Notas Unidad 1 Contratos 2023 Final-2

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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

UNIVERSIDAD NACIONAL DE RÍO CUARTO


CARRERA DE ABOGACÍA
DERECHO PRIVADO III
NOTAS DE CÁTEDRA UNIDAD I – 2022
(Conforme Cód. Civil y Comercial de la Nación)

Ab. Alejandro D. Fraschetti

TEORÍA GENERAL DE LOS CONTRATOS

1) Concepto y ubicación

El CCCN prescribe:

ARTÍCULO 957.- Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o


más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o
extinguir relaciones jurídicas patrimoniales.

El CCCN, sigue la tradición jurídica argentina ya que toma del Cód. de Vélez
Sarsfield, el método. Recordemos que Vélez se había inspirado en el Esboço de Freitas,
el que a su vez adoptó el método propuesto por Savigny: la clasificación de los derechos
en personales y reales.
El nuevo CCCN realiza una corrección importante que Vélez no había adoptado:
incorpora una parte general (personas, bienes, hechos y actos jurídicos, transmisión de
los derechos), un libro sobre las relaciones de familia, y luego una parte especial (libro
III derechos personales, libro cuarto derechos reales, libro quinto transmisión de los
derechos por causa de muerte, y libro sexto disposiciones comunes a los derechos
personales y reales).
Al clasificar los derechos subjetivos según sean personales o reales, ubica la
materia contractual al regular los primeros, aunque son de aplicación directa las normas
de la parte general. Veamos la estructura propuesta por el Código, en particular las
partes que se vinculan o tienen mayor relación con el contrato:
* Título preliminar: donde hay que prestar especial atención al capítulo 3, ejercicio de
los derechos.
* Libro primero: Parte general
Título 1: Persona humana
Título 2: Persona jurídica
Título 3: Bienes
Título 4: Hechos y actos jurídicos
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Título 5: Transmisión de los derechos.


* Libro segundo: Relaciones de familia
* Libro tercero: Derechos personales
Título 1: Obligaciones en general.
Título 2: Contratos en general
Título 3: Contratos de consumo
Título 4: Contratos en particular
Título 5: Otras fuentes de las obligaciones
* Libro cuarto: Derechos reales
* Libro quinto: Transmisión de derechos por causa de muerte
* Libro sexto: Disposiciones comunes a los derechos personales y reales

2) Contrato, acto jurídico, convención y pacto


En primer lugar, debemos destacar que el contrato es un acto jurídico bilateral de
contenido patrimonial, fuente de obligaciones, esto es derechos personales. De allí que
le sean aplicables todas las normas vinculadas con esta clase de negocios jurídicos
(actos voluntarios que tienen como fin inmediato establecer relaciones jurídicas).
En segundo término, no siempre ha existido acuerdo respecto de qué debe
entenderse por un contrato, en particular en su relación con otros tipos de actos
bilaterales o plurilaterales voluntarios, como la convención.
Para el derecho romano el contrato implicaba una fuente de obligaciones, es decir
que solo las originaba, quedando fuera de su ámbito el acuerdo destinado a extinguirlas
(Spota 1974).
Para el jurista francés Pothier la convención es el género y el contrato la especie,
pero en un sentido diferente al sostenido por la doctrina actual. La convención tiene por
objeto constituir, modificar o extinguir una obligación (de contenido patrimonial). El
contrato es la convención que tiene por objeto constituir una obligación (sigue en esto al
derecho romano). Esta posición fue adoptada por el CC Francés. Así, la compraventa es
un contrato porque genera obligaciones para el comprador y el vendedor, mientras que
la remisión de deuda (medio extintivo de la obligación) es una convención.
Para Savigny, por su parte, hay contrato cuando existe un acuerdo de varias
personas sobre una manifestación de voluntad común destinada a regir sus relaciones
jurídicas, concepto que sirvió de fuente de inspiración al art. 1137 del CC de Vélez, hoy
derogado.
Vélez había citado éstas y otras posiciones en la nota al art. 1137, y parecía
adscribir a la distinción entre contrato y convención, en el sentido de que la convención
es el género y el contrato la especie.
Actualmente se sostiene que, la convención sería el género, aplicable a toda especie
de acto o negocio jurídico bilateral o plurilateral, que las partes tengan en mira, ya sea
que se trate de negocios patrimoniales o familiares, mientras que el contrato sería una
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convención que contiene una declaración de voluntad común destinada a reglar


derechos de contenido patrimonial (de origen obligacional), sea para darles origen, sea
para modificarlos, sea para extinguirlos. Así, por ejemplo, una compraventa es un
contrato cuyo fin inmediato es la creación de derechos patrimoniales para ambas partes
(el vendedor recibir el dinero y el comprador la cosa, ambos en propiedad). Una
transacción es otro contrato, con la finalidad de extinguir obligaciones previas a través
de concesiones recíprocas. Son actos bilaterales (convenciones) que no son contratos, el
matrimonio (ya que el fin del acuerdo no es producir los efectos patrimoniales, aunque
éstos sean impuestos por la ley a través de un régimen patrimonial), o un convenio
regulador sobre el ejercicio de la responsabilidad parental.
En la práctica, a veces los términos contrato y convención aparecen utilizados como
sinónimos.
Por otra parte, el término “pacto” suele utilizarse para denotar un acuerdo particular
que se enmarca dentro de otro más general. En nuestro caso, se materializa en forma de
una o más cláusulas dentro de un contrato. Por ejemplo, un contrato de compraventa
(acuerdo general) en el que se otorga la facultad a cualquiera de las partes de resolverlo
frente al incumplimiento de la otra, lo que se denomina pacto comisorio expreso o
cláusula resolutoria (acuerdo particular). O la reserva que hace el vendedor de volver a
adquirir la cosa de su comprador abonando un precio que puede ser menor, igual o
mayor de la venta inicial, lo que se denomina pacto de retroventa.
De todas formas, si bien ello suele representar el uso general de los términos, lo
cierto es que en algunas oportunidades se denominan “pactos” a verdaderos contratos,
como por ejemplo cuando se estudian los denominados “pactos sucesorios” (no
autorizados salvo excepcionalmente por nuestro ordenamiento jurídico).

Acto jurídico y contrato. Actos jurídicos que no son contratos


El contrato (que requiere consentimiento) pertenece al género de los hechos
voluntarios lícitos. De ahí que se presente como un “acontecimiento” al cual la ley le
imputa determinadas consecuencias: la adquisición, modificación, o extinción de
relaciones o situaciones jurídicas (257).
Sin embargo, hay hechos jurídicos que siendo humanos, voluntarios y lícitos no
tienen por fin inmediato alguna adquisición, modificación o extinción de derechos,
aunque tienen consecuencias jurídicas (son los llamados simples actos lícitos del art.
258). Podemos citar como ejemplos: la gestión de negocios ajenos, la constitución de
domicilio, la declaración de un testigo en un juicio, etc.
Ahora bien, según el art. 259 CCCN:

ARTÍCULO 259. Acto jurídico. El acto jurídico es el acto voluntario lícito que
tiene por fin inmediato, la adquisición, modificación o extinción de relaciones o
situaciones jurídicas.
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Los actos jurídicos pueden ser unilaterales o bilaterales. El testamento es un acto


jurídico unilateral y autónomo, como así también el reconocimiento de un hijo. El
matrimonio es un acto jurídico bilateral.
Cuando el acto jurídico bilateral es de contenido patrimonial estamos frente a un
contrato. La bilateralidad está dada por la cantidad de partes que intervienen, y no por
las obligaciones que asumen las partes. En este sentido, tanto la compraventa como la
donación son actos jurídicos bilaterales porque para su formación se requieren dos
partes, que expresen la oferta y aceptación, aunque luego de perfeccionado el negocio
existan obligaciones pendientes para una de ellas (la donación simple solo impone
obligaciones principales al donante), o ambas (en la compraventa el vendedor se obliga
a transmitir la propiedad de una cosa, y el comprador a pagar por ella un precio en
dinero).

La teoría general del contrato y la teoría general del acto jurídico


La teoría general del contrato sufrió el embate de la teoría del acto jurídico o
negocio jurídico, en franca expansión. Como consecuencia se perfilan tres corrientes
doctrinarias (Mosset Iturraspe, 1978):
a) La que siguiendo la tradición jurídica legisla de un modo exclusivo sobre los
contratos en general, abarcando disposiciones comunes a los actos o negocios jurídicos
genéricamente considerados. Se origina en el derecho moderno en el CC Francés (recibe
consagración expresa en el Cód. Suizo. El CC italiano sigue esta corriente no obstante
el desarrollo notable por la doctrina de la teoría del negocio jurídico).
b) Quienes sostienen que, para armonizar con la evolución social y económica a
la que asistimos y evitar el riesgo de consagrar fórmulas vacías de sentido y de
sustancia, dada la importancia que tiene hoy en día el acto jurídico, debe invertirse la
fórmula y declarar que las reglas generales concernientes a la formación, ejecución y
extinción de los actos jurídicos se aplican a los contratos, a menos que lo contrario surja
de la voluntad de las partes o de disposiciones de la ley. Esta tesis no recibió
consagración legislativa, pero sí fue receptada por alguna doctrina que, en materia de
contratos, omite referirse a la teoría general -remitiéndose a la teoría del acto jurídico- y
comienzan directamente con el estudio de las figuras especiales (es el criterio seguido
por Borda en su tratado).
c) La postura intermedia parte de la utilidad y conveniencia de ambas teorías.
Del contrato por ser la especie de mayor importancia en la vida económica y de más
frecuente celebración; y del acto o negocio jurídico por ser el género comprensivo de
una variedad muy grande de figuras basadas en la voluntad (este es el criterio seguido
por Freitas, Vélez Sarsfield, y la gran mayoría de códigos modernos). Esta postura
sostiene Mosset Iturraspe. Dentro de la misma se discute si es conveniente incluir la
mayor cantidad de temas en la teoría general del acto o negocio jurídico o no (por ej: la
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“declaración negocial” o declaración de voluntad, “modalidades de esa declaración”,


“forma”, “interpretación e integración”, etc.) Para Mosset Iturraspe, si bien desde el
punto de vista teórico es más adecuado legislar sobre los temas nombrados en la teoría
del negocio jurídico, desde el punto de vista práctico no es así, sobre todo si se piensa
en los destinatarios del CC. Lo mismo sucede en el plano docente, donde el estudio a
manera de una teoría general de la materia contractual representa una utilidad mayor.
El CCCN adopta la última postura. En la parte general (libro primero), en el título 4
regula los hechos y actos jurídicos, e incorpora una teoría general del acto jurídico.
Además de clasificar los hechos y actos, y de regular la manifestación de la voluntad y
sus vicios, en el capítulo 5 prescribe disposiciones sobre los elementos esenciales o
estructurales (objeto, causa), la forma y la prueba, la regulación de los instrumentos
públicos, privados y particulares, y las normas de contabilidad. En el capítulo 6 trata los
vicios propios de los actos jurídicos que presentan como denominador común un
defecto en la buena fe del acto, y en el 7 sus modalidades o elementos accidentales
(condición, plazo y cargo). En el capítulo 8 incluye de manera novedosa y correcta una
teoría general de la representación, fijando como principio que todo acto jurídico puede
ser realizado a través de un representante (legal, voluntario o con representación
orgánica), incluyendo normas sobre representación voluntaria, íntimamente ligadas con
el contrato que le puede dar origen; para finalizar en el capítulo 9 con supuestos de
ineficacia del acto jurídico (puntualmente nulidad e inoponibilidad).
Respecto del contrato, también incorpora una teoría general, y luego de brindar
disposiciones generales, clasificarlos, y dar pautas específicas sobre la formación del
consentimiento (que es un acuerdo alcanzado por actos voluntarios), da pautas propias,
en ocasiones con algún grado de reiteración de lo ya prescripto en la parte general y en
particular en materia de actos jurídicos, sobre capacidad, objeto y causa (elementos
estructurales), forma y prueba. Y cuando regula los efectos, y el capítulo de extinción,
modificación y readecuación, también prevé supuestos de ineficacia. En definitiva, se ha
mantenido la regulación de ambas teorías generales, que presentan puntos de contacto.

3) Definición legal del contrato: análisis

Ya mencionamos que el CCCN prescribe:

ARTÍCULO 957.- Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o


más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o
extinguir relaciones jurídicas patrimoniales 1

1
El CC de Vélez en su art. 1137 establecía: “Hay contrato cuando varias personas se ponen de
acuerdo sobre una declaración de voluntad común, destinada a reglar sus derechos”. Se ha discutido por
la doctrina si es conveniente (desde una perspectiva técnico-jurídica) que el legislador brinde definiciones
en los textos legales. Vélez mismo en la nota al art. 495 citaba a Freitas, y calificaba de impropias a las
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Veamos los aspectos centrales de esta definición, que recepta las críticas que la
doctrina había brindado al régimen derogado.
En primer lugar, la clave para identificar la existencia del contrato está en el
consentimiento o acuerdo de voluntades. Veremos más adelante que, como todo acto
voluntario, puede ser expreso o tácito, que además puede estar restringido por
cuestiones económicas o por la modalidad de contratación (por ejemplo, cuando hay
adhesión, o bien cuando es prestado por un consumidor), y que excepcionalmente
pueden aplicarse reglas contractuales basadas en actos que carecen de él (por ejemplo,
en el supuesto de una representación aparente). De todos modos, no caben dudas que
sigue siendo el elemento central para la configuración del contrato.
En segundo lugar, repárese en que la ley habla de partes y no de personas, como
una primera aproximación nos podría hacer pensar. En el plano jurídico parte es un
centro de interés. Normalmente cada persona actúa según un interés que le es propio, y
que difiere con el resto de las personas. Pero puede ocurrir que ello no sea así, y que
varias personas respondan a un mismo interés, o que una sola persona pueda manifestar
intereses contrapuestos.
Puede haber una sola persona, pero existir contrato porque hay dos o más partes.
También pueden existir varias personas y no haber contrato por tratarse de un acto
plurisubjetivo (hay una declaración de voluntad común pero no hay “partes”).
Por ejemplo, para Spota pueden darse tres supuestos:
a) Una doble representación, esto es cuando una persona reúne la calidad de
representante de otras dos y manifiesta en sus nombres una declaración de voluntad
común. Así, por ejemplo, Pedro le encarga a Juan que venda su casa, y Luisa a su vez
que le compre una. Juan celebra el contrato solo, invocando la calidad de representante
de Pedro por la parte vendedora, y la calidad de representante de Luisa por la parte
compradora: una sola persona, que representa a dos partes. Si el contrato debe firmarse,
encontraríamos en él una sola firma, la de Juan. Ya veremos más adelante que esta
manera de celebración tiene límites estrictos impuestos por la ley.
b) El caso del autocontrato o contrato consigo mismo. En este caso, Pedro le
encargaría a Juan la venta de su casa, y Juan la compra. Juan celebra el contrato solo,
invocando la calidad de representante de Pedro por la parte vendedora, y actúa por
derecho propio por la parte compradora. También si se instrumentara de manera escrita
existiría una sola firma, nuevamente la de Juan (cabe destacar que esto se podría realizar
solo si Pedro autoriza expresamente a su representante a actuar en tal sentido, art. 368
CCCN).

definiciones legales, excepto cuando contenga una norma de conducta, esto es, cuando pretenden
restringir la significación del término de que se sirven. Para Spota, es correcto que la ley tenga
definiciones siempre que éstas tengan eficacia normativa (Spota 1974). El CC Italiano lo prescribe de una
manera similar: “ARTICOLO 1321 .-Nozione. Il contratto è l'accordo di due o più parti per costituire,
regolare o estinguere tra loro un rapporto giuridico patrimoniale.”
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c) Los actos plurisubjetivos. Aquí hay más de una persona, y sin embargo todas
reúnen la calidad de una sola parte. Ej: varios condóminos se ponen de acuerdo en
vender su inmueble, o bien el acto jurídico que realizan dos representantes o apoderados
que deben obrar de manera conjunta en nombre y representación del representado. Si
analizamos el primer ejemplo vemos que realizan una declaración de voluntad común
porque sus voluntades se funden, pero no un contrato, sino un acto jurídico unilateral: la
oferta. Los condóminos van a ocupar la posición del vendedor, pero hasta que no
aparezca un comprador, no hay contrato de compraventa.
En tercer término, la ley menciona que la manifestación del consentimiento es para
crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales.
Como en todo acto jurídico hay un fin inmediato buscado que es establecer una relación
jurídica. Pero dicha relación debe tener contenido patrimonial, de otra forma se incluiría
en el contrato a figuras que no revisten ese carácter (como el matrimonio).2
Recordemos que no se limita a crear, también trasmite (cesión de créditos o de
deudas), modifica (novación por acuerdo de acreedor y deudor), y extingue (rescisión
bilateral o distracto, dación en pago o pago por entrega de bienes, transacción).

4) El contrato y los derechos reales y hereditarios

Expresa Mosset Iturraspe (1978) con razón: “El contrato regla exclusivamente de
un modo inmediato o directo, las relaciones jurídicas patrimoniales obligacionales - es
decir las propias del derecho creditorio. Con respecto a las relaciones jurídicas reales,
que también integran el derecho patrimonial, el mero contrato sirve de título, pero
resulta insuficiente para producir la adquisición o la constitución del derecho real.
Carece de eficacia real.”
Cuando yo vendo un objeto, el contrato sirve de título, es decir de causa que
justifica el desplazamiento patrimonial. Pero para que el comprador adquiera la
propiedad de lo que compró (derecho real), se requiere otro elemento, que es la
tradición o entrega. Antes de la entrega el comprador no tiene un derecho real, sino en
todo caso un derecho personal a que se le entregue la cosa.
Esto es central en nuestro sistema, ya que las protecciones brindadas a los titulares
de derechos reales son sustancialmente diversas que las dadas a aquellos que solo tienen
un derecho personal.
Hay algunos derechos reales que no se constituyen con la entrega, sino con la
inscripción (por ejemplo, la hipoteca). Pero la situación no varía. El contrato solo no
crea o constituye el derecho real, sino las formalidades revestidas para el acto sumadas a
su inscripción. Este aspecto se estudia en la asignatura derechos reales.

