Texto Debido Proceso Sistema Interamericano

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Debido proceso en el marco del sistema interamericano de derechos humanos y la

legislación nacional

María Elena Attard Bellido y Patricia Serrudo Santelices


FUNDACIÓN CONSTRUIR [Dirección de la compañía]
Tema 1

Debido proceso sustantivo


y adjetivo y su expansión
horizontal y vertical
1. Aproximación conceptual
Definir el debido proceso es sumamente complejo, las conceptualizaciones
que de él se han realizado son diversas, motivo por el cual, en lugar de realizar una
conceptualización del mismo, nos detendremos en realizar una aproximación
sobre algunas manifestaciones conceptuales y dimensiones que han sido
desarrollados tanto por la doctrina como por la jurisprudencia nacional como
internacional.

Una de las primeras impresiones sobre la caracterización del debido


proceso implicaría relacionarla como un sistema de garantías cuyo carácter es
dinámico e inacabado, orientado a garantizar el derecho fundamental a la justicia.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en adelante Corte IDH o la Corte,
ha entendido al debido proceso como un medio para asegurar, en la mayor medida
posible, la solución justa de una controversia, a la que contribuyen el conjunto de
actos de diversas características, generalmente reunidos bajo el concepto de
debido proceso legal. Dichos actos sirven para proteger, asegurar o hacer valer la
titularidad o el ejercicio de un derecho, y son condiciones que deben cumplirse
para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están
bajo consideración judicial1.

De igual forma, haciendo alusión a la doctrina Cecilia Quiroga Medina


sostiene que “El debido proceso es una piedra angular del sistema de protección de
los derechos humanos; es por excelencia, la garantía de todos los derechos
humanos y un requisito sine qua non para la existencia de un Estado de Derecho” 2.

La relevancia del debido proceso transciende en todas las esferas al


constituirse como señalan Elizabeth Salmón y Cristina Blanco que estamos frente a
un derecho que es, a su vez, un prerrequisito indispensable para la protección de
cualquier otro derecho3. De ahí porqué ha sido considerado en una triple
dimensión; es decir, como derecho, principio y garantía.

Sobre esta base Bustamante Alarcón define al debido proceso como un


“derecho fundamental de carácter instrumental que se encuentra conformado por
un conjunto de derechos esenciales que impiden que la libertad y los derechos de
los individuos sucumban ante la ausencia o insuficiencia de un proceso o
procedimiento, o se vean afectados por cualquier sujeto de derechos (incluyendo el
Estado) que pretenda hacer uso abusivo de éstos4.

1
Corte IDH. Garantías Judiciales en Estados de Emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 Convención Americana
sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987, párrs 117 y 118.
2
Citadas por Ramírez García Sergio. El debido proceso. Criterios de la jurisprudencia interamericana.
México: Editorial Porrúa, 2012, p. 6.
3
Salmón, Elizabeth y Cristina Blanco, El derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte
Interamericana (1a. ed.). Lima: Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2012, p. 24.
4
Citado por Ramírez García Sergio. Op. cit. p. 9.
La Constitución Boliviana, consagra al debido proceso como derecho
fundamental, como garantía jurisdiccional y como principio en la administración
de justicia, alcance que ha sido destacado por la jurisprudencia constitucional al
observar que el art. 115.II del texto constitucional, a la hora de establecer las
garantías jurisdiccionales, señala: “El Estado garantiza el derecho al debido
proceso, a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita,
transparente y sin dilaciones”. El artículo 117 de la CPE establece al debido
proceso como una garantía en el ejercicio de los derechos humanos, al vincularlo
con los principios del juez natural, principio de legalidad y principio non bis in
ídem. El artículo 180 de la CPE, en su parágrafo I, establece: “La jurisdicción
ordinaria se fundamenta en los principios procesales de gratuidad, publicidad,
transparencia, oralidad, celeridad, probidad, honestidad, legalidad, eficacia,
eficiencia, accesibilidad, inmediatez, verdad material, debido proceso, e igualad de
las partes ante el juez”.

En efecto, a partir de la SC 0316/2010-R de 15 de junio se ha desarrollado la


triple dimensión del debido proceso al señalar:

La Constitución Política del Estado en consideración a la naturaleza y los


elementos constitutivos del debido proceso como instituto jurídico y
mecanismo de protección de los derechos fundamentales, lo consagra como
un principio, un derecho y una garantía, es decir, la naturaleza del debido
proceso es reconocida por la Constitución en su triple dimensión: como
derecho fundamental de los justiciables, de quien accede reclamando
justicia, la víctima y de quien se defiende el imputado. A la vez es un
principio procesal, que involucra la igualdad de las partes art. 119.I CPE y
una garantía de la administración de justicia, previniendo que los actos del
proceso se ceñirán estrictamente a reglas formales de incuestionable
cumplimiento. De esa triple dimensión, se desprende el debido proceso
como derecho fundamental autónomo y como derecho fundamental
indirecto o garantía…”.

La SCP 0399/2014 de 25 de febrero ha complementado esta caracterización


señalando que la Constitución instituye al debido proceso como:
1) Derecho fundamental: Como un derecho para proteger al ciudadano en
primer orden de acceso a la justicia oportuna y eficaz, como así de protección
de los posibles abusos de las autoridades originadas no sólo en actuaciones u
omisiones procesales, sino también en las decisiones que adopten a través de
las distintas resoluciones dictadas para dirimir situaciones jurídicas o
administrativas y que afecten derechos fundamentales, constituyéndose en el
instrumento de sujeción de las autoridades a las reglas establecidas por el
ordenamiento jurídico.

2) Garantía jurisdiccional: Asimismo, constituye una garantía al ser un medio


de protección de otros derechos fundamentales que se encuentran contenidos
como elementos del debido proceso como la motivación de las resoluciones, la
defensa, la pertinencia, la congruencia, de recurrir, entre otras, y que se aplican
toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, constituyendo las
distintas garantías jurisdiccionales inherentes al debido proceso, normas
rectoras a las cuales deben sujetarse las autoridades pero también las partes
intervinientes en el proceso en aplicación y resguardo del principio de
igualdad.

Cabe precisar que en su dimensión de garantía asegura a su vez la


obligación prevista en el art. 25 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en adelante CADH o Convención, a los Estados de suministrar recursos
judiciales adecuados y efectivos a las personas que aleguen ser víctimas de
violaciones de los derechos humanos, que deben ser sustanciados de conformidad
con las reglas del debido proceso.

Como apunta Sergio Ramírez existe un panorama renovado del debido


proceso, en constante revisión y precisión, que se ha visto fuertemente influido por
el derecho internacional de los derechos humanos y la jurisprudencia de los
tribunales que tienen a su cargo la interpretación y aplicación de los tratados sobre
esta materia.5 Por esta razón, en el marco del principio de progresividad de los
derechos humanos, los elementos que hacen al debido proceso no constituyen un
catálogo cerrado, sino en franca expansión con la introducción de otros, así como
una ampliación de su contenido para asegurar la realización del valor justicia,
conforme se explicará al hacer referencia a su expansión horizontal y vertical.

2. El carácter formal y material del debido proceso


La doctrina y la jurisprudencia han acentuado la necesaria caracterización
de una dimensión formal y material del debido proceso haciendo alusión a su
versión adjetiva y sustantiva, que en conjunto forman el contenido del debido
proceso.

Es así que el debido proceso como una institución del Estado de Derecho, en
su dimensión formal está constituido por ciertas garantías de orden procesal que
deben ser aseguradas a los sujetos de derecho; es decir, su consideración como un
conjunto de requisitos y reglas que deben observarse en las instancias procesales,
hace alusión a su carácter formal; en tanto que la dimensión material se vincula
con la idea de justicia; en palabras de José María Tijerino Pacheco, citado por
Sergio Ramírez, esto conduce a establecer un tipo de proceso que tribute a la
justicia, es decir, un juicio justo.6

Lo anterior implica que no se cumple con un debido proceso con sólo


asegurar que el justiciable obtenga una sentencia, rodeada de todas las
formalidades que la ley exige, sino también con el derecho de obtener una
sentencia justa, razonable, respetuosa de los derechos y garantías; es decir, acorde
con el sistema jurídico imperante.

5
Ramírez García Sergio. Op. cit. p. 6
6
José María Tijerino Pacheco, señala que la calidad de “debido” va más allá de la simple conformidad
con la ley: Hace referencia a lo que debe ser el proceso según los cánones que exige la dignidad del
hombre, el humanitarismo, la justicia”, por eso es partidario de que la denominación más acorde es la
de “proceso justo”. Cfr. Ramírez García S. op. cit. 16.
La jurisprudencia constitucional boliviana ha enfatizado esta doble
dimensión del debido proceso señalando en la SC 0999/2003-R de 16 de julio que
su finalidad:

Está ligada a la búsqueda del orden justo. No es solamente poner en


movimiento mecánico las reglas de procedimiento sino buscar un proceso
justo, para lo cual hay que respetar los principios procesales de publicidad,
inmediatez, libre apreciación de la prueba; los derechos fundamentales
como el derecho a la defensa, a la igualdad, etc., derechos que por su
carácter fundamental no pueden ser ignorados ni obviados bajo ningún
justificativo o excusa por autoridad alguna, pues dichos mandatos
constitucionales son la base de las normas adjetivas procesales en nuestro
ordenamiento jurídico, por ello los tribunales y jueces que administran
justicia, entre sus obligaciones, tienen el deber de cuidar que los juicios se
lleven sin vicios de nulidad, como también el de tomar medidas que
aseguren la igualdad efectiva de las partes.

La SCP 0998/2014 de 5 de junio, pronunciada por el Tribunal


Constitucional Plurinacional, ha enfatizado el carácter material del debido proceso,
al asumir que constituye el derecho de toda persona a un proceso justo y
equitativo, cuya importancia deviene de la búsqueda de un orden justo, en el cual
se deberá respetar principios procesales de publicidad, inmediatez, libre
apreciación de la prueba, así como derechos fundamentales, como la defensa, la
igualdad entre otros.

De esta forma el debido proceso ha sido definido por la jurisprudencia


constitucional como:

El derecho de toda persona a un proceso justo y equitativo, en el que sus


derechos se acomodan a lo establecido por disposiciones jurídicas generales
aplicables a todos aquellos que se hallen en una situación similar,
comprendiendo además la potestad de ser escuchado, y la observancia del
conjunto de requisitos de cada instancia procesal (…) y que en su triple
dimensión constituye a la vez un derecho humano reconocido por los
instrumentos internacionales que forman parte del bloque de
constitucionalidad, un derecho fundamental y una garantía jurisdiccional en
el ámbito constitucional.

Consecuentemente, como apunta Gabriela Sauma es indefectible la relación


entre debido proceso y la búsqueda del orden justo: no se restringe únicamente al
concepto de instrumento o vía para poner en movimiento mecánico las reglas del
procedimiento, ya que lo que se protege realmente a través del debido proceso no
es la rigurosa observancia de reglas de orden simplemente legal, sino el manejo de
reglas procesales para tomar decisiones que puedan justificarse
constitucionalmente, es decir, hay que ver el debido proceso desde el ámbito
constitucional y no desde el simplemente legal7.

7
Sauma Zankys G. El debido proceso como garantía los derechos humanos. Unidad Didáctica V,
preparada para la Escuela de Jueces del Estado Boliviano. Versión PDF. p. 12.
3. El debido proceso adjetivo
Sergio García Ramírez sostiene que el debido proceso adjetivo es el que
generalmente está caracterizado por la invocación de los elementos que lo
integran y cuyos méritos derivan de la conformidad entre el enjuiciamiento y la
ley, pero también entre ambos y la justicia8, recuérdese que el debido proceso en
su dimensión material debe tributar a la justicia.

Bajo este concepto se consolidan diversos derechos del justiciable, o como


diría Faúndez Ledezma, el debido proceso se halla conformado por un numeroso
grupo de derechos que constituyen sus componentes o elementos integrantes,9
derechos fundamentales de carácter procesal o instrumental.

Sergio García Ramírez, sostiene que estos derechos de carácter procesal o


instrumental no se agotan en las normas contenidas en el art. 8 de la Convención ni
en las referidas en el art. 25, sobre protección judicial y exigencia de un recurso
sencillo, rápido y efectivo, que ampare al sujeto en el ejercicio de sus derechos.
Entiende que en el art. 8.1 figuran tanto las garantías judiciales generales, como las
garantías judiciales penales (art. 8.2), pero el debido proceso adjetivo tiene su
expresión también en otras disposiciones de la Convención, que el autor identifica.

Entre ellas se tiene el art. 4, párr. 6 de la Convención, acerca del derecho a la


tutela de la vida, en lo que concierne a la posibilidad de que el condenado a muerte
pueda combatir la sentencia a través de indulto, amnistía o conmutación10.

El art. 5, referido al derecho a la integridad personal que prohíbe la tortura


y otros malos tratos (párr. 2)11; separación de procesados con respecto a
sentenciados (párr. 4)12, y tribunales especializados y tratamiento para menores de
edad que infringen la ley penal (párr. 5)13.

8
Faúndez Ledesma, citado por García Ramírez, indica que el derecho a un juicio justo “muy
complejamente estructurado”, se halla conformado por un numeroso grupo de pequeños derechos que
constituyen sus componentes o elementos integrantes. García Ramírez S. op.cit. p. 17.
9
Entre otros, el derecho a un proceso público; derecho al juez natural; derecho a la igualdad procesal de
las partes; derecho a no declarar contra sí mismo; garantía de presunción de inocencia; derecho a la
comunicación previa de la acusación; derecho a la defensa material y técnica; concesión al inculpado del
tiempo y los medios para su defensa; derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas; derecho a la
congruencia entre acusación y condena; el principio del non bis in ídem; derecho a la valoración
razonable de la prueba; derecho a la motivación y congruencia de las decisiones
10
Dicho párrafo señala: “Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el
indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser concedidos en todos los casos. No se puede
aplicar la pena de muerte mientras la solicitud esté pendiente de decisión ante autoridad competente”.
11
El párrafo segundo señala: “Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos
o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano”.
12
“Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales, y
serán sometidos a un tratamiento adecuado a su condición de personas no condenadas”.
13
“Cuando los menores puedan ser procesados deben ser separados de los adultos y llevados
con la mayor celeridad posible, para su tratamiento”.
También se tiene el art. 7, correspondiente al derecho a la libertad personal
y las condiciones para restringirla (párr. 2)14, exclusión de detención arbitrarias
(párr. 3)15; información sobre las razones de la detención y los cargos formulados
(párr. 4)16, control judicial y plazo razonable (párr. 5)17; decisión judicial acerca de
la legalidad de un arresto o una detención (párr. 6) 18, así como las condiciones
sobre la suspensión de garantías en estados de emergencia (art. 27) y la cláusula
interpretativa prevista en el art. 29 referida al principio pro persona, que ha
servido para la continua expansión de los derechos humanos y en su caso, de los
derechos y garantías asociados al debido proceso.

Siguiendo lo razonado por el autor, todas las disposiciones señaladas y las


restantes contenidas en la Convención concernientes a la protección de los
derechos fundamentales, nutren las obligaciones generales que asumen los
Estados Partes, referidas a los deberes de respeto y garantía de derechos (art.
1.1)19 y adopción de disposiciones y medidas protectoras de orden interna (art.
2)20.

4. Debido proceso sustantivo


Sergio Ramírez García recuerda que existe una versión sustantiva del
debido proceso, desarrollada ampliamente por la jurisprudencia norteamericana y
que ha sido igualmente considerada por nuestra región.

La génesis de éste, se encuentra en la Constitución de EEUU, que lo consagra


en la quinta enmienda y en la enmienda décimo-cuarta, previsiones a partir de las
14
“Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condiciones fijadas de
antemano por las Constituciones Políticas de los Estados Partes o por las leyes dictadas conforme a
ellas".
15
“Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios".
16
“Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y notificada,
sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella”.
17
“Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario
autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar
condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en juicio”.
18
“Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin
de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su libertad si el
arresto o la detención fueran ilegales. En los Estados Partes cuyas leyes prevén que toda persona que se
viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a
fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni
abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona”.
19
“Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades
reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su
jurisdicción, sin discriminación alguna por motivo de raza, color, sexo, idioma o religión, opiniones
políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social”.
20
“Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no estuviere ya garantizado
por disposiciones legislativas o de otro carácter, los Estados Partes se comprometen a adoptar, con
arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades”.
cuales se entiende que los jueces deben preservar las garantías del proceso y
aplicar la garantía de razonabilidad en cada una de las decisiones adoptadas,
fuente constitucional que consagra las reglas del debido proceso adjetivo y
sustantivo.

Asimismo, debe precisarse que el debido proceso sustantivo, tiene también


génesis en el derecho anglosajón, que a través de la frase due process of law -que es
una variación de la contenida en la Carta Magna inglesa de 1215 per legem terrae,
by the law of the land-, ha desarrollado un alcance no sólo procesal sino también
sustantivo de esta garantía.

Por su parte, en Estados Unidos, la Corte Federal, estableció el concepto del


debido proceso en sus dos facetas: a) Due process procesal, en virtud de la cual,
ningún órgano judicial puede privar a las personas de vida, libertad o propiedad, a
excepción que tenga oportunidad de alegar y ser oída; y b) Due process sustantivo,
en virtud del cual, el Gobierno no puede limitar o privar arbitrariamente a los
individuos de ciertos derechos fundamentales contenidos en la Constitución 21.
Contemporáneamente y a la luz del Estado Constitucional de Derecho, como se ha
visto el debido proceso tiene dos dimensiones específicas: La adjetiva y la
sustantiva.

El debido proceso adjetivo también denominado por la Corte IDH debido


proceso legal, contempla “el conjunto de requisitos que deben observarse en las
instancias procesales, a efectos de que las personas estén en condiciones de
defender adecuadamente sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que
pueda afectarlos22. La Corte IDH, también ha señalado que el debido proceso legal
debe resguardar las “condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada
defensa de aquellos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración
judicial”23. En el marco de lo precisado, siguiendo a Attard Bellido, en un Estado
Constitucional de Derecho, el cual busca la consolidación de la eficacia máxima de
los derechos fundamentales y la justicia material, esta garantía además debe ser
asegurada en su ámbito material a través del denominado debido proceso
sustantivo24.

De acuerdo con García Ramírez, el debido proceso sustantivo constituye


"un medio de controlar la razonabilidad de las leyes", es decir, hace referencia
a la tutela de los derechos esenciales del individuo frente al arbitrio del poder
público en el ámbito ejecutivo y legislativo, no sólo en el instrumental o procesal.
Por ende, integra una vía para la revisión del sentido de una norma, conforme a las
circunstancias de los nuevos tiempos25.

21
http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/cconst/cont/7/ard/ard2.htm
22
Corte IDH. Opinión Consultiva 9/87 párr. 27 y Caso Tribunal Constitucional vs. Perú, parr. 69.
23
Corte IDH, OC 09/87 parr. 28 y caso Mohamed vs. Argentina párr. 80.
24
Attard Bellido M. E. El debido proceso sustantivo reforzado a la luz del acceso a la justicia de niños. La
Paz-Bolivia: Fundación Construir p. 32-33.
25
Recuérdese que el debido proceso adjetivo hace referencia al sistema de garantías de orden procesal,
a la formas y reglas que deben cumplirse para lograr un debido proceso.
Como sostiene Linares, hay "un debido proceso adjetivo que implica una
garantía de ciertas formas procesales y un debido proceso sustantivo que implica
una garantía de ciertos contenidos o materia de fondo justos"26.

En este marco, Reynaldo Bustamante Alarcón señala: “La dimensión


material del debido proceso exige que todos los actos de poder, sean normas
jurídicas, actos administrativos o resoluciones judiciales, inclusive, sean justos, es
decir, que sean razonables y respetuosos de los valores superiores, de los derechos
fundamentales y de los demás bienes jurídicos constitucionalmente protegidos, a
tal punto que su inobservancia debe ser sancionada con la inaplicación de aquel
acto o con su invalidez27.

Sergio Ramírez García sostiene que es posible aplicar esta orientación en el


ámbito que interesa a la Corte Interamericana, a partir de las disposiciones
contenidas en la propia CADH que permiten el control de leyes y actos de
autoridad al amparo de la legalidad material, concretamente a través de las
normas de interpretación contenidas en el art. 29 de la CADH que impiden reducir
derechos, libertades y garantías,28 así como también en la línea de las previsiones
garantistas contenidas en diversos textos constitucionales, las reglas sobre
restricción legítima de derechos y las limitaciones a los derechos que provienen de
los derechos de los demás, las seguridad de todos y las exigencias del bien común.29

A este respecto es importante hacer alusión a lo señalado por María Elena


Attard Bellido, en cuanto a que el debido proceso sustantivo se encuentra
íntimamente ligado al principio de razonabilidad de todo procedimiento y de
toda decisión, por tanto, en un Estado Constitucional de Derecho, los actos
administrativos y jurisdiccionales, para tener una plena validez, requieren, según
rescata de lo señalado por Cecilia Giraldi Madiaraga dos cualidades esenciales: la
cualidad normativa formal y la cualidad axiológico-jurídica de la justicia30.
26
Sobre el desarrollo de esta dimensión puede consultarse Linares J F. Razonabilidad de las leyes. El
debido proceso como garantía innominada en la Constitución Argentina. Buenos Aires: Astrea, 2ª ed.,
1970, p. 12. Igualmente, Bustamante Alarcón. Derechos Fundamentales p. 12, citados por Ramírez
García. Op. cit. p. 12.
27
Cfr. Ramírez García S. Op. cit. p.14.
28
El articulo 29 excluye cualquier interpretación que: a) permita "suprimir el goce y ejercicio de los
derechos y Iibertades reconocidos en Ia Convención o Iimitarlos en mayor medida que la prevista en
ella”; b) limitar el goce o ejercicio de derechos y libertades “que pueda(n) estar reconocido(s) de
acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados partes (en la Convención Americana) o de acuerdo
con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados”; c) “excluir otros derechos y garantías que
son inherentes al ser humano o que se derivan de la forma democrática representativa de gobierno”; y
d) “excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
Hombre y otros actos internacionales de la misma naturaleza”.
29
Ramírez García S. Op. cit. p. 14-15. Al referirse a las prevenciones garantistas de los textos
constitucionales, el Autor cita los arts. 28 y 29 de la Constitución argentina, así como el primer párrafo
del art. 1 de la Constitución mexicana (En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las
garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los
casos y con las condiciones que ella misma establece). Asimismo, respecto de las reglas sobre restricción
legítima de derechos aclara que la jurisprudencia interamericana ha establecido que las restricciones al
ejercicio y goce de derecho y libertades “no pueden ser aplicadas sino conforme a las leyes que se
dictaren por razones de interés general y con el propósito para el cual han sido establecidas.
30
Giraldi Madariaga C. Acerca del principio de razonabilidad y el debido proceso. Disponible en
http://dspace.uces.edu.ar:8180/dspace/bitstream/handle/123456789/426/
En efecto, según apunta la autora la cualidad normativa formal, asegura
que todo acto procesal cumpla con las formas procesales establecidas en una ley
previa, además, a esta cualidad, debe agregarse el fundamento de esencia
desarrollado por Linares Quintana, es decir que todo acto no solamente debe
cumplir formas procesales establecidas por ley, sino también debe tener sustento
en normas jurídicas vigentes; por su parte, la cualidad axiológico jurídico de la
justicia, asegura que todo acto procesal o decisión jurisdiccional consagre los
valores de justicia e igualdad y por tanto sea armonioso con los principios de
razonabilidad y proporcionalidad, elementos configuradores del debido proceso
sustantivo; éste último elemento es lo que Linares Quintana denomina el
fundamento de razonabilidad de un acto, que se presenta cuando éste es justo31.

Para Attard Bellido, los principios de razonabilidad y proporcionalidad


como continentes del debido proceso sustantivo, implican una “reingeniería”
profunda de la estructura lógica de la decisión judicial, visión que no debe mirar
únicamente el aspecto formal del proceso (debido proceso legal o formal), sino que
debe asegurar además su sustento material, es decir la consagración de la justicia e
igualdad, por esta razón, se lo denomina también debido proceso sustancial o
material, dimensión que exige analizar la estructura lógica de toda decisión judicial
y administrativa32.

En efecto, para el análisis de la estructura lógica de toda decisión judicial y


administrativa debe invocarse los principios de razonabilidad, proporcionalidad
y objetividad, el primero de ellos está íntimamente ligada al principio de igualdad
y por ende al de proporcionalidad33.

Sobre el particular Attard Bellido apunta que una decisión judicial o


administrativa que a través de una consecuencia jurídica determinada
plasme un trato diferenciado al establecido por el Bloque de
Constitucionalidad o la norma para supuestos fácticos determinados, afecta
el principio de igualdad y por ende el de razonabilidad, tornando esta
decisión injusta por plasmar una diferenciación arbitraria contraria al plexo
axiológico imperante y por ende contraria al debido proceso sustantivo34.

