo de 181010. Hacia 1780 el 35 por ciento de la poblacin de la provincia de Buenos Aires viva en la campaa. Ya haba muchas estancias de tamao considerable explotadas por propietarios o arrendatarios. Su superficie media variaba entre 5.500 hectreas en la regin de Arrecifes, 3.800 en la de Magdalena y 2.500-2.700 en la de Lujn. En los pagos de Chascoms se iban a unir tres estancias bajo el nombre de Los Portugueses con una extensin de 40.000
9 Haba muchas chacras en San Isidro, La Matanza, y Las Conchas y los arrendatarios podan ser tantos como los propietarios (por ejemplo, en San Isidro) y disponer unos y otros de esclavos. Francisco Ramos Meja posea una de las ms grandes en La Matanza y all trabajaban 51 esclavos. Garavaglia, op.cit., pgs. 45 y 168-171. 10 Acerca de la industria panadera, Garavaglia, op. cit., pgs. 197-198 y 253265.
hectreas; lleg a disponer de 160 peones ocupados en la cra de ms de 23.00 vacunos y yeguarizos y 800 ovinos; los 14 esclavos trabajaban en calidad de capataces, chacareros o domadores11. A Buenos Aires llegaban unos 46.000 vacunos por ao a los corrales del Alto, la Recoleta y de Carricaburu. No todos esos animales provenan de la campaa bonaerense. Lo mismo ocurra con los cueros, de los cuales se exportaban hacia 1790 unos 390.000, pues los ganaderos y acopiadores de la provincia slo contribuan entonces unas 230.000 piezas12. En 1793 Francisco de Viedma describi a Cochabamba (Oropesa), la Valencia del Alto Per:
Sus calles son de cordel: son de ancho de nueve varas; se empedraron en el centro de la ciudad el ao de 1785. Tiene dos plazas, la principal y otra llamada de San Sebastin En la primera hay una fuente en medio, de regular y abundante agua, costeada por la magnificencia de Carlos III, el ilustrsimo arzobispo de Charcas, fray Jos Antonio de San Alberto, y el sobrante de propios. Las casas en el medio del pueblo son de dos altos; bastante grandes, cmodas y slidas, aunque hechas de adobe crudo, que es el nico material de que se fabrican, a excepcin de algunas portadas de piedra: todas tienen balcones de madera y estn cubiertas de teja La iglesia matrizes en forma de crucero, bastante grande, aseada, y con mucha decencia de altares y ornamentos: toda ella es de piedra13.
11 Garavaglia, op. cit., pgs. 343 y-352-353. 12 Garavaglia, op. cit., pgs. 218 y 220-221. 13 Tambin se refiri a los conventos: el de Santo Domingo, todo de piedra, en reconstruccin desde 1778; el de San Francisco, en reparacin desde 1782; el de San Agustn, arruinado por mitad y con la obra parada por falta de dinero; el de La Merced, cuyo claustro est muy derrotado; el de la Recoleta, con un iglesia primorosa y decente y situado en un sitio ameno y delicioso, de fbrica moderna y ms capaz que los otros; el de las monjas clarisas, que est bien reparado; el monasterio de Carmelitas Descalzas, cuyo techo se desplom en 1790 hasta la capilla mayor cuando estaba alojado en el convento el arzobispo San Alberto. Era una ciudad de 22.305 almas, con dos veces ms mestizos que espaoles y ms negros y mulatos que indios. Se poda comer de todo en abundancia y a precios moderados, a pesar de que cada uno de los proveedores venda donde quiere y como puede, sin que ni el valor, peso y calidad de los productos estuviera regulado. Vase Francisco de Viedma:Descripcin de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, en Pedro de Angelis: Coleccin de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Ro de la Plata. Ilustrados con nota y disertaciones por Pedro de Angelis (Buenos Aires, Imprenta del Estado, 1836;
De las principales ciudades del Virreinato que visit Concolorcorvo no puede decirse que Buenos Aires haya sido la que ms le impresion. Sobre Chuquisaca, sede de la Real Audiencia y de la Universidad de San Francisco Xavier, dijo que era la ciudad ms hermosa y la ms bien plantada y que contena tanta gente pulida como la que se pudiera entresacar de Potos, Oruro, La Paz, Cuzco y Huamanga por lo que toca al bello sexo. De Potos coment que, a pesar de su riqueza (en decadencia) no hay en esta villa un edificio suntuoso, a excepcin de la actual casa de moneda que es verdaderamente magnfica. Dijo de Salta que era ciudad clebre por las numerosas asambleas [ferias de mulas] que en ella se hacen Tambin llamaron su atencin las mujeres, las ms bizarras de todo el Tucumn, y creo que exceden en la hermosura de su tez a todas las de Amrica, as como por la abundancia de sus cabellos. Con respecto a Tucumn, slo coment que ocupa el mejor sitio de la provincia y que la ciudad est reducida a cinco cuadras perfectas, pero no est poblada a correspondencia. Su descripcin de Crdoba no es muy admirativa: muchas casas buenas y fuertes; tres conventos de frailes; dos conventos de monjas; un hospital betlemita, dos colegios, el de Montserrat con ttulo de universidad, que provee de borlas a las tres provincias del Tucumn. En pocos lugares de Amrica, de igual tamao, habr tantos caudales, y fueran mucho mayores si no gastaran tanto en pleitos impertinentes (Hasta la expulsin de los jesuitas, el colegio de Montserrat tuvo imprenta, que fue trasladada a Buenos Aires, donde estuvo situada en la Casa de los Nios Expsitos. La capital del Virreinato tuvo la pretensin de apropiarse de la Universidad cordobesa, lo que provoc este comentario, que recuerda Bischoff14, del obispo Abad e Illana: por qu envidia [Buenos Aires] a la pequeuela y desmedrada Crdoba la gloria de tener en s una Universidad pblica? Ciertamente que en esta
reedicin con prlogos y notas de Andrs M. Carretero. Buenos Aires, Editorial Plus Ultra. 1970), tomo Vi, pgs. 525-540. 14 Efrain U. Bischoff: Historia de Crdoba. Cuatro siglos (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1979),pgs. 90-91.
pretensin se muestra Buenos Aires demasiado avara y ambiciosa, pues sobrndole mucho lustre nos quiere quitar la nica luz que ennoblece a nuestra patria.) Concolocorvo aada: Es digno de reparo que una provincia tan dilatada y en que se comercian todos los aos ms de 600.000 pesos en mulas y vacas estn las iglesias tan indecentes que causa irreverencia entrar en ellas. Al referirse a Montevideo cuenta que tiene una fortaleza que sirve de ciudadela y amenaza ruina por mal construida. Una distancia grande de la playa guarnece una muralla bien ancha de tapn, con gruesos y buenos caones montados. Crey que no poda haber ms de mil vecinos, de los cuales slo unos 300 seran casados, y que abundaban los desertores de mar y tierra y algunos polizones, que a ttulo de la abundancia de comestibles ponen pulpera con muy poco dinero para encubrir sus poltroneras y algunos contrabandos, adems de muchos holgazanes criollos, a quienes con mucha propiedad llaman gauderos15. Por su parte, Azara dej testimonios acerca de Asuncin, adems de los muchos que fue recogiendo sobre los poblados del Paraguay, y Santa Fe. De la primera, nos cuenta que hubiera sido mejor trasladarla a Tapa o La Villeta, pero que van aumentando y mejorando sus edificios. Las casas son sin alto, muchas de ellas son ranchos de paja, pero las hay bastante decentes y cmodas, a pesar de no haber cal.16 Tiene un real colegio pero los tres conventos se llevan casi todos los estudiantes mantestas. El cabildo es muy decente y adems de la catedral hay una ayuda y dos parroquias. Una de estas es de naturales, esto es, cuida de todos los indios, mulatos y negros. Hay ms mujeres que
15 Concolorcorvo, op. cit., passim. 16 John Parish Robertson coment que Asuncin, en extensin, arquitectura, comodidad o poblacin, no se compara con ninguna ciudad inglesa de quinto orden Sus mejores edificios son los conventos . Haba apenas une media docena de casas particulares buenas y cmodas; las dems eran pequeas, mseras tiendas con tres o cuatro habitaciones anexas, mientras la mayor parte de las moradas eran simples chozas, formando estrechas callejuelas, o aisladas, rodeadas por pocos naranjos. No puede decirse que hubiera ms de una calle en la ciudad y sa no pavimentada. J. P. y G. P. Robertson: La Argentina en la poca de la Revolucin. Cartas sobre el Paraguay (Buenos Aires, Vaccaro, coleccin La Cultura Argentina, traduccin y prlogo de Carlos A. Aldao, 1920), pgs. 109-110.
hombres y es mayor el nmero de negros y mulatos (2726) que el de espaoles americanos (1994), europeos (91) e indios (no ms de 150). Hay tres regimientos de caballera miliciana, seis compaas de caballera, cuatro de infantera y una de artillera, formadas para luchar contra las tribus belicosas. Azara explica que mucha de la produccin paraguaya no tena mejor salida que bajando por los ros hasta Santa Fe y Buenos Aires y desde ah hacia otros destinos. Pero comenta que Santa Fe entr en decadencia cuando se le quit el privilegio de ser puerto preciso para todos los barcos del Paraguay que traan la yerba del consumo de Buenos Aires y Chile, miel de caa, maderas, azcar, algodn y tinajas de barro y cargadas en carretas salan de all en todas direcciones. Aqu permutaban los paraguayos dichos gneros por los que necesitaban, y jams por plata, que no corra en su pas (antes de 1779). Por eso, Santa Fe era rbitra del comercio de ro arriba, y de la conduccin a otras partes. Los paraguayos se vean precisados a tomar la ley de los comerciantes de este pueblo, que los tiranizaban17 Las impresiones de Robertson, unos veinte aos despus, reflejan el parecido de Santa Fe con otras ciudades del interior, por lo menos en algunos aspectos generalmente observados por todos los viajeros:
La ciudad es de pobre apariencia, construida al estilo espaol, con una gran plaza en el centro y ocho calles que de ella arrancan en ngulos rectos. Las casas son de techos bajos, generalmente de mezquina apariencia, escasamente amuebladas, con tirantes a la vista, muros blanqueados y pisos de ladrillo, en su mayor parte desprovistos de alfombras o esterasLas puertas se abren directamente de las habitaciones principales a la calle, y donde no est as dispuesto, un corto pero ancho zagun, que se entra por un portn, conduce al patio, en cuyos costados estn alineados los aposentos con puerta al patio. Todos los portones, todas las puertas en todos los patios, todas las salidas de todos los cuartos a la calle, estaban completamente abiertas y los habitantes sentados en las entradas de sus respectivas moradas Las calles son de
17 Flix de Azara: Descripcin general del Paraguay (Edicin de Andrs Galera Gmez, Madrid, Alianza Editorial, 1990), pgs. 160-173), y Busaniche, Estampas del pasado, op. cit., pgs. 116-117.
arena suelta, con excepcin de un, en parte pavimentada. Los habitantes de la ciudad y suburbios son de cuatro a cinco mil18.
A diferencia de muchas otras ciudades argentinas, la ciudad de Mendoza, como toda la provincia de ese nombre, se haba ido desarrollando gracias a todo el bien original que aport la cultura huarpe al valle de Huentota, sobre todo en cuanto al aprovechamiento de un sistema de riego, canales y acequias de origen precolombino, que aseguraban la provisin de agua potable, impedan inundaciones y desbordes, contenan los desages y los aluviones imprevistos, permitan cultivos exigentes de agua y se prestaban a la molienda de granos en muchos molinos movidos por la fuerza hidrulica. Entre mediados y fines del siglo XVIII la poblacin de la capital mendocina haba crecido de unos 4000 a unos 8000 habitantes y viva hacia la periferia de la Plaza Mayor en un casco urbano casi rectangular de unas 50 manzanas, encerrado por la acequia de Tabalqu y el canal Tajamar, creado en 1764 para reemplazar a otra gran acequia, llamada de la Ciudad, destruida por los aluviones, que corra paralela al canal Zanjn. ste posibilitaba el riego de la zona de chacras y cultivos en derredor de la ciudad, mientras que la antigua acequia de Allayme llevaba agua para otra zona de explotaciones agrcolas, a proximidad de la estancia de San Nicols del Carrascal, propiedad de los padres Agustinos. Gracias a las acequias y sus ramificaciones, la ciudad estaba muy bien arbolada y a partir de 1808 cont con lamos trados de Italia para adornar el paseo del Tajamar, diseado en imitacin del de la Alameda en Santiago de Chile. Mendoza, como toda la regin de Cuyo, haba dependido de la Capitana General de Chile desde 1551; logr ser parte de la Intendencia de Crdoba cuando se cre el Virreinato del Ro de la Plata, se favoreci del mejoramiento de los caminos y cont con la ayuda de Sobremonte para evolucionar hacia lo que iba a ser durante el tiempo en que San Martn y Luzuriaga mandaron en Cuyo. Toda la provincia era predominantemente agrcola, como el resto de Cuyo y, como relat Bartolom Mitre, se cultivaban la via y el olivo, los cereales y todos los
18 J. P. y G. P. Robertson, op. cit., pgs. 81-84.
rboles de la regin templada. Sus productos alimentaban un comercio activo con Chile y el litoral argentino en vinos, aguardientes, frutas secas, tejidos, conservas, dulces, salazones y harinas, en cuyo transporte se empleaban numerosas carretas de bueyes y arreos de mulas...El riego artificial facilitaba la formacin de prados de alfalfa para alimentar las bestias de transporte y engordar ganados, los que convertidos en charquis o cecinas, sebos, jabones y artefactos de pieles, constituan otra fuente de riqueza natural. Tenan operarios hbiles en todas las artes mecnicas,no faltndoles mineros y arrieros, conductores expertos de cargas en las montaas19.
Historia de San Martn y de la emancipacin sudamericana (Buenos Aires, El Ateneo, 1950), pgs. 199-200.
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Captulo 8. Criollos y espaoles reformistas _________________________________________ Los criollos y algunos espaoles europeos no se sintieron a gusto en esa sociedad colonial donde prosperaba una nueva clase comercial sin arraigo en el pas y brillaban muchos funcionarios procedentes de Espaa y de otros virreinatos, aunque algunos de ellos fueran nativos de Amrica. Es ms, los residentes antiguos, por prsperos que fuesen, se sentan disminuidos por la afluencia continua de espaoles peninsulares que renovaban la casta privilegiada1. Imbuidos de las ideas del liberalismo ilustrado, apreciaban las ventajas que ofreca el mercantilismo y rechazaban el monopolio, del que slo disfrutaban quienes eran sus agentes o disponan de mucho crdito en Europa, pero tambin les enfadaba el rgimen autocrtico, por visos liberales que tuviera en el plano econmico, y ms todava la inexistencia de igualdad de oportunidades de acceso a la administracin burocrtica, la justicia, la Iglesia y el mundo de los negocios ms lucrativos, en manos de gente cuya ambicin era hacerse rica y poderosa y quera conservar para ello las riendas de la poltica econmica sin preocuparse de las necesidades y aspiraciones de la poblacin nativa. El hecho es que por lo menos una minora ilustrada, de la que criollos y peninsulares de espritu abierto a nuevas ideas formaban parte, estaba muy al corriente del pensamiento de la Ilustracin y del mercantilismo y de mucho material sobre las orientaciones de los revolucionarios de Estados Unidos y de Francia. Uno de sus miembros ms influyentes fue Manuel Jos de Lavardn, de quien ya hemos hablado; se ha dicho que con cuatro peticiones resumi lo esencial del pensamiento progresista porteo: poder comerciar directamente con cualquier pas; exportar productos sin restricciones en
Jos Luis Romero: Las ideas polticas en Argentina (Mxico, D. F. Fondo de Cultura Econmica, Coleccin Tierra Firme,25, 1946) , pg. 31.
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cuanto a su ndole; tener una marina mercante propia, y desarrollar la agricultura y la ganadera, pero a condicin de no repartir tierras a quienes no las trabajasen y de fomentarlas por todos los medios posibles, pero sin hacer de ellas, como fin exclusivo, la fuente de un intenso comercio de materias primas. Para quienes no se haban preparado para el ejercicio de profesiones liberales en las universidades de Charcas, Crdoba o Espaa2, eran muy raras las posibilidades de empleo en la funcin pblica, y a menudo no haba ms remedio que volcarse hacia el comercio o la agricultura, a menos que se tuviera inclinacin por el sacerdocio o la carrera militar, contentarse con una combinacin de ocupaciones, o retirarse a la campaa para rehuir el mundo urbano al que pertenecan pero donde no haban logrado una pretendida ascensin social. En todo el virreinato, hubo buen nmero de criollos que tomaron rdenes o se hicieron militares o marinos, pero fueron pocos los que pudieron llegar a posiciones tan destacadas como la que ocup el den Gregorio Funes, que pudo estudiar en las universidades de San Carlos y de Alcal de Henares, y tras su regreso a Crdoba fue vicario general del obispado y rector, primero del colegio de Montserrat y despus de la Universidad. Los hijos de familias patricias o de padres pudientes o con destacada actuacin administrativa eran los que ms posibilidades tenan. Recin en 1783 se comenz a designar criollos para puestos de la administracin colonial, pero casi siempre fuera de sus provincias de origen o residencia y en posiciones intermedias o subalternas, a veces como subdelegados o asesores legales dentro del sistema de intendencias. Pero se desconfiaba de ellos. Ya en 1768, un Consejo Extraordinario presidido por Aranda, examin un informe presentado por dos de sus
En 1773, dice Juan Agustn Garca en La ciudad indiana, en el Colegio Real de San Carlos y los conventos de Santo Domingo, San Francisco, de la Merced y de los Betlemitas, de Buenos Aires, estudiaban Teologa y Filosofa 93 alumnos y Gramtica otros 93, mientras que el grueso de la poblacin escolar - 635 personas - cursaban las primeras letras. Fuera de Charcas, el Colegio Mximo de Crdoba era el nico lugar del virreinato donde podan obtenerse grados universitarios.
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fiscales - Campomanes y el futuro conde de Floridablanca -, en el que despus de preguntarse cmo podan amar los criollos a un gobierno al que increpan imputndole que principalmente trata de sacar de all [de Amrica] ganancias y utilidades, y ningn les promueve para que les haga desear o amar a la Nacin, y que todos los que van de aqu no llevan otro fin que el de hacerse ricos a costa suya, decan que para prevenir el espritu de independencia y aristocracia no bastara castigar a los autores de semejante pensamiento. Por el contrario, crean que para retener a las colonias bajo el suave dominio de Su Majestad sera oportuno contar con rehenes, por lo que convena atraer estudiantes americanos a Espaa (ya pensaban en la creacin en Granada del Real Colegio de Nobles Americanos), dar a los criollos un nmero determinado de plazas en la tropa, tener algn regimiento criollo en la pennsula, colocar a criollos en puestos principales, obispados y prebendas de Espaa, manteniendo la poltica de enviar siempre a espaoles a Indias para tales cargos, y de dar alguna representacin parlamentaria a cada virreinato entre los Diputados del Reino3. Pero la poltica de Carlos III no cedi mucho en su tendencia a favorecer a los espaoles peninsulares, haciendo caso omiso de las reivindicaciones de los criollos: de los miembros de la Real Audiencia de Buenos Aires entre 1783 y 1810, slo tres fueron americanos nativos, y Juan Jos de Vrtiz, que haba nacido en el Per, fue el nico virrey del Ro de la Plata que no debi su nombramiento a sus antecedentes familiares en Espaa.4 Es evidente que con miras tan estrechas no poda contentarse a los criollos, ni siquiera a los que gozaban de una situacin social favorecida, y en especial a los que estaban peor ubicados y tenan porvenires inseguros.
Mariluz Urquijo, op. cit., pgs. 308-309, y Konetzke: La condicin legal de los criollos y las causas de la independencia, reproducido de Estudios Americanos (Sevilla), vol. 2, nm. 5, en Lateinamerika. Gesammelte Aufstze von Richard Konetzke, op. cit., pgs. 309-310. 4 John Lynch: "La capital de la colonia", en Buenos Aires. Historia de cuatro siglos, op. cit., pg. 58.
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Si se toma el caso de algunos futuros prohombres de la revolucin de mayo y la independencia, oriundos de Buenos Aires o radicados all, son ilustrativos los rumbos que tomaron desde antes de las invasiones inglesas o inmediatamente despus5. Entre los que tenan bastante menos de cincuenta aos a principios del siglo XIX el grupo ms numeroso se dedic a la carrera de las armas: Martn Thompson, Matas de Irigoyen, Jos de Moldes y Jos Mara Zapiola, en Espaa, como Carlos de Alvear y Jos de San Martn (quienes recin regresaron de ese pas en 1812), mientras que Miguel de Azcunaga, Juan Jos Viamonte, Eustaquio Daz Vlez, Ignacio Alvarez Thomas, Martn Rodrguez, Miguel Estanislao Soler, los hermanos Eugenio y Mariano Necochea, Ignacio Warnes, dos de los hermanos de Manuel Belgrano y los cuatro hermanos Gonzlez Balcarce prestaron servicios desde muy jvenes en distintos lugares del virreinato, sobre todo en las fronteras. Azcunaga, que lleg a ser jefe de las milicias y de la guarnicin de Buenos Aires, tambin fue regidor, alcalde de segundo voto y sndico del Cabildo. Juan Martn de Pueyrredn vivi en Europa con su familia vascofrancesa hasta poco antes de las invasiones inglesas de 1806. Manuel de Sarratea y Antonio Luis Beruti se educaron en Espaa. El tucumano Bernardo Monteagudo hizo sus primeras armas revolucionarias en 1809, en Chuquisaca, donde curs la carrera de leyes; Manuel Dorrego, jurista en ciernes, abraz el movimiento emancipador en Chile. Fueron comerciantes, pero no de manera exclusiva, hombres como Hiplito Vieytes y Nicols Rodrguez Pea Vanse las notas biogrficas correspondientes en Udaondo, op. cit., passim., as como los datos aportados por los siguientes autores: Halperin Donghi, Revolucin y guerra, op. cit.; Ricardo Caillet-Bois: La Revolucin francesa y la emancipacin de las posesiones hispanomericanas; Mario Belgrano: La era napolenica y las colonias americanas, y Juan Canter: Las sociedades secretas y literarias - los tres ltimos en Academia Nacional de la Historia: Historia de la Nacin Argentina, vol. IV: El momento histrico del Virreinato del Ro de la Plata, primera seccin (Buenos Aires, El Ateneo, 1940); Jos Luis Romero, op. cit.., y Flix Luna: Historia integral de la Argentina, tomo 4: La independencia y sus conflictos (Buenos Aires, Planeta, 1995).
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que al principio quiso ser militar y cuyo hermano Saturnino diriga una escuela privada pero tena el ojo puesto en los negocios -, Vicente Lpez y Planes y Francisco Lezica, pero tambin Cornelio Saavedra, un modesto hacendado originario de Potos que, antes de convertirse en improvisado comandante del regimiento de Patricios a los 47 aos de edad, estudi humanidades, filosofa, ciencias fsicas y teologa en el Colegio San Carlos, de Buenos Aires, fue sndico procurador (1799) y alcalde de segundo voto (1801) en el Cabildo, y administrador del acopio de trigos y otros cereales desde 1805. Domingo French trabaj en el comercio de su padre, espaol, hasta que fue nombrado "cartero nico" de la administracin de correos virreinal. Juan Gregorio de Las Heras comenz su vida activa como comerciante en Chile y el Per, y recin emprendi la carrera militar con motivo de las invasiones inglesas. Eran hacendados los hermanos Juan Jos Cristbal y Nicols de Anchorena, Len Ortiz de Rozas (padre de Juan Manuel de Rosas, que era un mozalbete cuando tom armas contra los invasores ingleses) y Victorio Garca de Ziga, pero tambin los parientes de muchos militares y futuros polticos, como Martn Rodriguez y Pueyrredn. Mdicos hubo pocos y entre ellos descuella Cosme Argerich, fundador de la escuela de medicina. Varios fueron sacerdotes y hasta catedrticos de renombre: Manuel Alberti, fray Cayetano Rodrguez (protector de Mariano Moreno), Julin Agustn lvarez, Julin Segundo de Agero, Valentn Gmez : los dos ltimos iban a descollar en poltica Algunos ocuparon cargos en la Real Audiencia, como Agero, que fue uno de sus abogados, Joaqun Belgrano, que fue ministro honorario, Antonio Jos de Escalada, que fue canciller, y Mariano Moreno, que fue relator. Otros asumieron funciones importantes en el campo de la hacienda pblica, como los hermanos Len Pedro Jos y
Francisco Sagu: "Los ltimos cuatro aos de la dominacin espaola en el antiguo Virreynato, desde 26 de junio de 1806 hasta 25 de mayo de 1810. Memoria histrica familiar", en Biblioteca de Mayo (Buenos Aires, Senado de la Nacin, 1960), pgs. 35 y 176, reproducido en "Fuentes primarias", coleccin de documentos presentados en Clarn Digital (Buenos Aires), julio de 1999.
