El Protocolo de Dios
El Protocolo de Dios
El Protocolo de Dios
Serie: La Adoracin y la Alabanza a Dios en el Culto Pblico Mensaje No. 03 15 de Octubre, 2006 EL PROTOCOLO DE DIOS: EL PRINCIPIO REGULATIVO DE LA ADORACION Introduccin: Hace dos semanas atrs iniciamos una serie de sermones sobre la adoracin y la alabanza a Dios en el culto pblico; y tomamos como punto de partida una definicin bien sencilla de lo que es la adoracin. Hemos dicho que adorar es rendir honor a un Ser Superior. Puede tratarse de un dolo o del Dios vivo y verdadero. Pero el meollo, la esencia de la adoracin es rendir tributo, honor, reverencia, respeto, alabanza y gloria a un Ser superior. Para nosotros los cristianos, que creemos que existe un solo Dios vivo y verdadero, que se ha revelado al hombre a travs de Su creacin y a travs de Su Palabra, y que ha diseado un plan de salvacin a travs de la encarnacin, muerte y resurreccin de nuestro Seor Jesucristo, adorar es rendir tributo, honor, reverencia, respeto, alabanza y gloria a ese nico Dios vivo y verdadero. Ahora bien, an en el plano terrenal, cuando nos acercamos a un ser que por alguna razn es superior a nosotros (un rey, un presidente o un primer ministro), no podemos hacerlo como a nosotros nos parezca ms conveniente, sino segn el protocolo establecido. En estas semanas hemos estado leyendo el libro de Ester como parte de nuestra lectura consecutiva del AT los domingos en la tarde. Y una de las cosas que hemos visto en la lectura de este libro es que ni siquiera la esposa del rey Asuero poda presentarse delante de l sin haber sido previamente llamada. Violar ese protocolo poda costarle la vida, a menos que el rey le extendiera su cetro real como seal de misericordia. Pues la Biblia nos ensea que el Rey del Universo ha establecido tambin un protocolo que los hombres deben seguir al acercarse a El, un protocolo que debemos observar cuidadosamente y que los telogos del pasado denominaron: El Principio Regulativo de la Adoracin.
Lo que este principio declara es que Dios ha regulado Su adoracin, tanto en el AT como en el NT; de manera que los hombres no deben tomarse la libertad de adorarle como a ellos les parezca ms conveniente, sino como El lo ha establecido en Su Palabra. Este principio descansa en las siguientes premisas: 1) que Dios ha de ser el centro de nuestra adoracin; 2) que l es el nico que puede establecer el modo apropiado de adorarle; y 3) que l nos ha revelado Su voluntad al respecto en las Sagradas Escrituras. Yo estoy seguro que la mayora de los creyentes que se congregan en este lugar estn totalmente de acuerdo con estas tres premisas: Dios ha de ser el centro de nuestra adoracin; El es el nico que puede establecer el modo apropiado de adorarle; y El nos ha revelado Su voluntad respecto a la adoracin en Su Palabra, la Biblia. Sin embargo, eso es ms fcil de decir que llevarlo a la prctica. A la hora de lidiar con asuntos prcticos concernientes a la adoracin, debemos reconocer que existe el peligro de ser extraviados por dos enemigos mortales del principio regulativo: el subjetivismo y el pragmatismo. El subjetivismo consiste en tomar al hombre mismo y sus experiencias como base del conocimiento humano: lo que siento, lo que me agrada, lo que apela a mis sentidos. En el subjetivismo no existe autoridad alguna fuera de nosotros mismos, ni siquiera la voluntad de Dios expresada en Su Palabra. Lamentablemente, el subjetivismo est teniendo una influencia cada vez mayor en la iglesia contempornea, sobre todo en lo que respecta a la alabanza a Dios en el culto pblico. Cada vez es ms ampliamente aceptado el pensamiento de que la msica es moralmente neutra y que el tipo de alabanza que empleemos en el culto de adoracin, depender mayormente de nuestros gustos y preferencias personales o de nuestra cultura alrededor. Por eso, si alguien se opone al uso de cierto tipo de alabanza en la iglesia, muchos pensarn de inmediato que no es porque esa persona tenga alguna razn objetiva para oponerse, sino que est tratando de imponer sus gustos personales en el culto de adoracin.
