Articulo Documentoscopia y Semiologia Luis G Velasquez Posada

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Tomado de: “SQN.

Revista Científica sobre Pericia Caligráfica y Documentoscopia”, Sociedad Internacional


de Peritos en Documentoscopia, SIPDO, No. 1, Barcelona, mayo de 2001, págs. 5-17.

Documentoscopia y
semiología documental
Luis Gonzalo Velásquez Posada

Aunque el fraude documental, lo reiteran todos los investigadores, es tan antiguo como
la escritura, los estudios científicos sobre el particular sólo empezaron a realizarse en
tiempos relativamente recientes. Abundan en todas las épocas evidencias de la
preocupación de los gobernantes por el asunto y disposiciones legales encaminadas a
prevenir y sancionar el ilícito, pero es corta y no precisamente gloriosa, la historia de esta
singular vertiente de la labor pericial. Con excepción de un puñado de trabajos aparecidos
durante los siglos XVII y XVIII, hasta hace poco más de una centuria sólo referencias
superficiales y empíricas recomendaciones se habían publicado sobre el reconocimiento
pericial de los documentos.
En el siglo XIX se dieron pasos importantes en el proceso de consolidación de esta
nueva esta rama del saber, pero sólo hacia 1929, a nuestro juicio, se inicia el apuntalamiento
definitivo de la misma. La carencia de expertos en la actividad obligó a dejar el examen de
los escritos sospechosos, durante mucho tiempo, en manos de profesionales de otras áreas,
como los maestros de escuela, los calígrafos o escribanos, los archiveros bibliotecarios y los
grafólogos. Como era de esperar, la improvisación de los peritos condujo a lamentables y
por demás conocidos desaciertos.

1. Hacia una definición de la documentología


La mayoría de los profesionales en el examen de documentos controvertidos adoptó el
expresivo nombre de documentoscopia para designar su especialidad. Tradicionalmente se ha
conocido como tal al “Conjunto de estudios referentes a la observación y análisis de los
escritos”, como dijera en clásica definición el español Pedro Serrano García 1. Barberá y De
Luis y Turégano definen la documentoscopia como “La parte de la Policía Científica que
estudia, analiza e investiga mediante metodología e instrumental adecuado, todo tipo de
documentos para determinar su autenticidad o falsedad, en cuyo caso averigua en qué
consiste ésta, así como de las alteraciones y manipulaciones sufridas”2.
Para los brasileños Del Picchia la documentoscopia es “La disciplina relativa a la
aplicación práctica y metódica de los conocimientos científicos, teniendo como objetivo
verificar la autenticidad o determinar la autoría de los documentos”. Esta ciencia, al decir

1 Serrano García, Pedro, “Grafística. Manual de documentoscopia o examen y peritaje de documentos'”, Imprenta de Justo López,
Madrid, s.f., pág. 432.
2 Barberá, Francisco Antón - De Luis y Turégano, Juan Vicente, “Manual de técnica policial”, Ed. Tirant Lo Blanch,

Valencia, 1991, pág.195 y “Policía Científica”, Tomo II, 3ª. ed., Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 1998, pág. 1.467.
Luis Gonzalo Velásquez Posada 2

de los mismos expositores, “Constituye un capítulo de la criminalística, con el objetivo


