Cristalescuentosde Lucas Rozenmacher
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Lucas Rozenmacher
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dedicatoria
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La Fiesta
No puedo dejar de recordar ese sábado del ´52 sin una extraña sensación, dado que ese
día se casaba Aurelia, la ultima y la mayor de mis primas solteras. Ese era un día, que para
Amaneció lluvioso, con una garúa espesa y molesta, cargado de nubarrones claroscuros
que teñían con un frío insensato la ciudad de empañados y resbaladizos adoquines negros,
Podría haber sido un día olvidable, un día como cualquier otro, si no hubiera existido el
extraño milagro de que la pobre prima Aurelia encontrara a un tipo tan resignado como ella,
decidido en llevarla al altar. Digo esto porque mi prima había llegado a los treinta y cuatro
sin poder enganchar algo hasta abril de ese año (el ´52), por eso fue que en poquitos meses
concretaron las formalidades del caso y decidieron llevar adelante el casamiento, siendo
a punto de espichar por culpa de un cáncer fulminante que le habían descubierto hacia poco,
o mejor dicho eso es lo que siempre creí entender, porque en esa época nadie me explicaba
nada, eso era claro, me decían, por tener poquitos años y además de todo ser mujer, cuando
crecí ya no pude volver a hablar del tema quedando entonces como cuenta pendiente.
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Este cáncer en cualquier otra situación hubiera llevado a la familia a tomar la decisión de
suspender la fiesta, pero ésta era una ocasión diferente dado que por un lado la tía
Concepción soñaba con ver a todas sus hijas mujeres casadas antes de morir y por otro lado
preparativos no generaba ninguna confianza, así que los grandes, incluida Aurelia, tenían
La tía Concepción sufría, como antes dije, de un cáncer al igual que la Señora,
encontrándose en ese momento las dos en idéntica posición, recostadas mirando la lluvia
pesada y los pilotos y pilotines que iban y venían resbalando en el espesor gris de la calle
A mí, mamá me había comprado un vestidito rosa, con un moño blanco de gasa en la
espalda, medias de hilo color marfil con dibujitos calados en los costados de las piernas y
unos zapatitos charolados blancos, pero como llovía, cuando tuvimos que ir corriendo para la
iglesia, el vestido terminó arruinándose un poco, porque como nos teníamos más que para
eso, para ir y venir de la iglesia tuvimos que taparnos con los cartones sueltos que habíamos
baldosas grandes, rojas con piedras negras incrustadas y mucho bullicio colectivo.
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Aurelia era de la parte más adinerada de la familia, tan adinerada decía la tía Di Pacua que
para la Felisa, "la más hermosa de la familia", había traído al cura de la parroquia de
enfrente hasta la casa de sus padres, que ofició la misa nupcial parado en un precario altar
hecho con un conjunto de cajoncitos y tablas, obra de ingeniería que había quedado a cargo
del carpintero del barrio. El cura parado sobre los cajoncitos realizó una inolvidable
ceremonia de casamiento que duró exactamente unas inolvidables dos horas y media, tan
inolvidable que muchos de mis familiares más grandes la recuerdan hasta el día de hoy. A
este eclesiástico gasto le agregó también una orquesta de tango con diez músicos, "un poco
malandrinos", como decía mi abuela y un cantante del barrio de los tachos, que durante toda
la noche y pañuelo en mano, susurró milongas y canturreó eternos dos por cuatro hasta que
el vino y los saladitos se acabaron y con ello lo pautado como forma de paga, así que al rato
tomaron sus cosas junto a los sanguchitos amarrocados a un costado del supuesto escenario
y se las picaron dejando, más temprano de lo previsto, de forma abrupta la fiesta adinerada.
Para las demás hijas también habían hecho grandes fiestones, pero para la Aurelita ya casi
no quedaba plata, para colmo la Tía Concepción que era la encargada de organizar las fiestas
y de hacer magia con la guita, se encontraba postrada por un cáncer en una cama y para ser
carácter" decía, pero como toda la familia estaba convencida de la oportunidad que no se
podía dejar escapar, hicieron oídos sordos y ojos miopes a la situación y decidieron
Ese mismo día en otro lugar de la ciudad se estaba produciendo algo parecido, es decir,
una mujer se estaba envolviendo en cáncer, que como una termita se la iba comiendo con
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Otra cosa que unía a estas dos mujeres era que el motor en cada uno de sus núcleos
vitales eran ellas y a ninguna de las dos, por una cosa o por otra, les habían contado que
estaban a punto de morir, así y sin más vueltas que esto, sólo morirse en el centro y a la
vista de todos.
Cuando salimos de presenciar la corta ceremonia de una hora y media en la iglesia para ir a
la casa de Concepción, donde se realizaría la fiesta, salimos corriendo con la Chuchi sin
dirección definida, nos habíamos perdido, pero al instante escuchamos la voz de mi primo
Julio y nos subimos a su Ford, sonriendo y secándonos con los dedos, nos acomodamos y
Al llegar los ojos se nos iban de la cara por tantos dulces, canapés y saladitos, pero como la
tía Alda decía que teníamos que ser educadas y señoritas, cada vez que nos ofrecían comida
teníamos que decir que no, al igual que si algún chico nos venia a buscar para jugar,
debíamos permanecer sentadas y sonrientes, sin equivocarnos, sin hacer nada, ser educadas
La fiesta se había armado alrededor de la cama de tía Concepción, que sonriente aplaudió
cada movimiento del vals nupcial y a rabiar con gestos de aprobación, cuando su hija
terminaba de bailar.
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Lo animados que se mostraban todos y el sonido acompasado de los acordes hacían que
más allá de la educación que nada me permitía, pudiera disfrutar de alguna manera la fiesta.
puerta y se encontró con dos tipos de bigotitos recortados, anteojos negros, que apenas
cubrían sus ojos y pilotos color caqui que les llegaban hasta la mitad de los tobillos. Estos se
presentaron como los jefes de manzana y pidieron que bajaran la música y luego que se
terminara la fiesta porque hacia minutos Evita había muerto por la misma enfermedad que la
tía Concepción.
A partir de la aparición de esos dos tipos y de la noticia que habían traído las caras
cambiaron mucho y las anécdotas comenzaron a aflorar en todas las mesas, que entre
que se hablaba no entendía, pero veía que dos tíos discutían sin escucharse sobre lo buena y
Por un lado, estaban mis familiares más cercanos puteando y defenestrando a "ésa" y por
otro lado estaban los familiares más lejanos, los hermanos de la Aurelia, que habían
cambiado sus ojos, su forma de mirar, el semblante del rostro, la voz mas endulzada, cuando
hablaban de "Evita". Yo, como la mayoría de mis primos no entendíamos mas allá de que
alguien había muerto y que nuestros familiares discutían aburridamente sobre esa muerte,
(en medio de una fiesta, de un evento “para toda la vida”), los únicos que no se metieron en
esa discusión fueron la tía Concepción, que tal vez se haya visto a sí misma reflejada en esa
muerte y a esa discusión como si fuera por y sobre ella y el tío Secundino, un tipo alto, con
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bigotes finitos de color negro, salpicados por una llovizna gris, tan densa como la que había
Secundino estaba sentado a un costado del sector que hacía las veces de pista de baile,
muy cerquita de Concepción, su prima hermana con la que pocas veces se dirigían la
palabra, con la que en toda su vida había hablado quince o veinte veces, siempre en
reuniones siendo conversación obligada el estado del tiempo, la ropa que alguien se había
puesto, nunca por supuesto un comentario que los involucrara a ellos mismos, o lo rica que
Los dos se miraban sin terminar de asociar que los dos estaban proyectando la muerte de
Evita sobre ellos mismos y al resto de la familia como a un público revolquero que criticaba
Secundino era considerado por todos como un tipo lleno de un encanto especial,
simpático y comprador, con un extraño carácter dado que todos de una forma o de otra
dulzura y tranquilidad cuando alguien lo necesitaba, hacía los chistes, zurcía las medias,
regalaba los dulces y sobre todo te escuchaba, era la más simple, la más sincera porque al
escuchar te hablaba, la antítesis de Secundino. Sin embargo, estos dos fueron los únicos que
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escapaban más temprano por las restricciones, mi primo nos llevaba a casa y ellos dos se
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El recuerdo
Comenzaba a llover en Buenos Aires, el empedrado estaba más grisáceo que de costumbre,
los zapatos charolados que llevaba puestos se reflejaban claramente entre el piso y las gotas
que caían de manera copiosa en esa mañana de julio de 1952, ese día no era un día lluvioso
como cualquier otro, ése era el día después de la muerte de Evita, mujer a la que había
conocido y que me había dado la mano unos años atrás en los campeonatos de fútbol
dio la mano luego de haber salido campeones junto con otros pibes que en unos años más
Mientras caminaba y pensaba en la ingrata fortuna de esta mujer paraba cada diez o quince
metros (más o menos) para respirar profundamente y mirar cómo me volvía a reflejar en el
Eran las seis y veinticinco y tenía que estar en el colegio a las siete menos cuarto de la
automática hacia la Institución, sin plata para el ómnibus, era fin de mes y mi vieja todavía
no había cobrado el sueldo del hospital, que había creado "el General", donde trabajaba
antes de entrar completamente a la escuela tuve que estornudar fuerte para que no me
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pasara nada raro mientras cantábamos la Aurora, porque eso podría llevarme claramente al
cadalso de las sanciones disciplinarias como traidor a la patria que era cualquiera que se le
bandera.
Luego de componerme para pasar el momento, pasé, canté junto a mis compañeros la
Aurora, perfectamente formados y afinados, respondí a mi nombre cuando fui nombrado por
la señorita y acto seguido nos dijeron que nos dirigiéramos a las “bañaderas” que nos iban a
forma, pero me adelanté a los demás, tal vez porque siempre fui muy inquieto y nunca
soporté tener que hacer todo en orden disciplinadamente y calladito, me subí al bondi y
cuando me encontré arriba frente a los asientos vacíos y esperando que llegaran el resto de
mis compañeros, caí en un extraño estado de depresión y tristeza, que fue de tal magnitud
que decidí bajarme por la puerta de atrás al ver que empezaban a subir el resto de los
chicos. Al bajar y enfrentarme nuevamente al piso miré nuevamente mi imagen, la lluvia era
colectivos y esperé pasivamente la aparición del transporte. En la parada había dos viejitas
medias regordetas vestidas de negro, con un chal del mismo color en la cabeza y los ojos
vidriosos de haber llorado mucho, sus diálogos eran casi inescuchables, hablaban a un nivel
menos unos setenta y pico de años las dos y parecían hermanas, al lado mío estaba un tipo
de cuarenta y dos años llamado Alberto que me preguntó con tono litoraleño "¿Usté también
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cómo había llegado a Buenos Aires y que gracias a Perón y Evita pudo traer a su familia a los
seis meses de estar trabajando y que esto y que lo otro, vino el colectivo y no sé por qué
cuestión me quedé mirando el estribo de subida, esperé un rato callado y sin pensar
demasiado al próximo colectivo que venía tan completo como el anterior y me subí, el
Al llegar al Congreso había una cola de más de diez cuadras con gente que iba de uno en
uno esperando entrar a ver la figura rígida detrás de un vidrio de la madre de los
desposeídos, por otra puerta estaban los chicos de los colegios como el mío y la cola llegaba
a pegar casi dos cuadras y media de extensión, ¡una eternidad!, mientras tanto yo me
acerqué lentamente por una puerta donde estaban parados todos tipos de trajes grises,
anteojos y bigotitos, me parecían todos muy parecidos y hasta creí reconocer a uno de ellos,
era el guardián de la cuadra, pasó un ratito y cuando vi que entraba un grupito de esos
hombres me mandé por el costado; cuando entré no lo podía creer, estaba al lado del
General Perón, que me dio la mano como en el Campeonato Evita y me dijo "gracias por
venir", quede shockeado, tanto que ni me acerqué al cajón de Eva, a los diez minutos me fui
despacito para la calle y me volví caminando hasta mi casa. Pasaron varios días hasta que
me di cuenta de lo que había pasado, al colegio volví a la otra semana, nadie me dijo nada
así que supongo que hasta el día de hoy no se dieron cuenta de mi ausencia en el micro y en
Muchos años después volví a recordar este hecho cuando en un River-Boca un amigo que
es hasta hoy control del club me hizo pasar gratis a la cancha, pero a la popular a media
hora antes de empezar el partido, razón por la cual no quería ni asomarme por la puerta de
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entrada porque sabía de experiencias anteriores que no habría ni un lugar disponible en toda
la extensión de la tribuna, fue en un momento que no puedo determinar que unos tipos se
pusieron a negociar por algunos pesos el pase por izquierda a la platea alta (General San
Martín), una buena ubicación para ver el clásico. Los tipos eran cuatro, todos más o menos
de la misma edad que yo, esperé hasta que terminaran la negociación y me les acerqué,
cuando vi que pasaban dos me les metí en el medio y pasamos los cinco, unos metros más
adelante uno de los cuatro me dijo "hijo de puta, vos sí que sos rápido, ¡no te perdés una
eh!. En ese momento volvió a mi mente el recuerdo aún fresco de la cara de Perón dándome
la mano y diciéndome gracias por venir, ese día volvía a perder algo.
