Las Categorías Organizadas Del Apego. Main (2001)
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aperturas psicoanalíticas
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Palabras clave
The organized categories of infant, child, and adult attachment: Flexible vs. inflexible attention under
attachment-related stress. Publicado originalmente en Journal of the American Psychoanalytic
Association, vol. 48, no. 4, p.1055- 1127 (2000). Copyright del JAPA 2000. Traducido y publicado con
autorización del Journal of the American Psychoanalytic Association.
Este trabajo ganó el premio del Journal of the American Psychoanalytic Association del 2000.
Resumen
Desde una perspectiva evolucionista, un mecanismo central que promueve la
supervivencia del infante es el mantenimiento de la proximidad a las figuras de
apego. En consecuencia, la(s) figura(s) de apego representan la solución principal
del niño frente a las experiencias de miedo. Algunos aspectos de los avances en el
terreno del apego se delinean dentro de este contexto, empezando con la teoría
etológica/evolutiva de Bowlby, y continuando con las primeras descripciones de
Ainsworth sobre la interacción entre la madre y el bebe en Uganda y Baltimore.
Utilizando un procedimiento de laboratorio llamado la situación extraña, Ainsworth
identificó tres patrones organizados de respuestas infantiles ante la separación y la
reunión con la madre. Se aportarán narraciones derivadas de la conducta ante la
situación extraña grabadas en vídeo de los niños en cada categoría (seguro,
evitativo y ambivalente, junto con una discusión de las secuelas prototípicas de
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Aunque concluiré sugiriendo que estamos entrando en una nueva era en el estudio del
apego (ver también Main, 1999) (3), hasta este momento el campo puede verse como
habiéndose desarrollado en tres fases principales. En la primera, John Bowlby,
basándose en parte en observaciones de primates no humanos, fijó su atención sobre
el concepto de un sistema conductual de apego que funciona para regular la
seguridad del infante en los entornos en los cuales originalmente evolucionamos
(Bowlby 1969) (4) En este mismo volumen, describió la teoría analítica como “un
intento de explicar el funcionamiento de la personalidad tanto en sus aspectos sanos
como en los patológicos en lo que se refiere a la ontogénesis” (1969, pág 4). Bowlby
propuso que debería realizarse un enfoque más prospectivo y observacional – al
desarrollo de la represión, la defensa, la escisión, y otros procesos que permitan a los
teóricos y los investigadores trabajar hacia delante desde un acontecimiento particular,
bien específico, hasta sus secuelas. Bowlby escogió como punto de partida particular
las respuestas de los niños que habían sido separados de sus padres y colocados en
entornos no familiares tales como hospitales y residencias infantiles. Las secuelas de
tales separaciones mayores “traumáticas” incluyeron no sólo la aparición de ansiedad
y ambivalencia con respeto a las personas previamente queridas sino, también,
eventualmente un estado de desapego (indiferencia) en el cual se reprimían tanto
sentimientos afectuosos como hostiles.
Mary Ainsworth encabezó la segunda fase del desarrollo de este campo con sus
observaciones naturalistas intensivas de la interacción entre la madre y el infante en
los hogares de Kampala, Uganda (Ainsworth, 1967), y de Baltimore, Maryland
(Ainsworth et al, 1978). Junto con el estudio de Baltimore, Ainsworth desarrolló el
procedimiento de laboratorio conocido como la situación extraña. Aquí se usaban las
respuestas del infante frente a separaciones muy breves de uno de los padres, y
reuniones con él, para clasificar la organización de su apego al padre como seguro,
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Los hallazgos de Ainsworth fueron recibidos con gran entusiasmo y los investigadores
(particularmente Sroufe y Egeland en Minnesota), empezaron a realizar estudios que
empezaban, en vez de acabar, con la situación extraña. Aquí se estudiaba la
conducta del niño en situaciones escolares y pre-escolares. Los niños que habían
estado seguros con sus madres en la situación extraña durante la infancia, mostraron
tener relaciones más favorables que otros con sus compañeros y con los profesores
(ver Weinfield et al., 1999).
La tercera etapa en el estudio del apego se abrió con “un movimiento hacia el nivel de
la representación” (Main, Kaplan, y Cassidy, 1985, pág. 66) que tuvo lugar a mediados
de los ochenta y que está mayoritariamente asociado con un estudio presentado en un
trabajo monográfico editado por Bretherton y Waters (1985). Mi propia preparación
para este cambio hacia un énfasis representacional en el estudio del apego, se
apoyaba en parte en una revisión anterior de una serie de películas desarrolladas por
James y Joyce Robertson (1967-1972). Mientras el trabajo de Ainsworth había
mostrado que el rechazo repetido en la conducta de apego por parte de la madre
podía llevar al infante a evitarla en situaciones estresantes, las películas de los
Robertson sobre separación demostraban que en niños de 1-2 años, quienes, con
toda probabilidad nunca habían sido significativamente rechazados, podían evitar a
sus madres en base a cambios en procesos mentales o emocionales que tenían lugar
en la ausencia de interacción. Me llamó especialmente la atención la película
“Thomas” (Robertson y Robertson, 1967 –1972), en la cual a un niño de dos años que
había disfrutado de una relación previamente armoniosa con su madre, se le presentó
una fotografía de ella durante su ubicación en una familia de acogida, durante un
período prolongado. Al principio Thomas besaba y acariciaba la foto. Varios días más
tarde, sin embargo, daba marcha atrás al verla, mirando hacia abajo y se distraía con
un juguete que llevaba. En respuesta a una presentación final de la foto de su madre,
Thomas activamente volteó la espalda con una expresión de ansiedad. Como una
fotografía no puede “comportarse,” no puede decirse que pueda haber despertado las
reacciones cambiantes de Thomas. Como Thomas además no había visto a su madre
durante este periodo, el desarrollo gradual de la evitación de la foto tiene que haber
incluido aspectos de cambios en su relación imaginada.
de separación entre padres e hijos (ver también a Kaplan 1987); las respuestas
conductuales de los niños al reunirse con el padre después de una separación de una
hora (ver también Main y Cassidy 1988); transcripciones del discurso hijo-padre tras la
reunión (ver también Main 1995, Strage y Main 1985); y, también, en la respuesta a la
presentación de una fotografía familiar tomada antes de una separación de una hora
de duración (Main, Kaplan y Cassidy 1985). Durante esta misma separación, pedimos
a los niños que hiciesen dibujos de sus familias, y la configuración de esos dibujos
también resultó ser altamente predecible según el tipo de apego a la madre durante el
primer año (Kaplan y Main 1984,1986)(7). Estos resultados fueron de un interés muy
amplio. Si por ejemplo, las narrativas de los niños frente a la separación podían
predecirse a partir de la conducta en la situación extraña del infante con la madre,
entonces diferentes patrones de la interacción infante-madre han debido de llevar al
desarrollo no sólo de una conducta distinta, sino también de diferentes procesos de
representación.
