Resumen de Psicopatología
Resumen de Psicopatología
Resumen de Psicopatología
Psyche: mente.
Pathos: padecimiento y también pasión. Implica sufrimiento y pasión.
Logos: conocimiento.
Por ello, apuntamos a ella, como el estudio del conocimiento de las pasiones y padecimientos.
Relato histórico: el término surge en 1852, y se constituye a fines del siglo XIX con el médico
francés Rivot, que lo nomina como “psicología patológica”, estudiaba lo normal a partir de lo
patológico. Esta idea está presente en Freud, ejemplo: cuando habla de la paranoia dice que
hay un abuso del recurso de la concepción, allí explica porque se convierte en patológico y
como seria lo normal. Allí la enfermedad tiene un fin práctico porque interfiere en la persona.
La psicopatología surge con Jasper en 1913, como disciplina, ciencia que tiene su propio
objeto. Crea un método que es la fenomenología.
Bercherie lo denomina como una práctica asincrónica, se presenta el paciente y se toma nota
de como progresa. (Dato: el manual diagnostico que sirve para clasificar las enfermedades,
dependiendo de sus signos y síntomas, es asincrónico).
Libro: las enfermedades mentales en plural, designan dos modificaciones radicales en relación
con lo que significaba alienación mental. Por un lado, la patología mental considera que debe
aplicarse para distinguir cierto número de afecciones irreductibles entre sí, cuyo conjunto,
puramente empírico, escapa a la unidad y a la unificación, por otro, esta misma patología
mental renuncia a constituir una extraterritorialidad respecto de sus ramas.
“Estructuras psicopatológicas” (3er paradigma): las dos escuelas más importantes son
las de Henry EY y Bleuler. (1926 – 1977) aparece la disociación de neurosis y psicosis.
Centro su atención en la diacronía, el cuadro no se define por su evolución, sino por su
condición o recurso cognitivo, tiene 3 causas: la nosografía pierde su estructura,
muere Henry EY y no es practica; por ello, muere el paradigma.
Libro: El nuevo paradigma impone un cierto retorno a una unidad, con el mantenimiento de
cierto número de subdivisiones inevitables. Luego de 17 años en que EY supo organizar la
psiquiatría mundial perdía a ese maestro. El mismo y tal vez más aun Minkowski, supieron
introducir en psiquiatría, de una manera crítica aunque fecunda, ese concepto de estructura
que iba a ocupar un lugar decisivo en la lingüística y en la antropología social.
Hoy en 2023 el paradigma que rige a la psicopatología para Lanteri-laura no logra consensuar
un nuevo paradigma sobre el objeto de estudio, estamos en una época de transición. En un
futuro el paradigma que se va a consensuar seguramente será más dirigido a la posición
empirista, biologisista, con la utilización de manuales.
Bercherie va a decir que Pinnel funda la Clínica como camino consciente y sistemático,
representa en Francia la síntesis de pensamientos renovadores y radicalizantes que marcaron
el S. XVIII. Consideraban que el conocimiento es un proceso cuya base es la observación
empírica de los fenómenos que constituyen la realidad. A esos fenómenos el sabio debe
agruparlos y clasificarlos. Constituirá así clases, géneros, especies bajo la forma de “ídolos”. Un
método finalmente histórico en la consideración de la locura, se dedicara a la aplicación
rigurosa de la doctrina en el campo completo de la práctica médica.
Pinnel fue de aquellos que constituyeron la clínica médica como observación y análisis
sistemático de los fenómenos perceptibles de la enfermedad; resultado de ello es su
nosografía. Allí aisló las grandes clases sintomáticas en las cuales la anatomía patológica juega
más que un papel secundario en la clasificación. Esto no constituye un elemento del nivel
causal, sino uno de los síntomas del proceso mórbido, el que permanece inaccesible. Pinnel
considera la alienación mental como una enfermedad como una perturbación de las
funciones intelectuales, de las funciones superiores del sistema nervioso.
Ubicado el lugar y el estatuto de la locura, grandes clases en las que se reparten las
manifestaciones mórbidas: la manía, la melancolía, la demencia, y el idiotismo. Su nosología
apunta a crear grandes clases fenoménicas de comportamientos. Nosotros pensamos con
categorías muy diferentes, ya que para nosotros son pequeños signos los que importan y los
que definen el fenómeno. La nosografía clasifica las enfermedades mentales en grandes
categorías sirviéndose para ello de los síntomas más notorios.
Pinnel recomienda utilizar el trabajo de los psicólogos para estudiar en su detalle las
perturbaciones de las funciones mentales en la locura, lo mejor es empaparse con sus
observaciones, con el análisis que realizaron de las funciones de la mente normal.
Para Pinel el cerebro no está dañado, la mente solamente esta alterada en su funcionamiento,
de donde surge la acción posible del tratamiento moral y la curabilidad potencial de la locura.
SEGUNDA CLASE
Lacan fue un psicoanalista francés Freudiano, nace en París. Retoma su teoría y hace algunos
aportes. Modifico la teoría. Los desarrollos han sido de relevancia y hoy siguen vigentes. En
Argentina el lacanismo prima en comparación con otros aportes psicoanalistas.
A partir de su 1era conferencia de los 3 registros en el 53, para Lacan la subjetividad humana
está determinada por estas categorías conceptuales que nos permiten ejercer un tratamiento.
Están trabajando siempre de manera entrelazada, pero no hay una superioridad entre uno y
otro. Por ende las podemos organizar de maneras diferentes. El orden no altera su validez.
Enfatiza algún registro sobre otro, pero no significa que sea superior. Por ejemplo: en la
década del 40’ enfatiza con lo imaginario, en el 50’ con lo simbólico y en el 70’ con lo real
porque tiene que ver con el contenido que pensó en ese momento.
Una de las fuentes que Lacan utiliza es el psicoanálisis, recupera la noción de narcisismo, y de
“imago” que se encuentra en la obra de Freud, con dicho termino se designaba una
representación o imagen ideal de las figuras parentales que como esquema inconsciente dirige
posteriormente al sujeto en su percepción de los otros, y en su actitud y conducta hacia ellos.
Le permite insistir en el carácter estructurante y estructural del estadio del espejo.
Otra de las fuentes es de la etología, de Lorenz, que plantea que determinadas especies frente
a otro, genera cambios orgánicos como el coito. En los humanos también sucede, en forma de
excitación. Son cambios subjetivos que la imagen de un semejante puede producir. De allí que
Lacan considere que un comportamiento puede volverse imaginario, cuando su orientación
hacia las imágenes, es capaz de desplazarse fuera del ciclo que asegura la satisfacción de una
necesidad natural.
En nuestra cultura contemporánea, lo imaginario suele adquirir gran relevancia, las redes
sociales, el culto a la imagen, la selfie, entre otras formas, estamos en una época caracterizada
“enfermedad de la comparación” que suele alimentar lo que Freud llamo “el narcisismo de las
pequeñas diferencias”.
Otra de las referencias es el arte, como el surrealismo, que trabajan el valor simbólico que
tienen las imágenes, fundamentalmente del renacimiento, Panofsky dice que la imagen no
tiene valor/significado por sí misma, sino que depende del lugar donde este. “el significado
dependerá del lugar que tenga el símbolo en la obra y su contexto. Ejemplo: si vamos a
Alemania y vemos una imagen, representa el nacismo, y en el Budismo, esa misma imagen
representara una imagen religiosa. Según su relación con otros elementos se le puede asignar
un valor. Esto tiene mucha importancia porque indica el valor simbólico de las imágenes. Allí
hay una relación entre lo simbólico (significante) y lo imaginario (imagen). Ejemplo: en el
sueño se representan imágenes que luego la transcribimos con palabras y lo significamos. Es
decir, que los sueños tienen valor y es singular, porque depende de la estructura del lenguaje
de cada uno. Ningún sueño significa lo mismo, por más que haya imágenes parecidas. La
imagen tiene valor simbólico, que no es fijo.
En este eje se juegan las relaciones imaginarias del yo con su semejante, la rivalidad, celos,
proyección, agresividad, ilusiones, etc. lo imaginario cobra su falsa realidad, que es una
realidad verificada a partir del orden definido por el lenguaje. El yo, el otro, el semejante,
todos estos imaginarios son objetos. En el eje imaginario se trata de relaciones
intercambiables en el sentido de la óptica.
Simbólico: apunta a la función del lenguaje, un sistema de carácter universal que nos precede
y configura lazos sociales. Nacemos en una época que está condicionada por una trama
simbólica, lenguaje, cultura, esa trama nos constituye como sujetos. Hay una necesidad lógica
entre el hombre y el símbolo, uno no es sin el otro “el hombre habla pues, pero es porque el
símbolo lo ha hecho hombre”. Lo simbólico no se opone a lo imaginario, sino que le asigna
otro valor.
Para Lacan este orden funda la relación entre el ser y el no ser, permite que exista algo. La
“palabra mata a la cosa”, “la palabra mata a la ausencia”. Es el símbolo lo que me permite
hacer que exista algo. Si yo hablo de Lacan, aunque él no esté presente, hago que exista, lo
traigo. Sino lo nombro, no existe, la palabra es una presencia hecha de ausencia. El símbolo
hace existir objetos, significados, etc. el símbolo puede representar la cosa, pero no es la cosa
en sí misma. Es gracias a lo simbólico que algo puede faltar.
Centrándonos en el eje simbólico, es decir, el vector que va del A (tesoro de los significantes) a
S, el sujeto. Es una línea que designa el vector inconsciente. El Otro, es un lugar simbólico,
ante lo cual es sujeto se hace reconocer. Solo puedo hacerme reconocer por el Otro en la
medida que este reconocido.
Las principales fuentes: la dimensión de lo simbólico, es un puntapié para introducir una de las
fuentes que Lacan utiliza para delimitar este registro, una de ellas es el estructuralismo, se
nutre de Levi Strauss, antropólogo, y de allí recupera al autor Saussure sobre la lingüística y los
trabajos de Jakobson sobre la metáfora y metonimia. Saussure, afirma que la lengua es el
objeto de estudio de la lingüística, definición de la lengua como un sistema de símbolos. Su
campo de estudio se delimitara por el significante y el significado elementos que constituyen
el signo lingüístico. El signo se caracteriza por la relación recíproca entre el significado y el
significante. Establece una relación de lenguaje, lengua (sistema de símbolos, es compartida y
tiene un significado) y habla (acto individual del uso de la lengua).
Desaparece la unidad representada por el círculo, dicho algoritmo contradice la idea de que
un significante remite a un concepto o un significado único.
Va a tener sentido por la diacronía (tiene evolución), la cadena significante implica “S, S, S” una
doble temporalidad, diacrónica (remite a la metonimia) y sincrónica (a la metáfora). En la
diacronía el significado se establece con el último elemento que termina la frase, y que le da
un significado específico, esto quiere decir que implica una temporalidad donde un significante
anticipa al segundo y este lo resignifica. La sincronía habla sobre el conjunto de significante, la
coexistencia de los significantes al mismo tiempo. Además, esta cadena (leyes de un orden
cerrado) se sirve de 2 leyes del lenguaje, la metáfora y la metonimia.
La metonimia: consiste en la conexión de una palabra a otra. Se sustituye algo que se trata de
nombrar, se nombra determinada cosa mediante otra que la contiene por parte de ella o por
su relación. Nombro un objeto con un significante que represente al objeto antes dicho;
significan lo mismo. Ejemplo: un velero, es un barco. Lo digo de maneras diferentes y
significan lo mismo. Ejemplo: alguien que tiene un sueño sobre una rosa y después habla de
un dolor, en ese relato puede aparecer una ruptura amorosa, esa es una metonimia, donde la
espina de la rosa, representa el dolor.
Lacan recupera la palabra para decir, que la misma hace uso del lenguaje. Cada vez que se
utiliza la palabra, eso tiene una direccionalidad, se dirige a alguien, siempre apunta a una
respuesta, aunque sea el silencio. En la terapia la palabra del analizaste espera una respuesta
del analista, quien cumple el lugar de A (el gran Otro) lo ve como otro persona, es decir que
comprende un doble registro (imaginario y simbólico) pero funciona el lugar simbólico, que
cuestiona la estructura simbólica, busca más allá de lo que dice el analizado. La noción de
estructura es inseparable de la noción de significante, cuando se analiza la estructura se trata
de la estructura del significante. El gran Otro comprende la dimensión del inconsciente en
tanto el Inc. es el discurso del Otro.
El sujeto recibe su mensaje de manera inversa “tú eres mi mujer” quiere decir “yo soy tu
hombre”, quiere decir algo que para él significa eso y el analista significa ese significado y lo
interpreta de nuevo. La palabra “ustedes son mis alumnos” significa al otro como semejante,
pero también hay un orden simbólico que nos significa como el Gran Otro (representación
simbólica).
El analista habla con una persona (semejante) pero el analista ocupa un lugar simbólico que
regula la estructura de lo simbólico. Ese lugar simbólico no solo se refleja en la terapia, sino en
toda relación subjetiva mediada por el lenguaje.
Lo real no es la realidad. Si bien ese término nos puede llevar a ello, aquí se observa desde otro
lugar. Si no es la realidad, ¿qué es? Hay distintas definiciones que da de lo real. En “la tercera”
recorta o reúne las diferentes definiciones que da de esa categoría. Desde el 53 hasta el 74
propone distintas definiciones de lo real. Lo cual no quiere decir que las posteriores sean más
certeras, sino que no se contradicen unas de si, sino que conviven en diferentes momentos
teóricos, no significa que las posteriores sean mejores o superiores.
La tercera, nos centramos en las definiciones que da Lacan, no en todo el texto. Algunas de las
definiciones:
Lacan la propone en el seminario II 54/55. La primera definición es: Lo real es lo que vuelve
siempre al mismo lugar. Esto tiene dos ideas freudianas, la idea de la fijación, lo que esta fijo y
vuelve siempre al mismo lugar, y la referencia de la repetición. En “más allá del principio, del
placer” se habla de las repeticiones que no obedecen al principio de la represión. Ello
recupera, ya que vuelve siempre al mismo punto, y que no simbólico no lo podemos
escuchar. El obsesivo dice que siempre le pasa lo mismo, eso es una idea incipiente de lo real.
