Por Qué La Ansiedad Patológica Perdura en El Tiempo Parte I

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¿Por qué la

ansiedad
patológica perdura
en el tiempo?
Parte 1

Procesos y mecanismos involucrados


en el mantenimiento de la ansiedad
disfuncional
Una de las características llamativas de los miedos humanos
radica en que, frecuentemente, quien lo padece también sabe
perfectamente bien que se trata de una reacción irracional; a
pesar de eso, no logra sobreponerse a lo que teme. ¿Por qué?
¿A qué se debe este extraño y conocido fenómeno de que los
temores humanos irracionales se prolonguen a lo largo del
tiempo (incluso toda una vida) cuando quien lo sufre tiene
perfecta consciencia de que no poseen justificación alguna?
En pocas palabras, ¿por qué la ansiedad patológica se
perpetúa en el tiempo?
Existen diversas vías por las cuales la ansiedad se torna
patológica, un tema al cual ya hemos dedicado otro artículo
en esta revista. El lector interesado puede revisar el artículo
titulado ¿Por qué la ansiedad se vuelve patológica? En el
presente, haremos un breve repaso de estos mecanismos.
En primer lugar, el condicionamiento clásico; una forma de
aprendizaje básico mediante la cual no solo los humanos, sino
también cualquier forma de vida animal, aprenden a
reaccionar a un evento neutral por asociación con otro que ya
es motivacionalmente significativo. El condicionamiento
clásico involucra el aprendizaje de relaciones de señal de tipo
predictivas.
En la prehistoria, las pisadas de un animal grande, o sus
sonidos al moverse, advertían a nuestros antepasados acerca
de un peligro inminente, hecho que les permitía tomar
acciones preventivas, simples pero críticas: alejarse. Los que
conocen acerca de teoría del aprendizaje, ya habrán
pesquisado que en el ejemplo anterior hay un elemento del
segundo tipo de condicionamiento, llamado instrumental u
operante. En efecto, el alejarse involucra acciones,
movimientos del cuerpo que se refuerzan por el alivio de la
ansiedad y la disminución del peligro objetivo de ser
devorado.
Este ejemplo sencillo ilustra la molécula de la adquisición y
mantenimiento de los miedos: un evento que fue neutral en
un momento (marcas en el piso) cobra, a través del
aprendizaje, la capacidad de evocar una reacción de miedo
porque se asoció con la presencia de un predador. En la jerga
del condicionamiento, decimos que las pisadas son
un Estímulo Condicionado que dispara una reacción de
miedo porque alertan sobre una amenaza. Al mismo tiempo,
tanto las pisadas como el miedo poseen otra función: gatillan
el comportamiento de alejarse que pondrá fin al peligro y a la
emoción experimentada. Ese segundo comportamiento, vale
decir, alejarse, se halla bajo control del condicionamiento
operante pues se mantiene a largo plazo por la consecuencia
que acarrea, esto es, el alivio que conlleva de la emoción
negativa. Esta clase de comportamientos se llama “de
evitación y escape”, e iremos viendo su importancia a lo
largo del artículo.
Vale señalar que en el ejemplo anterior no estamos hablando
de un miedo patológico, sino de uno adaptativo, ya que los
humanos primitivos temen y evitan un peligro real. Sin
embargo, este caso sí contiene los elementos que luego
formarán parte de los miedos patológicos.
Por otra parte, el condicionamiento clásico explica cómo
algunos miedos se adquieren de modo traumático. Un
accidente de tránsito a veces acarrea una fobia a viajar en
automóviles; sufrir un asalto en un negocio frecuentemente
provoca un miedo intenso a permanecer en comercios
similares. Aproximadamente la mitad de las fobias humanas
se incorporan de modo traumático, vale decir, porque un
suceso objetivamente amenazante se asocia con uno neutral;
en otras palabras, por condicionamiento clásico. ¿Y la otra
mitad?
Existen por lo menos dos vías de adquisición. Una es el
modelado directo, el cual consiste en observar a otras
personas reaccionar con temor a ciertos estímulos. La otra es
la información. Esta última implica la exposición a relatos
(verbales o escritos) acerca de la peligrosidad o nocividad de
ciertos eventos. La pandemia del COVID-19 representa una
excelente demostración de este último caso, ya que la
información recibida bastaba para generar temor a un agente
invisible. Se ha postulado a la herencia como un cuarto factor
de adquisición. De acuerdo con esta hipótesis, los individuos
nacemos con algunos miedos que fueron adaptativos en la
historia evolutiva de la especie y lo que la cultura logra es
extinguirlos, dado que en el ambiente actual no son útiles.
No hay dudas acerca de que existe una facilitación biológica
para condicionarse y temer más a ciertos estímulos que a
otros, un fenómeno conocido como preparación. Esto explica
por qué las fobias no son azarosas sino que tienden a
conglomerarse en objetos que significaron un peligro real en
el ambiente humano ancestral. Así, hay miedo a las arañas, a
las alturas, a aguas profundas, pero rara vez a las cortinas o
cables eléctricos. No obstante, heredar una facilitación a
temer no es lo mismo que heredar el miedo. De cualquier
forma, siempre será necesario algún grado de estimulación
ambiental para la activación del mismo. Continúa siendo un
tema sujeto a debate.

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