Niveles de Competitividad

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 9

Distintos niveles de competitividad

Como hemos mencionado anteriormente, para poder encontrar sentido del


término “competitividad”, debemos aclarar a qué nivel lo estamos aplicando. Identificamos
cuatro de estos niveles: la empresa, la industria, la región y el país. Además, hemos
clasificado estos niveles dentro de una estructura de “niveles concéntricos jerarquizados de
competitividad” tal como se ilustra en la figura 1.

País

Industria

Firma

Región

Figura 1.
Niveles concéntricos jerarquizados de competitividad

Como se aprecia en el diagrama, nuestra taxonomía incluye niveles de análisis micro


(la empresa), meso (la industria y la región) y macro (el país). Hemos elegido representar
estos niveles gráficamente en forma de anillos concéntricos con el objeto de ilustrar la idea de
que la competitividad de la empresa se ve afectada por las condiciones que imperan al nivel
de la industria y de la región. Al mismo tiempo, la competitividad de empresas, industrias y
regiones se ve afectada por las condiciones prevalecientes al nivel nacional. Hay que señalar
asimismo que el concepto de competitividad en los niveles de empresa y de industria es
relativamente claro y no es causa de polémica, por lo que enfocamos nuestra discusión en los
niveles regional y nacional.

1. El nivel de la empresa
El significado de competitividad de la empresa es bastante claro y directo. Éste deriva de la
ventaja competitiva que tiene una empresa a través de sus métodos de producción y de
organización (reflejados en el precio y en la calidad del producto final) con relación a los de
sus rivales en un mercado específico. Así, la pérdida de competitividad se traduciría en una
pérdida de ventas, menor participación de mercado y, finalmente, en el cierre de la planta.
Como se puede observar, la definición que aparece en la sección introductoria (“la
capacidad para competir en los mercados por bienes o servicios”) se ajusta claramente a
la definición de competitividad al nivel de la empresa. La capacidad para competir se basa
en una combinación de precio y calidad del bien o servicio proporcionado, de manera
que cuando la calidad es la misma en mercados competitivos (esto es, mercados con una
cantidad importante de productores en los que cada uno de ellos no tiene el poder de fijar
precios), los proveedores seguirán siendo competitivos si sus precios son tan bajos como (o
más bajos que) los precios de sus rivales. Por otra parte, las empresas que han logrado
establecer una reputación de calidad superior pueden destacar del resto y seguir siendo
competitivas, incluso cobrando precios más elevados que sus rivales en ese mercado
específico.

¿Cuáles son los factores subyacentes de la competitividad de las empresas? A finales de los
ochentas, las empresas estadounidenses eran consideradas como no competitivas
debido a que seguían utilizando métodos de producción en masa (mientras que los
japoneses ya utilizaban plenamente sistemas de manufactura flexible y de producción “justo
a tiempo”), seguían una organización jerarquizada de las responsabilidades, y asignaban a los
trabajadores tareas definidas en forma limitada. Además, las actividades de investigación y
desarrollo se consideraban como muy alejadas de la producción, de manera que el
tiempo transcurrido entre el diseño y la producción en masa de un producto era mucho más
amplio que el de sus rivales japoneses (Reich, 1989). Aún cuando intervinieron otros
factores (de orden macroeconómico), ciertamente la lista apunta hacia algunas de las
debilidades percibidas de las empresas que, a final de cuentas, se vieron reflejadas
negativamente en su capacidad para competir.

Otros factores que vale la pena mencionar son la importancia de la capacitación de los
trabajadores, especialmente en un entorno con una elevada rotación de personal (como el
estadounidense), en donde se reducen los incentivos para la capacitación debido al miedo de
que los conocimientos técnicos exclusivos de una compañía puedan ser transferidos hacia
sus rivales potenciales. Asimismo, las empresas deben estar dispuestas a cooperar con
otras empresas en cuestiones en las que la colaboración puede implicar retornos
elevados (por ejemplo en investigación y desarrollo). Puesto que, como resultado de los
factores antes mencionados, será necesario realizar inversiones para perfeccionar y mejorar
el desempeño de la planta, un último factor de vital importancia es la disponibilidad de
crédito para las compañías.

