La Vuelta de Los Sofistas - Texto Argumentativo
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SOFISTAS
THOMAS SHEEHANseptiembre 28, 20200
Tenía razón el autor de Eclesiastés cuando dijo: “No hay nada nuevo bajo el sol”?
¿El relativismo imperante, la convicción de que no existe ninguna verdad absoluta,
el uso de la palabra no para descubrir la verdad en el contexto de un debate
sincero e intelectualmente honesto y luego transmitirla y compartirla, sino para
engañar y persuadir a votantes y consumidores son fenómenos nuevos? ¿Son
fenómenos típicos de, y restringidos a, nuestra época?
La realidad es que un grupo de maestros y oradores itinerantes, los sofistas,
difundieron ideas muy similares en la Atenas del siglo V antes de Cristo. Los
sofistas enseñaron a los jóvenes ricos de Atenas el arte de la retórica. Los sofistas
presumieron de su habilidad de defender cualquier argumento con elocuencia y
ganar mucho dinero transmitiendo esta destreza a sus alumnos. No les importó la
veracidad de sus argumentos sino sus resultados prácticos.
Los pensamientos no nacen en un vacío. Las circunstancias históricas de aquella
época favorecieron la aparición de los sofistas y formaron un terreno fértil en el
cual florecieron sus ideas.
La democracia ateniense ofreció a oradores elocuentes la posibilidad de lograr
poder e influencia. El éxito político dependió de la habilidad del orador de
persuadir a la gente, reunida en la Asamblea, de las bondades de sus ideas. El
famoso sofista, Gorgias, claramente vio la palabra como un instrumento de
manipulación y dominio y no una forma de comunicar la verdad: “La palabra tiene
un enorme poder… es capaz, en efecto, de apaciguar el miedo y de eliminar el
dolor, de producir la alegría y de excitar la compasión”. La forma de democracia
que se estableció en Atenas y la importancia política del arte de la retórica no fue
el único factor histórico relevante en cuanto al éxito del pensamiento sofístico.
Los sofistas aparecieron en un mundo cuyos fundamentos morales, intelectuales y
religiosos se estaban tambaleando. El mundo griego de aquel entonces estaba
experimentando una mini-globalización, un proceso de exploración y colonización
de zonas de Asia Menor en las que las estructuras políticas, las costumbres, y las
normas morales eran muy diferentes a las de Grecia. Esas diferencias generaron
dudas, sobre la existencia de valores morales válidos en todos lugares y en todos
los tiempos, y animaron a los sofistas a adoptar una postura radicalmente
relativista en cuanto a la verdad. Según ellos, no existió una verdad absoluta, sino
múltiples verdades que variaron de una sociedad a otra, de una época histórica a
otra y de una persona a otra. En las palabras de Protágoras, uno de los primeros y
más importantes de los sofistas, “el hombre es la medida de todas las cosas”. En
su diálogo el Teatetus, Platón resumió la postura relativista en los siguientes
términos: “Las cosas son para mí tal como me aparecen a mí y son para ti tal
como te aparecen a ti”.
Las teorías de los filósofos presocráticos, los físicos de su era, demostraron que la
realidad fundamental del universo no correspondía con las apariencias familiares.
Estos nuevos conceptos sobre la naturaleza del cosmos resultaron inquietantes
para la gente de a pie. El hecho de que a veces sus teorías fueron mutuamente
contradictorias generó más confusión e incertidumbre aún. La inestabilidad se
extendió también al campo religioso. La creencia en la religión estatal y en el
panteón de los dioses olímpicos estaba siendo seriamente cuestionada, sobre
todo por la élite intelectual de la Atenas de aquel tiempo.
Las circunstancias históricas de nuestra época no son muy diferentes a las de la
era de los sofistas. De hecho, estamos experimentando una globalización mucho
más extensa y profunda que la de los griegos clásicos. Los políticos y los que
trabajan en la mercadotecnia hoy en día tienen a su disposición técnicas de
persuasión de las cuales los sofistas ni podían soñar.
Teorías actuales
Las varias teorías actuales, sobre la naturaleza del universo, en los campos de la
física y la cosmología, están provocando, a la vista de todos, la misma confusión e
inquietud que generaron las ideas de los filósofos presocráticos y la
desestabilización del modelo casi monolítico de la creencia religiosa en el mundo
occidental. Dicho de otro modo, el terreno cultural actual está perfectamente
abonado para un florecimiento del pensamiento sofístico en nuestros días. Desde
el siglo XIX, varios pensadores importantes han hablado de una posible vuelta de
los sofistas en nuestra época. Según Hegel, “los sofistas no son tan remotos como
nos podríamos quizás pensar”. Su compatriota, Nietzche, declaró a “la era de los
sofistas nuestra era”.
El optimismo casi temerario de la era de la Ilustración y su convicción ingenua de
que el avance de los conocimientos racionales y científicos iba a traer
inevitablemente el paraíso a la tierra murió en las trincheras de la segunda guerra
mundial y en los campos de concentración nazis.