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Martn Jos de Altolaguirre - uno de los cuales fue comandante general de los resguardos de rentas y el otro contador mayor del Real Tribunal de Cuentas -, y Juan Jos Paso, que fue agente fiscal de hacienda. Entre quienes comenzaron sus carreras polticas en calidad de abogados figuraron hombres de familias distinguidas y pudientes como Bernardino Rivadavia y Toms de Anchorena. Ms joven que ellos era Manuel Jos Garca, jurista diplomado en Chuquisaca, que haca su aprendizaje prctico en un estudio de Buenos Aires antes de participar como tantos otros criollos en la lucha contra los ingleses; cabe recordar que su padre Pedro Antonio, que haba llegado al Ro de la Plata con la expedicin de Cevallos, tambin pele durante las invasiones inglesas como oficial del tercio de cntabros, opt por la separacin de Espaa en 1810 y prest valiosos servicios antes y despus como explorador de nuevas tierras y luchador contra los indios. Entre los abogados, el ncleo que tuvo mayor influencia fue el que comprende a Manuel Belgrano, Juan Jos Castelli, Hiplito Vieytes, Paso, Jos Agustn Donado, Feliciano Antonio de Chiclana y Mariano Moreno, no slo por las ideas que profesaban sino por los medios de que se valieron para difundirlas: actuaron en diversos frentes. En Chuquisaca, donde estudiaron muchos jvenes venidos de Crdoba y Buenos Aires, desde temprano hubo fermentacin revolucionaria en los claustros y fuera de ellos. Sabemos que Belgrano, mientras estuvo en Espaa donde estudi en Salamanca, Valladolid y Madrid -, haba obtenido del Papa la autorizacin de leer y conservar libros de autores condenados por herticos u otras causas; en sus memorias cuenta que sigui de cerca la evolucin de los acontecimientos en Francia y se apoderaron de m las ideas de libertad, igualdad, seguridad y propiedad. Cuando todava viva en Espaa fue nombrado secretario perpetuo del Consulado, ese tribunal, cmara y junta de fomento del comercio y el desarrollo, entonces bastin de los conservadores. Ah llev a Castelli, que era primo suyo y
desde 1791 era uno de los abogados acreditados por la Real Audiencia, y cont con el apoyo de Vieytes. Desde esas funciones, as como en el Semanario de agricultura, industria y comercio, fundado por Vieytes, y la Sociedad patritica, literaria y econmica, animada por Francisco Antonio Cabello y Mesa, propugnaron la libertad de comercio, el desarrollo de la agricultura y la creacin de escuelas de nutica y de comercio, antes de militar activamente a favor de la separacin del Ro de la Plata. Esos militantes activos recurrieron al periodismo y a las deliberaciones en el Consulado, pero tambin al debate en privado o en pblico y a los escritos jurdicos, para dar a conocer y hacerse eco de las opiniones y concepciones de Campomanes y Jovellanos, los fisicratas de la escuela de Quesnay, la crtica anticolonialista de Raynal, las lecciones de economa poltica de Genovesi o de la ciencia legislativa de Filangieri, las bases del capitalismo librecambista enunciadas por Adam Smith, las exposiciones de Condorcet, las ideas de Montesquieu y la Declaracin de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, traducida por el colombiano Antonio Nario. Abiertamente, hacan campaa en favor de las ideas fisiocrticas y la libertad de comercio, pero en sus reuniones privadas en la casa o en la quinta de los Rodrguez Pea, en la jabonera de Vieytes, en la fonda de los Tres Reyes frecuentada por ingleses -, en los cafs de Pereyra y de Marcos, en la chacra de Castelli y en otros lugares es indudable que tambin comenzaron a pensar en medios de arrancar el poder poltico a los instrumentos locales de la monarqua y el monopolio. En esos concilibulos particip Manuel Aniceto Padilla, un cochabambino que haba sido colaborador de Francisco de Miranda y su agente en Buenos Aires desde 1802, y, ms tarde, a partir de 1804, un emisario secreto del gobierno ingls, de apellido Burke, que no slo se dedic a agitar y espiar por cuenta de su mandante, sino que mantuvo contacto con otros crculos presentndose bajo distintos nombres, nacionalidades y disfraces. Castelli, Paso, Saturnino Rodrguez Pea, los hermanos Medrano y los
hermanos Gorrit y algunos otros haban sido compaeros de estudios en Crdoba y en Chuquisaca, donde tambin tuvieron oportunidad de ligarse con otros criollos reivindicativos. Moreno, cuyos padres lo haban destinado al sacerdocio, tuvo acceso a toda clase de libros gracias a que fray Cayetano Rodrguez, en Buenos Aires, le facilit entrada a su biblioteca, donde haba incluso publicaciones prohibidas al comn de la gente, sobre todo cuando tanto las autoridades civiles como las eclesisticas perseguan a quienes posean pasquines y papeles sediciosos o se procesaba a toda persona que en palabras o acciones manifieste adhesin a ideas revolucionarias. En Chuquisaca, tuvo acceso a la biblioteca del cannigo Manuel Terrazas, que lo albergaba y protega y le extendi el permiso con que l contaba para que pudiera leer toda clase de libros, incluso el de Raynal sobre la evolucin de las colonias inglesas en Amrica7. No es de extraar que escribi su tesis de doctorado inspirndose en una obra crtica sobre el sistema de la mita en Potos, redactada por Victorin de Villaba cuando era fiscal de la audiencia de Charcas y todava no haba suscitado la ira de las autoridades, y tuvo en sus manos la Carta a los espaoles americanos, publicada en 1792 por el arequipeo Juan Pablo Vizcardo y Guzmn, uno de tantos jesuitas expulsados en 1767, sobresaliente en su prdica posterior contra el absolutismo con que Espaa nos separa del mundo y nos secuestra de todo trato con el resto del linaje humano8.
7 Gabriel Ren Moreno: ltimos das coloniales en el Alto Per (Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2003), pgs. 39-42. 8 Flix Luna: Historia integral de la Argentina, tomo 4: La independencia y sus conflictos, op. cit., pg. 18. La retrica de Vizcardo debe haber tenido mucha influencia entre los criollos y no sera de extraar que haya inspirado muchas formulaciones combativas con las que se expresaron otros agitadores americanos. Sus juicios sobre la situacin a que estuvieron condenados los peruanos resonaron, en efecto, en otros dominios americanos. No deca, por ejemplo, que somos los nicos a quienes el gobierno ha obligado a comprar al precio ms alto posible y deshacerse de sus producciones al precio ms bajo? Y agregaba: Para que esto tuviera xito se nos han cerrado, como en una ciudad sitiada, todas las vas por las cuales hubisemos podido obtener de las otras naciones, a precios moderados y por un intercambio justo, los artculos que nos eran necesarios. Su crtica dirigida
Contra esa minora se alzaba otra, por entonces ms influyente y mucho ms emperrada en un espaolismo a ultranza. Su mximo representante era Martn de lzaga: era alcalde de primer voto y, por consiguiente, hombre de gran predicamento, como dirigente del Cabildo tanto como miembro del Consulado y portavoz de la clase mercantil ms reaccionaria; en su calidad de comerciante, importador de esclavos y algo contrabandista, pero totalmente adicto a la poltica monoplica, rechazaba toda propuesta de liberalizacin, combata el comercio con pases neutrales, se elevaba contra la libre exportacin de cueros, haca gala de su xenofobia, abogaba tozudamente por la subordinacin incondicional a la autoridad real y se opona con vehemencia a toda idea de que los criollos pudieran tomar el poder en Amrica mientras hubiera un solo espaol en condiciones de ejercer el mando. Esto explica el que su ambicin de poder personal lo condujera luego a considerarse un buen candidato para suceder al virrey Liniers, fuese con esa investidura o con la de presidente de una junta de gobierno dominada por peninsulares, pues l tambin se hizo partidario del separatismo. Rasgos parecidos caracterizaban a otra figura destacada de la clase gobernante espaola, esta vez entre los hombres de iglesia. Como pudo decir Francisco Sagu, entre los prelados venidos de Espaa y el clero criollo, o
contra la ciega obediencia a sus leyes arbitrarias que exiga la Corte de Espaa, contra los impuestos, contra la avaricia de los comerciantes autorizados para ejercer el ms desenfrenado monopolio, contra las restricciones a la actividad industrial, y contra la prctica del repartimiento, que beneficiaba a los corregidores y alcaldes mayores en perjuicio de los indios y mestizos, lo llevaba a exhortar: renunciemos al ridculo sistema de unin e igualdad con nuestros amos y tiranos, renunciemos a un gobierno, cuya lejana tan enorme no puede procurarnos, an en parte, las ventajas que todo hombre debe esperar de la sociedad de que es miembro Pues que los derechos y obligaciones del gobierno y de los sbditos son recprocos, la Espaa ha quebrantado la primera todos sus deberes para con nosotros: ella ha roto los dbiles lazos que habran podido unirnos y estrecharnos Tenemos esencialmente necesidad de un gobierno que est en medio de nosotros, para la distribucin de sus beneficios, objeto de la unin social.Vanse Miguel Batllori: El abate Viscardo: historia y mito de la intervencin de los jesuitas en la independencia de Hispanoamrica (Caracas, 1953; Madrid, Editorial Mapfre, 1995, Coleccin Relaciones entre Espaa y Amrica, 11), donde se transcribe la Carta, o los fragmentos de sta reproducidos en Jos Luis Romero y Luis Alberto Romero: Pensamiento poltico de la Emancipacin (Caracas, Biblioteca Ayacucho, 23, segunda edicin, 1983), pgs. 51-58.
radicado desde hace mucho tiempo en el Ro de la Plata, haba diferencias muy marcadas. Al referirse al obispo Benito Lu y Riega, dice que era ultramontano acrrimo, desptico y altanero, no poda sufrir la ms ligera sombra contra lo que l crea sus derechos jerrquicos, [y] se hizo notable por el desdn que manifestaba hacia los hombres y las cosas, sin excluir al clero mismo, pero se llev gran chasco, porque ste le dio una buena lucida leccin con motivo de los certmenes para la oposicin a muchos curatos, prebendas y beneficios que a la sazn se hallaban vacantes9.
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Captulo 9. Guerras internacionales y sus efectos en el Ro de la Plata: las invasiones inglesas ________________________________________________ A juicio del conde de Aranda, Espaa no debi haberse unido a Francia para sostener la insurreccin de los colonos ingleses de Amrica del Norte; tampoco fue prudente que reconociera la independencia de la nueva repblica de Estados Unidos. Deca que Francia debi haber dejado que se destruyesen mutuamente ingleses y rebeldes, pues eso hubiera aumentado su propio poder, y que la entrada de Espaa en la guerra haba sido completamente contraria a sus intereses, pues en Amrica [espaola] ha de imaginarse que ms o menos tarde han de suceder...revoluciones iguales a las de las colonias inglesas. Como presagiaba la influencia que iban a tener los Estados Unidos, aconsej a Carlos III deshacerse espontneamente del dominio de todas sus posesiones americanas y crear tres reinos, con l de emperador, y justific esa propuesta diciendo que:
jams han podido conservarse posesiones tan vastas, colocadas a gran distancia de la metrpoli, sin accin eficaz sobre ellas, lo que la imposibilitaba de hacer el bien en favor de sus desgraciados habitantes, sujetos a vejaciones, sin poder obtener desagravio de sus ofensas y expuestos a vejmenes de sus autoridades locales, circunstancias que reunidas todas, no podan menos que descontentar a los americanos, movindolos a hacer esfuerzos a fin de conseguir la independencia tan luego como la ocasin les fuese propicia1.
Bartolom Mitre: Historia de San Martn y de la emancipacin sudamericana, en Obras completas,, vol. I, edicin ordenada por el H. Congreso de la Nacin Argentina (Buenos Aires, 1938), pg. 98. Vase tambin Boleslao Lewin, op. cit., pgs. 45-53, donde se sintetiza, mediante citas sugestivas, la evolucin de las ideas de Aranda entre 1767 y 1783, sealndose, entre otras cosas, que, si bien el documento citado por Mitre pareci apcrifo a historiadores como Antonio Ferrer del Ro y Arthur Whitaker, Lewin lo considera conforme a la constante preocupacin manifestada por Aranda de que Espaa perdiera sus posesiones en Amrica por no haberse mostrado precavida.
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Ese riesgo exista. Ya hemos hablado de algunos proyectos ingleses anteriores a 1780. Ese ao, se forj un plan ideado por Fullerton para dar al imperio britnico nuevas bases en Sudamrica, pero una expedicin programada contra Buenos Aires fue desviada a ltimo momento hacia el sur de frica para asestar un golpe a los holandeses de El Cabo. Al ao siguiente, el virrey Vrtiz tuvo que tomar medidas en prevencin de que un ejrcito invasor ingls, acompaado del ex jesuita Francisco Marcano y Arizmendi (porque desde su extraamiento varios jesuitas, sobre todo los nacidos en Amrica, se haban convertido en acrrimos crticos del absolutismo espaol y en vibrantes propagandistas de una liberacin a corto o mediano plazo), atacara las colonias espaolas. En 1783 surgi la posibilidad de una expedicin inglesa contra Chile y el Ro de la Plata; una vez victoriosa en la costa, marchara hacia el norte, donde se confiaba poder contar con el apoyo de levantamientos indgenas2 A partir de 1784, los proyectos ingleses comenzaron a tomar nuevas formas, en parte debido a las incitaciones del agitador, conspirador y revolucionario venezolano Francisco de Miranda, que ya ese ao trat de obtener el concurso de Estados Unidos para intentar la emancipacin de Amrica espaola, y prepar con el general Knox un plan para revolucionar las Indias espaolas con la cooperacin de 5.000 hombres alistados en Nueva Inglaterra.3. En 1790. estimulado por la posibilidad de un conflicto anglo-espaol en torno al incidente de Nootka Sound, Miranda present al primer ministro Pitt una serie de alegatos y proposiciones en favor de la independencia sudamericana; justificaba una intervencin inglesa aduciendo que si bien la Amrica espaola, dotada de grandes riquezas y poblacin, tericamente estaba en condiciones de intentar una revolucin sin ayuda extranjera, su esfuerzo podra frustrarse por las enormes dificultades de comunicaciones, que haran imposible la unidad de accin de todas las colonias sublevadas, y la
Roberts, op. cit., pgs. 46-47. William Spence Robertson: La vida de Miranda. Traduccin original de Julio E. Payr, revisada y compulsada por Pedro Graves (Caracas, Banco Industrial de Venezuela, 1967), pg. 47.
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falta de los buques necesarios para contrarrestar las operaciones navales de Espaa. Miranda crea que slo haran falta 15.000 soldados de infantera y 15 navos de lnea para derrotar a los 13.000 hombres que componan las tropas regulares espaolas y a los 20.000 milicianos que, segn l, haba en Amrica, as como a los 123 buques espaoles. La concepcin que tena Miranda de Amrica independiente corresponda entonces a la de un enorme estado extendido desde el paralelo 45 al norte, por el borde occidental del Misisip, hasta el cabo de Hornos; dirigira ese estado un emperador descendiente de los Incas, apoyado por un sistema legislativo bicameral, y ese gobierno firmara un tratado de comercio con Inglaterra, ofrecido con preferencia, en el que hasta se podra prever la apertura de un canal de navegacin en el istmo de Panam, para facilitar el comercio con la China y el Mar del Sur. 4. I. La poltica espaola durante el reino de Carlos IV Desde que subi al trono espaol Carlos IV (1788-1808) nada bueno pudo esperarse de ese monarca mediocre, pusilnime e inepto, responsable, casi tanto como su esposa, de la descomposicin de las costumbres de su Corte y del abandono progresivo de las polticas del despotismo ilustrado, sobre todo desde que ella y l se dejaron manejar por un oficial y cortesano ambicioso, Manuel Godoy, que reemplaz al conde de Aranda en la secretara de Estado5. Los golpes de timn que dio Godoy mientras tuvo a su cargo la direccin de los asuntos exteriores de su pas, tuvieron consecuencias inmediatas y a largo plazo tanto en Espaa como en Amrica. El primer gran cambio se produjo a raz de la ejecucin de Luis XVI; el regicidio exacerb los temores que haba provocado la Revolucin francesa -la Casa de Borbn le fue hostil desde un principio, mucho ms que Inglaterra, y
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Robertson, op. cit., pgs. 84-85. J. F. Bernard: Talleyrand. A biography (Londres, Collins, 1973), pg. 272.
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trat de aislarse de su antigua aliada, no sin especular acerca de la posibilidad de que, con el apoyo de Austria y de los emigrados franceses, un miembro de la familia real ocupase el trono de Francia si se derrumbaba el poder revolucionario- y Godoy decidi rechazar la nueva concertacin que le haba propuesto la Asamblea Nacional francesa y prefiri una alianza con Inglaterra y Portugal. Los tres pases se plegaron a la primera coalicin antirrevolucionaria y antifrancesa, integrada al comienzo por Austria y Prusia, a la que iban a unirse tambin Holanda, Npoles, Cerdea, Venecia y Roma6. Desde junio de 1793, Espaa, que se haba aliado separadamente con el Portugal y junto a l con Inglaterra, estuvo en guerra con los franceses. En las regiones rurales - muy catlicas, tradicionalistas y conservadoras -, pero tambin en ciudades como Barcelona y en Madrid, hasta entonces ms liberales, la justificacin de la poltica antirrevolucionaria se convirti en una cruzada patritica por la religin, el Soberano y la nacin, con propsitos manifiestamente en pugna con el espritu reformista de los antecesores de Carlos IV. La beligerancia dur dos aos. Francia invadi Catalua y el pas vasco y slo se desprendi de los territorios que ocup entonces a cambio de la cesin de la parte espaola de la isla de Santo Domingo. En el Ro de la Plata, el virrey Arredondo (1789-1794) prohibi la llegada a Buenos Aires y Montevideo de barcos y mercaderas provenientes de Francia o de sus colonias, lo cual no impidi la difusin de noticias sobre la evolucin de los sucesos en ese pas. Hubo mucho temor en Buenos Aires, donde se vigilaba a los residentes franceses y, entre ellos, al futuro virrey Liniers - por sospecharse que se
Fue en 1792 que Francisco de Miranda, ya perseguido por los espaoles por su condicin de renegado y refugiado en Francia, reinici su labor conspirativa y de propaganda y ofreci a Brissot, jefe de los Girondinos, redactar un manifiesto en pro de la emancipacin americana que pudieran difundir los franceses, ansiosos de propagar ideas revolucionarias (vase Ricardo R. Caillet-Bois: El Ro de la Plata y la Revolucin francesa, 1789-1800, en Academia Nacional de la Historia: Historia de la Nacin Argentina, dirigida por Ricardo Levene, vol. V, primera seccin: La Revolucin de Mayo hasta la Asamblea General Constituyente (Buenos Aires, El Ateneo, 1941), pgs. 39.40).
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tramaba una sublevacin de franceses y esclavos -, y se confiscaban pasquines sediciosos. Antes de que terminara el conflicto, Holanda y Prusia se vieron obligadas a retirarse de la coalicin. Godoy hizo lo mismo y firm la paz de Basilea (1795), que ms que un nuevo pacto de Familia entre reyes borbnicos fue una entrega a la Francia revolucionaria y expansionista, representada primero por el Directorio y, apenas unos aos despus, por Napolen Bonaparte. En consecuencia, Espaa y Francia volvieron a aliarse, sin que Espaa pudiera recuperar su antigua posesin de Santo Domingo. Ese mismo ao, Godoy puso sus miras en dominar al Portugal e insisti en que ese pas deba escoger entre una alianza con Francia o la guerra; el objetivo era forzar a Portugal a que abandonase sus lazos con Inglaterra, pero la intencin de Francia iba ms lejos: pretenda la cesin de parte del Brasil, una enorme indemnizacin y ventajas comerciales. (La poltica francesa a este respecto no haba cambiado mucho desde la poca de Choiseul, que haba ofrecido ayuda a Espaa si sta quera anexarse el Portugal, a cambio de que el Brasil pasara a manos francesas7.) Al ao siguiente (1796) Godoy ofreci a la Convencin francesa una alianza ofensiva y defensiva contra Inglaterra. Por su parte, Portugal sigui en guerra con Francia; una flota inglesa custodiaba a Lisboa y una escuadra portuguesa luch con los ingleses en la batalla del Nilo y el bloqueo de Malta. Fue un nuevo fiasco, pues la flota franco-espaola fue derrotada en Cabo San Vicente, Espaa perdi Trinidad y Menorca, y la flota inglesa bloque el ro de la Plata, como consecuencia de lo cual se descalabraron las comunicaciones martimas con Buenos Aires y Montevideo, acreci el aislamiento del virreinato y hubo que reemplazar las exportaciones de cuero por las de carne salada destinada al Brasil y a Cuba8. Lo que restaba de la armada espaola haba quedado a disposicin de los franceses, de modo que Espaa no tuvo gran libertad de
Lynch, op. cit., pgs. 16-17. Halperin Donghi: Revolucin y guerra, op. cit., pg. 35. Otra consecuencia inevitable de esa situacin, repetida cada vez que Espaa volvi a entrar en guerra, fue el aumento de precios de las mercaderas importadas.
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maniobra para asegurar su propia defensa, ni en Europa ni en sus colonias. A partir de 1796 llegaron a Montevideo muchos navos corsarios franceses, cuyos oficiales y marinos fraternizaban con los locales, difundan noticias y opiniones sobre la evolucin de los sucesos europeos y vendan sus presas, portuguesas muchas de ellas (entre 1792 y 1798 capturaron 73, por un valor estimado en 8 millones de pesos fuertes9). El virrey Melo de Portugal y Villena (1795-1797) tuvo con atraso la noticia de que haba estallado la guerra, pero ya tena instrucciones, desde antes de declararse sta, de que deba precaverse de un ataque ingls. Recin en marzo de 1797 decidi trasladarse a Montevideo para dirigir las operaciones defensivas; despus de su fallecimiento, fue reemplazado inmediatamente por Olaguer Feli (17971799), quien pudo contar con algunas tropas de refuerzo llegadas de Espaa y prohibi a los barcos extranjeros la navegacin en aguas cercanas al ro de la Plata. II. Evolucin de la poltica inglesa respecto de las colonias espaolas En 1798 se forj la segunda coalicin contra Francia y, por ende, contra Espaa: la integraron Inglaterra, Portugal, Austria, Rusia y Turqua. Hasta esa fecha, Inglaterra se haba apoderado de muchas posesiones que sus enemigos tenan en ultramar o en el Mediterrneo: Francia haba perdido Crcega, Pondichery, las islas de San Pedro y Miqueln, las pesqueras de Terranova, Martinica, Guadalupe, Santa Luca y una parte de Santo Domingo; Espaa fue desalojada de Tobago, Trinidad y Menorca, y a Holanda le arrebat Trinquemala en Ceiln, el Cabo de Buena Esperanza, Amboina en Indonesia y Demerara y Berbice en las Guayanas y Honduras. Estaban por caer en los dos prximos aos Suriname, Curaao y Malta10.
Diego Luis Molinari: La poltica lusitana y el Ro de la Plata, en Historia de la Nacin Argentina, vol. V, primera seccin, op. cit., pg. 406. 10 Molinari, op. cit., pg. 405.
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Vansittart, secretario del Tesoro britnico, ya haba propuesto, en 1796, tomar Buenos Aires, poner pie en Chile y caer sobre El Callao, valindose de dos cuerpos expedicionarios que atacaran desde la India y El Cabo, respectivamente. Otros funcionarios britnicos proyectaron empresas similares desde El Cabo y la isla de Santa Elena, y Ralph Abercromby, ex gobernador de Trinidad, incit a Londres a lanzar ataques simultneos contra Buenos Aires y Venezuela, mientras que el ministro de guerra Dundas abogaba porque su pas se abriera mercados en Sudamrica por la fuerza y mediante apoyos concretos a los criollos que estuvieran dispuestos a luchar por la independencia, focalizando esta accin en Nueva Orleans, Concepcin (Chile), Venezuela y el Ro de la Plata11.Esas ideas pueden haber sido el germen del proyecto concebido en 1799-1800 por el militar escocs Thomas Maitland de capturar Buenos Aires y Montevideo; atravesar la cordillera de los Andes, invadir a Chile por mar y tierra, tomar Valparaso, Concepcin y Santiago; atacar con fuerzas navales y terrestres el puerto de El Callao y la ciudad de Lima, y emancipar al Per 12. La propaganda de Miranda se hizo ms intensa; en 1798 volvi a insistir ante el primer ministro ingls - William Pitt , presentndose esta vez como comisionado de las colonias hispanoamericanas con poder para presentarle su nuevo plan para emancipar la Amrica espaola. Le explic que las fuerzas que pudiera proveer Inglaterra - algo superiores a las que solicit en 1790 - se utilizaran en Amrica septentrional y meridional hasta en los mares del sur. El proyecto de constitucin que pensaba proponer a los hispanoamericanos satisfizo a Pitt, que interpret sus grandes lneas como una garanta de que no exista intencin alguna de someter a pases recin independizados a las calamidades del abominable sistema de los franceses, sino que iba ser muy semejante al de
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12 El proyecto de Maitland debe haber llegado al conocimiento del general San Martn. As opina Rodolfo Terragno: Maitland & San Martn (Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes. 1998). Vase el tomo 2 de la presente obra.
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Gran Bretaa, pas con el que el Estado proyectado por Miranda aspirara a coaligarse, junto con Estados Unidos, en una triple alianza contra Francia13. Dos reales rdenes de 1799 y 1800 advirtieron a las autoridades coloniales espaolas de las intenciones de Miranda. Sin embargo, en el virreinato del Ro de la Plata lo que ms teman las autoridades y los monopolistas era la amenaza de los navos corsarios ingleses, que se pertrechaban de armas y provisiones en Ro de Janeiro. A ese temor se agregaba el que inspiraban algunas seales de espritu de independencia de las que el virrey Avils inform a la Corona espaola14, pero las atribua ms que nada a la frecuentacin de extranjeros. Si bien en Montevideo se notaba la influencia de los afrancesados, sta era menos conspicua en Buenos Aires, y Avils no pensaba entonces en los efectos que tena la labor reformista de hombres como Belgrano, Castelli y Vieytes, acaso porque segua en grandes lneas las corrientes de la Ilustracin espaola. III. La guerra de las naranjas En 1801 Godoy y Francia lanzaron un ultimtum al Portugal. Por una clusula secreta se previ obligar a Portugal a romper con Inglaterra, pero abiertamente se le exigi entrar en guerra contra la coalicin, cerrar sus puertos a los ingleses y abrirlos a los franceses y espaoles, y ceder una cuarta parte de su territorio; Francia, por su parte, aspiraba a que el Portugal le cediera el Brasil septentrional, ventajas comerciales y una cuantiosa suma de dinero a cambio de la paz. Presionada por Francia, Espaa atac a Portugal: fue la guerra de las naranjas, en la que los espaoles tomaron
Robertson, op. cit., pgs. 135-137. Entre 1793 y 1797 los navos del Directorio haban capturado ms de 300 barcos norteamericanos por comerciar con Inglaterra y que las relaciones franco-norteamericanas estuvieron entorpecidas hasta la firma de un tratado de paz en 1800.Miranda tambin quiso interesar en su proyecto a Alexander Hamilton, jefe del partido federalista de Estados Unidos, quien abog por la participacin de un ejrcito norteamericano y una escuadra inglesa en su realizacin 14 Mariluz Urquijo, op. cit., pg. 488.
