001 - Capítulo 1 - La Predestinación

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La Predestinación 1

EL Anotaciones

PLAN DE SALVACION DEL EVANGELIO


CAPÍTULO I.

LA PREDESTINACIÓN

¿Está usted «alejado de la ciudadanía de Israel y ajeno a los pactos de la


promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo»? Si es así, nos proponemos
ayudarle a llegar al conocimiento de sus obligaciones, para que usted pueda
convertirse en ciudadano del gobierno de Dios sobre la tierra -hijo de la familia de
Dios- miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia - para que usted pueda escapar del
castigo de la condenación, y a asegurarse por usted mismo del favor de Dios y de la
felicidad eterna del cielo. Pero mientras que nuestro objeto primario es beneficiar al
forastero, es esperado que una lectura cuidadosa de nuestro libro será interesante
y provechoso para los bebés en Cristo. Ellos no deberían considerarse a sí mismos
como plenamente crecidos al nacer, y por lo tanto cesar en sus investigaciones;
sino que ellos deberían desear y alimentarse de la leche sincera de la Palabra,
para que ellos puedan crecer a la estatura de los hombres y mujeres plenamente
desarrollados en el reino y en la paciencia de Jesucristo. El conocimiento es uno
de los compañeros de la fe:

«Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid


a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento». 2 Pedro 1:5. «Por esto,
yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las
sepáis, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad
presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el
despertaros con amonestación». Vers. 12-13.

Pero antes de que procedamos a considerar por las condiciones sobre las que
los forasteros pueden asegurarse del favor de nuestro Padre Celestial, pudiera
ser bueno informarse sí, hay o no alguna cosa que ellos puedan hacer que sea
conveniente para este fin. Hay doctrinas sobresalientes enseñadas por aquellos por
cuyo aprendizaje y piedad tenemos el más profundo respeto, el cual, si es verdad,
suministra totalmente lo innecesario, al parecer para nosotros, para gastar tiempo
o labor en la instrucción del pecador con respecto a su obligación ya sea para con
Dios o el hombre.

Para que podamos colocar estas doctrinas adecuadamente delante de la mente del
lector, sin alguna probabilidad razonable de mala representación de ellas, pedimos
permiso para hacer unas pocas citaciones de la fuente de donde ellas fluyen.

«Dios, desde la eternidad, hizo, por medio del más sabio y santo consejo de
Su propia voluntad, el orden libre e incambiable de cualquier cosa que vaya a
pasar». Confesión de Fe Presbiteriana (Presbyterian Confession of Faith), Cap.
III, sec. 1. A la misma implicación tenemos la respuesta a la Pregunta 12 (Larger
Cathecism), como sigue: «Los decretos de Dios son los hechos sabios, libres, y
santos del consejo de su voluntad, por lo cual, desde toda la eternidad, él ha, por
medio de su propia gloria, predestinado incambiablemente cualquier cosa que
vaya a pasar, especialmente concerniente a los ángeles y hombres».

Ahora, si la doctrina aquí expuesta es verdad, pensamos que es imposible para


el hombre desviarse. Cualquier cosa que él haga, está en congruencia con y traída
alrededor por el decreto o la predestinación de Dios, y por lo tanto no puede estar
equivocada. Si él hace cualquier cosa - no importa que - sea buena o mala - Si
2 La Predestinación
Dios ha prescrito toda cosa. Él ha prescrito esa cosa. Si acontece que un hombre
Anotaciones miente, Dios no únicamente prescribió que él debería mentir, sino que Él lo había
prescrito incambiablemente. Si acontece que un hombre mata a su vecino, Dios
había incambiablemente prescrito eso, también. Aconteció que Caín mató a su
hermano: ¿por qué, entonces, Dios puso una maldición sobre él por eso? Esto no
fue únicamente en conformidad con el más sabio y santo consejo de Su voluntad,
sino que él había libre e prescrito incambiablemente que Caín debería hacer la
cosa consumada por la cual ¡¡¡le maldijo!!! ¿Puede un hombre sano de mente
creer esto? Dios ha dicho:

«No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás


contra tu prójimo falso testimonio». Éxodo 20:13-16.

Del mismo modo como Dios plenamente ha prohibido cosas que acontecen,
no puede ser verdad que Dios incambiablemente las haya prescrito. Que Dios
incambiablemente prescribiera que una cierta cosa debería suceder, y al mismo
tiempo positivamente prohibirla, es una inconsistencia enteramente incompatible
con Su carácter divino, especialmente cuando añadimos esto al pensamiento de
que Él amenaza al culpable con castigo perpetuo. Ciertamente Él, cuyas leyes
siempre llevan la marca de esa justicia infinita, bondad, amor y misericordia que
caracterizan a su Autor, no debería castigar a Su hombre criatura dependiente en las
brutales llamas de un inflamable infierno por hacer eso que Él incambiablemente
había prescrito que debería hacer:

«Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas


las obras». Salmo 145:9.

«Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas


sus obras». Ver. 17.

Por lo tanto, cuando el asesino mancha sus manos con la sangre de su compañero,
él no puede recibir protección bajo la doctrina del credo por medio de decir que
Dios, en la prescripción de toda cosa que va a suceder, ordenó que él debería matar
a su vecino, y de esta manera evitar la responsabilidad del acto y el castigo debido
a su crimen. Es verdad que los hacedores del credo desconocen (o rechazan) las
consecuencias de la doctrina, diciendo, «Con todo así de este modo ni Dios es el
autor del pecado»; pero ellos han faltado en mostrarnos cómo su carácter puede
ser defendido (o justificado) de un cargo tal en armonía con una doctrina tal; y
somos incapaces de ver cómo Dios no es el autor de lo que Él incambiablemente
ha prescrito que ocurriera. ¿Si Él incambiablemente ha prescrito toda cosa que
sucede, entonces cómo puede el hombre cambiar la incambiable prescripción de
Dios? y si él no puede cambiarlo, ciertamente imputación de culpa puede adherirse
a él por cualquier cosa que él haga. Si Dios incambiablemente prescribió que
un cierto hombre, en un cierto día, debería hacer cierta cosa, entonces no hay
ningún poder dejado a ningún hombre para hacer la cosa; para él evitar hacer eso,
él debería haber cambiado el decreto incambiable de Dios, y por lo tanto, tener
más poder para cambiar lo que Dios había obligado. ¿Está alguno preparado para
asumir una posición tal como ésta? El lector se complacerá en notar lo extenso de
la doctrina en controversia. No es que Dios desde toda la eternidad ha prescrito,
sino que Él ha prescrito incambiablemente; no algunas cosas, sino cualquier cosa
que vaya a suceder - toda cosa. Ciertamente, las prescripciones o decretos de Dios
son quebrantados todos los días. Él ha prescrito que los hombres no maten, aún
así ellos los matan. Él ha prescrito que ellos no hurten, aún así ellos hurtan. Él
ha prescrito que ellos no hablen contra su prójimo falso testimonio, aún así ellos
juran falsamente todos los días. Dios no obliga a ningún hombre a guardar sus
ordenanzas, pero enviará sobre él el merecido castigo si él no los guarda. Pablo
nos dice que,

«... no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios
han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo
establecido por Dios resiste, y los que resisten, acarrean condenación
La Predestinación 3
para sí mismos». Romanos 13:1-2.
Anotaciones
¿Cómo puede alguno con buen éxito resistir a lo que Dios incambiablemente
ha prescrito? Dios dijo,

«...De aquí a cuarenta días Nínive será destruida». Jonás 3:4.

Aquí estaba un decreto o prescripción positiva de Dios que se hizo y no ocurrió,


porque «Vio, Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se
arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo». Ver. 10. ¿Era éste
un decreto cambiable? Dios dijo a Ezequías,

«...Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás». 2 Reyes 20:1.

Aquí está, otra ordenanza positiva la cual fue cambiada, porque Ezequías volvió
su rostro a la pared y oró, después de lo cual Dios dijo a él:

«... Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te


sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días
quince años...»., Ver. 5-6.

Aquí estaba un decreto concerniente a la muerte de Ezequías, el cual fue


cambiado, y su vida fue prolongada quince años más, y el cambio se produjo por
medio de sus oraciones y lágrimas.

Cuando David fue a Keila él inquirió al Señor, diciendo:

«...¿descenderá Saúl, como ha oído tu siervo? Jehová Dios de Israel,


te ruego que lo declares a tu siervo. Y dijo Jehová: Sí, descenderá.
Dijo luego David: ¿Me entregarán los vecinos de Keila a mí y a mis
hombres en manos de Saúl? Y Jehová respondió: Os entregarán. David
entonces se levantó con sus hombres, que eran como seiscientos, y
salieron de Keila, y anduvieron de un lugar a otro. Y vino a Saúl la
nueva de que David se había escapado de Keila, y desistió de salir».
1 Samuel 23:11-13.