En la figura 1 colocamos la empresa al centro de los anillos concéntricos de


competitividad. Esto implica que, además de todos los factores internos mencionados
arriba que afectan a la empresa, existen otras variables externas que tienen un impacto
igualmente importante sobre la competitividad de la misma. Al nivel de la industria, la
concentración de mercado, la diferenciación de productos, los precios internacionales de los
bienes producidos, así como la existencia de una política industrial explícita en el sector, son
sólo algunas de las variables más importantes. Al nivel regional, podemos mencionar
la existencia de la infraestructura requerida, la existencia de un número suficiente de
trabajadores calificados, o la posibilidad del surgimiento de efectos de aglomeración
debido a la ubicación de varias plantas dentro de una misma área geográfica
(esta posibilidad se discutirá adelante).
Finalmente, las variables al nivel país también tienen un impacto sobre la
empresa, especialmente el valor de la tasa de cambio y las tasas de interés.
2. El nivel de la industria

Una industria es el conjunto de todas las empresas que se dedican a actividades económicas
similares, por lo tanto la discusión de la sección anterior aplica también en buena medida
a este nivel. De esta manera, la competitividad de una industria deriva de una
productividad superior, ya sea enfrentando costos menores a los de sus rivales
internacionales en la misma actividad, o mediante la capacidad de ofrecer productos con
un valor más elevado. Dada nuestra definición de industria, se infiere que su
competitividad es el resultado, en gran medida, de la competitividad de empresas
individuales, pero al mismo tiempo la competitividad de las empresas se verá
incrementada por el ambiente competitivo prevaleciente en la industria. Las empresas
que forman parte de una industria competitiva tienden a verse beneficiadas en distintas
formas, al crearse un círculo virtuoso entre el desempeño de la empresa y el desempeño
de la industria. Las economías de escala al nivel de la industria fomentan la creación de
infraestructura especializada, incluyendo centros de investigación e instituciones
educativas, que ayudan a desarrollar habilidades técnicas y conocimientos específicos
para la industria. Desde una perspectiva de la producción, los eslabonamientos
verticales permiten una mayor capacidad de respuesta y flexibilidad a los cambios en los
requerimientos del mercado, tanto en cantidad como en las especificaciones de los productos.

Una razón que justifica nuestro interés en la competitividad industrial se encuentra en


el hecho de que una industria competitiva presenta más oportunidades para desarrollar
estos eslabonamientos verticales, con impactos positivos sobre el desarrollo industrial del
país. En el caso de los países en vías de desarrollo, una vez que se ha iniciado el proceso de
ensamble de componentes importados (con un valor agregado local reducido) y que éste se ha
arraigado, el proceso de industrialización debe avanzar para incrementar el uso de
insumos locales y fomentar eslabonamientos hacia atrás con proveedores locales. Este
proceso impulsa la difusión de tecnologías y conocimientos técnicos.

Siguiendo Battat et al. (1996), definimos los eslabonamientos hacia atrás como
las “relaciones interempresariales en las que una compañía adquiere bienes y servicios como
sus insumos de producción en forma regular, de una o más compañías en la
cadena de producción” (p. 4). Al proporcionar insumos para las empresas en industrias
competitivas, los subcontratistas deberán atender preferencias superiores con
respecto al diseño, especificaciones técnicas, calidad del producto y tiempos
de entrega. Además, la subcontratación puede permitir a las empresas aumentar su
producción y beneficiarse de economías de escala. La naturaleza de la industria tiene
un efecto importante sobre la probabilidad de observar eslabonamientos hacia atrás.
Como Battat et al. (1996) señalan, la tendencia a desarrollar eslabonamientos hacia atrás
aumenta cuando el producto final requiere de diversos tipos de componentes o su
manufactura involucra habilidades o tecnologías específicas. Cuando la capacidad para
proporcionar estos componentes dentro de la misma empresa es limitada, resulta
inevitable la contratación de terceros.
Como se señaló anteriormente, no todas las industrias son iguales, por lo que
distintas características jugarán diversos papeles para determinar su competitividad;
entre estos podemos citar: la naturaleza de los bienes producidos (intermedios, bienes
perecederos o no duraderos, y bienes duraderos); concentración del mercado y barreras
de entrada (para determinar la naturaleza y el vigor de las fuerzas competitivas);
intensidad de capital y complejidad técnica; madurez de la tecnología utilizada (con el
objeto de determinar el dinamismo tecnológico del sector); potencial de exportación (la
participación en los mercados internacionales actúa como un incentivo adicional para
mejorar la competitividad de la industria); presencia extranjera (que puede funcionar
como un mecanismo de transferencia de tecnología8); y la estrategia seguida por los
inversionistas extranjeros (búsqueda de mercado, búsqueda de eficiencia o búsqueda de
recursos naturales).