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posesin de Olivenza y Godoy obtuvo que Portugal aceptara el compromiso de cerrar sus puertos a Inglaterra, decisin facilitada por Inglaterra, que opt por no socorrer a la Corona lusitana, retir sus tropas de Lisboa y acept que se le impidiera el acceso a los puertos portugueses. El mismo ao comenzaron las negociaciones de paz en Badajoz entre Luciano Bonaparte y Godoy, caracterizadas por la voluntad de ambos de enriquecerse personalmente: se repartieron treinta millones de libras y mediante esos sobornos recprocos se avinieron a que Espaa y Portugal conservaran sus territorios coloniales en el estado en que estuvieran en el momento en que firmaran un tratado de paz por separado, mientras que, en virtud de otro tratado, Luciano Bonaparte se conform con exigir de Portugal el pago de una cuantiosa indemnizacin, la exclusin del comercio martimo con Inglaterra y la cesin de los buques portugueses que haban participado con los ingleses en los bloqueos de Malta y Alejandra, haciendo caso omiso de la instruccin de Napolen de obtener las provincias de Beira, Entre Douro e Minho y Tras-o-Montes. IV. Prdidas espaolas En 1801-1802 se vieron las consecuencias de las guerras iniciadas en 1792: Inglaterra se apoder de la isla de Madeira y devolvi Martinica y Guadalupe a Francia, Suriname y el Cabo de Buena Esperanza a los holandeses, Menorca a Espaa. Pero conserv Trinidad y Ceiln. Por su parte, Francia tom posesin de la parte de Luisiana que Espaa haba obtenido en 1762 y se hizo cargo de todo Santo Domingo. Espaa no pudo recobrar Menorca a causa de su derrota en la batalla naval de Algeciras. En relacin con el Portugal, si bien Espaa conserv a Olivenza, perdi definitivamente los siete pueblos de las misiones jesuticas orientales (es decir, dada la irradiacin que stas tenan, el equivalente de todo el territorio del actual estado brasileo de Ro Grande del Sur) y, peor an, el beneficio del mantenimiento de las garantas recprocas que ambos pases haban acordado en sus tratados de 1777 y 1778; tampoco obtuvo Godoy la rectificacin de lmites que
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deseaba lograr en Amrica. Gracias a la firma de la paz de Amiens, Inglaterra desisti de llevar a cabo la invasin de Buenos Aires proyectada por Addison despus de la renuncia de Pitt15. A pesar de que Francia haba perdido algunas de sus posesiones insulares, los navos fletados desde Buenos Aires pudieron seguir comerciando con las islas de Reunin y Mauricio. Adems, entre 1797 y 1801 prosigui de manera intermitente el comercio mediante barcos neutrales, asimilndose a ese estatuto buen nmero de navos portugueses, pese a las tensiones existentes entre ambas metrpolis; ya haba precedentes para ello, y el virrey Avils (1799-1801) estuvo a punto de confiar a la flota que aseguraba las comunicaciones entre Ro de Janeiro y Lisboa el transporte de caudales destinados a la Real Hacienda espaola. En el Ro de la Plata el virrey del Pino (1801-1804) prepar la defensa de Montevideo con tropas locales y milicias de varias provincias - Paraguay, Crdoba, Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, La Rioja, San Luis, Mendoza y San Juan -, pero sin llegar a movilizar suficiente fuerza en los frentes orientales y con la consecuencia de que muchos labradores porteos debieron alistarse y se perjudic la cosecha de cereales por falta de brazos (visto que no llegaban a tiempo de Salto los 400 indios solicitados para esa emergencia, no hubo ms remedio que improvisar sacando otros indios de la tripulacin de las lanchas caoneras o del tren de artillera y obligando a los prisioneros portugueses a trabajar en la siega). Hubo que prepararse nuevamente para resistir un posible ataque naval ingls desde el Brasil y pareci prudente alejar de Buenos Aires a los residentes portugueses. En el Paraguay se reforzaron las guardias entre Villa Real y los fuertes de San Carlos y Borbn y una escuadrilla naval intent infructuosamente el asedio y la toma del fuerte portugus de Nueva Coimbra. Al norte del Uruguay no se pudo guarnecer la frontera como haca falta, y fue fcilmente desbordada por los portugueses pese al intento espaol de tomar a San Borja. As se
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perdieron los fortines del Chuy, Yaguarn, Yacu y Santa Tecla y fueron desalojados los nuevos pobladores de San Gabriel de Batov, a la vez que los espaoles se vieron obligados a replegarse del Ro Grande y a abandonar las misiones orientales. Cuando las tropas rioplatenses lanzaban un contraataque las sorprendi el anuncio de que se haba firmado la paz. Se consum as la anexin a la que desde antao aspiraban los portugueses, pero con la que no se conformaran. La nueva guerra con Inglaterra se inici en 1803, sin Espaa, que slo entr en ella al ao siguiente. Pronto se vio que Napolen preparaba la invasin de las islas britnicas; a raz de esa amenaza, as como de las gestiones hechas por los rusos a favor de la intocabilidad de las posesiones espaolas, comenzaron a postergarse o archivarse los ataques que los ingleses haban planeado en Amrica espaola, como el plan Maitland, formulado en 1800, o el proyecto que Miranda prepar en colaboracin estrecha con el comodoro Home Riggs Popham a fn de invadir a Venezuela y Colombia (tambin sugirieron una expedicin al ro de la Plata). La poltica inglesa se hizo algo ms cautelosa y comenz a ponerse en evidencia que Inglaterra no estaba dispuesta a comprometerse en una invasin de colonias espaolas mientras no hubiera estallado en ellas algn alzamiento importante16. Ms tarde, en 1804, Popham, Pitt y Melville
No obstante, es ms que probable que siguieron recibindose y estudindose ideas, propuestas e incitaciones de diversas procedencias. La lista elaborada por Roberts, no siempre confiable, menciona al chileno Eugenio Corts y el porteo Mariano Castilla (1803-1804), que quiz solicitaron el apoyo britnico para movimentos pro-independistas; el proyecto de Popham y Miranda (1804) sobre posibles ataques contra Venezuela, Buenos Aires, Valparaso y Panam y una campaa a dos puntas dirigida contra Lima; una poco creble iniciativa atribuida a Liniers y a William P. White (1804); el proyecto del comerciante William Jacob, aparentemente respaldado por corresponsales suyos en Buenos Aires, para tomar Buenos Aires, Montevideo, Valdivia, El Callao, Mxico y Panam; las propuestas del espa William Burke y del capitn Herbert (1805); las proposiciones de los emigrados franceses Bertrand-Moleville, Montferrand y Dumouriez, esencialmente favorables a fundar una monarqua de estirpe francesa en Mxico; la mocin de lord Selkirk, primordialmente inspirado en el deseo de promover las independencias hispanoamericanas, y las comunicaciones de Sullivan, partidario de que se apoyara la expedicin de Miranda a Venezuela y se atacara a Buenos Aires, Valdivia y Centroamrica, y de Workman, que preconizaba la invasin del Ro de la Plata, Chile, Per y la Florida, utilizando 26.000 irlandeses catlicos para no herir
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estudiaron la posibilidad de ocupar pero no anexar puntos prominentes de Amrica espaola meridional para servirse de ellos en una campaa ms comercial que militar. Esto no impidi operaciones productivas como la captura por la marina britnica, en 1804, a apenas 25 leguas de Cdiz, de un rico tesoro transportado por un convoy de fragatas espaolas procedente de Montevideo: el botn fue de 4 millones de pesos en metlico y un valioso cargamento de frutos del pas. Recin en enero de 1805, el virrey Sobremonte (18041807) tuvo la noticia de ese incidente e instrucciones de prepararse para un conflicto armado con Inglaterra en que el Ro de la Plata no podra esperar apoyo alguno de otra parte y tendra que conformarse con las escasas tropas regulares del Virreinato y las milicias de Buenos Aires, Montevideo y otras provincias. Hasta ese ao, y desde antes de ser nombrado virrey, Sobremonte haba hecho gestiones infructuosas (en 1799, 1802, 1804 y 1805) para conseguir ms tropas veteranas en Espaa con que poner trmino a la progresiva desguarnicin del Ro de la Plata tras el retiro de las tropas que haba trado consigo Cevallos en 1776. Por eso, cuando ms amenazante pareca la posibilidad de una nueva agresin inglesa, las tropas de lnea en servicio en el virreinato no excedan de 2.000 soldados, mal respaldadas por milicias poco adiestradas e indisciplinadas. A pesar del apaciguamiento decidido por el Gobierno ingls, Popham y Francisco de Miranda reformularon sus ideas sobre la emancipacin de Amrica Latina. En una comunicacin fechada el 10 de octubre de 1805, firmada por Popham, dieron detalles de un plan revisado, consistente en aprovechar un alzamiento provocado en Venezuela y Colombia para conseguir el alistamiento de 20.000 voluntarios en el primero de esos pases y organizar una expedicin libertadora hacia el istmo a travs de Colombia; Popham volvi a mencionar la posibilidad de una expedicin contra el ro de la Plata y el desembarco de cipayos de la India y de reclutas australianos en Valparaiso, Lima y Panam. Tambin preconiz la instalacin de una
las susceptibilidades religiosas de las poblaciones locales. Vase Roberts, op. cit., pgs. 77- 82 y 95-96.
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guarnicin inglesa en Maldonado y Montevideo y acciones contra Valdivia y Valparaso17. En lo que concierne a la guerra con Inglaterra, la estrategia francesa consisti en tratar de atraer la flota inglesa hacia el Caribe para debilitar las defensas del Canal de la Mancha, pero los almirantes Villeneuve y Nelson condujeron sus armadas respectivas sin llegar a encontrarse por aquel rumbo; en cambio, apenas Villenueve regres a aguas europeas descubri que no poda apoyarse en otros elementos de la flota francoespaola y no tuvo ms remedio que pasar de El Ferrol a Vigo, de Vigo a La Corua, y de ah a Cdiz, antes de ser derrotado en Trafalgar (1805), donde Nelson dio un golpe decisivo al podero martimo de Francia y Espaa y, por ende, priv a ambas de los medios de asegurar el enlace con sus colonias. Como no dispona de suficientes fuerzas navales, en 1806 Napolen decidi imponer el bloqueo continental para privar a Inglaterra de fcil acceso a sus habituales mercados europeos. Inglaterra iba tener que procurarse nuevos mercados, una misin que se haba impuesto desde hace tiempo, mucho antes de que entre ella y Francia se intentaran operaciones de bloqueo y contrabloqueo poco eficaces. Por de pronto, supuestamente en contravencin de la poltica oficial inglesa, Popham reincidi en su proyecto de invadir el Ro de la Plata, mientras Miranda se aprestaba para acometer la realizacin del suyo desde una base en Trinidad18.
Ibd., pgs. 216-218. Su expedicin fracas en abril y agosto de 1806, en Puerto Cabello y en Coro, respectivamente.
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V. Las invasiones inglesas del Ro de la Plata19 1. La primera invasin A Popham se le haba encomendado el mando de la escuadra que transport a las tropas expedicionarias del general Baird que, a principios de 1806, retomaron a los holandeses la ciudad de El Cabo. Mientras estaba all, pens que ya no exista ningn motivo de prudencia que desaconsejase la expedicin que haba proyectado contra Buenos Aires; como dijo con motivo de la corte marcial a que tuvo que someterse despus del fracaso de sta, encontr justificacin en el hecho de que si bien los ingleses tenan asegurada su posicin en la India y haban derrotado a la flota francoespaola en Trafalgar, la situacin en Europa haba desmejorado a causa de las victorias francesas en Ulm y Austerlitz y la ocupacin de Viena. Convenci pues a Baird del inters de su proyecto y de la necesidad de que le proporcionase tropas para llevarlo a cabo, y el 14 de abril emprendi viaje hacia la isla de Santa Elena, donde pudo conseguir refuerzos y pertrechos. En mayo de 1806 pudo zarpar rumbo al ro de la Plata con cinco buques y 1.500 oficiales y soldados al mando del general William Carr Beresford, ostensiblemente con la intencin de acosar a una escuadra francesa enviada a las costas sudamericanas, pero - como .inform a Castlereagh - con la intencin de lograr un equilibrio que contrarrestase el engrandecimiento continental francs, o
19 En lo esencial sigo aqu la relacin de Juan Beverina: Invasiones inglesas, en Historia de la Nacin Argentina, dirigida por Ricardo Levene, vol. IV, segunda seccin, op. cit., pgs. 313-338, pero tambin me apoyo en Roberts, op. cit.. Para una historia reciente de las invasiones inglesas, obra de un historiador britnico, vase Ian Fletcher: The waters of oblivion. The British invasin of the Ro de la Plata, 1806-1807 (Brinscombe Port, Shroud; Spellmount Liimited; 2006). Desgraciadamente, esa obra contine numerosos errores en los nombres de lugares y de personas (por ejemplo, isla Goretti, en lugar de isla Gorriti; Connelans, en lugar de Canelones; Reduction, en lugar de Reduccin de Quilmes; Ensenada de Barragon, en lugar de Ensenada de Barragn; ro Chuelo en lugar de Riachuelo; Corrale del Miserere, en lugar de Corrales de Miserere, y Saturnino Rodriguez Pina, en lugar de Saturnino Rodrguez Pea. En cambio, reproduce muy interesantes testimonios de oficiales y soldados britnicos sobre las campaas en la Banda Oriental y la provincia de Buenos Aires.
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apoderarse de las riquezas que Espaa obtiene de Amrica20. Basndose en distintas informaciones que tena de odas o, se dice, por conducto de Guillermo P. White - un comerciante norteamericano radicado en Buenos Aires desde 1803, que haba sido socio suyo en la India -, pint de Buenos Aires y Montevideo, que eran sus verdaderos objetivos, un cuadro singularmente atrayente, sobre todo de la primera: gran emporio comercial de todo el Virreinato, llave de todas las exportaciones e importaciones, adonde podran llevarse manufacturas inglesas para seis millones de habitantes; su poblacin dijo - viva agobiada por exacciones, impuestos y restricciones y estaba en estado de revuelta, por lo que caba pensar que estaba en condiciones de reemplazar a sus autoridades, que no contaban con suficientes tropas, apenas se mejoraran sus posibilidades y derechos de importacin y exportacin21. La escuadra inglesa penetr en aguas del ro de la Plata a comienzos de junio de 1806. Beresford, que prefera atacar a Montevideo, tuvo que ceder ante la insistencia de Popham, pues ste estaba seguro de que convena lanzarse contra Buenos Aires para capturar los caudales del virreinato y aprovisionarse con mayor facilidad que en la Banda Oriental. Por eso el desembarco se hizo en Quilmes, el 25 de junio, sin encontrar mucha resistencia, pues se desbandaron los 100 blandengues y 400 milicianos enviados para contener el avance de los atacantes; dos das despus, una vez atravesado el Riachuelo, las tropas inglesas ocuparon el fuerte de Buenos Aires. El virrey Sobremonte, a pesar de que tuvo aviso de la presencia inglesa ante Maldonado, crey que los barcos britnicos slo intentaran bloquear el ro, sin atreverse a atacar a Buenos Aires, cuyo puerto no era suficientemente profundo, razn por la cual se haba dedicado sobre todo a reforzar las fortificaciones y la guarnicin de Montevideo y otros puntos de la costa uruguaya y a disponer dos fuerzas volantes, de mil hombres cada una, que pudieran
William Spence Robertson: :La poltica inglesa en la Amrica espaola, en Historia de la Nacin Argentina, vol. V, primera seccin, op. cit., pg. 122. 21 Luna: Historia integral argentina, tomo 4, pgs. 64 -65, citando una carta de Popham a Castlereagh, tomada de Isaac R. Pearson: Las invasiones inglesas.
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desplegarse hacia puntos lgidos una vez que se supiera por donde se iba a producir la invasin. Cuando se enter del desembarco, slo atin a marcharse a Crdoba con la intencin de movilizar ms milicias y poner a salvo los caudales que deban enviarse a Espaa. Entretanto, Beresford haba conseguido amedrentar a los miembros del Cabildo, amenazando con incautarse del dinero y los barcos de la clase mercantil si no se le entregaban esos caudales22, y logr que ese cuerpo, que despus perseguira a Sobremonte acusndole de cobarda, mandase un emisario que persuadi al virrey de entregarlos al invasor. Beresford recibi casi 1,3 millones de pesos y embarc algo ms de un milln a bordo de la Narcissus, con rumbo a Londres23 . Beresford no perdi tiempo en tranquilizar a los notables y al resto de la poblacin apenas obtuvo el juramento de fidelidad a Jorge III de Inglaterra por el Cabildo, los altos funcionarios y los dignatarios de la Iglesia. No quiso sacar provecho de un presunto descontento con el rgimen espaol y se empe ms bien en mantener el status quo en toda la medida aconsejable. Proclam que regira el entero y libre ejercicio de la religin catlica, que los tribunales de justicia y el Cabildo continuaran sus labores normalmente, y que la propiedad privada sera ampliamente protegida, e incit a labradores, hacendados y comerciantes a mantener el abastecimiento de la ciudad en la seguridad de que seran remunerados con toda regularidad. No hubo ninguna remocin de magistrados ni funcionarios. Beresford hizo una clara advertencia a los esclavos de que deban seguir obedeciendo a sus amos, y
22 Halperin Donghi: Revolucin y guerra, op. cit, pg. 127, y De la Revolucin de independencia a la Confederacin rosista (Buenos Aires, Paids, segunda reimpresin, 1985), pg. 23. 23 Esta suma inclua fondos del Tesoro Real (208.519 pesos), de la Compaa de Filipinas (208.000 pesos) y del Consulado (342.000 pesos), as como 71 barras de plata. Vase Roberts, op. cit., pg. 153. Segn Alejandro Gillespie, que fue comandante general de los prisioneros hechos por los ingleses y relat sus experiencias antes y despus de su propio cautiverio, los ingleses se incautaron de 631.684 duros en plata acuada y en barras. Vase Alexander Gillespie: Buenos Aires y el interior. Traduccin y notas de Carlos A. Aldao (Buenos Aires, Hyspamrica, Biblioteca Argentina de Historia y Poltica, 22, 1986), pg. 49.
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no hizo nada, por lo menos en pblico, para significar que propiciaba la emancipacin del Ro de la Plata. Pareca dispuesto a quedarse tranquilo hasta que llegaran refuerzos e instrucciones precisas, acaso porque sospechaba que su gobierno iba a desautorizar a Popham, pero no se sinti obligado a aguardar consignas antes de tomar medidas concretas en favor de una mayor libertad de comercio. A este respecto, afirm su intencin de facilitar los intercambios con Amrica del Sur, en condiciones semejantes a las aplicadas en Trinidad, cuyos habitantes han conocido los beneficios peculiares de estar bajo el gobierno de un soberano bastante poderoso para protegerlos de cualquier insulto, y bastante generoso para darles aquellas ventajas comerciales de que no podan gozar bajo la administracin de ningn otro pas, y dijo que todos podran gozar de un comercio libre y todas las ventajas de las relaciones mercantiles con Gran Bretaa, tal como, segn l entenda, era el nico deseo de las ricas provincias del Ro de la Plata y los habitantes de Amrica del Sur en general... Con gran celeridad, declar que pona trmino al sistema de monopolio, restriccin y opresin y redujo los aranceles de importacin del 34 al 12,5 por ciento del valor de las mercaderas tratndose de productos ingleses y al 17,5 por ciento en los dems casos; adems, aboli los gravmenes que se cobraban dentro del Virreinato por las mercaderas ingresadas desde el interior o por los ros Paran y Uruguay, declarando que slo regiran los derechos aduaneros aplicables al comercio exterior24. El compromiso de los militares y civiles de no retomar armas contra los ingleses, las adulaciones de que estos fueron objeto, la aparente obsecuencia y conformismo del alto clero y del Consulado, el trato corts que mantuvo la burguesa con ellos y los contactos amistosos que los oficiales britnicos tuvieron con gente educada y admirativa y con los masones con quienes se reunan contribuyeron a que los ocupantes bajaran la guardia. El
24 Vicente Fidel Lpez: Historia de la Nacin Argentina, tomo I, apndice V, pgs. 609-615, y Luna, op. cit., pg. 15.
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propio Beresford, que mantuvo contacto relativamente frecuente con criollos y espaoles, no se percat de que algunos de ellos -Pueyrredn, Castelli, Belgrano y Liniers, por ejemplo- se dedicaron activamente a preparar la reconquista apenas se dieron cuenta de que los ingleses no tenan el propsito de contribuir al xito de una insurreccin. El grupo peninsular menos dispuesto a aceptar el dominio ingls, es decir el que se form en torno a lzaga, Sentenach y Esteve y Llach, complot para atacarlos, contribuir a la desercin de tropas, cimentar su propia influencia, conquistar el poder en el Cabildo, desplazar a Sobremonte y mantener a raya a los criollos. El 18 de julio, un capitn de navo francs al servicio de Espaa, llamado Santiago de Liniers y Bremond25, jefe de las lanchas caoneras que servan de guardacostas y ex comandante de la base de Ensenada, cruz a Montevideo para discutir planes de reconquista con el gobernador de esa plaza, Ruiz Huidobro, quien pens dirigir personalmente esa empresa al frente de 1.500 hombres, pero tuvo que desistir ante la probabilidad de un ataque ingls contra su ciudad. En cambio, cedi a Liniers 500 soldados veteranos y 400 milicianos que sigilosamente hicieron rumbo hacia Las Conchas a bordo de ocho transportes, seis zumacas y goletas armadas y nueve lanchas caoneras. El 4 de agosto esa fuerza pudo reunirse con lo que quedaba del contingente de blandengues, milicianos y peones armados movilizados por Juan Martn de Pueyrredn, Manuel Arroyo y Pinedo, y Antonio de Olavarra, con quienes stos haban librado contra los ingleses, en la chacra de Perdriel, dos das antes, una confusa escaramuza, que termin en desbandada. De Las Conchas marcharon hacia San Isidro y de ah hasta los corrales de Miserere (la plaza Once de la actualidad) y el Retiro.
25 El mismo que Roberts menciona entre los supuestos responsables de haber procurado interesar al gobierno britnico en dar apoyo a movimientos separatistas en el Ro de la Plata. Era hermano de un conde dedicado a mltiples negocios, desde la trata de negros y el comercio con colonias francesas y con el Brasil hasta la fabricacin de pastillas a base de carne)
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Beresford se dio cuenta de que deba evitar una batalla campal y prefiri combatir dentro de la ciudad, con un ltimo reducto en la Plaza Mayor y sus alrededores. Los ingleses tuvieron que defenderse del ardor con que eran atacados por soldados y civiles en cada bocacalle, las calles estrechas y desde las azoteas. El 12 de agosto, despus de ocupar a Buenos Aires durante 46 das, debi capitular la fuerza de invasin26: haba perdido 417 hombres entre muertos y heridos y quedaban ms de 1.100 prisioneros, que al principio Liniers accedi a devolver de inmediato para su canje en Europa por prisioneros espaoles, pero que debido a la presin popular se vio obligado a internar en Mendoza, San Juan, San Luis, Crdoba, Catamarca, Tucumn y Santiago del Estero. El propio Beresford conoci la prisin hasta el 21 de febrero de 1807, fecha en que Saturnino Rodrguez Pea lo ayud a fugarse, despus de haber intentado convencer a lzaga de que convena valerse del general ingls para impedir una segunda invasin y lograr un arreglo propicio a la consecucin de la independencia del Ro de la Plata27. 2. Entre dos invasiones Sobremonte qued muy malparado y el Cabildo lo oblig a nombrar a Liniers comandante general de defensa. Fue la nica concesin que hizo el virrey a la presin ejercida por los cabildantes y la opinin pblica en favor de la candidatura de Liniers en calidad de gobernador poltico y militar, pero desde entonces fue indudable que la inquina de los capitulares y del pueblo provocara su destitucin. Casi de inmediato, el comandante general puso manos a la obra: en poco tiempo hizo crear toda una serie de cuerpos de voluntarios bien adiestrados, organizados conforme a la procedencia y la extraccin social de sus miembros: as, unos 5.000 voluntarios criollos integraron los cuerpos de Arribeos (si eran del interior) o de
26 La noticia de la reconquista tard 36 das en llegar a Lima, desde donde fue transmitida a Espaa y al resto de Amrica; la llev el correo Miguel Ladrn de Guevara, que tuvo que recorrer ms de 5.000 kilmetros y cambi de caballos en 59 postas. 27 Roberts, op. cit., pgs. 298-299.
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Patricios, Patriotas de la Unin, hsares, carabineros, migueletes, granaderos de infantera e infantes de marina (si eran nativos de Buenos Aires), as como los destacamentos de indios, pardos y morenos que se pusieron al servicio de la artillera pesada o de unidades de infantera, mientras que unos 3.000 peninsulares aparecan reunidos en unidades de gallegos, andaluces, catalanes (miones) y cntabros (montaeses) y se creaban otras unidades compuestas de esclavos y libertos o de quinteros28. Las reminiscencias de un testigo dan una idea clara del ambiente que rein durante esas jornadas:
la capital se convirti de improviso en un campamento general. Los mostradores y los talleres, los bufetes y los colegios, los ociosos y los esclavos, blancos y gentes de color, todos correspondieron a este llamamiento[a las armas], con desinters y animados del ms entusiasmado patriotismo, alistndose en los diferentes cuerpos que se establecieron, distinguidos por provincias y uniformesEn los primeros das de septiembre principi la instruccin de los nuevos cuerpos en las tres armas de artillera, infantera y caballera: la ribera, las plazas, los huecos desocupados por los edificios, se poblaban en los ejercicios diarios; en lugar de coches, rodaban caones por las calles; en lugar de fardos los carros transportaban fusiles y fornituras; a toda hora se oan tambores, clarines y descargas, a cada paso se tropezaba con hileras de reclutas. Los hombres lo abandonaron todo, intereses y comodidades, por la disciplina, y las mujeres ni cosan ni rezaban por asistir a los ejerciciosLos nios se repartan en guerrillas por las calles y se
A la cabeza de los regimientos criollos aparecieron figuras que despus se hicieron notables en poltica o en campaas militares. Cornelio Saavedra, secundado por Esteban Romero y Jos Urien, comand los tres batallones del regimiento de Patricios (del que Manuel Belgrano fue sargento mayor); Pueyrredn, ayudado por Domingo French hasta entonces mentado ms que nada por su actuacin en calidad de cartero nico de la administracin de correos - , organiz y financi, por lo menos en parte, el cuerpo de Hsares, que dej a cargo de Manuel Rodrguez cuando parti para Espaa; el riojano Francisco A. Ortiz de Ocampo dirigi el de Arribeos, y Juan Florencio Terrada, el de Granaderos de Fernando VII, ms conocido por su propio apellido. En los cuerpos veteranos y otras fuerzas compuestas de oficiales y voluntarios peninsulares tenan rango de jefes Juan Gutirrez de la Concha, comandante del Real Cuerpo de Marina, Gerardo Esteve y Llach, al mando de los artilleros criollos y espaoles de la milicia de los Patriotas de la Unin, Prudencio Murguiondo, Ignacio de Rezbal y y Pedro Andrs Garca, que estaban a cargo de los Cntabros o Montaeses (uno de cuyos oficiales fue Bernardino Rivadavia), Pedro Antonio Cervio, que diriga a los Gallegos, y Jos Olaguer Reynal, que comandaba a los Catalanes.