específico de verificar la autenticidad o determinar la autoría de los documentos” 3.
Las anteriores definiciones dan una idea de los propósitos y alcances de la
documentoscopia, pero a nuestro entender resultan epistemológicamente insuficientes. No
determinan con precisión su objeto, naturaleza y contenidos y son, en algún sentido,
equivocadas. No toda “observación y examen de los escritos”, por ejemplo, es
documentoscópica, en el estricto sentido de la palabra. Tampoco es exacto que esta
disciplina sea “una rama de la Policía Científica”, “un capítulo de la Criminalística” y
mucho menos que estudie “todo tipo de documentos”. Es discutible, en fin, que la
verificación de la autenticidad y la determinación de la autoría de un documento sean cosas
diferentes.
Documentoscopia es un término híbrido, derivado del latín documentum —de docere, enseñar,
mostrar— y del griego observar, examinar. Etimológicamente, pues, significa examen
del documento. Para algunos —el jurista Jairo Parra Quijano, entre ellos4— la voz documento
proviene del verbo doceo y éste de las raíces dek, dok o doce. El alemán Helmut Arntz asegura
que el vocablo procede de la locución dekos, que se empleaba en ciertos círculos religiosos
para indicar el gesto ejecutado con las manos extendidas en actitud de ofrecer o recibir.
No estamos muy seguros sobre la paternidad del neologismo, aunque todo apunta a que
fue José del Picchia Hijo quien lo utilizó por vez primera. Su aparición es posterior, en todo
caso, a la expresión dactiloscopia, que evidentemente lo inspiró y que acuñara en Argentina el
Dr. Francisco Latzina para sustituir el extravagante vocablo de icnofalangometría con que
Don Juan Vucetich pretendió denominar en un comienzo el estudio y clasificación
sistemática de las improntas dactilares con fines identificativos.
Aunque la voz documentoscopia sigue empleándose y poco a poco tiende a sustituírsele por
la de documentología, nombre de alcance más amplio, que se considera más apropiado y que
también ha sido adoptado por la Organización Internacional de Policía Criminal,
INTERPOL, para distinguir en general los peritajes sobre documentos cuestionados.
La documentología, a nuestro modo de ver, es un cuerpo estructurado de procedimientos
científicos y técnicos aplicable a la investigación y demostración de la naturaleza, origen y condiciones
específicas del documento escrito y a través de estas determinaciones, a la verificación de su autenticidad. Es,
ni más ni menos, la semiología del documento.
Atañe a la documentología la determinación:
a) De la clase o naturaleza del escrito (antiguo o moderno, original o copia, impreso,
manuscrito, grabado, etc.);
b) De su origen (autor o creador, edad, máquina con la que fue elaborado, materiales e
instrumentos utilizados en su confección, etc.);
c) De sus modificaciones, características y condiciones particulares (íntegro o fragmentado,
plegado, manchado, ajado, rasgado, quemado y similares).
En todas estas investigaciones se busca establecer las causas de los correspondientes
fenómenos y, de contera, comprobar la legitimidad del escrito, esto es, determinar su
verdadero autor y su condición fisicoquímica original.
Decimos que la documentología es “un cuerpo estructurado de procedimientos” para
resaltar su papel integrador, su carácter organicista y sistemático. El examen
documentológico es complejo, porque supone un sinnúmero de verificaciones parciales que
conllevan la aplicación de conocimientos de diversas ciencias y artes y muchas veces la
actuación directa o la asesoría de profesionales y expertos en esas especialidades. No se
reduce, sin embargo, a una simple yuxtaposición de técnicas y procedimientos analíticos. Es

3 Del Picchia José (Hijo) - Del Picchia, Celso M. R., Tratado de Documentoscopia. La falsedad Documental, 2ª. ed., Ed. La Rocca,
Buenos Aires, 1993, Trd. Julia Elena de La Peña, págs. 35 y 55.
4 Parra Qujjano, Jairo, “Tratado de la prueba judicial”, Tomo III, Ed. Librería del Profesional, Bogotá, 1987, pág. 3.
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un conjunto armónico, un todo integrado por partes interactuantes y lógicamente


