Articulo Documentoscopia y Semiologia Luis G Velasquez Posada
Articulo Documentoscopia y Semiologia Luis G Velasquez Posada
Articulo Documentoscopia y Semiologia Luis G Velasquez Posada
Documentoscopia y
semiología documental
Luis Gonzalo Velásquez Posada
Aunque el fraude documental, lo reiteran todos los investigadores, es tan antiguo como
la escritura, los estudios científicos sobre el particular sólo empezaron a realizarse en
tiempos relativamente recientes. Abundan en todas las épocas evidencias de la
preocupación de los gobernantes por el asunto y disposiciones legales encaminadas a
prevenir y sancionar el ilícito, pero es corta y no precisamente gloriosa, la historia de esta
singular vertiente de la labor pericial. Con excepción de un puñado de trabajos aparecidos
durante los siglos XVII y XVIII, hasta hace poco más de una centuria sólo referencias
superficiales y empíricas recomendaciones se habían publicado sobre el reconocimiento
pericial de los documentos.
En el siglo XIX se dieron pasos importantes en el proceso de consolidación de esta
nueva esta rama del saber, pero sólo hacia 1929, a nuestro juicio, se inicia el apuntalamiento
definitivo de la misma. La carencia de expertos en la actividad obligó a dejar el examen de
los escritos sospechosos, durante mucho tiempo, en manos de profesionales de otras áreas,
como los maestros de escuela, los calígrafos o escribanos, los archiveros bibliotecarios y los
grafólogos. Como era de esperar, la improvisación de los peritos condujo a lamentables y
por demás conocidos desaciertos.
1 Serrano García, Pedro, “Grafística. Manual de documentoscopia o examen y peritaje de documentos'”, Imprenta de Justo López,
Madrid, s.f., pág. 432.
2 Barberá, Francisco Antón - De Luis y Turégano, Juan Vicente, “Manual de técnica policial”, Ed. Tirant Lo Blanch,
Valencia, 1991, pág.195 y “Policía Científica”, Tomo II, 3ª. ed., Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 1998, pág. 1.467.
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3 Del Picchia José (Hijo) - Del Picchia, Celso M. R., Tratado de Documentoscopia. La falsedad Documental, 2ª. ed., Ed. La Rocca,
Buenos Aires, 1993, Trd. Julia Elena de La Peña, págs. 35 y 55.
4 Parra Qujjano, Jairo, “Tratado de la prueba judicial”, Tomo III, Ed. Librería del Profesional, Bogotá, 1987, pág. 3.
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5Toledano Toledano, Jesús R., Introducción a la documentoscopia, en Boletín de la Agrupación de Grafoanalistas Consultivos
de España, No. 22, Barcelona, 1999, págs. 13-14.
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fortiori, con eventos de carácter delictivo. Es que no toda variable documental6 comporta
falsedad y no toda falsedad es constitutiva de delito.
Distinguir un intaglio de una impresión litográfica, diferenciar dos hojas de papel
aparentemente iguales, identificar el autor de un escrito, la tinta utilizada en la confección
de un trazo o las características de una erradicación, por ejemplo, son tareas “neutras”, que
no presuponen necesariamente la comisión de un fraude. La documentología no es, pues,
una vertiente más de las ciencias del crimen, como tampoco lo son la química, la física y la
toxicología —para citar sólo algunos ejemplos— especialidades de las que aquellas también
se sirven, y en gran manera, en sus pesquisas y comprobaciones. Todas las ciencias, artes y
oficios pueden auxiliar la investigación penal en un momento dado, sin que por ello se
transformen en simples secciones de la criminalística, ni en meros capítulos o
ramificaciones de la “policiología”.
6 Variables documentales son las modificaciones experimentadas por los elementos constitutivos del escrito, las diferentes
situaciones que con ellos se pueden presentar: Omisión, ocultación, ficción o sustitución de autor; elaboración total o
integral del documento o falsedad ex novo, alteración, destrucción, etc.
7 Algunas legislaciones han adoptado definiciones que se aproximan bastante a esta amplia concepción. Conforme al art.
26 del C. Penal español de 1995, por ejemplo, debe considerarse como documento “Todo soporte material que exprese o
incorpore datos, hechos o narraciones con eficacia probatoria o cualquier otro tipo de relevancia jurídica”. El C. Penal colombiano vigente
(Ley 599 de 2000) dispone que “Para los efectos de la ley penal es documento toda expresión de persona conocida o conocible recogida por
escrito o por cualquier medio mecánico o técnicamente impreso, soporte material que exprese o incorpore datos o hechos, que tengan capacidad
probatoria”.
8 Arenas Salazar, Jorge, “Delito de falsedad”, Ed. Doctrina y ley, Santafé de Bogotá, D.C., 1993, pág. 253.
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dictaminar si son “accidentales” o intencionales, si constituyen, o no, rastros de una escritura anterior, eliminada por
medios físicos o químicos, y similares.
