El Amor Está en El Aire
El Amor Está en El Aire
El Amor Está en El Aire
En 1978, durante la época de lo que fue la música disco, el australiano John Paul
Young lanza al mundo uno de los grandes éxitos del momento, la canción “Love is
in the air”. A pesar de que la letra no refleja aspectos de la conducta animal, el
conocimiento que tenemos a la fecha nos permite afirmar que el título de la canción,
traducido para encabezar este artículo, es totalmente cierto. En esta revisión se
documentan hallazgos científicos que permiten afirmar que el llamado amor y su
consecuencia inmediata, la reproducción, efectivamente, están en el aire.
La historia inicia en el continente asiático, en la región de China, donde la
gente describió un hecho poco usual. Una “mariposa” que a pesar de que agita las
alas nunca vuela, se traslada de un lugar a otro solamente con sus patas. ¿Para
qué, entonces, tiene alas y las agita como si intentara volar sin lograrlo? Esta
pregunta fue resuelta años después, cuando se describió al organismo con más
detalle. En realidad no es una mariposa, es un gusano de seda y, como todo gusano,
sólo se traslada con sus patas. Se descubrió que su cuerpo emite sustancias
químicas que se mezclan fácilmente con el aire y que el aleteo sirve para generar
una corriente que hace que esos químicos se dispersen en el ambiente. Al mismo
tiempo, se describieron las elaboradas antenas que salen de la cabeza del gusano,
y se descubrió que tienen la capacidad de captar a esas moléculas. Otros estudios
revelaron el enigma. Las hembras aletean, sus químicos se dispersan en el
ambiente y llegan hasta las antenas de los machos. Un macho que esté hasta cinco
kilómetros de distancia es capaz de percibirlos, lo que muestra la efectividad del
aleteo. Los machos, al detectar estas sustancias en sus antenas, se trasladan hacia
donde está la hembra. Cuando los dos se encuentran, se aparean y producen una
nueva generación de gusanos. Las sustancias químicas en el aire son, entonces,
un mensaje para la reproducción.
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TEXTOS ACADÉMICOS MTRA. PAOLA CORDERO ROMÁN
Jean Henri Casimir Fabre (1823-1915) de Saint Léons, Francia, fue el primer
entomólogo que describió la importancia de la comunicación química aérea entre
insectos. Y como conclusión de sus observaciones, propuso que todos los mensajes
químicos estaban relacionados con la conducta sexual. A partir de 1950, el
fenómeno fue analizado por una mayor cantidad de científicos y las sustancias
químicas fueron llamadas Feromonas (del griego “phero” y “hormone” que significa
“acarreador de excitación”). Feromona se definió como toda aquella sustancia
química que produce un sujeto, la transmite a distancia hacia otro sujeto de su
misma especie y le provoca una respuesta conductual.
A la fecha, se ha encontrado en un gran número de especies de insectos que
las feromonas juegan un papel primordial para transmitir mensajes relacionados con
diferentes aspectos de la organización social, como el reconocimiento de otros
miembros de la especie, la información sobre fuentes de alimento, la demarcación
del territorio y, por supuesto, la reproducción.
En los mamíferos el uso de las feromonas también juega un papel importante.
En ellos el medio más utilizado para el envío de estas señales es la orina. Varios
lectores han de estar familiarizados con la conducta de los perros al orinar sobre
árboles, postes u otros objetos. Esto mismo puede verse en otras especies como el
gato o el conejo. Asimismo, estamos familiarizados con la reunión de varios perros
macho alrededor de una hembra receptiva, a la que siguen constantemente hasta
que ella selecciona y se aparea con uno de ellos. Las feromonas de la hembra son
las que desencadenan esta conducta en los perros.
A nivel del laboratorio, la especie más estudiada es el ratón, que también
exhibe una conducta de micción característica usada para liberar feromonas. Se
sabe que estas sustancias son producidas en glándulas especializadas y que la
producción está influenciada por los niveles de testosterona sanguínea. Los niveles
de testosterona, a su vez, están influenciados por el estatus social del macho, ya
que los que dominan a los demás miembros de su grupo tienen niveles de
testosterona más elevados que los subordinados. Si se obtiene la orina de machos
dominantes y subordinados, y se analizan los contenidos de feromonas, se observa
que la cantidad y calidad de las moléculas es diferente. La de los machos
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TEXTOS ACADÉMICOS MTRA. PAOLA CORDERO ROMÁN
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TEXTOS ACADÉMICOS MTRA. PAOLA CORDERO ROMÁN
macho y en el otro a una hembra; el macho emite una gran cantidad de orina, con
el propósito de enviar sus mensajes químicos a la hembra que está en el otro lado
de la arena. Las esencias de feromonas que se emiten en la orina parecen
desencadenar mecanismos de elección de machos por parte de la hembra, dado
que ellas son altamente activas para controlar los apareamientos de acuerdo a los
atributos masculinos. Se sabe que las hembras prefieren aparearse con machos
que tienen una mayor concentración de testosterona sanguínea, que detectan en
las feromonas.
En hembras de primates también se han observado efectos por feromonas.
En algunas especies, las hembras dominantes emiten feromonas que al activar la
vía olfatoria de hembras subordinadas evitan que ovulen y, por consiguiente,
bloquean su reproducción. Se han realizado experimentos que muestran que
cuando las hembras subordinadas viven junto a hembras dominantes, los ovarios
de las subordinadas no llevan a cabo la ovulación. Sin embargo, si a estas hembras
se les coloca en situaciones sociales diferentes, como alejarlas de las hembras
dominantes, su sistema reproductivo se reactiva y vuelven a ser capaces de ovular
y reproducirse. Si a estas mismas hembras, que ya están ovulando, se les regresa
a vivir junto con las hembras dominantes, su sistema se vuelve a inhibir y dejan de
ovular otra vez.
Con esta breve información, se puede concluir que la emisión de feromonas
para la comunicación entre ambos sexos de la misma especie, es una actividad
importante dentro de la organización social. Y no sólo es fundamental para la
comunicación química entre sujetos no humanos, también se ha mostrado que el
humano utiliza feromonas para actividades de interacción social. Que nosotros no
estemos conscientes de ello es un punto discutible, pero que también para nosotros
los mensajes de reproducción estén en el aire, es un hecho que cada día se
comprueba más. Así, parece que para la gran mayoría de las especies el amor,
convertido en feromona, está en el aire.