Como se ha visto el debido proceso sustantivo trasciende el aspecto


netamente formal del sistema de garantías para lograr no sólo el respeto de las
reglas procesales del proceso en sí, pronunciar la sentencia en el plazo previsto por
Acerca_del_principio.pdf;jsessionid=14B26B3638D9148692F861D84AE7A980?sequence=1.
31
Attard Bellido M. E., Op. cit. p. 34. Vid. Linares Juan Francisco. Razonabilidad de las Leyes. 2da. Ed.
Buenas Aires-Argentina: Editorial Astrea, 1970, p. 81.
32
Attard Bellido M.E., op. cit. p. 35.
33
Ver Informe No. 4/01, en el caso 11.625 María Eugeni Morales de Sierra, Guatemala, de 19 de enero
de 2001, párr. 31. A través del referido informe, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha
establecido que una distinción constituye discriminación en las siguientes circunstancias: 1) Cuando hay
una diferencia de tratamiento entre situaciones análogas o similares; 2) Cuando la diferencia no tenga
una justificación objetiva y razonable; 3) Cuando no exista una razonable proporcionalidad entre los
medios empleados y el objetivo cuya realización se persigue. Asimismo, la Comisión ha señalado que
una distinción basada en criterios razonables y objetivos, persigue un propósito legítimo y emplea
medios proporcionales al fin que se busca
34
Attard Bellido M. E., op. cit. p. 35.
ley, que el proceso esté bajo autoridad competente, que se asegure el
contradictorio, sino que además, el enfoque del debido proceso sustantivo es
alcanzar la sentencia justa, razonable, proporcional y objetiva, traspasa legalidad
formal para alcanzar la legalidad material respetuosa de los derechos y garantías
fundamentales, de los principios y valores que sustenta determinado
ordenamiento jurídico.

Es por ello, que el debido proceso sustantivo permite el control de leyes y


actos de las autoridades porque se asienta, en el marco de los ordenamientos
jurídicos internos de los Estados, en el principio de constitucionalidad, principio
que asegura la eficacia de la irradiación del bloque de constitucionalidad y por
ende de los valores plurales supremos como la justicia e igualdad en todos los
actos jurisdiccionales o administrativos, inclusive legales35.

En el sentido antes referido, el debido proceso sustantivo ha tenido eco en


la jurisprudencia constitucional boliviana en números casos, donde se destaca el
control de constitucionalidad a través de numerosas acciones de tutela en las que
se ha analizado la razonabilidad de las decisiones judiciales al momento de
interpretar y aplicar la ley.

En efecto, a través de la acción de libertad el Tribunal Constitucional realizó


control del debido proceso sustantivo al analizar la razonabilidad de las decisiones
judiciales vinculadas con la libertad personal.

Es sabido que dentro de la doctrina de las autorrestricciones diseñada


por el Tribunal
Constitucional, se encuentra
DOCTRINA DE LA AUTORRESTRICCIÓN DE NO
la restricción de ingresar a
VALORACIÓN DE LA PRUEBA: No proceden las
través de las acciones
acciones de libertad o amparo constitucional,
tutelares en la valoración de
para realizar valoración probatoria, por ser esta
la prueba, por ser ésta
facultad privativa de las autoridades
facultad privativa de las
jurisdiccionales o administrativas, salvo casos
autoridades jurisdiccionales
en los cuales exista apartamiento de los cánones
o administrativas, salvo
de razonabilidad o equidad; o, frente a
casos en los cuales exista
conductas omisivas que lesionen derechos
apartamiento de los cánones
fundamentales (SC 0873/2004-R)
de razonabilidad o equidad;
o, frente a conductas
omisivas que lesionen derechos fundamentales36.

El tema del control tutelar de constitucionalidad en relación a la valoración


probatoria, tiene un primer hito jurisprudencial en la SC 0873/2004-R, la cual en
un recurso de hábeas corpus y dentro del contexto de medidas cautelares,
estableció que la compulsa de las pruebas que se aporten con el fin de obtener la
35
Recuérdese que el principio de constitucionalidad es característico del Estado Constitucional de
Derecho, cuya característica esencial es no se reduce a la limitación del ejercicio del poder público, sino
sus fines esenciales son la eficacia máxima de los derechos fundamentales y la materialización de la
justicia.
36
Dentro de la doctrina de las autorrestricciones se tiene también a la de la interpretación de la
legalidad ordinaria, revisión de la cosa juzgada y la de relevancia constitucional.
cesación a la detención preventiva, es facultad exclusiva del Juez Cautelar y que el
control tutelar de constitucionalidad, en resguardo de una posible doble valoración
de la prueba, podrá intervenir solamente cuando el juzgador se hubiere apartado
de las previsiones legales que rigen el acto procesal como de los marcos de
razonabilidad y equidad previsibles, este entendimiento, entre otras fue asumido
por la SC 0106/2005-R. Luego, la SC 0965/2006-R, sistematizó los supuestos en
los que la justicia constitucional puede revisar la valoración de la prueba,
quedando establecido lo siguiente: La autoridad jurisdiccional o administrativa
tiene el rol exclusivo de valoración probatoria y solamente podrá ejercerse control
tutelar en cuanto a la valoración de la prueba en los siguientes casos: 1) Cuando
exista apartamiento de los marcos legales de razonabilidad y equidad previsibles
para decidir; 2) Cuando se haya adoptado una conducta omisiva, expresada, entre
otras, en no recibir, producir o compulsar cierta prueba inherente al caso y, su
lógica consecuencia sea la lesión a derechos fundamentales y garantías
constitucionales, en ambos supuestos, la sentencia sistematizadora ahora
analizada, precisó que no puede usurparse los roles propios de las autoridades
jurisdiccionales o administrativas. Además, esta sentencia sistematizadora generó
una carga argumentativa para la parte en ese momento recurrente –ahora
accionante-, señalando que en casos de tutela referentes a valoración probatoria,
debía: a) identificar las pruebas que se omitió valorar o que se apartan de los
cánones de razonabilidad o equidad; b) indicar la incidencia de la omisión o el
apartamiento de los cánones de razonabilidad y equidad en la decisión final. Línea
jurisprudencial que por vez primera fue confirmada por el Tribunal Constitucional
Plurinacional a través de la SCP 0012/2012.

Esta línea de excepción tiene


La doctrina de no valoración de la prueba como base el debido proceso
tiene su excepción, cuando en dicha sustantivo, pues a través de
valoración: a) exista apartamiento de los ella la jurisprudencia
marcos legales de razonabilidad y equidad constitucional ha realizado el
previsibles para decidir (SC 0873/2004-R y control de decisiones judiciales
106/2005-R, entre otras), o b) cuando se haya arbitrarias e irrazonables, en
omitido arbitrariamente valorar la prueba y las que, si bien se respetó el
su lógica consecuencia sea la lesión de debido proceso en su enfoque
derechos fundamentales y garantías formal, no fue así en lo
constitucionales (SC 129/2004-R). material.

Así el Tribunal Constitucional


de los Diez años, al conocer y resolver un recurso de hábeas corpus en el que se
denunciaba, entre otras lesiones que sistemáticamente la autoridad judicial
demandada había negado la cesación de la detención preventiva por no haberse
desvirtuado el riesgo de fuga, bajo el argumento de que la accionante no acreditó
derecho propietario para desvirtuar la existencia de riesgo fuga por no tener
domicilio habitual, así como tampoco habría presentado certificado de matrimonio
para acreditar la existencia de familia. El Tribunal Constitucional a través de la SC
1521/2002-R de 16 de diciembre, declaró la ilegalidad de dicha decisión por ser
irrazonable y lesiva a los derechos al debido proceso y libertad personal de la
accionante, exponiendo los siguientes argumentos:
(…) a fin de establecer el riesgo de fuga, la norma no exige que el domicilio
habitual comprenda que el imputado deba tener el derecho propietario
sobre el inmueble que habita, pues este no es el sentido del precepto, por
cuanto su alcance interpretativo sólo va a demostrar que en el inmueble
que se señala como domicilio es en el que habita con la familia de forma
diaria, es decir, el que le sirve de residencia permanente, de modo que
exigir a un imputado títulos de propiedad sobre el inmueble que señala
como domicilio, es ir más allá de lo que prevé la norma jurídica y, por lo
mismo, suprimir el derecho a la libertad imponiéndole una medida extrema
como la detención preventiva, en base a un requisito no exigido por ley que
inviabiliza la solicitud de la cesación de la detención preventiva. (FJ. III.3)

Asimismo, respecto a la exigencia de acreditar certificado de matrimonio


para probar la existencia de familia constituida, la citada Sentencia expuso el
siguiente razonamiento:

(…) otro aspecto que cabe dejar establecido, es que para determinar si el
imputado tiene familia constituida, no es preciso el certificado de
matrimonio, pues para ello, son otros los elementos de prueba que debe
acumular el juzgador para imponer la extrema medida, esto no
simplemente por facilitar y viabilizar sin mayores exigencias la libertad del
imputado, sino porque la constitución de familia en el sentido ontológico,
no requiere de la formalidad legal, es decir, la celebración del matrimonio,
ya que la Constitución reconoce la unión libre y de hecho, de modo que en
el caso presente el recurrido ha vulnerado normas del debido proceso, al
negar la solicitud de cesación con el fundamento de que la recurrente si
bien acreditó certificados de sus hijas, no acreditó tener familia porque no
presentó certificado de matrimonio, criterio totalmente desajustado no
sólo a la prescripción del art. 234-1 CPP, sino a la normativa especial que
trata la institución de la familia, así en el Código de Familia, tenemos el
matrimonio celebrado ante el Oficial de Registro Civil y el matrimonio de
hecho, en este último resulta obvio que no podrá existir el documento
formal de un certificado que lo acredite, por consiguiente pretender la
presentación del mismo resulta irrazonable más aún para negar una
solicitud que tiene relación con un derecho fundamental primario como es
la libertad física. (FJ. III.3.).

Del mismo modo, ha controlado otros supuestos vinculados con medidas


cautelares relativas a los peligros de fuga y riesgos de obstaculización. Así ha
establecido a través de la SC 0129/2007-R que no es razonable sustentar el peligro
de fuga en la buena posición económica del imputado.

El
La doctrina de las autorrestricciones desarrollada
por la jurisprudencia constitucional boliviana sólo
es aplicable cuando no existe lesión al debido
proceso sustantivo.
Tribunal Constitucional Plurinacional, a través de la SC 0683/2013 de 3 de junio,
ha desarrollado en forma expresa el debido proceso sustantivo al realizar el
control de legalidad material de una disposición normativa y lo ha concebido como
un estándar de justicia, en ese marco, ha señalado que toda desviación normativa
afecta el principio de igualdad tornado en arbitraria a la sentencia que incurra en
esta desviación.

En el contexto descrito precedentemente, en aquellas situaciones en las


cuales la sentencia o el acto administrativo presuntamente incurra en tratos
diferenciados arbitrarios o desviaciones normativas como las llama el Tribunal
Constitucional Plurinacional, a la luz de la vigencia plena del debido proceso
sustantivo debe realizarse el test de razonabilidad a efectos de determinarse la
objetividad, razonabilidad y proporcionalidad de la sentencia.

En efecto, una decisión


DEBIDO PROCESO SUSTANTIVO: Riesgo de
judicial o administrativa, será
fuga razonable y objetiva cuando su
Ilegal exigencia de certificado de finalidad sea legítima y exista
matrimonio para acreditar familia SC una relación razonable de
1521/2002-R proporcionalidad entre la
medida que establece el trato
Ilegal exigencia de derecho propietario diferenciado y el fin
para acreditar domicilio habitual SC perseguido .
37

1521/2002-R
No es razonable sustentar el peligro de En el marco de ideas
señalado, “la legitimidad de
fuga en la buena posición económica del
un fin se determina en
imputado SC 129/2007-R función de su
El domicilio habitual debe ser anterior al correspondencia con el
hecho (Antecedente) SC 1625/2003-R SC marco de derechos y
1154/2004-R libertades establecidos en
los instrumentos
internacionales. La situación más evidente de desconocimiento de esta condición
se da cuando la norma, el acto o la omisión, no obedecen a ninguna otra finalidad
que no sea la de tratar distinto a ciertas personas o grupos, es decir, cuando el
único objetivo que se persigue es precisamente el de discriminar” (resaltado
propio)38.

Además, la relación razonable de proporcionalidad, asegura que la medida


que establece el trato diferenciado y el fin buscado, confronte los perjuicios
sufridos por quienes son excluidos de la medida y la importancia del objetivo
perseguido39, en este contexto, debe considerarse que existe medidas que
establecen beneficios a favor de quienes se encuentran en una situación
desfavorable y que se dirigen precisamente a corregir una desigualdad de facto40.

37
Estos dos criterios que son los elementos constitutivos del test de razonabilidad. Estos criterios fueron
plasmados por el Tribunal Europeo de Derecho Humanos en el caso “relating to certain aspects of the
laws on the uso of languages in education in Belgium” (merits) 23 de julio de 1968 parr. 10 Ver Uprimny
Yepes R. y Sánchez Duque L. M., “Artículo 24. Igualdad ante la ley, en Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Comentario. Introducción General, op. cit., p 593.
38
Ibid. p 594.
39
Ibid. p 595.
40
Ibid.
Ahora bien, considerando que el derecho al acceso a la justicia como
garantía de las personas y colectividades, tiene la finalidad de eliminar las trabas o
dificultades irrazonables que impliquen denegación de la justicia material41, cabe
sostener que una de las barreras esenciales para el acceso a la justicia es la falta de
observancia estricta a las reglas de un debido proceso adjetivo y sustantivo acorde
y armonioso con el parámetro de convencionalidad vigente que se estudiará en
líneas posteriores.

De esto se tiene que sólo es posible garantizar el acceso a la justicia de


niños, en la medida en la cual, las autoridades jurisdiccionales y administrativas,
no solamente cumplan con las reglas del debido proceso adjetivo o legal, sino que
aseguren la razonabilidad, proporcionalidad y objetividad de sus decisiones, esto
es con el debido proceso sustantivo.

Así, para la temática del debido proceso, siguiendo lo expresado por Attard
Bellido, la razonabilidad, proporcionalidad y objetividad de las decisiones, estará
asegurada en la medida en la cual se cumpla con el parámetro de convencionalidad
imperante, que está compuesto con todos los estándares internacionales que
plasman interpretaciones progresivas y evolutivas en cuanto a los derechos;
asimismo, este parámetro de convencionalidad comprende los mandatos
convencionales, los principios rectores de Derecho Internacional y todos los
lineamientos supra-estatales desarrollados tanto por el Sistema Universal como
Interamericano de Protección de Derechos Humanos42, esto supone que una
decisión es legítima cuando tiene correspondencia con el marco principios valores
derechos y libertades establecidos en el Constitución y en el parámetro de
convencionalidad que en el caso de Bolivia forma parte del Bloque de
Constitucionalidad.

En armonía con lo afirmado, la aplicación por parte de los jueces o


autoridades administrativas de los estándares internacionales emanados del
sistema interamericano, consolidará el respeto de un debido proceso sustantivo,
por lo que acorde con el objetivo de este trabajo se pasa a estudiar dichos
estándares.

41
En cuanto al acceso a la justicia, la Corte IDH, señaló que en virtud al derecho de acceso a la justicia los
Estados deben garantizar que no existan trabas para que las personas acudan a los jueces o tribunales
en busca de que sus derecho sean determinados o protegidos, asimismo, esta instancia jurisdiccional
supra-estatal afirmó que cualquier norma o medida de orden interno que imponga costos o dificulte de
cualquier otra manera el acceso de los individuos a los tribunales, y que no esté justificada por las
razonables necesidades de la propia administración de justicia, debe entenderse contraria al art. 8 de la
Convención que consagra este derecho fundamental. Ver Corte IDH, caso Cantos vs. Argentina parr. 50.
42
Attard Bellido M.E., op. cit. p. 40.
Para el control de la
razonabilidad de las
Debido decisiones judiciales, actos
administrativos y
proceso normativos
sutantivo y
adjetivo Para la consecusión de los
fines y valores, entre ellos:
de justicia e igualdad y
funcionalidad eficacia de los derechos y
garantías fundamentales
de la persona

5. El Juez como custodio y garante del debido proceso


En un Estado de Derecho Constitucional, el juez se constituye en el garante
máximo y custodio de los derechos fundamentales de la persona, razón por la cual
el resguardo de la independencia judicial se convierte en una obligación
fundamental por parte de los Estados. Asimismo, cabe señalar que igual exigencia
se tiene respecto de las autoridades administrativas, como se verá posteriormente.

En este marco, la Corte IDH ha


establecido que:

El Estado, para
garantizar un
debido proceso,
debe facilitar todos
los medios
necesarios para
proteger a los
operadores de
justicia,
investigadores,
testigos y
familiares de las
víctimas de
hostigamientos y
amenazas que
tengan como
finalidad entorpecer el proceso y evitar el esclarecimiento de los hechos y
encubrir a los responsables de los mismos43.

De esta manera es preciso que el juez adopte toda la diligencia necesaria para
asegurar el resguardo de los derechos fundamentales de las partes en el proceso,

43
Corte IDH. Caso de Ia Comunidad Moiwana, cit., parr. 159, y Caso Carpio Nicolle y otros, cit., parr. 134.
entre ellos, el debido proceso como presupuesto de los demás derechos
fundamentales y garantías constitucionales y de esta manera alcanzar una
sentencia justa. Asimismo, cabe resaltar que para obtener un proceso justo, si bien
es evidente que el juez se constituye en el máximo guardián; sin embargo, no es
menos cierto que todos los operadores de justicia también son custodios del
debido proceso, así como las partes involucradas en el juicio en sí, pues el carácter
de principio-garantía del debido proceso, obliga concebirlo como un bien jurídico a
ser precautelado por todos quienes intervienen en el proceso, aspecto que se verá
reflejado en sus diferentes actuaciones.

De otro lado, es importe recordar que la Corte IDH ha establecido que “todo
juez tiene la obligación de asegurar que los procesos se lleven a cabo con el debido
respeto de las garantías judiciales que sean necesarias para asegurar un juicio
justo”, y que igualmente se debe garantizar “que los individuos puedan defenderse
adecuadamente contra cualquier acto del Estado que pudiera afectar sus
derechos”44; sin embargo, es importante dimensionar ¿cuál es el alcance de la
obligación que tiene el juez como garante del debido proceso?.

A este respecto, debemos recordar que la Corte ha tenido la oportunidad de


pronunciarse sobre el alcance del deber de resguardo del debido proceso por parte
de la autoridad judicial en un caso vinculado con la pena de muerte, formulándose
como interrogante si ¿debía el juzgador disponer por sí mismo la práctica de los
exámenes conducentes a establecer la situación del inculpado cuando ocurrieron
los hechos, o debía aguardar a que lo requiriese el defensor?.

La Corte partiendo del precedente antes señalado, hizo notar en el caso


Dacosta Cadogan que:

(…) las obligaciones del Estado son más exigentes y amplias en aquellos
procesos que puedan culminar en la pena de muerte, que conlleva una
privación del más fundamental de los derechos, el derecho a la vida, con la
consecuente imposibilidad de revertir la pena una vez que ésta se ha
llevado a cabo (…) el juez debe adoptar las medidas conducentes a
garantizar la más amplia defensa del acusado en el juicio, en aras del
debido proceso y de la amplia protección del derecho a la vida45.

En esta línea de pensamiento, la Corte resolviendo el caso determinó que al


tratarse de la posible imposición de la pena de muerte, resultaba indispensable
“determinar el efecto que podría tener una enfermedad mental sobre el sujeto al
momento de cometer el delito”, aspecto que fue mencionado en otro momento del
juicio interno. Esta determinación “podría haberle permitido alegar una defensa de
atenuantes de responsabilidad”. Es así que la Corte declaró la existencia de
violación de las garantías reconocidas en el art. 8.1, 8.2.c y 8.2.f de la Convención
en relación con el art. 1.1.46

44
Caso Dacosta Cadogan párr. 84.
45
Caso Dacosta Cadogan, op.cit. párrs. 84, 85.
46
Sergio Ramírez en su voto razonado respecto a la Sentencia en estudio, refirió que el deber de
resguardo implicaba que “el tribunal se cerciorase de que se había descartado, razonablemente, el
presupuesto de exclusión de la pena de muerte asociado a la salud mental del proceso en el momento
de cometer el delito, y no sólo al tiempo de comparecer en el juicio (…) Considerando la funcio´n de
En efecto, la Sentencia trae a colación el alcance del deber de resguardo por
parte del juez en cuanto al debido proceso; y establece que este tiene que
traducirse en medidas efectivas, esto supone cuestionarse ¿hasta qué punto puede
quedar mermada o escudada dicha obligación desde la perspectiva del sistema
penal acusatorio?, dicho de otro modo, ¿el deber de resguardo del debido proceso,
encuentra límite en el modelo del sistema penal acusatorio?, o es que, más bien en
observancia de la estricta eficacia de los derechos humanos, verdad y justicia
material el juez o tribunal debe asumir una tutela efectiva y no limitarse a esperar
que lo hagan las partes.

6. La expansión horizontal y vertical del debido


proceso
Un sector de la doctrina y principalmente el desarrollo jurisprudencial
efectuado por los órganos de protección de los derechos humanos han reconocido
que el debido proceso ha sufrido un doble proceso de expansión: horizontal y
vertical.

La expansión horizontal implica que el Derecho Penal ha dejado de ser el


marco en el que estaba encuadrado, para convertirse en una directriz transversal
en las funciones de cualquier instancia del poder público, o incluso privado, que
pueda de alguna manera afectar derechos47.

La expansión vertical puede caracterizarse en dos ámbitos, por un lado,


supone la incorporación de nuevos elementos que han dinamizado el debido
proceso y han ampliado el elenco de derechos que lo conformaban al momento de
la redacción de los instrumentos internacionales. En esta evolución, ha incluido
mayores garantías y contenidos en su propia definición, como el tribunal
competente, independiente e imparcial, el plazo razonable y el derecho de defensa,
entre otros. El otro ámbito de esta expansión vertical se traduce en extensión a
otros titulares; es decir, este proceso de dinamización ha dotado de contenidos
más amplios a las garantías estipuladas en los instrumentos internacionales a
momento de aplicarlos a grupos de personas en condiciones de desigualdad
histórica.

Para ambos procesos de expansión ha sido preponderante el aporte del


Derecho Internacional de los Derechos Humanos. A través de los instrumentos
internacionales de protección de derechos humanos y con la interpretación que de
ellos vienen efectuando los órganos de supervisión de estos instrumentos hoy en

garanto que recae en el juzgador, (éste) debía, asumir, por sí mismo, la verificación de ese presupuesto,
ordenando una examen psiquiátrico adecuado para tal fin (…) No puede secundar la idea que de
conforme a las reglas estrictas del sistema procesal penal acusatorio el juzgador debe abstenerse de
asumir iniciativas probatorias y aguardar a que las partes soliciten actuaciones que son notoriamente
indispensables (…). La conducta pasiva del juzgador –esto es, la omisión a la que se refirió la sentencia
en el caso Dacosta-, puede generar el más grave quebranto de las normas aplicables y traer consigo una
injusticia”. Voto razonado del Juez Sergio García Ramírez. Caso Dacosta Cadogan, op. cit. pág. 15.
47
Salmón y Blanco, óp. cit., p. 84.
día se puede hablar de un debido proceso renovado48, que marca todo el sistema de
protección de derechos humanos.

Es en esta medida que es imperante que todos los operadores y operadoras


jurídicos se apropien de este desarrollo jurisprudencial, con la finalidad de otorgar
a cada uno de los sistemas nacionales la posibilidad de que el debido proceso se
consolide como una verdadera garantía para el pleno ejercicio de los derechos
humanos.

Expansión del
debido proceso

EXPANSIÓN HORIZONTAL. Engloba otras ramas del


derechos: desde el derecho penal hasta el derecho civil,
administrativo, de familia, etc.
EXPANSIÓN VERTICAL. Mayores garantías y aplicadas a
grupos de personas en condiciones de histórica desigualdad

6.1 La expansión horizontal del debido proceso

Para una mayor comprensión la caracterización de la expansión horizontal


del debido proceso la realizaremos en dos ámbitos: internacional y en el interno.

6.1.1 Expansión horizontal del debido proceso desde el ámbito


internacional

Tanto el art. 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en


adelante PIDCP, así como el art. 8 de la CADH, se refieren al debido proceso, ambos
instrumentos reconocer el derecho genérico a ser oído con las debidas garantías.

Estas normas han sido interpretadas, tanto por el Comité de Derechos


Humanos como por la Comisión y Corte Interamericana, respectivamente, como
cláusulas abiertas para la aplicación del debido proceso a procesos civiles,
laborales, etcétera. Incluso ambos órganos han establecido que las garantías
previstas en los artículos 14 del PIDCP y 8 de la CADH, que en principio fueron
desarrolladas para su aplicación en procesos penales, pueden extenderse también
a todos aquellos actos con los que se pueda afectar derechos49.
48
Ibíd.
49
Salmón y Blanco, óp. cit., pág. 85. y O’Donnell, óp. cit., pág. 360.
Siguiendo la investigación de Salmón y Blanco, el Comité de Derechos
Humanos en el Caso Morael c. Francia ha señalado:

El Comité observa, a este respecto, que el párrafo mencionado no sólo se


aplica en materia penal, sino también en los litigios relativos a derechos y
obligaciones de carácter civil. Si bien en el artículo 14 no se precisa cómo
debe entenderse el concepto de juicio “con las debidas garantías” en
materia civil (a diferencia de lo que se hace en el párrafo 3 del mismo
artículo cuando se trata de determinar el mérito de las acusaciones en
materia penal), corresponde interpretar que el concepto de juicio “con las
debidas garantías”, en el contexto del párrafo 1 del artículo14 del Pacto,
exige cierto número de condiciones, tales como el requisito de la igualdad
de las armas, el respeto del juicio contradictorio, la exclusión de la
agravación de oficio de las condenas y procedimientos judiciales ágiles. En
consecuencia, deben examinarse las circunstancias del presente caso
teniendo en cuenta esos criterios50.

