Temas-De-Examen-Derecho Constitucional
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c) En última instancia podemos decir que fue el reconocimiento del sufragio universal, esto es,
la realización efectiva del principio democrático, el que hizo necesario plantearse desde una
nueva perspectiva la problemática de la defensa de la Constitución. Fue el sufragio universal el
que condujo a los Parlamentos a los partidos socialistas, y entre ellos y los partidos liberal-
conservadores aparecían alternativas radicales para la reforma del Estado. La democracia era
entonces un compromiso entre fuerzas políticas y sociales antagónicas, cada una de las cuales
temía que la victoria electoral de la otra le proporcionara una mayoría parlamentaria suficiente
para cambiar la normativa fundamental del Estado. Fue esa circunstancia la que determinó
que las nuevas constituciones se hicieran rígidas y fue a partir de esa rigidez donde el control
de constitucionalidad de las leyes como problema teórico y práctico comenzó a tener sentido.
Según Kelsen: la anulación del acto inconstitucional es la garantía principal y más eficaz de la
Constitución. Dicho con mayor claridad y contundencia: la Constitución sólo se encuentra
garantizada en la medida en que la anulación de los actos inconstitucionales es posible. Que
dicha anulación no puede quedar confiada al propio autor del acto irregular es obvio: “No es
pues el Parlamento mismo con quien puede contarse para realizar su subordinación a la
Constitución. Es un órgano diferente a él, independiente de él, y por consiguiente, también de
cualquier otra autoridad estatal, al que es necesario encargar la anulación de los actos
inconstitucionales, esto es, a una jurisdicción o tribunal constitucional.
La Constitución tiene que ser defendida principalmente del Parlamento legislador, pero no
tanto del hecho de que éste no se ciña a los límites materiales y formales que aquella le
impone, como advirtiera Kelsen, sino de la circunstancia de que el pluralismo en él
representado le impida adoptar las necesarias medidas para el funcionamiento del Estado
total. Por todo ello, no cabe atribuir al legislador la función de protección de la Constitución. Y
es ahora cuando comprendemos la reiterada insistencia de Schmitt en negar la posibilidad de
configurar a la Justicia como defensora de la Constitución: si no cabe atribuir la defensa a la
Constitución ni al Parlamento ni a la Justicia, la errónea y falsa conclusión a la que el jurista
alemán quiere conducirnos se presenta como evidente: es preciso acudir al Gobierno, y dentro
de él al Jefe del Estado como único defensor, real y eficaz, de la Constitución del Estado. Si el
Parlamento no puede decidir, que decida el Jefe del Estado encarnación de la unidad del
Pueblo. La primera y gran objeción de Schmitt a la Justicia Constitucional consistía, como
hemos visto, en la reiterada afirmación de que declarar inconstitucional una ley no es misión
de un Tribunal, porque no se trata de una función jurisdiccional sino de una función política.
- Piero Calamandrei gestor del TC italiano; control constitucional de las leyes a partir de las
sentencias que emitiría esta corte. Calamandrei estableció las bases de la doctrina italiana sobre la
Jurisdicción Constitucional; y es así como independientemente de sus discursos parlamentarios, en los cuales
orientó con su vivísima luz a los representantes, en los difíciles problemas de su estructuración de un organismo
constitucional que carecía de antecedentes directos en su patria.Piero Calamandrei, distinguido
procesalista y luego profesor de derecho constitucional italiano en la postguerra, realizará
aportaciones significativas al posterior desarrollo del derecho procesal constitucional al
establecer los fundamentos de la jurisdicción constitucional italiana en su obra La Illegittimita
constituzionale delle leggi nel processo civile la cual fue posteriormente, en 1962, traducida al
español. Asimismo, el autor aborda la materia en tres artículos: "Potere Giudiziario e Suprema
Corte Costituzionale", "La Illegittimita constituzionale delle leggi nel processo civile", y "Corte
Costituzionale e autoritá giudiziaria", publicados en Opere Giudiríche (Napoli, 1968, tomo III,
pp. 215-225; 337-412; y 609-654), los cuales son traducidos al español por Sentís Melendo.
3. NATURALEZA JURÍDICA
- derecho constitucional concretizado según Peter Häberle (aunque este luego confirmó la
postura de Néstor Pedro Sagüés). Considera al derecho procesal constitucional como un
derecho constitucional sustantivo y concretizado. Así lo explicita desde 1973 en Alemania,
como él mismo lo señala, donde sostiene la peculiaridad del derecho procesal constitucional,
el cual lo considera emancipado del resto del derecho procesal. La judicatura constitucional
debe contar no solo con instancias y procedimientos propios, sino que requiere de principios y
reglas autónomos que configuren un Derecho procesal constitucional, entendido como
derecho constitucional concretizado.
- Según Néstor Pedro Sagüés tiene naturaleza mixta, (sustantiva y procesal) el derecho
procesal constitucional tiene "un rol instrumental, en el sentido que le toca tutelar la vigencia y
operatividad de la Constitución, mediante la implementación de la judicatura y de los
remedios procesales pertinentes.
- Gustavo Zagrevelsky refiere que es un derecho dúctil, el derecho es algo maleable. Las
normas jurídicas ya no pueden ser ni expresión de intereses de parte ni la formulación de
concepciones universales e inmutables que alguien pueda imponer y los demás deban acatar.
La ductilidad jurídica se traduce en la huida de los dogmas para convertir las Constituciones en
textos abiertos (la "textura abierta del derecho" de la que hablaba Hart), en donde los
diferentes valores, incluso los heterogéneos, puedan coexistir en pacífica armonía. Aplicando
el concepto químico apuntado, el autor defiende la posibilidad de descomponer y deshilvanar
toda idea, valor o principio, excluyendo la rigidez dogmática, germen de fanatismos, de las
épocas anteriores. Es claramente una decidida apuesta por el pluralismo jurídico.