entrelazadas.
La nuestra es una disciplina aplicativa, que se vale de la ciencia y de la técnica para el
logro de sus fines específicos, pero es además, así se encuentre en cierne, un estudio
autónomo, un conjunto de conocimientos ontológicamente diferente de las ciencias, artes y
oficios de los que toma sus propios contenidos. Una cosa es, pues, la “ciencia del
documento” y otra “las ciencias del documento”. La documentología, excúsese la
reiteración, sistematiza, acopla y da unidad conceptual a una amplia gama de
procedimientos científicos, técnicos y artísticos, pero no se confunde con ellos. Es algo
más que una simple reunión de entidades heterogéneas, que la aproximación de unos
conceptos distintos y más o menos dispersos.
Dentro de las especialidades que aprovecha el documentólogo en su trabajo
investigativo figuran en destacado lugar las denominadas ciencias del grafismo. Entre ellas,
de manera relevante, la grafotecnia o grafotécnica, conocida también con los nombres de
grafística (en la acepción restringida del vocablo), grafoscopia o grafocrítica, disciplina que tiene
por objeto la identificación de la grafía manual moderna.
Grafotecnia y documentología, sin embargo, son ciencias diferentes. Para nosotros es
impropio, en estricto rigor epistemológico, catalogar la grafotecnia como un simple
“capítulo” de la documentología y más aún, como una “especie” de dicho “género”, así
ésta se ocupe del documento en su conjunto y aquélla sólo de una de sus “partes”. La
identificación de la expresión autográfica es imprescindible en numerosos peritajes
documentológicos, ciertamente, pero los procedimientos y técnicas correspondientes
constituyen una rama del conocimiento perfectamente autónoma y diferente de la
documentología.
El hecho de que la documentología se nutra de un conjunto de procedimientos
pertenecientes a conocidas ciencias, artes y labores, no convierte esos estudios en capítulos
o especies de aquella. No sólo los métodos grafotécnicos sirven al experto en
documentología. También los de la química analítica, por ejemplo, y a nadie se le ocurriría
decir que esta ciencia es una simple sección o apartado de aquella. La documentología y la
grafotecnia difieren en sus contenidos, en sus métodos y en sus técnicas investigativas.
Versan, además, sobre objetos diferentes: La primera estudia el manuscrito. La segunda, el
documento como un todo.
“Bajo la expresión Documentoscopia —comenta con evidente acierto el especialista
español Jesús R. Toledano refiriéndose a las verificaciones “documentoscópica” y
“grafocrítica”— conviven dos tipos de pericia, cada una con un perfil propio y diferenciado
de la otra, pero unidas por un elemento común básico, el documento sobre el que recae el
examen. Elemento común en el que pueden converger ambos estudios y conseguir de esta
manera que la pericia alcance su plena dimensión. En coherencia con ese perfil, las teorías y
las sistemáticas de trabajo son distintas en uno y otro caso”5.
No consideramos exacta en toda su extensión, tampoco, la afirmación de que la
documentología es “un capítulo de la Criminalística” o, si se prefiere, “una parte de la
Policía Científica”. Hablar de “Criminalística” y de “Policía Científica” es hacer referencia a
los estudios del delito, a la investigación de hechos punibles o, al menos, de talante
reprensible. El criminalista se vale de los procedimientos documentológicos para identificar
escritos, descubrir falsificaciones y desenmascarar a sus autores. Esos métodos, empero, no
se circunscriben a la indagación del ilícito documentario. Los elementos constitutivos del
documento y los procesos de producción y transformación del mismo —que son, en fin de
cuentas, los asuntos de los que se ocupa la documentología— no están relacionados, a

5Toledano Toledano, Jesús R., Introducción a la documentoscopia, en Boletín de la Agrupación de Grafoanalistas Consultivos
de España, No. 22, Barcelona, 1999, págs. 13-14.
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fortiori, con eventos de carácter delictivo. Es que no toda variable documental6 comporta
falsedad y no toda falsedad es constitutiva de delito.
Distinguir un intaglio de una impresión litográfica, diferenciar dos hojas de papel
aparentemente iguales, identificar el autor de un escrito, la tinta utilizada en la confección
de un trazo o las características de una erradicación, por ejemplo, son tareas “neutras”, que
no presuponen necesariamente la comisión de un fraude. La documentología no es, pues,
una vertiente más de las ciencias del crimen, como tampoco lo son la química, la física y la
toxicología —para citar sólo algunos ejemplos— especialidades de las que aquellas también
se sirven, y en gran manera, en sus pesquisas y comprobaciones. Todas las ciencias, artes y
oficios pueden auxiliar la investigación penal en un momento dado, sin que por ello se
transformen en simples secciones de la criminalística, ni en meros capítulos o
ramificaciones de la “policiología”.