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“trasciende la simple materialidad del rasgo”12. Pertenecen a este grupo los recorders trazados
por velocímetros, tacómetros, electrocardiógrafos, electroencefalógrafos e instrumentos
similares.
El objeto material de la documentología es, pues, el documento escrito, vale decir, el
contentivo de un mensaje inscrito a través de signos escriturarios 13 o de figuras y elementos
gráficos de carácter alegórico o representativo.
12 Véase, sobre estos tópicos, Romero Soto, Luis Enrique, “La falsedad documental”, 3ª. ed., Ed. Carvajal S.A., Bogotá, 1982,
págs. 48 y ss.
13 Entendiendo por tales las señales o marcas de formas convencionales, realizadas sobre superficies idóneas,
comienzos del siglo XII. El mismo origen cabe atribuir, desde luego, a la locución semiótica, que designa la teoría general
de los signos y específicamente el estudio sistemático de las formas no semánticas de comunicación.
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Así como hay una semiología médica existe también una semiología criminal,
ordinariamente conocida como criminalística15. De la misma manera podemos hablar con
propiedad de una semiología documental o documentología.
El estudio semiológico de los escritos se propone re-crear los procesos que han
determinado sus variables particulares. El reconocimiento de las huellas o signos de cada
proceso productor16 conduce a su reconstrucción y al consecuente diagnóstico de la variable
documental respectiva. Una variable que puede o no implicar falseamiento del ejemplar.
Ser, o no, elemento integrante de una falsedad documental, la que a su vez puede o no
tipificar un hecho punible. Un adelgazamiento puntual del soporte, acompañado de
cambios en su brillo superficial, de erizamiento de las fibras celulósicas y de la presencia de
minúsculos remanentes de tinta en la misma zona —valga el ejemplo— conduce al
diagnóstico de un raspado o de un borrado (dependiendo, por supuesto, de la severidad de
la maniobra) procesos productores, éstos, de una importante variable documental: La erradicación
abrasiva, modalidad específica de la alteración.
El documentólogo, insistimos, investiga los elementos constitutivos del escrito y los
procesos de producción y transformación del mismo. Analiza los primeros para determinar
su clase y condiciones particulares y rastrea los segundos a través de sus huellas, señales o
vestigios. Todo ello para verificar o comprobar la genuinidad del documento.
Las variables documentales son resultado directo de procesos que pueden reconstruirse a
través de signos específicos. Son estos últimos, insistimos, lo único que puede comprobarse
de manera inmediata en el estudio pericial. El especialista identifica, agrupa y jerarquiza los
signos advertidos en el examen, deduce y reconstruye sus correspondientes procesos productores
y, a través de éstos, diagnostica la variable respectiva. La lentitud en la ejecución, las
detenciones y retomas y los retoques innecesarios —si se nos permite enfatizar lo dicho
con otro ejemplo— son signos característicos de una reproducción lenta, proceso productor de la
variable documental que hemos dado en llamar suplantación de autor.
Podríamos decir, parodiando el lenguaje criminalístico, que la documentología responde
a las preguntas de quién, cómo, cuándo y dónde dio origen al documento cuestionado y a las
características, condiciones y circunstancias específicas del mismo en el momento de su
examen sistemático.
El peritaje documentológico se orienta siempre a determinar, no sólo el origen del
ejemplar investigado —si fue manuscrito y por quién o quiénes, si fue impreso, en qué
forma y dentro de lo posible, en qué máquina, con qué materiales e instrumentos— sino el
de las características que presenta al tiempo de su reconocimiento metódico. La génesis de
sus perforaciones, rasgados, plegados, huellas, manchas, etc.
Para responder todas estas cuestiones la documentología acomete el estudio del escrito
en forma integral, en su superficie o soporte, en los pigmentos o colorantes utilizados
(grafito, tinta, pintura, etc.) y en sus correspondientes inscripciones. El examen, en
concreto, busca determinar:
15 Aunque algunos la identifican con la investigación criminal, que más que una ciencia es un conjunto de actividades y
procesos orientados a la indagación y comprobación del hecho delictivo, la criminalística debe entenderse como el estudio
reconstructivo del comportamiento pretérito de apariencia criminal a partir de sus rastros, vestigios o trazas. El nombre
fue acuñado en 1894 por el célebre juez de instrucción austríaco Hans Gross de Graz y se impuso por encima de otros:
Policía judicial (Mario Carrara); policía científica (Alongi, Ottolenghi, Reiss, De Quirós, Locard); investigación judicial científica
(Nicéforo); trazología (Shevshenko) e incluso por encima del referido y evidentemente más apropiado de semiología criminal.
16 Damos el nombre de procesos productores al conjunto de fenómenos, espontáneos o provocados, que inciden sobre la
estructura fisicoquímica y gráfica del documento dando lugar a las diferentes variables del mismo. Estos procesos dejan
huellas y rastros específicos (signos) en la superficie documental, susceptibles de identificación a través del análisis
sistemático.
