Ctenophoray Platyhelminthes
Ctenophoray Platyhelminthes
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Gema Hidalgo
Center for Global Change and Sustainability C. A. (CCGS)
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All content following this page was uploaded by Gema Hidalgo on 10 February 2015.
Los ctenóforos son organismos planctónicos (holoplancton), exclusivamente marinos. Unas pocas
especies, conocidas como medusas rastreras, habitan sobre el fondo o en simbiosis sobre la superficie de
algunas plantas y animales. Se les conoce como nueces marinas y también como linternas de mar, por la
luminiscencia verde azul que producen y el efecto de colores en movimiento, determinado por la
difracción de la luz a través de sus cilios. Son casi transparentes y de forma esférica, cilíndrica, aplanada
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Instituto de Oceanología, Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
Ave. 1ra No.18406, Reparto Flores, Playa, La Habana, Cuba. C. P. 12 100.
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o en forma de cinturón. Su cuerpo está compuesto por un sistema de conductos internos, rodeados por
una masa gelatinosa o mesénquima y su tamaño va generalmente de unos pocos milímetros a varios
centímetros de largo. Generalmente son hermafroditas y pueden reproducirse continuamente mientras
haya alimento disponible.
Los ctenóforos se caracterizan por presentar ocho bandas ciliadas o filas de "ctenes" (peines) que
dividen el cuerpo en secciones iguales, de las cuales se deriva el nombre del filo (Ruppert y Barnes,
1994). En algunos sobresalen dos tentáculos contráctiles pero, a diferencia de los cnidarios, éstos no son
urticantes, aunque poseen células adhesivas que intervienen en la captura de sus presas. Consumen larvas
y animales pequeños como copépodos, anfípodos u otros ctenóforos y, a su vez, son consumidos por
varias especies de medusas, así como por tortugas marinas y algunos peces.
Este filo está formado por 100 a 150 especies, distribuidas en todos los océanos del mundo (Mills,
2005a). Este grupo ha sido muy poco estudiado, ya que, debido a su delicado cuerpo, su colecta es difícil
con redes de plancton. Suelen ser especialmente abundantes durante la primavera y principios del verano
(Mills, 2005b), algunos en zonas costeras y la mayoría en aguas oceánicas.
En los últimos años, la exposición de ctenóforos del género Mnemiopsis en acuarios ha captado la
atención del público. Estos son organismos resilientes (con elevada capacidad adaptativa) y de fácil
mantenimiento. Sin embargo, es necesario tomar extremas precauciones durante su traslado y
manipulación, ya que su entrada accidental a otros ecosistemas, en los cuales no existan sus depredadores
naturales, puede traer consecuencias ecológicas desastrosas, al convertirse en potenciales competidores
con otras especies planctófagas como las larvas de los peces (Mills, 2005b).
En el zooplancton de las aguas cubanas es común la presencia de especies de este filo, pero la
información específica sobre el mismo es muy limitada. Entre sus representantes se destacan Beroe sp. y
Mnemiopsis sp. (Campos, 1981; Lalana et al. 2001; Ortiz, 1991), cuyos ejemplares forman agregaciones
cerca de la superficie. Las especies Pleurobrachia sp., Mnemiopsis leidyi y la carismática Cestum veneris,
se han reportado en época de invierno para el litoral norte habanero (Ortiz, 2001). Ésta última, conocida
como cinturón de Venus, alcanza dimensiones cercanas al metro de longitud (Ortiz, 1991). Se han
observado además Ocyropsis maculata y Velamen parallelum (entre 10 y 15 m de profundidad) en la zona
suroriental de Cuba (comn. personal N. López).
Los ctenóforos suelen confundirse con los cnidarios por su forma medusoide
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Los tremátodos y céstodos son endoparásitos de vertebrados, comúnmente encontrados en el
intestino y los ciegos pilóricos de varias especies de peces, reptiles y mamíferos marinos (Ruppert y
Barnes, 1994). Los tremátodos presentan ciclos de vida complejos, que incluyen hasta tres hospederos
intermediarios, generalmente moluscos. A nivel global se han descrito más de 9 000 especies de
tremátodos y 5 000 especies de céstodos (Williams y Williams, 1996). La clase Cestoda parasita
principalmente especies oceánicas, por lo que su diversidad e intensidad de parasitación en zonas
costeras no suele ser alta (Moravec et al., 1995; Williams y Williams, 1996; Nikolaieva y Ezpeleta,
1967). Muchas veces los individuos aparecen como larvas, lo cual limita su identificación.