2. Campo de aplicación y objeto material de la documentología


Hemos dicho que la documentología es el estudio del documento escrito para determinar su
objeto material y delimitar su específico campo de acción. Definir la documentología como
“el estudio del documento”, a nuestro juicio, es quedarse a mitad de camino, conformarse
con un enunciado simple y tautológico. ¿Qué se entiende, en efecto, por documento?
¿Puede decirse que todos los documentos constituyen material de estudio de la
documentología?
En su más amplia acepción documento es un objeto provisto de un contenido
declarativo o representativo. Un objeto portador de un “mensaje”, expresivo o
representativo de una actividad psíquica del hombre, de un hecho o de otro objeto 7.
Cualquier cosa puede, en consecuencia, constituir un verdadero documento. Una simple
piedra, así no tenga ningún escrito, puede dar fe —al obrar como hito o mojón— del
punto exacto donde termina un predio y se inicia el colindante. Una cuerda anudada en
cierta forma —un quipo— puede expresar datos importantes y servir de vehículo eficaz de
determinada información. La incorporación de un mensaje al más insulso de los objetos
transforma a éste en un verdadero documento.
En su más lato sentido, pues, documento “Es todo objeto que nos permite tener un
conocimiento diferente o adicional al objeto mismo”, como dijera en lapidaria síntesis el
jurista Jorge Arenas Salazar8. Ahora bien: Una ciencia general del documento, en esta vasta
acepción, es a todas luces imposible. Sería algo así como la ciencia universal, como el
estudio de todas las cosas. Una disciplina sin objeto preciso, sin unidad conceptual y, sobre
todo, sin homogeneidad metodológica.
Son los documentos escritos, y sólo ellos, el objeto material de la ciencia del documento.
Disentimos, por tanto, de los autores que afirman que la documentología es el estudio “de
toda clase de documentos”, a menos que por tales entiendan sólo los escritos. Para
nosotros no hay duda de que las grabaciones magnetofónicas y fonópticas, los registros
electromagnéticos impresos (en discos duros, en CD o en disquetes, por ejemplo) y otras
modernas formas de grabar la información, son temas de estudio de especialidades
científicas diferentes de la documentología. Son verdaderos documentos, desde luego, pero
su examen compete a otras ramas del saber.

6 Variables documentales son las modificaciones experimentadas por los elementos constitutivos del escrito, las diferentes
situaciones que con ellos se pueden presentar: Omisión, ocultación, ficción o sustitución de autor; elaboración total o
integral del documento o falsedad ex novo, alteración, destrucción, etc.
7 Algunas legislaciones han adoptado definiciones que se aproximan bastante a esta amplia concepción. Conforme al art.

26 del C. Penal español de 1995, por ejemplo, debe considerarse como documento “Todo soporte material que exprese o
incorpore datos, hechos o narraciones con eficacia probatoria o cualquier otro tipo de relevancia jurídica”. El C. Penal colombiano vigente
(Ley 599 de 2000) dispone que “Para los efectos de la ley penal es documento toda expresión de persona conocida o conocible recogida por
escrito o por cualquier medio mecánico o técnicamente impreso, soporte material que exprese o incorpore datos o hechos, que tengan capacidad
probatoria”.
8 Arenas Salazar, Jorge, “Delito de falsedad”, Ed. Doctrina y ley, Santafé de Bogotá, D.C., 1993, pág. 253.
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Se excluyen, pues, del ámbito documentológico, todos los sistemas no gráficos de