En este mismo artículo (Main, Kaplan y Cassidy 1985) describimos la relación entre la
respuesta del infante ante la situación extraña con cualquiera de los padres cinco años
antes, y la forma de la narrativa de ese padre al responder a la Entrevista de Apego
del Adulto (George, Kaplan y Main, 1984, 1986, 1996). Un sistema que analizaba las
transcripciones textuales de la EAA (Main y Goldwyn, 1982-1998), demostró que tanto
si las experiencias de apego de su infancia habían sido favorables o desfavorables,
los padres de los niños que aparecieron como seguros con ellos en la situación
extraña tendían a ser coherentes, claros y colaboradores durante las discusiones de
sus propias historias vitales. Es más, algunos tipos de dificultades específicas a la
hora de mantener un discurso coherente y colaborador por parte de los padres
predijeron formas específicas de apego inseguro del infante. Diez años más tarde, un
meta-análisis demostró que nuestros resultados habían sido reproducidos en al menos
15 muestras más, y se mantenían estables incluso cuando la entrevista se realizaba
antes del nacimiento del niño (van Ijzendoorn, 1995).
Las manifestaciones conductuales del apego humano nos son familiares a todos. Sin
embargo, aunque tanto los adultos como los niños tienen figuras de apego (personas
a las cuales más probablemente se dirigirían cuando están bajo estrés (Ñver Hazan y
Shaver, 1994; Simpson y Rholes, 1998), el apego es más fácilmente observable en la
preocupación intensa que muestran los niños pequeños en entornos poco familiares
con respeto a la localización exacta de las figuras parentales. Durante la infancia
temprana (y más tarde en formas menos explícitas y más modificadas), el apego se
identifica con: un interés insistente en mantener proximidad con una o con unas pocas
personas seleccionadas (normalmente pero no necesariamente familiares biológicos);
la tendencia a usar a estos individuos como una base segura desde la cual explorar
los entornos desconocidos; y huida hacia la figura de apego como un refugio de
seguridad en momentos de alarma.
Los primeros vínculos de apego están formados a los siete meses y los vínculos de
apego se forman hacia sólo una o unas pocas personas. Entendemos que es el
infante el que selecciona a su(s) figura(s) de apego principal(es), generalmente en
base a interacciones sociales contingentes (ver Main, 1999). Como han demostrado
Cicchetti, Crittenden y otros (ver Main, 1995), los vínculos de apego surgen tanto
como producto de interacciones con personas maltratantes como con personas que
responden con sensibilidad. Y la proclividad, basada en la biología, a formar vínculos
de apego asegura que sólo en circunstancias extremadamente anómalas, un niño
permanecería no apegado.
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En 1952, Robertson y Bowlby presentaron por primera vez sus observaciones sobre
las respuestas de los niños de 1 y 2 años frente a separaciones importantes de sus
padres y este trabajo fue continuado en situaciones controladas por Heinicke y
Westheimer (1966; ver también Bowlby 1973). A partir de estos trabajos parecía que
cuando los niños de 1-2años eran colocados en entornos desconocidos que no
proveian cuidadores estables sustitutivos, los niños fueron atravesando por tres
etapas de respuesta ante la separación, progresivamente más desfavorables -
protesta, desesperación y , finalmente, desconexión. La etapa inicial de protesta se
caracterizó por una preocupación abierta acerca de la ubicación de la figura de
apego, que se expresaba en llamadas esperanzadas y llanto. Al cabo de unos días,
los niños que continuaban separados atravesaban una fase de desesperación;
aparentemente todavía preocupados con el progenitor perdido- como lo indicaban
periodos de llanto débil y paulatinamente más desesperanzado- se volvieron apáticos
y retiraron todo interés aparente por el entorno. En la etapa final, llamada de
desapego, los niños separados empezaron a fijarse en el entorno inmediato,
incluyendo las enfermeras y los otros niños. En aquel momento este cambio se
concebía como positivo y se llamaba “acomodarse, adaptarse, asentarse”. Los niños
que llegaban a este estado, sin embargo, ignoraban y evitaban activamente la figura
de apego primaria al llegar el momento de un eventual reencuentro, y algunos
parecían no poder recordarle a él o a ella (Heinicke y Westheimer 1966). Por el
contrario -y apuntando directamente a procesos represivos más que a simples fallos
de memoria—el padre que era previamente menos importante, u otros familiares o
vecinos eran fácilmente recordados y saludados. Esta respuesta desapegada de la
figura de apego primaria podía durar días, semanas e incluso meses. Estos cambios
perturbadores en la forma de relacionarse eran parecidos a dos tipos de dificultades
observadas en algunos adultos después de una pérdida de alguien muy significativo:
duelo crónico, que se parece a la desesperación; y duelo fallido, que se parece al
desapego. Bowlby comparó el comienzo del desapego al comienzo de la represión y
la defensa.
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Mientras que Bowlby estaba refinando su teoría, Mary Ainsworth estaba realizando
sus estudios sobre interacciones infante-madre en Uganda. En esta investigación, de
un año de duración, terminada en 1954, ella había diseñado seguir el desarrollo del
apego en 26 infantes durante el primer año de vida –fijándose, por ejemplo, en las
edades a las cuales los infantes empezaban a discriminar a su madre de los demás y,
más tarde, a llorar específicamente cuando ella se iba. Además, observó que algunos
infantes parecían estar seguros en el apego con sus madres, algunos inseguros, y
otros todavía no apegados. Ella formuló la hipótesis que estas diferencias estaban
relacionadas con diferencias en la interacción infante-madre.
Era característico de Ainsworth el ver a las madres de los niños “con apego inseguro”
en un contexto más amplio, y tomó en cuenta los factores que disminuyeran el grado
de respuesta parental de casi cualquier persona. Estos factores incluían la
enfermedad familiar grave, relaciones infelices con el marido, presiones laborales
abrumadoras, o la presencia de una o más co-esposas en la casa. He aquí la
descripción que hizo Ainsworth sobre Muhamidi:
Como Bowlby (1969), Ainsworth tenía la mente muy abierta con respeto a la
posibilidad de cambio en las relaciones tempranas. Los infantes inseguros tenían, ella
creía, el potencial de hacerse seguros, como ella ilustró en la descripción de un infante
con apego muy inseguro, cuya relación con su madre mejoró una vez que ella tuvo y
ganó una pelea con una esposa más antigua – una mujer grande y mandona, que
subsecuentemente abandonó el poblado. Al mismo tiempo, Ainsworth creía que
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algunos niños, que estaban seguros durante la infancia, tenían riesgo de ser inseguros
más adelante. Por ejemplo, un infante llamado Paulo fue considerado como de apego
seguro en el momento de las observaciones de Ainsworth, pero dándose cuenta de
los otros niños de la familia, se preocupó sobre si él permanecería con apego seguro
y, comparaba a William con Paulo de la manera siguiente:
Como demuestran los resúmenes de estos dos casos, las observaciones de Ainsworth
se expresan en un inglés muy claro. Sin embargo, ella consideraba las conductas
relacionadas con el apego como una manifestación de algo más profundo, y no
confundió ni las conductas que ella observó, ni el apego en sí mismo, con “mera”
conducta. En 1967, concluyendo los escritos de su estudio de Uganda, afirmó:
(Hemos estado) preocupados aquí con nada menos que la naturaleza del amor y sus
orígenes en el apego del bebé a su madre... El apego se manifiesta a través de
patrones de conducta (específicos), pero los patrones en sí mismos no constituyen el
apego. El apego es interno... Este algo internalizado que llamamos apego tiene
aspectos de sentimientos, de memorias, de deseos, de expectativas, y de intenciones,
todos los cuales..sirven como una especie de filtro para la recepción e interpretación
de la experiencia interpersonal como un tipo molde que configura la naturaleza de una
respuesta externamente observable (Ainsworth, 1967, pág. 429).