Lacan da el ejemplo de los astros. Siempre van a estar en el mismo lugar, las tres marías, o la
luna. Esta referencia de lo real tiene esa dimensión, vuelve siempre al mismo punto y esta fijo.
Tiene que ver con esos fenómenos sintomáticos que tienen dificultad se ser solucionados, vía
la palabra.
Lacan plantea un registro donde las representaciones (palabra, ideas, pensamientos, etc.) no
tienen alcance, queda por fuera de eso. No todo sufrimiento humano neurótico, puede ser
tramitado por la palabra. Se lo podría asociar a la pulsión en un principio.
La segunda definición que propone, “lo real es lo imposible”, la idea de imposible la recupera
de la lógica modal, lo posible de lo imposible, lo real es lo imposible en el sentido lógico.
Entonces, desde esta perspectiva, es imposible de imaginar, de representar, verbalizar, donde
lo imaginario y simbólico no tienen la posibilidad lógica de capturarlo. Ejemplo en las
matemáticas: hay distintos números, u operaciones que son lógicamente imposibles. En el
campo de los idiomas: hay expresiones que son imposibles de producirlas en otro idioma.
Podemos traducir algo parecido, con otras palabras, pero la propia estructura del idioma tiene
sus imposibilidades. Hay algo de la lógica que es imposible. Es imposible salir volando y ser
Superman, hay una imposibilidad en nuestra especie. Esta idea va a tener distintas
consecuencias y usos en la enseñanza. Ejemplo: cuando lacan plantea la relación entre los
sexos, existe una imposibilidad lógica de la proporción sexual. Por eso “la relación sexual no
existe”, según Lacan. No existe la proporción entre los sexos. Hay una imposibilidad lógica en
tanto a la proporción, no en cuanto a la unión.
El banquete de Platón, donde plantea la media naranja, la parte que falta, que complementa;
es una puesta en crítica que hace un personaje Aristófanes, y los dioses le dan un castigo, lo
que hace que siempre busquemos la parte que falta. Todo esto, se pone en cuestión por la
tesis de lacan. En una relación encontramos diferencias que no se complementan. Esta
dimensión lógica de lo real, lo real como lo imposible. Ejemplo: fenómeno clínico, sueño; los
registros están articulados, pero si los dividimos se puede observar que:
La cuarta definición: “lo real no es universal”, no hay “todos los elementos, solo hay conjuntos
que determinar en cada caso” es incompleto.
La quinta definición: “lo real en tanto se pone en cruz para impedir que las cosas anden”.
Pone el acento en el síntoma, pero en el sentido real del síntoma, aparece como
comprensión, si digo que el sentido del síntoma es lo real, hay algo del sentido del síntoma
que viene de lo real, queda por fuera del sentido de lo imaginario y simbólico, es esa
repetición del síntoma que por más que el analizante lo ponga en lenguaje, hay algo que no
se cura, que queda por fuera de la posibilidad de articularse por medio de la palabra y se
repite. Cuando hay un impedimento, una piedra en el camino que impide que las cosas
marchen, a eso hace referencia lo real.
Si bien la palabra fue propuesta a lo real, ni la realidad física, ni la realidad, sino lo imposible
lógico, esto reúne las definiciones. En un dispositivo psicoanalítico nos encontramos con ese
registro que no anda, que lo podemos delimitar pero va a ver un punto imposible de abordar.
De allí que una cura psicoanalítica puede durar toda la vida. El analizante puede terminar
toda la vida asociando, pero siempre va a haber algo que escapa a la palabra, a la
representación.
Además es una categoría que se puede desplazar a la disciplina empírica, hay planos que no
se pueden estudiar. Pero ellos pueden hacer que lo imposible se vuelva posible, al igual que
psicoanálisis, lo que no implica que no quede un resto sin analizar. Imposible de alcanzar.
Nuestra base teórica nos permite predecir cierta información, que no termina de ser empírica
como la ciencia, pero que nos permite dar una explicación.
La categoría de lo real, nos posiciona en un lugar antitético o lógico, donde queremos captarlo,
aunque sea imposible, queremos capturarlo pero no es posible. Es ese agujero, porque en la
interpretación del sueño, no vamos a llegar nunca. Lo real es ello que no cesa de no excribirse.
Continúan y vuelve siempre a ese lugar, lo que se repite y se fija, pero no se escribe, no se
representa de se simboliza.
Lo imaginario tiene que ver con las representaciones e identificaciones imaginarias. Tiene que
ver con el narcisismo ya que implica una representación o imagen. Lo que proviene de lacan,
es de allí. Lacan siempre lo piensa en la agresividad, el odio, lo plantea en términos
imaginarios. Cuando no quiero estar en el lugar del otro.
Por ejemplo: a lo largo de la historia, lo imaginario tiene un valor cultural, pero siempre a
tenido un valor humano, de subjetivación, de humanización. En el animal, lo imaginario tiene
valor, para sociabilizar con el entorno, puede tener un valor socializante pero siempre va a
estar articulado al instinto. En nuestra especie lo imaginario pierde la naturalidad del humano,
el instinto. En el fetichismo, un objeto cualquiera, como unas bragas, pantuflas, ese objeto
pierde su uso natural y representa otra cosa, simboliza otra cosa, hasta el punto que uno lo
necesita para tener una relación con el otro, tiene la condición de establecer un vínculo. Las
neurosis tienen que ver con ello, cuando uno elige un objeto de amor, tiene que ver con
ciertas satisfacciones inconscientes. Pierde su valor inicial, lo simbolizamos. Las imágenes, no
son meras imágenes. En la actualidad esto tiene un énfasis marcado por la tecnología, las
escrituras (selfies, Instagram), no es algo exclusivo de nuestra época, sino propio de nuestra
especie.
En esta época que estamos trabajando a lacan, 50, acuña una función del inconsciente, el
inconsciente está estructurado como un lenguaje, esta definición más adelante su enseñanza
va a tomar otro sentido. Acá en este contexto, toma como referencia la lingüística y la lógica
matemática. Esto significa que el lenguaje nos atraviesa antes de que nacemos. Tiene una
estructura, un orden, un grupo de elementos que forman un conjunto covalente, no de
estructura de una personalidad, pero además el inconsciente se estructura como el lenguaje,
no la misma del lenguaje. Esta ordenado a las leyes del lenguaje, a la metáfora y la metonimia,
no es un lenguaje porque el tiene otra estructura. En la estructura del inconsciente no hace
falta que sean palabras, sino actos, imágenes que se estructuran como la palabra. Las
podemos traducir, leer o interpretar. El psicoanalista no es que se va ir a la profundidad del
inconsciente, sino que va a ir a la labra, en la estructura del lenguaje, porque allí se presente,
en el relato de un sueño, en un relato, en un silencio, etc. el síntoma es la palabra amordazada,
la palabra no dicha. El psicoanalista implica esa posición de tratar de leer eso que se dice en las
formaciones del inconsciente. Y lo leemos porque está estructurado como el lenguaje. Esto es
propuesto por Freud. A nadie se le ocurrió, que el lapsus o sueños, se corresponden con
fenómenos psicopatológicos de la vida cotidiana en tanto los consideremos síntomas. En ese
lenguaje los significantes no van a tener acuñado un significado fijo, esa es una ilusión.
Cuando intentamos comunicarnos con alguien, lo que se produce no es la propuesta de la
lingüística de shackobson, en la experiencia dice otra cosa, porque quien produce el sentido
del mensaje es quien lo recibe al mensaje. Esto ocurre en la pareja cuando ponemos en
palabra para explicar una situación, y del otro lado se interpreta de otra manera, aparece el
mal entendido. Por ello aparece algo de la comunicación que falla. Se decodifica la
información que doy. Por ello, lacan va a decir que el lenguaje no existe.
Es como la técnica del tapizador, cuando ajusta los botones del sillón, antes se colocaban y
cuando terminaban de poder el último se ajustaba para que todos queden apretados, eso hace
referencia a la diacronía del lenguaje, que es cuando la última palabra, termina por dar el
significado de lo que se quiere decir.
Notas sobre el estadio del espejo
La frase Yo es otro no es una expresión originalmente psicoanalítica. Resulta curioso que esa
imagen de sí, que suponemos como la más íntima y propia, es algo alienante y ajeno. Esa
imagen que parece inmutable y única, también puede mutarse y abandonarnos.
Las elaboraciones de Lacan sobre el estadio del espejo, nos ofrecen un aparato conceptual
para explorar la constitución de dicha imagen, precisamente de la construcción del yo. Lacan
con el estadio del espejo presenta una topología que subvierte la dimensión interior- exterior.
El estadio del espejo, tiene un valor histórico, del desarrollo infantil (entre los 6 y 18 meses) y
al mismo tiempo tipifica una relación libidinal con la imagen corporal. Además, con él Lacan
renueva la teoría del yo y de las identificaciones poniendo en cuestión toda teoría psicológica y
filosófica que sitúa al yo como una instancia de conocimiento, pero también de Freud al
debatir su argumento que supone al yo como núcleo del sistema percepción conciencia.
Con este estadio Lacan forja una explicación sobre la conformación del yo. Siguiendo la tesis
freudiana sobre el narcisismo y las elaboraciones de la segunda tópica que considera al yo
como la proyección de una superficie, Lacan hace ingresar al estadio del espejo como una
identificación imaginaria, es decir, “como la transformación producida en el sujeto cuando
asume una imagen”.
Ahora bien, Freud no avanza en la explicación de esta nueva acción psíquica, allí el estadio del
espejo ingresa como un manto de luz a ese lugar opaco que éste había dejado. Para Lacan el
yo se conformará en base a una identificación con la imagen del semejante y del “espejo del
Otro”, entonces, donde más creo ser yo, soy más otro, por lo cual, reforzar al yo como meta
del análisis, implica reforzar una imagen que no es propia, magnificando las cualidades del
registro imaginario. Esta dirección es una forma de desconocer los elementos constitutivos del
yo y perderse en las tinieblas de la ilusión de autonomía que se le confía.
Además, Lacan marca otra innovación al diferenciar las nociones de yo (moi) y sujeto. “El
sujeto está descentrado con respecto al individuo. Yo es otro quiere decir eso”. La
palabra individuo proviene del latín individuus, que significa indivisible. Entonces el individuo
no es el sujeto. El sujeto, no es una sustancia, sino un efecto del lenguaje, el sujeto habla desde
otra parte, no desde el lugar de agente, no lo captamos cuando lo consideramos un individuo,
por lo tanto, el yo no es el sujeto.
Clase: lacan critica cualquier teoría filosófica o psicológica que situé al YO en un lugar de
conocimiento, “yo me conozco”, en realidad el Yo no tiene lugar de consciente. Plantea que
está compuesto por pulsiones y cuestiones de ello. Se revela como instancia de
desconocimiento, va en contra de las nuevas terapias que intentan “conocerse a uno mismo”.
El yo no se revela como imagen unificada, pueden estar identificados con varias personas, y
constituirse por múltiples imágenes.
Cuando hablamos del estadio del espejo nos referimos al moi, es del orden de lo imaginario.
Ejemplo. Soy bueno, soy como mi mama, etc.
Así como el yo se construye, el estadio del espejo también tiene su génesis, ya que para erigir
este aparto conceptual Lacan recupera fuentes de distintos campos del saber. Por ejemplo,
propone que la génesis del yo explica el principio de lo que él denominó el “conocimiento
paranoico”. En tanto que hay una relación entre la estructura del yo y las manifestaciones de
los delirios paranoicos, caracterizados, por el desconocimiento de la función proyectiva y la
iniciativa del Otro. Se trata de situaciones indiferenciadas en pequeños de edades similares,
donde la acción del niño equivale a la acción del otro, el niño que pega dice haber sido
golpeado y el que ve caer es quien llora, experiencia proyectiva que no se extingue en el
infans.
Además de recurrir a los desarrollos de Bühler, también acude a otras fuentes (Wallon, Köhler,
Bolk).
Henri Wallon (1934), para investigar la evolución biológica del niño, principalmente histológica
del sistema nervioso, compara las conductas de los animales y los niños en la experiencia del
espejo, intentando especificar cómo se alcanza la distinción entre interior y exterior.
Considerará que los niños en algún momento del desarrollo logran reconocer su imagen
exteroceptiva, aunque no se encuentren maduros fisiológicamente. Para Wallon, el niño pasa
de una percepción parcial de su cuerpo a una integral. Por ejemplo, cuando el niño mueve un
brazo frente al espejo, aquel (la imagen) mueve un brazo, el niño sonríe, ella sonríe. El niño
progresivamente va adquirir un dominio sobre la disociación entre ambas imágenes.
El autor distingue tres dominios sobre los datos biológicos: el dominio interoceptivo
(sensibilidades viscerales que informa el cerebro de los acontecimientos internos del cuerpo),
el exteroceptivo (es aquel que involucra las excitaciones exteriores), y el dominio
propiocepivo, (sistema intermedio pero autónomo que incluye las sensaciones ligadas al
equilibrio, actitudes y movimientos); el conjunto de estos dominios implican un proceso de
maduración del sistema nervioso durante un periodo de tiempo.
Wolfgang Köhler, es otro de los autores que recupera Lacan en su escrito de 1949. Aquel había
descubierto que el chimpancé capta la ilusión de la imagen reflejada y busca comprobarlo de
diferentes modos, por ejemplo, intentando atrapar manualmente la imagen atrás del espejo,
cuando no logra capturarla se pone furioso y no repite la experiencia. Kölher deduce una
inteligencia a nivel de la ejecución mayor que la del niño a la misma edad de seis meses. Si
bien, el niño en una edad similar es superado en las habilidades instrumentales por el
chimpancé, aquel reconoce su imagen en el espejo, y lejos de enojarse o resultarle indiferente
se presta a ella de manera jubilosa.
“Este acto, en efecto, lejos de agotarse, como en el mono, en el control, una vez adquirido, de
la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el niño en una serie de gestos en los que
experimenta lúdicamente la relación de los movimientos asumidos de la imagen con su medio
ambiente reflejado, y de ese complejo virtual a la realidad que reproduce, o sea con su propio
cuerpo y con las personas, incluso con los objetos, que se encuentran junto a él (Lacan, 1949:
86)”.