Los miembros de la clase Turbellaria son marinos en su mayoría (algunos de agua dulce y
terrestres), de vida libre, que habitan asociados a sedimentos, rocas, conchas o entre la vegetación, en
espacios intersticiales sombreados. Algunas formas son casi transparentes u opacas, mientras que otras
exhiben un bello colorido. De esta clase se han descrito unas 3 000 especies en el mundo (Ruppert y
Barnes, 1994). Existen unas pocas especies comensales y parásitas de moluscos, crustáceos,
equinodermos, ascidias y peces.
Los turbelarios poseen abundantes células glandulares, que secretan sustancias para adherirse al
sustrato y envolver a la presa, ya que suelen ser carnívoros, depredadores de diferentes invertebrados
pequeños, aunque pueden alimentarse excepcionalmente de cuerpos muertos de animales, algas y
diatomeas. Presentan considerable capacidad regenerativa de sus tejidos, lo que resulta de interés para el
desarrollo de investigaciones sobre estos mecanismos.
El parasitismo constituye un factor modulador de las poblaciones de peces, al incidir sobre su
mortalidad, especialmente a través de su debilitamiento, disminución de la fecundidad y tasas de
crecimiento, y aumento de su vulnerabilidad a la depredación (Fernández, 2002), además de afectar la
comercialización de las especies parasitadas por razones estéticas o de riesgo al consumidor. Los
impactos negativos de los parásitos sobre el huésped pueden incluir desde la destrucción del epitelio
cutáneo, branquial y gastrointestinal, hasta trastornos metabólicos tales como inflamación, necrosis,
hemorragias, anemia, destrucción de órganos, entre otros (Roberts, 2001), así como posibilitar la acción
de otros organismos patógenos oportunistas.
El grado de parasitismo es un indicador de los cambios en las condiciones ambientales de los
peces (Williams y Williams, 1996). Los ectoparásitos son más frecuentes en peces en cautiverio,
mientras que los endoparásitos predominan generalmente en el medio natural, donde no contribuyen al
desarrollo de serias patologías cuando se mantiene un equilibrio huésped-patógeno-ambiente. Algunas
especies parásitas manifiestan un grado de especificidad para determinado hospedero, lo cual evidencia
su estrecha adaptación evolutiva y facilita en ocasiones su identificación.
En Cuba se han registrado 96 especies de este filo, de las cuales dos son de vida libre (clase
Turbellaria) y 94 parásitas: 24 de la clase Monogenea, 63 de Trematoda, seis de Cestoda y uno de
Turbellaria, encontradas en peces ornamentales y comerciales, principalmente de las ecoregiones
noroccidental y suroccidental (Coy y Lorenzo, 1982; Fernández 2002). El nivel de conocimientos sobre
la diversidad del filo en Cuba es pobre para las especies marinas o estuarinas, en contraste con las
especies dulceacuícolas. La parasitofauna de los peces ornamentales recibe hoy especial atención, debido
a su importancia para el manejo zoosanitario de los peces en cautiverio objeto de exhibición en los
acuarios.
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La intensidad de parasitación de algunas especies de este filo puede ser superior a 1 000 individuos por
pez.
De la clase Turbellaria, las más conspicuas son las planarias del orden Polycladida. Entre ellas,
Pseudoceros pardalis (planaria leopardo) y Pseudoceros splendidus, notables por su coloración
contrastante. Éstas, aunque no están incluídas en las cifras anteiores, han sido fotografiadas a 24 metros
de profundidad en arrecifes frontales del Archipiélago Jardines de la Reina (comn. personal N. López).
Las planarias marinas son probablemente comunes en la mayoría de nuestras costas, aunque están muy
poco estudiadas. Sus densidades en muestras del macrozoobentos, obtenidas en fondos particulados del
litoral habanero, ascienden a 10 ind./m2. Los efectos negativos de Stylochus megalops, como depredador
del ostión antillano Crassostrea virginica, se aprecian tanto en los bancos naturales como en las líneas de
cultivo (Espinosa, 1981). Pseudoceros crozieri vive en asociación con las colonias de la ascidia
Ecteinascidia turbinata, las cuales no aparecen dañadas, por lo que se sugiere que P. crozieri consume el
tapete microbiano que cubre a las ascidias (Hernández, 2004).
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