Análisis de Texto de Los Bienes y de Su Dominio, Posesión, Uso y Goce DERECHOS REALES

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sora. El actual art. 290 tiene su origen en el art.

225 del Proyecto de Código de


Procedimiento Civil preparado por José Bernardo Lira Argomedo (1835- 1886). Ahí las
medidas hoy recogidas en los Nºs 3° y 4° tenían relación con: “la retención o el embargo de
bienes determinados” y con “la prohibición de celebrar contratos sobre bienes
determinados”. Pues bien, en la sesión 3ª de la Comisión Revisora se aprobó el mentado
artículo con la prevención hecha por Julio Zegers Samaniego (1830-1918) de distinguir entre
‘embargo’ y ‘retención’ en el Nº 3°, para dejar resueltas las dificultades que sobre este punto
habían surgido en la práctica. En la sesión 50ª se volvió a tratar el asunto con el objetivo de
discutir la conveniencia de mantener el embargo como supuesto diferenciado de la
retención (de ahí la conjunción disyuntiva ‘o’). Carlos Aldunate Solar (1856-1931) argumentó
a favor de su conservación, citando el referente de la Ley de Enjuiciamiento Civil española y
el Code de Procédure Civile francés, que contemplaban supuestos de embargo preventivo.
Para evitar inconvenientes, señaló que bastaría con circunscribir la medida a casos muy
calificados (cfr. art. 230 del Proyecto) y sujetar su práctica a la regla del art. 233, que era la
misma que se prescribía a propósito del juicio ejecutivo, pues se trataba de un acto procesal
idéntico, aunque decretado con carácter provisional. Creía, con todo, que ‘embargo’ y
‘retención’ eran términos convergentes, por lo que la eliminación del primero sería una mera
cuestión de estilo, sin consecuencias sustanciales. Su argumentación fue contestada por José
Antonio Gandarillas Luco (1839- 1913), quien citó diversos artículos del CC donde se muestra
que el embargo y la retención son cuestiones diversas, desde que esta última implica sacar
bienes del patrimonio de su dueño para entregarlos a un depositario. Agregó que el embargo
como medida precautoria no tiene precedente en la legislación chilena ni en la práctica
vigente, mientras que la retención había sido siempre admitida38. Reprodujo, enseguida, las
razones por las cuales se denunció la improcedencia de un tal embargo en el juicio ordinario.
Después de un prolongado debate, la Comisión aprobó la indicación y eliminó la referencia al
embargo como medida precautoria, que quedó redactada con la sola referencia a la
retención en los términos del art. 295 del CPC (art. 290 Nº 3° del CPC). A la luz de estos
antecedentes, no parece que la medida precautoria de prohibición de celebrar actos y
contratos sobre bienes determinados (art. 230 Nº 4° del CPC) case con el concepto de
‘embargo’, que quedó excluido del sistema de medidas cautelares diseñado por el CPC39. Así
lo demuestra, además, la referencia que el art. 296 ii del CPC hace al art. 1464 Nº 4° del CC, y
no al art. 1464 Nº 3° del CC, cuando la medida recae sobre los bienes que sean objeto del
juicio (carácter que no poseía el bien raíz sobre el que se constituyó el usufructo anulado por
la sentencia que origina este comentario). El objetivo de esta medida es, por tanto, impedir
que el demandado pueda realizar todo tipo de actos (unilaterales y bilaterales) y celebrar
todo tipo de contratos (unilaterales y bilaterales; gratuitos y onerosos; conmutativos y
aleatorios; consensuales, reales y solemnes; etcétera), sea sobre el bien objeto del juicio, sea
otros bienes, sin importar que se trate de una cosa corporal o incorporal, mueble o inmueble
(art. 297 del CPC), de donde se sigue que su alcance queda limitado al ámbito meramente
obligacional. Esto explica que la prohibición venga referida, en realidad, a los actos y
contratos perjudiciales para el patrimonio del demandado (art. 290 del CPC), y que no
vulnere tal medida, por ejemplo, la contratación de un seguro sobre el bien afecto a ella, o el
ejercicio de un derecho de opción para completar el precio del inmueble una vez declarada
la rescisión por lesión enorme, porque se trata de actos que redundan en provecho del
acreedor. La historia legislativa del CPC avala este aserto. El actual art. 296 tiene su origen en
el art. 232 del Proyecto de Código de Procedimiento Civil preparado por José Bernardo Lira,
según el cual la prohibición de celebrar actos y contratos se limitaba a los bienes que fuesen
objeto del juicio. La facultad para solicitar tal medida sobre ciertos bienes del deudor o sobre
todos (salvo los inembargables) quedada reservada a determinadas personas, a saber: i) los
que podían pedir el embargo de acuerdo con el art. 23043; ii) la mujer que litigaba con su
marido sobre divorcio o separación de bienes; iii) el pupilo en juicio contra su tutor o curador
en razón de la tutela o curaduría y iv) el fisco, las municipalidades y los establecimientos de
beneficencia que demandasen a los administradores de estos bienes en razón de esa misma
administración. Se trataba, pues, de una norma excepcional, en la línea señalada por el
Mensaje con que el Código fue presentado al Congreso para su aprobación, y referida a
situaciones que comportaban créditos privilegiados de cuarta clase (art. 2481 del CC). La
formulación con que quedó redactada esta medida precautoria repele, por consiguiente,
aquella extensión desmesurada que ha hecho la práctica forense de entender comprendida
en ella la prohibición de enajenar o gravar, que parece provenir de las menciones que hace
el Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces sobre los títulos que pueden
inscribirse (arts. 53 Nºs 3° y 59), y en la que también incurre la sentencia en comento (cons.