Mientras que una mayoría (trece de veintitrés) (8) de los infantes se comportaron
como se esperaba, y fueron más tarde denominados como seguros (Grupo B), ante la
sorpresa de Ainsworth seis de los infantes mostraron muy poco o ningún malestar al
ser dejados solos en el entorno desconocido, y además ignoraron o evitaron a la
madre al volver esta. Se comportaban curiosamente como niños más mayores que ya
habían alcanzado la etapa de desapego como respuesta a separaciones prolongadas
según describieron Robertson y Bolwby (1952). Estos infantes, llamados evitativos
(Grupo A) le parecían a Ainsworth que respondían a estas situaciones estresantes
reprimiendo las expresiones de ansiedad y enfado. Como la imagen de un espejo, los
cuatro infantes restantes diferían de todos los otros en que estaban demasiado
angustiados como para involucrarse en exploración o en juego, incluso cuando la
madre estaba presente. Llamados ambivalente / resistentes (Grupo C), estos infantes
parecían preocupados con sus madres durante toda la prueba, y sin embargo
demasiado enfadados y/o angustiados como para reconfortarse con la vuelta de ésta.
Las proporciones medias de los infantes de A, B, y C en trabajos realizados en todo el
mundo replican muy estrechamente las proporciones de la muestra de Baltimore de
Ainsworth, siendo la mayoría juzgados como seguros, en casi todas las culturas (van
Ijzendoorn y Sagi, 1999). Sorprendentemente, el apego infantil no ha sido
consistentemente relacionado ni con el sexo ni con el orden de nacimiento.
Intrigada por estas diferencias inesperadas, que observó en las respuestas de los
niños criados en casa a separaciones mínimas, Ainsworth decidió emprender una
investigación del tipo “a ciegas” de los datos correspondientes a los extensos registros
de narrativas que había recogido de la interacción infante-madre en la casa. Este
estudio reveló tres patrones de cuidado diferentes, cada uno de los cuales estaba
notablemente asociado con una categoría particular de la conducta del infante en la
situación extraña (9). Ahora, proveerá unas de las narrativas de los videos de la
conducta en la situación extraña de tres infantes de entre doce y quince meses de
edad que habían sido respectivamente juzgados como apego seguro, evitativo, y
resistente / ambivalente durante la situación extraña. Siguiendo cada narrativa,
presento una revisión más completa de las conductas de cuidado asociadas, tal como
las describió Ainsworth. Luego, comentaré las probables secuelas conductuales y
representacionales que aparecerán más tarde en los niños originalmente clasificados
en las tres diferentes categorías de respuesta frente a la madre cuando tenían un año.
Los evaluadores puntuaron a cada infante en cuatro escalas distintas de siete puntos
cada una, en búsqueda de proximidad, evitación de proximidad, mantenimiento de
contacto, y resistencia de contacto en cada reunión. Sólo después de esto, se asigna
cada niño a una categoría – de hecho, a dos categorías, una general y a una
subcategoría más específica. Las limitaciones de espacio, sin embargo, nos reducen a
las discusiones de la categoría general.
Ben
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Entrada del extraño. Cuando la mujer joven que juega el papel del extraño entra en la
habitación por segunda vez, Ben se dirige a su madre, apoyándose contra sus
rodillas. La extraña invita a Ben a jugar, y la madre suavemente le anima a que lo
haga.
Primera separación: El niño dejado con el extraño. Ben acaba de empezar a jugar
con la extraña, cuando su madre tranquilamente sale de la habitación. Otra vez,
siguiendo las instrucciones, deja su bolso de forma que Ben sepa que ella va a volver
pronto. Ben no llora todavía, pero casi inmediatamente va a la puerta y empieza a
llamar: “Mamá, mamá”. La extraña intenta distraerle y él se calma brevemente, mira
alrededor de la habitación, y vuelve a llamar. Mientras que su llamada era inicialmente
sólo comunicativa, él ahora está cada vez más angustiado. La extraño le coge en su
regazo y él oye la voz de su madre, el niño se inclina, distanciándose del cuerpo de la
extraña, extendiendo sus brazos hacia la puerta.
Primera reunión. En el momento en que se abre la puerta, Ben está en pleno llanto.
Siguiendo las instrucciones, su madre se para un momento en el marco de la puerta,y
Ben se levanta del regazo de la extraña y anda rápidamente hacia su madre.
Doblándose de inmediato para recibirle, su madre le coge en brazos. Se pega a ella y
deja de llorar inmediatamente. Después de un abrazo fuerte, Ben se endereza y, al
irse la extraña, se da la vuelta y la saluda con la mano, lo que le provoca risa a su
madre y a decir “adiós” por él. Ben se pone de pie en el regazo de su madre, y
después de mirar alrededor de la habitación, rápidamente se abraza a su cuello una
vez más. Muy pronto, sin embargo, empieza a hablar con ella sobre las luces, los
juguetes, y otros objetos. Ella le ayuda a bajarse y él empieza a explorar a fondo el
entorno una vez más.
Antes del comienzo del nuevo episodio, un golpe en la ventana unidireccional indica a
la madre que debe salir de nuevo. Ben la sigue corriendo a la puerta y le agarra su
mano. Ella es firme, suavemente suelta la mano mientra que le reasegura que va a
volver.
La extraña se va, y Ben saluda, da a su madre un abrazo, y vuelve a saludar una vez
más, diciendo “adiós”. La madre se ríe suavemente diciendo “adiós” y Ben empieza
una exploración activa y contenta de la habitación.
Quizás la cualidad más sorprendente de este drama (y la mayoría de los observadores
así lo viven) es que Ben, que llamaba o lloraba apasionadamente en cada separación,
se calma inmediatamente tras el regreso de su madre. Así pues él nos muestra la
flexibilidad de la atención a lo largo de todo el procedimiento, jugando cuando la
madre está presente, llorando y llamándola cuando está ausente, y -siguiendo un
abrazo corto- volviendo a jugar cuando ella regresa a la habitación. (Creo que fue Inge
Bretherton quien primero se dio cuenta que la situación extraña cuando se realiza con
niños con apego seguro, tiene la forma dramática prototípica de “el niño quiere a la
niña, el niño pierde a la niña, el niño recupera a la niña”).
Los estudios realizados con una muestra de gente pobre en Minnesota, cuyos
pioneros fueron Sroufe, Egeland y sus colegas (ver Suess, Grossmann, y Sroufe 1992
para una muestra alemana comparable) demostraron que las relaciones entre iguales
de los niños seguros con sus madres durante la infancia, tienen mucha probabilidad
de ser positivas y que estos niños tienen más probabilidades que otros de ser líderes.
Sus profesores (que desconocián totalmente su forma de apego) típicamente
consideraban a estos niños como poseyendo un yo-resistente, y los trataban de forma
realista. Los niños con apego seguros no victimizan a otros niños ni son victimizados
por ellos, ya que los victimizadores de los grupos a los que pertenecían los
encuentran asertivos (Troy y Sroufe 1987; Weinfield y otros 1999).
Consideremos ahora lo que sabemos acerca niños de seis años que son como Ben.
Main y Cassidy (1988) encontraron que después de una separación de una hora de
larga de sus madres, los niños de apego seguro típicamente saludarían a su padre o
madre inmediatamente pero calmadamente expresan placer e interés. Estos
resultados han sido reproducidos en varias muestras de bajo riesgo (ver, por ejemplo,
Wartner y otros 1994).