En este punto, Lacan toma los desarrollos de Louis Lodewijk Bolk, sobre la prematuración de la
cría humana. Bolk, en 1926 plantea que en el ser humano, a diferencia de otras especies de
animales, hay una retardación evolutiva a causa de una retraso del desarrollo del sistema
endocrino. Sus estudios etológicos mostraron una aproximación entre el feto de un chimpancé
y el adulto humano, de allí que considere la fetalización de la estructura humana como
característica principal de nuestra especie, el estudio de este proceso se denomina neotenia.
De allí que Lacan afirme que el niño se anticipa a la formación de una imagen unificada, a una
forma de gestalt, que no corresponde con sus posibilidades de coordinación motriz. Es una
forma constituyente y no constituida. Se trata de una forma ortopédica de su totalidad, una
especie de muleta, una ilusión de unidad (crea una ilusión de completud pero se experimenta
fragmentado). Este movimiento permite considerar la fragmentación corporal como un
segundo tiempo, como un efecto retroactivo de la unificación de la imagen y no meramente
como un dato psicogenético.
Se trata también del efecto orgánico que produce la imagen del semejante. En la especie
humana esta relación con el Umwelt está atravesada no solo por lo imaginario, sino por el
lenguaje.
Así como el yo se constituye a partir de la imagen del otro, el deseo también está mediatizado
por el otro /A. Si el yo no es una experiencia natural, el deseo tampoco lo es. Se desea el
deseo del otro, tomando como objeto el deseo del otro.
Clase: la imagen que construimos es la que viene del otro, pero no solo es un punto
imaginario, sino en la matriz simbólica, en la forma en que cada quien es hablado. “Ese sos
vos”. Nos vamos construyendo por otro, incluso nuestro deseo. Por ello se opone al
autoconocimiento, “yo soy”. El yo se revela como instancia de desconocimiento, desconoce
sus determinaciones simbólicas.
El modelo óptico
Pocos años después de su exposición sobre el estadio del espejo, en el Seminario 1 (1953-
1954), Lacan introduce el esquema óptico, como un modelo teórico para explicar dicho
estadio. Para abordar este modelo, introduciremos algunas consideraciones básicas sobre las
leyes de la óptica geométrica. En primer lugar, todo lo que vemos se debe a la recepción en
nuestra retina de la luz que proviene de los objetos que nos rodean, ya sea por reflexión o
emisión. En el esquema que Lacan trabaja, predomina la ley de la reflexión. Esta ley afirma que
un rayo incidente sobre un punto sobre una superficie reflectora, se refleja de tal modo que el
rayo reflejado forma el mismo ángulo que el incidente.
En cambio, las imágenes reales son producidas por los espejos esféricos, estas se comportan
como objetos reales generando una ilusión óptica. En éstas también se produce una inversión
simétrica, pero se invierte la imagen de abajo hacia arriba o viceversa. Son imágenes reales ya
que en ellas se forman en el punto donde convergen los rayos. Hay que agregar que son
imágenes que se forman del mismo lado del espejo en el cual se encuentra el observador.
Además, la imagen que resulte dependerá del punto en el que se localice el objeto y el
observador. Cuando el objeto está en el centro del espejo, la imagen será real, invertida, del
mismo tamaño que el objeto y se localizará en la misma distancia que el espejo. Asimismo,
como lo demuestra la experiencia que Lacan realiza, podemos producir imágenes virtuales de
esos objetos que son las imágenes reales. Si ocurre este fenómeno, en el objeto que es la
imagen real se llamará objeto virtual.
La primera experiencia que Lacan presenta, es la del ramillete invertido que incluye solo un
espejo cóncavo. Los elementos que la componen son:
El ojo: el símbolo del sujeto. Depende de la posición del ojo en el dispositivo para que se
produzca la experiencia. Es decir, que la situación del sujeto se caracteriza por su lugar en el
mundo simbólico. Las distintas posiciones del ojo, permiten comprender las distintas
posiciones del sujeto en relación a la realidad.
Este modelo le sirve a Lacan como una suerte de analogía para ilustrar la génesis del yo, a
partir de la articulación de los tres registros. En esta primera experiencia, el ramillete de
flores, por reflexión de los rayos aparecerá en forma invertida como una imagen real, como si
estuviera contenida por el florero, generando una ilusión óptica.
Clase: esquema del ramillete invertido, espejo cóncavo: “imágenes reales” “imágenes
virtuales”. La imagen real es la que genera ilusión óptica, producto de un cambio simétrico que
se ve delante del espejo. Esas leyes permiten explicar dicho esquema. Según donde se ubique
el ojo se va a tener una determinada imagen/ilusión. La ilusión me permite ver las flores en el
florero, es una ilusión porque está invertido. Las pulsiones se van a ver por ilusión dentro del
florero, contenidas en la imagen del cuerpo. Es una ilusión que las pulsiones estén contenidas
en el cuerpo imaginario, se creó una imagen real. Si no se constituye esta imagen se puede ver
un tipo de psicosis, los fenómenos de fragmentación del cuerpo pueden verse en ella.
Con el espejo plano, colocado en A (es decir en el lugar del Otro) se ve aparecer la imagen real
(la cual queda casi por fuera del campo especular del ojo) como una imagen virtual “detrás”
del espejo plano.
Figura 1
Para abordar este esquema Lacan toma una idea de Manonni, referida a dos narcisismos. El
primero, señala Lacan, está en el nivel de la imagen real de este esquema, ya que posibilita
organizar la realidad a partir de ciertos marcos prefigurados. Se trata del narcisismo en
relación a la imagen corporal, en tanto humana y no de otra especie. En el segundo narcisismo,
la imagen del otro, como ya hemos dicho, tiene valor cautivador, este narcisismo implica la
identificación al otro, y es el que permite al humano situarse con cierta precisión en su relación
imaginaria y libidinal con el mundo. Es aquel que ofrece la ilusión de unidad del cuerpo y
constituye el (yo ideal), el cual es una instancia imaginaria.
En este nuevo modelo, coloca al lado del ojo, el símbolo S para indicar el sujeto (mítico). Una
línea de puntos que va del S a SV (sujeto virtual) que quedará ubicado “atrás” del espejo plano,
es decir, es el lugar donde el sujeto ve su imagen. Esto es posible por el campo bien delimitado
x´y´ y el lugar del ojo. Tenemos entonces, que este SV, no es sino posibilitado por el lugar del
Otro.
Si inclinamos el espejo plano la imagen se verá alterada, tal vez ya no sea nítida o puede que
aparezca fragmentada. La inclinación dependerá de la voz del Otro, es decir, del registro
simbólico, o sea, que lo imaginario es determinado por lo simbólico, en tanto que es aquello
que lo trasciende. Entonces, la distinción entre yo y el otro está regulada por lo simbólico,
según las diferentes coordenadas un orden determinará la relación entre los elementos. De
allí que las relaciones simbólicas determinan la posición del sujeto; supongamos el contexto
áulico, donde el enseñante adviene en cuanto tal como un efecto de los estudiantes y ellos un
efecto del enseñante.
Esta distinción entre lo imaginario y simbólico, le permiten a Lacan distinguir el Ideal-Ich (yo
ideal) y el Ich-Ideal (ideal del yo). El ideal del yo determina las relaciones con el otro, y además
se instala como una condición de la represión. El ideal del yo se relaciona con el Otro
simbólico, mientras que el yo ideal con la dimensión de lo imaginario. Por ello Lacan sostiene
que el primero (Ideal del yo) se caracteriza por la introyección (de la palabra del Otro) mientras
que el segundo por la proyección imaginaria. Asimismo, el yo ideal es el tronco de las
identificaciones secundarias.
¿Cómo introduce Lacan lo real en este segundo modelo? Dice que lo real y lo imaginario
actúan en el mismo nivel. Supongamos que en lugar del espejo plano hay un vidrio, lo que se
observará es el reflejo de la imagen real (la imagen virtual) pero además los objetos que están
detrás del vidrio. Habría una cierta coincidencia entre las imágenes y lo real. Pero debemos
precisar que Lacan está refiriéndose a la imagen del cuerpo humano, los objetos reales son los
objetos pulsionales que están también atravesados por lo simbólico. Imaginario y Real también
están traspasados por lo simbólico, de allí que actúen en el mismo nivel.
Una nueva versión del modelo óptico, la encontramos en el texto Observaciones sobre el
informe de Daniel Lagache, (1961):
Figura 2
Lo que muestra el esquema es que el sujeto solo tiene acceso a su imagen por mediación del
espejo del Otro, o sea, es un espejo hablante, parlante.
El sujeto está representado ahora por la S tachada, el espejo plano, aquí está representado por
la letra A (Autre), o sea, el lugar simbólico, el lugar del Otro; el florero representado por la letra
C para designar el cuerpo (corps). En el lugar del sujeto virtual, aparece el símbolo S I, que
designa el ideal del yo, es decir, las insignias del Otro. El matema i (a) indica es la ilusión de la
imagen desde donde parte el modelo, o sea, la imagen real que se reflejará como imagen
virtual, representada con i´ (a), esto es, la forma del semejante, “que su pregnancia,
introduce como un principio de falso dominio (Lacan, 1961:655)”. Mientras que las flores están
representadas por la letra a, es decir, los objetos parciales “en que se apoya la acomodación
que permite al sujeto percibir la imagen i (a,)” (Lacan, 1961: 655).
Con respecto al espejo plano, Lacan introduce un detalle de la experiencia del niño frente al
espejo. Se trata de la mirada del niño, pero no al espejo sino hacia aquel que lo sostiene frente
el espejo. El niño “apela con la mirada al testigo que decanta, por verificarlo, el reconocimiento
de la imagen del jubiloso asumir donde ciertamente estaba ya” (Lacan, Lacan, 1961: 658).
El siguiente esquema muestra el movimiento del espejo plano que implica un psicoanálisis:
Figura 3
Al borrarse progresivamente hasta una posición a 90º de su punto de partida, el Otro, como
espejo en A, puede llevar al sujeto desde 1 a venir a ocupar por una rotación casi doble
la posición de 2, en I, desde donde sólo virtualmente tenía acceso a la ilusión del florero
invertido en la figura 2 pero que en ese recorrido la ilusión debe desfallecer con la búsqueda a
la que guía: en lo cual se confirma que los efectos de despersonalización comprobados en el
análisis bajo aspectos diversamente discretos deben considerarse menos como signos de
límites que como signos de franqueamiento (Lacan, 1961: 659)”.
Este cambio en lo simbólico involucra un cambio en la posición del sujeto, ya que el ojo alcanza
la posición del I, desde donde percibe directamente la ilusión del florero invertido, pero
también reflejada en A, es decir, la imagen virtual y real. Cuando el ojo, la posición del sujeto,
alcanza “la posición de I desde donde percibe directamente la ilusión del florero invertido, no
por ello dejará de ver rehacerse en el espejo A ahora horizontal una imagen virtual i´( a) del
mismo florero, que invierte de nuevo, puede decirse, la imagen real oponiéndose a ella, como
el árbol su reflejo en un agua, muerta o viva, le da unas raíces de sueño (Lacan,1961: 660)”.
Por un cambio de 90° del espejo plano, se produce un cambio de 180° de la posición del sujeto
y también de la imagen virtual. Cuando las coordenadas imaginarias y simbólicas se pierden,
puede tener como consecuencia en la experiencia analítica los efectos de despersonalización
(no se trata de un estado permanente, sino de momentos que no siempre se producen en un
análisis), donde la imagen que provoca identidad se retira, como el actor que todavía no se ha
vestido con el ropaje del personaje a representar.
Clase: esquema del espejo plano, aquí agrega lo simbólico. Por refracción tenemos al jarrón
invertido, se crea por refracción con el espejo cóncavo una imagen real e ilusión que se refleja
en el plano como imagen virtual, (una imagen real como virtual). La real es la ilusión, alcanzo a
ver la imagen virtual. Esta imagen es el padre o madre que sostiene al niño generando una
imagen virtual.
En la imagen real tendríamos el cuerpo fragmentado que genera una ilusión por el cuerpo del
otro. La imagen del Yo es virtual de una imagen real. Es pura ilusión. La imagen unificada seria
el yo ideal, la imagen perfecta. Pero depende desde donde me mire, los ideales. Si cumplo con
eso que se espera de mí, que se espera, etc. muchas veces la imagen se rompe, porque no se
identifica con ello.
SEMINARIO 2:
Me hice esta reflexión: si los otros están contentos, eso es lo principal. En esto difiero yo de un
planeta. Lo esencial es que ustedes estén contentos. Diré aún más: al serme corroborado que
estaban contentos, pues bien, me puse contento yo también. Pero, de todos modos, con una
pequeña diferencia. No del todo contento contento. Hubo un espacio entre ambos. En el lapso
de darme cuenta de que lo esencial es que el otro esté contento, yo habría seguido con mi no-
contento.
Entonces, ¿en qué momento soy verdaderamente yo? ¿En el momento en que no estoy
contento, o en el que estoy contento porque los otros están contentos? Cuando se trata del
hombre, tal relación entre la satisfacción del sujeto y la satisfacción del otro, está en tela de
juicio.
Aqui hay una diferencia radical entre mi no satisfacción y la satisfacción supuesta del otro. No
hay imagen de identidad, reflexividad, sino relación de alteridad fundamental,
Hay que distinguir, por lo menos, dos otros, uno con una A mayúscula, y otro con una a
minúscula que es el yo. En la función de la palabra de quien se trata es del Otro.
Este punto importa mucho para el problema del otro. Le damos demasiada tendencia a
dejarnos hipnotizar por demasiados sistema de lunas, y a modelar nuestra idea de la respuesta
sobre lo que imaginamos cuando hablamos de estímulo-respuesta. Cuando obtenemos la
respuesta que esperábamos, ¿es de verdad una respuesta?
En resumidas cuentas, la respuesta del filósofo no me decepcionó. Nadie está forzado a entrar
en el laberinto de la pregusta por ninguna de las tres razones que moncioné. También se
puede entrar en el. por una respuesta cualquiera, y la que se me dio es sumamente
esclarecedora, siempre y cuando se la sepa oír. Y yo estaba en excelentes condiciones para
oírla, porque soy psiquiatra.
No tengo boca: oímos esto al comienzo de nuestra carrera, en los primeros servicios de
psiquiatría a los que llegamos como unos despistados. En medio de ese mundo milagroso nos
encontramos con damas muy añejas, con viejas solteronas, cuya primera declaración ante
nosotros es: No tengo boca.