2
La falta de contenido patrimonial se evidencia en el interés que tienen las partes al celebrarlo, sin
perjuicio de que la ley le reconozca efectos jurídicos luego de su perfeccionamiento (régimen de
administración patrimonial matrimonial: comunidad de bienes o separación según su opción).
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Con relación a los derechos hereditarios, el contrato también podría servir como
vehículo de negociación, en los casos estudiados por la doctrina como pactos
sucesorios, entre los que se encuentra la denominada “sucesión contractual”3.
En todos los casos se tratan de acuerdos sobre una herencia futura, es decir que
disponen sobre cuotas o bienes determinados que pertenecen a una persona viva,
celebrados entre sus potenciales herederos, con participación o no del futuro causante,
en vistas o para producir efectos con posterioridad a la muerte. No hay que confundirlos
con el testamento, que no es un contrato, sino un negocio jurídico unilateral autónomo,
personalísimo y esencialmente revocable (arts. 2465, 2511). Tampoco deben
confundirse estos pactos con los negocios que pueden realizarse sobre los derechos
hereditarios una vez que el causante falleció, los que son plenamente válidos.
Los pactos sucesorios buscan organizar o dividir la herencia antes de su apertura, y
como regla general están prohibidos. Dicha prohibición es además de orden público por
lo que el efecto es su nulidad.4
Se han propuesto diversas clasificaciones para su estudio, de utilidad para su
reconocimiento: a) institutivos (por ejemplo un acuerdo donde Juan y Pedro se
instituyen recíprocamente herederos); b) renunciativos (por ejemplo: un hijo acuerda
con su padre o con un hermano renunciar a la herencia de aquel); c) dispositivos (el
heredero cede por contrato su posición hereditaria, es decir su calidad de tal, o bien un
bien que espera recibir en sucesión); d) distributivos (se acuerda entre los futuros
herederos, con intervención o no de quien será el causante, cómo se repartirán los bienes
ante su muerte).
El CCCN, luego de receptar esta regla incorpora una importante excepción, que ha
despertado diversas críticas, en la medida en que rompe el sistema, aunque bajo
determinadas condiciones:

ARTÍCULO 1010.- Herencia futura. La herencia futura no puede ser objeto de los
contratos ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos
particulares, excepto lo dispuesto en el párrafo siguiente u otra disposición legal
expresa.
Los pactos relativos a una explotación productiva o a participaciones societarias
de cualquier tipo, con miras a la conservación de la unidad de la gestión empresaria o
a la prevención o solución de conflictos, pueden incluir disposiciones referidas a
futuros derechos hereditarios y establecer compensaciones en favor de otros
legitimarios. Estos pactos son válidos, sean o no parte el futuro causante y su cónyuge,

3
Acuerdo entre una persona que confiere a otra un derecho hereditario, a título universal o
particular, sobre sus bienes.
4
Señala Aparicio (2016) que, en las legislaciones de raíz germánica, como las de Alemania, Austria,
Suiza, a las que se puede agregar Portugal, rige un criterio permisivo con la admisión de los contratos
sucesorios, con algunas limitaciones, mientras que en nuestro derecho se continúa el criterio de
prohibición de orientación romana.
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si no afectan la legítima hereditaria, los derechos del cónyuge, ni los derechos de


terceros.

La excepción del segundo párrafo del art. 1010 responde a supuestos que se
presentaban en la realidad y que para muchos no obtenían una adecuada solución en la
ley. Cuando existen actividades productivas realizadas por una persona humana (o
eventualmente a través de una figura societaria) que reviste el carácter de empresa
familiar, es muy frecuente que alguno de los hijos o descendientes continúe con la
actividad del fundador, a veces acompañado por el resto de sus hermanos, a veces no.
En este último caso, ocurre que uno o algunos de los potenciales herederos comienzan a
dedicar no solo su tiempo, sino a definir su futuro en función de una actividad de la que
esperan obtener sus ingresos, mientras que otros miembros de la familia, con iguales
derechos sucesorios eventuales, dedican ese esfuerzo para otra actividad. En ocasiones
incluso, el fundador de la empresa desea jubilarse, o bien dedicar menos tiempo a su
actividad, lo que es suplido por el familiar (futuro heredero).
Así las cosas, el fallecimiento del fundador se torna como potencialmente
conflictivo, ya que puede ser un detonante de un serio conflicto familiar: cuando los
herederos que no han formado parte de la actividad, y no le han dedicado esfuerzos,
pretenden recibir su parte proporcional como “dueños”, tratando al heredero que
continuó la actividad como si fuese un “dueño” más, sin obtener ningún reconocimiento
o plus a sus esfuerzos, más que lo que pudiese haber recibido como retribución estando
el causante en vida.
Es ante este tipo de situaciones que se pensó al posibilitar estos contratos para que
se dispongan sobre derechos sucesorios futuros, incluso previendo la posibilidad de
compensaciones económicas actuales, y que exigen:
a) que haya una explotación productiva o participación societaria (es decir una
empresa);
b) que el acuerdo tenga un fin específico: conservar el emprendimiento o la unidad
de gestión (empresa), o bien prevenir conflictos (de orden económico familiar);
c) que no afecten la legítima hereditaria de los herederos (tanto de los que los
suscriben como los que no), ni los derechos del cónyuge, ni los de terceros.
d) No requiere la participación del futuro causante ni de su cónyuge (aspecto que ha
sido particularmente objeto de críticas, por ser ellos los titulares originarios del
patrimonio sobre el cual se realizan actos de disposición).

5) Importancia económica del contrato


Desde la sanción del viejo Cód. Civ. el contrato ha sido y continúa siendo la
principal fuente de las obligaciones. La base económica de ese derecho es evidente.
Señala Messineo con razón que el contrato es el “instrumento práctico que realiza las
más variadas finalidades de la vida económica”, sirviendo para satisfacer las
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necesidades humanas, cualesquiera sean ellas. Todas las personas están comprendidas
en la red económica del contrato.
Es indudable que el contrato desenvuelve al máximo su poder vinculante dentro de
una economía capitalista liberal. Según Mosset Iturraspe (1978) los principios
fundamentales que caracterizan esta concepción, en el ámbito jurídico, son: a) la
propiedad privada de todos los bienes, sin exclusión de ningún medio de producción, y
b) la libertad económica más absoluta que se manifiesta en los principios de la libre
empresa, de la libre competencia y de la libertad de trabajo. En lo específico, la
autonomía plena de la voluntad, en sus dos aspectos: libertad de contratar y libertad
contractual y su consecuencia, la fuerza vinculante del contrato así celebrado.
Ahora bien, ya desde hace varias décadas ha comenzado en esta materia un
movimiento tendiente a restringir el ámbito de la autonomía de la voluntad en aras de
perseguir una concepción más solidaria. Ello ha llevado a que el Estado intervenga en la
economía y, por consecuencia, se introduzca en los negocios particulares con la
pretensión de dirigirlos. Sin embargo, aún frente a esta realidad, el contrato, como
instrumento o herramienta para la satisfacción de las necesidades humanas, sigue
desempeñando un papel trascendental.5

6) Método en el CCCN: a) fractura del tipo general; b) unificación de los


contratos civiles y comerciales.

La primera apreciación que debemos hacer sobre el método del CCCN es que
mantiene la regulación de una teoría general del acto jurídico, que se inserta en la parte
general, y además una teoría general del contrato. Nos remitidos al apartado de este
mismo artículo donde tratamos el tema.
Otra característica es que organiza, como lo hacía el viejo Cód. Civil, la materia
contractual en una parte general (ahora integrada por los títulos 2 y 3 del libro tercero),
donde se desarrolla justamente la teoría general del contrato, y una parte especial (título
4 del libro tercero), donde a lo largo de 30 capítulos se desarrolla la regulación de
diversos contratos típicos (31 si consideramos las normas sobre dominio fiduciario,
propias de los derechos reales, pero insertas a continuación de la regulación del contrato
de fideicomiso).
Esta manera de legislar es muy importante para su estudio y posterior aplicación
práctica. Cuando una norma se inserta en la parte general, es aplicable a todos los
contratos, sean típicos o no, es decir encuadren o no en las disposiciones de la parte
especial.

5
Sobre el tema ampliaremos más adelante, a propósito de la teoría de la autonomía de la voluntad y
sus límites.
10
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El CCCN, además de hacer varias correcciones a errores que se habían señalado a


la organización propuesta por Vélez Sarsfield, introduce en este aspecto dos grandes
novedades: a) la fractura del tipo general, y b) la unificación civil y comercial.

La teoría general del contrato y la fractura del tipo general

En el título 2 del libro tercero el CCCN desarrolla la teoría general del contrato de
una manera más significativa que el texto anterior. Se regulan en 13 capítulos: los
principios generales, la clasificación de los contratos, su formación (previendo allí
normas sobre la adhesión en la sección 2 del capítulo 3), la incapacidad e inhabilidad
para contratar, el objeto, y la causa (elementos esenciales o estructurales), la forma y la
prueba, los efectos (entre partes y con relación a terceros, la suspensión del
cumplimiento, el saneamiento y la señal), la interpretación, el fenómeno de la
subcontratación, la conexidad contractual, y los supuestos de extinción, modificación y
adecuación.6
Todo contrato como acto jurídico bilateral de contenido patrimonial presenta
determinadas características que permiten no solo definirlo y diferenciarlo de otras
figuras, sino establecer una serie de prescripciones comunes, independientemente del
contenido concreto. A esto se hace referencia cuando hablamos del “tipo general”, es un
acto que en general presenta los mismos caracteres. Si a ese acuerdo voluntario le
agregamos las prestaciones específicas asumidas, entonces podremos identificar los
tipos específicos (para distinguir si hay compraventa, locación, mandato, o se trata de
un contrato innominado).
En la construcción de esas reglas generales, que están en la teoría general, se
observaron dos circunstancias determinantes, que llevaron a los autores a preguntarse si
ante su presencia se podían dar las mismas normas como soluciones justas.
La primera fue el consentimiento que se obtiene en un contrato por adhesión, donde
una de las partes, el predisponente, fija todas las condiciones, y la otra, el adherente,
solo puede decir si las acepta o no (ver sección 2, capítulo 3, título 2 del libro tercero).
Este consentimiento, tiene una variante muy diferente al obtenido en los contratos
negociados, con libertad contractual, que se denomina adhesión. ¿Pueden darse las
mismas reglas de interpretación o de análisis de cláusulas abusivas en uno y otro caso?
Repárese en que no se trata de un “tipo especial”, sino de una modalidad de formar el
consentimiento. Una compraventa, puede celebrarse negociadamente, o por adhesión.
De allí que es un problema que atañe a la teoría general.
6
Vélez Sarsfield había dedicado una sección específica a las obligaciones que nacen de los contratos
(Libro II sección III). Colocó un Título I bajo el acápite “De los contratos en general”, donde se
formulaba la Teoría General del Contrato, expuesta en seis capítulos, que tratan sucesivamente del
consentimiento, de la capacidad, del objeto, de la forma, de la prueba y del efecto de los contratos,
después de haberlos definido y clasificado. Luego de este título I el Cód. traía diecisiete títulos destinados
a la regulación de la parte especial (contratos en particular).
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Así lo explica la comisión que elaboró el proyecto que luego se transformara en el


CCCN:

En este tema hay varios aspectos para considerar:


A) Método
Algunos de los códigos vigentes en la región, no tratan el tema (por ejemplo,
Brasil, Uruguay y Colombia). La excepción la constituye el código civil del Perú que lo
hace a través de diez disposiciones. Con relación al contenido de leyes especiales,
destacamos que el Código de Defensa del Consumidor de Brasil contiene una sección
con un artículo y cuatro parágrafos. Ecuador dispone de una ley especial (2000-21)
que reproduce literalmente el texto al que hemos aludido precedentemente de Brasil. Lo
propio acontece con Paraguay por ley especial (nº 1.334) que contiene un artículo
definiendo el contrato por adhesión y otro que alude a los caracteres legibles del
contenido.
En nuestro país debemos tener en cuenta que el tema ha sido profusamente tratado
desde hace muchos años por la doctrina, la jurisprudencia y por los proyectos de
legislación, razón por la cual no se puede obviar su regulación.
B. Adhesión o predisposición
Es necesario establecer algunas precisiones acerca del fenómeno que se regula.
El supuesto que se regula no es un tipo general del contrato, sino una modalidad
del consentimiento. En este caso hay una gradación menor de la aplicación de la
autonomía de la voluntad y de la libertad de fijación del contenido en atención a la
desigualdad de quien no tiene otra posibilidad de adherir a condiciones generales. Se
diferencia de la regla general, pero no se trata de contratos de consumo.
El campo de aplicación, además de la contratación de consumo, es aquel que
presenta situaciones de adhesión, como ocurre entre las pequeñas y medianas empresas
y los grandes operadores del mercado.
En este aspecto sugerimos una diferencia respecto del Proyecto de 1998. En el
texto mencionado se considera que es contrato predispuesto “aquel cuyas
estipulaciones han sido determinadas unilateralmente por alguna de las partes”,
condiciones generales son “las cláusulas predispuestas por alguna de las partes, con
alcance general y para ser utilizadas en futuros contratos particulares, sea que estén
incluidas en el instrumento del contrato o en otro separado”, y se define al contrato
celebrado por adhesión como “al contrato predispuesto en que la parte no
predisponente ha estado precisada a declarar su aceptación” (artículo 899 y cc.).
Sin perjuicio de la corrección de estas disposiciones, hemos preferido una solución
que parece más simple, regulando el contrato celebrado por adhesión a cláusulas
generales y, dentro de la Sección, fijando algunas reglas para la redacción de cláusulas
predispuestas.

12
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

El contrato se celebra por adhesión cuando las partes no negocian sus cláusulas,
ya que una de ellas, fundada en su mayor poder de negociación, predispone el
contenido y la otra adhiere.
La predisposición, en cambio, es una técnica de redacción que nada dice sobre los
efectos. El contenido predispuesto unilateralmente puede ser utilizado para celebrar un
contrato paritario, o uno por adhesión o uno de consumo.
La razón de ello es que hay muchos contratos en los que la predisposición de las
cláusulas no es un indicio de la debilidad de una de las partes: esto puede ocurrir
porque los contratantes disminuyen los costos de transacción aceptando un modelo de
contrato predispuesto por una de ellas o por un tercero.
La adhesión es una característica de un acto del aceptante, y no una calidad del
contenido, como ocurre en la predisposición. El primer elemento activa el principio
protectorio, mientras que el segundo es neutro, ya que puede o no existir abuso.
Por esta razón sugerimos basar la regulación en la adhesión, antes que el carácter
preredactado o no de las cláusulas, sin perjuicio de fijar algunas reglas para estas
últimas.
El sistema queda ordenado entonces de la siguiente manera:
a.- Contratos discrecionales: en ellos hay plena autonomía privada.
b.- Contratos celebrados por adhesión: cuando se demuestra que hay una adhesión
a cláusulas generales redactadas previamente por una de las partes, hay una tutela
basada en la aplicación de este régimen.
c.- Contratos de consumo: cuando se prueba que hay un contrato de consumo, se
aplica el Título III, sea o no celebrado por adhesión, ya que este último es un elemento
no tipificante.

La segunda circunstancia es la aparición del derecho del consumo y su impacto en


la teoría del contrato. El vínculo entre un proveedor y un consumidor, que se establece
con el fin de consumo final, supone la necesidad de proteger a la parte más débil de esa
relación, brindándole una serie de disposiciones que modifican, a veces
sustancialmente, las reglas del tipo general. Nuevamente, no se trata de un problema de
un contrato típico particular, ya que una compraventa puede ser de consumo o no. Esas
reglas, que deben aplicarse a todos los contratos de consumo, también pertenecen a la
teoría general.
En definitiva, para analizar qué reglas de la parte general deben aplicarse a un
contrato debo considerar según sea un contrato paritario o por adhesión, y luego según
sea de consumo o no. Ese esquema fue introducido por los redactores del CCCN, a
través de un método relativamente original. Así lo han explicado los codificadores en
sus fundamentos:

1. La regulación del tipo general del contrato


1.1. Extensión
13
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

El Anteproyecto regula tanto los contratos civiles como los comerciales, siguiendo
los lineamientos de los proyectos anteriores.
El aspecto más discutido es la regulación de los contratos de consumo en el ámbito
del Código Civil y su grado de extensión.
En el derecho comparado hay distintos modelos.
Una opción es mantener separadas ambas regulaciones. Es el criterio del Código
de Consumo italiano (Decreto Legislativo nº 206 del 6 de setiembre de 2005), del texto
refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras
leyes complementarias española (Real Decreto Legislativo 1/2007 del 16 de noviembre
de 2007) y del Anteproyecto de Reforma al Código Civil francés en el Derecho de
obligaciones y el Derecho de la prescripción, dirigido por el profesor Pierre Catalá y
presentado al Ministerio de Justicia en el año 2005, que tampoco incorpora la
regulación de los contratos de consumo al Código Civil. Todos los Estados Partes del
Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) así como todos los
Estados Asociados (Bolivia, Chile, Perú, Ecuador y Colombia) tienen leyes del
consumidor separadas del Código Civil. El comentario 2º al Preámbulo de los
Principios de Unidroit señala el “propósito de excluir del ámbito de los Principios las
llamadas operaciones de consumo”.
Con otro criterio, la reforma del año 2002 al Código Civil alemán incorporó
algunas normas aplicables específicamente al derecho del consumidor (definición de
consumidores y profesionales, contratos celebrados fuera de los establecimientos
mercantiles y a distancia, garantías en la venta de bienes de consumo) junto con otras
propias del Código (condiciones generales de la contratación, morosidad en las
operaciones comerciales, comercio electrónico). El Código Civil quebequés de 1991
incluyó disposiciones atinentes a los contratos de consumo y a los celebrados por
adhesión (artículos 1432, 1437, 1438) así como a la responsabilidad de los
intervinientes en el proceso de fabricación y comercialización de cosas muebles
(artículos1468 y 1469).
El Código Civil holandés de 1992 reguló las condiciones generales de contratación
(Libro 6, artículos 231 a 247), la responsabilidad por productos (Libro 6, artículos 185
a 193) y las exigencias en cuanto a la publicidad (Libro 6, artículos 194 a 196).
En el ordenamiento jurídico argentino hay que considerar el rango constitucional
de los derechos del consumidor, la amplia aplicación de estas normas en los casos
judiciales y la opinión de la mayoría de la doctrina. Siguiendo estos lineamientos, es
necesario no solo avanzar en cuanto a la unificación de los contratos civiles y
comerciales, sino también incorporar a los contratos de consumo.
1.2. Problemas de la regulación
La extensión del objeto regulatorio plantea problemas en cuanto a las distinciones
y al modo en que se presentan.
Una posibilidad consiste en regular el contrato discrecional y dedicar algunos
artículos relativos a los efectos que consideren la temática de los vínculos de consumo.
14
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Esta perspectiva fue adoptada en el Proyecto de 1998, pero la evolución que ha


experimentado la materia desde entonces impide este abordaje, ya que la amplitud de la
definición de la relación de consumo existente hace que los contratos de consumo
constituyan un ejemplo de la fragmentación del tipo general.
La alternativa contraria consiste en establecer una regla que aplique el principio
protectorio de modo general, como si todos los contratos sean de consumo. También es
inconveniente, porque se distorsiona gravemente el sistema y sería inadecuado aplicar
este régimen a la contratación entre empresas para la construcción de un puente o el
desarrollo de tecnología, o el aprovisionamiento, o cualquier otro vínculo semejante.
En todos estos casos subsiste la necesidad de preservar la autonomía privada, como es
consenso mayoritario en el país y en todo el derecho comparado. Tampoco puede
seguirse un criterio cuantitativo que lleve a la conclusión de que, si se celebran más
contratos de consumo, estos constituyen la regla general, porque ello no es así en
ningún sistema de derecho comparado ni podría serlo. La diferenciación es
argumentativa, valorativa y basada en principios, pero no en cantidades que pueden
variar sensiblemente.
En la jurisprudencia, el principal problema es que se terminan aplicando
principios protectorios propios de la tutela del consumidor a los contratos de empresas,
con deterioro de la seguridad jurídica. En la doctrina, hay muchos debates derivados
de la falta de una división clara en la legislación. Los autores más proclives al
principio protectorio hacen críticas teniendo en mente al contrato de consumo que
pretenden generalizar, mientras que aquéllos inclinados a la autonomía de la voluntad,
principalmente en materia comercial, ven una afectación de la seguridad jurídica. El
problema es que hablan de objetos diferentes.
En virtud de todo ello, corresponde regular los contratos de consumo atendiendo a
que no son un tipo especial más (ejemplo: la compraventa), sino una fragmentación del
tipo general de contratos, que influye sobre los tipos especiales (ejemplo: compraventa
de consumo), y de allí la necesidad de incorporar su regulación en la parte general.
Esta solución es consistente con la Constitución Nacional que considera al consumidor
como un sujeto de derechos fundamentales, así como con la legislación especial y la
voluminosa jurisprudencia y doctrina existentes en la materia.
Es necesario, entonces, regular tanto los contratos civiles, como los comerciales y
de consumo, distinguiendo el tipo general del contrato de consumo.

