Notas Unidad 1 Contratos 2023 Final-2
Notas Unidad 1 Contratos 2023 Final-2
Notas Unidad 1 Contratos 2023 Final-2
1) Concepto y ubicación
El CCCN prescribe:
El CCCN, sigue la tradición jurídica argentina ya que toma del Cód. de Vélez
Sarsfield, el método. Recordemos que Vélez se había inspirado en el Esboço de Freitas,
el que a su vez adoptó el método propuesto por Savigny: la clasificación de los derechos
en personales y reales.
El nuevo CCCN realiza una corrección importante que Vélez no había adoptado:
incorpora una parte general (personas, bienes, hechos y actos jurídicos, transmisión de
los derechos), un libro sobre las relaciones de familia, y luego una parte especial (libro
III derechos personales, libro cuarto derechos reales, libro quinto transmisión de los
derechos por causa de muerte, y libro sexto disposiciones comunes a los derechos
personales y reales).
Al clasificar los derechos subjetivos según sean personales o reales, ubica la
materia contractual al regular los primeros, aunque son de aplicación directa las normas
de la parte general. Veamos la estructura propuesta por el Código, en particular las
partes que se vinculan o tienen mayor relación con el contrato:
* Título preliminar: donde hay que prestar especial atención al capítulo 3, ejercicio de
los derechos.
* Libro primero: Parte general
Título 1: Persona humana
Título 2: Persona jurídica
Título 3: Bienes
Título 4: Hechos y actos jurídicos
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
ARTÍCULO 259. Acto jurídico. El acto jurídico es el acto voluntario lícito que
tiene por fin inmediato, la adquisición, modificación o extinción de relaciones o
situaciones jurídicas.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
1
El CC de Vélez en su art. 1137 establecía: “Hay contrato cuando varias personas se ponen de
acuerdo sobre una declaración de voluntad común, destinada a reglar sus derechos”. Se ha discutido por
la doctrina si es conveniente (desde una perspectiva técnico-jurídica) que el legislador brinde definiciones
en los textos legales. Vélez mismo en la nota al art. 495 citaba a Freitas, y calificaba de impropias a las
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Veamos los aspectos centrales de esta definición, que recepta las críticas que la
doctrina había brindado al régimen derogado.
En primer lugar, la clave para identificar la existencia del contrato está en el
consentimiento o acuerdo de voluntades. Veremos más adelante que, como todo acto
voluntario, puede ser expreso o tácito, que además puede estar restringido por
cuestiones económicas o por la modalidad de contratación (por ejemplo, cuando hay
adhesión, o bien cuando es prestado por un consumidor), y que excepcionalmente
pueden aplicarse reglas contractuales basadas en actos que carecen de él (por ejemplo,
en el supuesto de una representación aparente). De todos modos, no caben dudas que
sigue siendo el elemento central para la configuración del contrato.
En segundo lugar, repárese en que la ley habla de partes y no de personas, como
una primera aproximación nos podría hacer pensar. En el plano jurídico parte es un
centro de interés. Normalmente cada persona actúa según un interés que le es propio, y
que difiere con el resto de las personas. Pero puede ocurrir que ello no sea así, y que
varias personas respondan a un mismo interés, o que una sola persona pueda manifestar
intereses contrapuestos.
Puede haber una sola persona, pero existir contrato porque hay dos o más partes.
También pueden existir varias personas y no haber contrato por tratarse de un acto
plurisubjetivo (hay una declaración de voluntad común pero no hay “partes”).
Por ejemplo, para Spota pueden darse tres supuestos:
a) Una doble representación, esto es cuando una persona reúne la calidad de
representante de otras dos y manifiesta en sus nombres una declaración de voluntad
común. Así, por ejemplo, Pedro le encarga a Juan que venda su casa, y Luisa a su vez
que le compre una. Juan celebra el contrato solo, invocando la calidad de representante
de Pedro por la parte vendedora, y la calidad de representante de Luisa por la parte
compradora: una sola persona, que representa a dos partes. Si el contrato debe firmarse,
encontraríamos en él una sola firma, la de Juan. Ya veremos más adelante que esta
manera de celebración tiene límites estrictos impuestos por la ley.
b) El caso del autocontrato o contrato consigo mismo. En este caso, Pedro le
encargaría a Juan la venta de su casa, y Juan la compra. Juan celebra el contrato solo,
invocando la calidad de representante de Pedro por la parte vendedora, y actúa por
derecho propio por la parte compradora. También si se instrumentara de manera escrita
existiría una sola firma, nuevamente la de Juan (cabe destacar que esto se podría realizar
solo si Pedro autoriza expresamente a su representante a actuar en tal sentido, art. 368
CCCN).
definiciones legales, excepto cuando contenga una norma de conducta, esto es, cuando pretenden
restringir la significación del término de que se sirven. Para Spota, es correcto que la ley tenga
definiciones siempre que éstas tengan eficacia normativa (Spota 1974). El CC Italiano lo prescribe de una
manera similar: “ARTICOLO 1321 .-Nozione. Il contratto è l'accordo di due o più parti per costituire,
regolare o estinguere tra loro un rapporto giuridico patrimoniale.”
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
c) Los actos plurisubjetivos. Aquí hay más de una persona, y sin embargo todas
reúnen la calidad de una sola parte. Ej: varios condóminos se ponen de acuerdo en
vender su inmueble, o bien el acto jurídico que realizan dos representantes o apoderados
que deben obrar de manera conjunta en nombre y representación del representado. Si
analizamos el primer ejemplo vemos que realizan una declaración de voluntad común
porque sus voluntades se funden, pero no un contrato, sino un acto jurídico unilateral: la
oferta. Los condóminos van a ocupar la posición del vendedor, pero hasta que no
aparezca un comprador, no hay contrato de compraventa.
En tercer término, la ley menciona que la manifestación del consentimiento es para
crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales.
Como en todo acto jurídico hay un fin inmediato buscado que es establecer una relación
jurídica. Pero dicha relación debe tener contenido patrimonial, de otra forma se incluiría
en el contrato a figuras que no revisten ese carácter (como el matrimonio).2
Recordemos que no se limita a crear, también trasmite (cesión de créditos o de
deudas), modifica (novación por acuerdo de acreedor y deudor), y extingue (rescisión
bilateral o distracto, dación en pago o pago por entrega de bienes, transacción).
Expresa Mosset Iturraspe (1978) con razón: “El contrato regla exclusivamente de
un modo inmediato o directo, las relaciones jurídicas patrimoniales obligacionales - es
decir las propias del derecho creditorio. Con respecto a las relaciones jurídicas reales,
que también integran el derecho patrimonial, el mero contrato sirve de título, pero
resulta insuficiente para producir la adquisición o la constitución del derecho real.
Carece de eficacia real.”
Cuando yo vendo un objeto, el contrato sirve de título, es decir de causa que
justifica el desplazamiento patrimonial. Pero para que el comprador adquiera la
propiedad de lo que compró (derecho real), se requiere otro elemento, que es la
tradición o entrega. Antes de la entrega el comprador no tiene un derecho real, sino en
todo caso un derecho personal a que se le entregue la cosa.
Esto es central en nuestro sistema, ya que las protecciones brindadas a los titulares
de derechos reales son sustancialmente diversas que las dadas a aquellos que solo tienen
un derecho personal.
Hay algunos derechos reales que no se constituyen con la entrega, sino con la
inscripción (por ejemplo, la hipoteca). Pero la situación no varía. El contrato solo no
crea o constituye el derecho real, sino las formalidades revestidas para el acto sumadas a
su inscripción. Este aspecto se estudia en la asignatura derechos reales.
2
La falta de contenido patrimonial se evidencia en el interés que tienen las partes al celebrarlo, sin
perjuicio de que la ley le reconozca efectos jurídicos luego de su perfeccionamiento (régimen de
administración patrimonial matrimonial: comunidad de bienes o separación según su opción).
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Con relación a los derechos hereditarios, el contrato también podría servir como
vehículo de negociación, en los casos estudiados por la doctrina como pactos
sucesorios, entre los que se encuentra la denominada “sucesión contractual”3.
En todos los casos se tratan de acuerdos sobre una herencia futura, es decir que
disponen sobre cuotas o bienes determinados que pertenecen a una persona viva,
celebrados entre sus potenciales herederos, con participación o no del futuro causante,
en vistas o para producir efectos con posterioridad a la muerte. No hay que confundirlos
con el testamento, que no es un contrato, sino un negocio jurídico unilateral autónomo,
personalísimo y esencialmente revocable (arts. 2465, 2511). Tampoco deben
confundirse estos pactos con los negocios que pueden realizarse sobre los derechos
hereditarios una vez que el causante falleció, los que son plenamente válidos.