expresión del pensamiento ingeniados por el hombre a lo largo de la historia. Aunque nadie
les discutiría su carácter de auténticos documentos, los wampum y los tótem poles de los de los
aborígenes americanos, los grandes monumentos megalíticos, los quipos y otras proverbiales
formas de registro y manifestación de las ideas no caben, stricto sensu, dentro de la órbita
específica de la ciencia documental. Incorporar éstas y otras vías similares de comunicación
al estudio documentológico, afectaría la especificidad conceptual y la pureza metodológica
de éste.
Nuestra ciencia estudia tanto los escritos manuales u olográficos como los impresos, sin
importar su tipo y materiales constitutivos. Analiza diagramas, croquis, esquemas y
bosquejos; pictografías, dibujos, símbolos gráficos y escrituras; inscripciones trazadas,
impresas, pintadas, esculpidas o grabadas; caracteres en alto y bajorrelieve. Hacen parte de
su objeto material las pinturas, fotografías, epigramas e inscripciones sigilares; los grafittis o
pintadas; los escritos en sistema Braille y similares; los documentos antiguos y modernos9.
Se examinan a diario en el laboratorio documentológico billetes de banco, sellos de
correos, documentos de identidad (cédulas, tarjetas, credenciales, licencias de conducción,
pasaportes, etc.); tarjetas de crédito, billetes de lotería y de espectáculos públicos; cheques,
pagarés y otros tìtulos-valores (certificados de depósito a término, letras de cambio,
libranzas, vouchers...); contratos, recibos, comprobantes y cartas. Se identifican firmas y
textos anónimos (manuales, mecanográficos o impresos). Se investiga la procedencia de
escritos asentados en soportes no convencionales: en cortezas de árboles, pisos, techos y
paredes; en superficies plásticas, de fique, cristal, madera, metal, hueso, etc. Se estudian
tatuajes, marcas de ganado y similares.
Con alguna frecuencia la especialidad que nos ocupa extiende sus dominios, incluso, a
entidades cuyo carácter documental se discute abiertamente en el campo del derecho. Tales
son, v. y gr., las señas y contraseñas, tan analizadas por los estudiosos del derecho penal. Las
primeras, al decir de Malinverni10, son las marcas dejadas sobre un objeto en forma
accidental, sin un especial propósito expresivo o comunicativo, como las rayas o rastras
producidas en el piso al remolcar un cuerpo macizo11. Las contraseñas, en cambio, tienen
siempre una intención expresiva, declarativa o probatoria. Se acude a ellas para distinguir
una cosa de otra o dejar constancia de algo: la perforación hecha en un ticket de tren para
anularlo o el doblez en la hoja de un libro para señalar dónde va la lectura, por ejemplo.
Las señas y contraseñas, según Haefliger, son signos expresivos de un solo
pensamiento. Tienen en común el no poder ser leídas sino interpretadas. Pese a su
simplicidad, estas marcas pueden ser objeto, en determinados casos, de interesantes
peritajes.
Constituyen materia de verificación documentológica, igualmente, los denominados
registros automáticos, vale decir, los trazos y señales realizados por instrumentos técnicos —
los technischer aufzeichnungen, de la legislación penal alemana— provistos de una función
informativa e incluso garantizadora. Son las anotaciones efectuadas por medios
mecanizados y expresivas de determinadas medidas, valores, estados y procesos. De ellas se
valen las empresas industriales y comerciales en sus reconocimientos internos, las oficinas
de control de pesas y medidas, etc. Estos registros, así no tengan un autor directo o al
menos inmediato, así se les discuta su naturaleza en el campo jurídico, son auténticos
grafismos, pues —como dijera elocuentemente Romero Soto— tienen un sentido que
9 La diplomática, entendida como el estudio de los documentos antiguos en su origen, procedimientos de elaboración y características
específicas, en orden a determinar su autenticidad y consecuente fiabilidad histórica, es para nosotros —ésta sí— una rama especializada
de la documentología. Algo similar ocurre con la pinacología, vertiente documentológica que se ocupa del examen pericial
de las obras de arte pictórico.
10 Malinverni, “Sulla teoria del Falso Documentale”, Ed. Dott A. Giuffré, Milano, 1955, pág. 77.
11 Con alguna frecuencia se pide al perito establecer el origen de las manchas o huellas que presenta un documento,

dictaminar si son “accidentales” o intencionales, si constituyen, o no, rastros de una escritura anterior, eliminada por
medios físicos o químicos, y similares.
Luis Gonzalo Velásquez Posada 6

“trasciende la simple materialidad del rasgo”12. Pertenecen a este grupo los recorders trazados
por velocímetros, tacómetros, electrocardiógrafos, electroencefalógrafos e instrumentos
similares.
El objeto material de la documentología es, pues, el documento escrito, vale decir, el
contentivo de un mensaje inscrito a través de signos escriturarios 13 o de figuras y elementos
gráficos de carácter alegórico o representativo.