Unificación de los contratos civiles y comerciales


Históricamente el derecho comercial nace a partir de un desprendimiento del
derecho civil, con la finalidad de atender las particularidades de este tráfico jurídico,
para el cual el derecho civil, más formalista y menos práctico, se manifestaba
insuficiente. Así se fueron desarrollando instituciones propias, sobre todo sobre la base
de los usos y costumbres adoptados por los comerciantes en distintas épocas.
15
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Vélez Sarsfield no fue ajeno a esta corriente imperante en su época, y si a ello le


sumamos las circunstancias históricas propias de nuestro país, es razonable comprender
por qué la materia contractual recibió regulación diferenciada, tanto en el Cód. Civ.
como en el Cód. de comercio (redactado por cierto con anterioridad para la Provincia de
Buenos Aires, y adoptado luego por los Estados de la Unión).
Sin embargo, la evolución del tráfico jurídico produjo que muchas de las
instituciones propias del derecho mercantil se vayan incorporando al derecho civil (el
caso del pacto comisorio tácito o cláusula resolutoria implícita, por poner uno de tantos
ejemplos), especialmente en materia de obligaciones y contratos. Ello produjo una
tendencia a la regulación normativa y al estudio conjunto de ambas ramas,
cristalizándose en el derecho comparado en el Código Suizo de las Obligaciones, cuyo
método fue seguido con posterioridad en otros países.
En Argentina, hasta la sanción del CCCN la regulación normativa fue dual. El Cód.
Civ. y el Cód. de Comercio contenían disposiciones relativas a los contratos, tanto en la
parte general como en la especial, complementándose algunas veces (por ejemplo, en
las normas relativas a la interpretación), duplicándose las regulaciones en otras (por
ejemplo, el caso del pacto comisorio tácito), y estableciéndose disposiciones diferentes
con más o menos variantes en otros (compraventa civil y comercial, mandato civil y
comercial, etc.)
Esta situación determinó en nuestro país el nacimiento de proyectos de unificación
del derecho privado, los que se asentaron sobre todo en la regulación única de todo el
derecho de las obligaciones y de los contratos, tanto civiles como comerciales.7
El CCCN es la cristalización del esfuerzo realizado por la doctrina especializada del
país que, si bien tuvo en cuenta esos proyectos de unificación, elaboró un texto nuevo.
Sobre la base de un Anteproyecto elaborado por los Dres. Ricardo Lorenzetti, Elena
Highton de Nolasco, y Aída Kemelmajer de Carlucci, quienes a su vez solicitaron a
juristas de distintas especialidades para que colaboraran en diferentes partes, el poder
ejecutivo presentó en el año 2012 un proyecto que, luego de algunas reformas operadas
en el Congreso, se sancionó (ley 26.994), y comenzó a regir el 1 de agosto de 2015.
Se trata de un Código completamente nuevo, que deroga tanto el Código Civil
como el Código Comercial, y varias de sus normas complementarias. Deja subsistente
sin embargo varias leyes que han adquirido un importante grado de autonomía, como es
el caso de la ley de defensa de consumidores y usuarios (con reformas), de concursos y
quiebras, de seguro, de la navegación, la ley de sociedades comerciales (aunque con
importantes reformas, denominándose ley general de sociedades), etc.
La teoría general de los contratos se unificó totalmente. En la parte especial,
algunos contratos tienen una regulación única para la materia civil y comercial, (como

7
El estudio de estos proyectos ya ha sido realizado en las asignaturas Privado I y II. De todas
maneras, cabe destacar que el hecho de que exista una regulación base, no obsta a que algunas figuras
contractuales sean susceptibles de una regulación particular, aplicándose principios distintos en lo civil
como en lo comercial. Lo que ya no se justificaba era el mantenimiento de dos Códigos distintos.
16
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

ocurre con la compraventa, aunque en una sección especial prescribe todo lo relativo a
lo que anteriormente estaba en el Cód. de Comercio), y otros pertenecen a un ámbito o
al otro (como por ejemplo la comisión, que es un mandato comercial no representativo).

EVOLUCIÓN HISTÓRICA, CONCEPCIONES CLÁSICAS Y


MODERNAS SOBRE EL CONTRATO
El vínculo entre el contrato y la manifestación de voluntad no siempre ha sido tan
determinante a lo largo de la historia. A continuación, veremos sintéticamente la
evolución de la concepción del contrato.

1) Derecho Romano
El derecho romano se caracterizó por diferenciar las nociones de pacto o convenio
con la de contrato. La convención o pacto (Conventio, Pactum) era el simple acuerdo de
voluntades que por sí solo no generaba acción ni vínculo obligatorio. Por el contrario, el
contrato era el acuerdo de voluntades acompañado de una forma requerida y con causa
tipificada, lo que permitía el nacimiento del vínculo obligatorio y su correspondiente
acción. El pacto carece de forma y causa, y el contrato en cambio sí lo contiene. Es por
ello que, en una primera etapa, el contrato tenía que estar sancionado y regulado por la
ley.
Por otra parte, el contrato como una categoría genérica o abstracta (acuerdo de
voluntades destinado a reglar derechos de contenido patrimonial) no existía. El derecho
romano nunca desarrolló una teoría general del contrato, sino que conocía y regulaba
contratos singulares o específicos, a cada uno de los cuales se le atribuía o reconocía
una causa y una forma determinada. De esta manera la jurisprudencia reconocía un
grupo de contratos iniciales que se fue ampliando cuando las necesidades sociales y
económicas lo requirieron.
En el derecho primitivo, para crear una obligación, era necesario el cumplimiento
de determinadas solemnidades que, si no se cumplían, no producían su nacimiento más
allá de la intención de las partes de hacerlo. Son los denominados luego por Gayo como
los contratos verbales. Por ejemplo, en la stipulatio, el futuro acreedor (estipulante)
preguntaba al futuro deudor (prominente) si estaba dispuesto a prometer algo, esto es, a
entregar alguna cosa o realizar algún servicio; apenas el deudor contestaba prometiendo,
quedaba obligado a entregar la cosa o realizar el servicio prometido. Un ejemplo sería
así: a) Stipulator (estipulante): centum mihi dari spondes? (¿prometes darme cien?);
Promissor (prominente): spondeo (prometo). Era un contrato verbal, que atribuía
obligaciones sólo al promitente, además de “abstracto”, en el sentido de que no requería
se explicara la causa que le daba origen a la prestación comprometida. Es por ello que
se utilizaba para todo tipo de convenciones, para dotarlas de acción y eficacia jurídica.

17
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

La pregunta y respuesta de los intervinientes debía ser oral (sordos y mudos no podían
celebrarla), inmediata o en un único acto, ambos debían estar presentes (no admitía la
contratación entre ausentes). La respuesta debía ser además congruente: ante la pregunta
de ¿prometes darme cien? La respuesta “prometo darte 50” implicaba la nulidad, y no la
obligación por menor valor. Las acciones a que daba lugar la stipulatio variaban según
la prestación comprometida (dar, hacer). Vale decir que la formalidad adquiría un valor
superior al acuerdo de voluntades, y constituía un requisito para el nacimiento de
efectos jurídicos. El simple pacto no bastaba para crear una obligación civil.
Había un grupo de contratos que se celebraban por escrito, por ejemplo, Niminia
transcriptitia, que se insertaba o incluía en los libros de contabilidad del acreedor, y al
igual que el deudor, tenía que obligarse en ellos.
Con posterioridad se observó la necesidad de reconocer que la entrega de una cosa
fuera la causa de la obligación de restituirla para quien la había recibido. Nacen así los
contratos reales (que se denominan así porque para su perfeccionamiento no basta el
acuerdo de voluntades), sino que debe entregarse una cosa. Comprendió al depósito, el
mutuo, el comodato y la prenda.
Luego se reconocieron un grupo de convenciones de uso frecuente e importancia
económica que se celebraban mediante el consentimiento. Se limitaron a tipos concretos
(no cualquier acuerdo se podía celebrar así), agrupados bajo la denominación de
contratos consensuales: la compraventa, la locación de cosas, el mandato, y la sociedad.
Es por ello que en la época imperial los contratos reconocidos eran los nominados
por la ley y se clasificaban en: a) verbales (verbis); b) escritos (litteris); c) reales (re); y
d) consensuales (consensu).
En la época postclásica se cierra la evolución cuando se construye la figura de los
contratos innominados, porque no pertenecían a ninguno de los tipos legales
reconocidos (Aparicio, 2016). Se trataba de convenciones que reconocían ventajas
recíprocas para ambas partes, y que admitían cuatro combinaciones de prestaciones de
dar y hacer: a) do ut des o doy para que des (por ejemplo, la permuta); b) do ut facias o
cambio de una cosa por un servicio; c) facio ut des o cambio de un servicio por una
cosa; y d) facio ut facias o intercambio de servicios.
El sistema romano era entonces formalista, cerrado o de numerus clausus, fundado
en la tipicidad (sólo en los casos admitidos por la ley), y el simple acuerdo no bastaba
para crear obligaciones exigibles, lo que se resume en la expresión que domina desde la
época clásica y subsiste en tiempos de Justiniano: nuda pactio obligationem non parit.
Aunque en su última etapa, luego del reconocimiento de los contratos innominados, y la
posibilidad brindada por la stipulatio de hacer obligatoria todo tipo de estipulaciones,
admitía una multiplicidad significativa de acuerdos (Mosset Iturraspe, 1978).
Esta situación se va a prolongar con la penetración del derecho germánico en
Europa, y se mantendrá con variantes hasta la edad media, cuando comenzaron a
aparecer las bases para la construcción de la etapa moderna.

18
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

2) La concepción moderna de contrato.


Aparicio (2016) indica, con razón, tres factores fundamentales que permitieron la
formación histórica del concepto moderno de contrato.
En primer lugar, la doctrina canonista de la iglesia católica, que destacó el valor
ético del acuerdo, que impone el deber de respetar la palabra dada, considerándose la
conducta contraria como inmoral. Se observa un valor religioso en el compromiso:
faltar a una promesa se asemeja a mentir, engañar, lo que se considera un pecado. Se
observa así que se le asigna un valor adicional a la manifestación de voluntad a la
anteriormente reconocida.
En segundo término, a partir del desarrollo del tráfico mercantil nace un nuevo
conjunto de normas que integrarán el futuro derecho comercial, que buscará eliminar las
formas civiles para facilitar la contratación y la circulación de bienes. Son normas que
nacen a partir de las prácticas comerciales y no de la enseñanza de los juristas, y
desarrollan contratos atípicos o innominados propios de comerciantes.
En tercer lugar, la Escuela del Derecho Natural en su vertiente Racionalista
presentó un nuevo enfoque conceptual, al buscar como justificativo de las normas la
razón presente en todo ser humano. Justificación que la encontraron en la voluntad de
los contratantes, en lugar de los principios jurídicos tradicionales o los ordenamientos
positivos vigentes. Sostuvieron como un principio de derecho natural la regla de que
solus consensus obligat, vale decir que sólo la manifestación del consentimiento implica
nacimiento de la obligación.
Se da nacimiento así de la noción de contrato como concepto general, y la
exaltación del consentimiento como elemento tipificante, independientemente de lo que
dispongan los ordenamientos jurídicos. Estos estudios fueron desarrollados por los
juristas de los siglos XVII y XVIII, y su cristalización se da con la sanción del Cód.
Civil Francés, el que recepta como piedra fundante de los contratos el principio de
autonomía de la voluntad. Principio que se correlaciona con la realidad social y
económica de la época: la revolución industrial, el nacimiento de la burguesía, y el
desarrollo del capitalismo.
En la economía liberal el contrato presenta las siguientes características, entre
muchas otras: a) la libertad es un valor fundamental del ser humano, es previo a la
existencia del Estado, y en el plano contractual se manifiesta en el valor supremo de la
voluntad: algo es obligatorio porque es querido; b) la mejor manera de reglar la vida en
común es a través de lo que libremente las partes pacten, debiendo el Estado intervenir
lo menos posible en los vínculos voluntariamente fijados; c) la palabra empeñada vale
para las partes como si fuese la ley misma; d) se afirma el consensualismo y se
abandonan las formas; e) el modelo contractual es expansivo, y se aplica incluso en el
Derecho Político. Desde comienzos del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX se
desarrolla esta concepción, basada en el principio de autonomía de la voluntad.

19
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Señala Lorenzetti (2004) que, a mediados del siglo XX, con el aparecimiento de las
ideas Keynesianas sobre la economía que propugnan una intervención del Estado en las
reglas del mercado, se produce una crisis en la teoría general del contrato, que
cuestiona sus postulados e impone una serie de reformas importantes. Así se pueden
mencionar: a) la libertad no es un valor absoluto anterior al Estado, sino un derecho que
se desarrolla en una sociedad organizada que puede imponer límites en aras de intereses
generales, limitándola; b) el Estado tiene el derecho de organizar y regular las relaciones
económicas para garantizar un bienestar para toda la población, evitando a sus
ciudadanos conductas que considera inconvenientes, y protegiendo a sectores
vulnerables. Ello impacta de lleno en la teoría contractual, y se revitalizan o se
incorporan varias instituciones que actúan como excepciones al acuerdo de voluntad
alcanzado por los particulares: la revitalización de límites clásicos como el orden
público, la lesión y la buena fe, la incorporación de la frustración del fin, la excesiva
onerosidad, el abuso del derecho, etc.; c) Se admite una mayor intervención de los
Jueces en la revisión de los acuerdos privados, y la potestad del Estado de intervenir en
los contratos a través de legislaciones de emergencia, modificando lo previamente
acordado; d) Se observa un paulatino retorno a las formas, pero esta vez con la finalidad
de proteger a sectores desfavorecidos; e) Aparece el Derecho del Consumidor y
comienzan a desarrollarse sus ideas protectorias.
Este período denominado de “dirigismo contractual” se caracterizó por un
importante intervencionismo estatal, una disminución del ámbito de la libertad y de la
autonomía de la voluntad, y un retorno al formalismo con una finalidad tuitiva y de
protección. Es interesante destacar que en las últimas dos o tres décadas del siglo XX se
revitalizaron las ideas económicas liberales, conociéndose este período como
“neoliberalismo”, lo que volvió a traer las discusiones acerca del libre mercado versus el
intervencionismo estatal ya conocidas, lo que impactó nuevamente en materia
contractual.
Actualmente se han dado algunos fenómenos económicos que, en términos de
Lorenzetti (2004) nos llevan a la “globalización de la concepción del contrato”.
Nos encontramos ante una economía globalizada, transnacional, que permite
establecer relaciones jurídicas masivas y despersonalizadas, llegándose incluso a
desconocer con quién se contrata. Aparecen las denominadas relaciones contractuales
de hecho, donde se utilizan medios automatizados y no se observan en los usuarios
verdaderas manifestaciones de voluntad. A ellos se suma la contratación electrónica, y
la mediatización que ella supone. Todo ello acompañado de un esfuerzo de
internacionalización: las reglas contractuales comienzan a verse influenciadas por
prácticas internacionales, y existen esfuerzos de unificación, sobre todo basados en la
lex mercatoria (costumbre comercial internacional). Existe un esfuerzo de armonizar la
legislación internacional en materia contractual para favorecer el comercio, siendo un
ejemplo muy importante la Convención sobre Compraventa Internacional de

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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Mercaderías de Viena (1980), ratificada por la Argentina por ley 22.764, por la gran
cantidad de países que la suscribieron.
Es en esa tensión, entre principios liberales e intervencionismo, entre libertad y
protección del más débil, entre normas nacionales e internacionales que se desarrolla
actualmente la teoría general del contrato.

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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

PRINCIPIOS DE LA TEORÍA GENERAL


En el capítulo 1 del título 2 del libro tercero, bajo la denominación “disposiciones
generales”, el CCCN ha incorporado una serie de principios que, complementados con
las disposiciones del título preliminar (en particular el capítulo 3, del ejercicio de los
derechos), se aplican a la generalidad de los contratos, y cuyo estudio realizaremos a
continuación.

