1973-1983 Resumen Historia Argentina ICSECBCdocx

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Prof.

Marina Conte

RESUMEN HISTORIA ARGENTINA DE 1880 A 1955

1973-1983

En 1973 asumió Cámpora y regresó Perón al país. Hubo un enfrentamiento entre grupos armados del
peronismo en la llamada Masacre de Ezeiza entre grupos peronistas contrarios. (La Masacre de
Ezeiza es el nombre por el que se conoce al enfrentamiento entre organizaciones armadas irregulares
peronistas que tuvo lugar el 20 de junio de 1973, en ocasión del regreso definitivo a
la Argentina de Juan Domingo Perón, luego de casi 18 años de exilio).
A causa de ésto, Cámpora y Solano Lima renunciaron y asumió Lastiri. En las nuevas elecciones ganó
la formula Perón-Perón (Perón Presidente y su 2da esposa Isabel de Perón vice), Al año siguiente
murió Perón. Isabel lo reemplazó hasta que fue depuesta en 1976.

Antes de morir Perón:

Perón armó su proyecto político sobre 3 bases: Perón intentó un acuerdo democrático con las fuerzas
políticas, un pacto social con los grandes representantes corporativos y una conducción más
centralizada de su movimiento hasta entonces muy heterogéneo y dividido. El control que podía
tener Perón no era pleno, ya que las Fuerzas Armadas eran reticentes y limitaban el control de Perón,
y los mecanismos estatales estaban desgastados y resultaron ineficaces. Por eso el pacto social falló
de entrada. El pacto democrático funcionó formalmente, pero resultó irrelevante. Además el
gobierno de Perón resultó corroído por las luchas desencadenadas dentro del movimiento es decir su
última premisa fue imposible de llevar a cabo.
El Programa de Reconstrucción y Liberación Nacional (conocido también como el “Plan Trienal para la
Reconstrucción y la Liberación Nacional”. Fue presentado por Perón. La estrategia económica
diseñada por el ministro Gelbard (jefe de la CGE, donde se nucleaba la mayoría de las empresas de
capital nacional), constituía la expresión del proyecto político de Perón en esa área. Presentado en
mayo de 1973 intentaba superar las limitaciones al crecimiento de la economía, sin modificar los
rasgos básicos. Era un plan claramente intervencionista y en menor medida nacionalista y
distribucionista. Tampoco implicaba un ataque directo a ninguno de los intereses establecidos. Se
esperaba apoyar el crecimiento de la economía en la expansión del mercado y de las exportaciones.
Las exportaciones tradicionales tenían buenas expectativas: buenos precios y nuevos mercados
(como la URSS); la nacionalización del comercio exterior garantizaba la transferencia de los beneficios
al sector industrial. Por otro lado se trató de preservar los ingresos de los sectores rurales. Las
empresas nacionales fueron respaldadas con líneas especiales de crédito y el “compre argentino”;
algunas fueron subvencionadas. El Estado controlaba el crédito y los precios para la estabilización.
Aumentó sus gastos y el empleo público. Además el Estado aumentó los gastos a través de obras
sociales e incrementó el número de empleados públicos y de empresas del Estado, todo a costa de
un déficit creciente.
La clave del programa estaba en el pacto social para solucionar el problema clásico de la economía.
Mientras Onganía había fracasado con la pura autoridad, Perón recurría a la concertación (Acuerdo,
pacto o convenio que se hace sobre alguna cuestión) y a la disciplina mediante la persuasión y la
autoridad. La concertación más grande fue aceptada por la CGT y la CGE, la cual consistía en el
congelamiento de los precios, supresión por dos años las convenciones colectivas y aumento del 20%
de salarios, aunque muy distante de las expectativas generadas por el advenimiento del gobierno
popular.
Prof. Marina Conte

Resultados muy buenos: La inflación se frenó, se logró un buen superávit y se aumentó la actividad
interna.
Pero más tarde resurgió la inflación, encarecieron las importaciones a raíz del aumento del precio del
petróleo, y se complicaron las cuentas externas y los costos de las empresas. El Mercado Común
Europeo cerró para las carnes argentinas. La crisis cíclica no podía ser resuelta por un gobierno que
se había abanderado de la inflación nula. Nuevamente se volvió a la lucha sectorial con el
incumplimiento del pacto social. Las fábricas estuvieron en “estado de rebeldía” por obra de la
movilización sindical. En la mayoría de los casos las movilizaciones concluían con ventajas salariales
directas o encubiertas, lo que aumentaba la amenaza sobre los dirigentes nacionales obligados- a
atarse al pacto. Perón fortaleció a los sindicatos aunque una modificación de la Ley de Asociaciones
Profesionales, reforzó la centralización de los sindicatos, aumentó el poder de sus autoridades y
prolongó sus mandatos, aunque siguieron demandando ajustes salariales. El pacto fue
desgastándose y Perón pidió disciplina (en un acto público en la plaza de mayo) y amenazó con
renunciar. Fue la última aparición pública antes de su muerte.

VER MAS: https://www.infobae.com/historia/2018/07/01/peron-cronica-de-una-muerte-anunciada/

2da fase del gobierno peronista. Presidencia de Isabel de Perón.

Los actores cambiaron de estrategia y volvieron a sus formas clásicas (negociación dura como la
vandorista, ésta vez representada por Lorenzo Miguel, otro dirigente sindical metalúrgico). Isabel
construyó una base propia de poder para homogeneizar el gobierno, rompiendo las alianzas que
había tejido Perón, rodeada de un grupo de fieles de escasa tradición peronista, encabezado por José
López Rega, apodado “el brujo” por su gusto por las practicas esotéricas. (José López Rega, conocido
como el Brujo por sus adversarios y Daniel o Lopecito por sus allegados fue un político argentino y el secretario
privado de Juan Domingo Perón y de María Estela Martínez de Perón, ambos presidentes de Argentina sobre
quienes ejerció influencia. Como ministro de Bienestar Social durante los gobiernos de Héctor J. Cámpora, de
Raúl Alberto Lastiri y del propio Perón, López Rega organizó la Alianza Anticomunista Argentina, (TRIPLE A) un
grupo armado de ultraderecha que practicó asesinatos selectivos para combatir la influencia del ala izquierda
del peronismo y de organizaciones marxistas).