Ya estamos firmemente instalados en un mundo postmoderno en el que cualquier
intento de hablar de la verdad se interpreta como un mero intento de imponer
nuestras ideas sobre las ideas igualmente válidas de otras personas o de otras
culturas. Hoy en día, el debate político ha sido reducido en gran parte a unos
eslóganes fáciles y vacíos y el debate serio y profundo sobre temas importantes
brilla por su ausencia. Los anuncios que nos bombardean diariamente intentan
persuadirnos que el secreto de la felicidad consiste en comprar y consumir un
sinfín de productos. Las bondades reales de los productos parecen importar muy
poco a los publicistas, cuyo solo interés es persuadir y vender. ¿Cuantos anuncios
de coches vemos en la televisión que no dicen nada sobre los aspectos técnicos
del vehículo sino concentran sus esfuerzos en persuadirnos que la posesión del
coche en cuestión nos garantizaría un estatus social y la admiración y la envidia
de nuestros vecinos y compañeros?
A la luz de todo esto, parece que los sofistas y sus ideas están muy activos hoy en
día. ¿Representan estas ideas algún tipo de peligro para nuestra sociedad?
¿Cómo podemos argumentar contra ellas? Quizás podamos aprender algo útil de
las consecuencias del pensamiento sofístico en la sociedad ateniense del siglo V
antes de Cristo y de la respuesta de Platón a los sofistas.
El desdén por la verdad expresado por los sofistas horrorizó a Platón. En esto,
hubiera estado de acuerdo con Jesús cuando dijo que la verdad os hará libres.
Según Platón, si no existiera una verdad objetiva estaríamos a la merced de la
elocuencia de gente que sabe usar la palabra para manipularnos, engañarnos y,
últimamente, controlarnos. De hecho, el famoso filósofo griego dedicó mucho
tiempo y esfuerzo a la refutación de unas ideas que él consideró que
representaron un enorme peligro para la democracia y la vida moral en Atenas.
Platón estaba convencido que el cosmos está impregnado de racionalidad y, por
tanto, podemos interrogarlo e investigarlo, empleando nuestra razón para este
propósito. Los seres humanos no inventamos la verdad, sino que la descubrimos.
Reconoció que a veces descubrir la verdad no es nada fácil y requiere un gran
esfuerzo intelectual y un debate serio y sincero. Aceptó también que, dada
nuestras finitas capacidades, nadie puede estar en posesión exclusiva de toda la
verdad. Tenía claro que deberíamos cuestionar nuestras creencias y costumbres y
mantener una mente abierta a posibles correcciones en nuestra búsqueda de la
verdad. Sin embargo, reconocer con humildad nuestra falibilidad y limitaciones en
cuanto a la posibilidad de descubrir la verdad dista mucho de la postura sofista de
negar la existencia de verdades objetivas.
Platón demostró la contradicción inherente a la postura relativista. Cuando el
relativista declara que la verdad como tal no existe, pretende convencernos de que
esta declaración es verdadera pero no tiene ningún derecho lógico a presentar su
argumento como verdadero, puesto que él mismo niega la existencia de la verdad
objetiva. Si el relativista fuera coherente tendría que admitir que su declaración
sobre la inexistencia de una verdad objetiva no es más que una opinión personal
suya.
También Platón alertó a sus conciudadanos sobre las peligrosas consecuencias
prácticas de una postura relativista que negó la existencia de verdades objetivas,
verdades que no podemos manipular, cambiar o distorsionar a nuestro antojo. Si
aceptamos los testimonios consistentes de contemporáneos como Aristófanes,
Eurípides y Tucídides, tendremos que expresar que las ideas de los sofistas
contribuyeron a la disolución de los valores morales en el mundo griego de su
tiempo. Aunque Protágoras pareció respetar los valores éticos de su sociedad, sus
seguidores concluyeron que no se basaron en nada más sólido que la costumbre y
la tradición. En el fondo, si algunos sofistas se portaron de una manera ética, lo
hicieron a pesar de sus ideas y no gracias a ellas.
Actualmente, el relativismo está de moda, tal como estaba en la época de los
sofistas. En su libro El Cierre de la Mente Americana, el pensador Allan Bloom dijo
“hay una sola cosa de la cual un profesor puede estar absolutamente seguro: casi
todos los estudiantes que entran en la universidad creen, o dicen creer, que la
verdad es relativa”. El papa Benedicto XVI estaba convencido de que lo que él
describió como la “dictadura del relativismo” es uno de los peligros más graves
que está amenazando nuestra sociedad”. Una advertencia muy temprana sobre el
peligro del relativismo se encuentra en el libro de Génesis.
En este libro, Dios declara que, si el hombre come del fruto del árbol del
conocimiento del bien y el mal” morirá. Es importante subrayar que Dios no
prohibió el conocimiento como tal, sino el conocimiento del bien y el mal. En el
fondo el mensaje es que, si el hombre decide por sí mismo lo que está bien y lo
que está mal vamos a convertir el jardín de Edén, el mundo hermoso que Dios nos
regaló como hogar, en un infierno. Horrores de la historia humana como Auschwitz
y el Gulag confirman el peligro de aceptar la noción sofista de que la verdad,
incluyendo la verdad ética, se inventa y no se descubre.