Los pactos sucesorios buscan organizar o dividir la herencia antes de su apertura, y
como regla general están prohibidos. Dicha prohibición es además de orden público por
lo que el efecto es su nulidad.4
Se han propuesto diversas clasificaciones para su estudio, de utilidad para su
reconocimiento: a) institutivos (por ejemplo un acuerdo donde Juan y Pedro se
instituyen recíprocamente herederos); b) renunciativos (por ejemplo: un hijo acuerda
con su padre o con un hermano renunciar a la herencia de aquel); c) dispositivos (el
heredero cede por contrato su posición hereditaria, es decir su calidad de tal, o bien un
bien que espera recibir en sucesión); d) distributivos (se acuerda entre los futuros
herederos, con intervención o no de quien será el causante, cómo se repartirán los bienes
ante su muerte).
El CCCN, luego de receptar esta regla incorpora una importante excepción, que ha
despertado diversas críticas, en la medida en que rompe el sistema, aunque bajo
determinadas condiciones:
ARTÍCULO 1010.- Herencia futura. La herencia futura no puede ser objeto de los
contratos ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos
particulares, excepto lo dispuesto en el párrafo siguiente u otra disposición legal
expresa.
Los pactos relativos a una explotación productiva o a participaciones societarias
de cualquier tipo, con miras a la conservación de la unidad de la gestión empresaria o
a la prevención o solución de conflictos, pueden incluir disposiciones referidas a
futuros derechos hereditarios y establecer compensaciones en favor de otros
legitimarios. Estos pactos son válidos, sean o no parte el futuro causante y su cónyuge,
3
Acuerdo entre una persona que confiere a otra un derecho hereditario, a título universal o
particular, sobre sus bienes.
4
Señala Aparicio (2016) que, en las legislaciones de raíz germánica, como las de Alemania, Austria,
Suiza, a las que se puede agregar Portugal, rige un criterio permisivo con la admisión de los contratos
sucesorios, con algunas limitaciones, mientras que en nuestro derecho se continúa el criterio de
prohibición de orientación romana.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
La excepción del segundo párrafo del art. 1010 responde a supuestos que se
presentaban en la realidad y que para muchos no obtenían una adecuada solución en la
ley. Cuando existen actividades productivas realizadas por una persona humana (o
eventualmente a través de una figura societaria) que reviste el carácter de empresa
familiar, es muy frecuente que alguno de los hijos o descendientes continúe con la
actividad del fundador, a veces acompañado por el resto de sus hermanos, a veces no.
En este último caso, ocurre que uno o algunos de los potenciales herederos comienzan a
dedicar no solo su tiempo, sino a definir su futuro en función de una actividad de la que
esperan obtener sus ingresos, mientras que otros miembros de la familia, con iguales
derechos sucesorios eventuales, dedican ese esfuerzo para otra actividad. En ocasiones
incluso, el fundador de la empresa desea jubilarse, o bien dedicar menos tiempo a su
actividad, lo que es suplido por el familiar (futuro heredero).
Así las cosas, el fallecimiento del fundador se torna como potencialmente
conflictivo, ya que puede ser un detonante de un serio conflicto familiar: cuando los
herederos que no han formado parte de la actividad, y no le han dedicado esfuerzos,
pretenden recibir su parte proporcional como “dueños”, tratando al heredero que
continuó la actividad como si fuese un “dueño” más, sin obtener ningún reconocimiento
o plus a sus esfuerzos, más que lo que pudiese haber recibido como retribución estando
el causante en vida.
Es ante este tipo de situaciones que se pensó al posibilitar estos contratos para que
se dispongan sobre derechos sucesorios futuros, incluso previendo la posibilidad de
compensaciones económicas actuales, y que exigen:
a) que haya una explotación productiva o participación societaria (es decir una
empresa);
b) que el acuerdo tenga un fin específico: conservar el emprendimiento o la unidad
de gestión (empresa), o bien prevenir conflictos (de orden económico familiar);
c) que no afecten la legítima hereditaria de los herederos (tanto de los que los
suscriben como los que no), ni los derechos del cónyuge, ni los de terceros.
d) No requiere la participación del futuro causante ni de su cónyuge (aspecto que ha
sido particularmente objeto de críticas, por ser ellos los titulares originarios del
patrimonio sobre el cual se realizan actos de disposición).
necesidades humanas, cualesquiera sean ellas. Todas las personas están comprendidas
en la red económica del contrato.
Es indudable que el contrato desenvuelve al máximo su poder vinculante dentro de
una economía capitalista liberal. Según Mosset Iturraspe (1978) los principios
fundamentales que caracterizan esta concepción, en el ámbito jurídico, son: a) la
propiedad privada de todos los bienes, sin exclusión de ningún medio de producción, y
b) la libertad económica más absoluta que se manifiesta en los principios de la libre
empresa, de la libre competencia y de la libertad de trabajo. En lo específico, la
autonomía plena de la voluntad, en sus dos aspectos: libertad de contratar y libertad
contractual y su consecuencia, la fuerza vinculante del contrato así celebrado.
Ahora bien, ya desde hace varias décadas ha comenzado en esta materia un
movimiento tendiente a restringir el ámbito de la autonomía de la voluntad en aras de
perseguir una concepción más solidaria. Ello ha llevado a que el Estado intervenga en la
economía y, por consecuencia, se introduzca en los negocios particulares con la
pretensión de dirigirlos. Sin embargo, aún frente a esta realidad, el contrato, como
instrumento o herramienta para la satisfacción de las necesidades humanas, sigue
desempeñando un papel trascendental.5
La primera apreciación que debemos hacer sobre el método del CCCN es que
mantiene la regulación de una teoría general del acto jurídico, que se inserta en la parte
general, y además una teoría general del contrato. Nos remitidos al apartado de este
mismo artículo donde tratamos el tema.
Otra característica es que organiza, como lo hacía el viejo Cód. Civil, la materia
contractual en una parte general (ahora integrada por los títulos 2 y 3 del libro tercero),
donde se desarrolla justamente la teoría general del contrato, y una parte especial (título
4 del libro tercero), donde a lo largo de 30 capítulos se desarrolla la regulación de
diversos contratos típicos (31 si consideramos las normas sobre dominio fiduciario,
propias de los derechos reales, pero insertas a continuación de la regulación del contrato
de fideicomiso).
Esta manera de legislar es muy importante para su estudio y posterior aplicación
práctica. Cuando una norma se inserta en la parte general, es aplicable a todos los
contratos, sean típicos o no, es decir encuadren o no en las disposiciones de la parte
especial.
5
Sobre el tema ampliaremos más adelante, a propósito de la teoría de la autonomía de la voluntad y
sus límites.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
En el título 2 del libro tercero el CCCN desarrolla la teoría general del contrato de
una manera más significativa que el texto anterior. Se regulan en 13 capítulos: los
principios generales, la clasificación de los contratos, su formación (previendo allí
normas sobre la adhesión en la sección 2 del capítulo 3), la incapacidad e inhabilidad
para contratar, el objeto, y la causa (elementos esenciales o estructurales), la forma y la
prueba, los efectos (entre partes y con relación a terceros, la suspensión del
cumplimiento, el saneamiento y la señal), la interpretación, el fenómeno de la
subcontratación, la conexidad contractual, y los supuestos de extinción, modificación y
adecuación.6
Todo contrato como acto jurídico bilateral de contenido patrimonial presenta
determinadas características que permiten no solo definirlo y diferenciarlo de otras
figuras, sino establecer una serie de prescripciones comunes, independientemente del
contenido concreto. A esto se hace referencia cuando hablamos del “tipo general”, es un
acto que en general presenta los mismos caracteres. Si a ese acuerdo voluntario le
agregamos las prestaciones específicas asumidas, entonces podremos identificar los
tipos específicos (para distinguir si hay compraventa, locación, mandato, o se trata de
un contrato innominado).
En la construcción de esas reglas generales, que están en la teoría general, se
observaron dos circunstancias determinantes, que llevaron a los autores a preguntarse si
ante su presencia se podían dar las mismas normas como soluciones justas.
La primera fue el consentimiento que se obtiene en un contrato por adhesión, donde
una de las partes, el predisponente, fija todas las condiciones, y la otra, el adherente,
solo puede decir si las acepta o no (ver sección 2, capítulo 3, título 2 del libro tercero).