En algunos casos Isabel y los Sindicalistas coincidieron, por ejemplo al hacer renunciar a Gelbard y
aprovechando la nueva Ley de Asociaciones y de la ley de Seguridad, desalojaron a las cabezas del
sindicalismo opositor. Esto ayudó a que la agitación sindical disminuya. La crisis económica pedía
medidas drásticas y el gobierno debió convocar a paritarias, se decidió un aumento del 40%. Nuevo
ministro de economía llamado Celestino Rodrigo, del equipo de López Rega, provocó un shock
económico al devaluar al 100% y un aumento de tarifas y combustibles similar. Estas medidas se
denominaron “Rodrigazo” que echó por tierra los aumentos acordados. Se pidió un aumento del
200% pero Isabel no aceptó. La CGT se movilizó contra el gobierno peronista. Contra toda la
tradición, la CGT encabezaba una acción contra un gobierno peronista. Isabel cedió, López Rega y
Rodrigo renunciaron y el gobierno entró en su etapa final.

La crisis económica del “Rodrigazo” preparó la crisis política. En 1975 ni las Fuerzas Armadas ni los
grandes empresarios respaldaron a Isabel. Los empresarios cedieron con facilidad a los reclamos de
los sindicalistas, se separaron de la CGE y atacaron al gobierno. Los militares comenzaron a
prepararse para el golpe. El militar Videla puso plazos, y finalmente, luego de intentos en vano de
confrontar la crisis, bajo una tensión insoportable y una aceptación anticipada de cualquier salida,
Isabel fue depuesta. El golpe fue el 24 de marzo de 1976 y fue recibido con alivio y expectativas.
Prof. Marina Conte

Las dos facciones del peronismo:

Lucha dentro del peronismo: Perón tenía una relación rara con la llamada “tendencia
revolucionaria”: Montoneros y Juventud Peronista. Perón lideraba incluyendo a todos quienes
invocaran su nombre. Su estrategia era la de movilizar a los sectores populares y presentarse como el
único capaz de contenerlos.
Había dos peronismos:
- Una que se apoyaba en vieja tradición peronista, nacionalista y distribucionista, con un estilo
político autoritario, faccioso, verticalista y anticomunista: “patria peronista”, identificada con
el sindicalismo y los grupos de extrema derecha;
- La otra incorporaba la crítica radical de la sociedad (“liberación o dependencia”): “patria
socialista”, identificada con Montoneros.
El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) no creía en la vocación revolucionaria del peronismo ni en
la democracia, y retornó a la lucha contra los militares. Para Montoneros, el triunfo de 1973 abría
una lucha decisiva por el control del poder y el discurso peronista, y ganaron para su causa al propio
Perón. Los militantes de la “tendencia” ocuparon espacios de poder en el Estado, pero pronto se
restablecieron las relaciones de fuerza reales y a partir de la renuncia de Cámpora perdieron las
posiciones ocupadas. La “tendencia” entonces se lanzó a la lucha de aparatos en competencia con el
sindicalismo y los grupos de derecha, bajo la forma de terrorismo, llevó a cabo muchos asesinatos.
Montoneros eliminaba personajes, y contra ellos se constituyó otro terrorismo parapolicial (Acción
Anticomunista Argentina, matones sindicales), la llamada triple A comandada por López Rega.
Pero Perón los expulsó en un acto del 1 de mayo de 1974 y solo aparecieron en su funeral. Fundaron
el Partido Peronista Auténtico sin éxito. Volvieron a la vieja táctica y pasaron a la clandestinidad:
asesinatos, secuestros, intervenciones armadas en conflictos sindicales, etc.. El secuestro del
empresario Born les reportó 60 millones de dólares. En ese camino los siguió el ERP, instalados en
Tucumán. Contra ambos creció la represión estatal. El Ejército convocado por la presidenta asumió la
tarea de reprimir la guerrilla en Tucumán. Comenzaba el genocidio.

1976-1983
INFO EXTRA!!! El 24 de marzo de 1976, una junta militar integrada por los tres comandantes en jefe
de las Fuerzas Armadas derrocó al gobierno constitucional encabezado por María Estela Martínez
de Perón. Las Fuerzas Armadas asumieron el poder político como representantes de los intereses
de los grandes grupos económicos. Se había perpetrado un nuevo golpe de Estado que contaba con
el apoyo de importantes sectores, sobre todo del segmento más concentrado de la burguesía
“nacional” y transnacional, la Iglesia Católica, dirigentes políticos, sindicales (que aunque no
dieron un apoyo explícito tampoco se pronunciaron en contra) y medios de prensa que
colaboraron en la preparación de la sociedad para aceptar el golpe como única alternativa para
salir de la crisis. Previamente se había generado un consenso golpista que prendió con fuerza en un
sector de la población convencido de que cualquier cosa que sustituyera al gobierno civil sería
mejor. Los militares impondrían el orden y, como en el pasado, dejarían paso a los civiles una vez
“pacificada” la sociedad. El peronismo y el radicalismo no resistieron el golpe como se esperaba, ya
que sus dirigentes más tradicionales guardaron, en general, un silencio cómplice y los sectores más
combativos ya no tenían capacidad de respuesta, debilitados por el accionar de la Triple A.

El Estado Terrorista
Prof. Marina Conte

En 1976 la Junta de Comandantes en Jefe (Videla, Massera, Agosti) tomó el poder y comenzó el
Proceso de Reorganización nacional, con Videla como presidente. Las condiciones para un golpe de
Estado que prometía restablecer el monopolio estatal de la fuerza estuvieron sentadas por el caos
económico y el terrorismo anteriores. El terror sembrado por la Triple A, creó las condiciones para la
aceptación de un golpe de Estado que prometía restablecer el orden y restablecer el monopolio
estatal de la fuerza.