- Domingo García Belaunde simplemente nos dice que es derecho procesal. Atiende a su
naturaleza jurídica que es claramente instrumental, por lo que concluye que es
ineludiblemente de carácter procesal.
La crítica que hace Domingo García Belaunde al pontífice del Derecho Procesal Constitucional
latinoamericano. El reputado jurista azteca viene sosteniendo en diversos trabajos que, aparte
del Derecho Procesal Constitucional, coexiste otra disciplina: el Derecho Constitucional
Procesal. El planteamiento viene teniendo acogida ya en diversos círculos. Sin embargo, a
criterio de García Belaunde: Aquello que pretende estudiar el llamado Derecho Constitucional
Procesal puede ser distribuido en dos: los aspectos netamente procesales pueden ir al Derecho
Procesal Constitucional y los netamente constitucionales, pueden desarrollarse en el Derecho
Constitucional. En última instancia, pueden alojarse en el Derecho Procesal Constitucional, ya
que estamos tratando de instituciones netamente procesales. El hecho notorio de que hayan
sido paulatinamente constitucionalizadas dentro de este fenómeno antes descrito, no nos
autoriza a crear una nueva disciplina que, como decimos, pese a su utilidad docente, carece de
rigor científico.
4. AUTONOMÍA PROCESAL.
Noción de Autonomía Procesal
Aquella potestad discrecional que tienen los tribunales constitucionales para crear figuras
procesales y procedimentales distintas o interpretativas de las reguladas en la ley.
Sin embargo, hay que señalar que la autonomía procesal autárquica o cuasi legislativa es una
autonomía en donde el Tribunal Constitución crea, recrea e innova figuras procesales a través
de su jurisprudencia, muchas veces contra legem, en oposición frontal contra lo que dice el
Código Procesal Constitucional —ya veremos los casos— o contra lo que puede decir el propio
testamento histórico del poder constituyente, como es la Constitución; situación que ha
llevado a que algunos críticos califiquen a los miembros del Tribunal Constitucional como una
“banda de facciosos”. Con todo, ésta sería la autonomía procesal autárquica, la que dimana de
lo que el Tribunal establece exclusiva y excluyentemente, prescindiendo de la legisla ción
procesal constitucional
Una es la vulneración del orden legal; las normas procesales son normas de orden público. Es
decir, si el Código Procesal Constitucional establece las reglas procesales de todos los procesos
constitucionales —esto es, hábeas corpus, amparo, hábeas data, proceso de incumplimiento,
proceso de inconstitucionalidad, conflicto competencial—, el Tribunal no puede ir contra las
reglas procesales que el legislador democrático le ha configurado. Y las reglas procesales son
de orden público e incluso el Tribunal Constitucional está obligado a cumplirlas.
La otra crítica está referida a la autonomía como autarquía, es decir, si hay una autonomía
como autarquía, habría una suerte de “dictadura constitucional” de un colegiado. Es decir, el
Tribunal Constitucional en el Perú —y en todos los países que forman parte de este modelo
llamado modelo concentrado europeo o modelo austriaco o modelo kelseniano—, y los
miembros que lo conforman, el colegiado constitucional, realmente sería un órgano que
impondría una dictadura, y eso no se condice con el tema de la seguridad jurídica. Esas son las
críticas brevísimas, sintetizadas, del estado de la cuestión.
Uno de esos límites, en primer lugar, es el principio de corrección funcional, lo cual significa
que el propio Tribunal Constitucional tiene que autolimitarse en la medida en que es el
intérprete supremo. El Tribunal Constitucional debe establecer sus propias reglas de auto-
limitación y no generar una suerte de autonomía autárquica.
En tercer lugar, tenemos el principio de la seguridad jurídica, que es otro límite; es decir, si hay
un orden jurídico, un sistema de fuentes, que son fuentes positivas —esto es, la Constitución,
las leyes, las normas infralegales, además de la propia jurisprudencia—, el Tribunal
Constitucional no puede estar cambiando permanentemente y afectando lo que se llama la
predictibilidad, porque la seguridad jurídica, entre otros temas, presupone predictibilidad. La
seguridad es la cualidad del ordenamiento que produce certeza y confianza en los justiciables y
en los ciudadanos sobre lo que es el Derecho en cada momento y sobre lo que posiblemente
será en el futuro.
Para poder entender mejor el asunto, descorramos más bien un poco la cortina, abramos la
ventana y oxigenemos cómo han ocurrido las creaciones de figuras procesales a nivel
comparativo, en el marco de la autonomía procesal. Vamos a dar un brochazo panorámico a la
autonomía procesal a nivel comparado.
En la judicial review, por ejemplo, en el famoso caso Marbury versus Madison. La Suprema
Corte de los Estados Unidos de América ejercitó y ha ejercitado la figura de la autonomía
procesal. Planteó una figura que no existía en la Constitución, que no estaba prevista: creó la
figura del control judicial de la constitucionalidad de las leyes
Existieron algunos casos que fueron emblemáticos, como el de Samuel Cox o el de Ángel Siri.
En Argentina, no existía el amparo hasta la década del sesenta; existía el hábeas corpus. Pero
¿qué ocurre? Los jueces de la Corte Suprema de Justicia de Argentina, al hilo de una
jurisprudencia, empezaron a crear la figura y a reconocer que el hábeas corpus habría de
redimensionarse en una figura homóloga, que es el amparo, para la tutela de cualquier tipo de
derecho constitucional, porque el hábeas corpus sirve exclusivamente para la tutela de la
libertad individual. Argentina tenía el hábeas corpus, pero no tenía el amparo. Entonces, en la
Argentina, por una creación pretoriana —entiéndase, por el juez— y no por el legislador
democrático, se creó esa jurisprudencia y, a partir de ese momento, se reconoció la figura del
amparo en Argentina. Y, tiempo después, vendría el legislador a desarrollarla ya en el nivel
positivo.