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ejercitaban a pedradas en las mismas horas en que sus padres se ejercitaban en el manejo del fusil o del can29
En general, todas las unidades tuvieron una caracterstica comn: la tropa elega sus propios jefes y stos designaban a los oficiales. Liniers destin el 20 por ciento de las rentas normalmente enviadas a Espaa a la remuneracin de los 1.200 hombres que integraron la oficialidad as formada. La representatividad asumida por ella era desconocida hasta entonces y contribuy a que con la militarizacin de parte de la poblacin por iniciativa sea de Liniers o del Cabildo aparecieran nuevos grupos dirigentes que contaban con la adhesin disciplinada de los subalternos; pronto se vio la importancia de esa evolucin. Mientras Liniers preparaba la defensa de Buenos Aires, recin llegaban a Londres las noticias de la conquista junto con los caudales apropiados por los ingleses, trados a bordo de la fragata Nautilus. La primera reaccin del Gobierno britnico haba sido de irritacin y malestar por la decisin inconsulta y no autorizada de Popham, pero de todos modos ya el 24 de julio salieron instrucciones dirigidas a Beresford comunicndole que iba a recibir refuerzos y que en caso de tener que evacuar a Buenos Aires debera volver a El Cabo. Enterado de la primera invasin inglesa, Godoy quiso cambiar de bando, pero no lo hizo cuando se enter de la victoria de Napolen en Iena. Entretanto, la euforia creada en crculos mercantiles ingleses desde que se conoci el 12 de septiembre el supuesto xito de la invasin provoc un cambio de actitud gubernamental, mucho ms favorable a que se aprovechara una coyuntura que se juzg provechosa. De hecho, una frondosa flota mercante hizo rumbo hacia el ro de la Plata con pltora de mercancas.
29 Ignacio Nez: Noticias histricas. Prlogo de Enrique de Ganda, tomo I (Buenos Aires, Orientacin Cultural Editores, La Cultura Argentina, IV, 1952), pgs. 95-96.
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Mapa 9. Las invasiones inglesas (1806-1807)
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(Buenos Aires, Emec (Memoria Argentina), 2000).
3. La segunda invasin Montevideo soportaba desde la primera invasin el sitio martimo ordenado por Popham, que apenas acaeci la reconquista de Buenos Aires retom el comando de la flota. Mientras se esperaban las reacciones de Londres, llegaron de El Cabo los refuerzos prometidos a Beresford, comandados por Backhouse, que no pudieron operar contra Montevideo debido a la marea baja y optaron por tomar Maldonado. En Inglaterra, entretanto, el general Auchmuty recibi la orden de aprestarse para reforzar a Beresford. Cuando se supo que ste haba capitulado, el gobierno ingls decidi que tambin ira al ro de la Plata el general Craufurd, a quien primitivamente se le haba confiado una expedicin contra Chile. A principios de enero de 1807, Auchmuty se junt con Backhouse en Maldonado, y a mediados de ese mes emprendieron el ataque de Montevideo, que cercaron despus de desbaratar una contraofensiva de los blandengues y de los milicianos movilizados por Sobremonte. El 3 de febrero, tras un sitio martimo y terrestre que provoc muchas vctimas, las fuerzas britnicas entraron en la ciudad. Liniers -que traa refuerzos desde Buenos Aires- tuvo que volver a cruzar el ro. En Buenos Aires, Sobremonte se hizo enrostrar nuevamente su incompetencia e indecisin. Los miembros del Cabildo, la Audiencia y el Consulado, reunidos con el obispo Lu, los jefes militares y algunos vecinos de prestigio, lo declararon imperito en el arte de la guerra e indolente en clase de gobernador y el 10 de febrero fue suspendido en sus funciones y arrestado. Liniers sigui a cargo de la defensa mientras la Audiencia se responsabilizaba directamente del gobierno, la administracin y la hacienda. En marzo, los invasores tomaron Colonia y resistieron dos ataques comandados por un oficial espaol recin llegado de la Pennsula, el coronel Francisco Javier de Elo.
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Los preparativos de la segunda invasin inglesa de Buenos Aires tardaron bastante, en parte debido a las dificultades de aprovisionamiento, pues en torno a Montevideo los pobladores haban retirado todos los caballos y vveres que pudieron. Por otra parte, hubo que esperar la llegada del general Whitelocke30, designado comandante en jefe, y de las tropas que ste deba traer consigo, adems de las que llegaran de El Cabo con el general Crawford. Whitelocke asumi sus funciones en mayo; Crawford engros sus tropas recin a mediados de junio, y el contingente que debi llegar de Inglaterra no se hizo presente a fines de julio, razn por la cual Whitelocke decidi no aguardar ms, pues no deseaba operar en pleno invierno. A esas alturas, el cuerpo expedicionario ingls comprenda unos 10.000 hombres. Cuatro quintos se usaron en la campaa contra Buenos Aires y el resto qued de guarnicin en Montevideo, junto con milicias formadas precipitadamente con los marinos mercantes, comerciantes y numeroso personal venidos de Inglaterra con abundantes barcos y mercancas. La misin de Whitelocke consista en reducir la provincia de Buenos Aires al dominio britnico, sin molestar ni hacer dao al enemigo, pero ocupando aquellos puntos o porciones de territorios...que no sean fciles de ser recobrados...y no requieran para su conservacin un cuerpo de tropas mayor que el que puede suponerse que [Inglaterra] querr emplear en guarnecerlos, o se necesitasen para evitar su reconquista. Adems, deba poner el mayor cuidado y empeo en conciliar la buena voluntad de los habitantes, remover las trabas e imposiciones de que se quejen, hacerles sentir en general la benfica influencia del gobierno ingls, comparado con aqul a que se hallaban sometidos, y abstenerse
arrogante y vanidoso, mal educado, grosero y trataba con desprecio a sus oficiales ms avezados, buscando hacerse popular ante la tropa. Pese a la experiencia de oficiales como Craufurd, Pack Y Auchmuty, iba a cometer por propia iniciativa numerosos errores, como los de emprender operaciones sin previo reconocimiento del terreno, privar de vveres a sus tropas y obligarlas a marchar por suelos empantanados, y lanzar a sus soldados por las calles de Buenos Aires a pesar de que no desconoca la facilidad conque los porteos los podan acribillar desde los altos de las casas.
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cuanto sea posible de toda cosa que pueda infringir los derechos, privilegios y aun usos establecidos de cualquiera de las clases de habitantes; en caso de requerirse la remocin de autoridades y funcionarios, deba dar la preferencia a los naturales del pas, dejando de lado a los peninsulares31. Las tropas inglesas desembarcaron en Ensenada, desde donde avanzaron a partir del 29 de junio con grandes dificultades, debido al fro, la lluvia, los baados y arroyos, el desconocimiento de la topografa, los malos mapas y caminos, errores en la transmisin de instrucciones, el insuficiente nmero de caballos y mulas de tiro y de tropas montadas32, el agotamiento de los soldados recin llegados de El Cabo, la vigilancia y algo de hostigamiento por los hsares de Martn Rodrguez, y la necesidad de conformarse con raciones fras cuando Whitelocke insista en seguir la marcha en lugar de vivaquear en estancias donde se poda carnear y asar carne. Pasando por Quilmes llegaron al Riachuelo, que prefirieron cruzar aguas arriba pues el puente de Glvez estaba bien defendido, y se internaron hacia los corrales de Miserere. All acudi Liniers con las tropas que sac de aquel puente, pero no pudo hacer frente a los ingleses y opt por ordenar el repliegue hacia la Chacarita y el centro de la ciudad. Dos intimaciones de rendicin fueron rechazadas por los defensores; las columnas inglesas se encaminaron entonces en pos de la plaza de toros y del Retiro - donde criollos y espaoles no pudieron resistir cuando se encontraron entre dos fuegos -, para lanzarse desde all, por las calles paralelas al ro, en direccin de la plaza mayor y del fuerte. Esa fue la operacin ms difcil, dada la resistencia tenaz de soldados, milicianos y civiles, y las tropas inglesas que ellos no diezmaron tuvieron que guarecerse en el convento de Santo Domingo y los edificios contiguos hasta que fueron obligados a rendirse. Whitelocke decidi capitular el 7 de julio de 1807.
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Lpez, op. cit., tomo II, apndice VI, pgs. 456-462. Beresford tambin haba lamentado la ausencia de caballera.
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Whitelocke acept salir de Buenos Aires en el trmino de diez das y evacuar Montevideo en el curso de los dos meses siguientes. Ambas partes acordaron la restitucin de los prisioneros en su poder. En pocos meses de enfrentamiento durante los dos aos 1806 y 1807 los ingleses haban sufrido ms de 5.000 bajas, incluidos 545 muertos, 1.332 heridos y 2.900 prisioneros, entre los 16.000 oficiales, soldados y marinos que participaron en las invasiones. Por su parte, la gente del Ro de la Plata haba perdido 3.139 militares y civiles entre muertos y heridos, y 3.364 prisioneros33. El hroe de esas jornadas fue ms bien lzaga que Liniers, pues fue la resistencia tanto organizada como espontnea dentro de la ciudad la que permiti la victoria. Pero la victoria de 1807, aadida a la de 1806, exalt la confianza y el orgullo de los pobladores y dio prestigio a ambos dirigentes: Liniers conquist la adhesin de los regimientos criollos y el aplauso del pueblo, y lzaga, con el auxilio de la clase peninsular dominante, tuvo la ocasin de hacerse fuerte para resistir en todo lo posible la influencia y la autoridad del comandante francs, convertido en virrey por decisin, no del Cabildo, sino de una junta de guerra. Las dos invasiones inglesas contribuyeron a que las poblaciones de Buenos Aires y Montevideo tomaran conciencia de su propia capacidad no slo frente al enemigo comn, sino tambin respecto de la metrpoli. Con su propio esfuerzo se haban mostrado ms duchos que Sobremonte y las tropas de lnea peninsulares en la lucha contra el invasor. Tambin haban contribuido a la emergencia de dirigentes propios, tanto criollos como europeos, y sin duda comprendieron mejor las diferencias ideolgicas que los separaban a pesar del aparente patriotismo y lealtad que ambos grupos sentan respecto de Espaa. Adems, percibieron cun honda era la rivalidad entre ambas bandas del ro de la Plata y pudieron darse cuenta de que Montevideo reivindicaba no slo honores para s, como responsable de la liberacin de Buenos Aires en
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1806, sino tambin una mayor autonoma frente a la capital del virreinato, expresada a travs de la peticin de que la Banda Oriental no estuviese subordinada a Buenos Aires, sino que gozara de las ventajas de una intendencia, un Consulado y una aduana propios. Elo, que haba regresado de la Banda Oriental a tiempo para comandar el centro de las fuerzas de Liniers durante los combates en Miserere, fue nombrado gobernador de Montevideo con encargo de controlar la evacuacin inglesa; pronto iba a descollar en la colectividad peninsular y sostener sus pretensiones.
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Captulo 10. De las invasiones inglesas hasta la restauracin del comercio con los ingleses en el Ro de la Plata ________________________________________________ En los meses posteriores a la victoria de los luchadores de Buenos Aires y Montevideo frente a los invasores ingleses, una serie de circunstancias fueron gestando un clima favorable a la afirmacin de la autonoma rioplatense. En efecto, la invasin de Portugal y Espaa por los ejrcitos bonapartistas, las maniobras de Napolen para desembarazarse de los Borbones y dar el trono de Espaa a su hermano Jos Bonaparte, el levantamiento del pueblo espaol y el establecimiento en Espaa de juntas autnomas y de una Junta Central - que intentaron ejercer el poder real en representacin de Fernando VII -, fueron alterando un orden que ya era precario en el Virreinato del Ro de la Plata, donde ya estaban agitados los nimos a raz del deterioro de las instituciones y del erario pblico virreinales y los enfrentamientos de Liniers con la lite monopolista y el Cabildo porteos. I. Vicisitudes polticas en Portugal y Espaa
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Veamos ante todo que pasaba en la pennsula ibrica mientras terminaba la segunda invasin inglesa del Ro de la Plata. Portugal haba seguido siendo fiel a su alianza con Gran Bretaa. A fines del siglo XVIII haba querido que Espaa se uniera a ellos en la lucha contra los revolucionarios franceses, pero - como se recordar - Godoy opt por plegarse a Francia y ejercer presin sobre Portugal, no slo para que rompiera sus lazos con los britnicos y les cerrara
Vanse, entre otras fuentes, Bernard, op. cit., pg. 283; as como Andr Fugier::La era napolenica y la guerra de la independencia espaola, y Mario Belgrano: La era napolenica y las colonias americanas, en Historia de la Nacin Argentina, vol.V, primera seccin, op.cit., pgs. 55-75 y 77-90, respectivamente.
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sus puertos, sino para que emulara su accin. Pronto emprendi la Guerra de las Naranjas en connivencia con Francia, que - para no entrar en guerra con Lisboa - al principio pareci contentarse con reclamar la cesin de buena parte del Brasil septentrional, una fuerte indemnizacin y ventajas comerciales, pero pronto invadi a Espaa y Portugal (cuando este ltimo pas se neg a participar junto a franceses y espaoles en el bloqueo continental decretado por Napolen). Como Portugal se neg a cerrar sus puertos al comercio y los barcos de guerra britnicos, Napolen decidi conquistarla, para lo cual tena que atravesar Espaa. Aprovech la ambicin de Godoy, que quera que Napolen lo ayudase a crear un reino separado en Portugal, y envi al general Junot con la misin de ocupar ese pas. En virtud del tratado de Fontainebleau que firm con Espaa, Napolen hizo creer que el norte de Portugal sera para una hija de Carlos IV y el sud para Godoy, con el centro del pas en reserva, mientras que el Brasil se dividira entre Espaa y Francia. Carlos IV sera el emperador de ambas Amricas, la espaola y la portuguesa. La realidad, sin embargo, era bien distinta, pues lo que pretendan en verdad los franceses era invadir Espaa, a cubierto de la alianza contra Portugal, y desembarazarse de Carlos IV. El general Junot tom a Lisboa en noviembre de 1807, dos das despus de que los ingleses embarcaran a toda la familia real portuguesa rumbo a Ro de Janeiro. Juan de Portugal cruz al Brasil con la marina de guerra y la flota mercante, cargada de refugiados, llevndose no slo funcionarios; ministros y cortesanos en catorce navos, sino tambin el tesoro real y la biblioteca; escoltados por una escuadra inglesa al mando del almirante Sidney Smith.. Al llegar a Baha, declar abierto el Brasil al comercio y destrab el desarrollo interno de la industria y la actividad mercantil. Otro de sus primeros actos de gobierno fue demostrar que estaba en guerra con Francia: hizo invadir la Guayana francesa y tomar Cayena (diciembre 1808-enero 2 de 1809) .
A pesar de que el tratado de Pars estipul la devolucin de la Guayana francesa , Juan VI no quiso ratificar la clusula pertinente. En el Congreso de Viena, el embajador portugus pretendi que la cesin se hiciera slo a cambio de la
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En la segunda mitad del ao 1808, tras la derrota de Torres Vedras, Junot se vi obligado a firmar la convencin de Sintra y a abandonar los territorios que haba conquistado en Portugal. Tom el poder un consejo de regencia y el ejrcito portugus qued al mando del 3 general Beresford , que pronto empez actuar como si fuera un virrey. El mariscal Soult intent reinvadir el Portugal, pero fue vencido por Wellington en Talavera y tropez con lneas fortificadas inexpugnables en Torres Vedras. (Hacia mayo de 1811 ya no quedaban tropas francesas en Portugal.) En la pennsula ibrica, la guerra contra el invasor uni los esfuerzos de los pueblos de Espaa y Portugal y de stos con los del ejrcito expedicionario y la flota britnicos. Para ese entonces, el prncipe Fernando, que aspiraba a derribar a Godoy antes de que ste pudiera intentar usurpar el trono a la muerte de su padre Carlos IV, pidi la ayuda de Napolen, y gracias a ese pretexto Napolen mand al mariscal Murat en direccin de Madrid. La poblacin crey que vena a derribar a Godoy y a apoyar a Fernando... Carlos IV y Mara Luisa, aconsejados por Godoy, salieron de Madrid en direccin de Cdiz, donde deban embarcarse para Amrica, cuando se produjo el amotinamiento de Aranjuez, golpe decisivo contra el favorito y no menos contundente para Carlos IV, quien muerto de susto - decidi destituir a Godoy y abdicar. Napolen hizo persuadir a la familia real espaola de la necesidad de entrevistarse con l en Bayona. All forz una nueva abdicacin de Carlos IV - que entretanto se haba retractado de su decisin de Aranjuez - y su renuncia de todos sus derechos al trono espaol, que iba a usurpar el emperador francs con la venia del abdicante, y consigui con nuevas argucias que Fernando VII suscribiese la abdicacin de Carlos IV y renunciara a sus propios derechos al trono, con lo que dejaba abierta la puerta al candidato de
entrega de Olivenza por los espaoles. Cayena fue restitua a Francia recin en noviembre de 1817 y en esa oportunidad Espaa protest porque tema que desde ah se socorriese a los revolucionarios colombianos y venezolanos. 3 El mismo que dirigi la primera invasin inglesa de Buenos Aires en 1806 y que ms tarde organiz al ejrcito portugus que invadi a la Banda Oriental.
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Napolen, su hermano Jos, que dej el trono de Batavia por el de Espaa. Carlos IV y su esposa debieron resignarse al cautiverio en Compigne y Chambord mientras que Fernando VII y su hermano pasaron el suyo en el castillo de Valenay, propiedad de Talleyrand. La Constitucin de Bayona, adoptada con el beneplcito francs por una asamblea constitucional de afrancesadoses decir, espaoles peninsulares y algunos criollos, simpatizantes o partidarios de Francia-, se inspir en la Constitucin francesa de 1791. En ella se reconoci que las colonias tendran los mismos derechos que la madre patria y estaran representados en el poder legislativo central. De hecho, participaron en calidad de diputados seis americanos que se hallaban en Europa, entre ellos Francisco Antonio Zea, originario de la capitana general de Guatemala., Snchez Tejada, diputado por Nueva Granada, y Jos del Moral, proveniente de Mxico, y otros dos que se dijo venan en representacin de Buenos Aires, aunque procedan de Montevideo: Nicols Herrera, que defenda los intereses de la Banda Oriental en Madrid, y Mil de la Roca, a quien ya conocemos. Esos y otros representantes agradecieron la participacin que se les daba en la reorganizacin de la monarqua, propusieron que se restableciera el ministerio de Indias, aconsejaron dar gran difusin a la constitucin en todas las colonias e incitar al clero a acatarla, y pidieron reformas administrativas, econmicas y sociales. Qued acfalo, pues, el trono de los Borbones, y Murat impuso una junta fantoche en Madrid para dar a Jos Bonaparte un arma de gobierno. Pero el pueblo de Espaa, con la excepcin del bando de los afrancesados, se alz contra el ejrcito invasor francs, desconoci la autoridad de Jos Bonaparte y acat la del ausente Fernando VII. Desde el movimiento de mayo de 1808 contra Godoy y Carlos IV, la guerra contra los franceses fue una causa eminentemente popular, pero los "desastres de la guerra" fueron tremendos. Jos Bonaparte pudo ampliar el territorio efectivamente controlado por l a medida que la soldadesca francesa empujaba a los resistentes hacia el sur, pero cuando Napolen retir de Espaa muchas tropas que
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necesitaba para la campaa en Rusia fue perdiendo terreno y debi fugarse tras el triunfo de Wellington en Vitoria. Surgieron de inmediato varias juntas de gobierno regionales, seguidas de otra, conocida por el nombre de Junta Central (o Junta Suprema de Espaa y de las Indias), trasladada a Sevilla al poco tiempo, con el propsito de ejercer el poder mientras durase el cautiverio del rey borbnico. Era sta una demostracin de la voluntad popular de afianzar la soberana de sus sbditos sin dejar de afirmar su lealtad a la Corona; en ejecucin de esa finalidad, el pueblo prescinda de las autoridades tradicionales y organizaba, encarnado en la Junta, su gobierno propio. (En septiembre de 1808, Juan Martn de Pueyrredn, que estaba en Espaa desde la reconquista de Buenos Aires, lament la anarqua que presenci, con tantos gobiernos como provincias, cada una de ellas con locas pretensiones a la soberana, y transmiti esa impresin a sus corresponsales porteos4.) Adems, para luchar contra las tropas francesas no bast la resistencia popular y se forj una alianza con los ingleses y portugueses. Desde Cork, en Irlanda, donde se estaba preparando para lanzar la tercera invasin del Ro de la Plata, acudi en auxilio de Espaa un ejrcito britnico. As dej de ser Inglaterra la enemiga de Espaa para convertirse en su principal apoyo contra Napolen. Napolen, que al principio slo pens en sacar el mayor provecho posible del comercio con Hispanoamrica, una vez integrada sta a su imperio, decidi que su hermano Jos Bonaparte deba anunciar a los colonos que el Emperador deseaba liberarlos de su esclavitud, ofrecerles armas y municiones con ese objeto, hacerles ver las ventajas que se lograran mediante la abolicin del monopolio, el desarrollo de la agricultura y de la industria, y el mejoramiento de la condicin de los indios. Esa proclamacin fue acompaada de otra destinada al clero en la que reclamaba obediencia a
Citado por Ricardo Levene en Intentos de independencia en el Ro de la Plata, captulo XI de la Historia de la Nacin Argentina , vol. V, primera seccin, op. cit., pg. 451.
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la nueva dinasta y resistencia contra la propaganda y la 5 accin insidiosa de los ingleses .. En diciembre, Napolen fue ms lejos, pues reformul su poltica diciendo que nunca se opondra a que las colonias se independizasen, a condicin de que los insurgentes no hicieran causa comn con Inglaterra (record, como era oportuno, cunto haba contribuido Francia a la independencia de Estados Unidos). Los agentes bonapartistas se dedicaron a pintar un panorama prometedor acerca de los cambios que se estaban produciendo en Espaa a raz del reemplazo de los Borbones por Jos Bonaparte y de las decisiones de Bayona, y a hacer resaltar la idea de que el pueblo espaol se entusiasmaba con las transformaciones anunciadas y daba su adhesin al nuevo rey. La unin de Francia con Espaa - deban destacar - iba a ser de gran utilidad para las colonias tan pronto como se ampliara el comercio de ultramar. (Como ya veremos, el marqus de Sassenay tuvo por cometido hacerse el mensajero de tales parabienes ante el virrey Liniers.). En Washington, el embajador Srurier iba a intentar un acercamiento con el Gobierno de Estados Unidos como medio de acentuar la rivalidad de ese pas con Inglaterra, por ejemplo en Venezuela. A partir de 1810, los emisarios franceses activaron su propaganda en favor de la independencia, sobre todo en las Antillas, Mxico, Amrica Central y Venezuela. Es evidente que desde Madrid se hizo mucho para engaar a las colonias acerca de las intenciones del rey Jos. Napolen, por su parte, ya no estaba en condiciones de cumplir sus promesas. La difusin de instrucciones, comunicados y noticias procedentes tanto de fuentes bonapartistas como de las juntas regionales y la Junta Central crearon mucha confusin. Por ejemplo, a fines de junio de 1809 la Junta Central advirti a todas las autoridades coloniales que haba que hacer caso omiso de las reformas que dictara el Consejo de Indias porque ese rgano se haba convertido en el instrumento de la dinasta usurpadora.
Robertson: France and Latin American independence, op.cit., pgs. 68-69 y sigtes.
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Hasta entonces, en Buenos Aires y Montevideo se asista a las secuelas de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, con temor de que los portugueses, con apoyo ingls, intentaran invadir la Banda Oriental. En abril de 1808, es decir un mes antes de que Liniers hubiese asumido las funciones de virrey interino, el ministro de guerra Rodrigo Souza Coutinho amenaz desde Ro de Janeiro que el Brasil hara causa comn con Inglaterra si el Ro de la Plata no aceptaba el protectorado portugus con la garanta de los derechos y fueros de los cabildos rioplatenses y la promesa de no establecer nuevos impuestos y de permitir una completa libertad de comercio. De inmediato, Buenos Aires se dispuso a emprender una expedicin militar en direccin de Ro Grande, que Liniers se ofreci a comandar. La excitacin se calm a raz del envo de un embajador brasileo, Xavier Curado, a quien no se permiti cruzar de Montevideo a Buenos Aires, pero que aprovech su estancia all para proponer al gobernador Elo una proteccin portuguesa contra una presunta invasin francesa, pues para entonces Inglaterra ya haba cambiado de bando. En el orden interno, Liniers ya tropezaba con cierta resistencia del Cabildo, mucho ms favorable a Alzaga y a los intereses de la clase pudiente y de los negocios monopolistas que a las orientaciones polticas y econmicas propiciadas por el nuevo virrey, malquistado con la mayora de los capitulares a causa del apoyo que le brindaba el populacho y el respaldo que le daban los jefes y soldados de los principales regimientos creados con motivo de las invasiones. Con el presupuesto para gastos militares, decan, se estaba procediendo a demasiados
Salvo indicacin contraria, los datos e impresiones recogidos en esta seccin y las siguientes se basan en distintas relaciones: V. F. Lpez: Historia de la Repblica Argentina, tomo II, op. cit., captulos XXXIII y XXXV; Levene: :Intentos de independencia en el Virreinato del Ro de la Plata (1781-1809) y Asonada del 1.o de enero de 1809. en la Historia de la Nacin Argentina, vol. V. primera seccin, op. cit.; Busaniche: Historia argentina, op. cit., pgs. 294-303; Halperin Donghi: Revolucin y guerra, op. cit., pgs. 76-150, y Luna: Historia integral de la Argentina, vol. 4, op. cit., pgs. 87-114 y 143-160.