A) TEORÍA DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD


Como señala muy bien Diez Picazo (1993) el acuerdo de voluntades (y por lo tanto
la teoría que lo estudia) es el fundamento mismo en el cual se asienta todo el
ordenamiento jurídico contractual. De allí la importancia de su análisis.

1) Concepto de autonomía de la voluntad, su origen histórico y filosófico


Para Spota (1974), la autonomía de la voluntad “…es aquel principio que confiere a
la voluntad jurídica la atribución de crear negocios jurídicos sin ultrapasar el
ordenamiento coactivo, brindándoles su contenido y su eficacia jurígena”.
Dijimos que el contrato es un acuerdo de voluntades. Se pregunta Borda (1995)
¿Cuáles son los alcances y límites de la voluntad como poder jurígeno, o sea, como
fuente de derechos y obligaciones? Según este autor, en Roma, la voluntad no bastaba
para el nacimiento de obligaciones, era necesario además el cumplimiento de formas
legales. Cuando se comenzó a reconocer acciones a contratos no formales se lo hizo en
virtud de proteger un interés económico-social y no basado en la fuerza moral de la
palabra empeñada.
La Revolución Francesa de 1789, producto del liberalismo-individualista, que
propiciaba la propiedad privada de los medios de producción, partió de dos
presupuestos que generaron al desarrollo y la exaltación de la teoría de la voluntad
(Spota, 1974):
a) La igualdad jurídica (art. 16 C.N.) Se traduce en la abolición de la esclavitud, de
la muerte civil, el nacimiento de lo que se denominó la primera generación de derechos
humanos (civiles y políticos).
b) La libertad jurídica. Traducida en nuestro campo en la libertad de contratar
(facultad para decidir si se contrata o no y, en caso afirmativo, con quién) y en la
libertad para contratar o libertad contractual (facultad de determinar el contenido del
contrato - poder de negociación).
Basados en ese ideal de libertad e igualdad, todos los hombres libres por naturaleza
debían regularse espontáneamente en sus relaciones recíprocas a través de su voluntad.
El contrato era el instrumento ideal. Esta idea trascendió incluso del derecho privado al

22
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

derecho público (como por ejemplo el desarrollo de la teoría del contrato social de
Rousseau).
La recepción legislativa se dio en el Cód. de Napoleón en el art. 1134 que
prescribía: “Las convenciones legalmente formadas sirven de ley para las partes…”8. En
nuestro país, por su parte, el art. 1197 del Cód. Civil de Vélez señalaba: “Las
convenciones hechas en los contratos forman para las partes una regla a la que deben
someterse como la ley misma”.9
Este es el reconocimiento pleno de la autonomía de la voluntad: el contrato es
obligatorio porque es querido (Borda, 1995). Es el principio denominado pacta sunt
servanda: los pactos deben cumplirse, hay que obedecer la palabra dada.
El efecto principal de la concepción de libertad jurídica (autonomía de la voluntad)
es la fuerza vinculante del contrato así celebrado (Mosset Iturraspe, 1978b),
encontrando como límite solo las nociones de orden público, moral y buenas
costumbres.
El CCCN ha ratificado este principio, aunque reformulando sus términos.

ARTÍCULO 959.- Efecto vinculante. Todo contrato válidamente celebrado es


obligatorio para las partes. Su contenido solo puede ser modificado o extinguido por
acuerdo de partes o en los supuestos en que la ley lo prevé.

Aunque parezca redundante, es necesario aclarar que, una vez celebrado el contrato,
las partes no pueden arrepentirse, o dejarlo sin efecto, y deben obligatoriamente
cumplirlo. Salvo que se de algún supuesto de excepción previsto en la ley (como por
ejemplo la facultad de revocar la acepción que tiene el consumidor en los contratos
celebrados fuera de los establecimientos comerciales y a distancia, art. 1110), o que se
viole algún límite de la autonomía de la voluntad (que veremos seguidamente), o una
autorización expresa en el mismo contrato (por ejemplo, que se pacte una seña con
sentido penitencial, art. 1059).
Para no dejar dudas de la extensión de esta regla, el CCCN aclara qué pueden hacer
los jueces con relación al acuerdo de las partes:

ARTÍCULO 960.- Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades para
modificar las estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de las

8
Art. 1134 Cód. Civ. Francés: « Les conventions légalement formées tiennent lieu de loi à ceux qui
les ont faites.- Elles ne peuvent être révoquées que de leur consentement mutuel, ou pour les causes que la
loi autorise.- Elles doivent être exécutées de bonne foi. » (Goubeaux et al, 1999). Actualmente el Cód.
Civil Francés ha sido modificado por la Ordonnance n° 2016-131 del 10/2/2016, y este principio está
receptado de la siguiente manera : Article 1103 «Les contrats légalement formés tiennent lieu de loi à
ceux qui les ont faits. », lo que significa que, los contratos, legalmente celebrados, tienen valor de ley para
quienes los realizaron.
9
Este principio ha sido receptado en numerosas legislaciones (art. 1091 Cód. Civ. español, etc.)
23
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

partes cuando lo autoriza la ley, o de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el


orden público.

2) Presupuestos de la autonomía de la voluntad


Este principio presupone la igualdad y la libertad de las partes a la hora de
contratar. Esos son los requisitos para que el contrato sea justo. Ahora bien, esta libertad
e igualdad que jurídicamente pueden existir, no refleja necesariamente una igualdad y
libertad económica. Y en materia contractual, donde en teoría las partes llegan al mejor
acuerdo para reglar sus derechos, las desigualdades producen efectos altamente nocivos,
ya que permiten que una parte se aproveche de la otra en virtud de su posición y, a
través de los principios contractuales, se le otorga reconocimiento legal a tal situación.
La desigualdad y la subordinación, en el ámbito económico y social, ha llevado a
un replanteo de la teoría de la autonomía de la voluntad, hablándose de una verdadera
crisis del contrato. El derecho, buscando un ideal de justicia, busca evitar que las
normas puedan servir como un instrumento de aprovechamiento del más débil por el
más fuerte.
Nace así la idea de los límites modernos al principio de autonomía de la voluntad.

3) Libertad de contratar y libertad contractual


La doctrina distingue aquí dos aspectos importantes sobre la libertad en materia de
contratación. Si bien se reconoce que las partes tienen libertad desde el punto de vista
jurídico, en el aspecto económico ello no siempre ocurre así.
A menudo las partes no se encuentran en plano de igualdad económica. Una de
ellas suele ser más fuerte que la otra, detentando todo el poder de negociación, pudiendo
en consecuencia imponer a la otra las condiciones bajo las cuales se celebran los
contratos. Y si a la otra parte no le conforman, entonces el contrato no se realiza.
Pensemos en las concesionarias de automotores, en las compañías de seguros, los
transportes de pasajeros, etc. Entonces, para precisar hay que diferenciar:
a) La libertad “de” contratar: es la posibilidad que tiene una persona de contratar o
no, y en caso afirmativo, de decidir con quién. Salvo supuestos excepcionales, esta
libertad siempre está presente.
b) La libertad “para” contratar o libertad contractual: Es la posibilidad de
determinar el contenido de los contratos, es decir de negociar y redactar las cláusulas
que en ellos se insertan. Se caracteriza por la existencia de un período de tratativas, que
es previo a la celebración del contrato, donde se negocian los términos del mismo. En
los contratos por adhesión esta libertad no existe.
Reiteramos: cuando una persona puede decidir si contrata o no posee libertad de
contratar. Si a su vez puede negociar el contenido del contrato, influyendo en el mismo,
goza entonces de libertad contractual. La primera, afecta la decisión sobre la celebración

24
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

de la operación, la segunda, la elección del contenido del negocio en orden a derechos y


obligaciones recíprocos. (Stiglitz y Stiglitz, 1994).10
El CCCN recepta este principio en sus dos aspectos: “para celebrar un contrato”, y
para “determinar su contenido”.

ARTÍCULO 958.- Libertad de contratación. Las partes son libres para celebrar un
contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden
público, la moral y las buenas costumbres.

La libertad de contratar implica como contrapartida la posibilidad de no hacerlo,


incluso cuando ya se hayan iniciado tratativas en tal sentido. Es por ello que, en
principio, si se han iniciado negociaciones para celebrar un contrato y las mismas no
han finalizado, los tratantes o futuras partes pueden retirarse en cualquier momento, sin
que por ello se genere responsabilidad. La libertad de contratar incluye la libertad de
negociar, y la libertad de retirarse o no contratar.

ARTÍCULO 990.- Libertad de negociación. Las partes son libres para promover
tratativas dirigidas a la formación del contrato, y para abandonarlas en cualquier
momento.

Por último, el hecho de que se reconozcan estos aspectos de la libertad, no implica


que el CCCN no haya contemplado los supuestos donde la misma se presenta alterada o
modificada. De hecho, brinda pautas específicas y diversas para los contratos por
adhesión (art. 984 y ss.), y para los contratos de consumo (1092, 1093 y 1099). En este
último caso, en materia de libertad se prescribe:

ARTÍCULO 1099.- Libertad de contratar. Están prohibidas las prácticas que


limitan la libertad de contratar del consumidor, en especial, las que subordinan la
provisión de productos o servicios a la adquisición simultánea de otros, y otras
similares que persigan el mismo objetivo.

Sobre este tema volveremos más adelante cuando veamos estas instituciones con
mayor profundidad.

10
También realiza esta distinción desde el punto de vista del principio de autonomía de la voluntad
O’Callaghan Muñoz (1993). Agrega el autor que cuando se utilizan condiciones generales de contratación
constituyen un gravísimo límite a tal principio (1993:4). Sobre el tema volveremos más adelante.
25
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

4) Límites al principio de la autonomía de la voluntad


Ya mencionamos que, desde sus comienzos, el principio de autonomía de la
voluntad reconoció algunos límites: no todo lo convenido libremente por las partes era
lícito y por lo tanto exigible.
Esos límites que han sido receptados en mayor o menor medida en todas las
legislaciones (de allí su identificación como “clásicos”) corresponden a dos nociones
básicas: la de orden público, y la de moral y buenas costumbres.
El CCCN no brinda una definición de orden público. Está reconocido como límite
en varios artículos, entre los que debemos destacar las prescripciones del título
preliminar, del objeto de los actos jurídicos, el de la libertad de contratación (958 ya
transcripto), el de las facultades de los jueces (960, ya transcripto), y el del objeto de los
contratos:

ARTÍCULO 12.- Orden público… Las convenciones particulares no pueden dejar


sin efecto las leyes en cuya observancia está interesado el orden público.

ARTÍCULO 279.- Objeto. El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho
imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al
orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede
ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.

ARTÍCULO 1004.- Objetos prohibidos. No pueden ser objeto de los contratos los
hechos que son imposibles o están prohibidos por las leyes, son contrarios a la moral,
al orden público, a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los derechos ajenos;
ni los bienes que por un motivo especial se prohíbe que lo sean. Cuando tengan por
objeto derechos sobre el cuerpo humano se aplican los artículos 17 y 56.

Definir el orden público no es tarea fácil. Se ha sostenido que es el núcleo, el


aspecto central y más sólido y perdurable, del orden social. Es el conjunto de aquellas
características y valores de la convivencia que una sociedad considera como "no
negociables". Se lo considera sinónimo de convivencia ordenada, segura, pacífica y
equilibrada. Es objeto de una fuerte reglamentación legal, para su tutela preventiva,
contextual, sucesiva o represiva.
Como realidad social, es la resultante del respeto, por todos los habitantes, de
aquellos principios o normas fundamentales de convivencia, sobre los que reposa la
organización de una colectividad determinada. Resulta de la observancia de un
conjunto de normas jurídicas, cuyo cumplimiento es indispensable para preservar el
mínimo de condiciones necesarias para una convivencia normal. Hace a la existencia
misma del Estado. En el plano del derecho civil actúa como un límite al principio de
autonomía de la voluntad.

26
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Se puede identificar en las normas por su modo de expresión, por su contenido, o


por su contexto (art. 962 CCCN).
La doctrina (Mosset Iturraspe, 2008) también ha distinguido, según su función,
distintas clases de orden público: a) de dirección: la norma busca obtener objetivos
económicos – sociales, orientando a la sociedad civil y al mercado, por ejemplo las
normas que prohíben la indexación de la economía e imponen el sistema nominalista
absoluto, que buscan modificar la práctica del mercado de utilizarlas en las operaciones
de crédito a plazo, y en la actualización de deudas en general; b) de coordinación, que
controla la licitud de lo acordado en función de valores esenciales del ordenamiento
jurídico, como por ejemplo las normas que prohíben ir en contra de los propios actos, o
las que imponen conductas de buena fe, o las que aseguran la mantención del equilibrio;
c) de protección, el ordenamiento reconoce la existencia de una parte económicamente
más débil y acude en su auxilio, como por ejemplo en las normas vinculadas al derecho
del consumo, o a la adhesión, que busca proteger al consumidor o al adherente. La
distinción es importante ya que la interpretación de su aplicación no es la misma: podría
sostenerse que una norma de orden público de protección admitiría un pacto en
contrario si el mismo beneficia al destinatario del fin tuitivo. Así, ¿Sería válido un pacto
de rescisión unilateral a favor de un locatario de un inmueble con destino a vivienda que
funcione sin indemnización para el locador, en contra de lo prescripto por el art 1221
inc. a? Para algunos, si reconocemos en ese caso la existencia de un orden público de
protección dirigido al locatario (y no al locador), no habría ningún impedimento en
acordar una pauta distinta siempre que beneficie al locatario, que es el destinatario de
dicha protección.
Con relación a la moral y las buenas costumbres, noción vinculada a la anterior,
también está prevista en varios artículos del CCCN (art. 10 sobre abuso del derecho,
279 sobre el objeto del acto jurídico, 398 sobre la trasmisión de los derechos,
951111111111111111111118 sobre libertad de contratación, 1004 sobre objeto de los
contratos).
Se trata de un conjunto de normas o preceptos de carácter ético, que señalan lo que
es debido. Si bien son aceptados individualmente por cada persona, su construcción es
colectiva, ya que el sujeto suele incorporar las normas morales del colectivo al que
pertenece. Son normas mutables en el tiempo y en el espacio, que van transformándose
a lo largo de la historia y de distintos grupos sociales, asociados a un conjunto de
valores compartidos en una época y lugar determinados. Están afectados por las
circunstancias históricas, políticas, sociales, económicas, etc. Los intérpretes últimos de
qué debe considerarse contrario a la moral son los jueces.
A menudo estos límites clásicos suelen confundirse en los fallos jurisprudenciales,
donde se resuelven cuestiones que, al mismo tiempo, son violatorias del orden público,

27
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

la moral y las buenas costumbres.11 También se han confundido con la figura del abuso
del derecho, que se configura cuando se contrarían los fines que la ley tuvo en miras al
reconocerlos (art. 10 CCCN), y que en nuestro derecho se los incorpora en el concepto.

Límites modernos
A medida que las circunstancias históricas fueron variando, también se modificó la
actividad negocial y su forma de afectar el tráfico jurídico. Se advirtió entonces que las
clásicas nociones no eran suficientes para corregir las desviaciones provenientes del
principio de autonomía de la voluntad, y se introdujeron nuevos límites, los que hemos
dado en llamar “modernos”.
Si bien algunos de esos límites son antiguos (como es el caso de la lesión)12, en
nuestro derecho tienen recepción legislativa expresa con posterioridad a la sanción del
Cód. Civ. velezano. Es por ello que los denominamos “modernos”.
Dentro de estos límites podemos enumerar:
a) El abuso del derecho y la situación jurídica abusiva:

ARTÍCULO 10.- Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o el


cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto.
La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que
contraría los fines del ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por
la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de
la situación jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de
hecho anterior y fijar una indemnización.

Sostiene Ossola (2016:5): “En el ámbito del derecho, la situación jurídica es un


modo de ser o de estar de las personas o de los bienes regulado por el ordenamiento
jurídico (ser mayor de edad, ser dueño de una cosa, ser acreedor o deudor, estar privado
transitoriamente de la razón, etc.; que una cosa esté afectada al dominio público, o
embargada, etc.)”. Y agrega: “Toda relación jurídica provoca la existencia de
situaciones jurídicas diversas y particulares de los diversos entes que la integran. En la
relación de obligación, una persona se encuentra en la situación jurídica de deudor, otra

11
C.Civ. y Com. Bahía Blanca, sala 2ª, 7/3/1995 - “Austral Motor S.A. c/ Jaureguiberry de Tano,
Nora Beatriz y otros” JA 1995-III-146: “Si el contrato es de objeto ilícito por estar penado por la ley, ser
contrario a las buenas costumbres y perjudicial a los derechos de terceros, al lesionar el interés colectivo,
encuadra en las previsiones de los arts. 18 y 21 del Cód. Civ. y cae bajo la sanción del 953, que los
declara «nulos como si no tuvieran objeto» y dicha nulidad es de carácter absoluto”. También C. Nac.
Civ., sala L, 30/11/93 – “Ortega, Roberto c. Pavitec S.R.L.” JA 1994-IV-400.
12
En la nota al art. 943 del Cód. Civ. Vélez se apartaba del criterio seguido por otros Códigos
respecto de la lesión enorme o enormísima como era conocida en la época, y de acuerdo con su ideología
decía “…dejaríamos de ser responsables de nuestras acciones, si la ley nos permitiera enmendar todos
nuestros errores, o todas nuestras imprudencias. El consentimiento libre, prestado sin dolo, error ni
violencia y con las solemnidades requeridas por las leyes, debe hacer irrevocables los contratos”.
28
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

en la de acreedor, y el bien debido integra el objeto de la relación. Pero no toda


situación jurídica se encuentra inmersa de manera directa y actual en una relación
jurídica, aunque potencialmente ello siempre está latente (una persona mayor de edad
tiene dicha situación jurídica, asignada por el ordenamiento, con independencia de que
se encuentre efectivamente vinculado por una relación jurídica determinada).- A su vez,
respecto a las personas, la situación jurídica asigna un efecto de derecho a quien está allí
emplazado: lo faculta a obrar o a exigir para la satisfacción de los intereses jurídicos que
el ordenamiento le reconoce al colocarlo en ese lugar; o lo posiciona en estado de
sujeción frente a otra u otras personas, gravándolo con un deber jurídico. La intensidad
de estos poderes y ataduras depende de las finalidades que el ordenamiento pretende
concretar para la vida en sociedad.”
La novedad que trae el CCCN es considerar la situación jurídica abusiva, que se
produce cuando, para contrariar los fines del ordenamiento, no realizo un único acto,
que per se no sería abusivo, sino una serie concatenada de actos que colocan al sujeto en
esa situación (generalmente de deudor).
En los contratos de consumo existe una norma que explica esta noción (art. 1120
CCCN)

b) El principio de la buena fe:


Este principio ha sido muy importante para el CCCN y está receptado en varios de
sus artículos. En particular nos interesan:

ARTÍCULO 9º.- Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena
fe.
ARTÍCULO 961.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejecutarse de buena fe. Obligan no solo a lo que está formalmente expresado, sino a
todas las consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos, con los
alcances en que razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso y
previsor.