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Horas
Porno se encontraba con la mirada errática, perdido en las manchas de humedad que
pintaban la pared lindante con su vecino, un jubilado de la Policía Federal, que luego de
haberse cogido a todos los detenidos que pasaron por sus manos, durante los años del
Proceso, creyó conveniente pasar al celibato policial y no intentar violar más mentes ajenas,
apedreamiento en Raja, en alguna parte de Israel, en donde una multitud enfurecida corría a
una mujer que había protegido a una chica de 16 años, cuando un tipo de 46 se casó de
prepo con la pendeja (merced a las costumbres del lugar) y en la primera noche se le
abalanzó con voraces gemidos pegajosos, señas éstas, de eyaculaciones precoces; y la piba,
acción, dejó que el violador se abalanzara sobre ella y su mano enfundada en una tijera,
mujeres a cargo del centro de atención y cómplices del encubrimiento de la infractora, fue
estrangulada por éste ante la vista de los familiares del novio y el aplauso de todos.
otra mujer era perseguida por su esposo y cientos de fieles seguidores de las buenas
costumbres, mientras el conductor en inglés rápido y apresurado estaba a los gritos diciendo,
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"que barbaridad, Peter, seguilos, seguilos hasta el final" y del otro lado una voz tan
regocijada como la anterior decía lo mismo, pero esperaba que alguno diera la estocada final
y el hijo de la mina se la dio. El cronista con una sonrisa disimulada se quedó con la imagen
congelada de la tipa desfigurada por las piedras y luego de un ratito pidió volver a estudios
centrales.
desatada desde hacía más o menos año y medio entre los integrantes de The Cure con
Las letras del diario, corridas por el sudor del repartidor al lanzarlo desde la camioneta
confesiones.
Smith y se veía a sí mismo frente a un espejo, pintado de blanco, pálido, triste. ¿Cuál es la
historia?, se decía al pasar a la superficie del newpop, siendo tatuajes sus dudas lisas como
El ostracismo cesó por un momento cuando de su codo y sus costillas, la pinza que
formaban agarrando "la novela y la vida" de Mariategui cayó al piso de canto, golpeando su
dedo gordo izquierdo, en medio de su uña que no llegaba a ser tapada por la chancleta que
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nombres, dos ciudades y dos mujeres no comprendía “niente questa situazione”, Porno
levantó el libro del piso, acomodó las hojas que se habían salido del lomo mal pegado, se
armó un fasito y volvió a acomodarse en el mullido sillón del living, frente a la mancha de
humedad, de coté al televisor, en eso el humo se mezcló dulcemente con el aire y junto a las
imágenes de una tragedia en Miami, con turistas marplatenses que habían sido devorados
El juego entre las imágenes, el humo y la cristálica mirada de Porno hicieron del aire y del
ambiente un lugar distinto, cálido pero distante. La luz del televisor siguió toda la noche, el
porro se consumió en los dedos helados por el vacío de pensamientos de Porno y sus ojos
continuaron abiertos hasta que el sueño, el aroma y la nada los cerraron por algunas horas.
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Huida
Siete de la tarde decía el reloj que colgaba sobre la rancia pared conformando un
cuadro imperfecto con la ventana que caía debajo de éste. El Instituto Los Gladiolos vivía un
día normal. Como en los días anteriores, yo me disponía a preparar la cena para los internos.
La misma no debía retrasarse a más de las ocho de la noche, porque con una merienda
borrada por el no pago de las obras sociales, los estómagos debían ser llenados a un horario
En este lugar, la costumbre de borrarlo todo ya era cosa de todos los días, un asunto
borrar la historia, los deseos, las pulsiones y para ello estábamos todos nosotros allí.
con un parque grande rodeado por una cerca perimetral, con rejas en las ventanas de las
habitaciones. Uno de los edificios era mixto, donde se encontraban los más socializados,
como acostumbraba decir el Director Médico, otros dos separados por sexos para aquellos
que todavía no terminaban de entender las pautas de la Institución y un último bloque que
quedaba para los sujetos que no mostraban ninguna intención de socializarse y poder ser
A este último lugar iban a parar aquellos que se habían portado mal, es decir quienes
no habían querido tomar sus medicamentos, contestando de mal modo, o quienes se habían
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cogido entre sí y no se dejaban coger por el calificado personal. En este lugar también caían
esos que contaban con causas penales graves y que además tenían el tupé de ponerse
ariscos, por último, también eran parte integrante del sector los que de alguna manera le
Alejandro era un tipo bastante complicado cuando llegó a Los Gladiolos con las
manos esposadas, arrastrado por dos policías, completamente drogado tirando patadas para
todos los costados, llorando y con el rostro completamente desfigurado, teñido en sangre
que se le había secado recientemente, con moretones extraños, justo debajo de los agujeros
encontraron casi ninguno de los dientes, la lengua se le trababa y frente a los aparatos
odontológicos Alejandro gemía cargado de terror. Frente a este cuadro todos los empleados
En cuanto pisó el lugar y los médicos certificaron que la policía lo había traído en
perfectas condiciones y que gozaba de buena salud, los camilleros lo arrastraron hasta el
depósito del Instituto, es decir al pabellón cuatro, lugar donde los médicos decían que debía
y los camilleros lo servían con sutiles golpes en la nuca, los riñones y los omóplatos con un
Pasaron más o menos dos meses y medio, tal vez tres para que el resto de nosotros
volviéramos a ver su carita por el Instituto, porque como decía el director, a los del cuatro
“no hay que dejarlos ver el sol hasta que entiendan cómo es la cosa en el lugar, sino no, no
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hay respeto” y con esa historia del respeto los dejaban por meses o años hasta que la
El mismo tiempo pasó hasta que todos volvimos a ver a Paulina, una chica de
veintiocho años, profesora de inglés con ataques de pánico y reacciones violentas, mandada
por un juez porque dijo que el llorar en clase frente a los alumnos era violento, invasivo y
pabellón de los hombres, enfrascada en una posición no convencional con dos tipos. Al ser
descubierta los camilleros la despegaron de sus acompañantes, luego “la atendieron ellos”, le
preguntaron cómo había hecho para salir y cuando la respuesta fue que con una felatio al
Cuando volví a verla estaba hecha una zombi, no respondía a su nombre y la sonrisa
se le había borrado de la cara. Lo raro con esta chica es que de haber estado en el pabellón
Uno, “el pabellón modelo”, cayó al cuatro y luego volvió aquí, donde yo demostraba mi
Fue en ese ínterin donde su madre pudo reencontrarse con lo que quedaba de su
niña, sin que ésta pudiera reconocerla, cuando la señora preguntó qué le había pasado, los
médicos le dijeron que “por suerte la reinsertamos en el medio, está fenómena”, lo que llevó
a la mujer hasta el juez que la había mandado a Los Gladiolos. A la semana y media, la chica
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troupe de niños ruidosos, sino porque tenía una adicción galopante a las pastillas, el alcohol
y la cocaína. Había asaltado tres kioscos, dos minimarkets y por último a una viejita a la
salida de un banco luego de cobrar su pensión. Allí fue que la mujer se pegó a la cartera,
Alejandro se tropezó cuando tironeaban los dos de la misma y de tan drogado que estaba se
Recuerdo bien esa situación porque en los noticieros con letras blancas en plaqueta
roja dictaban el informe fatal, “peligroso delincuente detenido luego de realizar un asalto con
rehenes, donde luego de una intensa balacera entre el comando ´panteras verdes´ y el
exitoso accionar por el cual rescató valerosamente a la anciana e hirió al agresor”. Por lo que
pude comprobar después esto estaba bastante alejado de la realidad, pero entre el noticiero
que no tenía nada para contar y la policía que por la presión de la opinión pública debía
encontrar a un tipo que, hacia robos con rehenes, la historia se hizo carne y terminó siendo
la realidad.
tiro calibre nueve milímetros que nunca había sido denunciado ni curado.
Con su renguera siempre tuvo una complicación, no podía caminar rápido y sus
movimientos normales los hacía con una dificultad infinita, pero cuando lograba canalizar su
odio tiraba una que otra patada que siempre terminaba en el aire, “contra el hombre
invisible” decían, contra él decía, pero siempre o casi siempre terminaba en el piso
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arrastrándose y a los gritos. Por estas actitudes fue y vino al pabellón cuatro infinitas veces y
cuando volvía venía cada vez más rengo y más torpe, se resistía, pero el físico no le daba,
además se veía en las caras de los médicos la decepción de que no lo podían volver más
tarado de lo que había entrado, siendo sólo las “duchas especiales” y los “submarinos” secos
Uno de esos días en que Alejandro se ponía molesto y quería más pastillas de las que
le correspondía, volvió al cuatro y a los dos meses volvió al tres y una semana más tarde al
uno, la misma semana en la que se escapo la profesora de inglés, con los internos
convulsionados. En esos días se acercó hasta la cocina Alejandro a ver qué había para la
cena y fumarse un porrito con los muchachos, donde no contó que él ese día se había
acercado hasta la oficina del director para hablar de algo que ya no recordaba y al abrir la
puerta encontró a la profesora en posición felina, con las partes traseras cerca de la cara del
Director. Cuando éste noto su presencia, de forma incómoda le contó que al parecer la chica
se había metido un tranquilizante en el culo para no tener que tomarlo, pero Alejandro nos
comentó que con la lengua no se busca una pastilla entre medio de los dos cachetes
femeninos. Junto a mí estaba mi fiel ayudante Chancleta, que con atenta mirada y un
escarbadientes clavado entre las muelas del costado izquierdo no perdió detalle. A la hora,
Alejandro se retiró a su habitación, que contaba con dos camas donde sólo se usaba una, la
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A las ocho en punto, cuando todo estaba listo para comer le pedí al Chancleta que
fuera a buscarlo, porque el rengo tardaba como diez minutos en llegar al comedor desde su
Pasaron veinte minutos desde que lo mandé a buscar hasta que aparece el Chancleta
detrás de la figura del Director diciendo que no encontraba a Alejandro por ninguna parte,
gesticulando con mucha vehemencia, entonces todos salimos a buscarlo luego de servir la
comida, como para que el resto de los internos no se dieran cuenta del vecino faltante,
porque siempre que ocurría esto se ponían tensos, violentos, llorisqueaban y comenzaban a
pelearse entre ellos y con los empleados del Instituto, teniendo como saldo electrochoques al
Entonces recuerdo estar buscando a Alejandro junto al resto hasta pasadas las doce
de la noche, dándonos finalmente por vencidos, como ocurría siempre. Luego, el director
todos aquellos que resultaban conflictivos o peligrosos a los intereses de Los Gladiolos. “El
paciente salió corriendo, saltó por encima de las rejas de dos metros veintiséis centímetros,
De esto nada más se supo, pasaron tres meses y nadie más recordó la situación,
teniendo como único momento para recordar el olor de los incineradores tiñendo de un aire
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El Atlante
Out sider decía una y otra vez el pequeño monigote que se había sentado a mi lado,
yo lo miraba, él a mí y repetía nuevamente las palabras “Out sider out sider”; una y otra vez
lo decía y mi paciencia se inquietaba, pero a su vez también mi curiosidad por saber qué
El viaje se prolongó varios kilómetros hasta que él se bajó en medio de la ruta (que va
camino a Pinamar y Gesell) a los gritos repitiendo aquellas palabras una y otra vez, corriendo
por el pasillo en forma de parabrisas, con sus ojos dirigidos hasta los míos sacándolos del
punto de encuentro una y otra vez. Llegando al ultimo escalón cambió sus palabras por las
de “atlante, atlante”, moviendo sus manos inquietamente, clavó nuevamente sus ojos, bajó
el escalón y se fue.
una intensidad tal que comencé a repetir en mi memoria cada uno de los momentos en los
que mi vecino había utilizado la palabra out sider, desde el primer momento al sentarnos
hasta el fin de su paseo, en el medio de la nada, a cuadras del mar que nunca había visto
pequeño bolsito de mano, uno de esos bolsos de cuerina vieja, mal teñido y resquebrajado.