Entre otras formas alternativas de observar la competitividad a este nivel de análisis


están el nivel de atracción de un país con relación a otros para ubicar plantas en una
determinada industria (Jenkins, 1998) o distintas medidas de participación en el comercio
internacional (por ejemplo participación de mercado o el índice de ventajas comparativas
reveladas).

3. El nivel regional
¿Las regiones compiten entre sí?9 Podemos argumentar que, en cierta forma, en efecto éste es
el caso. Las regiones compiten por empresas que buscan una ubicación, así como por
personas talentosas en busca de empleo. Como señalan Charles y Benneworth (1996) “el
debate crucial con respecto a la competitividad regional gira en torno a la relación entre la
competitividad de las firmas y la repercusión que ésta tiene sobre la competitividad de los
territorios relacionados con estas firmas, ya sea a través de su propiedad o su ubicación” (p.
5).

Asimismo, y de conformidad con el marco de los niveles concéntricos de


competitividad ilustrados en la figura 1, se debe reconocer que el desempeño y el desarrollo
de una empresa se determinan en gran medida por las condiciones prevalecientes en su
entorno, especialmente las condiciones en su proximidad geográfica inmediata (Malmberg et
al., 1996).

7
Los autores reportan que entre las industrias con los mayores prospectos de crear eslabonamientos
hacia atrás están la industria automotriz (que requiere de partes y componentes que constituyen el 70%
o más del valor final de venta), la manufactura de maquinaria e instrumentos de precisión, así como las
industrias eléctrica de consumo y electrónica.
8
Para leer más sobre la importancia de la inversión extranjera directa para contribuir al desarrollo
tecnológico del país receptor, ver Romo Murillo (2002).
9
En este caso utilizamos una definición bastante amplia de lo que constituye una región. Puede
abarcar desde un área geográfica que contiene un conjunto de empresas, hasta un estado entero o
incluso un conjunto de estados.
El elemento regional en la discusión sobre competitividad no puede ser exagerado.
Una vez que el ambiente empresarial mejora (gracias a una mejor infraestructura, mejores
centros de educación, niveles de vida, u otras políticas gubernamentales explícitas diseñadas
para atraer inversiones a la región), las compañías empiezan a concentrarse en ubicaciones
geográficas específicas, dando origen a la formación de clusters. Según la definición de
Michael Porter, “los clusters son grupos geográficamente cercanos de compañías,
proveedores, prestadores de servicios e instituciones relacionadas en un campo particular, que
están interconectados y vinculados entre sí por aspectos comunes y complementarios” (Porter,
2003, p. 26). En opinión de Porter, los clusters tienen el potencial de afectar de manera
positiva la competitividad, principalmente a través de los tres mecanismos siguientes:

1. Incrementando la productividad de las empresas o industrias constituyentes, puesto que se


reducen los costos de transacción y los costos de capital (la proximidad física contribuye a
este resultado; por ejemplo, se puede mantener una reserva pequeña de insumos
almacenados, ya que los proveedores se ubican a corta distancia).
2. Incrementando la capacidad de innovación y, en consecuencia, el crecimiento de la
productividad. Esto se debe al hecho de que resulta más sencillo detectar las
oportunidades de innovación dentro del mismo cluster. Una vez que se introduce una
innovación en una empresa (ya sea en un producto, en un proceso de producción o en una
práctica administrativa), se produce un efecto de demonstración10 y se incrementa la
probabilidad de que sea adoptado en otras empresas.
3. Estimulando la formación de nuevos negocios que expanden el cluster y, en consecuencia,
dan mayor sustento a la innovación. Esto sucede debido a que se reducen las barreras de
entrada, las oportunidades de hacer negocios son más fáciles de identificar dentro del
cluster, y es posible desarrollar relaciones interpersonales, facilitando la creación de
nuevas relaciones proveedor-comprador.