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nombramientos de oficiales y suboficiales de baja condicin social, con lo que se adulaba a la plebe y se mejoraban las posibilidades de consumo populares, cuando pareca ms necesario fortalecer las tropas y la oficialidad de extraccin peninsular en detrimento de las criollas. Se estaba agudizando la lucha de facciones, con la caracterstica notable de que no todos los espaoles nativos adheran al partido de lzaga y de que no pocos criollos criticaban abiertamente a Liniers. Pronto se vio que el conflicto no se limitaba a la querella y animosidad entre dos personas vanidosas y ambiciosas que luchaban por dominar la escena despus de haberse destacado en la primera o segunda invasin inglesa. Distintos matices de opinin, desavenencias y ambiciones comenzaban a manifestarse dentro de otros crculos respecto de aspectos polticos, ideolgicos e institucionales y a los intereses econmicos defendidos por cada campo. Comenzaba un perodo confuso, marcado por la incertidumbre acerca de las consecuencias de la situacin en Espaa y una profusin de rumores, comentarios, espionajes, intrigas, denuncias, acusaciones y provocaciones destinadas a desestabilizar a Liniers y a robustecer la influencia de los espaoles europeos, o - por lo contrario - a romper la cohesin de la burguesa y conseguir un grado mayor de autonoma econmica y poltica para todo el Virreinato. Es difcil reconstruir el verdadero encadenamiento de los sucesos porque los historiadores del perodo han sido parcos en la indicacin de fechas o se apoyan en cronologas distintas; tambin es difcil aclarar por qu razones precisas fueron cambiando las actitudes de muchos participantes en el proceso y no hay ms remedio que interpretar tales cambios, genricamente, como el producto de tanteos sucesivos, de dudas e indecisiones, de disensiones o ambiciones personales, o sencillamente de reorientaciones oportunistas. Las noticias de Europa provocaron un progresivo desarrollo de la oposicin en que estaban empeados lzaga y sus partidarios, que pronto encontraron otros motivos para agitar en contra de Liniers, no slo debido a su ostensible voluntad de cortar las alas del Cabildo y
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prescindir de l en el trmite de todo asunto de alto gobierno y materias de Estado, sino tambin porque, por el hecho de ser francs de origen, se hizo sospechoso de deslealtad hacia la Corona por sus supuestas actitudes bonapartistas. A pesar de su larga trayectoria al servicio de Espaa, una carta suya dirigida a Napolen con motivo de la reconquista de Buenos Aires dio fundamento al reproche inicial, aunque se dijo que envi esa correspondencia con el nico fin de conseguir armas para luchar contra los ingleses. Por otra parte, se crea que haba facilitado la fuga de Beresford y que no impidi los contactos de ste con gente interesada en saber de la ayuda que Inglaterra pudiera dar a un movimiento de emancipacin. Ms tarde, cuando haca poco que se haba tenido noticia de la abdicacin de Carlos IV y de sus secuelas, y hubo que decidirse a hacer acto de pleitesa a Fernando VII, provoc sobresalto la llegada a Buenos Aires del marqus de Sassenay, emisario de Napolen y de la Junta Suprema de Madrid dominada por Murat, que traa mucha ms informacin sobre los sucesos espaoles y una documentacin que sembr dudas acerca de la verdadera situacin en Espaa. Con mucha prudencia, Liniers se neg a recibirlo a solas mientras no hubo terminado la entrevista oficial que le concedi y en la que lo acompaaron representantes de la Audiencia y del Cabildo, pero una vez cumplida esa obligacin aparentemente le confi sus simpatas por Jos Bonaparte. Liniers no hizo nada para impedir que el Cabildo de Buenos Aires jurase fidelidad a Fernando VII a fines de agosto de 1808, pero la proclama que hizo pblica acerca de la jura, redactada con la ayuda de los participantes en la entrevista con Sassenay, contribuy a que se le acusara de nuevas ambigedades: en efecto, en la parte inicial de ese documento sealaba, sin necesidad, que Napolen se ha obligado a reconocer la independencia absoluta de la monarqua espaola, as como tambin la de sus posesiones ultramarinas, sin reservarse ni desmembrar el ms leve pice de sus dominios, y varios prrafos ms lejos, despus de aludir a la actitud rioplatense durante la guerra de Sucesin, exhortaba a la poblacin a aguardar que se conociera la suerte de la monarqua para obedecer
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a la autoridad legtima que ocupe la soberana . El texto sugera que vacilaba entre mantenerse firme en su calidad de virrey de Fernando VII o cambiar de soberano. Los espaoles y criollos que participaron directa o indirectamente en la jura deben haber tenido en mente otros razonamientos, que Bartolom Mitre resumi como sigue:
Espaoles y americanos se unieron por un momento...abrigando el mismo propsito, aunque con tendencias opuestas. Este pensamiento fue resistir a la nueva dominacin. Ni unos ni otros queran que las colonias siguieran la suerte de la madre patria, caso de que Espaa fuese conquistada, y al mismo tiempo nadie dudaba que la monarqua espaola iba a sucumbir. Una gran parte de los espaoles, previendo esta catstrofe, meditaban en consecuencia hacerse los herederos del monarca cautivo...y continuar gobernando las colonias como hasta entonces...Los americanos, por su parte,...[procuraban] emanciparse de la tutela de los espaoles que monopolizaban los destinos pblicos a ttulo de conquistadores...Sostenan que la Amrica no dependa de Espaa, sino del monarca a quien haban jurado obediencia, y que en ausencia de l caducaban todas sus delegaciones en la metrpoli. Esta teora del gobierno personal deba conducirlos ms tarde a desconocer las autoridades espaolas en Amrica, y a reasumir sus derechos y prerrogativas en virtud de la soberana [absoluta] del rey 8 convertida en soberana popular
El conflicto de Liniers con Elo, gobernador de Montevideo, aparentemente mucho ms dispuesto que l a marcar su repudio de Napolen y a acatar y hacer respetar el juramento de fidelidad a Fernando VII, as como la voluntad de los comerciantes peninsulares, tambin conspir en contra del poder virreinal. En efecto, con el apoyo de la poblacin de Montevideo, en la que predominaba la influencia de los espaoles europeos, Elo desconoci y rechaz la autoridad de Liniers. Este intent destituirlo y reemplazarlo por Juan Angel Michelena, pero un cabildo abierto convocado en Montevideo dio la razn a Elo y, adems, decidi reasumir su derecho de soberana y
Lpez, op. cit,, apndice IX: proclama de Liniers sobre la jura de Fernando VII, pgs. 501-503. 8 Vase Historia de Belgrano y de la independencia argentina (Buenos Aires, Editorial Juventud Argentina, 1945), pg. 183.
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crear una junta de gobierno para la Banda Oriental, en calidad de delegacin de la Junta Central de Sevilla. Tanto Elo como lzaga aspiraban a ocupar el cargo de virrey, pero no podan prever que la experiencia juntista iba a inspirar a los criollos porteos cuando se sintieran ms fuertes y con motivos suficientes para derrocar al futuro virrey Cisneros. A esas razones de descontento con Liniers se fueron agregando otras imputaciones: era partidario de habilitar el comercio con los ingleses y toleraba el contrabando; se rodeaba de burcratas malqueridos del tiempo de Sobremonte; protega a Guillermo P. White, que haba sido conspirador pro-britnico desde antes de las invasiones, portavoz de los intereses ingleses, amigo de Popham y agente comercial suyo para procurar abastecimientos al ejrcito invasor; no era gobernante probo, y prohijaba, a cubierto de las tertulias organizadas por su segunda esposa, hija de Martn de Sarratea (que era enemigo de lzaga), o por su amante, la Perichona (Mara Ana Perichon de Vandeuil, casada con Miguel OGorman, tambin sospechoso de connivencias con ingleses y portugueses), iniciativas y negocios poco recomendables. En torno a todos estos cabildeos se notaban divisiones y evoluciones tanto entre los espaoles como entre los criollos. Recordando esa poca, Belgrano lleg a decir en sus memorias que los sucesos de Espaa y Bayona hicieron avivar las ideas de libertad e independencia en Amrica, que los americanos empezaron por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos y que los mismos europeos aspiraban a sacudir el yugo de Espaa por no ser napoleonistas. Criticaba a Liniers, en quien vea a un mandn interesado en mantenernos en el abatimiento y la esclavitud, pero lo apoyaba cuando el virrey se mostraba partidario del libre comercio, a pesar de que el Consulado del que era secretario mantena una actitud ms hostil a ese proyecto. Por su parte, Mariano Moreno se acerc momentneamente a lzaga, aunque su labor de abogado lo fue llevando a distanciarse del corporativismo de los grandes comerciantes y a pensar cada vez ms en los intereses de los productores, sin representacin de
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suficiente peso en el Cabildo o en el Consulado. Entre l y Belgrano, un primer desacuerdo surgi a raz de las ambiciones de la Infanta Carlota. 1. Comienzos del carlotismo Desde el Brasil, doa Carlota de Borbn, princesa de Portugal y Brasil e hija de Carlos IV - aqulla que l prefera a Fernando como sucesora suya -, reclam el derecho de ejercer la autoridad suprema que corresponda a su padre y hermanos, privados de libertad, y con ello abri la puerta a una sucesin de maniobras para conseguir que las colonias 9 espaolas la aceptaran como regente o reina . Con la ayuda del almirante Smith y del marqus de Casa Irujo, embajador de Espaa, comenz a tender sus redes; lanz manifiestos y, para hacerse adictos, entr en correspondencia con los comandantes militares y los funcionarios de la administracin portea, as como algunos criollos. Enterada de lo que ocurra en el Ro de la Plata, declar que quera poner remedio a las disidencias entre Montevideo y Buenos Aires y terminar con el espritu de partido entre sus habitantes. Saturnino Rodrguez Pea, que despus de contribuir a la fuga del general Beresford se haba refugiado en Ro de Janeiro, donde viva gracias a una subvencin de los ingleses y serva de agente a Miranda, fue el primero en apoyarla. En Buenos Aires, algunos criollos - Belgrano, Castelli, Vieytes, Pueyrredn, Saavedra -, contrariamente a lo que pensaban Moreno, Paso y Nicols Rodrguez Pea, no juzgaron inoportuna la pretensin de Carlota y hasta quisieron valerse de ella para avanzar hacia la consecucin de la autonoma rioplatense. Carlota, que tambin flirte separadamente con los espaoles, acab denunciando a sus corresponsales criollos para conquistarse el favor de
Para ese entonces ya haba surgido una nueva proposicin de Miranda, formulada a Castlereagh en 1808: abogaba por la creacin de cuatro estados independientes: Mxico y Amrica Central; Venezuela, Colombia y Ecuador; Per y Chile, y el Virreinato del Ro de la Plata.
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Liniers y los realistas peninsulares10. Fue Elo quien extrajo el mejor partido de la situacin, pues intercept la denuncia de la Infanta y las pruebas que encontr entre los papeles de Diego Paroissien, sindicado por ella como agente de Rodrguez Pea, y con base en ellas inici una causa contra los presuntos conspiradores. 2. Tentativa de destitucin o derrocamiento de Liniers Dadas las caractersticas de lzaga y de sus partidarios no puede extraar que el partido peninsular decidiera pasar de la oposicin obstinada pero pacfica a la lucha armada contra Liniers. Durante casi tres meses hicieron preparativos infructuosos, pese a que el virrey y los regimientos criollos parecan precavidos y no vacilaban en montar guardia e intimidar al Cabildo con despliegues y precauciones militares excepcionales. Tres nuevos acontecimientos los hicieron decidirse: el temor de que Saavedra obtuviera el puesto de alcalde de primer voto; el casamiento de una hija de Liniers con un hermano de la Perichona, a pesar de que ni siquiera la hija de un magistrado estaba automticamente autorizada a casarse con una persona que viviese en su propia jurisdiccin, y un nombramiento de alfrez real con que Liniers quiso favorecer a uno de sus adeptos, nada menos que Bernardino Rivadavia. En enero de 1809 se produjo, pues, el alzamiento destinado a derrocarlo con el apoyo de los cuerpos armados de vizcanos, gallegos y catalanes. Coincidi con la realizacin de elecciones de cabildantes, ya organizada de antemano para que resultaran electos lzaga y sus aclitos; del Cabildo salieron el obispo Lu y otros capitulares para exigir la dimisin de Liniers. Este se manifest dispuesto a renunciar, pero se opuso a que lo reemplazara una junta, pero todo fracas debido a la oportuna intervencin de Saavedra, a la cabeza del regimiento de Patricios, de otros comandantes criollos y de algunos espaoles fieles al virrey. lzaga y otros conspiradores fueron deportados a Carmen de Patagones,
Vanse los captulos 12 y 13 para ms informacin sobre la tendencia monarquista en el Ro de la Plata.
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de donde Elo les hizo escapar a Montevideo, y fueron desbandadas las tropas adictas al bando insurgente. La faccin europea qued debilitada, pero de todos modos haba sonado la hora de remover a Liniers y la Junta Central, enterada de todo, pronto resolvi reemplazarlo. 3. Por la libertad de comercio
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La situacin econmica empeor despus de las invasiones inglesas. Entre el 9 de agosto y el 9 de septiembre de 1807 haban salido de Montevideo 240 buques mercantes y de guerra ingleses, llevndose las tropas vencidas, pero dejando en tierra un enorme volumen de mercaderas cuya venta no pudieron impedir las autoridades. Como dijo Vicente Fidel Lpez, todo qued en manos del comercio y del vecindario de Montevideo, que aprovecharon para derramar y vender en provecho propio esas mercaderas por todo el virreinato, donde circularon con tanta libertad que hasta los comerciantes altoperuanos bajaban a Montevideo para comprarlas de contrabando. Las telas inglesas se vendan a muy bajo precio con el consiguiente perjuicio para los importadores espaoles a menos que ellos mismos entrasen en el juego. Durante todo el perodo abarcado por las dos invasiones se realizaron ventas por valor de un milln de libras esterlinas, de las que se beneficiaron sobre todo los espaoles europeos concentrados en Montevideo y sus socios de Buenos Aires. En tales circunstancias, no debe extraar la connivencia que se forj entre los grupos peninsulares de ambos puertos, tanto en lo poltico como en lo econmico, frente a un Liniers decidido a que tan abundantes mercaderas
Vanse Ricardo Levene: Significacin histrica de la obra econmica de Manuel Belgrano y Mariano Moreno. en Historia de la Nacin Argentina, vol. V, primera seccin, op. cit., y Ensayo histrico sobre la Revolucin de Mayo y Mariano Moreno, dos tomos (Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1920), en el que considera ms extensamente el mismo tema; Miron Burgin: Aspectos econmicos del federalismo argentino (Buenos Aires, Hachette, 1960), pgs. 3441; Halperin Donghi: op. cit., pgs. 93-94 y 133-153 , y Ferns, op. cit., pgs. 7980.
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ultramarinas no evadiesen totalmente el pago de derechos aduaneros. Pese a las restricciones impuestas despus, el comercio ilcito con Inglaterra se mantuvo a un buen nivel, aunque al principio se hizo por va de Ro de Janeiro, recurriendo a la prctica rutinaria del contrabando a travs de la Banda Oriental. Sin embargo, las finanzas pblicas disminuyeron sustancialmente a partir de 1807 debido a los grandes gastos a que se haba comprometido Buenos Aires para costear proyectos de defensa y militarizacin y al declive de la recaudacin impositiva y aduanera por cuatro motivos principales: la irregularidad del abastecimiento procedente de Espaa, agravada por la guerra europea; las insuficiencias del rgimen de contribuciones patriticas; la prdida de las remesas altoperuanas a raz de los alzamientos en Charcas y La Paz en mayo y julio de 1809, y la facilidad con que muchas importaciones y exportaciones se hacan sin pagar los derechos correspondientes. Todo ello pona en evidencia la fragilidad del sistema comercial vigente y la impunidad con que muchos mercaderes contravenan las mismas leyes prohibitivas o restrictivas del comercio con el extranjero en que se amparaban para impedir la llegada abierta de mercancas de origen ingls. Para luchar contra el invasor francs, la Junta Central de Sevilla necesitaba contar con el apoyo militar britnico y el compromiso incondicional de los dominios espaoles en Amrica; esto condujo a la adopcin, en enero de 1809, de un acuerdo de mutuas facilidades al comercio, firmado con Inglaterra, y, por otra parte, a la decisin de dar representacin en la Junta a los virreinatos americanos, pues esos dominios, se afirm entonces, no son colonias o factoras... sino una parte esencial e integrante de la monarqua espaola.
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4. Iniciativas en favor de la reapertura del comercio con Inglaterra Para debilitar a Montevideo y al gobierno de Elo, as como para recaudar fondos para pagar los sueldos de las tropas porteas, el virrey Liniers invoc la necesidad de reabrir el comercio con los ingleses, de no contentarse con el que se permita con los pases neutrales y de relajar las leyes prohibitivas, fundndose en el acuerdo de mutuas facilidades al intercambio concertado entre Inglaterra y la Junta Central de Sevilla; sobre esa base, concedi licencias especiales. Entre 1808 y 1809, en un solo ao, llegaron a Buenos Aires y Montevideo 41 barcos britnicos con un cargamento por valor de 2.786.000 libras; es imposible apreciar cunto pas por la aduana y en qu proporcin las mercaderas ingresaron de contrabando, pero los nuevos aranceles aduaneros fijados por Liniers aparentemente produjeron suficientes rendimientos. En Buenos Aires comenz a crecer la colectividad inglesa: hacia 1810 ya haba 127 residentes con bienes de capital evaluados entre 750.000 y un milln de libras. Aunque no les estaba permitido participar directamente en el comercio interno, se valan de testaferros o desacataban la obligacin de recurrir a un consignatario espaol; tampoco se privaban de la posibilidad de vender al por menor o de organizar subastas que les permitan negociar grandes volmenes en pequeos lotes. La llegada en julio de 1809 del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, nombrado en reemplazo de Liniers, seal el comienzo de una nueva evolucin. Hasta el ltimo momento, los criollos haban resistido su instauracin y propiciado en cambio el establecimiento de juntas de gobierno a la manera espaola; el Cabildo de Buenos Aires les enrostr la intencin de evadirse de la dominacin espaola y aspirar a la independencia total, aludiendo quiz a los alzamientos ocurridos en Chuquisaca y La Paz el mismo ao. En agosto, dos comerciantes ingleses pidieron a Cisneros que autorizara las importaciones de su pas. Este no poda
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desconocer el respaldo que tenan en la propia Inglaterra y en el Brasil y acogi favorablemente la peticin, pero decidi consultar al Cabildo y al Consulado, no sin hacer resaltar que en circunstancias normales, es decir si no fuese tan perentorio recaudar fondos para el erario pblico, tal gesto le estara vedado; en cambio, era tal la situacin econmica que un cambio de poltica le pareca aconsejable, puesto que gracias a un comercio lcito con los ingleses se podran incrementar los ingresos fiscales, mientras que, de otra manera, las fuerzas a su disposicin no seran suficientes para impedir la entrada clandestina de la carga que traan muchos barcos fondeados en el ro de la Plata. El Cabildo, debilitado desde la asonada del mes de enero anterior y, adems, reconstituido en virtud de elecciones en que los criollos haban logrado ocupar tantos sitiales como los que tena el grupo peninsular, no se opuso al proyecto de Cisneros. En cambio, el Consulado dictamin en favor de la propuesta del virrey, pero enumer una serie de restricciones a que debera sujetarse la autorizacin. Esto slo se logr a consecuencias de una votacin en la que se manifestaron siete partidarios de la intencin de Cisneros contra cinco que opinaban lo contrario. Pese a esto, la posicin adoptada en definitiva por el Consulado reflej las concesiones hechas a la minora para apaciguar el descontento de los comerciantes monopolistas: todo extranjero que quisiera tratar o contratar en el virreinato podra hacerlo durante un plazo mximo de dos aos, a condicin de actuar por intermedio de un apoderado espaol debidamente matriculado, que en ningn caso estara habilitado para vender al por menor, ni en cantidades y volmenes que excedieran las de pacas, cajones y barricas y tampoco podra asociarse con otro espaol ni dedicarse al comercio interior; podran importar telas y gneros, pero les estara prohibido introducir ropa hecha, muebles y carruajes; tales importaciones se autorizaran a condicin de que quedaran compensadas por exportaciones de cueros y otros frutos del pas equivalentes a dos tercios y un tercio, respectivamente, con la salvedad de que la salida de oro o plata, asimilados a la categora de frutos del pas, exigira la obtencin de permiso especial y
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el pago de derechos de embarque, extraccin al extranjero e introduccin en Espaa. 5. La Representacin de los hacendados
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En relacin con la consulta hecha por Cisneros y el dictamen del Consulado, fue Moreno quien en representacin de los productores - sostuvo que eran 20.000 - se elev tanto contra la argumentacin presentada independientemente por Miguel Fernndez de Agero, apoderado del Consulado de Cdiz y portavoz de muchos comerciantes porteos, destinados a impedir el libre intercambio comercial con los ingleses, como contra las trabas artificiales, incapaces de otro efecto que menguar un plan generoso con notorio riesgo de frustrar una gran parte de la felicidad a que se destina, propuestas por el Consulado. El alegato de Moreno, conocido por el nombre de Representacin de los hacendados., recin se public al ao siguiente. Con gran despliegue retrico, su autor alaba la intencin de Cisneros pero tambin le reprocha la falta de representatividad de los entes consultados, sosteniendo que hasta que surgi la iniciativa de sus propios mandantes, nadie se haba planteado la necesidad de conocer el parecer de los principales interesados, es decir los productores, de preferencia al de los comerciantes, sobre todo los monopolistas, o de los artesanos, cuya opinin se haba intentado asimilar a la de los mercaderes, que ya haban captado la adhesin de herreros y zapateros. Un ncleo importante de comerciantes, por boca de Fernndez de Agero, presagiaba los peores males en caso de facilitarse el comercio con Gran Bretaa. Sostenan que no slo se arruinara el comercio entre Espaa y el Ro de la Plata, sino que tambin iban a experimentar una ruina inevitable las provincias interiores del Ro de la Plata. Cochabamba no podra competir con las manufacturas inglesas, Crdoba, Santiago del Estero, Salta, Puno y el
Vanse Mariano Moreno: Representacin de los hacendados y otros escritos (Buenos Aires, Emec editores, Coleccin Memoria argentina, 1998), y Levene, op. cit.
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Cuzco correran la misma suerte....Todo esto encendera en las provincias el fuego de la divisin y rivalidad, y as la Colonia concluira por romper los vnculos con la pennsula; adems, pronosticaban grandes peligros para la religin catlica. En opinin de Moreno, la ms vejatoria de las opiniones expresadas por Fernndez de Agero era la idea de que:
concedido a los ingleses el comercio con las Amricas, es de temer que al cabo de pocos aos veamos rotos los vnculos que nos unen con la Pennsula espaola. Aunque para producir tamao atentado se toma el disfraz de atribuir este peligro a la codicia de los extranjeros - dijo Moreno - el verdadero espritu de esta injuriosa invectiva es suponer arriesgada la fidelidad de los americanos con el trato extranjero, pero es sta la ltima prueba de lo que es capaz un comerciante agitado por la insaciable sed de la codicia. Por lo que hace a los ingleses nunca estarn ms seguras las Amricas que cuando comercien con ellas, pues una nacin sabia y comerciante detesta las conquistas, y no gira las empresas militares sino sobre los intereses de su comercio.
Moreno se empe en demostrar que muchos argumentos de Fernndez de Agero eran falaces y que eran psimos los arbitrios sugeridos a modo de alternativa al comercio con Inglaterra. Los opositores a ese intercambio - afirm - no tenan inters en defender el bien comn; obraban guiados por estrechos y mezquinos intereses, que hasta los haban incitado a argir que la apertura del comercio slo atraa a la plebe. Para que el virreinato saliera de sus grandes apuros financieros, no haba otro remedio, aunque ste fuese una medida temporal, que comerciar con los ingleses. Ni Cdiz ni el resto de Espaa estaban en condiciones de abastecer al Ro de la Plata, pues no slo no disponan los espaoles de la marina mercante necesaria para ello, sino que tampoco podan llenar bodegas con productos nacionales inexistentes ni asegurar su proteccin; en cambio, los productores, comerciantes y marinos ingleses estaban en condiciones de hacerlo, como se haba visto desde antes de las invasiones de 1806 y 1807, pero sobre todo a raz de ellas. Quienes exigan a grandes voces la observancia de las leyes prohibitivas del comercio extranjero, dijo con
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considerable vehemencia, eran los mismos que en sus tiendas acumulaban gneros ingleses de clandestina introduccin - entre los que se encontraba el propio Fernndez de Agero - , como se podra comprobar, deca Moreno, cuando ellos rechazasen la proposicin de los productores representados por l de comprar a precio alzado toda la mercadera espaola introducida lcitamente, a cambio de la entrega de todo lo que esos mercaderes hubiesen contrabandeado. Para disponer de ingresos con que auxiliar a Espaa, no haba que prohibir el comercio con Inglaterra o cualquier otro pas, sino darle nueva vida y propender al desarrollo de la actividad econmica. Esto era mucho ms urgente e importante que cualquiera de los arbitrios propuestos por Fernndez de Agero para resolver la crisis financiera. El comercio con los ingleses fomentara la produccin y nadie saldra malparado, ni siquiera los artesanos, y mucho menos la agricultura, la industria y las provincias interiores, pues era totalmente errneo plantear problemas de desunin o hablar de un tremendo drenaje del numerario a consecuencia del intercambio con los ingleses, cuando era evidente que ste se hara con productos nacionales a cambio de mercancas importadas, contrariamente a lo que haba ocurrido cuando estuvo prohibida la exportacin de frutos y lo que ms sala era la plata, y que el consumo aumentara en la medida en que se enriqueciera la campaa. Y pensando en el bien comn, ms que en aquel que pretendan los comerciantes monopolistas, incluy en su perorata interrogaciones como stas:
Ser justo que se envilezcan y pierdan nuestros preciosos frutos porque los desgraciados pueblos de Espaa no pueden consumirlos? Ser justo que las abundantes producciones del pas permanezcan estancadas porque nuestra aniquilada marina no puede exportarlas?Ser justo que presentndose en nuestros puertos esa nacin amiga y generosa ofrecindonos baratas mercaderas que necesitamos, y la Espaa no nos puede proveer, resistamos la propuesta, reservando su beneficio para cuatro mercaderes atrevidos que lo usurpan con un giro clandestino? Ser justo que rogndosenos por los frutos estancados que ya no puede el pas soportar, se decrete su ruina, jurando en ella la del Erario y la sociedad?
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Por todo ello, sostuvo que haba que desechar, por ser inoperantes o contraproducentes, las medidas alternativas sugeridas por Fernndez de Agero: un emprstito con la garanta de las hipotecas de la Real Hacienda y de los fondos del Cabildo y el Consulado, que seguramente no suscribiran suficientes prestamistas; nuevos gravmenes, que seran insoportables para la gente; venta de temporalidades y otros bienes de la Corona, cuando quedaban tan pocos; reduccin de los sueldos de los empleados pblicos, a pesar de que era notoria su insuficiencia; inoportunidad de solicitar la ayuda financiera de los gobiernos de Chile y el Per; inutilidad de la propuesta de organizar una gran lotera, y colmo de los colmos, impertinencia de la sugestin de que el Virrey se empease en asegurar la puntual observancia de las leyes prohibitivas del comercio extranjero y la represin del contrabando, que podra disminuir pero nunca desaparecer mientras no hubiera comercio libre. En relacin con las medidas recomendadas por el Consulado, Moreno propuso, entre otras, las siguientes enmiendas: no deba insistirse en prescribir el recurso a apoderados espaoles matriculados y restringir las facultades de stos, sino ms bien autorizar a cualquier natural del Reino a aceptar consignaciones, con libertad de accin para ejecutar las ventas como mejor le pareciera y hasta obrar en las provincias; todo introductor debera exportar frutos del pas equivalentes a la mitad de los valores importados y por esos frutos, incluso la plata, no deberan pagarse otros derechos que los aplicables a los buques extranjeros que traan esclavos y se llevaban productos de la tierra. Hacindose eco de la preocupacin manifestada respecto de un posible perjuicio a los tejedores de Cochabamba y otras provincias, recomend que los lienzos ordinarios de algodn que pudiesen exportar los ingleses en caso de incluirlos entre sus manufacturas pagasen un 20 por ciento adems de los derechos de crculo, para equilibrar de este modo su concurrencia con la produccin autctona. La reglamentacin aplicable al comercio con Inglaterra entr en vigor el 6 de noviembre de 1809. Una junta
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consultiva convocada por Cisneros la haba aprobado en una forma aceptable para el bando monopolista que, por lo tanto, haca caso omiso de muchas de las observaciones de Moreno. Sin embargo, dijo ms tarde su hermano Manuel:
los efectos benficos de este cambio empezaron a sentirse muy pronto... La tesorera de Buenos Aires necesitaba para sus gastos mensuales en el ao 1809 la cantidad de 250.000 pesos, esto es, tena que pagar tres millones de pesos al ao; de esta suma no poda reunir en el estado exhausto en que se hallaba sino apenas 100.000 pesos al mes...; abierto el comercio, no slo ha pagado sus deudas, sino que ha quedado a su favor un residuo de 200.000 pesos en cada mes, y por consiguiente resulta que sus valores han ascendido a 5.400.000 pesos y que el comercio libre ha producido el provecho de 4.200.000 pesos al tesoro pblico...Cerca de un milln y medio [de 13 cueros] salieron de los almacenes del pas en menos de seis meses .