Siguiendo con el tema de la presente exposición, la autonomía procesal, tenemos otra figura
que es la creación del estado de cosas inconstitucionales. Esa es otra preciosa figura que el
Tribunal Constitucional peruano también ha incorporado. Esa creación viene de la Corte
Constitucional de Colombia. Entonces, a partir de un caso concreto, se declara el estado de
cosa inconstitucional y, a partir de una sola sentencia, ésta tendrá efectos que trascienden a
las partes. Porque normalmente las partes son las que se benefician en un proceso, y solo
ellas, y no pueden beneficiarse terceras personas. Pero, en este caso, se crea
revolucionariamente esta figura y habrá la declaración del estado y cosas inconstitucionales
con efectos que van más allá de las partes. Si bien la sentencia se dicta al hilo de un solo caso,
tendrá un efecto dominó para todas las personas que tengan análogamente el mismo caso y ya
no tendrán por qué estar planteando otro proceso, que en este caso fue de hábeas data.
3.1. Las sentencias reductoras: Son aquellas que señalan que una parte (frases,
palabras, líneas, etc.) del texto cuestionado es contraria a la Constitución, y ha
generado un vicio de inconstitucionalidad por su redacción excesiva y
desmesurada. En ese contexto, la sentencia ordena una restricción o acortamiento
de la “extensión” del contenido normativo de la ley impugnada.
B) Las sentencias desestimativas: Son aquellas que declaran, según sea el caso,
inadmisibles, improcedentes o infundadas las acciones de garantía, o resuelven
desfavorablemente las acciones de inconstitucionalidad. En este último caso, la
denegatoria impide una nueva interposición fundada en idéntico precepto
constitucional (petición parcial y específica referida a una o varias normas con-
tenidas o en una ley); además. Ahora bien, la praxis constitucional reconoce una
pluralidad de formas y contenidos sustantivos de una sentencia desestimativa, a
saber:
Supone una superación de la doctrina clásica del efecto “inter partes” del amparo,
pues aquí ya no se trata de proteger solamente al justiciable que interpuso su
demanda, sino que al reconocerse una vulneración sistemática y masiva de
derechos fundamentales, los efectos de la sentencia se extienden a todos aquellos
sujetos colocados en la misma situación jurídica del demandante. Del mismo modo,
las entidades comprometidas con el cumplimiento de la sentencia no serán sólo
aquellas que fueron emplazadas con la demanda, sino todas aquellas cuya
actuación sea necesaria para superar el déficit estructural e institucional que
originó el estado de cosas inconstitucional.
Corresponde al juez de primera instancia ejecutar la decisión judicial que puso fin a
la controversia promovida en esta vía procesal; sin embargo, y considerando que
por lo general no es el juez de primera instancia aquel que ha emitido la decisión
final en el proceso constitucional, pueden presentarse supuestos en los que dicha
instancia considere que la sentencia final debe ejecutarse en un sentido diferente al
contenido en el fallo.
Esta modalidad del RAC debe dirigirse a evaluar las razones de la demora de la
ejecución del fallo, el grado de incumplimiento o tergiversación de la sentencia del
Tribunal Constitucional y la fórmula interpretativa utilizada por el órgano ejecutor,
a fin de verificar si la etapa de ejecución se realiza con normalidad o existe la
presencia de mecanismos dilatorios promovidos por alguna de las partes; si el
incumplimiento o tergiversación del fallo por parte del órgano de ejecución resulta
de acciones dirigidas por algunas de las partes o resulta de motu proprio; o si la
interpretación que se le viene otorgando a la sentencia en esta etapa resulta
contraria al propio contenido de la sentencia y la tutela del derecho fundamental.
En buena cuenta, con esta modalidad del RAC a favor del cumplimiento de las
sentencias del TC se configura un nuevo canon de autopercepción del propio TC:
ser el señor del proceso4, con miras a que lo resuelto por el máximo órgano
jurisdiccional se cumpla en los términos de la sentencia allí dispuestos.
El recurso de agravio a favor del cumplimiento de las sentencias del Poder Judicial
En este contexto, con el objeto de poder apreciar en qué casos nos encontramos
ante la figura de la inconstitucionalidad por omisión, el TC ha delineado los
requisitos o elementos que deben presentarse para afirmar que el legislador o la
autoridad reglamentaria correspondiente han incurrido en un incumplimiento de su
deber de legislar o reglamentar un mandato constitucional. Estos requisitos o
condiciones son:
Aunque parezca evidente que la disposición normativa alcanza sólo al plazo que
transcurre dentro de la tramitación judicial del proceso, la realidad y el objeto de
los procesos constitucionales ha obligado al Tribunal Constitucional ha ir
extendiendo el contenido de este derecho a nuevos y complejos supuestos de
hecho. Así, hoy por hoy, y a la luz de lo expuesto en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, bien podríamos hablar del plazo razonable en tres esferas: a) Del
proceso strictu sensu; b) De la Investigación Preliminar o Fiscal; c) De la detención
preventiva.
Humanos, los conflictos entre los órganos del Estado, el enjuiciamiento de los delitos políticos,
etc.
Por nuestra parte, mantenemos la noción clásica a que se arribó en Heidelberg, en el sentido
de que por jurisdicción constitucional debe entenderse todo procedimiento jurisdiccional que
tiene como fin directo garantizar la observancia de la Constitución.
