Tema 8 Barroco
Tema 8 Barroco
Tema 8 Barroco
- ARTE BARROCO
1.- Introducción.
2.- La arquitectura en Italia y Francia. Las plantas alabeadas de Bernini y Borromini.
El palacio clasicista francés: Versalles.
3.- La escultura en Italia.
4.- Pintura en Italia. El clasicismo en los frescos de los Carracci. El naturalismo y los
problemas de la luz: Caravaggio
5.- La pintura barroca en Flandes y Holanda: Rubens y Rembrandt.
6.- La arquitectura barroca española.
7.- La gran imaginería: Castilla y Andalucía. Murcia.
8.- La pintura barroca española: El naturalismo tenebrista: Ribera y Zurbarán.
Realismo barroco: Velázquez.
1.- Introducción.
El adjetivo barroco con el que se designa a la cultura europea del siglo XVII, surge a
finales del siglo XVI en el lenguaje técnico de los joyeros portugueses, que aplicaban el
término barroco a la perla irregular, de contorno imperfecto, que engastaban en monturas
de oro y plata. En la centuria siguiente comenzó a utilizarse en sentido figurado y para los
comerciantes florentinos era sinónimo de una operación mercantil fraudulenta. Sería en
Francia, durante la segunda mitad del siglo XVIII, cuando adquiera por vez primera un
sentido estético, pero de valoración negativa. Durante el siglo XIX se mantiene esta
acepción y juicio peyorativo. Barroco es lo excesivamente complicado, ampuloso,
recargado, por oposición a las normas clásicas que el arte del Renacimiento había definido.
Como arte cortesano, el Barroco se pone al servicio de los príncipes absolutos, cuyo
afán de esplendor se traduce en la magnitud de los proyectos y en el fasto de la decoración.
La Corte española de los Austrias Menores, con centros peninsulares en Madrid,
Valladolid, Sevilla y Valencia, ultramarinos en Méjico y Lima, italianos en Nápoles y
Milán, y flamenco en Amberes, revela hasta qué punto el arte buscaba emocionar al pueblo
para persuadirlo de la bondad del sistema imperante y de la necesidad de obedecer a las
instituciones. El mismo camino siguen, en Francia, Luis XIV el «Rey Sol», y los
gobernantes lusitanos en Portugal y en Brasil.
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Por su parte, la Roma papal renovará la iconografía católica e impondrá el gusto por
las composiciones aparatosas, de tono triunfal, para expresar el aplastamiento de la herejía
protestante [339]. Simultáneamente, Holanda y las regiones luteranas y calvinistas
desarrollarán un arte burgués, de vertiente laica.
No existe un barroco uniforme en toda Europa sino varios barrocos en función del
país que lo desarrolla. Así hablamos del barroco italiano, francés, español, etc. A pesar de
ello, podemos decir que todas las escuelas arquitectónicas europeas van a emplear el orden
colosal y la riqueza de la ornamentación, pero en el diseño de los espacios interiores y en la
composición de las fachadas surgieron variantes.
El barroco romano gira en torno a dos arquitectos rivales: Gian Lorenzo Bernini
(Nápoles, 1598 - Roma 1680) y Francesco Borromini [Bissone (Lugano), 1599 - Roma,
1667]. Ambos artistas construyen edificios de planta elíptica con muros alabeados, pero
difieren en el empleo de los órdenes y de los materiales, y en el uso del de la luz:
Los biógrafos de Bernini nos han dibujado a un genio perfecto, de estrella rutilante y
envidiables cualidades morales: jovial, buen hijo, buen padre y buen esposo. Con éxito
ininterrumpido sirvió a ocho papas, XIV de Francia le invitó a París para que diseñara el
Louvre y sus clientes fueron cardenales y duques. Aristocrática es también la única orden
religiosa que le contrató: la poderosa Compañía de Jesús.
Su carrera como arquitecto se inicia en el Vaticano, proyectando el Baldaquino de
San Pedro (1624-1633): Palio de bronce, sostenido por cuatro columnas salomónicas, que
sitúa bajo la cúpula de la basílica para conmemorar que allí está la tumba del primer apóstol.
El éxito de esta empresa le valió el título de arquitecto pontificio, realizando en los años
sucesivos dos obras portentosas, que completarán el templo:
Mansart diseñó una monumental fachada, por cuyo interior corría la Galería de los
Espejos, flanqueada por el Salón de la Guerra y el Salón de la Paz. Le Brun decoró sus espacios
con mármoles polícromos y trofeos dorados, pintando en el techo los gloriosos anales del rey.
Después, Mansart añadió dos alas en escuadra y nuevas dependencias que han sido
universalmente aclamadas, como L’Orangerie: un invernadero de plantas exóticas; el Grand
Trianon: un pequeño palacete emboscado en los jardines para que Luis XIV pudiera gozar la
intimidad de su amante, la marquesa de Maintenon; y las Grandes y Petites Écuries: dos
caballerizas que debían albergar las bestias de tiro y los animales de montar, así como al
personal encargado de su cuidado, con capacidad para 2500 caballos y 200 carrozas.