El foco de nuestra presentación original (Main, Kaplan, y Cassidy 1985), sin embargo,
estaba puesto en si los procesos representacionales podían ser predecibles a partir de
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la conducta temprana en la situación extraña. Aquí Kaplan (ver también Kaplan 1987)
utilizó una adaptación del Test de Angustia de Separación (SAT) de Haansburg (1972)
que se centra en las descripciones de los participantes sobre respuestas probables a
fotos o dibujos de separaciones entre padres y adolescentes. Junto con nuestro
estudio longitudinal, Kaplan presentó a cada niño de 6 años un conjunto de dibujos-
fotos (sacadas de Klagsbrun y Bolwby (1976) y diseñadas específicamente para niños
más pequeños), que mostraban separaciones que iban desde un beso de buenas
noches hasta un viaje de dos semanas. Según se presentaba cada lamina se le
preguntaba al niño cómo se sentiría probablemente el niño del dibujo y qué era lo más
probable que hiciese el niño. Kaplan revisó el sistema original de análisis, eligiendo
transcribir y después estudiar las respuestas de los niños. Dos cualidades distinguían
a los niños de apego seguro como Ben. Primero, estaban abiertos emocionalmente a
cómo podría sentirse el niño del dibujo (“pienso que ese niñito debe sentirse muy
triste,” o “creo que ella se está enfadando mucho con esto”). Al mismo tiempo,
presentaban ideas constructivas con respecto a lo que el niño de la foto podría hacer
(“Bueno, podría llamar a alguno de los padres de sus amigos y decirles que vengan a
quedarse con él”).
Esto sugiere que un niño de apego seguro puede tanto aceptar que algo imprevisto ha
ocurrido como imaginar una forma de “resolver” esta crisis constructivamente.
Resultados similares a los nuestros fueron hallados en la muestra de niños pobres de
Minnesota, en la cual se estudió el juego libre con arena, en vez de narrativas sobre
separaciones. Aquí Rosenberg (1984) encontró que—en curioso contraste con los
niños de apego inseguro—los niños de apego seguro tendían a: (a) inventar una crisis
–“ ¡Oh! ¡Oh! ¡El tigre se come al niñito!”—y después (b) seguirla con un final feliz—“¡Y
después el tigre lo escupe! Y el niño está bien otra vez”. (Utilizando el juego con
muñecos para estudiar las separaciones, se observaron respuestas similares a las
obtenidas por Kaplan y Rosenberg en niños con apego seguro en el estudio de
Solomon, George y Dejong [1995]).
Al intentar contestar a la pregunta de cómo una narrativa de “crisis – solución” ha
resultado estar tan curiosamente asociada con el apego seguro a la madre en tres
muestras independientes es útil considerar la conducta en la situación extraña de
infantes tratados con sensibilidad, donde el niño (1-2 años) responde abierta y
emocionalmente cuando se enfrenta a una crisis, pero “la resuelve” llorando y
consiguiendo recuperar de nuevo con éxito al padre, creando así un final feliz. La
capacidad para crear activamente una crisis que resolver es especialmente
demostrativa: aparentemente los niños seguros en la muestra de Minnesota podían
crear (en el juego) situaciones de peligro conscientes de que encontrarían un final
feliz.
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Madre (al entrar): Hola, Ben. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?
(Nótese que esta pregunta es “abierta,” dándole a Ben la oportunidad de
extenderse sobre sus experiencias más recientes).
Ben: Bueno. He hecho algunos dibujos. Hay uno en la pared, allí. Y he
mirado algunas fotos, y he contestado algunas preguntas sobre un niño. Las
fotos estaban un poco pasadas de moda. Mamá, mira la mesa.
Madre: ¡Oh! ¡No es una mesa ya! ¡Es un arenero!
Ben: ¡Sí! Ella (la eximinadora) quitó la tapa, y allí estaba toda la arena, e hice
una granja, ¿ves? Con muchos animales, y este perro pastor aquí les cuida.
Madre: Sí, eso veo. Y aquí está el perro pastor, y se parece a nuestro
Rumpus.
Ben: No, no se parece. Porque Rumpus está gordo. Quiero decir, que es un
gran perro, pero no se parece a este perro. Rumpus está gordo.
Madre: ¡Adivina quién le da de comer! ¡Tú! (Ambos se ríen)
Ben: Bien. Le voy a cambiar el nombre. ¿Qué te parece Porky?
A todos los niños de nuestra muestra se les pidió que hiciesen un dibujo de sus
familias al principio de la sesión de laboratorio. (Los padres estaban ausentes en este
momento mientras se les administraba la Entrevista de Apego para Adultos). Los
niños con apego seguro típicamente producían un dibujo que mostraba figuras
centradas y apoyadas, de tamaño moderado, con distancias moderadas entre uno y
otro, y – de acuerdo con el nivel de habilidad para dibujar –, detalladss y bien
diferenciadas. Aunque las expresiones faciales eran ordinariamente agradables y
tranquilas, no todas las figuras necesariamente estaban sonriendo. Los miembros de
la familia, sin embargo, eran dibujados a menudo como de pie con los brazos
extendidos, como si estuviesen listos para abrazar a una persona que pudiese entrar
en el dibujo.
Aunque hay algo simbólico en la representación de tal postura, esta postura puede ser
fácilmente asumida de hecho y, por lo tanto, estos dibujos no pueden ser considerados
fundamentalmente como no realistas. Los niños seguros también tuvieron una
respuesta realista a la foto familiar tomada al comienzo de la sesión de laboratorio, y
que se les enseñó durante la separación. Típicamente, aceptaban la foto indicando
placer (“la camisa se parece a la mía, ¿eh?”), y la devolvían.
Adrián
Puede que inicialmente sorprenda a los lectores saber que los cuatro infantes más
evitativos de Ainsworth exhibieron una ansiedad alta y malestar incluso cuando sus
madres se movían de habitación en habitación en sus casas. Este hallazgo, sin
embargo, era, siguiendo el concepto de Ainsworth de evitación, como un tipo de
defensa prodrómica frente a la ansiedad y la rabia provocadas en situaciones
inusualmente estresantes. En análisis llevados a cabo en Berkeley, encontré que las
puntuaciones (por definición, sin afecto) de la evitación de la madre durante la
situación extraña estaban en contraste altamente relacionadas con el grado en que el
infante mostraba conductas de rabia hacia la madre en casa. Sin embargo, a pesar del
hecho de que ni el enfado ni la ansiedad tenían una posibilidad de expresión directa
en la situación extraña, estudios posteriores llevados a cabo por Sroufe y
Waters(1977), y más recientemente por Spangler y Grossmann (1993,1999), indican
que durante el procedimiento de la situación extraña, los infantes evitativos
experimentan un malestar o angustia considerable a un nivel fisiológico.
En las reuniones del sexto año grabadas en video en nuestra propia muesta y en
muestras sucesivas, los niños evitadores de su madre en la infancia la evitaban de
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Madre (al entrar): Hola Adrian ¿te lo has pasado bien? ¿Te has divertido?
(Nótese que no se requiere una respuesta amplia a dichas preguntas. Es más
la respuesta del niño está guiada hacia la contestación entusiasta “si”).
Adrian (seguido de una pequeña pausa): “... Sí.
Madre “¿No es fantastico? Uy hay un arenero completo allí. Y un perro
también”.
Adrian (seguido de una segunda pequeña pausa): “... sí es un arenero.”