Esta expresión fue acuñada por el profesor italiano Mauro Cappelletti, en su obra que lleva
precisamente el mismo título y que fuera traducida por el profesor Fix Zamudio. Ahora bien,
por jurisdicción constitucional de la libertad debe entenderse a todo el conjunto de
instrumentos procesales o “garantías” en sentido estricto, que se han establecido con el objeto
de tutelar los derechos de las personas, estos instrumentos o remedios procesales han sido
agrupados bajo la expresión de JCL, partiendo de la base de que los derechos del hombre han
sido considerados acertadamente como “derechos de libertad”, ya que tales derechos
proporcionan a los gobernantes una esfera jurídica protectora para lograr, a través del respeto
de su igualdad y dignidad, la plena realización de su destino
Este modelo se le califica así por haberse establecido, en sus principales lineamientos en
la Constitución Norteamericana de 1787 y ha tenido una irradiación en gran parte de
América Latina y otros continentes. Este sistema comprende la revisión judicial de las
leyes atribuidas a todos los jueces para declarar en un proceso concreto la inaplicabilidad
de las normas ordinarias que contravienen por la forma o por el fondo a la Constitución.
La inaplicabilidad de la ley opera sólo para las partes que han intervenido en esa
controversia.
iii) es de carácter especial, toda vez que tiene un efecto limitado a la decisión del caso
concreto (inter partes) y no una eficacia general.
ii) es de carácter principal, toda vez que se plantea en vía de acción, a través de un juicio
especial que es la acción de inconstitucionalidad de las leyes;
b) Dicha resolución tiene el status iuris de res judicata, esto es, ha resuelto una
controversia o disputa jurídica, por lo que al tener dicha condición resulta ya inimpugnable
entre las partes.
c) Ha sido emitida por un órgano judicial de la más alta jerarquía. Esto es explicable y
entendible: en todo sistema de justicia existe una rigidez piramidal. El fallo emitido por la alta
corte (que puede ser del Poder Judicial o de un Tribunal Constitucional) tiene efecto dominó.
“La eficacia obligatoria de un precedente se mueve, por así decirlo, desde arriba hasta abajo, o
sea desde las Superior Courts a las Inferiors Courts”
d) La resolución judicial (el precedente) luego es aplicado en tiempo posterior para casos
que tienen una analogía con lo que originalmente resolvió, de ahí que el sistema jurídico le
impone a los jueces aplicar las reglas de derecho establecidas en dicho fallo.
i) No siempre y en todos los casos, los conflictos jurídicos están previstos por
precedentes judiciales, y sí más bien por normas jurídicas provenientes del legislador. Se
podría afirmar que el uso de los precedentes sólo se legitimizan cuando hay un vacío
normativo. Es ahí donde la sempiterna pregunta tiene una elocuente respuesta: ¿el juez crea
derecho? Sí, cuando cubre un vacío.
Regla jurídica expuesta en un caso particular y concreto que el Tribunal Constitucional decide
establecer como regla general; y, que, por ende, deviene en parámetro normativo para la
resolución de futuros procesos de naturaleza homóloga
En este supuesto el TC, ha tenido apego al modelo del sistema del common law, es decir a
partir de un caso concreto, el órgano de justicia crea determinadas reglas no solo para
solucionar la disputa que tiene en manos, en este caso el colegiado constitucional sino que el
intérprete impone una heurística jurídica de reglas que van a servir de pauta hermenéutica
para casos futuros vinculando de esta manera a todo el sistema jurídico y, en especial a los
jueces y al propio colegiado constitucional. Así lo ha entendido el propio TC al precisar que:
“La regla que con efecto normativo el Tribunal Constitucional decide externalizar como
vinculante, debe ser necesaria para la solución del caso planteado. El Tribunal Constitucional
no debe fijar una regla so pretexto de solución de un caso, si en realidad esta no se encuentra
ligada directamente con la solución del mismo”.
En este supuesto, de conformidad con lo establecido en el Artículo VII del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional, el Tribunal Constitucional debe obligatoriamente expresar los
fundamentos de hecho y de derecho que sustentan la sentencia y las razones por las cuales se
aparta del precedente”.
A partir de este enunciado normativo que señala el TC, se abre un amplio elenco de
presupuestos donde se impone la necesidad de un fallo con las características de precedente
constitucional vinculante. Y, es obvio que cada vez que se emita un precedente, el TC deviene
en un órgano de creación normativa, ello en virtud a que la realidad de un sistema jurídico
aconseja, frente a la dinámica compleja de vacíos, deficiencias, antinomias e incluso incuria y
negligencia del legislador, el propio sistema obliga e impone al colegiado constitucional a
actuar como un órgano de creación normativa.
Otro de los argumentos que subyacen en los precedentes vinculantes es que dichos fallos
sirven para cubrir la aplicación adecuada del derecho aun cuando existan lagunas jurídicas. En
esta perspectiva anota Leonor Moral que “una polémica acerca del contenido del
razonamiento jurídico que normalmente se relaciona con los precedentes, es el carácter
creativo o no de la actividad judicial. El binomio creación-aplicación” no será suscrito aquí, y en
su lugar, otra pareja de conceptos será adoptada: la de justificación/aplicación del Derecho. La
pregunta “¿El juez crea o aplica el derecho?” no equivale a “¿el juez justifica o aplica el
Derecho?”. No cabe duda que el uso de los precedentes judiciales en el ordenamiento jurídico
depende de cómo se describa su contenido: ya como actividad justificativa, ya como actividad
de aplicaron de normas1.
En este contexto una de las formas en que se presenta la necesidad de crear precedentes
constitucionales es cuando se presenta en un sistema jurídico alguna laguna o vacío que
necesariamente debe ser cubierta por el propio sistema jurídico.