Podemos añadir que la aglomeración reduce asimismo las barreras para la difusión de
conocimiento. Como indican Malmberg et al. (1996), “las redes formales e informales entre
las personas en una ubicación común, que con frecuencia se han desarrollado a través de una
interacción de largo plazo, y la evolución resultante de las instituciones locales forma parte
del capital social que rodea los procesos de innovación” (p. 92).

La importancia de la aglomeración geográfica tiene que ver con el hecho de que ésta
da origen a la generación de las llamadas “economías externas,” las cuales pueden ser de dos
tipos: tecnológicas y pecuniarias (Krugman, 1991). Las economías externas tecnológicas

10
Blomström et al. (2000) observaron que la introducción exitosa de nuevas técnicas de producción
reduce el riesgo subjetivo inherente a la adopción de la innovación, y por lo tanto alienta su adaptación
a un nivel más amplio. Ciertamente, antes de que un nuevo tipo de organización de la producción o de
que una nueva máquina o equipo se diseminen en el mercado, los usuarios potenciales cuentan con
información limitada sobre los costos y beneficios de la innovación y, en consecuencia, pueden
relacionarla con un grado de riesgo elevado. A medida que se divulga la información con respecto a
los pros y contras de la innovación a través de canales informales, se reduce la incertidumbre y
aumenta la probabilidad de imitación.
involucran la transferencia (o derrama11) de conocimiento entre las empresas; esta
transferencia contribuye a que la parte receptora desarrolle capacidades tecnológicas que
tienden a robustecer la ventaja competitiva de la industria. Por otra parte, las economías
externas pecuniarias involucran la creación de un mercado para la mano de obra especializada
y para los proveedores, que nuevamente tiende a fortalecer la ventaja competitiva de la
industria. Dicho en otras palabras, la aglomeración mejora el desempeño de las empresas (y
consecuentemente de la industria) al reducir los costos de transacción tanto en los activos
tangibles como en los intangibles.

Es posible observar economías externas en funcionamiento en diversos casos de


especialización regional. Entre algunos clusters industriales podemos mencionar Silicon
Valley en California y Route 128 en Massachusetts en lo que concierne a industrias de alta
tecnología; el cluster de fabricantes de alfombras alrededor de Dalton, Georgia, y el cluster de
compañías aseguradoras en Hartford, Connecticut en los Estados Unidos. Otros ejemplos
incluyen el centro financiero de Londres, los fabricantes de azulejos en Italia o las curtidurías
en la ciudad mexicana de León.

Porter identificó cuatro variables ambientales que determinan la competitividad


relativa de una región para un segmento de una industria. Continuaremos la discusión de estas
variables en la siguiente sección, debido a que este marco es aplicable también al nivel
nacional.

4. El nivel nacional
Hemos alcanzado ahora en la discusión el anillo externo de competitividad, esto es, el nivel
nacional. No hace falta decir que este nivel es crucial, ya que determina en gran medida la
competitividad de los demás niveles inferiores. Un asunto fundamental con respecto a la
cuestión de la competitividad nacional es si los países realmente compiten entre sí, o si el
término competitividad es una forma inadecuada de evaluar la “salud” general de una
economía. Ciertamente, se puede argumentar que los países compiten por atraer inversiones
extranjeras, pero tal como señala Siggel (2003), “los atributos que atraen la inversión
extranjera son la estabilidad, el buen gobierno y las oportunidades de inversión rentables, los
cuales no son idénticos a un fuerte desempeño en las exportaciones” (p. 6). Exploramos ahora
las distintas facetas de la competitividad nacional.

El gobierno de Clinton asumió el poder con el objetivo de implementar una “estrategia


de competitividad” que buscaba restaurar la competitividad internacional de las empresas
norteamericanas. El presidente declaró incluso que los Estados Unidos eran “como una gran
corporación compitiendo en el mercado global.”12 De igual forma, el entonces presidente de la