La Junta pretendía eliminar el problema de raíz mediante una represión sistemática (ensayada en
Tucumán, desde 1975, donde se encontraba el ERP). Los grupos parapoliciales se disolvieron o se
subordinaron al poder. Las tres armas se asignaron diferentes zonas de responsabilidad y hasta
mantuvieron una cierta competencia, lo que dio a la operación una fisonomía anárquica y faccional
que, sin embargo, no implicó acciones casuales, descontroladas o irresponsables, y lo que pudo
haber de ello formó parte de la concepción general de la operación.

La planificación general y la supervisión táctica estuvieron en manos de los más altos niveles de
conducción castrense. Las órdenes bajaban, por la cadena de mandos, hasta los encargados de la
ejecución, los Grupos de Tareas. Se trató de una acción terrorista clandestina, dividida en cuatro
momentos principales: el secuestro, la tortura, la detención y la ejecución
1. Para los secuestros, cada grupo de operaciones (grupos de tareas, “patotas”) operaban
preferentemente de noche, en los domicilios de las víctimas, a la vista de su familia, que en
muchos casos era incluida en la operación. Pero también muchas detenciones fueron
realizadas en fábricas o lugares de trabajo, en la calle, algunas en países vecinos, con la
colaboración de las autoridades locales. La operación se realizaba con autos sin patente pero
bien conocidos (los Ford Falcon verdes). Había mucho despliegue de hombres y armamento
pesado, combinando el anonimato con la ostentación, todo cual aumentaba el buscado
efecto aterrorizador. Este fue el modus operandum principal, pero existieron otros, a plena
luz del día.

2. “El destino primero del secuestrado era la tortura sistemática y prolongada. La tortura física,
de duración indefinida, se prolongaba en la psicológica: sufrir simulacros de fusilamiento,
asistir al suplicio de amigos, hijos o esposos. En principio, la tortura servía para arrancar
información y lograr la denuncia de los compañeros, pero en general tenía el propósito de
quebrar la resistencia del detenido, destruir su dignidad y personalidad.

3. Los que sobrevivían a la tortura, iniciaban una detención más o menos prolongada en alguno
de los trescientos cuarenta centros clandestinos de detención (los “chupaderos”), cuya
existencia fue reiteradamente negada por las autoridades”. En esta etapa final, de duración
imprecisa, se completaba la degradación de las víctimas, a menudo mal heridas y sin
atención médica, permanentemente encapuchados y mal alimentados. Muchas detenidas
embarazadas dieron a luz en esas condiciones, para luego ser despojadas de sus hijos.

4. Para la mayoría, el destino final era la ejecución. Pese a que la Junta Militar estableció la
pena de muerte, nunca la aplicó, y todas las ejecuciones fueron clandestinas. En la mayoría
de los casos los cuerpos se ocultaron en cementerios como “personas no identificadas” (NN),
quemados en fosas colectivas que eran cavadas por las propias víctimas antes de ser
fusiladas, o arrojados al mar con bloques de cemento, luego de ser adormecidos con una
inyección. De ese modo, no hubo muertos, sino “desaparecidos”.
Prof. Marina Conte

En 1976 llegaron a existir 610 Centros Clandestinos de Detención en la Argentina, pero muchos de
ellos fueron temporarios y circunstanciales. Las desapariciones se dieron masivamente entre 1976 y
1978, luego se redujeron a una expresión mínima. Algunos pertenecían a las organizaciones
armadas. El ERP fue diezmado entre 1975 y 1976. Montoneros también fue muy atacado y tuvo que
limitarse a acciones terroristas. La amenaza real de las organizaciones cesó, pero la represión siguió
en marcha: militantes políticos, sacerdotes, intelectuales, abogados, activistas de derechos humanos,
y otros por motivos poco relevantes. La operación eliminó todo activismo y protesta social: la
sociedad era controlada y dominada. Las víctimas fueron muchas, pero el verdadero objetivo eran los
vivos, el conjunto de la sociedad que, antes de emprender su transformación profunda, debía ser
controlada y dominada por el terror y la palabra. El Estado tenía una parte clandestina y terrorista, y
otra pública que silenciaba cualquier voz.

No solo desaparecieron las instituciones de la República, sino que fueron clausuradas


autoritariamente la confrontación pública de opiniones y su misma expresión. Toda la actividad
política y gremial estaba prohibida, los medios de prensa, censurados. La sociedad estaba
inmovilizada, y en su mayoría aceptó el discurso estatal: “algo habrán hecho”, control propio,
autocensura, vigilancia del vecino.

El gobierno militar no consiguió ni entusiasmo ni adhesión en la sociedad, pero su pasividad era


suficiente para encarar las transformaciones que pretendían.

INFO EXTRA!!! Algunas medidas: Las primeras medidas fueron el establecimiento de la pena de
muerte para quienes hirieran o mataran a cualquier integrante de las fuerzas de seguridad, la
clausura del Congreso Nacional, el reemplazo de todos los miembros de la Corte Suprema de
Justicia y del Poder Judicial por jueces adictos al nuevo régimen1 , el allanamiento y la intervención
de los sindicatos, la prohibición de toda actividad política y la imposición de una fuerte censura
sobre todos los medios de comunicación Salvo aquellos que legitimaron el terrorismo de Estado,
nefasta asociación evidenciada en papel prensa. Los ministerios, con excepción del de Economía y
el de Educación, fueron ocupados por militares. Los gobiernos provinciales también fueron
repartidos en su mayoría entre uniformados de las tres fuerzas. Hasta los canales de televisión
fueron adjudicados con ese criterio. Como lo hemos señalado, algunos medios de comunicación
hicieron suya la “voz” del régimen en abierta complicidad, publicando, omitiendo y desvirtuando
las noticias en sintonía con los intereses de la Junta Militar.