cuarto de la sentencia de casación). Así parece demostrarlo la modificación del art. 1464 del
CC que el Senado aprobó en sesión de 19 de julio de 188644. La moción original presentada
en julio de ese año por el senador Vicente Sanfuentes Torres (1825-1894) buscaba que el art.
1464 Nº 3° del CC quedase redactado de la siguiente forma: “Hay un objeto ilícito en la
enajenación: [...] De las cosas embargadas o cuya enajenación se ha prohibido por decreto
judicial, a menos que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello”. Enseguida, la
moción exigía que el embargo, la litis o prohibición de enajenar fuesen inscritas en el
respectivo Conservador de Bienes Raíces, sin importar la naturaleza mueble o inmueble de
los bienes, de suerte que si no se practicaba tal inscripción dentro de los cuarenta días
siguientes a que dichas medidas se decretaron, no cabía alegar la nulidad absoluta.
Siguiendo la opinión formulada por el ministro de Justicia, Emilio Varas Fernández (1840-
1911), el Senado prefirió separar las dos situaciones contenidas en la redacción propuesta
para el art. 1464 Nº3° del CC, con lo cual “la enajenación de las cosas cuya enajenación
estuviese prohibida por decreto judicial” quedó como un supuesto independiente de aquél
referido a las cosas embargadas (art. 1464 Nº 5° del CC). Hubo clara conciencia de que la
nueva dicción de la norma comportaba ampliación o modificación del texto del CC, para
convertir en obligatoria la inscripción facultativa del art. 53 Nº 3° del RRCBR, con la finalidad
de proteger a acreedores y terceros adquirentes. El Proyecto, pese a la suma urgencia que
poseía, nunca fue aprobado por la Cámara de Diputados. Se privó así a los operadores
jurídicos de una interpretación auténtica del art. 1464 Nº 3° (art. 3° del CC), que habría
evitado la aplicación extensiva que se hace de esta norma en la práctica forense. Para el caso
analizado, la existencia de una prohibición de celebrar actos y contratos respecto del bien
raíz subastado por el demandante de nulidad no era obstáculo para que el Juzgado de
Menores de San Bernardo constituyese un usufructo alimenticio sobre él. Son varias las
razones que abocan a esta conclusión. La primera de ellas es que tal constitución se contiene
en una sentencia judicial, y no en un acto o contrato de aquéllos que la medida impide
celebrar al demandado o futuro demandado cuando sus facultades no ofrezcan suficiente
garantía para asegurar el resultado del juicio (art. 296 del CPC), por lo que quedaría fuera del
supuesto de hecho cubierto por la medida precautoria. Cierto es que en la constitución de
ese derecho real el juez actúa como representante legal del alimentante, que es propietario
del bien, de manera que hay detrás un principio de voluntad por parte del constituyente
(como ocurre en el art 671 iii del CC). Pero también lo es que ese usufructo contituye el pago
de una pensión alimenticia y, como tal, debe observar los principios que rigen esta materia.