Dentro del Sistema Interamericano, la Corte en la Opinión Consultiva sobre


Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos estableció que:

En materias que conciernen a la determinación de los derechos y


obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter, el
artículo 8.1 de la CADH no especifica las garantías mínimas como lo hace el
artículo 8.2 al referirse al ámbito penal, se entiende que el concepto de
debidas garantías es aplicable también a otros ámbitos y, por ello, el debido
proceso es extensible a todo tipo de procesos. La citada Opinión Consultiva
establece que serán en última instancia “las circunstancias de un
procedimiento particular, su significación, su carácter y su contexto en un
sistema legal particular, los factores que fundamenten la determinación de
si, por ejemplo, la representación legal es o no necesaria para el debido
proceso”51.
Es en el caso Tribunal Constitucional vs. Perú que realiza la directa ampliación del
ámbito material del debido proceso al establecer que las garantías del debido
proceso deben respetarse durante procesos civiles y administrativos, efectuando el
siguiente análisis del artículo 8 de la CADH:

Cuando la Convención se refiere al derecho de toda persona a ser


oída por un “juez o tribunal competente” para la “determinación de
sus derechos”, esta expresión se refiere a cualquier autoridad
pública, sea administrativa, legislativa o judicial, que a través de sus
resoluciones determine derechos y obligaciones de las personas. Por
la razón mencionada, la Corte considera que cualquier órgano del
Estado que ejerza funciones de carácter materialmente
jurisdiccional, tiene la obligación de adoptar resoluciones apegadas a

50
Comité de Derechos Humanos, Caso Morael c. Francia, 1989, párr. 9.3. Citado por O’Donnell, óp. cit.,
pág. 361.
51
Corte IDH. Excepciones al agotamiento de los recursos internos (art. 46.1, 46.2.a y 46.2.b Convención
Americana Sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC- 11/90, 10 de agosto 1990, párr. 28.
Disponible en: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/1/173/48.pdf
las garantías del debido proceso legal en los términos del artículo 8
de la Convención Americana52.

De igual forma y con referencia al artículo 8.2 de la CADH en el referido Caso del
Tribunal Constitucional vs. Perú, la Corte señaló:

A pesar de que el citado artículo no especifica garantías mínimas en


materias que conciernen a la determinación de los derechos y obligaciones
de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter, el elenco de
garantías mínimas establecido en el numeral 2 del mismo precepto se
aplica también a esos órdenes y, por ende, en ese tipo de materias el
individuo tiene también el derecho, en general, al debido proceso que se
aplica en materia penal53.

Este entendimiento jurisprudencial quedó asentado en la sentencia del Caso


Baena Ricardo vs. Panamá, en el que la Corte determinó que el individuo tiene el
derecho al debido proceso entendido en los términos del artículo 8.1 y 8.2, tanto en
materia penal como en todos estos otros órdenes54.

En ese sentido, la Corte IDH ha sostenido, con relación a la expansión


horizontal del debido proceso, que "las características de imparcialidad e
independencia (...) deben regir a todo órgano encargado de determinar
derechos y obligaciones de las personas. (...D)ichas características no solo
deben corresponder a los órganos estrictamente jurisdiccionales, sino que
las disposiciones del articulo 8.1 de la Convención se aplican también a las
decisiones de órganos administrativos"55.

6.1.2 La expansión horizontal del debido proceso en el ámbito interno

El Tribunal Constitucional boliviano a momento de interpretar la


Constitución abrogada, en la SC 1234/2000-R, del 21 de diciembre, estableció que:

Conforme lo ha definido este Tribunal en su jurisprudencia, la garantía del


debido proceso que consagran el artículo 16 de la Constitución Política del
Estado y el artículo 8 del Pacto de San José de Costa Rica, es aplicable no
sólo al ámbito judicial, sino también al administrativo cuando se tenga que
someter a una persona a un procedimiento en el que deberá determinarse
una responsabilidad.

En el mismo sentido, la SC 0685/2002, del 11 de junio, señaló que todo


proceso de la naturaleza que fuere deberá ser sustanciado con absoluto resguardo
52
Corte IDH, Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú, sentencia del 31 de enero de 2001 (Fondo,
Reparaciones y Costas), párr. 71.
53
Corte IDH, Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú, óp. cit., párr. 70; y Excepciones al Agotamiento de
los Recursos Internos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2.b, Convención Americana sobre Derechos Humanos).
Opinión Consultiva OC-11/90 del 10 de agosto de 1990. Serie A No. 11, párr. 28.
54
Corte IDH, Caso Baena Ricardo y otros vs. Panamá, sentencia del 2 de febrero de 2001 (Fondo,
Reparaciones y Costas), párr. 125. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/Seriec_72_esp.pdf
55
Corte IDH, Caso Velez Loor vs. Panamá. Sentencia de 23 de noviembre de 2010 Serie C No. 218, parr.
108. Disponible en: http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_218_esp2.pdf .
y respeto de los derechos y garantías del procesado. Este entendimiento fue
reiterado por el Tribunal Constitucional Plurinacional en las SCP 100/2014, del 10
de enero, y 0521/2014, de marzo, entre otras.

La SCP 1399/2012, de 19 de septiembre, evidencia un ejemplo de aplicación


del debido proceso en espacios que trascienden el ámbito jurisdiccional y
administrativo; resaltando la aplicación del debido proceso en Cooperativas, a
pesar de su autonomía e independencia56.

6.2 La expansión vertical del debido proceso

Como acertadamente señala Sergio García Ramírez, el debido proceso tiene


una progresión histórica que se manifiesta en dos dimensiones: la primera, con
respecto a la profundización de su propio contenido a través de la incorporación
de nuevos elementos que han dinamizado el debido proceso y han ampliado el
elenco de derechos que lo conformaban al momento de la redacción de los
instrumentos internacionales de protección de derechos humanos; y la segunda
dimensión referida a que este proceso de dinamización ha dotado de contenidos
más amplios a las garantías estipuladas en dichos instrumentos internacionales a
momento de aplicarlos a grupos de personas en condiciones de desigualdad
histórica57.

Este entendimiento ha cobrado singular importancia a partir de la Opinión


Consultiva 16/99, emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a
solicitud de los Estados Unidos Mexicanos, en la que se señala:

El corpus juris del Derecho Internacional de los Derechos Humanos está


formado por un conjunto de instrumentos internacionales de contenido y
efectos jurídicos variados (tratados, convenios, resoluciones y
declaraciones). Su evolución dinámica ha ejercido un impacto positivo en el
Derecho Internacional, en el sentido de afirmar y desarrollar la aptitud de
este último para regular las relaciones entre los Estados y los seres
humanos bajo sus respectivas jurisdicciones. Por lo tanto, esta Corte debe
adoptar un criterio adecuado para considerar la cuestión sujeta a examen
en el marco de la evolución de los derechos fundamentales de la persona
humana en el derecho internacional contemporáneo58.

Finalmente, de la opinión consultiva en análisis es posible extraer dos


posiciones claramente identificables: la primera, referente a que en opinión de la
Corte, para que exista un “debido proceso legal” es preciso que un justiciable pueda
hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma efectiva y en
condiciones de igualdad procesal con otros justiciables. Al efecto, es útil recordar
que el proceso es un medio para asegurar, en la mayor medida posible, la solución
justa de una controversia. A ese fin atiende el conjunto de actos de diversas
características generalmente reunidos bajo el concepto de debido proceso legal.
56
Sobre la expansión horizontal temporal del debido proceso puede consultarse. Sauma Zankys G. El
debido proceso. Unidad Didáctica V. Escuela de Jueces del Estado Boliviano, p. 59-65.
57
García, Sergio. Panorama del debido proceso (adjetivo) penal en la jurisprudencia de la Corte
Interamericana. Disponible en:
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/2006.2/pr/pr23.pdf pág. 1133.
58
Ibíd., párr. 115.
El desarrollo histórico del debido proceso, consecuente con la protección
del individuo y la realización de la justicia, ha traído consigo la incorporación de
nuevos derechos procesales. Son ejemplo de este carácter evolutivo del proceso los
derechos a no auto incriminarse y a declarar en presencia de abogado, que hoy día
figuran en la legislación y en la jurisprudencia de los sistemas jurídicos más
avanzados. Es así como, en forma progresiva, se ha establecido el aparato de las
garantías judiciales que recoge el artículo 14 del PIDCP, al que pueden y deben
agregarse, bajo el mismo concepto, otras garantías aportadas por diversos
instrumentos del Derecho Internacional59.

Por otro lado, para alcanzar sus objetivos, el proceso debe reconocer y
resolver los factores de desigualdad real de quienes son llevados ante la justicia. Es
así como se atiende el principio de igualdad ante la ley y los tribunales, y a la
correlativa prohibición de discriminación. La presencia de condiciones de
desigualdad real obliga a adoptar medidas de compensación que contribuyan a
reducir o eliminar los obstáculos y deficiencias que impidan o reduzcan la defensa
eficaz de los propios intereses. Si no existieran esos medios de compensación,
ampliamente reconocidos en diversas vertientes del procedimiento, difícilmente se
podría decir que quienes se encuentran en condiciones de desventaja disfrutan de
un verdadero acceso a la justicia y se benefician de un debido proceso legal en
condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas desventajas60.

De esta manera, la Corte ha entendido que el desarrollo progresivo y


dinámico de los derechos humanos ha incorporado a la noción de debido proceso
nuevas garantías que han surgido precisamente de los casos individuales puestos
en conocimiento de la Corte, y que refuerzan el contenido del debido proceso.
Serán abordadas de manera individualizada cuando se desarrollen elementos del
debido proceso; sin embargo, debe precisarse que otro aspecto que ha contribuido
también a esta expansión vertical del debido proceso viene marcada por la
diferente protección que debe brindar el mismo a aquellas personas que se
encuentran en una situación de desigualdad. Aunque la citada Opinión Consultiva
No. 16 se refiere concretamente a los derechos de los migrantes, es posible aplicar
este entendimiento a los derechos procesales de los niños, mujeres víctimas de
violencia y pueblos indígenas, entre otros. Es más, tanto el Comité de Derechos
Humanos como la propia Corte Interamericana tienen un desarrollo
jurisprudencial profuso sobre estos temas.

¿Qué elementos deben 1. La incorporación de nuevas


considerarse en la garantías al ámbito de protección
expansión vertical del del debido proceso, así como la
debido proceso? ampliación de las ya existentes.
2. Entender que el que
debido proceso es flexible con respecto a los titulares que
invocan su vulneración.

59
Salmón y Blanco, óp. cit., págs. 104-105.
60
Ibíd., pág. 105.
En ambos casos no es posible hablar de
un catálogo rígido ni cerrado de
derechos

Se vincula a: Mujeres
menores víctimas de
violencia

Pueblos
migrantes
indígenas

6.2.1 Derechos procesales de las personas menores de edad

Tanto el artículo 24 del PIDCP, como el artículo 19 de la CADH reconocen no


solamente el derecho genérico del niño a una especial protección, sino también el
derecho a un trato especial cuando este es detenido o acusado de una infracción de
carácter penal. Así, el artículo: 10.2.b) del PIDCP reconoce el derecho de la o el
menor acusado a “ser llevado ante los tribunales de justicia con la mayor celeridad
posible para su enjuiciamiento”, y requiere que en el procedimiento aplicable a los
menores de edad a efectos penales se tendrá en cuenta esta circunstancia y la
importancia de estimular su readaptación social; en el mismo sentido el artículo
5.5 de la CADH reconoce el derecho de la o el niño a ser llevado ante tribunales
especializados.

Por su parte, el artículo 1 de la Convención sobre los Derechos del Niño


(CDN) establece que “se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho
años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado
antes la mayoría de edad”. También el artículo 40 de la Convención sobre los
Derechos del Niño establece un catálogo de los derechos de los adolescentes
acusados de infracciones, similar al artículo 14.3 del PIDCP y del artículo 8.2 de la
CADH.

De igual forma, es un principio fundamental del Derecho Internacional de


los Derechos de la niñez que los niños pequeños no tienen responsabilidad legal
por hechos delictivos tal cual se colige del artículo 40.3.A de la CDN; la regla 4 de
las Reglas de Beijing; las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las Medidas
No Privativas de la Libertad (“Reglas de Tokio”), especialmente la regla 17; y las
Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil
(Directrices de Riad)61. Para O’Donnell, el hecho de que no haya consenso sobre la
61
O’Donnell, óp. cit., pág. 456.
edad mínima que justifica la imposición de una responsabilidad legal atenuada, no
puede obviar que existe un amplio entendimiento sobre el hecho de que dicha
responsabilidad no debe imponerse a niños que todavía no han alcanzado la
adolescencia62.

En este sentido, si bien hasta la fecha no existe jurisprudencia universal que


reconozca el derecho a un trato especial en materia penal, por delitos cometidos
por personas menores de 18 años63, el Sistema Interamericano ha desarrollado
este aspecto de manera pormenorizada. Así, en el Caso de los “Niños de la Calle”
(Villagrán Morales y otros) vs. Guatemala, que aborda la desaparición, tortura y
ejecución extrajudicial de un grupo de jóvenes, la Corte desarrolla las garantías
procesales de los adolescentes frente a la justicia de la siguiente manera:

Al respecto, la Corte considera pertinente destacar que, si los Estados


tienen elementos para creer que los “niños de la calle” están afectados por
factores que pueden inducirlos a cometer actos ilícitos, o disponen de
elementos para concluir que los han cometido, en casos concretos, deben
extremar las medidas de prevención del delito y de la reincidencia. Cuando
el aparato estatal tenga que intervenir ante infracciones cometidas por
menores de edad, debe hacer los mayores esfuerzos para garantizar la
rehabilitación de los mismos, en orden a “permitirles que desempeñen un
papel constructivo y productivo en la sociedad64.

De igual forma, la Corte Interamericana, en el Caso Instituto de Reeducación


del Menor vs. Paraguay estableció que la inexistencia de juzgados especializados en
materia de menores de edad vulneraba las garantías establecidas en el artículo 8
de la CADH debido a que los procesos administrativos y judiciales deben garantizar
los derechos específicos de los niños, tal como establece el artículo 19 de la CADH,
en el entendido de que los derechos procesales tienen aplicación general, pero
revisten condiciones especiales en el caso de las y los adolescentes en conflicto con
la ley.

La Corte Interamericana estableció en el citado caso que, a la luz de las


normas internacionales pertinentes en la materia, la jurisdicción especial para
niños y niñas y todos sus procedimientos deben contar con los siguientes
elementos:

1) en primer lugar, la posibilidad de adoptar medidas para tratar a esos


niños sin recurrir a procedimientos judiciales; 2) en el caso de que un
proceso judicial sea necesario, este Tribunal dispondrá de diversas
medidas, tales como asesoramiento psicológico para el niño durante el
procedimiento, control respecto de la manera de tomar el testimonio del
niño y regulación de la publicidad del proceso; 3) dispondrá también de un
margen suficiente para el ejercicio de facultades discrecionales en las
diferentes etapas de los juicios y en las distintas fases de la administración
62
Ibíd., pág. 457. Este aspecto se halla ampliamente desarrollado en: OACNUDH. Los derechos humanos
en la administración de justicia: Un manual para jueces, fiscales y abogados. Londres: International Bar
Association, 2010, pág. 449-451.
63
O’Donnell, óp. cit., pág. 457.
64
Corte IDH, Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs. Guatemala, óp. cit., párrs.
196-197.
de justicia de niños; y 4) los que ejerzan dichas facultades deberán estar
especialmente preparados y capacitados en los derechos humanos del niño
y la psicología infantil para evitar cualquier abuso de la discrecionalidad y
para asegurar que las medidas ordenadas en cada caso sean idóneas y
proporcionales65.

Este entendimiento jurisprudencial fue confirmado por la Corte


Interamericana en la Opinión Consultiva OC-No. 17/2002, solicitada por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos y denominada Condición Jurídica
y Derechos Humanos del Niño. En esta la Corte expresamente señala que es
evidente que las condiciones en las que participa un niño o niña en un proceso no
son las mismas en que lo hace un adulto. Si se sostuviera otra cosa se desconocería
la realidad y se omitiría la adopción de medidas especiales para la protección de
los niños, con grave perjuicio para ellos. Por lo tanto, es indispensable reconocer y
respetar las diferencias de trato que corresponden a diferencias de situación, entre
quienes participan en un procedimiento66.

6.2.2 Mujeres y debido proceso

Con referencia al debido proceso y el acceso a éste por parte de las mujeres,
el Comité ha establecido que los Estados Parte deben presentar información que
permita al Comité determinar si la mujer disfruta en condiciones de igualdad con el
hombre del derecho a recurrir a los tribunales y a un proceso justo, previstos en el
artículo 14 del PIDCP.

El Comité, en la Observación General en análisis, enfatiza la obligación de


los Estados Parte de eliminar todas las disposiciones legislativas que impidan a la
mujer el acceso directo y autónomo a los tribunales. Los Estados deben también
explicar si la mujer puede rendir prueba testimonial en las mismas condiciones
que el hombre y si se han adoptado medidas para que la mujer tenga igual acceso a
la asistencia letrada, particularmente en cuestiones de familia, o si en las
disposiciones legales internas de los Estados Partes existen normas que nieguen la
presunción de inocencia establecida en el artículo 14.2 del PIDCP a algunas
“categorías de mujeres”67.

Finalmente, el Comité incide en las garantías que deben acompañar a las


mujeres privadas de libertad: deben estar separadas de los hombres, deben ser
vigiladas únicamente por guardias de sexo femenino, las mujeres acusadas jóvenes
deben estar separadas de las adultas y a las mujeres privadas de libertad
embarazadas se les debe brindar trato humano y digno.

65
Corte IDH, Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay, óp. cit., párr. 211.
66
Corte IDH, Opinión Consultiva solicitada por la Comisión Interamericana de Derechos humanos,
Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño OC-Nº 17/2002, del 28 de agosto de 2002. Disponible
en: http://www.derechoshumanos.unlp.edu.ar/assets/files/documentos/condicion-juridica-y-derechos-
humanos-del-nino-opinion-consultiva-n-1702.pdf

67
Ibíd., párr. 18.
Dentro del Sistema Interamericano, la Comisión en su informe sobre Acceso
a la justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas, ha señalado que
durante el proceso penal deben adoptarse medidas de protección para proteger la
seguridad, la privacidad y la intimidad de las mujeres víctimas de violencia.
También habla del deber de los Estados parte de proporcionarles información
sobre sus derechos y la forma de ejercerlos en todas las fases del proceso penal68.
Es importante también señalar que a partir de la aprobación y entrada en vigor del
Estatuto de la Corte Penal Internacional, la nómina de delitos reconocidos por el
derecho internacional aumentó de manera significativa, entre ellos, las formas
graves de violencia sexual. Para la Comisión Interamericana, la violación sexual
contra una mujer es un método de tortura, pues tiene por objeto, en muchos casos,
no sólo humillar a la víctima, sino también a su familia o comunidad.
Concretamente, la Comisión ha señalado:

La violación produce un sufrimiento físico y mental en la víctima. Además


de la violencia sufrida al momento que se perpetra, las víctimas
habitualmente resultan lesionadas o, en algunos casos, aún quedan
embarazadas.
El hecho de ser objeto de un abuso de esta naturaleza les ocasiona
asimismo un trauma psicológico que resulta, por un lado, del hecho de ser
humilladas y victimizadas y por el otro, de sufrir la condena de los
miembros de su comunidad, si denuncian los vejámenes de los que fueron
objeto69.

La Corte Interamericana ha establecido que la violación sexual es un tipo


particular de agresión que, en general, se caracteriza por producirse en ausencia
de otras personas, más allá de la víctima y el agresor o los agresores. Dada la
naturaleza de esta forma de violencia, no se puede esperar que dentro de un
proceso de este tipo se presenten pruebas gráficas o documentales y, por ello, la
declaración de la víctima constituye una prueba fundamental sobre el hecho70.

Finalmente nos referiremos a uno de los casos más emblemáticos sobre


discriminación y violencia contra las mujeres que se relaciona de manera directa
con el debido proceso y acceso a la justicia, de entre todos los que hasta hoy
analizó la Corte Interamericana: Campo Algodonero vs. México. Este Caso fue
materia de pronunciamiento de diversos órganos de protección de derechos
humanos. La Comisión Interamericana señaló que la violencia contra las mujeres
en Ciudad Juárez “tiene sus raíces en conceptos referentes a la inferioridad y
subordinación de las mujeres”71. El Comité para la Eliminación de la

68
CIDH. Informe sobre el acceso a la justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas,
Informe de 20 de enero de 2007, párr. 54. Disponible en: http://
www.cidh.org/women/acceso07/indiceacceso.htm

69
CIDH, Caso Raquel Martin de Mejía-Perú, Informe del 1 de marzo de 1996. Se recomiendo leer de la
CIDH: Caso Diana Ortiz-Guatemala, Informe del 16 de octubre de 1996. En éste, la CIDH también
manifiesta que los abusos sexuales constituyen una forma de tortura. Disponible en:
http://www.cidh.org/PRIVADAS/Guatemala.10526sp.htm
70
Corte IDH. Caso Fernández Ortega y otros vs. México, óp. cit., párr. 100; y Caso Rosendo Cantú y otra
vs. México, óp. cit., párr. 89. Citado por Salmón y Blanco, óp. cit., pág. 93.
71
CIDH, Informe sobre la situación de los derechos de la mujer en Ciudad Juárez, México: El derecho a no
ser objeto de violencia y discriminación, Informe del 7 de marzo de 2003. Disponible en:
Discriminación contra la Mujer, en su Informe relativo al caso, resaltó el hecho de
que la violencia de género, incluidos los asesinatos, secuestros, desapariciones y
las situaciones de violencia doméstica e intrafamiliar, no eran casos aislados,
esporádicos o episódicos de violencia, sino de una situación estructural y de un
fenómeno social y cultural enraizado en las costumbres y mentalidades”, y que
estas situaciones de violencia están fundadas “en una cultura de violencia y
discriminación basada en el género”72. En el mismo sentido se pronunció la
Relatora sobre la Violencia contra la Mujer, de la Organización de Naciones Unidas,
que en el informe sobre el citado caso señaló que la violencia contra la mujer en
México sólo puede entenderse en el contexto de “una desigualdad de género
arraigada en la sociedad”73.

La Corte Interamericana en este caso realizó un interpretación extensa de la


Convención de Bélem do Pará y de la propia Convención Americana, y concluyó
que la violencia que padecen las mujeres de Ciudad Juárez se sustenta en la
“discriminación estructural” que contra ellas existe en México. Así, el Estado
mexicano, como parte de la Convención de Bélem do Pará y de la Convención
Americana está obligado a combatir dicha discriminación. La Corte señaló:

i) se deberá remover todos los obstáculos de jure o de facto que impidan la


debida investigación de los hechos y el desarrollo de los respectivos
procesos judiciales, y usar todos los medios disponibles para hacer que las
investigaciones y procesos judiciales sean expeditos a fin de evitar la
repetición de hechos iguales o análogos a los del presente caso;
ii) la investigación deberá incluir una perspectiva de género; emprender
líneas de investigación específicas respecto a violencia sexual, para lo cual
se deben involucrar las líneas de investigación sobre los patrones
respectivos en la zona; realizarse conforme a protocolos y manuales que
cumplan con los lineamientos de esta Sentencia; proveer regularmente de
información a los familiares de las víctimas sobre los avances en la
investigación y darles pleno acceso a los expedientes, y realizarse por
funcionarios altamente capacitados en casos similares y en atención a
víctimas de discriminación y violencia por razón de género;
iii) deberá asegurarse que los distintos órganos que participen en el
procedimiento de investigación y los procesos judiciales cuenten con los
recursos humanos y materiales necesarios para desempeñar las tareas de
manera adecuada, independiente e imparcial, y que las personas que
participen en la investigación cuenten con las debidas garantías de
seguridad, y

http://www.cidh.org/annualrep/2002sp/cap.vi.juarez.htm
72
Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, Informe de México producido por el
Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer bajo el Artículo 8 del Protocolo
Facultativo de la Convención, 32° período de sesiones, 2005, párr. 159. Disponible en:
http://www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/cedaw32/CEDAW-C-2005-OP.8-MEXICO-S.pdf
73
Relatoría sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Informe integración de los
derechos humanos de la mujer y la perspectiva de género: la violencia contra la mujer, Misión México,
62o. Periodo de Sesiones, 2006, párr. 7. ( Disponible en:
http://www.pnud.org.co/img_upload/36353463616361636163616361636163/
Relatora_Especial_Violencia_contra_la_Mujer._Informe_2003.pdf )
iv) los resultados de los procesos deberán ser públicamente
divulgados para que la sociedad mexicana conozca los hechos
objeto del presente caso74.

6.2.3 Pueblos indígenas y debido proceso

Los pueblos indígenas han tenido y aún tienen dificultades para acceder al
derecho al debido proceso. Esto se debe, principalmente, a dos razones. La
primera: la consolidación normativa de los derechos colectivos en la normativa
internacional y en el ámbito interno de diversos países, en muchos casos, no ha
sido acompañada por la interpretación colectiva de estos derechos. La segunda: la
diferente lectura que del debido proceso debe efectuarse a momento de analizar la
justicia indígena en los casos de garantizar este derecho de manera individual a los
miembros de los pueblos indígenas.