Por su parte, Le Nótre diseñó las tres avenidas de jardines que confluyen en el palacio,
y las calles radiales que se abren en la parte posterior en torno a un gran canal. Aquí dispuso
glorietas, fuentes y pérgolas emparradas entre parterres y unidades boscosas. A partir de
Versalles, tanto el palacio como el modelo de jardín francés se extendieron por las cortes
europeas.
1. Etapa juvenil, (1618-1624) en la que Bernini realiza obras mitológicas y bíblicas que le
encarga el cardenal Scipione Borghuese para su villa. En este sentido destacan: Apolo y
Dafne: Es un tema mitológico en el que se relata el momento en que Dafne es alcanzada
por Apolo y ésta, castigada por los dioses se convierte en árbol. Bernini capta el
comienzo de esa metamorfosis con una sorprendente oposición entre el dinamismo de
Apolo y la paralización de Dafne. Además, Bernini establece perfectamente la oposición
que existe entre la suave piel De Dafne y la áspera textura del tronco del árbol en el que
se está transformando.
Otra obra de esta etapa es el David, según el hijo del escultor, Domenico Bernini, su
padre se retrató en esta obra llena de tensión y de movimiento contenido. A diferencia
del David de Miguel Ángel, que contiene la tragedia, éste quiere expulsar cuanto antes
de su cuerpo la tensión física del lanzamiento de la honda.
2. Etapa intermedia (1624-1640), es elegido para su amigo Urbano VIII y Bernini inicia
una nueva etapa caracterizada por la importancia dad al ropaje para apoyar la emoción
de sus representaciones. Las telas revolotean y se enredan en grandes masas
claroscuristas que le permiten policromar la obra con la luz. La mejor obra de este
periodo es San Longinos, en la Basílica de San Pedro.
3. Etapa de madurez, (1640-1654), es la etapa más creativa de su carrera. Ahora sus obras
consiguen una teatralidad barroca tan espectacular que estará de moda en toda Europa
durante un siglo. Esta teatralidad es digna de apreciar en El Éxtasis de Santa Teresa,
realizada para la Iglesia de Santa María Della Vittoria de Roma por encargo del cardenal
Federico Cornaro, para que decorase su capilla funeraria. El altar de la capilla lo
consagra con este tema dedicado a Santa Teresa porque ella era la fundadora de la Orden
Carmelita Descalza y a esta orden pertenecía el templo. En esta obra, Bernini se nos
muestra como un gran maestro en el tratamiento casi pictórico de las telas. Pero,
además, Bernini representa por primera vez en escultura las nubes, algo insólito por lo
etéreo de esta temática. En esta obra, Bernini consigue comunicar fácilmente con el
pueblo cristiano, un ángel se dispone a lanzar el dardo divino en el corazón de Santa
Teresa, ella, inconsciente refleja en su rostro esa situación de éxtasis, incluso de placer,
tal y como ella misma reflejó en su autobiografía. En el tragaluz del techo, Bernini
coloca una máquina de espejos para que los rayos de sol se filtrasen sobre la estatua
creando puntos de claridad y de oscuridad que subrayan el efecto de levitación que
cuenta Santa Teresa.
De esta misma etapa son también las siguientes obras:
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El Sepulcro de Urbano VIII: Es un sepulcro adosado a la pared, parietal, con una clara
inspiración en los sepulcros de Miguel Ángel, pero mientras en esos la escultura y la
arquitectura estaban plenamente integrados, ahora el sepulcro de Bernini no presenta esa
unión, sino que cada rama artística tiene unos valores diferenciados. El Papa, sentado le
habla al pueblo, a sus pies las representaciones alegóricas de la Caridad y de la Fe. Está
realizado en bronce dorado y en mármol.
Como retratista, prefiere utilizar los retratos de busto pero para evitar que el pecho se
vea cortado, Bernini envuelve los hombros con ropajes flotantes y exagerados. Así lo
podemos observar en el retrato del duque Francisco I d'Este. En cuanto al retrato
ecuestre, compone un nuevo tipo de monumento ecuestre en el de Constantino el
Grande, con el caballo a la corveta y el personaje heroizado.
4.- Pintura en Italia. El clasicismo en los frescos de los Carracci. El naturalismo y los
problemas de la luz: Caravaggio.
Los principales pintores italianos del XVII son los hermanos Carracci y Miguel Ángel
Caravaggio. Los primeros reaccionan frente al manierismo recuperando las proporciones ideales
del cuerpo humano que se reflejaban e la escultura greco-latina. En este sentido los Carracci dan
origen al clasicismo academicista. Por su parte, Caravaggio, reacciona frente al manierismo
inaugurando el naturalismo: retrata en sus cuadros a gente corriente, dice el pintor "... la
naturaleza me ha proporcionado a mis mejores maestros, nunca copiaré estatuas clásicas...".
Desde un punto de vista técnico, los Carracci pintan grandes frescos en los techos y
muros de los palacios, frescos iluminados con tonos claros, cálidos y brillantes, mientras que
Caravaggio impone en sus cuadros de lienzos el tenebrismo.