Al respecto, el art. 1575 ii del CC señala que el pago en que se transfiere la propiedad sólo es
válido en la medida que el que paga tenga facultad de enajenar. En el presente caso no se
puede concluir que el alimentante carecía de la facultad de enajenar el bien por el hecho de
existir sobre él una prohibición de celebrar actos y contratos, dado que ella no tiene un
alcance que rebase el ámbito meramente obligacional, sin que comporte un impedimento
para enajenar. Tal carácter sólo lo tienen aquellos actos que embarazan o limitan de
cualquier modo el libre ejercicio del derecho de enajenar, como ocurre con: el embargo, la
cesión de bienes, la declaratoria de quiebra, el secuestro, un litigio pendiente, etcétera (arts.
53 núm. 3° y 59 del RRCBR). En segundo lugar, hay que atender a la especial configuración
del contenido de los usufructos judiciales en general y del usufructo alimenticio en
particular, para determinar si con su constitución hay una verdadera afectación de los
legítimos derechos de terceros. En lo que atañe al usufructo alimenticio, el usufructuario
está exento de rendir caución suficiente de conservación y restitución y de confeccionar
inventario solemne a su costa (art. 775 del CC), bastando con un inventario simple (art. 9° iv
de la ley Nº 14.908). Se trata, además, de un derecho inembargable (arts. 2466 iii del CC y 9°
iv de la ley Nº 14.908), y que el usufructuario no puede transmitir a sus herederos, ceder a
ningún título, prestar o arrendar (arts. 819 del CC y 9° iv de la ley Nº 14.908) en razón de su
carácter personalísimo (art. 334 del CC) 45, de manera que sólo le queda servirse de la cosa
según su naturaleza y destino (arts. 764 y 787 del CC), percibir sus frutos naturales (art. 781
del CC) y celebrar contratos que le permitan percibir sus frutos civiles (art. 790 del CC) 46.
Ciertamente se trata de un usufructo constituido por toda la vida de su titular (art. 770 del
CC), en la medida que conserve su calidad de alimentario (art. 332 del CC); incompatible con
aquél previsto en el art. 147 del CC cuando el cónyuge alimentario tenga derecho a solicitar
para sí o para sus hijos menores tal derecho (art. 9° v de la ley Nº 14.908), y sujeto a la
condición resolutoria de que el bien siga perteneciendo al alimentante (arts. 804 del CC y 9°
ii de la ley Nº 14.908)47. Como el usufructo por sí mismo no impide la transferencia de la
nuda propiedad del bien sobre que recae (art. 779 iii del CC), para evitar que la condición
implícita recién mencionada adolezca de nulidad por quedar entregada a la sola voluntad de
la persona que se obliga (art. 1478 del CC), se prevé una prohibición de enajenar o gravar
que garantiza que la titularidad dominical seguirá en manos del constituyente (art. 9° ii de la
ley Nº 14.908). Ella es legal y no judicial, aunque podrá inscribirse sirviendo de título la
sentencia (arts. 9° ii de la ley Nº 14.908 y 53 Nº 3° del RRCBR). Del contenido del derecho de
usufructo alimenticio se sigue que quien verdaderamente estaba impedido para proceder a
la enajenación del bien raíz de propiedad de Luis Eduardo Henríquez Flores era el Primer
Juzgado de Letras de San Bernardo, y no el Juzgado de Menores de esa comuna. Al constituir
el usufructo para imputar a él el pago de una pensión alimenticia, el juez de familia no puso
en riesgo las facultades patrimoniales del constituyente, porque el usufructo está
condicionado a que la cosa le siga perteneciendo, y así se refuerza con la prohibición legal de
enajenar o gravar que le es ajena. Nada impedía que el bien fuese rematado en la causa civil
derivada de un cuasidelito de lesiones, como efectivamente se hizo; pero entonces se
necesitaba que el Juzgado de Menores de San Bernardo autorizase la enajenación y, en
paralelo, determinase una nueva forma de cumplimiento de la pensión alimenticia
decretada, por extinción del usufructo (art. 804 del CC). Es más, la propia ley Nº 14.908 prevé
la sanción para el caso de que el alimentante no cumpla con su obligación, lo que ocurrirá
cuando impide que el usufructo constituido por el juez efectivamente sirva para imputar el
total o parte de los pagos debidos en virtud de una pensión alimenticia. Cuando así sucede,
el alimentante puede ser conminado al cumplimiento mediante alguno de los apremios
establecidos en la ley (arts. 14 y 16 de la ley Nº 14.908). Para el supuesto particular del
usufructo constituido sobre inmuebles, se incurre en dichos apremios aun antes de haberse
efectuado la inscripción en el Conservador de Bienes Raíces, vale decir, desde que se realice
cualquier acción destinada a impedir que dicho derecho real sea efectivamente constituido
(art. 9° vi de la ley Nº 14.908). La ley contempla, además, una regla de protección a favor de
los acreedores, que está destinada a evitar que el alimentario quede en una posición
mejorada (similar a aquélla existente en el art. 1723 del CC). Con este fin se prescribe que los
usufructos de constitución judicial no perjudican a los acreedores del constituyente cuyos
créditos tengan una causa anterior a su inscripción, ni aprovechan a los acreedores que el
