Investigacion Humanistica Carmen Araguren

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LA INVESTIGACIÓN HUMANÍSTICA: NATURALEZA, RETOS Y CONTEXTO


Carmen Aranguren R.

En la comunidad científica se acepta el criterio de que todo proceso de


investigación ha de estar orientado a la producción de nuevos conocimientos. Sin embargo,
al plantearnos el para quién de esos conocimientos, advertimos que una gran masa de la
comunidad planetaria resulta desfavorecida en cuanto al acceso que tiene a los bienes de
creación, producción y consumo de carácter material y cultural.

Desde una perspectiva epistemológica nos preguntamos: ¿Cuál es ese


conocimiento, por excelencia, que sirve como fuente de certeza en las indagaciones que le
son propias? El hecho de producir nuevos conocimientos no significa el alcance de la
verdad ni tampoco la condición de ser suficiente o ser conveniente a la realidad social. De
manera abierta o encubierta, todas las cuestiones que atañen a la ciencia son
responsabilidad de los seres humanos, como es evidente también, que la fundamentación
de la ciencia se elabora en el pensamiento y en la conciencia humana en relación con la
práctica de trabajo. De aquí deviene que el sujeto social es creador, autor y portador de
libertad en su acción transformadora. Por otra parte, el fin valorado que persiguen los
nuevos conocimientos es parte de la búsqueda del sentido de existencia de la ciencia, en
interdependencia con el modelo de desarrollo hegemónico que condiciona la vida social.
Esto es un principio consecuente con la investigación en cualquier disciplina y
particularmente, con la indagación o aproximación a la esencia del pensamiento
humanístico. Arduo esfuerzo, si su finalidad es penetrar la realidad social y conocer el
proceso de llegar a ser lo que ella es.

Investigar en Humanidades puede tener muchas opciones, pero, si no convergen en


la búsqueda del bienestar de la humanidad, el saber producido se convierte en campo estéril
y hasta nocivo para comprender el significado y el valor de la vida en sus distintas
manifestaciones. Ya los grandes humanistas de la antigüedad clásica, en su interés por la
formación del hombre, sustentaron los valores vinculados a la realización humana dentro de
una concepción del mundo y de la vida. En tiempo contemporáneo, se concede al
humanismo una fuerza valorativa que apunta a la dignidad humana, la justicia social, la
solidaridad, la tolerancia; sin embargo, nunca como ahora, el respeto por estos valores había
sido tan quebrantado. De aquí que algunos pensadores han calificado esta postura como de
humanismo deshumanizado.

¿Quiénes son los destinatarios de los beneficios de la ciencia? Algunos datos del
Informe del Desarrollo Humano, correspondiente a 1999, reflejan la situación de inequidad
y exclusión permanente en sociedades actuales, donde parece que los aportes científicos se
desconocen y obvian la grave crisis de supervivencia humana. Para referir un sólo detalle,
según el mencionado Informe, a pesar de que el ingreso per cápita en el planeta ha superado


Profesora Universidad de Los Andes-Facultad de Humanidades y Educación.
Aceptado: 19-11-01 Aprobado:12-12-01
los 5000 $, un total de 1300 millones de personas cuentan con ingresos menores a 1 dólar
diario. Vemos que el modelo científico y el modelo civilizatorio no son extraños ni
independientes entre sí, pues ambos mantienen implicaciones mutuas. Al respecto, el
Informe Mundial sobre la Ciencia, publicado por la UNESCO en 1995, afirma que: “A
medida que la ciencia y la tecnología avanzan a ritmo vertiginoso, aumenta la capacidad
de afectar a la sociedad humana para bien o para mal. Es lógico, pues, que cada vez
causen más preocupación las cuestiones relacionadas con la ética, los derechos humanos o
la imagen pública de la ciencia” (M.K.G. Mennon. 1995:9).