Los Carracci, son una familia de pintores de Bolonia integrada por los hermanos
Agustín, Aníbal y por su primo Luis. Todos, como hemos dicho, rinden homenaje en sus
frescos y bóvedas a la antigüedad clásica y exaltan el equilibrio de la composición, la integridad
de formas, la claridad de dibujo y la distinción del color. Desde un punto de vista temático,
prefieren la mitología clásica. De todos ellos, el pintor más afamado fue Aníbal, quien es
llamado a Roma para que decorase el palacio del Cardenal Odoardo Farnese.
1. Una fase inicial, de 1590 a 1599, realiza cuadros pequeños, de medias figuras que el
pintor vende en los mercadillos ambulantes para subsistir y en los que da vida al mundo
de la picaresca. Destacan: La Buenaventura, donde una gitana lee la mano a un joven y
disimuladamente le roba el anillo, o Baco en el que interpreta a un grupo de jóvenes
afeminados y con los efectos del alcohol en sus rostros. En este periodo temprano
inventa el bodegón moderno con La cesta de frutas. Los cuadros religiosos también los
trata en esta etapa, así por ejemplo realiza La Cena de Emaus, de rico colorido y fondo
neutro para que la figura se vea más sólidamente recortada.
Otras obras de esta época son La Virgen de Loreto, en la que representa a dos
peregrinos arrodillados ante "una mujer con cofia desgarrada y sucia que provocó un
gran alboroto entre el pueblo por el tratamiento irreverente de estos elementos para
representar a al Virgen". Y El tránsito de la Virgen, obra si cabe más polémica que la
anterior y que fue retirada de la Iglesia en la que se exponía porque Caravaggio imitaba
con demasiada exactitud el cadáver hinchado de una prostituta que se ahogó en el Tíber.
3. La fase final coincide con el exilio de Caravaggio por el sur de Italia mientras huía de la
justicia. Ejemplos de este periodo son Las siete obras de Misericordia, para el retablo
mayor de la Iglesia de la Misericordia, Nápoles, La Decapitación del Bautista, en la
Catedral de La Valetta, Malta, y La Resurrección de Lázaro.
Junto a ello, en Flandes, se desarrolla la pintura mitológica para decorar los palacios
mientras que en Holanda se cultivan escenas costumbristas que representan ocupaciones caseras
bajo las cuales se esconden mensajes moralizantes de carácter puritano.
Por otra parte, el retrato y el bodegón son también testigos de esta oposición: En
Flandes, el retrato es individual presenta solemnidad y fastuosidad para mostrar el elevado nivel
social del personaje. En cambio, en Holanda, el retrato tiene un carácter corporativo, en tono de
igualdad democrática representa a grupos profesionales de los oficios que soliciten pasar a la
posteridad. En cuanto al bodegón, se prefiere en Flandes pintar opulentas cocinas, atestadas de
comestibles, sin embargo, en Holanda el bodegón refleja mesas de comedor muy ordenadas y
con apenas platos y bebidas: El consumismo flamenco frente al ascetismo protestante holandés.
Pedro Pablo Rubens (1577-1640) nace en tierra alemana porque su padre fue expulsado
de Amberes por profesar el protestantismo y oponerse al Duque de Alba. Con un año de edad,
Rubens queda huérfano y su familia obtiene el perdón para regresar a Amberes. Aquí Rubens
estudia humanidades y en 1597 es ya un pintor independiente que decide marchar a Italia donde
se instala en la corte de Vicente Gonzaga, duque de Mantua. Durante su estancia en Italia, que
abarca ocho años, Rubens conoce la pintura de Miguel Ángel, del Caravaggio, de los Carracci,
etc.
Desde un punto de vista técnico, Rubens domina todos los procedimientos desde los
lienzos al óleo hasta los murales al fresco, pasando por cartones para tapices o la ilustración de
libros misales. Su pintura utiliza una gama de colores muy variada que son aplicados con una
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pincelada suelta. Las composiciones son muy dinámicas: músculos en tensión, diagonales muy
marcadas, etc. Las formas son gruesas, sus mujeres se inclinan hacia la figura redonda.
La enorme obra de Rubens puede ser dividida en función de su temática en: Obras
religiosas, mitológicas, históricas, retratos y paisajes:
1.- Obras religiosas: Rubens compone los trípticos La Elevación de la cruz y El Descendimiento
de Cristo, ambos en la Catedral de Amberes. Para proclamar la ortodoxia del catolicismo de
Roma, Rubens pinta grandes cuadros que representa misterios evangélicos y milagros de santos
modernos, como la serie de San Ignacio y San Francisco Javier que cubre el techo de la casa de
la Compañía de Jesús de Amberes, hasta que un incendio la destruye. Su obra cumbre en el
terreno religioso es El Triunfo de la Eucaristía, un conjunto de veinte tapices que la
archiduquesa de los Países Bajos, Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, ofrece al convento de
las Descalzas Reales de Madrid, en el que se había educado.