Ellas nos hacen saber que tampoco tienen estómago, y además que no morirán nunca. En
síntesis, tienen una relación muy grande con el mundo de las lunas. La única diferencia es que
para esas añejas damas, víctimas del llamado síndrome de Cotard, o delirio de negación, al fin
y al cabo es verdad. Están identificadas con una imagen donde falta toda hiancia, cada
aspiración, todo vacío del deseo, o sea, justamente lo que constituye la propiedad del orificio
bocal. En la medida en que se opera la identificación del ser con su imagen para y simple.
Tampoco hay sitio para el cambio, es decir, para la muerte. De eso se trata en su tema: están
muertas y a la vez ya no pueden morir, son inmortales, como el deseo. En la medida en que
aquí el sujeto se identifica simbólicamente con lo imaginario, realiza su cierto modo el deseo.
Que las estrellas tampoco tengan boca y sean inmortales es algo de otro ordeo: no se puede
decir que sea verdad, es real.
No es cuestión de que las estrellas tengan boca. Y, al menos para nosotros, el término inmortal
se ha vuelto, con el tiempo. Puramente metafórico. Es indiscutiblemente real que la estrella no
tiene boca, pero a nadie se le ocurriría pensar en ello, si no hubiera, para observarlo, seres
provistos de un aparato de proferir la simbólica, a saber, los hombres.
Las estrellas son reales, íntegramente reales, en principio. En ellas no hay absolutamente nada
del orden de una alteridad a ellas mismas, son puras y simplemente lo que son. El hecho de
que las encontremos siempre en su mismo lugar es una de las razones por las que no hablan
Han observado que de vez en cuando oscilo entre el planeta y las estrellas. Esto no es casual.
Porque el siempre en el mismo lugar no nos lo mostraron los planetas, sino las estrellas. El
movimiento perfectamente regular del día sideral es, con seguridad, lo que por vez primera
permitió a los hombres experimentar la estabilidad del cambiante mundo que los rodea, y
comenzar a establecer la dialéctica de lo simbólico y lo real, donde lo simbólico brota
aparentemente de lo real, lo cual naturalmente no está más justificado que el pensar que las
llamadas estrellas filas giran realmente alrededor de la Tierra. De igual modo, no debería
creerse que los símbolos han salido efectivamente de lo real.
No hay nada fundado en esa aparente estabilidad de las estrellas que encontramos siempre en
el mismo lugar. Esta realidad es una primera razón para que los planetas no hablen. Sin
embargo, sería un error creer que sean tan mudos. Lo son tan poco que durante mucho
tiempo se las confundió con los símbolos naturales. Nosotros los hemos hecho hablar, y sería
un gran error no preguntarnos cómo es esto posible.
Durante muchísimo tiempo y hasta una época muy avanzada, les quedó el residuo de una
suerte de existencia subjetiva. Copérnico, quien sin embargo realizó un paso decisivo en la de
terminación de la perfecta regularidad del movimiento de los astros, pensaba todavía que si un
cuerpo terrestre estuviera en la Luna no dejaría de hacer los mayores esfuerzos por volver a
casa, es decir, a la Tierra, y que, inversamente, un cuerpo lunar no pararía hasta emprender
nuevo vuelo hacia su tierra materna. Esto les prueba cuán largo tiempo persistieron estas
nociones, y que es difícil no hacer seres con realidades.
Finalmente llegó Newton: no hay mejor ejemplo que la historia de las ciencias para mostrar
hasta qué punto el discurso humano es universal. El silencio eterno de los espacios infinitos, es
algo adquirido después de Newton: las estrellas no hablas. Los planetas son mudos porque se
los ha hecho callar, única verdadera razón, pues finalmente nunca se sabe lo que puede ocurrir
con una realidad.
¿Por qué no hablan los planetas? Nunca se sabe lo que puede ocurrir con una realidad, hasta el
momento de que se la ha reducido definitivamente inscribiéndola en un lenguaje. Sólo se está
definitivamente seguro de que los planetas no hablan a partir del momento en que se los ha
cerrado, o sea, a partir del momento en que la teoría newtoniana produjo la teoría del campo
unificado. La teoría del campo unificado está resumida en la gravitación, que consiste
esencialmente en que hay una fórmula que mantiene todo esto unido.
Todo lo que entra en el campo unificado no hablará nunca más, porque se trata de realidades
completamente reducidas al lenguaje. Creo que perciben aquí la oposición existente entre
palabra y lenguaje
El problema de saber si hablan no queda resuelto por el solo hecho de que no responden. No
estamos tranquilos: un día algo puede sorprendernos.
En la línea seguida por el autor al que me refería, puede demostrarse con el mayor rigor que su
modo de concebir la cura de la neurosis obsesiva no tendría otro resultado que el de
paranoizar al sujeto, Piensa que la aparición de la psicosis es el abismo perpetuamente
bordeado en la cura de la neurosis obsesiva. Dicho de otro modo, para este autor el neurótico
obsesivo es, en realdad, un loco.
Pongamos los puncos sobre las mesa ¿qué clase de loco es este? Un loco que se mantiene a
distancia de su locura, es decir. De la mayor perturbación imaginaria posible. Un loco
paranoico, Decir que la locura es la mayor perturbación imaginaria como tal no es definir todas
las formas de locuras hablo del delirio y de la paranoia. Según el autor al que estoy leyendo
nada de lo que el obsesivo cuenta tiene la menor relación con la que vivo. Es o conformismo
verbal, el lenguaje social lo que da sostén a su precario equilibrio, equilibrio bien sólido no
obstante, pues, hay algo más difícil de voltear que un obsesivo? Y si el obsesivo resiste y se
agarra en efecto con tanta fuerza, seria, al decir de este autor, porque la psicosis, la
desintegracion imaginaria del yo, estaría ahi detrás. Desgraciadamente para su demostración,
el autor no puede presentaros un obsesivo al que hubiese visto verdaderamente loco. No tiene
ninguna posibilidad de hacerlo: hay sólidas razones para esto Pero al querer preservar al sujeto
de sus locuras presuntamente amenazadoras, conseguiría hacerlo caer no muy lejos de ahí.
La cuestión de la paranoia post-analítica está muy lejos de ser mítica. Para que la cura
produzca una paranoia bien consistente no es necesario extremarla demasiado. Aquí es donde
mejor se lo puede ver, porque nos vemos llevados a empujarlos paulatinamente hacia los
servicios libres, pero de éstos suelen volver, y se integran en un servicio cerrado. Es algo que
pasa. Para eso no hace falta tener un buen psicoanalista, basta con creer firmemente en el
psicoanálisis. He visto paranoias que se pueden calificar de post-analíticas, y a las que se puede
llamar espontáneas. En un medio adecuado, donde reina una intensa preocupación por los
hechos psicológicos, un sujeto que de todos modos tenga alguna propensión a ello puede
llegar a cercarse de problemas incuestionablemente ficticios pero a los que les da consistencia,
y en un lenguaje ya listo: el del psicoanálisis, que recorre las calles. Un delirio crónico es algo
que tarda muchísimo tiempo en ir haciéndose, el sujeto tiene que invertir en ello buena parte
de su vida, en general un tercio de la misma.
Debo decir que la literatura analítica constituye en cierto modo un delirio. El estilo, por así
decir, representado por estas personas, va apegadas de boca cerrada al inefable misterio de la
experiencia analítica, es una forma atenuada, pero su base es homogénea a lo que en este
momento llamo paranoia.
¿Qué sabemos respecto al yo? ¿Es real el yo, es una luna, o es una construcción imaginaria?
Partimos de la idea, de que no hay forma de aprehender cosa alguna de la dialéctica analítica si
no planteamos que el yo es una construcción imaginaria. Nada le quita al pobre yo el hecho de
que sea imaginario: diría inclusive que esto es lo que tiene de bueno. Si no fuera imaginario no
seriamos hombres, seriamos lunas. Lo cual no significa que basta con que tengamos ese yo
imaginario para ser hombres.
También podemos ser esa cosa intermedia llamada loco. Un loco es precisamente aquel que se
adhiere a ese imaginario, pura y simplemente.
He aqui el esquema.
Lo que por otro lado nos enseña el análisis es que el yo es una forma fundamental para la
constitución de los objetos. En particular, ve bajo la forma del otro especular a aquel que por
razones que son estructurales llamamos su semejante. Esa forma del otro pose la mayor
relación con su yo, es superponible a éste y la escribimos a.
Tenemos, pues, el plano del espejo, el mundo simétrico de los ego y de los otros homogéneos.
De él debe distinguirse otro plano, que llamaremos el muro del lenguaje. Lo imaginario cobra
su falsa realidad, que sin embargo, es una realidad verificada, a partir del orden definido por el
muro del lenguaje. El yo tal como lo entenderos, el otro, el semejante, todos estos imaginarios
son objetos. Cierto es que no son homogéneos con lunas: constantemente corremos el riesgo
«le alvidarlo. Pero son efectivamente objetos, porque son nombrados como tales en un
sistema organizado, que es el del muro del Ienguaje. Cuando el sujeto habla con sus
semejantes lo hace en el lenguaje común, que toma a los yo imaginarios por cosas no
simplemente exsistentes, sino reales. No pudiendo saber lo que hay en el campo donde se
sostiene el dialogo concreto, se las ve con cierto número de personajes, «', a". En la medida en
que el sujeto los pone en relación con su propia imagen, aquellos a quienes les habla también
son aquellos con quienes se identifica.
Dicho esto, es preciso no omitir nuestra suposición básica, la de los analistas: nosotros
creemos que hay otros sujetos aparte de nosotros, que hay relaciones auténticamente
intersubjetivas. No tendríamos motivo alguno para pensarlo si no tuviera por el testimonio de
aquello que caracteriza a la intersubjetvidad: que el sujeto puede mentirnos. Es la prueba
decisiva. No digo que sea el único fundamento de la realidad del otro sujeto, sino que es su
prueba. En otros términos, nos dirigimos de hecho a unos 4, Az que son lo que no conocemos,
verdaderos Otros, verdaderos sujetos.
Ellos están del otro lado del muro del lenguaje, allí donde en principio no los alcanzo jamás.
Fundamentalmente, a ellos apunto cada vez que pronuncio una verdadera palabra, pero
siempre alcanzo a a', a", por reflexión. Apunto siempre a los verdaderos sujetos, y tengo que
contentarme con sombras. El sujeto está separado de los Otros, los verdaderos, por el muro
del lenguaje.
El lenguaje sirve tanto para fundarnos en el Otro como para impedirnos radicalmente
comprenderlo. Y de esto precisamente se trata en la experiencia analítica.
El sujeto no sabe lo que dice, y por las mejores razones, porque no sabe lo que es. Pero se ve.
Se ve del otro lado, de manera imperfecta, que no sólo es imaginario sino ilusorio. En esta
óptica se aspiraría a que el sujeto conglomerase todas las formas más o menos fragmentadas,
fragmentaste, de aquello en lo cual se desconoce. Se querría que reuniese todo lo que vivió
efectivamente en el estadio pregonital. El yo sólo puede reunirse y recomponerse por el sesgo
del semejante que el sujeto tiene delante de sí; o detrás, el resultado no varía.
El sujeto reconcentra su propio yo imaginario esencialmente bajo la forma del yo del analista.
Por otra parte, este yo no resulta simplemente imaginario, porque la intervención hablada del
analista se concibe de manera expresa como un encuentro de yo a yo, como una proyección
por el analista de objetos precisos. En esta perspectiva, el análisis siempre es representado y
planificado en el plano de la objetividad. Lo que hay que procurar, como se escribe, es que el
sujeto pase de una realidad psiquica a una realidad verdadera, es decir, a una luna
recompuesta en lo imaginario, y muy exactamente, como tampoco se nos disimula, sobre el
modelo del yo del analista. Existe suficiente coherencia como para advertir que no es cuestión
de adoctrinar ni de representar lo que debe hacer uno en el mundo. Donde se opera es,
obviamente, en el plano de lo imaginario. Por eso, nada se apreciará más que lo que se sitúa
más allá de lo considerado ilusión, y no muro, del lenguaje: la vivencia inefable.
Si se forman analistas es para que haya sujetos tales que en ellos el yo esté ausente. Este es el
ideal del análisis, que, desde luego, es siempre virtual. Nunca hay un sujeto sin yo, un sujeto
plenamente realizado, pero es esto lo que hay que intentar obtener siempre del sujeto en
análisis.
Durante todo el tiempo del análisis, con la sola condición de que el yo del analista tenga a bien
no estar ahí, con la sola condición de que el analista no sea un espejo viviente sino un espejo
vacío, lo que pasa, pasa entre el yo del sujeto que en apariencia siempre habla del yo del
sujeto y los otros. Todo el progreso del análisis radica en el desplazamiento progresivo de esa
relación, que el sujeto puede captar en todo instante, más allá del muro del lenguaje, como
transferencia, que es de el donde no se reconoce. No se trata de reducir, como se escribe, esa
relación, sino de que el sujeto la asuma en su lugar. El análisis consiste en hacerle tomar
conciencia de sus relaciones, no con el yo del analista, sino con todos esos Otros que son sus
verdaderos garantes, y que no ha reconocido. Se trata de que el sujeto descubra de una
manera progresiva a qué Otro se dirige verdaderamente aún sin saberlo, y de que asuma
progresivamente las relaciones de transferencia en el lugar en que está, y donde en un
principio no sabía que estaba.
En el transcurso de un análisis puede haber algo que se forma como un objeto, Pero este
objeto, lejos de ser aquello de que se trata, no es más que una forma fundamentalmente
alienada. Es el yo imaginación quien le da su centro y su grupo, y es perfectamente
identificable a una forma de alienación, pariente de la paranoia. Que el sujeto acabe por creer
en el yo es, como tal, una locura. Gracias a Dios, el análisis lo consigue muy rara vez, pero
tenemos mil pruebas de que se lo impulsa en esa direcciona
El retorno a Freud debe entenderse en un doble sentido: Por un lado, consiste en reanudar la
lectura de Freud y reelaborar de ella todo lo que hasta ahora una interpretación. Por otro lado,
hay necesidad de un retorno a la práctica original del psicoanálisis, pero en el sentido de que el
retorno signifique a la vez una renovación a partir del fundamento.