Juan Ruiz Manero ha replanteado en los últimos tiempos el rol del juez en el campo de las
lagunas del derecho, argumentando que existen casos que normalmente encuentran su
solución en una regla pre existente; y hay casos en donde su solución depende del juez que ha
de construir discrecionalmente la regla en que subsuma tal caso. Y así plantea los siguientes
escenarios:
a. Casos cubiertos por una regla y solo por una regla (o por dos o más reglas
redundantes): la solución jurídica correcta sería la regla que configura el caso genérico sin más
detalles ni especificaciones;
b. Casos no cubiertos por regla alguna (lagunas normativas) : se trata aquí de una
solución jurídicamente correcta cualquiera que decida el juez, con tal de que se funde en una
regla general.
c. Casos cubiertos por dos reglas incompatibles (antinomias): aquí no cabe resolver la
incompatibilidad a través de la meta reglas que en el fondo serían los principios de integración
jurídica como, lex superior, lex posterior o lex specialis es una solución jurídicamente correcta
la fundada en cualquiera de las reglas incompatibles, entre las cuales elije el juez
discrecionalmente.
d. Casos en los que es dudoso si resultan o no subsumibles en una regla, por falta de
determinación semántica de los términos empleados en la configuración del caso genérico
contemplado en la regla (lagunas de reconocimiento)
Con todo más allá de la solución que existe cuando se presenta un vacío en un sistema jurídico,
una de las alternativas de solución es precisamente el uso de un precedente judicial que sienta
una regla jurídica para llenar ese vacío. Así las cosas, el TC ha establecido en líneas generales la
siguiente posición vinculado al precedente como una metodología para cubrir una laguna
normativa. Veamos
“La función integradora del Tribunal Constitucional permite que, a través de la constitución de
un precedente vinculante, se resuelvan las situaciones derivadas de un vacío normativo.
1
haciéndose mutuamente ineficaces; cuando, debido a nuevas circunstancias, surgiesen
cuestiones que el legislador histórico no tuvo oportunidad de prever en la norma, por lo que
literalmente no están comprendidas en ella, aunque por su finalidad pudieran estarlo de
haberse conocido anteladamente; y cuando los alcances de una norma perteneciente al
bloque de constitucionalidad no producen en la realidad efectos jurídicos por razones de ocio
legislativo.
El precedente constitucional en nuestro sistema tiene efectos más generales. La forma como
se ha consolidado la tradición de los tribunales constitucionales en el sistema del derecho
continental ha establecido, desde muy temprano, el efecto sobre todos los poderes públicos
de las sentencias del Tribunal Constitucional. Esto significa que el precedente vinculante
emitido por un Tribunal Constitucional con estas características tiene, prima facie, los mismos
efectos de una ley. Es decir, que la regla que el Tribunal externaliza como precedente a partir
de un caso concreto, es una regla para todos y frente a todos los poderes públicos; cualquier
ciudadano puede invocarla ante cualquier autoridad o funcionario sin tener que recurrir
previamente ante los tribunales, puesto que las sentencias del Tribunal Constitucional, en
cualquier proceso, tienen efectos vinculantes frente a todos los poderes públicos y también
frente a los particulares. Si no fuese así, la propia Constitución estaría desprotegida, puesto
que cualquier entidad, funcionario o persona podría resistirse a cumplir una decisión de la
máxima instancia jurisdiccional
Cambio de precedente
La técnica de cambiar un precedente por otro, sea dejando sin efecto el precedente sentado o
matizándolo de acuerdo a las contingencias y a los nuevos tiempos se identifica con la técnica
del llamado overruling; y es la técnica que eventualmente suelen utilizar las altas cortes en los
modelos anglosajones; si bien también se reconoce que aunque no opere el overruling,
muchos precedentes por desuetudo dejan de aplicarse constituyendo una mutación en la
dinámica jurisdiccional. Con todo, es obvio que muchas reglas que se establecen en algún
momento, deben ser objeto de un aggiornamento, esto es una puesta al día para que el
precedente no sea visto como un cadáver momificado y sin vida.
De este modo, aun en los sistemas donde el precedente es la fuente principal de organización
de su sistema jurídico, se han previsto mecanismos no sólo para ‘evadir’ sus efectos mediante
la técnica del distinguishing en el caso de los tribunales inferiores; sino incluso para ‘cambiarlo’
por un nuevo precedente, en el caso del propio Tribunal que lo ha establecido con efecto
vinculante.
b) Sin embargo, el precedente vinculante del Poder Judicial en materia de tutela ordinaria
se encontraría en superior jerarquía frente a un precedente vinculante en materia
constitucional emitido por el TC. Esta aparente temeraria afirmación tiene su explicación en lo
siguiente: le corresponde a la justicia ordinaria resolver los conflictos de los derechos
subjetivos privados; es decir los conflictos que normalmente se ven regulados a través de las
normas-reglas; por tanto se trata de temas sobre tutela ordinaria; en este contexto, la
competencia le asiste a la jurisdicción ordinaria emitir eventualmente reglas sustentadas en los
precedentes vinculantes de la judicatura ordinaria; lo propio ocurre en el campo penal cuya
competencia le es consustancial a la judicatura ordinaria, de ahí que se observa permanentes
plenos casatorios que interpretan aspectos sustantivos y procesales en el ámbito penal;
Es obvio que hoy por hoy, precisamente con el ingreso de este tipo de fallos a nuestro sistema
romano canónico la fuente del derecho ya no es solo el derecho escrito; estamos hoy en día
ante la creación del derecho a golpe de sentencias que caracterizan en régimen del common
law. En caso hubiera un conflicto ya aludido, lo que va a primar es el precedente vinculante,
antes que la norma jurídica. Subyace como argumento que los efectos del precedente
constitucional tienen un efecto normativo, esto es, la parte que establece determinadas reglas,
son fruto de una interpretación desde la Constitución (y se entiende también, desde el bloque
de convencionalidad), en tanto una norma legislativa, ha de suponerse que al entrar en
colisión con el precedente, dicha norma estaría contraviniendo una cosa juzgada interpretada.