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pero después entre despedidas y abrazos lo perdí de vista y con ello también lo saqué de mi
registro momentáneo de interés. Al subir al ómnibus, veo que unos amigos que habían
la mirada a uno de mis costados, al costado que quedaba de espacio entre mi cuerpo y la
parte trasera del asiento anterior, en ese hueco estaba parado respirando de forma
entre la gente buscando a alguien y por momentos clavando sus pupilas en mis amigos que
seguían frente a mi ventana pero rígidos (sonrisita tensa y continuada) frente a lo que en
mismo instante el tipo comienza con su out sider, out sider, pero una película clase “B”
Cuando el colectivo termina de dar la vuelta por la villa 31, él me vuelve a mirar, yo
no lo miro, pero siento su recorrido por mi rostro y mis manos apoyadas en el mentón, un
cierto frío incómodo me invade, aunque trato de restarle importancia a la situación y sigo
mirando la película en la que dos bandas, una de latinos y otra de coreanos, trata de ganarse
Como ya son las doce del mediodía, el copiloto hace las veces de azafato y nos
reparte unos sanguchitos de jamón y queso con un poco de mayonesa untada en los panes y
una latita de Coca-Cola para bajar el bollito de pan que acostumbra hacerse en esas
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se lo muestra y le dice “señor su sándwich” él vuelve hacia un lado y hacia otro sus ojos y
Al bajar del colectivo y poner los dos pies sobre el suelo de la estación de ómnibus de
Villa Gesell, pego una profunda aspirada con la mala suerte de que a mi lado pasa un
ómnibus que está llegando desde Buenos Aires y me llena de gas, puteo y la punta de mi pie
izquierdo golpea suavemente tres veces el piso aceitoso de la estación, recibo mi equipaje y
me marcho hacia el hotel frente al mar que ya había reservado desde Buenos Aires.
asomo a la ventana que daba al fondo de una casa media desvencijada y que siempre tenía
nenes corriendo por el parque y ropa colgada, prendo un cigarrillo y abro mi libro ( La
habitación cerrada de Paul Auster), sigo los pasos del vagabundo que Auster sigue,
acompaño las letras que éste hace y me preocupo, en el contenido de las paginas veo la
imagen del tipito del bondi moviendo lentamente su boca, gesticulando con extremada
exageración y diciendo, “out sider, atlante” una y otra vez mientras que desconcentrado
trato de seguir leyendo, mi vista se pone blanca, cierro el libro y me voy al baño en busca de
un vasito de agua para calmarme un poco, respiro fuerte, me pongo la malla y me voy a
Tirado en un médano siento detrás mío algunos gemidos, movimientos de arena y dos
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incorporo para mirar el mar y en la orilla pasan dos chicas con bikinis inhallables, que logran
con total rapidez sobresaltarme, detrás de los hermosos bikinis semi-invisibles un perro que
arremete contra una de las nalgas de la más alta de las chicas y un dueño de perro que se
tira encima del perro y del culo, la chica no recibe ni un raspón y termina acariciando al
perrito, su dueño hace lo mismo con ella, su amiga sigue sola y yo me voy al hotel
En las calles de Gesell durante el año nuevo pasa algo muy extraño dado que la
principal (la calle Nº3) se convierte en una mezcla de 18 de Julio y Sambodromo y todos
salen a bailar por el choricito central. En el malón de gente distingo al tipito, que con un
grita “atlante, atlante” varias veces, yo me mezclo entre las comparsas y lo pierdo, esa noche
vuelvo al hotel con la sensación de estar siendo perseguido, mirando a cada uno de mis
costados, hacia atrás y al llegar al cuarto decido leer, pero no el de Auster sino cualquier otra
cosa, al manotear en el bolsito marrón de los libros saco uno de Borges, Ficciones y lo abro
en sus primeras páginas, las pasé y llegué a un cuento, el tercero en orden de aparición, Las
ruinas circulares y al terminarlo me había quedado peor que antes, no sabia qué era lo que
me estaba pasando, sentía que era observado, perseguido y me preguntaba si era posible
que alguien me estuviera imaginando, que fuera producto del sueño de otro o que el tipejo
de palabras extrañas fuera producto mío o ambos de algún otro. Esa noche no pude dormir.
A la mañana siguiente de año nuevo volví a meter las pocas cosas que había sacado
del bolso y me fui a la estación a esperar el próximo colectivo, subí y encontré el asiento de
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al lado un pequeño almohadón con las siglas de la empresa bordados en el costado derecho,
me acomodé de cúbito dorsal y dormí el resto del viaje hasta Buenos Aires.
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Un momento eterno
Eran las ocho y cuarto de la noche cuando el televisor de la pieza se prendió frente a los
realidad él sabía que el aparato estaba prendido, pero su atención se había quedado en un
lugar amargo y preocupado. Su atención se había quedado pegada a esa botella avejentada
La botella era su dueña. Y era su dueña desde hacía más de dos meses, cuando lo que
sabía hacer y lo sostenía, se había caído al subsuelo, dejándolo perplejo, solitario y desde
luego borracho.
Agustín había perdido hacía dos meses el control de sus actos, luego de quedar en la calle.
Él era, por vocación y también por necesidad, corrector de una editorial importante de
Buenos Aires y desde más o menos seis meses a la fecha la empresa comenzó a
luego de comprar la nueva planta informática, que en los procesadores de texto ya traía
corrector ortográfico propio y lo peor fue que le exigieron como tarea, la de completar,
mejorar y actualizar los datos del “competidor” informático, para luego de esto, entonces,
poder rajarlo con la tranquilidad y confianza que les merecía su idoneidad para corregir
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aquello que estaba equivocado y perfeccionar todo lo que estaba bien, aunque eso en sí lo
dejara de lo peor.
admiradores y otros tantos admirados, para recordar épocas remotas, algunas de años y
Él, como todos ellos, solía ser un tipo jocoso, por cierto, algo alegre y por sobre todo
despreocupado y tenaz. Agustín era un tipo que se la pasaba haciendo chistes, un poco
sutiles a veces, un poco pesados y poco chistosos otras, pero de un modo o de otro, nunca
Su vida venía viento en popa hasta que le pegaron el raje y lo utilizaron para apurar su
propia salida. Con el correr de los días Agustín fue perdiendo sus estribos -si alguna vez pudo
sostenerlos- y además para colmo comenzó a leer asiduamente a Raymond Carver, un libro
que tenía en su biblioteca, por no precisar que éste era el único que le había quedado luego
Agustín bajo este marco leyó todo el libro dos veces, pero luego comenzó a centrar su
atención en dos cuentos específicamente, uno era cuidado y el otro era desde donde llamo.
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Cristales
El primero trataba sobre la relación entre un alcohólico que, luego de una supuesta pelea,
se había mudado solo a un pequeño departamento en el que estaba durante todo el día
borracho, pero con la rara particularidad de que pensaba que si solo tomaba (y comía)
champagne durante todo el día podría mantenerse sobrio. La cuestión es que ese día, lo
había ido a visitar su (ex)mujer para ver de qué modo iba a seguir la relación, dado que
La cuestión es que él al recordar que su "chica" vendría, quiso esconder las botellas de
champagne detrás del inodoro o algo así, hasta que la mujer descubre el juego, nota además
El segundo que lograba aterrorizarlo y dejarlo casi inmóvil, trataba de unos tipos que se
habían ido a una comunidad para hacer una cura de alcoholismo y se contaban con lujos de
detalles, como vivían, y las cosas horribles que habían hecho y que aún seguían haciendo a
lo largo de sus vidas, o secuelas indelebles que los marcaban de por vida, en sus cuerpos,
Por estos personajes habían pasado miles de gotas de alcohol que en sus esqueletos se
Lo que más le impresionaba de la historia era que estos tipos habían sido personas
"normales", sin problemas graves, aunque lo que más le impresionaba era que él, como
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Cristales
llevándolo a pensar entonces que en cualquier momento terminaría igual que un personaje
Con el correr de los días éste no podía controlarse ni controlar la situación, hasta que quiso
ponerse a trabajar en la novela que por tantos años había dejado postergada y notó que,
cada vez con más frecuencia, se encontraba imposibilitado para poder desarrollar al menos
una frase en forma coherente o incoherentemente unida, pero en definitiva y de algún modo
escrita.
Luego al no reconocerse, Agustín comenzó a ponerse cada vez más nervioso y sus ojos,
que en otro momento lograban cambiar de color -según la ocasión-, pero manteniendo su
brillo original, comenzaron a perderlo, esquivando las miradas y sus manos fueron
volviéndose cada vez más temblorosas y su cuerpo era consumido por un eterno cigarrillo
verde y por un mercado que de a poco, lo dejaba fuera, sin un peso, rechazado y
destrozado.
contorno.
Al ver este cuadro Agus fue convencido para llevar a cabo una asistencia, pero esto no
bastaba porque las botellas se habían convertido de manera galopante en un gran ejercito
Luego el psiquiatra lo empezó a dopar para que "durmiera", pero de esta forma lo que
lograron fue ponerlo aún peor, con temblores y llantos como única compañía, así que
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Cristales
manera ininterrumpida.
Al seguir con este tratamiento Agustín fue quedando sin voz, su sangre fue reinsertándose
no pudo apoderarse completamente de él, así que en ese momento Él se convirtió en testigo
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Cristales
Florero
Empezaba a caer el frío del atardecer en Buenos Aires, una llovizna pesada me
empañaba los lentes y mis papeles se humedecían suavemente, algo que logra poner
molesto a cualquiera, todo se moja, pero no lo suficiente. Rápidamente decidí tomar un taxi
Peugeot 504, supongo que era gasolero por el ruido a cafetera funcionando a todo vapor. No
tenía mucha plata, pero apurado por la necesidad de entregar una nota, que como siempre
me decían “tenía que estar para ayer, pero te la doy ahora”, lo tome sin miramientos.