La buena fe presenta dos aspectos. Uno subjetivo, o buena fe creencia, que es el


estado de conciencia de un sujeto que cree actuar conforme a derecho. Así, hablamos
por ejemplo del poseedor de buena o mala fe.
El otro aspecto es objetivo, porque para evaluar su presencia debemos comparar la
conducta del sujeto con la de alguien cuidadoso o probo. Se denomina buena fe
probidad e impone un estándar jurídico para evaluar las conductas de las partes. Si bien
ambas están previstas en la norma del 961, en materia contractual la buena fe objetiva
tiene un valor preponderante.

c) La teoría de los actos propios ("venire contra factum proprium non valet")

29
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Ya era conocida en el derecho romano, y sostiene la inadmisibilidad de actuar


contra los propios actos jurídicamente relevantes hechos con anterioridad, y con
intención. Constituye un límite del ejercicio de un derecho subjetivo, de una facultad, o
de una potestad, como consecuencia del principio de buena fe y, particularmente, de la
exigencia de observar, dentro del tráfico jurídico, un comportamiento consecuente. No
tiene una recepción expresa en el CCCN como principio general, pero sí como pauta de
interpretación.

ARTICULO 1067.- Protección de la confianza. La interpretación debe proteger la


confianza y la lealtad que las partes se deben recíprocamente, siendo inadmisible la
contradicción con una conducta jurídicamente relevante, previa y propia del mismo
sujeto.

La teoría de los actos propios ha sido ampliamente reconocida en la jurisprudencia,


generalmente como una derivación del principio de buena fe.
Por ejemplo: si Juan emplaza a Pedro a que le pague el precio de una venta que le
efectuó ofreciéndole la entrega de la cosa, no puede luego ante el pago que quiere hacer
Pedro, decir que el contrato nunca existió (porque ahora ya no le conviene entregar el
objeto a cambio del dinero).

d) La teoría de la lesión objetiva – subjetiva:

ARTÍCULO 332.- Lesión. Puede demandarse la nulidad o la modificación de los


actos jurídicos cuando una de las partes explotando la necesidad, debilidad síquica o
inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de ellos una ventaja patrimonial
evidentemente desproporcionada y sin justificación.
Se presume, excepto prueba en contrario, que existe tal explotación en caso de
notable desproporción de las prestaciones.
Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del acto y la desproporción
debe subsistir en el momento de la demanda.
El afectado tiene opción para demandar la nulidad o un reajuste equitativo del
convenio, pero la primera de estas acciones se debe transformar en acción de reajuste
si éste es ofrecido por el demandado al contestar la demanda.
Solo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción.

Recordemos que se trata de un vicio propio de los actos jurídicos porque presenta
un defecto en la buena fe. El contrato, como acto jurídico bilateral, cuando hay
prestaciones recíprocas puede constituir un caso de aplicación de la teoría. Deben
reunirse tanto el elemento subjetivo (aprovechamiento – necesidad, debilidad síquica,
inexperiencia) como el objetivo (desproporción), aunque este último autoriza a presumir
el primero cuando es notable.
30
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

e) La teoría de la imprevisión

ARTÍCULO 1091.- Imprevisión. Si en un contrato conmutativo de ejecución


diferida o permanente, la prestación a cargo de una de las partes se torna
excesivamente onerosa, por una alteración extraordinaria de las circunstancias
existentes al tiempo de su celebración, sobrevenida por causas ajenas a las partes y al
riesgo asumido por la que es afectada, ésta tiene derecho a plantear extrajudicialmente,
o pedir ante un juez, por acción o como excepción, la resolución total o parcial del
contrato, o su adecuación. Igual regla se aplica al tercero a quien le han sido
conferidos derechos, o asignadas obligaciones, resultantes del contrato; y al contrato
aleatorio si la prestación se torna excesivamente onerosa por causas extrañas a su álea
propia.

La regla pacta sunt servanda presupone a su vez la regla rebus sic stantibus
(estando así las cosas): hay que cumplir lo acordado siempre que se mantengan
inalterables las circunstancias que se tuvieron en miras al contratar y que eran
previsibles. La alteración de dichas bases de contratación por circunstancias
extraordinarias, imprevisibles y ajenas a las partes permiten la aplicación de la figura.

f) La frustración del fin del contrato

ARTÍCULO 1090.- Frustración de la finalidad. La frustración definitiva de la


finalidad del contrato autoriza a la parte perjudicada a declarar su resolución, si tiene
su causa en una alteración de carácter extraordinario de las circunstancias existentes
al tiempo de su celebración, ajena a las partes y que supera el riesgo asumido por la
que es afectada. La resolución es operativa cuando esta parte comunica su declaración
extintiva a la otra. Si la frustración de la finalidad es temporaria, hay derecho a
resolución solo si se impide el cumplimiento oportuno de una obligación cuyo tiempo de
ejecución es esencial.

El estudio profundizado de todos estos temas se realizará con detenimiento más


adelante (unidades 3 y siguientes).13

Nuevos límites

A medida que el tiempo se desarrolla y el tráfico jurídico adquiere nuevas


características nace la necesidad de reconocer nuevos principios que eviten abusos y
soluciones injustas, por lo que el tema está en constante evolución. Es por ello que
13
Aquí solo se realiza una introducción, para poner de manifiesto cómo puede dejarse de lado la
palabra empeñada cuando concurren otras circunstancias que lo justifican.
31
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

podríamos hablar de nuevos límites, adicionales a los tradicionalmente estudiados por la


doctrina.
Algunos de estos principios han tenido recepción legislativa o jurisprudencial,
mientras que otros solo son propiciados por algún sector de la doctrina. Veamos:

a) El retorno a las formas escritas en la celebración del contrato:


En realidad, el formalismo, es anterior al principio de la autonomía de la voluntad.
Lo novedoso es que se recurre a él para dar mayor certeza a lo que han pactado
libremente las partes, o bien para favorecer la prueba, de allí que actúa como límite.
Por ejemplo, el contrato de compraventa sobre cosas muebles siempre fue
considerado no formal. La ley 24.240 de defensa de consumidores o usuario prevé la
necesidad de extender por escrito el documento de venta.

ARTICULO 10. — Contenido del documento de venta. En el documento que se


extienda por la venta de cosas muebles o inmuebles, sin perjuicio de la información
exigida por otras leyes o normas, deberá constar:
a) La descripción y especificación del bien.
b) Nombre y domicilio del vendedor.
c) Nombre y domicilio del fabricante, distribuidor o importador cuando
correspondiere.
d) La mención de las características de la garantía conforme a lo establecido en
esta ley.
e) Plazos y condiciones de entrega.
f) El precio y condiciones de pago.
g) Los costos adicionales, especificando precio final a pagar por el adquirente.
La redacción debe ser hecha en idioma castellano, en forma completa, clara y
fácilmente legible, sin reenvíos a textos o documentos que no se entreguen previa o
simultáneamente. Cuando se incluyan cláusulas adicionales a las aquí indicadas o
exigibles en virtud de lo previsto en esta ley, aquellas deberán ser escritas en letra
destacada y suscritas por ambas partes.
Deben redactarse tantos ejemplares como partes integren la relación contractual y
suscribirse a un solo efecto.
Un ejemplar original debe ser entregado al consumidor.
La reglamentación establecerá modalidades más simples cuando la índole del bien
objeto de la contratación así lo determine, siempre que asegure la finalidad perseguida
en esta ley.

b) El control de inclusión.
Denominado así por la doctrina española consiste en tener por no incluidas o por no
redactadas las cláusulas que dentro de un contrato no cumplan con determinados
requisitos, por ejemplo: estar redactadas en forma clara y sencilla, esto es, comprensible
32
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

(en cuanto a su expresión y en cuanto al tamaño de su letra)14; la no remisión a otros


textos no incluidos en el contrato (art. 10 ley 24.240 ya transcripto); la necesidad de una
aceptación expresa de las cláusulas que restringen o limitan derechos15; la redacción en
idioma nacional, etc.
Otro ejemplo lo podemos ver a propósito de los contratos por adhesión (y por
extensión a los de consumo según la remisión del art. 1117 CCCN):

ARTÍCULO 985.- Requisitos. Las cláusulas generales predispuestas deben ser


comprensibles y autosuficientes.
La redacción debe ser clara, completa y fácilmente legible.
Se tienen por no convenidas aquellas que efectúan un reenvío a textos o
documentos que no se facilitan a la contraparte del predisponente, previa o
simultáneamente a la conclusión del contrato.
La presente disposición es aplicable a la contratación telefónica, electrónica o
similares.

No se evalúa la justicia interna de la cláusula, es decir si representa un equilibrio


entre los derechos y obligaciones que recíprocamente se asignaron las partes, lo que
pertenece al control de inclusión, sino el cumplimiento de pautas que le permiten a la
parte conocer la cláusula y evaluarla con más detenimiento.

c) El control de contenido y el valor de las reglas dispositivas (supletorias) de los


contratos típicos.
Todo contrato supone una distribución de riesgos entre las partes. Si en un contrato
de locación se rompe una cañería (riesgo) sin culpa del locatario, ¿Quién debe repararla,
el locador dueño o el locatario? Las normas supletorias distribuyen ese riesgo al asignar
los derechos y obligaciones entre las partes, buscando mantener el equilibrio o la
reciprocidad. Así, en este caso, asigna el deber de reparar al locador o dueño
(ARTICULO 1201.- Conservar la cosa con aptitud para el uso convenido. El locador
debe conservar la cosa locada en estado de servir al uso y goce convenido y efectuar a
su cargo la reparación que exija el deterioro en su calidad o defecto, originado por
cualquier causa no imputable al locatario…). Es por ello que decimos asigna ese riesgo
al locador.
Las partes pueden celebrar pactos en contrario buscando modificar tanto las normas
imperativas como las supletorias. Ya vimos que las primeras son nulas por violar el

14
Ver la Ley española General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios de 1984.
15
Esto se materializa a través de una firma independiente de la producida en el contrato. Esta
modalidad fue impuesta en el Cód. Civ. italiano arts. 1341 y 1342, y en nuestro derecho tuvimos un
ejemplo en la ley de prehorizontalidad 19.724 arts. 14 y 15, derogada por el CCCN (art. 3° inc. a ley
26.994).
33
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

orden público. En el segundo caso, lo que hacen es atribuir el riesgo de una manera
distinta, es decir, quitárselo a un contratante para asignárselo a otro.
Cuando se controla el contenido de una cláusula de evalúa su justicia interna, es
decir el equilibrio que representa. En primer lugar, se analiza si es violatoria de normas
indisponibles, y luego si la distribución de riesgos es equitativa y razonable, o genera un
desequilibrio que desnaturaliza el negocio, es decir lo aparta significativamente de sus
pautas normales.
El control de contenido admite diversas formas. Según quién sea el encargado de
realizarlo se clasifica en: legal, administrativo, o judicial. En el primer caso (control
legal), es el legislador el que a través de una norma prescribe que una cláusula se
presume abusiva, o bien que está prohibida. Por ejemplo, el art. 37 inc. c de la ley
24.240:

“ARTICULO 37. — Interpretación. Sin perjuicio de la validez del contrato, se


tendrán por no convenidas:…
c) Las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la
carga de la prueba en perjuicio del consumidor.”

En este supuesto la cláusula siempre será nula. Otro método es delegar esta facultad
legislativa en una autoridad administrativa u órgano de gobierno, que sería el encargado
de elaborar el listado de cláusulas que son consideradas abusivas. La determinación la
hace el órgano a través de un decreto o una resolución. Ese listado puede contener
cláusulas que son siempre consideradas abusivas, o bien que se presumen abusivas
salvo prueba en contrario. Se crean así una suerte de “listas negras” de cláusulas que no
pueden utilizarse, y es frecuente que lo sean según una rama de actividad económica
(por ejemplo, listado de cláusulas prohibidas en los contratos de medicina prepaga, o en
los contratos de telefonía móvil, etc.).
El control administrativo se realiza también por un órgano perteneciente al poder
ejecutivo, y consiste en una aprobación previa de las condiciones generales de
contratación que determinados sujetos podrán utilizar para sus contrataciones futuras.
Se utilizan en actividades económicas con fuerte regulación estatal, por ejemplo los
seguros, o la actividad bancaria. Allí, la autoridad de aplicación del sistema decide antes
de que los operadores autorizados ofrezcan servicios a terceros, las condiciones en que
pueden hacerlo, y los modelos de sus contratos futuros deben ser aprobados, caso
contrario no los pueden utilizar. Así, por ejemplo, en la actividad de seguros solo
pueden intervenir Compañías autorizadas, el sistema está supervisado y dirigido por la
Superintendencia de Seguros de la Nación (ente administrativo), y los modelos de las
pólizas que se emitirán con las constancias de los distintos contratos a celebrar con
empresas y consumidores, deben ser aprobados por la Superintendencia.

34
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Finalmente, el control de contenido judicial, consiste en una revisión que hace el


juez, y es independiente de que previamente una autoridad administrativa haya ejercido
un control (por ej. arts. 989 y 1117 para los contratos por adhesión y de consumo).
Con relación al valor de las normas supletorias, hace ya tiempo parte de la doctrina
sostenía que, al controlar el contenido o la justicia de la cláusula había que tomar en
cuenta la regulación supletoria que los códigos contienen relativas al contrato en
cuestión, ya que según ellos esas normas son las que mejor regulan (en forma más justa
o equitativa) los intereses de las partes en un contrato determinado. No se tratarían de
normas para contratantes olvidadizos o imprevisores, sino de las reglas más justas de
distribución de los riesgos del negocio. Es decir que las consideran más que supletorias,
ya que las partes no pueden libremente pactar en contrario sin una razón suficiente para
apartarse, y si ello no acontece, lo pactado sería revisable.16 Estos autores proponían
asignarle un valor adicional a las normas supletorias: no solo actuar ante la falta de
previsión de las partes, o la eventual nulidad parcial de una cláusula prevista e ineficaz,
sino considerarlas el régimen de regulación más adecuado, que debe servir de guía para
los contratantes, del cual solo pueden apartarse si el equilibrio no se pierde.
Esta doctrina fue receptada en el CCCN a propósito de los contratos por adhesión, y
por remisión a los de consumo (art. 1117 CCCN). Veamos:

ARTÍCULO 988.- Cláusulas abusivas. En los contratos previstos en esta sección, se


deben tener por no escritas:…
b. las que importan renuncia o restricción a los derechos del adherente, o amplían
derechos del predisponente que resultan de normas supletorias;

Esta norma podría interpretarse de dos maneras. La primera, literal, nos haría
sostener que en estos contratos las partes nunca podrán pactar de manera diferente a las
normas supletorias, si con ese pacto se perjudica al adherente. El pacto sería siempre
nulo, por lo que las normas supletorias se transformarían en estos casos en
indisponibles. Sería un orden público especial, de protección del adherente o
consumidor, porque la prohibición de pactar es siempre que se perjudique a la parte
débil, pero sería válido el pacto que la beneficie. La segunda manera de interpretar el
artículo, es relacionándolo con lo sostenido por la doctrina que le sirve de fundamento:
la cláusula es nula siempre que no exista una razón para apartarse de las reglas
supletorias. Así, si el pacto en contrario tienen una contraprestación o justificación (por
ejemplo el predisponente percibe menos dinero del que le correspondería), allí sí
valdría, ya que en realidad no habría estrictamente una renuncia o restricción de sus
derechos, sino una modificación de las pautas igualmente equilibrada. En el ejemplo de
la locación, sería el supuesto donde el locador informa adecuadamente al locatario que
16
Ver Stiglitz-Stiglitz (1994). Para el jurista español De Castro (1975), las normas dispositivas
manifiestan la regulación normal. Sobre el tema volveremos cuando estudiemos los contratos por
adhesión a condiciones generales de contratación.
35
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

el inmueble requiere una reparación de sus cañerías que él no puede afrontar, por lo que
le ofrece descontarle un 50% el monto del alquiler durante dos años, a cambio que el
locatario se haga cargo de las reparaciones.
Habrá que estar atentos a cómo la jurisprudencia interpreta este nuevo artículo.

B) CARÁCTER SUPLETORIO DE LAS NORMAS


CONTRACTUALES

Siguiendo con el análisis de los principios incorporados en las disposiciones


generales, el CCCN, recepta una regla tradicional en materia de contratos, la que
sostiene:

ARTÍCULO 962.- Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a
los contratos son supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de
expresión, de su contenido, o de su contexto, resulte su carácter indisponible.

La regla en materia contractual es la disponibilidad, por lo que las partes pueden


libremente pactar en contrario, salvo que esté involucrado el orden público, cuya noción
ya explicamos.
En ocasiones es la propia ley la que califica la condición de orden público de una
norma, por ejemplo, el art. 65 de la ley 24.240: “La presente ley es de orden público…”
De allí que todas las normas previstas en esa ley reúnen ese carácter.
Otras veces se puede inferir fácilmente. Fijémonos el art. 12, en particular el
segundo párrafo:

ARTÍCULO 12.- Orden público. Fraude a la ley. Las convenciones particulares no


pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia está interesado el orden público.
El acto respecto del cual se invoque el amparo de un texto legal, que persiga un
resultado sustancialmente análogo al prohibido por una norma imperativa, se
considera otorgado en fraude a la ley. En ese caso, el acto debe someterse a la norma
imperativa que se trata de eludir.

Si acordamos buscando un efecto sustancialmente análogo a una norma prohibida,


tampoco será válido.
Finalmente, puede surgir de su modo de redacción, por ejemplo:

ARTÍCULO 1116.- Excepciones al derecho de revocar. Excepto pacto en contrario,


el derecho de revocar no es aplicable a los siguientes contratos:…

36
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Es evidente que el propio artículo aclara la supletoriedad de la norma.


No debe perderse de vista el efecto que puede producir sobre el carácter de
indisponibilidad o supletoriedad de la norma la aplicación del art. 988 inc. b CCCN,
aplicable a los contratos por adhesión y de consumo (art. 1117) , ya explicados.