Los dibujos de la familia de los niños evitativos que hemos descrito como
invulnerables a menudo presentaban figuras flotando en el aire, y muy separadas,
poco diferenciadas, con sonrisas estereotipadas. Sorprendentemente, uno o dos
niños, sin embargo, menudo dibujaban uno o más de los individuos sin brazos (la
versión materna temprana al contacto táctil debe ser recordada aquí), incluso cuando
otros aspectos del dibujo indicaban que el dibujar brazos estaba dentro de las
capacidades de dibujar del niño (Kaplan y Main, 1984, 9186). (11) En los dibujos
realistas de los niños seguros, las personas no flotan en el aire, ni pierden brazos.
Es llamativo comparar el tratamiento poco realista que los niños evitativos hacen de
una petición orientada a la realidad como la de “dibuja tu familia” con sus respuestas
al presentarles la fotografía familiar. Aquí, sorprendentemente, los niños evitativos de
la madre cuando eran infantes frecuentemente se negaron a coger la foto, miraron
hacia otro sitio, dieron la espalda e incluso pusieron la foto boca abajo. En otras
palabras, mientras que los dibujos familiares estaban a menudo llenos de simbolismo
(quizás no intencionado), por el contrario trataron lo que era sólo un símbolo o una
representación como si fuera real.
Cecilia
Los observadores tienden a responder a este escenario con irritación hacia uno o
hacia los dos miembros de la díada. Nótese, además, como al igual que en el caso de
Adrián, hay ausencia de una trama narrativa. Cecilia estaba angustiada desde el
principio, haciendo dramáticamente insignificante el que también estuviese angustiada
durante la separación y mucho después de la vuelta de su madre.
Al observarles en la guardería, los niños como Cecilia tienden a ser “tratados como
bebés” por sus profesoras; es decir, no se espera de ellos que jueguen de forma tan
independiente como otros niños, y se les trata como mucho más pequeños de lo que
son (Sroufe y Fleeson, 1986). Mientras que niños como Ben no les matonearían, estos
niños son una presa fácil para niños evitativos como Adrián (Troy y Sroufe, 1987).
Cuando estos niños tienen seis años, aparece una sutil ambivalencia frente a la
reunión, acompañada por lo que a veces parecen expresiones de afecto exageradas
(Main y Cassidy, 1988). Por ejemplo, algunos pueden echar un brazo sobre el padre,
inclinando la cabeza y mirando la cámara – pero el mismo niño que hace esto en un
momento puede apartarse impacientemente acto seguido. Había demasiados pocos
niños de éstos como para identificar un patrón de discurso en nuestra muestra
original, pero combinando la nuestra y otras muestras, observamos lo que a nosotros
nos pareció como un foco excesivo en los sentimientos y en la relación:
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Sólo unos pocos niños como Cecilia estaban disponibles para el estudio de Kaplan
(1987), pero sus respuestas parecían reflejar su ambivalencia anterior. Uno describió
al niño del dibujo como corriendo detrás de los padres, pero después les disparaba.
Otro habló de darles flores a los padres al reunirse, pero después escondía las ropas
de éstos. Los dibujos de familia de niños como Cecilia a los seis años fueron
llamados vulnerables (Kaplan y Main, 1984, 1986). Representaban figuras
típicamente demasiado grandes o demasiado pequeñas (por ejemplo, una familia muy
pequeñita junta en una esquina de la hoja). En otros ejemplos se enfatizaba los
aspectos blandos y vulnerables de los cuerpos como por ejemplo en estómagos
grandes y redondos con ombligos. La foto parecía molestar a estos (pocos) niños:
uno se movía incómodamente y después de pellizcaba la piel.
Resumen
La categoría segura-autónoma
Finalmente, los padres de los bebés seguros, exhibían más que otros lo que yo he
llamado monitorización meta-cognitiva (Main, 1991; ver también Fonagy, et al. 1991).
Tendían a buscar más insistentemente la exactitud que los padres de los niños
inseguros (“pienso que estaba equivocado sobre esa primera gran separación, no
podía haber tenido todavía diez años, tenía que haber tenido ocho, o incluso menos;”
“yo sé que he elegido distante pero ahora que lo pienso tímido hubiese sido más
exacto”). A la misma vez, curiosamente, también mostraban tolerancia frente a la
imposibilidad última de distinguir la apariencia de la realidad (“Bueno, eso es lo que yo
pienso, pero mi hermana piensa que yo idealizo enormemente a mis padres,
¿quién sabe?” o “Bien, así es como lo veo hoy, pero mañana puede que lo vea
completamente distinto”).
Llegamos a describir a los padres de los bebés evitativos como desentendidos de los
efectos de las experiencias relacionadas con el apego. Muchos tendían a no
reconocer, o discutir, acontecimientos vitales negativos, mientras que otros discutían
tales acontecimientos pero afirmaban que eso sólo les había servido para hacerles
más fuertes. Mientras que las descripciones de las relaciones tempranas eran
enormemente positivas, fueron contradichas o no sostenidas por las experiencias
contadas después. Por ejemplo, un interlocutor que había dado los adjetivos de “muy
cariñosa, feliz, generosa, apoyadora y cuidadosa” sólo podía proveer adjetivos
similares cuando se le pedían muestras de la experiencia (“Feliz. Bueno, feliz como
en felicidad. Lo que quiero decir con experiencias felices serían ‘llenas de alegría’”), o
si no, vagos recuerdos impersonales (“Feliz. Bueno, la Navidad, las Navidades serían
un ejemplo de estas ocasiones felices”). Otro que había utilizado adjetivos similares
podía más tarde afirmar casualmente que su madre no se interesó por la muerte de su
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La categoría preocupada
Al final de los ochenta, sin embargo, encontré el trabajo del filósofo lingüista británico
H. Paul Grice, cuyas discusiones de las variaciones en el discurso eran altamente
congruentes con las escalas de la EAA y las directrices para su clasificación que
habíamos desarrollado algunos años antes. Grice (1975, 1989), había identificado el
discurso ideal o racional como siguiendo el principio de cooperación que requería
adherencia a cuatro máximas: (1) cualidad: ser sinceros y tener evidencia de lo que
uno dice; (2) cantidad: ser sucinto, y sin embargo, completo; (3) relevancia: que la
dirección de tu conversación sea relevante al tema entre manos; y (4) forma: ser claro
y ordenado.
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Desde la perspectiva de las máximas de Grice, podemos afirmar que los interlocutores
capaces de mantener un discurso coherente y cooperador mientras describen y
evalúan sus experiencias tempranas relacionadas con el apego tienden a tener
infantes seguros. Lo que es más la violación de máximas particulares predice
categorías particulares de apego inseguro. Los interlocutores que violan las máximas
de forma, relevancia y cantidad tienden a tener infantes resistentes/ambivalentes
mientras que los que violan las de verdad o consistencia (la máxima de la cualidad )
tienden a tener niños evitativos.