La teoría:
El campo asignado por Freud al psicoanálisis también puede denominarse el campo de los
síntomas, pero de los síntomas aprehendidos entonces en el sentido más amplio: no sólo
como clínicos, sino como lo que abarca todos los fenómenos paradójicos, aun límites, de lo
normal: la ilusión, el engaño, el lapsus, lo que desarma en el chiste. En este sentido, el síntoma
funciona como la palabra: está aprehendido en el campo del lenguaje.
b) ¿Qué significa “aprendido en el campo del lenguaje”? El lenguaje, al igual que lo imaginario
y lo real, es una característica fundamental del ser que aparece. Está hecho para hacer que
todo lo constitutivo que es engendrado por él parezca constituido desde siempre. El lenguaje
no es real en sí mismo y, por consiguiente, requiere de material, él se graba en lo real como
negativo; es “huella” por naturaleza. Pero esto no es suficiente para constituirlo. El lenguaje
como huella necesita de la oposición de pares. La oposición entre la presencia y la ausencia.
Las significaciones introducidas por el lenguaje no son de naturaleza real, sino que están en la
realidad o, más precisamente, residen en los intersticios de la realidad. La significación nunca
remite a la realidad, sino siempre a la significación. Ninguna frase puede, hablando
estrictamente, ser sacada de su contexto de discurso. En relación con la estructura de
significación de los síntomas, esto quiere decir: el hecho de que el síntoma deba ser tomado
cada vez como particular, no le hace perder su carácter universal, sino que, más bien, le hace
conservarlo, gracias a su estructura de significación.
c) La función de la palabra es fundar. La palabra funda al sujeto. Pero, ¿a qué sujeto? Al sujeto
afectado por la alienación de sí mismo. Designamos en una fórmula el inconsciente como “el
discurso del Otro”. No entendemos la alienación imaginaria en el alter ego [otro yo], el reflejo
narcisista que, pese a todo, proporciona la Urbild [protoimagen] del yo, dado que el yo se
forma primero en esta alienación. El yo nace en el alter ego, pero de modo tal que, al mismo
tiempo, sufre por no poder ser del todo él mismo. Este alter ego, a la vez, es el objeto de
elección privilegiado de la agresividad del yo y este objeto es, repitámoslo, imaginario. Lo
mismo vale para el alter ego como objeto del enamoramiento. Pero el Otro al que
interrogamos, el Otro “absoluto”, es el otro sujeto, que se funda y encuentra su fuente, al
mismo tiempo que el yo-sujeto, en la mediación original de la palabra y en éste.
II. Práctica
III
Las verdades fundamentales indicadas más arriba han sido funcionalizadas desde el triple
punto de vista de lo simbólico, lo imaginario y lo real. No es casualidad y tampoco carece de
significación que una escisión se haya producido en dicho grupo mientras se trataba de fundar
un Instituto para la enseñanza del psicoanálisis. Desde ese momento, proseguimos nuestra
enseñanza del psicoanálisis con el patrocinio de la “Clínica de la Facultad de Medicina”, en la
que el profesor Jean Delay nos acogió amablemente. El espíritu y la meta de nuestra
enseñanza apuntan a cuestionar la situación del psicoanálisis en relación con las ciencias y, al
mismo tiempo, con la formación de los psicoanalistas
En efecto, se trata de lo que Freud dejó en lo concerniente a las estructuras de las psicosis.
1 La estructura es primero un grupo de elementos que forman un conjunto co-variante. Dije un
conjunto, no dije una totalidad. En efecto, la noción de estructura es analítica. La noción de
estructura es ya en sí misma una manifestación del significado. Lo poco que acabo de
indicarles acerca de su dinámica, los dirige hacia la noción de significante.
En física, nos impusimos como ley partir de la idea que, en la naturaleza, nadie se sirve del
significante para significar. Para nosotros se ha convertido en ley fundamental, que nadie se
sirve del significante. Pero, el significante a pesar de todo está ahí, en la naturaleza, y si en ella
no estuviera el significante que buscamos, no encontraríamos nada. Establecer una ley natural
es despejar una fórmula insignificante. Mientras menos signifique, más contentos nos
ponemos. La noción de que el significante significa algo, de que alguien se vale de ese
significante para significar algo, se llama la Signatura rerum. No por ello debemos pensar que
nuestra física implica la reducción de toda significación.
Todo sistema de lenguaje entraña, recubre, la totalidad de las significaciones posibles. Ello no
quiere decir que todo sistema de lenguaje agote las posibilidades del significante. Prueba de
ello es, por ejemplo, que el lenguaje de una tribu australiana puede expresar determinado
número con el creciente de la luna. Todo verdadero significante es, un significante que no
significa nada.
Estoy en el mar, capitán de un pequeño navío. Veo cosas que se agitan en la noche de un
modo que me hace pensar que puede tratarse de un signo. ¿Cómo voy a reaccionar? Si no soy
todavía un ser humano, reacciono mediante todo tipo de manifestaciones, como suele decirse,
modeladas, motoras y emocionales. En cambio, si soy un ser humano escribo en mi bitácora: A
tal hora, en tal grado de longitud y latitud, percibimos esto y lo otro. Esto es lo fundamental. La
distinción del significante está ahí. Tomo constancia del signo como tal. El acuse de recibo es lo
esencial de la comunicación en tanto ella es, significante.
Si no articulan fuertemente esta distinción, recaerán sin cesar en las significaciones que sólo
pueden enmascarar el resorte original del significante en tanto ejerce su función propia. Algo
es significante en la medida en que algo que constituye un todo, el signo, está ahí justamente
para no significar nada. Ahí comienza el orden del significante, en tanto que se distingue del
orden de la significación. Si el psicoanálisis nos enseña algo, es precisamente que el desarrollo
del ser humano no puede en modo alguno ser directamente deducible de la construcción, de
las interferencias, de las composiciones de las significaciones, vale decir, de los instintos. El
mundo humano, y sin el cual de ningún modo podemos orientarnos, no implica solamente la
existencia de las significaciones, sino el orden del significante.
Si el complejo de Edipo no es la introducción del significante, les pido que me den de él alguna
concepción distinta. Su grado de elaboración sólo es tan esencial para la normalización sexual
porque introduce el funcionamiento del significante en tanto tal en la conquista del susodicho
hombre o mujer. Si hay algo que con seguridad no está hecho para introducir la articulación y
la diferenciación en el mundo, es precisamente la función genital. Lo que por su esencia propia
alcanza la más misteriosa de las efusiones, es justamente lo más paradójico en relación a toda
estructuración real del mundo. Los intercambios corporales, excremenciales, pregenitales, son
harto suficientes para estructurar un mundo de objetos, un mundo de realidad humana
completa, vale decir, en el que haya subjetividades. No hay definición científica de la
subjetividad, sino a partir de la posibilidad de manejar el significante con fines puramente
significantes y no significativos, es decir, que no expresan ninguna relación directa que sea del
orden del apetito. Las cosas son simples. Pero aún es necesario que el sujeto adquiera el orden
del significante, lo conquiste, sea colocado respecto a él en una relación de implicación que lo
afecte en su ser, lo cual culmina en la formación de lo que llamamos en nuestro lenguaje el
superyó. No hace falta buscar demasiado en la literatura analítica para ver que el uso que se le
da a este concepto se adecua bien a la definición del significante, que es la de no significar
nada, gracias a lo cual es capaz de dar en cualquier momento significaciones diversas.
El superyó plantea la cuestión de saber cual es el orden de entrada, de introducción, de
instancia presente del significante que es indispensable para que un organismo humano
funcione, organismo que no sólo debe vérselas con un medio natural, sino también con un
universo significante.
Los mecanismos de lo condensado y del desplazamiento coinciden con las estructuras por las
que se ejercen en el lenguaje los efectos de metáfora y de metonimia. Dos modos según los
cuales la construcción de la teoría lingüística subsume en una estructura especifican la acción
propia del significante que engendra la significación en el sujeto del que ella se apodera,
marcándolo como significado.
Freud anticipa estos trabajos cuando permite distinguir al sujeto como estrictamente
constituido por los símbolos-índices que indican en el discurso su sitio como emisor del
mensaje, del sujeto en tanto que entra en el mensaje, no como objeto que se representa en él,
sino como significante que se da en el, lo cual es posible por el hecho de que las imágenes que
conducen sus funciones se convierten en símbolos-imágenes de discurso.
Es esta captura imaginaria del sujeto en el discurso del otro, la que centra la noción de lo
simbólico, hay que definirlo como constituido de la cadena significante, por la doble
posibilidad que abre a la combinación y a la sustitución de los elementos.
El doble efecto de lo imaginario, como pantalla que opone su filtro a la comunicación del
mensaje inconsciente y como elemento constitutivo del código simbólico.
Un factor unifica las direcciones, llamadas fases, el de las relaciones que ligan al sujeto con el
significante. Excluye la posición de la realidad como pura y dada. El lenguaje introduce en este
una dimensión cuya naturaleza es la de ponerlo en cuestión. Es en este nivel donde se situa el
drama de la neurosis.
Es ahí, entre lo incondicional de esa demanda y la satisfacción con que se pretende ahogarla,
donde surge ese deseo. Lugar predestinado en el sujeto hablante para que la Venus ciega de la
naturaleza busque, presa de angustia, su símbolo vivo. El falo nos ha revelado su función
simbólica, en el complejo de castración. Función imaginaria de un objeto parcial.
Freud nos dice del sueño, solo le interesa su elaboración. El deseo inconsciente, indicado en la
metáfora onírica, no tiene otro objeto que metonímico. Es deseo. En efecto, ese sueño y ese
deseo no son articularles en términos de adaptación a la realidad. Somos precisamente
nosotros quienes decimos que el deseo no es articulable en la palabra, no es que no esté
articulado en el lenguaje.
La transferencia de ese vínculo con el otro que establece la forma de demanda a la que da
lugar el análisis, para que desde ese lugar esa repetición, pueda ser captada en su efecto de
deseo y analizada en su efecto de sugestión.
Es a medida que el efecto de sugestión salido del inconsciente sus espejismos como el deseo
articularse como significante es la cuestión existencial que da su horizonte a la transferencia.
Sufrimos el retorno de este error porque los monstruos que se forjan por las necesidades nos
dan la prueba más asombrosa del poder de la verdad.
Clase:
Un sujeto es un individuo atravesado por la subjetividad, el símbolo difiere a otros seres vivos.
Lacan escribe retorno a Freud, para realizar una creación a partir de ello y discute con esa
expresión del psicoanálisis.
¿Qué hace Freud con su hipótesis del inconsciente? luego de Copérnico, y Darwin, hay otra
herida narcisista que la determina Freud que es el inconsciente. PIENSO LO QUE NO SOY Y SOY
LO QUE NO PIENSO. Una hipótesis de Freud y descartes.
Jac Lucke Nancy en “un sujeto” establece que una de las acepciones es EL SUJETO ES ALGUIEN,
un individuo, un agente, singular, de subjetividad y distintos a otros. La otra acepción es EL
SUJETO COMO SUBDITO, lo que está sujeto a algo. Ejemplo: sujeto a tomar clases. Y por
último, EL SUJETO COMO EL TEMA QUE SE TRATA.
El símbolo que utiliza para hablar de sujeto es S por el sujeto y el significante. S barrado
significa el sujeto barrado. Que sea sujeto de significante hablamos de una cadena causal,
relación. No es un signo, porque no representa algo para alguien. Ejemplo: el signo de tránsito.
El significante por mí mismo no significa nada. Es la articulación lo que le da un significado.
“El sujeto es la persona atravesada por el lenguaje”, no es estrictamente lo que dice lacan. El
dice que es un significante que hace representar a otro significante. no hay significante que
defina al sujeto. Es solo un efecto. Podemos pensar al inconsciente como vacío que se hace
representar por significantes.
S/ (sujeto barrado) sujeto escindido que se hace representar por un significante por otro
significante.
Ejemplo: me olvido del apellido de un colega, un lapsus. Hubo algo escindido, efecto de
represión que se hizo representar por otro significante, otro apellido. Lo importante del
apellido no es su significado, porque yo sabía quién era la persona, sino la cadena significante
que estaba asociado en mi inconsciente y por eso fue reprimida este sujeto no es la persona,
porque no hubo voluntad para olvidarse. Esta por fuera de nuestra voluntad y se representa
por ciertos significantes. Es sobre ese sujeto que se presenta. Es un efecto, no una constante,
no puedo hablarle al sujeto porque no tiene identidad, aparece y desaparece como una
formación del inconsciente. El sujeto se hace representar por el significante. Aparece el a
(moi), eso le permite articular una cadena de significantes.
Son efectos de engaño donde no hay sujeto, son “huellas falsamente falsas”.
Lo imaginario es el muro del lenguaje, cuando alguien habla, lo hace pensando que dice lo que
quiere decir, pero en realidad quiere decir algo más. Si me quedo solo con lo que dice, quedó
atrapado en el muro del lenguaje.
Allí se producen los efectos del sujeto, efectos del discurso. El sujeto es el efecto del
inconsciente. Alguien habla “quise decir otra cosa”, se hace representar por el yo, “realización
imaginaria del sujeto”. Lacan discute a los freudianos que unifican al yo como unidad. El yo es
una imagen y por tanto no es el sujeto, sino lo contrario.
Hay un significante en las formaciones del inconsciente. En el eje imaginario hay una asimetría,
en el simbólico un sentido.
Síntesis: el sujeto es un efecto de significante, hay que separarse del significado que tenemos
del sujeto. No tiene identidad, sustancia. Sobre esta se va a operar. No le podemos hablar, no
tratamos con el sujeto individuo, sino que tratamos con efectos del inconsciente, un efecto del
sujeto, que se representa en las formaciones del inconsciente.
LA LOGICA DE LA CASTRACION – SEMINARIO V
1 Considero fundamental, advertir la importancia del lenguaje y de la palabra. Cuanto más nos
acercamos a nuestro objeto, más nos percatamos de la importancia del significante en la
economía del deseo, digamos en la formación y en la información del significado.