Dentro del Sistema Universal debe mencionarse el artículo 1 de la


Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
que establece: “Los indígenas tienen derecho como pueblos o como personas
al disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades
fundamentales reconocidos por la Carta de las Naciones Unidas la
Declaración Universal de Derechos Humanos y la normativa internacional de
los derechos humanos”. Conforme con ello, los derechos tienen una dimensión
colectiva y una dimensión individual. Este criterio, por tanto, también debe ser
aplicado al debido proceso.

Si bien aún no existen pronunciamientos específicos sobre este tema de


parte de los órganos de protección del sistema universal, es importante señalar
que el Comité de Derechos Humanos, en la Observación General No. 23 interpretó
el artículo 27 del PIDCP estableciendo que el Pacto hace una diferenciación entre el
derecho a la libre determinación, como derecho perteneciente a los pueblos
indígenas como colectivos, y los derechos personales reconocidos en todo el Pacto,
como derechos aplicables también a los miembros de estos pueblos. Este
reconocimiento es muy importante cuando hablamos del debido proceso ya que se
entiende que los pueblos indígenas pueden gozar de él en dos dimensiones: la
primera, en el marco del derecho a la libre determinación que permite una
interpretación colectiva del debido proceso, y la segunda, como una garantía en el
ejercicio de sus derechos personales75.

En el Sistema Interamericano, la Comisión y la Corte se han ocupado en


muchas ocasiones del respeto de los derechos colectivos de los pueblos indígenas,
así como al resguardo del derecho al debido proceso de los miembros de estos
pueblos. La Corte ha establecido que “es indispensable que los Estados otorguen
una protección efectiva que tome en cuenta sus particularidades, sus
características económicas y sociales, así como su situación de especial

74
Corte IDH, Caso González y otras (“Campo Algodonero”) vs. México, sentencia del 16 de noviembre de
2009 (Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas), párr. 455. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf
75
Comité de Derechos Humanos, Comentarios generales adoptados por el Comité de los Derechos
Humanos, Artículo 27 - Derecho de las minorías, Observación General No. 23, 50o. período de sesiones,
1994. Disponible en: http://www1.umn.edu/humanrts/hrcommittee/Sgencom23.html
vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y costumbres”. Enfatizó
que estas obligaciones no se agotan con previsiones normativas76.

La Corte ha vinculado el debido proceso con otros derechos de los pueblos


indígenas, como el derecho a la propiedad. Estableció que este derecho, en el caso
de los pueblos indígenas, tiene una dimensión colectiva.

La Corte sostuvo que para garantizar el derecho a la propiedad comunal de


los integrantes de los pueblos indígenas, los Estados deben establecer “un
recurso efectivo con las garantías de debido proceso (...) que les permita
reivindicar sus tierras tradicionales”77.

La dimensión colectiva de los derechos fue definitivamente adoptada por la Corte


en el Caso Sarayaku vs. Ecuador, en el que concluyó:

231. La normativa internacional relativa a pueblos y comunidades


indígenas o tribales reconoce derechos a los pueblos como sujetos
colectivos del Derecho Internacional y no únicamente a sus miembros.
Puesto que los pueblos y comunidades indígenas o tribales, cohesionados
por sus particulares formas de vida e identidad, ejercen algunos derechos
reconocidos por la Convención desde una dimensión colectiva, la Corte
señala que las consideraciones de derecho expresadas o vertidas en la
presente Sentencia deben entenderse desde dicha perspectiva colectiva78.

Sobre las garantías procesales establecidas en la Convención Americana, la


Comisión y la Corte Interamericana han señalado que no solamente son aplicables
a todos los procesos en los que se encuentren involucrados miembros de los
pueblos indígenas, sino que en estos casos la obligación del Estado es más amplía,
ya que debe velar porque todos los procedimientos judiciales y administrativos
tomen en cuenta factores como el derecho al intérprete, traductor, a que se designe
un perito en temas indígenas, etcétera.

Por otro lado, es importante lo señalado por la Corte en el Caso Yatama vs.
Nicaragua, sobre la exclusión en los comicios municipales, realizados el 5 de
noviembre de 2000, de candidatos del pueblo indígena Yapti Tasba Masraka
NanihTakanka (Yatama), debido a una resolución emitida por el Consejo Supremo
Electoral y a la declaración de improcedencia del amparo presentado por los
Yatamas ante la Corte Suprema de Nicaragua.
En este caso la Corte estableció que la inexistencia de un recurso efectivo y
además sencillo y rápido para que los Yatamas pudiesen impugnar la Resolución
del Consejo Supremo Electoral se constituye en una transgresión de la Convención,
sin importar que el ordenamiento constitucional nicaragüense no prevea recursos
76
Corte IDH, Caso Comunidad Indígena Yakye Axa vs. Paraguay, sentencia del 17 de junio de 2005
(Fondo, Reparaciones y Costas), párr. 63. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_125_esp.pdf
77
Corte IDH, Caso del Pueblo Saramaka vs. Surinam, sentencia del 28 de noviembre de 2007
(Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas), párr. 178. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_172_esp.pdf
78
Corte IDH, Caso Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku vs. Ecuador, sentencia del 27 de junio de 2012
(Fondo y Reparaciones), párr. 231. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_245_esp.pdf
contra este tipo de Resoluciones. La Corte concluyó que no se pueden vulnerar
derechos humanos en nombre de la independencia de poderes. En este sentido,
estableció que Nicaragua debía adecuar su ordenamiento interno a lo previsto en
la Convención79.

En el Caso del Pueblo Saramaka vs. Surinam, la Corte relacionó los artículos
8.1 y 25 de la CADH ya que consideró que si bien en el ordenamiento jurídico de
Surinam existía un recurso judicial específico para reclamar las vulneraciones
alegadas por el Pueblo Saramaka, era inadecuado para reparar las violaciones del
derecho de propiedad comunal de los miembros de ese pueblo. Por dos razones:
porque no se encontraba disponible para dicho pueblo, como entidad colectiva; y
porque el derecho a la propiedad comunal de los miembros de la comunidad no
está reconocido por el Estado. Por lo tanto, un recurso judicial que exige que se
demuestre la violación de un derecho reconocido por el Estado no sería un recurso
adecuado para este tipo de reclamos80.

Dimensión colectiva: la
¿Qué implica el reconocimiento de la titularidad recae en las
doble dimensión de los derechos naciones o pueblos indígena
colectivos de los pueblos indígenas? originario campesinos como
colectivo.
Dimensión individual: los
titulares de los derechos
humanos son los miembros de los pueblos indígenas, como cualquier otra
persona.

“Los derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos al


mismo tiempo son derechos humanos en su dimensión colectiva y, por ende, en el
marco de la igualdad jerárquica de derechos contenida en el artículo 13.III de la
CPE, gozan de los mismos principios y pautas de interpretación que han sido
anotados precedentemente, los cuales deben ser utilizados por las autoridades y
jueces de las diferentes jurisdicciones a momento de aplicar el derecho; derechos
que, además, deben ser interpretados pluralmente, es decir, de acuerdo a los
criterios que emanan de la propia comunidad.” (SCP 487/2014, del 25 de febrero).

79
Corte IDH, Caso Yatama Vs. Nicaragua, sentencia del 23 de Junio de 2005 (Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas) párr. 185. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_127_esp.pdf
80
Corte IDH, Caso del Pueblo Saramaka vs. Surinam, óp. cit., 179.
Tema 2
Elementos del debido
proceso contenidos en el
art. 8.1 de la Convención
Americana
1. Las garantías del debido proceso contenidas en el
art. 8.1 de la Convención Americana
Como ya se ha señalado el párrafo 1 del art. 8 de la CADH se refiere a las
garantías judiciales generales exigibles en el marco de un proceso; es decir, el
derecho de toda persona a ser oída por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, dentro de un plazo razonable y con las debidas
garantías.

De acuerdo con la Corte el art. 8.1 debe interpretarse de manera amplia; es


así que ha establecido que las garantías generales del artículo 8 deben estar
presentes en la determinación de los derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro carácter, es así que en la Opinión Consultiva OC-
11/90 precisó que en el resto de materias “el individuo tiene derecho también al
debido proceso que se aplica en materia penal”81.

En este sentido, determinó que:

Cuando la Convención se refiere al derecho de toda persona a ser oída por un


juez o tribunal competente para la determinación de sus derechos, esta
expresión se refiere a cualquier autoridad pública, sea administrativa –
colegiada o unipersonal-, legislativa o judicial, que a través de sus
resoluciones determine derechos y obligaciones de las persona es decir, que
el artículo 8.1 de la Convención no se aplica solamente a jueces y tribunales
judiciales, sino también a los que pese a no serlo formalmente, actúen como
tal82.

Del contenido del art. 8.1 de la CADH, se extraen expresamente tres


derechos fundamentales: derecho a ser oído por un juez o tribunal, a ser juzgado
por un tribunal competente, independiente e imparcial, a ser juzgado dentro de un
plazo razonable con las debidas garantías. Ahora bien, la Corte al realizar una
lectura del art. 8 de la CADH ha ampliado el contenido del art. 8.1 a partir de lo que
debe entenderse “ser juzgado con las debidas garantías”, a partir del cual ha
establecido que el deber de motivación si bien no se encuentra expresamente
dentro de sus disposiciones ha establecido que el deber de motivar las
resoluciones es una de las “debidas garantías” vinculada con la correcta
administración de justicia para salvaguardar el derecho a un debido proceso, vale
decir que a través de su jurisprudencia ha ampliado el contenido del art. 8.1 de la
Convención y ha incorporado el deber de motivación de las resoluciones.

81
Corte IDH. Excepciones al agotamiento de los recursos internos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2b, Convención
Americana sobre Derecho Humanos). Opinión Consultiva OC-11/90 de 10 de agosto de 1990, párr. 28.
En el mismo sentido se tiene Corte IDH. Caso Tribunal Constitucional vs. Perú. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia del 31 de enero de 2001, párr. El caso se refiere a la responsabilidad internacional del
Estado del Perú por la destitución, a través de un juicio político por el Congreso, de tres magistrados del
Tribunal Constitucional sin asegurarles el debido proceso.
82
Corte IDH Caso Barbani Duarte y otros vs. Uruguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 13 de
octubre de 2011, párr. 118. Corte IDH. Caso Claude Reyes y otros vs. Chile, op. cit. párr. 118 y
Corresponde entonces referirnos a los derechos incorporados en esta disposición,
cuyo contenido pasamos a desarrollar.

art. 8.1 CADH

Derecho a un
Derecho a ser Derecho a ser Derecho a una
juez competente,
oído por un juez juzgado en un resolución
independiente e
o tribunal plazo razonable motivada
imparcial

2. El derecho a ser oído por un juez o tribunal


La Corte ha desarrollado el contenido de este derecho y ha sido definido
como aquel derecho que exige que toda persona pueda tener acceso al tribunal u
órgano estatal encargado de determinar sus derechos y obligaciones83.

En el caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela, la Corte precisó que es


sustancial determinar si en el proceso en el cual se afirma haber vulnerado el
derecho a ser oído, se deliberará algún derecho u obligación de las presuntas
víctimas involucradas.84

De otro lado, definiendo los alcances de este derecho, la Corte ha manifestado que:

El derecho a ser oído no sólo exige que la víctima sea oída por un juez o
tribunal, sino que pueda participar ampliamente del proceso.85
83
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros (Corte Primera de lo Contencioso administrativo) vs. Venezuela.
Sentencia de 5 de agosto de 2008, párr. 72. También puede verse Caso Cabrera García y Montiel Flores
vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre de 2010,
párr. 140.
84
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros, op.cit. párr. 73. La Corte en este caso, analizó la participación de
los magistrados de la Corte Primera en el proceso de avocamiento y señaló que en este proceso no se
determinó derecho u obligación alguna para estos, por tanto, debido a que “la determinación de la
corrección o incorrección jurídica del fallo recurrido no afecto derecho alguno de los jueces, éstos no
fueron transformados per se en partes de la controversia ante la Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia y por ello no se violó el derecho de las víctimas a ser oídas en dicho proceso.
85
Cfr. Corte IDH. Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del
31 de enero de 2001, párr. 81. El caso se refiere a la responsabilidad internacional del Estado del Perú
por la destitución, a través de un juicio político por el Congreso, de tres magistrados del Tribunal
Constitucional sin asegurarles el debido proceso. La Corte, resolviendo el caso señaló que: “(…) b) luego
de las declaraciones rendidas (…) ante la Comisión de Investigación, los tres magistrados, supuestas
víctimas en este caso, no fueron citados nuevamente ante esta Comisión, con lo cual cuando ésta rindió
su informe dio por cierto lo afirmado por los dos magistrados mencionados, sin brindar la oportunidad a
las supuestas víctimas para que ejercieran su derecho a presentar pruebas de descargo (…)”. Párr. 80.
Asimismo, en el Caso Baena Ricardo y otros vs. Panamá, la Corte señaló que si bien los trabajadores
accedieron a la Sala Tercera y fueron oídos por este Tribunal, quedó evidenciado que esto no era
En esta línea ha establecido un procedimiento justo supone que el órgano
encargado de administrar justicia efectúe un examen apropiado de las alegaciones,
argumentos y pruebas aducidas por las partes, sin perjuicio de sus valoraciones
acerca de si son relevantes para su decisión86.

De acuerdo con la Corte, el derecho a ser oído comprende dos ámbitos: el


formal y el material, ámbitos que fueron definidos en el caso Barbani Duarte y
otros vs. Uruguay, señalando lo siguiente:

El ámbito formal o procesal del derecho implica “asegurar el acceso al


órgano competente para que determine el derecho que se reclama en
apego a las debidas garantías procesales (tales como la presentación
de alegatos y la aportación de prueba)”.

Por su parte, el ámbito material del derecho, supone “que el Estado


garantice que la decisión que se produzca a través del procedimiento
satisfaga el fin para el cual fue concebido”. Para la Corte, esto último no
significa que siempre deba ser acogido, sino que se debe garantizar su
capacidad para producir el resultado para el que fue concebido”.87

De otro lado, existe una conexión directa del derecho a ser oído por un juez
o tribunal con la obligación estatal de investigar toda violación de los derechos
reconocidos en la Convención; en este contexto la Corte en el caso “Niños de la
Calle” vs. Guatemala ha reiterado que del artículo 8 de la Convención se desprende
que:

“las víctimas de las violaciones de los derechos humanos, o sus familiares,


deben contar con amplias posibilidades de ser oídos y actuar en los

suficiente para garantizar una participación amplia en el proceso.


86
Corte IDH. Caso Barbani Duarte y otros vs. Uruguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 13 de
octubre de 2011, párr. 121. Los hechos del presente caso se desarrollan en un contexto de extrema
dolarización del sector bancario uruguayo. El 21 de diciembre de 2002 el Poder Legislativo de Uruguay
aprobó la Ley No. 17.613 titulada “Fortalecimiento del Sistema Financiero”, con la cual se buscaba
atender diversas situaciones surgidas como consecuencia de la crisis bancaria. El 31 de diciembre de
2002 el Banco Central dispuso la disolución y liquidación del Banco de Montevideo. Asimismo, se
transfirieron los fondos del Banco de Montevideo al Trade and Commerce Bank en las Islas Caimán sin
haber consultado a un grupo de ahorristas. Debido a esta situación, solicitaron ante la Comisión Asesora
creada en virtud de la Ley No. 17.613 una audiencia. De igual forma trataron de interponer un recurso
administrativo y judicial. Sin embargo, no tuvieron mayor éxito.
87
Corte IDH. Caso Barbani Duarte y otros vs. Uruguay, op.cit. párr. 122. La Corte definió en el caso, que
“(…) que para garantizar que efectivamente los peticionarios fueran oídos en sus reclamos, a través de
este procedimiento especial, era necesario que el órgano encargado de resolver las peticiones pudiera
analizar el consentimiento de forma completa, porque la ausencia de consentimiento era un requisito
determinante para acceder a los derechos contemplados en el artículo 31 de la Ley 17.613. Dicho
análisis incluye la valoración de todos los alegatos de los peticionarios que significaran una afectación al
consentimiento, tales como los vicios que lo pudieran invalidar y la falta de información veraz y
completa por parte de los Bancos de Montevideo y La Caja Obrera. Ese análisis debió tomar en cuenta
no sólo aquellos elementos que permiten construir el consentimiento, tales como un contrato de
administración de inversiones o instrucciones particulares para la transferencia, sino también aquéllos
que lo podrían invalidar o afectar, como lo serían los alegados vicios al consentimiento”. (párr. 136).
respectivos procesos, tanto en procura del esclarecimiento de los hechos y
del castigo de los responsables, como en busca de una debida reparación”88.

En esta línea de pensamiento la Corte se ha referido al derecho a ser oído en


su relación con la obstaculización que suponen las amnistías para su ejercicio, así
ha manifestado que las amnistías constituyen un obstáculo para la investigación o
sanción de las graves violaciones de derechos humanos. La Corte señaló por
primera vez en el Caso Barrios Altos vs. Perú que “las leyes de amnistía adoptadas
por el Perú impidieron que los familiares de las víctimas y las víctimas
sobrevivientes fueran oídas por un juez conforme a lo señalado en el art. 8.1 de la
Convención”89. Similar razonamiento fue expresado en el Caso Almonacid Arellano
y otros vs. Chile, en el que indicó que el Decreto Ley No. 2191 tuvo como efecto
inmediato el cese de las investigaciones y el archivo del expediente, dejando en la
impunidad a los responsables de la muerte del señor Almonacid Arellano. Por lo
tanto, se impidió a los familiares que ejercieran el derecho a ser oídos por un
tribunal competente, independiente e imparcial, a través de un recurso efectivo y
adecuado que repare las violaciones cometidas90.

Particular relevancia tiene el caso Gelman vs. Uruguay, que a diferencia de


los anteriores la Ley de Caducidad fue aprobada en un régimen democrático y
ratificada o respaldada por la ciudadanía en dos ocasiones a través de un
referéndum y un plebiscito. Sobre esta circunstancia la Corte expresó:

En casos de graves violaciones a las normas del Derecho Internacional de los


Derechos, la protección de los derechos humanos constituye un límite
infranqueable a la regla de mayorías, es decir, a la esfera de lo susceptible de
ser decidido por parte de las mayorías en instancias democráticas, en las
cuales también debe primar un control de convencionalidad, que es función y
tarea de cualquier autoridad pública y no sólo del Poder Judicial.91

Finalmente, la jurisprudencia interamericana ha establecido que el derecho


a ser oído se relaciona inevitablemente con el deber de motivación, así como con el
derecho a la defensa. En esta perspectiva, ha establecido que la motivación
demuestra que las partes han sido oídas, caso contrario las víctimas podrán
ofrecer como prueba una decisión carente de una debida motivación y así
demostrar que el derecho a ser oído fue vulnerado 92. En efecto, una debida
motivación demuestra que han sido tomados en cuenta los alegatos de las partes y
que el conjunto de pruebas ha sido analizado.

88
Corte IDH. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs. Guatemala, op. cit., párrs. 225
y 227.
89
Corte IDH. Caso Barrios Altos vs. Perú. Fondo. Sentencia de 14 de marzo de 2001, párr. 42.
90
Corte IDH. Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 26 de septiembre de 2006, párr. 126.
91
Corte IDH. Caso Gelman vs. Uruguay. Fondo y Reparaciones. Sentencia de 24 de febrero de 2011, párr.
239.
92
Corte IDH. Caso Tristán Donoso vs. Panamá. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas
Sentencia de 27 de enero de 2009, párr. 153. Así también Corte IDH. Caso Chocrón Chocrón vs.
Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de julio de 2011 párr.
118.
De igual manera en el caso Vélez Loor vs. Panamá, la Corte determinó la
directa conexión del derecho a ser oído con el derecho a la defensa.

Por último, ha establecido en el Caso Blake vs. Guatemala que en el art. 8.1
de la Convención está comprendido el derecho de los familiares de la víctima a las
garantías judiciales, por ende, ha declarado la violación del derecho a ser oído de
los familiares de las víctimas, en casos vinculados a desapariciones forzadas y
ejecuciones extrajudiciales93

3. El derecho a un juez competente, independiente e


imparcial, establecido previamente por la ley
El derecho a un juez competente, independiente e imparcial, establecido
previamente por la ley, consagrado en el art 8.1 de la Convención configura la
garantía del juez natural94, que ha sido considerada por la Corte como
presupuesto del debido proceso, así en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela ha
señalado que:

El artículo 8.1 de la Convención garantiza el derecho a ser juzgado por un


tribunal competente (…) establecido con anterioridad a la ley, disposición
que se relaciona con el concepto de juez natural, una de las garantías del
debido proceso, a las que inclusiva se ha reconocido, por cierto sector de la
doctrina, como presupuesto de aquél. Esto implica que las personas tienen
derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales ordinarios, con arreglos a
procedimientos legalmente establecidos95.

En tal sentido ha establecido que la ausencia de un órgano de


enjuiciamiento que tenga las características señaladas lesiona el debido proceso, a
tal punto que sería innecesario ingresar al examen de la violación específica de
otros derechos o garantías recogidos en el art. 8 de la Convención96.

En este entendido, el desarrollo jurisprudencial de la Corte IDH ha


construido el derecho del justiciable a ser oído por un juez competente,
independiente e imparcial, establecido previamente por ley, características que
son la base de la garantía de la vía judicial sobre la que se asienta todo Estado de
Derecho.

93
Corte IDH. Caso Blake vs. Guatemala. Fondo. Sentencia del 24 de enero de 1998, párr. 97. En la misma
línea puede consultarse, entre otros. Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 26 de noviembre de 2010, párr. 192.
94
Recuérdese que el juez natural deriva su existencia y competencia de la ley. De acuerdo con lo
establecido por la Corte IDH, en un Estado de Derecho sólo el poder legislativo puede regular, a través
de leyes, la competencia de los juzgadores. Cfr. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela. Sentencia de 17 de
noviembre de 2009 (Fondo, reparaciones y costas), párrs. 76 y 77. A contrario sensu si es el ejecutivo o
el propio órgano judicial el que define al tribunal, se lesiona la garantía del juez natural, puesto que el
juez natural de una persona será aquél al que la ley atribuya competencia.
95
Caso Barreto Leiva vs. Venezuela. Sentencia de 17 de noviembre de 2009 (Fondo, reparaciones y
costas), párr. 75.
96
Cfr. Barreto Leiva, op.cit. párr. 75. En similar sentido se tiene el caso Usón Ramírez, Sentencia de 20 de
noviembre de 2009, párrs. 120, 124 y 148.
Así en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú la Corte determinó que:

Las garantías a que tiene derecho toda persona sometida a proceso,


además de ser indispensables deben ser judiciales, lo cual implica la
intervención de un órgano judicial independiente e imparcial, apto para
determinar la legalidad de las actuaciones que se cumplan dentro del
estado de excepción”97.

Es importe destacar que el derecho al juez independiente, imparcial y


competente, conforme ha señalado la misma Corte no atañe únicamente a los casos
de tribunales penales, sino que también contempla a otros órganos
jurisdiccionales, tal el caso de los jueces de constitucionalidad. La Corte subrayó
que es necesario “(…) que se garantice la independencia de cualquier juez en un
Estado de Derecho y, en especial, la del juez constitucional en razón de la
naturaleza de los asuntos sometidos a su conocimiento”.98

También debe caracterizarse que la exigencia del juez natural y sus


componentes esenciales no es predicable únicamente respecto de los órganos
judiciales; es decir, llega a cualesquiera autoridades llamadas a resolver sobre la
situación jurídica de un individuo:

Cuando la Convención se refiere al derecho de toda persona a ser oída por


un ‘juez o tribunal competente’ para la determinación de sus derechos, esta
expresión se refiere a cualquier autoridad pública, sea administrativa,
legislativa o judicial, que a través de sus resoluciones determine derechos y
obligaciones de las personas99.

Dada la importancia de los elementos esenciales del juez natural, la Corte ha


establecido que aunque guardan una estrecha relación entre sí, éstos contienen
contenido jurídico propio, que se pasa a desarrollar a continuación:

3.1 Juez competente

Conforme ha establecido la Corte, la competencia del juez o tribunal debe


estar garantizada durante todo el proceso, de ahí que ha precisado que la
competencia de un juez o tribunal implica el derecho a ser juzgado por tribunales
de justicia ordinarios con arreglo a procedimientos legalmente previstos, derecho

97
Cfr. Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, Sentencia de 30 de mayo de 1999, párr. 131; esta Sentencia cita
a su vez como precedentes: la Opinión Consultiva OC-8/87 de 30 de enero de 1987 el hábeas corpus
bajo suspensión de garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 CADH) párr. 30, así como la Opinión Consultiva OC-
9/87, Garantías judiciales en estados de emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 CADH). En esta última recordó
que las garantías judiciales indispensables son: aquellos procedimientos judiciales que ordinariamente
son idóneos para garantizar la plenitud del ejercicio de los derechos y libertades a que se refiere dicho
artículo ( 27.2 ) y cuya supresión o limitación pondría en peligro esa plenitud (párr. 20). De otro lado,
subrayó que: “(…) los principios del debido proceso legal no pueden suspenderse con motivo de las
situaciones de excepción en cuanto constituyen condiciones necesarias para que los instrumentos
procesales, regulados por la Convención, puedan considerarse como garantías judiciales” (párr. 30).
98
Caso Tribunal Constitucional, op.cit. p.75.
99
Caso Tribunal Constitucional vs. Perú, op. cit. párr. 71. En el mismo sentido. Caso Baena Ricardo y
otros, op. cit. párr. 124.
que no puede ser suspendido ni siquiera en los periodos de excepción. Es así que
en esta línea de pensamiento determinó que:

El Estado no debe crear tribunales que no apliquen normas procesales


debidamente establecidas para sustituir la jurisdicción que corresponda
normalmente a los tribunales ordinarios. Con esto se busca evitar que las
personas sean juzgadas por tribunales especiales, creados para el caso, o ad
hoc100.