11
Más formalmente, por derramas tecnológicas (spillovers) Grossman y Helpman (1991, p. 16) se
refieren a que “(1) las empresas pueden adquirir información creada por otros sin pagar por esa
información en una transacción de mercado, y (2) los creadores (o actuales propietarios) de la
información no cuentan con un recurso efectivo, bajo las leyes existentes, si otras empresas utilizan la
información adquirida de esta forma.”
12
Citado en Gilpin (2001), p. 180.
Comisión Europea, Jacques Delors, afirmaba que la pérdida de competitividad internacional,
especialmente la incapacidad de competir contra los estadounidenses y los japoneses, era la
culpable de la tasa de desempleo tan elevada en Europa (no culpó al elaborado sistema de
asistencia social europeo que desalentaba a los patrones a crear nuevos empleos). Con este
telón de fondo, Paul Krugman lanzó un ataque en contra del concepto de competitividad
nacional en un artículo aparecido en la revista Foreign Affairs (Krugman, 1994). En éste
expuso que, a pesar de lo atractivo del argumento, enmarcar los problemas económicos
nacionales en términos de una competencia internacional era infundado y resultaba peligroso,
puesto que esta perspectiva contribuía a desviar la atención de los verdaderos problemas
subyacentes y conducía a la aplicación de malas políticas económicas, con el subsecuente
desperdicio de recursos escasos.

Analizando los problemas de la industria estadounidense, y en lugar de culpar


principalmente a los factores internos de la empresa, los macroeconomistas detectaron el
problema subyacente en otras variables, principalmente en el estancamiento del crecimiento
de la productividad experimentado en los Estados Unidos a partir de principios de los años
setenta y al importante déficit gubernamental. Además, la baja tasa de ahorros se consideró
como un factor conducente a bajas tasas de inversión en nuevas plantas y equipo, reforzando
las bajas tasas de crecimiento en la productividad.13 De esta manera, según ellos, el
comportamiento interno de la empresa representa sólo una pequeña parte del problema. Lo
que realmente importa es el entorno macroeconómico en el que la empresa opera.

Boltho (1996) presentó definiciones más concisas de la competitividad desde una


perspectiva macroeconómica. A corto plazo, equiparaba la competitividad con el valor de la
tasa de cambio real.14 Así, un país con un nivel de pleno empleo que no tiene competitividad
estaría sufriendo un déficit persistente en la cuenta corriente que comúnmente se ajustaría
mediante una mezcla de deflación y depreciación. El costo de estos desajustes,
particularmente una tasa de cambio sobrevaluada, puede conducir a pérdida en la
participación de mercado y desempleo. Por otra parte, la definición de competitividad a un
plazo más largo incluye el objetivo de elevar los niveles de vida de la población, y es una
función del crecimiento en la productividad.

La perspectiva de la escuela de negocios de la competitividad es representada por


Michael Porter, para quien la competitividad de un país depende de la capacidad de su
industria para innovar y mejorarse continuamente. Aún cuando Porter analiza la
competitividad al nivel de la nación, su marco de análisis es sistémico, en el sentido de que
incorpora de manera implícita los niveles de la empresa, la región y la industria. Sostiene que:

13
Klein (1988) y Krugman (1991) elaboran más sobre los problemas de la industria estadounidense
durante el final de la década de los ochentas.
14
No obstante, Boltho señala asimismo las dificultades inherentes en la medición de esta variable,
proponiendo en su lugar el uso de indicadores de costos relativos. El indicador utilizado con mayor
frecuencia en trabajos empíricos es un índice de costos laborales unitarios relativos en el sector
manufacturero.
La ventaja competitiva es creada y sustentada a través de un proceso altamente
localizado. Las diferencias en los valores, cultura, estructuras económicas,
instituciones e historias de los distintos países contribuyen a sus respectivos
éxitos competitivos. Existen diferencias sorprendentes en las estructuras de
competitividad en cada país; ningún país puede o será competitivo en todas o
incluso en la mayoría de las industrias. En última instancia, las naciones tienen
éxito en industrias específicas debido a que su entorno interno se percibe como
el más avanzado, dinámico, y el que presenta más desafíos (Porter, 1990, p.
73).