Ante tal situación, los jueces deben tener el apego al precedente y no a la norma jurídica. Hoy,
como anota Zagrebelzky, el juez es el señor del derecho y ya no el legislador.
7. INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL
Respecto a la interpretación constitucional entendida como comprensión del texto
constitucional, el TC peruano ha sido enfático en señalar que la interpretación no puede ser
entendida como una operación formal que se desenvuelva solo en el plano de las normas, sino
que su carácter de “concretización”, entendida como una actividad de intermediación entre el
momento constituyente y el momento de aplicación de las disposiciones constitucionales, le
asigna una forma de actividad histórica concreta, indesligable del tiempo histórico en que se
lleva a cabo. Así, ha sostenido el TC que “el contexto y sus múltiples manifestaciones son las
que dan sentido y objetividad a la interpretación, que es ante todo una actividad humana que
partiendo del texto de la Constitución, debe sin embargo ser capaz de incorporar otros
elementos de la vida cultural, social y anímica del momento en que la sociedad, a través del
proceso, solicita la “ejecución” de determinada cláusula constitucional.
Si bien ambos conceptos pueden tener relación con la realidad histórica en que la Constitución
se desenvuelve, es necesario distinguir ambos términos. Así, según el TC “la interpretación de
un sistema jurídico significa su desarrollo, sin que por ello se varíe su base. La mutación, por el
contrario, se produce cuando se han modificado los fundamentos mismos del sistema. En este
esquema, […] se sostiene que la interpretación es un procedimiento racional y controlable, que
procura certeza y previsibilidad jurídica en las normas, mientras que la mutación modifica de la
manera que sea, el contenido de las normas constitucionales de modo que la norma,
conservando el mismo texto, recibe una significación diferente”
Como hemos destacado líneas arriba, el TC peruano también ha desarrollado una serie de
principios que orientan el proceso de interpretación constitucional. Estos principios, sin
embargo, es necesario apuntar, no son los que van a definir el proceso de interpretación, sino
son solo los principios que van a permitir una suerte de control sobre la corrección del proceso
interpretativo; por ello funcionan en la práctica como normas de self-restraint en la actividad
jurisdiccional de las salas, cortes o tribunales constitucionales. Veamos a continuación cada
uno de ellos.
b) El principio de concordancia práctica: En virtud del cual toda aparente tensión entre las
propias disposiciones constitucionales debe ser resuelta “optimizando” su interpretación, es
decir, sin “sacrificar” ninguno de los valores, derechos o principios concernidos, y teniendo
presente que, en última instancia, todo precepto constitucional, incluso aquellos
pertenecientes a la denominada “Constitución orgánica” se encuentran reconducidos a la
protección de los derechos fundamentales, como manifestaciones del principio-derecho de
dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin supremo de la sociedad y el Estado (artículo
1º de la Constitución).
c) El principio de corrección funcional: Este principio exige al juez constitucional que, al realizar
su labor de interpretación, no desvirtúe las funciones y competencias que el Constituyente ha
asignado a cada uno de los órganos constitucionales, de modo tal que el equilibrio inherente al
Estado Constitucional, como presupuesto del respeto de los derechos fundamentales, se
encuentre plenamente garantizado.
d) El principio de función integradora: El “producto” de la interpretación sólo podrá ser
considerado como válido en la medida que contribuya a integrar, pacificar y ordenar las
relaciones de los poderes públicos entre sí y las de éstos con la sociedad.
Mediante este axioma se exige al juez constitucional “salvar”, hasta donde sea
razonablemente posible, la constitucionalidad de una ley impugnada, en aras de
afirmar la seguridad jurídica y la gobernabilidad del Estado. Es decir, la expulsión de
una ley del ordenamiento jurídico por inconstitucional, debe ser la última ratio a la
que debe apelarse. Así, la simple declaración de inconstitucionalidad no debe ser
utilizada, salvo si es imprescindible e inevitable.
Mediante este axioma o pauta básica se asigna un sentido a una ley cuestionada de
inconstitucionalidad, a efectos que ella guarde coherencia y armonía con el plexo del
texto fundamental. Dicha interpretación hace que la ley sea conforme a la
Constitución; cabiendo, para tal efecto, que se reduzca, sustituya o modifique su
aplicación para los casos concretos.
En tal sentido, como ha enfatizado el TC “el ejercicio interpretativo que realice todo
órgano jurisdiccional del Estado (o que desempeñe funciones materialmente
jurisdiccionales), para determinar el contenido constitucionalmente protegido de los
derechos fundamentales, debe estar obligatoriamente informado por las
disposiciones de los tratados internacionales de derechos humanos y por la
interpretación de las mismas realizada por los tribunales internacionales sobre
derechos humanos a través de sus decisiones”
El principio de proporcionalidad
2. Subprincipio de necesidad: Significa que para que una injerencia en los derechos
fundamentales sea necesaria, no debe existir ningún otro medio alternativo que
revista, por lo menos, la misma idoneidad para alcanzar el objetivo propuesto y que
sea más benigno con el derecho afectado. Se trata de una comparación de la medida
adoptada con los medios alternativos disponibles, y en la cual se analiza, por un lado,
la idoneidad equivalente o mayor del medio alternativo; y, por otro, su menor grado
de intervención en el derecho fundamental.