Asimismo, de acuerdo a lo señalado precedentemente el ámbito de


aplicación del juez competente se extiende a cualquier autoridad pública, sea
administrativa, legislativa o judicial, que a través de sus resoluciones determine
derechos y obligaciones101.

Asimismo, ha establecido que la competencia sólo puede ser establecida a


través de la ley, el Caso definió que “sólo el poder legislativo puede regular, a
través de leyes, la competencia de los juzgadores”.102

Consecuentemente, el fundamento del juez competente radica en evitar que


las personas sean juzgadas por tribunales especiales creados para el caso, o
tribunales ad hoc103. En el marco de este razonamiento, la Corte ha establecido que:

La jurisdicción militar no es competente para juzgar a civiles ni para


conocer de casos de violaciones a derechos humanos.

En el Caso Loayza Tamayo vs. Perú, la víctima fue juzgada ante el fuero
militar por “jueces sin rostro”, situación que para la Corte determinó, ante el
obstáculo de conocer su identidad, la imposibilidad para la procesada de valorar la
competencia de aquéllos, por ello determinó que los tribunales castrenses
actuaron ultra vires, usurparon jurisdicción e invadieron facultades de los
organismos judiciales ordinarios.104

Juana María Ibáñez Rivas105, sostiene que la Corte ha tenido una evolución
importante en los estándares internacionales sobre esta temática. En este sentido,
ha declarado que, en caso de que un Estado conserve la jurisdicción militar, ésta
debe cumplir con tres características:

100
Caso Apitz Barbera y otros. Sentencia de 5 de agosto de 2008, párr. 50 (verificar)
Cf. Corte IDH. Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia del 31
101

de enero de 2001, párrafo 71.


102
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 17 de
noviembre de 2009, párr. 76.
103
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros («Corte Primera de lo Contencioso Administrativo») vs.
Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 5 de agosto de 2008,
párrafo 50.
104
Corte IDH. Caso Loayza Tamayo vs. Perú. Fondo. Sentencia de 17 de septiembre de 1997, párrs. 61 y
62.
105
Ibáñez Rivas J M. Artículo 8. Garantías Judiciales. En Steiner Ch., Uribe P. (Editores). Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Fundación Konrad Adenauer Stiftung. Bolivia: Plural editores;
2014. p. 207-254.
i) tener un alcance restrictivo y excepcional106; ii) encontrarse
inspirada en los principios y garantías que rigen el derecho penal
moderno107 y, iii) estar encaminada a la protección de intereses
jurídicos especiales, vinculados a las funciones propias de las fuerzas
militares108.

Siguiendo a Juana María Ibáñez Rivas109, que extrae la jurisprudencia de la


Corte IDH relativa al alcance restrictivo y excepcional de la jurisdicción militar, se
ha establecido en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, dos limitaciones
específicas en razón de la persona y de la materia.

En razón de la persona:

La jurisdicción militar debe estar estrictamente reservada a militares en


servicio activo110, de manera que debe estar excluido del ámbito de la
jurisdicción militar el juzgamiento de civiles o de militares en retiro,
quienes no pueden incurrir en conductas contrarias a deberes funcionales de
este carácter111.

En razón de la materia o del bien jurídico que involucra el caso:

En el fuero militar sólo se debe juzgar “por la comisión de delitos o faltas que
por su propia naturaleza atenten contra bienes jurídicos propios del orden
militar”. Por tanto, la Corte ha establecido que “la jurisdicción militar no es el
fuero competente para investigar y, en su caso, juzgar y sancionar a los
autores de violaciones de derechos humanos, sino que el procesamiento de
los responsables corresponde siempre a la justicia ordinaria112.

Consecuentemente, la inobservancia de los presupuestos de orden personal y


material por parte de la jurisdicción militar, involucra la invalidez del proceso
sustanciado en la misma. Cabe agregar que en el caso Palamara Iribarne vs. Chile,
la Corte ha establecido que cuando una ley otorgue competencia al fuero militar y
determine las normas penales militares aplicables en dicho fuero, “deberá
establecer claramente y sin ambigüedad: quiénes son militares, únicos sujetos
activos de los delitos militares; b) cuáles son las conductas delictivas típicas en el
especial ámbito militar; c) la conducta ilícita a través de la descripción de la lesión
o puesta en peligro de bienes jurídicos militares gravemente atacados, que

106
Corte IDH. Caso Durand y Ugarte vs. Perú, op.cit. párr. 117, y Caso Masacre de Santo Domingo vs.
Colombia, op. cit. párr. 158. (Todas referenciadas por la autora) Ibañez Rivas J M. Op. cit. p. 207.
107
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile, op. cit., párr. 132, y Caso Radilla Pacheco vs. México, op.
cit., párr. 272.
108
Corte IDH. Caso Durand y Ugarte vs. Perú, op. cit., párr. 117, y Caso Cabrera García y Montiel Flores vs.
México. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 26 de noviembre de 2010.
Serie C No. 220, párr. 197. (Todas referenciadas por la autora) Ibañez Rivas J M. Op. cit. p. 207.
109
Ibáñez Rivas J M. Op. cit. p. 220-221.
110
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit., párr. 128, y Caso Masacre de Santo Domingo
vs. Colombia, op. cit., párr. 158.
111
Corte IDH. Caso Cesti Hurtado vs. Perú. Fondo. Sentencia de 29 de septiembre de 1999. Serie C No.
56, op. cit., párr. 151; Caso Durand y Ugarte vs. Perú, op. cit., párr. 117, y Caso Usón Ramírez vs.
Venezuela, op. cit., párr. 111.
112
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit, párr. 128, y Caso Masacre de Santo Domingo
vs. Colombia, op. cit., párr. 158.
justifique el ejercicio del poder punitivo militar, y d) la correspondiente sanción,
teniendo en cuenta el principio de proporcionalidad” 113.

A contrario sensu, las autoridades que ejerzan la jurisdicción militar


deberán regirse “por el principio de legalidad y, entre otras, constatar la existencia
de todos los elementos constitutivos del tipo penal militar, así como la existencia o
inexistencia de causales de exclusión del delito”.

En este orden de ideas, la Corte también ha establecido que en estos casos


no sólo se lesiona el derecho al juez natural, sino también el derecho de acceso a la
justicia114, determinación que es extensible inclusive cuando el proceso está en la
etapa de investigación ante el Ministerio Público Militar, señalando en el caso
Fernández Ortega y otros vs. México que:

La incompatibilidad de la Convención Americana con la intervención del


fuero militar “no se refiere únicamente al acto de juzgar, a cargo de un
tribunal, sino fundamentalmente a la propia investigación”, dado que la
actuación de dicho Ministerio Público “constituye el inicio y el presupuesto
necesario para la posterior intervención de un tribunal incompetente”115.

3.2 Juez independiente

Respecto a la independencia la Corte ha establecido, que ésta debe ser


garantizada por el Estado tanto en su faceta institucional, esto es, en relación con el
Poder Judicial como sistema, como en su vertiente individual, es decir, en relación
con la persona del juez, específicamente. El objetivo de la protección radica en
“evitar que el sistema judicial en general y sus integrantes en particular se vean
sometidos a posibles restricciones indebidas en el ejercicio de su función por parte
de órganos ajenos al Poder Judicial o incluso por parte de aquellos magistrados
que ejercen funciones de revisión o apelación” 116.

El principio de independencia judicial se traduce para el estado en un deber


de garantía a los juzgadores, dado que, para garantizar la independencia judicial,
de acuerdo con la Corte, parte desde el adecuado proceso de nombramiento, la
inamovilidad en el cargo y la garantía contra presiones externas, así como en los
procesos de remoción de funcionarios judiciales.117

En lo que corresponde al nombramiento, la Corte IDH, siguiendo los


Principios Básicos de las Naciones Unidas relativos a la independencia de la

113
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile, op.cit. párrs. 125 y 126. También se tiene el caso Usón
Ramírez vs. Venezuela, op. cit. párr. 110.
114
Corte IDH, Caso Castillo Petruzzi y otros. vs. Perú op.cit. párr. 128 y Caso Masacre de Santo Domingo
vs. Colombia, op. cit. párr. 158.
115
Corte IDH. Caso Fernández Ortega y otros vs. México. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones
y costas. Sentencia de 30 de agosto de 2010. Serie C No. 215, párr. 177, y Caso Vélez Restrepo y
Familiares vs. Colombia, op. cit., párr. 238.
Cfr. Caso Rever6n Trujillo. Sentencia de 30 de junio de 2009. Serie C No. 197. parr. 67; Caso del
116

Tribunal Constitucional, cit., párr. 73.


117
Cfr. Opinión Consultiva OC-20/09, op.cit. párrs. 76 y 77. En el mismo sentido Tribunal Constitucional,
op. cit. párr. 75; Caso Palamara Iribarne, op.cit. párr. 156; Apitz Barbera y otros, op.cit. párrs. 44 y 138.
Judicatura y los lineamientos elaborados por el Comité de Derechos Humanos,
apuntó que:

“se debe seleccionar a los jueces exclusivamente por el mérito personal


y su capacidad profesional, a través de mecanismos objetivos de
selección y permanencia que tengan en cuenta la singularidad y
especificidad de las funciones que se van a desempeñar. Los procesos
de nombramiento deben garantizar la igualdad de oportunidades,
respetando parámetros de objetividad y razonabilidad118.

Respecto a la inamovilidad, la Corte también ha seguido los Principios


Básicos de las Naciones Unidades ya mencionados, refiriendo que la inamovilidad
es “una garantía de la independencia judicial que a su vez está compuesta por las
siguientes garantías: permanencia en el cargo, un proceso de ascensos adecuado y
no despedido injustificado o libre remoción”. Razonamiento que fue expresamente
establecido en el caso Reverón Trujillo119

118
Cfr. Caso Reverón Trujillo op.cit. párrs. 72 y 74.
119
Caso Reverón Trujillo, op. cit. párr. 79.
CONDICIONES MÍNIMAS QUE
ASEGURAN LA
INDEPENDENCIA JUDICIAL

inamovilidad del
cargo

Garantía contra
presiones externas

procesos de
remoción

adecuado proceso
de nombramiento

Finalmente, en relación con la garantía contra presiones externas, la Corte


Interamericana –en observancia de los Principios Básicos de Naciones Unidad
relativos a la independencia de la Judicatura- ha establecido que “los juzgadores
“tendrán autoridad exclusiva para decidir si una cuestión que les haya sido
sometida está dentro de la competencia que les haya atribuido la ley” y que “no se
efectúen intromisiones indebido o injustificadas en el proceso judicial”, esto se
correlaciona –según la Corte- con la obligación judicial de resolver las causas
“basándose en los hecho y en consonancia con el derecho, sin restricción alguna y
sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas, sean
directas o indirectas, de cualesquiera sectores o por cualquier motivo”120.

Así en el caso Apitz Barbera y otros la Corte refiriéndose a las obligaciones


estatales relacionadas con asegurar las garantías necesarias para el buen
desempeño de los juzgadores, se refirió a los jueces provisorios y determinó que
“los nombramientos provisiones deben constituir una situación de excepción y no
la regla”.121 En el Caso Reverón Trujillo, precisó que si los jueces “no tienen la
seguridad de permanencia durante un período determinado, serán vulnerables a
presiones de diferentes sectores, principalmente de quienes tienen la facultad de
decidir sobre destituciones o ascensos en el Poder Judicial”122.

3.3 Juez imparcial

En tanto que “la imparcialidad exige que el juez que interviene en una
contienda particular se aproxime a los hechos de la causa careciendo, de manera
subjetiva, de todo prejuicio y, asimismo, ofreciendo garantías suficientes de índole
objetiva que permitan desterrar toda duda que el justiciable o la comunidad
puedan albergar respecto de la ausencia de imparcialidad”.123

Los principios de independencia e imparcialidad han sido desarrollados en


la Opinión Consultiva 20/09, en la que examinó el régimen de los jueces ad-hoc.
Según la Corte, la institución de los jueces ad-hoc debe interpretarse
restrictivamente y limitarse a controversias interestatales. En este orden concluyó
que los Estados no pueden nombrar jueces ad-hoc cuando se trate de casos
contenciosos derivados de peticiones individuales124.

Cabe añadir, que para definir el alcance de la provisionalidad en el


desempeño del cargo, la Corte ha seguido las afirmaciones del Comité de Derechos
Humanos y ha establecido:

“la provisionalidad no debe significar alteración alguna del régimen de


garantías para el buen desempeño del juzgador y la salvaguarda de los
propios justiciables”; no debe extenderse indefinidamente en el tiempo y
debe estar sujeta a una condición resolutoria. (…) Esta situación de
vulnerabilidad del Poder Judicial se acentúa si tampoco existen procesos de
destitución respetuosos de las obligaciones internacionales de los Estados”125.

120
Cfr. Principios 2, 3 y 4 de los Principios Básicos de las Naciones Unidas relativos a la independencia de
la Judicatura. Principios que fueron aplicados en el caso Reverón Trujillo párrs. 80, 147.
121
Caso Reverón Trujillo, op. cit. párr. 118. En el mismo sentido Caso Apitz Barbera y otros (Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo), op. cit. párr. 43.
122
Caso Reverón Trujillo, op. cit. párr. 117.
Caso Apitz Barbera y otros ("Corte Pmnera de lo Contencioso Administrativo"), cit., parr.
123

56; Caso Barreto Leiva, cit., parr. 98; Caso Uson Ramfrez, cit., parr. 117
124
Opinión Consultiva OC-20/09 de 29 de septiembre de 2009. (Interpretación del art. 55 de la CADH)
párrs. 33 y 49.
125
Comité de Derechos Humanos, Observación General No. 32, artículo 14: El derecho a un Juicio
Imparcial y a la igualdad ante los Tribunales y Corte de Justicia, que fue aplicado en el caso Aptiz Barbera
y otros párr. 43.
Asimismo, entendió que el régimen de ascenso, traslado, asignación de
causas, suspensión y cesación de funciones del que gozan los jueces titulares debe
mantenerse intacto en el caso de los jueces que carecen de dicha titularidad126.

3.4 Fuero especial

El fuero especial implica el juzgamiento a cargo de un órgano diferente al


juzgador ordinario, que se encuentra directamente relacionado con el derecho a
ser juzgado por un tribunal competente. La Corte ha tenido pronunciamientos
respecto a este tema, así en el caso Barreto Leiva precisó que:

“El fuero no necesariamente entra en colisión con el derecho al juez


natural, si aquél se halla expresamente establecido y definido por el Poder
Legislativo y atiende a una finalidad legítima (…). De esta forma, no sólo se
respeta el derecho en cuestión sino que el juez de fuero se convierte en el
juez natural del aforado. Si, por el contrario, la ley no consagra el fuero y
éste es establecido por el Ejecutivo o por el propio Poder Judicial,
distrayéndose así al individuo del tribual que la ley consagra como su juez
natural, se vería vulnerado el derecho a ser juzgado por un juez
competente. Del mismo modo, si la conexidad está expresamente en la ley,
el juez natural de una persona será aquél al que la ley atribuya competencia
en las causas conexas. Si la conexidad no está reglada por la ley, sería
violatorio distraer al individuo del juez originalmente llamado a conocer el
caso”127.

Entonces de acuerdo con la Corte, la condición legítima para el fuero especial es:

Condición EL FUERO ESPECIAL sólo


legítima puede estar establecido
por ley

4. El derecho a ser juzgado en un plazo razonable


La Corte en el caso Suárez Rosero vs. Ecuador ha precisado que el derecho de
acceso a la justicia “debe asegurar la determinación de los derechos de la persona
en un tiempo razonable”128. A esto ha añadido que una demora prolongada o “la
falta de razonabilidad en el plazo constituye, en principio, por sí misma, una
violación de las garantías judiciales”129. De esto, es posible concluir que el derecho
126
Caso Aptiz Barbera y otros párr. 45.
127
Caso Barreto Leiva, op. cit. párr. 77.
128
Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador. Fondo. Sentencia de 12 de noviembre de 1997, párr.73.
129
Cfr. Corte IDH Hilaire, Constantine y Bejamin y otros vs. Trinidad y Tobago, op.cit. párr. 145 y caso
Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 164.
a un plazo razonable es predicable en cualquier proceso, sea civil penal, laboral,
etc.

En el caso Suárez Rosero vs. Ecuador también se ha pronunciado sobre la


razonabilidad del plazo y siguiendo los lineamientos del Tribunal Europeo
definidos en el Caso Guincho vs. Portugal, ha establecido que:

La razonabilidad del plazo se debe apreciar en relación con la duración total


del procedimiento, es decir incluyendo los recursos de instancia que
pudieran eventualmente presentarse, hasta que se dicta sentencia definitiva
y se tenga agotada la jurisdicción130.

También se ha referido en forma expresa a materia penal señalando:

En materia penal este plazo comienza cuando se presenta el primer acto de
procedimiento dirigido en contra de determinada persona como probable
responsable de cierto delito, por ejemplo, en la fecha de la aprehensión del
individuo131 o, en caso de que ello no proceda, a partir del momento en que la
autoridad toma conocimiento del caso132.

Bajo esta perspectiva, la Corte ha establecido en los casos Genie Lacayo vs.
Nicaragua y Masacre de Santo Domingo vs. Colombia -siguiendo la línea de la
jurisprudencia del Tribunal Europeo en el Caso Motta y Ruiz Mateos vs. Spain-, que
la determinación de la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla un proceso
debe considerar cuatro elementos: a) la complejidad del asunto; b) la actividad
procesal del interesado; c) la conducta de las autoridades judiciales 133, y d) la
afectación generada por la duración del procedimiento en la situación jurídica de la
persona involucrada en el mismo134. A esto debe añadirse que la Corte, en el caso
Juan Humberto Sánchez vs. Honduras considera también la legislación nacional
sobre la materia135.

Dada la importancia de dichos elementos, resulta útil seguir la


sistematización realizada por Juana María Ibáñez Rivas 136 en lo que se refiere a
cada uno de estos elementos:

a) En cuanto a la complejidad del asunto, de acuerdo con la autora, la Corte


ha tenido en cuenta diversos criterios para determinarla, exponiendo el
siguiente detalle: Entre ellos, “la extensión de las investigaciones y la
amplitud de las pruebas”, el “número importante de incidentes e
130
Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador, op. cit., párr. 71, y Caso García y Familiares vs. Guatemala,
op. cit., párr. 152.
131
Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador, op. cit., párr. 70.
132
Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas. Sentencia
de 7 de septiembre de 2004. párr. 168.
133
Corte IDH. Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua, op. cit. párr.77. También puede consultarse el caso
Masacre de Santo Domingo, op. cit., párr. 164.
134
Corte IDH. Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 27 de
noviembre de 2008, párr. 158 y Caso Masacre Santo Domingo vs. Colombia, op. cit, párr. 164.
135
Corte IDH. Caso Juan Humberto Sánchez vs. Honduras. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones
y costas. Sentencia de 7 de junio de 2003, párr. 130, y Caso Apitz Barbera y otros (“Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo”) vs. Venezuela, op. cit., párr. 160.
instancias”, “la propia complejidad de la prueba”(por todos Caso Genie Lacayo
vs. Nicaragua, párr. 78), la pluralidad de los sujetos procesales (Caso Acosta
Calderón vs. Ecuador, párr. 106)137 y presuntas víctimas (Caso Masacre de
Mapiripán vs. Colombia, párr. 221)138, la imposibilidad de detener a los
inculpados (Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia, párr. 156) , el tiempo
transcurrido desde la violación (Caso Radilla Pachecho vs. México, párr. 245), las
características del recurso consagradas en la legislación interna ( Caso Furlan
y Familiares vs. Argentina, párr. 158), el contexto en el que ocurrió la violación
(Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, párr. 184) 139, si el asunto
comprende debates técnicos (Caso López Mendoza vs. Venezuela, párrs. 163 y
176)140, si se trata de asuntos de gran relevancia y/o que requieran de un
cuidado especial, así como de si supone procesos usuales para los Estado
(Caso Forneron e hija vs. Argentina, párr. 67)141.

b) Respecto a la actividad procesal del interesado, de acuerdo con la Corte,


se deben evaluar los comportamientos que por acción u omisión incidieron
en la prolongación de la actuación judicial interna (Caso Cantos vs. Argentina,
párr. 57), a fin de verificar si del expediente ante la Corte se desprende que
las presuntas víctimas o sus familiares hayan entorpecido o demorado los
procesos judiciales (Caso Valle Jaramillo y otros. vs. Colombia, párr. 157).

La Corte en el Caso Cantos vs. Argentina ha señalado que:

Si la conducta procesal del propio interesado en obtener justicia ha


contribuido en algún grado a prolongar indebidamente la duración del
proceso, difícilmente se configura en cabeza del Estado una violación de la
norma sobre plazo razonable142.

Así, la Corte ha evaluado, en los Casos Forneron e hija vs. Argentina y Furlan
y Familiares vs. Argentina, entre otros:

Si el interesado obstaculizó el proceso interno o si participó activamente


haciendo todo lo posible para avanzar en la resolución del mismo, si hubo

136
Ibáñez Rivas J M. Op. cit. p. 228-230.
137
Corte IDH. Caso Acosta Calderón vs. Ecuador. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 24 de junio
de 2005, párr. 106. Vid. Corte IDH. Caso Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 165.
138
Corte IDH. Caso de la Masacre de Mapiripán vs. Colombia. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de
15 de septiembre de 2005. párr. 221, y Caso Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 165,
entre otros.
139
Corte IDH. Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia. Sentencia de 31 de enero de 2006, párr.
184; Caso de las Masacres de Ituango vs. Colombia. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y
costas. Sentencia de 1 de julio de 2006, párr. 293, y Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia, op. cit.,
párr. 156.
140
Corte IDH. Caso López Mendoza vs. Venezuela. Fondo reparaciones y costas. Sentencia de 1 de
septiembre de 2011, párr. 163 y 176, y Caso Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 165.
141
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 27 de abril
de 2012, parr. 67.
142
Corte IDH. Caso Cantos vs. Argentina, op. cit. párr. 57.
desinterés de su parte143, o si se limitó a interponer los medios de
impugnación reconocidos por la legislación del país144.

c) Respecto a la conducta de las autoridades judiciales, de acuerdo con la


autora, la Corte ha evaluado los comportamientos que por acción u omisión
afectan la prolongación de la actuación judicial interna, así como todos
aquellos procesos o procedimientos no judiciales que de alguna manera
incidente en la causa y que pueden dejar entrever el comportamiento de las
autoridades públicas145.

En efecto siguiendo la referencia, se tiene que la Corte en los casos


Comunidad Moiwana vs. Suriram y Forneron e hija vs. Argentina, entre
otros, ha establecido que:

No se respeta el plazo razonable en caso de que una investigación haya sido


abandonada sin llegar a la identificación ya la sanción de los
responsables146, ni cuando las autoridades no aceleran el proceso a su cargo
y no tienen cuenta los efectos que el tiempo tendría sobre los derechos de
los implicados147.

En esta perspectiva, en el caso Bulacio vs. Argentina ha señalado también


que:
El juez interno, como autoridad competente para dirigir el proceso, tiene el
deber de encauzarlo de modo que (…) se restrinja el uso desproporcionado
de acciones que pueden tener efectos dilatorios148.

d) Afectación generada por la duración del proceso en la situación


jurídica de la persona involucrada en el mismo, siguiendo la
sistematización realizada por Ibañez, se tiene que la Corte en el caso Valle
Jaramillo vs. Colombia, ha señalado que:

Si el paso del tiempo incide de manera relevante en la situación jurídica del


individuo, resultará necesario que el procedimiento corra con más
diligencia a fin de que el caso se resuelva en un tiempo breve. Para ello se
deberá tomar en consideración, entre otros elementos, la materia objeto de
controversia149.

143
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit., párr. 68; Caso Furlan y Familiares vs. Argentina,
op. cit., 169-175, y Caso Uzcátegui y otros vs. Venezuela. Fondo y reparaciones. Sentencia de 3 de
septiembre de 2012, párr. 226.
144
Corte IDH. Caso Genie Lacauyo vs. Nicaragua, op. cit. párr. 79.
145
La autora respecto a estos dos supuestos cita los casos Corte IDH. Caso Cantos vs. Argentina, op.cit.
párr. 57, y Corte IDH Juan Humberto Sánchez vs. Honduras, op. cit. párr. 131. Ibáñez Rivas J M. Op. cit. p
229.
146
Corte IDH. Caso de la Comunidad Moiwana vs. Surinam. Excepciones preliminares, fondo,
reparaciones y costas. Sentencia 15 de junio 2005, párr. 162.
147
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit., párr. 70;

148
Corte IDH. Caso Bulacio vs. Argentina, op. cit. párrs. 114 y 115.
149
Corte IDH. Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia, op. cit. párr. 155. La Autora también cita los
siguientes casos: Caso Forneron e hija vs. Argentina, párr.75 y caso Furlan y Familiares vs. Argentina,
párrs. 194-195.
Así también en el caso Forneron e hija vs. Argentina, la Corte ha precisado:

No se respetan las exigencias del plazo razonable cuando no se tienen en


cuenta los derechos e intereses en juego en el proceso, o las afectaciones
significativas, irreversible e irremediables que el retraso en la decisión
judicial puede generar en la situación jurídica y los derechos de las
personas involucradas150.