INFO EXTRA!!! ¿Cuál fue la postura de EE.UU frente a los nuevos gobiernos de facto? Como bien
sugieren Ansaldi y Giordano (2012), “la cínica invocación a la democracia realizada por Estados
Unidos durante la Guerra Fría se convirtió, en América Latina, en una desnuda y despiadada
política de apoyo a los Estados Terroristas de Seguridad Nacional basados ideológicamente en la
Doctrina de Seguridad Nacional (DSN)”. Según esta doctrina, el comunismo acabaría con las
libertades y los derechos individuales en el país donde se instaurara, por lo tanto, las violaciones a
los DD. HH. “necesarias” para evitar la acción o la instauración del comunismo, eran vistas como un
daño colateral o un “sacrificio menor”. De esta forma, y en medio del clima de ebullición social, la
actitud de EE.UU y del nuevo presidente, Lyndon Johnson, tras el asesinato de Kennedy, fue bien
clara: apoyo abierto a los golpes militares favorables a sus intereses. Los militares eran, para
EE.UU, la garantía más sólida contra el peligro del “castro-comunismo”. Había que destruir al
“enemigo interno”. El Departamento de Estado y personajes como Henry Kissinger (Secretario de
Estado del Gobierno de Richard Nixon desde 1973), estuvieron de un modo u otro involucrados en
los golpes y en la represión sistemática. La CIA, por su parte, participó activamente en estos
procesos dictatoriales.
Prof. Marina Conte

La economía imaginaria: Inflación y especulación

Esa transformación fue conducida por José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía durante
los cinco años de la presidencia de Videla. Cuando asumió, debía enfrentar una crisis cíclica aguda -
inflación desatada, recesión, problemas en la balanza de pagos-, complicada por la crisis política y
social y el fuerte desafío de las organizaciones armadas al poder del Estado.

Cuando asumió Martínez de Hoz, debió enfrentar una crisis aguda. La represión inicial, que
descabezó la movilización popular, sumada a una política anticrisis clásica, permitió superar la
coyuntura. Las fuerzas armadas y los sectores económicos del establishment que los acompañaba
diagnosticaron que la inestabilidad política y social surgía de la puja corporativa sobre los elementos
del Estado benefactor, es decir había una impotencia del poder político para controlar la puja entre
empresarios y trabajadores que se enfrentaban generando desorden. Se buscaba el orden y la
seguridad; no el crecimiento; se quería eliminar los problemas que la economía ponía a la estabilidad
política, incluso a costa del crecimiento. El Estado intervencionista y benefactor que comienza en
1930, era la fuente del desorden social; el mercado podía y debía disciplinar a todos por igual,
aunque en realidad la transformación se basó en la concentración del poder económico en un
conjunto de grupos empresarios transnacionales y nacionales en consecuencia, la negociación era
imposible.

Se reprimió y desarmó a los actores del juego corporativo (obreros y algunas empresarios). Martínez
de Hoz contó con el apoyo de los organismos internacionales, los bancos extranjeros y el sector más
concentrado del establishment local. Su relación con los militares fue más compleja porque éstos
tenían ideas diferentes. Ellos creían que el desarme del juego corporativo tenía que acompañarse
con el mantenimiento del pleno empleo, o con la supervivencia de las empresas estatales y la
expansión del gasto público. De modo que la receta recesiva más clásica estaba descartada. Las
relaciones con los empresarios tampoco fueron fáciles por los intereses sectoriales. La concentración
y el endeudamiento fueron muy fuertes. El gobierno intervino la CGT y fábricas, reprimió a los
militantes, suprimió las negociaciones colectivas, congeló los salarios. Así superó la crisis cíclica sin
desocupación, y el Estado balanceó el déficit.
La economía imaginaria hace referencia a un conjunto de medidas que supuestamente iban a
devolverle a la Argentina su rango como potencia mundial. Esta transformación fue conducida por
José Martínez de Hoz. Para Quiroga (1995) la política de transformación económica del proceso
militar liderada por Martínez de Hoz, se apoyó en dos grandes columnas: 1) la apertura económica y
2) la reforma financiera de junio de 1977.

1- Apertura económica: eliminación de los mecanismos de protección a la producción local. Con la


apertura comercial, la protección a la industria despareció y el consecuente aluvión de productos
importados que eran más baratos que los nacionales terminó prácticamente con la industria que no
podía competir con semejantes niveles de productividad y eficiencia que imponía el mercado
mundial.

2- En el sector financiero: La Ley de Entidades Financieras (1977) constituyó la base jurídica de la


Reforma Financiera de 1977, uno de los principales pilares del programa económico de la última
dictadura. A nivel discursivo, esta reforma se basaba en las supuestas virtudes del mercado como
mecanismo asignador de recursos y fijador de precios, y condenaba al mismo tiempo la intervención
estatal en el sistema financiero. Según se argumentaba, la liberalización financiera mejoraría la
competitividad del sector e incrementaría el ahorro y la inversión.
Prof. Marina Conte

Básicamente se liberó la tasa de interés, se autorizó la proliferación de bancos e instituciones


financieras y se diversificaron las ofertas. La competencia mantuvo altas tasas de interés y la inflación
en un clima especulativo. El Estado garantizaba los títulos y también los depósitos a plazo fijo,
tomados a tasa libre por entidades privadas. Liberación, eliminación de controles y garantía: ruina.
Gran afluencia de dinero del exterior (reciclamiento de los dólares generados por el aumento del
precio del petróleo), que fue utilizado para aprovechar las elevadas tasas de interés internas. Se dio
la llamada “bicicleta” o la “plata dulce”: Empresarios de todo el mundo traían dólares al país, los
cambiaban a peso, los dejaban en el banco aprovechando una alta tasa de interés, luego de un
tiempo los sacaban, convertían en dólar y se los llevaban a su país de origen. Un mercado altamente
inestable; los capitales podían salir del país sin trabas.
Ninguna actividad podía competir con la especulación. Aumentaron las quiebras, el Banco Central
decidió la quiebra de cuatro bancos importantes. Hubo una corrida bancaria que el gobierno logró
frenar asumiendo las deudas de los bancos quebrados

Estas dos medidas de corte netamente económico no podrían haberse aplicado sin una medida social global
que les allanó el terreno, esto es, la represión, el hostigamiento y aniquilamiento de importantes sectores de
la clase obrera.

