Un Texto de Eduardo Sacheri

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Un texto de Eduardo Sacheri

A partir de la edicin de enero, el prestigioso escritor argentino se incorpor a la revista con columnas exclusivas. Autor de mltiples cuentos y varias novelas, entre ellas la que apuntal el Oscar ganado por "El secreto de sus ojos", Sacheri relata en nuestras pginas una nueva vivencia: "Veinte pibes en la cornisa". EDUARDO SACHERI es autor de varios libros de cuentos ("Esperando a Tito", "Te conozco Mendizbal", "Lo raro empez despus") y novelas como "Aroz y la verdad" y "La pregunta de sus ojos". EL PIBE CRUZA Caada de Ruiz volteando la cabeza para mirar atrs, de vez en cuando. No tiene miedo de que lo atropelle un auto. Es casi medianoche de un da de semana, y en el lmite entre Morn y Castelar no hay un alma. Lo que el pibe teme es que aparezca un patrullero, que los policas se lo queden mirando, que le hagan preguntas. Sin ir ms lejos, est seguro de que si algn caminante nocturno se cruza en su camino se asustar de verlo. Los vaqueros estrechos, las zapatillas gastadas, el buzo con la capucha puesta, las manos en los bolsillos. Pinta de chorro, piensa de s mismo el pibe. Todava no ha hecho nada grave, el pibe, pero ya ha aprendido a desconfiar de quienes desconfan de l. Dentro del bolsillo del buzo lleva el aerosol de pintura roja. Lo compr a la tarde, en una ferretera que queda cerca de su casa, en Morn sur, cerca de la base area. Despus tom el colectivo a la estacin y camin hasta la cancha. Partido de martes a la noche, televisado, sin hinchas visitantes, como se usa ahora en el Ascenso. Sac la entrada con un vuelto del supermercado que se cuid de no devolver, la semana pasada. Su madre lo haba mandado a comprar, pero a la vuelta ella se distrajo y se olvid de reclamrselo. Bingo. Veinticinco mangos la bolsa. Los doce para el aerosol los consigui rascando sus ltimos ahorros. Por eso, porque lleg con los pesos contados, sac la entrada y encar derecho para la tribuna. Nada de demorarse en la esquina donde los otros pibes se juntan a tomar una cerveza antes de entrar. Si no puede ayudar aunque sea con un billete de cinco, prefiere que no lo inviten. Despus del partido hizo lo mismo: sali solo y camin para el otro lado: no hacia la estacin y la parada, sino hacia el lado del puente. Camin por delante de los Tribunales. Torci hacia las vas y pas el tnel. No se cruz un alma. Mir varias veces hacia atrs hasta que lleg a la pared pintada de blanco. La haba visto dos semanas antes, desde un colectivo. No muy grande, recin blanqueada por militantes de algn partido poltico. Otro riesgo: que caigan esos militantes con la camionetita de salir a pintar y lo vean a l, justo ah, justo en ese momento, usndoles la pared recin blanqueada. Mira a los lados por ltima vez y se decide: saca el aerosol, le quita la tapa, lo agita y empieza a escribir. GALLO, es lo primero que escribe. No se queda demasiado conforme con las letras. Ms grande la G, ms chicas las otras. Se aleja algunos pasos para ver el resultado. En general el tamao est bien: el cartel tiene que leerse bien desde los colectivos. Es el gran deseo del pibe. Hay un montn de colectivos que terminan el recorrido en Morn y primero pasan por ah y frenan en el semforo. Un