2.- Obras históricas: Como decorador de los grandes palacios europeos de la monarquía
absoluta, realiza La Galería de María de Médicis en el Palacio de Luxemburgo de París, El
Salón de Banquetes de Carlos I de Inglaterra, en su palacio londinense de Whistehall, La Torre
de Parada de Felipe IV, en Madrid. De todas estas enormes obras, la más exultante es el ciclo
de María de Médicis, reina regente de Francia y viuda del rey Enrique IV: Rubens comienza por
ilustrar en veintiún cuadros, la vida de la reina, que fragmenta en cuatro periodos: su juventud
en Florencia, sus diez años de reinado hasta el asesinato de Enrique IV, su regencia hasta la
mayoría de edad de su hijo Luis XIII y las desavenencias con su hijo hasta la reconciliación
final. Rubens funde la historia de la reina con la mitología: Así las tres gracias presiden la
educación de María, Júpiter y Juno inspiran a Enrique IV el amor por su novia, la asamblea
olímpica aconseja la política internacional a la reina, etc.
3.- Obras mitológicas: En 1630, Rubens con 53 años queda viudo y vuelve a casarse con una
joven de 16 años, Helena Fourment, la auténtica musa de sus obras mitológicas que aparece en
ellas retratada. El Museo del Prado alberga sus mejores obras mitológicas: Las Tres Gracias, de
pieles nacaradas y formas gruesas, El Jardín del Amor y El Juicio de Paris.
4.- Retratos: El que realiza para María de Médicis, resalta telas y joyas con un espíritu narrativo
como el de los venecianos del XVI. Se aprecia una estructura de líneas que vienen a romper el
marco.
5.- Paisajes: En los que Rubens despliega un ansia de movimiento y un juego de luces entre los
árboles del bosque.
Su estilo es inconfundible por el uso del color y la luz. El color lo aplica con manchas
gruesas y la luz es poética, se esparce por la obra caprichosamente, los contrastes de luces y
sombras nunca son tajantes, como hacían los italianos, sino que envuelven a las figuras en
penumbras graduadas, misteriosas y doradas.
• La lección de anatomía del doctor Tulp, 1623, rememora una clase magistral impartida
por este célebre médico, que es captado en el momento de desprender con la pinza un
músculo del brazo del cadáver, ante la mirada atenta de los asistentes.
• La Compañía del capitán Frans Cocq y el teniente Willem Van Ruytenburch, mal
llamado La Ronda de Noche por la aparente atmósfera nocturna que invade el cuadro,
fruto de la suciedad acumulada. La limpieza del lienzo tras un proceso de restauración
demostró que el capitán Frans Cocq, vestido de negro con una banda roja terciada al
pecho, su lugarteniente y la compañía militar salen con estandarte y música de tambor
por la puerta de la ciudad a plena luz del sol.
• Los síndicos del gremio de pañeros, sorprendidos por el pintor en una junta económica
de balance positivo y encargado a Rembrandt por los miembros de la junta para
conmemorar el final de su mandato.
Junto a estos retratos colectivos, Rembrandt también realiza retratos individuales de sus
seres más queridos, su mujer Saskya, su hijo Tito, Hendrickje e incluso varios autorretratos que
el pintor realizó a lo largo de su vida.
En los últimos años de su vida, de tanta dificultad, Rembrandt vuelve su pincelada más
suelta y el color más vibrante, el claroscuro sigue siendo idéntico al de años anteriores. Surgen
ahora cuadros que buscan la expresividad interior, retratos que quieren captar el alma de los
personajes. En este sentido destaca la obra Aristóteles con el busto de Homero, la Conspiración
de Julius Civilis, obra histórica de trágico resultado y sobre todo un obra dramática: El Buey
abierto en canal, en la puerta de una carnicería.
También, el barroco presenta notas diferenciadoras en relación a otros barrocos europeos que
le otorgan una clara originalidad. España durante el XVII y parte del XVIII se identifica tanto
con el Barroco que incluso nuestro país ha sido definido como el país del Barroco aludiendo a
una clara concepción de su propio ser.
Las ciudades españolas del barroco son esencialmente conventuales hasta el punto de
que un tercio del suelo urbano edificable lo ocupan monasterios y conventos de clausura en el
interior del casco urbano. Así por ejemplo, Sevilla cuenta con 73 conventos, Madrid con 53 y
una ciudad pequeña como Segovia alberga 24 fundaciones conventuales.
Teniendo ello en cuenta, las nuevas plantas de las iglesias barrocas favorecen el culto, la
predicación y la administración de los sacramentos. Para ello los arquitectos barrocos, muchos
de ellos frailes, usan las plantas de estructura regular: Plantas de salón en Castilla (templo
cruciforme de una sola nave, con capillas laterales entre contrafuertes interiores) y plantas de
cajón en Andalucía que consiste en un rectángulo perimetral sin crucero. Ambos tipos de
plantas dejan visible desde todas las partes del templo un fastuoso altar. No hay por tanto en las
iglesias barrocas españolas el alabeo de los muros de Bernini o de Borromini.
Por otra parte, en los primeros años del barroco español se utiliza con bastante
frecuencia el ladrillo como material de construcción y se recurre a las cúpulas encamonadas o
falsas porque no se construyen con piedra sino con madera y yeso resultando mucho más
baratas.
