1289-Texto Del Artículo-1396-1-10-20220506
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INSTITUTOS SECULARES
A. Cañizares Llavera *
DOI: https://doi.org/10.52039/seminarios.v42i145.1289
con todo respeto a la libertad ajena y con inmenso amor hacia todos, desde la
experiencia gozosa de la fe que transforma interiormente y nos hace vivir con
entera confianza y esperanza en Dios que nos ama. Dándose en nosotros esa
sorpresa y esa gratitud sin límites por una gracia presente que nos sostiene
en la vida.
Vivimos en un ambiente pagano sin paliativos de ningún tipo. Tenemos
que aprender a vivir como cristianos en ese ambiente y vivir como cristianos
con todas las consecuencias, es vivir la autenticidad del Evangelio. Es dar
testimonio de Él y anunciarlo, siendo luz para las gentes. Y la luz no se pone
debajo de la mesa sino que se pone en lo alto del candelero para que alum-
bre a todos. Se trata de impulsar y de emprender entre nosotros una nueva
Evangelización, llevada a cabo por nuevos testigos. Personas que han experi-
mentado la transformación real en sus vidas en contacto con Jesucristo y sean
capaces de transmitirlo a otros. Y esto sin dilaciones ni demoras. No podemos
esperar a saber qué métodos, qué estrategias, qué planificaciones utilizare-
mos ... y pasarnos en devaneos horas y horas. Es necesario. Nos apremia el
evangelizar, salir a la calle para proclamar que Jesucristo es el único Señor.
Si creemos en Jesucristo y amamos a los hombres no podemos dejarlo
para mañana. El mundo actual y en él, nuestra sociedad, necesita de una
vigorosa obra de evangelización que es al mismo tiempo una tarea de
reconstrucción, o como diría el Papa Pablo VI, en Evangelii Nuntiandi, una
obra de renovación de los hombres, sin los que no hay ni humanidad, ni
sociedad nueva. Es necesario que llevemos a cabo la renovación también de
las estructuras a partir de la renovación de los hombres. Sólo hombres nue-
vos podrán llevar a cabo estructuras sociales enteramente nuevas.
La clave para esa renovación no es otra que el encuentro con Jesucristo
redentor del hombre, revelación definitiva de Dios y plenitud de lo humano.
No hay otra palabra. Dios, como dice S. Juan de la Cruz no tiene otra Pala-
bra y en diciéndola toda junta y de una vez, se ha quedado como mudo.
Nosotros, en cambio, tenemos muchas palabras. A mí me llama la aten-
ción cuando uno coge materiales de Confirmación existentes en el mercado
y ve muchos textos de autores, incluso autores no cristianos y sin embargo la
Palabra de Dios no aparece como la única que verdaderamente llama a los
hombres y que los ilumina. Ponemos la Palabra de Dios como una palabra
más, quizás más sobresaliente pero no como la palabra única que Dios tiene
y no es la cultura sino la palabra que se ha hecho carne.
La reconstrucción del mundo humano y la evangelización son como dos
caras de una misma realidad. No habrá reconstrucción de un mundo nuevo,
no habrá proceso de humanización y de renovación de las realidades socia-
les, económicas, culturales ... sin que haya una nueva evangelización. Cuando
Evangelización e Institutos Seculares 319
Iglesia y como Iglesia. Nos llega esta situación sin saber qué hacer, sin expe-
riencia de una Iglesia misionera en medio de un mundo post-cristiano. Sin
experiencia y sin costumbre de anunciar a los que no creen en el Evangelio.
Necesitamos caminos y modos de evangelizar pero sobre todo necesitamos
revitalizar la experiencia de la fe. Necesitamos reanimar nuestras comunida-
des. Necesitamos vivir nuestra vocación dentro de la vocación que la Iglesia
tiene. Esta vocación es la de ser santos. La Iglesia está llamada a ser santa.
Cada uno de nosotros estamos llamados a ser santos. Sólo una Iglesia de san-
tos será capaz de evangelizar a nuestro mundo. O la Iglesia es una Iglesia
fuertemente arraigada en Dios y los cristianos están arraigados fuertemente
en la experiencia teologal de la fe, esperanza y del amor, o no seremos capa-
ces de evangelizar.
El gran reto que tenemos en esta encrucijada de nuestra historia, es que
la Iglesia está llamada a ser ella misma. No en balde el Concilio Vaticano 11
convocado para impulsar la misión de la Iglesia en nuestro tiempo, la pre-
gunta que se hace es: Iglesia ¿qué dices de ti misma? Ella lo primero que
hace es remitir a Cristo. No mira sus planes pastorales, sus estrategias, sino
que mira a Cristo, luz de las gentes. No mira lo que nosotros podemos hacer
en ella sino lo que Dios hace, ha hecho en su Hijo y obra por el Espíritu
Santo.