El tipo que manejaba el auto era canoso, flaco, con un pullover amarillo y anteojos de
esos que son rectangulitos para la gente grande que quiere ver, tenia 56 años (edad que
una FM, en la que el locutor justo hizo un comentario acerca de que en Estados Unidos ya se
estaba pasando la moda de las rodilleras con los colores de la bandera norteamericana,
porque el bueno de Billie ya estaba en retirada, saliendo por la puerta de atrás del salón oval
molestar a su locutora, con voz acaramelada, que seriamente le hace parar el pito a uno
imaginándola como toda una bombona a punto para comer. La chica, que tenia veinticuatro
años, al parecer era cargada una y otra vez por el mandamás del programa y por toda la
producción, oyentes que no tienen un carajo que hacer y seguramente por algún boludo más
porque se le había ocurrido decir en su voz dulce, erótica y envolvente que nunca en su
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perra vida había cogido, jurando y perjurando que era virgen y que no terminaba de
entender por qué se había puesto de moda esa cosa de usar una rodillera por algo que
Mientras, entre risa y risa del taxista y del estudio, en un semáforo se nos paró un
hombre de más o menos treinta y pocos años, lo que dio pie para comenzar a comentar la
situación económica, la malaria, el miedo, ahí el tipo me dijo que él tenía miedo de toda la
gente que veía en la televisión, matándose, robando, pero que de ninguna manera podía
justificar esta violencia por el estar desesperado, eso por supuesto era una respuesta a mi
justificación progre, pequeño burguesa de que la culpa de todos los actos de violencia la
tanto que su tono se violentó y yo me preocupé, pero después al ver que me decía “la
violencia no era justificable bajo ningún punto de vista”, me tranquilicé y casi sin darme
para conocer las penurias de los demás. Hacía un año que trabajaba como periodista para
una revista femenina que escarbaba en historias de vida de gente que la había pasado
pésimo toda su vida y que de repente pafff, lograron salvarse o de un cáncer o una
cosa en esa puta revista, pero en ese año nunca hubo un testimonio tan sincero y rico como
tiraba cambios, doblaba esquinas, encerraba motos y era encerrado por bondis, “Mira, como
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ya te dije a mi no me parece bien que la gente sea violenta, no lo justifico para nada, para
Yo, que trabajaba todo el santo día, una vez llegué a mi casa un poquito más
temprano, porque el colectivo había llegado más rápido que de costumbre y me encontré con
tipo, un vecino que no me caía nada bien. Te juro pibe que en ese momento podría haberlos
matado a los dos, o me podrían haber matado yo, claro, pero por suerte tuve un segundo de
lucidez y pensé con la cabeza y me dije, ‘no, yo quiero a mis hijos, porque si acá pasa algo
ellos se quedan solos y esta mina de ellos se olvida’. Así que recapacité y no les hice nada,
que me pasaba.
En ese momento era un tipo joven, como vos ahora, y vivía en Montevideo, entre
Barrio Sur y Palermo, trabajaba todo el día como un descosido, no tenía tiempo para nada,
me descuidé apareció ese ‘florero’, que no tenía que hacer nada, solo ir a trabajar, tomarse
una grapamiel y después andar dándole vueltas a la mujer que le gustaba, regalándole
alguna vez una caja de bombones o un ramo de flores, haciéndole la corte como a las
mujeres les gusta y pasó lo que tenía que pasar. Imagínate que si a mí se me ocurría
regalarle un ramo de flores como un tonto me ponía a pensar que si hacía eso era menos
plata para los botijas, cuando la cosa no pasa por allí porque se puede hacer todo, pero no
me daba cuenta de eso, o mas bien no lo quería entender, bah..., ni pensar che.
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Después de un tiempo no aguante más, entonces me separé y me vine para acá, para
Buenos Aires. Pasaron unos pocos meses hasta que me volví a Montevideo para buscar a mi
mujer y a mis hijos, cómo te lo podría explicar, compungido, no podía estar sin ellos, pero
pss, que se le va a hacer, las cosas ya no eran como antes, por esa cuestión de la
desconfianza, los vecinos, el ambiente, así que al tiempo nos separamos para siempre.
Y con esto que te cuento, yo no digo que ella fue una mala mujer porque se fue con
otro hombre o porque me dejó de querer, no, lo que digo de ella, es que fue una mala mujer
porque no me dijo las cosas de frente, porque no me dijo lo que pasaba en la cara. Es como
si un día en un trabajo viene el jefe y me dice de frente que tienen que reducir personal y
que me toca a mi, ahí no me puedo enojar con él, porque me lo dice de frente, con una
mujer es lo mismo, que sé yo, pss, es la confianza, es el respeto mínimo, ¿me entendés, no?.
Mira, yo creo, no, en realidad estoy convencido de que, si no hubiera tenido que
trabajar todo el día para poder mantener la casa, la mano hubiera sido otra y con esto te
digo que yo no era ni un borracho ni un mujeriego que andaba con otras, pero no le
prestaba atención a mi mujer. No sabía nada de lo que le pasaba y todo eso porque me
preocupaba sólo por conseguir la plata para la casa y nada más, porque allá, en Montevideo
Habíamos llegado al final del corto recorrido que separaba mi casa de la redacción, mi
nota esta vez eran los desengaños amorosos, por lo que estaba más que interesado en lo
que me decía, unos minutos antes de que terminara de contarme la historia el destino del
tránsito me había dejado con la incertidumbre, pero antes de bajarme el tipo me agarró del
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brazo y mirándome a los ojos con un suave movimiento me sentó, la historia no había
Sentado entre el asiento y con un pie afuera del auto, mojándome las únicas zapatillas
que tenía, que además eran nuevas el tipo me dijo, ‘Igualmente te digo que me volví a
casar, va a juntar ¿no?, aunque es lo mismo, con otra mujer después de dos años de estar
separado y ... aunque vos no lo creas no me costó nada, nada confiar en ella, porque esta es
otra relación (y gesticulaba con la mano para arriba y para abajo juntando los deditos gordo
e índice, como Carlitos Bala), por suerte encontré una buena mujer, una de verdad, pero
esta vez no me quise equivocar y empecé a darle otro lugar, ¡siii!, otro lugar. Si vos querés
salir con tus amigos o ir a jugar a la pelota o a comer un asado lo podes hacer, pero también
tenés que saber que un fin de semana le tenés que decir a tus amigos que esos días vas
hacer lo que quiera tu mujer. Y tenés que saber que si llegas cansado un sábado y tu mujer
te pide ir a la costanera o a Palermo, decís ’vamos’ con la mejor cara de boludo que tengas y
listo el pollo. Yo me di cuenta que hay que preocuparse por la mujer, hay que darle libertad,
dejarla salir a trabajar y sacarla a pasear, prestarle atención y con esto que te digo no quiero
decirte que ella te lleve con un bozal, ¡nooo, de ninguna manera!, pero tenés que hacerla
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¿naranjo en flor?
Desde hacía mucho Nacho se boicoteaba a sí mismo, nunca terminaba nada de lo que
empezaba, dejaba a medias cada cosa que hacía, cada cosa que le gustaba la abandonaba
cuando comenzaba a sentirse bien, cuando no podía abandonar las cosas tensaba todo para
que la otra cosa o persona lo abandonase, no siempre tenía suerte, pero se las rebuscaba.
Ese día el aparato musical escupía Naranjo en Flor en muchas versiones, desde Goyeneche
a Calamaro y siempre se detenía en una parte de la canción, porque “primero hay que saber
sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento”, ¿qué carajo quiere decir
esto?, se preguntaba, yo siempre se sufrir, es lo único que sé, pero no lo disfruto, después y
entre medio amo, pero le tengo miedo y ... ¡sin pensamiento! Sería el mundo perfecto,
pero...., ¿cómo mierda hago para andar así, tanto leer a un montón de pelotudos que me
hablan del pensamiento que no me atrevo a andar sin él; porque tanto machacar con eso de
que el hombre debe pensar para comunicarse y así constituirse como hombre, como sujeto
que objetiva y construye, no se, eso me da miedo.
Mientras tanto este se encavernaba cada vez más y la voz gastada de Goyeneche se le
mezclaba con la dulcelechosa de Calamaro y volvía una y otra vez sobre la misma duda, al
final, ¿qué carajo hago?, se decía; se había dedicado a terminar su carrera y se auto
boicoteaba perdiendo el tiempo una y otra vez discutiendo con un inconducente trotskismo.
Había tratado de terminar su novela y en cada sesión de trabajo se deslizaba hacia una
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novela nueva, nunca la misma y nunca novela, un poema tras otro, un fracaso tras otro que
acortaban los deseos y la esperanza de continuar con lo empezado.
Y seguía “...después que importa del después toda mi vida es el ayer que se detiene en el
pasado” él escuchaba y se preguntaba ¿qué pasado?, el de no haberse sentido cómodo
nunca en ningún lugar, el de haber sufrido al estar en el lugar equivocado en el momento
equivocado, ¿qué pasado?, se preguntaba, trataba de interpelarse sin éxito.
Nunca había creído ninguno de los proyectos que había encarado, nunca se había creído a
él mismo, ahora le llegaba la hora de ver que nadie en realidad le creía y que además no era
una buena simulación la que intentaba hacer. Había sido descubierto, pero no sabía por qué,
cuál era el motivo por el que lo etiquetaban de estar mal, no entendía el motivo por el cual
todos decían que estaba mal y alimentaban el mito del blues, cuando él sabía que su
estrategia era tocar sin parar, hacer del blues su constitución de personalidad.
¿Cuál de todas sus cosas eran las que lo hacían estar mal frente a sus amigos?, ¿era por lo
mismo?, ¿era por otra cosa?, ¿habían descubierto un mal nuevo? Eso lo preocupaba aún más
que sentirse mal por sus propios medios y reconocerse a sí mismo como un chico con
problemas, el no saber cuáles eran esos problemas, el no entender qué era estar mal para
los demás o el ver que al final de cuentas toda su ineficacia para la vida descubierta por
otros se le empezaba a volver en su contra.
¿La senda del perdedor?, nooooo, eso nunca se lo había planteado, ni se le pasaba por la
cabeza, ni Hollywood ni el éxito en el colectivo era lo que le preocupaba sino algo más
pequeño, pero más complicado, el no poder hacer nada de forma constante y que sólo sea
constante el abandono. “No quiero ser Reuteman que no pudo ni empujando llegar al final”,
el problema era no poder llegar al final, no ser reconocido, dado que a través de un extraño
sistema de creencias había logrado imponer un mito que ni él quería.
Ahora la pregunta era ¿habré pasado a ser un tontito al que hay que resguardar, un
inservible, alguien al que la compasión es la primera reacción que emana de los demás?,
¡que horror! Pensaba y sus lágrimas empezaban a recorren su interior, sin mojar el rostro,
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tragándose las ganas de expresar lo que sentía, como siempre le había pasado con las cosas
que le importaban realmente, nunca decía lo que pensaba, lo que le molestaba, solo las
boludeces que los demás querían escuchar, ¿habrá llegado el momento de cerrarme por
completo? se preguntaba, y comenzaba a golpearse la pera sin entender por qué lo hacía.
Cuando terminó el disco lo volvió a poner una y otra vez, pero cada ocasión en la que se
paraba lo hacía sin salirse de la caverna depresiva que lo tenía como huésped.
Y al rato volvía en sí mismo a través de la canción y se decía, “claro, ‘al fin andar sin
pensamiento’, seguramente yo salí de alguno”, NO, “el camino huyendo del camino y el
pensamiento huyendo del pensamiento”, se volvía a repetir junto al libro de Ibañez, ¿la
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lectura me habrá hecho mal?, se preguntó, no creo, nunca tuve demasiada, sólo vivir, sufrir
y al fin andar sin pensamiento..., perfume de naranjo en flor.
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Es de noche y estoy terminando la décima cerveza, las luces golpean sobre las paredes, los
sonidos me envuelven y el ambiente me aprisiona cada vez con más fuerza, al rato caigo en
En el principio me encuentro con Kim Basinger o alguien parecido, le doy un beso y luego la
acaricio, pero cuando el bretel comienza a caer ella se esfuma y yo muy desorientado me
pongo a llorar.
Después tengo uno de esos ratos vacíos que se pierde en algún lugar, un rato inolvidable
arranco el aparato genital sin que se vierta sobre el piso ni un poquito de sangre, enseguida
empiezo a mirar el pito con las dos bolas, todas llenas de pelos (con cierto toque de
fragilidad), las beso y comienzo a juguetear con un alfiler que aparece firme entre mis dedos,
que como este alfiler se encuentran fríos y serenos, los juegos y los mimos que le hago a las
bolas de a poco se van transformando en un acto agresivo, entonces me asusto y dejo sobre
un costado (que no puedo definir bien cuál es ese costado) el alfiler que cada vez parece
más filoso, tenso y amenazante, yo las vuelvo a besar y coloco todo en su lugar, dejo de
escucho.