Este consentimiento, tiene una variante muy diferente al obtenido en los contratos
negociados, con libertad contractual, que se denomina adhesión. ¿Pueden darse las
mismas reglas de interpretación o de análisis de cláusulas abusivas en uno y otro caso?
Repárese en que no se trata de un “tipo especial”, sino de una modalidad de formar el
consentimiento. Una compraventa, puede celebrarse negociadamente, o por adhesión.
De allí que es un problema que atañe a la teoría general.
6
Vélez Sarsfield había dedicado una sección específica a las obligaciones que nacen de los contratos
(Libro II sección III). Colocó un Título I bajo el acápite “De los contratos en general”, donde se
formulaba la Teoría General del Contrato, expuesta en seis capítulos, que tratan sucesivamente del
consentimiento, de la capacidad, del objeto, de la forma, de la prueba y del efecto de los contratos,
después de haberlos definido y clasificado. Luego de este título I el Cód. traía diecisiete títulos destinados
a la regulación de la parte especial (contratos en particular).
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
El contrato se celebra por adhesión cuando las partes no negocian sus cláusulas,
ya que una de ellas, fundada en su mayor poder de negociación, predispone el
contenido y la otra adhiere.
La predisposición, en cambio, es una técnica de redacción que nada dice sobre los
efectos. El contenido predispuesto unilateralmente puede ser utilizado para celebrar un
contrato paritario, o uno por adhesión o uno de consumo.
La razón de ello es que hay muchos contratos en los que la predisposición de las
cláusulas no es un indicio de la debilidad de una de las partes: esto puede ocurrir
porque los contratantes disminuyen los costos de transacción aceptando un modelo de
contrato predispuesto por una de ellas o por un tercero.
La adhesión es una característica de un acto del aceptante, y no una calidad del
contenido, como ocurre en la predisposición. El primer elemento activa el principio
protectorio, mientras que el segundo es neutro, ya que puede o no existir abuso.
Por esta razón sugerimos basar la regulación en la adhesión, antes que el carácter
preredactado o no de las cláusulas, sin perjuicio de fijar algunas reglas para estas
últimas.
El sistema queda ordenado entonces de la siguiente manera:
a.- Contratos discrecionales: en ellos hay plena autonomía privada.
b.- Contratos celebrados por adhesión: cuando se demuestra que hay una adhesión
a cláusulas generales redactadas previamente por una de las partes, hay una tutela
basada en la aplicación de este régimen.
c.- Contratos de consumo: cuando se prueba que hay un contrato de consumo, se
aplica el Título III, sea o no celebrado por adhesión, ya que este último es un elemento
no tipificante.
El Anteproyecto regula tanto los contratos civiles como los comerciales, siguiendo
los lineamientos de los proyectos anteriores.
El aspecto más discutido es la regulación de los contratos de consumo en el ámbito
del Código Civil y su grado de extensión.
En el derecho comparado hay distintos modelos.
Una opción es mantener separadas ambas regulaciones. Es el criterio del Código
de Consumo italiano (Decreto Legislativo nº 206 del 6 de setiembre de 2005), del texto
refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras
leyes complementarias española (Real Decreto Legislativo 1/2007 del 16 de noviembre
de 2007) y del Anteproyecto de Reforma al Código Civil francés en el Derecho de
obligaciones y el Derecho de la prescripción, dirigido por el profesor Pierre Catalá y
presentado al Ministerio de Justicia en el año 2005, que tampoco incorpora la
regulación de los contratos de consumo al Código Civil. Todos los Estados Partes del
Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) así como todos los
Estados Asociados (Bolivia, Chile, Perú, Ecuador y Colombia) tienen leyes del
consumidor separadas del Código Civil. El comentario 2º al Preámbulo de los
Principios de Unidroit señala el “propósito de excluir del ámbito de los Principios las
llamadas operaciones de consumo”.
Con otro criterio, la reforma del año 2002 al Código Civil alemán incorporó
algunas normas aplicables específicamente al derecho del consumidor (definición de
consumidores y profesionales, contratos celebrados fuera de los establecimientos
mercantiles y a distancia, garantías en la venta de bienes de consumo) junto con otras
propias del Código (condiciones generales de la contratación, morosidad en las
operaciones comerciales, comercio electrónico). El Código Civil quebequés de 1991
incluyó disposiciones atinentes a los contratos de consumo y a los celebrados por
adhesión (artículos 1432, 1437, 1438) así como a la responsabilidad de los
intervinientes en el proceso de fabricación y comercialización de cosas muebles
(artículos1468 y 1469).
El Código Civil holandés de 1992 reguló las condiciones generales de contratación
(Libro 6, artículos 231 a 247), la responsabilidad por productos (Libro 6, artículos 185
a 193) y las exigencias en cuanto a la publicidad (Libro 6, artículos 194 a 196).
En el ordenamiento jurídico argentino hay que considerar el rango constitucional
de los derechos del consumidor, la amplia aplicación de estas normas en los casos
judiciales y la opinión de la mayoría de la doctrina. Siguiendo estos lineamientos, es
necesario no solo avanzar en cuanto a la unificación de los contratos civiles y
comerciales, sino también incorporar a los contratos de consumo.
1.2. Problemas de la regulación
La extensión del objeto regulatorio plantea problemas en cuanto a las distinciones
y al modo en que se presentan.
Una posibilidad consiste en regular el contrato discrecional y dedicar algunos
artículos relativos a los efectos que consideren la temática de los vínculos de consumo.
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El estudio de estos proyectos ya ha sido realizado en las asignaturas Privado I y II. De todas
maneras, cabe destacar que el hecho de que exista una regulación base, no obsta a que algunas figuras
contractuales sean susceptibles de una regulación particular, aplicándose principios distintos en lo civil
como en lo comercial. Lo que ya no se justificaba era el mantenimiento de dos Códigos distintos.
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ocurre con la compraventa, aunque en una sección especial prescribe todo lo relativo a
lo que anteriormente estaba en el Cód. de Comercio), y otros pertenecen a un ámbito o
al otro (como por ejemplo la comisión, que es un mandato comercial no representativo).
1) Derecho Romano
El derecho romano se caracterizó por diferenciar las nociones de pacto o convenio
con la de contrato. La convención o pacto (Conventio, Pactum) era el simple acuerdo de
voluntades que por sí solo no generaba acción ni vínculo obligatorio. Por el contrario, el
contrato era el acuerdo de voluntades acompañado de una forma requerida y con causa
tipificada, lo que permitía el nacimiento del vínculo obligatorio y su correspondiente
acción. El pacto carece de forma y causa, y el contrato en cambio sí lo contiene. Es por
ello que, en una primera etapa, el contrato tenía que estar sancionado y regulado por la
ley.
Por otra parte, el contrato como una categoría genérica o abstracta (acuerdo de
voluntades destinado a reglar derechos de contenido patrimonial) no existía. El derecho
romano nunca desarrolló una teoría general del contrato, sino que conocía y regulaba
contratos singulares o específicos, a cada uno de los cuales se le atribuía o reconocía
una causa y una forma determinada. De esta manera la jurisprudencia reconocía un
grupo de contratos iniciales que se fue ampliando cuando las necesidades sociales y
económicas lo requirieron.
En el derecho primitivo, para crear una obligación, era necesario el cumplimiento
de determinadas solemnidades que, si no se cumplían, no producían su nacimiento más
allá de la intención de las partes de hacerlo. Son los denominados luego por Gayo como
los contratos verbales. Por ejemplo, en la stipulatio, el futuro acreedor (estipulante)
preguntaba al futuro deudor (prominente) si estaba dispuesto a prometer algo, esto es, a
entregar alguna cosa o realizar algún servicio; apenas el deudor contestaba prometiendo,
quedaba obligado a entregar la cosa o realizar el servicio prometido. Un ejemplo sería
así: a) Stipulator (estipulante): centum mihi dari spondes? (¿prometes darme cien?);
Promissor (prominente): spondeo (prometo). Era un contrato verbal, que atribuía
obligaciones sólo al promitente, además de “abstracto”, en el sentido de que no requería
se explicara la causa que le daba origen a la prestación comprometida. Es por ello que
se utilizaba para todo tipo de convenciones, para dotarlas de acción y eficacia jurídica.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
La pregunta y respuesta de los intervinientes debía ser oral (sordos y mudos no podían
celebrarla), inmediata o en un único acto, ambos debían estar presentes (no admitía la
contratación entre ausentes). La respuesta debía ser además congruente: ante la pregunta
de ¿prometes darme cien? La respuesta “prometo darte 50” implicaba la nulidad, y no la
obligación por menor valor. Las acciones a que daba lugar la stipulatio variaban según
la prestación comprometida (dar, hacer). Vale decir que la formalidad adquiría un valor
superior al acuerdo de voluntades, y constituía un requisito para el nacimiento de
efectos jurídicos. El simple pacto no bastaba para crear una obligación civil.