beneficiario tuviese en ese momento (arts. 147 iv del CC, 65 Nº 2 de la LMC y 9° ii de la ley Nº
14.908)48. Este mismo principio explica que una antigua sentencia de la Corte de
Apelaciones de Concepción haya resuelto que la prohibición de gravar y enajenar una
propiedad, decretada como medida precautoria (arts. 290 Nº 4° y 296 del CPC), no obstase al
derecho de otros acreedores para solicitar el embargo de la misma, por obligaciones
contraídas con anterioridad a la fecha en que se solicitó y obtuvo dicha medida La tercera
razón tiene relación con la anterior y atañe a las reglas sobre prelación de créditos. Concluir
de la forma en que lo hizo la CS en el caso que se analiza, supone reconocer de facto una
causa de preferencia no admitida por la ley a favor del demandante de nulidad (arts. 2470 y
2488 del CC). Una medida precautoria tiene por objetivo asegurar el resultado de una acción
(art. 290 del CPC), de suerte que su contenido vendrá condicionado por la naturaleza y
circunstancias de la pretensión ejercida por el demandante (art. 301 del CPC). Esto trae
consigo que la medida queda sin efecto cuando quede ejecutoriada la sentencia definitiva
que ponga fin al litigio50. Al efecto, y pese a la afirmación de la sentencia en comento (cons.
cuarto de la sentencia de casación), carece de importante el desajuste entre realidad y
constancia registral, pues la inscripción que ordena el art. 297 del CPC tiene una finalidad de
publicidad: sin ella la medida es inoponible a terceros. Cuestión diversa es la determinación
de su efectiva vigencia, que viene condicionada a la función cautelar que la ley les asigna
(art. 290 del CPC) y no a su transcripción registral. El mismo principio subyace en el art. 453
del CPC respecto de la oponibilidad del embargo recaído sobre bienes raíces o derechos
reales constituidos en ellos51. Conviene volver nuevamente, entonces, a la cronología de los
hechos sobre los que versó el juicio de nulidad: i) la medida precautoria de celebrar actos y
contratos sobre el bien raíz fue ordenada por el Primer Juzgado de Letras de San Bernardo en
resolución de 16 de septiembre de 1996 y se inscribió poco después (no hay en la sentencia
fecha exacta de esta inscripción); ii) el bien fue rematado el 24 de noviembre de 2000; iii) el
usufructo se ordenó constituir por sentencia de 19 de di ciembre de 2000 dictada por el
Juzgado de Menores de San Bernardo y se inscribió a comienzos de 2001; iv) la escritura
pública de compraventa referida al bien rematado se suscribió el 8 de noviembre de 2001. A
la vista de estos antecedentes, cabe preguntarse, ¿desde cuándo el demandante se convirtió
en acreedor del constituyente del usufructo?, que es la calidad que lo legitimaba para
demandar la nulidad absoluta (art 1683 del CC). Tal calidad la adquirió cuando se convirtió
en comprador del inmueble subastado y sobre el que pesaba el usufructo alimenticio, y eso
ocurrió recién con la suscripción de la escritura de adjudicación (art. 497 del CPC), vale decir,
el 8 de noviembre de 2001. Sólo desde ese día hubo venta (art. 494 ii del CPC), y a la sazón el
bien era inepto para ser vendido por estar su enajenación prohibida por la constitución del
usufructo alimenticio (art. 1810 del CC). El Primer Juzgado de Letras de San Bernardo carecía
de legitimación para extender dicha escritura pública, por estar el bien vendido afecto a la
prohibición de enajenar prevista en el art. 9° ii de la ley Nº 14.908, y no a aquélla del art
1464 Nº 3° del CC. Tal compraventa adolecía de nulidad absoluta (arts. 10, 1466 y 1682 del
CC), y el comprador mal podía tener interés que lo legitimase para demandar la nulidad del
usufructo alimenticio o para reclamar el saneamiento de la evicción desde que se presumía
su conocimiento del vicio que invalidaba el acto en razón de su inscripción (ex art. 1491 del
CC). Ni siquiera podía haber recibido la cosa con la carga de respetar el usufructo (art. 779 iii
del CC), porque este derecho sólo subsiste mientras la cosa fructuaria siga perteneciendo al
alimentante (arts. 804 del CC y 9° ii de la ley Nº 14.908). El camino que le quedaba era el
mismo seguido por el ejecutante en el caso que llegó a conocimiento del Tribunal
Constitucional por requerimiento de inaplicabilidad del art. 147 del CC: retractarse de la
adjudicación del remate objetado, debido al rechazo del Conservador de Bienes Raíces
respectivo de inscribir a su favor la propiedad plena, por existir un usufructo judicial
vigente52. 4. La tutela posterior del usufructuario en este caso y en otros semejantes Una
última pregunta que surge al hilo de la sentencia en comento tiene relación con la tutela
posterior del usufructuario judicial cuando se declara la nulidad de su derecho. En este caso,
la situación es diversa según se trate del usufructo alimenticio (art. 9° ii de la ley Nº 14.908) o
de aquéllos otros permitidos a favor de uno de los cónyuges con ocasión de la disciplina de
los bienes familiares (art. 147 del CC o la compensación económica (art. 65 Nº 2 de la LMC).
