Transitando El Tiempo de La Niñez
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«La niñez es como un telar cuya urdimbre abre múltiples posibilidades y pluralidad de
un tiempo en disponibilidad. De este tejer surgen diferentes tramas, con variados gro-
sores, colores y texturas que dan cuenta de las singularidades de las niñeces. No tiene
un único tejedor o tejedora. La cultura y sus instituciones las producen. Las niñeces
Si bien se reconoce que infancia y niñez son sinónimos, se suele hablar de infancia como cate-
goría social y de niñez para aludir a la población de determinada franja etaria, cuyos límites
varían
según las posiciones que se adopten; sin embargo, en todo caso, la niñez y las niñeces también
deben ser pensadas como categorías teóricas. Se la nombra niñez porque se toma su propia
pa-
labra, dado que no se trata de alguien que no sabe hablar y al que hay que enseñarle6, sino
que
se trata de alguien que tiene un singular modo de hablar y al que hay que acompañar y
andamiar
mientras aprende a hablar con las voces de su cultura sin perder la propia voz.
6 Según Joan Corominas, el vocablo infante proviene del latín «infans» -de donde deriva
infancia- que significa el que no habla, incapaz de
hablar. Otras acepciones consideran la palabra niña y niño como una onomatopeya de los
primeros balbuceos, por tanto, ese modo de hablar
lo define.
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Si bien se puede suponer, tal como algunas investigaciones lo proponen, un primer momento
inicial en el que la niñez fue invisibilizada como categoría social, se advierte que el momento
en
que comienza a ser «mirada» coincide con el momento en que se institucionaliza la escuela
como
Desde esta perspectiva, la niñez es un momento definido de vida que requiere de cuidados
específi-
cos. Se la concibe como una etapa de dependencia e indefensión, a la vez que se le adjudican
caracte-
rísticas pensadas en el siglo XVII, tales como su condición innata de bondad e inocencia. La
escuela se
funda sobre las bases de esta representación acerca de la niñez como objeto de protección.
Durante el siglo XX y este inicio del siglo XXI, se instalan una serie de debates sobre la niñez,
que
pactado también en los modos en que la escuela interviene. Como dice Sandra Carli: «Ya no es
la
escuela la que produce las definiciones acerca de la infancia o discute críticamente las
definiciones
heredadas, sino que son los niños los que desafían a redefinir las escuelas» (1998, p.6).
Pensar las niñeces a partir de la diversidad de las experiencias según sean sus tránsitos y el re-
Hoy, se habla de la niñez como sujeto de derechos y, a la vez, se reconoce que junto a esos
derechos
pensamiento crítico que se conciben como «un tráfico constante en ilusión, un reiterado
acceso a la
interacción entre la creatividad y lo que el mundo tiene para ofrecernos» (Winnicott, 1990,
p.100). Este
pedagógica», Meirieu (2013) considera que la escuela debe transmitir saberes emancipadores,
ya
los prejuicios. Afirma que es esencial luchar por la justicia social y por una distribución
equitativa de
los bienes materiales y agrega: «también es necesario luchar por una igualdad de acceso a las
formas
simbólicas y, por ende, a las formas de expresiones artísticas y culturales» (Meirieu, 2013,
p.19).
¿Por qué se habla de niñeces? Las tramas de las niñeces se tejen a través del juego, el modo
singular de vivenciar las experiencias en un tiempo intenso («tercera zona» como dice
Winnicott o
La niñez se vive estando en un tiempo subjetivo, circular, que no se puede medir ni describir,
sino
vigor en 1990, entre otras, que impactan a nivel nacional. Se modifica la Ley del Patronato de
Menores, que regía en Argentina desde el año
1919, por la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes
sancionada en el año 2005. Esta nueva manera de
pensar la niñez, «niñeces», desde el paradigma de los derechos humanos, condice con la
perspectiva de la Ley Nacional de Educación y de
todas las legislaciones vigentes que atienden a las niñeces.
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La escuela es un lugar privilegiado para hacer posible ese derecho a vivir plenamente en un
tiem-
po lúdico e intenso. Esto no significa encontrar un juego para cada contenido curricular, sino
hacer
La alteridad, al igual que el juego, son constitutivos en la niñez. Alicia Fernández recupera a
Win-
nicott y propone pensarse como seres entramados «ya que no hay sujeto posible sin trama
social
Somos seres entramados desde el inicio. Freire habla de una pedagogía de la emancipación
par-
tiendo de la alteridad y las singularidades de cada persona, por lo que considera a los sujetos
como
constituidos por la otra y el otro mutuamente en una acción dialógica donde la otra y el otro
irrum-
con otras y otros hacia lo común. Cullen utiliza la metáfora de la escuela como telar de la
esperanza
y dice: «la escuela como telar de la esperanza alude, en primer lugar, a la necesaria dimensión
po-
lítica de la educación, en este sentido, del arte del tejido. Lo que importa aquí es definir cuáles
hilos
lización. La niñez fue visualizada e interpelada por el Estado como «futuras ciudadanas y
futuros
ciudadanos» y, por tanto, pensada como un preludio de la adultez, como un tiempo de espera
y
no como un tiempo en sí misma. Las instituciones educativas, regidas por el tiempo
cronológico,
todavía suelen esperar que la niñez se adapte a los ritmos escolares, aunque ya se sabe que es
la
Desde esta mirada, la docencia se posiciona en disponibilidad ante las niñeces, al decir de
Volnovich
(2020), para ofrecer, acompañar, sostener, habilitar, intervenir, entablar lazos, abrir caminos
intersub-