Por su parte se tiene que en el caso Furlan y Familiares vs. Argentina, que
involucraba a un niño con discapacidad, la Corte consideró:

En casos de personas vulnerables, como lo es una persona con discapacidad,


es imperante tomar las medidas pertinentes, como por ejemplo la
priorización en la atención y resolución del procedimiento por parte delas
autoridades a su cargo, con el fin de evitar retrasos en la tramitación de los
procesos, de manera que se garantice la pronta resolución y ejecución de los
mismos y se eviten efectos negativos de carácter irreversible151.

Consecuentemente entre los elementos a ser tomados en cuenta para determinar la


incidencia del tiempo en la situación jurídica del individuo se tiene:

ELEMENTOS

materia objeto de
controversia

derechos e
grupos de
intereses en
prioritaria
juego en el
atención
proceso

afectaciones
significativas
irreversibles e
irremediables

150
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit. párr. 76.
151
Corte IDH. Caso Furlan y Familiares vs. Argentina, op. cit. párrs. 196 y 203. Cabe señalar que la autora
señala que este último elemento, incluido expresamente en el año 2008 en la Sentencia Caso Valle
Jaramillo vs. Colombia no fue tomado en cuenta en posteriores fallos para determinar la razonabilidad o
no del plazo, situación que ha generado cuestionamientos en la doctrina. Cfr. Ibáñez Rivas J M. Op. cit.
p. 230. A este respecto la autora cita entre esa doctrina a: Salmón, Elizabeth y Cristina Blanco, El
derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Lima,
Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú-Cooperación
Alemana al Desarrollo, 2012, pp. 204, 222, 223 y 227.
Asimismo, siguiendo la investigación de Juana María Ibañez Rivas, se tiene que la
Corte ha declarado en los Casos de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia y La
Cantuta vs. Perú que:

La pertinencia de aplicar estos criterios para determinar la razonabilidad


del plazo de un proceso depende de las circunstancias particulares de cada
caso152, pues en determinados supuestos el deber del Estado de satisfacer
plenamente los requerimientos de la justicia prevalece sobre la garantía del
plazo razonable153.

De otro lado, Juana María Ibañez Rivas, apunta que la Corte ha considerado que no
es necesario analizar los cuatro elementos “dado que es evidente que el tiempo
transcurrido sobrepasa excesivamente el plazo que pudiera considerarse
razonable para que el Estado investigue los hechos, “máxime si se tiene en cuenta
que a ese tiempo se le deberá sumar aquel que tome la individualización e
identificación de los responsables y el trámite del proceso penal con sus distintas
etapas, hasta la obtención de una sentencia firme154.

Siguiendo la investigación de Ibáñez Rivas, cabe apuntar tres estándares


internacionales referidos a las posibles alegaciones sobre el retardo de los
procesos. Así la Corte ha señalado en los casos Garibaldi vs. Brasil y Forneron e hija
vs. Argentina que:

No es posible alegar obstáculos internos, tales como la falta de


infraestructura o personal para conducir los procesos judiciales para
eximirse de una obligación internacional, o “una sobrecarga crónica
de casos pendientes155.

En todo caso, la jurisprudencia interamericana en los Casos Hilaire, Constantine y


Bejamin y otros vs. Tribunal y Tobago, Gonzalez Medina y familiares vs. República
Dominicana y Anzualdo Castro vs. Peru, entre otros, establece que:

Corresponde al Estado demostrar las razones por las cuales un proceso o conjunto
de procesos han tomado un período determinado que exceda los límites del plazo
razonable (Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros vs. Trinidad y Tobago, párr.
145), por ejemplo, si éste expone y prueba que la demora tiene directa relación con
la complejidad del caso o con la conducta de las partes en el caso (Gonzáles Medina
y familiares vs. República Dominicana, párr. 257). En caso de no demostrarlo, la
Corte “tiene amplias atribuciones para hacer su propia estimación al respecto”
(Caso Anzualdo Castro vs. Perú, párr. 156)156.

152
Corte IDH. Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, op. cit. párr. 171. También se tiene Caso
Radilla Pacheco vs. México, op. cit. párr. 244.
153
Corte IDH. Caso La Cantuta vs. Perú. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 29 de noviembre de
2006, párr. 149 y Caso Radilla Pacheco vs. México, op. cit. párr. 153.
154
Corte IDH. Caso García y Familiares vs. Guatemala, op. cit. párr. 153.
155
Corte IDH. Caso Garibaldi vs. Brasil, op. cit., párr. 137 y Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit.,
párr. 74.
156
Ibáñez Rivas cita también los casos: López Mendoza vs. Venezuela, op. cit. párr. 162, Uzcátegui y
otros vs. Venezuela, párr. 237.
Por último, para complementar el estudio sobre el derecho a ser juzgado en un
plazo razonable, atendiendo el apunte realizado por Ibáñez Rivas157, es importante
referirnos a la precisión realizada por la Corte respecto a la relación entre el
concepto del plazo razonable en el proceso judicial y el derecho de toda persona en
prisión preventiva a ser juzgada dentro de un de plazo razonable o ser puesta en
libertad, reconocido en el art. 7.5 de la Convención. A este respecto la Corte ha
establecido en los Casos Bayarri vs. Argentina y Barreto Leiva:

Cuando el plazo de la prisión preventiva sobrepasa lo razonable, el Estado


podrá limitar la libertad del imputado con otras medidas menos lesivas que
aseguren su comparecencia al juicio, distintas de la privación de libertad y
“este derecho del individuo trae consigo, a su vez, una obligación judicial de
tramitar con mayor diligencia y prontitud los procesos penales en los que el
imputado se encuentre privado de libertad158.

5. El derecho a obtener una debida motivación y


fundamentación de las resoluciones como garantía
de no arbitrariedad
Como ya se ha señalado la Corte, entre otros, en el Caso Aptiz Barbera y otros vs.
Venezuela al realizar una lectura del art. 8 de la CADH ha establecido que el deber
de motivación si bien no se encuentra expresamente dentro de sus disposiciones
ha establecido que el deber de motivar las resoluciones es una de las “debidas
garantías” vinculada con la correcta administración de justicia para salvaguardar el
derecho a un debido proceso159.

Siguiendo la investigación de Elizabeth Salmón y Cristina Blanco 160, las autoras


sostienen que en el Sistema Interamericano, el primer caso en el que se alegó la
falta de motivación de una decisión judicial fue en el de Lori Berenson vs. Perú. La
Comisión alegó que la Sentencia que condenó a la presunta víctima carecía de una
motivación de hechos; empero, la Corte al observar las normas del ordenamiento
interno peruano relativas a la valoración de la prueba y la motivación de hecho,
concluyó que no ingresaría a analizar la calidad de la motivación. Postura que ha
sido cambiada porque en diferentes casos ha exigido el deber de motivación como
como componente de las debidas garantías que forman parte del debido proceso.

Ha sido en el Caso Yatama vs. Nicaragua que la Corte por primera vez desarrolló la
motivación y determinó que en toda decisión que afecte derechos humanos es
fundamental la motivación de esas decisiones, de lo contrario serían arbitraria 161.
157
Ibáñez Rivas, op. cit. p. 230.
158
Corte IDH. Caso Bayarri vs. Argentina. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 30 de octubre de 2008, párr. 70 y Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 120.
159
Corte IDH. Caso Aptiz Barbera y otros (Corte Primera de lo Contencioso y Administrativo) vs.
Venezuela, op. cit., p. 77.
160
Salmón E y Blanco C. El derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, Lima: Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad
Católica del Perú-Cooperación Alemana al Desarrollo, 2012, p. 235.
161
Corte IDH. Caso Yatama vs. Nicaragua, Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 23 de junio de 2005, párrs. 152 y 153. Así también Caso López Mendoza vs. Venezuela, op.
En los casos Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela y López Mendoza vs. Venezuela, la
Corte ha justificado que:

La motivación demuestra a las partes que éstas han sido oídas, que sus
alegatos han sido tomados en cuenta y que el conjunto de pruebas ha sido
analizado (Aptiz Barbera, párr. 78). Además, en aquellos casos en que las
decisiones son recurribles, la motivación proporciona a las partes la
posibilidad de criticar la resolución y lograr un nuevo examen de la
cuestión ante las instancias superiores (Caso López Mendoza, párr. 148).

Siguiendo la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del Caso


Hurk vs. Holanda, en los Casos Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela y López
Mendoza vs. Venezuela, ha asumido el criterio que:

El deber de motivar no exige una respuesta detallada a todos y cada uno de


los argumentos de las partes, sino que puede variar según la naturaleza de la
decisión, y que corresponde analizar en cada caso si dicha garantía ha sido
satisfecha162.

En el ámbito disciplinario en el caso Chocrón Chocrón vs. Venezuela, determinó


que se vuelve “imprescindible la indicación precisa de aquello que constituye una
falta y el desarrollo de argumentos que permitan concluir que las observaciones
tienen la suficiente entidad”163.

Así en el caso Yatama vs. Nicaragua, vinculado con la restricción al ejercicio de


derechos políticos, la Corte determinó que el Consejo Supremo Electoral de
Nicaragua, que excluyo al partido político regional indígena cuyas siglas son
YATAMA del proceso electoral municipal de 2000, a pesar de que no se trataba de
una decisión judicial, sino de una administrativa emanada del órgano electoral, la
Corte observó que al tratarse de una decisión que afecta derechos humanos, como
la participación política, debía estar debidamente fundamentada, y que en el caso
exigía al menos tres aspectos a fin de descartar cualquier indicio de arbitrariedad:

1) Señalar la base jurídica en la que se basó la autoridad para tomar su


decisión;
2) Los hechos en los que conste el incumplimiento y
3) Las consecuencias jurídicas.164

Salmón y Blanco165 en su investigación hacen un análisis detallado sobre los casos


en los que la Corte se ha pronunciado sobre el deber de motivación vinculado con
diferentes derechos, cuyo detalle por su importancia se relaciona de la siguiente
manera:

cit. párr. 141.


162
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros (Corte Primera de lo Contencioso Administrativo) vs. Venezuela,
op. cit., párr. 90 y Caso López Mendoza vs. Venezuela, op. cit. párr. 146.
163
Corte IDH. Caso Chocrón Chocrón vs. Venezuela op. cit. párr. 120.
164
El caso López Mendoza vs. Venezuela se refiere también al cumplimiento del deber de motivación en
decisiones que suponen la restricción de derechos políticos. Los hechos
165
Salmón E y Blanco C. Op. cit. p. 236-
Casos en los que la Corte IDH ha exigido el deber de motivación por afectar
DEREHOS HUMANOS

Debida fundamentación en 1. Caso Yatama vs. Nicaragua (exclusión de partido


decisiones que restringen político indígena de proceso electoral municipal)
derechos políticos
-Las decisiones que adopten los órganos internos que
puedan afectar derechos humanos deben estar
debidamente fundamentas, sino sería decisiones
arbitrarias (párr. 152)
-La debida fundamentación exige hacer referencia a: 1)
la base normativa; 2) los hechos que sirvieron de base
para tomar la decisión, y) consecuencias jurídicas (parr.
153)

2. Caso Castañeda Gutman vs. México. (negativa de


recurso de amparo interpuesto contra decisión que
denegó solicitud de inscripción como candidato
independiente al cargo de Presidente de Estado)

-La exigencia de motivación, no es equivalente a que


haya un análisis de fondo del asunto (párrs. 93 y 94).

3. Caso López Mendoza vs. Venezuela (inhabilitación


para el ejercicio de la función pública y participar en
elecciones regionales)

Si bien el deber de motivar no exige una respuesta


detallada a todos los argumentos de las partes, el
contralor “debía responder y sustentar autónomamente
sus decisiones y no simplemente remitirse a las previas
declaraciones de responsabilidad realizadas por la
Dirección de responsabilidades” (párrs. 146 y 147).

Debida fundamentación en Caso Claude Reyes y otros vs. Chile (Denegatoria de


decisiones administrativas información a las víctimas en relación a proyecto de
que restringen el derecho a deforestación)
la libertad de pensamiento
y expresión La debida fundamentación debería permitir
“conocer cuáles fueron los motivos y normas en que
se basó la autoridad para no entregar parte de la
información (párr. 122)
Debida fundamentación en Caso Escher y otros vs. Brasil (interceptación,
decisiones relativas a la monitoreo y divulgación ilegal de líneas telefónicas
restricción del derecho a la de miembros de organizaciones civiles)
vida privada -La motivación y fundamentación deben demostrar
que han sido ponderados todos los requisitos
legales y demás elementos que justifican la
concesión o la negativa de la medida (párr. 139)166
Debida fundamentación en Caso Palamara Iribarne vs. Chile167 (órdenes de
166
Corte IDH. Caso Escher y otros vs. Brasil. Excepciones preliminares y costas. Sentencia del 6 de julio de
2009, párr. 139.
decisiones judiciales que prisión preventiva ante tribunales penales
restringen el derecho a la militares)
libertad personal -La Corte consideró arbitrarias, la falta de norma
jurídica que sirva de fundamento para ordenar la
prisión preventiva y, en segundo lugar, la
inexistencia de una justificación de su aplicación en
el caso concreto.
Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador168
(revisiones sobre la pertinencia de mantener la
medida de privación de libertad)

-Deber de motivación en el cumplimiento de la


obligación de realizar revisiones periódicas de los
fundamentos de una medida de la libertad personal
Debida motivación en Caso Tristán Donoso vs. Panamá169 (gravación y
decisiones judiciales en divulgación de conversación telefónica de abogado)
materia penal -El deber de motivar no exige una respuesta
detallada a todo argumento de las partes, sino que
puede varias según la naturaleza de la decisión, y
que corresponde analizar en cada caso si dicha
garantía ha sido satisfecha.
La Corte consideró que la falta de referencia con
respecto a la divulgación de la conversación
telefónica constituyó falta al deber de motivación.
Debida fundamentación en Caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela
decisiones de control (Destitución de magistrados por haber incurrido en
disciplinario de error judicial inexcusable al conceder un amparo
magistrados cautelar que suspendió los efectos de un acto
administrativo)
-Incorpora el deber de motivación como parte de
las debidas garantías a que hace referencia el art.

167
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de
noviembre de 2005, párrs. 205-207.
168
Corte IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador. Excepciones preliminares, fondo,
reparaciones y costas. Sentencia de 21 de noviembre de 2007, párr. 107.
169
Corte IDH. Caso Tristán Donoso vs. Panamá. Excepción preliminar, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 27 de enero de 2009, párr. 154.
8.1 CADH.
-La motivación demuestra a las partes que éstas
han sido oídas. La argumentación de un fallo debe
mostrar que han sido debidamente tomados en
cuenta los alegatos de las partes y que el conjunto
de pruebas ha sido analizado.
-En aquellos casos en los que las decisiones son
recurribles, les proporciona la posibilidad de
criticar la resolución y lograr un nuevo examen de
la cuestión ante las instancias superiores (párr. 77)
-Al ejercer el control disciplinario es exigible la
elaboración de una motivación que la existencia de
una falta disciplinaria, la gravedad de la conducta y
la proporcionalidad de la sanción.

Caso Chocrón Chocrón vs .Venezuela (Destitución


de magistrados)

-La sola decisión de dejar sin efecto el


nombramiento de jueces debe encontrarse
mínimamente justificada170
Debida fundamentación en Caso Barbani Duarte y otros. vs. Uruguay
decisiones administrativas (transferencia de depósitos bancarios sin mediar
para evitar un tratamiento consentimiento de los ahorristas)
arbitrario y discriminatorio

Tema 3

170
En este Caso determinó que la motivación exige la precisión de los hechos que sustentan la decisión y
la indicación de si se trata de una medida de naturaleza sancionatoria. Si se trata de una sanción
disciplinaria, la exigencia de motivación es más alta (ya que el control disciplinario tiene como objeto
valorar la conducta, idoneidad y desempeño del juez como funcionario público y, por ende,
correspondería analizar la gravedad de la conducta y la proporcionalidad de la sanción. Corte IDH. Caso
Chocrón Chocrón vs. Venezuela. Excepción preliminar, fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 1 de
julio de 2001, párr. 121.
Garantías mínimas del
debido proceso contenidas
en el art. 8.2. de la
Convención Americana
1. Derecho a la presunción de inocencia
La Corte en el Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador ha señalado que el
propósito de las garantías judiciales subyace en el principio de inocencia, su idea
rectora es concebir que una persona es inocente hasta que se demuestre su
culpabilidad171. A este respecto, el art. 8.2 de la CADH, haciendo alusión al principio
de inocencia exige que una persona no puede ser condenada mientras no exista
prueba plena de su responsabilidad penal. Precisamente por ello, la Corte en los
casos Cantoral Benevides vs. Perú y Ricardo Canese vs. Paraguay ha establecido
que:

Si contra una persona obra prueba incompleta o insuficiente de su responsabilidad


penal, no es procedente condenarla, sino absolverla172, en la medida que para una
sentencia condenatoria debe existir prueba plena de dicha responsabilidad. En
consecuencia, el principio de presunción de inocencia acompaña al acusado
durante toda la tramitación del proceso hasta que una sentencia condenatoria que
determine su culpabilidad quede firme173.

De esto, determinó en el Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México que:

La presunción de inocencia se vulnera si antes de que el acusado sea


encontrado culpable una decisión judicial relacionada con él refleja la
opinión de sí lo es174.

Asimismo, la Corte siguiendo el entendimiento jurisprudencial del Tribunal


Europeo en el caso Allenet de Ribemont vs. France estableció en el Caso Lori
Berensón Mejía vs. Perú que:

El derecho a la presunción de inocencia puede ser violado no sólo por un juez


o una Corte sino también por otra autoridad pública. Así el art. 8.2. la
Convención exige que el Estado no condene informalmente a una persona o
emita juicio ante la sociedad, contribuyendo así a formar una opinión pública,
mientras no se acredite conforme a la ley la responsabilidad penal de
aquella175.

Siendo el principio de presunción de inocencia el fundamento de las garantías


judiciales, la Corte ha establecido que de éste deriva la obligación estatal de no
restringir la libertad del detenido más allá de los límites estrictamente necesarios
para asegurar que no impedirá el desarrollo eficiencia de las investigaciones y que
no eludirá la acción de la justicia, pues la prisión preventiva es una medida
171
Corte IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez op. cit. párr. 145.
172
Corte IDH. Caso Cantoral Benavides vs. Perú, op. cit., párr. 120. En este caso la Corte alegó que la
presunta víctima fue condenada por el delito de traición a la patria sin existir pruebas suficientes para
determinar su responsabilidad.
173
Corte IDH. Caso Ricardo Canese vs. Paraguyay, op. cit. párr. 154.
174
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 184 y Caso López Mendoza
vs. Venezuela op. cit. párr. 128.
175
Corte IDH Lori Berenson Mejía vs. Perú, op. cit., párrs. 159 y 160.
cautelar, no punitiva. En consecuencia, una prolongada detención preventiva
equivaldría a anticipar la pena y, por tanto, puede violar el principio de presunción
de inocencia176.

De lo precedentemente señalado y atendiendo la investigación realizada por


Salmón y Blanco177, se distingue tres ámbitos en los que la Corte ha aplicado este
principio, a saber:

La prohibición de condena penal a una


persona mientras no exista prueba
principio de presunción
Ámbitos de aplicación

plena de su responsabilidad

La aplicación prolongada de prisión


preventiva a personas cuya
de inocencia

responsabilidad no ha sido establecida

La exposición pública de una persona


procesada como culpable de un delito

1.1 La prohibición de condena penal a una persona mientras


no exista prueba plena de su responsabilidad

Como se ha señalado en el Caso Cantoral Benavides vs. Perú ella prueba


incompleta o insuficiente, no es procedente condenarla sino absolverla. Además de
establecer que la carga de la prueba recaiga en las autoridades a cargo de realizar
la acusación y juzgamiento de una persona imputada de la comisión de un delito178.

En el caso Acosta Calderón vs. Ecuador, la Corte evaluó que, a pesar de que la
legislación interna establece los medios que se deben utilizar para determinar la
responsabilidad penal por el delito de tráfico de estupefacientes, en el caso de
Acosta Calderón el Estado no cumplió con demostrar por medios técnicos y
científicos que se encontraba en posesión de estas sustancias. Por el contrario, la
Corte observó que se utilizó la declaración policial, por lo que no existieron
indicios suficientes para declarar su culpabilidad. Esto fue considerado una
violación del principio de presunción de inocencia179.

176
Corte IDH Suárez Rosero vs. Ecuador, op. cit. párrs. 77 y 78.
177
Salmón E, y Blanco C., op. cit., p. 252.
178
Corte IDH. Caso Ricardo Canese vs. Paraguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 31 de
agosto de 2004, párr. 161. Asimismo, Corte IDH. Caso García Asto y Ramírez Rojas vs. Perú. Excepción
preliminar, fondo, reparaciones y costas. Sentencia 25 de noviembre de 2005, párr. 160.
1.2 La aplicación prolongada de prisión preventiva a
personas cuya responsabilidad no ha sido establecida

La Corte ha señalado que el estricto respeto de la presunción de inocencia tiene


especial incidencia en el derecho a la libertad personal. En el caso Suárez Rosero,
respecto de quien la Corte consideró que se vulneró la presunción de inocencia por
la prolongada detención por cerca de cuatro años y se convirtió la prisión
preventiva en una forma de sentencia anticipada, precisando que se viola este
principio cuando se excede el plazo de prisión preventiva. En el mismo sentido se
han pronunciado los casos Tibi vs. Ecuador, Acosta Calderón vs. Ecuador, así como
el caso Bayarri vs. Argentina, quien permaneció cerca de tres años bajo dicha
condición.

Asimismo, en el caso Palamara Iribarne vs. Chile exigió además que para proceda
la privación de libertad preventiva acorde al principio de presunción de inocencia
es imprescindible que la resolución se encuentre debidamente motivada en cuanto
a los supuestos que deben presentarse para que la prisión preventiva pueda
ordenarse válidamente. En concreto señalo que:

El Estado puede ordenar la prisión preventiva cuando se cumplan con los


requisitos necesarios para restringir el derecho a la libertad persona, existan
indicios suficientes que permitan suponer razonablemente la culpabilidad de la
persona sometida a un proceso y que sea estrictamente necesaria para asegurar
que el acusado no impedirá el desarrollo eficiente de las investigaciones ni eludirá
la acción de la justicia. De esta forma para que se respete la presunción de
inocencia al ordenarse medidas restrictivas de la libertad es preciso que el Estado
fundamente y acredite la existencia, en el caso concreto, de los referidos requisitos
por la Convención180.

1.3 La exposición pública de una persona procesada como


culpable de un delito

Los casos Cantoral Benavides vs. Perú y Lori Berenson vs. Perú, quienes fueron
expuestos ante los medios de comunicación como autores del delito de terrorismo
y traición a la patria respectivamente, sin haber sido procesados ni condenados, ha
dado lugar a que la Corte considere la lesión del principio de presunción de
inocencia y a dar lugar en el último caso a extender la obligación de respetar la
presunción de inocencia a las autoridades públicas, distintas a las judiciales.

179
Corte IDH. Caso Acosta Calderón vs. Ecuador. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 24 de junio
de 2005, párr. 113-115.
180
Corte IDH. Caso Plamara Iribarne vs. Chile. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 22 de
noviembre de 2005, párr. 198.
2. Derecho a un traductor o intérprete si no se
comprende o no habla el idioma del juzgado o
tribunal
El derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por un traductor o
intérprete si no comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal, se
encuentra inserto en el art. 8.2.a CADH.

En la Opinión Consultiva OC-16/99, la Corte se ha pronunciado sobre el contenido


de este derecho expresando que para que un proceso alcance sus objetivos “debe
reconocer y resolver los factores de desigualdad real de quienes son llevados ante
la justicia, atendiendo así al principio de igualdad ante la ley y los tribunales, y a la
correlativa prohibición de discriminación. De esta manera ha expresado que:

Frente a condiciones de desigualdad real entre las personas, los Estados


están obligados a adoptar medidas de compensación que contribuyan a
reducir o eliminar los obstáculos y deficiencias que impidan o reduzcan la
defensa eficaz de los propios intereses181.

En el caso Baldeón García vs. Perú, la Corte complementó el razonamiento


precedente señalando que:

Si no existieran esos medios de compensación, ampliamente reconocidos en


diversas vertientes del procedimiento, difícilmente se podría decir que
quienes se encuentran en condiciones de desventaja disfrutan de un
verdadero acceso a la justicia y se benefician de un debido proceso legal en
condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas desventajas182.

Teniendo en cuenta estos criterios dos son los ámbitos en los que la Corte se ha
pronunciado: la situación de extranjeros y los casos de personas pertenecientes a una
comunidad campesina o pueblo indígena

181
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit. párr. 119. En el mismo sentido se pronunció en el
caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 152.
182
Corte IDH. Caso Baldeón García vs. Perú, op. cit. párr. 203.
Derecho al
traductor extranjeros
o
intérprete indígenas

En los supuestos de miembros de pueblo indígena la Corte ha establecido en el


caso Tiu Tojín vs. Guatemala que el Estado debe asegurar que las personas
“puedan comprender y hacerse comprender en los procedimientos legales,
facilitándoles intérpretes u otros medios eficaces para tal fin”183.

Conviene traer a colación y que además de vincularse con el derecho a la libertad


de expresión y la igualdad ante la ley, es el Caso López Álvarez vs. Honduras, donde
el Director del Centro Penal de Tella en el que se encontraba interno el señor
López Alvarez prohibió a la población garífuna de dicho centro hablar en su idioma
materno. Ante este hecho probado, la Corte señaló que “la lengua es uno de los más
importantes elementos de identidad de un pueblo, precisamente porque garantiza
la expresión, difusión y transmisión de su cultura184.