semforo largo, adems. De cuatro tiempos. Todos los que vayan a Morn van a leerlo. El pibe es hincha del Gallo desde chico. No sabe del todo por qu. Por el barrio, supone, aunque tampoco. Un montn de tipos del barrio son hinchas de otros cuadros. El novio de su madre, sin ir ms lejos, vive burlndose de l por eso de ser hincha de Morn. Yo te pregunto de equipos de Primera, le ha dicho, como si ser hincha de Morn fuese una mancha, un defecto, un amor de segunda categora. No te puedo creer que no seas de ninguno, se ha asombrado, gastador, frente a la repeticin de la respuesta. Y por qu no te hacs de Boca? le ha preguntado, ms de una vez. Al pibe le han dado ganas de contestarle Y por qu no te vas a la ?, pero se ha contenido. Total para qu. Comerse un problema al divino botn. Mejor callarse. El pibe se arremanga el buzo, para que no le estorbe. Sigue escribiendo. MI UNICO... la frase que tiene pensada no termina ah, pero no quiere seguir sin constatar que est quedando prolijo. Grande y prolijo, mejor. Por ese asunto de que se vea desde los colectivos. Retrocede hasta el cordn. Perfecto. Mucho mejor que GALLO. Lstima que justo la palabra que qued ms fea sea Gallo. Pero qu se le va a hacer. Mala suerte. En la pared uno no puede corregir lo que escribe. Le vuelve el temor de que pronto se la tapen. Por algo la blanquearon hace poco. O en una de esas no, porque la pared no es gran cosa, es ms bien chica, y para pintadas polticas no sirve. Para un cartel como el suyo, s. Est perfecta. Vuelve a mirar a cada lado. Nadie. Varios metros sobre su cabeza, sobre el puente del Camino de Cintura, pasa un camin detrs de otro, metiendo su batifondo de chapas y frenos neumticos. De nuevo de cara a la pared, el pibe duda: no est seguro de si va con hache o sin hache. Y lo mismo con el acento. La pucha. Tanto preparativo y eso no lo revis. Al pibe le suena que va con hache. Del acento est menos seguro. No est canchero con los acentos. De hecho, el de nico se lo salte como si nada. LA FRASE DE UNA CANCIN DE LOS REDONDOS No sabe de cul, pero es de ellos. El la vio en una bandera, hace un tiempo, y le encant. No era una bandera de Morn. Era una bandera de Atlanta. Haban ido con los pibes hasta Villa Crespo y se haban hecho pasar por locales. Un garrn, porque encima perdieron. Pero l se qued enganchado con la bandera. Enganchadsimo. No puede decir por qu. Al pibe no se le da bien eso de decir las cosas. Las piensa, pero le cuesta decirlas. Y lo que pens al ver esa bandera fue que el que la haba hecho era como l, le pasaba lo mismo que a l, aunque fuera de Atlanta. Pens en hacerse una bandera pero lo descart. No quiere que todo el mundo, en la cancha del Gallo, lo vea atar ese trapo en el alambre. Una cosa es pensarlo, una cosa es sentirlo, y otra que los dems lo sepan. Que sepan que para l es as. No. Ni loco. Mejor ah en la pared, que quede para siempre. Bah, para siempre tampoco, porque antes o despus van a taprselo. No importa. Buscar otra pared y har lo mismo. Y en una de esas, con la prctica la letra le saldr mejor. Escribe la ltima palabra: LIO. Se aleja por quinta o sexta vez. Sonre. Est perfecto. De nuevo se comi el acento, pero lo ignora. Letras parejas y grandes. Ya est casi terminado. Sacude el aerosol. Todava queda pintura. NICOLS., firma al final. As, con un punto al final. El apellido no lo pone ni loco. Capaz que algn conocido lo lee y se burla. Se morira de la vergenza. Mejor as: que desde los colectivos se lea

Nicols y listo. El va a pasar seguido. Todos los das, si puede. Para verlo. Para verse ah. Es como una bandera pero mejor. La del pibe de Atlanta la ven nada ms que los de Atlanta. Su cartel, en cambio, va a verlo medio mundo. Buensimo. Lee otra vez la frase. Y otra vez lo conmueve, como en Villa Crespo. Esa es la verdad. La verdad ms profunda de su vida, aunque no sepa explicar el cmo ni el por qu. GALLO: MI UNICO HEROE EN ESTE LIO. Y firma NICOLAS, con punto y todo. Yo voy a leer la pintada unos das despus, cuando el 269 que me lleva a Morn se detenga en el semforo un buen rato. La frase va a gustarme, pero al mismo tiempo me quedar cierta inquietud rondndome el nimo. Cierta tristeza. Hay algo de desvalimiento en la devocin de Nicols. No porque quiera al Gallo con toda su alma. Sino porque la vida no le haya dado, adems de ese, otros amores, otras certidumbres, otras huellas de identidad que lo hagan sentirse parte, que lo hagan sentirse entero. El no sabe que antes de su tiempo existi una poca distinta. Una poca donde las cosas eran ms seguras, ms estables, ms permanentes. Una poca en la que la gente ataba su identidad a un montn de pertenencias, se abrigaba en un montn de banderas que existan al mismo tiempo. Trabajos que duraban toda la vida, barrios que crecan alrededor de ciertas fbricas, convicciones polticas sobre las que cada cual se paraba a mirar y entender el mundo, vecinas que te cuidaban con un vistazo de vereda a vereda. Nicols naci despus, en un mundo en el que esas certidumbres se hicieron polvo y as quedaron. No s si para mejor o para peor, pero as quedaron. Si hubiera nacido unas dcadas antes, el mundo de Nicols habra sido ms slido, ms entero. El no lo sabe. Pero tal vez extraa ese otro mundo. Esas cosas pasan: que uno extrae lo que, de todos modos, nunca conoci. Sin embargo y pese a todo, algo tiene, todava, Nicols. Lo tiene al Gallo. Mientras alrededor todo cambia, y en general cambia para peor, ah est el Gallo: ms arriba o ms abajo en la tabla de posiciones pero ah, cada ao, siempre vivo. El Gallo o Atlanta, o Chacarita o Almirante, que para el caso es lo mismo. Hroes que no pueden darte nada. Pero que estn, y de vez en cuando te prestan un poco de su gloria, a cambio de nada, a cambio de que los sigas, a cambio de que les cantes, a cambio de que te avives de apartar un vuelto para la entrada. Y en el pramo de la medianoche, debajo del puente de Camino de Cintura, entre Morn y Castelar, no es poca cosa. Nicols se aleja hasta el cordn por ltima vez. Seguro que s, que hroe se escribe con hache y con acento. Se guarda el aerosol en el bolsillo y enfila hacia la estacin, por el lado de la cancha de Matreros. Apura el paso. No sea cosa de que pierda el ltimo colectivo y tenga que hacerse las treinta cuadras caminando.

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