3. Objeto formal y fines de la documentología


El objeto formal de toda disciplina científica, si nos acogemos a una vieja pero útil
noción de la escolástica, es el enfoque particular de su materia. El punto de vista especial
desde el cual enfoca su estudio. La mayoría de las definiciones aquí transcritas destacan
como tarea fundamental de la documentoscopia o documentología la verificación de la
autenticidad, la determinación del autor del documento examinado.
Esta identificación –la del creador material de la pieza investigada- es, ciertamente, la
más importante misión del peritaje documentológico. Es su punto de mira característico y a
la vez el resultado esperado de sus análisis y comprobaciones. A tal desenlace sólo se llega,
sin embargo, después de recorrer un largo camino. Verificar la legitimidad de un escrito es
confirmar su naturaleza, origen, características, modificaciones y/o particulares condiciones
en un momento determinado.
En un sentido laxo puede decirse que un escrito es auténtico cuando corresponde al
autor, a la fecha y al lugar a los que se atribuye y no ha sido alterado. Es verídico, además,
cuando su contenido atestado o mensaje expreso guarda correspondencia con el ideal o
debido, con el que debía expresar o consignar y éste se conforma a la realidad ontológica
respectiva.
Las manipulaciones de la objetividad gráfica orientadas a esconder la autoría real o a
suplantarla, al igual que las mutaciones aditivas, sustractivas y supresivo-aditivas
(sustitutivas) del mensaje inscrito dejan en el documento huellas que pueden ser detectadas
por procedimientos definidos y que permiten no sólo intentar su diagnóstico sino, en
muchas ocasiones, regenerar la condición original de aquel.
La documentología o semiología documental es una ciencia de carácter histórico-reconstructivo
porque —en principio, al menos— a partir de la realidad instrumental, del examen
sistemático de la materialidad del escrito, restaura los procesos de fabricación,
consolidación y transformación del mismo, vale decir, identifica sus componentes, rescata
su proceso productivo, infiere los útiles o instrumentos empleados en su
perfeccionamiento y establece los factores endógenos y exógenos que han influido o
determinado su estado y condiciones actuales (sus variables). Todo ello como paso obligado
en el proceso de determinación de su autenticidad.
La semiología no es —o no es solamente, como se cree a menudo— una rama de la
medicina dedicada al estudio de los síntomas de las enfermedades. El vocablo semiología —y
también, por supuesto, el de semeyología, que a veces se utiliza con idéntico alcance— deriva
de las voces griegas semeyon, signo, y logos, ciencia, tratado14. Constituye, pues, la ciencia
general de los signos, de las señas, huellas y vestigios. La frecuente confusión de esta vasta
rama del conocimiento con una de sus ramificaciones específicas —con la semiología médica,
concretamente— se explica, quizás, por el apreciable desarrollo de esta última, en
oposición al escaso o ninguno de sus demás aplicaciones posibles.

12 Véase, sobre estos tópicos, Romero Soto, Luis Enrique, “La falsedad documental”, 3ª. ed., Ed. Carvajal S.A., Bogotá, 1982,
págs. 48 y ss.
13 Entendiendo por tales las señales o marcas de formas convencionales, realizadas sobre superficies idóneas,

relativamente estables o permanentes y expresivas del lenguaje.


14 Para Jean Corominas el término deriva del latín seminia, semilla, o de la voz mozárabe xemínio, muy usada hacia

comienzos del siglo XII. El mismo origen cabe atribuir, desde luego, a la locución semiótica, que designa la teoría general
de los signos y específicamente el estudio sistemático de las formas no semánticas de comunicación.
Luis Gonzalo Velásquez Posada 7