Había un grupo de contratos que se celebraban por escrito, por ejemplo, Niminia
transcriptitia, que se insertaba o incluía en los libros de contabilidad del acreedor, y al
igual que el deudor, tenía que obligarse en ellos.
Con posterioridad se observó la necesidad de reconocer que la entrega de una cosa
fuera la causa de la obligación de restituirla para quien la había recibido. Nacen así los
contratos reales (que se denominan así porque para su perfeccionamiento no basta el
acuerdo de voluntades), sino que debe entregarse una cosa. Comprendió al depósito, el
mutuo, el comodato y la prenda.
Luego se reconocieron un grupo de convenciones de uso frecuente e importancia
económica que se celebraban mediante el consentimiento. Se limitaron a tipos concretos
(no cualquier acuerdo se podía celebrar así), agrupados bajo la denominación de
contratos consensuales: la compraventa, la locación de cosas, el mandato, y la sociedad.
Es por ello que en la época imperial los contratos reconocidos eran los nominados
por la ley y se clasificaban en: a) verbales (verbis); b) escritos (litteris); c) reales (re); y
d) consensuales (consensu).
En la época postclásica se cierra la evolución cuando se construye la figura de los
contratos innominados, porque no pertenecían a ninguno de los tipos legales
reconocidos (Aparicio, 2016). Se trataba de convenciones que reconocían ventajas
recíprocas para ambas partes, y que admitían cuatro combinaciones de prestaciones de
dar y hacer: a) do ut des o doy para que des (por ejemplo, la permuta); b) do ut facias o
cambio de una cosa por un servicio; c) facio ut des o cambio de un servicio por una
cosa; y d) facio ut facias o intercambio de servicios.
El sistema romano era entonces formalista, cerrado o de numerus clausus, fundado
en la tipicidad (sólo en los casos admitidos por la ley), y el simple acuerdo no bastaba
para crear obligaciones exigibles, lo que se resume en la expresión que domina desde la
época clásica y subsiste en tiempos de Justiniano: nuda pactio obligationem non parit.
Aunque en su última etapa, luego del reconocimiento de los contratos innominados, y la
posibilidad brindada por la stipulatio de hacer obligatoria todo tipo de estipulaciones,
admitía una multiplicidad significativa de acuerdos (Mosset Iturraspe, 1978).
Esta situación se va a prolongar con la penetración del derecho germánico en
Europa, y se mantendrá con variantes hasta la edad media, cuando comenzaron a
aparecer las bases para la construcción de la etapa moderna.
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Señala Lorenzetti (2004) que, a mediados del siglo XX, con el aparecimiento de las
ideas Keynesianas sobre la economía que propugnan una intervención del Estado en las
reglas del mercado, se produce una crisis en la teoría general del contrato, que
cuestiona sus postulados e impone una serie de reformas importantes. Así se pueden
mencionar: a) la libertad no es un valor absoluto anterior al Estado, sino un derecho que
se desarrolla en una sociedad organizada que puede imponer límites en aras de intereses
generales, limitándola; b) el Estado tiene el derecho de organizar y regular las relaciones
económicas para garantizar un bienestar para toda la población, evitando a sus
ciudadanos conductas que considera inconvenientes, y protegiendo a sectores
vulnerables. Ello impacta de lleno en la teoría contractual, y se revitalizan o se
incorporan varias instituciones que actúan como excepciones al acuerdo de voluntad
alcanzado por los particulares: la revitalización de límites clásicos como el orden
público, la lesión y la buena fe, la incorporación de la frustración del fin, la excesiva
onerosidad, el abuso del derecho, etc.; c) Se admite una mayor intervención de los
Jueces en la revisión de los acuerdos privados, y la potestad del Estado de intervenir en
los contratos a través de legislaciones de emergencia, modificando lo previamente
acordado; d) Se observa un paulatino retorno a las formas, pero esta vez con la finalidad
de proteger a sectores desfavorecidos; e) Aparece el Derecho del Consumidor y
comienzan a desarrollarse sus ideas protectorias.
Este período denominado de “dirigismo contractual” se caracterizó por un
importante intervencionismo estatal, una disminución del ámbito de la libertad y de la
autonomía de la voluntad, y un retorno al formalismo con una finalidad tuitiva y de
protección. Es interesante destacar que en las últimas dos o tres décadas del siglo XX se
revitalizaron las ideas económicas liberales, conociéndose este período como
“neoliberalismo”, lo que volvió a traer las discusiones acerca del libre mercado versus el
intervencionismo estatal ya conocidas, lo que impactó nuevamente en materia
contractual.
Actualmente se han dado algunos fenómenos económicos que, en términos de
Lorenzetti (2004) nos llevan a la “globalización de la concepción del contrato”.
Nos encontramos ante una economía globalizada, transnacional, que permite
establecer relaciones jurídicas masivas y despersonalizadas, llegándose incluso a
desconocer con quién se contrata. Aparecen las denominadas relaciones contractuales
de hecho, donde se utilizan medios automatizados y no se observan en los usuarios
verdaderas manifestaciones de voluntad. A ellos se suma la contratación electrónica, y
la mediatización que ella supone. Todo ello acompañado de un esfuerzo de
internacionalización: las reglas contractuales comienzan a verse influenciadas por
prácticas internacionales, y existen esfuerzos de unificación, sobre todo basados en la
lex mercatoria (costumbre comercial internacional). Existe un esfuerzo de armonizar la
legislación internacional en materia contractual para favorecer el comercio, siendo un
ejemplo muy importante la Convención sobre Compraventa Internacional de
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Mercaderías de Viena (1980), ratificada por la Argentina por ley 22.764, por la gran
cantidad de países que la suscribieron.
Es en esa tensión, entre principios liberales e intervencionismo, entre libertad y
protección del más débil, entre normas nacionales e internacionales que se desarrolla
actualmente la teoría general del contrato.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
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derecho público (como por ejemplo el desarrollo de la teoría del contrato social de
Rousseau).
La recepción legislativa se dio en el Cód. de Napoleón en el art. 1134 que
prescribía: “Las convenciones legalmente formadas sirven de ley para las partes…”8. En
nuestro país, por su parte, el art. 1197 del Cód. Civil de Vélez señalaba: “Las
convenciones hechas en los contratos forman para las partes una regla a la que deben
someterse como la ley misma”.9
Este es el reconocimiento pleno de la autonomía de la voluntad: el contrato es
obligatorio porque es querido (Borda, 1995). Es el principio denominado pacta sunt
servanda: los pactos deben cumplirse, hay que obedecer la palabra dada.
El efecto principal de la concepción de libertad jurídica (autonomía de la voluntad)
es la fuerza vinculante del contrato así celebrado (Mosset Iturraspe, 1978b),
encontrando como límite solo las nociones de orden público, moral y buenas
costumbres.
El CCCN ha ratificado este principio, aunque reformulando sus términos.
Aunque parezca redundante, es necesario aclarar que, una vez celebrado el contrato,
las partes no pueden arrepentirse, o dejarlo sin efecto, y deben obligatoriamente
cumplirlo. Salvo que se de algún supuesto de excepción previsto en la ley (como por
ejemplo la facultad de revocar la acepción que tiene el consumidor en los contratos
celebrados fuera de los establecimientos comerciales y a distancia, art. 1110), o que se
viole algún límite de la autonomía de la voluntad (que veremos seguidamente), o una
autorización expresa en el mismo contrato (por ejemplo, que se pacte una seña con
sentido penitencial, art. 1059).
Para no dejar dudas de la extensión de esta regla, el CCCN aclara qué pueden hacer
los jueces con relación al acuerdo de las partes:
ARTÍCULO 960.- Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades para
modificar las estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de las
8
Art. 1134 Cód. Civ. Francés: « Les conventions légalement formées tiennent lieu de loi à ceux qui
les ont faites.- Elles ne peuvent être révoquées que de leur consentement mutuel, ou pour les causes que la
loi autorise.- Elles doivent être exécutées de bonne foi. » (Goubeaux et al, 1999). Actualmente el Cód.