Ahora presentaremos una serie de ejemplos ilustrativos del discurso que tipifica las
tres clasificaciones organizadas de la entrevista. Empiezo con un padre colaborador, y
consistente quien tenía, bajo nuestro punto de vista y bajo el suyo propio, una infancia
relativamente fácil. En el análisis de la EAA, nuestro acuerdo con la perspectiva
afirmada por el interlocutor sobre su infancia se basa en parte en las explicaciones
sobre su elección original de adjetivos. He aquí uno de los incidentes que este hombre
relata para mostrar su elección de la palabra cariñosa-amorosa con respecto a la
relación con su padre:
Hubo una vez que accidentalmente prendí fuego al garaje porque estaba
experimentando con mi juego de química con el cual mis dos padres me
habían dicho que no debía jugar allí; después de los bomberos mis padres
fueron los primeros en aparecer y desgraciadamente el juego de química era
la evidencia descarada. Pensé que me esperaba la paliza de mi vida. Pero,
incluso cuando todo estaba lleno de humo, mis padres se olvidaron de
pegarme. Bueno, mi madre dijo después que, desde luego, esperaba que en
el futuro prestase más atención a sus instrucciones. Pero mi padre
simplemente corrió hacia mí me cogió en brazos y me abrazó con mucha
fuerza. Tanta que mis pies quedaron colgando. Posteriormente tenía una
especie de guiño cuando mencionaba “aquella vez que tuvimos una pequeña
combustión espontánea en el garaje”.
interlocutores siguientes hubiesen sido todos criados por madres idénticas que fuesen
distantes emocionalmente, con probabilidad de enfadarse cuando su hijo estaba
herido más que de calmarlo (en cada caso de éstos, la madre se había enfadado
cuando un niño se había roto un brazo), y muy intrusivas. Los ejemplos que doy son
prototipos, pero están sintetizados de entrevistas reales. Lo que buscamos no son
diferencias en el contenido de las experiencias vitales sino diferencias en la forma en
que se cuenta la historia.
Bueno, para empezar, mi madre no era muy alegre, y le puedo decir ahora
mismo que la razón era que tenía exceso de trabajo. Nos tuvo a cuatro de
nosotros en tres años, lo cual hubiese sido mucho para cualquiera, y yo era la
mayor de todos. Yo creo que de los cuatro he sido la que he tenido más
dificultades con esto, y me acuerdo que ella se metía mucho conmigo
preguntándome constantemente sobre cosas que eran – o cosas que al
menos yo pensaba que no eran - relevantes para ella. Al mismo tiempo,
cuando estaba dolida o enfadada, nunca era capaz de responderme, y me
acuerdo que una vez me rompí el brazo y no se lo dije durante horas porque
tenía miedo de que se enfadase.
Bueno, como he dicho, mi madre era bastante intrusiva y nunca era capaz de
responder cuando yo estaba mal. Y me dolía mucho por aquel tiempo, y
todavía estoy como hiperalerta sobre si la gente me responde cuando estoy
molesta o por lo menos mi marido me encuentra hiperalerta en ese
departamento. Y otra cosa es que me siento fatal por ello, y digo que nunca
sucedería, pero a veces me pillo a mí misma actuando exactamente como
ella.
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Infancia muy normal, definitivamente una infancia normal, con ambos padres,
yo diría. Mi madre me apoyaba en todo lo que hacía, siempre estaba muy
interesada en el trabajo del colegio y siempre me preguntaba sobre cómo me
había ido el día en el colegio. Ella ponía mucho énfasis en nuestra
independencia. Me enseñó a no preocuparme por problemas pequeños lo
cual es bueno.
Cuidadora. Bueno quiero decir que ella siempre era muy cariñosa y nos
apoyaba mucho-(“Bueno, ¿podría usted darme un recuerdo o incidente
específico que me ayudase a entender la palabra cuidadora?”). No recuerdo
tan lejos, Quiero decir que fue hace mucho tiempo: (Bien, piense un poco.
Esto puede ser difícil)...Pues me preguntaba cómo me iba en el colegio, si
tenía buenas notas, si tenía buenos amigos, ya sabes, cosas que te
importan. Quería estar segura de que me vestía bien, que me comportaba
bien. Estaba allí siempre cuidándome, asegurándose de que hiciese las
cosas bien, de que no hiciese nada malo.
Aquí vemos que esta interlocutora utiliza los cuestionamientos continuos de su madre
acerca de sus actividades para respaldar el adjetivo cuidadora, aunque para el lector
cuidadoso parecen intrusivos. Típicamente esta interlocutora no ofrece ningún
recuerdo de ser reconfortada cuando estaba angustiada y dirá que no tiene recuerdos
de rechazo durante la infancia. Sin embargo, cuando le preguntamos que sucedía
cuando ella estaba herida o angustiada, responde:
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Bueno, amorosa ella era amorosa, nos besaba, nos abrazaba y nos decía que
nos quería. Pero al mismo tiempo estaba enfadada. Ahora entiendo que esto
venía de su propia relación con su madre. Algunas veces ella intentaba
entender sus propios asuntos aunque debo decir que no los reconocía, me
refiero a sus asuntos y de dónde procedían asi que dejé los problemas
personales. Ahora Ceci y yo no tenemos problemas, no como ella tenía
conmigo, yo le digo, Ceci si tienes problemas vienes y me los cuentas
directamente a mí. Y intrusiva, y....
Cuando se le preguntó sobre las experiencias de su niñez con sus padres, por
ejemplo, podía comentar sobre su relación presente con su propia hija (o la relación
presente con sus padres más que la relación en su niñez), y su conversación puede
dar unos giros tan largos que su entrevista se pasa bastante del tiempo límite
esperado.
Amorosa. Mi madre era amorosa. Todas las noches nos daba un beso de
buenas noches, abrazos y me decía que me quería, que me adoraba,
bla,bla,bla... Por lo tanto eso era bueno y le estoy agradecida por ello pero al
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Bueno, como resultado de todo lo que mi madre hizo, quiero decir sus
problemas y de su forma de proyectarlos sobre mí, yo solía ser una persona
bastante insegura. Esa era mi forma de ser, yo actuaba como si fuera fuerte y
todo el mundo pensaba que yo era fuerte, nadie se daba cuenta de que yo
podía estar sufriendo, eso hizo mi crianza, me hizo ser la cuidadora de todo el
mundo de la misma forma que era la cuidadora de ella. Pero ya lo he resuelto
, quiero decir con Ceci, las formas en las que me ha afectado, ahora
simplemente tomo todo lo que mi madre hacía, y hago lo contrario (16) .
Como ayer, vino a cenar y le dije: Madre si no te gustan las cebollas a la
crema, no las comas, no necesito que me lo digas cada vez que las hago,
eso es algo que no necesito...
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Al decir que tiene dificultad al recordar su infancia y que ha dejado esta de lado y que
–en sus propias palabras—es una “escapista” que trata de ver las cosas positivas de
sus padres y no recordar las negativas, un codificador inexperto podría tender a
pensar que esta persona debería ser colocada en la categoría de los que se
desentienden. Nótese sin embargo, que no ha violado significativamente la
consistencia interna porque trata de contarnos e intenta mantenerse positiva con
respecto a su madre y también nos cuenta que la relación temprana no fue de hecho
positiva. En el nivel más básico su lenguaje implica que es demasiado consciente de
sus propios esfuerzos de ser positiva con nosotros para identificar violaciones de la
verdad desconectadas o inconsistencias manifiestas del tipo de las que vimos en el
interlocutor que de hecho era de los que se desentienden. Finalmente, su afirmación
sobre su dificultad para recordar su niñez no la utiliza para bloquear el discurso, sino
se mantiene colaboradora y no viola la cantidad.