3. Derecho del inculpado a una comunicación previa y


detallada de la acusación formulada
El art. 8.2.b de la CADH prevé el derecho del inculpado a una comunicación previa
y detallada de la acusación formulada, de acuerdo con la jurisprudencia de la Corte
(Caso Tibi vs. Ecuador) para satisfacer este derecho:

El Estado debe informar al interesado no solamente de la causa de la


acusación, esto es, las acciones u omisiones que se le imputan, sino también
las razones que llevan al Estado a formular la imputación, los fundamentos
probatorios de ésta y la caracterización legal que se da a esos hechos. Esta
información debe ser expresa, clara integral y suficientemente detallada para

183
Corte IDH. Caso Tiu Tojín vs. Guatemala. Fondo reparaciones y costas. Sentencia de 26 de noviembre
de 2008, párr. 100.
184
Corte IDH. Caso López Álvarez vs. Honduras, op. cit. párr. 171.
permitir al acusado que ejerza plenamente su derecho a la defensa y muestre
al juez su versión de los hechos.185

Consecuentemente de acuerdo con la Corte, la comunicación previa a la que hace


referencia el art. 8.2.b debe reunir los siguientes requisitos:

expresa

Requisitos de
suficientement la
e detallada comunicación clara
previa

integral

En el mismo caso Tibi vs. Ecuador estableció que:

La notificación detallada de los hechos que se atribuyen al imputado


debe ocurrir previamente al momento en que rinda su primera
declaración ante cualquier autoridad pública (párr. 234). El contenido
de dicha notificación variará de acuerdo al avance de las
investigaciones, llegando a su punto máximo, cuando se produce la
presentación formal y definitiva de los cargos. En todo caso, antes de
ello y como mínimo el investigado deberá conocer con el mayor detalle
posible los hechos que se le atribuyen186.

En el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, la Corte precisó que en todo caso el
investigado, antes de declarar, deberá conocer de manera oficial cuáles son los
hechos que se le imputan, no tendrá que deducirlos de la información pública o de
las preguntas que se le formulan y, por tanto, “su respuesta podrá ser efectiva y sin
el margen de error que las conjeturas producen”. Además, precisó que:

Ya que la transición entre ‘investigado’ y ‘acusado’ –y en ocasiones incluso


‘condenado’– puede producirse de un momento a otro, no se puede esperar a
que la persona sea formalmente acusada o que se encuentre privada de la
libertad, “para proporcionarle la información de la que depende el oportuno
ejercicio del derecho a la defensa187.

185
Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador, op. cit. párr. 187 y Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 28.
186
Corte IDH. Caso Barreta Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 31.
187
Ibid., párrs. 46 y 47.
Sin perjuicio de lo anterior, la Corte ha precisado en el mismo caso:

En ciertos casos, “[e]s admisible que […] exista reserva de las diligencias
adelantadas durante la investigación preliminar en el proceso penal, para
garantizar la eficacia de la administración de justicia”, ya que “[a]siste al Estado
la potestad de construir un expediente en búsqueda de la verdad de los hechos,
adoptando las medidas necesarias para impedir que dicha labor se vea afectada
por la destrucción u ocultamiento de pruebas”. Sin embargo, el Tribunal ha
recordado que “esta potestad debe armonizarse con el derecho de defensa del
investigado, que supone, inter alia, la posibilidad de conocer los hechos que se
le imputan”. (párr. 253).

Adicionalmente, con relación a este derecho, la Corte ha desarrollado el “principio


de coherencia o de correlación entre acusación y sentencia”, que implica que “la
sentencia puede versar únicamente sobre hechos o circunstancias contemplados
en la acusación”, es decir, que “debe mediar identidad entre los hechos de los que
se informa al inculpado y aquellos por los que se le procesa, acusa y sentencia”.239

Al respecto, la Corte en el Caso Fermín Ramírez vs. Guatemala ha establecido que:

La calificación jurídica de los hechos que se le imputan a una persona “puede


ser modificada durante el proceso por el órgano acusador o por el juzgador, sin
que ello atente contra el derecho de defensa, cuando se mantengan sin
variación los hechos mismos y se observen las garantías procesales previstas
en la ley para llevar a cabo la nueva calificación188.

En efecto la Corte en este caso observó que no sólo cambió la calificación jurídica
del delito que se le imputó a la víctima en la acusación y el auto de apertura a
juicio, de violación agravada a asesinato, sino que se modificó también la base
fáctica del proceso, sin ofrecerle la oportunidad de rendir una nueva declaración
en relación con los último hechos que se le atribuyeron, razón por la cual se
declaró la violación al art. 8.2.b) de la Convención y, en consecuencia, al
representar un obstáculo para preparar adecuadamente la defensa, al art. 8.2.c.

En la misma línea, en el caso Tribunal Constitucional vs. Perú, la Corte precisó:

El cambio en el objeto de una indagatoria puede transgredir el derecho de las


personas en un proceso, si éstas no son informadas con anticipación sobre el
nuevo asunto que motiva su concurrente189.

4. Derecho del inculpado a que se le conceda el


tiempo y los medios adecuados para la preparación
de su defensa

188
Corte IDH. Caso Fermín Ramírez vs. Guatemala op. cit., párr. 67 y 68.
189
Corte IDH. Tribunal Constitucional vs. Perú. Competencia. Sentencia de 24 de septiembre de 1999,
párr. 82.
En el Sistema Interamericano, la Corte en el Caso Palamara Iribarne vs. Chile ha
establecido que:

Este derecho comprende la obligación del Estado de permitir “el acceso del
inculpado al conocimiento del expediente llevado en su contra”, respetando
el principio del contradictorio, que garantiza la intervención del inculpado
en el análisis de la prueba190.

Así en el Caso Radilla Pacheco vs. México ha establecido que el acceso al pendiente
es requisito sine qua non de la intervención procesal de la víctima en la causa en la
que se constituye como parte coadyuvante o querellante, según la legislación
interna191.

Asimismo, en el caso Barreto Leiva vs. Venezuela ha precisado que en los casos en
que el Estado pretenda limitar este derecho:

Debe respetar el principio de legalidad, argüir de manera fundada cuál es el


fin legítimo que pretende conseguir y demostrar que el medio a utilizar
para llegar a ese fin es idóneo, necesario y estrictamente proporcional. Caso
contrario, la restricción del derecho de defensa del individuo será contraria
a la Convención192.

Otro aspecto importante es el referido al secreto de sumario que impide a las


víctimas acceder al expediente del caso, sin importar que tal secreto haya sido
dispuesto para asegurar el éxito de las investigaciones. En criterio de la Corte, si
bien es cierto que el Estado tiene la facultad de declarar el secreto de sumario,
debe actuar dentro de los límites y conforme a los procedimientos que permiten
preservar tanto la seguridad pública como los derechos fundamentales.

Concretamente, la Corte señaló que:


Uno de esos derechos fundamentales es el derecho a contar con el tiempo y los
medios adecuados para preparar la defensa, prevista en el artículo 8.2.c de la
Convención, que obliga al Estado a permitir el acceso del inculpado al conocimiento
del expediente llevado en su contra. Asimismo, se debe respetar el principio del
contradictorio, que garantiza la intervención de aquél en el análisis de la prueba. Si
el Estado pretende limitar este derecho, debe respetar el principio de legalidad,
argüir de manera fundada cuál es el fin legítimo que pretende conseguir y demostrar
que el medio a utilizar para llegar a ese fin es idóneo, necesario y estrictamente
proporcional. Caso contrario, la restricción del derecho de defensa del individuo será
contraria a la Convención193.

190
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile, op. cit. párr. 170 y Caso Cabrera García y Montiel Flores
vs. México, op. cit. párr. 156.
191
Corte IDH. Caso Radilla Pacheco vs. México, op. cit. párr. 252 y Caso Castillo Gonzáles y otros vs.
Venezuela. Fondo. Sentencia de 27 de noviembre de 2012, párr. 168. En el Sistema Universal, con
relación a los medios adecuados para la preparación de la defensa, en la Observación General No. 32, el
Comité de Derechos Humanos estableció que el derecho a disponer del tiempo y de los medios
adecuados para la preparación de la defensa incluye el derecho de acceso a los documentos y demás
testimonios que el acusado necesite para preparar su defensa.
192
Corte IDH. Case Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 55.
193
Corte IDH, Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, óp. cit., párrs. 54 y 55.
De otro lado, con relación al derecho a contar con tiempo adecuado para preparar
la defensa, en el Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador, la Corte
consideró que el Estado violó el derecho de concesión del tiempo y medios al
inculpado para la preparación de su defensa porque los abogados de las víctimas
no pudieron estar presentes en la realización de una diligencia fundamental para
un proceso por el delito de tráfico de drogas. La ausencia de este instrumento se
debió a que la jueza notificó la orden de dicha prueba dos horas y media antes de
su realización, por lo que la Corte consideró que el tiempo era insuficiente y por
ende se había vulnerado el artículo 8.2.c) de la CADH194.

De otro lado, la Corte se ha pronunciado también con respecto a la posibilidad de


que la vulneración del artículo 8.2.c) de la CADH se dé por omisión y no
únicamente por comisión. Así, en el Caso Da Costa Cadogan vs. Barbados analizó la
situación de un condenado a muerte que al parecer tenía trastornos de
personalidad y dependencia del alcohol. El juez encargado del proceso no había
ordenado a un experto realizar un examen para determinar si efectivamente esta
persona padecía de dichos trastornos y dependencia, pese a que el ordenamiento
jurídico de Barbados lo disponía. Por ello, la Corte en el referido caso consideró
vulnerado el artículo 8.2.c) de la CADH por omisión195.

De igual forma, es importante señalar que en la Opinión Consultiva OC-16/99, del 1


de octubre, la Corte afirmó que el derecho a la información sobre la asistencia
consular (previsto en el artículo 36.1.b de la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares), constituye “un medio para la defensa del inculpado, que repercute -y
en ocasiones decisivamente- en el respeto de sus otros derechos procesales”. Para
la Corte, ese derecho “debe ser reconocido y considerado en el marco de las
garantías mínimas para brindar a los extranjeros la oportunidad de preparar
adecuadamente su defensa y contar con un juicio justo”196.

5. Derecho del inculpado a defenderse


personalmente, ser asistido por un defensor de su
elección y de comunicarse libre y privadamente
con su defensor
El art. 8.2.d de la Convención se refiere a dos posibilidades de defensa del
inculpado, esto es, la que puede ejercer él mismo (defensa material) y aquélla que
supone la asistencia de un defensor de su elección (defensa técnica).

La conexidad de este artículo con el derecho a que se conceda al inculpado el


tiempo y los medios adecuados para la preparación de la defensa ha sido
expresamente definida por la Corte en diferentes casos, en los que ha declarado la
violación conjunta de dichos derechos, según podemos recoger de la investigación
194
Corte IDH, Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador, óp. cit., párr. 153 y 154.
195
Corte IDH, Caso Da Costa Cadogan vs. Barbados, óp. cit., párrs. 88 a 90.
196
Corte IDH. El derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del
debido proceso legal. Opinión Consultiva OC-16/99, del 1 de octubre de 1999, óp. cit., párr. 4.6.
realizada por Juana Ibáñez Rivas197 debido a que la víctima no pudo contar con el
patrocinio letrado de un defensor público o que, una vez que pudo obtener un
abogado de su elección, no tuvo posibilidad de comunicarse en forma libre y
privada con él (Caso Suarez Rosero vs. Ecuador, párr. 83); el abogado defensor tuvo
sólo un día para revisar todo un expediente o su labor fue restringida; existieron
escasas posibilidades de presentación de pruebas de descargo (Caso Castillo Petruzzi
y otros vs. Perú, párr. 141), o se produjo el cambio de objeto del proceso en la etapa
de la indagatoria (Caso Tribunal Constitucional vs. Perú, párr. 82), entre otros. En todos
esos casos, la Corte ha considerado que la imposibilidad o las limitaciones en el
derecho a defenderse personalmente o a través de un defensor impiden que, en los
hechos, el imputado cuente con los medios para preparar su defensa, en los
términos del artículo 8.2.c.

En cuanto al derecho a la defensa material, la Corte ha sido abierta y ha


determinado en la Opinión Consultiva OC-11/90 que:

Un inculpado puede defenderse personalmente siempre que lo


permita la legislación interna (…). Si el inculpado no quiere o no
puede hacer su defensa personalmente, tiene derecho de ser asistido
por un defensor de su elección. (párr. 25)

Así en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela dispuso que el inculpado a través de sus
propios actos, entre ellos la declaración que rinda sobre los hechos que se le
atribuyen, puede enfrentar y refutar la acusación en su contra (párr. 61).

Sobre la defensa técnica, la Corte en los Casos Barreto Leiva vs. Venezuela y Vélez
Loor vs. Panamá ha indicado que ésta supone que un defensor asesore al
investigado sobre sus deberes y derechos, sobre la posibilidad de ejercer recursos
contra actos que afecten derechos, y ejecute, entre otros, un control crítico y de
legalidad en la producción de pruebas. También ha señalado que:

El investigado debe tener acceso a la defensa técnica desde el momento en


que se ordena investigar a una persona o la autoridad dispone o ejecuta
actos que implican afectación de derechos. 198 Sobre todo, en la diligencia
en la que se recibe su declaración. Lo contario es limitar severamente el
derecho a la defensa, lo que ocasiona desequilibrio procesal y deja al
individuo sin tutela frente al ejercicio del poder punitivo199.

En esta línea ha resaltado la importancia de la comunicación libre y privada entre


el inculpado y su defensor.200

En este apartado conviene conectar los estándares internacionales señalados por


la Corte con relación al derecho a la defensa de una persona extranjera y el
197
Ibañez Rivas J., op. cit. p. 237-238.
198
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párrs. 61 y 62 En el mismo sentido ha
pronunciado en el caso Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 132. Vid. Cabrera García y
Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 155.
199
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 62.
200
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit. p. 146 y 148. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador,
op. cit. párr. 83.
derecho asistencia consular en casos relativos a personas que son privadas de
libertad que no son nacionales del país que las detiene.

La Corte ha señalado que el derecho a la asistencia consular reconocido en el art.


36 de la Convención de Viena Sobre Relaciones Consulares busca remediar la
situación en la que se encuentran los extranjeros detenidos en un medio social y
jurídico diferente de los suyos.

En consecuencia, desde la óptica de los derechos de la persona detenida extranjera,


la Corte ha establecido en el caso Vélez Loor vs. Panamá, tres son los componentes
esenciales del derecho debido al individuo por el Estado Parte:

1) Derecho a ser notificado de sus derechos bajo la Convención de Viena sobre


relaciones Consulares;
2) El derecho de acceso efectivo a la comunicación con el funcionario consular,
y
3) El derecho a la asistencia misma201.

Respecto de la notificación ésta debe ser hecha antes que el detenido rinda su
primera declaración y supone que se le informe sobre su derecho a que el Estado
receptor comunique a la oficina consular competente de su situación, y a que el
Estado receptor transmita sin demora cualquier comunicación dirigida a la oficina
consular por el detenido202.

De acuerdo con la Corte, definido en el Caso Vélez Loor vs. Panamá:

La notificación se erige en una garantía fundamental de acceso a la justicia y


permite el ejercicio efectivo del derecho de defensa, pues el cónsul puede
asistir al detenido en diversos actos de defensa, como el otorgamiento o
contratación de patrocinio letrado, la obtención de pruebas en el país de
origen, la verificación de las condiciones en que se ejerce la asistencia legal y
la observación de la situación de privación de libertad203.

En cuanto al acceso efectivo a la comunicación consular la Corte ha establecido que


el Estado receptor no debe obstruir la actuación del funcionario consular de
brindar servicios legales al detenido204.

El derecho a la asistencia misma, se impone al Estado del cual el detenido es


nacional, en el sentido que tiene “el deber de proteger los derechos de sus
201
Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 153. En este caso ha explicado que estos
estándares “no se aplican a las personas detenidas o retenidas que hayan solicitado una medida de
protección internacional (…). Si son detenidas, tales personas gozan de los derechos bajo la Convención
de Viena, no obstante, hay otras consideraciones para proteger sus intereses.
202
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit., párr. 106, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit.,
nota al pie 157.
203
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit., párr. 86, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., nota
al pie 154. La Corte ha considerado que la falta de notificación es en sí misma violatoria del art. 8 de la
Convención, pues coloca al detenido en estado de incertidumbre respecto de su situación jurídica y
torna impracticable el ejercicio del derecho a recurrir el fallo sancionatorio, regulado en el art. 8.2 de la
Convención. Vid. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op.cit. párr. 180.
204
Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 158.
nacionales en el extranjero brindando protección consular. Las visitas de los
funcionarios consulares deberían ser con miras a proveer la protección de los
intereses del detenido nacional, particularmente los asociados con su defensa ante
los tribunales205.

6. Derecho de ser asistido por un defensor de oficio


El art. 8.2.e de la Convención prevé el derecho irrenunciable de ser asistido por un
defensor proporcionado por el Estado, si el inculpado no se defendiere por sí
mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por ley.

De acuerdo con la Opinión Consultiva OC-11/90, párr. 25, el derecho a un defensor


de oficio se caracteriza por ser irrenunciable cuando el inculpado no se defendiere
por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por ley, es decir,
en los supuestos regulados en el art. 8.2.d (desde que se abre la investigación o la
autoridad ejecuta actos, sobre todos al momento de prestar su declaración, en cuyo
caso tiene el derecho de que el Estado le proporcione uno. Esto supone que aún si
el inculpado no quiere defenderse, el Estado debe poner a su servicio un abogado
para que aquél siempre esté asistido.

Al respecto en la Opinión Consultiva OC-11/90 de Agotamiento de los recursos


internos, la Corte ha señalado que:

Si el Estado concernido no provee a un indigente un defensor gratuitamente, y


aquél se ve obligado a defenderse a sí mismo porque no puede pagar asistencia
legal, “podría presentarse una violación del art. 8 de la Convención si se puede
probar que esa circunstancia afectó el debido proceso a que tiene derecho dicha
persona. Consecuentemente, como la Convención Americana no ordena que la
asistencia legal sea gratuita, un indigente se ería discriminado por razón de su
situación económica, si requiriendo asistencia legal, el Estado no se la provee sin
costo alguno206.

A este respecto, en el caso la Corte en el caso Cabrera García y Montiel Flores vs.
México, ha enfatizado que:

El nombrar un defensor de oficio con el sólo objeto de cumplir con una


formalidad procesal, equivaldría a no contar con defensa técnica, por lo que
es imperante que dicho defensor actúe de manera diligente con el fin de
proteger las garantías procesales del acusado y evite que sus derechos se
vean lesionados207.

De otro lado, en la Opinión Consultiva OC-18/03 sobre “Condición jurídica y


derechos de los migrantes indocumentados”, la Corte ha considerado que:
205
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit., párr. 87, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., párr.
158.

206
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-11/90 sobre Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos,
párr. 25-27.
207
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 155.
En procedimientos administrativos o judiciales en los cuales se pueda
adoptar una decisión que implique la deportación, expulsión o privación de
libertad, la prestación de un servicio público gratuito de defensa legal es
necesaria para evitar la vulneración del derecho a las garantías del debido
proceso208.

En esta línea en el Caso Vélez Loor vs. Panamá, siguiendo el criterio expresado por
el Tribunal Europeo en el Caso Behham vs. United Kingdom, ha señalado que:

En los casos en que la consecuencia de un procedimiento migratorio pueda


ser una privación de la libertad de carácter punitivo, la asistencia jurídica
gratuita se vuelve un imperativo del interés de la justicia209.

Cabe precisar que el Tribunal ha establecido en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela
que ni el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo, ni las organizaciones no
gubernamentales responden a las exigencias de una defensa técnica, ni las
organizaciones no gubernamentales responden a las exigencias de una defensa
técnica proporcionada por el Estado210.

7. Derecho de la defensa de interrogar a los testigos


presentes en el Tribunal y de obtener la
comparecencia, como testigos o peritos, de otras
personas que puedan arrojar luz sobre los hechos
art. 8.2.f
El art. 8.2.f de la Convención se refiere al derecho de toda persona procesada de
interrogar y solicitar la comparecencia de testigos o peritos que puedan colaborar
en el esclarecimiento de los hechos materia del proceso.

En ese sentido en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, la Corte siguiendo la
jurisprudencia del Tribunal Europeo en los Casos Barberá, Messegué y Jabardo vs.
Spain y Bönisch vs. Austria, ha indicado que:

Dentro de las prerrogativas que deben concederse a quienes hayan sido


acusados está la de examinar los testigos en su contra y a su favor, bajo las
mismas condiciones que el Estado, con el objeto de ejercer su defensa y
hacer comparecer a personas que puedan arrojar luz sobre los hechos211.

208
Corte IDH. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados. Opinión Consultiva OC-
18/03 del 17 de septiembre de 2003, párr. 126, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., párr. 146.
209
Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., párr. 146, y Caso Nadege Dorzema y otros vs.
República Dominicana, op. cit., párr. 164.
210
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit., párr. 63. Sobre la justificación de la ineficacia de
estos servidores Vid. FICHA Sistematización jurisprudencial.
211
Corte IDH. Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit. párr. 155.
En efecto, en el Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú, se alegó que la legislación
aplicada al juzgamiento de las víctimas –acusadas de terrorismo- impedía que se
interrogue como testigos a quienes fundamentaron la acusación y también a
agentes de la Policía y del Ejército que hayan participado en las diligencias de
investigación. De esto la Corte consideró que “la imposición de restricciones a los
abogados defensores de las víctimas vulnera el derecho de la defensa de interrogar
testigos y hacer comparecer a personas en el proceso que puedan arrojar luz sobre
los hechos”.

De otro lado, la Corte ha entendido que este derecho puede ser vulnerado ya sea
por acción o por omisión. Respecto del primero, en el Caso Ricardo Canese vs.
Paraguay, no se permitió a la defensa del inculpado obtener la comparecencia de
testigos y peritos, ya que el juez de primera instancia revocó la decisión mediante
la cual citó a audiencia a los testigos propuestos, luego de lo cual ordenó el cierre
del período probatorio. Esto fue calificado por la Corte como una violación del art.
8.2.f de la Convención, la cual tuvo el efecto de limitar las posibilidades de defensa
del señor Canese212.

Un ejemplo de lo segundo, es el Caso DaCosta Cadogan vs. Barbados, quien fue


condenado a la pena de muerte y al parecer sufría de un trastorno de personalidad
y dependencia de alcohol. La Corte observó que el juez a cargo del proceso no
ordenó a un experto realizar un examen para determinar que efectivamente
padecía de dicho trastorno y dependencia, pese a que el ordenamiento jurídico lo
permitía. En particular, consideró que el juez no aseguró que el señor DaCosta
Cadogan y su abogado tuvieran conciencia sobre la disponibilidad de una
evaluación gratuita, voluntaria y detallada de su salud mental, con el fin de
preparar su defensa en juicio. Esta omisión de las autoridades judiciales llevó a la
Corte a afirmar la violación del art. 8.2.f. de la Convención213.

8. Derecho a no ser obligado a declarar contra sí


mismo ni a declararse culpable art. 8.2.g, y a
declarar sin coacción de naturaleza alguna (art. 8.3)
El art. 8.2.g de la Convención consagra el derecho de no autoincriminarse, así exige
a las autoridades estatales no obligar, de cualquier modo, a una persona procesada
a que realice una declaración que perjudique su situación o suponga una
autoinculpación. Esta disposición se interrelaciona con la obligación consagrada en
el art. 8.3 que garantiza el derecho a que las confesiones se realicen sin coacción
alguna.

A través de la Opinión Consultiva OC-17/02, la confesión ha sido considerada por


la Corte como un acto dentro del proceso que posee especial trascendencia para la
definición de ciertas consecuencias jurídicas que afectan la esfera de derechos y

212
Corte IDH. Caso Ricardo Canese vs. Paraguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 31 de
agosto de 2004, párrs. 164 a 167.
213
Corte IDH. Caso DaCosta Cadogan vs. Barbado. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y
costas. Sentencia de 24 de septiembre de 2009, párr. 88 a 90.
responsabilidades del justiciable214. En este entendido en el Caso Maritza Urrutia
vs. Guatemala, ha expresado que:

Este derecho también se tiene que respetar en procedimientos o actuaciones


previas o concomitantes a los procesos judiciales que, de no someterse a tales
garantías, pueden tener un impacto desfavorable no justificado sobre la
situación jurídica de la persona de que se trata215.

En los casos López Álvarez vs. Honduras y Bayarri vs. Argentina, la Corte reiteró
que:
Las declaraciones obtenidas bajo intensa presión o coacción, en las que se
aceptan hechos perjudiciales para el procesado entrañan una violación del
art. 8.2.g de la Convención216.

De esta manera la Corte ha establecido en el Caso Cabrera García y Montiel Flores


vs. México que la regla de la confesión referida a que ésta sólo es válida si es hecha
sin coacción, “ostenta un carácter absoluto e inderogable”217. En este entendido ha
asumido que:

Al comprobarse cualquier tipo de coacción capaz de quebrantar la


expresión espontánea de la voluntad de la persona, ello implica
necesariamente la obligación de excluir la evidencia respectiva del proceso
judicial, ya que dicha anulación es un medio necesario para desincentivar el
uso de cualquier modalidad de coacción. La anulación de los actos
procesales derivados de la tortura o tratos crueles constituye una medida
efectiva para hacer cesar las consecuencias de una violación a las garantís
judiciales218.