Así como hay una semiología médica existe también una semiología criminal,
ordinariamente conocida como criminalística15. De la misma manera podemos hablar con
propiedad de una semiología documental o documentología.
El estudio semiológico de los escritos se propone re-crear los procesos que han
determinado sus variables particulares. El reconocimiento de las huellas o signos de cada
proceso productor16 conduce a su reconstrucción y al consecuente diagnóstico de la variable
documental respectiva. Una variable que puede o no implicar falseamiento del ejemplar.
Ser, o no, elemento integrante de una falsedad documental, la que a su vez puede o no
tipificar un hecho punible. Un adelgazamiento puntual del soporte, acompañado de
cambios en su brillo superficial, de erizamiento de las fibras celulósicas y de la presencia de
minúsculos remanentes de tinta en la misma zona —valga el ejemplo— conduce al
diagnóstico de un raspado o de un borrado (dependiendo, por supuesto, de la severidad de
la maniobra) procesos productores, éstos, de una importante variable documental: La erradicación
abrasiva, modalidad específica de la alteración.
El documentólogo, insistimos, investiga los elementos constitutivos del escrito y los
procesos de producción y transformación del mismo. Analiza los primeros para determinar
su clase y condiciones particulares y rastrea los segundos a través de sus huellas, señales o
vestigios. Todo ello para verificar o comprobar la genuinidad del documento.
Las variables documentales son resultado directo de procesos que pueden reconstruirse a
través de signos específicos. Son estos últimos, insistimos, lo único que puede comprobarse
de manera inmediata en el estudio pericial. El especialista identifica, agrupa y jerarquiza los
signos advertidos en el examen, deduce y reconstruye sus correspondientes procesos productores
y, a través de éstos, diagnostica la variable respectiva. La lentitud en la ejecución, las
detenciones y retomas y los retoques innecesarios —si se nos permite enfatizar lo dicho
con otro ejemplo— son signos característicos de una reproducción lenta, proceso productor de la
variable documental que hemos dado en llamar suplantación de autor.
Podríamos decir, parodiando el lenguaje criminalístico, que la documentología responde
a las preguntas de quién, cómo, cuándo y dónde dio origen al documento cuestionado y a las
características, condiciones y circunstancias específicas del mismo en el momento de su
examen sistemático.
El peritaje documentológico se orienta siempre a determinar, no sólo el origen del
ejemplar investigado —si fue manuscrito y por quién o quiénes, si fue impreso, en qué
forma y dentro de lo posible, en qué máquina, con qué materiales e instrumentos— sino el
de las características que presenta al tiempo de su reconocimiento metódico. La génesis de
sus perforaciones, rasgados, plegados, huellas, manchas, etc.
Para responder todas estas cuestiones la documentología acomete el estudio del escrito
en forma integral, en su superficie o soporte, en los pigmentos o colorantes utilizados
(grafito, tinta, pintura, etc.) y en sus correspondientes inscripciones. El examen, en
concreto, busca determinar:

a) El tipo o variedad específica de los materiales constitutivos del escrito.


b) Sus técnicas de producción: Si fue manuscrito, impreso, grabado, etc.

15 Aunque algunos la identifican con la investigación criminal, que más que una ciencia es un conjunto de actividades y
procesos orientados a la indagación y comprobación del hecho delictivo, la criminalística debe entenderse como el estudio
reconstructivo del comportamiento pretérito de apariencia criminal a partir de sus rastros, vestigios o trazas. El nombre
fue acuñado en 1894 por el célebre juez de instrucción austríaco Hans Gross de Graz y se impuso por encima de otros:
Policía judicial (Mario Carrara); policía científica (Alongi, Ottolenghi, Reiss, De Quirós, Locard); investigación judicial científica
(Nicéforo); trazología (Shevshenko) e incluso por encima del referido y evidentemente más apropiado de semiología criminal.
16 Damos el nombre de procesos productores al conjunto de fenómenos, espontáneos o provocados, que inciden sobre la

estructura fisicoquímica y gráfica del documento dando lugar a las diferentes variables del mismo. Estos procesos dejan
huellas y rastros específicos (signos) en la superficie documental, susceptibles de identificación a través del análisis
sistemático.
Luis Gonzalo Velásquez Posada 8

c) Los útiles o instrumentos utilizados para confeccionarlo Impresora, máquina de escribir,


pluma, bolígrafo, lápiz... El estudio dirá si estamos ante un espécimen elaborado con
impresora matricial de puntos, de inyección o láser, ante un impreso litográfico o
tipográfico, etc.
d) Su autor: Determina las peculiaridades que singularizan o distinguen sus signos y
elementos gráficos y relaciona esas características con el creador de la pieza
analizada.
e) Su integridad o indemnidad material, vale decir, su evolución o involución, estado de
conservación, antigüedad, manipulaciones, dobleces, perforaciones, rasgados,
manchas, huellas, contaminaciones, etc.