La “Entrevista de Apego del Adulto” es famosa, sobre todo, por sus correlatos
externos -por ejemplo, su capacidad para predecir la sensibilidad parental y también
para predecir la conducta del infante en la situación extraña frente al interlocutor, y
para discriminar entre muestras clínicas y no-clínicas. Sin embargo las características
de la EAA como herramienta de evaluación (ej. sus propiedades de medida o
psicométricas) han sido evaluadas en una serie de estudios y han demostrado una
sorprendente fiabilidad y validez (ver Hesse 1999, para una revisión). Por ejemplo la
organización del apego del adulto ha sido encontrada altamente estable cuando se
administra la entrevista al mismo individuo a lo largo de periodos de tiempo que van
de dos meses hasta cuatro años; el acuerdo entre jueces en lo que respecta a la
clasificación también ha resultado satisfactorio; y las respuestas a la entrevista no
varían si cambiamos al entrevistador.
Estos hallazgos implican, por supuesto, que diferentes estados mentales por parte de
los progenitores con respecto al apego predicen diferentes patrones de crianza
(cuidado). Si éste fuera el caso, los padres seguros-autónomos deberán ser más
sensibles y responder más a sus infantes que los padres inseguros, y en el resumen
de van Ijzendoorn (1995), las entrevistas seguras-autonomas en varias muestras
resultaron poder predecir crianza sensible y con respuesta hacia sus retoños, tanto
por los padres como por las madres.
El desarrollo de la EAA estaba anclado en la respuesta de los infantes en la situación
extraña en una muestra de clase media de bajo riesgo. Por lo tanto, no podía
esperarse que también pudiese servir para distinguir unos individuos de poblaciones
con problemas psicológicos de otros tipos de poblaciones. Sin embargo, ahora ha sido
demostrado repetidas veces que las proporciones de transcripciones juzgadas como
seguras-autonomas en tales muestras es sorprendentemente pequeña,
(aproximadamente 8%, frente al 45 % o más en las muestras controles), aunque los
investigadores hayan realizado “a ciegas” las transcripciones del estatus psiquiátrico y
hayan excluido pacientes con dificultades orgánicas y con trastornos de pensamiento
(van Ijzendoorn y Bakermans-Kranenburg 1996). Otros estudios han encontrado
inseguridad en la mayoría de las madres de niños con problemas clínicos (teniendo en
cuenta que los trastornos de los niños no sean de base predominantemente biológica),
en criminales, en individuos violentos o abusivos y en juventudes alemanas de
extrema derecha (ver Hesse 1999b para un resumen).
Los hallazgos de estos 4 estudios en muestras de bajo riesgo son impresionantes, con
tests estadísticos que varían desde significativo hasta altamente significativo. Sin
embargo, en la muestra de población de Minnesota (incluida en Waters et al. 2000),
tuvieron lugar situaciones traumáticas substanciales entre la infacia y la adolescencia
tardía, y no se encontró asociación con la seguridad temprana (ver Weinfield et al.
1999). Aquí aunque una mayoría de los adolescentes inseguros con la madre en la
infancia eran inseguros en la EAA como era esperable, también eran inseguros una
mayoría de adolescentes que habían sido seguros.
El objetivo principal de este artículo ha sido el de dar una introducción básica al campo
del apego, junto con descripciones extensas de la conducta y el lenguaje que
identifican a las categorias de apego del infante, del niño, y del adulto. Que yo sepa
no se ha hecho una compilación comparable de tal material fuera de algunos institutos
de enseñanza y de conferencias selectas. Lo que espero es que a los lectores les
quede una idea lo suficientemente clara de las diferencias individuales en la
organización del apego que les permita un examen con información de otros
materiales futuros y, quizás, generar estudios propios. Pero un artículo de este tamaño
no puede incluirlo todo, y ha habido omisiones inevitables. Claramente he tenido que
dejar fuera: cualquier referencia a los importantes hallazgos con respecto al apego en
animales no-humanos; toda la literatura de auto-informes sobre las relaciones
románticas en la edad adulta; y un número de teorías emergentes que han surgido en
la última década (incluyendo por, supuesto, algunos de las mías). De todas formas,
los lectores serán más capaces de extender sus estudios si lo desean una vez que se
hayan familiarizado con los fenómenos básicos y la metodología de las
investigaciones sobre el apego. De esta manera creo que estas omisiones pueden ser
consideradas justificadas.
Me gustaría considerar brevemente el futuro del campo del apego (ver también Main,
1999). Hasta ahora, la mayoría de los investigadores que trabajan con poblaciones
humanas han estado involucrados en describir, clasificar y predecir conducta (en su
sentido más amplio), más que en tratar de intervenir en ella. Esto ha sido una empresa
necesaria, pero los descubrimientos que he revisado aquí son, sin quitarles su gran
importancia, en su mayor parte correlacionales. La próxima fase en el desarrollo de
este campo será poner a prueba nuestra comprensión de estos fenómenos
observados intentando controlarlos y alterarlos. En esta tarea, por ejemplo los clínicos
pueden aumentar nuestra comprensión del apego inseguro explorando la posibilidad
de intervenir para ayudar a los individuos inseguros a lograr estados de seguridad.
Con este fín, la Entrevista de Apego del Adulto está siendo utilizada ahora como una
valoración del estatus del paciente antes de la terapia (ver Korfmacher et al. 1997) o,
cuando se combina con tests posteriores, como una evaluación de su efectividad (ver
por ejemplo, Diamond et al. 1999 y Fonagy et al. 1996). Aunque el apego inseguro no
puede proveer una explicación completa del surgimiento de dificultades clínicas o de
tendencias criminales, la capacidad para ayudar a los individuos a desarrollar un
estado mental seguro con respecto a sus historias de apego podría actuar como un
factor protector y facilitar más cambio positivo (ver Schuengel, van Ijzendoorn, y
Bakermans-Kranenburg, 1999).
Otra nueva dirección para el campo del apego será sin duda definida por el
crecimiento de nuestra comprensión de la neurociencia, y probablemente surgirán
estudios para evaluar las diferencias en el estatus de apego combinados con
evaluaciones de fisiología, imágenes del cerebro y genética de la conducta (Main,
1999). Dichos estudios serán más útiles si no nos limitamos a simplemente tratar de
identificar “el” cerebro o sus correlatos fisiológicos de apego inseguro frente a seguro
sino si en su lugar incluimos valoraciones del estatus neurológico y/o fisiológico
hechos antes de una intervención clínica exitosa.
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Notas de la autora
1. Para ahorrar espacio, este artículo y el artículo que lo acompaña (Hesse y Main 2000) en este tomo del
Journal of the American Psychoanalytic Association, comparten una lista de referencias bibliográficas, que
son las que aparecen al final. Además, muchas citas individuales no han sido incluidas. Los autores
lamentan estas exigencias; sin embargo, los lectores interesados podrán encontrar los estudios
individuales mencionados en el citado resumen y artículos de revisión.
2. Las categorías desorganizada / desorientada del apego del infante, del niño y del adulto son descritas
en un artículo adjunto (Hesse y Main 2000; en este tomo del Journal of the American Psychoanalytic
Association).
3. Discusiones sobre el apego en lo que atañen en particular al trabajo clínico pueden ser halladas en dos
tomos de Consulting & Clinical Psychology (1996; Tomo 64, Números 1 y 2) y dos ejemplares de
Psychoanalytic Inquiry (1999; Tomo.19, Números 4 y 5); la revista Attachment and Human Development,
y muchos capítulos escritos por clínicos para el Handbook of Attachment (Cassidy and Shaver 1999).