En materia de alimentos, la sentencia definitiva que fija su cuantía y la forma de pago no
impide que ella sea revisada cuando han cambiado las circunstancias que motivaron la
demanda (art. 332 del CC) 53. Esto significa que, en el presente caso, los dos beneficiarios del
usufructo alimenticio constituido sobre el bien rematado podían pedir que se estableciese
una nueva forma de pago de su pensión dada la imposibilidad de ser cumplida en la forma
establecida54. Incluso, se podría sostener que gozan del derecho legal de retención del art.
800 del CC hasta el completo pago de los reembolsos e indemnizaciones debidos por el nudo
propietario. Mayores problemas hay cuando la nulidad de la constitución del derecho real
incide sobre los otros dos casos antes mencionados, porque en ellos no existe posibilidad de
revisión más allá del recurso extraordinario de ese nombre (art. 810 del CPC) 55. De ahí el
gran inconveniente que hay detrás de la doctrina sentada por esta sentencia, que autoriza la
anulación de lo resuelto por una sentencia firme y con imperio de cosa juzgada mediante las
reglas previstas por el CC para los actos y contratos56. IV. Consideraciones finales La
sentencia comentada yerra en la solución que ofrece, pero no deja de ser interesante por
diversas razones. Ante todo, nos invita a pensar (o repensar) sobre la teoría del título y
modo seguida por el CC, que no siempre encuentra fácil acomodo en la práctica y obliga a
encontrar soluciones que sorteen las dificultades que se presentan57. También es sugerente,
porque reclama un estudio más profundo de los usufructos judiciales, cuya exacta disciplina
y finalidad no es clara a la luz de las normas que permiten su constitución58, así como del
alcance de las normas sobre nulidad y su utilización fuera del ámbito convencional59. Nos
muestra, en fin, que las cosas no son siempre lo que aparentan ser y que, a veces, por tratar
de resolver un asunto con criterios de justicia material, se acaban forzando las instituciones y
principios y perjudicando a la parte que de verdad merece protección de acuerdo con la
valoración previa de los intereses concurrentes hecha por la ley. En el presente caso, el
comprador carecía de legitimación para reclamar la nulidad absoluta del usufructo, y la CS de
competencia para invalidar el título de éste, por estar contenido en una sentencia
ejecutoriada, y aun la misma constitución (inscripción) de ese derecho, dado que la
prohibición de celebrar actos y contratos que se invocaba como causa de pedir no se
encontraba vigente por entonces. De cualquier forma, ella es una medida inepta para
impedir enajenaciones fuera del ámbito obligacional, y que no queda comprendida dentro
del concepto de embargo del art. 1464 Nº 3° del CC.