8. LA SENTENCIA
El TC ha precisado por su parte que las sentencias constitucionales son aquellos actos
procesales emanados de un órgano adscrito a la jurisdicción especializada, mediante las cuales
se pone fin a una litis, cuya tipología se deriva de alguno de los procesos previstos en el Código
Procesal Constitucional.
Así, en los casos de los procesos de Hábeas Corpus, Amparo, Hábeas Data y Cumplimiento, el
fin de su expedición apunta a proteger los derechos constitucionales, reponiendo las cosas al
estado anterior a la violación o amenaza de violación de un derecho constitucional, o
disponiendo el cumplimiento de un mandato legal o de un acto administrativo. En los casos de
los procesos de acción popular e inconstitucionalidad su finalidad es la defensa de la
Constitución frente a infracciones contra su jerarquía normativa; mientras que en los procesos
competenciales tiene por objeto resolver los conflictos que se susciten sobre las competencias
o atribuciones asignadas directamente por la Constitución o la leyes orgánicas que delimitan
los ámbitos propios de los poderes del Estado, los órganos constitucionales, los gobiernos
regionales o municipales. Nos encontramos básicamente con un concepto descriptivo de
sentencia, similar al que establece el Código Procesal Civil, que define a la sentencia como
aquella resolución que pone fin a la instancia o al proceso en definitiva, pronunciándose en
decisión expresa, precisa y motivada sobre la cuestión controvertida declarando el derecho de
las partes, o excepcionalmente sobre la validez de la relación procesal. Y esto en relación no
solo con el TC, sino también con el Poder Judicial.
Entre nosotros el TC ha optado por delinear la estructura interna de sus propios fallos,
siguiendo a la doctrina comparada y a ciertas características que perfilan algunos tribunales
como la Corte Constitucional de Colombia. Así, el TC ha expresado que sus fallos se componen
de los siguientes elementos: la razón declarativa-axiológica, la razón suficiente (la ratio
decidendi), la razón subsidiaria o accidental (obiter dicta), la invocación preceptiva y la decisión
o fallo constitucional (decisum)
La razón suficiente expone una formulación general del principio o regla jurídica que se
constituye en la base de la decisión específica, precisa o precisable, que adopta el Tribunal
Constitucional. En efecto, esta se constituye en aquella consideración determinante que el
Tribunal Constitucional ofrece para decidir estimativa o desestimativamente una causa de
naturaleza constitucional; vale decir, es la regla o principio que el Colegiado establece y precisa
como indispensable y, por ende, como justificante para resolver la litis.
Se trata, en consecuencia, del fundamento directo de la decisión; que, por tal, eventualmente
puede manifestar la basa, base o puntal de un precedente vinculante. La razón suficiente (la
regla o principio recogida como fundamento) puede encontrarse expresamente formulada en
la sentencia o puede ser inferida por la vía del análisis de la decisión adoptada, las situaciones
fácticas y el contenido de las consideraciones argumentativas.
Al respecto, son ilustrativas las sentencias de los casos Eleobina Aponte Chuquihuanca
[Expediente N.º 2663-2003-HC/TC] y Taj Mahal Discoteque [Expediente N.º 3283-2003-AA/TC].
En la primera de las citadas, de manera pedagógica se precisaron los alcances de los diferentes
tipos de hábeas corpus; en tanto que en la segunda se determinó académicamente la
procedencia o improcedencia de una acción de garantía con sujeción al tiempo de realización
de los actos que requieren tutela constitucional. Asimismo, el Tribunal Constitucional emplea
la razón subsidiaria o accidental en aquellas circunstancias en donde, a través del proceso de
conocimiento de una determinada materia constitucional, establece un criterio pro persuasivo
o admonitorio sobre posibles determinaciones futuras en relación a dicha materia.
Dicho “vigor convincente”, en razón del rango jerárquico de la autoridad que la emite, auspicia
que se garantice que en el futuro las decisiones de los órganos jurisdiccionales
jerárquicamente inferiores no sean revocadas; o que los justiciables puedan preveer las
consecuencias de determinadas conductas dentro del marco de una eventual litis de
naturaleza constitucional. Al respecto, puede citarse la sentencia del caso Eusebio Llanos
Huasco [Expediente N.º 976-2001-AA/TC], en donde se expusieron las consideraciones del
Tribunal Constitucional relacionadas con las modalidades de despido laboral que generarían
readmisión en el empleo.
La invocación preceptiva es aquella parte de la sentencia en donde se consignan las normas del
bloque de constitucionalidad utilizadas e interpretadas, para la estimación o desestimación de
la petición planteada en una proceso constitucional.
CLASES DE SENTENCIAS.
En este caso el órgano de control constitucional resuelve dejar sin efecto una parte o la
integridad del contenido de un texto. La estimación es parcial cuando se refiere a la fracción de
una ley o norma con rango de ley (un artículo, un párrafo, etc.); y, por ende, ratifica la validez
constitucional de las restantes disposiciones contenidas en el texto normativo impugnado. La
estimación es total cuando se refiere a la plenitud de una ley o norma con rango de ley; por
ende, dispone la desaparición íntegra del texto normativo impugnado del ordenamiento
jurídico.
En este caso el órgano de control constitucional, según sean las circunstancias que rodean el
proceso constitucional, declara la inconstitucionalidad de una interpretación errónea
efectuada por algún operador judicial, lo cual acarrea una aplicación indebida.
Dicha modalidad aparece cuando se ha asignado al texto objeto de examen una significación y
contenido distinto al que la disposición tiene cabalmente. Así, el órgano de control
constitucional puede concluir en que por una errónea interpretación se han creado “normas
nuevas”, distintas de las contenidas en la ley o norma con rango de ley objeto de examen. Por
consiguiente, establece que en el futuro los operadores jurídicos estarán prohibidos de
interpretar y aplicar aquella forma de interpretar declarada contraria a la Constitución.