Toda esta sencillez externa dejará paso en el último tercio del siglo XVII y primera
mitad del XVIII, a una deslumbrante decoración interior: Las iglesias aparecen brillantes y
teatralmente revestidas de yeserías, cuadros de altar y refulgentes retablos dorados que impactan
a los fieles. Esta corriente ornamentista o "castiza" acoge una nómina excepcional de arquitectos
como los Tomé en Toledo, los Churriguera en Salamanca, los Figueroa en Sevilla, Pedro de
Ribera en Madrid, Fernando Casas Novoa en Santiago, etc. Todos ellos conciben portadas
aparatosas concebidas como retablos en piedra que rivalizan con los retablos de los altares y que
han sido interpretadas como una estrategia política para ocultar a las clases populares la crisis
económica y política de España a fines del XVII.
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Pedro de Ribera, (+ 1742), se encarga de difundir el estilo barroco castizo llevándolo a
sus últimos extremos e imponiéndole un sello personalísimo. Por ello, es considerado como el
más importante arquitecto barroco español. Su obra se realiza sobre todo en Madrid, donde
emplea preferentemente dos temas que serán característicos de la escuela madrileña:
1.- El estípite: Soporte clásico con basa y capitel, pero con fuste dividido en tres cuerpos: El
primero en forma de pirámide invertida, el segundo de formas cúbicas y el tercero con
forma de pirámide.
2.- El Baquetón: Moldura cilíndrica muy gruesa que se ciñe a puertas y ventanas, bien de forma
curva o bien quebrada.
Ribera concibe las portadas con un movimiento y una riqueza hasta entonces
desconocidos en la arquitectura europea. Precisamente su obra se centra en la realización de
portadas:
- Portada del Real Hospicio del Ave María y San Fernando de Madrid.
- Portada del Cuartel del Conde-Duque en Madrid.
- Portada de la Iglesia de Montserrat.
- Iglesia de Nuestra Señora del Puerto.
La primera plaza mayor que se construye según estas características es La plaza mayor
de Madrid, obra de Juan Gómez de Mora. A su imagen y semejanza se levantan otras plazas
mayores como La Plaza Mayor de Salamanca, obra de Alberto de Churriguera.
Esta gran escultura barroca se realiza en dos grandes zonas: Castilla y Andalucía debido
a la Corte y a los puertos de Indias respectivamente. Estos dos focos propician la existencia de
dos grandes escuelas escultóricas barrocas: La castellana y la andaluza.
Ambas escuelas son realistas, pero la castellana es hiriente, siempre tiene presente el
dolor y la emoción y la escuela andaluza es más sosegada buscando siempre la belleza y la
espiritualidad. Otra diferencia lo constituye la policromía: En Andalucía, se sigue conservando
el fondo de oro o estofado (la talla se cubre de oro, sobre el que se pinta y rasca para hacer salir
los dibujos dorados ), mientras en Castilla se abandona el oro para obtener un mayor realismo.
La escuela castellana.
Como maestro indiscutible del barroco castellano crea tipos iconográficos definitivos
como el modelo de la Inmaculada y sobre todo La Virgen de la Piedad. Las novedades que le
reportaron fama y estima popular fueron sus interpretaciones de la pasión de Cristo, destacan
dos: Cristo atado a la columna, de la cofradía del Azotamiento y Cristo yacente de los
Capuchinos de El Pardo (Madrid), regalado por el monarca a los capuchinos en 1614, Cristo
muerto, reposa su cabeza sobre una almohada y su cuerpo sobre una sábana. De sus célebres
pasos procesionales, ninguno se conserva íntegro. El más alabado es El Paso del
Descendimiento de la Iglesia de Vera Cruz de Valladolid, consta de siete figuras vestidas a la
moda del XVII para que el mensaje religioso fuese más fácilmente comprendido por los fieles.
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La escuela andaluza.
En Andalucía, destacan dos centros escultóricos: Sevilla con Juan Martínez Montañés y
su discípulo Juan de Mesa, y Alonso Cano en Granada.
• Retablos mayores con grandes cajas para empotrar relieves e imágenes como el de San
Isidoro del Campo en Santiponce, Sevilla, en la calle central sitúa, de abajo arriba, las
imágenes de San Jerónimo penitente, San Isidoro, la Asunción y el Crucificado. En las
calles laterales, Montañés traza relieves de la Adoración de los Reyes, a la izquierda de
San Jerónimo, la Adoración de los Pastores a la derecha, la Resurrección y la Ascensión
a ambos lados de la imagen de San Isidoro. Otros ejemplos de estos retablos mayores
son el del Convento de Santa Clara de Sevilla (dedicado a la titular, mientras los cuatro
laterales están dedicados a la Inmaculada, San Juan Bautista, San Juan Evangelista y
San Francisco), y San Miguel de Jerez.
• Retablos a modo de arcos de triunfo como el dedicado a San Juan Bautista, para las
monjas hispalenses del Convento del Socorro.
2.- Imágenes: En el terreno de la imaginería devocional, Montañés define los modelos del Niño
Jesús, de la Inmaculada, de Cristo Crucificado y de Cristo Nazareno:
• En 1606, realiza El Niño Jesús del Sagrario de Sevilla, el éxito más clamoroso que le
marca toda la vida y que se convierte en su obra más repetida y universal.