Vemos aquí el análisis jurídico que discute los orígenes y cambios en el
artículo 290 del Código de Procedimiento Civil de Chile (CPC). El análisis
se enfoca en la evolución histórica de las medidas cautelares de embargo y
retención, así como la prohibición de celebrar actos y contratos sobre
bienes determinados. Según el análisis, el artículo 290 del CPC actual tiene
su origen en el artículo 225 del Proyecto de Código de Procedimiento Civil
preparado por José Bernardo Lira Argomedo. Inicialmente, las cautelares
de retención o embargo de bienes determinados estaban relacionados con la
retención o el embargo de bienes medidas específicas y la prohibición de
celebrar contratos sobre esos bienes. Durante las sesiones de revisión del
proyecto, se discutió la conveniencia de mantener el embargo como una
medida cautelar diferenciada de la retención. Algunos argumentaron a
favor de conservar el embargo preventivo, citando referencias de la
legislación civil española y francesa. Sin embargo, otros sostuvieron que el
embargo y la retención eran cuestiones diferentes y que el embargo como
medida precautoria no tenía precedente en la legislación chilena ni en la
práctica vigente. Después de un debate prolongado, la Comisión pudo
eliminar la referencia al embargo como medida precautoria y dejar solo la
referencia a la retención en los términos del artículo 295 del CPC. De esta
manera, se excluyó el embargo del sistema de medidas cautelares diseñado
por el CPC. En relación con la prohibición de celebrar actos y contratos
sobre bienes determinados, se menciona que esta medida busca impedir que
el demandado realice cualquier tipo de acto o contrato que perjudique su
patrimonio. Su alcance se limita al ámbito obligatorio y no afecta, por
ejemplo, la contratación de un seguro sobre el bien afectado por la medida
o el ejercicio de un derecho de opción para completar el precio de un
inmueble. El análisis concluye que la historia legislativa del CPC respalda
la interpretación de que la prohibición de celebrar actos y contratos se
refiere a los actos perjudiciales para el patrimonio del demandado, y no a
aquellos que se benefician al acreedor. En resumen, el texto proporciona un
análisis histórico y conceptual sobre los cambios en las medidas cautelares
de embargo, retención y la prohibición de celebrar actos y contratos en el
Código de Procedimiento Civil de Chile. El texto analizado trata sobre
cuestiones legales relacionadas con el divorcio, la separación de bienes, el
usufructo alimentario y la prohibición de enajenar o gravar bienes.
Se refiere a una norma legal que establece la prohibición de enajenar o
gravar bienes en ciertos casos específicos. Estos casos incluyen: i) el
cónyuge en casos de divorcio o separación de bienes; ii) el alumno en un
juicio contra su tutor o curador relacionado con la tutela o curaduría; iii) el
fisco, las municipalidades y los establecimientos de beneficencia que
demanden a los administradores de dichos bienes en relación con su
administración. Se menciona que esta norma es excepcional y se refiere a
situaciones que implican créditos privilegiados de cuarta clase. También se
señala que la interpretación amplia de esta norma, que incluye la
prohibición de enajenar o gravar, puede haber surgido de menciones en el
Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces sobre los títulos
que pueden inscribirse. Se hace referencia a una modificación propuesta
para el artículo 1464 del Código Civil, la cual buscó establecer que la
enajenación de bienes embargados o cuya enajenación esté prohibida por
decreto judicial sea considerada un objeto ilícito, a menos que el juez lo
autorice o el acreedor consienta en ello. Además, se convendrá que el
embargo, la litis o la prohibición de enajenar sean inscritos en el Registro
Conservatorio de Bienes Raíces. Se destaca que la modificación propuesta
no fue aprobada por la Cámara de Diputados, lo que privó a los operadores
jurídicos de una interpretación auténtica de la norma. En el caso analizado,
se argumenta que la existencia de una prohibición de celebrar actos y
contratos respecto a un bien raíz subastado no impide que el Juzgado de
Menores de San Bernardo pueda constituir un usufructo alimentario sobre
dicho bien. Se mencionan varias razones para llegar a esta conclusión. La
primera razón es que la constitución del usufructo alimentario se realiza a
través de una sentencia judicial y no mediante un acto o contrato prohibido
por la medida precautoria. Por lo tanto, la medida precautoria no cubriría
este supuesto. Se reconoce que el juez actúa como representante legal del
alimentante, quien es propietario del bien, lo que implica una voluntad por
parte del constituyente. Sin embargo, se argumenta que el usufructo
alimenticio constituye el pago de una pensión alimentaria y debe cumplir
con los principios que rigen esta materia. Se menciona el artículo 1575 del
Código Civil, el cual establece que el pago que sobrepasó la propiedad solo
es válido si el pagador tiene la facultad de enajenar. En este caso, se
argumenta que la existencia de una prohibición de celebrar actos y
contratos no implica que el alimentante carezca de la facultad de enajenar
el bien, ya que dicha prohibición no va más allá del ámbito obligacional y
no constitucional.