La existencia de este tipo de sentencias se justifica por la necesidad de evitar los efectos
perniciosos que puedan presentarse en determinadas circunstancias, como consecuencia de
los vacíos legales que surgen luego de la “expulsión” de una ley o norma con rango de ley del
ordenamiento jurídico. Tales circunstancias tienen que ver con la existencia de dos principios
rectores de la actividad jurisdiccional-constituyente, a saber; el principio de conservación de la
ley y el principio de interpretación desde la Constitución. Conviene tener presente en qué
consisten:
Es decir, la expulsión de una ley del ordenamiento jurídico por inconstitucional, debe ser la
última ratio a la que debe apelarse. Así, la simple declaración de inconstitucionalidad no debe
ser utilizada, salvo si es imprescindible e inevitable.
Dicha interpretación hace que la ley sea conforme a la Constitución; cabiendo, para tal efecto,
que se reduzca, sustituya o modifique su aplicación para los casos concretos.
En ese sentido, no debe olvidarse que la jurisdicción constitucional desarrolla una función
armonizadora de los conflictos sociales y políticos subyacentes en un proceso constitucional,
por lo que dichas sentencias se constituyen en instrumentos procesales necesarios para el
desarrollo de tal fin.
Este tipo de sentencias propician el despliegue de los efectos de las normas constitucionales
que podrían ser obstaculizados por los “huecos normativos” emanados de un simple fallo
estimatorio.
Son aquellas que señalan que una parte (frases, palabras, líneas, etc.) del texto cuestionado es
contraria a la Constitución, y ha generado un vicio de inconstitucionalidad por su redacción
excesiva y desmesurada.
En ese contexto, la sentencia ordena una restricción o acortamiento de la “extensión” del
contenido normativo de la ley impugnada. Dicha reducción se produce en el ámbito de su
aplicación a los casos particulares y concretos que se presentan en la vía administrativa o
judicial.
Para tal efecto, se ordena la inaplicación de una parte del contenido normativo de la ley
cuestionada en relación a algunos de los supuestos contemplados genéricamente; o bien en
las consecuencias jurídicas preestablecidas. Ello implica que la referida inaplicación abarca a
determinadas situaciones, hechos, acontecimientos o conductas originalmente previstas en la
ley; o se dirige hacia algunos derechos, beneficios, sanciones o deberes primicialmente
previstos.
En ese sentido, la sentencia indica que una parte de la ley impugnada es inconstitucional, en
tanto no ha previsto o ha excluido algo. De allí que el órgano de control considere necesario
“ampliar” o “extender” su contenido normativo, permitiendo su aplicación a supuestos
inicialmente no contemplados, o ensanchando sus consecuencias jurídicas.
Es usual que la omisión legislativa inconstitucional afecte el principio de igualdad; por lo que al
extenderse los alcances de la norma a supuestos o consecuencias no previstos para
determinados sujetos, en puridad lo que la sentencia está consiguiendo es homologar un
mismo trato con los sujetos comprendidos inicialmente en la ley cuestionada.
Ahora bien, debe aclararse que la parte sustituyente no es otra que una norma ya vigente en el
ordenamiento jurídico.
La actividad interpretativa se canaliza con el traslado de los supuestos o las consecuencias
jurídicas de una norma aprobada por el legislador, hasta la parte de la ley cuestionada –y en
concreto afectada de inconstitucional-, con el objeto de proceder a su inmediata
integración. Dicha acción se efectúa excepcionalmente para impedir la consumación de
efectos políticos, económicos, sociales o culturales gravemente dañosos y derivados de la
declaración de inconstitucionalidad parcial.
Como puede observarse, si en sede constitucional se considera ipso facto que una
determinada disposición legal es contraria a la Constitución, en vez de declararse su invalidez
constitucional, se confiere al legislador un plazo determinado o determinable para que la
reforme, con el objeto de eliminar la parte violatoria del texto fundamental.
Debe señalarse que la exhortación puede concluir por alguna de las tres vías siguientes:
Las sentencias desestimativas son aquellas que declaran, según sea el caso, inadmisibles,
improcedentes o infundadas las acciones de garantía, o resuelven desfavorablemente las
acciones de inconstitucionalidad. En este último caso, la denegatoria impide una nueva
interposición fundada en idéntico precepto constitucional (petición parcial y específica referida
a una o varias normas contenidas o en una ley); además, el rechazo de un supuesto vicio
formal no obsta para que esta ley no pueda ser cuestionada ulteriormente por razones de
fondo. Ahora bien, la praxis constitucional reconoce una pluralidad de formas y contenidos
sustantivos de una sentencia desestimativa, a saber:
En ese entendido, se desestima la acción presentada contra una ley, o norma con rango de ley,
previo rechazo de algún o algunos sentidos interpretativos considerados como infraccionantes
del texto supra. Por ende, se establece la obligatoriedad de interpretar dicha norma de
“acuerdo” con la Constitución; vale decir, de conformidad con la interpretación declarada
como única, exclusiva y excluyentemente válida.
El art. II del Título Preliminar del C.P.Const. Define los fines de los procesos constitucionales:
garantizar la primacía de la Constitución y la vigencia efectiva de los derechos constitucionales.
Del conjunto de procesos constitucionales que existen en el Perú, se podrá apreciar que las
sentencias de cada proceso constitucional van a defender los derechos fundamentales; el
cumplimiento de las normas o actos administrativos, la jerarquía normativa y la competencia o
atribuciones asignadas por la Constitución a los distintos poderes del Estado, los órganos
constitucionales, los gobiernos regionales o municipales.
b) las sentencias que defienden la parte orgánica de la Constitución (regula la estructura del
Estado):