Civil Francés ha sido modificado por la Ordonnance n° 2016-131 del 10/2/2016, y este principio está
receptado de la siguiente manera : Article 1103 «Les contrats légalement formés tiennent lieu de loi à
ceux qui les ont faits. », lo que significa que, los contratos, legalmente celebrados, tienen valor de ley para
quienes los realizaron.
9
Este principio ha sido receptado en numerosas legislaciones (art. 1091 Cód. Civ. español, etc.)
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
ARTÍCULO 958.- Libertad de contratación. Las partes son libres para celebrar un
contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden
público, la moral y las buenas costumbres.
ARTÍCULO 990.- Libertad de negociación. Las partes son libres para promover
tratativas dirigidas a la formación del contrato, y para abandonarlas en cualquier
momento.
Sobre este tema volveremos más adelante cuando veamos estas instituciones con
mayor profundidad.
10
También realiza esta distinción desde el punto de vista del principio de autonomía de la voluntad
O’Callaghan Muñoz (1993). Agrega el autor que cuando se utilizan condiciones generales de contratación
constituyen un gravísimo límite a tal principio (1993:4). Sobre el tema volveremos más adelante.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
ARTÍCULO 279.- Objeto. El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho
imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al
orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede
ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.
ARTÍCULO 1004.- Objetos prohibidos. No pueden ser objeto de los contratos los
hechos que son imposibles o están prohibidos por las leyes, son contrarios a la moral,
al orden público, a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los derechos ajenos;
ni los bienes que por un motivo especial se prohíbe que lo sean. Cuando tengan por
objeto derechos sobre el cuerpo humano se aplican los artículos 17 y 56.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
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la moral y las buenas costumbres.11 También se han confundido con la figura del abuso
del derecho, que se configura cuando se contrarían los fines que la ley tuvo en miras al
reconocerlos (art. 10 CCCN), y que en nuestro derecho se los incorpora en el concepto.
Límites modernos
A medida que las circunstancias históricas fueron variando, también se modificó la
actividad negocial y su forma de afectar el tráfico jurídico. Se advirtió entonces que las
clásicas nociones no eran suficientes para corregir las desviaciones provenientes del
principio de autonomía de la voluntad, y se introdujeron nuevos límites, los que hemos
dado en llamar “modernos”.
Si bien algunos de esos límites son antiguos (como es el caso de la lesión)12, en
nuestro derecho tienen recepción legislativa expresa con posterioridad a la sanción del
Cód. Civ. velezano. Es por ello que los denominamos “modernos”.
Dentro de estos límites podemos enumerar:
a) El abuso del derecho y la situación jurídica abusiva:
11
C.Civ. y Com. Bahía Blanca, sala 2ª, 7/3/1995 - “Austral Motor S.A. c/ Jaureguiberry de Tano,
Nora Beatriz y otros” JA 1995-III-146: “Si el contrato es de objeto ilícito por estar penado por la ley, ser
contrario a las buenas costumbres y perjudicial a los derechos de terceros, al lesionar el interés colectivo,
encuadra en las previsiones de los arts. 18 y 21 del Cód. Civ. y cae bajo la sanción del 953, que los
declara «nulos como si no tuvieran objeto» y dicha nulidad es de carácter absoluto”. También C. Nac.
Civ., sala L, 30/11/93 – “Ortega, Roberto c. Pavitec S.R.L.” JA 1994-IV-400.
12
En la nota al art. 943 del Cód. Civ. Vélez se apartaba del criterio seguido por otros Códigos
respecto de la lesión enorme o enormísima como era conocida en la época, y de acuerdo con su ideología
decía “…dejaríamos de ser responsables de nuestras acciones, si la ley nos permitiera enmendar todos
nuestros errores, o todas nuestras imprudencias. El consentimiento libre, prestado sin dolo, error ni
violencia y con las solemnidades requeridas por las leyes, debe hacer irrevocables los contratos”.
28
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
ARTÍCULO 9º.- Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena
fe.
ARTÍCULO 961.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejecutarse de buena fe. Obligan no solo a lo que está formalmente expresado, sino a
todas las consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos, con los
alcances en que razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso y
previsor.
c) La teoría de los actos propios ("venire contra factum proprium non valet")
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Recordemos que se trata de un vicio propio de los actos jurídicos porque presenta
un defecto en la buena fe. El contrato, como acto jurídico bilateral, cuando hay
prestaciones recíprocas puede constituir un caso de aplicación de la teoría. Deben
reunirse tanto el elemento subjetivo (aprovechamiento – necesidad, debilidad síquica,
inexperiencia) como el objetivo (desproporción), aunque este último autoriza a presumir
el primero cuando es notable.
30
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
e) La teoría de la imprevisión
La regla pacta sunt servanda presupone a su vez la regla rebus sic stantibus
(estando así las cosas): hay que cumplir lo acordado siempre que se mantengan
inalterables las circunstancias que se tuvieron en miras al contratar y que eran
previsibles. La alteración de dichas bases de contratación por circunstancias
extraordinarias, imprevisibles y ajenas a las partes permiten la aplicación de la figura.
Nuevos límites
b) El control de inclusión.
Denominado así por la doctrina española consiste en tener por no incluidas o por no
redactadas las cláusulas que dentro de un contrato no cumplan con determinados
requisitos, por ejemplo: estar redactadas en forma clara y sencilla, esto es, comprensible
32
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
14
Ver la Ley española General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios de 1984.
15
Esto se materializa a través de una firma independiente de la producida en el contrato. Esta
modalidad fue impuesta en el Cód. Civ. italiano arts. 1341 y 1342, y en nuestro derecho tuvimos un
ejemplo en la ley de prehorizontalidad 19.724 arts. 14 y 15, derogada por el CCCN (art. 3° inc. a ley
26.994).
33
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
orden público. En el segundo caso, lo que hacen es atribuir el riesgo de una manera
distinta, es decir, quitárselo a un contratante para asignárselo a otro.
Cuando se controla el contenido de una cláusula de evalúa su justicia interna, es
decir el equilibrio que representa. En primer lugar, se analiza si es violatoria de normas
indisponibles, y luego si la distribución de riesgos es equitativa y razonable, o genera un
desequilibrio que desnaturaliza el negocio, es decir lo aparta significativamente de sus
pautas normales.
El control de contenido admite diversas formas. Según quién sea el encargado de
realizarlo se clasifica en: legal, administrativo, o judicial. En el primer caso (control
legal), es el legislador el que a través de una norma prescribe que una cláusula se
presume abusiva, o bien que está prohibida. Por ejemplo, el art. 37 inc. c de la ley
24.240:
En este supuesto la cláusula siempre será nula. Otro método es delegar esta facultad
legislativa en una autoridad administrativa u órgano de gobierno, que sería el encargado
de elaborar el listado de cláusulas que son consideradas abusivas. La determinación la
hace el órgano a través de un decreto o una resolución. Ese listado puede contener
cláusulas que son siempre consideradas abusivas, o bien que se presumen abusivas
salvo prueba en contrario. Se crean así una suerte de “listas negras” de cláusulas que no
pueden utilizarse, y es frecuente que lo sean según una rama de actividad económica
(por ejemplo, listado de cláusulas prohibidas en los contratos de medicina prepaga, o en
los contratos de telefonía móvil, etc.).
El control administrativo se realiza también por un órgano perteneciente al poder
ejecutivo, y consiste en una aprobación previa de las condiciones generales de
contratación que determinados sujetos podrán utilizar para sus contrataciones futuras.
Se utilizan en actividades económicas con fuerte regulación estatal, por ejemplo los
seguros, o la actividad bancaria. Allí, la autoridad de aplicación del sistema decide antes
de que los operadores autorizados ofrezcan servicios a terceros, las condiciones en que
pueden hacerlo, y los modelos de sus contratos futuros deben ser aprobados, caso
contrario no los pueden utilizar. Así, por ejemplo, en la actividad de seguros solo
pueden intervenir Compañías autorizadas, el sistema está supervisado y dirigido por la
Superintendencia de Seguros de la Nación (ente administrativo), y los modelos de las
pólizas que se emitirán con las constancias de los distintos contratos a celebrar con
empresas y consumidores, deben ser aprobados por la Superintendencia.