4. Mientrás que Bowlby comenzó con un énfasis en la conducta de los infantes y niños pequeños, propuso
que los vínculos de apego existen durante toda la vida, como se ve,por ejemplo, en la conducta de base
segura que lleva a los miembros de una pareja a apoyarse el uno al otro en momentos de estrés (ver
también Hazan y Shaver 1994; Simpson y Rholes 1998), y en las respuestas frente a la muerte del
compañero, (ver Bowlby 1980).
5. La conducta y el lenguaje de algunos individuos no están lo suficientemente organizados como para
poderlo ubicar en una sola categoría. Algunos infantes ,al igual que algunos adultos, son repetidamente
inclasificables por lo que una quinta categoría “no clasificable” se está utilizando cada vez más, (Hesse
1996.1999ª).
6. Más tarde, una cuarta categoría de la conducta del infante en la situación extraña fue desarrollada y
descrita por Judith Solomon y yo (Hesse y Main 2000; este tomo), que llamamos desorganizada/
desorientada.
7. Entre estos métodos debo destacar que la evaluación del apego a partir de la conducta en la reunión a
los seis años de edad ha sido ampliamente reproducida en lo que respecta a la relación de apego en el
primer año de vida, así como también lo ha sido la evaluación de Kaplan de la respuesta de los niños
frente a narrativas relacionadas con la separación (ver Solomon y George 1999 para una revisión). Las
respuestas de los niños en el dibujo familiar también se pueden predecir a partir de la conducta hacia la
madre en la situación extraña en la muestra de Minnesota; pero, también, han habido varios estudios que
no han podido reproducirse por lo que los dibujos sobre la familia no deben ser utilizados nunca como una
forma de evaluar el apego con una sola herramienta (ver Main1995). Hasta donde sabemos, el análisis de
las transcripciones de las reuniones niño-padres y la respuesta de los niños a la presentación de una foto
familiar son propias de nuestra muestra.
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8. Para tres de los 26 infantes no se realizó el procedimiento o fue inválido (debido a enfermedad del
infante por ejemplo).
9. Muchas investigaciones subsiguientes, tal como nuestro estudio del Area de la Bahía de San Francisco
de 189 familias, han mostrado que la respuesta del infante hacia uno de los padres no indica cómo
responderá ante el otro. En otras palabras, un infante seguro con la madre podría perfectamente ser
evitativo con el padre. Estos hallazgos son, por supuesto, consonantes con la propuesta de que la
respuesta en la situación extraña hacia una persona representa una historia de interacción específica más
que el temperamento del infante. En el apéndice 1 se comenta que para la mayoría de los infantes
organizados en las muestras de bajo riesgo, los factores constitucionales probablemente juegan un papel
asimismo limitado.
10. Un meta-análisis que relacionaba varios esfuerzos de evaluar la sensibilidad materna con la conducta
en la situación extraña (de Wolff y van Ijzendoorn 1997) halló una asociación significativa pero modesta,
(con resultados más sólidos cuando el método de evaluar la sensibilidad materna y la muestra se
aproximaban más al de Ainsworth). Este resultado no es sorprendente dado el hecho de que no hay
disponible información acerca de cómo evaluar la sensibilidad y no hay investigadores que hayan
evaluado la sensibilidad a lo largo de períodos de tiempo comparable a la de Ainsworth.
11. Para probar esta inferencia, Nancy Kaplan y yo pedimos una vez informalmente a niños en las
diferentes categorías de apego que dibujasen sus familias y que dibujasen un osito de peluche. Varios de
los niños evitativos una vez más dibujaron a miembros de la familia sin brazos pero dibujaron el osito con
brazos y patas completas, incluso con sus pezuñas.
12. Puede obtenerse el protocolo de entrevista escribiendo a Mary Main o a Erik Hesse en el
Departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley, Berkeley, CA 94720, o por fax +
1 510 642 52 93. También se dará información en cuanto a formación en el análisis de la entrevista y un
listado de los entrenadores certificados en este momento.
13. Muchos lectores ya estarán familiarizados con métodos de evaluación del apego romántico a través
del auto-informe en el cual los sujetos se identifican a si mismos (ya sea a través de autoclasificaciones o
en respuesta a items individuales) como por ejemplo, seguros, desentendidos o preocupados (y algunas
veces como temerosos). Estos estudios presentan resultados interesantes pero no tienen relación o tienen
muy poca con la Entrevista de Apego del Adulto (ver Crowell, Fraley y Shaver 1999; Hesse 1999ª).
Los auto-informes sobre la relación con la madre o con los padres también muestran poca o ninguna
relación con la Entrevista de Apego del Adulto, (ver un estudio anterior realizado por Hamilton en la
revisión de Hesse 1999b).
14. Los críticos de Grice han observado que las conversaciones de los “verdaderos” entrevistados muy
pocas veces siguen su principio de cooperación ideal, pero esto no es un problema preocupante para
nuestro sistema, en el cual los grados relativos de adherencia a estas máximas han sido examinados a
través de varios entrevistados. Nosotros damos nuestra puntuación más alta (nueve) por coherencia en su
transcripción a muchos entrevistados que muestran transgresiones menores, como por ejemplo: “Si
verdaderamente quiere que le cuente esa parte de mi vida, va a ser una historia tremendamente larga”.
15. Somos conscientes de que la memoria es un proceso de construcción y reconstrucción; incluso en el
caso de individuos seguros (cuyas narrativas son consistentes internamente) los recuerdos pueden ser
inexactos.
16. Uno de los indicadores de un estado mental seguro con respecto al apego es una conciencia viva,
alerta a los efectos no deseados de los procesos inconscientes de tal forma que está afirmación es
tomada como un indicador de seguridad. Como recordara el lector el entrevistado seguro-autónomo del
que hablamos anteriormente informaba acerca de su frustración al verse en ocasiones actuar como su
propia madre intrusiva y enfadada.
17. Como la próxima entrevistada, ella podría sin embargo ser colocada en una subcategoría menos
prototípicamente segura de la EAA que lo que cabría esperar por ejemplo para la madre de un niño como
Ben.
18. En nuestra muestra, las situaciones extrañas se recogieron con el padre y también con la madre para
cada niño. Aunque, como dijimos anteriormente, la EAA del padre predice la conducta del infante hacia el
padre en la situación extraña así como la sensibilidad del padre hacia el infante (van Ijzendoorn 1995); la
conducta en la situación extraña hacia el padre no estaba relacionada con las respuestas de los
adolescentes a la EAA en nuestra muestra.
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-------------------------
Mary Main: profesora de Psicología, Universidad de California.
Este trabajo está dedicado a la memoria de Alvin Goren (1927-1996), miembro docente del Instituto
Psicoanalítico de San Francisco. La autora desea agradecer a la American Psychoanalytic Foundation, a
la Kohler-Stiftung Foundation, a la Harris Foundation y a la Sengstack Foundation por su aporyo. Está
agradecida a Erik Hesse por la crítica de este manuscrito, y a Diana Diamond por sus esfuersos enseñarle
a escribir para esta nueva audiencia.
El trabajo está basado en una introducción al campo del apego presentado en la reunión de otoño de la
American Psychoanalytic Association, 20 de Diciembre de 1997.
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Revista de Psicoanálisis aperturas psicoanalíticas ISSN 1699-4825 - Diego de León, 44, 3 izq - Madrid 28006-
España
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