• De la Inmaculada, Montañés concibe un modelo de virgen niña, que junta las manos en
actitud de orar y descansa sobre una peana de querubines de forma trapezoidal. Su obra
maestra es La Cieguecita, llamada así popularmente a esta Inmaculada de la Capilla de
San Juan Bautista de la Catedral de Sevilla, porque tiene la mirada baja y los ojos
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entornados. El manto cae sobre los hombros de la Virgen y una de sus puntas se recoge
en el pecho.
• Pero de las imágenes que más orgulloso se siente Montañés no son de las citadas
anteriormente, sino de sus imágenes pasionales: El Cristo de la Clemencia de la
Catedral de Sevilla, prototipo de Cristo andaluz en la cruz, sin dramatismo (poca sangre)
y todavía vivo, dirige la mirada a la persona que le reza, tiene los pies cruzados, cuatro
clavos y cruz arbórea. El sudario se recoge en un costado con un nudo magníficamente
interpretado.
• Otra obra suya es el Jesús de la Pasión, nazareno con la cruz a cuestas que reside en la
Iglesia del Salvador de Sevilla, es una obra de cuerpo entero para ser vestido con túnica
de tela, es la única obra procesional que realiza el maestro Montañés.
La serie de crucificados que labra Juan de Mesa se inaugura con El Cristo del Amor,
1618, el más patético de su repertorio y cuyo expresivismo irá suavizando en obras sucesivas: El
Cristo de la Conversión del Buen Ladrón, 1619, El Cristo de la Buena Muerte, 1620, El Cristo
de Vera Cruz, de la parroquia de San Juan en las Cabezas de San Juan (Sevilla ). En 1622 Mesa
realiza su crucificado más personal y perfecto: El Cristo de la Agonía de la parroquia de San
Pedro de Vergara, Guipúzcoa, es un Cristo entre la vida y la muerte, entre la tierra y el cielo,
está casi resucitado sin pasar por el sepulcro.
Alonso Cano, (+1667), desarrolla su obra en su ciudad natal: Granada. Cano, siguiendo
a los polifacéticos artistas del Renacimiento, fue pintor, escultor y arquitecto. Es un escultor
violento, soñador y utópico. Su adolescencia transcurre en Sevilla en el taller del pintor
Francisco Pacheco siendo compañero de Velázquez, paralelamente, desarrolla su formación
escultórica en el círculo de Martínez Montañés.
La imagen de Niño Jesús de Pasión para la cofradía de San Fermín de los Navarros,
donde representa un nazarenito camino del Calvario con la cruz a cuestas, que contrae sus
suaves facciones en un rictus de sufrimiento.
Las figuras de pequeño tamaño son las que dan a Cano la fama posterior, sobre todo con
la interpretación de La Inmaculada, realizada para rematar el facistol del coro catedralicio, que,
al verla los canónigos, la consideran tan preciosa que deciden trasladarse a la Sacristía para que
pueda ser contemplada. La Virgen con la cabeza inclinada y con la mirada alejada del espacio y
del tiempo. La envuelve un manto con amplias curvas hacia el centro y se agudiza hacia los
pies. A esta escala pertenecen también La Virgen de Belén,y los santos "limosneros" como el
franciscano San Diego de Alcalá y el hospitalario San Juan de Dios. Son estatuillas destinadas a
la devoción doméstica, apropiadas para ser disfrutadas de cerca y en intimidad. Su exquisita
técnica aparece valorada por la rica policromía que Cano, como pintor, aplicaba personalmente,
inspirando delicadeza y ternura. De estas imágenes pequeñas, la única firmada es San Antonio
con el Niño de la Iglesia de San Nicolás de Murcia, imagen serena y equilibrada en las formas
clásicas frente al dinamismo barroco, al que voluntariamente renunció el artista.
La escuela murciana
La tradición del belén se remonta a la Edad Media, pero en el siglo XVIII cobra un
interés excepcional de la mano del rey Carlos III. Salzillo, que ya conocía la tradición
belenística por su ascendencia italiana, se convierte en al mejor especialista en la talla del portal.
Así para Jesualdo Riquelme, Salzillo realiza un enorme belén de 728 figurillas en barro de las
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que 456 son personajes y el resto animales, componiendo escenas evangélicas por las que
desfilan sus vecinos murcianos, ataviados a la usanza de la época, atareados en sus faenas o
divirtiéndose por la llegada de Jesús nacido.
1. La tendencia del naturalismo tenebrista: En la primera mitad del XVII, los pintores
imitan a Caravaggio, copiando los modelos del natural e iluminándolos con fuertes
contrastes claroscuros.
2. La corriente del realismo barroco: A partir de 1650, el gusto cambia, se prefiere ahora a
Rubens, su rico colorido y las composiciones teatrales se unen a una pincelada suelta,
de técnica preimpresionista, que impuso Tiziano en su vejez y a los contraluces
venecianos para los "rompimientos de gloria" de la pintura religiosa.