34
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Esta norma podría interpretarse de dos maneras. La primera, literal, nos haría
sostener que en estos contratos las partes nunca podrán pactar de manera diferente a las
normas supletorias, si con ese pacto se perjudica al adherente. El pacto sería siempre
nulo, por lo que las normas supletorias se transformarían en estos casos en
indisponibles. Sería un orden público especial, de protección del adherente o
consumidor, porque la prohibición de pactar es siempre que se perjudique a la parte
débil, pero sería válido el pacto que la beneficie. La segunda manera de interpretar el
artículo, es relacionándolo con lo sostenido por la doctrina que le sirve de fundamento:
la cláusula es nula siempre que no exista una razón para apartarse de las reglas
supletorias. Así, si el pacto en contrario tienen una contraprestación o justificación (por
ejemplo el predisponente percibe menos dinero del que le correspondería), allí sí
valdría, ya que en realidad no habría estrictamente una renuncia o restricción de sus
derechos, sino una modificación de las pautas igualmente equilibrada. En el ejemplo de
la locación, sería el supuesto donde el locador informa adecuadamente al locatario que
16
Ver Stiglitz-Stiglitz (1994). Para el jurista español De Castro (1975), las normas dispositivas
manifiestan la regulación normal. Sobre el tema volveremos cuando estudiemos los contratos por
adhesión a condiciones generales de contratación.
35
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
el inmueble requiere una reparación de sus cañerías que él no puede afrontar, por lo que
le ofrece descontarle un 50% el monto del alquiler durante dos años, a cambio que el
locatario se haga cargo de las reparaciones.
Habrá que estar atentos a cómo la jurisprudencia interpreta este nuevo artículo.
ARTÍCULO 962.- Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a
los contratos son supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de
expresión, de su contenido, o de su contexto, resulte su carácter indisponible.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Es por ello que esos derechos gozan de garantía constitucional (por ejemplo: frente
a la irretroactividad de la ley). En este sentido se ha sostenido a propósito del análisis de
la normativa anterior: “No era el Código Civil el que definía ni trataba al concepto de
propiedad, sino que lo hacía respecto de los derechos reales en su caso (dominio, por
ejemplo). Tampoco lo hacía el Código de Comercio. En este sentido y gracias a la
notable conceptualización que la Corte Suprema ha hecho del art. 17 de la Const.
Nacional la noción y alcances del derecho de propiedad de un sujeto de derecho, se
encuentran precisados, entre ellos los que surgen del contrato…” Y a propósito de esta
norma nueva: “El objetivo de la norma es la de venir a confirmar esta cuestión
introducida por la Corte Suprema, despejando dudas sobre que los derechos derivados
del contrato quedan abarcados dentro de la protección constitución y principalmente
38
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
1) Clasificación legal
Señala Aparicio (2016) que en los contratos bilaterales las obligaciones asumidas
por las partes son recíprocas, encontrando cada una su razón de ser en la otra, lo que
lleva el nombre de sinalagma o correspectividad. Esa unión entre las obligaciones se da
desde la celebración misma, por lo que se califica como sinalagma genético. Pero
también se mantiene en el período de ejecución del contrato, momento en que lo
llamamos sinalagma funcional, justificando que el cumplimiento de una prestación
depende del de la otra.
17
Bueres, Alberto J. (Director). Hiralde Vega, Germán. Código Civil y Comercial de la Nación
analizado, comparado y concordado – Tomo I. Hammurabi. Buenos Aires, 2014, comentario al art. 965 p.
560.
39
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Esta distinción produce efectos prácticos de importancia. Al existir solo una parte
deudora y otra acreedora, en los contratos unilaterales, no es aplicable la suspensión del
cumplimiento ni la tutela preventiva (arts. 1032 y 1032), que se reserva para los
contratos con prestaciones recíprocas. Lo mismo ocurre con la cláusula resolutoria ya
que es un efecto natural de los contratos bilaterales. La excesiva onerosidad se aplica a
los contratos bilaterales ya que se requiere que la prestación se torne excesivamente
onerosa. Por último, en caso de lesión (art. 332), se exige una ventaja patrimonial
evidentemente desproporcionada, y para que ello ocurra deben existir en principio
prestación y contraprestación (propias de los contratos bilaterales). La imposibilidad de
cumplimiento sin culpa del deudor que extingue su obligación también extingue a la
contraprestación (arg. art. 955).
Esta clasificación no está exenta de críticas en cuanto a su utilidad, en particular por
su relación con los contratos onerosos y gratuitos.18
Contrato plurilateral
El contrato plurilateral es el que tiene más de dos partes, y se le aplican
subsidiariamente las normas de los bilaterales. En los contratos de cambio es menos
frecuente que se presente esta variante, y cuando lo hace suelen ser trilaterales, como es
el supuesto de la cesión de deuda y la cesión de posición contractual (arts. 1632 y
1636). Aparicio (2016) cita como ejemplo que involucra más partes a un contrato de
partición voluntaria, donde hay una situación de comunidad (por indivisión hereditaria o
derivada del condominio) a la que se pone fin, y cuyas partes dependen de la cantidad
de herederos o condóminos (cuatro, cinco, etc.) O un contrato de juego a apuesta, donde
intervienen más de tres apostadores. En los contratos asociativos se presenta con más
frecuencia, ya que pueden ser celebrados por un número mayor a dos, donde todos se
comprometen a efectuar aportes en miras de obtener un fin común. Así, por ejemplo, al
acto constitutivo de una sociedad suscripto por cinco socios.
Hay una variante que se denomina contratos abiertos, y que se manifiesta en los
negocios plurilaterales. Hay dos o más partes que perfeccionan el contrato, que
podríamos denominar iniciales u originarias, pero el consentimiento se mantiene
abierto, y permite la adhesión posterior de otro contratante, sin que ello implique una
modificación. Si el propio contrato regula a quién debe comunicarse la adhesión, a éste
sujeto debe dirigirse, caso contrario debe ser comunicada a todos los cocontratantes.
Un ejemplo frecuente se observa en el contrato de fideicomiso, donde dos o más
fiduciantes realizan los aportes iniciales para llevar adelante un emprendimiento (por
ejemplo, aportan un terreno y dinero para la construcción de un edificio al fiduciario),
18
Ver Borda (1995), para quien es completamente innecesaria. Para Aparicio (2016) si el criterio de
esta clasificación es según las obligaciones a las que da nacimiento u origen, no se aplicaría a los
contratos que las modifican o las extinguen. Y existirían además contratos que generan obligaciones para
todas las partes que no son contrapuestas, y no presentarían vínculo de reciprocidad, como en los
contratos asociativos, en que las obligaciones serían convergentes.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
previéndose que pueden incorporarse otros fiduciantes que aporten dinero a cambio de
recibir futuros departamentos o unidades funcionales, quienes adhieren a las
condiciones previamente establecidas.
Onerosos y gratuitos
El art. 967 del CCCN clasifica a los contratos en onerosos y gratuitos.
ARTÍCULO 967.- Contratos a título oneroso y a título gratuito. Los contratos son a
título oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas
por una prestación que ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito
cuando aseguran a uno o a otro de los contratantes alguna ventaja, independiente de
toda prestación a su cargo.
La diferencia radica en si existe o no para las partes una ventaja que se obtenga a
través de la prestación de la contraria, es decir si para obtener la ventaja que el contrato
representa, debo realizar un sacrificio patrimonial. Si existe la contraprestación o
sacrificio, el contrato es oneroso (compra venta), si no existe, el contrato es gratuito
(donación).
La figura de la lesión y la teoría de la imprevisión son aplicables a los contratos
onerosos. Además, la celebración de contratos a título gratuito implica para una de las
partes la disminución de su patrimonio, de allí que la ley establezca formalidades más
rigurosas para este tipo de contratos (donación), como así también reduzca requisitos
para revocarlos o hacerlos inoponibles (acción revocatoria o pauliana).
Conmutativos y aleatorios
ARTÍCULO 1007.- Bienes existentes y futuros. Los bienes futuros pueden ser objeto
de los contratos. La promesa de transmitirlos está subordinada a la condición de que
lleguen a existir, excepto que se trate de contratos aleatorios.
Formales y no formales
Los contratos son formales cuando contienen para su celebración solemnidades
establecidas taxativamente por la ley. Son no formales, cuando la forma de exteriorizar
el consentimiento es libre para las partes.