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El trabajo del experto no termina, sin embargo, con las precisiones anteriores. Tan
importante o más que descubrir la causa de los fenómenos detectados es demostrar, hacer
ostensible el fundamento científico, técnico o artístico de las conclusiones respectivas. No
basta al perito con formarse una convicción y darla a conocer dentro del proceso judicial.
Es necesario que pueda comprobarla. Hemos dicho, por eso, que la documentología es un
cuerpo articulado de procedimientos “Aplicable a la investigación y demostración de la
naturaleza, origen y condiciones específicas del documento escrito”.
La mayoría de los clásicos concuerdan sobre el particular. Osborn, particularmente,
insistió bastante sobre el punto. Uno de sus discípulos directos, el cubano Rafael
Fernández Ruenes, explicaba los alcances de la disciplina diciendo: “Usamos los términos
de ´Examen Científico y Prueba´, porque, efectivamente, el moderno Examinador de
Documentos no se contenta con descubrir la verdad, sino considera que probarla ante los
demás es todavía más importante. Para eso utiliza principalmente la fotografía e informes
escritos claros y concisos, donde lleva las razones en que basa su opinión a la mente del que
tenga que juzgar”17.
En Colombia, el artículo 237, numeral 6, del Código de Procedimiento Civil dispone
que “El dictamen debe ser claro, preciso y detallado; en él se explicarán los exámenes, experimentos e
investigaciones efectuados, lo mismo que los fundamentos técnicos, científicos o artísticos de las conclusiones”.
La sustentación del peritaje –la demostración de sus resultados- es conditio sine qua non de su
eficacia probatoria. La disposición correspondiente del Código de Procedimiento Penal
(art. 270) prohibe, incluso, aceptar laudos que no cumplan con las anteriores exigencias: “El
funcionario —dice en su ord. 1º— verificará si el dictamen cumple con los requisitos señalados en este
Código. En caso contrario ordenará que el perito elabore el dictamen cumpliendo con ellos. No se admitirá
como dictamen la simple expresión de las conclusiones”.
Es por lo anterior que el artículo 241 del mismo Código preceptúa que al apreciar el
dictamen deberán tenerse en cuenta la firmeza, precisión y calidad de sus fundamentos, la
competencia de los peritos y los demás elementos probatorios que obren en el proceso. No
bastan, pues, las simples afirmaciones, así sean hechas de la mejor buena fe y por
especialistas muy acreditados. “Toda afirmación no probada –escribía el criminalista
argentino Roberto Albarracín- carece de valor por sí misma (...) Esto es fundamental y
absolutamente razonable, porque si el informe pericial está destinado a ilustrar al juez y a
las distintas partes del juicio, y a ser apreciado y valorado por el magistrado para aceptarlo o
rechazarlo –de acuerdo a prescripciones procesales- lo menos que se puede exigir es que
contenga todos los elementos necesarios para que todos ellos puedan seguir, paso a paso,
todas las experiencias del perito; y eso no se alcanzaría si las conclusiones se afianzaran,
exclusivamente, en la ciencia y conciencia del perito”18.
17 Fernández Ruenes, Rafael, “Examen de documentos dubitados (Peritaje Caligráfico), Litografía “Isidro”, ´La Habana, 1951,
pág. 8.
18 Albarracín, Roberto, “Manual de Criminalística”, Editorial Policial, Policía Federal Argentina, Buenos Aires, 1971,
págs.274-275.
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4. Bibliografía
Albarracín, Roberto, “Manual de Criminalística”, Editorial Policial, Policía Federal Argentina,
Buenos Aires, 1971.
Arenas Salazar, Jorge, “Delito de falsedad”, Ed. Doctrina y Ley, Santafé de Bogotá, D.C., 1993.
Barberá, Francisco Antón-De Luis y Turégano, Juan Vicente, “Manual de Técnica Policial”, Ed.
Tirant Lo Blanch, Valencia, 1991.
Barberá, Francisco Antón-De Luis y Turégano, Juan Vicente, “Policía Científica”, Tomos I y II,
3ª. ed., Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia.
Bonilla, Carlos E., “Investigación documentológica”, Ed. La Rocca, Buenos Aires, 2000.
Del Picchia José (Hijo)-Del Picchia, Celso, “Tratado de Documentoscopia. La falsedad Documental”,
2ª. ed., Ed. La Rocca, Buenos Aires, 1993, Trd. Julia Elena de La Peña.
Guzmán, Carlos A., “Manual de Criminalística”, Ed. La Rocca, Buenos Aires, 2000.
Malinverni, “Sulla teoria del Falso Documentale”, Ed. Dott A. Giuffré, Milano, 1955.
Romero Soto, Luis E., “La falsedad documental”, 3ª. ed., Ed. Carvajal S.A., Bogotá, 1982.
Velásquez Posada, Luis Gonzalo, “El dictamen grafotécnico. Su técnica y apreciación judicial”, 2ª. ed.,
1ª. Reimpresión, Ed. Señal Editora, Medellín, 1995.