Desde un punto de vista temático, destacan las series monásticas que encargan las
órdenes religiosas para decorar sus claustros, iglesias y sacristías. Otro género muy solicitado es
el retablo de casillero para colocar en cada casa lienzos con la vida de Jesús, la Virgen y los
santos. En las capillas laterales de las iglesias y catedrales se pintan ahora grandes cuadros de
altar que ocupan todo el espacio disponible en el testero. La pintura mitológica apenas si tiene
clientes, salvo algunos encargos que hacen el rey y los aristócratas para decorar determinadas
estancias de sus palacios. Por último, como en el resto de Europa, el retrato y el bodegón,
alcanzan en España un importante éxito.
José de Ribera, (1591-1652), apodado " El Spagnoletto " por su baja estatura, nace en
Játiva (Valencia), pero realiza casi toda su obra en Italia bajo la influencia de Caravaggio. Así
está considerado como el gran maestro de la pintura napolitana, allí en Nápoles vive desde 1616
hasta su muerte en 1652. Su estilo variará desde el naturalismo tenebrista caravaggiesco hacia
posiciones propias, en las que sintetiza su tenebrismo con el colorido de Rubens y Tiziano. Sus
principales clientes serán las órdenes religiosas napolitanas y los virreyes españoles.
Para el duque de Osuna, Ribera pinta el Martirio de San Bartolomé, San Pedro
penitente, San Jerónimo y el Calvario, un lienzo monumental, de iluminación caravaggiesca,
que a la muerte del virrey, su viuda regaló a la Colegiata sevillana de Osuna, donde se
encuentran hoy. Para el duque de Alcalá, sucesor del duque de Osuna en el virreinato de
Nápoles, Ribera realiza La mujer barbuda, se trata del retrato de Magdalena Ventura, a quien de
improviso le creció la barba. Aparece acompañada de su hijo, que amamanta y de su esposo que
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contempla con resignación el prodigio de la naturaleza que la ha tocado padecer. El lienzo
exhibe una larga inscripción narrando este hecho acaecido "de la noche a la mañana".
Para las colecciones reales, realiza dos grandes cuadros: El sueño de Jacob y el Martirio
de San Felipe, fechados en 1639 y conservados en el Museo del Prado. Finalmente, para la
catedral de Nápoles realiza El Milagro de San Genaro.
En este sentido, sólo en Sevilla, Zurbarán trabaja en 1626 para los dominicos de San
Pablo, en 1628 para el Convento de la Merced; en 1629 desarrolla cinco episodios de San
Buenaventura para el colegio franciscano del Santo; en 1630 pinta para los jesuitas La visión del
beato Alonso Rodríguez, un año más tarde firma La apoteosis de Santo Tomás de Aquino para
el retablo mayor del colegio de la Orden de Predicadores.
Para la Cartuja de Jerez, Zurbarán pinta los cuadros del retablo mayor con escenas de La
Anunciación, Adoración de los Pastores, Epifanía y decora el deambulatorio con Santos de la
Orden Cartuja.
Junto a estas series monásticas, Zurbarán realiza otros temas como la Santa Faz o el
Niño Jesús labrando en la carpintería de Nazaret una cruz o confeccionando una corona de
espinas que se clava en un dedo, brotándole un hilillo de sangre, mientras la Virgen lo
contempla angustiada.
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Un género que Zurbarán cultiva con una enrome perfección es el de los Bodegones, en
ellos impone una ordenación sobria de cacharros de cocina y fruteros. Estos objetos parecen
alcanzar una inmaterialidad por el magistral uso de la luz.
Diego Rodríguez de Silva Velázquez, nace en Sevilla en 1599. Estamos ante el genio
más grande del arte español y junto a Bernini y Rubens, la pieza angular de esta trilogía barroca
universal. Velázquez fue un supremo retratista que abarca todos los géneros pictóricos desde el
mitológico al religioso pasando por el bodegón y el paisaje. En sus cuadros el naturalismo, la
luz y el movimiento son interpretados con equilibrio y serenidad.
En 1623 Velázquez, "El Sevillano" como lo conocen en Madrid, llega a la corte para
ocupar el puesto de pintor de cámara del rey Felipe IV, gracias al favor del Conde-Duque de
Olivares y a la simpatía que siente el rey por Velázquez. Sus primeras obras en la Corte son
Retratos del rey, de la Reina, Del príncipe Baltasar Carlos y del Conde-duque de Olivares,
todos ellos bien de pie, a caballo o cazando, y en los que Velázquez demuestra sus magníficas
dotes para el género del retrato.
En 1629, tras recibir la visita de Rubens en la corte, Velázquez marcha a Italia para
estudiar pintura. Allí conoce las obras de los grandes maestros del XVI que le hacen cambiar de
rumbo en su estilo. Desde este viaje a Italia, Velázquez descubre que la luz además de iluminar,
también le permite captar el aire interpuesto entre las figuras y los objetos (perspectiva aérea);
las formas pierden en precisión, pero los colores ganan en intensidad, comenzando a utilizar una
gama de grises plateados muy típica de su producción madrileña. Todo ello empieza a
vislumbrarse en Los Borrachos.