Y ciertamente es posible que una persona sea movida subjetivamente a oponerse a ciertas cosas, simplemente porque no van de acuerdo con sus preferencias personales. Pero as como debemos cuidarnos de ser subjetivos, debemos cuidarnos tambin de acusar a otros falsamente de subjetividad. No debemos presuponer que si alguien se opone a cierto tipo de alabanza en la iglesia, por ejemplo, es porque est descansando subjetivamente en sus gustos, preferencias personales o prejuicios culturales. Porque si partimos de esa premisa ya no vamos a evaluar objetivamente el peso bblico y teolgico de sus argumentos. Pero debemos cuidarnos tambin del pragmatismo, el cual consiste en usar los resultados aparentes como tabla de evaluacin. Es vlido lo que funciona, lo que parece exitoso. Por ejemplo: La iglesia canta con ms entusiasmo cuando empleamos tal o cual estilo musical. O: Esta forma de adoracin parece llegarle ms a la nueva generacin. O: Los himnos tradicionales alejan a los incrdulos de la iglesia, sobre todo a los jvenes. Pastor, y hay algn problema en que nosotros queramos cantar con entusiasmo o que deseemos a atraer a los incrdulos a nuestros cultos de adoracin, sobre todo a nuestros jvenes? Por supuesto que no hay ningn problema en que tengamos ese anhelo. El problema est en hacer de estas cosas el parmetro de evaluacin de lo que debemos o no debemos hacer en el culto pblico. Si usramos ese mismo criterio para evaluar la predicacin de la Palabra no podramos predicar como Pablo todo el consejo de Dios, porque hay muchos temas espinosos en la Biblia que no resultan atractivos para muchas personas. En 1Cor. 2:1-5 Pablo dice a los hermanos de Corinto que cuando estuvo entre ellos no ministr con su vista puesta en la popularidad: As que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabidura. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a ste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicacin fue con palabras persuasivas de humana sabidura, sino con demostracin del Espritu y de poder, para que vuestra fe no est fundada en la sabidura de los hombres, sino en el poder de Dios.
Pablo conoca la cultura griega y saba que el mtodo de Dios no era potable para ellos. Como no lo era tampoco para los judos o para los romanos. Pero saba tambin que si claudicaba y les daba lo que ellos queran or y lo que les apelaba humanamente, la fe de los corintios tendra un fundamento equivocado. Pues de la misma manera, si Dios ha establecido Su protocolo para que nos acerquemos a El en adoracin, es ese protocolo el que debemos usar, no lo que produce resultados aparentes, lo que apele a la mayora o lo que encaje con nuestros gustos o preferencias personales. Veamos, en el tiempo que nos resta, algunos argumentos bblicos que sustentan el principio regulativo de la adoracin. En primer lugar, es prerrogativa de Dios y no de Sus criaturas, determinar la manera correcta de acercarnos a l en adoracin.
I.
Y esto no slo por la autoridad que Dios posee por el hecho de ser Dios, sino tambin porque la adoracin no es otra cosa que la respuesta que el hombre da a la revelacin que Dios nos da de S mismo en las Escrituras. Nosotros no podramos conocer absolutamente nada acerca de Dios, si El no hubiese tomado la iniciativa de revelarse. En Mt. 11:27 dice el Seor Jesucristo: Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Y hablando de la revelacin divina, Pablo escribe en 1Cor. 2:11: Porque quin de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espritu del hombre que est en l? As tampoco nadie conoci las cosas de Dios, sino el Espritu de Dios. Slo Dios se conoce a S mismo, y El tom la iniciativa de darse a conocer al hombre: a travs de Su creacin y a travs de Su Palabra. Ahora, el punto es que eso que Dios ha revelado de S mismo en las Escrituras es lo que debe gobernar nuestra adoracin.