Tradicionalmente se clasificó a los contratos formales en dos categorías: a) ad
solemnitatem cuando la forma era exigida de manera constitutiva, bajo sanción de
nulidad, y b) ad probationem, cuando la ley imponía una forma para su demostración en
juicio, es decir cuando no obstante ser jurídicamente relevante o válido, cualquiera haya
sido la forma elegida por las partes para su exteriorización, no podrá ser probado en
juicio si la contraparte no lo reconoce (Mosset Iturraspe, 1978). Así, por ejemplo, un
contrato que en la práctica se acostumbre a instrumentar por escrito, no puede ser
acreditado exclusivamente por testigos (art. 1019). Si uno de los contratantes invoca
haber celebrado el contrato en juicio, y el otro lo reconoce, entonces el instrumento
escrito será innecesario, pero si no lo reconoce, la falta de instrumento impedirá su
acreditación, salvo que se encuadre en los supuestos de excepción (art. 1020).
Esta forma de clasificación fue criticada por algunos autores en la medida en que
vinculaba la forma con la prueba que, si bien son elementos relacionados, no deben
confundirse. Una cosa es la forma exigida “ad substantiam”, para que el acto quede
concluido como tal (art. 285) y el efecto que su eventual incumplimiento trae aparejado.
La forma así exigida no puede ser suplida, y debe otorgarse (por ejemplo, si dono un
inmueble por instrumento privado el contrato es nulo; si vendo un inmueble por boleto
privado, necesariamente debo escriturar si pretendo adquirir el derecho real). Otra
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
situación diferente es la forma requerida como una limitación de los medios probatorios
a utilizar en un juicio, donde su ausencia puede eventualmente ser suplida.19
De allí que algunos autores propongan una clasificación tripartita respecto de los
actos jurídicos formales: a) solemnes absolutos, donde la ausencia de la forma impuesta
determina la nulidad del acto; b) solemnes relativos, en los que la ausencia de la forma
implica que el acto no queda concluido como tal mientras no se haya otorgado el
instrumento previsto, pero vale como acto en el que las partes se han obligado a cumplir
con la formalidad; c) formas no solemnes o ad probationem (Andrada, 2014; Vinti,
2013).
En materia de clasificación de los contratos formales proponemos aquella que los
separa en a) solemnes absolutos, cuando la forma se prescribe para la validez del
contrato; b) solemnes relativos, cuando su omisión priva al contrato de sus efectos
propios, pero otorga acción para exigir el cumplimiento de la formalidad; y c) no
solemnes o ad probationem. Cuando la forma se exige para acreditar o probar la
existencia del contrato realizado, en realidad ello no transforma el contrato en formal.
ARTÍCULO 969.- Contratos formales. Los contratos para los cuales la ley exige
una forma para su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la
forma requerida para los contratos, lo es solo para que éstos produzcan sus efectos
propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos como tales mientras no se ha
otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las partes se
obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no
imponen una forma determinada, ésta debe constituir solo un medio de prueba de la
celebración del contrato.
19
Aparicio (2016b:40) considera que deben distinguirse los supuestos en que la forma concierne a la
sustancia del acto, para que el contrato produzca sus efectos propios (incluidas dos clases de solemnidad,
absoluta si su ausencia implica la nulidad, relativa si el acto no produce sus efectos, pero permite a las
partes exigir el cumplimiento de la forma), de la hipótesis en que la forma está prescripta sólo para la
prueba, con referencia a un proceso judicial donde las partes pretenden prevalerse de un contrato. En este
caso se excluye como medio probatorio la prueba testimonial, y el contrato, en principio sólo puede ser
probado por documento escrito. Sin embargo también se podría admitir la existencia del contrato con la
confesión o reconocimiento voluntario por el co-contratante. De allí que la denominada forma probatoria
no hace más que indicar una limitación a los medios probatorios y, específicamente, la exclusión de la
prueba testimonial como medio probatorio admisible en ciertas situaciones.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
Nominados e innominados
La última clasificación que trae el CCCN es la de nominados e innominados,
asemejándola a la que la doctrina prefería utilizar como típicos y atípicos.
2) Otras clasificaciones
la otra, de tal forma que a esta última solo le queda aceptar. La diferencia en su
regulación es sustancial en materia de interpretación y cláusulas abusivas a partir de las
nuevas reglas del CCCN y la fractura del tipo general (ver arts. 984 a 989).
Los denominados contratos impuestos o normativos pertenecen a otras áreas
distintas del derecho civil y comercial. Se caracterizan porque un sujeto se encontraría
obligado “contractualmente” con otro pese a que no ha manifestado su voluntad en tal
sentido. Son impuestos por la ley, y se duda de su naturaleza contractual. Se citan como
ejemplos el Convenio Colectivo de Trabajo, el que se aplica no solo a las partes que lo
suscriben sino a todos los empleadores y trabajadores de la actividad (derecho laboral);
la obligación de pagar los servicios que presta el Estado aunque en realidad el usuario
no los utilice, como es el caso del servicio de agua corriente o de cloacas (derecho
administrativo), etc.
Spota (1974) señala un caso vinculado al derecho privado, en el que una ley de
prórroga de las locaciones (hoy derogada) permitía a dos locatarios alcanzados por
dicha prórroga permutar sus bienes locados, debiendo dar razones que justificaran tal
decisión. Ello debía ser homologado por la autoridad de aplicación y los locadores
pasaban a vincularse “contractualmente” con sus nuevos “inquilinos”, aún cuando
estuviese prevista la prohibición de subarrendar o ceder el contrato original.
De empresa y de consumo
El contrato de consumo es el celebrado entre un proveedor y un consumidor, sobre
un bien o servicio cuyo destino sea final, es decir no para ser incorporado en un proceso
de comercialización o industrialización. Es una de las fuentes de la relación de
consumo.
Para que podamos hablar de contrato de consumo deben reunirse todos los
requisitos previstos por la ley. Caso contrato el contrato será normal y no de consumo.
Se suele utilizar el término “contrato de empresa” para referirse a los contratos que no
son de consumo por ser celebrado entre proveedores, y donde la finalidad no es el
consumo o destino final.
La relación de consumo será analiza con detenimiento más adelante.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
El art. 1081 inc. b solo resulta aplicable en los contratos de tracto sucesivo. La
aplicación de la excesiva onerosidad se da en los contratos de tracto sucesivo y en los de
ejecución instantánea pero al mismo tiempo diferida (Mosset Iturraspe, 1978).
Principales y accesorios
Es una clasificación propia de los actos jurídicos, según que uno de los actos
dependa de otro para su existencia y la producción de sus efectos.
Un contrato es accesorio cuando depende jurídicamente de otro, que es el principal
(por ejemplo: la fianza). La distinción se justifica por los efectos que puede producir
cualquier modificación del contrato principal sobre el accesorio (cumplimiento total,
novación, transacción, etc.), ya que lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
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Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
De cambio y asociativos
Los contratos de cambio implican que las partes intercambian o se atribuyen
prestaciones entre sí. En cambio, en los contratos asociativos las partes aúnan esfuerzos
y comprometen aportes para la obtención de un fin común.
A continuación, siguiendo a Aparicio (2016), quien a su vez cita a Ascarelli,
enumeramos algunas características distintivas:
47
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
20
Se habla en estos casos de la existencia de una “tipicidad social”, es decir, que los aspectos
característicos y comunes no surgen de una previsión normativa, sino del uso que le otorgan las partes en
sus relaciones privadas. A menudo esa tipicidad social (como por ejemplo el reconocimiento del derecho
a preaviso en caso de rescisión unilateral en algunos contratos de comercialización, pese a que no exista
pacto expreso) es receptada por la jurisprudencia, y posteriormente recibe incorporación legislativa. Es lo
que ocurrió con el CCCN en la franquicia, la concesión y el suministro. Para más detalle ver Lorenzetti,
2003.
48
Derecho privado III – Notas de cátedra unidad 1
una manera general que propiamente para reparar los daños sufridos por consumidores
individuales” (Benjamín, 1993:6). Aunque en el civil law se partió de otros
presupuestos que en el common law en ambos sistemas la finalidad fue la misma, la
protección del consumidor pero desde un punto de vista netamente represivo.
Actualmente el carácter eminentemente preventivo que ha adquirido el Derecho del
Consumidor se traduce en la creación de organismos especializados (así, por poner
algún ejemplo: la Fair Trade Commission en EE.UU., el antiguo Consejo Consultivo de
los Consumidores en la CEE). En nuestro país la ley 24.240, luego de la reforma de la
ley 26.361, prescribe como autoridades de aplicación: a) como autoridad nacional la
Secretaría de Comercio Interior; b) y los gobiernos de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y las provincias para el control y regulación del cumplimiento de la ley en los
hechos cometidos en su jurisdicción. La reglamentación de esta ley y su aplicación ha
generado que las provincias creen oficinas especiales para la protección de los
consumidores y usuarios, sin perjuicio de la existencia de entidades privadas.