Porter define además un “diamante” con cuatro factores determinantes de la ventaja


competitiva nacional:15

1. Condiciones de los factores. Incluye los factores de producción (mano de obra calificada,
infraestructura, financiamiento) necesarios para competir en una industria determinada.
2. Condiciones de la demanda. Esto se refiere a la naturaleza (esto es, al grado de
sofisticación) de la demanda en el mercado doméstico para los bienes o servicios
producidos por una industria determinada.
3. Industrias relacionadas y de apoyo. Se refiere a la presencia de proveedores y otras
industrias relacionadas competitivas a nivel internacional.
4. Estrategia de la empresa, estructura y rivalidad. Esto refleja las condiciones generales
que rigen como se crean, organizan y administran las empresas, así como la naturaleza de
la competencia entre las mismas.

Cada uno de los cuatro factores determinantes interactúa con los demás para crear un
entorno en el que las empresas desarrollarán y acumularán activos o habilidades
especializados para incrementar su ventaja competitiva. Porter rechaza de manera explícita la
definición puramente macroeconómica de la competitividad. Escribiendo en 1990, él
argumentaba que Japón, Italia y Corea del Sur disfrutaban de niveles de vida crecientes a
pesar de tener déficits presupuestarios; en Alemania y Suiza sucedió lo mismo a pesar de la
apreciación de sus monedas; y en forma similar en Italia y Corea, a pesar de sus tasas de
interés elevadas. De igual forma, rechaza las explicaciones con respecto a las diferencias en la
competitividad de un país a otro con base en la abundancia de la mano de obra barata,
recursos naturales o diferencias en las prácticas administrativas. Porter concluye que “el único
concepto significativo de competitividad a nivel nacional es la productividad.” Este es el caso
debido a que la productividad es el principal factor determinante del nivel de vida a largo
plazo en un país, así como del ingreso per capita (esta variable determina el salario de los
trabajadores y el retorno del capital).

En este punto resulta interesante señalar que prácticamente todos los autores, sin
importar si son de formación economistas o de escuelas de negocios, o si existe entre ellos un
consenso sobre el uso del término cuando se aplica a las economías nacionales, concuerdan
15
Este marco de referencia es ampliamente utilizado para el análisis competitivo de industrias. Para un
ejemplo de su aplicación al caso mexicano, ver NAFIN (1995).
que la tasa de crecimiento de la productividad (no la tasa de crecimiento de la productividad
con relación a otros países) es la medida última de la competitividad. La productividad de un
país determina su nivel de vida, ya que una productividad más elevada puede sustentar
mejores salarios y rendimientos atractivos del capital invertido.

Revisamos ahora brevemente una visión alternativa que define la competitividad de un


país como la participación de sus productos en los mercados internacionales. Esta perspectiva
representa una definición profundamente errónea del término. Adoptar esta definición sería
equivalente a presentar la competitividad como un juego de suma cero, puesto que la ganancia
de un país en participación de mercado se da necesariamente a expensas de otros países, e
implicaría que políticas tales como congelar los salarios y devaluar la moneda contribuirían a
incrementar la competitividad. Sin embargo, sería difícil justificar que los niveles de vida y de
prosperidad de la población en general se verían beneficiados como resultado de la
implementación de estas políticas.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD)


ofrece una definición más concisa sobre el papel de las exportaciones, enfatizando que aunque
la competitividad en las exportaciones comienza con un incremento en la participación del
mercado, va más allá de eso, ya que: “implica diversificar la canasta de exportaciones,
sostener tasas más elevadas de crecimiento en las exportaciones a lo largo del tiempo,
aumentar el contenido tecnológico y de habilidades en las actividades de exportación, y
ampliar la base de empresas locales capaces de competir internacionalmente, de tal forma que
la competitividad se vuelva sustentable y venga acompañada de ingresos crecientes”
(UNCTAD, 2002, p. xx). Esta definición incorpora explícitamente una perspectiva
evolucionaria en la que los países se alejan de las exportaciones primarias hacia productos con
un mayor contenido tecnológico (que presentan un mayor potencial para generar derramas
hacia el resto de la economía) y que presentan asimismo un mayor potencial para desarrollar
las capacidades tecnológicas de un país. Esto comienza un círculo virtuoso por medio del cual
más empresas pueden entrar en los mercados internacionales y contribuir al fortalecimiento de
dichas capacidades.

16
Tanto el WEF (World Economic Forum) como el IMD (Institute of Management Development)
tienen su sede en Suiza. Éstos solían publicar en forma conjunta un índice de competitividad, pero se
separaron en 1996. A partir de entonces, ambos organismos publican índices por separado.

También podría gustarte