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El sueño sigue un rato más pero con menos fuerza por lo que disminuye la tensión
volviendo casi a la normalidad. Me doy vuelta, me destapo y caigo en otro lugar con otra
despeina, yo me asusto, no me había dado cuenta, pero ya estaba caminando por la calle y
además estaba a punto de cruzar la avenida que separa la plaza Constitución de la estación.
Luego del susto me ubico y me veo viendo a una mujer de cara muy rara, toda cuarteada y
muy desgastada, junto a esta mujer, con algo raro en su rostro, hay un gordo policía, de
entonces caigo y me doy cuenta, ella no es más que un él (dado que su figura jurídica es la
masculina y su figura mental es la femenina, llegando a la situación por la que para el cana
su figura no es más que nula). Él es un travesti, uno de la clase popular, al rato caigo y
entiendo por qué parece mal tallada, al no tener nada del tiempo vital, la vida la llevó por
delante atropellándola. Luego la situación parece calmarse y los dos se prenden un cigarrillo
pero ella le tira el humo en la cara, el policía se enoja y la escupe, vienen otros dos tipos,
también vestidos de policías, que salen de la estación, la golpean, luego la meten dentro de
se la llevan. ¿A la comisaría?, quizás, o tan sólo al albergue transitorio que está a la vuelta,
que seguramente les dará un turno gratis si no se les ocurre ir a molestar, si sólo se les
El sueño se vuelve a perder por un rato, hasta que un avión aterriza en mi jardín y bajan a
saludarme Leo Dan y la Pradón. Al tipo se lo ve realmente caliente, sus ojos se enredan
sobre las tetas de la mujer, los míos también. De repente los pezones de Alejandra explotan
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sobre nuestros dientes y empezamos a succionarlos hasta que nos damos cuenta de que
esta mujer es virtual, entonces desaparece, por segunda vez exploto de ganas pero no
puedo hacer nada, ni masturbarme, nada puedo decidir, porque esto es un maldito sueño y
casa de una chica que vive en un país en guerra, yo también vivo en una que todavía no fue
declarada. Ella está tirada detrás de una silla, bajo la mesa, temblando. Sus ojos taladran los
míos hasta que su boca escupe el miedo que tiene dentro, yo no le contesto nada, sólo la
abrazo, entonces ella de a poco se calma, pero llora, yo la beso, ella me abraza.
Más tarde salimos a su jardín, lleno de cráteres, humo y polvo (también hay mucho olor a
pólvora). Cae una bomba, yo me tiro al piso, ella se ríe, yo me levanto, ella me toma la mano
y salimos a caminar sobre los jardines vecinos. Yo piso las flores, ella las arregla con una
maquinita, made in Japan, ¡que tipos avanzados! ¿no?, se la devuelvo y vuelvo a mirarla en
Es mucho más tarde, pero también es ahora. Detrás nuestro hay cada vez más gente, son
los amigos y amigas de ella, nuestros enemigos. Todos juntos, a coro, me explican que hay
un baile por lo que mi rostro demuestra una felicidad inexplicable. Luego vuelven a
explicarme todos juntos que no había por qué alegrarse, sino tan sólo cuidarse mejor
durante la fiesta, porque al final de cada fiesta se realiza un sacrificio y como debutante para
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esta yo llevaba demasiada ventaja sobre los demás, empiezo a bailar y me besan las orejas,
Aparece un unicornio, me subo a su lomo y empezamos a volar. Desde abajo nos disparan
por qué, pero creo que los de abajo son los miles de primos, no reconocidos, que Cupido
dejó en el comienzo del universo desperdigados por un mundo aún no delimitado. Sigo
sonriendo hasta que las flechas empiezan a transformar mi remera, que en el centro lleva
estampada a una mujer desnuda y con alas, en un montón de tiritas, dejándola hecha
harapos. Yo me asusto, pero me asusto más al pensar que en realidad los arqueros son los
estética kitsch, convirtiéndome aunque ya pertenezco sin todavía saberlo. Luego caigo
interminables veces hasta que en un momento me caigo sobre un chiquero, lleno de barro y
mierda, super oloroso. Mi unicornio reanuda el camino por tierra, sus alas se cortaron y las
Seguimos el viaje, sin saber a dónde ir, como a los tres o cuatro kilómetros de recorrido veo
que en el piso caminan perezosamente tres chinches que parecen aplastadas (pero que no lo
están, estas cosas son así), y además descoloridas. Les digo ¿quieren acompañarnos en
nuestra larga travesía hacia cualquier lugar, hacia algún lugar?, por lo que ellas después de
dudar durante un rato me responden a trío ¡si!. Luego todos juntos emprendemos el viaje
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Estamos en medio del campo, el cielo está gris y aburrido, nosotros seguimos por el
camino, que por cierto no está muy bien delimitado, hasta que vemos el impreciso reflejo de
un caballo y también vemos el oloroso té hecho sobre la mierda del caballo. Todos nos
miramos y en conjunto nos abalanzamos sobre el brebaje, luego se nos corta el aliento,
nuestras manos tiemblan sin parar, las caras se nos deforman y los dientes se agrandan. Los
colores del lugar mutan con extremada violencia del gris y los pasteles y del clima tenue y
ambiente tiembla y nosotros también. Entre medio de la danza de los colores cae una lluvia
de babosas que se nos pega por todo el cuerpo, nosotros somos invadidos por el terror, ellas
también. De pronto los colores vuelven a la normalidad y todo se tranquiliza aunque las
babosas siguen al acecho hasta que yo con voz firme, segura y decidida, como sabiendo bien
qué quiero decir con cada una de las palabras que digo, aunque en realidad no estoy seguro
de nada, en primer lugar porque tengo miedo y mis acompañantes también y en segundo
lugar porque estoy demasiado mareado para estar seguro. ¡¡¡Las invito a ustedes babosas, a
ser las guardianas de nuestra travesía hacia un lugar sin saber cuál es ese lugar, siendo para
ello posible cualquier lugar, siendo tal vez necesario encontrar algún lugar.!!! A lo que las
babosas responden, sin antes dudar sólo un instante a decir verdad,... y luego de un claro
suspiro dijeron no, ni locas, pero los acompañaremos hasta el pueblo vecino, no sea cosa
Al rato la travesía sigue y cae la noche, aunque tal vez no y se hace de día, vemos a lo lejos
nuevamente al caballo, él lucha contra sí mismo, llora, nosotros llegamos y nos detenemos
frente a él, éste nos manifiesta su desesperación -se quiere suicidar-, yo me preocupo, no
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quiero ver sangre (esas cosas me dan asco), las chinches sí, por algo lo son. Pasa un rato,
todos miramos al caballo que comienza a convertirse en un lagarto, se oyen sus quejidos.
llora cada vez con más intensidad, diciéndonos a gritos, ¡No, no quiero convertirme en una
cartera!, se vuelven a oír sus quejidos y él vuelve a gritar. Mientras tanto yo me le acerco y
le pregunto con un tono entusiasmado y a la vez cansino: Noble y fiel potrillo, ¿quieres
acompañarnos en esta, nuestra travesía hacia algún lugar, siendo este ninguno en especial?.
En ese preciso momento se oye detrás de mis hombros la voz aguda y chillona de una de las
chinches -muy nerviosa y ofuscada- que dice sin que un solo pelo se le mueva, ¡de ninguna
manera!, me opongo terminantemente a dicho proyecto, esta cosa no puede venir con
nosotros porque sin ir mas lejos, seguramente se comerá algún sapo y nosotras no
queremos que los sapos sean comidos. Aquí se produce mi primer desencanto y mi primera e
incómoda molestia personal, no sé bien por qué se produce esto, tal vez por querer salvarle
la vida al caballo-lagarto, o tal vez, con mayor seguridad, porque esta actitud significa una
clara situación en la que se pone en duda mi liderazgo. Enseguida el caballo cae a mi lado y
se deshace, todos lloramos incluidas las chinches, luego nos miramos y escupimos al aire, al
una vuelta la acción vuelve a desarrollarese alrededor de Doña Kim, yo aplaudo y ahora ella
se abalanza sobre mi, besa mi cuello, yo me sonrojo, sigue por mi pecho y mi respiración se
bien oscuros, brillan, el pelo muta en castaño y sus labios se hacen grandes y apetitosos
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como el mundo entero. Yo sonrío, ella también, nos miramos, ella me abraza y baja hasta el
cierre, ahora mi sonrisa -toda mojada- queda grabada en mi rostro, que se refleja sobre su
espalda sudada, ella va a besarme con su boca de fuego y el despertador comienza a sonar,
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Felizmente
“Quien habla no esta muerto” nos dijo una vez Alberto Girri, pero el misterioso señor
Maltrapo parece no hacer mucho caso a lo dicho y se calló la boca, guardando sus palabras
en los cajones memoriales que se abren desde su cuerpo, un cuerpo cajonado con mangos
de colores y uñas de metal, entreabiertos, con cosas colgando (tal vez pañuelos, tal vez otras
Sí, podríamos decir al igual que Dalí en algún momento, Maltrapo es un gran mueble con
cajones que guarda dentro de sí los recuerdos que en otros momentos lo hicieron feliz e
infeliz, es decir que guarda y que se aguarda en su memoria y sus palabras, palabras que en
Malt, comenzó la historia de sus cajones memoriales un día en el que su novia, Jorgelína
Manparosa, lo dejó duro contra una esquina al decirle que ella estaba perdidamente
Seducción era una chica excitante, de la que Maltrapo también estaba enamorado y con la
que había cogido varias veces, pero que por su cobardía y por su orgullo mancillado, prefirió
no decirle nada y perder para siempre a sus dos mujeres, que de una forma o de otra le
exprimían todos los jugos que pudiera brindar, hasta su propia sangre, que luego de este
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Pero volviendo a la ubicación en tiempo y espacio para saber quién es este Maltrapo,
diremos que es un joven de unos veintitantos años de fregar pisos, de mirada torcida y ojos
mucho tiempo, por su madre, una palangana que lo había parido luego de llevar en su
interior el agua con jabón para lavar el patio durante cinco años. Es decir que al nacer éste
ya era un maltrapo, fue por eso que entre todos los utensilios decidieron ponerle Maltrapo y
“Pelotudo”, el segundo cuando todavía conservaban una cierta dosis de cariño y el mote de
“inútil” cuando no se lo bancaban más. Demás está aclarar que la mayoría de las veces lo
llamaban de esta forma, por lo que este muchachito fue formando alrededor de sus ojos una
aureola de NH3, que iba consumiendo el resto del trapito de piso, hasta dejarlo casi como un
hilo.
Hilo era como le decía su mejor amigo, El Negro Cucarachón, con quien se habían hecho
como hermanos luego de que El Negro viera que Hilito, lo único que hacia al limpiar el piso
era dejarlo en el mejor de los casos como estaba, si no, lo ennegrecía mucho más.
Con El Negro, Maltra conoció lo que era la amistad, los códigos, los secretos, las pasiones,
los sentimientos y los momentos en los que debía fingir odiar el mundo de su amigo El
Negro, para que así y en esta forma pudieran sobrevivir los dos.
Todo venía bien hasta que en la casa comenzaron a notar que Maltrapo no limpiaba nada,
sino que dejaba todo cada vez más roñoso y que cuando lo querían usar para matar a una
cucaracha (El Negro), siempre fallaba. En ese desenmascarante momento los dueños de casa
decidieron tirarlo a la basura, “porque este trapo de mierda ya no servía más, querido”, fue
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la explicación que la mujer le dio a su marido cuando éste le preguntó por Maltrapo para
limpiar la mierda que el perro había dejado en la cocina, a lo que el marido le contestó “Ah,
esta bien, ¿dónde esta el trapo nuevo?”, y así , luego de veinte años (y un poco más
también), Maltrapo había pasado al olvido sin más contemplaciones que la búsqueda
inmediata de su reemplazante.