Conforme a lo precedente la Corte concluyó:

El carácter absoluto de la regla de exclusión prohíbe otorgarle valor


probatorio no sólo a la prueba obtenida directamente mediante coacción,
sino también a la evidencia que se desprende de dicha acción. De esta
manera, se garantiza el cumplimiento de dicha regla cuando se excluye la
prueba que haya sido encontrada o derivada de la información obtenida
mediante coacción219.

214
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-17/02, op. cit. párr. 128.
215
Corte IDH. Caso Maritza Urrutia vs. Guatemala. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 27 de
noviembre de 2003, párrs. 120 y 121. En el Caso Cantoral Benavides vs. Perú, se alegó que la víctima fue
sometida a tortura con el fin de obligarlo a autoinculparse o a confesar determinadas conductas
delictivas, por lo que la Corte afirmó la afectación de este derecho. Corte IDH. Caso Cantoral Benavides
vs. Perú. Fondo Sentencia de 18 de agosto de 2000, párr. 132 y 133.
216
Corte IDH Caso López Álvarez vs. Honduras. Fondo Reparaciones y Costas. Sentencia del 1 de febrero
de 2006, párr. 155; y Caso Bayarri vs. Argentina. Excepción Preliminar, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 30 de octubre de 2008, párr. 108 y 109.
217
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 165.
218
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párrs. 166 y 167. A este respecto
la Corte en el caso Tibi vs. Ecuador aclaró que dicha regla se sustenta en el hecho de que “las
declaraciones obtenidas mediante coacción no suelen ser veraces, ya que la persona intenta aseverar lo
necesario para lograr que los tratos crueles o la tortura cesen”, al ser doblegada su resistencia psíquica.
Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador, op. cit. párr. 198.
219
Corte IDH Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 167.
Tomando como referencia la jurisprudencia del Tribunal Europeo en el Caso
Harutyunyan vs. Armenia, precisó que “en caso de existir evidencia razonable de
que una persona ha sido torturada o tratada de manera cruel e inhumana, el hecho
de que ratifique la confesión ante una autoridad distinta a la que realizó la acción
(de coacción), no conlleva automáticamente que dicha confesión sea válida, ya que
dicha declaración posterior “puede ser la consecuencia del maltrato que padeció la
persona y (…) específicamente, del miedo que subsiste después de este tipo de
hecho. Ello es así porque la situación de indefensión y vulnerabilidad en la que se
encuentran las personas a quienes en el momento de ser detenidas se les somete a
tratos crueles, inhumanos y degradantes, con el objeto de suprimir su resistencia
psíquica y forzarla a autoinculparse, pueden producir sentimientos de miedo,
angustia e inferioridad capaz de humillar y devastar a una persona y posiblemente
quebrar su resistencia física y moral220.

9. Derecho a recurrir el fallo ante juez o tribunal


superior (art 8.2.h CADH)
El art. 8.2.h de la Convención se refiere al derecho a recurrir el fallo ante un juez o
tribunal superior. De esta manera en el caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica ha
señalado que:

El derecho a recurrir un fallo constituye una garantía primordial que se


debe respetar en el marco del debido proceso legal, en aras de permitir que
una sentencia adversa pueda ser revisada por un juez o tribunal distinto y
de superior jerarquía orgánica221.

También ha destacado en el mismo caso su directa relación con el derecho a la


defensa, en tanto otorga la “posibilidad de interponer un recurso para evitar que
quede firme una decisión que fue adoptada con vicios y que contiene errores que
ocasionarán un perjuicio indebido a los intereses de una persona”, por ello tiene
que estar garantizado este derecho antes de que la sentencia adquiera calidad de
cosa juzgada. Asimismo, por su relevancia, la Corte ha añadido en el caso Mohamed
vs. Argentina que la falta de garantía del derecho a recurrir del fallo además
impedir el ejercicio del derecho de defensa “trae implícita la ausencia de
protección de otras garantías mínimas del debido proceso que deben asegurarse al
recurrente, según corresponda, para que el juez o tribunal superior pueda
pronunciarse sobre los agravios sustentados222.

Un aspecto muy importante que ha definido la Corte en el caso Castillo Petruzzi es


que:

El derecho de recurrir el fallo no se satisface con la mera existencia de un


órgano de grado superior al que juzgó y condenó al inculpado, ante el que
este tenga o pueda tener acceso. Para que haya una verdadera revisión de la
sentencia, en el sentido requerido por la Convención, es preciso que el

220
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 174.
221
Corte IDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica. Excepciones Preliminares, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 2 de julio de 2004, parr. 158.
222
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op. cit. párr. 119.
tribunal superior reúna las características jurisdiccionales que lo legitiman
para conocer del caso concreto223.

Dentro de las características que debe reunir el recurso que contempla el art. 8.2.h,
la Corte ha establecido en el Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica que:

Debe ser un recurso ordinario eficaz mediante el cual un juez o tribunal


superior procure la corrección de decisiones jurisdiccionales contrarias al
derecho (párr. 161). Debe tratarse de un recurso accesible, sin requerir
mayores complejidades que tornen ilusorio este derecho (párr. 164). Lo
importante es que se garantice un examen integral de la decisión recurrida,
con independencia de la denominación (párr. 165).

De estos parámetros la Corte concluyó que los Estados tienen un margen de


apreciación para regular el ejercicio de ese recurso, empero no pueden establecer
restricciones o requisitos que infrinjan la esencia misma del derecho de recurrir
del fallo (párr. 161). De ahí que ha estimado, en el caso Mohamed vs. Argentina que
las formalidades requeridas para que el recurso sea admitido deben ser mínimas y
no deben constituir un obstáculo para que el recurso cumpla con su fin de
examinar y resolver los agravios sustentados por el recurrente224.

En este último caso se ha pronunciado respecto del alcance de la revisión y el


carácter de examen integral que debe reunir, señalando que independientemente
del régimen o sistema recursivo que adopten los Estados partes y de la
denominación que den al medio de impugnación de la sentencia condenatoria,
debe entenderse que:

Para que el recurso sea eficaz debe constituir un medio adecuado para
procurar la corrección de una condena errónea. Ello requiere que pueda
analizar cuestiones fácticas, probatorias y jurídicas en que se basa la
sentencia impugnada, puesto que en la actividad jurisdiccional existe una
interdependencia entre las determinaciones fácticas y la aplicación del
derecho, de forma tal que una errónea determinación de los hechos implica
una errada o indebida aplicación del derecho. Consecuentemente, las
causales de procedencia del recurso deben posibilitar un control amplio de
los aspectos impugnados de la sentencia condenatoria225.

Tratándose de los casos de condena, ha sido en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela,
en el que la Corte enfatizó que la doble conformidad judicial, expresada mediante
la íntegra revisión del fallo condenatorio, confirma el fundamento y otorga mayor
credibilidad al acto jurisdiccional del Estado, y al mismo tiempo brinda mayor
seguridad y tutela a los derechos del condenado226.

223
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 30 de
mayo de 1999, párr. 161. También puede verse el Caso Lori Berenson Mejía vs. Perú. Fondo,
reparaciones y costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2004, párr. 193.
224
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op.cit. párr. 99.
225
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op. cit. párr. 100.
226
Corte IDH. Caso Barreto Leiva. Vs. Venezuela. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 17 de
noviembre de 2009, párr. 89.
En cuanto al juez o tribunal superior que debe resolver el recurso la Corte ha
subrayado en el Caso Castillo Petruzzi vs. Perú que el proceso penal es uno solo y
que el concepto de juez natural y el principio de debido proceso legal rigen a lo
largo de todas sus etapas y se proyectan sobre las diversas instancias procesales.

Así, una verdadera garantía de reconsideración del caso será aquella que se
configura ante un órgano jurisdiccional superior que atienda las exigencias
de competencia, imparcialidad e independencia que la Convención
establece227. Además, dicho juez o tribunal debe cumplir con el deber
especial de protección de las garantías judiciales y el debido proceso a
todas las partes que intervienen en el proceso penal de conformidad con
los principios que lo rigen228

De esta manera en el caso Mohamed vs. Argentina, ha precisado que:

Los Estado deben asegurar que dicho recurso contra la sentencia


condenatoria respete las garantías procesales mínimas que, bajo el art. 8 de
la Convención, resulten relevantes y necesarias para resolver los agravios
planteados por el recurrente, lo cual no implica que deba realizarse un
nuevo juicio oral (párr. 100). En todo caso, la inexistencia de un recurso
judicial que garantice la revisión de la sentencia de condena o la aplicación
de unos recursos judiciales que tampoco garantizaron tal derecho a
recurrir del fallo implican un incumplimiento del Estado del deber general
de adecuar su ordenamiento jurídico interno para asegurar la realización
de la garantía judicial protegida por el art. 8.2.h. de la Convención (párr.
166).

En el Caso Mohamed vs. Argentina, la Corte se pronunció ante el caso de un


inculpado al que le fue impuesta por primera vez una sentencia condenatoria en
segunda instancia, esto es, que fue condenado mediante el fallo que revocaba una
decisión absolutoria. En dicha oportunidad, teniendo en cuenta que las garantías
judiciales buscan que quien esté incurso en un proceso no sea sometido a
decisiones arbitrarias, la Corte Consideró que resultaba contrario al propósito del
art. 8.2 no garantizarlo. Así, retomando la jurisprudencia según la cual el derecho a
recurrir el fallo se debe garantizar a todo condenado, el Tribunal concluyó que
interpretar algo distinto, “implicaría dejar al condenado desprovisto de un recurso
contra la condena. Por ello, destacó que se trata de una garantía del individuo
frente al Estado y no solamente una guía que orienta el diseño de los sistemas de
impugnación en los ordenamientos jurídicos de los Estados Partes de la
Convención229.

De otro lado, cabe recordar que la Corte ha considerado en el caso López Mendoza
vs. Venezuela que:

No es per se contrario a la Convención Americana que se establezca en el


derecho interno de los Estados que en determinados procedimientos,
ciertos actos de trámite no son objeto de impugnación230.

227
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi vs. Perú, op. cit. 161
228
Corte IDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, op. cit. párr. 163.
229
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op.cit. párr. 92.
230
Corte IDH. López Mendoza vs. Venezuela, op. cit. párr. 120.
Finalmente, entre los casos de actuaciones u omisiones que obstaculizan la
materialización de este derecho, la Corte ha considerado en el caso Vélez Loor vs.
Panamá que:

Se genera una situación de impedimento fáctico para asegurar un acceso


real al derecho a recurrir, cuando la sentencia a impugnar no es notificada
al inculpado, de modo que, además de colocarlo en un estado de
incertidumbre respecto de una situación jurídica, torna impracticable el
ejercicio del referido derecho231.
L

10.Derecho del inculpado absuelto por una sentencia


firme a no ser sometido a nuevo juicio por los
mismos hechos: principio de ne bis in ídem (art.
8.4)
El art. 8.4 de la Convención instituye la prohibición de doble enjuiciamiento,
señalar que “El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido
a nuevo juicio por los mismos hechos”.

Siguiendo lo expresado por Daniel O’Donnel232 la redacción es más amplia a la


establecida en el art. 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
que señala que “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual
haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y
el procedimiento penal de cada país”, porque la redacción de la Convención
protege a toda persona frente a la persecución penal por “los mismos hechos”,
mientras que el art. 14.7 utiliza la expresión “delito”. De otro lado, el art. 8.4 de la
Convención resulta ser más restrictiva porque protege a las personas que han sido
“exculpada por una sentencia firme”, en tanto que el 14.7 protege tanto a personas
condenadas como absueltas.

Esta diferencia fue constatada por la Corte en el Caso Loayza Tamayo vs. Perú, en
el cual un tribunal militar procesó y absolvió por el delito de traición a la patria a
María Elena Loayza Tamayo y posteriormente un tribunal ordinario la proceso por
el delito de terrorismo. Al respecto, la Corte consideró que el artículo 8.4 de la
Convención Americana prohíbe el doble enjuiciamiento respecto de los «mismos
hechos» a diferencia de la disposición análoga del sistema universal que extiende
la protección del doble enjuiciamiento ante el mismo delito, de tal modo que la
garantía del Sistema Interamericano resulta más protectora al usar un «término
más amplio en beneficio de la víctima». En virtud de ello, consideró que se
incumplió con la prohibición de doble enjuiciamiento233.
231
Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. parr. 180.
232
O’Donnel D. Derecho internacional de los derechos humanos. Normativa jurisprudencia y doctrina de
los sistemas universal e interamericano. Bogotá: Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2004, p. 452.
233
Corte IDH. Caso Caso Loayza Tamayo vs. Perú. Fondo. Sentencia del 17 de septiembrede 1997, párr.
66. En el mismo sentido. Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op. cit. párr. 121.
La Corte en los casos Cantoral Benevides vs. Perú y Acevedo Jaramillo y otros vs.
Perú ha definido que la situación regulada por el art. 8.4 de la Convención supone
dos momentos:

i) La realización de un primer juicio que se pronuncia sobre el fondo del


asunto, y
ii) La culminación del mismo en una sentencia firme de carácter
absolutorio, es decir, con una decisión adoptada de forma definitiva y
obligatoria que absuelve al inculpado234.

De conformidad con la doctrina el principio del ne bis in ídem, encuentra dos


justificaciones. En primer lugar, desde una perspectiva de derechos humanos,
“para proteger a las personas frente al uso indiscriminado del poder punitivo del
Estado”. En segundo lugar, desde una posición más pragmática, “para evitar dobles
procesamiento que llevan al uso inefectivo de los recursos de administración de
justicia, e incluso a sentencias contradictorias235.

La Corte en los casos Cantoral Benavides vs. Perú, Almonacid Arellano y otros vs.
Chile, entre otros, ha resaltado en su jurisprudencia que este derecho no es
absoluto y que, en consecuencia, no resulta aplicable cuando:

i) la actuación del tribunal que conoció el caso y decidió sobreseer o


absolver al responsable de una violación a los derechos humanos al
derecho internacional obedeció al propósito de sustraer al acusado de
su responsabilidad penal;

ii) el procedimiento no fue instruido independiente o imparcialmente de


conformidad con las debidas garantías procesales236;

iii) no hubo la intención real de someter al responsable a la acción de la


justicia 237.

De esta manera, la Corte en los casos Almonacid Arellano y otros vs. Chile y Carpio
Nicolle y otros vs. Guatemala concluyó:

234
Corte IDH. Caso Cantoral Benavides vs. Perú, op. cit. párr. 137, volvió a examinar el juzgamiento
absolutorio de Luis Alberto Cantoral Benavides por un tribunal militar y su condena por el fuero de
justicia ordinario. Vid. Corte IDH. Caso Acevedo Jaramillo y otros vs. Perú, op. cit. párr. 167. Asimismo,
en el Caso Lori Berenson Mejía vs. Perú, la Corte volvió a examinar las intervenciones del fuero militar y
el fuero civil en el juzgamiento del delito de terrorismo. La Corte consideró que como el Consejo
Supremo de Justicia Militar declinó su competencia no se configuró un proceso absolutorio mediante
sentencia firme (requisito exigido por el art. 8.4 de la Convención). Corte IDH. Caso Lori Berenson Mejía
vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2004, párr. 208.
235
Fundación para el Debido Proceso Legal, Digesto de jurisprudencia latinoamericana sobre crímines de
derecho internacional, Washington DC, Fundación para el Debido Proceso Legal, 2009, p. 319.
236
Corte IDH. Caso Cantoral Benavides vs. Perú, op. cit. párrs. 137-139, y Corte IDH Nadege Dorzema y
otros vs. República Dominicana, op. cit. párr. 195.
237
Corte IDH. Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, op. cit. párr. 154 y Caso Nadege Dorzema y otros
vs. República Dominicana, op cit. párr. 195.
Una sentencia pronunciada en las circunstancias indicadas produce una
cosa juzgada aparente o fraudulenta, es decir, que resulta de un juicio en el
que no se han respetado las reglas del debido proceso, o en el que los
jueces no obraron con independencia e imparcialidad238.

Asimismo, añadió que no puede alegarse la prohibición de doble enjuiciamiento


para eludir las obligaciones de judicialización de las violaciones de derechos
humanos:

Si aparecen nuevos hechos o pruebas que puedan permitir la


determinación de los responsables de violaciones a los derechos humanos,
y más aún, de los responsables de crímenes de lesa humanidad, pueden ser
reabiertas las investigaciones, incluso si existe una sentencia absolutoria en
calidad de cosa juzgada, puesto que las exigencias de la justicia, los
derechos de las víctimas y la letra y espíritu de la Convención Americana
desplazan la protección del ne bes in ídem239.

Sobre el particular, la Corte en el caso Genie Lacayo vs. Nicaragua ha señalado que,
ante su jurisdicción “eventualmente puede discutirse la autoridad de cosa juzgada
de una decisión cuando ésta afecta derechos de individuos protegidos por la
Convención y se demuestra que existe una causal para su cuestionamiento 240. como
las citadas, por ejemplo.

De esta manera la Corte ha declarado en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú
sostuvo si los actos en que se sostiene la sentencia están afectados por vicios
graves, que los privan de la eficacia que debieran tener en condiciones normales, la
sentencia no subsistirá241.

Por tanto, de acuerdo con lo establecido en el caso De la Masacre de la Rochela vs.


Colombia:

El principio de cosa juzgada implica la intangibilidad de una sentencia sólo


cuando llega a ésta respetándose el debido proceso de acuerdo a la
jurisprudencia del Tribunal en la materia242.

238
Corte IDH. Caso Carpio Nicolle y otros vs. Guatemala. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 22
de noviembre de 2004, párr. 131. Caso Caso Nadege Dorzema y otros vs. República Dominicana, op. cit.,
párr. 195.
239
El Estado no podrá argumentar el principio ne bis in ídem, así como cualquier excluyente similar de
responsabilidad, para excusarse de su deber de investigar y sancionar a los responsables. Corte IDH.
Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, op. cit., párr. 154. En el caso Barrios Altos vs. Perú, por los
actos cometidos por el Grupo Colina, la Corte determinó que no son inadmisible las disposiciones de
amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que
pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves de los
derechos humanos tales como la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las
desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por contravenir derechos inderogables reconocidos por
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Corte IDH. Barrios Altos vs. Perú. Fondo. Sentencia
de 14 de marzo de 2001, párr. 41.
240
Corte IDH. Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua. Solicitud de Revisión de la Sentencia de fondo,
reparaciones y costas. Resolución de la Corte de 13 de septiembre de 1997, párrs. 10 al 12, Corte IDH.
Caso Amonacid Arellano y otros vs. Chile, op. cit. párr. 154.
241
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit. párr. 219.
Recapitulando, se tiene que los límites del principio ne bis in ídem son:

graves violaciones
de derechos
humanos

no hubo
intenciónde
laintención real
sustraer al
de someter al
acusado de su
responsble a la
responsabilidad
acción de
penal
justicia

ausencia de imparcialidad e
independencia del tribunal

11.Derecho a un proceso penal público (art. 8.5)


El art. 8.5 de la Convención instituye el derecho a un proceso penal público al
señalar que “El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para
preservar los intereses de la justicia. Realizando una contrastación con las normas
del sistema universal se tiene que la regulación realizada en la Convención tiene un
ámbito de aplicación más restringido, puesto que en el sistema universal se
consagra formalmente la publicidad no sólo para los procesos penales.

El artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos señala que “
Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente. La sentencia debe ser
pronunciada públicamente, pero el acceso a la sala de audiencia puede ser
prohibido a la prensa y al público durante la totalidad o parte del proceso en
interés de la moralidad, del orden público o de la seguridad nacional en una
sociedad democrática, cuando los intereses de los menores o la protección de la
vida privada de las partes en el proceso así lo exijan o en la medida en que será
considerado estrictamente necesario por el Tribunal, cuando en circunstancias
especiales la publicidad pudiera ser perjudicial para los intereses de la justicia”. La
Convención sólo antepone como excepción preservar los intereses de la justicia.

La Corte en el Caso Palamara Iribarne vs. Chile ha sostenido que:

242
Corte IDH. Caso de la Masacre de la Rochela vs. Colombia. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de
11 de mayo de 2007, párr. 197 y caso Nedege Dorzema y otros vs. República Dominicana, op. cit. párr.
195.
La publicidad del proceso tiene la función de proscribir la administración
de justicia secreta, someterla al escrutinio de las partes y del público y se
relaciona con la necesidad de la transparencia e imparcialidad de las
decisiones que se tomen. Por ello, la publicidad hace referencia específica al
acceso a la información del proceso que tengan las partes e incluso los
terceros243.

Asimismo, la jurisprudencia de la Corte ha señalado, entre otros, en el Caso Castillo


Petruzzi y otros vs. Perú que:

Este derecho exige que los procesos se desarrollen en recintos a los que se
tenga acceso el público, prohibiendo circunstancias de secreto y
aislamiento para el desahogo de las diligencias procesales, sobre todo, para
el caso de las audiencias244.

En este caso la Corte examinó el juzgamiento ante tribunales militares de


miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) por el delito de
traición a la patria, y consideró que se violó la garantía de publicidad porque el
proceso se realizó en las instalaciones militares cuyo acceso fue reservado.

En cuanto al supuesto en el que es posible hacer una excepción de asegurar este


derecho, la Corte ha exigido en el caso Cantoral Benavides vs. Perú que:

El Estado está obligado a presentar informaciones y argumentos para


demostrar que, en un determinado caso, se deben restringir las condiciones
de publicidad del proceso por ser necesario para preservar los intereses de
la justicia245.

Tabla de estándares
ESTÁNDARES INTERNACIONALES SOBRE EL DEBIDO PROCESO
DERECHO A SER OÍDO POR UN JUEZ O TRIBUNAL
Ámbitos formal y material del derecho Caso Barbani Duarte y otros vs. Uruguay
a ser oído por un juez o tribunal
Derecho a ser oído y su directa relación Caso Niños de la Calle vs. Guatemala
con el deber de investigar Las víctimas de las violaciones de los derechos
humanos, o sus familiares, deben contar con
amplias posibilidades de ser oídos y actuar en los
respectivos procesos, tanto en procura del
esclarecimiento de los hechos y del castigo de los
responsables, como en busca de una debida
reparación
Conexión directa con el deber de Caso Trístan Donoso vs. Panamá
motivación y el derecho a la defensa Caso Vélez Loor vs. Panamá
-Una debida motivación demuestra que han sido
243
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile, op. cit., párrs. 166 y 167.
244
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit., párr. 172; Caso Cantoral Benavides vs. Perú,
op. cit., párrs. 146 y 147, y Caso Lori Berenson Mejía vs. Perú, op. cit., párrs. 198 y 200.
245
Corte IDH. Caso Cantoral Benavides vs. Perú, op. cit. párr. 148.
tomados en cuenta los alegatos de las partes y
que el conjunto de pruebas ha sido analizado.

DERECHO A UN JUEZ COMPETENTE, INDEPENDIENTE E IMPARCIAL


Prohibición de crear tribunales Caso Apitz Barbera y otros. Sentencia de 5
especiales para el caso de agosto de 2008.
Prohibición de suspensión de las Caso Castrillo Petruzzi y otros. vs. Perú.
garantías judiciales en estados de Opiniones consultivas OC-08/87 y O9/87.
excepción
Extensión del juez natural en todos los Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú
ámbitos: sea administrativa, legislativa párr. 71.
o judicial Caso Baena Ricardo y otros. párr. 124
Independencia judicial Caso Reverón Trujillo vs. párrs. 80 y 147.
Nombramientos provisionales de Caso Aptiz Barbera y otros (Corte primera
jueces deben ser una situación de de lo Contencioso) párr. 43
excepción y no la regla Caso Reverón Trujillo párrs. 117 y 118.
Juez competente sólo puede ser Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, párr. 76
determinado por la Ley
La jurisdicción militar no es Caso Loayza Tamayo vs. Perú, párrs. 61 y
competente para juzgar a civiles ni para 62
conocer de casos de violaciones a
derechos humanos
Requisitos para el ejercicio de la Caso Durand y Ugarte vs. Perú (párr. 117)
jurisdicción militar
i) tener un alcance restrictivo y excepcional; ii)
encontrarse inspirada en los principios y
garantías que rigen el derecho penal moderno
y, iii) estar encaminada a la protección de
intereses jurídicos especiales, vinculados a las
funciones propias de las fuerzas militares.

Limitaciones en razón de la persona y Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú


de la materia a la jurisdicción militar (párr. 158)
La incompatibilidad del fuero militar se Caso Fernández Ortega y otros vs. México,
extiende a la propia investigación y no párr. 177.
sólo al acto de juzgar Caso Vélez Restrepo y Familiares vs.
Colombia, op. cit., párr. 238.

Independencia: cargos provisorios Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela

DERECHO A SER JUZGADO EN UN PLAZO RAZONABLE


Derecho a ser juzgado en un plazo Caso Suárez Rosero vs. Ecuador (párr. 71)
razonable es predicable en cualquier Caso García y Familiares vs. Guatemala, op.
proceso cit., párr. 152.

Inicio del cómputo del plazo Caso Suárez Rosero vs. Ecuador (párr. 70)
Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador (párr.
168)
Criterios para determinar la Genie Lacayo vs. Nicaragua (párr. 77) y
existencia de plazo razonable Masacre de Santo Domingo vs. Colombia
(párr. 164)

Pertinencia de aplicar los criterios Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs.


para determinar la razonabilidad Colombia
depende las circunstancias
particulares del caso
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