Está presente una discusión sobre el derecho de usufructo alimentario y su
relación con la enajenación de bienes y los derechos de terceros. También
se abordan aspectos legales y restricciones relacionadas con el usufructo
alimentario. En primer lugar, se mencionan diferentes modos de ejercer el
derecho de enajenar, como el embargo, la cesión de bienes, la declaratoria
de quiebra, el secuestro y un litigio pendiente. Estos modos de enajenación
están regulados en los artículos 53, número 3, y 59 del RRCBR
(Reglamento del Registro Civil de Bienes Raíces). Luego, se destaca la
importancia de analizar la configuración del contenido de los usufructos
judiciales y del usufructo alimentario en particular para determinar si los
derechos de terceros legítimos. En relación al usufructo alimentario, se
mencionan varias características y restricciones. El usufructuario está
exento de rendir caución suficiente de conservación y restitución y de
realizar un inventario solemne a su costa. Se requiere solo un inventario
simple. Además, el usufructo alimentario es inembargable y no puede ser
transmitido a herederos, cedido, prestado o arrendado. Estas restricciones
se basan en su carácter personalísimo y se sustentan en los artículos 775,
819, 2466, 334, 764, 787, 781 y 790 del Código Civil y la ley Nº 14.908.
Se establece que el usufructo alimentario se constituye por toda la vida del
titular y está sujeto a la condición resolutoria de que el bien siga
perteneciendo al alimentante. Para evitar la nulidad de esta condición, se
prohíbe la enajenación o gravamen del bien, garantizando así que la
propiedad siga en manos del constituyente. Esta prohibición es legal y no
judicial, pero puede inscribirse en el Registro Civil de Bienes Raíces
utilizando la sentencia como título. Se concluye que el Primer Juzgado de
Letras de San Bernardo, y no el Juzgado de Menores de esa comuna, era el
que tenía la autoridad para impedir la enajenación del bien raíz propiedad
de Luis Eduardo Henríquez Flores. Se argumenta que el usufructo
alimentario no pone en riesgo las facultades patrimoniales del
constituyente, ya que está condicionado a que la propiedad le siga
perteneciendo y cuenta con una prohibición legal de enajenar o gravar. Sin
embargo, se menciona que el Juzgado de Menores de San Bernardo debía
autorizar la enajenación y determinar una nueva forma de cumplimiento de
la pensión alimentaria en caso de que se remate el bien en la causa civil
derivada de un cuasidelito de lesiones. Además, se destaca que la ley Nº
14.908 contempla sanciones para el caso de incumplimiento de la
obligación alimentaria. El alimentante puede ser conminado al
cumplimiento mediante apremios establecidos en la ley. Para el usufructo
constituido sobre inmuebles, se pueden aplicar estos apremios incluso antes
de la inscripción
Se analiza diversos aspectos relacionados con una medida precautoria y su
efecto en los derechos de los acreedores y beneficiarios. Se mencionan
varios artículos del Código Civil (CC), la Ley de Medidas Cautelares
(LMC) y el Código de Procedimiento Civil (CPC) que son relevantes para
el análisis. El texto señala que la prohibición de gravar y enajenar una
propiedad como medida precautoria no impide que otros acreedores
soliciten el embargo de la misma por obligaciones anteriores. Esto se basa
en el principio de prelación de créditos y en la naturaleza de las medidas
cautelares. Se argumenta que la medida precautoria no afecta la preferencia
de créditos establecidos por la ley, lo que implica que el demandante de
nulidad no tiene una causa de preferencia reconocida por la ley a su favor.
Además, se menciona que una medida precautoria pierde efecto cuando se
dicta una sentencia definitiva que pone fin al litigio. Se aborda la
importancia de la inscripción registral como medio de publicidad y
oponibilidad de las medidas precautorias a terceros. Sin embargo, se
destaca que la vigencia de la medida está condicionada por su función
cautelar establecida por la ley, no por su registro. Luego, se presenta una
cronología de los hechos relevantes para el caso específico que se está
analizando. Se cuestiona desde cuándo el demandante se convirtió en
acreedor del constituyente del usufructo, lo cual se establece como un
requisito para su legitimación para demandar la nulidad absoluta. Se
argumenta que la calidad de acreedor se adquiere recién con la suscripción
de la escritura de adjudicación, y se plantea que la venta del bien subastado
era inválida debido a la prohibición de enajenar establecida por el usufructo
alimentario. Se menciona que el juzgado carecía de legitimación para
extender la escritura pública debido a la prohibición de enajenar prevista
por la ley, y se argumenta que la compraventa es nula. Además, se plantea
que el comprador tenía conocimiento del vicio que invalidaba el acto
debido a su inscripción. Finalmente, se sugiere que el comprador debería
retractarse de la adjudicación debido al rechazo del Conservador de Bienes
Raíces de inscribir la propiedad plena a su favor debido a la existencia de
un usufructo judicial vigente. En resumen, el texto analizado abordó temas
relacionados con medidas precautorias, preferencia de créditos,
legitimación para demandar la nulidad absoluta, inscripción registral y
efectos de un usufructo alimentario en la enajenación de un bien. Cabe
tener en cuenta que el análisis se realiza sin un contexto jurídico específico,
por lo que el significado y la aplicación de las normas citadas pueden variar
en situaciones particulares.