C) INTEGRACIÓN NORMATIVA Y DEL CONTRATO


Con relación a la integración normativa, en ocasiones el mismo supuesto de hecho
puede estar contemplado por una ley especial y el CCCN al mismo tiempo. Incluso,
puede darse que existan tres normas eventualmente aplicables, como por ejemplo en el
contrato de seguro donde uno de las partes es un consumidor: se aplican las normas de
la ley de seguros, de la ley de defensa del consumidor, y del CCCN. Ello plantea un
problema de prioridad o preferencia en la aplicación de la ley, ya que pueden plantearse
contradicciones.
Así, o se prefiere a la ley especial por sobre la general, o a la ley que sea posterior,
o a la ley que involucre principios más importantes, etc.
El CCCN trae la siguiente disposición que busca solucionar este problema:

ARTÍCULO 963.- Prelación normativa. Cuando concurren disposiciones de este


Código y de alguna ley especial, las normas se aplican con el siguiente orden de
prelación:
a. normas indisponibles de la ley especial y de este Código;
b. normas particulares del contrato;
c. normas supletorias de la ley especial;
d. normas supletorias de este Código.

En cierta medida el CCCN ha optado por darle mayor importancia al principio de la


especialidad.
Por otra parte, cualquier contrato privado, por reducido o extenso que sea, implica
la aplicación de muchísimas normas que no necesariamente están expresadas en él. Y
entre esas normas ya vimos que pueden existir diversos conflictos. El CCCN aclara en
este aspecto, que lo acordado por las partes siempre se integra con otras reglas que los
operadores jurídicos deben considerar:

ARTÍCULO 964.- Integración del contrato. El contenido del contrato se integra


con:
a. las normas indisponibles, que se aplican en sustitución de las cláusulas
incompatibles con ellas;
b. las normas supletorias;
c. los usos y prácticas del lugar de celebración, en cuanto sean aplicables porque
hayan sido declarados obligatorios por las partes o porque sean ampliamente
37
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se celebra el contrato,


excepto que su aplicación sea irrazonable.

El artículo es una suerte de síntesis entre la dicotomía normas imperativas –


supletorias, y las fuentes del derecho (art. 1 CCCN). Además de lo pactado, debo
considerar las normas de orden público o indisponibles (si hay contradicción se
prefieren las últimas), luego las de carácter supletorio que acuden en subsidio de la
voluntad de las partes, y finalmente los usos y costumbres.
El art. 970 trae también reglas de integración aplicables a los contratos
innominados o atípicos que veremos más adelante.

D) CONTRATO Y DERECHO DE PROPIEDAD


Para finalizar con los principios de las disposiciones generales, el CCCN según los
términos de sus codificadores, contiene la denominada “constitucionalización” del
derecho privado, esto es la incorporación de los valores y principios constitucionales,
que surgen de la propia Constitución y de los tratados de derechos humanos suscriptos
por la República, a las normas del derecho civil y comercial.
Ya hace muchos años la CSJN se expidió en el sentido de que el derecho de
propiedad, garantizado en el art. 17 de la C.N. no se limitaba a la protección de los
derechos reales, sino que incluía cualquier derecho personal susceptible de apreciación
en dinero, incluido los nacidos de los contratos.
El CCCN recepta este principio:

ARTÍCULO 965.- Derecho de propiedad. Los derechos resultantes de los contratos


integran el derecho de propiedad del contratante.

Es por ello que esos derechos gozan de garantía constitucional (por ejemplo: frente
a la irretroactividad de la ley). En este sentido se ha sostenido a propósito del análisis de
la normativa anterior: “No era el Código Civil el que definía ni trataba al concepto de
propiedad, sino que lo hacía respecto de los derechos reales en su caso (dominio, por
ejemplo). Tampoco lo hacía el Código de Comercio. En este sentido y gracias a la
notable conceptualización que la Corte Suprema ha hecho del art. 17 de la Const.
Nacional la noción y alcances del derecho de propiedad de un sujeto de derecho, se
encuentran precisados, entre ellos los que surgen del contrato…” Y a propósito de esta
norma nueva: “El objetivo de la norma es la de venir a confirmar esta cuestión
introducida por la Corte Suprema, despejando dudas sobre que los derechos derivados
del contrato quedan abarcados dentro de la protección constitución y principalmente

38
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

desplazando a la terminología de la adquisición de los derechos por este principio más


amplio y claro, al identificarlo con la propiedad y no con el sujeto en sí mismo.”17

CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS


A continuación, se analizan algunas clasificaciones de los contratos que trae el
propio texto del CCCN y las propuestas por la doctrina que se han considerado de
utilidad para la comprensión de las reglas contractuales.

1) Clasificación legal

Contratos unilaterales y bilaterales.


Recordemos que todos los contratos son actos jurídicos bilaterales, ya que para su
formación intervienen al menos dos partes. Efectuada esta aclaración, según las
prestaciones a cargo de las partes se clasifican en unilaterales o bilaterales.
Señala bien Moisset Iturraspe (1978) que parte de la doctrina prefiere llamarlos
contratos con prestaciones a cargo de una de las partes (unilaterales) o con prestaciones
recíprocas (bilaterales). Lo que diferencia estos contratos son las obligaciones que nacen
para las partes al momento de su celebración o perfeccionamiento: en los unilaterales
(donación, fianza), solo nacen obligaciones para una de las partes; en los bilaterales
(compra venta, locación), las partes se obligan recíprocamente las unas hacia las otras.
También se los puede denominar como sinalagmáticos (bilaterales) o no sinalagmáticos
(unilaterales).

ARTÍCULO 966.- Contratos unilaterales y bilaterales. Los contratos son


unilaterales cuando una de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede
obligada. Son bilaterales cuando las partes se obligan recíprocamente la una hacia la
otra. Las normas de los contratos bilaterales se aplican supletoriamente a los contratos
plurilaterales.

Señala Aparicio (2016) que en los contratos bilaterales las obligaciones asumidas
por las partes son recíprocas, encontrando cada una su razón de ser en la otra, lo que
lleva el nombre de sinalagma o correspectividad. Esa unión entre las obligaciones se da
desde la celebración misma, por lo que se califica como sinalagma genético. Pero
también se mantiene en el período de ejecución del contrato, momento en que lo
llamamos sinalagma funcional, justificando que el cumplimiento de una prestación
depende del de la otra.

17
Bueres, Alberto J. (Director). Hiralde Vega, Germán. Código Civil y Comercial de la Nación
analizado, comparado y concordado – Tomo I. Hammurabi. Buenos Aires, 2014, comentario al art. 965 p.
560.
39
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Esta distinción produce efectos prácticos de importancia. Al existir solo una parte
deudora y otra acreedora, en los contratos unilaterales, no es aplicable la suspensión del
cumplimiento ni la tutela preventiva (arts. 1032 y 1032), que se reserva para los
contratos con prestaciones recíprocas. Lo mismo ocurre con la cláusula resolutoria ya
que es un efecto natural de los contratos bilaterales. La excesiva onerosidad se aplica a
los contratos bilaterales ya que se requiere que la prestación se torne excesivamente
onerosa. Por último, en caso de lesión (art. 332), se exige una ventaja patrimonial
evidentemente desproporcionada, y para que ello ocurra deben existir en principio
prestación y contraprestación (propias de los contratos bilaterales). La imposibilidad de
cumplimiento sin culpa del deudor que extingue su obligación también extingue a la
contraprestación (arg. art. 955).
Esta clasificación no está exenta de críticas en cuanto a su utilidad, en particular por
su relación con los contratos onerosos y gratuitos.18

Contrato plurilateral
El contrato plurilateral es el que tiene más de dos partes, y se le aplican
subsidiariamente las normas de los bilaterales. En los contratos de cambio es menos
frecuente que se presente esta variante, y cuando lo hace suelen ser trilaterales, como es
el supuesto de la cesión de deuda y la cesión de posición contractual (arts. 1632 y
1636). Aparicio (2016) cita como ejemplo que involucra más partes a un contrato de
partición voluntaria, donde hay una situación de comunidad (por indivisión hereditaria o
derivada del condominio) a la que se pone fin, y cuyas partes dependen de la cantidad
de herederos o condóminos (cuatro, cinco, etc.) O un contrato de juego a apuesta, donde
intervienen más de tres apostadores. En los contratos asociativos se presenta con más
frecuencia, ya que pueden ser celebrados por un número mayor a dos, donde todos se
comprometen a efectuar aportes en miras de obtener un fin común. Así, por ejemplo, al
acto constitutivo de una sociedad suscripto por cinco socios.
Hay una variante que se denomina contratos abiertos, y que se manifiesta en los
negocios plurilaterales. Hay dos o más partes que perfeccionan el contrato, que
podríamos denominar iniciales u originarias, pero el consentimiento se mantiene
abierto, y permite la adhesión posterior de otro contratante, sin que ello implique una
modificación. Si el propio contrato regula a quién debe comunicarse la adhesión, a éste
sujeto debe dirigirse, caso contrario debe ser comunicada a todos los cocontratantes.
Un ejemplo frecuente se observa en el contrato de fideicomiso, donde dos o más
fiduciantes realizan los aportes iniciales para llevar adelante un emprendimiento (por
ejemplo, aportan un terreno y dinero para la construcción de un edificio al fiduciario),

18
Ver Borda (1995), para quien es completamente innecesaria. Para Aparicio (2016) si el criterio de
esta clasificación es según las obligaciones a las que da nacimiento u origen, no se aplicaría a los
contratos que las modifican o las extinguen. Y existirían además contratos que generan obligaciones para
todas las partes que no son contrapuestas, y no presentarían vínculo de reciprocidad, como en los
contratos asociativos, en que las obligaciones serían convergentes.
40
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

previéndose que pueden incorporarse otros fiduciantes que aporten dinero a cambio de
recibir futuros departamentos o unidades funcionales, quienes adhieren a las
condiciones previamente establecidas.

Onerosos y gratuitos
El art. 967 del CCCN clasifica a los contratos en onerosos y gratuitos.

ARTÍCULO 967.- Contratos a título oneroso y a título gratuito. Los contratos son a
título oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas
por una prestación que ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito
cuando aseguran a uno o a otro de los contratantes alguna ventaja, independiente de
toda prestación a su cargo.

La diferencia radica en si existe o no para las partes una ventaja que se obtenga a
través de la prestación de la contraria, es decir si para obtener la ventaja que el contrato
representa, debo realizar un sacrificio patrimonial. Si existe la contraprestación o
sacrificio, el contrato es oneroso (compra venta), si no existe, el contrato es gratuito
(donación).
La figura de la lesión y la teoría de la imprevisión son aplicables a los contratos
onerosos. Además, la celebración de contratos a título gratuito implica para una de las
partes la disminución de su patrimonio, de allí que la ley establezca formalidades más
rigurosas para este tipo de contratos (donación), como así también reduzca requisitos
para revocarlos o hacerlos inoponibles (acción revocatoria o pauliana).

Conmutativos y aleatorios

ARTÍCULO 968.- Contratos conmutativos y aleatorios. Los contratos a título


oneroso son conmutativos cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas.
Son aleatorios, cuando las ventajas o las pérdidas, para uno de ellos o para todos,
dependen de un acontecimiento incierto.

En los contratos conmutativos, las partes conocen al momento de la celebración del


contrato el contenido de sus prestaciones, es decir las ventajas y sacrificios que el
negocio comportará (Messineo). En los contratos aleatorios, una de esas prestaciones
está sujeta a un alea, a un acontecimiento incierto que implica azar. Puede que la
incertidumbre radique en desconocer si el hecho ocurrirá o no, puede que se base en
desconocer cuándo ocurrirá.
Por contrato conmutativo podemos citar como ejemplo la compraventa, donde cada
una de las partes conoce desde el momento mismo de su celebración qué ventajas va a
obtener y qué sacrificios deberá realizar: el vendedor, entregar una cosa en propiedad, el
41
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

comprador, pagar un precio cierto en dinero. Sin embargo, es posible que la


compraventa asuma una variante aleatoria: el caso de la venta de cosa futura donde el
comprador asume el riesgo de que la cosa llegue a existir. Esta variante de hecho es una
característica general para cualquier contrato sobre cosas futuras.

ARTÍCULO 1007.- Bienes existentes y futuros. Los bienes futuros pueden ser objeto
de los contratos. La promesa de transmitirlos está subordinada a la condición de que
lleguen a existir, excepto que se trate de contratos aleatorios.

En cuanto a los aleatorios, podemos citar el contrato de juego, o el contrato de renta


vitalicia.
Se discute si la lesión es aplicable a los contratos aleatorios, señalando Borda
(1995) un buen ejemplo en el sentido afirmativo: la ventaja obtenida en el negocio es
siempre excesiva, se cumpla o no el alea. En cuanto a la teoría de la imprevisión,
podemos mencionar que es aplicable a los conmutativos en general, y respecto de los
aleatorios, siempre que se produzca por causas extrañas al riesgo propio del contrato
(art. 1091 CCCN)

Formales y no formales
Los contratos son formales cuando contienen para su celebración solemnidades
establecidas taxativamente por la ley. Son no formales, cuando la forma de exteriorizar
el consentimiento es libre para las partes.
Tradicionalmente se clasificó a los contratos formales en dos categorías: a) ad
solemnitatem cuando la forma era exigida de manera constitutiva, bajo sanción de
nulidad, y b) ad probationem, cuando la ley imponía una forma para su demostración en
juicio, es decir cuando no obstante ser jurídicamente relevante o válido, cualquiera haya
sido la forma elegida por las partes para su exteriorización, no podrá ser probado en
juicio si la contraparte no lo reconoce (Mosset Iturraspe, 1978). Así, por ejemplo, un
contrato que en la práctica se acostumbre a instrumentar por escrito, no puede ser
acreditado exclusivamente por testigos (art. 1019). Si uno de los contratantes invoca
haber celebrado el contrato en juicio, y el otro lo reconoce, entonces el instrumento
escrito será innecesario, pero si no lo reconoce, la falta de instrumento impedirá su
acreditación, salvo que se encuadre en los supuestos de excepción (art. 1020).
Esta forma de clasificación fue criticada por algunos autores en la medida en que
vinculaba la forma con la prueba que, si bien son elementos relacionados, no deben
confundirse. Una cosa es la forma exigida “ad substantiam”, para que el acto quede
concluido como tal (art. 285) y el efecto que su eventual incumplimiento trae aparejado.
La forma así exigida no puede ser suplida, y debe otorgarse (por ejemplo, si dono un
inmueble por instrumento privado el contrato es nulo; si vendo un inmueble por boleto
privado, necesariamente debo escriturar si pretendo adquirir el derecho real). Otra

42
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

situación diferente es la forma requerida como una limitación de los medios probatorios
a utilizar en un juicio, donde su ausencia puede eventualmente ser suplida.19
De allí que algunos autores propongan una clasificación tripartita respecto de los
actos jurídicos formales: a) solemnes absolutos, donde la ausencia de la forma impuesta
determina la nulidad del acto; b) solemnes relativos, en los que la ausencia de la forma
implica que el acto no queda concluido como tal mientras no se haya otorgado el
instrumento previsto, pero vale como acto en el que las partes se han obligado a cumplir
con la formalidad; c) formas no solemnes o ad probationem (Andrada, 2014; Vinti,
2013).
En materia de clasificación de los contratos formales proponemos aquella que los
separa en a) solemnes absolutos, cuando la forma se prescribe para la validez del
contrato; b) solemnes relativos, cuando su omisión priva al contrato de sus efectos
propios, pero otorga acción para exigir el cumplimiento de la formalidad; y c) no
solemnes o ad probationem. Cuando la forma se exige para acreditar o probar la
existencia del contrato realizado, en realidad ello no transforma el contrato en formal.

ARTÍCULO 969.- Contratos formales. Los contratos para los cuales la ley exige
una forma para su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la
forma requerida para los contratos, lo es solo para que éstos produzcan sus efectos
propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos como tales mientras no se ha
otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las partes se
obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no
imponen una forma determinada, ésta debe constituir solo un medio de prueba de la
celebración del contrato.

Un ejemplo de contrato formal solemne absoluto, es la donación de inmuebles que


debe ser hecha por escritura pública bajo pena de nulidad. Un ejemplo de contrato
formal solemne relativo es la compraventa de inmuebles, que también requiere escritura
pública, pero en caso de utilizarse un instrumento privado (boleto), el negocio no es
nulo, y el comprador tiene derecho a exigir la escrituración. El fin buscado es que el
comprador adquiera el dominio, y el boleto no lo alcanza. Pero puede obtenerse
mediatamente con la acción de escrituración. Un ejemplo de un contrato formal no

19
Aparicio (2016b:40) considera que deben distinguirse los supuestos en que la forma concierne a la
sustancia del acto, para que el contrato produzca sus efectos propios (incluidas dos clases de solemnidad,
absoluta si su ausencia implica la nulidad, relativa si el acto no produce sus efectos, pero permite a las
partes exigir el cumplimiento de la forma), de la hipótesis en que la forma está prescripta sólo para la
prueba, con referencia a un proceso judicial donde las partes pretenden prevalerse de un contrato. En este
caso se excluye como medio probatorio la prueba testimonial, y el contrato, en principio sólo puede ser
probado por documento escrito. Sin embargo también se podría admitir la existencia del contrato con la
confesión o reconocimiento voluntario por el co-contratante. De allí que la denominada forma probatoria
no hace más que indicar una limitación a los medios probatorios y, específicamente, la exclusión de la
prueba testimonial como medio probatorio admisible en ciertas situaciones.
43
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

solemne o ad probationem es un contrato que sea de uso o costumbre instrumentar (art.


1019).
Los efectos prácticos de esta distinción se encuentran principalmente en las normas
relativas a la nulidad.

Nominados e innominados
La última clasificación que trae el CCCN es la de nominados e innominados,
asemejándola a la que la doctrina prefería utilizar como típicos y atípicos.

ARTÍCULO 970.- Contratos nominados e innominados. Los contratos son


nominados e innominados según que la ley los regule especialmente o no. Los contratos
innominados están regidos, en el siguiente orden, por:
a. la voluntad de las partes;
b. las normas generales sobre contratos y obligaciones;
c. los usos y prácticas del lugar de celebración;
d. las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad.