Cuando David salió de Keila, Saúl se volvió de su persecución en la dirección de


la huida de David, y no fue a Keila del todo. Dios ha decretado, desde la eternidad
cualquier cosa por suceder, se nos ocurre que Él debería haberle respondido a David
diferentemente; quizás algo del siguiente estilo: «No, David, Saúl no vendrá a Keila,
ni los hombres de Keila te entregarán en sus manos, porque yo incambiablemente
prescribí que tú saldrías de Keila, y que Saúl volvería su persecución en la
dirección en que tú fueras». Esto fue lo que sucedió, y Dios ciertamente no le dijo
a David que lo que él había predestinado es falso. David había permanecido en
Keila, Saúl habría de ir allí, en consecuencia las circunstancias, y no los decretos
inalterables, controlaron este evento, aún como lo hacen la mayoría de los otros.
Otros ejemplos podrían ser dados, pero estos son suficientes para mostrar que Dios
ha emitido decretos que nunca han acontecido, ni nunca acontecerán. Ahora, si esto
es verdad de que Dios predestinó toda cosa que acontece, entonces se sigue que
Él predestinó la reformación de los Ninivitas, la oración de Ezequías, y la huida
de David de Keila; en consecuencia cuando Él dijo, «...De aquí a cuarenta días
Nínive será destruida», Él había predestinado, antes que empezase ese momento,
que ella no sería destruida. Cuando Él le dijo a Ezequías que colocara su casa en
orden, porque él moriría y no viviría, Él había predestinado que él viviría quince
años más. Y cuando Él le dijo a David que Saúl vendría a Keila, y que los hombres
de Keila lo entregarían a él y a sus hombres a Saúl, no le estaba diciendo a él que
los eventos sucederían los cuales Él incambiablemente había ordenado para ser
de otra manera? Una teoría como tal está para ser armonizada con la palabra del
Señor, no lo sabemos.

Por la boca de su profeta, el Señor dijo [Jeremías 18:7-10]:


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«En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para
Anotaciones arrancar, y derribar y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de
su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había
pensado hacerles, y en instante hablaré de la gente y del reino, para
edificar y para plantar. Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no
oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerle».

Aquí vemos la misma ley establecida como a las naciones que hemos visto,
aplicadas a ciudades y a individuos. Si ellos, habiendo hecho lo malo, se volvían de
lo malo, entonces Dios proponía volverse de la maldad que Él propuso hacerles; al
contrario, si ellos persistían en la desobediencia, ellos sufrirían las consecuencias,
aún el exterminio. En consecuencia, las circunstancias siempre han variado el trato
de Dios con los hombres.

Otra vez:

«Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra,


y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho
hombre en la tierra, y le dolió en su corazón». Génesis 6:5-6.

Ahora, si Dios predestinó toda cosa que acontece, Él predestinó todas las cosas
que los antediluvianos hicieron: ¿por qué, entonces, debería Él apesadumbrarse
sobre la maldad de ellos, cuando todo acto era sino la consumación de Su
propio decreto inalterable y eterno? Realmente, esto debería parecer como Dios
apesadumbrándose sobre Su propia ignorancia (o disparate).

El Señor dijo que los hijos de Judá habían –

«Edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de
Hinom, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no
les mandé, ni subió en mi corazón». Jeremías 7:31.

«Y edificaron lugares altos a Baal, para quemar con fuego a sus hijos
en holocaustos al mismo Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me
vino al pensamiento». Jeremías 19:5.

Si Dios predestinó toda cosa, Él predestinó estas cosas, porque ellas sucedieron;
sin embargo Él dice que no se lo mandó a ellos, ni se los habló, ni le vino al
pensamiento. ¿Los defensores de la doctrina por favor iluminen al mundo en cuanto
a cómo predestinó Dios cosas que nunca entraron en Su pensamiento? Pero no
presionaremos más el argumento. Si la doctrina es verdad, la teoría completa de
pecado, responsabilidad, recompensa, y castigo, en armonía con la justicia y la
misericordia, es para nosotros enteramente incomprensible. Todo acto del hombre
es sino el llevar a cabo los inalterables propósitos de Jehová; y cuando Él da a un
hombre una ley, Él lo hace expresamente para que él pueda violarla, así como para
proveer un pretexto para el castigo previamente ordenado para él. Tome el pecado
de Adán como un ejemplo: Dios lo hizo y colocó bajo ley. Sucede que él violó esta
ley. Él comió del fruto del cual Dios mandó no comer. Si Dios predestinó cualquier
cosa que acontezca, entonces por su puesto Él predestinó que él lo comiera. En
consecuencia Adán estaba en una tensión entre la ley y la ordenación incambiable
o decreto. Sucede que él comió, por lo tanto Él ordenó que él comiera. La ley
dijo que él no debería comer. Uno o el otro debe ser quebrantado. Él debe comer,
y violar la ley; o no comer, y cambiar el incambiable decreto de Dios. Esto era
imposible: en consecuencia comer y violar la ley era una necesidad; y ¡aún así
Dios debería castigarle por eso! ¡Ciertamente, una teoría tal es una guerra con
la Biblia - con toda razón y sentido común - también como un reproche sobre el
carácter de nuestro Padre Celestial. Los hombres capacitados e inteligentes lo han
enseñado, los hombres buenos y verdaderos lo creen; por lo tanto debemos tratarla
respetuosamente, además examinarla clara, paciente, y enteramente.

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