Sr. Bateson, antropólogo y etnógrafo, quien planteó algo que nos ha hecho reflexionar un poco
más allá de la acción terapéutica. Bateson trata de situar y de formular el principio de la
génesis del trastorno psicòtico en algo que se establece en la relación entre la madre y el niño,
y que no es simplemente un efecto elemental de frustración, de tensión, de retención y de
distensión, de satisfacción. Introduce desde el principio la noción de la comunicación en
cuanto centrada, no simplemente en un contacto, sino en una significación. Pone en el
principio de lo que se ha producido originariamente como discordante, desgarrador, en las
relaciones del niño con la madre. Lo que designa como elemento discordante de esta relación
es el hecho de que la comunicación se haya presentado en forma de doble relación.
La cuestión que se plantea a propósito de las psicosis es la de saber qué ocurre con el proceso
de la comunicación cuando, no llega a ser constituyente para el sujeto. Éste es otro punto de
referencia que hay que buscar. (Doble mensaje como doble significación). De esto
precisamente peca el sistema, porque esta concepción ignora lo que el significante tiene de
constituyente en la significación.
Es lo que yo llamo el Nombre del Padre, el padre simbólico. Es un término que subsiste en el
nivel del significante, que en el Otro, en cuanto sede de la ley, representa al Otro. Es el
significante que apoya a la ley, que promulga la ley. Es el Otro en el Otro. Esto mismo expresa,
el mito del Edipo.
Si es necesario que él mismo proporcione el origen de la ley bajo esta forma mítica, es
necesario el asesinato del padre. Las dos cosas están estrechamente vinculadas — el padre
como quien promulga la ley es el padre muerto, es decir, el símbolo del padre.
Verwerfung, no es simplemente lo que está más allá de nuestro acceso, es decir lo que está en
el Otro como reprimido en cuanto significante. Esto es la Verdrängung y es la cadena
significante. Puede haber en la cadena de los significantes un significante o una letra que falte,
que siempre falte en la tipografía. El espacio del significante, el espacio del inconsciente, es en
efecto un espacio tipográfico. En una cadena de los significantes, algo puede faltar. Han de
comprender ustedes la importancia de la falta de este significante particular del que acabo de
hablarles, el Nombre del Padre, dado que funda el hecho mismo de que haya ley, es decir,
articulación en un cierto orden del significante — complejo de Edipo, o la ley del Edipo, o ley
de prohibición de la madre.
2 El esquema fue construido, para presentarles lo que ocurre en un nivel que merece el
nombre de técnico, la técnica del chiste. Como se lo he demostrado, el chiste, no es sino el
reverso de un lapsus, y la experiencia muestra que muchos chistes nacen de esta forma.
En lo que a la satisfacción del deseo se refiere, todo depende de lo que ocurre en este punto A,
definido de entrada como lugar del código y que, por el solo hecho de su estructura de
significante, produce una modificación esencial en el deseo en su franqueamiento de
significante. Aquí está implicado todo el resto, porque no está solamente el código, también
hay algo más.
Toda satisfacción posible del deseo humano dependerá de la conformidad entre el sistema
significante en cuanto articulado en la palabra del sujeto y el sistema del significante en cuanto
basado en el código, es decir en el Otro como lugar y sede del código.
No todo se produce en la continuidad, pues lo propio del significante es precisamente que es
discontinuo. ¿Qué nos aporta la técnica del chiste en la experiencia? Aunque no suponga
ninguna satisfacción particular inmediata, el chiste consiste en que en el Otro ocurre algo que
simboliza lo que podríamos llamar la condición necesaria para toda satisfacción. A saber, que
se te escucha más allá de lo que dices. En efecto, en ningún caso lo que dices puede
verdaderamente hacer que se te oiga. La agudeza se desarrolla propiamente en la dimensión
de la metáfora, es decir más allá del significante en tanto que con él tratas de significar algo y,
a pesar de todo, siempre significas otra cosa. En lo que se presenta como un traspié del
significante es donde hallas satisfacción, simplemente porque mediante esta señal el Otro
reconoce aquella dimensión, más allá, en la cual se ha de significar lo que está en juego y tú no
puedes significar.
Nos hemos visto en la necesidad de construirlo para explicar lo que ocurre en la agudeza. Lo
que en ella remedia, hasta el punto de proporcionarnos una especie de felicidad, el fracaso de
la comunicación del deseo por la vía del significante, se realiza de la forma siguiente — el Otro
admite un mensaje como impedido, fracasado, y en este mismo fracaso reconoce la dimensión
más allá donde se sitúa el verdadero deseo, es decir, aquello que debido al significante no llega
a ser significado. La dimensión del Otro interviene como sujeto, admitiendo un mensaje en el
código y complicándolo. O sea que ya está en el nivel de quien constituye la ley propiamente
dicha, pues es capaz de añadir esta ocurrencia, este mensaje, como suplementario, es decir
como algo que designa, por sí mismo, el más allá del mensaje. Cuando nos dirigimos al otro, no
vamos a expresarnos constantemente por medio de la agudeza. Si pudiéramos hacerlo, en
cierto modo seríamos más felices.
No basta con decirle al Otro tú, tú, tú y obtener una participación de lo que palpita. Se trata de
darle la misma voz que nosotros deseamos que tenga, de evocar aquella voz, presente
precisamente en la agudeza como su dimensión propia. La agudeza es una provocación que no
logra la gran proeza, que no alcanza el gran milagro de la invocación. Es en el nivel de la
palabra, y en tanto que se trata de que esa voz se articule conformemente a nuestro deseo,
donde la invocación se sitúa. Aquí volvemos a encontrarnos con que toda satisfacción de la
demanda, como depende del Otro, quedará pendiente de lo que se produce aquí, en este
vaivén giratorio del mensaje al código y del código al mensaje, que permite que mi mensaje
sea autentificado por el Otro en el código.
Supongan simplemente que esté verworfen todo lo que, de cualquier forma, pueda
corresponder en el Otro a ese nivel que llamo el del Nombre del Padre, el cual encarna,
representar en el Otro al Otro en tanto que le da su peso a la ley. Pues bien, si suponen
ustedes la Verwerfung del Nombre del Padre, a saber, que este significante está ausente,
verán ustedes que los dos vínculos que he enmarcado aquí, a saber, la ida y vuelta del mensaje
al código y del código al mensaje, resultan de esta manera destruidos e imposibles.
Precisaré que si este hueco o este vacío aparece es porque ha sido evocado al menos una vez
el Nombre del Padre — porque lo que ha sido llamado en un momento dado en el nivel del Tú
era precisamente el Nombre del Padre, en cuanto capaz de admitir el mensaje y, por este
motivo, garante de que la ley se presente como autónoma.
Éste es el punto del vuelco, que precipita al sujeto en la psicosis. Se captaba muy bien en qué
momento se producía, en la frase murmurada por la paciente, Vengo de la charcutería, un
vuelco hacia el otro lado. Era cuando la palabra marrana aparecía en aposición. Al no ser
asumible más allá de ese punto, integrable para el sujeto, se volcaba, por su propio
movimiento, por su propia inercia de significante, hacia el otro lado del guión de la réplica, en
el Otro. El resultado se presenta en forma de dos grandes categorías de voces y de
alucinaciones.
Está, en primer lugar, la emisión, en el Otro, de los significantes de lo que se presenta como la
Grundsprache, la lengua fundamental. Son elementos originales del código, articulables unos
con respecto a los otros, pues esta lengua fundamental está tan bien organizada que cubre
literalmente el mundo con su red de significantes, sin que haya ninguna otra cosa segura y
cierta salvo que se trata de la significación esencial, total. Cada una de estas palabras tiene su
propio peso, su acento, su empuje de significante. El sujeto las articula unas con respecto a
otras. Cada vez que quedan aisladas, la dimensión propiamente enigmática de la significación,
al ser infinitamente menos evidente que la certeza que incluye, resulta del todo asombrosa. En
otros términos, el Otro sólo emite aquí, más allá del código, sin ninguna posibilidad de integrar
en él lo que pueda venir del lugar donde el sujeto articula su mensaje.
Por otra parte, con sólo que restituyan ustedes aquí las flechitas, vienen mensajes. Vienen del
Otro como cualquier otro mensaje, pues un mensaje sólo puede partir del Otro, porque está
hecho de una lengua que es la del Otro. El mensaje se manifiesta aquí en la dimensión pura y
quebrada del significante, como algo que sólo más allá de sí mismo tiene su significación,
La dimensión del Otro, al ser el lugar del depósito, el tesoro del significante, supone, para que
pueda ejercer plenamente su función de Otro, que también tenga el significante del Otro en
cuanto Otro. Lo esencial es que el sujeto, haya adquirido la dimensión del Nombre del Padre.
3 Esquema que nos permitirá establecer lo delicado de la distinción, entre el Nombre del Padre
y el padre real — el Nombre del Padre en tanto que llegado el caso puede faltar y el padre que,
no ha de estar tan presente para que no falte. El Nombre del Padre hay que tenerlo, pero
también hay que saber servirse de él. De esto pueden depender mucho el destino y el
resultado de todo este asunto. Hay palabras reales que se producen alrededor del sujeto,
especialmente en su infancia, pero la esencia de la metáfora paterna, consiste en el triángulo
siguiente.
Desde este punto inconstituido donde se encuentra, va a tener que participar con sus
imágenes, su estructura imaginaria y todo lo que de ello se deriva. Por eso el cuarto término, S,
se representará en algo imaginario que se opone al significante del.
Con respecto a lo que nos interesa, o sea, la dialéctica intersubjetiva, hay tres imágenes
seleccionadas para tomar el papel de guías. La relación del yo con la imagen especular nos da
ya la base del triángulo imaginario, indicado aquí en línea de puntos.
El otro punto, ahí es precisamente donde vamos a ver el efecto de esa metáfora paterna. Este
tercer punto no es otro que el falo. Y por eso el falo ocupa un lugar de objeto tan central en la
economía freudiana. Diluye la función fundamental del falo, con el cual el sujeto se identifica
imaginariamente, para reducirlo a la noción del objeto parcial. Esto nos devuelve a la comedia.
La metáfora paterna - CAPITULO IX
La metáfora paterna concierne a la función del padre. La función del padre tiene su lugar en la
historia del análisis. Se encuentra en el corazón de la cuestión del Edipo. Lo que revela el
inconsciente al principio es, de entrada y ante todo, el complejo de Edipo. Lo importante de la
revelación del inconsciente es la amnesia infantil que afecta, ¿a qué? A los deseos infantiles
por la madre y al hecho de que estos deseos están reprimidos. Y no sólo han sido reprimidos
sino que se ha olvidado que dichos deseos son primordiales. Y no sólo son primordiales, sino
que están todavía presentes.
1 Distingo tres polos históricos. El primer polo, donde se agrupan los casos de excepción y la
relación entre el superyó paterno y el superyó materno. El segundo polo, surgió la pregunta de
si todo un campo de la patología que entra en nuestra jurisdicción no podría ser referido a lo
que llamaremos el campo preedípico. Está el Edipo, se considera que este Edipo representa
alguna fase, y si hay madurez en cierto momento de la evolución del sujeto, el Edipo sigue ahí.
Pero lo que el propio Freud había planteado daba a entender que lo que ocurre antes del
Edipo tenía también su importancia. Ciertas partes de nuestro campo de experiencia se
relacionan en especial con este terreno de las etapas preedípicas del desarrollo del sujeto, a
saber, por un lado, la perversión, por otro lado, la psicosis. La perversión era considerada una
patología cuya etiología debía ponerse en relación con el campo preedípico, y tenía como
condición una fijación anormal. En consecuencia, por otra parte, la perversión no era
considerada sino como la neurosis invertida, o, más exactamente, como la neurosis que no se
había invertido, la neurosis que había permanecido patente. Al no haber sido reprimida la
perversión, por no haber pasado por el Edipo, el inconsciente se encontraba a cielo abierto. Es
una concepción a la que ya nadie presta atención.
Así, señalo que en torno a la cuestión del campo preedípico se agrupan la cuestión de la
perversión y la de la psicosis. Lo que aquí está en juego puede esclarecerse para nosotros de
diversas formas. Ya sea perversión o psicosis, se trata en ambos casos de la función imaginaria.
He aquí, pues, ya definidos dos polos de la evolución del interés en torno al Edipo — en primer
lugar, las cuestiones del superyó y de las neurosis sin Edipo, en segundo lugar, las cuestiones
relativas a las perturbaciones que se producen en el campo de la realidad. Tercer polo, la
relación del complejo de Edipo con la genitalización. El complejo de Edipo tiene una función
normativa, no simplemente en la estructura moral del sujeto, ni en sus relaciones con la
realidad, sino en la asunción de su sexo.
Por otra parte, la función propiamente genital es objeto de una maduración después de un
primer desarrollo sexual de orden orgánico, al que se le ha buscado una base anatómica en el
doble desarrollo de los testículos y la formación de los espermatozoides. La cuestión de la
genitalización es doble. Hay, por un lado, un crecimiento que acarrea una evolución, una
maduración. Hay, por otro lado, en el Edipo, asunción por parte del sujeto de su propio sexo,
es decir, lo que hace que el hombre asuma el tipo viril y la mujer asuma cierto tipo femenino,
se reconozca como mujer, se identifique con sus funciones de mujer. La virilidad y la
feminización son los dos términos que traducen lo que es esencialmente la función del Edipo.
Aquí nos encontramos en el nivel donde el Edipo está directamente vinculado con la función
del Ideal del yo. Hablar de Edipo es introducir como esencial la función del padre. En cuanto al
tema histórico del complejo de Edipo, todo gira alrededor de tres polos — el Edipo en relación
con el superyó, en relación con la realidad, en relación con el Ideal del yo. El Ideal del yo,
porque la genitalización, cuando se asume, se convierte en elemento del Ideal del yo. La
realidad, porque se trata de las relaciones del Edipo con las afecciones que conllevan una
alteración de la relación con la realidad, perversión y psicosis.
La función del Edipo en tanto que repercute directamente en la asunción del sexo, concierne a
la cuestión del complejo de castración. ¿Qué hacía, el padre, en aquella época? ¿Cómo está
implicado en todo esto? Ciertamente, la cuestión de la ausencia o de la presencia del padre,
del carácter benéfico o maléfico del padre, no se oculta. El padre, ¿estaba o no estaba?
¿Viajaba, se ausentaba, volvía a menudo? Y también ¿puede constituirse de forma normal un
Edipo cuando no hay padre? Entonces se vio que un Edipo podía muy bien constituirse
también cuando el padre no estaba presente. Al principio, incluso, siempre se creía que era
algún exceso de presencia del padre, lo que engendraba todos los dramas. Era una época en
que la imagen del padre terrorífico se consideraba un elemento lesional.