Por eso, solamente unos cristianos que se abran al don de la gracia y del
espíritu de santificación podrán evangelizar nuestro mundo viviendo inmer-
sos en él. Cuando hay una experiencia de fe que configura todo nuestro ser y
actuar, cuando hay esa vida vivida desde la configuración en Jesucristo, por
la santificación del Espíritu Santo es entonces cuando se evangeliza. "La res-
puesta que tenemos que dar requiere un esfuerzo de reflexión para la
misión, la modificación de muchos procedimientos y actitudes habituales
entre nosotros y sobre todo exige la vivificación del espíritu teologal en
nosotros. Así reclama también la vivificación del espíritu misionero entre
nosotros. No podemos olvidar que la Iglesia abre sus puertas de donde esta-
ba encerrada y sale al mundo después de haber orado con María y de haber
recibido el Espíritu Santo.
Cuando hablamos de impulsar esta evangelización como en los primeros
tiempos, estamos pensando en una pastoral pensada y organizada para favo-
recer la renovación y consolidación de la fe del pueblo cristiano o su difusión
y desarrollo en personas y ambientes dominados por la increencia. Se trata de
una pastoral que tiende a suscitar la fe del que no cree, a consolidar la fe del
que cree con una fe dudosa, débil, muerta e inoperante, a provocar con la gra-
cia del espíritu, la conversión del corazón, la conversión personal de los hom-
Evangelización e Institutos Seculares 321
tan y crean, para que hagan de ella la pauta inspiradora de nuestra conducta
individual, familiar, social y pública es, sin duda, la primera y la importante
respuesta que la Iglesia puede dar a los hombres. También en orden a la
renovación del mundo y a una solución más justa de sus graves problemas
humanos y sociales, de los problemas de la paz, de los problemas de la justi-
cia, de la ecología, de los nuevos problemas con los que se enfrenta nuestro
mundo.
La mejor contribución que la Iglesia puede dar a los problemas que
afectan a nuestra sociedad, como son la crisis económica, el paro que aflige a
tantas familias y a tantos jóvenes, la violencia, el terrorismo y la drogadic-
ción, es ayudar a todos a descubrir la gracia y la presencia de Dios en noso-
tros, a renovarse en la profundidad de su corazón, revistiéndose del hombre
nuevo que es Cristo. Es impresionante cómo el Papa nos insistió en su última
visita a España en que la hora presente es una hora de nueva evangelización.
Que ha de ser una hora en que la Iglesia española, fiel a la riqueza espiritual
que la ha caracterizado, sea fermento del Evangelio para la animación y
transformación de las realidades temporales con el dinamismo de la esperan-
za y de la fuerza del amor. Nada más contrario a la fe que la privatización de
la misma, la falta de un testimonio, o su reclusión al espacio exclusivo de lo
sagrado.
En una sociedad pluralista se hace necesaria una mayor y más efusiva
presencia católica individual y asociada en los diversos campos de la vida
pública. Es por ello inaceptable como contrario al Evangelio la pretensión
de reducir la religión al ámbito estrictamente privado, olvidando la dimen-
sión esencialmente pública y social de la persona humana. "Salid pues, a la
calle, vivid vuestra fe con alegría, aportad a los hombres la salvación de Cris-
to que debe penetrar en la familia, vida, en la cultura y en la vida política"
(Juan Pablo II, en la Almudena). No estamos cumpliendo suficientemente
este mandato del Papa de salir a la calle. Vivimos un cristianismo temeroso.
Pero es que este no es sólo un mandato del Papa sino el mandato mismo de
Cristo cuando nos dice "lo que habéis escuchado en la intimidad, proclamad-
lo en las azoteas". Tenemos complejo de proclamar públicamente lo que
hemos oído en la intimidad. Hay excesivo complejo para anunciar a Jesucris-
to explícitamente en los nuevos areópagos del mundo contemporáneo, que
son:
- los medios de comunicación social, de los que tenemos que hacer que sean
profundamente evangelizadores aunque tengan menos audiencia.
- La presencia en la universidad, en la universidad llamada pública -todas
las universidades son públicas- y la creación de nuevas universidades. Y
Evangelización e Institutos Seculares 325
Es llevar a cabo la obra sin otro poder que la gracia de Dios y que la
cruz de Cristo y siempre en actitud de diálogo y servicio que ofrezcan con
humildad, sencillez y claridad, el don de la salvación en Jesucristo.
Si la Evangelización es obra principalmente de testimonio y lo funda-
mental en ella son los evangelizadores que comunican ideas, no doctrinas,
sino un acontecimiento de gracia y felicidad, ese salir a la calle, ese llevar a
cabo la obra de renovación de la humanidad, esa evangelización tiene como
base el testimonio de lo que se ha visto y oído y reclama una acción pastoral
fuertemente personalizada al tiempo que exige superar la tentación inhibi-
cionista y asumir con decisión y valentía su propia responsabilidad de hacer
presente y operante la luz del Evangelio en el mundo profesional, social,
económico, cultural y político, aportando a la convivencia social unos valores
que por ser genuinamente cristianos son profundamente humanos.
Sois los laicos quienes formados y enviados por la comunidad, bien
atendida por sus propios sacerdotes y los diferentes carismas y ministerios,
vivís y actuáis en las realidades del mundo de otra manera a como se hace
desde la incredulidad. Para esto se requiere una formación que comporta un
conocimiento profundo de lo que es el Evangelio de Jesucristo y la enseñan-
za social de la Iglesia.