Cuando el contrato es nominado o típico, la ley lo regula especialmente


(compraventa, mandato, locación). Pueden consultarse los más de 30 capítulos de la
parte especial en donde existe una prolongada enumeración de contratos típicos.
Pero las partes, tratándose de derechos personales, son libres de pactar los acuerdos
que quieran, y de celebrar negocios que no necesariamente se ajusten a las reglas de
alguna de estas figuras. En ese caso el contrato será innominado o atípico, y el propio
CCCN dispone, en un esquema de integración, las reglas aplicables.
Cuando estos contratos atípicos son utilizados con frecuencia por la sociedad, y se
reconocen desde el punto de vista económico notas distintivas, se los suele denominar
de tipicidad social. Por ejemplo, el contrato de distribución. También suele ocurrir que
el uso generalizado de estos contratos atípicos o de tipicidad social motiva su recepción
legislativa y la consecuente tipificación (por ejemplo, el CCCN regula como figuras
nuevas el suministro, la agencia, la concesión y la franquicia, entre otros).

2) Otras clasificaciones

Discrecionales, por adhesión y normativos.


Son contratos discrecionales aquellos en los que las partes tienen libertad
contractual, pudiendo determinar el contenido del contrato. En cambio, en los contratos
por adhesión, las partes solo pueden decidir si contratan o no y, en caso afirmativo, con
quién (libertad de contratar), pero el contenido del negocio es impuesto por una parte a
44
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

la otra, de tal forma que a esta última solo le queda aceptar. La diferencia en su
regulación es sustancial en materia de interpretación y cláusulas abusivas a partir de las
nuevas reglas del CCCN y la fractura del tipo general (ver arts. 984 a 989).
Los denominados contratos impuestos o normativos pertenecen a otras áreas
distintas del derecho civil y comercial. Se caracterizan porque un sujeto se encontraría
obligado “contractualmente” con otro pese a que no ha manifestado su voluntad en tal
sentido. Son impuestos por la ley, y se duda de su naturaleza contractual. Se citan como
ejemplos el Convenio Colectivo de Trabajo, el que se aplica no solo a las partes que lo
suscriben sino a todos los empleadores y trabajadores de la actividad (derecho laboral);
la obligación de pagar los servicios que presta el Estado aunque en realidad el usuario
no los utilice, como es el caso del servicio de agua corriente o de cloacas (derecho
administrativo), etc.
Spota (1974) señala un caso vinculado al derecho privado, en el que una ley de
prórroga de las locaciones (hoy derogada) permitía a dos locatarios alcanzados por
dicha prórroga permutar sus bienes locados, debiendo dar razones que justificaran tal
decisión. Ello debía ser homologado por la autoridad de aplicación y los locadores
pasaban a vincularse “contractualmente” con sus nuevos “inquilinos”, aún cuando
estuviese prevista la prohibición de subarrendar o ceder el contrato original.

De empresa y de consumo
El contrato de consumo es el celebrado entre un proveedor y un consumidor, sobre
un bien o servicio cuyo destino sea final, es decir no para ser incorporado en un proceso
de comercialización o industrialización. Es una de las fuentes de la relación de
consumo.

ARTÍCULO 1093.- Contrato de consumo. Contrato de consumo es el celebrado


entre un consumidor o usuario final con una persona humana o jurídica que actúe
profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o prestadora de
servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los
bienes o servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado,
familiar o social.

Para que podamos hablar de contrato de consumo deben reunirse todos los
requisitos previstos por la ley. Caso contrato el contrato será normal y no de consumo.
Se suele utilizar el término “contrato de empresa” para referirse a los contratos que no
son de consumo por ser celebrado entre proveedores, y donde la finalidad no es el
consumo o destino final.
La relación de consumo será analiza con detenimiento más adelante.

45
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

De cumplimiento inmediato y diferido


Es una clasificación en función del tiempo entre la celebración del contrato y el
cumplimiento de la prestación. Los contratos pueden distinguirse en contratos de
ejecución inmediata, y contratos de ejecución diferida, según el momento en el cual
comienzan a producir sus efectos. En los contratos de ejecución diferida existe un plazo,
mientras que en los de cumplimiento inmediato no.

De ejecución instantánea y de tracto sucesivo


Cuando la prestación se cumple de una sola vez (sea inmediata o diferida en el
tiempo), el contrato es de ejecución instantánea. Cuando la prestación se cumple en
forma periódica y dilatada en el tiempo estamos frente a un contrato de tracto sucesivo.
La distinción interesa particularmente en la extinción de los contratos bilaterales (art.
1081 inc. b):

ARTÍCULO 1081.- Contrato bilateral. Si se trata de la extinción de un contrato


bilateral:
a. la restitución debe ser recíproca y simultánea;
b. las prestaciones cumplidas quedan firmes y producen sus efectos en cuanto
resulten equivalentes, si son divisibles y han sido recibidas sin reserva respecto del
efecto cancelatorio de la obligación;
c. para estimar el valor de las restituciones del acreedor se toman en cuenta las
ventajas que resulten o puedan resultar de no haber efectuado la propia prestación, su
utilidad frustrada y, en su caso, otros daños.

El art. 1081 inc. b solo resulta aplicable en los contratos de tracto sucesivo. La
aplicación de la excesiva onerosidad se da en los contratos de tracto sucesivo y en los de
ejecución instantánea pero al mismo tiempo diferida (Mosset Iturraspe, 1978).

Principales y accesorios
Es una clasificación propia de los actos jurídicos, según que uno de los actos
dependa de otro para su existencia y la producción de sus efectos.
Un contrato es accesorio cuando depende jurídicamente de otro, que es el principal
(por ejemplo: la fianza). La distinción se justifica por los efectos que puede producir
cualquier modificación del contrato principal sobre el accesorio (cumplimiento total,
novación, transacción, etc.), ya que lo accesorio sigue la suerte de lo principal.

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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

De cambio y asociativos
Los contratos de cambio implican que las partes intercambian o se atribuyen
prestaciones entre sí. En cambio, en los contratos asociativos las partes aúnan esfuerzos
y comprometen aportes para la obtención de un fin común.
A continuación, siguiendo a Aparicio (2016), quien a su vez cita a Ascarelli,
enumeramos algunas características distintivas:

Contrato de cambio Contrato asociativo


El contratante encuentra la En la prestación debida En la participación del
satisfacción de su interés por el otro resultado o beneficio de la
actividad común
Contenido de las Es típico e invariable (por Son atípicas y pueden
prestaciones ejemplo el vendedor tener el más diverso
conoce qué vende y a contenido (por ejemplo
cambio de qué) aportes en dinero o
especie, distribución de
beneficios, etc.)
Relación entre las De equivalencia Pueden ser de diverso
prestaciones valor
Cantidad de partes Generalmente bilaterales, Pueden tener desde dos
aunque pueden ser partes hasta un número
plurilaterales indeterminado de ellas.
Admiten la variante de ser
abiertos
Función y naturaleza Principalmente el Cumplimiento de las
cumplimiento de las prestaciones y
prestaciones desenvolvimiento de una
actividad común.
Naturaleza típicamente
organizativa

El CCCN contiene disposiciones relativas a los contratos asociativos en el capítulo


16 del título 4 del libro III (arts. 1442 y siguientes). Dichas normas serán estudiadas en
otras asignaturas.

Los contratos según su finalidad económico-social


Los contratos en general, tanto los que contienen una regulación típica dentro del
ordenamiento, como los denominados atípicos (“tipificados” por las pautas generales

47
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

que les da el uso social y cuya recepción opera básicamente en la jurisprudencia)20,


responden a una función que tiene trascendencia económica y social. Dicha función, que
es objetiva y común en todos los contratos del género (todas las locaciones de cosas
buscan transmitir el uso de una cosa), no se confunde con los motivos o finalidad que
tuvieron las partes al celebrarlos que son puramente subjetivos (puedo locar un
departamento para obtener una renta, para evitar que se deteriore la propiedad por falta
de uso, etc.).
Sobre las funciones que desde un punto de vista económico y social cumplen los
contratos podemos enumerar (Lorenzetti, 2003): a) de cambio de la titularidad
(compraventa, permuta, cesión); b) de transferencia en el uso (locación de cosas, si es
gratuita comodato, con alguna particularidad leasing); c) financiera (mutuo, leasing,
fideicomiso financiero); d) de garantía (fianza, fideicomiso en garantía); e) de custodia
(depósito regular); f) de colaboración gestoria, tanto para la realización de actos
jurídicos (mandato, corretaje, comisión, agencia, concesión, franquicia), como para el
encargo de actos materiales (contrato de obra y de servicios); g) de colaboración
asociativa (sociedad, contratos parciarios); de colaboración asociativa en redes (agencia,
distribución, franquicia, concesión); h) de previsión (renta vitalicia, seguros); i) de
recreación (juego); j) extintiva (transacción), k) de gratuidad (donación, comodato).
Cabe destacar que, si bien en muchos contratos la función económico-social
preponderante es única, en otras figuras típicas las funciones son múltiples,
admitiéndose que un único contrato cumpla más de una función al mismo tiempo (por
ejemplo: el leasing denominado “operativo” busca la transmisión en el uso, junto con el
financiamiento, y eventualmente el cambio de titularidad), o bien que el mismo contrato
cumpla funciones diferentes según el caso (por ejemplo, el fideicomiso, que puede
buscar una finalidad básicamente de administración, o bien financiera, o principalmente
de garantía, o todas ellas).

LA RELACIÓN DE CONSUMO Y EL CONTRATO DE CONSUMO


En nuestro derecho la primera regulación integral sobre derecho del consumidor se
incorporó con la sanción de la ley 24.240 del año 1991, que sufriera con posterioridad
diversas modificaciones.

20
Se habla en estos casos de la existencia de una “tipicidad social”, es decir, que los aspectos
característicos y comunes no surgen de una previsión normativa, sino del uso que le otorgan las partes en
sus relaciones privadas. A menudo esa tipicidad social (como por ejemplo el reconocimiento del derecho
a preaviso en caso de rescisión unilateral en algunos contratos de comercialización, pese a que no exista
pacto expreso) es receptada por la jurisprudencia, y posteriormente recibe incorporación legislativa. Es lo
que ocurrió con el CCCN en la franquicia, la concesión y el suministro. Para más detalle ver Lorenzetti,
2003.
48
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

En el año 1994 con la reforma constitucional se incorporó en la Constitución


Nacional el Artículo N° 42, que reconoció la protección de los consumidores y usuarios
en la relación de consumo, elevando la jerarquía de los derechos protegidos.
La última reforma del sistema fue introducida por el CCCN que, además de
incorporar un título específico en el libro III, reformó las disposiciones de la ley 24.240.
Actualmente entonces, el derecho del consumidor está regulado principalmente por
tres normas específicas: a) la Constitución Nacional; b) El CCCN que introduce pautas
generales y regula algunos aspectos; c) La ley 24.240 y sus modificatorias, a la que se
suman otras normas vinculadas como las de defensa de la competencia y lealtad
comercial.
Concretamente, el CCCN trae cuatro capítulos que tratan la temática de: 1)
Relación de consumo; 2) Formación del consentimiento, con dos secciones: 1ª Prácticas
abusivas y 2ª Información y publicidad dirigida a los consumidores; 3) Modalidades
especiales; y 4) Cláusulas abusivas.
Se resolvió esta forma de regulación porque se trata de una materia muy dinámica,
que recibe reformas legislativas reiteradas, y se buscó evitar que el CCCN tuviese por
este motivo modificaciones permanentes. En su lugar se colocaron en su texto sólo
principios generales que se supone no tendrán modificaciones tan significativas, y las
normas particulares se mantuvieron en una ley especial (24.240).
A continuación, veremos la categoría del contrato de consumo y sus antecedentes.
Las reglas especiales de protección se analizarán a lo largo del desarrollo de la
asignatura, en particular en la unidad 7.

El derecho del consumidor


Si quisiéramos situar el nacimiento del Derecho del Consumidor en la historia
quizás debiéramos remontarnos a los orígenes más antiguos del hombre. Sin embargo,
los factores desencadenantes de su nacimiento como rama importante debemos
encontrarlos en la masificación de la producción y del consumo. Su formulación, pues,
“dimana directamente de necesidades sociales recientes, provocadas por tecnologías
sofisticadas y mercados ampliados, surgidos como resultado del desarrollo posterior a la
Segunda Guerra Mundial” (Benjamín, 1993:6).
Esto no significa que antes de este período el consumidor no estuviera protegido,
sino que no existía un conjunto sistemático de normas que lo hicieran. Por otra parte, el
Código Napoleónico hacía sentir su influencia en todos los países del civil law,
resaltando la autonomía de la voluntad y la no injerencia del Estado en las relaciones de
los particulares (y por lo tanto en las relaciones de consumo).
El inicio de esta materia no fue uniforme en los distintos países. En un esquema
global podemos decir que “mientras en los EE.UU. la aparición del Derecho del
Consumidor se desarrolla a partir de una perspectiva individualista y reparadora
(protección del individuo - consumidor hasta llegar a cubrir el público - consumidor), en
Europa la evolución se produce como un esfuerzo mucho más por tutelar al público de
49
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

una manera general que propiamente para reparar los daños sufridos por consumidores
individuales” (Benjamín, 1993:6). Aunque en el civil law se partió de otros
presupuestos que en el common law en ambos sistemas la finalidad fue la misma, la
protección del consumidor pero desde un punto de vista netamente represivo.
Actualmente el carácter eminentemente preventivo que ha adquirido el Derecho del
Consumidor se traduce en la creación de organismos especializados (así, por poner
algún ejemplo: la Fair Trade Commission en EE.UU., el antiguo Consejo Consultivo de
los Consumidores en la CEE). En nuestro país la ley 24.240, luego de la reforma de la
ley 26.361, prescribe como autoridades de aplicación: a) como autoridad nacional la
Secretaría de Comercio Interior; b) y los gobiernos de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y las provincias para el control y regulación del cumplimiento de la ley en los
hechos cometidos en su jurisdicción. La reglamentación de esta ley y su aplicación ha
generado que las provincias creen oficinas especiales para la protección de los
consumidores y usuarios, sin perjuicio de la existencia de entidades privadas.
El Derecho del Consumidor se encarga desde un punto de vista subjetivo del
consumidor. Es decir el sujeto pasivo de la relación de consumo. El adquirente de los
bienes, el usuario de los servicios, el espectador publicitario; en definitiva ese sujeto que
está en una situación de desigualdad y que merece especial atención del legislador.
Desde un punto de vista objetivo, en cambio, se ocupa de la relación de consumo,
es el verdadero objeto del Derecho del Consumidor, la operación jurídica realizada
independientemente de los sujetos que participan en ella.
A manera de conclusión podemos conceptualizar el Derecho del Consumidor como
el conjunto de principios y normas jurídicas que regulan (y protegen) al consumidor en
la relación jurídica de consumo, de carácter preventivo y contemporáneo a la
producción masificada (Benjamín, 1993).

La relación de consumo. Elementos. Contrato de consumo


Cuando se sanciona la ley 24.240 de defensa de consumidores y usuarios, debido al
vínculo notable que existe entre consumidor y contratación se consideró que sino todos,
la mayoría de los canales de acceso al consumo de bienes y servicios tenían naturaleza
contractual (Stiglitz - Stiglitz, 1994:25). Y ese parecía haber sido el camino seguido por
nuestro legislador al momento de la sanción de la ley tuitiva, desde que al definir el
ámbito de aplicación en sus arts. 1º y 2º, conceptualizaba las nociones de los sujetos de
la relación jurídica, el objeto, y su finalidad, desde una perspectiva contractual, ya que
la ley argentina no aludía al término relación de consumo.21

21
En nuestro orden jurídico, la ley 24.240 en su redacción original prescribía: Art. 1: “...Se
consideran consumidores o usuarios, las personas físicas o jurídicas que contratan a título oneroso para su
consumo final o beneficio propio de su grupo familiar o social: a) la adquisición o locación de cosas
muebles; b) la prestación de servicio; c) la adquisición de inmuebles nuevos destinados a vivienda,
incluso los lotes terrenos adquiridos con el mismo fin, cuando la oferta sea pública y dirigida a personas
indeterminadas”. Y agregaba el art. 2: “Quedan obligados al cumplimiento de esta ley todas las personas
físicas o jurídicas, de naturaleza pública o privada que, en forma profesional, aún ocasionalmente,
50
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Sin embargo, ya desde su sanción existían artículos de la propia ley que respondían
a una noción más amplia, que abarcaba relaciones jurídicas cuyo origen podía o no ser
contractual, y cuya tipificación dependía de la finalidad: el consumo individual o del
grupo familiar o social. Así, por ejemplo el art. 40, que establece la responsabilidad
solidaria frente al consumidor o usuario de todos los que intervienen en la cadena de
comercialización, desde el productor, el fabricante o el importador, hasta quien puso su
marca, pasando por el distribuidor, el proveedor, el comerciante minorista, por los daños
causados por el vicio o defecto de la cosa o la prestación del servicio. El consumidor
que sufra un daño a partir de la adquisición de un producto puede reclamar no solo
frente a aquel con quien contrató, sino contra todos los miembros de la cadena. Ello en
virtud de la relación de consumo- establecida con ellos, aunque estrictamente no
hubiesen contratado con él. Otro ejemplo lo encontramos en la vinculación que sufre el
emisor de actos jurídicos unilaterales, en el período precontractual (arts. 7 y 8).
Es que en realidad la noción de relación de consumo es más amplia que la de
contrato de consumo, ya que su origen puede o no ser contractual. Como toda relación
jurídica, la relación de consumo presenta tres elementos estructurales: a) los sujetos,
donde se encuentra por un lado el consumidor o usuario y por el otro el proveedor de
bienes o servicios (denominado también el profesional en la medida en que hace de ello
su actividad habitual); b) el objeto, que incluye tanto a los bienes en sentido general
(inmateriales o materiales y, en este último caso, muebles o inmuebles) como los
servicios; y c) la causa, que en su acepción de causa fin es lo que tipifica la relación y la
diferencia claramente de otras relaciones jurídicas: la adquisición o utilización del bien
o del servicio se realiza para su destino o consumo final, vale decir que no se incorporan
a su vez a otro proceso de industrialización o comercialización, actividad típica del
intermediario. En la acepción de causa fuente, la relación de consumo puede tener su
origen en un acto ilícito, en un acto jurídico unilateral u otras fuentes, y no
necesariamente en un contrato.
Por otra parte, en el año 1994 y con posterioridad a la sanción de la ley de Defensa
de Consumidores y Usuarios se produce la reforma de la Constitución Nacional,
haciéndose una mención expresa en el art. 42 a la relación de consumo, lo que obligaba
a realizar un replanteo dogmático de la cuestión (Lorenzetti, 2003:145).22

produzcan, importen, distribuyan o comercialicen cosas o presten servicios a consumidores o usuarios...”