Además hubo una tabla de devaluación mensual del peso para reducir la inflación, pero como
subsistió, el peso se revaluó considerablemente respecto del dólar.
Viola asumió el poder, se devaluó el peso en un 400%. La inflación crecía terriblemente. La
nacionalización de la deuda privada de las empresas hizo terrible la devaluación para el Estado. Los
créditos para los países latinoamericanos se cortaron. La deuda externa ocupó el lugar disciplinador
del mecanismo financiero deshecho. Deuda externa en aumento: En 1979, ésta era de 8.500 millones
de dólares; en 1981, superaba los 25 mil millones y a principios de 1984, los 45 mil millones. Los
acreedores externos comenzaron a imponer condiciones sobre las políticas estatales.

La economía real: destrucción y concentración

La economía real hace referencia a los efectos concretos que tuvo el conjunto de medidas
neoliberales. En un contexto de liberalización creciente del mercado internacional de capitales, la
nueva orientación desarticuló los instrumentos de intervención estatal característicos del modelo
de industrialización por sustitución de importaciones vigentes hasta el momento. La
transformación que se propusieron, ciertamente, fue grande. Con la dictadura militar de 1976 se
interrumpió el modelo de industrialización sustitutiva y se construyó un nuevo modelo de
acumulación: el sistema de valorización financiera.

Hubo un giro total respecto de las políticas aplicadas en las décadas anteriores. El valor asignado al
mercado interno fue cuestionado y se reclamo prioridad para las actividades en las que el país tenía
ventajas comparativas y podía competir en el mercado mundial. El criterio de proteger la industria (a
la que se cuestionó por su falta de competitividad) fue reemplazada por el premio a la eficiencia. Se
reclamó prioridad para las actividades en las que el país tenía ventajas comparativas. La estrategia
del fortalecimiento del sector financiero, la apertura, y el endeudamiento no benefició a ninguno de
los grandes sectores de la economía. El sector agropecuario se vió beneficiado por el mercado que
ofrecía la URSS, además el Estado eliminó las retenciones a las exportaciones, pero vio frenada su
expansión productiva por la sobrevaluación del peso que llevó a los productores a una pérdida de
ingresos y a una situación crítica que culminó en 1981. Los ingresos agropecuarios que antes
financiaban a la industria, fueron destinados al sector financiero y a la compra de productos
importados.
Prof. Marina Conte

La industria sufrió la competencia de los artículos importados y la pérdida de la tradicional


protección estatal. El producto industrial y la mano de obra ocupada cayeron. Muchas plantas
fabriles cerraron. Los sectores más antiguos e ineficientes fueron barridos por la competencia, y los
nuevos fueron fuertemente golpeados. La brecha se ensanchó irreversiblemente: las empresas
beneficiadas fueron las de bienes intermedios, con un efecto dinamizador interno mucho menor. Se
encontraron limitadas por la dimensión del mercado interno y se convirtieron en exportadoras.

La desocupación fue escasa, como exigía la conducción militar porque hubo transferencia de
trabajadores de las grandes empresas (que echaban gente sin problema) hacia las medianas y
pequeñas empresas y hacia los servicios. La mayor expansión se produjo en la construcción y en
obras públicas. Los salarios se mantuvieron bajos, y más adelante se dio una mayor libertad a los
trabajadores para pactar sus condiciones, pero sin sindicatos. A partir de 1981, la crisis, la inflación y
la recesión redujeron la ocupación y el salario real.

La principal consecuencia de la transformación fue una fuerte concentración económica, no en las


empresas extranjeras, sino en grandes grupos locales directamente ligados a un empresario o a una
familia empresarial exitosos, como Macri, Pérez Companc, Bulgheroni, Fortabat, o transnacionales
con fuerte base local, como Bung Born o Techint. Así, el establishment económico adquirió una
nueva fisonomía. Sobrevivieron solo los que capitalizaron sus beneficios comprando empresas en
dificultades y tenían una relación ventajosa con el Estado.

También se llevaron a cabo obras públicas (desde autopistas hasta una nueva central eléctrica
atómica). Las empresas contratistas se beneficiaron con las condiciones pactadas y con el ajuste de
los costos a la inflación. Otras empresas aprovecharon ciertos regímenes de promoción en proyectos
específicos. Los empresarios locales específicos crecieron sin riesgo y luego se convirtieron en los
tutores del Estado junto con los acreedores extranjeros.

Achicar el Estado y silenciar a la sociedad

Reducción de las funciones del Estado fue uno de los principios de Martínez de Hoz, recogiendo el
argumento en expansión del mundo capitalista de la revisión del Estado dirigista y benefactor. El
liberalismo económico no había encontrado eco entre los empresarios y los militares (los
empresarios se beneficiaban del apoyo Estatal y los militares siempre habían defendido una posición
autárquica del Estado). Pero Martínez de Hoz obtuvo una victoria argumentativa cuando logró
ensamblar la prédica de la lucha anti subversiva con la idea de achicamiento del Estado. Porque un
Estado fuerte y democrático era peligroso si caía en manos de los sectores populares (como lo había
demostrado el peronismo) pero sin ser democrático llevaba a relaciones espurias entre sindicatos y
empresarios.