En un principio Maltrapo estaba feliz en su nuevo hábitat, el basural, dado que ahí él podría
jugar a gusto e piacere con su entrañable amigo El Negro, pero como todo en la vida, El
Negro quería seguir estando en la casa más que en el basural y para colmo sus amigos lo
guardián de los roñosos había culminado. Maltrapo era un inservible y por influencia de Juan
Ratón, El Negro comenzaba a cansarse de “Hilito” y cada vez con más frecuencia no
Maltrapo, como siempre, no sabía si debía sufrir o tomar lo ocurrido por natural, pero la
cuestión era que cada vez más seguido lo prendían fuego y que en un momento sólo sus
ojos bordeados de ácido seguían presentes y lo único habilitado a hacer era mirar cómo los
morder uno de sus ojos y se intoxicó y luego murió. A partir de ese momento Maltrapo pasó
a ser llamado como “Maltrapo el capo”, con una cantidad de cien alimañas a su cargo y una
Una venganza que no sería simple ni unidireccional, una venganza organizada para hacer
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usado, una venganza contra sus amigos, sus familiares y sus dueños, una venganza contra
decisión y ordenó a sus cien alimañas súper entrenadas matarlo a él por ser tan pelotudo.
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el ancla
“Lucas, este trofeo que vos ves arriba del mueble tiene una historia particular, que
guardé por muchos años, porque en realidad no me incluía a mí solo, sino a cuatro personas
más.
Era en verano y hacía cinco años que el campeonato nacional de natación en lagunas
Sabíamos que la cosa venía mal porque habían llegado para competir un par de
nadadores ganadores de pileta libre, natación en río, natación en mar abierto y de otros
torneos menores en lagos y lagunas. Como verás el panorama no era muy alentador que
La noche anterior de tanto pergeñar cómo haríamos para ganar el torneo se nos pasó
la hora y llegamos a las cuatro de la madrugada; entre risas y vino tinto, nos quedamos
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Al otro día, nos dirigimos a la laguna con la modorra y la resaca de quien confabula en
Cada equipo tenía un bote de apoyo, con un salvavidas, agua para tomar, gritos y
fuerza de miradas que hacían que el nadador sintiera el impulso necesario para poder
éramos la esperanza de todos, los hijos pródigos que querían decir basta de dominio foráneo
de tipejos del Tigre o del Paraná, era la hora de los laguneros, la hora de Chascomús.
largada. Juan salió como rayo y nosotros al lado a los gritos mirándolo fijamente, sintiendo
que estábamos a mil nudos por segundo. En algún momento el chueco González levantó la
mirada y vio que esos campeoncitos le llevaban a Juancito como veinte metros de ventaja,
nos codeó sin decir nada, levantamos la mirada y automáticamente nos sentamos en el bote
que se movió como Moby Dick contra el ballenero, Juan notó que no escuchaba más gritos
de dale campeón, paro y nos dijo, “eh muchachos ¿qué pasa?”. Cacho, que siempre fue
rápido para las respuestas, le contestó “nada campeón usted siga”. Mientras el Chueco
González se acercó al ancla, lo miró a Juan y le dijo en voz baja, “vení, vení campión que te
paso el ancla por abajo, te paso”. Juancito hizo caso y se puso bien pegadito al bote, se ató
a la cintura la cuerda del ancla y al grito de uno dos, uno dos comenzamos a remar.
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la madre de Juan que decía “dale nene, dale mostrales a todos lo que aprendiste en
Nos detuvimos un segundo por la risa y Juancito, que además de nuestro esfuerzo
reaccionamos. Al ratito habíamos pasado a casi todos menos al campeón de carreras en mar
Desde afuera ya se sentían las puteadas contra estos dos atletas que tuvieron un
dos bestias que nadaban como un tiburón en celo. Nos dimos cuenta de ello porque
aprobación.
Habiéndole sacado a esos animales unos cien metros de ventaja y faltando veinticinco
metros para llegar a la meta le dijimos a Juancito que se desatara la soga y nosotros
No sé si tardamos mucho o esos turros nadaban demasiado rápido que cuando nos
dimos cuenta a Juan le faltaba metro y medio y a los otros dos les faltaban tres metros. En
definitiva fue un final agónico, porque Juancho llego con un dedo de ventaja al nadador de
Nos dimos cuenta del detalle y le pusimos una frazada como toalla.
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Esa noche todo el pueblo nos hizo sus héroes llevándonos en andas y convirtiéndonos
Así fue que cada año uno de nosotros compitió por el título, hasta que no se por qué
uno de los botes. Nosotros salimos en el lógico último puesto, manifestamos a la comisión
organizadora que nos sentíamos mal por haber perdido y que sería conveniente la disolución
del campeonato. El Intendente y la comisión directiva del evento aceptaron y de los últimos
Como verás ésa es la verdadera historia de ese trofeo que tiene algo de apócrifo y
algo de cómplice; para el segundo campeonato todo el pueblo en voz baja sabía que el bote
tenía un secreto inalienable, por lo que este secreto que hoy te confirmo es una verdad
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Cristales
So Cruel
sonar el teléfono y él se siente libre al no atenderlo y dejar que el contestador lo haga por él.
La ducha comienza a tocar la típica melodía de todas las mañanas sobre el piso de su baño,
humedecido por no haberlo secado en días. Él sube el volumen dado que ese tema de U2 le
Mientras tanto todo el resto de la ciudad se iba levantando con algo de modorra y sabor a
trasnoche y Angel of Harlem en vivo y con las cuerdas vocales de Bono tan cerca de la casa
comenzaba a darle más fuerza rítmica a los movimientos de los ángeles de baires.
Los bondis comenzaban a rugir de a poquito, pero todavía Carlitos no los escuchaba, él
seguía siendo abrazado por la música y consumido por una tostada llena de dulce de leche
que caía de a gotitas en el plato y hacía un extraño dibujo, algo como un león acaramelado y
fugaz.
En ese momento él se sentía tan cerca de ella que estaba temblando y ya sonaba con más
fuerza que en otras oportunidades stay (faraway, so close) y la versión era en vivo y la figura
de la mujer que no lo había dejado dormir en sueños bailaba para un lado y para el otro y lo
estas situaciones.
La alarma del reloj comenzó a sonar y Carlos se dio cuenta de que se le hacía tarde para
comenzar a pensar cómo conseguiría trabajo hoy, porque Carlitos es un desocupado, que
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ocupa una parte de su tiempo soñando y la otra buscando trabajo, para poder volver a
soñar.
Carlos salio corriendo hasta la puerta y se fue por el ascensor con el Clarín bajo el brazo y
un par de nombres en el bolsillo para visitar. Con los días y los meses las esperanzas de que
esto cambiara se evaporaban y los sueños, aunque fuertes todavía, se iban produciendo
cada vez más cortos y con panes con función de satélites de amor. Y Lou Reed con satélite
of love lo iba conduciendo hasta el primer lugar donde le tocaba mostrarse. Curriculum en
mano Carlitos se presentó diciendo “soy grandioso, con cara de piadoso, pero con una mente
sagaz, así que señorita, yo soy el hombre que buscan, ¡déjeme entrar!”. La señorita como
siempre le contestó que “el gerente de recursos humanos se encuentra muy ocupado y que
en otro momento leerá el curriculum dejado”. Entonces Carlitos agachando la cabeza, con
Escaleras abajo la vio, como en todos lados, ella era la de siempre pero con la
particularidad de que él no sabía quién era la de siempre, así que decidió hablarle y entonces
con voz seductora, mirada firme, mentón para arriba le preguntó “tenés hora?”, “las nueve y
diez” le respondió ella con una amplia sonrisa y siguió su camino perfumando los escalones
con una suavidad extraña de sol enrojecido en el ocaso. Él se quedó como atascado entre el
En eso, en el walkman volvía a sonar con más fuerza angel of harlem y él se movía a su
ritmo for baires streets. El frío era cada vez más fuerte y un viento de cuchillos golpeaba lo
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único que Carlos había dejado al descubierto, su aniñado rostro, aunque su corazón estaba
mucho más expuesto al viento de la soledad y la frustración de no ser lo que soñaba que
era.
Su día siguió igual hasta las dos de la tarde, cuando decidió parar en un Mc Donald´s para
comerse un menú porteño, es decir fritas, coca y una muestra de lo que podía llegar a
En la “M” se echó sobre una silla a pensar alguna poesía de las que ya le había hecho a su
amante inconclusa y así volvía a repetir el acto de tocar lo intangible, por desconocido; de
hacer un nuevo poema mientras ONE sonaba suavemente, despacito pero consistente en sus
oídos y el transmitía “one love” “one life” y él seguía pluma en mano con placer y
resignación.
A esa misma hora ella (que en realidad era una ella incompleta, siendo muchas, unificadas
en una única, compleja y totalizante mujer, que por lo tanto se volvía inabarcable, irreal),
leía tranquila en su casa mientras escuchaba Cranberries y zombie retumbaba en los cuadros
que volaban por las paredes sin encontrar paradero fijo, sino momentáneos remansos para
continuar rebotando en los colores desparejos de un living anaranjado, violeta, azul, verde y
Mientras ella pensaba si iría a ver esa peli que tanto le habían hablado en la facu y después
un rico café sin escaparse de la dieta que consistía en comer nada a la mañana, nada a la
tarde, nada a la noche, sólo anfetas, uno que otro té o café y cuatro cocas light, logrando
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(light my way) de U2 y ella(s) comenzó a bailar parada sobre un sillón de dos plazas y bajito,
muy bajito ella tarareaba, de pronto se sentó cansada, esperando que el tiempo pasara de
una vez.
En tanto él había vuelto a caminar por las calles y en su walkman Spinetta le susurraba al
oído “la montaña es la montaña” y él sin perder esperanzas miraba qué nombre le faltaba
sacar de su bolsillo para volver a casa sin nada entre manos, pudiendo de esa forma
Al hurgar entre sus bolsillos, Carlos notó amargamente que nada le quedaba por buscar ese
día, por lo que su trabajo diario de buscarse uno, por hoy había concluido, quedando
entonces libre para salir con lo que le quedaba de ahorros y lo que su vieja le entregaba
algunas veces cuando la soga apretaba. Se acercó a uno de los últimos teléfonos
Tuñón, miró entre el tubo, pero no vio nada, así que discó de memoria un número. Del otro
lado ella con 11 o´clock tick tock de fondo le proponía encontrase a las 7 o´clock (tick tock),
estuvo de acuerdo con la hora y el lugar, aunque sabía que durante más de media hora
debía esperar sin dejar de mirar los relojes ajenos para ponerse nervioso, pero controlado.
Sin perder su costumbre, Carlos llegó al horario convenido, esperó un rato y luego de
esquina, prendió su walkman, poniendo un viejo cassette de SUMO y para que la espera
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teléfonos/white trash y él comenzó a acompañar los sonidos con los pies y cuando el tema
Al llegar Yami le dio un piquito y Carlos, que quería devorársela en medio de la esquina,
decidió sonreírle sin mayores esfuerzos de cariño y se la llevó de la mano, lentamente, por
una Corrientes teñida de marrón, por un otoño extemporáneo hasta el cine. Él, antes que
tuvieran tiempo para discutir la película que iban a ver, se dirigió recto a la boletería y pidió
dos para Carrington sin dejar espacio a la duda, que habitualmente los atrapaba por
Luego de terminado el film decidieron al unísono y por aclamación que se morían de sed,
pero notaron al llegar a la “aceituna psicodélica” que la guita sólo alcanzaba para el telo y un
par de latitas de cerveza de medio. Siendo entonces concientes de su situación, pasaron por
un kiosco, metieron las latas en la mochila de Yami y encararon directo al telo de la vuelta de
la Facultad. Las habitaciones eran acordes al precio, siete pesitos, con puertas que no
por las goteras de la cañería central; con una radio de música melosa que no se bajaba ni
por puta y una foto de una mina en bolas ya derruida por el tiempo. En ese ambiente
sublimación de los fracasos diarios, que por un ratito los dejaba lejos de sí mismos.