En otras palabras, Su naturaleza determina la manera como nosotros debemos adorarle. Ese es el principio primario de las Escrituras en lo tocante a la adoracin, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Comp. Deut. 4:15-19. La razn que se le da al pueblo de Israel para prohibir el uso de imgenes en la adoracin a Dios es el hecho de que ellos no vieron ninguna imagen de El cuando descendi al monte Sina para darles la ley a travs de Moiss. Si ellos trataban de representar a Dios a travs de alguna figura fsica, de seguro habran de representarlo errneamente, porque Dios es Espritu. Ese es el mismo argumento que usara nuestro Seor Jesucristo cientos de aos ms tarde, al tratar el tema de la adoracin con la mujer samaritana: Dios es Espritu; y los que le adoran, en espritu y en verdad es necesario que adoren. Sea lo que sea adorar a Dios en espritu y en verdad, una cosa es clara: Es la naturaleza de Dios lo que determina el modo como nosotros debemos adorarle. Pero como slo Dios se conoce a S mismo, El es el nico que puede determinar cul es el tipo de adoracin que mejor representa quien El es. Ligon Duncan tiene un comentario sumamente pertinente con respecto a esto. Dice l: Si adoras a Dios a travs del uso de imgenes, esto cambiar tu visin de Dios. [Saben por qu? Porque] La forma impacta el contenido. Los medios de la adoracin influencian los adoradores en su comprensin de Dios (Give Praise to God; pg. 52). En palabras ms sencillas, as como la naturaleza de Dios determina la forma como debemos adorarle, la forma como lo adoramos afecta nuestro entendimiento de Quin y Cmo es El. Una adoracin superficial y ligera slo puede ser el producto de ideas superficiales y ligeras sobre el Ser de Dios; y esa ligereza en la adoracin contribuir a que otras personas tengan opiniones ligeras acerca de El. La forma impacta el contenido. Ms adelante sigue diciendo Ligon Duncan: Consecuentemente, el cmo de la adoracin es vital para nuestro crecimiento en gracia y el conocimiento del nico Dios verdadero, porque contribuye a nuestro comprensin del nico Dios verdadero (Ibd. Pg. 53)
De ah la importancia que Dios le da, no solo al hecho de que le adoremos nicamente a El, sino que le adoremos tal como El lo ha prescrito en Su Palabra (comp. Ex. 20:2-6). Si no podemos hacernos ninguna imagen de Dios, cul es, entonces, la idea que debemos tener de El? La que El revel de S mismo en Su Palabra. Esa idea revelada de Dios debe gobernar nuestra adoracin, que es lo mismo que decir que nuestra adoracin debe ser gobernada por Su Palabra. Por eso el domingo pasado que adorar en verdad, no slo implica adorar como Dios lo ha mandado en Su Palabra, sino tambin que nuestra adoracin debe girar en torno a Su verdad revelada. Como dijo Terry Jonson, en el culto pblico debemos leer la Palabra, predicar la Palabra, cantar la Palabra, orar la Palabra y administrar la Palabra visible. Cuando nos apartamos de Su Palabra, estamos adorando a un dios de nuestra propia imaginacin y, por lo tanto, estamos violando el primero y el segundo mandamiento de Su ley moral. La naturaleza de Dios determina nuestra adoracin, y nuestra adoracin dice algo del Dios al cual adoramos. Noten cmo Pablo aplica este principio en el NT (comp. 1Cor. 14:33, 39-40). Este no es el lugar para hacer un estudio de los dones extraordinarios y de su permanencia o no permanencia en la iglesia hoy. Pero hay algo que est muy claro en este pasaje, y es que las directrices de Pablo a la iglesia de Corintio con respecto al uso de los dones, estn enraizadas en la naturaleza de Dios. Por cuanto Dios no es un Dios de confusin, sino de paz, los cultos que la iglesia celebra para adorarle deben reflejar orden, armona, sobriedad. Todo debe hacerse en la iglesia decentemente y con orden, pues de lo contrario no estara representando adecuadamente al Dios que adoramos. Pero ahora debemos avanzar un paso en nuestro proceso de argumentacin a favor del principio regulativo de la adoracin: No slo somos criaturas de Dios, sino que adems de eso tambin somos pecadores. Consecuentemente, no tenemos ni el derecho ni la capacidad de establecer los trminos en que vamos a acercarnos a El. II. HA DE SER DIOS, Y NO LA CRIATURA PECADORA, QUIEN ESTABLEZCA LOS PARAMETROS QUE RIGEN SU ADORACION:
Si los sbditos de una nacin se rebelan y tratan de echar por tierra la autoridad de su monarca, no son los sbditos, sino el monarca el que debe decidir si renovar con ellos la relacin que antes tena y cules han de ser los trminos de esa relacin. Cunto ms cuando se trata de una rebelin contra el Rey soberano del universo! El hombre no puede determinar por s mismo cmo acercarse a Dios y adorarle; Dios no le ha concedido ese derecho. Una vez esa senda de acceso a Dios qued cerrada por causa del pecado, slo Dios poda decidir abrirla de nuevo y determinar tanto las condiciones como la manera en que el hombre pudiera acercarse otra vez a El. Pero no solo no tenemos ese derecho, sino que tampoco tenemos la capacidad. La Biblia ensea que el pecado da severamente nuestro entendimiento y que ese entendimiento daado es una fbrica de idolatra. Esa es bsicamente la enseanza de Pablo en Rom. 1:18-25. El hombre comienza en su injusticia deteniendo la verdad; pero como es un ser esencialmente religioso, creado para darle gloria a Dios, termina cambiando la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador. Dejado a su propia inclinacin, el hombre nunca podr adorar adecuadamente al nico Dios vivo y verdadero. En tercer lugar, la Biblia condena expresamente todo tipo de adoracin que no haya sido ordenada por Dios. III. LA BIBLIA CONDENA EXPRESAMENTE TODO TIPO DE ADORACION QUE NO HAYA SIDO ORDENADA POR DIOS:
Dice en Deut. 4:12: No aadiris a la palabra que yo os mando, ni disminuiris de ella, para que guardis los mandamientos de Jehov vuestro Dios que yo os ordeno. Y ms adelante, en Deut. 12:32: Cuidars de hacer todo lo que yo te mando; no aadirs a ello, ni de ello quitars (Deut. 12:32). Hacer una cosa o la otra, aadir o restar, se considerara un acto de rebelin que no poda ser tolerado. Y el Espritu Santo gui a los autores sagrados a dejar en el relato bblico un registro de las consecuencias funestas de tomar en poco estas advertencias.