La idea era: Reemplazar la dirección del Estado por la del mercado. Desmontó los instrumentos de
dirección, regulación y control de la economía que se habían construido desde 1930: el control de
cambios, la regulación del crédito y la tasa de interés y la política arancelaria. Cuando la influencia
del ministro, declinó, correspondió a los acreedores externos, la vigilancia y presión para que
mantuvieran la política de apertura y liberalización.

No obstante, los militares eran reacios a que el Estado se desprendiera de todas las empresas de
servicios públicos (aún pervivía la idea de autarquía) aunque éstas se deterioraron y endeudaron
haciendo crecer a las contratistas privadas. Por otro lado, el Estado nacionalizaba las deudas de
empresas y bancos.
Prof. Marina Conte

El Estado no premió a la eficiencia, sino a los que podían negociar con él. No mejoró la eficiencia del
Estado, el gasto público creció, destinado a las Fuerzas Armadas, reequipadas por el conflicto con
Chile y luego con Gran Bretaña, y a obras públicas. El gasto múltiple y la inflación hicieron borroso el
presupuesto del Estado.

El llamado Proceso de Reorganización Nacional, supuso la coexistencia de un Estado terrorista


clandestino, encargado de la represión y otro visible, sujeto a normas de las propias autoridades
legales. El ESTADO ilegal, fue corroyendo y corrompiendo al conjunto de las instituciones del Estado y
a su misma organización jurídica.

El poder no residía en el presidente, porque estaba sometida a limitación y control de los jefes de las
tres armas. La Junta Militar, creada en el Estatuto del Proceso, era la que gobernaba y tenía la
atribución de designar al presidente y controlar una parte importante de sus actos. También se creó
la Comisión de Asesoramiento Legislativo para discutir las leyes, conformada por 3 integrantes de las
3 Fuerzas, pero se convirtió en otra instancia de negociación. Podía asemejarse a la anarquía feudal,
ya que cada uno de los cargos ejecutivos (desde gob a intendentes) así como los manejos de las
empresas del Estado y demás dependencias, fue objeto de reparto entre las fuerzas. No había un
Estado cohesionado, sino que cada uno dependía del Estado pero a la vez de su fuerza.

Las normas legales no eran claras en cuanto a quién las dictaba o a su alcance, y existía una
reticencia para explicitar sus fundamentos; en algunos casos hasta su existencia se mantuvo en
secreto. Por otro lado, se toleró su permanente violación o incumplimiento. La corrupción se
extendió a la administración pública, de la que fueron apartados los mejores elementos: los criterios
de arbitrariedad fueron asumidos por los funcionarios inferiores, convertidos en pequeños
autócratas sin control y, a la vez, sin capacidad para controlar.
Muchas facciones o divisiones dentro del Ejército. Hubo 3 diferentes grupos: 1- Videla y Viola (la
facción más fuerte, pero no dominante) respaldaban a Martínez de Hoz, pero reconocían la
necesidad de encontrar una salida política y se mantenían en contacto con los partidos políticos.
Enfrentados con ellos, 2- Menéndez y Mason, asociados a Camps, jefe de la Policía de Prov.de Bs. As.
Y figura clave en la represión, pensaban que la dictadura y la represión debían continuar. Menéndez
debió renunciar por insubordinación. Por otro lado, 3- Massera y la Marina de Guerra querían una
salida que legitimara popularmente el Proceso y llevara a Massera al poder.

En suma, podría decirse que la política de orden empezó fracasando con las propias Fuerzas
Armadas, pues la corporación militar se comportó de manera indisciplinada y facciosa, y
poco hizo para mantener el orden que ella misma pretendía imponer a la sociedad. A pesar
de eso, durante cinco años lograron asegurar una paz relativa, debido a la escasa capacidad
de respuesta del conjunto de la sociedad, en parte golpeada o amenazada por la represión y
en parte dispuesta a tolerar mucho de un gobierno que, luego del caos, aseguraba un orden
mínimo. Sólo hacia el fin del período de Videla, estimulados por el descontento que generó
la crisis económica, así como por las crecientes dificultades que encontraba el gobierno
militar y sus fuertes disensiones intestinas, las voces de protesta, todavía tímidas y confusas,
comenzaron a elevarse. Esta transición del silencio a la palabra varió según los casos. Los
empresarios apoyaron al Proceso desde el comienzo a la distancia; carecían de unidad y comenzaron
a presionar cuando el gobierno dio señales de debilidad. Viola convocó a los empresarios pero esta
participación concluyó con su caída, y desde entonces formaron parte de la oposición. El movimiento
sindical sufrió duros golpes. Las principales fábricas fueron ocupadas militarmente, hubo “listas
negras”, para mantener alejados a los activistas, y control ideológico para los aspirantes a un empleo.
La CGT y la mayoría de los grandes sindicatos fueron intervenidos, se suprimieron el derecho de
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huelga y las negociaciones colectivas y los sindicatos fueron separados del manejo de las obras
sociales. Los sindicalistas se agruparon, de manera cambiante, en dos tendencias: los dialoguistas y
los combativos. Los combativos hicieron un paro general de protesta, reprimido fuertemente, y
reconstituyeron la CGT, marcharon (“pan, paz y trabajo”), organizaron huelgas, y se movilizaron en la
Plaza de Mayo, nuevamente reprimidos. La iglesia tuvo una actitud complaciente al principio,
callando las críticas al gobierno, pero luego se apartó de la vida política y finalmente se preocupó por
las cuestiones morales y los derechos humanos, apartándose del régimen militar y acercándose a los
reclamos de la sociedad.
En medio de lo más terrible de la represión, un grupo de madres de desaparecidos -forma
eufemística con que se denominaba a las víctimas del terrorismo de Estado- empezó a reunirse todas
las semanas en la Plaza de Mayo. Marchaban con la cabeza cubierta por un pañuelo blanco,
reclamando por la aparición de sus hijos. Combinando lo dolorosamente testimonial con lo ético, en
nombre de principios que los militares no podían cuestionar ni englobar en la “subversión”, atacaron
el centro mismo del discurso represivo y empezaron a conmover la indiferencia de la sociedad. En
forma gradual, las Madres de Plaza de Mayo -víctimas ellas mismas de la represión- se convirtieron
en la referencia de un movimiento cada vez más amplio de asociaciones defensoras de los derechos
humanos y fueron instalando una discusión pública, fortalecida desde el exterior por la prensa, los
gobiernos y las organizaciones civiles.