Al otro día Carlos se levantó con una tranquilidad especial en todo su cuerpo, esa
tranquilidad que sólo puede ser obtenida luego de haber tenido una noche intensa y
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profunda, en la que el retorcerse de las almas deja una extraña estabilidad al cuerpo,
En ese marco de paz interior decidió salir directamente a continuar con su lucha
cotidiana de buscar trabajo. Como todos los días, Carlitos emprendió su camino hacia el éxito
que todos buscan, o lo que siempre se exige y al tenerlo uno termina subsumido en la rutina.
Antes de subir al subte, comenzó a sonar “Breaking away” con la ronca voz de Luca Prodan
como energizante en la búsqueda de los panes satelitales. Como siempre Carlos rebotó una y
otra vez en cada una de las oficinas que visitó y volvió a sentirse vacío, sin sentido real para
mas, y a su ella se la cruzaba a cada paso sin saber quién era en realidad ni para qué la
buscaba.
Luego de sentirse sin nada para ofrecer comenzó un lento proceso en el que la madre a
él gastaba cada uno de esos pesos en cerveza, en la más barata de todas, en una que valía
veintidós centavos, pero que no podía tomarse ni aunque a uno le pagaran trescientos
pesos. En ese esquema de vida y con pocas ganas de estar despierto se afanó una caja de
pastillas para dormir de su madre, éstas pasaron a ser desde ese momento, junto a la
cerveza “locura” su máxima compañía, ya sin música, casi sin luces, pensando que con el
sueño lograría transportarse a otro universo en el que él sentía que debía estar.
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que en vez de dormir, las pastillas soló lo despabilaban y le mantenían los ojos abiertos con
Un día comenzó a llorar y llorar, hasta que dos lágrimas se salinizaron dejándolo sin
una gota más en sus ojos. Fue ahí que notó que la lágrima era el sabor a ella.
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santa maría
Claudia y Ernesto se habían casado hacía tres meses, sin mucha guita y con una
profesión bastante mal paga, la de actor, por lo que les había alcanzado para el civil, unas
cuantas cervezas, tres panes de molde, salame, mortadela, paleta y queso en la casa de un
amigo funcionando como fiesta y lo necesario para el alquiler de un dos ambientes en Santos
Lugares.
En ese momento Claudia era la entrada mensual fija, al ser integrante de un elenco
provincial que estaba ensayando desde hacía dos meses Hamlet de Shakespeare, en una
versión “alternativa”, donde el príncipe se encontraba con el espectro a dos metros del piso,
que al Rey de Dinamarca que necesitaba ser interpelado por su hijo. En cualquier caso,
aunque se aburriera y ninguno de los actores terminara de entender la idea de ¿qué quería
Ernesto mientras tanto se conformaba con hacer uno que otro bolito en la tele siendo
algunas veces un chorro de pacotilla integrante de una banda estúpida que siempre perdía
contra la policía, otras veces de diariero que le indicaba al protagonista una calle o un bar.
Todo ello luego de haber sido el protagonista de una tira y pelearse con el dueño de una
productora por una escena confusa que había agregado la mujer del principal inversor del
canal que comenzaba sus primeras armas como guionista de tiras para consumo masivo.
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septiembre a Mar del Plata a dar diez funciones en el Teatro Provincial, junto a la Rambla y
muy cerca de los lobos marinos, con espectadores de ocasión, mayormente contingentes de
ver “nuevas tendencias de resignificación del teatro isabelino”, por lo que el elenco se
En medio de los preparativos, José, uno de los integrantes del elenco comentó que la
madre tenía un hotelito en la feliz llamado Santa María y que los invitaba a todos a que le
alquilaran las piecitas a su progenitora. Como de costumbre el grupo entero dijo sí al convite,
mientras que Claudia esperó a que Ernesto la pasara a buscar luego del ensayo para
comentarle la existencia del Hotel Santa María y de esta forma tomar la gira como una luna
de miel debida. Al instante Ernesto le dijo que le parecía bien y que además no había mejor
Al llegar a Mar del Plata, con un viático como para hospedarse en un SPA de cinco
estrellas por gracia divina del tipo que liquidó los dinerillos en el sector de elencos
provinciales, la mayoría del elenco dio vueltas para no quedarse con José y cuando se
quisieron dar cuenta sólo quedaban Claudia y Ernesto que bolsito en mano se dirigieron a lo
que terminó siendo una pensión que en la puerta decía, Hotel Santa María donde usted ríe
todo el día.
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Dicho habitáculo era en realidad la parte de arriba de una casa de los años veinte, en
forma de PH, que había perdido el color, con paredes descascaradas, blanco por un lado,
rojo por el otro y toques de azul que delataban el color original. Así mismo, tenía una puerta
verde de lata con vidrio esmerilado en el medio y una reja cubriéndolo en rectángulos
imperfectos de hierro. La escalera tenía una luz de tubo fluorescente que se mantenía
descascarado que decía recuerdo de Mar del Plata, como si en realidad se encontraran en la
casa de una costurera de un barrio del conurbano que mantiene fresca su memoria de
tiempos felices a través de objetos invertebrados que conservan a los golpes las letras
bordadas de tiempo estival lejano. Junto al mate se encontraba un casillerito hecho con
clavos doblados con una tenaza, de donde colgaban algunas llaves con maderas
En el mostrador los recibió la madre de José que con una amplia sonrisa les pidió un
momento para acomodar las habitaciones y les aclaró que les daba la mejor de todas con
baño privado inclusive, por su condición de recién casados y además por ser amigos de su
hijo, todos sonrieron y Claudia y Ernesto le agradecieron por adelantado la amable atención
descolgó un par de vestidos y camisas que había traído, Ernesto dejó el bolso a un costado
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de la cama, agarró su cámara pocket de fotos para 100 asas y luego los dos decidieron salir
elenco que se había alojado por el mismo precio que Claudia y Ernesto en un SPA frente al
mar en “Cabo Corrientes”, con una pileta climatizada, sauna, gimnasio y televisión con
setenta y cinco canales. Ahí contaron lo que era el Hotel Santa María donde usted ríe todo el
Dando vueltas todos juntos se hicieron las ocho de la noche y se dirigieron al Teatro
Provincial para hacer la función a las nueve. Ernesto les dijo que él se bañaba en el hotel y
ropa, agarró un toallón naranja con un bordado que decía Hotel del pinar Corrientes,
lógicamente afanada de un viajecito de los padres de José, se lo colgó a los hombros y hojeó
marplatense en pleno septiembre con un invierno que no parecía terminar nunca, donde los
agua, Ernesto volvió a la sección deportiva, espero un ratito y aunque no vio humo igual se
mezcla de grito agudo, puteada y salto para afuera del espacio que ocupaba la ducha. Se
puso un short y conteniendo la bronca increpó suavemente a la madre de José sobre el agua
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caliente, la mujer lo miró y le preguntó si José no le había avisado que no tendrían agua
caliente por un mes, por un problema originado con la conexión de gas que les salía muy
caro. Ernesto masticó bronca, se dio media vuelta y se metió nuevamente en la pieza, se
lavó debajo de los brazos con la helada agua de la pileta, se mojó el pelo y vistiéndose con
En el teatro, Ernesto por un rato se olvido de la calentura cuando tuvo que tirarse al
piso de la risa junto al 95 % de los espectadores en los momentos más álgidos de la obra, en
la que padre e hijo sobrevuelan el escenario y se chocan contra uno de los telones, mientras
Al terminar, sin mirar a ninguno de sus colegas a los ojos y menos que menos ¡a
Claudia!, los felicitó por la función y omitió cualquier juicio mas que el “buena función chicos,
buena función, generaron un clima distinto”, todos agradecieron y se fueron a bañar a los
camarines, allí él volvió a recordar que no tenia agua caliente y le preguntó a José por qué
no le había dicho, recibiendo como respuesta, “ uuuhhh, pss., la verdad me olvide y además
Luego de que todos se bañaran se fueron a cenar juntos y como el viejo refrán, “tasa
tasa”.
Pasó otro día con la misma rutina y Ernesto no aguantó más, por lo que se encaminó
en busca de un baño público que le sacara la sputza que llevaba arrastrando desde su salida
de Santos Lugares. Se paró en la entrada de uno de los baños y miró el menú de duchas
ofrecidas: “ducha tradicional, $2,50”, “baño turco $5”, “baño islandés $5,50”, “ducha
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tailandesa $8” y “ducha escocesa $13,50”, entonces se dijo a sí mismo, “la verdad que me
merezco lo mejor”, por lo que pagó sin dudar una ducha escocesa, la más cara.
Entró a los vestuarios, se sacó la ropa, comenzó a cantar un tanguito, agarro el jabón,
la toalla y se dirigió a la puerta que decía “ducha escocesa”, al entrar vio que el lugar era
muy amplio con azulejos celestes y un tipo en la otra punta con una manguera de alta
presión que al grito de “¿listo maestro?” abrió la manguera de agua congelada y con una
fuerza tal que puso a Ernesto contra los azulejos, volando para los costados en un esquema
Esto no duró más de un minuto, tiempo en el que tardó en recuperarse del golpe y del
espasmo y a los gritos dijo “ya está, ya está, deja que así está bien”, el tipo lo miró de reojo
esbozando un gesto de bronca y se le escuchó decir “¡la puta madre!. Nunca terminan con la
ducha. No se la banca nadie, che”. Ernesto lo miró, agarró el jabón, la toalla, se encogió de
hombros y se dirigió despacito hacia la típica ducha tradicional, prendió el grifo y se bañó en
silencio.
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Rastros
La vuelta
Entre Ríos, uno de los tantos lugares encastrados en el delta del Paraná, que para llegar uno
tiene que saber bien hacia dónde se dirige, sin poder darse el lujo de equivocarse y ser
comido por unos mangangás horribles y las tarariras hambrientas y despiadadas que
transmiten una especie de electricidad infernal cuando sus bocas toman contacto con los
dedos.
rivera en el otoño, que hacían al paisaje algo difuso, indefinible, sin contornos, con el aroma
de dos kilos y medio iba a ser cocinado para festejar que José había vuelto al pueblo
después de haber ido a probar suerte a la capital, como en otro momento lo había hecho su
tío Juan, que veintiocho años antes se había volado con una bolsita de arpillera bajo el brazo
en donde llevaba un par de medias, algunas naranjas, su mate de calabaza calada y unas
camisas y un pantalón de trabajo. Juan se fue para Buenos Aires primero pero luego de
chocarse con el ritmo pesado y constante de una ciudad tan grande se marchó derecho a
Mar del Plata, donde trabajó en un Hotel de changarín y de mozo, un tiempo después se
cansó y se marchó para Rosario, a partir de allí se le perdió todo rastro, fue pues la marca
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del tío Juan la que marcó a José para toda su vida, siendo su único objetivo el de poder irse
a probar suerte a la Capital y recorrer las grandes ciudades del país y de ser posible, siempre
se lo planteó así, irse para Montevideo y conocer el parador “Las Brujas”, como contaba
Jaime Roos.
El irse del pueblito, el irse de las islas para José era sumamente importante y su
máximo objetivo, dado que además había jurado el día de su partida no volver a pisar la isla
hasta el momento de su muerte, momento en que no iba a tener que pisarla tampoco
porque lo traerían con las patas para adelante y en trajecito de madera, siempre lo decía.