Nadab y Abi fueron castigados por encender en el tabernculo de reunin un fuego extrao que Dios no haba mandado: Nadab y Abi, hijos de Aarn, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuegos, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehov fuego extrao, que l nunca les mand. Y sali fuego de delante de Jehov y los quem, y murieron delante de Jehov. Entonces dijo Moiss a Aarn: Esto es lo que habl Jehov, diciendo: En los que a m se acercan me santificar, y en presencia de todo el pueblo ser glorificado. Y Aarn call (Lv. 10:1-3). Noten que ellos no encendieron un fuego que Dios haba prohibido; el problema fue que hicieron algo como parte del ritual en el Tabernculo que Dios no haba mandado, y fueron castigados por su temeridad. El caso de Uza en 2Sam. 6 es similar. Cuando Israel recuper el arca de mano de los filisteos, David decidi transportarla a Jerusaln en un carro nuevo tirado por bueyes (2Sam. 6:3). sta era una forma muy prctica de llevar el arca; el problema es que esa no era la manera establecida por Dios para transportar el contenido de las cosas sagradas del Tabernculo, y esa innovacin tan prctica le cost la vida a Uza cuando intent sostener el arca que se caa porque los bueyes tropezaban (comp. 2Sam. 6:3, 13). Cuando David intent transportar el arca por segunda vez, vemos en 1Cro. 15:2 que tuvo mucho cuidado de hacerlo tal como Dios lo haba mandado: Entonces dijo David: El arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido Jehov para que lleven el arca de Jehov, y le sirvan perpetuamente. Esta vez decidi no ser pragmtico, sino obediente. Otro ejemplo que podemos citar en el antiguo pacto es el de Sal. Cuando quiso ofrecer sacrificios pasando por alto el mandato expreso de Dios, Samuel lo amonest severamente: Se complace Jehov tanto en los holocaustos y vctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehov? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atencin que la grosura de los carneros (1Sam. 15:22). Bueno pastor, eso era en el AT. Pero ahora en el nuevo pacto es diferente. Mis amados hermanos, el celo que Dios mostr por Su adoracin en el antiguo pacto es el mismo que encontramos en el nuevo.
Cristo acus a los fariseos de adorar a Dios en vano al ensear como doctrinas mandamientos de hombres (Mateo 15:7-9). Y a la mujer samaritana le hizo saber que la adoracin de su pueblo era inaceptable, porque no tomaba en cuenta toda la revelacin de Dios, como vimos el domingo pasado. Dios debe ser adorado en espritu, pero tambin debe ser adorado en verdad (Juan 4:23-24). Comp. Col. 2:20-23; la palabra griega que RV traduce como culto voluntario en el vers. 23, significa literalmente: culto elegido por uno mismo, o una adoracin auto impuesta. Y es interesante notar que Pablo dice que ese tipo de adoracin inventada por uno mismo puede acarrear cierta reputacin de sabidura. Algunas personas se sienten atradas por todo lo que produzca en ellos una especie de xtasis religioso, independientemente de si esas prcticas son sancionadas o no por las Sagradas Escrituras. Yo no se si eso es bblico o no, lo que yo se es que es mi espritu se eleva en ese tipo de culto. Amados hermanos, no me cansar de repetir lo que decamos el domingo pasado: Nosotros no venimos a la iglesia a sentir que adoramos, sino a adorar. Y la nica adoracin que es aceptable en la presencia de Dios es aquella que El estableci en Su Palabra, ya sea por precepto o por ejemplo. En cuarto lugar, la Iglesia es la casa de Dios, no la nuestra y, por lo tanto, all debemos conducirnos como el Dueo ha dispuesto y no como nosotros deseamos. IV. LA IGLESIA ES LA CASA DE DIOS, NO LA NUESTRA Y, POR LO TANTO, EN ELLA DEBEMOS CONDUCIRNOS COMO EL DUEO HA DISPUESTO Y NO COMO NOSOTROS DESEAMOS:
Esa es la razn por la que Pablo da instrucciones tan precisas a Timoteo en cuanto a la forma de adorar: Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cmo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad (1Tim. 3:14-15). Timoteo era uno de los hombres de confianza del apstol Pablo, a tal punto que, escribiendo a los hermanos de Filipos, les dice que no tena a ningn otro como l que tan sinceramente se interese por vosotros.