El trabajo del experto no termina, sin embargo, con las precisiones anteriores. Tan
importante o más que descubrir la causa de los fenómenos detectados es demostrar, hacer
ostensible el fundamento científico, técnico o artístico de las conclusiones respectivas. No
basta al perito con formarse una convicción y darla a conocer dentro del proceso judicial.
Es necesario que pueda comprobarla. Hemos dicho, por eso, que la documentología es un
cuerpo articulado de procedimientos “Aplicable a la investigación y demostración de la
naturaleza, origen y condiciones específicas del documento escrito”.
La mayoría de los clásicos concuerdan sobre el particular. Osborn, particularmente,
insistió bastante sobre el punto. Uno de sus discípulos directos, el cubano Rafael
Fernández Ruenes, explicaba los alcances de la disciplina diciendo: “Usamos los términos
de ´Examen Científico y Prueba´, porque, efectivamente, el moderno Examinador de
Documentos no se contenta con descubrir la verdad, sino considera que probarla ante los
demás es todavía más importante. Para eso utiliza principalmente la fotografía e informes
escritos claros y concisos, donde lleva las razones en que basa su opinión a la mente del que
tenga que juzgar”17.
En Colombia, el artículo 237, numeral 6, del Código de Procedimiento Civil dispone
que “El dictamen debe ser claro, preciso y detallado; en él se explicarán los exámenes, experimentos e
investigaciones efectuados, lo mismo que los fundamentos técnicos, científicos o artísticos de las conclusiones”.
La sustentación del peritaje –la demostración de sus resultados- es conditio sine qua non de su
eficacia probatoria. La disposición correspondiente del Código de Procedimiento Penal
(art. 270) prohibe, incluso, aceptar laudos que no cumplan con las anteriores exigencias: “El
funcionario —dice en su ord. 1º— verificará si el dictamen cumple con los requisitos señalados en este
Código. En caso contrario ordenará que el perito elabore el dictamen cumpliendo con ellos. No se admitirá
como dictamen la simple expresión de las conclusiones”.
Es por lo anterior que el artículo 241 del mismo Código preceptúa que al apreciar el
dictamen deberán tenerse en cuenta la firmeza, precisión y calidad de sus fundamentos, la
competencia de los peritos y los demás elementos probatorios que obren en el proceso. No
bastan, pues, las simples afirmaciones, así sean hechas de la mejor buena fe y por
especialistas muy acreditados. “Toda afirmación no probada –escribía el criminalista
argentino Roberto Albarracín- carece de valor por sí misma (...) Esto es fundamental y
absolutamente razonable, porque si el informe pericial está destinado a ilustrar al juez y a
las distintas partes del juicio, y a ser apreciado y valorado por el magistrado para aceptarlo o
rechazarlo –de acuerdo a prescripciones procesales- lo menos que se puede exigir es que
contenga todos los elementos necesarios para que todos ellos puedan seguir, paso a paso,
todas las experiencias del perito; y eso no se alcanzaría si las conclusiones se afianzaran,
exclusivamente, en la ciencia y conciencia del perito”18.

17 Fernández Ruenes, Rafael, “Examen de documentos dubitados (Peritaje Caligráfico), Litografía “Isidro”, ´La Habana, 1951,
pág. 8.
18 Albarracín, Roberto, “Manual de Criminalística”, Editorial Policial, Policía Federal Argentina, Buenos Aires, 1971,

págs.274-275.
Luis Gonzalo Velásquez Posada 9

4. Bibliografía
 Albarracín, Roberto, “Manual de Criminalística”, Editorial Policial, Policía Federal Argentina,
Buenos Aires, 1971.

 Arenas Salazar, Jorge, “Delito de falsedad”, Ed. Doctrina y Ley, Santafé de Bogotá, D.C., 1993.

 Barberá, Francisco Antón-De Luis y Turégano, Juan Vicente, “Manual de Técnica Policial”, Ed.
Tirant Lo Blanch, Valencia, 1991.

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