Fue este antecedente lo que generó un extraño manto de alto chusmerió poblacional lo que
su mujer, Andrea, una mujer de ojos claros, no muy alta de fácil sonrisa y pacíficos gestos
con tonada porteña pero con patinadas en las eses y alta presencia de los viste en sus
charlas con la gente. Con ellos también se asomó por el pueblo una pequeña comitiva, como
solía llamar a la gente que no era del pueblo el abuelo de José, don Justo. La comitiva estaba
integrada por sus dos hijos Josecito y Anabella, dos nenes de más o menos nueve y diez
años cada uno, de pelo castaño y rizado, con la misma nariz chata del padre y las cejas bien
pronunciadas, pero con los ojos claros como los de su madre. A estos también se les agregó
José era, con respecto a su vida en la ciudad, un tipo muy retraído y callado, tanto
que algunos del pueblo se preguntaban si los porteños no le habían quitado el habla y los
gestos que eran tan característicos de los Quintana, es decir de los familiares de José que
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vermucito y la picada preparados por la tía Enriqueta, hermana de su padre y de su tío Juan,
vuelta del niño que había partido hacia la ciudad. Este era un festejo que no dejaba de tener
un dejo de visión media jodida de la cosa, dado que su tía y una amiga se pasaron gran
parte de la tarde comentando que si lo de Juan había sido una tragedia por no haberse
conocido nunca más su paradero, lo de José era solo una pequeña comedia, una farsa al
estilo dieciocho brumario, pues no era que había vuelto luego de haber juntado una gran
fortuna sino que su vuelta fue realizada en peores condiciones económicas y con toda una
La comida
El Patí empezaba a largar ese olor a carne fresca quemándose al ritmo lento e
insistente de las brasas; la humedad hacía que este bañado fuera aún más fresco. Al rato la
picada comenzaba a desaparecer, no sin la insistencia de tías y vecinos que una y otra vez
preguntaban a José y su comitiva qué era lo que hacían allá en Buenos Aires, si los porteños
esto, si los porteños aquello y el ¿por qué? de los ¿por qués?, el por qué se habían vuelto
José con tanta rapidez de la Capital, que si extrañaban, que si era difícil, que si no querían a
La cena continuó horas y horas inexplicablemente repitiendo una y otra vez las
preguntas y las respuestas, pero con la característica de que cada respuesta dada por José y
comitiva difería una y otra vez, desde lo que cada uno decía entre sí hasta lo que cada uno
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decía cada vez, curiosamente nadie se dio cuenta porque a cada comensal se le daba la
respuesta que quería escuchar, tanto positiva como negativa y además en ese momento
nadie miró al otro para decirle lo que le habían contado, porque nadie quería mostrar su veta
chusma, aunque era bien conocida por todos dado que al ser tan pocos en el pueblo y en la
La comida pasó amenamente con los recién llegados como centro de atracción, se les
preguntó si conocían la Avenida Corrientes, si por Santa Fe estaba lleno de putos y travestís,
si había centros entrerrianos a donde ir a bailar para no extrañar tanto la casa y los afectos,
si por uno de esos casuales lo habían visto a Tinelli y a Mauro Viale, si el cine esto, si la
cancha lo otro, como en toda la noche las respuestas habían sido variadas y sin mucha
Al llegar la hora del café acompañado por una torta de dulce de leche y merengue, a
uno de los vecinos se le ocurrió comentar que por la radio nacional habían relatado que un
hombre que se encontraba encarcelado y con sentencia firme logró escapar de la justicia
milímetros con la que hirió al guardia y a tres enfermeras, un médico, dos familiares que
habían ido de visita a ver a un paciente y a ese mismo paciente que mientras era herido le
decía a los gritos, “vos, negro hijo de puta, venís a matarte el hambre y a sacarnos el trabajo
a nosotros y para colmo nos cagás a tiros a todos, habrase visto”. A lo que el malhechor le
respondió que él no había venido a sacarle el laburo a nadie sino que había venido a robar a
Buenos Aires a lo que el viejo volvió a contestarle que por eso mismo le había venido a robar
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el trabajo terminando la charla cuando el ladrón entrerriano se fue a los gritos diciendo, “cien
años de perdón, cien años de perdón”; mientras tanto en la mesa terminaron toda la torta y
el café, se quedaron callados un rato y luego cada uno se fue para su rancho a dormir, dado
La camisa
A la mañana siguiente José se levanto temprano y comenzó a hachar los árboles que
se encontraban al lado de la casa de su tía para construir allí su ranchito. El lugar había sido
elegido luego de que José, su mujer y su tía se quedaran viendo dónde era más conveniente
poner la casa para colgarse de la luz, elemento fundamental para vivir dijo la tía y todo el
mundo asintió. Al cabo de varios días el campo estaba limpio de arbolitos y yuyales, así que
empezó a construir la casa con la ayuda de un viejo amigo de la infancia, el tigre Rubén, un
tipo grandote, de más o menos metro noventa, metro noventa y cinco, el calor empezó a
subir, se habían hecho las diez de la mañana y los tipos habían estado trabajando desde las
seis y media, previa sesión de mates y chipá cuerito hechos por la madre de Rubén un rato
antes de que éstos se levantasen a las cinco y media. Con el calor generado por el duro
trabajo de cortar y clavar un madero sobre el otro y el agravante de que encima de ellos el
sol les pegaba directo en el centro de sus cabezas, comenzaron a sacarse primero los
pulloveres y luego las camisas, hasta que por último dejaron el torso al descubierto luego de
sacarse casi a la vez la musculosa que llevaban debajo de la camisa. La mañana continuó
con un intenso trabajo hasta que la mujer de Rubén, Clarita, se quedó parada de forma
recta, con sus ojos clavados en el abdomen y se quedó tan alevosamente parada frente al
cuerpo de José, que su marido se enfureció sin decir nada, miró con odio a su mujer y luego
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a su amigo que no se había dado cuenta de la situación. Allí él también se quedó por unos
segundos quieto y luego le preguntó sin mediaciones, ¿Che loco, qué te pasó en el estómago
y quién fue el guanaco que te cosió de esa forma? Esta situación lo incomodó bastante a
José, dijo que era una larga historia, que había pasado hacía mucho y que en algún otro
momento le iba a contar, el amigo dijo bueno y volvió a las maderas otra vez, al rato se
fueron a comer los bagres con limón a la parrilla, se tomaron litro y medio de tinto entre los
A los tres o cuatro días más o menos, los amigos terminaron con la obra, dejando lista
una casita con tres habitaciones, cuatro ventanas, un baño afuera, al que faltaba hacerle el
agujero que hiciera las veces de inodoro, una cocinita chica y en cada habitación un grupo
de maderas apiladas, clavadas y acomodadas que hacían las veces de cama. Al terminar con
el grueso de la obra José y su familia ofrecieron un gran asado para todos los vecinos de la
isla.
Para la ocasión, José se fue con Josecito y Armando, hijo de Rubén, en busca de
algún pez lo bastante grande y sabroso como para inaugurar una nueva casa en las mismas
tierras donde durante años de años habían vivido todos los familiares de José y donde, como
él había empezado a decir, moriría también. Para el evento lograron pescar un hermoso
dorado de casi seis kilos y varias horas de lucha y persuasión. Al llegar a la orilla la mujer de
abrazaba a éstos con mucha fuerza. Al ratito todo había pasado y habían tirado el Dorado
sobre la parrilla para que a las horas estuviera cocido y listo para saborear.
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La comida transcurrió entre risas y cantos, con los chicos entrando y saliendo de la
casa, sin parar de correr, poblando el aire con una atmósfera de gente feliz que habían
llegado a la culminación de una etapa, que había generado cosas nuevas, especiales y en
ese ambiente el mismo tipo que había contado la historia del entrerriano que había logrado
contarla y le dijo a José que la historia iba justo con él, eso por supuesto generó un estado
de inmovilidad en la concurrencia hasta que José comenzó a reír y así todos, que
intercambiando opiniones decían qué divertido lo que dice el Pedro, qué boludo este Pedro,
asesino el José, habrase visto tal boludez y cosas por el estilo, esto siguió una hora más
La caída
Eran las ocho treinta de la mañana cuando todo el pueblo se encontraba en actividad
plena, las mujeres arreglando la casa y clasificando qué cosas había que comer primero, los
chicos en la pequeña escuela que quedaba en el pueblo vecino de Huarapí Porí y los
hombres en los diferentes trabajos que había en la isla y en las islas vecinas con las
plantaciones de soja y naranjas y las de yerba mate. José estaba trabajando en la tala de la
centro comercial para toda la zona de islas, por lo que estaban armando un pequeño puerto
y el centro en sí.
Esa mañana era un poco extraña para los isleños dado que gente de otro lugar y de
otra provincia pondría en pleno corazón de la isla algo tan raro como un centro de compras,
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como en las ciudades pero allí. Esto por el contrario a José no le parecía nada raro y además
en cierta forma lo alegraba ya que de esta manera él había conseguido un trabajo enseguida
Todo era un ir y venir hasta que desde uno de los árboles cayó hasta el piso Pedro,
con los ojos abiertos y el rostro invadido por el horror y la desesperación, como los gritos
que acompañaron su interminable y rápida caída de veinte metros. Luego todo se convirtió
en oscuridad, el día había terminado para todos, porque la muerte de un integrante de esa
pequeña comunidad enseguida se sentía y más de esa forma, por lo que se suspendieron
Pasaron varios días de la muerte de Pedro y todo comenzó a normalizarse hasta que
al cabo de cinco o seis días ésta había logrado ser olvidada por todos confirmando la
hipótesis de que en un pueblo chico las muertes se notan demasiado y que por ese mismo
motivo su presencia dura extremadamente poco, a la semana ya nadie más hablaba de él.
Por parte de la empresa el tiempo en olvidarse de lo ocurrido no tardó ni dos días, que
fue el período necesario para lograr convencer a la viuda de que no iniciara ninguna acción
legal y de que desde la empresa le asegurarían un dinero por lo ocurrido, una pequeña
pensión y un trabajo para Arnaldo, su hijo mayor, cuando tuviera edad de trabajar, es decir
Todo el incidente se olvidó hasta que por la radio y la televisión insistían en que desde
Buenos Aires se había intensificado la búsqueda del asesino y ladrón entrerriano y sus
familiares. Eso logró conseguir que todos los ojos se posaran en José, su mujer y su suegra,
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tanto que luego de idas y venidas y de discutir de cuán asesino era José y su comitiva,
inmediatamente lo despidieron aduciendo que José no era más que un inmoral y un mal
agradecido.
A los cuatro días del incidente aparecía la Policía Federal, que revólveres en mano
irrumpieron en el ranchito de José. Éste sin oponer resistencia se entregó a la policía, junto
con él se llevaron a su mujer y a su suegra de la que todas las vecinas opinaban pestes
porque se pintaba los ojos al caer la tarde y caminaba sugerentemente por las calles del
pueblo.
Pasaron más o menos ocho meses hasta que decidieron que habían agarrado a los
sospechosos equivocados y al volver al pueblo nadie estaba ya para desdecir lo dicho, nadie
visitaba el otrora concurrido rancho. Al tiempo, José consiguió que le devolvieran el trabajo
en la tala, que ya para esos momentos se encontraba en su última etapa y los chicos
volvieron a ir al colegio que se encontraba en la otra isla. Por fin parecía que estaba todo
nuevamente encaminado, hasta que un lunes a las ocho y media de la mañana, no sin pegar
casa.
Al mes la obra ya estaba completamente terminada, José salió a trabajar y a la tarde cuando volvió se
encontró sentado en su lugar de la mesa a su tío Juan y junto a él estaban su mujer Candelaria y su suegra,
Juana. Al rato, llegó la Federal, hubo un tiroteo y José terminó con tres tiros encima, dos de la policía y uno de
su tío que al verlo sufrir desangrándose y preguntándose ¿por qué mierda le tenía que pasar esto a él? El tío le
dijo porque vos eras mi doble, mi sosía, mi copia fiel, pero mi farsa.
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Cristales
Índice
01- La Fiesta
02- Horas
03- El Recuerdo
04- Huída
05- El Atlante
07- Florero
09- Cristales
10- Felizmente
11- EL ancla
12- So cruel
14- Rastros
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