Pero la obra que compendia magistralmente todas las experiencias adquiridas en Italia
será La Fragua de Vulcano obra de ricos matices lumínicos, dinámica, de gran intensidad
expresiva en los rostros y con una profundidad en la que comienza a señalarse la perspectiva
aérea.
En torno a 1632 se suelen fechar sus composiciones religiosas entre las que destaca
Cristo Crucificado donde homenajea, desde Madrid, a los modelos de cristos sevillanos que
policromaba su suegro.
En 1634 Velázquez realiza La Rendición de Breda, también llamado Las Lanzas, para
decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid. representa un episodio
histórico acaecido durante las guerras de religión contra los protestantes en los Países Bajos: el 5
de junio de 1625 el gobernador holandés de la ciudad de Breda entregaba las llaves de la ciudad
al general del ejército español en Flandes Ambrosio de Spínola.
En 1649 Velázquez realiza su segundo viaje a Italia para comprar estatuas clásicas y
pinturas modernas que completarán la colección real. Esta segunda estancia en Italia se demoró
tres años, tardanza que se debe al nacimiento de un hijo, que bautiza con el nombre de Antonio
y que Velázquez tiene con una dama romana a quien presumiblemente retrata en el magnífico
desnudo femenino que conocemos con el título de La Venus del espejo, la mujer tendida sobre
un paño, pintada de espaldas y apoyada sobre su brazo derecho, se mira en un espejo que
sostiene un amorcillo. Otra obra ejecutada en este segundo viaje a Italia es el retrato de
Inocencio X, antiguo nuncio de la Santa Sede en Madrid y amigo de la política española. Es un
retrato que supera a todos los anteriores y posteriores en penetración psicológica del personaje.
El propio papa cuando vio el retrato exclamó: ¡Troppo vero!.
La Familia de Felipe IV, conocido también como Las Meninas, palabra portuguesa que
designa a las damas de palacio que acompañaban a las infantas, es un retrato múltiple,
localizado en el taller que los pintores de cámara tienen en el Alcázar de Madrid. Todos los
personajes se encuentran de frente: En primer plano, Velázquez con paleta y pincel, las meninas
Isabel de Velasco y Agustina Sarmiento a ambos lados de la infanta Margarita, la enanita María
Bárbola y el bufón enano Nicolás Pertusato, que pisa al mastín. Detrás de este grupo vemos a
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Marcela de Ulloa y al mayordomo Diego de Azcona. Al fondo, en las escaleras, el aposentador
don José Nieto, y reflejados en un espejo, los reyes Felipe IV y doña Mariana de Austria, que
ocuparían el lugar del espectador, posando como modelos para el lienzo que en ese momento
pinta Velázquez.
En las Meninas, Velázquez quiso romper con la estampa vulgar de retratar a la familia
real en su pose tradicional, y consigue un retrato múltiple que se circunscribe al ámbito diario e
íntimo de la familia real. En el cuadro hay ironía e ingenio por parte de Velázquez, además de
un pleno dominio de todos los recursos pictóricos, sobretodo de la luz y de la profundidad que
han quedado como modelos insuperables en nuestra pintura: en el lienzo, la luz circula por su
interior dando lugar a la denominada perspectiva aérea: Entre las figuras hay espacio, aire,
ambiente.
Las Hilanderas, es una obra que desarrolla la fábula de Aracne, según la narración
contenida en Las Metamorfosis de Ovidio pero representada como si fuese una escena de
género, en el interior de la Fábrica de Tapices de Santa Isabel de Madrid: Palas Atenea castiga a
la artesana tejedora Aracne, convirtiéndola en araña por vanagloriarse de ser la mejor tejedora
de tapices, honor que sólo tenía reservado Palas como diosa de la artesanía textil. Atenea se
hace pasar por anciana y retó a la soberbia doncella, Aracne, a un concurso que se desarrolla en
el primer plano del lienzo. En ese concurso, Aracne representó en un tapiz, situado en el fondo
del obrador, los motivos más desvergonzados de Zeus, como su transformación en toro para
raptar y seducir a Europa. Delante del tapiz están otra vez las dos competidoras, pero ahora
Atenea ya no está disfrazada de anciana sino que ha recuperado sus atributos divinos: la coraza
y el yelmo y se dispone a castigar a la infeliz mortal.
El periodo frío corresponde a su etapa juvenil, se caracteriza por los fuertes contrastes de
luz (tenebrismo), precisión en el dibujo y pincelada lisa. Buenos ejemplos de esta etapa es la
serie de lienzos con Milagros de la vida de San Diego de Alcalá para el claustro chico del
convento casa grande de San Francisco de Sevilla. Otras obras son La Virgen Rosario con el
Niño y la Sagrada familia del Pajarito.
El periodo cálido se inicia en 1656 con San Antonio de Padua y el Niño Jesús de la
Catedral. de Sevilla, gran cuadro de altar con efectos de contraluz de influencia veneciana,
desaparece el tenebrismo y la pincelada se hace más suelta.
En el terreno profano, Murillo también homenajea a los pícaros de la Sevilla del XVII:
Muchachos comiendo empanada, Muchachos comiendo uva y Muchachos jugando a los dados.
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