Confunden dos cosas que están relacionadas, el padre en cuanto normativo y el padre en
cuanto normal. Por supuesto, el padre puede ser muy desnormativizante si él mismo no es
normal, pero esto es trasladar la pregunta al nivel de la estructura — neurótica, psicótica —
del padre. Hablar de su carencia en la familia no es hablar de su carencia en el complejo.
3 Papel del padre. Al principio, el padre terrible. El padre interviene en diversos planos. De
entrada, prohibe la madre. Éste es el fundamento, el principio del complejo de Edipo, ahí es
donde el padre está vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Es mediante
toda su presencia, por sus efectos en el inconsciente, como lleva a cabo la interdicción de la
madre. La relación entre el niño y el padre está gobernada, por supuesto, por el temor de la
castración. ¿Qué es este temor de la castración? ¿Cómo lo abordamos? Lo abordamos en la
primera experiencia del complejo de Edipo, pero ¿de qué forma? Lo abordamos como una
represalia dentro de una relación agresiva. Esta agresión parte del niño, porque su objeto
privilegiado, la madre, le está prohibido, y va dirigida al padre. Vuelve hacia él en función de la
relación dual, en la medida en que proyecta imaginariamente en el padre intenciones agresivas
equivalentes o reforzadas con respecto a las suyas, pero que parten de sus propias tendencias
agresivas. Aunque profundamente vinculada con la articulación simbólica de la interdicción del
incesto, la castración se manifiesta, por lo tanto, en toda nuestra experiencia, y
particularmente en quienes son sus objetos privilegiados, a saber, los neuróticos, en el plano
imaginario. Esto es la ley.
Así, la forma en que la neurosis encarna la amenaza castrativa está vinculada con la agresión
imaginaria. Cada vez que se aborda la cuestión del Edipo, sorprende el papel extremadamente
desconcertante que desempeña la función del Edipo invertido. Este Edipo invertido nunca está
ausente en la función del Edipo, quiero decir que el componente de amor al padre no se puede
eludir. Es el que proporciona el final del complejo de Edipo, su declive, en una dialéctica, del
amor y de la identificación, de la identificación en tanto que tiene su raíz en el amor.
Identificación y amor, no es lo mismo — es posible identificarse con alguien sin amarlo y
viceversa —, pero ambos términos están, estrechamente vinculados y son indisociables.
Lo que ocurre es que el Edipo invertido consiste en lo siguiente, frente a ese padre temido,
prohibido, pero que por otra parte es tan amable, colocarse en el lugar adecuado para obtener
sus favores, hacerse amar por él. Pero como hacerse amar por él consiste en primer lugar en
pasar a la categoría de mujer, y uno siempre conserva su pequeño amor propio viril, esta
posición, como nos lo explica Freud, supone el peligro de la castración, aquella forma de
homosexualidad inconsciente que deja al sujeto en una situación conflictiva con múltiples
repercusiones — por una parte, el retorno constante de la posición homosexual con respecto
al padre, y por otra parte su suspensión, es decir su represión, debido a la amenaza de
castración que supone tal posición.
El padre llega en posición de importuno porque prohibe. ¿Qué prohibe precisamente? Se trata
de la prohibición del padre con respecto a la pulsión real. ¿Pero por qué el padre? El padre, en
tanto que prohibe en el nivel de la pulsión real, no es tan esencial.
¿De qué se trata en el nivel de la amenaza de castración? Se trata de la intervención real del
padre con respecto a una amenaza imaginaria. La castración es un acto simbólico cuyo agente
es alguien real, el padre o la madre que le dice — Te lo vamos a cortar, y cuyo objeto es un
objeto imaginario — si el niño se siente cortado, es que se lo imagina. Observen que es
paradójico. Por otra parte, ¿qué es lo que prohíbe, el padre? prohíbe la madre. En cuanto
objeto, es suya, no es del niño. En este plano es donde se establece, tanto en el niño como en
la niña, aquella rivalidad con el padre que por sí misma engendra una agresión. El padre frustra
claramente al niño de su madre. El padre interviene como provisto de un derecho, no como un
personaje real. Aquí es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una frustración, acto
imaginario que concierne a un objeto bien real, la madre, en tanto que el niño tiene necesidad
de ella.
Es la madre la que va y viene. Si puede decirse que va y que viene, es porque yo soy un
pequeño ser ya capturado en lo simbólico y he aprendido a simbolizar. ¿cuál es el significado?
¿Qué es lo que quiere, ésa? Me encantaría ser yo lo que quiere, pero está claro que no sólo me
quiere a mí. A lo que le da vueltas es a la x, el significado. Y el significado de las idas y venidas
de la madre es el falo.
El elemento significante intermedio cae, y la S entra por vía metafórica en posesión del objeto
de deseo de la madre, que se presenta entonces en forma del falo.
La metáfora paterna. Para empezar a articular los problemas, en primer lugar se trata de
sujeto. ¿Qué es un sujeto? apenas hay sujeto hablante, la cuestión de sus relaciones en tanto
que habla no podría reducirse simplemente a un otro, siempre hay un tercero, el Otro con
mayúscula, constituyente de la posición del sujeto como hablante, es decir, también, como
analizante.
La posición del padre como simbólico no depende del hecho de que la gente haya reconocido
acontecimientos tan distintos como un coito y un alumbramiento. La posición del Nombre del
Padre, la calificación del padre como procreador, es un asunto que se sitúa en el nivel
simbólico. Por el solo hecho de que instituyas un orden simbólico, algo corresponde o no a la
función definida por el Nombre del Padre, y en el interior de esta función introduces
significaciones. He aquí, pues, lo que podemos llamar el triángulo simbólico, porque se
instituye en lo real a partir del momento en que hay cadena significante, articulación de una
palabra. Digo que hay una relación entre este ternario simbólico y ternario imaginario para
presentarles la relación del niño con la madre, en tanto que el niño depende del deseo de la
madre, de la primera simbolización de la madre, y de ninguna otra cosa. Mediante esta
simbolización, el niño desprende su dependencia efectiva respecto del deseo de la madre de la
pura y simple vivencia de dicha dependencia, y se instituye algo que se subjetiva en un nivel
primordial o primitivo. Esta subjetivación consiste simplemente en establecer a la madre como
aquel ser primordial que puede estar o no estar. ¿Qué desea el sujeto? No se trata
simplemente de la apetición de los cuidados, del contacto, ni siquiera de la presencia de la
madre, sino de la apetición de su deseo. Su deseo es deseo del deseo de la madre.
Hay en ella el deseo de Otra cosa distinta que satisfacer mi propio deseo. En esta vía, al mismo
tiempo hay acceso y no hay acceso. No se efectúa sin la intervención de algo más que la
simbolización primordial de aquella madre que va y viene, a la que se llama cuando no está y
cuando está es rechazada para poder volver a llamarla.
Hay en este dibujo una relación de simetría entre/a/o, que está aquí en el vértice del ternario
imaginario, y padre, en el vértice del ternario simbólico. Vamos a ver que ésta no es una simple
simetría, sino ciertamente un vínculo. ¿Cómo puedo plantear ya que este vínculo es de orden
metafórico?
Observemos este deseo del Otro, que es el deseo de la madre y que tiene un más allá. Ya sólo
para alcanzar este más allá se necesita una mediación, y esta mediación la da precisamente la
posición del padre en el orden simbólico. La relación del niño con el falo se establece porque el
falo es el objeto del deseo de la madre. El padre, en tanto que priva a la madre del objeto de
su deseo, especialmente del objeto fálico, desempeña un papel del todo esencial, en toda
neurosis y a lo largo de todo el curso, aunque sea el más sencillo y normal, del complejo de
Edipo. Este momento nunca está elidido. De lo que aquí se trata es del nivel de la privación.
Ahí el padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas no tiene, es decir, de algo que sólo tiene
existencia porque lo haces surgir en la existencia en cuanto símbolo. Está muy claro que el
padre no puede castrar a la madre de algo que ella no tiene. Toda privación real requiere la
simbolización. Es, pues, en el plano de la privación de la madre donde en un momento dado de
la evolución del Edipo se plantea para el sujeto la cuestión de aceptar, de registrar, de
simbolizar él mismo, de convertir en significante.
Esta privación, el sujeto infantil la asume o no la asume, la acepta o la rechaza. Este punto es
esencial. Cuando el padre entra en función como privador de la madre, se perfila detrás de la
relación de la madre con el objeto de su deseo como el que castra, pero aquí sólo lo pongo
entre comillas, porque lo que es castrado, en este caso, no es el sujeto, es la madre. Este punto
no es muy novedoso.
De qué se trata en el complejo de castración, de él dependen estos dos hechos que el niño se
convierta en un hombre, por otra parte, que la niña se convierta en una mujer. En ambos
casos, la cuestión de tener o no tener se soluciona. No llamaríamos a esto complejo de
castración si no pusiera en primer plano, el hecho de que, para tenerlo, primero se ha de haber
establecido que no se puede tener, y en consecuencia la posibilidad de estar castrado es
esencial en la asunción del hecho de tener el falo.
2 En primer lugar es preciso que el padre este fuera del sujeto, constituido como símbolo. Pues
si no lo está, nadie podrá intervenir realmente en cuanto revestido de ese símbolo. ¿Qué hay
del padre real en cuanto capaz de establecer una prohibición? prohibir las primeras
manifestaciones del instinto sexual que alcanzan su primera madurez en el sujeto, cuando éste
empieza a valerse de su instrumento, incluso lo exhibe, le ofrece a la madre sus buenos oficios,
no tenemos ninguna necesidad del padre. El padre entrará en juego, como portador de la ley.
Sabemos que la función del padre, el Nombre del Padre, está vinculada con la interdicción del
incesto. Hace de obstáculo entre el niño y la madre, es el portador de la ley, pero de derecho,
mientras que de hecho interviene de otra forma.
Sólo después de haber atravesado el orden de lo simbólico, la intención del sujeto, quiero
decir su deseo que ha pasado al estado de demanda, encuentra aquello a lo que se dirige, su
objeto, su objeto primordial, en particular la madre. El deseo es algo que se articula. El mundo
donde entra y progresa, este mundo de aquí, este mundo terrenal, donde reina la palabra, que
somete el deseo de cada cual a la ley del deseo del Otro. La demanda del joven sujeto
franquea. Por este solo motivo, la primera prueba que tiene de su relación con el Otro, la tiene
con aquel primer Otro que es su madre en tanto que ya la ha simbolizado. Como ya la ha
simbolizado, se dirige a ella de una forma que, por muy quejumbrosa, que sea, no está menos
articulada, va ligada a las primeras articulaciones, que localizamos en el Fort-Da. Si esta
intención, o esta demanda, pueden hacerse valer ante el objeto materno, es porque ha
atravesado la cadena significante. Por eso el niño, que ha constituido a su madre como sujeto
sobre la base de la primera simbolización, se encuentra enteramente sometido a lo que
podemos llamar, pero únicamente por anticipación, la ley.
Es tan solo una metáfora. Es preciso desplegar la metáfora contenida en este término, la ley.
La ley de la madre es el hecho de que la madre es un ser hablante, con eso basta para legitimar
que diga la ley de la madre. Sin embargo, esta ley es, una ley incontrolada. Reside en el hecho
de que algo de su deseo es completamente dependiente de otra cosa que, sin duda, se articula
ya en cuanto tal, que pertenece ciertamente al orden de la ley, pero esta ley está toda entera
en el sujeto que la soporta, a saber, en el buen o el mal querer de la madre, la buena o la mala
madre.
No hay sujeto si no hay significante que lo funda. ¿Qué ocurre con el niño al comienzo de su
vida? Verán que las cosas se clarifican singularmente tan pronto centren sus preguntas en el
niño como sujeto, aquel de quien emana la demanda, aquel donde se forma el deseo yo digo
que el niño empieza como súbdito porque se experimenta y se siente de entrada
profundamente sometido al capricho de aquello de lo que depende.
Lo que cuenta es la función en la que intervienen, en primer lugar el Nombre del Padre, único
significante del padre, en segundo lugar la palabra articulada del padre, en tercer lugar la ley
en tanto que el padre está en una relación más o menos íntima con ella. Lo esencial es que la
madre fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella, y de
su capricho, a saber, pura y simplemente, la ley propiamente dicha.
Para comprender el Edipo hemos de considerar tres tiempos que voy a tratar de
esquematizarles. Primer tiempo. Lo que el niño busca, en cuanto deseo de deseo, es poder
satisfacer el deseo de su madre, es decir, el objeto del deseo de la madre. Así, introduce su
demanda aquí, en A,
y su fruto, el resultado, aparecerá aquí, en A'. En el trayecto se establecen dos puntos, el que
corresponde a lo que es ego, y enfrente éste, que es su otro, aquello con lo que se identifica,
eso otro que tratará de ser, a saber, el objeto satisfactorio para la madre. Esto es lo que busca,
y lo que se encuentra cuando la madre es interrogada por la demanda del niño. Ella también,
persigue su propio deseo. En el primer tiempo y en la primera etapa, se trata, pues, de esto —
el sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto del deseo de la madre. Es la etapa fálica
primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar la primacía del falo ya instaurada en
el mundo por la existencia del símbolo del discurso y de la ley. Pero el niño, por su parte, sólo
capta el resultado. Para gustarle a la madre, basta y es suficiente con ser el falo.
La tercera etapa es tan importante como la segunda, pues de ella depende la salida del
complejo de Edipo. El falo, el padre ha demostrado que lo daba sólo en la medida en que es
portador de la ley. De él depende la posesión o no por parte del sujeto materno de dicho falo.
Si la etapa del segundo tiempo ha sido atravesada, ahora es preciso, en el tercer tiempo, que
lo que el padre ha prometido lo mantenga. Puede dar o negar, porque lo tiene, pero del hecho
de que él lo tiene, el falo, ha de dar alguna prueba. Interviene en el tercer tiempo como el que
tiene el falo y no como el que lo es, y por eso puede producirse el giro que reinstaura la
instancia del falo como objeto deseado por la madre, y no ya solamente como objeto del que
el padre puede privar. El padre todopoderoso es el que priva. Éste es el segundo tiempo.