La prohibición política terminó de hecho en 1981 cuando los grupos de derecha fueron convocados
para formar un partido oficialista para la apertura política. Por otro lado, la Multipartidiaria integraba
al radicalismo, el peronismo, entre otros, pero no tenía dirección. Los partidos se comprometían a no
colaborar en una salida electoral condicionada ni aceptar la tutela militar de la democracia, y se
reclamaron los únicos depositarios de la legitimidad política e incorporaron las protestas de la
sociedad. Las voces de sindicalistas, empresarios, estudiantes, religiosos, intelectuales, y sobre todo
defensores de derechos humanos fueron formando un coro que, a principios de 1982, era difícil de
ignorar.
La guerra de Malvinas y la crisis del régimen militar

A partir de 1980 los dirigentes discutían la cuestión de la salida política. Les preocupaba la salida de
la crisis política, el aislamiento, y la adversa opinión internacional. Ellos lo minimizaban tildándolos
de “campaña anti Argentina”. Pero además existían enfrentamientos intestinos (internos). La
designación de Viola como presidente, trajo oposición de la Marina y se agudizaron con la decisión
del presidente de cambiar el rumbo económico del país. Viola quiso aliviar la situación de los
empresarios locales haciéndose cargo de sus deudas! (El estado se hace cargo de sus deudas
privadas) y los convocó a discutir pero no logró ningún apoyo consistente. Galtieri lo reemplazó y se
presentó como el salvador del Proceso. Quería alinear al país con Estados Unidos y apoyarlo en la
guerra en América Central. Estados Unidos levantó las sanciones por las violaciones a los derechos
humanos que le habían hecho. Hablaba de volver al país a la institucionalización, pero nunca
mencionaba fechas. La conducción económica fue encargada a Alemann, rodeado de economistas
cercanos a Martínez de Hoz desregulando y desestatizando (plan de privatizaciones), volviendo a la
senda inicial y agudizando la recesión y la tensión social (protestas de sindicatos y empresarios). En
éste contexto de crisis social, lanzó su plan de ocupar las islas Malvinas, que venían siendo
reclamadas a Gran Bretaña, como un reclamo nacional unánime para ganar legitimidad popular.
También solucionaría el problema del canal del Beagle con Chile. Nacionalismo chauvinista.
Mesianismo militar. El plan ya había sido propuesto antes, y Videla y Viola lo habían vetado, pero
ahora Galtieri en la presidencia, la llevó a cabo. La idea era sencilla, pensaba que tendrían el apoyo
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norteamericano y que Gran Bretaña, aceptaría la ocupación a cambio de algunas concesiones y


compensaciones. En ninguna hipótesis se pensaba en una guerra.

El 2 de abril de 1982, Las Fuerzas Armadas ocuparon las Malvinas y las instituciones de la sociedad
manifestaron su adhesión: partidos políticos, sindicatos, pueblo en general. Mario Benjamín
Menéndez asumiría como nuevo gobernador de las islas. Rebautizaron el Puerto Stanley como
Puerto Argentino. Habían triunfado en el Campeonato Mundial de Fútbol, y habían ganado una
batalla. Los militares buscaban saldar su deuda con la sociedad. Masa acrítica festejó grandes
“logros”. M. Thatcher (primer ministro inglesa) también pensaba usar una victoria militar para
consolidarse internamente y obtuvo la solidaridad de la Comunidad Europea y el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, que declaró a la Argentina nación agresora. Estados Unidos
intentaba mediar entre sus dos aliados sin buenos resultados. Latinoamérica apoyaba solo de
palabra, en la práctica el apoyo a la argentina era casi nulo.

El gobierno argentino intentó presionar a Estados Unidos mediante acuerdos preexistentes (como el
Tratado Interamericano de Asistencia reciproca, que anteriormente EEUU había empleado para
alinear tras de si a sus vecinos en sus conflictos contra el Eje o contra Cuba) pero este apoyó a Gran
Bretaña (le dio apoyo logístico). Argentina no tenía aliados militares (países del 3er mundo, URSS y
hasta Cuba, todos aliados que lo alejaban de su idea de entrar al “primer mundo”). Las tropas
argentinas poco entrenadas y desabastecidas no resistieron, pero la manipulación de la información
hacía creer al pueblo en la Plaza de Mayo que la victoria estaba cercana. Las voces críticas
reclamaban contra una guerra y Alfonsín (líder de los radicales opositores al radicalismo oficial que
había aceptado mansamente los términos del gobierno) propuso un gobierno civil de transición.
Finalmente, las tropas argentinas se rindieron el 14 de junio de 1982. El saldo fue: 700 muertos o
desaparecidos, 1300 heridos. El pueblo fue convocado a la Plaza de Mayo y quienes no admitían la
rendición fueron reprimidos. Los generales exigían a Galtieri su renuncia.

INFO EXTRA!!! En un clima de repudio popular, el régimen militar echó mano a una reivindicación
histórica del pueblo argentino para lograr consenso y producir una especie de “amnesia temporal”
en la población que dejara sin efecto las impugnaciones y críticas. ¿Por qué este recurso? Porque lo
cierto es que la cuestión “Malvinas” funcionó, a lo largo de nuestra historia, como una “metáfora”
de la nación. En efecto, el desembarco argentino del 2 de abril de 1982 conmovió al país y unificó
temporalmente a todos los sectores detrás de la recuperación de las islas. El anuncio provocó
expresiones de fervor patriótico y masivas concentraciones en Plaza de Mayo, que se colmó de
miles de ciudadanos, entre ellos muchos reconocidos dirigentes políticos y sindicales. 8 La
adhesión de la sociedad fue casi total. En torno a este hecho, el campo de la izquierda se dividió.
Un sector mayoritario defendió el operativo militar sin apoyar a la junta militar, en tanto se trataba
de una reivindicación nacional. Otro, vio el triunfo de los ingleses como medio para terminar con la
dictadura.