Se plantea una pregunta relacionada con la tutela posterior del
usufructuario judicial cuando se declara la nulidad de su derecho. Se
menciona que la situación varía dependiendo de si se trata de un usufructo
alimentario, aquellos permitidos en relación con los bienes familiares o la
compensación económica. En el caso de los alimentos, se establece que una
sentencia definitiva que fija su cantidad y la forma de pago puede ser
revisada si cambian las circunstancias que motivaron la demanda. Esto
implica que los beneficiarios del usufructo alimentario podrían solicitar una
nueva forma de pago de su pensión si se vuelve imposible cumplir el
acuerdo con lo establecido inicialmente. Se sugiere que posiblemente
podrían tener derecho legal de retención hasta que se les paguen los
reembolsos e indemnizaciones adeudados por el nudo propietario. Sin
embargo, se plantea que surgen mayores cuando la nulidad del derecho real
afecta a los otros casos mencionados, ya que en esos casos no existe la
posibilidad de revisión más allá de un recurso extraordinario. Esto genera
inconvenientes relacionados con la doctrina establecida en la sentencia, que
permite la anulación de una sentencia firme y con autoridad de cosa
juzgada mediante las reglas previstas por el Código Civil para actos y
contratos. En las consideraciones finales, se argumenta que la sentencia
comentada comete un error en la solución que ofrece, pero sigue siendo
interesante por varias razones. Invite a reflexionar sobre la teoría del título
y modo seguido por el Código Civil, que puede presentar dificultades
prácticas y requiere encontrar soluciones que sortean los problemas.
También sugiere la necesidad de un estudio más profundo sobre los
usufructos judiciales, su disciplina exacta y su finalidad, así como el
alcance de las normas de nulidad y su aplicación fuera del ámbito
contractual. En resumen, el texto parece ser un análisis crítico sobre una
sentencia en particular y su impacto en relación con la nulidad de un
derecho de usufructo judicial. Aborda diversas cuestiones legales y
doctrinales, planteando preguntas y reflexiones sobre la teoría jurídica y la
interpretación de las normas aplicables.

A se presentan a continuación los principales puntos del análisis:


1. El texto se refiere a una norma excepcional que establece la
prohibición de enajenar o gravar bienes en situaciones específicas, como el
divorcio, la tutela, las demandas fiscales y municipales, entre otras.
2. Se menciona que la práctica forense ha interpretado de manera
excesiva esta norma, incluyendo la prohibición de enajenar o gravar bienes,
lo cual no está respaldado por la redacción original del Código Civil.
3. Se hace referencia a una moción presentada en el Senado para
modificar el artículo 1464 del Código Civil, relacionado con la enajenación
de bienes embargados o prohibidos por decreto judicial. La modificación
buscaba separar claramente estos dos supuestos.
4. Se argumenta que la constitución de un usufructo alimentario sobre
un bien raíz embargado no impide la transferencia de la propiedad y no
afecta los derechos de terceros. Además, se mencionan las características y
limitaciones del usufructo alimentario.
5. Se destaca que la prohibición de enajenar o gravar un bien raíz es
una condición resolutoria para garantizar que el bien siga perteneciendo al
constituyente del usufructo alimentario.
6. Se menciona que la ley contempla sanciones para el caso de
incumplimiento de la pensión alimentaria y protección a favor de los
acreedores del constituyente.
7. Se argumenta que una medida precautoria, como la prohibición de
enajenar o gravar bienes, queda sin efecto cuando se dicta una sentencia
definitiva que ponga fin al litigio. La inscripción registral tiene multas de
publicidad y no determina la vigencia de la medida. En resumen, el análisis
del texto se centra en la interpretación de las normas legales relacionadas
con el divorcio, la prohibición de enajenar o gravar bienes, y la
constitución de un usufructo alimentario. Se discuten las características y
limitaciones del usufructo alimentario, así como la validez y efectos de las
medidas precautorias en relación con la transferencia de propiedad y los
derechos de terceros.

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