El panorama de la investigación científica en Venezuela es desalentador en cuanto a


la definición de políticas para su desarrollo, al potencial de productividad, al compromiso
del profesional y al apoyo de financiamiento e impulso sostenido por parte del Estado y sus
órganos oficiales que poseen responsabilidades en el ámbito mencionado. En condición de
país tercermundista- categoría históricamente discutible - con marcadas desigualdades
económicas, sociales, políticas, culturales, la ciencia en Venezuela ha mimetizado las
condiciones de este desajuste; más aún, cuando la redefinición del modelo económico
asume compromisos de sumisión ante los entes financieros internacionales que dictan
lineamientos sobre la actividad científica a desarrollar en beneficio de sus demandas. Se
plantea entonces, en este contexto, la urgencia de indagar dentro de nosotros mismos cómo
se define el sistema organizador de la ciencia, no para complacernos en las debilidades, sino
para cuestionar constructivamente los errores, y fundamentar modelos de trabajo creador,
cónsonos con las necesidades de autonomía científica e histórica que den satisfacción a
ingentes preguntas sobre requerimientos acerca del presente y del futuro nacional. Ante una
situación como ésta, la producción de conocimiento científico se postula alternativa para
desvelar la realidad y enfrentar con propuestas valederas y auténticas la necesidad de una
mejor calidad de vida en los distintos órdenes que ésta representa; me refiero tanto a las
condiciones físicas y materiales como a las culturales, intelectuales y éticas.

Una breve alusión a los paradigmas hegemónicos en la producción científica nos


conduce a considerar que la condición de ciencia emancipadora ha sido cuestionada y
rechazada por teorías de corte empirista y pragmático, legitimadas en la práctica de
investigación a través de la reconstrucción y/o recodificación de un discurso “novedoso”
que intenta fragmentar el objeto de conocimiento en una supuesta búsqueda de
“objetividad” y “neutralidad” cientificista, ajena a las exigencias de un proceso de
transformación, donde investigar en cualquier ciencia o disciplina se reconozca como el
esfuerzo intelectual, imaginativo y creador, para establecer la verdad o no-verdad del
objeto de conocimiento en un escenario sociopolítico determinado. Sería fácil afirmar a la
ligera que tal postura está “demodée”. Nada más falso de comprobar si revisamos, por
ejemplo, algunas de las ediciones que recogen líneas y proyectos de trabajo discutidos en
eventos nacionales de relevancia en nuestro país. La idea de esta cuestión no presume
intención de interferir en el libre albedrío del pensar como libertad de decisión, ni tampoco
establecer diferencias de responsabilidad entre las llamadas ciencias exactas y las
nombradas ciencias humanas, pues si bien existe distinción en la naturaleza de su objeto de
estudio, cabría señalar coincidencias en la finalidad última de su propósito. Entonces, en
este sentido, es pertinente que ambas se interroguen, críticamente, sobre el para qué y el
por qué investigar, de manera de poder indagar en el sentido humano de los procesos
científicos, pues en cada una de ellas se produce saber, y por tanto, la comprensión de su
núcleo substancial constituye la dignidad de la producción en la ciencia. La realidad social
subyacente en ese proceso se comprende a sí misma, se reconoce y se transforma en el saber
de la ciencia que tiene como prioridad incidir en la solución de problemas vitales. De modo
pues, que, teoría y praxis científicas unifican la investigación en síntesis de ciencia y
humanismo, aceptando “que lo práctico, la actividad del sujeto es la acción misma de lo
teórico, o mejor, que el pensamiento se encarna en la acción transformadora del sujeto”
(Vásquez, E., 1995: 48). Aclaratoria válida para evitar confundir esta postura con la que
tradicionalmente se acepta acerca de lo teórico y lo práctico en sentido de concebirlos
separadamente, como antecedente y consecuente. Razones tenemos entonces, para abordar
los contenidos de investigación en las ciencias humanísticas desde el análisis del conjunto
de conocimientos socialmente producidos sobre problemas concretos que tienen
implicaciones en el pensamiento y en la actividad de los seres humanos en contextos
determinados. En estas circunstancias, nos es dado advertir que las corrientes científicas
sustentadas en la racionalidad instrumental han horadado las concepciones teórico-críticas
de la investigación humanística. En consecuencia, la producción de saberes en esta
dirección, desprecia la búsqueda del objeto de conocimiento en la teoría como sistema
orientador y explicativo de los fenómenos de estudio. Así, su marco referencial acepta la
descomplejización de los procesos de pensamiento, de la teoría y de la acción en la ciencia
y postula la creación de conocimiento en función de la utilidad inmediata, desconociendo la
necesidad de incursionar en lo pensado para someterlo al análisis y discusión. Estos
modelos de interpretación lineal constatan la urgencia de admitir que la ciencia que se
produce en el ámbito de las Humanidades requiere legitimar su estatuto filosófico y
científico en el debate, en la comunicación de saberes, a fin de probar o poner en tela de
juicio su verdad. Sólo en esta práctica encuentra realización la producción de conocimiento
y la confrontación de lo que hemos pensado y lo que hemos objetivado, e igualmente, la
necesidad de revisar la construcción de concepciones y posturas en posibilidad de acceder
al reconocimiento crítico de la investigación institucional.