La vuelta de la democracia

La derrota agudizó la crisis del régimen militar. El Ejército impuso a su candidato Bignone. El
gobierno miliar se proponía negociar la salida electoral y asegurar que su retirada no sería
un desbande. Se intentó lograr el acuerdo de los partidos para una serie de cuestiones,
futuras y pasadas: la política económica, la presencia institucional de las Fuerzas Armadas en
el nuevo gobierno y, sobre todo, una garantía de que no se investigarían ni los actos de
corrupción ni las responsabilidades en lo que empezaban a llamar la “guerra sucia”. La propuesta
de los militares fue rechazada por la opinión pública y por los partidos, que convocaron poco
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después a una marcha civil en defensa de la democracia. La asistencia fue masiva y, casi de
inmediato, el gobierno fijó la fecha de elecciones para fines de 1983. Pero no dejó de intentar cerrar
el debate: un documento sobre los desaparecidos declaró que no había sobrevivientes y que todos
habían caído combatiendo; una ley estableció una autoamnistía, eximiéndolos de cualquier eventual
acusación.

Los militares debían enfrentarse con la evidencia de su fracaso como administradores de un país
desquiciado y como conductores de una guerra absurda. Debían contemplar a sus antiguos aliados
-los empresarios, la Iglesia, Estados Unidos-, ganados por la nueva fe democrática, o a los otrora
disciplinados jueces llevando a juicio a oficiales acusados de corrupción. Sobre todo, debían
enfrentarse con una sociedad que asistía al show del horror y se enteraba de la existencia de vastos
enterramientos de personas desconocidas, de centros clandestinos de detención, de denuncias
realizadas por ex agentes; en suma, de una historia siniestra, de la que hasta entonces pocos habían
querido saber. Después de un largo letargo, la sociedad despertaba, y encontraban nueva resonancia
voces hasta entonces poco escuchadas, como la de los militantes de las organizaciones defensoras de
los derechos humanos y muy especialmente las de las Madres de Plaza de Mayo. Las organizaciones
de derechos humanos no sólo instalaron la cuestión de los desaparecidos y el reclamo de justicia.
Impusieron a toda la práctica política una dimensión ética.
La sociedad experimentaba una nueva primavera: el enemigo común, algo menos peligroso pero aún
temible, estimulaba la solidaridad y alentaba una organización y una acción de la que se esperaban
resultados concretos. Pero a diferencia de la anterior primavera, a fines de los años sesenta, no sólo
había un repudio total de la violencia o de cualquier forma velada de guerra, sino también una
confianza menor en la posibilidad de encontrar una gran solución, única, radical y definitiva.
La crisis económica generó motivos legítimos y movilizadores (impuestos elevados, efectos de la
indexación, elevación de los alquileres, deudas impagas), cuestionando la política económica y la
clausura de lo público. La sociedad intentaba resolver sus problemas al margen del gobierno y sobre
la base de la solidaridad, fomentando una cultura no oficial. El activismo universitario y la
participación sindical renacieron. Los sindicalistas reclamaron contra la crisis y a favor de la
democracia. Se normalizaron los sindicatos. Reclamaban contra la crisis económica y a favor de la
democracia. Los sindicalistas pusieron sus esfuerzos en la recuperación del control de los sindicatos
intervenidos, la “normalización” que negociando con el gobierno combinando la presión y el
acuerdo. 2 grupos: la línea combativa, la CGT de la calle Brasil conducida por Ubaldini y la
negociadora que era la CGT de la calle Azopardo.

Reaprendizaje de los valores democráticos y republicanos. RENOVACIÓN! Gran afiliación de la gente


común a los partidos políticos. Demuestra un gran compromiso o al menos en la teoría, con la
democracia. El peronismo se convirtió en un aceptable partido, habiendo perdido su verticalismo por
la falencia del vértice (gobierno de Isabel de Perón), pero la renovación no fue completa porque
algunos caudillos provincianos mantuvieron su poder. El radicalismo se renovó con Raúl Alfonsín;
quien creó el Movimiento de Renovación y Cambio para disputar el liderazgo a Ricardo Balbin.
Alfonsín había criticado durante el Proceso a los militares, denunciado los desaparecidos, había
mantenido una posición de no festejo frente a la guerra, e hizo de la democracia su bandera. A la
derecha, las fuerzas se habían comprometido con el Proceso y no resultaban atractivas. La izquierda
había sido duramente golpeada y no estaba actualizada. Muchas ideas de la izquierda fueron
tomadas por Alfonsín. Radicales y peronistas cosecharon amplios apoyos y dejaron poco espacio para
otros partidos.

La sociedad miraba con esperanzas a la vuelta a la democracia (pluralismo, acuerdos sobre formas,
subordinación de la política a la ética). El peronismo (con su candidato Italo Luder) encaró su
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campaña convocando a la liberación contra la dependencia con poca convicción, y la UCR ganó las
elecciones presidenciales con Alfonsín por amplia mayoría, que apelaba a la Constitución y
aseguraba que se haría justicia con los responsables del régimen y que la democracia podía resolver
los problemas inmediatos y a largo plazo. La sociedad olvidó cuántos problemas quedaban
pendientes y el poco margen de maniobra tendría el nuevo gobierno.

Era tanta la necesidad de volver a la democracia, que se postergó la dimensión esencial de la práctica
política: la discusión civilizada y plural de programas y opciones. En cambio se confió en el poder y la
capacidad de la civilidad unida para solucionar cualquier problema: “democracia boba” aséptica y
conformista.

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