Quedaban establecidos así los elementos que definían a la relación de consumo en el derecho argentino,
conceptualizados a partir de la celebración de un contrato. Cabe destacar además que este ámbito de
aplicación se veía restringido respecto de las cosas usadas comercializadas entre consumidores, los bienes
y servicios integrados en procesos de producción, transformación o prestación a terceros y los servicios
de profesiones liberales que requieran para su ejercicio título universitario y matricula (sí queda bajo su
ámbito de aplicación la publicidad que de estos servicios se haga).
22
El Art. 42 CN prescribe: “Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la
relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información
adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno. Las autoridades
proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la
competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y
51
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Es por ello que antes de la reforma de la ley 26.361 la jurisprudencia más moderna
ya había reconocido: “El propio art. 42 CN adopta esta expresión de «relación de
consumo» para evitar circunscribirse a lo contractual y referirse con una visión más
amplia a todas las circunstancias que rodean o se refieren o constituyen un antecedente
o son una consecuencia de la actividad encaminada a satisfacer la demanda de bienes y
servicios para destino final de consumidores y usuarios.”23
La ley 26.361, modificó sustancialmente el ámbito de aplicación anterior,
contemplando la relación de consumo, y restringiendo las relaciones que caen fuera de
su amparo. Incorporó incluso la figura del consumidor expuesto o by stander, que el
CCCN finalmente eliminó del concepto general, limitando su aplicación al capítulo 2
del título 3 del libro tercero: formación del consentimiento, prácticas abusivas e
información y publicidad dirigida a consumidores.
En síntesis, la relación de consumo se caracteriza principalmente por su causa fin, y
su origen (causa fuente), si bien generalmente se conecta con un contrato, puede
provenir de otra fuente (actos ilícitos, actos unilaterales, etc.) Cuando se establece a
través de un contrato entonces calificamos al mismo como de consumo.

Ley de defensa de consumidores y usuarios: ámbito de aplicación


La ley 24.240 fue promulgada en octubre de 1993, y constituyó un importante
aporte a la materia del derecho del consumo, viniendo a integrarse a un marco
normativo principalmente integrado por la ley de defensa de la competencia y la ley de
lealtad comercial (art. 3 2° párrafo ley 24.240, modif. por la 26.361).
Constituye un intento de tratamiento global de la materia incluyendo disposiciones
tan diversas como: condiciones de la oferta pública, información al consumidor,
protección de su salud, prestación de servicios, venta domiciliaria, términos abusivos y
cláusulas ineficaces, contratos por adhesión, autoridad de aplicación, procedimiento y
sanciones, acciones, asociaciones de consumidores, arbitraje, educación al consumidor,
etc. En lo que a nosotros nos interesa nos detendremos en esta y otras unidades en el
estudio de las disposiciones que afectan al contrato de consumo.

legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de


consumidores y usuarios.”
23
C. Nac. Civ., sala F, 17/09/2003 “Torres, Erica Fabiana v. Coto Cicsa y Otro s/Daños y Perjuicios”,
Lexis Nº 30010505: “Independientemente de que la responsabilidad sea contractual o extracontractual, de
lo que no cabe duda es de que la relación entre el supermercado y quien transita dentro del lugar es un
usuario involucrado en una típica relación de consumo”. En este caso se trató de una mujer que se
accidentó en una escalera mecánica mientras circulaba dentro de una superficie de compras: “El particular
que transita dentro de un supermercado y utiliza la escalera rodante para trasladarse de un piso a otro, es
en definitiva un usuario que se ajusta a lo determinado por los arts. 1 y 2 ley 24240 y la empresa es un
típico proveedor de servicios. Al consumidor o usuario le son aplicables los principios in dubio pro
consumidor, el deber de información y demás pautas de la Constitución Nacional y la ley 24240 (en
particular, arts. 5, 6 y 40).”
52
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

La sanción de esta ley no fue pacífica, siendo importante destacar que para su
promulgación fueron observados por el Poder Ejecutivo (decreto 2089) diez artículos
del proyecto sancionado, que en su mayoría fueron nuevamente incorporados a través
de las leyes 24.568, 24.787, y 24.599.
El 7/4/2008 se publica en el boletín oficial la ley 26.361 que incorpora importantes
reformas al texto, particularmente vinculadas con: la ampliación del ámbito de
aplicación y la más amplia protección del consumidor en la relación de consumo (se
incluye a las relaciones cuyo origen no sea estrictamente contractual, se aclara la
incorporación de las cosas usadas, se incorporan los inmuebles de cualquier clase tanto
en su venta como locación u otros contratos, etc.), el principio de aplicación de
legislación más ventajosa para el consumidor, la incorporación de normas vinculadas al
trato digno, modos de rescisión en contratos electrónicos o similares, ampliación del
plazo de garantía para las cosas muebles no fungibles nuevas y aclaración de aplicación
sobre las usadas, diversas normas vinculadas con las usuarios de servicios públicos
domiciliarios, modificación de lo que se entiende por venta domiciliaria y ampliación
del plazo para la revocación de la aceptación, modificación de los requisitos en las
operaciones de venta a crédito con la incorporación de una tasa legal subsidiaria de
interés en caso de violación y la prohibición de la prórroga de jurisdicción, la
incorporación de la noción de daño directo y la posibilidad de determinación por vía
administrativa, la recepción del daño punitivo, la fijación de un plazo de prescripción
propio y la preeminencia del que sea más favorable para el consumidor cuando existan
otros plazos en otras leyes (este aspecto luego derogado por el CCCN), la modificación
sustancial en materia de acciones de incidencia colectiva, el reconocimiento de la
gratuidad, entre otras.
El CCCN realiza una nueva reforma a la materia, por lo que ahora el ámbito de
aplicación surge de la combinación de sus disposiciones con las de la ley 24.240. Este
ámbito de aplicación (cuáles con las relaciones jurídicas que se encuentran
contempladas por nuestra legislación de defensa de consumidores y usuarios,
identificando sujetos, objeto y causa), está fijado en las siguientes normas.

ARTÍCULO 1092.- Relación de consumo. Consumidor. Relación de consumo es el


vínculo jurídico entre un proveedor y un consumidor. Se considera consumidor a la
persona humana o jurídica que adquiere o utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o
servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.
Queda equiparado al consumidor quien, sin ser parte de una relación de consumo
como consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma
gratuita u onerosa, como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o
social.

Por su parte, el art. 1º de la ley 24.240 (en la nueva redacción prevista por la ley de
sanción del CCCN, 26.994), con cierto grado de reiteración, prescribe:
53
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

“Artículo 1º.- Objeto. Consumidor. Equiparación. La presente ley tiene por objeto
la defensa del consumidor o usuario. Se considera consumidor a la persona física o
jurídica que adquiere o utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o servicios como
destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.
Queda equiparado al consumidor quien, sin ser parte de una relación de consumo
como consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma
gratuita u onerosa, como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o
social.”

Ambos artículos conceptualizan, por una parte, al consumidor o usuario (sujeto de


la relación jurídica), que puede ser tanto una persona humana como jurídica,
admitiéndose para algunos incluso que puede ocupar ese lugar el propio Estado cuando
se vincula actuando en una relación privada, como un particular más, y no en ejercicio
de su poder de imperio.
Luego se refiere al objeto: puede tratarse de la adquisición o utilización de bienes o
servicios. Ello significa que se incluyen tanto los bienes materiales o cosas, muebles o
inmuebles, como los inmateriales (derechos), que sean susceptibles de apreciación
pecuniaria.
Puede que el objeto sea la adquisición (como por ejemplo una compraventa, una
cesión, un mutuo), o la colocación en una situación de usar o utilizar (como por ejemplo
en una locación, o un comodato). Se incluyen también los servicios en su manera más
amplia (por ejemplo a través de un contrato de prestación de servicios).
Se incluyen los actos tanto onerosos como gratuitos, los que habían despertado
alguna duda en la normativa anterior. En realidad, para que exista profesionalidad del
proveedor es imprescindible el ofrecimiento de bienes y servicios a consumidores, lo
que supone necesariamente onerosidad. Pero existen varios supuestos donde los actos
son gratuitos, con la finalidad de favorecer o promover la realización de actos onerosos
(por ejemplo, la entrega de muestras gratis, o de un módem en comodato para favorecer
la contratación del servicio de internet).
Con relación a la finalidad o causa se requiere ser el destinatario final (que es lo
que demuestra la intención de consumir), lo que se diferencia de la intermediación
(industrial o comercial). Si adquiero para incorporar a un proceso de producción o
comercialización (intermediación) entonces no existe esa finalidad. Por ejemplo, en un
caso donde Inversion Group HM S.A. e Inmobiliaria Urbana S.R.L. demandaron a
Canteras Cerro Negro S.A. y a Blaisten S.A. por un total de $1.000.000 por los daños
que les produjo la provisión de 1100 cajas de un revestimiento que, luego de ser
colocado en los baños de dos edificios de propiedad de los actores, se verificó diferencia
de color y textura entre las piezas, además de un espesor más delgado que el
correspondiente, lo que provocó mayor fragilidad al manipular los cerámicos con las
consecuentes roturas que se produjeron, la cámara sostuvo: “Toda vez que las
sociedades accionantes no son las destinatarias finales de los revestimientos, sino que
54
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

fueron colocados en departamentos destinados a la venta, el vínculo entre las partes no


integra una relación de consumo.” (CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN
LO COMERCIAL, SALA D. Inmobiliaria Urbana S.R.L. y otro c. Cerro Negro S.A. y
otro s/ ordinario • 05/08/2021. Cita: TR LALEY AR/JUR/114600/2021)
Pero no es necesario que sea el propio consumidor quien busca satisfacer la
necesidad de consumo, es decir que sea en su beneficio propio. Puede ser que el motivo
de la adquisición sea el consumo familiar (esposa, hijos, etc.) o de su grupo social (por
ejemplo, un amigo).
Finalmente, el artículo amplía considerablemente la protección a aquellos que, sin
ser parte de una relación de consumo, como consecuencia o en ocasión de ella,
terminan cumplimentando la finalidad. Se soluciona en nuestra opinión las discusiones
que se habían planteado respecto de si la ley contemplaba o no determinadas situaciones
donde, si bien el sujeto no efectuaba un acto de adquisición, justificaba su conducta o
presencia en el lugar ante la eventualidad de realizarlo. Por ejemplo, el que iba a un
supermercado o centro de compras a pasear, y sin haber adquirido nada, sufría un
accidente, o le era sustraído su vehículo de la playa de estacionamiento del comercio.
El art. 2° de la ley 24.240 define el otro sujeto de la relación jurídica, y las
características que debe reunir para que la misma se considere de consumo y, por lo
tanto, bajo el ámbito de aplicación de la ley. Art. 2°. Proveedor. “Es la persona física o
jurídica de naturaleza pública o privada, que desarrolla de manera profesional, aun
ocasionalmente, actividades de producción, montaje, creación, construcción,
transformación, importación, concesión de marca, distribución y comercialización de
bienes y servicios, destinados a consumidores o usuarios. Todo proveedor está obligado
al cumplimiento de la presente ley.”
Queda claro así que no se contemplan las relaciones entre consumidores, es decir,
en la que el ofrecimiento de bienes o servicios, no se realiza en forma profesional, y no
forma parte de su actividad habitual. Así, por ejemplo, un estudiante que vende su
celular a un amigo para comprarse uno nuevo.
El art. 2° en su segundo párrafo establece una exclusión expresa, fundada en la
existencia de Colegios Profesionales que ejercen las funciones de protección y control
asignadas en la ley a la autoridad de aplicación:
“No están comprendidos en esta ley los servicios de profesionales liberales que
requieran para su ejercicio título universitario y matricula otorgada por colegios
profesionales reconocidos oficialmente o autoridad facultada para ello, pero sí la
publicidad que se haga de su ofrecimiento. Ante la presentación de denuncias, que no se
vincularen con la publicidad de los servicios, presentadas por usuarios y consumidores,
la autoridad de aplicación de esta ley informará al denunciante sobre el ente que
controle la respectiva matrícula a los efectos de su tramitación”. Así, por ejemplo, si un
abogado garantizare en la publicidad el éxito de una gestión, sería responsable en virtud
de la ley 24.240 ante su cliente si no cumpliese con dicha promesa. Pero si el
incumplimiento no estuviese vinculado con la publicidad, por ejemplo no rindió cuentas
55
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

del dinero que percibió en nombre de su cliente, entonces la oficina de Defensa del
Consumidor no solo debe manifestarle que no puede recibir la denuncia, sino que debe
dirigirse al Tribunal de Disciplina de Abogados y Procuradores para formularla.

Por último, el CCCN trae la definición de contrato de consumo, que es el que da


origen a la relación de consumo con fuente contractual.

ARTÍCULO 1093.- Contrato de consumo. Contrato de consumo es el celebrado


entre un consumidor o usuario final con una persona humana o jurídica que actúe
profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o prestadora de
servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los
bienes o servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado,
familiar o social.

Se observan los tres elementos: a) sujetos, por una parte consumidor y usuario y por
la otra la empresa productora de bienes o la prestadora de servicios; b) objeto: bienes o
servicios; c) causa fin: uso privado, familiar o social.

La figura del consumidor expuesto


Lo que el CCCN excluyó del ámbito de aplicación general que había sido
incorporado por la ley 26.361, es la figura del consumidor expuesto o by stander. Es el
que de cualquier manera está expuesto a una relación de consumo.
Se trataba de casos de sujetos potencialmente consumidores, que no tenían el ánimo
de consumir (faltaba la causa fin), pero que de alguna manera estaban expuestos a una
relación de consumo establecida entre otros sujetos, o que eventualmente los
involucrara. Así, por ejemplo, la víctima de un accidente de tránsito, que al reclamar al
dueño y conductor del vehículo sus daños, y pedir la citación de la Compañía de
Seguros, invocaba la normativa del derecho del consumidor, porque entre dicha
compañía y el dueño existía un contrato de seguro que era de consumo.
La reforma eliminó estos supuestos del vínculo general porque entendió que la
definición del ámbito de aplicación era demasiado amplio, y desvirtuaba la protección
que debía otorgarse al verdadero consumidor, al extenderla a personas que no reunían
tal calidad. El tema ha sido de gran debate entre los especialistas y no está cerrado.
Sin embargo, el CCCN mantiene esta figura para los casos del capítulo 2
(formación del consentimiento) del título 3 (contratos de consumo) del libro tercero, en
sus dos secciones: prácticas abusivas, e información y publicidad.

ARTÍCULO 1096.- Ámbito de aplicación. Las normas de esta Sección y de la


Sección 2ª del presente Capítulo son aplicables a todas las personas expuestas a las

56
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

prácticas comerciales, determinables o no, sean consumidores o sujetos equiparados


conforme a lo dispuesto en el artículo 1092.

Aquí sí la protección se otorga, ya que la actividad del proveedor está dirigida a


captar consumidores potenciales, de allí que regule cómo debe ser su conducta, aunque
todavía los mismos no estén identificados, y las relaciones concretas no se hayan
establecido.
Un ejemplo de aplicación de la figura del consumidor expuesto se da en el potencial
consumidor destinatario de publicidad engañosa o discriminatoria, que busca la
protección de la ley para hacerla cesar, pese a que la relación aún no se ha establecido.24
Así, una publicidad que se aproveche de la vulnerabilidad de las personas, su
inmadurez, su inexperiencia, su susceptibilidad de ser engañados, etc. Por ejemplo, una
lata de jugo de mango, que se atribuye ser fuente de vitamina A, y que en la parte de
atrás informe que el producto aporta el 0% de la dosis diaria de dicha vitamina.
Otra aplicación práctica de la figura se vincula con las prácticas abusivas. En un
caso donde una empresa encargada de realizar seguimientos y cobros extrajudiciales
(proveedor o profesional) se dirigió de manera reiterada contra una supuesta deudora
que luego se verificó no debía nada, hostigándola, persiguiéndola en su lugar de trabajo,
dejándole mensajes reiterados con sus empleadores y compañeros, con la finalidad de
provocar el pago, la jurisprudencia entendió: “1. Lo que se califica como una simple
llamada telefónica reclamando el pago de una deuda adquiere ribetes dañosos, ya que se
llevó a cabo un hostigamiento en el lugar de trabajo de la presunta deudora,
participando incluso a sujetos extraños a ella, como para inducirla a detener una
situación invasiva que la afectó en un ámbito tan relevante como es su lugar de trabajo,
horadando, entre otras cuestiones, su honor y su solvencia moral frente a las autoridades
de la institución donde desempeña labores, alterando así su propio desenvolvimiento en
ella.”
“2. El art. 1096 del Código Civil y Comercial establece como aplicables las normas
vinculadas a contratos de consumo, aun respecto de personas expuestas a las prácticas
comerciales, lo cual permite concluir que ello aplica a personas que no han contraído
deuda alguna, pero que por la práctica de la entidad accionada, operadora al menos en
el mercado de cobranza comercial o recupero de crédito, se encuentran
involuntariamente inmersas en el flujo del giro que esta explota.”
“3. El procedimiento de cobro, que exhibe los perfiles de un hostigamiento al
pretenso deudor de quien se pretende la satisfacción de una presunta deuda dineraria,
puede subsumirse en las prácticas abusivas contempladas en el art. 1096 del Código
24
“Corresponde confirmar la multa impuesta por la Dirección Nacional de Comercio Interior a una
firma por haber publicitado una bebida alcohólica sin incluir las leyendas de carácter obligatorio “Beber
con moderación” y “Prohibida su venta a menores de 18 años”, pues ello configura una infracción al art. 4
de la ley 24.240.” (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contenciosoadministrativo Federal, sala II •
17/08/2010 • Viñas de altura S.A. c. D.N.C.I. - Disp. Nº 502/2009 • La Ley Online
•AR/JUR/48279/2010).
57
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1

Civil y Comercial.” (Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala G.


Fecha: 06/03/2020. Partes: L. M., I. V. c. Crédito Automático S.A. s/ Daños y
perjuicios. Publicado en: LA LEY 14/08/2020 , 4, Con nota de Ángela M. Vinti; SJA
02/09/2020, 02/09/2020, 70 - Cita Online: AR/JUR/19586/2020)

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