6. Hacia la Revolucin de mayo de 1810 Sin que Cisneros apreciara debidamente la magnitud de los efectos acumulados desde las invasiones inglesas, el Ro de la Plata se estaba acercando inexorablemente al momento de la ruptura con la dominacin espaola. Sin embargo, la Junta Central de Sevilla debe haber presentido la necesidad de restablecer el orden institucional, cada vez ms debilitado por luchas entre facciones, y pareci dispuesta a reconstituir el virreinato del Per tal como haba existido antes de 1776. Caus mucho sobresalto la decisin de reprimir con firmeza los alzamientos de Chuquisaca14 y La Paz, mediante la intervencin del arequipeo Jos Manuel Goyeneche agente de la Junta Central, intrigante, ambicioso y responsable de mucha confusin por actitudes unas veces teidas de extremo rigor realista y otras de veleidades de tipo bonapartista, carlotista o juntista - y de recurrir en caso necesario a regimientos criollos de Buenos Aires. Cre tanto resentimiento como la resolucin del virrey porteo de sobreseer a los insurgentes del mes de enero,
Manuel Moreno: Vida y memorias del doctor don Mariano Moreno (Londres, 1812), citado por Vicente Fidel Lpez, op. cit., pgs. 376-377. 14 Para una relacin detallada de los prolegmenos de la accin revolucionaria en Chuqisaca, su evolucin y su represin, vase Gabriel Ren Moreno: ltimos das coloniales en el Alto Per, op. cit.
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declarando que tanto los comandantes militares que haban sostenido la autoridad de Liniers como los espaoles europeos que intentaron destituir a ste haban procedido conforme a motivos e imperativos que cada grupo consideraba justificados y que tenan el mrito propio de las circunstancias en que se suscitaron, en razn de lo cual haba resuelto poner trmino al destierro de los capitulares comprometidos en la asonada y restituir sus banderas y armas a los cuerpos armados que los haban apoyado, a condicin de que esas tropas se integrasen en otros batallones regulares. No menos indignacin provoc el nombramiento de Elo en calidad de inspector general de armas, que estuvo a punto de provocar una revuelta de los militares criollos, parecida a aquella con que haban amenazado cuando Cisneros estaba por llegar de Espaa y muchos de ellos creyeron llegada la hora de constituir una junta de gobierno que actuara en nombre de la infanta Carlota. Pronto se produjo una coyuntura que hizo cuajar a un movimiento popular que hasta comienzos de mayo de 1810 no haba manifestado intenciones revolucionarias: ante el avance de las tropas francesas y la extensin de su dominio hasta Andaluca, la Junta Central de Sevilla decret su propia disolucin y decidi la constitucin de un Consejo de Regencia. En Buenos Aires la reaccin fue rpida. Como dijo Saavedra, ya no convena postergar lo inevitable, pues haban madurado las brevas. El gobierno soberano, o sea el de la Junta, haba caducado, y las provincias americanas ya podan desconocer la autoridad de un Consejo de Regencia en cuya eleccin no haban intervenido.
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Captulo 11. La revolucin de mayo de 1810 ________________________________________________ I. Por qu se precipitaron los acontecimientos El detonador que puso en marcha el movimiento emancipador en el Virreinato del Ro de la Plata fue la noticia de nuevos xitos de las tropas invasoras francesas en Espaa y de la constitucin de un Consejo de Regencia destinado a ejercer el poder en representacin del cautivo monarca Fernando VII. Napolen se haba desembarazado de Carlos IV y su hijo, as como de su primer ministro Manuel Godoy, y el mariscal Murat haba puesto en el trono a Jos Bonaparte, a quien apoyaron diversos grupos de "afrancesados" espaoles. De inmediato surgi un movimiento de resistencia contra los invasores. En diversas regiones se establecieron juntas de gobierno populares y una Junta Central intent unificar el mando en nombre de Fernando VII y contener el avance francs hacia el sur, que recin se detuvo en Andaluca. Tras la derrota sufrida por las tropas espaolas en Ocaa, la Junta Central decidi disolverse y crear por decisin propia un Consejo de Regencia. Esta decisin inconsulta fue acatada por muchos, pero fue muy resistida en Amrica, pues fuera de los miembros de la Junta Central nadie haba emitido voto u opinin favorable, lo cual pona automticamente en tela de juicio la legitimidad del Consejo por haberse escamoteado la consulta del pueblo soberano, no slo en Espaa sino tambin en Amrica. A este factor se agregan otros motivos que pronto aduciran las minoras criollas y espaolas opuestas a subordinarse al Consejo de Regencia. En el Ro de la Plata tuvo importancia un fundamento econmico: la conveniencia de liberarse de la atadura comercial que ligaba las colonias del Plata a Espaa, pues la metrpoli no estaba en condiciones de abastecer al Virreinato o de importar los frutos del pas, y la economa de esas colonias,
sobre todo en ambas mrgenes del ro de la Plata, ya estaba disfrutando desde 1809 de las ventajas ofrecidas por la apertura del comercio, decretada por el Virrey Cisneros a favor de los mercaderes britnicos. La frustracin que provocaba el monopolio calaba hondo en el pasado colonial y se haba exteriorizado con mucha ms rapidez y vehemencia desde las invasiones inglesas de Buenos Aires y Montevideo en 1806 y 1807, que haban hecho ms patente el antagonismo entre los comerciantes peninsulares beneficiarios de ese rgimen y los que deseaban poder importar y exportar productos sin tantas restricciones. La victoria contra los ingleses haba demostrado que los habitantes del Ro de la Plata eran capaces de defenderse por s solos, sin recurrir a auxilios externos, que de todos modos Espaa no estaba en condiciones de proporcionar. Las poblaciones de Buenos Aires y Montevideo haban podido percatarse de que, para luchar contra los invasores, haba sido suficiente contar con tropas y milicias improvisadas que, con la participacin masiva de civiles y oficiales espaoles y criollos, haban estado en mejores condiciones de resistir y triunfar que las autoridades virreinales y los regimientos fijos. Es ms, el contacto directo con ocupantes y prisioneros britnicos haba creado inters por un pas hasta entonces considerado enemigo acrrimo, cuyo comercio ahora pareca brindar oportunidades nunca vistas en el Virreinato, tanto ms cuanto que Gran Bretaa ya no estaba en conflicto armado con Espaa y haba entrado en una alianza defensiva y ofensiva con la Junta Central para eliminar el peligro de la expansin francesa. De pas enemigo que era, Gran Bretaa se convirti en el aliado de Portugal y de Espaa en la lucha por rechazar la invasin y mantener en pie las prerrogativas de la corona espaola. Dicho esto, mucha gente saba que uno de los efectos de la alianza de Espaa y Portugal con Inglaterra, en contra de Napolen, era la existencia de una presencia naval y mercantil inglesa en el Atlntico sur, que serva no slo para proteger a los navos mercantes de ese pas y contribuir a su libre entrada en el ro de la Plata, sino
tambin para alentar, aunque con precaucin, cualquier proceso autonomista que se desarrollara en la regin. Por otra parte, Francia deseaba golpear a Espaa no slo en Europa sino en Amrica y estaba dispuesta a hacer pie en el Atlntico sur y a promover revoluciones all donde encontrara criollos con simpatas bonapartistas y anhelos de independencia; adems, haba suficientes indicios de que los monopolistas espaoles, en caso de derrumbarse la resistencia en Espaa, podran optar por aceptar un protectorado francs si esto les garantizase la preservacin de su influencia poltica y de su comercio. No se ignoraba tampoco que desde el traslado de la corte portuguesa al Brasil, bajo la proteccin britnica, el Prncipe Regente de Portugal, lo mismo que su esposa, la Infanta espaola doa Carlota de Borbn, ahora princesa de Braganza, tenan aspiraciones de dominio sobre las colonias espaolas, el uno sobre la Banda Oriental y la otra sobre todo el Virreinato. En Buenos Aires, como en el resto del Virreinato, eran los espaoles europeos, y sobre todo los comerciantes beneficiarios del monopolio, los que ms influencia tenan en la escena poltica y en la vida econmica, sin que muchos residentes, tanto peninsulares como criollos, tuvieran suficientes posibilidades de participar en la toma de decisiones en uno u otro campo de accin con miras a dar un contenido ms liberal y progresista a las polticas en vigor, a pesar de la influencia que hubiesen querido que tuviera en Amrica el pensamiento ilustrado espaol. Existan en Buenos Aires, con antenas en otros lugares del Virreinato, ncleos de civiles criollos imbuidos de ideas menos conformistas que las de la mayora de la poblacin. De esos ncleos surgieron a raz de las invasiones inglesas bastantes jefes, oficiales y soldados que contribuyeron a difundir entre las tropas y el pueblo una efervescencia inspirada por el descontento con las autoridades, el orgullo basado en una experiencia compartida de las luchas victoriosas contra los invasores ingleses y las vivas reacciones provocadas por la instauracin de una Junta de gobierno pro-peninsular en Montevideo y las tentativas de
derrocar al Virrey Liniers y de oponerse a la llegada de su sucesor Cisneros. Desde antes de las invasiones inglesas, actuaban en tales ncleos hombres como Manuel Belgrano, Juan Jos Castelli, Juan Jos Paso, Hiplito Vieytes, Nicols Rodrguez Pea, Jos Moldes, Juan Agustn Donado y Francisco Gurruchaga, que se fueron acercando a otros como Cornelio Saavedra1, Miguel de Azcunaga y Feliciano Chiclana, que tenan mando de tropas, cierta influencia y, aparentemente, afinidades con ellos. Fuera de algunos letrados y sacerdotes, muy activos en sus respectivos sectores, el principal terreno donde los criollos haban conseguido ganar influencia real era el militar, y eso slo a raz de las invasiones inglesas, que provocaron la necesidad de crear regimientos y formar tropas dispuestas a luchar contra posibles invasores, fueran stos ingleses, franceses o portugueses. Por esa razn, la defensa de Buenos Aires, como la del interior, ya no estaba exclusivamente en manos de tropas espaolas regulares o la clase gobernante, pues existan ya regimientos compuestos de oficiales y soldados criollos, porteos en el caso del de Patricios y provincianos en el de los Arribeos, con jefes elegidos por ellos mismos, adems de los constituidos por diversos grupos regionales de espaoles o por milicianos indios, negros o mulatos. Ni los nativos ni los espaoles constituan grupos homogneos. Tanto entre stos como aqullos haba muchos elementos conservadores y conformistas para quienes lo fundamental era mantener en pie las instituciones y estructuras tradicionales sin alterar radicalmente el orden establecido desde la poca colonial ni el grado de centralizacin logrado durante ms de treinta aos de administracin virreinal, en gran parte debido a la divisin de todo el territorio en Intendencias y capitanas. Tambin influa en este aspecto el grado de polarizacin de la poltica y la economa alcanzado por
Este criollo nacido en el Alto Per era uno de los pocos nativos con experiencia directa de los asuntos de gobierno municipal, adems de ser el comandante del nuevo regimiento de Patricios, y era personaje de gran predicamento entre las tropas, ciertos grupos de comerciantes, por ejemplo los Lezica, y el pueblo llano.
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efecto del desarrollo del comercio y la burocracia en Buenos Aires, por ser la capital del Virreinato, y en varias capitales de las provincias, donde tenan su sede los Intendentes y se senta su gravitacin sobre las provincias dependientes de cada uno y, ms que nada, sobre las ciudades y villas de importancia secundaria. Poda irritar ese estado de cosas, as como el predominio ejercido por nuevos residentes y funcionarios espaoles desde la creacin del Virreinato del Ro de la Plata, pero los motivos de descontento no eran los mismos en Buenos Aires o en el interior y, por lo comn, las diferencias de concepto eran las que dividan a quienes aspiraban a mantener su podero econmico y los que deseaban que se favoreciera el libre cambio aunque esto perjudicara a los productores del interior, necesitados de proteccin para sus artesanas. II. Del 18 al 25 de mayo de 1810 A partir del 18 de mayo de 1810 se precipitaron los acontecimientos en Buenos Aires a raz del anuncio de que se haba constituido en Espaa un Consejo de Regencia. Rpidamente surgi, con xito, un fuerte movimiento en favor de que renunciara a su cargo el Virrey Cisneros, y fue necesario definir en qu cuerpo recaera el mando a raz de la cesacin de Cisneros. No se observaba la presencia de ningn crculo partidario del separatismo absoluto. Estimulados por el ejemplo espaol, algunos grupos numricamente reducidos - abogaban por una mayor autonoma dentro del Virreinato y crean que para lograrla era preciso establecer juntas de gobierno emanadas del vecindario, es decir de los crculos locales de mayor influencia, a la manera de las que se haban constituido en Espaa desde los comienzos de la invasin francesa a raz de la acefala del trono de los Borbones. La iniciativa de hacer de una junta de gobierno la depositaria de la soberana popular demostr que una mayora de criollos y espaoles acriollados haba aprendido de los grupos peninsulares ms recalcitrantes -los partidarios de Francisco Javier de Elo en Montevideo y de Miguel de
lzaga en Buenos Aires- que la opcin juntista no era tan inapropiada como haban credo en 1808 y 1809, cuando se corra el riesgo de que cualquier junta estuviese dominada por los peninsulares. Montevideo haba sentado un precedente al respecto en la poca de Liniers, pero los antagonismos entre Buenos Aires y esa ciudad eran demasiado fuertes y, adems, no eran muchos los criollos dispuestos a seguir ese ejemplo debido a la repugnancia que sentan frente a hombres como lzaga o Elo. Por otra parte, no todo el mundo aspiraba a que la eventual creacin de una junta de gobierno local condujera automticamente a que sta se adhiriera a la Junta Central espaola (o, eventualmente, al Consejo de Regencia) o a que se establecieran tantas juntas como haba intendencias o provincias. Crear una junta de gobierno semejante a las que se haban elegido en Espaa para poner trmino a la acefala pareca ser, por el momento, la solucin ms indicada, dado que mediante ese expediente poda conservarse intacto el lazo de subordinacin con la metrpolis. Los patriotas saban que poco podan esperar de los miembros del Cabildo encargados del gobierno municipal, por tratarse de un cuerpo colegiado bajo fuerte influencia peninsular, de modo que insistieron en que se convocara un cabildo abierto, es decir una asamblea algo ms representativa, compuesta de la parte principal y ms sana del vecindario, y se ingeniaron para que entre las personas invitadas a participar concurrieran simpatizantes y voceros de los grupos deseosos de afirmar la soberana del pueblo y terminar con el sistema de gobierno virreinal, y para que hubiera muchos ausentes entre los convocados oficialmente. De esa manera, lograron que fuese escuchada la minora ilustrada y reformista, pero no contentos con ello, tambin movilizaron al pueblo "plebeyo" para que ste los apoyara desde la calle.
Declaraciones, mociones e intenciones de voto el 22 de mayo de 1810 El propsito del cabildo abierto era conocido de antemano: haba que determinar qu grado de consenso haba en favor o en contra del statu quo, tanto en lo que concierne a la reafirmacin o negacin de la autoridad del virrey como con respecto a la asuncin de funciones de gobierno por otro rgano. No hubo votaciones propiamente dichas, pero de las mltiples intervenciones que hicieron los participantes en la asamblea se pudieron desglosar las tendencias principales y hasta calcular la fuerza numrica que hubiese quedado reflejada en caso de un escrutinio formal2. Los miembros del Cabildo3 no expresaron sus puntos de vista individuales, pero dejaron en claro su posicin colectiva: Hablad con toda libertad haciendo ver que sois un pueblo sabio, noble, dcil y generoso. Vuestro principal objeto debe ser precaver toda divisin, radicar la confianza entre el sbdito y el magistrado, afianzar vuestra unin recproca y la de todas las dems provincias, y dejar expeditas vuestras relaciones con los virreinatos del continente. Evitad toda innovacin o mudanza No olvidis que tenis casi a la vista un vecino que acecha vuestra libertad. No podris por ahora subsistir sin la unin de las provincias interioresVuestras deliberaciones sern frustradas si no nacen de la ley, o del consentimiento general de todos aquellos pueblosHuid siempre de tocar en cualquier extremo... Despreciad medidas estrepitosas o violentas, y siguiendo un camino medio, abrazad aquel que sea ms sencillo y adecuado para conciliar, con nuestra actual seguridad y la
2 Se haban cursado unas 450 invitaciones, pero los asistentes no pasaron de 251, entre quienes figuraban 68 militares y marinos (varios de familias de terratenientes y estancieros), 59 comerciantes, 31 vecinos sin profesin o con ocupaciones no especificadas, 27 sacerdotes, 24 funcionarios, 21 abogados y escribanos, 15 alcaldes de barrio y de hermandad, 4 mdicos y otros dos profesionales. Se calcula en 164 personas el nmero de las que se pronunciaron por la cesacin del virrey Cisneros, y en 61 el total de quienes aprobaban su permanencia en el poder. Vase Rodolfo Puiggrs: La poca de Mariano Moreno (Buenos Aires, Editorial Saphos, 1960), pgs. 206-211. Del examen de las actas del 22 de mayo se desprende que el nmero de oficiales de mar y tierra que deseaban la cesacin de Cisneros cuadriplicaba el de los que no queran su remocin, mientras que la proporcin de miembros de la Real Audiencia favorables a la continuidad del virrey era el doble del nmero partidario de un cambio de gobierno; esa proporcin fue exactamente inversa en el caso de los prelados. 3 Juan Jos Lezica, Martn Gregorio Yanz, Manuel Jos de Ocampo, Juan de Llano, Manuel Mancilla, Jaime Nadal y Guarda, Andrs Domnguez, Toms Manuel de Anchorena, Santiago Gutirrez y Julin de Leiva.
Hubo muy pocas declaraciones inequvocas a favor de que Cisneros continuase en el mando y entre ellas sobresalieron las del obispo Lu y el subinspector del Real Cuerpo de Artillera - Francisco Ordua -. Un grupo conservador, inspirado por Manuel Jos de Reyes, oidor de la Real Audiencia, bastante numeroso y heterogneo (pues abarcaba 15 funcionarios y magistrados (entre ellos, el fiscal Manuel Genaro Villota y Francisco Toms de Anzotegui, oidor decano de la Real Audiencia), 23 comerciantes de nota (incluidos Francisco de la Pea Hernndez, Juan de la Elguera, Olaguer Reynal, Jos Martnez de Hoz, Domingo Achval, Bonifacio Zapiola, Julin del Molino Torres, Francisco de Prieto y Quevedo y Juan Ignacio de Ezcurra), el coronel Jos Ignacio de la Quintana, del regimiento de Dragones, y otros 10 militares, abog porque Cisneros gobernara con la ayuda de dos adjuntos (Juan Jos de Lezica, alcalde de primer voto, y Julin de Leiva, el procurador sndico general). Otros participantes del mismo o parecido sesgo refinaron esa proposicin preconizando sea que los adjuntos fueran libremente elegidos por el Cabildo o que fuesen representantes de los estados eclesistico y militar y del comercio, con la adicin de un profesor de derecho, o que el virrey asociara todo el Cabildo a la gestin de gobierno. Ignacio de Rezbal y Ramn de Otom insistieron en que no deba innovarse el sistema de gobierno y en que Cisneros gobernara con los dos adjuntos propuestos; a su juicio, nada deba alterar el sistema poltico sin previo acuerdo de los pueblos del virreinato, pues su existencia poltica dependa de la unidad que reinase entre Buenos Aires y el resto del pas. Jos Martn de Zulueta opin que Cisneros no deba ser removido, pero que si deseaba innovar sera preciso llamar diputados de las provincias y lograr que pudiesen votar ms de 200 "vecinos de primer orden" que no haban podido concurrir al cabildo abierto.
Manuel Obligado asever que si no se poda conciliar la conservacin de Cisneros en el poder con el "concepto deducido por el pueblo" iba a ser necesario traspasar la autoridad al Cabildo, convocar a los pueblos del virreinato y establecer el sistema de gobierno que conviniese. El teniente coronel Pedro Antonio Cervio logr apoyos cuando sostuvo que bajo la presidencia de Cisneros debera formarse una junta de gobierno compuesta de "vecinos buenos y honrados", elegidos por el Cabildo, a quienes se agregaran vocales designados por las ciudades del interior. Alguien propuso que el sucesor de Cisneros fuera Bernardo de Velazco. Surgieron otras mociones con distintos matices, sin duda a resultas de la argumentacin que se haba ido desarrollando en proposiciones anteriores. El teniente general Pascual Ruiz Huidobro, apoyado por Bernardo Lecoq y Joaqun Mosqueira - ambos vinculados al Real Cuerpo de Ingenieros- , fue seguido por bastantes participantes cuando pidi la cesacin de la autoridad de Cisneros y la asuncin del mando por el Cabildo hasta que se formara un gobierno provisional. El coronel Saavedra cont con mucho apoyo (y ostensiblemente el de Domingo French, Mariano Orma, Buenaventura de Arzac, Juan Florencio Terrada y Domingo Matheu) en favor de su mocin de que se completara la medida propuesta por Ruiz Huidobro de modo que el nuevo gobierno provisional fuese elegido en el modo y forma que determinase el Cabildo, pero sin que quedase ninguna duda de que el pueblo era el que confera autoridad o mando. A esas dos mociones se le quisieron aadir diversas enmiendas, destinadas a garantizar que el Cabildo, al reemplazar a Cisneros en la conduccin del gobierno, aceptara que Julin de Leiva tuviese voto decisivo en caso de discordia o de empate (esto queran, por ejemplo, Martn Rodrguez, Gerardo Esteve y Llach, Pedro Antonio Garca, Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, Manuel Belgrano, Antonio Beruti, Agustn Donado, Feliciano Antonio Chiclana, Juan Jos Viamonte, Miguel de Irigoyen y muchos otros oficiales de distintos rangos, Jos Luis de
Chorroarn, Nicols Rodrguez Pea, Juan Jos Paso, Mariano Moreno, Hiplito Vieytes y Bernardino Rivadavia, capaces de arrastrar muchos votos). Juan Jos Castelli insisti en un nuevo agregado: que la eleccin de nuevas autoridades se hiciera por el pueblo, reunido sin demora en cabildo general. Hermenegildo Aguirre estuvo solo en la postura de que el Cabildo gobernase con la asistencia de cuatro consejeros en el orden poltico (Julin de Leiva, Castelli, Paso y Moreno) y uno en el orden militar (Saavedra). Antonio Jos Escalada, canciller de la Real Audiencia, tambin se pronunci a favor de que el Cabildo asumiera el gobierno provisional, pero recomend buscar con urgencia un acuerdo con las provincias interiores para la defensa del virreinato a nombre de Fernando VII; fue uno de los pocos en sealar que no era slo en el Cabildo de Buenos Aires que haba revertido la soberana, pues lo mismo poda sostenerse en el caso de los cabildos de las capitales de provincia. El abogado de la Real Audiencia Juan Francisco Segu subray la necesidad de que se explorase "la voluntad general de los dems pueblos por el medio ms fcil" que determinara el Cabildo. El comandante de milicias regladas de infantera Miguel Azcunaga, que acept la hiptesis de la caducidad de la Junta Central espaola, opt porque el Cabildo reasumiera la autoridad soberana, pero abog por la constitucin de un nuevo gobierno mediante la convocacin de las dems provincias y gobiernos "para sentar la autoridad que las represente y las rija". Juan Nepomuceno Sol, cura rector de la parroquia de Montserrat, secundado entre otros por el comerciante Jos Santos Inchaurregui, consigui adeptos por su propuesta de que se convocara a todos los diputados del virreinato; esa posicin, como otras que acabamos de mencionar, era prxima de la de voceros peninsulares (a los que ya pareca urgente la necesidad de consultar a los estamentos del interior como posible garanta de preservar la "unidad") y nada alejada de la postura que asumi el mdico Cosme Argerich al decir que haba que constituir una junta general con diputados de
todas partes hasta que las provincias decidiesen qu sistema de gobierno deseaban adoptar4. Todo indica que en el cabildo abierto convocado el 22 de mayo prevaleci la mocin de Ruiz Huidobro, modificada por Cornelio Saavedra y otros concurrentes, en virtud de la cual el Cabildo deba asumir interinamente el poder ejecutivo hasta que hubiese nombrado una junta de gobierno, dependiente de la que legtimamente gobernase en Espaa en nombre de Fernando VII, y sujeta a la condicin de que no quedase duda de que era el pueblo el que confera la autoridad y el mando. Juan Jos Castelli que era hombre de ms luces y perspicacia poltica que Saavedra, adems de ser ms avezado conspirador que l intent infructuosamente enmendar esa formulacin de modo que quedase en claro que el Cabildo no deba ser el que determinara la forma en que se constituira la junta y que sta deba ser elegida por el pueblo reunido en nuevo congreso general. En todo caso, habida cuenta del considerable nmero de grupos que se expresaron uniendo sus pareceres a los de sus portavoces y cabecillas, pudo observarse que las opiniones e influencias estaban muy divididas, an cuando en muchos casos se entrecruzaban. Esa falta de cohesin iba a ser explotada por el Cabildo. En efecto, ste decidi el 23 de mayo no reconvocar el cabildo abierto para que sus participantes sus votos del da anterior y, a pesar de la nitidez de los resultados registrados en las actas, resolvi interpretar y combinar a su modo y conveniencia las mociones principales, y asignar a Cisneros un nuevo papel. El texto as compaginado expresaba claramente una intencin ms conservadora que conciliadora: El Cabildo, en el que tendra voto decisivo el sndico procurador Leiva, asumira provisionalmente el mando hasta entregarlo a una junta formada en la manera que el
Vase Archivo General de la Nacin: Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires serie IV, tomo IV, libro LXV (Buenos Aires, G. Kraft, 1927), pgs. 114-148.