Pablo saba que Timoteo amaba la iglesia de Cristo y que su inters por los creyentes era genuino. Pero an as no lo dej a sus propias expensas, para que l decidiera por s mismo cmo conducirse en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. Timoteo, no olvides que la iglesia no es tu casa, ni la casa de los hermanos que all se congregan; la iglesia es la casa de Dios y, por lo tanto, es la voluntad del Dueo la que debe ser implantada y no la voluntad de nadie ms. Pero no solo eso. Tampoco pierdas de perspectiva cul es el papel que la iglesia desempea en los planes redentores de Dios, como columna y baluarte de la verdad. La iglesia est llamada a proclamar y defender la verdad por El revelada. Pero cmo puede la iglesia cumplir su funcin, si introducimos en sus cultos prcticas que no estn contenidas en esa revelacin divina? Finalmente, cuando aadimos prcticas extra bblicas para hacer la adoracin ms atractiva o para aumentar la devocin del pueblo de Dios, estamos impugnando la sabidura de Cristo y la suficiencia de las Escrituras. V. CUANDO AADIMOS PRCTICAS EXTRA BIBLICAS EN LA ADORACION ESTAMOS IMPUGNANDO LA SABIDURIA DE CRISTO Y LA SUFICIENCIA DE LAS ESCRITURAS: Estamos implicando que hay cosas tiles para nosotros que Cristo no mand ni ense en Su Palabra inspirada. Pero eso contradice abiertamente lo que la Biblia afirma acerca de s misma. Toda la Escritura es inspirada por Dios, dice Pablo en 2Tim. 3:16-17, y til para ensear, para redargir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Porque toda la Escritura es inspirada, toda ella es til para que el hombre de Dios, es decir, el pastor, pueda llegar a la madurez y estar plenamente capacitado para llevar a cabo la obra del ministerio. Dado que la adoracin es una parte esencial de esa obra, la Escritura debe ser suficiente para regularla. Nosotros tenemos en nuestras manos la palabra de Cristo, y en El estn escondidos todos los tesoros de la sabidura y el conocimiento, dice Pablo en Col. 2:3.
Por lo tanto, esta Palabra es todo lo que necesitamos para adorar a Dios en una forma que sea agradable a l y beneficioso para nosotros. As que nuestros padres en la fe nos dejaron un legado eminentemente bblico cuando escribieron en el prrafo 1 del artculo 22 de nuestra Confesin de Fe que... ... el modo aceptable de adorar al verdadero Dios est instituido por l mismo, y est de tal manera limitado por su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satans, ni bajo ninguna representacin visible ni en ningn otro modo no prescrito en las Santas Escrituras. Conclusin: Qu hemos visto hoy? 1) Que Dios ha de ser el centro de nuestra adoracin; 2) que l es el nico que puede establecer el modo apropiado de adorarle; y 3) que l nos ha revelado Su voluntad al respecto en las Sagradas Escrituras. La contraparte del subjetivismo y el pragmatismo no es el tradicionalismo, sino un apego irrestricto a la Palabra de Dios, tanto en lo que respecta al contenido como a la forma de la adoracin. Y si queremos que IBSJ contine siendo una iglesia fiel hasta la venida de nuestro Seor Jesucristo, adorando en espritu y en verdad al Dios vivo y verdadero, tendremos que resistir las presiones que vendrn de dentro y de fuera para que echemos a un lado el principio regulativo de la adoracin e introduzcamos en nuestros cultos elementos que apelan a la mayora o que encajan con nuestros gustos y preferencias, pero que no fueron ordenados por Dios y que no son de Su agrado. Nunca olvidemos que la forma impacta el contenido. La naturaleza de Dios determina el modo de adorarle; el modo como le adoremos afectar nuestra visin de Dios, para bien o para mal. Que el Seor nos preserve en Su Palabra sin apartarnos ni a derecha ni a izquierda; solo as funcionaremos como casa del Dios viviente, como columna y baluarte de la verdad.