El tercer tiempo es esto — el padre puede darle a la madre lo que ella desea, y puede dárselo
porque lo tiene. Aquí interviene, por lo tanto, el hecho de la potencia en el sentido genital de
la palabra — digamos que el padre es un padre potente. Por eso la relación de la madre con el
padre vuelve al plano real.
Dicha salida es favorable si la identificación con el padre se produce en este tercer tiempo, en
el que interviene como quien lo tiene. Esta identificación se llama Ideal del yo. Se inscribe en el
triángulo simbólico en el polo donde está el niño, mientras que en el polo materno empieza a
constituirse todo lo que luego será realidad, y del lado del padre es donde empieza a
constituirse todo lo que luego será superyó.
En el tercer tiempo el padre interviene como real y potente. Si el padre es interiorizado en el
sujeto como Ideal del yo y entonces, el complejo de Edipo declina, es en la medida en que el
padre interviene como quien, él sí, lo tiene. ¿Qué quiere decir esto? No quiere decir que el
niño vaya a tomar posesión de todos sus poderes sexuales y a ejercerlos. Muy al contrario, no
los ejerce en absoluto, y se puede decir que aparentemente está despojado del ejercicio de las
funciones que habían empezado a despertarse. Sin embargo, el niño tiene en reserva todos los
títulos para usarlos en el futuro. El papel que desempeña aquí la metáfora paterna es
ciertamente el que podíamos esperar de una metáfora — conduce a la institución de algo
perteneciente a la categoría del significante, está ahí en reserva y su significación se
desarrollará más tarde. El niño tiene todos los títulos para ser un hombre, y lo que más tarde
se le pueda discutir en el momento de la pubertad, se deberá a algo que no haya cumplido del
todo con la identificación metafórica con la imagen del padre, si ésta se ha constituido a través
de esos tres tiempos. La salida del complejo de Edipo es distinta para la mujer.
Para ella, esta tercera etapa es mucho más simple. Ella no ha de enfrentarse con esa
identificación, ni ha de conservar ese título de virilidad. Sabe dónde está eso y sabe dónde ha
de ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene.
En efecto, la fórmula que les di de la metáfora no quiere decir sino esto — hay dos cadenas, las
S del nivel superior que son significantes, mientras que debajo encontramos todos los
significados ambulantes que circulan, porque siempre se están deslizando. Lo que sí puede
hacerse, es fijar un significante a otro significante y ver cuál es el resultado. En este caso se
produce siempre algo nuevo, el surgimiento de una nueva significación. El padre es, en el Otro,
el significante que representa la existencia del lugar de la cadena significante como ley. Se
coloca, por así decirlo, encima de ella.
El padre está en una posición metafórica si y sólo si la madre lo convierte en aquel que con su
presencia sanciona la existencia del lugar de la ley.
Les hablo de la metáfora paterna. Les estoy hablando del complejo de castración. De lo que se
trata, es de una estructura. Éste es centro, eje, objeto de todo lo que se relaciona con aquel
orden de acontecimientos, muy confusos y muy mal discernidos, que llaman el complejo de
castración.
1 No son tiempos cronológicos, también los tiempos lógicos pueden desarrollarse sólo en una
determinada sucesión. Tienen ustedes por lo tanto en un primer tiempo, la relación del niño,
no con la madre, sino con el deseo de la madre. Es un deseo de deseo. Este deseo de deseo
implica estar en relación con el objeto primordial que es la madre, en efecto, y haberla
constituido de tal forma que su deseo pueda ser deseado por otro deseo, en particular el del
niño. ¿Dónde se sitúa la dialéctica de esta primera etapa? En ella el niño está particularmente
aislado, desprovisto de todo lo que no sea el deseo de aquel Otro que él ya ha constituido
como el Otro que puede estar presente o ausente. Lo que se ha de franquear es, D, el deseo de
la madre, el deseo deseado por el niño, D (D). Este objeto hemos planteado que es el falo, se
trata del falo en cuanto deseado por la madre. Desde el punto de vista de la estructura, hay
diversos estados distintos de la relación de la madre con el falo. Éste desempeña un papel
primordial en la estructuración subjetiva de la madre. el falo se sitúa aquí, es un objeto
metonímico
Debido a la existencia de la cadena significante circulará, como la sortija, por todas partes en el
significado — y es, en el significado, lo que resulta de la existencia del significante. Este
significante adquiere para el sujeto un papel principal, el de un objeto universal.
He aquí al niño, en N. En el punto marcado Yo (Je), todavía no hay nada, al menos en principio.
Hay un Yo, pero latente. De la misma forma, el objeto metonímico, enfrente, todavía no está
constituido para el niño. En D surge el deseo esperado de la madre. Enfrente, se sitúa lo que
será el resultado del encuentro de la llamada del niño con la existencia de la madre como Otra,
a saber, un mensaje. Es preciso que el Yo (Je) latente en el discurso del niño vaya aquí, a D, a
constituirse en el nivel de este Otro que es la madre — que el Yo (Je) de la madre se convierta
en el Otro del niño — que lo que circula por la madre en D, en tanto que ella misma articula el
objeto de su deseo, vaya a M a cumplir su función de mensaje para el niño, lo cual supone, a
fin de cuentas, que éste renuncie momentáneamente a su propia palabra. El niño recibe, pues,
en M el mensaje en bruto del deseo de la madre, mientras que debajo, en el nivel metonímico
con respecto a lo que dice la madre, se efectúa su identificación con el objeto de ésta.
La entrada en juego del más allá de la madre, constituido por su relación con otro discurso, el
del padre. Así, si el niño está abierto a inscribirse en el lugar de la metonimia de la madre, o
sea, a convertirse en su subdito, es porque primero asume el deseo de la madre — y sólo lo
asume de una forma en cierto modo bruta, en la realidad de este discurso. Identificación
primitiva. Consiste en este intercambio que hace que el Yo (Je) del sujeto vaya al lugar de la
madre como Otro, mientras que el Yo (Je) de la madre se convierte en su Otro.
Este segundo tiempo tiene como eje el momento en que el padre se hace notar como
interdictor. Se manifiesta como mediado en el discurso de la madre. Hace un momento, en la
primera etapa del complejo de Edipo, el discurso de la madre era captado en estado bruto.
2 En la psicosis, el Nombre del Padre, el padre en cuanto función simbólica, el padre en el nivel
de lo que ocurre aquí entre mensaje y código, y código y mensaje, está precisamente
verworfen. Aquí no está lo que he representado con líneas punteadas, el padre interviene en
cuanto ley. Está la intervención en bruto del mensaje no sobre el mensaje de la madre al niño.
Este mensaje, como mensaje en bruto, es también fuente de un código que está más allá de la
madre. Dicha estructura se realiza mediante la intervención masiva, real, del padre más allá de
la madre, al no apoyarse ésta en él en absoluto como promotor de la ley.
Ahora, pasemos a la etapa siguiente del complejo de Edipo que supone, que el padre
intervenga, en tanto que él lo tiene. Interviene en este nivel para dar lo que está enjuego en la
privación fálica, término central de la evolución del Edipo y de sus tres tiempos. Ya no es en las
idas y venidas de la madre donde está presente, por lo tanto todavía medio velado, sino que se
pone de manifiesto en su propio discurso. El mensaje del padre se convierte en el mensaje de
la madre, en tanto que ahora permite y autoriza. Por mediación del don o del permiso
concedido a la madre, se le permite tener un pene para más adelante. Tiene verdaderamente,
lo dijimos la última vez, el título en el bolsillo
La lectura que hace lacan sobre el Edipo es original. No toma el mito de Freud. Freud va a
hablar en términos cronológicos, entre los 6 años se tendría que dar dicho proceso. Lacan lo va
a hacer desde los tiempos lógicos.
¿Por qué estudiar la metáfora paterna? Es una formalización teórica que no permite pensar en
términos psicopatológicos, es un término normalizador que nos permite dirigir una cura,
teniendo en cuenta el complejo de Edipo.
La técnica freudiana establece un orden del complejo de Edipo, con Lacan, el complejo de
Edipo nos da una referencia de la constitución de la subjetividad. También nos permite saber si
se constituyó el psiquismo de modo neurótico.
Si bien lacan lo recupera, dice que el niño ingresa como objeto de deseo. Interviene en el Edipo
de los padres, los padres ingresan como funciones simbólicas.
Crea una fórmula de metáfora paterna, (la metáfora es la sustitución de un significante por
otro que tiene como efecto otra significación). Mirar en el apunte.
Freud sostiene que la niña sale del Edipo como una madre, el hijo viene como representación
simbólica del falo. El hijo cumple el espacio de falo. Para lacan, el cuerpo de la mujer es real e
imaginaria, no le falta algo, pero el símbolo introduce una falta donde no la hay. Esta falta en
lo real no existe. De esa falta simbólica adviene el deseo. La madre se ofrece al niño como
objeto de deseo, el niño puede situarse en la falta de la madre, quiere ser eso que le falta a la
madre.
Este deseo de la madre es no regulado, dice “es como la pisada de un elefante”, es fuerte, hay
algo que no está regulado en el, es caprichoso, eso es porque es un deseo sin ley. Y por ello la
metáfora paterna le pone límite a ese deseo.
Metáfora del padre: también es sin significante, por tanto, función ordena la estructura
significante. “significante del otro en el otro” “el padre muerto de tótem y tabú”, esto nos lleva
a pensar al complejo de Edipo fuera de lo imaginario. Lacan discute con los ambientalistas,
porque refieren a la figura del padre como un padre ausente, “padre trabajador” “padre que
no está presente”, etc. lacan lo cuestiona, dice que no es primordial, lo primordial es si hay
función del padre, y esto explica en el caso de madres solteras, parejas homosexuales, etc.
Padre en el complejo de Edipo no es lo mismo que el padre en la familia. En el complejo pudo
haber sido ausente y en la familia estar presente como lo es en el caso de Juanito y viceversa.
Esto quita a un padre imaginario.
El padre es en el otro el significante que se coloca encima de la cadena significante. Esto da
cuenta de la metáfora. Es una cadena metafórica, opera si la madre lo introduce en el discurso,
si le da lugar en ello. Si no se lo da, el significante (MP) no opera y no se produce a metáfora.
Habría una carencia paterna “ferclusion”, el significante se rechaza, lo cual no se instala nunca
más y se estructura de manera psicótica. Nunca más se podrá instalar. Ferclusion significa
“rechazo” y también en términos políticos cuando uno pierde el derecho a reclamar
(prescripción).
Significado al sujeto: representado con una X, también “significación enigmática”. Que quiere
esta mujer además de mí? Quiere algo más que a mí? Es un lugar donde el niño se inscribe no
se significa.
DM
Significa que el padre ya hizo su trabajo, imposibilitando el deseo de la madre, y el falo
X
se instaló como el significante de la falta. Es un significante de la falta. El otro va a estar
borrado (A barrado) a ese tesoro de significante le falta un significante. Lo llama “la
significación del falo”. El lenguaje empieza a ser regulado. El inconsciente tendrá otra
estructura.
Esta metáfora, teniendo en cuenta que la hubo, limito el deseo de la madre, produciendo una
metáfora, sustituyendo el deseo de la madre.
DM
PRIMER TIEMPO LOGICO:
X
El niño desea el deseo de la madre. Se sitúa en el lugar del falo imaginario de la madre. La ley
del deseo de la madre es caprichosa, no está operando el Nombre del Padre. El niño esta
sujetado a ese deseo. Es la relacion casi simbiótica de la madre con el hijo. El padre aparece
pero en su funcion velada. No es una presencia efectiva. Es el tiempo de “identificaciones
perversas” porque si allí queda se da una constitución psíquica perversa, ejemplo: fetichismo.
NP
SEGUNDO TIEMPO LOGICO:
DM
Es nodal y negativo. Nodal porque nos permite articular el primer y tercer tiempo y negativo
porque negativiza el falo. Liga al niño a la ley del padre. El padre aparece como privador, priva
a l madre de lo que no tiene que solo lo tiene a través del símbolo, porque no tiene el falo. Es
doble privador, porque priva a la madre y al hijo, “no reintegraras a tu hijo” “no desearas a tu
madre”. El deseo caprichoso empieza a ser privatizado, controlado. El padre aparece como
terrible, porque corre al niño del falo y pasa a ser el símbolo (significante). El niño que estaba
como falo, se negativiza y se sale del lugar de objeto de la madre (falo imaginario de la madre)
y por tanto tenemos como efecto correr al niño de identificaciones perversas.
TERCER TIEMPO LOGICO: salida del Edipo, cortador del falo. El padre no aparece como ley sino
como representante de la ley, sujeto a la ley, como un sujeto castrado, padre dador. Si el padre
quedara en la ley, es autoforclusivo, cuando se postula así da lugar a que no se produzca la
metáfora. Aparece como un “padre de si” “dador”. En el primer tiempo aparecía como un
padre velado, en el segundo tiempo como privador y en el tercer tiempo como padre dador.
Permite la salida del complejo de Edipo. El niño llevara el título en el bolsillo y luego podrá
usarlo, y la niña sabrá sobre buscarlo, luego de la salida del Edipo. Ya que reconoce al hombre
como sujeto que posee el falo. Portador del falo.
Así como están los tres registros, Imaginario, real y simbólico. También encontramos al padre
simbólico, imaginario y real.
Padre imaginario: padre de representación que tiene el sujeto del padre, ejemplo: mi
papa no me lleva el apunte, es muy histérico, etc.
Padre simbólico: es el padre que representa el nombre del padre. Es un significante
que puede haber operado o no en la metáfora paterna. Es una función. Es ley, el que
ordena el significante del significante.
Padre real: personaje que opera regulando el deseo caprichoso de la madre.
Por ello es que podemos atravesar el complejo de Edipo sin un padre real (en términos
biológicos, o padre físico, no registro real), ya que el padre real puede no estar, e igualmente
se trasmita la ley y por ende habrá metáfora, en el caso de que si haya un padre simbólico.
Puede que sea la madre y otra persona que cumpla el rol del Padre simbólico. Dicho
significante puede no efectuarse, si se efectúa, estructura al inconsciente, por ello es el
significante del significante. Para que se produzca la metáfora se necesita del deseo de la
madre y el nombre del padre simbólico. En el caso de que la madre no desee a su hijo, no se
puede producir el proceso edipico.
A
Es el efecto de los tiempos del Edipo.
FALO