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propio Cabildo estimase conveniente (no se evocaba siquiera la necesidad de una consulta popular); Esa junta ejercera el mando mientras se congregaran diputados de las provincias interiores para establecer la forma de gobierno que correspondiese. (Es sabido que Cisneros y sus asesores confiaban en que las provincias manifestaran su lealtad al antiguo rgimen eligiendo representantes adictos a la causa espaola, y en que el Alto Per, ya sometido despus de los levantamientos de Chuquisaca y La Paz en 1809, luchara contra la insurgencia. Por su parte, los patriotas ms determinados a conquistar la autonoma, con excepcin de Saavedra (partidario de la conciliacin con miras a una unin "nacional"), teman que, en caso de convocarse representantes de las provincias, la mayora de ellos sera impuesta por quienes ya gobernaban, sin darle voz al pueblo.) Cisneros no sera separado absolutamente, sino que asumira la presidencia de la junta. III. Constitucin de la Primera Junta de gobierno Hacia fines del da, el Cabildo recurri a otro expediente para tratar de calmar la irritacin provocada por su decisin anterior. Esta vez se trataba lisa y llanamente de constituir una junta presidida por Cisneros, compuesta de Saavedra y Castelli en premeditado gesto de transaccin dirigido a los patriotas -, el cura Juan Nepomuceno Sol que el 22 de mayo haba propuesto que la junta se constituyese con la participacin de diputados de todo el Virreinato, como deseaba Cisneros y el comerciante espaol Jos Santos Inchaurregui. Esa junta fue sometida a la autoridad del Cabildo, que de inmediato previ cmo quedaran reglamentadas sus funciones. Los regimientos criollos, aparentemente, no se dieron cuenta de que ni Saavedra ni Castelli podran actuar con autonoma, y manifestaron su conformidad. Apenas terminada la jura de los miembros de dicha junta, pudo
observarse que el pueblo, nuevamente agolpado en la playa mayor y cada vez ms enardecido, no aceptaba el arreglo y, sobre todo, rechazaba la investidura de Cisneros. El clamor agit a oficiales y soldados del regimiento de Patricios y les hizo cambiar de postura, alentados por los argumentos presentados por Mariano Moreno - a quien entonces se conoca sobre todo por su actuacin en calidad de jurista, su vinculacin con lzaga, su oposicin al Virrey Liniers, predecesor de Cisneros, y su alegato en favor de la libertad de comercio con Inglaterra, sin que nada de ello permitiera sindicarlo como revolucionario favorable a la independencia - y Feliciano Chiclana - un jurisconsulto patriota que a la sazn prestaba servicios como capitn de aquel regimiento -. Las arengas que escuch el pueblo contribuyeron a acrecentar el descontento con las autoridades. Manuel Belgrano y su crculo, desde antao partidarios de reformas ms fundamentales, estaban dispuestos a empuar las armas. En tales condiciones, Saavedra y Castelli informaron a la junta que sta no poda contar con el apoyo de las tropas ni del pueblo, y habida cuenta de esa situacin no hubo otra alternativa que la de volver a entregar el poder al Cabildo y pedirle que organizara una nueva eleccin. Entretanto, el ncleo autonomista prepar su acometida final en reuniones privadas en casa de Nicols Rodrguez Pea. All se redact una representacin escrita, suscrita por numerosos firmantes ajenos al grupo, y se confeccion la lista de candidatos que podran integrar una nueva junta. El 25 de mayo, el Cabildo, pese a nuevas tcticas dilatorias de sus miembros y asesores, tuvo que aceptar que ya no haba otra salida que ceder a la presin popular y militar en manifiesto tanto en los alrededores de la institucin como en la sala de acuerdos, en las calles y en los cuarteles -, obtener la renuncia definitiva de Cisneros, recibir y aprobar el petitorio de 409 vecinos (ms otros 1.200 cuya representacin se atribuyeron dos de los firmantes: Domingo French y Antonio Beruti), y avalar la creacin de la nueva junta con la composicin decidida por
los activistas la noche anterior (aunque pretendi instituirla bajo su control). Horas despus, Cornelio Saavedra asumi la presidencia de la Primera Junta Gubernativa junto con los miembros siguientes: Juan Jos Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcunaga, Manuel Alberti (cura rector de San Nicols), Domingo Matheu y Juan Larrea, en calidad de vocales, y Mariano Moreno y Juan Jos Paso, en calidad de secretarios. Salvo Matheu y Larrea, catalanes de origen, eran todos criollos. Se haba consumado un cambio decisivo, pero el poder no estaba en manos de un grupo homogneo y, adems, la Junta no declar rotos los vnculos con Fernando VII o sus sucesores. IV. Primeros pasos de la Junta Para no crear una impresin contraria a sus intereses y acaso con la intencin de darse tiempo para consolidar su posicin, la Junta no se opuso a que el Cabildo, la Audiencia y el virrey depuesto obraran por su cuenta, con consecuencias previsibles. Apenas transcurrida una jornada entera desde la constitucin de la Junta el 25 de mayo, cada una de las instituciones mencionadas comenz a elaborar y difundir comunicados destinados a todas las provincias. El 26 de mayo, una circular suscrita por la Junta explic los motivos e intenciones que la guiaban e invit a los cabildos de las provincias no slo a jurar lealtad a Fernando VII, sino tambin a que, valindose de la "parte principal y ms sana del vecindario" cada uno eligiera un diputado que concurriese a la capital tan pronto como fuera posible para establecer la forma de gobierno que se juzgase ms conveniente. Una expedicin militar partira de Buenos Aires para contribuir a asegurar la bondad de las elecciones, es decir, aunque no se expuso claramente, para velar porque los representantes enviados al congreso general no fueran elementos reaccionarios, para impulsar un movimiento favorable a la revolucin, y para reclutar
hombres que vinieran a engrosar las magras tropas disponibles. Pero al da siguiente, una nueva circular seal un cambio poltico importante: ya no se habl de la participacin de representantes del interior en la definicin de la forma de gobierno, sino de la incorporacin directa de los diputados a la Junta conforme al orden de su llegada a Buenos Aires. Por su parte, la Audiencia recomend actuar de modo que no se dividiese el mando y pudiera evitarse la "anarqua", mientras que Cisneros incit a que hubiera "orden, subordinacin y unin de voluntades". Esa aparente concertacin entre las viejas y nuevas autoridades fue utilizada inicialmente para apuntalar a la Junta. Sin embargo, ni Cisneros ni la Audiencia cedieron en su afn de reconquistar el poder. En junio de 1810 lleg a Buenos Aires el decreto del Consejo de Regencia espaol sobre el procedimiento de eleccin de diputados del Nuevo Mundo a las Cortes de Cdiz. La Junta decidi no reconocer la autoridad del Consejo de Regencia por las mismas razones que se haban invocado antes, es decir que los pueblos americanos no haban sido consultados ni participado en la decisin y esto bastaba para poner en tela de juicio la legitimidad del Consejo de Regencia. Sin embargo, la Audiencia de Buenos Aires, que haba jurado obediencia a la Junta bajo protesta, se apresur a acatar la autoridad del Consejo, aunque lo hizo en secreto. Si bien Buenos Aires ya senta una vocacin hegemnica frente a las provincias interiores, por influjo de la tradicin virreinal, la importancia de su puerto y de su comercio, las nfulas de su lite y la necesidad de consolidar un pas fragmentado y heterogneo, de todos modos tenan que esforzarse en conseguir apoyo seguro en esas provincias. Desde sus primeros pasos, la Junta tuvo que dedicarse, no slo a reformas indispensables, sino tambin a contener convulsiones internas y a luchar contra enemigos del exterior o movimientos poco dispuestos a unirse a Buenos Aires, a la vez que en su seno se revelaban disensiones internas entre elementos moderados y espritus jacobinos.
Por inexperimentados que fuesen los miembros de la Junta y relativamente escasos los hombres de confianza a su disposicin, todos adivinaban la presencia de enemigos capaces de asentar un duro golpe a la autonoma de las Provincias Unidas mientras sta fuera una mera frmula doctrinaria y no una realidad. El orden colonial todava persista y no iba a ser fcil reorientarlo de otra manera, no slo por el arraigo que tena, sino porque muchos residentes eran contrarios a una transformacin demasiado radical. V. A la conquista de la adhesin de las provincias Es casi seguro que los revolucionarios porteos partieron de una ptica centralista y hasta autoritaria, con base en la hegemona de hecho de Buenos Aires, sostenida por la superioridad intelectual de su lite y el considerable podero financiero que permita el control de la aduana central, y que no tuvieron suficientemente en cuenta las reacciones conservadoras arraigadas en las provincias, ni los conflictos que desde mucho antes oponan a stas a Buenos Aires, fundamentalmente por motivos de orden econmico, pero tambin por la costumbre de resistir cualquier poltica que debilitase el grado de autonoma que haban alcanzado y del que estaban orgullosas. Cabe recordar que no se puede hablar de autonomas provinciales sin admitir que sus efectos eran muy limitados. Los lmites de cada jurisdiccin podan estar fijados con cierta precisin, pero - dada la dispersin de una poblacin escasa en cada una de ellas y su concentracin en ciudades, villas y aldeas con relativamente pocos habitantes - muchas cuestiones de poltica se suscitaban slo en el mbito municipal (y casi nunca en la campaa, salvo que se tratara de vaqueras no autorizadas, de robos de ganado o de la necesidad de contener y reprimir las incursiones de los indios), en la medida en que tuviera suficiente inters el correspondiente cabildo, por lo general compuesto de personas procedentes de los crculos con mayor peso econmico y ms influencia religiosa y civil,
entre las que casi siempre eran mayora los espaoles europeos y otros elementos conservadores; adems, los cabildos solan estar en pugna con el Intendente de todo un grupo de provincias y mantenan antiguas rencillas entre s, sobre todo cuando los de las capitales provinciales tropezaban con los intereses opuestos de distritos subordinados. Todava no haban surgido conflictos relacionados con la propiedad de las tierras pblicas, sobre todo all donde poda haber yacimientos mineros, pues cada jurisdiccin crea poder disponer libremente de todo lo que hubiera dentro de sus lmites. A esto cabe agregar diferencias culturales importantes, con indudables repercusiones polticas, pues desde la poca colonial las lites de las provincias del noroeste tenan afinidades con las clases dirigentes del Alto y Bajo Per, mientras que los crculos influyentes del Paraguay y de Montevideo tradicionalmente manifestaban su aversin por toda injerencia caprichosa de Buenos Aires en sus asuntos. En lo que respecta al interior, Moreno consideraba que mientras no se hubiera logrado constituir un gobierno acatado por todas las provincias e intendencias, convena dar legitimidad a la accin de la Junta, destacar su carcter provisional, insistir en que su creacin se haba debido a razones de gran urgencia, en vista del colapso de la resistencia y de las autoridades espaolas y la amenaza francesa, y promover, mediante cambios en la administracin pblica, una transformacin poltica favorable a los intereses de los criollos. VI. Reacciones fuera de Buenos Aires Como se ver a continuacin, en las Intendencias y provincias del Virreinato no fue ni inmediata ni general la adhesin manifestada a la Junta de Mayo y a sus intenciones declaradas. Por eso, era aconsejable dedicarse a despejar rpidamente las incgnitas todava existentes acerca de la posible reaccin de los gobernantes y crculos influyentes del interior, a evaluar cabalmente la capacidad contrarrevolucionaria de los espaoles europeos, tanto en
Buenos Aires mismo como en otras partes, y a saber cul iba a ser la actitud de Montevideo y de Portugal. Desde los alzamientos de Chuquisaca y La Paz en 1809, en las fronteras septentrionales del pas actuaban tropas espaolas a las rdenes de Goyeneche y del mariscal Nieto, que haban sofocado con rigor a los insurgentes y parecan preparados a intervenir con la misma decisin en caso de que corriera hacia el Alto Per "el cncer revolucionario" incubado en Buenos Aires. En Potos se haba hecho fuerte el gobernador intendente Paula Sanz, poco dispuesto a tolerar convulsiones anti-realistas o reivindicaciones criollas. A raz de la represin, tanto las provincias interiores como Buenos Aires haban visto disminuir los ingresos provenientes del comercio altoperuano y de la salida de la plata de Potos. Adems, los regimientos de Patricios y Arribeos de Buenos Aires haban tenido que ceder buena parte de sus contingentes normales al ejrcito represor dirigido por Nieto, y sus efectivos haban disminuido en consecuencia. Las relaciones con la Junta de Montevideo no haban sido favorables desde tiempos del Virrey Liniers y era sabido que en ella predominaban los peninsulares y que en el puerto haba una flotilla espaola cuya accin poda tener consecuencias alarmantes. La Junta no tard en pedir al virrey del Per, a quien tambin transmiti la noticia de su constitucin, que enviara tropas para resistir una presunta invasin portuguesa. Casi al mismo tiempo, escribi a lord Strangford pidindole que informase a su Gobierno de la bondad de sus intenciones, que persuadiese al Portugal de mantener la paz, que Inglaterra protegiera a las Provincias Unidas tanto de la Infanta Carlota como del Consejo de Regencia, y que le suministrara armas, a lo cual Strangford contest diciendo que su pas se opondra a que Espaa, Portugal o Carlota atacaran a Buenos Aires, pero no podra proporcionar armas directamente; convena que Buenos Aires recurriera a empresas privadas britnicas para adquirir los suministros necesarios.
VII. Reconocimientos y rechazos de la autoridad de la Junta El nuevo gobierno de Buenos Aires saba que sobre l pesaban amenazas dirigidas desde el Alto Per, Montevideo y Ro de Janeiro, y que tena que ocuparse de contrarrestarlas. No poda concentrar su accin en Buenos Aires; tena que llevar la revolucin hasta los confines del antiguo Virreinato o, por lo menos, lograr la adhesin de tantas provincias del interior como se pudiera, sin olvidarse de que le convena obtener el apoyo del Paraguay y, si fuera posible, el de la Banda Oriental. En ambos casos, las fronteras no estaban a salvo de nuevas invasiones portuguesas. Las primeras provincias que proclamaron su adhesin a la Junta de Buenos Aires fueron Santa Fe, Corrientes y Entre Ros. Como se ver, fue en esta ltima provincia donde surgieron las ms grandes dificultades una vez que las ciudades de Concepcin, Gualeguay y Gualeguaych, donde haba facciones pro-espaolas, optaron por seguir la va trazada desde Buenos Aires. Pero donde menos hubo necesidad de emprender una depuracin de elementos sospechosos o descontentos fue en Santa Fe, aunque cay mal la insistencia de la Junta en designar al coronel Manuel Ruiz en calidad de teniente gobernador, a pesar de que los santafecinos preferan que asumiera ese puesto Francisco Antonio Candioti, el ms importante hacendado de la provincia. En Corrientes y Misiones, no slo haba espaoles europeos favorables al rgimen anterior, sino tambin simpatizantes del Paraguay, cuyas intenciones no se haban podido esclarecer totalmente, aunque desde antao exista con sus pobladores y dirigentes un malestar del que eran culpables ambas partes. Como en otros lugares, la finalidad perseguida por la Junta fue la de poder contar con tenientes gobernadores adictos o de confianza, como Rocamora en Misiones, que no hubo necesidad de remover, o Elas Galvn, nombrado en Corrientes para sustituir a Jos de Fondevila.
En junio, llegaron al Alto Per las noticias de lo acontecido a fines de mayo en Buenos Aires. En Charcas, el mariscal Nieto procedi de inmediato a desarmar el destacamento de Patricios de que dispona, tanto ms cuanto que los oficiales haban brindado en honor de Saavedra a manera de celebracin del acto revolucionario, y castig a las tropas porteas obligndolas a trabajar en las minas de Potos. Enseguida dispuso el destierro de los miembros de la Audiencia de Charcas, as como de reconocidos personajes opositores como Juan Antonio lvarez de Arenales - que haba comandado las milicias revolucionarias de Chuquisaca en mayo de 1809 -, Bernardo Monteagudo5 y Jaime Zudez - otros dos de los actores principales en ese levantamiento -. No tard mucho en declararse la anexin provisional de las cuatro provincias altoperuanas al Virreinato del Per, a la vez que se creaba un consejo de guerra en Lima y se tomaban medidas para concentrar refuerzos provenientes del Cuzco, Arequipa, Puno y Oruro al sur del lago Titicaca, en posiciones defensivas al borde el ro Desaguadero. 1. La contrarrevolucin en Crdoba Entretanto, en Crdoba, el gobernador intendente Gutirrez de la Concha haba iniciado desde el 30 de mayo las consultas con espaoles contrarrevolucionarios, muy deseosos de oponerse al levantamiento de Buenos Aires y de concertarse con otros centros con fines similares. En esa posicin estaban Liniers - instalado en la vieja estancia jesutica de Alta Gracia -, el obispo Orellana, Victoriano Rodrguez, Allende y otras personalidades, con excepcin del den Gregorio Funes, adicto a la Junta. Liniers, por su
Se atribuye a Monteagudo la redaccin de la proclama dirigida desde Chuquisaca a los patriotas de La Paz, en la cual, despus de recordar que los americanos haban tolerado una especie de destierro en sus propias tierras y sufrido el despotismo y la tirana de Espaa, se declaraba que ya es tiempo.. de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad, ya es tiempo de organizar un nuevo sistema de gobierno fundado en los intereses de nuestra patria, altamente deprimida por la bastarda poltica de Madrid. Vase Pensamiento poltico de la Emancipacin, op. cit., pg. 72.
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parte, haba alertado a Cisneros, varios das antes de reunirse el cabildo el 22 de mayo, de que los patriotas preparaban una insurreccin, que a su juicio mereca la pena capital para los traidores, de modo que contrariamente a lo que podan suponer en Buenos Aires quienes lo haban seguido y apoyado desde las invasiones inglesas - asumi desde un principio una actitud contrarrevolucionaria de la que no iba a retractarse pese a los ruegos que pronto le transmitieron su suegro Sarratea, Saavedra, Belgrano y otros criollos porteos, hacindose eco de la determinacin con que apenas unos aos antes haba contribuido a derrotar a los ingleses y a poner coto a las pretensiones de Elo y la junta de Montevideo . En junio, el Cabildo cordobs decidi acatar al Consejo de Regencia espaol, al que jur lealtad al mes siguiente, y colocarse bajo la autoridad del virrey de Lima y de la Audiencia de Chuquisaca, lo que la sustraa totalmente de la influencia de Buenos Aires. La contrarrevolucin ya estaba en marcha. Liniers recibi de Cisneros plenos poderes para organizar la resistencia en todo el Virreinato, obrando de acuerdo con las autoridades de Lima. Hubo repetidos intentos de concertacin con Nieto y Goyeneche, as como con Montevideo, y Gutirrez de la Concha hizo lo posible para que las dems provincias de la Intendencia de Crdoba apoyaran el movimiento y le proporcionaran recursos materiales y tropas de refuerzo, necesarios para organizar una campaa militar en el centro del pas, posiblemente sostenida desde Jujuy por tropas que bajaran de Potos y Charcas. 2. Cuyo Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja dependan del gobernador-intendente y reaccionaron de manera distinta ante las presiones tanto de Gutirrez de la Concha como de la Junta de Buenos Aires. En la primera de esas provincias exista un bando realista enrgico y armado capaz de entrar en pugna con el cabildo abierto local que reconoci a la Junta el 23 de junio. Para que se definiera la
situacin a favor o en contra de contrarrevolucionarios o patriotas hubo que esperar que se debilitara la influencia del comandante de armas en ejercicio, favorable a los realistas, que los intereses locales comenzaran a oponerse a las pretensiones de Crdoba, de la que se vio que queran independizarse, y que emisarios de la Junta pusieran en evidencia la fragilidad del movimiento lanzado por Liniers y Gutirrez de la Concha. Una vez depuesto el comandante de armas, el Cabildo mendocino no vacil en romper con Crdoba y en deshacerse de los jefes locales del bando realista y los funcionarios del antiguo rgimen, pero se mostr poco dispuesto a que la Junta de Buenos Aires interfiriera en sus asuntos y no respetase su autonoma designando un teniente gobernador sin arraigo en la provincia. Fue parecido el curso de los acontecimientos en San Juan, donde la indecisin inicial fue aprovechada por la faccin espaola hasta que se convoc un cabildo abierto; entonces, ste adopt el 7 de julio una poltica ambigua al declarar que se sujetaba a la Junta de Buenos Aires aunque no desconoca la autoridad de Gutirrez de la Concha en su calidad de Intendente de Crdoba (algo ms tarde, resolvi que prefera su autonoma a seguir dependiendo de Crdoba). En San Luis, la cuestin fue decidida con mayor rapidez, pues el Cabildo reconoci a la Junta el 14 de junio y slo hubo polmicas en torno al nombramiento de un nuevo comandante de armas. La Rioja se pleg al movimiento de Mayo desde fines de agosto, cuando ya haba fracasado la contrarrevolucin cordobesa. Pasemos revista ahora a la situacin en el resto del Virreinato del Ro de la Plata durante el perodo crucial en que hubo que pronunciarse a favor o en contra de la Junta de Buenos Aires.
3. El noroeste En la Intendencia de Salta, los futuros revolucionarios porteos haban hecho una intensa propaganda desde antes de la revolucin de mayo, gracias a la accin de Jos Moldes y a las arengas de Bernardo Monteagudo. Caba esperar un enfrentamiento entre elementos pro-realistas y patriotas, pero el gobernador-intendente Nicols Severo de Isasmendi, a pesar de que no haba disimulado sus simpatas a favor de la causa realista, obr en contra del Cabildo, con el que haba estado en pugna y en el que se expresaba un sector no desdeable de la sociedad saltea, favorable a los vnculos de todo orden con el Per. El 19 de junio las autoridades ejecutivas, judiciales y militares salteas, en su mayora, resolvieron adherir al movimiento de Buenos Aires; dos semanas ms tarde, Isasmendi, cuya renuncia se pidi, convoc un cabildo abierto que confirm la voluntad de plegarse a Buenos Aires. Fue todava ms fcil conquistar la adhesin de Jujuy, en parte debido a la accin de Diego Jos de Pueyrredn, que era su comandante de armas y jefe del escuadrn de Orn, de Juan Ignacio Gorriti y de Martn Gemes, muy activo en el valle de Humahuaca. La provincia de Tucumn, lo mismo que Santiago del Estero y Catamarca, vacil a la espera de lo que iba a ocurrir en Salta y estaba sucediendo en Crdoba, pero entre el 25 de junio y el 23 de julio las tres provincias decidieron hacer causa comn con Buenos Aires. No obstante, adems de las reticencias de carcter autonomista o por motivos vinculados a la situacin econmica, surgieron dificultades con el bando realista, pero tambin con la Junta, con motivo de las elecciones de diputados. Slo falta resear los casos de Montevideo y del Paraguay.
4. La Banda Oriental Es sabido que en la Banda Oriental eran fuertes la influencia espaola y la rivalidad y el antagonismo poltico y econmico con Buenos Aires, de modo que no puede extraar que, pese a un intento de negociacin que fue encomendado por la Junta de Buenos Aires a su secretario Juan Jos Paso, las autoridades de Montevideo decidieron desestimar el pedido de reconocimiento y de envo de un diputado que les hizo la Junta y prefirieron reconocer al Consejo de Regencia espaol a mediados de junio de 1810. En cambio, Colonia, Maldonado, Soriano, Florida y Paysand dieron su adhesin a la Junta, aunque por muy poco tiempo, pues la guarnicin naval de Montevideo (reforzada por el reingreso de la oficialidad de la flotilla naval espaola que la Junta expuls de Buenos Aires con sus embarcaciones) se asegur el control de ese puerto y de Colonia, Soriano y Maldonado. 5. El Paraguay Tambin era previsible la reaccin del Paraguay, siempre desconfiado y dscolo frente a Buenos Aires. La Junta cometi el error de confiar a Jos Espinola y Pea, nativo del Paraguay, la misin de representarla ante el Gobernador Velazco para explicar los motivos de la revolucin de mayo y solicitar la adhesin paraguaya. Espinola actu con mucha imprudencia y tan pronto lleg se malquist con la poblacin, exigiendo la adhesin del cabildo de Pilar y presentndose como si hubiera sido designado nuevo comandante de armas de la provincia, con la facultad de ordenar levas en apoyo de las tropas de Buenos Aires. En julio, Velazco presidi un cabildo abierto que reconoci y jur obediencia al Consejo de Regencia espaol, aunque decidi guardar "armoniosa correspondencia y fraternal amistad con la Junta de Buenos Aires".
VIII. Actitudes de Cisneros y de la Real Audiencia Entretanto, esa Junta decidi desembarazarse de Cisneros y de los miembros de la Real Audiencia, pues ya no caba duda de que estaban actuando a favor de los contrarrevolucionarios y que no aceptaban otra autoridad que la del Consejo de Regencia. La actitud del ex Virrey fue plenamente puesta en evidencia en el informe que fue preparando desde principios de junio y que envi al Consejo de Regencia cuando ya navegaba hacia Espaa. Segn l, era:
indispensable la necesidadde remitir sin prdida de momento por lo menos dos mil hombres de tropa, con buenos y probados oficiales, que impongan el respeto y restablezcan la subordinacin, pues con esa providencia y con el desengao de la Corte de Londres, con cuya proteccin han contado estos miserables e inexpertos faccionarios, se remediarn todos los males y quedarn asegurados estos dominios de Vuestra Majestad, que de otra suerte peligran y estn prximamente expuestos o a ser la presa de la ambicin, o a ser vctima de su propia disolucin"6.
Junta] difcilmente desistirn de un pensamiento formado por algunos desde las invasiones de los ingleses mientras la energa de vuestro Superior Gobierno no oponga por medio del temor y la fuerza una barrera a sus planes y los restituya a los deberes de verdadero vasallaje y fidelidad7
No bastaba con desterrar a Cisneros y a los oidores. Ese mismo mes, la Junta decidi desconocer su dependencia del Cabildo y resolvi destituir a los cabildantes y deportarlos a las provincias del interior. Ya en esa ocasin se vio cmo Moreno y Saavedra se enfrentaban a raz de la intencin que tuvo el primero de ellos de hacer ejecutar a los cabildantes. No se atrevi a intentar la misma operacin en el resto del antiguo virreinato, acaso porque ya saba lo que estaba pasando en Crdoba, pero a fin de mes recurri al expediente de enviar circulares amenazantes con objeto de amedrentar a los posibles contrarrevolucionarios, a la vez que volva a hablar de la necesidad de que los cabildos del interior enviaran diputados al congreso general, siempre y cuando lo hicieran despus de que la Junta hubiese tenido la oportunidad de comunicarse directamente con los pueblos. En otras palabras, tema reacciones desfavorables y probablemente ya haba comprendido que para "persuadir" al interior tendra que enviar expediciones militares. Inicialmente previstas con fines pacficos, esas expediciones iban a tener que luchar contra enemigos internos y externos en varios frentes: primero contra los contrarrevolucionarios cordobeses y, despus, en el Alto Per, el Paraguay y la Banda Oriental8.