El Derecho del Consumidor se encarga desde un punto de vista subjetivo del
consumidor. Es decir el sujeto pasivo de la relación de consumo. El adquirente de los
bienes, el usuario de los servicios, el espectador publicitario; en definitiva ese sujeto que
está en una situación de desigualdad y que merece especial atención del legislador.
Desde un punto de vista objetivo, en cambio, se ocupa de la relación de consumo,
es el verdadero objeto del Derecho del Consumidor, la operación jurídica realizada
independientemente de los sujetos que participan en ella.
A manera de conclusión podemos conceptualizar el Derecho del Consumidor como
el conjunto de principios y normas jurídicas que regulan (y protegen) al consumidor en
la relación jurídica de consumo, de carácter preventivo y contemporáneo a la
producción masificada (Benjamín, 1993).
21
En nuestro orden jurídico, la ley 24.240 en su redacción original prescribía: Art. 1: “...Se
consideran consumidores o usuarios, las personas físicas o jurídicas que contratan a título oneroso para su
consumo final o beneficio propio de su grupo familiar o social: a) la adquisición o locación de cosas
muebles; b) la prestación de servicio; c) la adquisición de inmuebles nuevos destinados a vivienda,
incluso los lotes terrenos adquiridos con el mismo fin, cuando la oferta sea pública y dirigida a personas
indeterminadas”. Y agregaba el art. 2: “Quedan obligados al cumplimiento de esta ley todas las personas
físicas o jurídicas, de naturaleza pública o privada que, en forma profesional, aún ocasionalmente,
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Sin embargo, ya desde su sanción existían artículos de la propia ley que respondían
a una noción más amplia, que abarcaba relaciones jurídicas cuyo origen podía o no ser
contractual, y cuya tipificación dependía de la finalidad: el consumo individual o del
grupo familiar o social. Así, por ejemplo el art. 40, que establece la responsabilidad
solidaria frente al consumidor o usuario de todos los que intervienen en la cadena de
comercialización, desde el productor, el fabricante o el importador, hasta quien puso su
marca, pasando por el distribuidor, el proveedor, el comerciante minorista, por los daños
causados por el vicio o defecto de la cosa o la prestación del servicio. El consumidor
que sufra un daño a partir de la adquisición de un producto puede reclamar no solo
frente a aquel con quien contrató, sino contra todos los miembros de la cadena. Ello en
virtud de la relación de consumo- establecida con ellos, aunque estrictamente no
hubiesen contratado con él. Otro ejemplo lo encontramos en la vinculación que sufre el
emisor de actos jurídicos unilaterales, en el período precontractual (arts. 7 y 8).
Es que en realidad la noción de relación de consumo es más amplia que la de
contrato de consumo, ya que su origen puede o no ser contractual. Como toda relación
jurídica, la relación de consumo presenta tres elementos estructurales: a) los sujetos,
donde se encuentra por un lado el consumidor o usuario y por el otro el proveedor de
bienes o servicios (denominado también el profesional en la medida en que hace de ello
su actividad habitual); b) el objeto, que incluye tanto a los bienes en sentido general
(inmateriales o materiales y, en este último caso, muebles o inmuebles) como los
servicios; y c) la causa, que en su acepción de causa fin es lo que tipifica la relación y la
diferencia claramente de otras relaciones jurídicas: la adquisición o utilización del bien
o del servicio se realiza para su destino o consumo final, vale decir que no se incorporan
a su vez a otro proceso de industrialización o comercialización, actividad típica del
intermediario. En la acepción de causa fuente, la relación de consumo puede tener su
origen en un acto ilícito, en un acto jurídico unilateral u otras fuentes, y no
necesariamente en un contrato.
Por otra parte, en el año 1994 y con posterioridad a la sanción de la ley de Defensa
de Consumidores y Usuarios se produce la reforma de la Constitución Nacional,
haciéndose una mención expresa en el art. 42 a la relación de consumo, lo que obligaba
a realizar un replanteo dogmático de la cuestión (Lorenzetti, 2003:145).22
Es por ello que antes de la reforma de la ley 26.361 la jurisprudencia más moderna
ya había reconocido: “El propio art. 42 CN adopta esta expresión de «relación de
consumo» para evitar circunscribirse a lo contractual y referirse con una visión más
amplia a todas las circunstancias que rodean o se refieren o constituyen un antecedente
o son una consecuencia de la actividad encaminada a satisfacer la demanda de bienes y
servicios para destino final de consumidores y usuarios.”23
La ley 26.361, modificó sustancialmente el ámbito de aplicación anterior,
contemplando la relación de consumo, y restringiendo las relaciones que caen fuera de
su amparo. Incorporó incluso la figura del consumidor expuesto o by stander, que el
CCCN finalmente eliminó del concepto general, limitando su aplicación al capítulo 2
del título 3 del libro tercero: formación del consentimiento, prácticas abusivas e
información y publicidad dirigida a consumidores.
En síntesis, la relación de consumo se caracteriza principalmente por su causa fin, y
su origen (causa fuente), si bien generalmente se conecta con un contrato, puede
provenir de otra fuente (actos ilícitos, actos unilaterales, etc.) Cuando se establece a
través de un contrato entonces calificamos al mismo como de consumo.
La sanción de esta ley no fue pacífica, siendo importante destacar que para su
promulgación fueron observados por el Poder Ejecutivo (decreto 2089) diez artículos
del proyecto sancionado, que en su mayoría fueron nuevamente incorporados a través
de las leyes 24.568, 24.787, y 24.599.
El 7/4/2008 se publica en el boletín oficial la ley 26.361 que incorpora importantes
reformas al texto, particularmente vinculadas con: la ampliación del ámbito de
aplicación y la más amplia protección del consumidor en la relación de consumo (se
incluye a las relaciones cuyo origen no sea estrictamente contractual, se aclara la
incorporación de las cosas usadas, se incorporan los inmuebles de cualquier clase tanto
en su venta como locación u otros contratos, etc.), el principio de aplicación de
legislación más ventajosa para el consumidor, la incorporación de normas vinculadas al
trato digno, modos de rescisión en contratos electrónicos o similares, ampliación del
plazo de garantía para las cosas muebles no fungibles nuevas y aclaración de aplicación
sobre las usadas, diversas normas vinculadas con las usuarios de servicios públicos
domiciliarios, modificación de lo que se entiende por venta domiciliaria y ampliación
del plazo para la revocación de la aceptación, modificación de los requisitos en las
operaciones de venta a crédito con la incorporación de una tasa legal subsidiaria de
interés en caso de violación y la prohibición de la prórroga de jurisdicción, la
incorporación de la noción de daño directo y la posibilidad de determinación por vía
administrativa, la recepción del daño punitivo, la fijación de un plazo de prescripción
propio y la preeminencia del que sea más favorable para el consumidor cuando existan
otros plazos en otras leyes (este aspecto luego derogado por el CCCN), la modificación
sustancial en materia de acciones de incidencia colectiva, el reconocimiento de la
gratuidad, entre otras.
El CCCN realiza una nueva reforma a la materia, por lo que ahora el ámbito de
aplicación surge de la combinación de sus disposiciones con las de la ley 24.240. Este
ámbito de aplicación (cuáles con las relaciones jurídicas que se encuentran
contempladas por nuestra legislación de defensa de consumidores y usuarios,
identificando sujetos, objeto y causa), está fijado en las siguientes normas.
Por su parte, el art. 1º de la ley 24.240 (en la nueva redacción prevista por la ley de
sanción del CCCN, 26.994), con cierto grado de reiteración, prescribe:
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“Artículo 1º.- Objeto. Consumidor. Equiparación. La presente ley tiene por objeto
la defensa del consumidor o usuario. Se considera consumidor a la persona física o
jurídica que adquiere o utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o servicios como
destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.
Queda equiparado al consumidor quien, sin ser parte de una relación de consumo
como consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma
gratuita u onerosa, como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o
social.”
del dinero que percibió en nombre de su cliente, entonces la oficina de Defensa del
Consumidor no solo debe manifestarle que no puede recibir la denuncia, sino que debe
dirigirse al Tribunal de Disciplina de Abogados y Procuradores para formularla.
Se observan los tres elementos: a) sujetos, por una parte consumidor y usuario y por
la otra la empresa productora de bienes o la prestadora de servicios; b) objeto: bienes o
servicios; c) causa fin: uso privado, familiar o social.
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