En el mundo de hoy, la situación de la cultura científica y humanística es


particularmente difícil en razón de los nuevos patrones impuestos para hacer ciencia
reconocida. La sociedad del conocimiento en su dimensión mediática y compleja, plantea la
urgencia de estudiar las relaciones entre el universo real y el universo virtual, así como el
papel del ser humano en estos contextos, porque a fin de cuentas, como decía Einstein: “En
épocas de crisis sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.

En este escenario, el pensamiento contemporáneo se debe sentir presionado a


abocarse a tareas antes desconocidas, admitiendo que son múltiples y diferenciados los
factores que intervienen en la explicación del papel de las ciencias histórico-sociales, para
las cuales, cualquier problema, por nimio que parezca puede ser relevante para repensar el
aquí y ahora de la ciencia en condición de una misma búsqueda que apunte a reducir las
fronteras entre los grupos humanos. De este modo, nada es ajeno al conocimiento, y mucho
menos cuando se propone desentrañar los mecanismos que encubren el sistema de
relaciones y contradicciones donde se inserta la praxis científica.
La investigación humanística exige dar respuesta a qué es, qué puede ser y dónde se
produce la actividad de hacer ciencia en la esfera del compromisos social. La visión
descomplejizada de las ciencias sociales omite revelar que en un diseño de investigación
hay realidades subyacentes de diversa índole; por lo que “en lo económico, por ejemplo,
están las necesidades y los deseos humanos” (E. Morin, 1997:100). La presencia
consustancial del contexto histórico en la producción científica establece una relación
constitutiva entre uno y otro proceso. Así vemos que es fundamental la posibilidad de
concebir un conocimiento más enriquecedor, crítico y complejo, pero también menos
determinista y dependiente de normativas, muchas veces extrañas al mundo de la realidad
concreta. Reconocemos que el cambio no se produce en lo inmediato, de un paso a otro,
porque existen resabios y esquemas petrificados que lo retardan o imposibilitan. En cierto
modo, será adecuado emprender la búsqueda de ese “otro” conocimiento, aceptando lo
impredecible y la fragilidad de los postulados en un sistema de ideas que, a la vez, sea
capaz de proponer una síntesis entre naturaleza, cultura ética, sociedad y política.

REFERENCIAS BIBLIOHEMEROGRÁFICAS

FUENMAYOR, Abdel M (1995). “Investigar y Publicar”. En: Interciencia (1) vol.20.


Caracas, enero-febrero.

MENNON, M.K.G (1995). Informe Mundial sobre la Ciencia. Madrid. UNESCO.


Santillana.

MIGUÉLEZ MARTÍNEZ, Miguel (1996). “El desafío a la racionalidad científica


clásica”. Ponencia presentada en el I Congreso Internacional Multidisciplinario sobre Los
Desafíos del siglo XXI. Caracas. Universidad Central de Venezuela, 15 al 20 de enero.

MORIN, edgar (1997). El pensamiento complejo. Barcelona. Gedisa.

PROGRAMA DE DESARROLLO DE LAS NACIONES UNIDAS (1999). Informe del


Desarrollo Humano. Nueva York / Oxford.

RICOEUR, Paul. (1982). Corrientes de la Investigación en las Ciencias Sociales. (4)


Madrid. Tecnos / Unesco.

VÁSQUEZ, Eduardo (1995). “Identidad y Diferencia”. En : Apuntes Filosóficos (7-8).


Caracas. Escuela de Filosofía. Universidad Central de Venezuela.

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