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Captulo 12. La accin autonomista o revolucionaria en otras partes de la Amrica espaola1 _________________________________________ Los cautiverios de Carlos IV y Fernando VII, la invasin de Espaa por las tropas francesas, la resistencia popular y la creacin de la Junta Central, seguida de la formacin del Consejo de Regencia, contribuyeron a fomentar acciones autonomistas o revolucionarias en casi toda Amrica espaola2, guiadas por mviles e intereses polticos y econmicos distintos, pero impulsadas por los mismos
Este resumen no puede hacer justicia a la complejidad de las situaciones evocadas. Quienes deseen profundizar el tema podrn leer con provecho las obras mencionadas en la bibliografa principal. 2 Hago abstraccin de posesiones insulares y de territorios como las Floridas, Luisiana, Tejas y Nuevo Mxico en lo que es hoy Estados Unidos. Cuba y Puerto Rico no slo siguieron en manos espaolas, sino que sirvieron de base para expediciones punitivas y de reconquista y de refugio para peninsulares fugados de Venezuela a raz del movimiento emancipador. Ambas colonias estuvieron representadas en las Cortes espaolas. En Cuba haba prosperidad debido al desarrollo de las plantaciones de caa de azcar, la economa esclavista y las facilidades dadas al comercio, y las clases influyentes teman cualquier contagio revolucionario que llegase sea del continente o de Hait. Recordemos que la antigua isla de Hispaniola fue dividida entre espaoles y franceses con motivo del tratado de Ryswick (1697); la parte occidental fue denominada Santo Domingo por los franceses y fue en ella que se produjeron a partir de 1791 los levantamientos de los esclavos africanos que, a pesar del envo por Napolen de varias fuerzas expedicionarias para restablecer el orden y el imperio de la esclavitud, consiguieron independizar su territorio (al que denominaron Hait) bajo Toussaint L'Ouverture y Jean Jacques Dessalines. Estos dirigentes fueron sucedidos por Henri Christophe y Alexandre Ption, que crearon un reino y uns repblica por separado. Jean Pierre Boyer reemplaz a Petin en 1818; dos aos ms tarde, apenas se suicid Christophe, reuni a los pases y gobern hasta 1844 un Hait unificado, al que uni la parte oriental de la isla. En efecto, si bien Espaa haba tenido que ceder esa posesin a Francia en 1795, la recobr en 1814 en virtud del tratado de Pars (un futuro ministro de relaciones exteriores de Espaa - Garca de Len y Pizarro - propuso a fines de diciembre de 1815 la cesin a Francia de esa parte de la isla, a cambio de una flota de 18 navos con 6.000 soldados a bordo para doblegar a Mxico). En 1821 Roger ayud a los revolucionarios dominicanos a liberarse de Espaa y a reunirse con Hait en una sola repblica. Si se deja de lado a Hait, las principales colonias francesas eran Dominica, Martinica y Guadalupe (desde 1635) y la mencionada en ltimo trmino estuvo en manos de Suecia entre 1810 y 1813. Eran inglesas las islas de Jamaica (ocupada por primera vez en 1655) y Trinidad (de la que tomaron posesin en 1802), as como toda la regin de Belice (Honduras britnica) en la que los colonos comenzaron a instalarse en el siglo XVIII. Por su parte, los holandeses tuvieron en su poder las islas de Curazao, Aruba y Bonaire desde 1634, pero la primera de esas islas fue ocupada por los ingleses entre 1807 y 1813.
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acontecimientos que se sucedan en Espaa y por circunstancias locales, a veces ligadas a agitaciones y revueltas ocurridas en el siglo XVIII. A las repercusiones que tuvo en Amrica espaola la institucin de la Junta Central de gobierno en nombre de Fernando VII cabe aadir las que provocaron las pretensiones de la Infanta Carlota de Borbn, hija de Carlos IV y esposa del Prncipe Regente de Portugal y Brasil, pues ella reclam el derecho de ejercer la autoridad suprema que corresponda a su padre y hermanos, privados de libertad, y con ello abri la puerta a una sucesin de maniobras para conseguir que las colonias 3 espaolas la aceptaran como regente o reina . Con la ayuda del almirante Smith, del marqus de Casa Irujo, embajador de Espaa, y de Saturnino Rodrguez Pea (que despus de contribuir a la fuga del general Beresford se haba refugiado en Ro de Janeiro, donde viva gracias a una subvencin de los ingleses y serva de agente a Miranda), comenz a tender sus redes. Desde Ro de Janeiro, donde estaba a cargo de la misin diplomtica britnica desde julio de 1808, lord Strangford segua de cerca los acontecimientos. Se daba cuenta de las intenciones anexionistas de Portugal en lo que respecta al Virreinato del Ro de la Plata; observaba las maniobras de la Infanta Carlota y del Prncipe Regente destinadas a crear una regencia para Carlota sobre el territorio del Virreinato del Ro de la Plata; mantena relaciones con el grupo carlotista criollo de Buenos Aires, amparaba a Saturnino Rodrguez Pea, y haba intentado refrenar al almirante Sidney Smith, deseoso de apoyar por la fuerza las pretensiones de Carlota. En Buenos Aires, algunos criollos Belgrano, Castelli, Vieytes, Pueyrredn, Saavedra-, contrariamente a lo que pensaban Moreno, Paso y Nicols Rodrguez Pea, no juzgaron inoportuna la pretensin de Carlota y hasta quisieron valerse de ella para avanzar hacia la consecucin de la autonoma rioplatense. Carlota, que
Para ese entonces ya haba surgido una nueva proposicin de Miranda, formulada a Castlereagh en 1808: abogaba por la creacin de cuatro estados independientes: Mxico y Amrica Central; Venezuela, Colombia y Ecuador; Per y Chile, y el Virreinato del Ro de la Plata.
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tambin flirte separadamente con los espaoles, acab denunciando a sus corresponsales criollos para conquistarse el favor de Liniers y los realistas peninsulares. Fue Elo quien extrajo el mejor partido de la situacin, pues intercept la denuncia de la Infanta y las pruebas que encontr entre los papeles de Diego Paroissien, sindicado por ella como agente de Rodrguez Pea, y con base en ellas inici una causa contra los presuntos conspiradores. Salvo en Mxico, donde el primer estallido revolucionario se hizo eco amplio de los clamores de la poblacin indgena, las aspiraciones de las mayoras tnicas fueron desatendidas o postergadas, con el resultado de que en Venezuela, por ejemplo, los realistas pudieron contar con el apoyo de las clases bajas contra los hacendados y plantadores criollos que los explotaban o despreciaban, pero que fueron los que ms pronto se pronunciaron por la independencia. En el virreinato de Nueva Espaa haba unos seis millones de habitantes, de los cuales slo 14.000 eran peninsulares, o sea el 0,2 por ciento: el resto de la poblacin estaba constituida por indios (60 por ciento), castas mestizas y mulatas (22 por ciento) y diversas categoras de criollos (17,8 por ciento), no siempre prsperos. Es posible que en Amrica central, con su milln de habitantes, la proporcin de blancos (peninsulares y criollos) fuese menor que en Mxico. En Nueva Granada haba ms mestizos que blancos, aunque juntos representaban el 80 por ciento de la poblacin (unos 826.000 habitantes), pero en la sociedad criolla, ms nutrida que la peninsular, era notable el grado de estratificacin social, gracias al cual sobresalan los miembros de poderosas oligarquas locales. En Venezuela predominaban los negros y mulatos (casi 59 por ciento) frente a los peninsulares (1,3 por ciento) y los criollos (19 por ciento) dentro de una poblacin total del orden de 900.000 personas. En cambio, en el Per - como en Mxico - la poblacin indgena era mayoritaria (57 por ciento) y el segundo grupo tnico en orden de importancia era el de mestizos y mulatos (29 por ciento), seguido de lejos por la poblacin blanca (menos del 13 por ciento). Segn
estimaciones de Bartolom Mitre, en el Bajo y Alto Per los peninsulares representaban apenas la sptima parte de la poblacin total (dos millones de habitantes entre ambos). 1. La situacin en Chile Lo mismo que en el antiguo Virreinato del Ro de la Plata, desde fines del siglo XIX haban circulado en Chile las ideas de la Ilustracin, la independencia norteamericana y la Revolucin francesa. Surgieron muchas personalidades liberales, aparentemente fieles a los Borbones espaoles, y a la par de ellos tambin aparecieron criollos reformistas, como Jos Antonio Rojas, Juan Egaa y los Larran, o como Bernardo Riquelme, educado en Inglaterra y, desde joven, aclito de Francisco de Miranda, que pronto hered el apellido y los bienes del antiguo Virrey del Per, Ambrosio O'Higgins, de quien era hijo ilegtimo. Los criollos aspiraban a acceder a los cargos pblicos y a lograr ms autogobierno de modo que las polticas aplicadas en Chile se ajustaran ms a la realidad socioeconmica y a un ideario de libertades personales y de libre comercio; deseaban tener mayor predicamento en la conduccin de la poltica y la economa, y las divisiones entre ellos correspondan a las ideas autonomistas, monrquicas, republicanas o revolucionarias que comenzaban a guiarlos. En 1808, tras la invasin francesa y la abdicacin del rey de Espaa, asumi la gobernacin de Chile un marino de nombre Francisco Antonio Garca Carrasco que de inmediato tuvo que afrontar la agitacin provocada en Chile por aquellos hechos, as como por un escndalo ligado a un episodio de contrabando, la favorable acogida que dio a un emisario de la Infanta Carlota y las peripecias de un conflicto que lo opuso al Cabildo de Santiago y a la Real Audiencia, que tambin querellaban entre s, a raz del aprisionamiento de tres criollos de renombre, acusados de subversin. La Audiencia depuso a Garca Carrasco y nombr como su reemplazante a un viejo criollo, Mateo de Toro Zambrano, conde de la Conquista, quien de acuerdo con el
Cabildo de Santiago decidi convocar un cabildo abierto. De ese cabildo, celebrado en septiembre de 1810, surgi una junta de gobierno provisoria que, como la de Buenos Aires, prometi obediencia a Fernando VII, abri al comercio libre los puertos de Coquimbo, Valparaso y Talcahuano y no tuvo reparo en enviar 400 soldados en apoyo de las tropas del Ro de la Plata o en entablar relaciones casi diplomticas con la Junta de Buenos Aires. Sin embargo, debi afrontar el peligro de una slida presencia realista en el sur, desde Chilo hasta el golfo de Arauco. 2. Mxico La poblacin del Virreinato de la Nueva Espaa estuvo a favor de Fernando VII y en contra de Jos Bonaparte desde 1808, pero muchos notables de la capital quisieron lograr ms autonoma para el virreinato. La mayora criolla en el ayuntamiento de la ciudad de Mxico pidi al virrey Iturrigaray que asumiera la presidencia de una junta de gobierno y el virrey decidi convocar a las principales corporaciones urbanas a una reunin consultiva, lo que irrit a los peninsulares y les hizo destituir a Iturrigaray. Fueron ellos los que organizaron la eleccin de diputados a las Cortes espaolas en catorce ciudades dotadas de ayuntamientos, pero pese al xito que tuvieron al lograr que la mayora de los electos no fueran autonomistas declarados, las peticiones de autogobierno se difundieron por muchas ciudades y suscitaron en 1809 una conjuracin en Valladolid, con ramificaciones en otros lugares. Al ao siguiente debi estallar una rebelin en Quertaro (en la intendencia de Guanajuato, la menos extensa de las 16 que se extendan desde la pennsula de Campeche hasta los lmites septentrionales de California), pero al abortar all se encendi en Dolores bajo la direccin del cura Miguel Hidalgo, bajo la consigna de luchar contra el mal gobierno, es decir un lema apasionante para las masas indgenas y el campesinado, vctimas recientes de grandes sequas, hambrunas y mucho desempleo. Iba a convertirse en una insurreccin de carcter social y racial que se propag
hasta Mxico y Guadalajara, con visos de agitacin en pro de una reforma agraria, de la que sufrieron peninsulares y criollos por igual, tanto a causa de los saqueos como de las matanzas, y fren los impulsos autonomistas de las clases pudientes. El general Calleja reprimi duramente la rebelin e Hidalgo fue fusilado, pero pronto surgi en 1811 otro movimiento de alcance ms amplio y mejor organizado, dirigido por el cura Jos Mara Morelos. 3. Quito La rebelin iniciada en Quito en agosto de 1809 contra el presidente Ruiz de Castilla y la Audiencia fue dirigida por una minora aristocrtica criolla encabezada por el marqus de Selva Alegre y otros nobles quiteos, sin apoyo popular ni indgena, y su corto predominio se debi al control que los conspiradores ejercan sobre la milicia. Como en el caso de los movimientos juntistas altoperuanos que se produjeron en Chuquisaca y La Paz, la principal fuerza realista utilizada para sofocar la subversin fue enviada por el virrey Abascal, pero cont con el apoyo de otras tropas que marcharon sobre Quito desde Guayaquil, Cuenca y Bogot; la junta presidida por Selva Alegre tuvo que rendirse a fines de octubre. Un ao despus, durante la ocupacin limea de esa parte del virreinato de Nueva Granada, un nuevo grupo de revolucionarios, esta vez de bases ms amplias, volvi a alzarse con algo ms de xito; el comisario regio Montfar propici la creacin de la Junta Superior de Gobierno sujeta al Consejo de Regencia, pero independiente de Lima y Bogot. Esa Junta no logr la adhesin de las ciudades de Cuenca, Popayn, Pasto y Guayaquil. Las tres ltimas fueron doblegadas por la fuerza. Cuenca constituy por separado otro gobierno leal al Consejo de Regencia.
4. Colombia Desde 1808, y por motivos similares a los que agitaban a la opinin influyente en los dems pases hispanoamericanos, con excepcin de Cuba, Puerto Rico y Per, comenzaron a observarse inconfundibles manifestaciones de efervescencia en diversos crculos criollos. En los ms conservadores se temi que la Audiencia persuadiera al virrey Amar y Borbn de que haba que acatar a Jos Bonaparte en caso de que toda Espaa cayera en manos francesas, con la consecuencia de que pudieran arraigarse en Nueva Granada ideas revolucionarias contrarias a los intereses de los grandes comerciantes, hacendados, terratenientes y mineros criollos, y por eso presionaron desde los cabildos, donde estaban ampliamente representados, a favor de que se constituyera una junta de gobierno neogranadina compuesta de capitulares y notables de su grupo, pues queran asegurarse de afianzar su propio poder y poco les importaba entonces la situacin de criollos menos privilegiados y mucho menos la de mestizos, indios o negros, sospechosos de nostalgias "comuneras", reivindicaciones agrarias o rebeldas contra la esclavitud y sus secuelas sociales. La posicin de Manuel Nario - el mismo que haba traducido y divulgado la Declaracin francesa de los derechos del hombre y ya haba pasado aos en la crcel como castigo por su influencia - era diametralmente opuesta a la de la oligarqua criolla, a pesar de que tena lazos de sangre con ella, pues desconfiaba de golpes palaciegos y cabildeos entre notables y prefera lanzar un levantamiento popular fuera de Bogot, marchar sobre la capital y lograr que fuera el pueblo y no el patriciado criollo el que decidiera quien haba de gobernar. Pero en 1809 fue encarcelado nuevamente. En 1810 se acentuaron los conflictos que tuvieron distintos grupos de criollos con las autoridades virreinales, azuzadas por la Audiencia y apoyadas por funcionarios, comerciantes y militares peninsulares. En general, los
criollos con ms predicamento quisieron sacar partido de las buenas disposiciones del Consejo de Regencia espaol hacia ellos, destinadas a evitar cualquier desintegracin del imperio, para conseguir reformas y ventajas, pero pronto pudo observarse una honda divisin entre las oligarquas en posicin econmica y poltica dominante y otros grupos. A grandes rasgos, esa divisin tuvo lugar entre partidarios de afianzar el podero de esas oligarquas locales dndoles sitio preponderante, a partir de los cabildos que ya dominaban, en juntas de gobierno comprometidas a mantener en pie los lazos con Espaa, y partidarios de quitar poder a los grupos oligrquicos, dar ms voz a las dems clases sociales y encaminar la cuestin del gobierno propio hacia la consecucin de la independencia. Unos fueron "autonomistas" interesados en promover sus propios intereses y los otros fueron "nacionalistas" deseosos de forjar la unidad territorial y ejecutiva neogranadina sin perpetuar desigualdades preexistentes; estas tendencias, encarnadas por los dirigentes ms conspicuos de cada faccin, es decir Camilo Torres4 y Antonio Nario, dieron origen a soluciones "federalistas".o "centralistas", respectivamente. Entre mayo y septiembre de 1810, la oligarqua bogotana, consciente de que el virrey Amar y Borbn y la Audiencia deseaba contenerla por la fuerza, intent lograr dos objetivos consecutivos: primero anunci la formacin de una junta de gobierno elegida por ella misma con el concurso del cabildo y, cuando esa medida no cuaj debido a la resistencia de un movimiento popular hostil a la constitucin de una junta de esa ndole, convino con el virrey la denegacin del cabildo abierto que peda el pueblo movilizado por Carbonell. A raz de esas connivencias, el 21 de julio fue constituida una Junta Suprema compuesta de notables y presidida por el virrey; pocos das ms tarde, la junta decidi que no se subordinara al Consejo de
Conocido desde 1809 como el autor de un Memorial de agravios, redactado a pedido del Cabildo de Bogot, que pensaba elevarlo a la Junta Central espaola para reclamar la igualdad entre espaoles y criollos en las Cortes y en Nueva Granada y obtener que los voceros de la oligarqua nativa dominaran gobiernos locales sujetos a Fernando VII.
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Regencia, con lo que puso fin al mandato del virrey. El pueblo, mucho mejor organizado gracias a la accin de Carbonell y la Junta Popular, coordinadora de muchos grupos creados en los barrios, exigi el encarcelamiento de Amar y Borbn y su esposa, a lo que accedi el gobierno, aunque en seguida instig y organiz con objeto de liberarlos un acto protegido por las tropas de modo que slo pudieran asistir a l los patricios y otros partidarios del virrey. El paso siguiente fue encarcelar a elementos sediciosos como Carbonell, a raz de lo cual pudo imponer una calma relativa en la ciudad. La Junta Suprema quiso gobernar a su gusto y gana. Desde su constitucin, haba decidido crear una asociacin federativa de 22 provincias (tal como haban existido hasta el 20 de julio de 1810, bajo predominio oligrquico), cada una con el goce de una soberana completa (hasta el punto de que se admiti que unas acataran al Consejo de Regencia y otras no), bajo la direccin de sendas juntas de notables con finalidades y orientaciones similares. Pero adems de que en la periferia no se deseaba que Bogot fuera el centro del poder, no exista una cohesin suficiente entre distintos grupos provinciales, pues variaban sus aspiraciones y preocupaciones prioritarias, ni se previ la serie de secesiones que iban a producirse dentro de algunas provincias para romper el pretendido frente comn "federaticio". A raz de la poltica que quiso instaurar el gobierno central, destinada a realzar el podero econmico de la oligarqua mediante la supresin de las garantas y la proteccin de que gozaban los resguardos indgenas, la regin densamente india de Sogamoso se separ de la provincia de Tunja; por motivos similares de afirmacin de autonoma, Mompx se deslig de Cartagena, sta sigui separada de Cundinamarca, varios pueblos y ciudades del Cauca, entre ellos Cali, rompieron su dependencia de Popayn, y Socorro y otras ciudades y subregiones tambin optaron por desprenderse de las provincias madres. Adems, la junta pareci olvidar que estaba en guerra con los espaoles, que los simpatizantes y funcionarios del antiguo rgimen dominaban todava en Santa Marta,
Popayn, Pasto y el Choc -donde anunciaron que seran libres todos los esclavos dispuestos a pelear a favor del rey-, y que era ms urgente defenderse de ellos que fomentar las discordias que degeneraran en una guerra civil. Entretanto, Nario haba vuelto de su prisin, lo mismo que Carbonell, y su prdica periodstica, unida a su accin personal al frente del movimiento popular, contribuy a que la Junta tambin tuviera que enfrentarse al congreso convocado por ella, sobre todo porque ste acept delegados "secesionistas" en lugar de reconocer slo a los representantes de las provincias dominadas por la oligarqua. Pronto hubo dos congresos, pues la Junta hizo elegir otro con las caractersticas que deseaba preservar, mientras que el primero sesionaba bajo la intimidacin, presionado por un ejrcito en el que la Junta haba repuesto a los oficiales realistas. No obstante, la accin de masas liderada por Nario provoc la cada, el 19 de septiembre de 1811, del gobierno dirigido por Jorge Tadeo Lozano, llevado al poder por los "patricios". Nario acept la presidencia a condicin de que se abrogara la constitucin redactada por Lozano, en la que se haba retenido el principio de una monarqua constitucional, postulado la reconciliacin con Espaa y restringido el derecho de voto en desmedro de los colombianos sin bienes propios. Hubo entonces una repblica independiente en Cundinamarca (con centro en Bogot), que Nario debi transformar en dictadura en vista de la reaccin de una fronda oligrquica, la defeccin de tropas y oficiales al bando de Camilo Torres y la presin ejercida por el congreso y los gobiernos locales adictos a ste, que dirigi su propia federacin desde Tunja. Adems, Cartagena sigui apartada de las dos grandes facciones principales. Fue inevitable que los realistas aprovecharan las disensiones y la guerra civil entre centralistas y federalistas para afianzar su posicin en el valle inferior del ro Magdalena y en la costa nororiental, aislar a Cartagena y establecer regmenes de terror en Pasto y Popayn. Nario, que dirigi una expedicin militar contra estas dos
ciudades, venci en la batalla de Juanamb, pero poco despus fue derrotado, capturado y enviado preso a Espaa. A esas alturas, Venezuela estaba en plena lucha por la independencia y sus jefes militares ya aspiraban a conseguir apoyo en Nueva Granada, con los trastornos y el xito a largo plazo que ya se ver. 5. Venezuela En Venezuela, la clase dominante criolla pidi que se creara una junta independiente ya en julio de 1808. El capitn general Emparn acept hacer algunas concesiones y autoriz el comercio con los ingleses, pero como se neg a colaborar en la creacin de una junta autnoma, fue depuesto por los notables activos dentro y fuera del cabildo de Caracas. As se form la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, independiente del Consejo de Regencia, en la que predominaron los representantes conservadores. Debido a la oposicin de stos, que le reprochaban vnculos traicioneros con los ingleses, Miranda no pudo regresar a su pas de inmediato; slo pudo hacerlo en diciembre de 1810 gracias a la intervencin de Simn Bolvar5 y la Sociedad Patritica,
Bolvar era un rico criollo caraqueo nacido en 1783, descendiente de muy antiguos colonos de ascendencia vasca, navarra y andaluza, y heredero de muchas haciendas repletas de ganado, plantaciones de cacao y caa de azcar, una refinera de ron, cultivos de ndigo, minas y muchas propiedades inmobiliarias en Caracas y La Guaira (iba empobrecerse a raz de la confiscacin de sus bienes durante las luchas revolucionarias). Hurfano desde nio, creci con un abuelo y un to, que lo hizo educar por Andrs Bello y Simn Rodrguez y desde temprano fue gran lector de Rousseau y luego de Montesquieu, Voltaire, Locke, Hobbes, Spinoza y de Pradt. Contrajo matrimonio muy joven con una hija del marqus del Toro a quien conoci en Madrid a raz de su primer viaje a Europa en 1799; ella falleci en 1802. Volvi a Venezuela en 1806, despus de un segundo viaje que lo llev a Francia, Italia y Estados Unidos, decidido a luchar por la independencia de Venezuela y las ideas republicanas. Haba conocido el ambiente de las cortes en la poca de Godoy y bajo el imperio napolenico y prefiri la repblica. Salvo su breve adiestramiento en la Milicia de Aragua, fundada por su padre, nada pareca destinarlo a una carrera militar, ni tampoco a un primer rango poltico, pero durante una obstinada lucha por la independencia iba a revelar cualidades de estratega, talentos de conductor y movilizador y habilidad para sortear obstculos y deshacer facciones, conspiraciones y cabildeos. Conspir contra Emparn y durante una misin en Londres en 1810 conoci a Miranda y a Wellesley y trat de convencer a ste de que Gran Bretaa deba contribuir a la emancipacin venezolana sin exigir
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que combinaba sus funciones de fomento agrcolaganadero con la agitacin en pro de la independencia. La Junta de Caracas tuvo que enfrentarse al bloqueo por navos realistas procedentes de Cuba y Puerto Rico, decididos a obligar a la Junta a acatar al Consejo de Regencia, las Cortes de Cdiz y un nuevo capitn general. Tambin tuvo que hacer frente a la disidencia de Coro, Maracaibo, Valencia y Guayana, que acataron al Consejo de Regencia. Las tropas caraqueas tomaron Mrida y Trujillo y lograron cortar las comunicaciones entre Coro y Maracaibo, pero el marqus del Toro sufri una derrota frente a Coro. Miranda comenz su ascenso hacia la comandancia de todo el ejrcito despus de encabezar una expedicin punitiva contra Valencia, controlada por criollos pro-realistas. 6. Alto Per Como ya recordamos, en mayo y julio de 1809 se produjeron alzamientos en Charcas y La Paz. En efecto, las antiguas disensiones y el conflicto entre las diversas autoridades espaolas del Alto Per culminaron a raz de la llegada de Jos Manuel de Goyeneche en su calidad de comisionado de la Junta de Sevilla, cuyos poderes no quiso reconocer la mayora de los oidores de la Audiencia de Charcas, sumamente molesta adems debido a que Goyeneche trajo de Ro de Janeiro el ofrecimiento de un protectorado portugus. Goyeneche era intrigante y ambicioso y provoc mucha confusin con sus actitudes unas veces teidas de extremo rigor realista y otras de veleidades de tipo bonapartista, carlotista o juntista Por otra parte, la Junta Central de Sevilla pareca dispuesta a reconstituir el virreinato del Per tal como haba existido antes de 1776 y ello hubiera significado para el Alto Per una nueva sumisin al podero econmico y poltico de
que sus compatriotas reconocieran al Consejo de Regencia o buscasen la reconciliacin con Espaa. Entre l y Miranda nunca hubo pleno acuerdo. Vase Gerhard Masur: Simon Bolivar (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1948).
Lima y, para Buenos Aires, la disgregacin del virreinato del que era cabeza y la prdida de las remesas altoperuanas. La lucha interna dentro de la Audiencia dur poco, pues su Presidente, Garca Pizarro, fue obligado a renunciar, y se cre una junta de gobierno que iba a intentar gobernar en nombre de Fernando VII, es decir segn el modelo propiciado por Elo en Montevideo. Fue Pedro Domingo Murillo quien encabez la rebelin en La Paz, distinta de la de la Charcas, pues a pesar de que tambin la dirigieron criollos y mestizos en alianza con grupos mercantiles como en Charcas, su estilo fue menos burocrtico dentro de la lite dirigente y fue ms propensa a dar un impulso revolucionario mediante una Junta independiente del poder espaol. Goyeneche, siguiendo instrucciones del virrey del Per Abascal-, puso trmino salvajemente al levantamiento de La Paz, mientras Vicente Nieto, por orden de Cisneros, haca lo mismo en Charcas con tropas de los regimientos formados en Buenos Aires despus de las invasiones inglesas.
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